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Hábitos de lectura

Jorge Komadina Rimassa

Es divertido escudriñar en las estadísticas mundiales sobre la lectura. Los lectores


finlandeses y japoneses se cuentan entre los más bulímicos del planeta: 47 libros al año,
según datos de la Unesco. El 60 % de los europeos ha leído al menos un libro en el último
año. Los datos para América Latina son mucho más modestos: en Chile y la Argentina se
lee un promedio de 5,4 y 4,6 libros al año.

¿Y en Bolivia? El 43% de los bolivianos que habitan en La Paz, Cochabamba y Santa Cruz
afirma que no ha leído ningún libro al año. El 37,9 % de los lectores leyó entre uno y tres
libros. Solamente el 3,2 % de esa población lee más de 12 libros al año. Preferimos leer
libros de non-fiction que novela, poesía, cuento, teatro. Leemos más periódicos que libros,
a pesar de la expansión de los medios audiovisuales. Estos datos son entre otros resultado
de una encuesta realizada en 2017 por el Foro Regional de Cochabamba.

La motivación más importante para leer es la educación, pero la proporción de estudiantes


que no leen o leen poco es alarmante: el 49% afirmó que no lee libros de ningún tipo.
También es sorprendente lo poco que se lee en la esfera laboral.

La preferencia de los lectores por los formatos impresos, libros o fotocopias, es claramente
mayoritaria pues alcanza más del 70 %; solamente el 16 % son e-readers. Un 10,3 % de las
personas encuestadas lectores afirmó que lee alternativamente libros impresos y digitales,
una cifra bajísima comparada con otros países.

Otro de los indicadores que permite apreciar los hábitos de lectura es la cantidad de libros
que se compran: el 71 % de los paceños, el 67% de los cruceños y el 67,9 por ciento de los
cochabambinos no compraron ningún libro durante el último año, una cifra que demuestra
de manera elocuente la débil cultura del libro en Bolivia.

Ahora bien, no existe una sola manera de leer, las capacidades de lectura y las situaciones
de lectura son históricamente variables y dependen tanto del contexto, las motivaciones y
expectativas como de los formatos del texto, que incluye una amplia gama que bascula
entre los avisos clasificados y los tratados de filosofía.

La lectura de libros digitales puede ser engañoso pues no expresa ni la cantidad ni la


variedad de textos digitales que se leen en la Red: tweets, enciclopedias electrónicas, posts,
revistas, fragmentos de textos científicos y literarios, historietas, cuentos, libros eruditos,
notas sueltas, en fin. La fragmentación de los textos produce una lectura aparentemente
caótica que predomina entre los jóvenes que usan compulsivamente sus teléfonos
inteligentes; no obstante, esos fragmentos suelen conectarse bajo la forma de un hipertexto
sin formato material; este hecho no es equivalente a un absoluto desorden, pues revela otro
patrón de conexiones entre textos, una lectura donde predomina la contigüidad antes que la
lectura “profunda”. No importa, las letras, hoy, surgen en los lugares más imprevisibles.

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