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Indignidad en roma.
La capacidad para testar sólo la tiene aquél que sea libre, ciudadano romano y sui
iuris. No tenían capacidad de disponer por testamento ni los impúberes, ni los locos
(excepto en sus intervalos lúcidos), ni los pródigos sometidos a interdicción. Para
garantizar que una persona pueda suceder a otra se requiere la existencia que esta
posea dos cualidades esenciales, en primer término, la capacidad y en segundo
término que dicha persona no esté afectada de indignidad.
El Código Civil establece que no pueden optar por una herencia quienes hayan sido
sentenciados por asesinar o intentar asesinar a quien le otorgaría la herencia, quien
dirigiese contra el de cujus una declaración calumniosa y también aquel heredero
que, sabiendo la muerte violenta de su progenitor, no denunciase el crimen a la
justicia. En estos tres casos las personas son consideradas indignas de recibir la
herencia.
La legislación dicta además que cualquier heredero excluido de la sucesión por ser
indigno está obligado a restituir todos los frutos y rentas que haya percibido desde
el momento en que se abrió la sucesión.
Todas las causales de indignidad que se han mencionado anteriormente tienen como
función saber si alguna de las personas que ha sido llamadas a suceder ha o no ha
caído dentro de alguna de estas a fin de evitar que una persona que causo algún tipo
de daño al causante e incluso a su cónyuge, ascendiente o descendiente goce de un
privilegio por decirlo así al aceptar todo o una parte de la herencia que dejo el
causante.
Y así sucede en la realidad que personas han sido capaces de matar ya sea a su
cónyuge, padres, hermanos, etc. con el único objetivo de quedarse con el patrimonio
que el causante en este caso poseía; pero ahora existe esta figura de la indignidad
con la cual se puede verificar que la persona que le ocasiono un daño al causante o
a la familia de este no tenga derecho o no sea digno de sucederle.