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Un pintor italiano de 29 años, brillante a pesar de su juventud, viaja desde París a Madrid. Su
nombre es Guido Capro i, y ha recibido un encargo de un cliente: realizar una copia en el Museo
del Prado, de la pintura de Velázquez, Pablo de Valladolid. Pero las condiciones climáticas
adversas se van a interponer en su camino. Lo narra así él mismo:
«Una gran nevada paró el tren en Ávila. Me indicaron un hotel: “Hotel Inglés” se llamaba
entonces el actual Hotel Continental. Entré pues en Ávila. Y al llegar ante una muralla
espectacularmente nevada… la luz me llenó los ojos y el alma… En la noche esplendorosa de
Plenilunio, bajo un arco de la muralla, un hombre cantaba: ¡Ave María Purísima!… Me dijeron
era un “sereno” y decidí quedarme en Ávila… Esa impresión ha influido en toda mi vida
dedicada principalmente a ensalzar esta tierra que tanta raigambre ha cogido en mi
corazón…»¹.
Guido Capro i Pacche i había nacido en Monza (Italia) el 5 de octubre de 1887, de familia de
artistas. Formado en la Academia de Bellas Artes de Brera, en Milán, tras cosechar importantes
éxitos desde muy joven, continúa su formación en París, donde entra en contacto con autores de la
talla de Renoir, Degas y Rodin.
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23/2/2019 Santa Teresa en un cuadro de Caprotti – Teresa, de la rueca a la pluma
La familia de Guido Capro i hizo donación del palacio a la ciudad de Ávila. Ahora es un museo y
expone los antiguos muebles del palacio y los cuadros de Capro i.
De 1940 es una obra suya titulada Procesión de santa Teresa, óleo sobre lienzo. Como su título indica,
la pintura recoge una escena costumbrista: una imagen de la Santa procesiona rodeada por fieles
devotos, con la ciudad amurallada al fondo. Se trata de la escultura de Gregorio Fernández que se
saca en las solemnidades y que se conserva en la Iglesia de la Santa de Ávila. Teresa de Jesús
aparece arrodillada, ya que la imagen fue ideada para formar un grupo escultórico con el Cristo
amarrado a la columna. Su brazo izquierdo lo tiene doblado sobre el pecho, mientras que el
derecho aparece extendido y con los dedos de la mano abiertos. Viste manto y velo de tela. No así
el hábito, que es esculpido.
En la procesión, encontramos personajes variopintos. Unos son religiosos, que van tras la imagen,
entre los que figuran el obispo, sacerdotes y carmelitas. No faltan tampoco los monaguillos. Otros
son gentes sencillas, como una madre arrodillada con su hijo en brazos o un hombre al que le falta
una pierna, que se sostiene sobre dos muletas mientras contempla el paso de la santa.
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