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23/2/2019 Las mujeres que leen son peligrosas – Teresa, de la rueca a la pluma

Las mujeres que leen son peligrosas

Publicado el 23/04/2016 por MJ

El 23 de abril se celebra la gran fiesta de ese invento maravilloso que es el libro, recordando a tres
grandes autores: Miguel de Cervantes, William Shakespeare y el Inca Garcilaso de la Vega, junto a
tantos otros que nos han brindado algunos de los mejores momentos de nuestra vida. A lo largo de la
historia, ha habido una evolución en la materialidad de los libros, pero ya sea en papiro, en pergamino,
en papel o en formato digital, lo importante es leer, sumergirse en el mundo de las palabras, gozar de la
libertad que ellas nos proporcionan. Nuestra publicación de hoy quiere ser una invitación a la lectura, de
la mano de Teresa de Jesús. El texto que ofrecemos corresponde al comienzo del libro Amor con Amor.
Páginas escogidas de las Moradas de Teresa de Jesús, EDE, Madrid, 2012, de las Carmelitas
descalzas de Puçol:

«Las mujeres que leen son peligrosas». Esta


frase, que da título a un libro de Stefan
Bollmann, la hubiera suscrito
algún moralista contemporáneo de Teresa
de Jesús. Así, el dominico Antonio de
Espinosa¹, afirmaba taxativamente:

«Si no fuere tu hija ilustre o persona a


quien le sería muy feo no saber leer ni
escribir, no se lo muestres porque corre
gran peligro en las mujeres bajas o
comunes el saberlo».

Y aunque bastantes tratadistas de la época


sí eran partidarios de enseñar a leer a la
mujer (no ya tanto a escribir), todos
coinciden en establecer un riguroso control
sobre las lecturas permitidas al público
femenino.

De fondo, les mueve el convencimiento de


que «no hay quien tanto siga lo que lee
como la mujer», como sostiene Francisco de ‘Arropada por las palabras’, de Catrin
Osuna en su Norte de los estados (1531). Welz-Stein
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23/2/2019 Las mujeres que leen son peligrosas – Teresa, de la rueca a la pluma

Pero sucederá que, una vez que las mujeres


tienen acceso a la lectura, no va a ser tan sencillo controlar qué leen y qué no leen:

«La mujer que lee en silencio establece con el libro un vínculo que se sustrae al control de la
sociedad y de su entorno inmediato. Conquista un espacio de libertad al que solo ella tiene
acceso y gana, al mismo tiempo, un sentimiento de independencia y de autoestima. También
comienza a forjarse su propia imagen del mundo, que no coincide necesariamente con la de la
tradición ni con las concepciones masculinas dominantes»².

Teresa de Jesús concluye su Castillo Interior con estas palabras, sugerentes, casi provocadoras:

«Considerando el mucho encerramiento y pocas cosas de entretenimiento que tenéis, […] me


parece os será consuelo deleitaros en este castillo interior, pues sin licencia de las superioras
podéis entraros y pasearos por él a cualquier hora» (M Concl. 1).

Así invita Teresa a aventurarse libre y confiadamente por ese recinto íntimo del alma, que ella
comparó con un castillo de cristal. Pero, la invitación a deleitarse «en este castillo interior»
podemos también entenderla como una propuesta a sus hermanas para que tomen en sus manos
este libro, presentándoselo como un modo muy particular de recreación. Ellas, que por su estilo de
vida, cuentan con pocos espacios de expansión, pueden tomar solaz a través de la lectura de esta
obra. No necesitan permiso para ello de ninguna autoridad superior.

Y sin embargo, esta lectura podía inocular, en los lectores, un elemento perturbador para el orden
social y cultural de su tiempo. En el siglo XVI, incluso un intelectual “avanzado” como fray Luis de
León afirmaba que la mujer «de su natural es flaca y deleznable más que ningún otro animal». Así,
¿qué podía esperarse de ella? Teresa, por el contrario, dirigiéndose a un grupo de mujeres, sus
hermanas carmelitas, ya desde los umbrales del castillo, les lanza este osado mensaje:

«No hallo yo cosa con que comparar la gran hermosura de un alma y la gran capacidad; y
verdaderamente apenas deben llegar nuestros entendimientos, por agudos que fuesen, a
comprenderla, así como no pueden llegar a considerar a Dios, pues Él mismo dice que nos crió
a su imagen y semejanza» (1M 1, 1).

Porque estaba convencida de que también la mujer, como el varón, estaba llamada a penetrar en
aquella séptima morada y alcanzar, junto a la unión amorosa con su Dios, una plenitud humana y
espiritual que la sociedad pretendía negarle. Pero, además, esa hermosura y dignidad que ella
descubre en el alma no eran atributos exclusivos de una determinada casta, clase o raza. Las
poseían también los indios del Nuevo Mundo recién descubierto, o los descendientes de judíos
conversos, socialmente relegados como inferiores o impuros en la España del siglo de Oro.

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23/2/2019 Las mujeres que leen son peligrosas – Teresa, de la rueca a la pluma

La experiencia personal de Teresa era su mejor aval, al confesar que lo que ha recibido de Dios ha
sido siempre por pura gracia: «pues no sería por ser de sangre ilustre el hacerme honra» (F 27, 12).

Dios, desde el corazón de ese castillo interior que es cada persona, llama con su dulce silbo a todos.
Todos están invitados a iniciar un camino de libertad que les lleve, desde la superficie, a la
profundidad, y desde las apariencias, a la realidad. Porque es en ese centro del castillo donde van a
suceder «las cosas de mucho secreto entre Dios y el alma» (1M 1, 3).

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¹Reglas de bien vivir muy provechosas (y aun necesarias) a la república christiana, Juan de Junta, 1552, f.
B6.
²BOLLMANN, Stefan, Las mujeres que leen son peligrosas, Maeva Ediciones, Madrid, 2006, p.49.

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