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endJUICIO
Woodrow W. Whidden I
o
APIA
Título de la obra original en inglés: The Judgment and Assurance
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grana. Dada la diversidad actual de ediciones de muchos de los títulos, las citas se referencian no solo con la página,
sino además con el capítulo.
ISBN: 978-1-61161-162-5
Impresión y encuademación
Corporación en Servicios Integrales de Asesoría Profesional, S.A. de C.V.
Impreso en México
Printed in México
Introducción................................................................ 9
Sección I .......................................................................... 23
¿Enseña la Biblia un juicio investigador
cósmico previo al advenimiento basado en las obras?
1. La evidencia del libro de Daniel ........................................ 25
2. Evidencia adicional
del Antiguo y el Nuevo Testam ento.................................. 43
Sección I I ........................................................................ 59
La dinámica de la salvación personal
3. Expiación: Las disposiciones
para la salvación y la seguridad personal........................... 61
4. Gracia que acusa, convierte y perdona............................... 83
5. Regeneración, justificación, santificación,
perfección y seguridad personal .......................................... 97
6. Perfección y seguridad:
Implicaciones tranquilizadoras ............................................. 115
Seguridad cristiana:
¿Q uién la necesita?
R
oy Gane, profesor de Antiguo Testamento de la Universidad
Andrews, cuenta un relato de una expedición a M inne
sota, durante unas vacaciones, cuando tenía trece años.
En aquellas vacaciones, la familia llevó consigo a su perrito, Tippy.
La mascota insistía en participar en todas las actividades, hasta
en el manejo de botes a pedales. Durante una salida al lago, el
bote entró en un jardín de grandes nenúfares. Creyendo que verde
equivalía a hierba y a tierra firme carente de peligros, Tippy deci
dió ponerse a explorar. Por supuesto, para su completa conster
nación perruna, resultó que los nenúfares no eran ni hierba ni
tierra firme. Solo sus dotes de chapoteo desenfrenado y los frené
ticos esfuerzos de la familia Gane salvaron al animal.1
Muchos cristianos son como Tippy, aquejados de una compren
sión desinformada ya sea de la gravedad del pecado como del altí
simo precio de la amante gracia de Dios, constituyendo ambos el
1 0 • LA SEGURIDAD DE MI SALVACIÓN EN EL JUICIO
mí.5Y esta cuestión pone a todos los profesos creyentes, sean cal
vinistas o arminianos, esencialmente en la misma situación en
cuanto a la experiencia personal. Así, al pasar a las cuestiones de
la experiencia personal real de la salvación, empezaremos a en
frentarnos con asuntos en la experiencia de la salvación que son
más peculiarmente arminianos y adventistas.
La cuarta sección afronta retos especiales adventistas en el
ámbito de la certidumbre. A medida que los adventistas del sép
timo día progresan en su experiencia de la salvación y comienzan
a hacer trabajo misionero con otros cristianos, tarde o temprano
se tendrán que enfrentar a una pregunta, formulada por algún
evangélico reformado, quien inquirirá: «¿Eres salvo?». Y, según
se ha hecho notar más arriba, normalmente, la base de tal pre
gunta es la suposición de que, una vez que cualquier creyente
dice sí a Jesús, esa persona está sellada y salva ahora y para siem
pre. Así, el capítulo 8 abordará la pregunta: ¿Cuentan con una
ventaja en su certidumbre los calvinistas «salvos una vez, salvos
para siempre»? ¿Son los arminianos, en especial los adeptos ad
ventistas a esta rama del cristianismo, especialmente propen
sos a graves desventajas de las que están exentos los creyentes
reformados?
Los capítulos 9, 10 y 11 son aún más específicos para la esfera
arminiana y adventista. Así, el capítulo 9 aborda los temas asocia
dos con la lluvia tardía, el fin del tiempo de gracia y el tiempo de
angustia. Tradicionalmente, tales conceptos han sido un auténtico
y feraz campo de tiro para muchos que han convertido en su es
pecialidad el desarrollo de diversas versiones de la perfección
inmaculada. Sin embargo, demostraremos que estos aspectos de
la crisis final de la historia universal apuntan inevitablemente a la
primacía de la justificación por la fe únicamente en la justicia de
Cristo. Además, una experiencia más profunda de la justificación
proporciona la clave a la certidumbre vital que será el privilegio
del pueblo de Dios durante esos acontecimientos terribles envuel
tos en una crisis.
2 0 • LA SEGURIDAD DE MI SALVACIÓN EN EL JUICIO
1 Roy Gane, Altar Cali (Berrien Springs, Michigan: Diadem, 1999), p. 140.
2 Aunque Wesley no enseñó un juicio de investigación previo al advenimiento, sí reconoció
que, en el momento de la segunda venida, Dios realizará un detallado juicio investiga
dor de los creyentes. Explicaremos esto con mayor detalle en los capítulos 1 y 2.
3 De hecho, defenderemos que la enseñanza bíblica sobre la «gracia gratuita» lleva inevi
tablemente a una doctrina de un «juicio investigador» que ha de tener lugar en algún mo
mento, en algún punto en el desarrollo del gran plan de salvación.
4 El discurso cristiano tradicional sobre la certidumbre de la salvación llama factores a
priori de la certidumbre a las doctrinas o enseñanzas de que Dios es un ser amante y mi
sericordioso que desea la salvación de todos y que, por ello, en Cristo, tomó todas las
medidas para salvar a los pecadores. Así, presentan la naturaleza sumamente amante del
propio Dios como base o fundamento objetivos de la experiencia de cualquier creyente
de la certidumbre de la salvación.
5 Una vez más, hemos de recordar que el discurso cristiano sobre la certidumbre toma tales
consideraciones experienciales como factores a posteriori que pueden engendrar una con
vicción de certidumbre razonablemente legítima. Incluyen ideas tales como (a) la expe
riencia de la propia fe, o el ejercicio de la misma (mi sensación del ejercicio de la fe
proporciona así la prueba de que confío que Dios me salve tanto de la culpa como del
poder del pecado), (b) el «testimonio del Espíritu» directo a mi alma de que soy hijo de
Dios, (c) el hecho de que libro una batalla con el pecado me garantiza que voy por el buen
camino para ser salvo (en vez de, sencillamente, dejarme llevar pasivamente de un lado
2 2 • LA SEGURIDAD DE MI SALVACIÓN EN EL JUICIO
a otro por Las tentaciones y las debilidades de carácter) y, por último, (d) la conciencia
alerta de que mis inquietudes y preocupaciones más evidentes tienen que ver con Cristo
y su voluntad, tanto moral como en lo referente a la vivencia, y con el amor no solo hacia
Dios, sino también hacia los demás seres humanos, tanto los salvos como los perdidos.
Cuando reconsideramos conscientemente estas diferentes facetas de la experiencia per-
sonal (a posteriori significa reflexionar sobre los hechos después de que los hechos se hayan
demostrado en la experiencia), podemos tener una certidumbre razonable de que Dios
trabaja sin duda para salvar personalmente a todo creyente receptivo que confíe en él.
Sección /
¿Enseña la Biblia
un juicio investigador
cósmico previo al advenimiento
basado en las obras?
La
del libro de Daniel
cuestión. Sin embargo, baste decir que los ataques de Rea, acon
tecidos en el contexto histórico de los desafíos de Ford, hicieron
que estos parecieran tanto más traumáticos. ¡Fue una época de
desasosiego para el creyente adventista más tradicional! Algunos
conceptos fundamentales que habían sido del todo medulares
para la identidad adventista, parecían estar gravemente amena
zados. Sin embargo, ¿qué decir de los retos m ás específicos de
Desm ond Ford?
Su tema central era poner en entredicho muchas premisas
interpretativas adventistas del séptimo día, incluyendo un re
chazo efectivo de la autoridad doctrinal de Elena G. de White,
aunque no rechazó completamente sus pretensiones de orien
tación profética. Sin embargo, sus desafíos más inquietantes se
centraban en doctrinas tan medulares com o el santuario y el
juicio investigador previo al advenimiento. Ford no era ningún
advenedizo a los temas de la interpretación profética ni a sus
implicaciones para el debate en curso sobre asuntos relativos a
la justificación por la fe.
Como persona y autor, Ford tenía muchas características atrac
tivas, y empecé a sentirme atraído hacia él cuando, en 1978, pu
blicó un comentario muy útil y de fácil lectura sobre el libro de
Daniel.2 Me beneficié muchísimo de leerlo. De hecho, como pas
tor en la Asociación de Nueva Jersey en la época, se me pidió que
hiciera una breve reseña del comentario de Ford sobre Daniel con
fines de promoverlo en una cam paña de venta de libros en un
congreso tradicional al aire libre (la campaña se realizó en la ma
yoría de los congresos adventistas del séptimo día celebrados al
aire libre aquel verano en Norteam érica). H abiéndom e bene
ficiado de la lectura de numerosos artículos publicados por él
en M inistry y otras revistas adventistas, me encantó presentar,
con verdadero entusiasmo, los argumentos para la compra de
aquel libro.
Además, cuando Ford se trasladó a mediados de la década de
1970, dejando el puesto que ostentaba desde hacía mucho como
1. La evidencia del libro de Daniel • 29
La segunda
y tercera secuencia de juicio de Daniel 7
La segunda sección, registrada en Daniel 7: 19-22, comienza
con el deseo de Daniel de adquirir una comprensión más clara de
la visión que acaba de contemplar. ¿Por qué ese anhelo tan pro
fundo por captar la visión? La visión había causado una honda
preocupación al profeta. En su consternación, se dirige a cierto
ser celestial implicado en la comunicación de la visión y le pre
gunta el significado de las escenas que han sido desplegadas.
Tras recibir la más breve de las explicaciones en los versículos
17 y 18, Daniel responde con una pregunta reveladora: lo que de
verdad quería saber no era el significado de las tres primeras bes
tias ni el hecho de que la victoria final de los santos estuviese ga
rantizada. Lo que lo preocupaba hondamente era la terrible cuarta
bestia, la obra de sus diez cuernos, y especialmente la potencia
posterior del cuerno pequeño. Por ello, Daniel respondió al intér
prete celestial con preguntas acuciantes que se centraban fija
mente en la cuarta bestia, los diez cuernos y, después, en el cuerno
pequeño.
Eran los símbolos que, obviamente, eran el objeto del interés
central de la inquietud interpretativa de Daniel. Las tres primeras
1. La evidencia del libro de Daniel • 37
1 Walter T. Rea, The White Lie (Turlock, CA: M & R Publications, 1982).
2 Ese volumen era un grueso libro en tapa rústica que presentaba un bajorrelieve de un león
en su tapa negra y titulado sencillamente Daniel (escrito en hebreo defectuoso) (Nashville:
Southern Publishing Association, 1978). El catedrático F. F. Bruce, de la Universidad de
Mánchester (Inglaterra), renombrado erudito neotestamentario evangélico y director de la
tesis doctoral de Ford, prologó el comentario.
3 La Association of Adventist Forums [Asociación de foros adventistas], que se originó a
finales de la década de 1960, tiene filiales en varias ciudades y comunidades, principal
mente en Norteamérica. Sin embargo, la obra más notable de los Foros Adventistas ha
sido la publicación de Spectrum, revista trimestral de opinión que aborda una amplia va
riedad de asuntos relacionados con el adventismo. Además, muchas filiales de los foros
celebran reuniones mensuales que, a menudo, hablan sobre temas controvertidos de in
terés para los adventistas del séptimo día.
4 De hecho, el asunto de la justificación por la fe había cobrado tal intensidad que el re
cién elegido presidente de la Asociación General, N. C. Wilson, pidió una moratoria de
todo debate polémico sobre el tema hasta que pudiera nombrarse una comisión especial.
El grupo recibió el encargo de investigar el asunto y presentar a la iglesia un informe de
consenso a través de las páginas de la Revista Adventista. Aunque la comisión sí presentó
más tarde un informe en el verano de 1980, el fulgor de la publicidad que envolvió a la
iglesia tras la presentación realizada por Ford en los Foros Adventistas a finales de octu
bre de 1979 sobre la doctrina del juicio investigador en Pacific Union College llevó a
muchos a ignorar casi por completo los hallazgos y las conclusiones de aquella.
5 Para los interesados en un estudio más profundo de la relación de la profecía de los 2300
días de Daniel 8: 14 con el resto del libro de Daniel y con la doctrina del santuario en su
conjunto, sugerimos las siguientes obras: para principiantes resultará útil el estudio de
Clifford Goldstein, 1844 hecho simple (Miiami, Florida: APIA, 1991). Para un estudio
más en profundidad de la interpretación del libro de Daniel y los 2300 días, véase la obra
de William H. Shea, especialmente su comentario Daniel: un enfoque cristocéntrico
(Miami, Florida: APIA, 2010). Para un estudio más en profundidad del libro de Daniel,
1. La evidencia dei libro de Daniel • 41
véase Jacques B. Doukhan, Daniel: The Vision of the End, ed. rev. (Berrien Springs, Mí-
chigan: Andrews University Press, 1987) y el volumen de la Comisión sobre Daniel y el
Apocalipsis titulado Simposio sobre Daniel, editado por Frank B. Holbrook (Miami, Flo
rida: APIA, 2010).
6 George Knight ha señalado un interesante matiz de esta secuencia de juicio de Daniel 7
(comentarios compartidos en correspondencia personal): esta primera secuencia nos dice
claramente que Cristo, el «hijo de hombre», recibe dominio antes del segundo adveni
miento (vers. 14), mientras que en las siguientes dos secuencias del juicio los «santos»
(vers. 22) o el «pueblo de los santos del Altísimo» (vers. 27) recibe dominio en el se
gundo advenimiento. Así, la primera secuencia tiene una culminación previa al adveni
miento, mientras que las dos últimas revelan una consumación para los «santos» en el
advenimiento. Sin embargo, todas están ligadas a acontecimientos escatológicos y, por lo
tanto, apoyan un juicio previo al advenimiento.
Evidencia adicional
del Antiguo y el Nuevo
Testamento
U
no de los aspectos más memorables de todo el debate que
tuvo lugar durante la anterior crisis con Desm ond Ford
de finales de la década de 1970 y la década de 1980 fue
su admisión de que habría un juicio previo al advenimiento. Y
una de sus pruebas fundamentales era Apocalipsis 22: 11 y 12.
Estos dos versículos, tan bien conocidos para los adventistas del
séptimo día amantes de las profecías, son sumamente directos.
Una vez más, se refieren a una secuencia obvia de acontecimien
tos que se van desarrollando. Además, la serie es coherente con
la lógica de las acciones judiciales de Dios, especialmente en lo to
cante al momento en el que examine a todo ser humano que haya
vivido alguna vez sobre la tierra.
Según Juan, llegará el día en que cada caso quedará senten
ciado, ya sea para vida eterna o para muerte eterna. Si es justo en
algún sentido, Dios determinará un momento en el que todas las
4 4 • LA SEGURIDAD DE MI SALVACIÓN EN EL JUICIO
de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho
mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea m alo». U na vez
más, encontramos que, en un contexto de juicio, Dios evaluará a
todo creyente «según lo que haya hecho mientras estaba en el
cuerpo, sea bueno o sea malo». N o hay duda de que esto tiene
todos los visos de ser un juicio basado en la evidencia de las obras
que el cielo ha consignado meticulosamente y que refleja los actos
históricos reales de cada ser humano que comparecerá ante el tri
bunal de Cristo en algún día futuro de ajuste de cuentas.
Debemos recordar que, aunque Pablo es el gran maestro de
la justificación por la gracia a través de la fe sola («N o por obras,
para que nadie se gloríe» [Efe. 2: 9]), sigue desconcertando a
sus intérpretes promotores de la gracia barata con afirmaciones
como las que encontramos en Romanos 14 y 2 Corintios 5. Pero
estos no son los únicos pasajes que socavan cualquier posición
que promueva la gracia barata. Está claro que el Señor ha esta
blecido la legitimidad de los actos de obediencia, que son el fruto
de una fe genuina que obra de verdad.
Romanos 2: 13 declara: «Pues no son los oidores de la ley los
justos ante Dios, sino que los que obedecen la ley serán justifica
dos». El contexto de la aleccionadora afirmación del apóstol es
una argumentación que sostiene que tanto los judíos («los que
bajo la ley han pecado») como los gentiles («los que sin la ley han
pecado») «perecerán» y que, en última instancia, ambos «por la
ley serán juzgados» (vers. 12).
Resulta del todo evidente que Pablo no está sugiriendo que
judíos y gentiles serán justificados por las obras, posición que in
validaría la gracia gratuita divina. Sin embargo, indica claramente
que llegará el día en que quienes hayan sido justificados por la fe
serán llamados a responder de lo que hayan hecho en vida. Y todo
esto es con el fin de dar evidencia pública de que su fe era una res
puesta viva y obediente, una respuesta movida por la gracia. D i
remos más sobre este tema en los siguientes capítulos cuando
4 8 • LA SEGURIDAD DE MI SALVACIÓN EN EL JUICIO
m odo ante el tribunal de Dios para dar cuenta de los actos rea
lizados en vida, seguimos teniendo que explicar por qué Dios
lo requiere.
1 Seventh-day Adventists Answer Questicms on Doctrine (Washington, D.C.: Review and He-
raid Publishing Association, 1957), pp. 418-420 y el más reciente Los adventistas del sép
timo día responden preguntas sobre doctrina: Edición anotada. Notas e Introducción histórica
y teológica de George R. Knight (Miami, Florida: API A, 2008), pp. 352, 353.
2 Estos párrafos están tomados del sermón clave de John Wesley sobre escatología titulado
“The Great Assize” [El gran tribunal], y se cita de Justo L. González, ed., Obras de Wesley.
Tomo I, Sermones, I (Henrico, Carolina del Norte: Wesley Heritage Foundation, Inc., s.f.),
pp. 299-301. En una breve nota a pie de página a la investigación de su propio autor en pos
de una comprensión más clara de los asuntos del juicio investigador, el manuscrito de Des-
mond Ford, publicado por iniciativa privada, titulado Daniel 8: 14, T hejudgment and The
Kingdom ofGod: A Rebuttal ofCriticisms ofthe Adventist Sanctuary Doctrine [Daniel 8: 14,
el juicio y el reino de Dios: Refutación de las críticas de la doctrina adventista del santua
rio] (probablemente publicado en Pacific Union College, Angwin, California, en algún
momento entre mediados y finales de la década de 1970), pp. 38, 39, me encaminó a esta
magnífica exposición de Wesley en vindicación de una plena revelación de las acciones de
cuantos comparecen en un juicio cósmico según las obras. Por ello, no es casualidad que
debamos considerar la teología de Wesley parte integral de los antecedentes generales del
desarrollo de la doctrina bíblica del juicio investigador por parte del adventismo. Además,
Wesley también realizará varias aportaciones útiles a los estudios posteriores sobre el tema
de la seguridad de la salvación por parte del cristiano en el presente volumen.
] George Knight presenta una sabia salvedad sobre el asunto del juicio como vindicación, no
condena: «Muchos adventistas de mediados del siglo XX parecen haber estado obsesiona
dos con el juicio como condenación. Sin embargo, los pasados cincuenta años han visto una
perspectiva creciente sobre el juicio como vindicación de los santos. En realidad, el juicio
bíblico tiene dos caras: condena para quienes rechazan la gracia de Dios, y vindicación
para quienes la aceptan. [...] Los cristianos tendrán un juicio previo al advenimiento, pero
la buena nueva es que el Juez no está contra ellos, y ni siquiera es neutral. Es el Juez que
tanto amó al mundo que envió al Salvador. El Juez está de su parte. Está intentando que
vayan al cielo cuantos sea posible. Así, es preciso ver aun el juicio como una buena noti
cia (evangelio). Cuando se contempla desde esta perspectiva el juicio previo al adveni
miento, no hay razón alguna por la que un cristiano pudiese querer rechazar la idea» (Los
adventistas del séptimo día responden preguntas sobre doctrina: Edición anotada, p. 353).
Sección II
La dinámica
de la salvación personal
Expiación
Las disposiciones para la salvación
y la seguridad personal
C
uando exploramos en qué consiste la genuina seguridad
cristiana de salvación, siempre debemos tener presente un
principio fundamental: las fuentes más importantes de la
seguridad personal surgirán directamente de las disposiciones
reveladas que Dios, en Cristo, ha hecho para nuestra salvación.
Además, estrecham ente relacionada con estos medios funda-
mentales de la gracia está la maravillosa manera en la que Cristo
obra para comunicar o hacer efectivas esas bendiciones salvífi-
cas a la humanidad perdida y pecaminosa.
En esencia, si algo genera una sensación de certidumbre ge
rmina para los creyentes, lo encontraremos en lo que tradicio
nalmente se ha denominado «beneficios» de cuanto Cristo ha
1lecho, hace y hará por reconciliar a los pecadores con él mismo,
proceso comúnmente denominado por los teólogos la «comuni
cación de los beneficios salvíficos de Cristo». Además, la manera
en la que se despliega es denominada «camino de la salvación»
6 2 • LA SEG URIDAD DE MI SALVACIÓN EN EL JU IC IO
Efesios 2 y Romanos 7
Si cualquier estudioso de la Biblia quisiera buscar versículos
que afirmen la bondad esencial de la humanidad, ¡estos, cierta
mente, no son los pasajes a los que debe acudir! De hecho, ambos
pasajes presentan un retrato poco favorecedor de corrupción, de
pravación y necesidad apremiante de la humanidad. Los seres hu
manos somos descritos colectivamente en Efesios 2 como «muertos
en [...] delitos y pecados» (vers. 1) y profundamente bajo el con
trol del «príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera
en los hijos de desobediencia» (vers. 2). Tan terrible estado incluye
«los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y
de los pensamientos» y ser «por naturaleza hijos de ira» (vers.
3). Y tampoco Romanos 7 proporciona mucho alivio en su confir
mación de las revelaciones tajantemente realistas de Efesios 2.
En ese desafiante capítulo, Pablo dice que, aunque «la ley es
espiritual», nosotros somos «carnales», incluso «vendidos» al pe
cado (Rom. 7: 14). Observa que cualquier cosa buena que pu
diéramos hacer es precisamente la que no hacemos y que las
cosas que detestamos son precisamente las que hacemos con
tanta facilidad y de forma tan natural (vers. 15). Pablo pasa
entonces implacablemente a resumirlo con el hecho de que el
pecado «habita» en todos nosotros (vers. 17, N V I), hasta el ex
tremo de que llegamos a estar del todo convencidos de que aun
que queramos escoger el bien, no solo no lo hacemos, sino que
en realidad hacemos el mal que despreciamos (vers. 18-23). Esta
«ley» o principio de pecado lucha contra la «ley de [nuestra]
m ente», creando un ciclo de frustración que m ana constitu-
3. Expiación • 67
La reconciliación expiatoria
y la seguridad de la salvación
D ado que «expiación» es una de las palabras con mayor
carga teológica de toda la terminología religiosa, es prudente
que busquemos una definición clara en cuanto a lo que intenta
comunicar. D esde la perspectiva del discurso teológico cris
tiano tradicional, la palabra ha sido asociada casi exclusiva
mente con el significado redentor de la muerte de Cristo. En
otras palabras, ha intentado responder a esta pregunta: «¿Por
qué tuvo que morir Cristo?» o «¿C uál es el significado de la
muerte de Cristo?».
Sin duda, los adventistas del séptimo día hemos afirmado fer
vientemente la fase de la expiación en el Calvario y, colectiva
mente, nos hemos enfrascado en muchos debates animados en
nuestra búsqueda de respuestas a las persistentes interrogantes
sobre el significado salvífico de la muerte de Cristo. Además,
todos coincidimos en dos asuntos fundamentales: (1) la palabra
3. Expiación • 69
Recapitulación
Si Dios es realmente justo en todas sus demandas de perfecta
obediencia, la única forma en la que la muerte de Cristo en la cruz
puede tener sentido es que se entienda que, en último término,
los pecados por los que murió eran los de toda la raza humana,
imputados o cargados a él (2 Cor. 5: 21). Y esta imputación, o
cargo legal a su cuenta, de nuestros pecados a Cristo tiene per-
fecto sentido una vez que captamos con claridad el hecho de que
las justas demandas de Dios son un constituyente exactamente
igual de esencial como lo son su amor redentor y su misericordia
compasiva y amante, regida por principios.
De nuevo, es preciso que recalquemos que todos los modelos
de expiación son esencialmente correctos en lo que afirman. Sin
embargo, empiezan a multiplicarse conflictos y problemas cuando
los defensores de los modelos subjetivos tienden a negar que la
demanda de la justicia divina deba ser satisfecha por la muerte
expiatoria de Cristo.
Entonces, ¿qué podemos decir sobre la muerte de Cristo como
expiación por el pecado? Aunque reconocemos la vasta mayoría
de las cuestiones firmemente defendidas por los distintos mode
los o teorías clásicos, sencillamente parecer tener el mayor sen
tido, teniendo en cuenta la revelación bíblica (especialmente el
significado medular de sustitución y sacrificio, tan evidente en
el sistema sacrificial del Antiguo Testamento) y el muy contundente
testimonio de Elena G. de White,6 afirmar lo siguiente:
la ira suprema de Dios (vers. 9, 10). Por tanto, los creyentes pue
den regocijarse en su reconciliación (vers. 11), porque promete
la glorificación venidera. Com o Romanos 8 argumenta, no hay
absolutamente nada que pueda separar al pueblo de Dios de su
amor (vers. 38, 39)». La realidad de la justificación, por lo tanto,
involucra la realidad de una seguridad completa y duradera».7
1 Y esto incluye el ejercicio de la fe. La fe, simplemente, no tiene mérito alguno en sí misma.
Tiene mérito únicamente cuando se ase de la justicia de Cristo: «La fe es la condición por la
cual Dios ha visto conveniente prometer perdón a los pecadores. No es que haya virtud alguna
en la fe, que haga merecer la salvación, sino porque la fe puede aferrarse a los méritos de Cristo,
quien es el remedio para el pecado. La fe puede presentar la perfecta obediencia de Cristo en
lugar de la transgresión y la apostasía del pecador. Cuando el pecador cree que Cristo es su Sal
vador personal, [...] Dios le perdona su pecado y lo justifica gratuitamente» (Mensajes selec
tos, tomo 1 [Mountain View, California: Publicaciones Interamericanas, 1966], p. 430).
2 He tomado el concepto de abatir la «gloria» y el orgullo humanos «en el polvo» de los comen
tarios de Elena G. de White: «¿Qué es la justificación por la fe? Es la obra de Dios que abate
en el polvo la gloria del hombre, y hace por el hombre lo que él no tiene la capacidad de hacer
por sí mismo» (publicado en origen en 1897; accesible de forma más inmediata en Testimonios
para los ministros [Mountain View, California: Publicaciones Interamericanas, 1977], p. 456.
3 Comentarios realizados por Blazen en una presentación en un congreso al aire libre en Union
Spring, Nueva York, durante el verano de 1999, en el que dijo que estaba preparando un ser
món titulado «Todos los “peros” de la Biblia».
4 Permítaseme remitir al lector deseoso de una buena introducción a los asuntos que giran en
tomo a la expiación al volumen de George Knight que parte de la serie Lo M ejo r DE NUESTROS
P en sa d o r es , La cruz de Cristo (Doral, FL: APIA, 2009). Véase también Woodrow Whidden,
John Reeve y Jerry Moon, La Trinidad (Doral, FL: APIA, 2008), pp. 260-271.
5 Hemos enumerado los diversos modelos en el orden cronológico aproximado en el que apa
recieron sucesivamente en la historia de la teología cristiana.
6 A quien desee una excelente declaración de Elena G. de White sobre la cuestión de la expia
ción le recomendamos una atenta lectura de los capítulos titulados «El Calvario» y «Consu
mado es» del libro El Deseado de todas las gentes (Miami, Florida: APIA, 2007). Para muestras
adicionales de su pensamiento sobre aspectos más amplios de la vida y la muerte de Cristo,
véase el Apéndice C, titulado «La expiación», del libro Preguntas sobre doctrina (ya sea en la
edición original en inglés o en la Edición anotada más reciente, editada por George Knight,
pp. 595-623, y también reproducido en el tomo 7A del Comentario bíblico adventista del séptimo
día (Mountain View, California: Pacific Press Publishing Association, 1995), pp. 455-485.
7 Ivan Blazen, «La doctrina de la salvación» en Teología: fundamentos de nuestra fe, ed. Raoul
Dederen, (Miami, Florida: APIA, 2006), tomo 3.
Gracia que acusa,
convierte y perdona
A
l reanudar nuestro peregrinaje por el «camino de la sal-
vación» y abandonar la clínica de diagnóstico del pecado,
marchamos contentos a visitar nuevam ente la «Posada
del amor» de Dios. Y en este atrayente refugio empezamos a ex
plorar el cuidado sanador de Jesús y su extraordinaria bondad.
Jesús dem uestra ser un médico sumamente dispuesto a curar
nuestra alma enferma de pecado. C on profundo interés, adm i
nistra con presteza sus beneficios salvadores, especialmente los
importantísimos primeros pasos de convicción de pecado, re
generación, conversión y los efectos sanadores del perdón. N os
llevan a los pasos iniciales absolutam ente necesarios si quere
mos que los beneficios sanadores de Cristo se apliquen efecti
vamente a nuestra desesperada condición.
A dem ás, resultan esenciales para cualquier com prensión
realista de que no solo tengamos el privilegio de la curación,
¡sino la seguridad de que se nos permite mantenernos curados!
8 4 • LA SEGURIDAD DE MI SALVACIÓN EN EL JUICIO
Justificación y seguridad
S i lo que hemos dicho sobre la soberanía y la gracia trans
formadora es cierto, podemos afirmar aún más sobre la gracia
soberana que concede justificación, o perdón divino. Si la gra
cia por sí sola nos despertó y nos acercó a Cristo en la conver
sión, es aún m ás cierto para las bendiciones de la justificación
por la gracia solam ente por fe. Es uno de los más radicales de
los beneficios salvíficos que Cristo ofrece a los creyentes sensi
bles que confían en él. A dem ás, es preciso que tengam os en
cuenta que cuando empleamos la palabra «soberano» nos refe
rimos a aquello que procede únicam ente de las iniciativas re
dentoras de Dios, no a través de ninguno de los esfuerzos o de
las motivaciones iniciales de los pecadores en apuros. Todas las
acciones hum anas son respuestas a la gracia de Dios, que con
vence y despierta. Entonces, ¿a qué conclusión podemos lle
gar sobre la justificación y su impacto en la seguridad personal
de la salvación del creyente cristiano?
En primer lugar, es preciso que recordemos que el perdón es
el primerísimo de los dones que Cristo ofrece a los pecadores
culpables de pecado, despertados y que pronto van a ser con
vertidos. Sin duda, tenemos aquí uno de los aspectos más asom
brosos de la amante gracia de Dios: que, por muy indignos que
sean los pecadores, Dios sigue ofreciendo hacer borrón y cuenta
nueva con su historial, echado a perder por el pecado, mediante
9 0 • LA SEGURIDAD DE MI SALVACIÓN EN EL JUICIO
La justificación solamente
por la fe y la seguridad cristiana
Desde luego, si Cristo hace expiación de las «inevitables defi
ciencias» que se adhieren incluso al más precioso fruto del Espíritu
producido en «verdaderos creyentes», también puede, en todas estas
gracias, (para todos los casos), guiar continuamente a sus hijos hu
mildes y esperanzados hasta la glorificación. Gracias a tan eficaz y
constante abogado, mediador e intercesor, un genuino hijo de Dios
no tiene razón alguna para sucumbir jamás ante la desesperación y
la desconfianza. Es obvio que, cuando ponemos la justificación so
lamente por la fe en el contexto de la intercesión sumo sacerdotal
de Cristo en el santuario celestial, las implicaciones de certidumbre
para los creyentes son poderosas. De hecho, después defenderemos
que tal concepto debería incluso convertirse en la clave por defecto
para la fe de los creyentes cuando el fracaso espiritual haya causado
estragos en la seguridad de su salvación y parezca descender una
sensación de profunda condena desde el tribunal de Dios.
N o obstante, ante tan buena nueva, es preciso que el lector sea
consciente de que muchos creyentes sinceros consideran con gran
sospecha tan gloriosas bendiciones. Tales individuos perciben a
menudo el tufillo de la «gracia barata» y los temidos aromas de la
presunción y la anarquía. Además, el autor es plenamente cons
ciente de tan preocupantes inquietudes y de cómo algunos dis
torsionan el evangelio de la justificación por la gracia solamente
por la fe. N o obstante, la verdad del asunto está determinada en
buena medida por la calidad de la fe del creyente. Y si tal fe es
realmente genuina, veremos el hecho demostrado por una vida
que rebosa en obediencia a todos los requisitos de Dios.
Por ello, sin ningún género de dudas, la solución a cualquier
4. Gracia que acusa, convierte y perdona • 95
Recapitulación
La gracia divina regeneradora produce convicción personal
de pecado y garantiza al individuo arrepentido la bondad y la mi
sericordia de Dios. Y cuando uno abraza por completo y recibe
tales convicciones, el resultado inevitable será la conversión o
nuevo nacimiento. Los acompañantes indefectibles de la conver
sión genuina incluirán: (a) el perdón de los pecados, (b) una
nueva situación legal que declara que el creyente es perfecto por
amor de los méritos justificadores de Cristo y (c) los comienzos de
una vida de transformación (santificación) del carácter.
Además, el ávido seguimiento de los pecadores por parte de
Dios les garantiza que Aquel que los buscó mientras seguían en
'pecado también será el Cristo que siga convenciéndolos de su pe
cado y guiándolos sin cesar con certidumbre mediante su Espíritu
hasta el reino eterno. Nunca debemos olvidar que Aquel que lleva
constantemente a la convicción presente de pecado es el mismo
Jesús que, mediante su intercesión, los considerará legalmente
perfectos, incluso desde el primer momento de su fe suplicante,
hasta el trascendental momento de la glorificación.
Manteniendo constantemente estas ideas ante los ojos de la fe,
ya ha llegado el momento de dar consideración meticulosa a las
diversas facetas de la gracia transformadora y a sus vitales aporta-
cioa.e s a la seguridad de nuestra salvación. Y en esos asuntos de
licados centramos ahora nuestra atención.
1 ¿Intenta Dios «prevenir» la salvación de alguien? ¡Por supuesto que no! Véase la definición
9 6 * LA SEGURIDAD DE M! SALVACIÓN EN EL JUICIO
siguiente.
2 George Knight, Exploring Hebreivs: A Devotional Commentary [Explorando Hebreos: un co-
mentario devocional]. (Hagerstown, Maryland: Review and Herald Publishing Association,
2003), p. 124.
3 Elena G. de White, En bs lugares celestiales (Mountain View, California: Publicaciones Intera-
mericanas, 1968), p. 23.
4 Elena G. de White, Mensajes selectos, tomo 3, (Mountain View, California: Publicaciones In-
teramericanas, 1985), pp. 222, 223.
5 Ibíd., tomo 1 (Mountain View, California: Publicaciones Interamericanas, 1966), pp. 403,404.
R e g e n e r a c i ó n ,just
santificación, perfección
y la seguridad personal
E
n el contexto adventista del séptimo día, probablemente
no haya tres temas que tengan el potencial de suscitar más
inquietud en cuanto a la certidumbre personal de salva
ción del creyente que el juicio investigador, la santificación y la
perfección. D em asiados creen que solo cuando alguien se
vuelve impecablemente perfecto en carácter puede estar listo
para afrontar el escrutinio terriblemente detallado del juicio
investigador previo al advenimiento. Y, por supuesto, siempre
acecha el pensamiento: iAy de aquel que se presente con manchas
en su atavío!
Entonces, ¿cuál es la debida relación entre la seguridad de la
salvación, el tema de la gracia perfeccionadora y el juicio inves
tigador? Este capítulo se propone explorar la debida relación
entre la conversión, el perdón y la santificación. Al hacerlo, des
tacaremos cualquier implicación para la certidumbre. Después,
en el capítulo siguiente, nos centraremos más en particular en
9 8 * LA SEGURIDAD DE MI SALVACIÓN EN EL JUICIO
1 Estoy en deuda con Morris Venden por este pequeño giro de expresión maravilloso que
utilizó en uno de sus sermones grabados de comienzos de la década de 1970.
2 Refiriéndose a la experiencia del apóstol Pablo, Elena G. de White afirma que «cuando
percibió el carácter espiritual de la ley, se reconoció pecador. Juzgado por la letra de la ley
como las mujeres y los hombres la aplican a la vida externa, él se había abstenido de
pecar; pero cuando miró en la profundidad de los santos preceptos, y se vio como Dios
lo veía, se humilló profundamente y confesó su culpabilidad. [...] Cuando percibió la
naturaleza espiritual de la ley, vio lo horrible que es el pecado, y su autoestima se desva-
necio» (El camino a Cristo [Miami, Florida: APIA, 2005], pp. 44, 45).
3 Terminología que aparece en Elena G. de White, manuscrito 35, 1903, publicado como
“Repentance — the True and the False” [Arrepentimiento — el verdadero y el falso], Re-
view and Herald, 19 de agosto de 1971.
Im plicaciones tranquilizadoras
L
legamos ahora a uno de los temas más delicados con que
nos podríamos encontrar en nuestro peregrinaje teológico
siguiendo el cam ino de la salvación. Sin embargo, alguien
probablemente diría entre dientes que «delicado» es un adje
tivo dem asiado refinado para el tema y señalaría que, entre los
evangélicos, serían m ás apropiadas expresiones tales como
«controvertido», «fanático» o incluso «dem asiado propenso al
extremismo para abordar en com pañía evangélica cortés».
¿Sería demasiado optimista tener la esperanza de que cuan
tos más cristianos creyentes en la Biblia, incluyendo adventistas
precavidos, piensen en este asunto, mayor sea la probabilidad
de que superen su historial de reacciones alérgicas a la palabra
«perfección»?
La Iglesia A dventista tuvo diversos tipos de falsas enseñan
zas y fanatismo asociados con el tema. Sin embargo, tal extre
mismo y tal fanatism o no son excusa para impedir que los
creyentes afronten como es debido el hecho de que tanto la
1 1 6 • LA SEGURIDAD DE MI SALVACIÓN EN EL JUICIO
Conclusión
Dios ha proporcionado recursos maravillosamente alenta
dores para la seguridad personal de nuestra salvación. Em anan
de aspectos de su gracia transformadora, incluyendo las cum
bres de la madurez cristiana terrenal que llamamos perfección
cristiana. Por ello, sugerimos que el asunto clave que implica a
la gracia conversora y transformadora, en relación con la cer
tidumbre cristiana, tiene que ver con el hecho de que cuanto
más crezcamos a semejanza del carácter de Cristo, más sensibles
nos volvemos a la grandeza del amor de Dios y a lo terrible del
pecado.
Sin esta operación vital de los efectos subjetivos internos
de la gracia transformadora, no habrá ningún aprecio creciente
por las maravillas de la gracia justificadora de Dios ni se perci
birá la necesidad de eliminar de nuestra experiencia los aspec
tos cegadores del pecado. Lejos de situar la santificación y la
perfección en una categoría de legalismo y orgullo, han de ser
reivindicadas com o algo indispensable para una debida expe
riencia de la gracia perdonadora y justificadora. Sin duda al
guna, tales gracias transformadoras no añaden en modo alguno
126 » LA SEG URIDAD DE Mi SALVACIÓN EN EL JU IC IO
1 Comentarios realizados por Knight en 1989 cuando revisaba mi tesis doctoral sobre las
enseñanzas de Elena G. de White relativas a la doctrina de la salvación, prestando aten
ción especial al controvertido asunto de la perfección cristiana.
2 Las siguientes referencias documentan la excusa del «yo soy así» o el nuevo alegato en ré
plica en el sentido de que los correligionarios deben hacer la vista gorda a tan malos rasgos
de carácter. Aunque hay expiación por el pecado, no hay excusa alguna para que ningún ver
dadero creyente tolere sus propios pecados. Abordaremos este tema con más detalle cuando
estudiemos la perfección de los creyentes durante el tiempo del fin. Véanse Youth’s Instruc-
tor, 7 de junio de 1894 y 2 de octubre de 1902; Signs ofthe Times, 8 de febrero de 1892.
Sección III
L
a cuestión clave del presente capítulo tiene que ver con el
asunto muy subjetivo de exactamente cómo Dios comunica
directamente a las personas la realidad de su salvación perso-
nal. Siendo aún más precisos, la pregunta es ¿cómo podemos tener
la seguridad personal de que lo que las Escrituras dicen sobre la
salvación se aplica de verdad a nosotros? Quizá podríamos refor-
mularla de la siguiente manera: ¿Cómo podemos saber que Dios
se propone que todas las maravillosas disposiciones de salvación,
descritas en los capítulos anteriores, los factores a priori que for
man el cimiento de nuestra seguridad personal, no sean solo be
llas descripciones visuales, sino que estén realmente concebidas
para permitir que cada creyente individual entre a formar parte
del retrato familiar de los hijos redimidos de Dios?
130 • LA SEG URIDAD DE MI SALVACIÓN EN EL JU IC IO
amó y se dio a sí mismo por mí; que todos mis pecados han sido
borrados; y que, aun yo mismo, estoy reconciliado con Dios».4
Las pruebas
racionales objetivas del Espíritu
Tal como se ha sugerido anteriormente, una de las señales
más claras de que el proceso del nuevo nacim iento ha venido
teniendo lugar en la experiencia de una persona es que se dará
el frutó'yisible del Espíritu. En G álatas 5: 16-18 y 22-26 Pablo
describe las virtudes cristianas que son el resultado espiritual
inevitable de la obra regeneradora del Espíritu Santo.
Su lenguaje parece valerse de la iconografía que Jesús dio en su
ilustración de la vid y los pámpanos (Juan 15:1-11). Cristo comparó
al Espíritu con la savia vivificante de la vida y sugirió que si algún
sarmiento no daba «mucho fruto» (vers. 5), está claro que tal sar
miento no está debidamente conectado con la Vid (Cristo). Y es
obvio que el «mucho fruto» que producen los sarmientos nutridos
por el Espíritu es lo mismo que el «fruto del Espíritu» del que habla
Pablo en Gálatas 5. Por lo tanto, los que reciban el verdadero tes
timonio del Espíritu manifestarán el amor divino derramado en su
corazón por el Espíritu Santo (Rom. 5 :5 ).
7. El testimonio del Espíritu *141
Comentarios finales
Aunque los intríngulis de la experiencia cristiana genuina
pueden adoptar muchas formas particulares, el retrato de cual
quier cristiano verdadero destacará con nitidez pese a ello, es
pecialm ente cuando se lo com para con el de los aspirantes
religiosos engañosos y que se engañan a sí mismos. Tal como se
ñala Elena G. de W hite: «El carácter se da a conocer, no por las
obras buenas o m alas que de vez en cuando se ejecuten, sino
por la tendencia de las palabras y de los actos en la vida diaria».
Ella reconoce que «puede haber una conducta externa correcta
sin el poder renovador de Cristo». Sin embargo, luego presenta
una prueba simple pero perspicaz que cualquier cristiano sen
sato debería poder aplicar a su propia experiencia personal.
Pregunta: «¿De qué medio nos valdremos, entonces, para saber
de parte de quién estam os?». Responde con un conjunto de
preguntas: «¿Q uién posee nuestro corazón? ¿Con quién están
nuestros pensam ientos? ¿De quién nos gusta hablar? ¿Para
quién son nuestros m ás ardientes afectos y nuestras mejores
energías? Si somos de Cristo, nuestros pensam ientos estarán
con él y le dedicarem os nuestras más gratas reflexiones».5
Sin duda, siempre habrá sutilezas que supongan un reto cuando
abordemos los asuntos de la obra subjetiva del Espíritu Santo en la
experiencia personal de los cristianos. Sin embargo, no debería
mos permitir que tal misterio nos impida explorar con sensatez las
1 4 4 • LA S E G U R ID A D DE MI SALVACIÓN EN EL JUICIO
1 Esta deficiencia incluía a los piadosos padres de Wesley, quienes eran también ávidos lec
tores de los clásicos clave del énfasis anglicano en la santidad personal.
2 En el capítulo 12 exploraremos las funciones prácticas de las disciplinas espirituales en
la vida devocional del creyente.
3 Elena G. de White, manuscrito 20,1906, citado en El evangelismo (Mountain View, C a
lifornia: Publicaciones Interamericanas, 1975), pp. 447, 448.
4 Justo L. González, ed., Obras de Wesley. Tomo I, Sermones, I (Henrico, Carolina del
Norte: Wesley Heritage Foundation, Inc., s.f.), p. 195. La cursiva no está en el original.
5 Elena G. de White, El camino a Cristo, pp. 86, 87.
gm • * mm m
Sección IV
D
urante mis dos primeros años de escuela secundaria mi
hermano Ivan y yo entablamos amistad con un compañero
de clase que era bautista. Un día nos invitó a una serie es
pecial de reuniones que se celebrarían en su iglesia, una de las
congregaciones bautistas más activas de la costa oriental de Flo
rida. Los oficios religiosos a los que asistimos eran principal
mente programas de avivamiento presentados por uno de los
mejores predicadores bautistas del oriente meridional de los Es
tados Unidos: Adrián Rogers (1931-2005). Rogers había pasado
de pastorear una de las mayores iglesias bautistas del mundo, a
desempeñar tres mandatos como presidente de la Convención
1 5 0 • LA SEG U R ID AD DE MI SALVACIÓN EN EL JU IC IO
para la salvación, por ello resulta necesario que también haya to-
mado medidas para la «perseverancia» continua de los mismos. En
otras palabras, dado que Dios elige a los redimidos, entonces tam-
bién debe mantenerlos salvos con plenas garantías. La lógica es,
en realidad, muy simple: si Dios los elige de forma contundente,
aun irresistible, también debe mantenerlos incesantemente entre
los elegidos.
Sin embargo, en la historia de la tradición reformada/calvinista
ha ocurrido que la mayoría de sus creyentes ha abandonado la doc
trina de la elección irresistible o predestinación determinista. Sin
embargo, es muy evidente que no ha abandonado el corolario un
tanto lógico de la elección denominado perseverancia irresistible.
Incluye grdp número de los bautistas y los presbiterianos mencio
nados anteriormente, así como otros, como las confesiones calvi
nistas holandesas (la Iglesia Cristiana Reform ada y la Iglesia
Reformada en Estados Unidos) y otros grupos independientes y
numerosos muy influidos por el largo brazo de las enseñanzas de
Calvino. Y, en la esfera de la práctica, los creyentes de orientación
reformada probablemente incluyan algunos adventistas del sép
timo día que provienen de un trasfondo reformado o que han
elegido la enseñanza como mejor solución a los desafíos a los
que se han enfrentado en su búsqueda personal de la seguridad
de la salvación.
O bservaciones preliminares
sobre la elección irresistible
Sin embargo, antes de que exploremos con mayor detalle la
base lógica de la doctrina popular de la perseverancia, es preciso
que presentemos algunas observaciones preliminares sobre el tema
de la elección irresistible y la certeza de la salvación. Una vez más,
debemos recalcar que la mayoría de los cristianos reformados/cal-
vinistas contemporáneos resiste la idea de la elección irresistible.
Sin embargo, para los que se aferran al concepto, reduce cualquier
8. «Salvos una vez, salvos para siempre» *153
tamente que la semilla que cayó sobre las rocas fue recibida «con
alegría cuando la oyen» y sus destinatarios la creyeron «por algún
tiempo», lo que implica más bien que su creencia, de hecho, los
salvó, aunque solo temporalmente.
Si la enseñanza de Jesús sobre creer y salvarse tiene algún mé
rito, la pregunta es, entonces, ¿demuestra tal experiencia de creer,
una experiencia que acaba fracasando o languideciendo, que no
lo fue en absoluto? O, ¿fue la variedad «pedregosa» de creyentes
mencionada simplemente para presentar una advertencia caute
lar sensata para que los cristianos estemos alerta, no sea que cai
gamos en tales circunstancias? Para los maestros calvinistas (como
Erickson) la respuesta es que tales individuos, de entrada, nunca
fueron salvos. Sin embargo, para los intérpretes arminianos pa-
rece obvio que creyentes de ese tipo, que experimentaban aprie
tos, podrían haber sido salvos de verdad, pero sencillamente no
fueron suficientemente vigilantes en su experiencia con Jesús. Así,
su fracaso no fue consecuencia de la voluntad secreta del Dios
elector, sino simplemente de una falta de atención por parte de
creyentes descuidados que siguieron teniendo la posibilidad nada
desdeñable de encontrar sanidad para sus caminos reincidentes.
Entonces, ¿qué decir sobre el creyente que se adentra en las
aguas tempestuosas de la lucha intensa sin haber logrado la con
fianza más plena de un hijo perseverante de Dios? ¿Debería de
cirse a esa persona que, de entrada, nunca fue salva? Desde una
perspectiva arminiana, tales creyentes deberían recibir el beneficio
de la duda y, luego, ser muy alentados a mirar al Señor nuevamente
con fe en busca de la curación para su propensión a reincidir.
Ahora bien, supongamos (por amor a la discusión) que hubiera
justificación para que ambas posiciones (la reformada y la armi
niana) tengan el mismo peso a la hora de reivindicarse como la ver
dadera. En este punto la calvinista afronta una pregunta vital. Si el
maestro del «salvos una vez, salvos para siempre» está tan siquiera
cerca de tener razón, esto suscita de inmediato otro problema: ¿No
158 • LA SEG U R ID AD DE MI SALVACIÓN EN EL JUICIO
Consideraciones finales
Quiero destacar que Pinnock mencionó un principio muy
vital de la seguridad de la salvación cuando afirmó que su «se
guridad en Dios estaba ligada a» su «unión de fe con Cristo y
[...] la im portancia de mantener esta relación y no abando
narla». ¿No encuentra ecos esta percatación en la Biblia y en
nuestra propia historia personal de fe en Cristo?
8. «Salvos una vez, salvos para siem pre» * 1 6 9
Crítica cautelosa
de la perseverancia irresistible
En primer lugar, nuestra esperanza está en Cristo, no en último
término en una decisión tomada de una vez para siempre en res
puesta a un llamamiento desde el altar durante alguna campaña de
avivamiento de la iglesia local, algún ciclo de conferencias, un
8. «Salvos una vez, salvos para siem pre» • 171
1 Calvino afirmaba que la cantera de candidatos para la elección divina a la salvación incluía
únicamente a «ese pequeño número de los que [Dios] ha reservado para sí» o «solo algu
nas personas» (citado del análisis memorable de Fran^ois Wendel de la teología de Calvino
titulado Calvin: Origins and Development of His Religious Thought [Calvino: Orígenes y de
sarrollo de su pensamiento religioso]. (Nueva York: Harper & Row, Publishers, 1963), pp.
279, 280.
2 Sin duda, los arminianos también tienen que admitir que, relativamente, solo unos pocos
(compárense 1 Tim. 2: 3, 4; Tito 2: 11 y 2 Ped. 3: 9) abrazarán el ofrecimiento de salva
ción de Cristo. Jesús afirma claramente que la gran mayoría de la humanidad no aceptará
su misericordioso ofrecimiento de redención (Mat. 7: 13, 14). Sin embargo, eso no tiene
ni punto de comparación con el concepto calvinista que afirma que el pequeño número es
consecuencia de la decisión soberana de Dios, en vez de serlo de quienes podrían haber es
cogido estar en el reino.
3 Millard J. Erickson, Christian Theology [Teología cristiana], 2- ed. (Grand Rapids: Baker
Books, 1998), pp. 1007, 1008. [La cursiva ha sido añadida].
4 Iba, 1007.
5 G. C. Berkouwer, Divine Election: Studies in Dogmatics [Elección divina: Estudios en dog
matismo] (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1960), pp. 278-306.
6 Ibíd., p. 286.
7 La observación de Moon es solo un punto clave de su maravillosa conferencia sobre las au
ténticas enseñanzas de Elena G. de White sobre el asunto de la certidumbre de la salvación.
Su conferencia forma el meollo del capítulo 11, «Elena G. de White sobre la certidumbre de
la salvación. ¿Son sus escritos una ayuda o una piedra de tropiezo?». Además, la argumenta
ción de Moon en el sentido de que el «salvos una vez, salvos para siempre» sea simplemente
«una garantía teórica de seguridad eterna, no una garantía real» será objeto de estudio adi
cional en dicho capítulo.
8 Erickson presenta un fogoso resumen en su Christian Theology [Teología cristiana], (pp. 997-
1003) de los argumentos clave normalmente usados para defender tanto los conceptos cal
vinista como los arminianos de la perseverancia. Por supuesto, cree que la resolución cae del
lado calvinista de la balanza (pp. 1003-1008). La defensa clásica de la posición arminiana (y
la refutación de los argumentos calvinistas) sobre la perseverancia aparece en Robert Shank,
Life in the Son [Vida en el Hijo], 2- ed. (Springfield, Misuri: Westcott Publishers, 1961). El
lector puede encontrar fácilmente ediciones más recientes en Internet.
9 Citado por Roger E. Olson, Arminian Theology: Myths and Realities [Teología arminiana: Mitos
y realidades] (Downers Grove, Illinois: IVP Academic, 2006), p. 164.
1 7 4 • LA SEGURIDAD DE MI SALVACIÓN EN EL JUICIO
L
os tem as de la lluvia tardía del Espíritu Santo, el fin del
tiempo de gracia y el tiempo de angustia (también denomi
nado el gran tiempo de angustia o el tiempo de angustia de
Jacob) son términos bíblicos que los adventistas del séptimo
día usamos para describir acontecimientos que preceden inme
diatam ente la segunda venida de Jesús. Además, forman parte
de la interpretación legítima de importantes profecías bíblicas y re
cibieron atención detallada en los escritos de Elena G. de W hite.1
176 • LA SEGURIDAD DE MI SALVACIÓN EN EL JUICIO
El final de la historia:
las implicaciones p ara todos los cristianos
En un sentido general, el conjunto un tanto complejo de pro
blemas que rodea al juicio investigador previo al advenimiento y
al fin del tiempo de gracia no es exclusivo del adventismo del sép
timo día. Tales retos confrontan a todos los cristianos creyentes en
la Biblia que se toman en serio la enseñanza bíblica de la segunda
venida de Cristo, incluyendo a los evangélicos que han promo
vido una interpretación dispensacionalista de los acontecimientos
finales de la historia universal. Los dispensacionalistas hablan del
rapto secreto (o del «gran arrebato»), una versión de la segunda
venida de Cristo en dos fases, y consideran los acontecimientos
contemporáneos que se desarrollan en Israel y el Oriente Próximo
como el epicentro del cumplimiento profético escatológico. A de
más, predicen un gran «período de tribulación» inmediatamente
antes de que Dios establezca una especie de gobierno terrenal mi
lenario en la fase gloriosa visible de la segunda venida.
Así, aunque los adventistas del séptimo día, ciertamente, te
nemos algunos desacuerdos doctrinales significativos con muchos
de nuestros compañeros de viaje espiritual que también creen en
la Biblia (incluidos los dispensacionalistas), todos los cristianos
que creen en el regreso de Cristo siguen reconociendo que a todos
nos espera una grave crisis de fe. Además, estas coincidencias in
cluyen el hecho de que la gran mayoría de los cristianos centra
dos en la Biblia cree que nuestro m undo terminará con una
división irreversible entre los fieles, que se salvarán, y los incrédu
los, que se perderán eternamente. Así, cuando emerja el tiempo
del fin de todas las cosas, no habrá forma de cambiar de bando, y
todos los que vivan habrán fijado su destino eterno ya sea por su
creencia o su incredulidad en Cristo y su evangelio.
Aclaremos completamente el punto anterior. Si va a haber un
momento en el que cada caso quede decidido eternamente, en
tonces Dios debe tener un conjunto básico de eventos redentores
178 • LA SEGURIDAD DE MI SALVACIÓN EN EL JUICIO
que incluye los siguientes: (1) una advertencia final; (2) un pro-
ceso completo de juicio investigador decisivo que revele quiénes
serán salvos y quiénes se perderán; y (3) una batalla cósmica final
en la que las fuerzas de la justicia triunfarán de forma decisiva
sobre las de Satanás y el mal.
Además, si cualquier persona no cree en tal secuencia decisiva
de acontecimientos finales, hay mucha probabilidad de que tam
poco se preocupe en demasía en cuestiones de salvación personal
(incluyendo la certidumbre personal) ni en su implicación en nin
guna decisión final y eterna durante el tiempo del fin. Por ejem
plo, si uno fuera Daniel y no creyera que los leones sean una seria
amenaza para la vida, uno no se preocuparía mucho por ellos ni
vería necesidad alguna de ejercer fe en Dios cuando fuese arrojado
en una guarida de leones. Pero si hay perspectivas reales de que
haya que afrontar un conjunto de peligros asociados con los acon
tecimientos finales de la historia universal, ese mismo pensa
miento debería suscitar serias preocupaciones sobre la preparación
para enfrentarse a la crisis inminente.
Además, no deberíamos considerar que tales ideas sean inhe
rentemente destructivas para ninguna posición real de la certi
dumbre cristiana. A l contrario, ¡la previsión de que, un día cercano,
Dios derrote a los adversarios de la verdad, la rectitud y la justicia y
salve y vindique a sus siervos fieles y leales debería generar una fer
viente experiencia de certidumbre cristiana genuina!
La secuencia básica
de acontecimientos escatológicos
Dado que la escatología no es la preocupación fundamental de
este libro, los siguientes comentarios serán una especie de reseña
resumida. Además, el espacio no permite una discusión detallada
del fundamento bíblico de tales interpretaciones. Nuestros comen
tarios, no obstante, serán suficientes para establecer los contextos
cronológicos y espirituales de las enseñanzas adventistas básicas
sobre escatología para que el lector pueda hacerse una mejor idea
de cómo los acontecimientos escatológicos afectarán a la seguridad
personal de salvación de cualquier creyente genuino.
Las enseñanzas escatológicas adventistas del séptimo día des
pliegan un escenario en el que los acontecimientos globales segui
rán cobrando impulso a medida que se aproxime el momento de
la segunda venida de Jesús. En esas enseñanzas es fundamental la
9. La lluvia tardía... • 181
Y, por último, cuando parece que las fuerzas del mal van a aplas
tar al atribulado pueblo de Dios, el Señor soberano interviene de
forma espectacular para librarlo en la segunda venida de Jesús.9 A
la vez, el resplandor de la aparición de Cristo aniquila a los porta
dores de la marca de la bestia (Apoc. 19: 17-21), los justos difun
tos serán resucitados y, junto con los fieles vivos, ascenderán juntos
al encuentro de su Señor en el aire. Dios transporta a la vasta mul
titud de los redimidos de todos los tiempos al cielo, donde pasarán
el milenio con la Trinidad y los ángeles no caídos (Juan 14: 1-3;
1 Tes. 4; 13 - 5: 4; y Apoc. 20: 6).10
Además, durante el milenio celestial Dios aclarará todos sus jui
cios, tanto en los santos vivos como en los perdidos de todos los
tiempos (los cuerpos de este grupo yacen descompuestos en la tie
rra durante el período milenario [Apoc. 20: 1-5]). Cuando con
cluye el milenio, toda la hueste de los redimidos desciende a la tierra
en la nueva Jerusalén. En ese momento tienen lugar los juicios in
vestigador y ejecutivo ante el gran «trono blanco». Satanás y todos
sus seguidores (tanto angelicales como humanos) reciben juicio y
destrucción terminantes en el lago de fuego (Apoc. 20: 7-15). Dios
recrea nuestro mundo purgado y este se convierte en la morada de
los redimidos durante toda la eternidad (Apoc. 21: 1-8).11
¿Cuáles deberían ser, entonces, la actitud y la respuesta debidas
de quienes se enfrenten a la posibilidad de vivir los acontecimien
tos aleccionadores de la gran crisis final de la historia universal?
Además, ¿qué tiene que ver con la certidumbre cristiana la expe
riencia de salvación del pueblo de Dios durante la misma?
Cuestiones adicionales
sobre la fe y la im parcialidad de Dios
Por ejemplo, ¿incluyen las descripciones de los párrafos an
teriores sobre la fe una preparación especial que se requiera de
quienes afronten los acontecimientos de los últimos días que ve
nimos examinando? Algunos han sugerido que si la respuesta es
afirmativa, la imparcialidad de Dios queda en tela de juicio. O,
dicho de otra manera, ¿lo tienen más fácil quienes mueren antes
del tiempo de angustia que los que atraviesen esa gran prueba de
fe? ¿Podría ser realmente cierto que la fe de los santos sellados
gane la mano o trascienda a la fe de los creyentes que solo ten
gan que afrontar la muerte y un toque de diana amistoso y per
sonal en la segunda venida? Aunque, desde luego, intentaré
responder tales preguntas, antes de hacerlo presentaré la si
guiente salvedad sobre el asunto de la imparcialidad divina en
ahorrarles a algunos el tiempo de angustia mientras hace que
otros atraviesen tan intensa aflicción.
Cuestión no de im parcialidad,
sino de misericordia
Desde la perspectiva de la Biblia y de Elena G. de White, lo
que parece estar en juego en este caso no es realmente un asunto
de simple imparcialidad, sino una cuestión de misericordia divina.
La Biblia insinúa algo así cuando proclama una bendición sobre
los que mueren en el contexto de la gran crisis que contrapone el
sello de Dios y la marca de la bestia: «“Dichosos los que de ahora
en adelante mueren en el Señor”. “Sí — dice el Espíritu— , ellos
descansarán de sus fatigosas tareas, pues sus obras los acompañan”»
(Apoc. 14: 13, NVI). Elena G. de White, en la misma tónica, co
menta que bebés y ciertos creyentes físicamente debilitados (quizá
debido a la edad, enfermedades o lesiones) serán llamados al des
canso aguardando la aparición de Jesús. Tales minusvalías físicas les
impiden poder soportar los rigores del tiempo de angustia.12
9. La lluvia tardía... *185
Por lo tanto, no está tan fuera de lugar sugerir que si Dios per-
mite entonces a otros atravesar el tiempo de angustia, debe de
ver algo en ellos que resulte en mayor gloria para él y en una ben
dición personal para los mismos. ¿Parece justo? Percibimos que lo
es y que recalca mucho la misericordia divina en este contexto.
La idea básica de justicia surge del principio de que si Dios está
dispuesto a otorgar gracia especial en circunstancias especiales,
este hecho justificaría o vindicaría su imparcialidad al permitir
que algunos atraviesen el tiempo de angustia mientras que otros
quedan exentos de él.
Teniendo presente estas ideas, volvamos a nuestra pregunta
original: ¿Gana la fe de los santos escatológicos vivos sellados la
mano a la fe de quienes mueran antes de que venga el Señor
(concediéndose a estos la certeza consoladora de una resurrec
ción corporal inminente) ?
¿Q u é decir de la fe
de traslación y la fe de resurrección?
¿Podría ser que la respuesta sea, a la vez, afirmativa y negativa,
con reservas? Las razones de la respuesta negativa se despliegan
conforme a los pensamientos siguientes.
La fe que salva a los que afrontan la muerte y a los que están a
punto de soportar la crisis de vivir tras el fin del tiempo de gracia
y durante el tiempo de angustia es una manifestación, en ambos
casos, que comparte la misma cualidad esencial. Lo común a
ambas experiencias de fe es que requerirán una confianza que pre
senta (1) dependencia genuina implícita en Cristo solo y (2) una
disposición a recibir cuanto pueda ofrecer todo el abanico de la
gracia de Dios.
Tal experiencia de fe incluye no solo penitencia, perdón y trans
formación del carácter continuos, sino también una completa dis
posición a experimentar un cambio radical de la naturaleza humana
pecaminosa. En otras palabras, quienes fallezcan antes de la segunda
venida necesitan una fe en Cristo que iguale a la de los «sellados».
1 8 6 • LA SEG URIDAD DE MI SALVACIÓN EN EL JU IC IO
Por otra parte, quienes posean una fe perseverante tras el fin del
tiempo de gracia y durante el tiempo de angustia precisarán una «fe
de traslación». Está claro que es de la misma naturaleza básica que
la «fe de resurrección». Sin embargo, la diferencia está en que quie
nes experimenten la «fe de traslación» tendrán que soportar la cri
sis más terrible de la historia universal (exceptuando la pasión de
Jesús en Getsemaní y su muerte en el Calvario).
Después hablaremos más detalladamente sobre los instructi
vos paralelos entre la fe de Cristo durante sus pruebas en Getse-
maní y el Calvario y la fe de quienes sobrevivan tras el fin del
tiempo de gracia y durante el tiempo de angustia. Pero quizá una
ilustración pueda contribuir a presentar una distinción preliminar
importante entre la fe de traslación y la fe de resurrección. Y tiene
que ver con la diferencia entre la experiencia más ordinaria de los
comienzos del noviazgo y la fase posterior, más seria: el compromiso
para casarse.
Aunque ambos períodos requieren una confianza que destaca
por la franqueza, la sensibilidad y la honestidad, el acto del com
promiso impulsa a cualquier pareja a un período crucial con con
secuencias permanentes. Además, su seriedad es del todo evidente
para cualquiera que haya pasado por él.
Por ponerlo en los términos simbólicos del atuendo apro
piado para las ocasiones especiales, una cosa es que una pareja
se vista para una merienda campestre o un paseo por el parque un
día agradable, y otra muy distinta lo que se ponen para recorrer el
pasillo hasta el altar en una ceremonia nupcial. U na boda im
plica el tipo de finalidad que requiere las más serias considera
ciones y el mayor de los cuidados en la preparación del más nimio
de los detalles. Rara vez se ven fotos de meriendas campestres en
las paredes de la salita o de la sala de estar, pero son comunes las
colecciones de fotos de boda.
La merienda campestre requiere un compromiso social análogo
al sentido espiritual de confianza sensible y cooperación, mientras
9. La lluvia tardía... • 1 8 7
El propósito fundamental
del tiempo de angustia
Entonces, ¿cuál es el propósito del tiempo de angustia? Es
para que ahora (incluso hoy mismo, durante el tiempo de gra
cia) el fiel pueblo de Dios se asegure de que su experiencia de
arrepentimiento genuino y de justificación por la fe esté plena
m ente establecida. Sin embargo, ¿qué relación tiene esto con
Jesús durante su gran aflicción final?
tados plenamente!
En otras palabras, Cristo podía avanzar «solamente por fe» úni
camente en la labor que se le encomendó de hacer expiación como
nuestra víctima sacrificial vicaria. Además, lo sostuvieron las afir
maciones del Padre que Cristo había recibido previamente por fe
antes de que su «tiempo de gracia» concluyese en Getsemaní. Sin
duda, debemos apresurarnos a añadir que el Padre seguramente
estaba allí, mediante el socorro del Espíritu Santo, para mantener
y sostener a su Hijo oprimido. N o obstante, ¡el sufriente Jesús no
tuvo ninguna conciencia ni sensación perceptible de que el poder
sustentador de su Padre estuviese derramándose en su beneficio!
la fe solo en Cristo.
Se concederán los méritos expiatorios de este a los sellados por
medio de la experiencia de justificación solamente por fe que tie
nen antes de que concluya su tiempo colectivo de gracia. La ver
dad aleccionadora, incluso inquietante, es que si su fe en los
méritos justificadores de Cristo no ha quedado establecida de ma
nera efectiva antes de que termine el tiempo de gracia, se verán
abrumados por la desesperación durante las terribles tentacio
nes del tiempo de angustia.
Cristo tuvo que tener una fe que confiase en las afirmaciones
del Padre antes de que finalmente se encaminase al Calvario
como portador del pecado, mientras que los santos del tiempo del
fin tienen una fe sellada, establecida, que confía en su aceptación
del perdón de Cristo antes de que termine su tiempo de gracia.
Cuando cargó nuestros pecados y se «perdió», Cristo tuvo que
confiar solamente por fe en las palabras de afirmación proceden
tes del Padre, mientras que nosotros tendremos que confiar sola
mente por fe en el perdón divino antes de que termine nuestro
tiempo de gracia y seamos salvos. Por otra parte, tenemos a Cristo,
que experimentó su prueba cargando con nuestros pecados sin
ninguna palabra de afirmación por parte del Padre (desde la trai
ción en Getsemaní hasta que por fin murió en el Calvario). Y, por
otra parte, los santps sellados del tiempo del fin deberán afrontar
solos su prueba de fe, algo que han tenido y seguirán ejerciendo
en el perdón que fluye de la vida y la muerte expiatorias de Cristo,
su portador del pecado solamente por fe.
Aquí hemos sugerido que todo este panorama se centra por en
tero en Cristo y en la fe. Y esto se aplica con fuerza particular a los
asuntos de la justificación solamente por la fe cuando se termina
el tiempo de gracia y el gran tiempo de angustia rodea a los fieles
seguidores sellados de Dios. Con plena certeza, la idea de que Cristo
haya atravesado la misma experiencia esencial de crisis de fe en
las palabras de afirmación y aceptación del Padre debería dar a
196 • LA SEG URIDAD DE MI SALVACIÓN EN EL JU IC IO
Pensamientos adicionales
sobre los propósitos providenciales
de la prueba escatológica
Aparte de estas claras implicaciones para la experiencia de jus
tificación solamente por fe, que incluye una fe que debe estar ple
namente establecida antes de que termine el tiempo de gracia, hay
realmente solo otro propósito específico que Elena G. de White
asigna a las pruebas del tiempo de angustia de quienes portan el
sello de Dios: los santos sellados y todo el universo espectador
serán testigos de una última manifestación del mal satánico, espe
cialmente cuando un cruel e injusto decreto de muerte se extiende
por el mundo entero. Y precisamente esa demostración de los prin
cipios satánicos los alejará de una vez y para siempre de cualquier
rescoldo de simpatía que puedan seguir albergando por las afirma
ciones engañosas de Satanás. Las «severas pruebas» de los creyen
tes perseguidos están pensadas «para conducir al pueblo de Dios a
renunciar a Satanás y a sus tentaciones. El conflicto final les reve
lará a Satanás en su verdadero carácter, como un tirano cruel, y
hará por ellos lo que ninguna otra cosa podría hacer, desarraigarlo
enteramente de sus afectos».19
Así, el principio de la justificación solamente por fe es la cara
positiva clave de la moneda que hace que el pueblo de Dios esté
eternamente seguro. Pero que estén expuestos a las crueldades
maestras finales de Satanás se desplegará como la cara negativa de
la misma moneda. ¿Volverá a surgir el pecado? ¡No! Y las razones
son que los sellados estarán tan asentados en el misericordioso
amor de Dios y tan alejados de la perversión satánica de ese amor,
especialmente su pretensión de que la felicidad solo puede ha
llarse en el amor a uno mismo, que siempre tendrán una reacción
9. La lluvia tardía.,. *197
1 Basaremos la mayor parte del análisis de este capítulo sobre estos temas en las enseñan-
zas de Elena G. de White. Esto no es una negación de que sus enseñanzas sean bíblicas,
sino simplemente una admisión de que casi toda la preocupación relativa al asunto de la
certidumbre surge de su comentario sobre la lluvia tardía, el fin del tiempo de gracia y el
tiempo de angustia. El mejor lugar en el que comenzar la consulta de los comentarios de
Elena G. de White sobre toda la gama de acontecimientos escatológicos es la útil reco
pilación titulada Eventos de los últimos días (Miami, Florida: API A, 2006). A medida que
avancemos en nuestro resumen más bien breve y en el comentario más detallado de los
temas mencionados anteriormente, haremos referencia a secciones clave y a capítulos de
Eventos de los últimos días. Ver las referencias clave en esta compilación concisa de Elena
G. de White permitirá a los lectores seguir su estudio con mayor profundidad.
2 Tales ideas incluyen la del purgatorio y varios escenarios protestantes sobre una última
ocasión de optar por la salvación durante un milenio terrenal.
3 Eventos de los últimos días, pp. 169ss.
4 Ibíd., pp. 157ss.
5 Ibíd., pp. 183ss.
6 Ibíd., pp. 193ss.
7 Ibíd., pp. 203-228.
8 Ibíd., pp. 2I5ss. Los dispensacionalistas afirman que los que sean cristianos serán «arre
batados» al cielo y no será preciso que afronten los miedos ni ios azotes de las siete plagas
postreras y la gran tribulación (la expresión que usan para describir lo que los adventistas
solemos denominar tiempo de angustia).
9 Ibíd., pp. 229ss. Por expresar el asunto de forma más sucinta, el remanente fiel, los hijos
sellados de Dios, será preservado en el tiempo de angustia (o tribulación terrenal), no
arrebatado antes de su comienzo. Este ha sido el patrón bíblico divino, como vemos du
rante el diluvio, las diez plagas de Egipto y el cautiverio babilónico.
10 Elena G. de White describe los acontecimientos, tanto terrenales como celestiales, que tie
1 9 8 • LA S E G U R ID A D DE MI SALVACIÓN EN EL JU IC IO
nen lugar durante el milenio y al final del mismo a partir de la página 628 de su libro El
conflicto de los siglos (Miami, Florida: API A, 2007) hasta la página 653.
11 Eventos de los últimos días, pp. 239ss.
12 Ibíd., p. 217.
13 En el momento de redactar esto, el pastor Joseph Olstad cursaba una maestría en religión
en el Adventist International Institute of Advanced Studies, en Filipinas.
14 El conflicto de los siglos, p. 600. En la página 631 del mismo libro, afirma nuevamente que
los santos sellados, a los que ahora llama los 144,000, «han estado sin intercesor durante
el derramamiento final de los juicios de Dios» (las siete plagas postreras durante el tiempo
de angustia).
15 Ibíd., p. 607.
16 El origen de este pensamiento fue el predicador australiano Louis Were, prolífico autor de
mediados del siglo XX. Aunque sus compatriotas australianos de las décadas de 1940 y
1950 lo consideraban un individuo molesto por su persistencia, Were había de ser sus tan-
cialmente vindicado más tarde en muchas de sus percepciones sobre la interpretación
profética. El profesor Hans K. LaRondelle, del Seminario Teológico Adventista del Sép
timo Día en las décadas de 1970 y 1980, pudo despertar nuestra conciencia sobre el pen
samiento de Were y sus numerosas publicaciones.
17 El conflicto de los siglos, pp. 603, 605.
18 Aquí instamos al lector a que pase unas horas meditando en esos importantes capítulos
de El Deseado de todas las gentes. Mientras lee, hágase varias veces esta pregunta: ¿En qué
sentido es homologa la experiencia de Jesús a la de Jacob y a lo que los santos sellados ex
perimentarán al fin del tiempo de gracia y durante el tiempo de angustia?
19 Review and Herald, 12 de agosto de 1884 y Nuestra elevada vocación (Mountain View, Cali
fornia: Publicaciones Interamericanas, 1961), p. 323.
La explicación
perfeccionista
d e «la g e n e ra c ió n final»
d e l tiem p o d e a n g u stia
E
n el capítulo anterior consideramos lo que podríamos de
nominar la explicación justificacionista de la experiencia
del tiempo de angustia del pueblo de Dios. En este capítulo
consideraremos la alternativa principal: el concepto perfeccio
nista de «la generación final». Probablemente este concepto
haya creado la mayor parte de la ansiedad en el ámbito adven
tista referida al tiempo de angustia.
Los defensores de esta interpretación enseñan, en esencia,
que Dios necesita una «generación final» de creyentes perfec
tam ente obedientes, a la que identifican con los 144,000 de
200 • LA SEG U R ID AD DE MI SALVACIÓN EN EL JUICIO
El componente
de perfección de los santos sellados
En respuesta, recordaría al lector la augusta visión de vida
piadosa que Elena G. de W hite presentó en la declaración ci
tada anteriormente sobre el tiempo de angustia de El conflicto
de los siglos (p. 607). U n a vez más, observemos atentam ente la
definición vital que da de la perfecta obediencia requerida
202 • LA SEG URIDAD DE MI SALVACIÓN EN EL JU IC IO
Recapitulación
Entonces, ¿qué podemos decir sobre la preparación para el
fin del tiempo de gracia y el destino de los creyentes sellados en
el tiempo de angustia? Y, ¿qué significa vivir a la vista de un
Dios santo sin mediador?
Si cualquier creyente confía ahora en las bendiciones presen
tes de la gracia justificadora y santificadora de Dios, cuando llegue
el momento de ser sellados y arrojados a las hogueras del tiempo de
angustia, no habrá fracaso. Serán capaces de alzarse y enfrentar esa
208 • LA SEG URIDAD DE MI SALVACIÓN EN EL JU IC IO
1 Véase Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes, Cap 79, pp. 722-726.
2 No deja de tener su interés que Edward Irving, en el marco del adventismo británico de co
mienzos del siglo XIX, desarrollase inicialmente el concepto y que este pasase luego al adven
tismo del séptimo día norteamericano de finales del siglo XIX y de principios del XX. La
persona que con más probabilidad lo llevó a Norteamérica fue E. J. Waggoner (de renombre,
junto con Jones, a raíz de 1888). La relación con Waggoner ha recibido apoyo y confirmación
en una tesis realizada recientemente (e investigada minuciosamente) de Paul Evans, «A His-
torical-Contextual Analysis of the Final Generation Theology of M. L. Andreasen» [Un aná
lisis histórico-contextual de la teología de la generación final de M. L. Andreasen] (tesis
doctoral, Universidad Andrews, Berrien Springs, Michigan, 2010). La idea ha tenido gran
10. La explicación perfeccionista • 209
prominencia en la experiencia del adventismo del séptimo día en los siglos XX y XXI, espe
cialmente en los escritos de partidarios tan conocidos como M. L. Andreasen, Herbert
Douglass, Robert Wieland, Donald K. Short y, más recientemente, Dennis Priebe y Larry
Kirkpatrick.
Puede verse una evaluación más completa de tal teología en «The Vindication of God and
the Harvest Principie» [La vindicación de Dios y el principio de la cosecha], M inistry, octu
bre de 1994, pp. 44-47. Es probable que las críticas más incisivas hayan sido las ofrecidas por
Eric Claude Webster en su Crosscurrents in Adventist Christology [Contracorrientes en la cris-
tología adventista]. (Nueva York: Peter Lang, 1984, y Berrien Springs, Michigan: Andrews
University Press, 1992), pp. 422-424, y por Angel Manuel Rodríguez, «Theology of the Last
Generation» [Teología de la generación final] (monografía disponible en el Biblical Research
Institute de la Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día). Para un estu
dio más detallado del tratamiento real del tiempo de angustia y de la situación del carácter
de los santos sellados por parte de Elena G. de White, véase el capítulo 15, titulado «Perfec-
tion and Closing Events» [La perfección y los acontecimientos finales], en Woodrow W.
Whidden, Ellen White on Salvation [Elena de White en la salvación] (Hagerstown, Mary-
land: Review and Herald Publishing Association, 1995), pp. 131-142.
Elena G. de White, El conflicto de los siglos, cap 40, p. 607.
Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes, cap. 31, p. 280.
Arminio, citado por Cari Bangs en su memorable biografía A rminins: A Stndy in the Dutch Re-
formation [Arminio: Un estudio de la reforma holandesa]. (Nashville: Abingdon Press, 1971),
p. 347.
Elena G. de White
y la seguridad
de la salvación
¿ S o n su s escrito s u na a y u d a
o una p ie d r a d e tro p ie z o ?
\
uchos adventistas luchan con el reto de su seguridad
Definición de certidumbre
y su base bíblica
«Seguridad», tal como se usa aquí, significa seguridad de la
salvación. La seguridad puede definirse bíblicamente como el
testimonio interno del Espíritu Santo (Rom. 8: 16; Gál. 4: 6) en
el sentido de que, en Cristo, uno tiene la salvación presente. La
seguridad y la salvación no son idénticas. Las Escrituras y Elena
G. de W hite coinciden en que es posible ser salvo sin estar se
guro de ello (Rom. 2: 11-16),4y es posible creer que uno cuenta
con seguridad sin ser salvo realmente (Mat. 7: 21-23) .5 Por eso
es tan importante que todo creyente entienda este asunto vital.
Las Escrituras y Elena G. de W hite también enseñan con clari
dad que la seguridad bíblica genuina es esencial para la vida cris
tiana normal (Luc. 10: 20) .6
La doctrina de la seguridad se basa en pasajes bíblicos dema
siado numerosos como para ser enumerados aquí exhaustiva
mente; pero entre ellos se encuentran Juan 3: 16; 6: 37; 1 Juan
1: 9; 5: 11;7 2 Pedro 1: 1-11; Lucas 15: 20; 1 Timoteo 1: 15; 2:
4; Isaías 1: 18-20; 53: 4-6, 11, 12; 55: 6, 7; Jeremías 31: 3 y Eze-
quiel 36: 26, 27. Sin embargo, la doctrina bíblica no da por sen
tada la enseñanza calvinista del «salvos una vez, salvos para
siempre». En un capítfilo anterior hemos defendido, en el con
texto de la supuesta ventaja calvinista, que tal enseñanza no es
solo no bíblica, sino que también se opone decididamente a las
perspectivas de Elena G. de White sobre la seguridad de la sal
vación. Y es probable que el rechazo que le inspiraba esa falsa
doctrina de la seguridad fuese la razón de su advertencia en el
sentido de que los creyentes no deberían afirmar que eran salvos.
En otras palabras, se cree que la teoría que mantiene que, si estás
entre los elegidos, no puedes perderte, y así, «salvos una vez, sal
vos para siempre», es una garantía irresponsable de la salvación.
Com o ya se ha señalado, el problema de ese punto de vista
es que sus representantes mejor informados admiten que ¡es
214 • LA SEG U R ID AD DE MI SALVACIÓN EN E L JU IC IO
posible que haya individuos que piensen que están entre los elegi
dos cuando, en realidad, no lo están! Repetimos, los teólogos que
creen en la predestinación admiten que las personas que suponen
que están entre los salvos siempre deben afrontar la posibilidad
de que Dios pueda contarlos, en realidad, entre los perdidos. Así,
la doctrina del «salvos una vez, salvos para siempre» solo es una ga
rantía teórica de seguridad eterna, no una garantía real, dado que en
el sistema calvinista uno no puede saber infaliblemente que uno
fue «salvo una vez».8
Entonces, ¿cuáles son las premisas básicas de la Biblia y de
Elena G. de White sobre la seguridad genuina? Creemos que hay
una perspectiva bíblica genuina y tres conceptos clave que funda
mentan la enseñanza de Elena G. de White sobre la salvación y su
legítimo artículo de seguridad personal genuina. En primer lugar,
presentaremos la perspectiva bíblica más fundamental que impreg
naba el pensamiento de Elena G. de White.
Aspectos prácticos
y teológicos afines de la seguridad
Siguen varios factores estrechamente relacionados que aflo
ran en cualquier análisis equilibrado de la enseñanza de Elena
G. de W hite sobre la seguridad de la salvación. En primer lugar,
abordaremos los factores básicos que implican la forma en la
que los cristianos debemos alimentar nuestra relación reden
tora con Cristo.
La seguridad se mantiene
a través de una comunión diaria con Cristo
Es una simple regla de relación personal que es preciso que se
dedique un tiempo significativo a la comunicación íntima. Y así
ocurre en la experiencia del cristiano con Cristo Quan 15: 4, 5;
Filipenses. 4: 13; Colosenses. 2: 6; 1 Juan 5: 11-13). Elena G. de
W hite sugiere con insistencia que deberíamos dedicar tiempo
11. Elena G. de W hiíe y la seguridad de la salvación • 223
La necesidad
de auténtica seguridad de la salvación
El contexto general de los escritos de Elena G. de White sobre
la justificación por la fe (que unen la cautela al aliento) muestra
que sus escritos contra la falsa seguridad no niegan en modo al
guno su decidida enseñanza sobre la auténtica seguridad. Al con
trario, insistió que «es esencial [...] creer que se es salvo».56 De
ella misma escribió: «Jesús me ha salvado, aunque yo no tenía nada
que ofrecerle».57 «El pecador que perece puede decir: “ [...] No
necesito permanecer un solo momento más sin ser salvado”».58
Los pecadores arrepentidos «pueden reclamar la bendición de
Dios ahora mismo».59 «N o es preciso que» el creyente se encuen
tre en un punto en el que diga «“N o sé si soy salvo”».60 Y el que
se aferra a Cristo con una fe activa presente puede «estar tan se
guro como si se estuviera dentro de la ciudad de Dios».61
“Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis. Pero si al
guno ha pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo,
el justo”. “Para que no pequéis”: aquí precisamente te adentras en la
condenación cuando sigues pecando. Pero, en la fortaleza de Cristo,
deja de pecar. Se han tomado todas las medidas para que la gracia
more en ti y para que el pecado te parezca lo odioso que es. Pero si
cualquier hombre peca, no ha de entregarse a la desesperación ni
hablar como un hombre que esté perdido para Cristo. “Si alguno ha
pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo, el justo.
El es la propiciación por nuestros pecados, y no solamente por los
nuestros, sino también por los de todo el mundo”».69 [... 1 «Cuando
caíste en el pecado anduviste en las tinieblas. Cuando cediste a la
tentación debes de haber dejado de mirar a Jesús, Autor y Consu
mador de tu fe. Sin embargo, habiendo confesado tus pecados, cree
que la Palabra de Dios no puede fallar, sino que él es fiel, el que ha pro
metido. Es tanto tu deber creer que Dios cumplirá su palabra y perdo
nará tus pecados como lo es confesar tus pecados. Debes ejercer fe en
Dios como en quien hará exactamente según ha prometido hacer
en su Palabra, perdonando tus transgresiones».70
Conclusión
Las advertencias de Elena G. de White contra el uso indebido
de la reivindicación «Soy salvo» se dirigían, no a un concepto bí
blico verdadero de la seguridad presente en Cristo, sino contra la
idea de una garantía irreversible que llevara a la confianza pro
pia, a la presunción y a la desobediencia habitual. Era igual de con
tundente en cuanto a la necesidad de la auténtica certidumbre presente,
entendida en el contexto de la justificación por la fe, de una
com unión diaria con C risto y de la obediencia a la voluntad
2 3 6 • LA SEG U R ID AD DE MI SALVACIÓN EN EL JU IC IO
1 «Three Strategic Issues: A World Survey» [Tres temas estratégicos: Una reseña mun
dial]. (Institute of World Mission, Andrews University, 2002). Citado en Nathan Brown,
«Liberalism as a Form of Legalism» [Liberalismo como forma de legalismo], Adventist Re-
view, 19 de junio de 2003, p. 27.
2 Elena G. de White, The Ellen G. White 1888 M ateríais [Los materiales de 1888 de Elena
G. de White]. (Washington, D.C.: Ellen G. White Estate, 1987), p. 547.
3 Este capítulo fue desarrollado en origen por Jerry Moon como una ponencia para una
clase de seminario y esta ha sido modificada y adaptada por Woodrow Whidden.
4 Cf. Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes, cap. 72, pp. 608-609.
5 Elena G. de White, Testimonios para la iglesia (Miami, Florida: API A, 2003), t. 1 pp. 126-
128,149-150,152-153, 220-222.
6 Ibíd., pp. 221-222; Elena G. de White, Mensajes selectos, tomo 1, p. 438.
7 Elena G. de White, M anuscript Releases [Manuscritos publicados]. (Silver Spring,
Maryland: Ellen G. White Estate, 1990), tomo 4, p. 356.
8 Norman Geisler, teólogo evangélico que se describe a sí mismo como «calvinista mode
rado», explica en Chosen hut Free: A Balanced View of Divine Election [Escogidos pero li
bres: un punto de vista balanceado sobre la elección divina]. (Mineápolis: Bethany
House, 1999): «Por supuesto, hay diferencias significativas entre los calvinistas modera
dos y los arminianos moderados, pero no niegan las similitudes. Más arriba se analizó una de
esas diferencias, concretamente, si lo de «salvos una vez, salvos para siempre» es exacto.
Pero incluso aquí, en la práctica real, las similitudes son mayores de lo que muchos creen.
La gran mayoría de los partidarios de ambos puntos de vista sostienen que si un cristiano pro
feso se aparta de Cristo y vive en pecado continuo, ello es evidencia de que no es salvo. La
diferencia estriba en que los calvinistas moderados afirman que, de primeras, nunca fue salvo
mientras que los arminianos moderados creen que sí. Y ambos creen que los impenitentes
que permanecen en el pecado no son verdaderos creyentes» (p. 130). Así, la doctrina del
«salvos una vez, salvos para siempre» es una garantía teórica de seguridad eterna, pero
no una garantía real, puesto que en ese sistema teológico uno no puede saber infaliblemente
que uno fue «salvo una vez».
9 Elena G. de White, El discurso maestro de Jesucristo (Mountain View, California: Ediciones
Interamericanas, 1956), pp. 89, 90; Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes, cap.
18, pp. 151, 152; Elena G. de White, Testimonios para la iglesia, tomo 5, pp. 594, 595.
10 Elena G. de White, El camino a Cristo, pp. 39-42, 100-102.
11 Elena G. de White, El discurso maestro de Jesucristo, p. 89.
12 Elena G. de White, El conflicto de los siglos, p. 261; cf. Elena G. de White, Los hechos de los
apóstoles (Miami, Florida: API A, 2008), cap. 51, pp. 419, 420.
13 Elena G. de White, La fe por la cual vivo (Mountain View, California: Pacific Press Publis-
hing Association, 1959), p. 159.
14 Comentario bíblico adventista del séptimo día, ed. Francis D. Nichol (Buenos Aires: APIA,
1990), Comentarios de Elena G. de White, 7: 942.
15 Ibíd., p. 943.
16 Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes, cap. 17, p. 152 (la cursiva es nuestra).
17 Elena G. de White, Obreros evangélicos (Mountain View, California: Publicaciones Inte-
ramericanas, 1971), p. 169.
18 Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes, cap. 36, p. 313.
19 Elena G. de White, Mensajes selectos, tomo 3, p. 218.
238 • LA SEG U R ID AD DE MI SALVACIÓN EN EL JU IC IO
20 Elena G. de White, «Faith and Good Works» [Fe y buenas obras], Signs ofthe Times, 19 de
mayo de 1898, p. 476.
21 Elena G. de White, «Abiding in Christ» [Permaneciendo en Cristo], Signs of the Times, 8
de junio de 1891, p. 437 (la cursiva ha sido añadida).
22 Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes, pp. 152, 303.
23 Elena G. de White, Manuscript Releases [Manuscritos publicados], tomo 6, p. 32 (la cursiva
ha sido añadida).
24 Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes, cap. 18, p. 152.
25 Elena G. de White, Testimonios para los ministros, cap. 14, p. 367.
26 Elena G. de White, El ministerio de curación (Miami, Florida: APIA, 2012), pp. 55,56; Elena
G. de White, Manuscript Releases [Manuscritos publicados], tomo 6, p. 31; Elena G. de
White, «The Christian’s Refuge» [El refugio del cristiano], Review and Herald, 15 de abril de
1884.
27 Elena G. de White, «Effectual Prayer» [La oración eficaz], Review and Herald, 22 de abril de
1884.
28 Elena G. de White, Notas biográficas de Elena G. de White (Mountain View, California: Pu-
blicaciones Interamericanas, 1981), p. 44
29 Comentario bíblico adventista del séptimo día, ed. Francis D. Nichol (Buenos Aires: APIA,
1990), Comentarios de Elena G. de White, 5: 1117, 1118.
30 Elena G. de White, Mensajes para los jóvenes (Miami, Florida: APIA, 2008), Cap. 33, p. 88.
31 Elena G. de White, Palabras de vida del gran Maestro (Mountain View, California: Publica-
ciones Interamericanas, 1971), pp. 123, 124-
32 Elena G. de White, «Ye Must Be Born Again» [Debes nacer de nuevo], Youth's Instructor, 9
de septiembre de 1897, p. 294 (la cursiva ha sido añadida).
33 Elena G. de White, En los lugares celestiales, p. 22 (la cursiva ha sido añadida).
34 Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes, cap. 19, p. 167.
35 Elena G. de White, El discurso maestro de Jesucristo, p. 37.
36 Elena G. de White, El ministerio de curación, pp. 114, 115.
37 Elena G. de White, Testimonios para bs ministros, p. 367.
38 Cf. Elena G. de White, «What Was Secured by the Death of Christ» [Qué fue asegurado por
la muerte de Cristo], Signs of the Tijnes, 30 de diciembre de 1889, pp. 344, 354.
39 Elena G. de White, Profetas y reyes (Miami, Florida: APIA, 2009), cap. 47, p. 392 (la cur
siva ha sido añadida).
40 C f Elena G. de White, El discurso maestro de Jesucristo, pp. 62, 63.
41 Elena G. de White, carta 17 de 1862, dirigida a Susan G. Russell, resumida en En ios luga
res celestiales, p. 119.
42 Elena G. de White, «Doubt Not God’s Pardoning Love» [No dudes del amor perdonador de
Dios], Signs of the Times, 3 de enero de 1895, p. 176.
43 Elena G. de White, «The Christian’s Refuge» [El refugio del cristiano], Review and Herald,
15 de abril de 1884, p. 414.
44 Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes, cap. 47, p. 404.
45 Elena G. de White, Manuscript Releases [Manuscritos publicados], tomo 10, p. 175 (la cur
siva no está en el original).
46 Elena G. de White, En bs lugares celestiales, p. 227.
47 Elena G. de White, «Effectual Prayer» [La oración eficaz], Review and Herald, 22 de abril de
1884, p. 416 (la cursiva ha sido añadida).
11. Elena G. de White y la seguridad de la salvación • 239
48 Elena G. de White, «The Christian a Guardian of Sacred Trusts» [El cristiano, un guardián
de deberes sagrados], Signs of the Times, 4 de abril de 1892 (la cursiva ha sido añadida).
49 Elena G. de White, General Conference Bulletin [Boletín de la Asociación General], 10 de
abril de 1901 (la cursiva ha sido añadida).
50 Elena G. de White, Mensajes selectos, tomo 1, p. 459 (la cursiva ha sido añadida).
51 Elena G. de White, El camino a Cristo, pp. 72, 73.
52 Elena G. de White, Mensajes selectos, tomo 1, p. 369 (la cursiva ha sido añadida); cf. Elena
G. de White, Mensajes selectos, tomo 3, pp. 404-406.
53 Elena G. de White, Mensajes selectos, tomo 3, p. 406.
54 Elena G. de White, Palabras de vida del gran Maestro, pp. 119, 120 (la cursiva ha sido aña
dida) .
55 Elena G. de White, El conflicto de los siglos, cap. 28, p. 469 (la cursiva ha sido añadida).
56 Elena G. de White, «The Necessity of Cooperation With God» [La necesidad de coopera
ción con Dios], Review and Herald, 1 de noviembre de 1892, p. 607 (la cursiva ha sido aña
dida) .
57 Elena G. de White, «Spiritual Advancement the Object of Camp-Meetings. No. 4» [El
avance espiritual, el objetivo de las reuniones campestres. No. 4], Review and Herald, 14 de
julio de 1891, p. 504 (la cursiva ha sido añadida).
58 Elena G. de White, Mensajes selectos, tomo 1, p. 459.
59 Ibíd., tomo 3, p. 169.
60 Elena G. de White, General Conference Bulletin [Boletín de la Asociación General], 10 de
abril de 1901.
61 Elena G. de White, Manuscript Releases [Manuscritos publicados], tomo 10, p. 175.
62 Véase Elena G. de White, En los lugares celestiales, p. 119.
63 Elena G. de White, «Doubt Not God’s Pardoning Love» [No dudes del amor perdonador de
Dios], Signs of the Times, 3 de enero de 1895, p. 176 (la cursiva ha sido agregada).
M Elena G. de White, El camino a Cristo, pp. 79, 80 (la cursiva ha sido añadida).
65 Elena G. de White, «One Wrong Step» [Un paso equivocado], Signs of the Times, 28 de julio
de 1881, p. 242 (la cursiva ha sido añadida).
66 Elena G. de White, El camino a Cristo, p. 96 (la cursiva ha sido añadida).
67 Elena G. de White, Mensajes selectos, tomo 1, p. 395.
68 Elena G. de White, carta 26, 1859, a Henry y J. Edson White, en An A ppeal to Youth [Un
llamado a los jóvenes], pp. 53-56.
69 Elena G. de White, «Doubt Not God’s Pardoning Love» [No dudes del amor perdonador de
Dios], Signs of the Times, 3 de enero de 1895, p. 176.
70 Ibíd. (la cursiva ha sido añadida).
71 Ibíd. (la cursiva ha sido añadida).
72 Elena G. de White, «Operation of the Holy Spirit Made Manifest in the Life» [La operación
del Espíritu Santo hecha manifiesta en la vida], Review and Herald, 12 de mayo de 1896, p.
358 (la cursiva ha sido añadida).
73 Elena G. de White, En los lugares celestiales, p. 227.
74 Elena G. de White, Mensajes selectos, tomo 1, p. 459 (la cursiva ha sido añadida).
75 Elena G. de White, Palabras de vida del gran Maestro (Mountain View, California: Publica
ciones Interamericanas, 1971), p. 124.
76 Elena G. de White, El camino a Cristo, p. 104.
gm • + i f
Sección V
La vida en el Espíritu
Elcrecimiento espiritual
y los clones del Espíritu
en la vida del cristiano seguro
\ - de su salvación
D
e adolescente se me había concienciado de la necesidad
de una experiencia interactiva en cuestiones relacionadas
con el desarrollo espiritual. Además, el factor que fue ob
jeto de mayor hincapié fue el estudio de la Palabra de Dios. Mi
hermano me había marcado el camino al captar y expresar con
claridad el principio de que «contem plando a Cristo» nuestros
caracteres serán transformados a la semejanza de su imagen.
Tal transformación se plasmaría en especial a través del estu
dio de las Escrituras y la reflexión sobre ellas.
M ás tarde, siendo ya pastor, joven aún, sentí el fuerte in
flujo de la predicación y los escritos de Morris Venden. El pas
tor Venden fue la fuerza de avivam iento más influyente del
2 4 4 • LA SEG U R ID AD DE MI SALVACIÓN EN EL JU IC IO
La seguridad de la salvación
y las disciplinas personales y más públicas9
Como ya apuntó Morris Venden, las disciplinas personales
clave asociadas con el crecimiento espiritual son el estudio de la
Palabra de Dios y bibliografía afín, la oración personal y el tiempo
para una reflexión guiada por el Espíritu Santo sobre lo que hemos
descubierto a través del estudio y la oración. Estrechamente rela
cionados con estos objetivos medulares se encuentran el ayuno,
la sencillez, el recogimiento, el sometimiento, la confesión, la
orientación personal y la frugalidad/la mayordomía. Contrastan
con las disciplinas más sociales, como el culto público, la comu
nión y el servicio.
Dado que este no es un estudio definitivo de todos los métodos
devocionales, nos concentraremos en los que sean más esenciales
para una vida fructífera en el Espíritu. Pero antes de considerar
disciplinas específicas seleccionadas, es preciso que señalemos una
distinción importante, distinción que implica el asunto que John
Ortberg denomina «contraposición formación/intentó».10
«Intentar» es buscar directamente la realización de acciones
concretas, mientras que «formar» implica toda una vida de disci
plina que prepara a cualquier persona para una práctica propia
mente dicha. Aunque «formar» requiere, efectivamente, ciertos
esfuerzos disciplinados coronados por el éxito, comprende todo un
conjunto de actitudes sensibles que preparan a una persona para
saber cómo pensar y actuar de formas apropiadas para cualquier si
tuación dada. Por ejemplo, como jugador de béisbol puedo pasarme
el día «intentando» emular el lanzamiento de pelota de la liga pro
fesional- Pero la auténtica verdad es que, sencillamente, la emula
ción nO tendrá éxito si no me he entregado a las etapas de
«formación» que pudieran llevar a las primeras divisiones de béis
bol. Y ocurre lo mismo en el caso del papel de las disciplinas espi
rituales en la vida del cristiano: sin formación, ¡no habrá primeras
divisiones espirituales!
12. El crecimiento espiritual y los dones del Espíritu • 2 5 3
Institución de la prioridad
de las disciplinas form adoras
A unque todas las disciplinas formadoras tienen su justa im
portancia, algunas son especialmente básicas, elementos abso
lutam ente irrenunciables si querem os llegar a ser creyentes
maduros. El estudio de la Palabra de Dios y la reflexión sobre
la misma con oración son absolutamente esenciales para cual
quier experiencia espiritual provechosa. Si los cristianos cre
yentes en la Biblia pudieran tan solo integrar las disciplinas
espirituales básicas, el estudio de la Biblia, la reflexión y la ora
ción, en su experiencia cotidiana, ¡qué notable aportación su
pondría para su vida!
Siendo m ás precisos, cuando hablam os de la disciplina del
estudio, nos referimos fundam entalm ente a la lectura cuida
dosa y analítica de la Biblia, la palabra de D ios escrita. B us
cam os entender lo que un pasaje dado dice de verdad en su
contexto literario e histórico original. Esta fase de la interpre
tación bíblica es conocida por el nombre de exégesis (literal
m ente, «sacar el sentido del» texto).
La segunda fase de interpretación se denomina aplicación.
Centrarse en la transferencia del significado original a nuestra
época y a nuestras circunstancias puede convertirse realmente en
una búsqueda emocionante y en un proceso de descubrimiento,
254 • LA SEG URIDAD DE MI SALVACIÓN EN EL JUICIO
La disciplina colectiva
de la concesión de dones espirituales
Debo confesar que solo recientemente he empezado a cap
tar la estrecha relación entre la seguridad cristiana y la conce
sión de dones espirituales. Lloverán grandes bendiciones sobre
los creyentes que empleen regularmente sus dones espirituales
particulares en la vida del cuerpo colectivo visible de Cristo.
Adquirimos confianza creciente en Cristo cuando trabajamos
con él y con los demás miembros del cuerpo.
Durante mi niñez y adolescencia, nuestro padre tenía su propio
negocio. Era apicultor y mis hermanos y yo le proporcionábamos
12. El crecimiento espiritual y los dones del Espíritu • 261
Las disciplinas
y la seguridad cristiana personal
Entonces, ¿cuál es la relación teológica y práctica entre las dis
ciplinas espirituales, los dones espirituales y la seguridad cristiana
de la salvación? El punto clave que debe tenerse presente es que
empleando diversas prácticas cristianas llegamos a conocer más
íntimamente el amor personal, cargado de certeza, de Dios por
nosotros y por aquellos con los que mantenemos comunión. Tal
12, El crecimiento espiritual y los dones del Espíritu • 267
1 Nos referimos a los escritos de dirigentes clave de lo que ha dado en llamarse movimiento
de formación espiritual o de disciplinas espirituales. Sus tres exponentes principales son
Richard J. Foster, con su memorable libro Celebration of Discipline: The Path to Spiritual
Grotvth [Celebración de disciplina: el camino al crecimiento espiritual] (Nueva York:
HarperCollins, 1978, 1988, 1998, 2003); Dallas Willard, especialmente sus libros The
Divine Conspiracy: Rediscovering Our Hidden Ufe in God [La conspiración divina: Redes
cubriendo nuestra vida escondida en Dios] (Nueva York: HarperCollins Publishers,
1997); y Renovation of the Heart: Putting on the Character ofChrist [Renovación del cora
zón: colocándonos el carácter de Cristo] (Colorado Springs, Colorado: NavPress, 2002);
y John Ortberg. Para los familiarizados con este movimiento, Ortberg ha desempeñado
el papel de divulgador de Willard. El libro más conocido de Ortberg es The Life You Have
Alivays Wanted [La vida que siempre has deseado] (Manila: Christian Literature Cru-
sade, 2002). De hecho, hay quien considera a Ortberg como la persona que ha hecho al
muy hondo y profundo Willard más accesible para los laicos. Cuando el lector adventista
del séptimo día interesado se adentra en estas obras, uno acaba impresionado por lo
mucho que se parecen sus presentaciones de la vida santificada a las de Elena G. de
White (especialmente las enseñanzas de Willard).
2 El lector debería ser consciente de que han surgido un conflicto y criticismo considera
bles en cuanto a las obras de Richard J. Foster y otras personas activas en el movimiento.
Aunque nunca debiéramos desechar tales críticas de forma sumaria, es preciso que siga
mos ocupándonos en las direcciones positivas generales de autores como Foster, Willard
y Jon Dybdahl. Más tarde ofreceremos unos principios simples mediante los cuales cual
quier adventista del séptimo día espiritual hambriento y sensible puede distinguir el trigo
de la paja en su búsqueda de una vida fructífera con Dios.
12. El crecimiento espiritual y los dones del Espíritu • 2 6 9
Lo que sigue es un extracto ligeramente adaptado de una monografía escrita por Joseph
Olstad titulada «The Spiritual Disciplines Movement and John Wesley» [El movimiento
de las disciplinas espirituales y John Wesley] (monografía presentada en cumplimiento del
curso «Seminario sobre teología cristiana», enseñado en el Seminario Adventista de Asia
del Instituto Internacional Adventista de Estudios Avanzados, Silang, Filipinas, noviem
bre de 2009).
También podría considerarse que la creencia es suficiente, siempre que se entendiera que,
necesariamente, conlleva un cambio radical en el estilo de vida, la adopción de un conjunto
completamente nuevo de prácticas devocionales inspiradas en el espíritu, la obediencia a
los requisitos morales de Dios, etcétera. Sin embargo, dado que la fe se formula tradicional
mente en este marco como el medio de la justificación «sin obras» (para no empañar la jus
tificación con el mérito humano), quizá lo mejor sea explicarla como un componente vital
del cristianismo, pero no la única práctica exclusiva suficiente para una experiencia cristiana
completa.
A. W. Tozer, I Cali It Heresy (Harrisburg, Pensilvania: Christian Publications, 1974), p. 5.
Teológicamente, esta fórmula es engañosa, porque da por sentado que la palabra ‘salvación’ se
refiere solo a una situación legal justificada, que, por supuesto, se logra mediante «fe + nada».
Limitar la «salvación» de esta manera es una interpretación contraria a la Biblia, incluso re
duccionista de la rica y abigarrada gama de significados inherente en el término teológico.
Por supuesto, muchas iglesias evangélicas están ahora deseosas de incorporar las disciplinas es
pirituales en su enseñanza, pero normalmente se trata únicamente de aquellas que tienen una
doctrina de la salvación que lo permite.
Dallas Willard, The Great Omission (Nueva York: HarperOne, 2006), p. 14.
Recomiendo, para quien desee leer una buena introducción adventista a la lógica y la prác
tica de las disciplinas espirituales, el libro Hunger: Satisfying the LongingofYour Soul [Hambre:
satisfaciendo el anhelo de tu alma] (Hagerstown, Maryland: Autumn House Publishers, 2008),
de Jon Dybdahl. Este autor ha sido un dirigente reconocido del despertar de la espiritualidad
adventista del séptimo día y un practicante personal dedicado y coherente de las disciplinas
espirituales. Además, ha enseñado sobre el tema y ha trabajado como consejero espiritual per
sonal de muchas personas que anhelaban una relación más profunda con Dios.
Véase el capítulo «Training Versus Trying: The Truth About Spiritual Disciplines» [Entrena
miento versus intent: La verdad sobre las disciplinas espirituales] en el libro de Ortberg The Life
You Have A hvays Wanted [La vida que siempre has deseado], pp. 41-58.
George Knight, Test We Forget (Hagerstown, Maryland: Review and Herald Publishing Asso-
ciation, 2008).
Jon Paulien, The Gospel From Patmos (Hagerstown, Maryland: Review and Herald Publishing
Association, publicado en su origen en 2007; reimpreso en las Filipinas por la Philippine Pu-
blishing House por acuerdo especial con la Review and Herald Publishing Association).
Elena G. de White, En los lugares celestiales (Mountain View, California: Publicaciones Intera-
mericanas, 1968).
Elena G. de White, A fin de conocerle (Mountain View, California: Publicaciones Interameri-
canas, 1964).
Elena G. de White, Nuestra elevada vocación (Mountain View, California: Publicaciones Inte-
ramericanas, 1961).
Elena G. de White, Mi vida hoy (Mountain View, California: Publicaciones Interamericanas,
1952).
2 7 0 • LA SEG U R ID AD DE MI SALVACIÓN EN EL JU IC IO
17 Elena G. de White, La fe por b cual vivo (Mountain View, California: Publicaciones Interame-
ricanas, 1958).
Los comentarios Daily Study Bible [Biblia diaria de estudio] de William Barclay fueron publica
dos en su origen por la Saint Andrews Press, Edimburgo, Reino Unido. El lector puede conec
tarse a Internet y ver lo disponible, ya sea en editoriales o en librerías de segunda mano. Debería
poder hacerse con todos los tomos que quiera a precios razonables.
19 Una vez más, aunque la fuente última de esta perogrullada epigramática es desconocida, la he
recordado por las presentaciones de Morris Venden.
¿Qué hacer
con los
la reincidencia
,
y el temor del juicio?
¿ P u e d e v o lv e r a su rg ir e l p e c a d o
una seg u n d a v e z ?
U
na de las realidades más aleccionadoras que todos los cre
yentes, especialm ente los nuevos, deben afrontar es la
perspectiva de fracaso y de desengaño en su desarrollo
cristiano. Para los arminianos (incluyendo los adventistas), tam
bién existe la posibilidad de reincidencia y de la apostasía. Tales
cosas pueden ocurrir, al menos en parte, debido al simple hecho
de que, en el proceso de conversión, especialmente durante sus
primeras etapas, Dios ha elegido no perfeccionar a los creyentes
2 7 2 • LA SEGURIDAD DE MI SALVACIÓN EN EL JUICIO
fue que tuvo tal dolor de barriga por el gusto que se había dado que
nunca pudo volver a comer la grasa crujiente de cerdo asado. De
hecho, la vacunó contra esa tentación. La grasa de cerdo asado
quedó asociada con una dolorosa repugnancia, no con un gozoso
festín, una vacuna negativa.
Sin embargo, vemos un aspecto más positivo de la explica
ción de la vacuna en cuanto a por qué el pecado nunca volverá
a surgir en la experiencia de los amantes que, por fin, descubren
el amor de su vida. Cuando aparece la media naranja, los demás
posibles pretendientes de los afectos de él o de ella se desvane
cen, de hecho, de lo que se convierte en un horizonte de opcio
nes posibles que se aleja rápidamente. El amor de Dios se habrá
vuelto tan satisfactorio que los redimidos, sencillamente, ¡nunca
volverán a engañarse pensando que podrían encontrar ningún
disfrute o placer que pudiera tan siquiera compararse con las de
licias del amor divino! Esto es lo que significa, tanto afectiva
como efectivamente, estar amantemente «sellados» con Dios
para toda la eternidad.
Por lo tanto, la Biblia no solo guarda silencio en cuanto a se
gundas oportunidades de salvación después de la muerte y la
segunda venida, sino que tam poco dice nada de una segunda
ocasión para que surja el pecado en el reino eterno de Dios.
A quí está verdaderam ente el quid de la doctrina bíblica de la
seguridad eterna.
Adem ás, tam bién parece afirmar tal seguridad eterna en el
cielo la m ism a garantía b ásica que se m anifestará aquí en la
tierra en los últimos momentos disponibles al pueblo de Dios.
N o es preciso que ni el gobierno del pecado ni el control de
Satan ás sobre los redimidos vuelvan nunca a lograr la predo
m inancia en la vida de los redimidos, ni en el tiempo terrenal
ni en la gloria. Por lo tanto, aunque sea filosóficamente posible
que el pecado haga caer a los redimidos en el tiempo de gracia
y que vuelva a asom ar su horrible rostro en la eternidad, no es
13. ¿Qué hacer con los fallos... • 281
Conclusión
Entonces, ¿cuál es el «fin de todo el discurso» (Ecl. 12: 13)?
Reconocemos simple y gozosamente que, por fe en Jesús, la ben
dita seguridad de nuestra salvación puede ser el privilegio cons
tante de los creyentes el resto de su residencia terrenal en el tiempo
y en la luz celestial del amor de Dios por toda la eternidad. ¡No es
preciso que vuelva a haber nunca ninguna caída! ¡Que Dios sea
glorificado por los siglos de los siglos! «¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús!»
(Apoc. 22: 20).
La seguridad demi
salvación
eneljUÍC¡0
La promesa de la salvación está garantizada
para quienes confian en el Salvador.