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La construcción de la obra

Es 1941. Hace ya cuatro años que las autoridades alemanas le han prohibido pintar a Emil
Nolde, uno de los más grandes pintores expresionistas de la historia, a la vez que un ferviente
antisemita y devoto militante del partido nazi. Hace un año que han confiscado su obra por
considerarla ejemplo de arte degenerado. Nolde no protesta la decisión, al menos en público,
pero sigue pintando en secreto. Pinta varias acuarelas bajo el título irónico de “Pinturas no
pintadas”. En cierta medida, las mantiene inacabadas al no darles un nombre. En cierta
medida, se asegura de obedecer la orden y de no aceptar la autoría de las obras. Es como si
dijera: “aunque recuerdo haberlas hecho, esto nunca pasó. No son mías”.

Es, exactamente, lo contrario de lo que experimenta cualquier artista. Por ejemplo, un escritor
respecto a su libro.

Una vez concluida su obra, no puede recordar todos los pasos que ha dado para construirla.
Es como si se abriera una fisura con el pasado y sólo pudiera contemplar el presente. Es un
olvido que viene de la obra terminada. No recuerda cómo le llegaron ciertas las palabras,
ciertos giros que hacen de su lenguaje único. Cómo prefirió una escena en lugar de otra.
Cómo concibió determinado rasgo de un personaje. De ahí que cada obra deba encararse con
la misma incertidumbre. No puede ser elaborada en serie. No hay un método, un camino, que
otro o el escritor mismo, pueda seguir para hacerla idéntica. Hay algo de azaroso, de fortuito
que no puede ser reconstruido de nuevo, ni siquiera por los especialistas o los arqueólogos
en literatura. Valéry dice que toda obra engaña acerca de su origen. El escritor, contrario a
Nolde, puede decir: “no recuerdo cómo escribí esta obra. Pero me pertenece…”

Esa indeterminación, ese origen azaroso, es el que permite la variedad en el arte. Es el que
garantiza que sea un campo fecundo de hallazgos y de fiascos. No hay garantía de que una
obra pueda ser reproducida sin medios mecánicos. No es una fábrica de obras maestras.
Además, le oculta al artista sus medios. Hace de la incertidumbre el motor por el que el artista
se renueva, conoce el acierto y el fracaso y su obra explora nuevas posibilidades.

En el centro de la actividad creativa se instala el vacío de la amnesia.

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