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hasta el hambre, pasando por la correspondiente respuesta emocional. Lo que hasta el momento
pocos análisis han considerado, mediados (como suele suceder) por discursos intelectuales o
elitistas, es hasta qué punto la clave de todo esto puede estar en la articulación de relatos
persuasivos. Los relatos pueden tener múltiples significados para quien los cuenta y para quien los
oye; en todos los casos, se habla con muchas voces y se escucha desde muchos ángulos.”
Selbin, Eric. El poder del relato: revolución, rebelión, resistencia, 2012.
“LA verdad es que no lo recuerdo. La verdad es que yo creí y sigo creyendo que se trata de una
especie de farsa; no creo que sucediera nada realmente. Porque si el dictador hubiera sido
secuestrado, y hubiera sido salvado por una turba –como se dijo después-, es muy raro –dado el
carácter vengativo del hombre- que nunca se investigara el asunto. Creo que eso fue hecho de un
modo un poco escenográfico y en lo cual nadie creyó, desde luego. Es decir, es algo que existe más
ahora que en el momento mismo en que se produjo.”
Borges, Jorge Luis. Consultado acerca de qué estaba haciendo el 17 de octubre de 1945. En:
Sorrentino, Fernando, Siete conversaciones con Jorge Luis Borges, 1973.
“Perón nos reveló no al pueblo, sino una zona del pueblo que efectivamente, nos parecía extraño
y extranjero. El 17 de Octubre, Perón volcó en las calles céntricas de Buenos Aires, un sedimento
social que nadie habría reconocido. Parecía una invasión de gentes de otro país, hablando otro
idioma, vistiendo trajes exóticos, y sin embargo eran parte del pueblo argentino, del pueblo del
Himno. Porque había ocurrido que, hasta entonces, habíamos vivido extraños a parte de la familia
que integraba ese pueblo. Lo habían desplazado u olvidado, aun los políticos demagogos y Perón
tuvo más que la bondad y la inteligencia, la habilidad de sacarlo a la superficie y de exhibirlo sin
avergonzarse de él, no en su calidad de pueblo sino en calidad de una fuerza tremenda y agresiva
que hacía peligrar los cimientos mismos de la sociedad constituida con sólo una parte del
elemento humano. O sea el pueblo que habíamos visto desfilar en las fiestas patrias vestido de
domingo. Eso era también el pueblo, que no habíamos tomado en cuenta, como dije, pero que
existía. No un pueblo sepultado, un pueblo, diré, como el inca o el azteca, un pueblo muerto en
vida. No. Era un pueblo vivo, un pueblo viviente que ahora estaba en marcha. Y eran nuestros
hermanos harapientos, nuestros hermanos miserables. Lo que se llama con una palabra técnica, el
Lumpenproletariat.”
Martínez Estrada, Ezequiel. ¿Qué es esto?, 1956.
“bueno, pero es que el mismo Castillo era bastante pro nazi también, ¿no? Aunque era mucho más
civilizado que los que vinieron después. Castillo era profesor de Derecho Constitucional, y eso le
daba una pequeña ventaja sobre Ramírez y Farrell… Y el año 45 fue un año terrible, el año del 17
de octubre. Fue un año terrible porque antes de eso, cuando fue la Marcha de la Libertad, bueno,
parecía el triunfo de nosotros. Fue una cosa espectacular, porque todo el mundo estaba en contra
del peronismo, de la dictadura… no sé cómo se fue dando esta situación… Y hay otra cosa: que el
peronismo no se notaba. Quiero decir: el peronismo estaba seguramente en las fábricas, en otros
lugares… No se notaba entre los escritores, entre la gente que uno veía…”
Bioy Casares, Adolfo. Consultado sobre el año 45. En: Sorrentino, Fernando, Siete
conversaciones con Adolfo Bioy Casares, 1992.
Esta primavera de 1945, en Buenos Aires. Silvina Ocampo
Publicado en la revista Anti-nazi, el 29 de noviembre de 1945.
Se vieron prostitutas
porel centro,
prostitutas baratas
mal vestidas,
llegadas de Avellaneda,
pidiendo cinco pesos
a curiosos
que miraban,
asombrados,
los rostros de la tierra.
Gente de a caballo
les daba de beber
en las fuentes
de las plazas
y hacía públicamente
lo privado,
inocentes animales,
camino de la Plaza
con su mujer y sus hijos.
Acampan en la Plaza,
desmontan;
clavan la lanza en el suelo
y se sientan a esperar:
vendrá,
vendrá si tan sólo
lo queremos,
hondamente,
con toda el alma;
vendrá si obramos,
si unimos nuestros puños
a la voz,
y golpeamos,
cada vez más fuerte.
Nos oirán,
si gritamos;
nos verán,
si echamos la puerta abajo.
Aquí estamos,
hasta que venga,
hasta que salga al balcón.
Un millón de argentinos
en la Plaza,
dos, tres,
diez millones de argentinos
en la Plaza:
el joven y el viejo,
mujeres y hombres,
rostros y más rostros,
todos en la Plaza,
unidos por siempre,
unidos.
—Compañeros, compañeros...
Un rugido atruena el aire.
¿Quién quiere silencio ahora?
Que se lo guarden los muertos.
Las playas
se llenaron de argentinos:
rostros curtidos del sol,
labios resecos,
olieron por primera vez
el mar,
se hincaron ante su fuerza.
Silenciosos,
con la mudez de la tierra
que se extiende dilatada,
ante los ojos del mar
los suyos bajan,
conmovidos.
Olas y más olas
lo van ocupando todo;
empujan,
siempre empujan;
gritan,
siempre gritan;
miran, fijamente,
el vientre del gordo,
los lentes del viejo,
las caras de todos;
siempre,
como un gran ojo encendido.
Odio
¿Dudas?
El dios que invocamos
cada día,
Eva,
es el dios
que aniquila al enemigo;
¿lo ves, ahora,
que caminas a la hoguera?
Muerte
La llevaron bien en alto,
en una tarde de sol,
su voz de acero
callada;
la ciudad la vio pasar,
sola y por última vez,
sola y rodeada de gente;
Sobre la calle
los pasos
se arrastran en procesión:
cadenas y más cadenas,
el silencio alrededor.