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n 1929, el mundo vivió una crisis económica que se originó en la quiebra de la Bolsa de Valores
de Nueva York. Luego de la Primera Guerra Mundial, Estados Unidos se había convertido en la
economía más potente e influyente del mundo. La crisis repercutió a través de los canales
comerciales, financieros y bancarios. Los principales afectados fueron los países exportadores
de materias primas, entre ellos Uruguay: se redujeron las exportaciones y cayeron los precios
de los productos a exportar.
Los efectos de la crisis de 1929 se sintieron rápidamente en Uruguay. La caída de los precios
internacionales de las materias primas, la reducción de los volúmenes de exportación, la
desaparición de capitales extranjeros para realizar inversiones y las medidas de protección de
los países importadores perjudicaron a Uruguay, que dependía de las ventas de sus productos
en el exterior y no podía imponer los precios.
Las propuestas del CNA chocaban con los intereses de varios sectores pues no solucionaban los
problemas. El malestar se extendió. Estos grupos encontraron en el presidente Gabriel Terra
un representante. En marzo de 1933 Terra disolvió el Parlamento y el Consejo Nacional de
Administración e implantó una dictadura.
Entre 1939 y 1945 se desarrolló la Segunda Guerra Mundial. Fue el conflicto más destructivo y
mortal de la historia de la humanidad. Uruguay no fue ajeno a la situación de esa época; su
vida política, económica y social se vio afectada. En esos años el país buscaba reconstruir su
sistema democrático y su economía en crisis por el crack de 1929. La guerra impulsó
nuevamente la exportación de materia prima y enfrentó políticamente a los partidarios de las
potencias del eje con los de los aliados.
En lo que respecta a la política interna uruguaya, el período entre 1939 y 1945 marcó la
transición entre la política conservadora y antirreformista del terrismo y la llegada del
neobatllismo. Para desarmar el sistema terrista, el presidente Alfredo Baldomir, con el apoyo
de batllistas y socialistas, dio un golpe de Estado. Su objetivo era cambiar la Constitución y
restablecer rápidamente la democracia. Fue un período de inestabilidad política y crecimiento
económico favorecido por un aumento en las exportaciones. En la política exterior, el bando
de los países aliados presionaba a Uruguay exigiéndole que se definiera a su favor, pero el
presidente Baldomir declaró la neutralidad en 1939.
En diciembre de ese año, un acorazado alemán llamado Graf Spee llegó al puerto de
Montevideo para hacer reparaciones luego de ser atacado en el Río de la Plata por naves
inglesas. El gobierno uruguayo, presionado por las embajadas de Inglaterra y Estados Unidos,
le dio tres días para arreglar las averías y marcharse. Mientras, cruceros ingleses lo esperaban
fuera de aguas uruguayas. Ante esa situación el capitán del Graf Spee decidió bajar a la
tripulación del barco y explotarlo ante la mirada sorprendida de los montevideanos, que
observaban el espectáculo desde la rambla. Esta fue la batalla del Río de la Plata. Las presiones
diplomáticas de las potencias aliadas sobre el gobierno uruguayo obligaron a crear una
comisión parlamentaria que investigara las denuncias sobre nazis uruguayos. En los barrios de
la capital se crearon grupos de defensa pasiva, para denunciar a los sospechosos de
actividades pronazis.
A partir de 1942, con el gobierno de Juan José de Amézaga, Uruguay abandonó la neutralidad y
se volcó a favor del bando aliado. Simbólicamente le declaró la guerra a Alemania y Japón en
febrero de 1945. Ese mismo año adhirió a la ONU.
En 1938 la población uruguaya hacía 5 años que vivía la denominada dictadura de Terra. La
particularidad era que esta dictadura había sido legitimada mediante una constitución y en
elecciones nacionales, con la participación de los sectores más conservadores del Partido
Colorado y del Partido Nacional. En 1938 el presidente electo fue el General Alfredo Baldomir,
cuñado de Gabriel Terra. Sin embargo, el nuevo presidente inició rápidamente contactos con la
oposición política para introducir algunos cambios.
Baldomir entendía que era necesaria una nueva Constitución para destrabar la situación
interna, pero se encontraba bloqueado para tramitarla con un Senado que solo tenía
representantes del terrismo y el herrerismo, que eran los sectores conservadores de los
partidos tradicionales. En febrero de 1942 disolvió las Cámaras y convocó a una Junta para
elaborar una Constitución sin excluidos. Paradójicamente, se volvió a la democracia a través de
un golpe de Estado que por su finalidad y el modo en que fue hecho se lo llamó "el golpe
bueno".
La Constitución de 1942 fue plebiscitada en noviembre de ese año, conjuntamente con la
realización de las elecciones nacionales. Estas dieron el triunfo a Juan José de Amézaga,
candidato de consenso presentado por el baldomirismo y el batllismo. Los blancos votaron
divididos debido a las discrepancias entre herreristas y nacionalistas independientes, y los
partidos minoritarios lograron escasa representación. Pese a esta fragmentación, Amézaga
contó con un amplio respaldo.
Los gobiernos de Baldomir y Amézaga continuaron con el apoyo a la industria. Los recursos
para ello provinieron del agro, cuyas exportaciones crecieron en virtud de la demanda de
carnes y lanas producida por el conflicto mundial. El aumento de las exportaciones arrojó un
saldo favorable en la balanza comercial y se tradujo en un importante incremento de las
reservas de oro en el Banco República. El BROU siguió monopolizando la compra-venta de
divisas mediante un complejo sistema de cambios múltiples, que establecía distintos precios
según listas de productos preferenciales. La política de subsidios y exenciones fiscales a la
industria provocó un importante crecimiento del producto manufacturero. También
aumentaron algunos rubros de la producción agrícola, como el lino y el girasol.
La ley de Consejo de Salarios, promulgada en el año 1943, sentaba a dialogar en una misma
mesa a representantes del gobierno, de los trabajadores y de las patronales. Esta medida
formaba parte de las que buscaban, entre otros objetivos, mejorar las condiciones de salario y
de vida de los trabajadores, a fin de crear el mercado interno que requería la industria por
sustitución de importaciones. Otras leyes laborales que se destacaron fueron la de
Indemnización por Accidentes de Trabajo, en 1941; la de Asignaciones Familiares, en 1943; la
de Indemnización por Despido, en 1944. En 1946, por otra parte, se equipararon los derechos
civiles de las mujeres a los de los hombres.