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La ciencia como calamidad

Un ensayo sobre el analfabetismo científico y


sus efectos,
por Marcelino Cereijido

Introducción

“Vivimos en el seno de una sociedad que depende en forma profunda de la ciencia y la tecnología
y en la que nadie sabe nada acerca de estas materias. Esto constituye una fórmula segura de
desastre.” Carl Sagan

Un organismo sólo puede sobrevivir si es capaz de interpretar eficazmente la realidad


que habita. Si un mosquito no interpretara que esto es una estatua de la Venus de
Milo y no una señorita de verdad, sería demasiado estúpido para ser mosquito y se
extinguiría. Biológicamente hablando carece de importancia que esa interpretación
sea inconsciente, pues desde los inicios de la vida en el planeta hace unos 4.000
millones de años, su evolución, su enorme diversificación en millones de especies
animales y vegetales, su manera de funcionar, han sido fenómenos exclusivamente
inconscientes. La conciencia comenzó a aparecer hace apenas unos 40 a 60 mil años,
es decir, “nada” en escala biológica y, a lo sumo, influyó en la evolución de unas
pocas especies, notablemente la del Homo sapiens.

Tampoco podemos pensar que la conciencia apareció un buen día cuando un homínido
de la Edad de Piedra despertó de su siesta con la buena nueva de que estaba
entendiendo que entendía. Por decenas de miles de años un homínido fue muy
parecido a lo que hoy llamaríamos un autista, con emisiones de sonidos elementales
reducidas a alarmas y avisos inevitables sobre situaciones concretas; nada de
sutilezas intelectuales.

Es probable que la conciencia haya comenzado a surgir junto con la capacidad de


captar duraciones, y percatarse de que hay ciertas situaciones (por ejemplo, está
nublado) que van seguidas de ciertas otras (por ejemplo, llueve) o, al revés, ve llover
y recuerda que fue precedida por un nublado. Se establece así una cadena causal,
que implica cierta flecha temporal de causa (nublado) a efecto (lluvia). Ambas
propiedades otorgan una ventaja decisiva al organismo que las posee, pues la
acumulación y luego el ensamble de cadenas causales le permitirán hacer modelos

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mentales de la realidad que, además, son dinámicos (en función del tiempo): los
organismos no captan solamente cómo es una situación, sino cómo se produjo, cómo
va cambiando, cómo se concatenan causas y efectos para generar un futuro

Si el largo de la flecha temporal (la cantidad de futuro abarcado) ayudaba a hacer


modelos dinámicos de la realidad, por toscos que fueran, y éstos ayudaban a
sobrevivir, se ha desencadenado una competencia por quién tenía un sentido
temporal más largo y quién era capaz de generar mejores modelos mentales de la
realidad que le permitiera evaluar más alternativas. Quizás esto quede más claro
imaginando un ajedrecista principiante que a cada paso se pregunta ¿qué puedo
mover? (su “futuro” es una jugada), jugando contra un gran maestro que puede
adoptar estrategias que contemplan de antemano miles de jugadas posibles. Si las
situaciones eran de bonanza sobrevivían todos, pero en períodos peliagudos aquellos
individuos con modelos mentales más chapuceros, cedían su lugar al competidor más
versátil y creativo, capaz de imaginar mejores alternativas.

Pero esto de ninguna manera implica que el interpretar la realidad conscientemente,


con ser la cualidad más reciente, superara –ni siquiera hoy– a las interpretaciones
inconscientes, pues éstas siguen ahí, a cargo de nuestro funcionamiento vital. Cuando
nuestro organismo interpreta que tenemos demasiada agua, dispone de mecanismos
para hacernos orinar más, si por el contrario capta que tenemos poca hará que se nos
despierte la sed; y así cuidará de nuestra nutrición, presión arterial, temperatura,
contenido de sodio, potasio, la acidez de nuestra sangre, reparación de nuestras
heridas, defensa contra microorganismos, etcétera. Para darnos una idea de la
habilidad y finura de las interpretaciones inconscientes contra las conscientes, basta
recordar que un alacrán en la playa es capaz de captar la vibración del piso que
produce una mosca caminando a un metro; una mariposa macho es capaz de olfatear
a la hembra a varios kilómetros de distancia.

Por último, podemos recordar que Humphrey Davy pasó a la historia porque en 1808
descubrió el calcio, pero un bebé de dos años al que comience a faltarle dicho
elemento, no solamente detectará correctamente la carencia, sino que recurrirá a
comer revoque de las paredes –que contiene calcio– y evitará enfermarse. La ciencia
de hoy en día tiene anotado en el registro de sus glorias cómo hizo Davy para
demostrar que existe en la realidad un elemento llamado calcio, pero todavía no tiene
la más remota idea de cómo hace el bebé.

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Por supuesto, ya en posesión de una conciencia, el ser humano empezó a utilizarla
para interpretar conscientemente la realidad. En un primer momento se habrá
percatado que podía atrapar una piedra
porque esta no se puede mover per se, pero no una rana porque ésta tiene motu
proprio y escapa. Su primera taxonomía habrá sido entonces que hay cosas que
tienen ánima y cosas que no, y llamó a las primeras “animales”. Después de estos
modelos animistas, un impresionante salto intelectual le permitió ordenar mejor sus
modelos mentales e imaginó que todo lo marítimo estaba a cargo de dioses como
Poseidón, el cielo estaba regido por Urano, la agricultura por Ceres. Fue la hora de los
modelos mentales politeístas. La evolución de la mente le permitió luego hacer otro
salto formidable en su capacidad de generar modelos mentales de la realidad: pasó
de los politeísmos a los monoteísmos. A decir verdad, no se trató de un salto, sino de
un lento y penoso proceso evolutivo que tomó generaciones. Si una deidad del
panteón politeísta prefiere una cosa y otra deidad tiene preferencias distintas, no
surge contradicción alguna, pero el dios único del monoteísmo no puede tener
incoherencias. A mí me deleitan los helados de chocolate y, en cambio, a mi amigo le
desagradan; pero una misma persona no puede decir “me encantan los helados de
chocolate; los detesto”. Por eso el paso a los monoteísmos requirió que el ser humano
inventara nada menos que la coherencia de Dios. La coherencia de los monoteísmos
fue un elemento esencial, que posibilitó luego el desarrollo de los modelos científicos,
donde los conocimientos no están simplemente amontonados, sino sistematizados de
modo que no entren en conflicto entre sí, y uno pueda recombinarlos en la mente,
formando cadenas causales y predecir cosas que luego saldrá a buscar si existen
realmente en la realidad, es decir, uno ya no investiga exclusivamente en la realidad-
de-ahí-afuera, sino que empieza a hacerlo en su propia cabeza.

Evolutivamente hablando, que una especie sea seleccionada por alguna cualidad,
implica que adaptará por selección natural todo su organismo para que esa cualidad
se cumpla con la mayor eficacia posible y desarrolle adaptaciones complementarias.
Entre ellas la de ser creyente. Esta capacidad brinda una ventaja descomunal, pues
transforma a todos los Homo sapiens, de todas las generaciones, en un colosal
embudo cognitivo que vierte lo aprendido por cada Homo sapiens individual. Yo, por
ejemplo, no conocí a Amenofis IV, ni a Nerón, ni estuve en la Revolución francesa, ni
en la Primera Guerra Mundial, pero en virtud de mi credulidad, los fui incorporando a
mi patrimonio cognitivo gracias a la crianza y a la educación. Tampoco inventé el
castellano, pero “se lo creí a mis padres”. Me habrán tocado la nariz, me indujeron a

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llamarla “nariz”, y gracias a eso pude luego conversar con mi vecinito de enfrente.

Esto nos permite entender ahora otro proceso realmente apabullante que lleva a cabo
la mente humana. Si conocer iba transformándose en la herramienta fundamental y
en el arma para la lucha por la vida, la ignorancia hacía sentir al Homo sapiens
impotente e inseguro, lo angustiaba. Esa continua selección de seres humanos con
flechas temporales cada vez más largas, que abarcaban futuros más y más remotos,
llevó a generar Homo sapiens que cayeron en la cuenta de que había un futuro en el
que habrían de morir. La muerte constituyó la mayor de las angustias, pues nadie
había regresado de la muerte para explicarles qué les habría de suceder cuando
murieran. Pero aquí salió a relucir la capacidad de ser creyentes, y ahí estaban los
sacerdotes que les aseguraban a los angustiados que el mundo lo gobernaba Dios y
que ellos conocían conductas, ritos, ofrendas y maneras de poner a Dios de nuestra
parte… siempre y cuando uno los cumpliera religiosamente.

La evolución de la manera de hacer modelos de la realidad siguió adelante (en el


Capítulo 1 veremos cómo) y, después de 40 a 50 mil años, comenzó a generar
nuevos modelos mentales para interpretar la realidad, esta vez laicos, es decir, que
prescinden de las deidades. Así fue como se generó una nueva manera de interpretar
la realidad: la ciencia moderna que, como veremos a su tiempo, consiste en
interpretarla sin apelar a milagros, revelaciones, dogmas ni al principio de autoridad,
por el cual algo es verdad o mentira dependiendo de quién lo diga (la Biblia, el papa,
el rey, el padre).

La ciencia moderna es una máquina voraz que se alimenta de ignorancia y la


transforma en conocimiento, proveyendo no solamente un cuerpo convincente de
interpretaciones de objetos y fenómenos presentes, sino también del futuro (predice)
y del pasado (posdice). La ciencia moderna constituye un modelo tan avanzado, que
incluye hasta un mecanismo de autocorrección con el que va automejorándose,
porque donde quiera que encuentre que las suposiciones y predicciones de su modelo
mental discrepan con la realidad, emprende estudios específicos para ver si logra
resolver la incongruencia. Por eso la ciencia no acepta dogmas, es decir, conceptos
fijos, inamovibles, que no puedan ser modificados ni siquiera para mejorar el modelo
interpretativo.
Hoy la ciencia ya no es sólo un atributo ventajoso de nuestra especie, sino que se ha
constituido en un elemento tan indispensable de la supervivencia, como lo era para el

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mosquito interpretar que la Venus de mármol no tiene sangre y la bañista de carne y
hueso sí la tiene. No era así hace dos millones de años dado que, si por alguna razón
los homínidos no hubieran transitado la serie de pasos evolutivos que los condujeron
hasta nosotros, tales como el sorprendente crecimiento del cerebro, lenguaje,
curiosidad, creatividad, perfeccionamiento de herramientas, bien habrían podido de
todos modos adaptarse y sobrevivir con los elementos y características que ya
poseían. De hecho hay antropoides como los chimpancés, surgidos en épocas más
recientes, es decir, son especies más modernas que el Homo sapiens, que no tomaron
por un camino evolutivo comparable al nuestro, y ahí viven de lo más campantes,
salvo que los sigamos extinguiendo nosotros. En cambio, si la ciencia desapareciera
hoy, nosotros, los descendientes de aquellas criaturas primitivas que no habían
necesitado
ciencia moderna, podríamos perecer, porque ahora sí nos es indispensable. En
nuestros días somos demasiado numerosos como para poder sobrevivir en las
naciones modernas sin energía, abrigo, alimentos, medicina y tecnología derivados de
la ciencia. el hombre de la Edad de Piedra apenas vivía de 20 a 25 años, en cambio
nuestras expectativas de vida hoy andan por los 80. De modo que la mayoría de
nosotros somos demasiado viejos como para poder pasarla sin cirugía abdominal,
fármacos, prótesis, antibióticos, marcapasos y toda la organización social que resultó
de la ciencia. Hoy, una urbe como Manhattan contiene más seres humanos que los
que hubo en la Edad de Piedra en toda la Tierra. Si tocáramos el planeta con una
varita mágica que hiciera desaparecer la ciencia y todo lo producido por la ciencia y la
tecnología, en pocos días moriría por lo menos un 80% de la humanidad.

En consecuencia, ahora puedo poner en una cáscara de nuez lo que trata este libro:
afirmo que en nuestros días la distribución desigual de la ciencia moderna entre los
pueblos de la Tierra nos ha colocado al borde de la extinción. Este desastre puede
ocurrir a causa de un aumento creciente del oscurantismo habitual que menoscaba
esa ciencia de la cual ahora dependemos, o porque el competidor pone en juego
estrategias que arruinan el modelo que manejamos nosotros y nos fuerza a
desempeñarnos en situaciones en las que nuestra manera de interpretar resulta poco
menos que inservible.

Cuando se invita a nombrar productos científicos, la mayoría de la gente enlista


artículos que van de poderosas herramientas matemáticas y naves espaciales a
medicamentos maravillosos y armas devastadoras. Pocos parecen darse cuenta de
que, como en la gimnasia, donde una persona “se hace a sí misma”, el producto
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principal de la ciencia no es “algo vendible en el mercado” sino una persona que sabe
y puede. Esto constituye otra de las razones por las que en el mundo actual, donde
entre 85 y 95 por ciento de la humanidad ignora, no puede, pero cree saber y se
comporta enajenadamente, estamos yendo de cabeza a la hecatombe.
Por eso en el último capítulo sugeriré una serie de tareas que deberíamos emprender
para mejorar las cosas y tratar de salir vivos de este trance.

"Nuestros intelectuales son analfabetos


científicos"
Por: Carlos Subosky-ESPECIAL PARA CLARIN 07 ABR 09 | El abismo entre ciencia y humanidades
Hoy, los países que no desarrollan su ciencia y su tecnología se convierten en
"analfabetos científicos", sostiene el fisiólogo argentino Marcelino Cereijido, quien
vive en México desde 1976. De visita en Buenos Aires por el VI Campus
Euroamericano de Cooperación Cultural -un encuentro que organizó la Secretaría
de Cultura de la Nación y se desarrolló en la Universidad Católica- Cereijido se
mostró preocupado por el "analfabetismo científico" que aparece cuando este
saber permanece "invisible a la sociedad".

Cuando habla de analfabetismo científico, ¿se subdesarrollados, que dado un problema van a
refiere a la falta de saber de las personas o al pedirles ayuda a los economistas. La ciencia es
desarrollo en esta área de los países? invisible para el analfabeto científico. Entonces,
la cosa es que en los países centrales tienen
La humanidad está partida en un 10 por ciento montado el aparato cognitivo, desde los jardines
de países que tienen ciencia y un 90 que no la de infantes hasta los grandes institutos
tienen. Entonces hay un analfabetismo de los científicos y eso se mantiene más allá del
que no pudieron desarrollar la ciencia por gobernante de turno. En la Argentina eso no
problemas económicos o sociales. Pero el que sucede.
más me preocupa es el analfabetismo activo,
que es el que causa el que sabe. El Primer Mundo ¿Por qué no sucede?
crea, inventa, decide, impone, presta, castiga,
define quién es terrorista. El resto de la La Argentina en los años 20 del siglo pasado era
humanidad produce, se desplaza, se comunica, entre el cuarto y el octavo país en el mundo en
se cura y se mata, con tecnología, medicina y alfabetización. Pero a partir del 6 de septiembre
armas que inventaron los del Primer Mundo. de 1930 con el golpe de Félix Uriburu, el nazi-
catolicismo castrense empezó a romper el
¿Dónde se nota esta fractura? aparato educativo y lo rompió cada vez que hizo
falta. Pero en nuestro país el conocimiento era
Los países centrales tienen ciencia porque duro de matar y cada vez que le daban una
mantienen universidades, institutos, organismos. oportunidad florecía. Es así que muchos de
Y dado un problema determinado, le confían la nosotros estamos viviendo en el exterior,
solución a la ciencia: a esas universidades. Esta ganándonos la vida con lo que aprendimos en el
es una diferencia fundamental con los países país. La Argentina, que no basa su conocimiento

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y su manera de operar en la ciencia, exporta intelectual argentino y viviera acá trataría de
conocimiento y científicos. promover una cultura compatible con la ciencia.

¿Qué papel ocupan los intelectuales argentinos Pero hay mucha producción de análisis social en
en este analfabetismo científico? la Argentina.

Nuestros líderes intelectuales son analfabetos El intelectual argentino, salvo excepciones,


científicos. Cuando quieren estudiar el país, no cuando habla de cultura habla de historia, de
se olvidan de ningún presidente, de ningún literatura, arte, cine, teatro. Pero lo que
conflicto. Pero analizan sólo aspectos caracteriza a la cultura moderna es preguntarse
económicos y se olvidan de la ciencia. Yo si fuera qué pasa con su ciencia y tecnología.

Extraído de IntraMed y diario Clarín

Dr. Marcelino Cereijido Mattioli

Profesor Emérito del CINVESTAV, México


Departamento de Fisiología, Biofísica y Neurociencias
Grados Académicos:
Bachiller (1950). Colegio Nacional "José de San Martín" Buenos Aires, Argentina
Médico (1958). Universidad de Buenos Aires, Facultad de Ciencias Médicas, Buenos Aires, Argentina.
Doctor (1962). Universidad de Buenos Aires, Facultad de Ciencias Médicas, Buenos Aires, Argentina.
SNI: Nivel III (Investigador Emérito)

Científico. Hizo un posdoctorado en Harvard. Fue discípulo del Premio Nobel argentino Bernardo Houssay. En 1976,
tras el golpe militar, se exilió en México, donde vive actualmente. Trabaja en el departamento de fisiología, biofísica
y neurociencias del Centro de Investigación y Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional.

Otros libros del autor: Capítulo 1: Cómo se forjó y qué es hoy la ciencia . 17
LA IGNORANCIA DEBIDA Capítulo 2: Los modelos interpretativos basados en la
LA NUCA DE HOUSSAY religión
CIENCIA SIN SESO LOCURA DOBLE son, por supuesto, los usados por la casi totalidad
ENVEJECIMIENTO, EL SUS DESAFIOS Y ESPERANZAS de la población humana . . 75
HUGO ARECHIGA-MARCELINO CEREIJIDO Capítulo 3: La ciencia vista por el analfabeto
LA MUERTE Y SUS VENTAJAS científico . . 109
BLANCK-CEREIJIDO , FANNY-MARCELINO CEREIJIDO Capítulo 4: El analfabetismo científico del Primer
EL OTRO, EL EXTRANJERO Mundo . 129
MARCELINO CEREIJIDO Capítulo 5: El analfabetismo científico del Tercer
Mundo . . 153
"LA CIENCIA COMO CALAMIDAD", Editorial Gedisa, 2010 Capítulo 6: La ciencia moderna como calamidad . 183
E-mail: libreria@celtiagedisa.com.ar Capítulo 7: De Jan Amos Comenius a Silvina Gvirtz .
203
Índice del libro: Epílogo . . 225
Introducción . 9 Bibliografía . 229

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