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Comentario Bíblico Mundo Hispano

Juan 16:1-33
(2) La advertencia de persecuciones, 16:1-4. En los versículos finales del capítulo anterior
(15:26, 27) y la segunda parte de este (16:4b-15) es dominante el tema del ministerio del
Espíritu Santo. Insertada entre esos pasajes encontramos una advertencia de las
persecuciones que los discípulos tendrían que soportar. ¿Sería un entre paréntesis
independiente, o tendría una relación con el tema del Espíritu Santo? Depende del
significado de “Os he dicho esto para que…” en 16:1. Recordemos que estamos en medio
del discurso de despedida (caps. 13—17) en que Jesús estaba preparando a sus discípulos
para su salida del mundo.

Lo que llama la atención al comenzar la lectura de este capítulo es esa “fórmula” que Juan
emplea para señalar el comienzo de un tema nuevo, o una división en temas (ver 14:25;
15:11; 16:1, 4, 6, 25, 33): Os he dicho esto…, o literalmente: “Estas cosas he hablado a
vosotros…”. “Estas cosas” se refiere a todo el discurso de despedida, pero especialmente a
lo que dijo referente al odio del mundo hacia él y ellos (ver 15:18, 19). La referencia al
Espíritu Santo en los versículos anteriores tendría el propósito de dar confianza y firmeza a
los discípulos al encontrarse frente a una oposición tenaz de parte del mundo. Por esto,
Plummer asigna el título “El mundo y el Paracleto” a los versículos 1—11.

El verbo en la expresión no os escandalicéis es la transliteración del gr. que significa “hacer


tropezar” o “encerrarse en una trampa”. Se refiere concretamente al gatillo de una trampa
donde se coloca la carnada para tentar al animal. El mundo tiene múltiples maneras de
tender un tropiezo ante los seguidores de Jesús, pero Jesús estaba preparándolos para
reconocer y evitar tales intentos. El odio y la persecución de los líderes religiosos podrían
hacer caer a los discípulos desprevenidos en su trampa. Lindars sugiere que el verbo no os
escandalicéis, en este contexto, significa “para que no os apartéis”; ejemplos de esto
serían la negación de Pedro y la huida de todos cuando Jesús fue prendido.

Jesús les advierte, en el v. 2, de dos medidas que los líderes judíos emplearían para frenar
el avance del cristianismo y aun eliminarlo. La expulsión del ciego sanado de la sinagoga
(ver 9:22, 34; 12:42) sería un anticipo de lo que ellos mismos experimentarían. La
expresión y aun, que connota la idea de graduación a algo más severo, traduce una
conjunción adversativa fuerte que normalmente se traduce “pero”. Algunas versiones lo
traducen “y no solo esto, pero…”. Parece que Jesús está diciendo que si ellos pensaban
que la primera medida sería mucho, en contraste no sería nada en comparación con la
segunda medida. La expresión rinde servicio, u “ofrece servicio”, es traducida por algunos
como “rinde ofrenda a Dios”.

Hay un dicho de que “la sangre de los mártires es la semilla de la iglesia”, indicando que,
en vez de frenar el avance del cristianismo, el martirio ha servido para acelerarlo. La
historia del cristianismo, desde el primer siglo hasta nuestros días, está repleta de relatos
del martirio de seguidores de Jesús, instigado generalmente por personas o instituciones
religiosas que piensan que están sirviendo a Dios. En vez de menguar la incidencia de
martirios por motivos religiosos, parece que se incrementa al pasar los años. La
advertencia que Jesús dio a sus discípulos es tan apropiada para nuestra generación como
si fuera pronunciada esta misma mañana.

El pronombre Esto (v. 3) es de género neutro plural (“Estas cosas”), refiriéndose a todas las
clases de oposición y persecución que el hombre pueda usar en contra de ellos. “Estas
cosas” harían a los seguidores de Jesús por una sencilla razón: no conocen ni al Padre ni a
mí. El verbo conocen, traducido aquí como en el tiempo presente, es realmente un aoristo:
“no conocieron” o “no reconocieron”. Se implica que tuvieron la oportunidad y no la
aprovecharon (ver 1:10, 11; 3:19; 15:21-15); más aún, con toda determinación resistieron
lo que tendrían que haber sabido que era obra de Dios. Esta nota trágica se repite en este
Evangelio y en nuestros días.

La conjunción Sin embargo, que se usa en el v. 4, traduce un término adversativo fuerte


(ver v. 2b). Esas cosas vendrían para ellos, y ciertamente ya han venido. La expresión os he
dicho estas cosas repite textualmente la primera parte del v. 1 donde Jesús quería evitar
para ellos el escándalo de la cruz. En cambio, aquí el propósito es positivo: para que… os
acordéis… de las advertencias. La profecía de estas cosas cumplida sería otra señal de la
divinidad de Jesús y otro motivo para mantenerse firmes ante la oposición. Jesús no
especifica cuándo vendría su hora, es decir, de las persecuciones. Vino mucho antes que
los discípulos pensaban; su venida no sería por un período breve, sino para todos los siglos
hasta el fin del mundo.

(3) El ministerio del Espíritu Santo, 16:4b-15. Ante la perspectiva de la persecución que les
esperaba, Jesús ahora les anima con el recurso principal que Dios provee, la presencia del
Espíritu Santo. Morris comenta que, habiendo presentado al Espíritu Santo como un
ayudante y abogado (ver 14:16 s., 26; 15:26 s.), ahora lo presenta como el Acusador
Oficial, convenciendo a los pecadores de su mal.

La expresión al principio (ver 15:27) se refiere al comienzo del ministerio público de Jesús,
cuando recién había llamado a los discípulos. La razón de su demora en compartir estas
verdades con ellos en el principio, y aún durante los tres años de su ministerio, es que él
estaba con ellos. Su presencia física con ellos serviría para afirmarlos en los momentos de
crisis. Pero ante la perspectiva de su inminente “partida”, era necesario prepararlos sin
más demora. Otra razón, no mencionada aquí, por la demora de advertirles de estas cosas
es que antes no estaban preparados. Jesús les compartía las verdades del reino a medida
que ellos mostraban comprensión y madurez para comprender y aceptarlas (ver 15:15).

En contraste con la mención de “yo estaba con vosotros” (v. 4b), Jesús anuncia su partida
inminente pero en términos ambiguos. Realizó todo su ministerio en la conciencia de que
era “el enviado” del Padre. La afirmación de Jesús de que ninguno de vosotros me
pregunta: “¿A dónde vas?“, parece una clara contradicción de lo que Juan menciona antes
en este mismo discurso de despedida (ver 13:36; 14:5). Barrett sugiere que se soluciona la
aparente contradicción si damos el valor debido al tiempo del verbo pregunta; está en el
tiempo presente y lleva el significado de: “ninguno de vosotros me está preguntando
ahora…”. Plummer y Morris piensan que la solución se encuentra en tomar nota del
contexto distinto aquí en contraste con el de la ocasión anterior. Allí estaban considerando
solo su propia pérdida en vez de la ganancia para él; aquí habrían dejado atrás esa
perspectiva egoísta y tendrían interés sincero en el destino de su Maestro.

Jesús notó la tristeza en el rostro de sus discípulos por la mención de su inminente partida.
Al saber que volvía a su gloria eterna con el Padre, tendrían que haberse gozado.
Evidentemente, todavía estaban esperando que Jesús evitara la muerte y estableciera el
reino a Israel, según la expectativa mesiánica popular. Nótese que Jesús emplea corazón
en singular cuando se refiere al de todos ellos (ver 14:1), pero la referencia es al centro de
sus emociones, no al órgano físico. El tiempo perfecto del verbo se ha llenado, si se toma
en su significado normal, indicaría una acción del pasado cuyos efectos continúan. Jesús
prometió que su tristeza se convertiría en gozo (v. 20), pero eso sucedería luego de verlo
resucitado.

El v. 7 comienza con la conjunción adversativa fuerte Pero, estableciendo un contraste


marcado con la tristeza que se notaba en sus rostros. El pronombre yo es doblemente
enfático, en contraste con la emoción de tristeza que ellos sentían en ese momento. Su
sentimiento de tristeza no estaba basado en la verdad; Jesús estaba por compartirles la
verdad (ver 8:45 s.; 14:6) que cambiaría esas emociones. El verbo conviene traduce un
término griego compuesto que significa literalmente “conllevar”, o “traer juntos”,
implicando algo bueno o provechoso. Morris observa que el verbo conviene es el mismo
que utilizó Caifás (11:50) cuando dijo: “…os conviene que un solo hombre muera por el
pueblo”. Pero como frecuentemente sucede, Dios invierte los propósitos de los hombres
para que sean lo opuesto a lo que ellos pensaban.

Los discípulos pensaban que su salida sería la más grande tragedia para ellos y el reino de
Dios. Las palabras de Jesús les parecían incomprensibles, sino una burla, hasta que él
explicó en qué sentido sería para su ventaja. Nótese el énfasis en la necesidad de su
partida para la venida del Espíritu Santo; lo expresa en forma negativa y luego en la
positiva. Morris cita a Gore, quien dijo: “La venida del Espíritu Santo no fue meramente
para suplir la ausencia del Hijo, sino para completar su presencia”. La conveniencia de su
salida se expresa en dos maneras. Primera, es mejor para ellos el no tener que depender
de la presencia visible y tangible de su Señor, de aprender a caminar por fe y no por vista.
Segunda, y más importante, es que él no vendría hasta la partida de Jesús, eso es, la obra
redentora completada en la cruz y resurrección. Antes Jesús había explicado que el Espíritu
Santo no había venido porque él no había sido glorificado (ver 7:39), refiriéndose a la
crucifixión. En resumen, la obra principal del Espíritu Santo se basaría en la obra redentora
completada por Jesús. Por eso, su venida en plenitud esperaba la realización completa y
final de la obra redentora y por eso les convenía a los discípulos que Jesús se fuera.
El pronombre él (v. 8) se presenta en género masculino, porque se refiere al Paracleto (ver
vv. 13, 14). Cuando se refiere al Espíritu Santo se usa el género neutro, porque en el griego
el término “Espíritu” es de ese género. Esta es la única referencia a la obra del Espíritu
Santo en relación con el mundo; las demás tienen que ver con su ministerio en y por
medio de los creyentes. Ya se ha aclarado cuándo vendría el Espíritu; ahora describe su
triple función, o su función en tres áreas. Antes el Espíritu se presentó como el Consolador,
Ayudante y Abogado. El término convencerá describe la función del abogado acusador
quien examina al acusado para descubrir y exhibir (traer a luz) las evidencias de
culpabilidad con el fin de convencerle a él y al juez de su crimen. Algunas versiones
traducen el verbo como “reprobar” o “exponer”. Los hombres viven en la ignorancia o
negación de su condición espiritual verdadera. Westcott comentó que el mundo
consideraba a Jesús como pecador (ver 9:24), pero a sí mismo como justo ante Dios (Lucas
18:9). El Espíritu tiene la misión de invertir ese concepto.

El término pecado (v. 9) traduce el vocablo griego que significa “errar el blanco”. Dios había
enviado a su Hijo como su representante personal para revelar la naturaleza de Dios y su
propósito para el mundo. En el hecho de rechazar ese testimonio, de no creer en Jesús,
consiste la misma esencia del pecado, de “errar el blanco” establecido por Dios. La
crucifixión revelaría más que cualquier otra cosa la actitud rebelde del hombre hacia Dios,
manifestada por cierto durante la vida terrenal de Jesús, pero llegando a su culminación en
la demanda de su muerte.

El texto admite hasta tres interpretaciones, de acuerdo con el significado de la conjunción


traducida porque, pero la RVA ha escogido la que es más natural y lógica. La obra del
Espíritu con el incrédulo comienza en este punto, de convencerle de su rebelión en contra
de Dios. Antes tenía que ver con el no creer en Dios, pero ahora es el no creer en su Hijo.
Por cierto, hay otros pecados graves, pero en el fondo el que condena al incrédulo es el no
creer en el enviado del Padre. Aparte de este ministerio del Espíritu, el incrédulo nunca
vería con claridad la gravedad de su condición espiritual ante Dios, ni sentiría la pesada
convicción de esa actitud.

En segundo lugar, el Espíritu convencerá al mundo incrédulo en cuanto a justicia. El


término justicia, que goza de una gran variedad de matices y numerosas referencias en las
Escrituras, se encuentra sólo aquí en este contexto en este Evangelio. En Juan se refiere a
la justicia de Dios provista por Cristo en la cruz (ver Rom_1:17; 2Co_5:21; Phi_3:9). La
expresión me voy al Padre no se refiere sólo al hecho de ir al Padre, sino a la manera en
que iría al Padre. Ese ir al Padre lo llevaría por el camino de la obediencia hasta la muerte,
una muerte en que pagó el precio por el pecado de toda la humanidad, haciendo posible
la justicia de Dios para todo aquél que cree en él. Esta es la justicia de Dios como opuesta a
la que el hombre pudiera lograr por obedecer ciertas reglas (ver Mat_5:20). La expresión
no me veréis más puede referirse al entierro de su cuerpo, o a la ascensión.

En resumen, el pecado consiste en no creer y no obedecer al Hijo de Dios; por otro lado, la
justicia se logra por el creer en Jesús que resulta en la obediencia de sus mandatos.
El Espíritu Santo “convencerá al mundo” también en cuanto a juicio. El término juicio
también tiene varios matices en este Evangelio. Lindars lo analiza así: se refiere al criterio
(Mat_3:19), al acto de juzgar (Mat_5:24), a dar la sentencia (Mat_5:27), a la condenación
(Mat_5:29), o a un acto judicial (Mat_12:31). El último ejemplo se aplica aquí. El mundo
tiene sus propias normas o criterios falsos de lo que es el pecado, la justicia y el juicio. El
Espíritu tiene la enorme tarea, humanamente imposible, de convencer al mundo del error
de su pensar y actuar. Seguramente los líderes judíos, y detrás de ellos el príncipe de este
mundo (ver 12:31; 14:30), celebraron su “victoria” cuando Jesús fue crucificado. Sin
embargo, lo que parecía victoria para ellos fue en realidad su derrota en que fueron
juzgados y condenados. Jesús veía ese resultado como un hecho ya realizado al decir que
el príncipe de este mundo ha sido juzgado. El verbo ha sido juzgado está en el tiempo
perfecto, indicando una acción realizada en el pasado, cuyos resultados continúan. Satanás
sigue su programa de engaño y conquista de los desprevenidos, pero lo hace sabiendo que
su condenación fue establecida en la cruz y en la resurrección de Jesús. Morris observa
que estos tres aspectos de la obra del Espíritu Santo se interpretan a la luz de la persona y
obra de Cristo.

De la enseñanza sobre el rol del Espíritu Santo con el mundo, Jesús se vuelve al rol del
Espíritu con los discípulos (vv. 12-15). El maestro sabio conoce el nivel intelectual de sus
alumnos, su capacidad para discernir el significado de sus enseñanzas y el momento
apropiado para compartírselas. Siempre tiene más que compartir con los alumnos que lo
que ellos están en condiciones de recibir. Así fue con Jesús en ese momento. El verbo
sobrellevar parece fuera de lugar aquí, considerando su significado. Normalmente se
refiere a una carga física, como levantar o sobrellevar un gran peso (10:31; 19:17);
soportar una molestia (Gál. 6:2); o llevar en alto el nombre de Cristo (Hech. 9:15). Aquí
tiene que ver con entender, aceptar y obedecer sus enseñanzas.

La RVA traduce la conjunción Y (de δε G1161) en sentido continuativo cuando nos parece
que el contexto indica el sentido adversativo (ver la RVR-1960). Ellos no podían sobrellevar
sus enseñanzas “ahora”, “pero cuando venga el Espíritu de verdad...“. Es decir, vendría el
tiempo cuando sí, ellos podrían aceptar las enseñanzas del Espíritu de verdad. Nótese la
descripción del Espíritu, como de verdad (ver 14:17), o literalmente “de la verdad”. Jesús
afirma ser “la verdad” (14:6), Dios es “la verdad” (ver Deut. 32:4), sus palabras son verdad
(ver 17:17) y Dios ama la verdad (Job 51:6). El término “verdad” y sus derivados se
emplean 48 veces en este Evangelio. Bultmann define el término como la “realidad de
Dios”, la que es la “única realidad verdadera”. Morris agrega que, en el cuarto Evangelio,
“la verdad” se refiere concretamente a la muerte y resurrección de Jesús.

La obra del Espíritu en relación con los discípulos es la de guiarlos a toda la verdad. El
verbo guiará traduce el vocablo gr. compuesto que significa “conducir por un camino”. El
término indica un progreso gradual. Lo que Jesús no pudo compartirles, por la inhabilidad
de ellos de sobrellevarlo en ese entonces, ahora el Espíritu lo hará, y con creces. Adaptaría
la enseñanza al nivel de madurez espiritual de cada creyente, compartiendo toda la
verdad posible en cada etapa de su desarrollo. Lindars entiende que la expresión apunta a
una comprensión cabal de la verdad. El Espíritu es el guía perfecto para esta tarea, por ser
el Espíritu de verdad. Jesús explica por qué y cómo el Espíritu les conduciría a toda la
verdad. La conjunción traducida pues (mejor “porque”; ver RVR-1960) introduce la razón o
la explicación de lo antedicho. La explicación incluye dos cosas: su modo de operación y la
esencia de la verdad que enseñará. Como Jesús no enseñaba por su propia autoridad (ver
8:26-28, 38, 40, 42; 12:49; 14:10), sino sólo lo que oía del Padre, tampoco el Espíritu
hablará por sí solo. Por esta afirmación, se asegura que su inspiración sería infalible en la
medida que se capta sin distorsiones humanas. La verdad a la que guiará incluye una
aclaración del significado de la vida, enseñanzas y muerte de Jesús, pero aquí
concretamente se refiere al futuro, a las cosas que han de venir. Bernard opina que se
refiere al don de profecía que el Espíritu daría (ver Hech. 21:10 s.; 1Cor. 12:10), pero este
concepto es demasiado limitado. Plummer está más acertado al decir que se refiere a la
constitución de la iglesia y a todas las verdades que la experiencia cristiana enseñaría.

El pronombre él (v. 14), en una posición enfática, se traduce mejor como “Aquél”, y es de
género masculino, refiriéndose al Paracleto. El segundo pronombre, me, también es
enfático. La misión del Hijo era la de revelar y glorificar al Padre por palabras y obras (ver
1:18; 17:4); en igual manera la misión del Espíritu es la de revelar y glorificar al Hijo por
palabras y obras. Como Jesús es el intermediario entre el Padre y los hombres (1Tim. 2:5),
el Espíritu es el intermediario entre el Cristo glorificado y los hombres. Bultmann comenta
que la misión del Paracleto no es tanto el traer cosas nuevas, como lo es el traer el poder
de las palabras de Jesús.

El mejor texto griego escribe el verbo recibirá (v. 15) en el tiempo presente (“recibe”) en
vez de futuro. Algunos traducen el verbo como “toma” en vez de “recibe”, por considerar
que aquel describe una participación activa del Espíritu, mientras este es más pasiva. Este
versículo recalca una vez más la completa unidad entre el Hijo y el Padre, y por lo tanto la
divinidad de aquél. No hay división en la Trinidad (ver 17:10). Lindars entiende que
además enfatiza la completa identidad entre la misión de Jesús y la de los discípulos bajo
la dirección del Espíritu. El Hijo tiene libre acceso al depósito de todos los recursos y
realidades espirituales del Padre; el Espíritu, por medio de Jesús, también tiene acceso a
ese enorme depósito y toma de él para la necesidad particular de cada creyente.

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