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La Rinconada: tierra de nadie, oro que no brilla

miércoles, 10 de septiembre de 2008


Christian Reynoso
Asociación SER

El reciente asesinato de tres personas y posterior incendio de un prostíbulo en la mina


La Rinconada (1) -provincia de San Antonio de Putina, norte de Puno- que arrasó con
más de cincuenta viviendas y dejó a por los menos quinientos damnificados; pone en
evidencia, una vez más, que en este centro poblado reina el descontrol, la delincuencia y
la inseguridad, más allá del problema latente de la explotación informal del oro.

En La Rinconada no existe un solo policía. Tiene sus “propias autoridades” que


provienen de la elite minera informal integrada por antiguos comuneros convertidos a
mineros, quienes ostentan mayor control y decisión que las autoridades mismas como el
alcalde y teniente gobernador. Parecería también que las aproximadamente 35 mil
personas que viven en la mina, muchas en condiciones paupérrimas soportando el
problema de la escasez de agua, no desean que haya presencia policial. Sin embargo, el
reciente homicidio en manos de un delincuente los ha puesto en sobre aviso para querer
mantener el orden.

Que haya o no presencia policial en La Rinconada es un tema ya discutido que siempre


ha respondido a factores de presupuesto, voluntad política y acaso, temor del mismo
cuerpo policial. Un puesto de policía o comisaría, diez o veinte efectivos y un
patrullero, como se ha pretendido y pretende instalar en la mina, no ayudará a resolver
el problema. Pero, claro está, por algo hay que empezar. Es también legítimo que los
policías exijan seguridad y condiciones mínimas para realizar su labor.

En ese sentido, la policía debe saber que tiene un difícil trabajo que realizar en La
Rinconada. Debe poner orden pero no generar confrontación. ¿Pero, poner orden en
medio de la informalidad, no representa, acaso, un gran reto que probablemente tenga
un alto costo social?, porque, claro está, la policía no sólo debe ir a La Rinconada a
instaurar la seguridad y el orden público, sino a erradicar la informalidad, que es en
realidad la raíz del problema. Ello, a la larga, puede convertirse en una provocación y/o
amenaza para los pobladores de la mina. Entonces, ¿enviar contingentes de policías a La
Rinconada será la estrategia más acertada para solucionar el problema?

La problemática de La Rinconada responde a la ausencia de políticas que se centren en


superar la informalidad de la actividad minera. No es que en esta zona no haya
presencia del Estado como lo ha dicho el consejero regional de la provincia. Sí la hay.
Existe una oficina que acoge al teniente gobernador. Empero, la presencia del Estado no
tiene ninguna injerencia ni decisión política en la vida diaria de la mina, mucho menos
para la solución de conflictos. El mismo alcalde provincial ha afirmado que no se mete a
los problemas de La Rinconada porque lo sacan del cargo. ¿Quién tiene la
responsabilidad, entonces?
El gran movimiento económico que se genera en La Rinconada a causa de la
explotación del llamado oro aluvional parecería que no refleja solvencia ni progreso en
sus habitantes. Es probable que La Rinconada siempre sea un lugar de paso para el
provecho circunstancial de hombres y mujeres en busca de oro. Lo tomarán y se irán.
Por ello, será una tierra de nadie, donde el oro cada vez brille menos y sólo llene los
bolsillos de unos cuantos a costa de violencia e inseguridad generalizada.

Notas

(1) El hecho ocurrió el día lunes 8 de setiembre a la una de la madrugada, al interior de la casa
de citas “Las Vegas”.

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