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Especialización en Educación y Derechos Humanos

SEMINARIO DE CUIDADO Y PREVENCIÓN DE


ADICCIONES EN EL ÁMBITO EDUCATIVO

Clase 1: Conceptualización de los consumos


problemáticos desde una perspectiva integral,
relacional y de derechos

Estimadas y estimados colegas: ¡bienvenidos a esta primera clase!

Hoy comenzamos a transitar el seminario: “Cuidado y Prevención de Adicciones


en el Ámbito Educativo”, en el marco de la Especialización en Educación y
Derechos Humanos.

Se trata de una cursada de cuatro clases, en las que buscaremos reflexionar


acerca del consumo de sustancias como problemática social, desde
un enfoque integral y desde una perspectiva de derechos. En este sentido, los
contenidos que vamos a desarrollar pueden agruparse en dos grandes preguntas:

1. ¿Cómo entendemos la cuestión de las adicciones y los consumos


problemáticos de sustancias?
2. ¿Cómo desarrollar acciones de educación y prevención de las
adicciones en la escuela?

En este recorrido, les brindaremos algunos aportes conceptuales y metodológicos


que les permitan pensar las situaciones concretas que se les presentan en sus
ámbitos de trabajo, en las diferentes instituciones educativas en las que se
desempeñan. Nuestra intención es que podamos construir colectivamente algunas
estrategias de prevención para cuidar y proteger a nuestros niños, niñas y
adolescentes y jóvenes.

Sabemos que no hay recetas que permitan operar sobre una realidad dinámica,
cambiante y compleja. Cada comunidad, cada escuela, cada situación presenta sus
particularidades y anhelamos que la posibilidad de intercambio que ofrece la
modalidad de cursada virtual a través de los foros, nos permita recuperar las
experiencias de cada uno de ustedes como insumo primordial desde donde cimentar
nuevos caminos que conduzcan a la posibilidad de diseñar proyectos
institucionales de cuidado.

En esta primera clase vamos a revisar nuestras ideas acerca de “las drogas”, “el
consumo de sustancias” y/o “las adicciones”, para arribar a una definición del
problema que nos ayude a orientar nuestras acciones de prevención en la escuela.

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Para esto, les proponemos que intenten colocar entre signos de interrogación todas
las creencias, concepciones y certezas que tienen, o que escuchan cotidianamente,
acerca del consumo de sustancias. Vamos a analizar esas miradas desde las que
veníamos pensando esta temática para intentar construir nuevas, más complejas,
relacionales e integrales que nos acerquen a prácticas preventivas que tengan como
premisa central el acompañamiento y cuidado del otro.

Nosotros vamos a plantear aquí la necesidad de analizar al consumo problemático


de sustancias no como un problema aislado, autónomo, singular explicado a partir
de causas individuales como expresión de inadaptación, carencia o desajuste de los
sujetos, sino asociado a situaciones problemáticas complejas que surgen como
manifestaciones de la cuestión social, es decir que expresan contradicciones y
conflictos del sistema social y, en tal sentido, deben ser analizadas desde una
perspectiva de totalidad.

Los contenidos de esta clase son:

 Una perspectiva histórica sobre las drogas.


 Representaciones sociales, estereotipos, prejuicios y prácticas.
 Hacia una mirada compleja acerca de las drogas: sustancia, sujeto y
contexto.
 Niveles de consumo
 ¿Qué son los consumos problemáticos?
 Algunas ideas básicas para la intervención desde un modelo
multidimensional.

Introducción

Una perspectiva histórica sobre las drogas

El uso de drogas es una práctica, que durante siglos estuvo integrada socialmente.
Graciela Touzé (2010), licenciada en Trabajo Social y especialista en Ciencias
Sociales y Salud, explica que el consumo de sustancias psicoactivas con diferentes
objetivos se remonta a épocas muy antiguas. Ya desde la prehistoria se utilizaban
plantas con fines rituales, mágicos o como remedio.

Los investigadores han encontrado que el uso de estimulantes, basados en drogas


como cafeína y cocaína, es igualmente muy antiguo. El arbusto de la coca es
originario de las regiones andinas sudamericanas, y, desde el siglo III A.C. hay
esculturas de rostros con las mejillas hinchadas por la masticación de sus hojas.
También son de origen americano el guaraná y el mate (que contienen cafeína), y el
cacao (que contiene teobromina). El té –que contiene cafeína y teína- se usa en
China desde hace cuatro o cinco milenios. De África son originarios la nuez de cola y
el kat. Del mismo modo, son numerosísimas desde la antigüedad, las referencias a
bebidas alcohólicas, obtenidas de una infinidad de plantas (Touzé, 2010).

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También cambió la representación del


cuerpo, la apropiación del sujeto de su
propio cuerpo. En este movimiento, el
uso de drogas fue perdiendo su sentido
anterior y devino en una práctica privada
que refería a la predilección por un
producto (Touzé, 2010). Hacia finales del
siglo XIX, el uso de las sustancias
psicoactivas empezó a ser percibido
como anormal. En ese momento el
consumo de estas sustancias comenzó a
ser significado como una conducta
desviada. Es decir, es relativamente
nueva esta transformación del sentido de
la utilización de las drogas y las
categorizaciones que podemos escuchar
hoy, sobre los sujetos que las
consumen. Estos usos, tan antiguos
como el hombre mismo, han ido sufriendo múltiples adaptaciones, según las épocas
y los lugares, los contextos étnicos, religiosos o políticos. En las sociedades
ancestrales, el consumo de drogas estaba equilibrado por pautas culturalmente
establecidas y sus efectos eran funcionales e incluso beneficiosos para los individuos
y la organización social (Touzé, 2010). Así es que, por ejemplo, los psicotropos
tenían la función de “facilitadores del vínculo social” y de “vehículo hacia lo sagrado”
y, por lo tanto, su consumo no suponía un problema (Ralet, 2000). Varios siglos
después, en el tránsito a la modernidad, la tradición y lo divino dejaron de ser los
valores dominantes que daban sentido a la existencia; se produjeron rupturas en las
formas de regulación colectiva que pusieron en cuestión la estabilidad de los lazos
sociales y permitieron el desarrollo y la valoración de la subjetividad individual.
Apareció la burguesía como clase; el comercio se institucionalizó bajo las leyes del
mercado que fue desplazando el poderío de los estados. Junto con la emergencia de
la subjetividad, diversas prácticas se privatizaron. Surgió el yo de la modernidad,
vinculado al derecho de la persona y a los vínculos contractuales. Se constituyó la
familia moderna como familia nuclear; los ámbitos de lo doméstico y lo privado se
delimitaron con mayor fuerza.

Este breve recorrido histórico nos permite dar cuenta de que el consumo de
sustancias o “el problema de las drogas” es un fenómeno social e histórico, que se
ha manifestado de modos diferentes en cada época según la cultura, las
significaciones subjetivas y las sustancias. Sin embargo, muchas veces se concibe
como un problema atemporal y ahistórico y se llevan a cabo intervenciones como si
se tratara de “recetas universales”.

Por eso, para un análisis crítico sobre el tema, creemos necesario revisar las
representaciones, imágenes, estereotipos y prejuicios que circulan en nuestra
sociedad en relación con las drogas y los consumidores, trazando sus vinculaciones
con las prácticas que suelen llevarse a cabo para prevenir y/o intervenir sobre el
problema.

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Representaciones sociales, estereotipos, prejuicios y prácticas

Nos proponemos tomar el concepto de las representaciones sociales, que proviene


de la psicología social y que se presenta como una zona intermedia en la que se
entrecruzan procesos psicológicos y sociales. Cuando nos planteamos describir e
interrogar las llamadas representaciones sociales acerca de las drogas nos estamos
preguntando, entre otras cuestiones: ¿Qué saberes, creencias, valores y actitudes
en torno a ellas compartimos en nuestros grupos sociales?, ¿cómo las definimos?
¿Con qué imágenes las asociamos? ¿Qué prácticas llevamos a cabo?

Las representaciones sociales son saberes compartidos por los grupos sociales
acerca de un objeto de nuestra realidad. Las construimos y reconstruimos en
nuestras prácticas sociales para, de este modo, comprender y manejarnos en
nuestra realidad cotidiana (Moscovici y Hewstone, 1985). Son creencias que
orientan nuestros comportamientos, por eso algunos autores las caracterizan como
saberes prácticos (Jodelet, 1985). Allí radica su interés y su importancia para el
estudio cuando queremos abordar temáticas de promoción y prevención de la
salud. Conocer las representaciones acerca de las drogas permite comprender cómo
nos comportamos frente a este problema. Al mismo tiempo, el análisis de nuestras
prácticas nos brinda elementos de esas representaciones.

En síntesis, la identificación de las representaciones sociales nos


acerca al conocimiento de nuestro sentido común acerca de las
drogas. Sentido común que no necesariamente coincide en todos
sus elementos con datos de la realidad, ni con las definiciones
científicas sobre las sustancias y adicciones. Por el contrario,
muchas veces, las ideas e imágenes que componen las
representaciones son invenciones sociales que, como tales,
pueden modificar e incluso, contradecir los hechos de la
realidad. Más aún, las representaciones están compuestas por
ideas condensadas y simplificadas del fenómeno u objeto social
al que refieren. No obstante, las personas nos movemos en
nuestra vida cotidiana como si ese sentido común fuera “la
realidad”. Es un conocimiento con un alto grado de
naturalización, lo concebimos con una certeza tal, que es difícil
de cuestionar y/o modificar.

Desde esta perspectiva, las representaciones sociales son concebidas como


fenómenos complejos, siempre activos y determinantes en la vida social. Para la
gran mayoría de la población -incluidos los propios usuarios de drogas- el “problema

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droga” se define a partir de una serie de preconceptos y estereotipos. Siguiendo el


análisis del criminólogo español Carlos González Zorrilla (1987), describiremos los
más representativos:

La droga como dañina

Para la representación social, la droga siempre es un producto “mortalmente


dañino”, lo que justificaría la prohibición de su uso. Por ello, considera drogas a
algunas sustancias (cocaína, cannabis, opiáceos) y no reconoce como tales a las
sustancias permitidas (alcohol, tabaco, psicofármacos) o, en todo caso, estima que
su nocividad es mucho menor.

Esta distinción se opone al concepto de phármakon. En la Grecia clásica,


el phármakon refería al remedio y al veneno, no una cosa u otra, sino ambas a la
vez. Actualmente parecemos haber olvidado que cualquier droga puede ser nociva o
benéfica, dependiendo de la dosis, la ocasión para la que se emplea, la pureza, las
condiciones de acceso a ese producto y las pautas culturales de uso, entre otras
circunstancias.

El fetichismo de la sustancia

La droga se tiende a pensar como un sujeto, es decir un objeto al que se le


atribuyen características de un sujeto. Se la identifica con un ente mágico, se le
asignan poderes y capacidades contaminantes, se la explica como algo externo a la
sociedad que amenaza a la población “sana”. El “problema de las drogas” aparece
asociado así al temor y la inquietud, a un peligro omnipresente que atenta contra el
conjunto.

Los argentinos Bialakowsky y Cattani lo explican así: “La droga no es un objeto de


comunicación plana, sin relieve, está animada por la cultura. Desde esta perspectiva
los objetos no son solo cosas, resultan producto de la complejidad humana, de
representaciones simbólicas y relaciones sociales. Los objetos –como la droga– se
encuentran revestidos de totetismos y fetiche” (Bialakowsky y Cattani, 2001:11).

La droga como oposición a la sociedad

Otro contenido presente en las representaciones sociales de la “droga” la identifica


como expresión de una actitud individual o colectiva de oposición a la sociedad, de
no aceptación de las normas sociales; a su vez se asocia a los jóvenes con esta
postura.

En una sociedad en la que la lógica del consumo se impone como condición de


inclusión social, en la que el mercado se propone como espacio de integración
social, resulta al menos llamativo que a un determinado consumo se lo considere
contestatario o peligroso. La persistencia de este estereotipo parece más vinculada
a una necesidad de fijar un rol social para la juventud, en un momento en que los
enormes problemas de inserción en el mundo adulto (en especial en el aparato
productivo) han ampliado este período de edad y, además, han intensificado la
demanda de nuevos mecanismos de tutela y control.

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La imagen del usuario de drogas

En el caso de las sustancias ilegales no se admiten diferencias en los patrones de


consumo. Esto es, al consumidor –cualquiera sea la dosis, frecuencia y
circunstancias del uso– se lo asocia con un patrón único de uso de drogas y con
escasos vínculos sociales e institucionales. Se lo considera un “adicto”, lo que deriva
en identificarlo necesariamente como alguien peligroso “para sí” o “para otros”,
violento, con una personalidad autodestructiva y una actitud despreocupada
respecto de su salud (Touzé, 2010).

Hacia una mirada compleja acerca de las drogas: sustancia,


sujeto y contexto
A continuación les compartimos tres cuadros para ejemplificar a qué nos referimos
cuando señalamos que las representaciones sociales sobre la droga guían nuestras
prácticas. Allí se resumen algunas de las conceptualizaciones descriptas más arriba
pero en relación al ámbito educativo en particular, trazando las vinculaciones con
los modos de abordaje que solemos encontrar.

El foco en la sustancia:

Cuando se
La comunidad educativa
escucha

Previene:
“La droga es un
flagelo.”
Transmitiendo información a los jóvenes que
advierta sobre todos los riesgos y daños que
“La droga entró en
produce cada sustancia en el cuerpo.
la escuela.”

Convocando a especialistas en la temática a dar


“Hay que pelear
charlas y talleres a los estudiantes.
contra la droga.”

Repartiendo folletos y empapelando la escuela


“La droga te
mata.” con información e imágenes que “asusten” para
que los estudiantes no quieran consumir.
“El que empieza

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con una droga Interviene:


termina siempre
consumiendo Buscando si hay alguna droga que circule dentro
drogas más de la escuela.
fuertes.”
Revisando las mochilas de quienes se sospecha
que consumen.

Llamando a la policía para que intervenga ante la


sospecha de que haya alguna sustancia.

Tomando medidas sancionadoras que resulten


ejemplificadoras para el resto de los estudiantes.

El foco en el sujeto:

Cuando se
La comunidad educativa
escucha

“Es un pibe Previene:


chorro.”
Proponiendo estrategias donde se delate
“Es un drogón.” anónimamente a quienes consumen.

“Vive dado vuelta.” Convocando a abogados para que transmitan los


problemas que pueden afrontar los estudiantes
“Cuidate que te con las drogas ilegales
puede hacer algo.”
Realizando talleres donde se trabaje la
“Hay setenta autoestima y las habilidades sociales.
adictos en mi
escuela.” Invitando a psicólogos para que den herramientas
para “decir que no” ante el ofrecimiento de
“Si no sale es sustancias.
porque no quiere.”
Interviene:
“Hay que
enseñarles a decir Expulsando de la escuela a todo el que consume
que no.” sustancias.

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“Consume porque Derivando a tratamientos médicos y terapéuticos


quiere.” a todo el que se sospecha que consume
sustancias.
“Consume para
olvidarse de sus Proponiendo a las familias la internación, ante
problemas.” cualquier consumo que pueda aparecer.

“Pobre, está Convocando a la policía ante situaciones de


enfermo.” conflicto con sustancias en la escuela.

El foco en el contexto:

Cuando se
La comunidad educativa
escucha

“Y también... con Previene:


la educación que
tuvo.” Haciendo charlas para padres donde se
establezcan mecanismos de persecución y
“El problema es la control.
familia.”
Interrogando individualmente a los estudiantes
“Todo empieza por que se presume que consumen, para que puedan
casa.” contar sus problemas.

“Hay que poner Realizando charlas a cargo de expertos.


límites desde
chicos.” Pidiendo a la policía que tenga presencia en los
alrededores de la escuela.
“El Estado no hace
nada.” Interviene:

“Es la única forma Citando a los padres de quienes se sospecha que


de sobrevivir en el consumen.
barrio que vive.”
Separando en el aula a los grupos donde hay
“Ya no hay valores, algún estudiante que consume.
antes esto no
pasaba.” Expulsando a los estudiantes que transgreden las
normas, por venir de barrios vulnerables y estar
“El problema es la en contacto con delincuencia y consumos.

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mala junta.”

“Es la manzana
podrida del grupo.”

Cuadros extraídos del documento de la SEDRONAR (2016): Orientaciones para el abordaje de los
¨Lineamientos curriculares para la prevención de las adicciones¨.

Problematizando estos ejemplos podemos reconocer que, en estos tres grupos se


ubica como causa del problema de las drogas a uno solo de los componentes que
interactúan en el fenómeno. En el primer cuadro el foco está puesto en
la sustancia, como veíamos antes, encontramos frases que bien podríamos ubicar
en los estereotipos que categorizamos como: “la droga dañina” y “el fetichismo de
la droga”. En el segundo cuadro el foco está en el sujeto que consume,
estigmatizando a los consumidores al considerar que el consumo problemático es un
problema meramente individual. Allí aparecen frases ligadas tanto al estereotipo de
“las drogas como oposición a la sociedad”, así como las imágenes y prejuicios en
torno a quienes usan las drogas. Por último, en el tercer cuadro tenemos ejemplos
de las ideas y prácticas que hacen énfasis en los contextos ya sea desde una
mirada microsocial, ubicando el problema en las familias; o desde un recorte macro,
colocando al sector social del que provienen los sujetos como el causal del
consumo.

Generalmente, estas diferentes miradas aparecen mezcladas, no siempre son tan


fáciles de identificar y separar, es por eso que también las prácticas que llevamos a
cabo son una yuxtaposición de varias de esas conceptualizaciones. Sin embargo,
todas tienen en común que reducen la cuestión a uno solo de los elementos que
están en juego en estas situaciones. Es decir, en los tres grupos de ideas sobre el
abordaje del problema se pone énfasis en la sustancia, o en el sujeto, o en
el contexto como componentes que son tomados aisladamente.

Nuestra propuesta, por el contrario, es considerarlos como dimensiones que forman


parte del fenómeno del consumo problemático, pero ampliando y complejizando
esas miradas. El consumo de sustancias como fenómeno psicosocial está
comprendido por el interjuego de múltiples dimensiones: subjetivas,
médicosanitarias, familiares, educativas, culturales, económicas, jurídicas y
sociales, entre otras.

En línea con el planteo de los expertos españoles Domingo Comas Arnau y Javier
Arza Porras (2000) podemos definir la problemática desde un modelo de carácter
multidimensional. Los autores plantean que cualquier uso de drogas se produce
siempre por una interacción entre esos tres elementos que enumeramos más arriba
y que ellos denominan como “subsistemas” caracterizados del siguiente modo:

● La sustancia como elemento material.

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● Los procesos individuales del sujeto que toma posición ante la sustancia.

● La organización social, incluso los componentes políticos y culturales, como


marco en el que se produce la relación.

“Desde este modelo podemos observar cómo los efectos de una sustancia no
tendrán que ver únicamente con sus características farmacológicas, sino también
con las características del sujeto que la consume, el contexto en el que se
produce esta relación entre el sujeto y la sustancia y el momento histórico en el
que acontece la interacción” (Comas y Arza, 2000:238).

Entonces, a la hora de ponernos a pensar las estrategias de cuidado que llevaremos


a cabo para la prevención o el acompañamiento, tendríamos que poder identificar
por lo menos cuatro factores en juego que se pueden describir como respuesta a las
siguientes preguntas:

Qué se consume: procedencia, composición química, efectos sobre el sistema


nervioso central, calidad, pureza, estatuto legal, uso clínico y farmacológico, modo
de presentación y de preparación.

Quién la consume: diferencias por edad, género, sector social. El sentido que
tiene el uso de sustancias para una persona se inscribe en su historia singular.

Cómo se consume: dosis, frecuencia de consumo, vía de administración, si se


utiliza una única o varias sustancias combinadas, intencionalidad.

Cuándo y dónde se consume: los “escenarios” condicionan material y


simbólicamente el uso; los sentidos y formas de vincularse con otros varían según
el tiempo y espacio. Las leyes, normas y valores, el contexto social y económico
(Touzé, 2010).

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Niveles de consumo:
Por otra parte, es importante poder relevar y diferenciar los niveles de consumo, en
tanto no todos ellos son adicciones, como suele pensarse desde los estereotipos
descriptos.

Los invitamos a mirar un extracto de un video en el que la Lic.


Graciela Touzé nos explica con mucha claridad cuándo estamos
frente a una situación de uso, abuso o dependencia de la
sustancia: https://youtu.be/I8Nm2bCSyuU

Luego del visionado les proponemos unos ejercicios de reflexión:

1. Identifiquen un caso cercano en la escuela en la que trabajan o


en su entorno más íntimo: ¿se trata de una persona que tiene
comportamientos compulsivos hacia la sustancia? ¿Qué significado
tiene la sustancia en la vida de esa persona? ¿En qué situaciones
consume? ¿Se lo abordó considerando estos niveles de consumo?

2. Reflexionen sobre sus propias prácticas de consumo: ¿hacen uso


o abuso de alguna sustancia como alcohol, tabaco, psicotrópicos?
¿Qué significado tienen para ustedes? ¿En qué situaciones las
consumen?

¿Qué son los consumos problemáticos?


Para arribar a algún “diagnóstico” sobre a qué tipo de consumo nos enfrentamos,
como señala en el video Graciela Touzé, nos quedaría por definir un último concepto
que ha recorrido esta clase: ¿de qué hablamos cuando decimos: “consumos
problemáticos”? ¿Qué sustancias pueden ser consideradas dentro de este
término? ¿Contempla solo sustancias psicoactivas? ¿Hay otro tipo de
consumos relacionados con otros objetos que pueden ser también
problemáticos?

Es el nuevo marco normativo-jurídico el que nos brinda esas respuestas. En 2013 se


reglamenta la Ley de Salud Mental (N° 26.657) que establece un cambio de
paradigma, el abordaje y tratamiento de la enfermedad mental y las adicciones
desde la perspectiva de derechos. Allí se reconoce que los consumos problemáticos

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son un problema de salud, y de salud mental específicamente. No se trata de un


problema de delito, ni debe tratarse a los adictos como delincuentes, sino que son
sujetos de derechos que pueden y deben tener la posibilidad de recibir tratamiento
asistencial en los diferentes centros de salud del país. Un año después, mediante
la Ley N° 26.934 se crea el Plan Integral para el Abordaje de los Consumos
Problemáticos. Este profundiza el planteo de la normativa anterior haciendo énfasis
en los derechos y las garantías que deben tener quienes padecen este tipo de
problemáticas. Entre otras cuestiones, señala que deben ser asistidos sin ser
discriminados y que la internación tiene que ser considerada como una de las
últimas alternativas de la intervención. Además, esta ley define el problema de los
consumos extendiendo a las sustancias legales o ilegales, pero también a otros
objetos de consumo.

Específicamente, la ley en su artículo n° 2 dice “…se entiende por consumos


problemáticos aquellos que –mediando o sin mediar sustancia alguna– afectan
negativamente, en forma crónica, la salud física o psíquica del sujeto, y/o las
relaciones sociales. Los consumos problemáticos pueden manifestarse como
adicciones o abusos al alcohol, tabaco, drogas psicotrópicas –legales o ilegales– o
producidos por ciertas conductas compulsivas de los sujetos hacia el juego, las
nuevas tecnologías, la alimentación, las compras o cualquier otro consumo que
sea diagnosticado compulsivo por un profesional de la salud”

Aquí queda establecido que el modelo multidimensional de prevención se propone


centrar su mirada en el vínculo del sujeto con la sustancia y con cualquier otro
objeto con el que entable un tipo de relación que tenga impacto negativo para su
salud y su vida social. De esta manera, se corre el foco de la sustancia como se
hacía en los modelos clásicos.

En los modelos tradicionales como el modelo ético-jurídico se hacía hincapié en las


drogas ilícitas y en las sanciones para los consumidores. Del mismo modo el modelo
médico-sanitario enfatizaba en la sustancia pero el consumidor ya no era
considerado un delincuente sino como un enfermo. En ambos, las estrategias y
campañas de prevención se elaboraban con mensajes que buscaban disuadir el
consumo apelando al miedo, ya sea difundiendo las sanciones posibles -en el primer
modelo-, o explicando en gran detalle los efectos negativos de las sustancias incluso
exagerándolos –en el segundo.

En este sentido, a partir de esta nueva definición, se puede comprender por qué
desde un modelo multidimensional hablamos de “consumos problemáticos” en
plural. El objetivo es incluir tanto a las sustancias legales como a las ilegales, así
como también ciertas conductas y prácticas. Entendemos que esta categoría
engloba todas las problemáticas que tratamos y permite dar cuenta de su

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multicausalidad, sus distintas dimensiones y la complejidad que requiere su


tratamiento.

De esta manera, podemos decir que para planificar estrategias de cuidado desde
una perspectiva compleja y de derechos necesitamos tener claro cuál es nuestro
punto de partida, como una especie de "diagnóstico de situación" que sea nuestro
mapa para guiar el camino que vamos a recorrer. Para eso tenemos que responder
las preguntas: qué se consume, quién lo consume, cómo, cuándo y dónde. Pero
poniendo el acento principalmente en las características
subjetivas y contextuales para poder identificar el significado que puede tener
ese consumo. Eso nos permite determinar si se trata de un uso, un abuso o una
dependencia, y discriminar si estamos ante un consumo problemático o no. ¿Por
qué es importante esto? En palabras de Graciela Touzé, es fundamental porque
considerar a un chico que hace un uso como un adicto, e intervenir en función de
eso, puede ser “iatrogénico”. Es decir, generamos más daños que los beneficios que
queremos producir. Entre otras cosas, sostener el estereotipo que ubica a cualquier
consumidor como un “adicto”, promueve prácticas sociales que contribuyen a la
estigmatización social y a la exclusión de estos sujetos.

Algunas ideas básicas para pensar la intervención desde el


modelo multidimensional:
 Las diferentes investigaciones que se vienen realizando en el área de
promoción de la salud acerca de hábitos saludables nos aseguran, con
numerosos resultados, que el conocimiento sobre una temática, como por
ejemplo la información acerca de los efectos de las drogas, puede ser útil
para cambiar hábitos pero de ninguna manera resulta suficiente. Esto quiere
decir que, conocer sobre las sustancias así como estar “advertidos” acerca de
las consecuencias del consumo, no alcanza para no llevar a cabo esas
conductas.
 No se han obtenido cambios de conducta en relación a los consumos
abordándolos desde miradas parciales y reduccionistas
 El ambiente familiar es muy importante en la construcción de subjetividades
y formas de vivir, pero no las determina. Cuando la persona no tiene familia
o cuando los vínculos familiares están afectados o disueltos, lo decisivo es
encontrar vínculos significativos, espacios de diálogo, afecto y
acompañamiento; adultos que regulen algunas modalidades de permisos y
prohibiciones y que manifiesten coherencia entre lo que pretenden y lo que
hacen, además de la importancia de grupo de pares con los que contar.
 En muchas ocasiones pareciera que la única salida tiene que venir del Estado
o de la sociedad (como entidades súper poderosas y abstractas) y mientras
eso no suceda, no se puede hacer nada. Sin duda las intervenciones que se
proponen desde el Estado son fundamentales para pensar desde una
perspectiva de derechos, como venimos planteando a lo largo de esta

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Especialización. Sin embargo, eso no nos excluye a nosotros como docentes


y/o ciudadanos, de posibles acciones.
 La comunidad educativa es fundamental en el acompañamiento de las
personas que atraviesan situaciones de consumo problemático. Ya sea
apoyando tratamientos, adaptando trayectorias escolares, promoviendo
vínculos entre pares y con referentes adultos significativos o trabajando con
la familia y la comunidad para generar espacios más saludables e inclusivos.
Siempre pensando desde una co-responsabilidad y no una mera derivación,
en la cual luego la comunidad educativa se desliga de ese acompañamiento ,
desde la especificidad educativa. En próximas clases veremos este punto en
detalle planteando a la escuela como una institución de acogida que
desde allí puede pensar sus acciones.

Considerando todos los puntos anteriores, debemos decir que desde una
perspectiva de salud comunitaria es indispensable planificar las intervenciones para
estos fenómenos de manera integral, abordando la problemática como totalidad,
teniendo en cuenta la multidimensionalidad que los define e involucrando a todos
los actores sociales con los que sea posible contar. Hablar de intervención
comunitaria en el ámbito educativo implica pensar el problema de los consumos
problemáticos con toda la comunidad educativa. Pero, a su vez, entendemos que
debemos lograr trascender los muros de los establecimientos para poder tender
redes con otras instituciones (centros de salud, clubs sociales y deportivos, centros
culturales, etc.) del territorio en donde se encuentran nuestras escuelas. Estamos
convencidos de que esos son los mejores caminos que podemos construir para dar
algunas respuestas a los problemas de nuestros/as jóvenes, adolescentes y
niños/as ante los consumos problemáticos de sustancias.

Es en este sentido que, para trabajar desde la escuela, no solo es necesario conocer
respecto de la problemática sino que resulta muy importante saber acerca de los
sujetos hacia los cuales van dirigidas estas acciones y asumir las características
específicas del ámbito en el cual trabajamos. En este caso la escuela con sus
incuestionables límites pero también con sus extraordinarias potencialidades.

A continuación los invitamos a ver este video del testimonio de


Carlos Olivero, Presbítero Parroquia Ntra. Sra. de Caacupé,
quien a partir de su experiencia de intervención con personas
en situación de extrema vulnerabilidad psicosocial como
miembro del equipo de la Pastoral de Villas de Emergencia y
coordinador de los Hogares de Cristo, reflexiona acerca de qué
implica pensar la intervención desde una mirada compleja y
crítica, desde una perspectiva de derechos que contemple y
respete a los sujetos, sin promover la estigmatización social:

Disponible en: https://youtu.be/2c6qk3iNr3s

Este video nos sirve como puente con la siguiente clase. En ella profundizaremos
nuestras reflexiones para pensar a nuestros jóvenes, adolescentes y niños en el

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contexto actual: qué características tienen, y cuáles son las particularidades y


contradicciones que les plantea la sociedad de consumo en la que vivimos. Luego,
nos meteremos de lleno a problematizar acerca del lugar de la escuela en relación al
consumo, en la prevención y el cuidado de estos jóvenes y niños/as.

Esperamos que les haya resultado interesante esta primera clase.

Es un gusto compartir este espacio de trabajo con ustedes, esperamos poder


realizar nuevos aprendizajes entre todos.

Lenguaje sensible al género

A lo largo de estas clases, en ciertas ocasiones utilizamos sustantivos en


masculino (alumno, profesor, niños) para no entorpecer la lectura con barras
(alumno/a, profesor/a, niños/as). En otras ocasiones, nos referimos
a personas, o estudiantes, etcétera. Importa recordar y señalar que en todos
los casos nos estamos refiriendo a personas de distintos géneros

ACTIVIDADES

Les deseamos una muy buena cursada y los invitamos a comenzar


con nuestros debates.

Con el fin de conocernos y empezar a intercambiar algunas ideas


sobre la temática, los/as invitamos a presentarse en el Foro de la
Clase 1, respondiendo a los siguientes interrogantes:

 ¿Quiénes son?

 ¿Dónde viven?

 ¿Dónde trabajan?

Por último, les proponemos un primer ejercicio:

Piensen en el término “consumo”, ¿cuáles son las primeras


palabras que les vienen a la mente? ¿Con qué ideas o
imágenes lo asociaron rápidamente? Pueden ser tres o
cuatro palabras, una frase, o una imagen.

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Compartan sus respuestas en el foro.

¡Los esperamos!

Les recordamos que el Material de lectura obligatorio de la Clase


y los materiales complementarios se encuentra al pie de página.

Bibliografía
Bibliografía sugerida

 SEDRONAR (2016): Orientaciones para el abordaje de los ¨Lineamientos


curriculares para la prevención de las adicciones¨.

 Touzé, Graciela (2010) Prevención del consumo problemático de drogas. Un


enfoque educativo. Buenos Aires: Troquel.Capítulo 1. Páginas 17 a 40. Libro
distribuido en todas las escuelas del país por el Ministerio de Educación de la
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Bibliografía de referencia

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 Touzé, Graciela (2010) Prevención del consumo problemático de drogas. Un
enfoque educativo. Buenos Aires: Troquel.Capítulo 1. Páginas 17 a 40. Libro
distribuido en todas las escuelas del país por el Ministerio de Educación de la
Nación.

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Especialización en Educación y Derechos Humanos

Cómo citar este texto:

Especialización Docente de Nivel Superior en Educación y Derechos Humanos


(2016). Seminario de Cuidado y Prevención de adicciones en el ámbito educativo:
Clase 1: Conceptualización de los consumos problemáticos desde una perspectiva
integral, relacional y de derechos. Buenos Aires. Ministerio de Educación y Deportes
de la Nación.

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