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in 2013
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I^afael de la Qova.
EN POS
DEL
IDEAL
1904 fc^-
l^afael de la (Sova.
EN POS
DEL
IDEAL
1904
II EN POS DELSdEAL
NUESTRA SANGRE
NUESTRA SANGRE
l
Cómo es pues, que seamos un
posible,
País de ciudadanos laboriosos, hon-
sosegado;
rados, amigos de la paz, amantes de útiles re-
formas; consagrados al trabajo, al estudio, si
en nuestras venas está el mal ?
Luego estamos condenados á perecer, dirá
algán pesimista. No, estamos obligados, para
evitarlo, á contrarrestar esos males. Y, ¿ de
qué modo? Por medio de la inmigración, ó sea
mejorando la condición de nuestra sangre.
Un dato nos
para probar nuestro
basta
aserto : en 1800 tenían
Estados Unidos cin-
los
co millones de habitantes solamente, con deter-
minados rasgos físicos y morales, y desde esa
fecha á la actual su población ha llegado á
ochenta, con notabilísima mejoría en esos ras-
gos, lo cual es debido á la inmigración; pero
á una inmigración de elementos sanos, de gér-
menes fecundos en bienes.
10 EN ros DEL IDEAL
CEREBRO Y CORAZON
Para Pedro Emilio Coll.
Una
noche, después de haberse paseado jun-
tospor muchas partes, se fueron, ya muy tarde,
á un cuarto que tenían alquilado en las afueras
de la ciudad para refugiarse en él como en un
retiro.
A su frente se hallaba un pequeño jardín que,
con esmero esquisito, cultivaban con sus pro-
pias manos.
Aquel cuarto había llegado á ser para ellos al-
go de absoluta necesidad.
28 EN POS DEL IDEAL
VICARIO VENEZOLANO
.i
DE LA MUJER
A mi amiga M. L.
¿ Recuerdas,
genial amiga, lo que ha no mu-
—
chos días me dijiste I Escriba algo para una
mujer. — Tu deseo me sugirió la idea de escribir
sobre ese tema.
Celebrar pensé, del modo más galano que me
fuese dado hacerlo, las virtudes que te adornan,
las cadencias deliciosas de tu habla, la volup-
RAFAEL DE LA COVA 49
trágica sonrisa.
Hay en él algo de tremendo, de amenazador
que hace pensar en resguardarse, como ante un
peligro.
¿ Será, tal vez, temor ? Es posible porque
Vóltaire lo inspiraba.
Diriase también que llega á mis oídos su risa
temblorosa, llena de sarcasmo, con la que derri-
baba antiguas enseñanzas, ídolos, tradiciones.
54 EN POS DEL IDEAL
egoísta y presuntuoso; —
como si el egoísmo y la
presunción no formaran parte de muchos.
Y á tal
punto ha llegado la saña contra tan ilus-
tre hombre, que un clero rencoroso y un monar-
ca inconsciente han exhumado sus restos para
arrojarlos en vil fosa creyendo, infelices, que eso
bastaba para borrar su nombre, cuando él no
está formado por los despojos que los gusanos
devoran, por las cenizas que el viento esparce,
sino por sus obras, por sus luchas en pro de
la justicia, en pro de la libertad de conciencia.
SIEMPRE IGUAL
SIEMPRE IGUAL
Guiado por su afecto á los dulces recuerdos
púsose Ernesto á buscar en una infinidad de pa-
peles unas cartas de au madre, que había muerto
hacía varios años, y en las cuales deseaba leer
nuevamente frases de sincero cariño.
Las solicitaba con piadoso afán, esperando po-
der experimentar las gratas emociones que le ha-
bían producido; mas, sin duda que alguien las había
sustraído de allí, pues no aparecieron.
En
cambio, su mano tropezó con un pequeño
líode cartas atadas con una cinta verde. Expe-
rimento una sensación desagradable, como si un
suceso infausto fuera recordado.
Y, en efecto, aquellas cartas eran de una mu-
jer á quien había amado entrañablemente, llegan-
do en su delirio á convertirla en un ídolo. Ella
le había querido también con ardor extraordina-
rio y luego habíale ido olvidando, como él á ella,
cuando el hielo del hastío heló su alma.
60 EN POS DEL IDEAL
pre igual. ^
EN LA MONTAÑA
EN LA MONTAÑA
\
A la memoria de mi padre.
A una amiga.
j
74 EN POS DEL IDEAL
l
Cuáles eran causas de tan fatal predis-
las
posición ? ^No en la vera-
creía, por desgracia,
cidad del amor ? ¿ Pensaba, tal vez, que la
mujer, según dijo el gran poeta inglés, es pérfi-
da como la ola
l
Cómo llegó ella á posesionarse de él ? ¿ De
qué arte desconocido se valió para hacerle sen-
tir lo que en otros hacía asomar á sus labios una
sonrisa compasiva? Difícil averiguarlo, dada
la sagacidad de la mujer.
Como este amor chocaba con su modo de pen-
sar, se complacía demostrando
en justificarlo,
así que cuando se ansia hacer algo, por absur-
do que sea, siempre acuden á nosotros los más
convincentes raciocinios y nunca falta un su-
premo argumento que nos pruebe, con preci-
sión admirable, la necesidad de hacer lo que
se desea.
Aunque siempre había creído que no debe
darse al amor lugar preeminente y observado
las palabras, las miradas, las sonrisas, los gestos
de la mujer, deduciendo lo complexo de ese
débil sér que sabe, con un ruego, mandar, ante
esta no pudo ni analizar, ni lucubrar nada abso-
lutamente.
No había podido resistir la mirada de estos
ojos, mirada llena de dulcísima expresión; no
RAFAEL DE LA COVA 85
dolor!
El barco había zarpado en la tarde, próximo
el sol á. hundirse en el poniente, por lo cual á
poco la noche nos cubrió con su manto que era
esta vez luminoso, pues la luna aparecía en el
espacio irradiando luz, bañándolo todo en un
suavísimo resplandor.
Alguien ha dicho que una noche de luna es
propicia para soñar, para convertir un individuo
en idealista, y es verdad. Hay una tan suave
dulzura en su luz, una tenuidad en sus rayos,
una ignota vaguedad en sus hilos de plata, que
siéntese el espíritu alejado de las luchas terre-
nas para entregarse á lífudas contemplaciones,
á grave delectación metafísica.
¿Serán en mí estos deseos producto de algún
lejano atavismo? ¿Encontraríanse entre mis
antepasados algunas almas inclinadas á los abs-
trusos problemas? Difícil decirlo.
RAFAEL DE LA COVA 93
Y
con verdad, la decantada civilización sólo ha
servido para aguzar todos sus sentidos, para
despertar en él pasiones que dormían el sueño
apacible de la bestia, para lanzarlo en una vía
interminable en cuya recorrida le produce cada
tropezón una herida de la cual brota sangre á
toda hora.
¿Hay, pues, nada más doloroso que llevar
una chispa de luz en el cerebro? ¿Nada más
triste que comprender la inutilidad de la vida?
Ah! Con razón ha dicho el adorable autor de
la Etica, el sublime y querido Spinoza **En su :
Página 85, línea 33, donde dice : pues sabe al, léase : jpues
sabe quezal.