1Y dijo a Moisés: “Sube a Yahvé tú, Aarón, Nadab y Abiú, con setenta de los ancianos de Israel, y adoraréis desde lejos. 2Sólo Moisés se acercará a Yahvé, pero ellos no se acercarán, ni subirá con ellos el pueblo.” 3Vino, pues, Moisés y transmitió al pueblo todas las palabras de Yahvé y sus leyes, y el pueblo a una voz respondió: “Todo cuanto ha dicho Yahvé lo cumpliremos.” 4Escribió Moisés todas las palabras de Yahvé. Levantóse de mañana y alzó al pie de la montaña un altar y doce piedras, por las doce tribus de Israel, 5y mandó a algunos jóvenes, hijos de Israel, y ofrecieron a Yahvé holocaustos; inmolaron toros, víctimas pacíficas a Yahvé. 6Tomó Moisés la mitad de la sangre, poniéndola en vasijas, y la otra mitad la derramó sobre el altar. 7Tomando después el libro de la alianza, se lo leyó al pueblo, que respondió: “Todo cuanto dice Yahvé lo cumpliremos y obedeceremos.” 8Tomó él la sangre y asperjó al pueblo, diciendo: “Esta es la sangre de la alianza que pactó con vosotros conforme a todas estas palabras.” 9Subió Moisés con Aarón, Nadab y Abiú y setenta ancianos de Israel, 10y vieron al Dios de Israel. Bajo sus pies había como un pavimento de baldosas de zafiro, brillantes como el mismo cielo, 11No extendió su mano contra los elegidos de Israel; le vieron, comieron y bebieron.
El texto está manifiestamente alterado en el comienzo de este capítulo,
pues los v.3-8 son la continuación lógica Deu_23:19, mientras que los v.1-2 lo son de 9-11. Estos parecen una adición al relato primitivo para recalcar que no estaba solo Moisés al recibir los preceptos del código de la alianza, y así se presenta al sumo sacerdote y a sus hijos con los ancianos representantes del pueblo, junto al caudillo Moisés, en el momento más solemne de la historia de Israel: en el acto de la alianza. Pero es sólo Moisés el que se acerca a Yahvé, privilegio recordado muchas vecesl. Según los v.1-2, sólo Moisés podrá acercarse a Yahvé, aunque Aarón, sus hijos y los setenta ancianos deben escalar la montaña2. El v.3 empalma con 23:19, siendo como la conclusión de las ordenaciones del código de la alianza. Moisés transmitió las palabras y juicios (mispatim: juicios, costumbres, ordenaciones). Las palabras son, pues, el conjunto de disposiciones y declaraciones de Yahvé; no sólo el Decálogo, sino también las aplicaciones que hemos visto en el código de la alianza. Por eso el pueblo concluye solemnemente: Todo cuanto ha dicho Yahvé (lit. “todas las palabras de Yahvé”) lo cumpliremos (v.3). A continuación se dice que Moisés puso por escrito las palabras de Yahvé (v.4). Es la segunda anotación de la actividad literaria de Moisés después del relato de la victoria sobre los amalecitas 3. En el v.12 se dirá que Dios mismo escribió “las leyes y mandamientos” en piedra; sin duda, el Decálogo. Esa aceptación del primer código de leyes (las palabras y juicios de Yahvé) va a ser solemnizada con un sacrificio cruento al estilo de la época patriarcal. Después del diluvio, Dios hizo un pacto con Noé y con todos los vivientes, prometiendo no volver a enviar otro diluvio sobre la tierra4. Más tarde, Dios confirma sus promesas a Abraham mediante una singular ceremonia5, que sólo vemos después mencionada en Jeremías6. Dios ordena al patriarca sacrificar varias víctimas y disponer sus cuerpos descuartizados formando calle, unos frente a otros. Por medio de ellos pasó Dios en forma de fuego, el cual pronuncia las palabras de la promesa. Es un contrato unilateral (la promesa), que es firme y no será anulado por la ley mosaica posterior 7. Con ella Dios queda como obligado a bendecir al patriarca. Pero es claro que no debemos entender de modo humano las promesas divinas, de las que dice San Pablo que son sin arrepentimiento, irrevocables 8. En el caso del Sinaí se trata de un contrato bilateral, en el cual Dios e Israel se obligan mutuamente: Dios, a cumplir sus promesas, e Israel, a observar las leyes que Moisés le presenta de nuevo. Tales leyes significan las estipulaciones del pacto. Los profetas expresarán el sentido de este pacto con estas palabras: “Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.” 9 Con esto viene a nacer Israel como pueblo de Dios. Para llenar las formalidades del acto, Moisés hace erigir un altar, que viene a representar a Yahvé; ordena luego levantar doce piedras, que representan las doce tribus allí presentes; finalmente, sacrifican las víctimas y recogen la sangre, con la que Moisés — mediador del pacto — rocía al pueblo, quizá también las piedras, y el resto de la sangre la derrama sobre el altar, quedando con esto sancionado el pacto entre Yahvé e Israel (v.6s). Las piedras erigidas hay que concebirlas como doce estelas (en heb., masebah) verticales, representando cada una a una tribu. Entre los cananeos estas estelas o cipos eran lo esencial de sus santuarios10. Josué, después de pasar el Jordán, erigió también doce piedras, que tenían un aire conmemorativo, un memorial 11. Elías erigirá también un altar con doce piedras12. En todos estos casos no se trata sino de representar numéricamente las doce tribus, presentes así simbólicamente junto al altar de Yahvé, y, por tanto, santificadas por el pacto. Los que ofrecieron las víctimas sacrificiales fueron algunos jóvenes (v.5), sin especificar si eran primogénitos o no. Quizá su juventud e inocencia los hacía más aptos para acercarse al altar 13, o quizá Moisés con este acto quiere santificar a las nuevas generaciones, a las que exclusivamente les estará reservada la entrada en la tierra prometida. Ofrecieron holocaustos (v.6). La expresión hebrea indica que realmente sacrificaron las víctimas y no sólo que las prepararon para el sacrificio, como algunos autores han querido insinuar. La sangre es lo más sagrado para el hombre y pertenece a la divinidad, pues es el vehículo de la vida. Las alianzas familiares y entre las tribus se sellaban con sangre, incluso en algunos casos con sacrificios humanos14, aunque ordinariamente con sangre de animales. Comer la víctima ofrecida en común es establecer relaciones de afinidad y de comunión entre los participantes. Como antes dijimos, las partes contratantes pasaban por medio de las partes de la víctima para recalcar la unión que los iba a soldar. Solían hacerse imprecaciones contra los posibles transgresores del pacto15. En el contrato del Sinaí esta solidaridad se establece por la aspersión de la sangre sobre el altar y el pueblo reunido ante él. Esa sangre debía sellar la unión que había de haber entre Yahvé y su pueblo. Jesucristo en la última cena, parafraseando las palabras de Moisés sobre el pueblo, dijo solemnemente a sus discípulos: “Esta es mi sangre de la alianza, que será derramada por muchos.”16 Antes de la aspersión con la sangre, Moisés leyó públicamente las estipulaciones del pacto (el libro de la alianza, v.7), llamando la atención sobre la gravedad del compromiso a contraer, y el pueblo, consciente de su responsabilidad, aceptó las estipulaciones: Todo lo que dijo Yahvé lo cumpliremos y obedeceremos (v.7). Después el hagiógrafo señala cómo los elegidos — Moisés, Aarón, sus hijos y los setenta ancianos — vieron al Dios de Israel (v.10). No se especifica cómo se apareció Yahvé. Del hecho de que bajo sus pies había como un pavimento de baldosas de zafiro (v.10), parece deducirse que Dios se apareció en figura humana. Sin embargo, en el Deuteronomio, Moisés, para evitar representaran a Yahvé bajo forma humana, dice que en Horeb no vieron ninguna figura sensible 17. Parece que más bien vieron un reflejo, un fulgor especial comparable al zafiro en su base, pero sin determinar más. A continuación el autor sagrado declara gráficamente que los que asistieron a este maravilloso espectáculo siguieron con vida, en contra de lo esperado: le vieron, comieron y bebieron (v.11b). Más de una vez en el curso de la historia renovó Israel este pacto en señal de penitencia y de que se resolvía a reanudar sus buenas relaciones con Yahvé. Los profetas invocan el pacto para echar en cara a Israel las transgresiones del mismo. Jeremías lo declara anulado a causa de estas transgresiones. Así es juzgando las cosas humanamente. Pero si Dios da por anulado su pacto, es para sustituirlo por otro que no estará condicionado por la flaqueza de los hombres, antes se fundará en la misericordia de Dios: “Vienen días en que yo haré una alianza nueva con la casa de Israel y la casa de Judá; no como la alianza que hice con sus padres cuando, tomándolos de la mano, los saqué de la tierra de Egipto; ellos quebrantaron mi alianza, y yo los rechacé, palabra de Yahvé. Esta será la alianza que yo haré con la casa de Israel en aquellos días: yo pondré mi ley en ellos y la escribiré en su corazón, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. No tendrán ya que enseñarse unos a otros, ni exhortarse unos a otros, diciendo: “Conoced a Yahvé,” sino que todos me conocerán, desde los pequeños hasta los grandes, porque yo perdonaré sus maldades y no me acordaré de sus pecados.”18 En la Epístola a los Hebreos se recuerdan estas palabras del profeta, a las que añade el Apóstol: “Al decir un pacto nuevo, declara envejecido el primero. Ahora bien, lo que envejece y se hace anticuado está a punto de desaparecer.”19 Pero este pacto nuevo, tan expresivamente figurado por el antiguo, no desaparecerá, pues se funda en la infinita caridad del Padre, “que nos dio a su unigénito Hijo para que todo el que creyere en El alcance la vida eterna.”20
Las Tablas de Piedra (12-18).
12Dijo Yahvé a Moisés: “Sube a mí al monte y estáte allí. Te daré unas tablas de piedra, y escritas en ellas las leyes y mandamientos que te he dado, para que se las enseñes.” 13Cuando iba a subir Moisés a la montaña con Josué, su ministro, 14dijo a los ancianos: “Esperadnos aquí hasta que volvamos. Quedan con vosotros Aarón y Jur; si alguna cosa grave hay, llevadla a ellos.” 15Subió Moisés ala montaña, y la nube le cubrió. 16La gloria de Yahvé estaba sobre el monte del Sinaí, y la nube le cubrió durante seis días. Al séptimo llamó Yahvé a Moisés de en medio de la nube. 17La gloria de Yahvé parecía a los hijos de Israel como un fuego devorador sobre la cumbre de la montaña. 18Moisés penetró dentro de la nube y subió a la montaña, quedando allí cuarenta días y cuarenta noches.
Para dramatizar más la importancia de la legislación que Yahvé había
dado a su pueblo, se obliga a Moisés a aislarse del pueblo para recoger de las manos de Dios las tablas de piedra, y escritas en ellas las leyes y los mandamientos (v.12). No se especifican qué leyes y mandamientos. Los autores comúnmente sostienen que no es el código de la alianza, que puso Moisés antes por escrito21, sino el Decálogo escueto22. Estas diez palabras — síntesis de la voluntad divina y base de las nuevas relaciones con su pueblo elegido — debían estar impresas en caracteres fijos en un material duro y consistente. Hammurabi escribió su famoso código en un bloque de diorita negra, los romanos escribieron las Doce Tablas en bronce. Y en la misma Biblia se habla de leyes y tratados escritos en piedra o bronce23. No tiene nada de particular que Moisés hubiera querido fijar la base de la teocracia en tablas de piedras Dada la importancia del hecho, sube sólo con Josué, que había dirigido el combate contra los amalecitas 24, y que, como caudillo conquistador de Canaán y sucesor de Moisés, debía empaparse del espíritu del gran libertador y profeta primero (v.13). Una vez en la cima, Moisés se aisla, preparándose durante seis días para recibir solemnemente la Ley. El pueblo desde abajo pudo ver la nube — símbolo de la presencia de Yahvé — que cubría el monte sagrado. El día séptimo, Dios apareció radiante — como fuego devorador — sobre la cumbre. Siempre Yahvé aparece fulgurante y como nimbado por un halo aislante de fuego, símbolo de su santidad y transcendencia. Moisés permaneció en la cima cuarenta días y cuarenta noches (v.18). La frase es estereotipada para indicar un largo lapso de tiempo 25. En Deu_9:9 se dice que durante esos días no comió pan ni bebió agua. Al cabo de esos días recibió las tablas de piedra con los mandamientos de Yahvé26. En toda esta escenificación debemos destacar el interés del hagiógrafo por vincular la legislación dada por Moisés a Dios, del que era simple mandatario; y para impresionar más al pueblo sencillo, se presenta al caudillo hebreo en familiar conversación con su Dios, recibiendo de El directamente la carta magna de la nueva organización social-político-religiosa.
1 Exo_33:195; Num_12:6-8. — 2 Yahvé habla en el verso en
tercera persona, como en 9:2; 19:11; 21; 22; en cambio, en el ν. 1 en primera persona. — 3 Exo_17:14. — 4 Gén 9:9. — 5 Gén 15; 93. — 6 Jer_34:183. En los documentos de Nuzu encontramos un rito similar en los contratos: se descuartizaba un “asno,” y las partes contratantes pasaban por medio de los trozos alineados frente a frente. De estos ritos viene el idiotismo hebreo “Cortó (la víctima) de la alianza,” para significar hacer una alianza. — 7 Gal_3:17. — 8 Rom_11:29. — 9 Jer_30:23. — 10 Cf. H. Vincent, Canaan d'aprés l'exploration récente (1907) p.109-151 ; M. J. lagran-ge, études sur íes religions sémitiques p.2O4. — 11 Cf. Jos_4:2-9. — 12 1Re_18:31. — 13 Así Josué aparece junto a Moisés en el tabernáculo (Exo_33:10, Y Samuel en el santuario de Silo (1Sa_3:1s). — 14 Cf. Herodoto, IV 70; A. Médébielle, L'expiation dans Γ Α . Τ . et le Ν . Τ . (1924) P-25s. — 15 Gén I5:9s; Jer_34:18s. — 16 Me 14:24; Mat_26:28; Luc_22:20; 1Co_11:25; Heb_9:11-14. — 18 Jer_31:31-34. — 19 Heb_8:13 — 20 Jua_3:16; Rom_8:28s. — 21 Exo_24:4-7· — 22 Exo_34:28; Deu_4:13; Deu_10:4. — 23 Deu_27:2-3; Jos_8:32; 1Ma_8:22; 1Ma_11:37; 1Ma_14:18; 1Ma_14:26; 1Ma_14:48. — 24 Exo_17:8-9. — 25 Gen_7:4; Gen_7:12; Gen_8:6; Num_13:25; Num_14:34; 1Sa_17:16; 1Re_19:8. — 26 Exo_31:18; Deu_9:11.