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República de Cuba

Tesis de Doctorado

Libertad individual y liberalismo en la


obra iusfilosófica de Félix Varela
Yuri Fernández Viciedo
PÁGINA LEGAL

Libertad individual y liberalismo en la obra iusfilosófica de Félix Varela (Tesis de


Doctorado) / Yuri Fernández Viciedo. – La Habana : Editorial Universitaria, 2016.

© Autor: Yuri Fernández Viciedo.


Digitalización: Editorial Universitaria del Ministerio de Educación Superior de la
República de Cuba, 2016.
Calle 23 entre F y G, # 564.
El Vedado, Ciudad de La Habana, CP 10400,
Cuba.
Página web: http://eduniv.mes.edu.cu
REPÚBLICA DE CUBA
UNIVERSIDAD DE ORIENTE

FACULTAD DE DERECHO
Departamento de Materias Jurídicas Básicas y Derecho Civil
y de Familia

Libertad individual y liberalismo en la obra


iusfilosófica de Félix Varela

Tesis presentada en opción del Grado Científico de


Doctor en Ciencias Jurídicas

Yuri Fernández Viciedo

Santiago de Cuba
2016
REPÚBLICA DE CUBA

UNIVERSIDAD DE ORIENTE

FACULTAD DE DERECHO
Departamento de Materias Jurídicas Básicas y Derecho Civil
y de Familia

Título:

Libertad individual y liberalismo en la obra


iusfilosófica de Félix Varela

Tesis presentada en opción del Grado Científico de


Doctor en Ciencias Jurídicas

Autor:
Msc. Yuri Fernández Viciedo

Tutor:
Dr.C. Reinaldo Suárez Suárez

Santiago de Cuba
2016
A Martha y Jorge: artífices cotidianos de mi vida
AGRADECIMIENTOS

El resultado que hoy se presenta no hubiese sido posible sin el concurso y apoyo de
muchos a quienes este trabajo debe su vida y desarrollo. Quiero agradecer por ello a:

Reinaldo Suárez Suárez, por su amistad, guía y consejo en todos estos años y también
por su fe; a mis padres, Martha y Jorge, mecenas que siguieron día a día mi trabajo y
soportaron mis fatigas y mis impaciencias; a mi abuela Ángela, por llevarme en sus
oraciones de cada día; a mis tíos Mª Josefa y José Luis y a Yudith, mi prima, siempre
presentes; a Darlén, por regalarme su amor con cada nuevo día y sufrir mis ausencias
con una sonrisa; a Nani y a Bertha, por la ternura con la que siempre abrieron para mí la
puerta de su casa; a Frank, por sus oportunas contribuciones bibliográficas. Muy
especialmente también a Walter, Luisito, Vladimir y René, por hacer del desacuerdo y la
crítica, el camino hacia un texto mejor. A Lester, Martha Loyda, Danelia, Caridad, Karel y
Grettel, a quienes debe este trabajo su adultez. A Yadira Victoria García, por propiciarme
el retorno a mi Alma Mater villaclareña y por todo su apoyo, confianza y consideración. A
Mirtha Arely, por sus valiosos consejos metodológicos. A Yanelys Delgado, por sus
buenos oficios. A Yulier, por asistir en momentos de apuro. A mis amigos y compañeros
del hoy extinto Departamento Jurídico – Básico – Penal de la Universidad Central: Jorge
Félix, Jorge Luis, Martha González, Patricia, Yisell Ortega, Irina, Graciela García y Dagny,
siempre prestos a dar consejos, ánimos y a cubrir la retaguardia. También a Leysi,
Pascual, Dargel, Lisandra y Mayrén, por la preocupación demostrada a cada momento y
por la ayuda siempre ofrecida. A Anna Beltrán y Jesús Martínez, quienes en la
Universidad “José Martí” de Sancti Spíritus favorecieron y apoyaron la inscripción del
tema doctoral que dio origen a esta investigación. Finalmente, a todos aquellos de
quienes me siento de una u otra forma deudor y cuyos nombres pretendo encerrar –con
perdón de los olvidos- en esta línea final.
Gracias
SÍNTESIS
La investigación parte de determinar los rasgos liberales presentes en la noción de
libertad individual de Félix Varela.
Para ello se ha estructurado el texto en dos capítulos. En el primero se ha llevado
a cabo una caracterización de la concepción de libertad individual en el
pensamiento ilustrado, así como de su recepción por el constitucionalismo de fines
del siglo XVIII e inicios del XIX y en particular por la ilustración criolla de Cuba. En
el capítulo dos se describe el proceso de formación intelectual de Félix Varela y el
lugar de su obra en el espacio intelectual cubano, y se define su noción
iusfilosófica de libertad individual en relación con conceptos básicos del
constitucionalismo de la época como contrato social, sufragio y soberanía.
Asimismo se valora desde posturas críticas su noción de libertad individual, a
partir del análisis y comentario de su Proyecto de gobierno autonómico para las
provincias de ultramar, de su Memoria y Proyecto para la abolición de la
esclavitud, así como de los fundamentos de su postura independentista.
Como conclusión, se exponen los rasgos liberales presentes en su noción de
libertad individual, en relación con los efectos de los mismos sobre la proyección
de esta noción en su pensamiento y obra política.
Índice
Introducción ............................................................................................................................. 1
Capítulo I. LA LIBERTAD INDIVIDUAL: SU TRAYECTORIA IUSFILOSÓFICA ILUSTRADA Y SU
MANIFESTACIÓN EN EL CONTEXTO CRIOLLO ................................................................................... 13
1.1. Iusnaturalismo ilustrado y libertad individual ................................................................... 13
1.1.1. La libertad natural en el iusnaturalismo racionalista ……………………………………….… 15
1.1.2. El contrato social y la libertad individual en la sociedad política…………………….….. 17
1.2. Iusnaturalismo, constitución y esclavitud….………………………………………….…………………..…. 26
1.3. Libertad individual y constitucionalismo en España ………………..……………………………………. 30
1.4. Independencia y libertad individual en Hispanoamérica ………………………………………………. 34
1.5. Cuba: la libertad individual en el orden jurídico colonial ………………………………………………. 38
1.5.1. Esclavitud y opciones del esclavo……………………………………………………………………….. 38
1.5.2. Individuos libres y libertad individual en el ordenamiento colonial …………………… 41
1.6. La libertad individual en la Ilustración criolla de Cuba: los contemporáneos de Varela
(1790 – 1820)………………………………………………………………………………………………………………. 44

Capítulo II. LOS RASGOS LIBERALES DE LA NOCIÓN IUSFILOSÓFICA DE LIBERTAD INDIVIDUAL DE


FÉLIX VARELA ……………………………………………………………………………….…………………………………..……….. 51
2.1. Félix Varela y Morales: formación y entorno intelectual …….…………………………………………. 51
2.2. La libertad individual en la obra de Félix Varela (1812 – 1821)….……………………………………. 55
2.2.1. Pacto social y soberanía en Félix Varela..……………………………………………………….. 62
2.2.2. Félix Varela ante la separación de los poderes..……………………………………………… 69
2.3. Un discurso con rasgos liberales: El Proyecto de Gobierno Autonómico.………………….……..76
2.3.1. Félix Varela: representante de la nación y mandatario por la provincia…..……….….78
2.4. Félix Varela: libertad individual y abolición….……………………………………………………………………91
2.5. Libertad individual e independencia: la patria y la virtud…….………………………………………… 105
2.6. Discurso y praxis: la libertad individual.….…………………………………………………………………….. 113
Conclusiones…………………………………………………………………………………………………………………….….. 118
Recomendaciones………………………………………………………………………………………………………….…….. 120
Notas
Bibliografía
1

INTRODUCCIÓN

La invocación de la libertad individual como principio de orden jurídico, fue común


a la tradición del iusnaturalismo racionalista y de allí trascendió a los procesos
constitucionales de fines del siglo XVIII e inicios del siglo XIX. Para 1810, año en
que tuvieron lugar las primeras elecciones a diputados en Cuba, la legitimación de
una visión de libertad individual basada en la racionalidad capitalista, era ya un
hecho en las tempranas formas jurídicas del constitucionalismo. Paralelamente, el
reclamo de un orden favorable a una postura similar de libertad individual, también
resultó visible en la Isla. Las actitudes reformistas e independentistas de las dos
primeras décadas del siglo XIX, invocaron a la libertad individual desde bases
como propiedad, mercado y también origen racial.
En este contexto histórico resulta pertinente el estudio de la noción de libertad
individual presente en la obra jurídica y filosófica de Félix VARELA 1, pensador cuya
influencia entre los círculos ilustrados de la Isla fue reconocida desde el propio
siglo XIX 2. Esta notoriedad intelectual se encuentra, sin embargo, marcada por un
sesgo que ha contribuido a dificultar el estudio de su pensamiento. VARELA vivió y
escribió en un período en el que concurrieron diversas transiciones, de las cuales
él mismo fue –consciente o no partícipe–. Estas transiciones dejaron en su obra
una huella profunda que ha problematizado su estudio en no poca medida, con
secuelas para la interpretación y ubicación conceptual de sus posicionamientos
teóricos y políticos. Como individuo y como pensador, VARELA asistió al largo y
fragmentario proceso de derrumbe del absolutismo español, y su obra fue
repositorio de simpatías transicionales al respecto 3. A su vez, durante el período
de 1820 a 1824 se operó en él un tránsito de postura política en relación al status
jurídico de Cuba frente a España, al mudar del terreno del autonomismo, al del
independentismo. En derredor del espacio inmediato a VARELA, la década de los
años veinte del siglo XIX, precedió a lo que POLANYI denominó como “gran
transformación” para designar el advenimiento de la economía liberal, como
resultado de la creación de las bases económicas para la aparición de un mercado
autorregulador, proceso que se iniciaría en la década del treinta, aunque sus
2

raíces databan del siglo XVII 4. También esta década precedió a la consolidación
del proceso de secuestro por el cual los teóricos del liberalismo se apropiaron
paulatinamente del aparato categorial propio de la tradición republicana, para
legitimar en las formas jurídicas y en la filosofía, al credo liberal 5. VARELA fue
reflejo de esta transición, cuyas huellas pueden apreciarse en el uso indistinto en
su obra de fuentes liberales y republicanas 6. De manera concurrente, la década de
1812 a 1823, fue la de la acuñación del vocablo “liberal”, que designó a los
partidarios de la Constitución de 1812 en España, y que luego de 1830 pasó a
denominar también el proyecto burgués de sociedad construido sobre (y para) el
desarrollo de un mercado autorregulador. Estos procesos transicionales
problematizan la ubicación política e iusfilosófica de Félix VARELA y de su noción
de libertad individual. En este sentido, la posible presencia de rasgos liberales en
la misma, demanda ser estudiada. Ello se justifica en el hecho de que una larga
tradición de estudiosos cubanos ha calificado su figura de liberal, si bien sobre
bases escasamente fundamentadas en unos casos, influidas por la propia
tradición liberal en otros y referidas todas a un período anterior a la aparición del
liberalismo. Esta situación se agrava si se tiene en cuenta la dificultad de alinearlo
hacia el republicanismo, debido a su profesión de fe monárquica durante el
período más prolífico de su actividad intelectual y política 7.
El estudio de la personalidad de Félix VARELA y de su obra, han sido recurrentes
en autores de distinta procedencia a lo largo de más de cien años8. En ese
devenir, una revisión crítica del tratamiento dado a su noción iusfilosófica sobre
libertad individual desde la historiografía y la filosofía, arrojaría una importante
insuficiencia investigativa: la no determinación de los posibles rasgos liberales
presentes en la misma, y del peso de estos en su contenido. Ello ha afectado los
estudios acerca de su obra que se resienten, además, por la ausencia de un
abordaje crítico de la noción iusfilosófica de libertad individual en Félix VARELA, lo
cual ha tenido consecuencias para su interpretación. Esta situación puede
apreciarse en la siguiente muestra de autores ocupados de su figura.
En 1878 José Ignacio RODRÍGUEZ publicó el primer estudio biográfico y de
pensamiento acerca de Félix VARELA. El tratamiento dado en la obra a la libertad
3

individual, estuvo relacionado solo con la defensa de la libertad de Cuba y no con


aquellos fundamentos iusfilosóficos que permitirían explicar las actitudes
doctrinales y políticas de VARELA 9. En 1927 Diego GONZÁLEZ abordó la libertad
individual en Félix VARELA desde una perspectiva similar y el modo en que explicó
sus actitudes políticas en torno a la misma limitó con lo anecdótico, como se
desprende de la cita siguiente: “Decidido más tarde [Félix VARELA] a no ocuparse
más de política, suspendió esta publicación [El Habanero] y se dedicó a tareas
científicas y literarias” 10. La caracterización dada por José María AGUAYO en el
prólogo de esta obra, es evidencia del tono ingenuo desde el cual se abordó su
pensamiento a inicios del siglo XX, hecho que demuestra que los estudios acerca
de su figura se hallaban en ciernes. De ahí que lo definiese con el apelativo de
“noble y simpática figura” 11. En 1949 HERNÁNDEZ TRAVIESO publicó el estudio mejor
documentado sobre VARELA hasta ese momento. También este adoleció de una
determinación de los posibles rasgos liberales atribuidos a su pensamiento
iusfilosófico y, en su lugar, empleó la narración histórica para explicar las actitudes
de VARELA en torno a la libertad individual. Para ello redactó pasajes novelados
que carecieron de todo fundamento documental 12 y que décadas después fueron
reproducidos fielmente por autores como REYES FERNÁNDEZ 13 y TORRES –
CUEVAS 14. Con posterioridad a 1959, algunas interpretaciones marxistas del
pensamiento de VARELA señalaron y elogiaron su comunión con el liberalismo en
función de una libertad en abstracto; aunque sin recabar en si podían apreciarse
elementos de esta corriente en sus textos, y en ese caso cuál sería el posible peso
que les correspondería en sus posturas iusfilosóficas. Se elogió su filiación al
liberalismo para señalar una pretendida amplitud democrática a su noción de
libertad individual, cuando debió haberse interpretado en sentido opuesto. Esta
postura pasó a inaugurar el uso empático con que se le endilgó el calificativo de
“liberal”; con lo cual se unificaban un concepto con una pretendida actitud,
opuestos entre sí. El resultado final ha sido una calificación bipolar, en la cual Félix
VARELA es liberal y a la vez, demócrata. Fue el caso de Isabel MONAL, para quien:
“Estas posiciones no entraban en contradicción con la sensibilidad y la acogida
que VARELA brindó al liberalismo. La centralidad de la libertad era en él tan natural
4

como era el caso de mayoría de las corrientes liberales, (…) La libertad y no la


igualdad era la verdadera palabra mágica del liberalismo europeo, (…) Pero en
VARELA no hay tensión entre libertad e igualdad,…” 15. También de REYES
FERNÁNDEZ quien sostuvo que de sus clases de constitución “bebieron los jóvenes
cubanos los paradigmas sociopolíticos de igualdad, libertad y fraternidad
propugnados por la Revolución Francesa”, al ser “clases de política con un
marcado enfoque ilustrado – liberal”16. LOYOLA VEGA lo califica de revolucionario y
en un estilo poético atribuye a Varela el deseo de: “En esta hermosa casa (su
amadísima Cuba) se unirían por igual blancos y negros para cohabitar
hermanados sin el degradante sistema de la esclavitud,…” 17. TORRES – CUEVAS ha
señalado la dificultad latente para aportar una clasificación que encierre la
totalidad del pensamiento de VARELA en torno a la libertad individual18, y en su
defecto, ha optado por la fórmula de clasificación por acumulación al afirmar que:
“El factor, (…), definitorio de la ubicación de VARELA en una corriente determinada
sería en la corriente de liberación latinoamericana, la cual porta un componente
liberal – radical – democrático – popular autóctono” 19. Como se ve, el empleo
laudatorio del término “liberal” ha sido frecuente, pero ha carecido de una
determinación de los posibles rasgos liberales que sustentan su existencia en la
obra de VARELA 20.
Los estudios historiográficos y filosóficos acerca de VARELA han coincidido en
alinearlo con el liberalismo, sin tener en cuenta las implicaciones de tal
adjudicación para su pensamiento iusfilosófico, y en particular para su noción de
libertad individual. A la vez, esta alineación ha sido señalada como proclive a una
sociedad democrática e igualitaria, hecho que supone un contrasentido con la
tradición liberal. Por efecto de contagio, la historiografía jurídica ha sido
reproductora de igual tendencia. La muestra escogida de textos de esta clase en
los que se ha abordado la figura de Félix VARELA, evidencia esta afirmación.
Fue Ramón INFIESTA quien abordó por primera vez la figura de VARELA desde la
perspectiva historiográfica del constitucionalismo, en su Historia Constitucional de
Cuba publicada en 1942. No obstante, su análisis se redujo solo a señalar la
significación intelectual y política de la apertura de la cátedra de Constitución en
5

La Habana, así como a las líneas generales que caracterizaron la posición de


VARELA en las Cortes en pro de la autonomía. En modo alguno hizo referencia a
su postura iusfilosófica ante la libertad individual. También ocurrió así en la
Historia constitucional de Cuba, publicada por HERNÁNDEZ CORUJO en 1962.
En 1954 el Anuario de la Facultad de Ciencias Sociales y Derecho Público de la
Universidad de La Habana, publicó una compilación de acercamientos jurídicos a
Félix VARELA. Firmados por Enrique HERNÁNDEZ CORUJO, Héctor GARCINI GUERRA,
Andrés ANGULO y Adriano CARMONA ROMAY 21, abordaban algunas de sus
proyecciones jurídicas. En todas primó la descripción, y las consideraciones en
torno a la noción iusfilosófica de la libertad individual en VARELA, estuvieron
ausentes. En Historia del Estado y el Derecho en Cuba, el profesor CARRERAS
dedicó un epígrafe a la trascendencia de la Cátedra de Constitución para la cultura
habanera y a la actuación de Félix VARELA en Cortes. Su mayor mérito en este
punto fue su reconocimiento hacia la existencia en él de un pensamiento
constitucional, aunque tal planteamiento careció de desarrollo 22. Posteriormente,
en Historia del Estado y el Derecho en Cuba, el profesor FERNÁNDEZ BULTÉ siguió
el criterio planteado por CARRERAS, empleando también el calificativo de “liberal
burgués” respecto a VARELA 23. En ambos casos, la noción iusfilosófica de libertad
individual en Félix VARELA, careció de tratamiento. En Historia constitucional y
poder político en Cuba, el profesor VILLABELLA ARMENGOL solo menciona a VARELA
de forma pasajera 24. Mientras, la reproducción de patrones descriptivos acerca de
su pensamiento, afecta a los acercamientos histórico – jurídicos más recientes. En
2011 MONDELO sostenía que “… el prelado defiende implícitamente la soberanía
popular, (…), defiende la idea de que los negros y mulatos libres debían poseer
derecho de representación,…”25. En ese año, FERNÁNDEZ ESTRADA sostuvo de
VARELA que “fue un liberal que confió en el pueblo, al contrario de la mayoría de
los liberales, que aconsejaban tener siempre lejos al populacho de la gestión
política” 26. La obra de Félix VARELA coexistió y fue deudora de una época de
transiciones, al margen de la cual no deben comprometerse juicios anticipados.
Calificar de “liberal” a VARELA podría ser anacrónico, debido a que en el momento
en que este produce sus obras más importantes, el liberalismo no existe aún; no
6

obstante, una larga tradición de autores ha coincidido en calificarlo de “liberal” 27,


pero sin definir qué posibles rasgos pudieran señalarse en su noción de libertad
individual.
Este hecho justifica el estudio de su noción iusfilosófica de libertad individual,
desde la determinación de los posibles rasgos liberales presentes en ella. La
complejidad ideológica y política del período demanda, además, que tal ejercicio
se lleve a cabo –de modo extemporáneo– desde la contraposición entre
republicanismo y liberalismo, con el fin de establecer una ubicación para la noción
iusfilosófica de libertad individual de Félix VARELA en relación con sus alcances y
limitaciones ¿Fue VARELA un defensor de la soberanía popular? ¿Su oposición a la
esclavitud se sustentó sobre bases de igualdad? ¿Respaldó una concepción
universal del sufragio? Estas interrogantes no han sido suficientemente
respondidas, y la ausencia de una determinación de los posibles rasgos liberales
de su noción iusfilosófica de libertad individual, ha sido una de las causas. En tal
sentido, se establece como problema científico de la investigación: ¿qué rasgos
del liberalismo se hallan en la noción de libertad individual en la obra iusfilosófica
de Félix VARELA?
Derivado de ello, se plantea la siguiente hipótesis: En la noción de libertad
individual presente en la obra iusfilosófica de Félix VARELA resulta posible señalar
rasgos del liberalismo.
Sobre esta base se propuso como objetivo general: Determinar los rasgos del
liberalismo en la noción de libertad individual en la obra iusfilosófica de Félix
VARELA.
Al respecto se han formulado los siguientes objetivos específicos:
 Caracterizar el tratamiento dado a la libertad individual en el pensamiento
iusfilosófico ilustrado y en el constitucionalismo de fines del siglo XVIII e
inicios del siglo XIX.
 Definir la noción de libertad individual presente en la obra iusfilosófica de
Félix VARELA desde los rasgos liberales presentes en ella.
7

 Valorar la influencia de los rasgos liberales en la noción de libertad


individual de Félix VARELA, en relación a la expresión de la misma en su
obra iusfilosófica.
A partir de lo expresado, quedan definidos como objeto de estudio de la
investigación la obra iusfilosófica de Félix VARELA; y como campo de acción la
noción de libertad individual de Félix VARELA.
Determinar la existencia de rasgos liberales en la noción de libertad individual de
Félix VARELA supuso un desafío investigativo, pues versó sobre enfoques críticos
no usuales en las obras ocupadas de su figura. Resultó ardua la reconstrucción
histórica, que trató sobre un período de complejas transiciones, agravado por la
inestabilidad del discurso político criollo, que se debatió entre independentismo y
reformismo. Esta actitud de la oligarquía criolla fue señalada por MORENO
FRAGINALS bajo la denominación de “fugacidad de las formas ideológicas” 28, y tuvo
por base la conflictividad de intereses tejida entre el gobierno metropolitano y la
oligarquía criolla en torno al control del espacio colonial. Para complementar el
tratamiento de esta conflictividad en la historiografía nacional, se ha recurrido
también a historiadores foráneos que se han ocupado de la misma 29. De igual
modo, la escasez de fuentes publicadas ha requerido la búsqueda de información
documental en los archivos cubanos, que sirva de evidencia y que permita
caracterizar las actitudes políticas de la oligarquía criolla en torno a la
conflictividad señalada. Su aporte ha sido vital, pues la defensa de intereses
oligárquicos en este conflicto se articuló sobre la base de un discurso que apelaba
a la libertad individual y que quedó plasmado en la documentación producida por
los ayuntamientos.
Por su parte, el abordaje de la noción de libertad individual desde el trabajo con
los textos de Félix VARELA contó con tres grandes obstáculos. El primero de ellos
es la inexistencia de un tratamiento conceptual específico hacia la libertad
individual en la obra de VARELA, lo que obligó a definir su noción desde el cotejo e
interpretación de las fuentes varelianas. El segundo estuvo relacionado con el
acceso a la obra de Félix VARELA, pues no toda circula en las compilaciones
publicadas en Cuba. Es el caso de sus declaraciones ante las Cortes de 1823 en
8

defensa de la autonomía, textos que no pasaron a las compilaciones de sus obras


y que debieron ser rastreados en el Diario de Sesiones de las Cortes de 1823. El
tercero radicó en el tratamiento crítico hacia la propia noción de libertad individual
en Varela, cuya dificultad más importante residió en la crítica a varios de los
enfoques existentes hasta hoy sobre la misma.
Luego de las precisiones señaladas, se hace necesaria la estructuración de
conceptos específicos que constituyen puntos polémicos en el debate de las
Ciencias Sociales, y que están orientados a conferir solidez científica a la
resolución del objeto propuesto. Para ello se les ha asignado el valor de
categorías generales, cuya utilización intencional ha facilitado el estudio de la
noción de libertad individual de Félix VARELA.
Laissez faire (dejad hacer): locución francesa atribuida a un diálogo entre el
ministro COLBERT y varios comerciantes franceses, reseñado en las memorias del
marqués de ARGENSON. Designa uno de los dogmas del liberalismo económico y
hace referencia a la no intervención del gobierno en la actividad económica
privada, reivindicada por la burguesía para fundamentar la necesidad de una
producción y comercio libres de restricciones 30. Se ha tenido en cuenta para la
investigación el significado en que es usada por POLANYI 31, FOUCAULT 32 y por
BROWN 33. Si bien el origen de la expresión se remonta a mediados del siglo XVIII,
su implementación como principio de funcionamiento de un mercado
autorregulador es propia del siglo XIX y se construyó desde el Estado y en función
del mercado 34.
Liberalismo: a pesar del origen español del vocablo “liberal” 35, se ha asumido un
significado que relaciona los criterios vertidos por POLANYI 36, FERNÁNDEZ
SEBASTIÁN 37, LASKI 38, FOUCAULT 39, DOMÉNECH 40 y BROWN41, en pro de ofrecer una
herramienta útil a los fines de la investigación. Al respecto se asume por
liberalismo aquel dispositivo de poder fundado en una tradición de pensamiento
que propugna: la limitación a la intervención del gobierno en lo concerniente a
producción, mercados y precios 42; la naturaleza elitista e individual de los
derechos, como fronteras inviolables ante la intervención del gobierno; la limitación
del acceso a los derechos políticos en razón de la propiedad y del origen racial; y
9

la primacía de la nación sobre el pueblo, como sujeto portador de la soberanía. En


relación con el contexto histórico tratado, se ha tenido en cuenta el criterio de
LASKI, acerca del divorcio existente entre libertad e igualdad dentro del cuerpo de
doctrinas liberales. Teniendo en cuenta que económica y políticamente el mismo
surge a partir de 1830 43, se ha recurrido al hecho de que posee raíces que se
remontan al propio siglo XVIII, para lo cual ha debido consultarse la obra de los
economistas políticos clásicos como SMITH.
Republicanismo: en relación a lo expuesto por OVEJERO 44, PATEMAN 45,
DOMÉNECH 46 y GARGARELLA 47, se ha entendido como aquella corriente defensora
de una concepción de libertad individual fundada en el autogobierno, la virtud
cívica, la independencia material de los individuos y el rechazo hacia cualquier
forma de dominación, en beneficio de una mayor justicia social. Al respecto, les
son propios la concepción popular de la soberanía, el sufragio universal y el
compromiso social del gobierno en la dirección de la economía 48. Se corresponde
con una forma de gobierno cuya composición se provee mediante elección y con
carácter temporal49.
A partir de los elementos teóricos y metodológicos enunciados, se ha estructurado
la investigación en dos capítulos:
I. La libertad individual: trayectoria iusfilosófica ilustrada y manifestación en el
contexto criollo.
II. Los rasgos liberales de la noción iusfilosófica de libertad individual de Félix
Varela.
Para su elaboración se apeló al uso de los siguientes métodos teóricos aplicables
a la investigación jurídica:
Lógico: permitió la redacción del informe teniendo en cuenta la coherencia entre
los contenidos; también la definición y contraste entre las posturas señaladas, del
mismo modo que la deducción y precisión de nociones y actitudes del
pensamiento iusfilosófico de Félix VARELA, no declaradas taxativamente en su
obra, pero presentes en la misma.
Histórico 50: imprescindible al momento de reconstruir el contexto histórico
estudiado, así como el devenir de la concepción iusfilosófica de libertad individual
10

en el tiempo. Del mismo modo, facilitó la comprensión del discurso iusfilosófico


criollo acerca de la libertad individual y el lugar de esta en las manifestaciones
constitucionales proyectadas desde Cuba. También posibilitó el estudio biográfico
de Félix VARELA así como el análisis y crítica de su discurso sobre libertad
individual, desde el sustrato objetivo sobre el cual este se proyectó.
Analítico - sintético e Inductivo - deductivo: utilizados en la elaboración de
patrones generales que sistematizan la evolución de la libertad individual en el
pensamiento iusfilosófico ilustrado y su transición al constitucionalismo. Así
también posibilitó la caracterización, análisis y crítica de su recepción por la
ilustración criolla y en particular por Félix VARELA. Permitió establecer referentes,
señalar influencias y determinar espacios críticos de recepción en el abordaje de
la libertad individual en la obra jurídica y filosófica de Félix VARELA.
Derecho comparado: su empleo desde una perspectiva histórica, posibilitó la
comprensión del carácter de la libertad individual como principio jurídico –
constitucional enmarcado en el constitucionalismo, entre fines del siglo XVIII e
inicios del XIX. Asimismo posibilitó establecer comparaciones entre diferentes
regulaciones normativas sobre cuestiones de libertad y caracterizar jurídicamente
a la libertad individual bajo el Derecho Real vigente en Cuba, su situación bajo el
constitucionalismo gaditano, así como para establecer cotejos entre las demandas
de autonomía presentes en el Proyecto de Instrucción para el Gobierno
Autonómico de Félix VARELA y las regulaciones previstas para las mismas en la
Constitución de 1812.
Como método de la investigación empírica cualitativa en la ciencia jurídica, fue
empleado el método:
Hermenéutico: usado para dilucidar desde una perspectiva analítica e
interpretativa, el contenido de la libertad individual en fuentes normativas de la
época y en la documentación consultada en archivo. En este sentido, también fue
útil para escudriñar y discernir en ideas expuestas “entre líneas” dentro de la
documentación y los textos consultados. Se empleó, además, para la consulta -en
su idioma original- de obras consideradas clásicas. En tal sentido, permitió
establecer cotejos entre la terminología empleada en el idioma de los textos
11

consultados, con sus equivalentes en español, en pro de una mejor comprensión


de la naturaleza atribuida a sus significados.
Como parte del proceso de investigación, se precisó también la consulta de textos
clásicos del liberalismo para señalar los rasgos liberales presentes en el discurso
de inicios del siglo XIX. Así también fueron consultadas obras propias del entorno
hispanoamericano de la época, que por su rareza solo pueden ser halladas en la
edición original. Ello explica la presencia en la bibliografía de textos cuya edición
se remonta al siglo XIX, pero que permitieron la caracterización del estado de las
ideas en el período histórico tratado. Lo mismo resulta válido para una parte
importante de la legislación española consultada, que solo pudo hallarse en las
recopilaciones del Derecho Real publicadas entre fines del siglo XVIII y el siglo
XIX.
La presente investigación tributa al Proyecto de Investigación “Historia de la
Cultura Jurídica en Cuba”, de la Facultad de Derecho de la Universidad de Oriente
y propone una visión del pensamiento iusfilosófico cubano no tenida en cuenta
hasta ahora y que, sin pretensiones revisionistas, tributa a un conocimiento más
objetivo del pasado iusfilosófico de nuestro país. A partir de ello se deja constancia
de los resultados principales:
 Caracterización del tratamiento dado a la libertad individual en el
pensamiento iusfilosófico ilustrado desde una muestra de sus
representantes, así como de su positivización por el constitucionalismo
norteamericano, francés e hispanoamericano.
 Análisis jurídico de la situación de la libertad individual en la sociedad criolla
desde las posibilidades legales de actuación individual, así como de la
esclavitud y de la situación jurídica y posibilidades del esclavo.
 Definición de la noción de libertad individual en el pensamiento iusfilosófico
de Félix VARELA a partir de sus rasgos liberales.
 Valoración crítica de la noción de libertad individual proyectada por Félix
VARELA en su Proyecto de Instrucción para el gobierno económico – político
de las provincias de Ultramar y en su Memoria y Proyecto para la abolición
de la esclavitud; así como la expuesta en sus debates políticos en Cortes y
12

en el exilio, desde la determinación de los presupuestos liberales presentes


en su obra jurídica y filosófica.
Estos resultados producen como beneficios: la incorporación de un texto útil a la
enseñanza de la Filosofía del Derecho, la Ciencia Política, la Historia General del
Estado y el Derecho, el Derecho Constitucional y la Historia del Estado y el
Derecho en Cuba, en el pregrado y el posgrado de carreras afines con las
Ciencias Sociales y Humanísticas; el estudio de las posturas políticas de Félix
VARELA desde los presupuestos liberales presentes en su obra; el aporte de una
definición novedosa de su pensamiento iusfilosófico, útil para estudios posteriores
acerca de las tendencias iusfilosóficas en el pensamiento cubano del siglo XIX,
que tribute a la mejor comprensión del papel del derecho en las mismas.
13

CAPÍTULO I.
LA LIBERTAD INDIVIDUAL: SU TRAYECTORIA
IUSFILOSÓFICA ILUSTARDA Y SU MANIFESTACIÓN EN
EL CONTEXTO CRIOLLO

Determinar los rasgos liberales presentes en la noción de libertad individual


proyectada en la obra de Félix VARELA, demanda de un ejercicio de
sistematización que contextualice y permita caracterizar la libertad individual en el
entorno contemporáneo a su obra.
En el presente capítulo se caracterizará el tratamiento dado a la libertad individual
por la tradición iusfilosófica ilustrada, a partir de una muestra de sus
representantes. Consecuentemente, se analizará su plasmación -como principio
de orden jurídico- en el constitucionalismo entre fines del siglo XVIII e inicios del
XIX. En este sentido serán estudiados los documentos constitucionales de la
independencia norteamericana, las constituciones estaduales y la constitución
federal de 1787. Del mismo modo se estudiarán los textos constitucionales
franceses de 1791 y 1793, la Constitución de Cádiz de 1812 y los textos
constitucionales hispanoamericanos del período independentista. Se caracterizará,
además, el esquema jurídico de libertad individual existente en Cuba desde la
situación jurídica de los individuos libres y esclavos, sobre la base de sus
posibilidades jurídicas de actuación social. También la proyección teórica y
discursiva del movimiento ilustrado cubano acerca de la libertad individual y la
relación del mismo con la noción de Félix VARELA.

1.1. Iusnaturalismo ilustrado y libertad individual


La trayectoria iusfilosófica de la libertad individual en el iusnaturalismo ilustrado,
orbitó en torno a dos extremos señalados como contrapuestos. La doctrina los ha
denominado bajo términos distintos, pero el contenido asignado a estos resulta
similar 51. Esta similitud de contenido permitirá su uso en función de la
caracterización diacrónica del tratamiento iusfilosófico dado por la Ilustración a la
14

libertad individual, así como de su concreción constitucional. Al efecto, resulta


posible señalar dos vertientes opuestas sobre libertad individual propias del
iusnaturalismo ilustrado: una de contenido democrático y otra de contenido
oligárquico 52, actualmente enmarcadas en el rescate de la tradición republicana 53.
La interacción entre ambas marcó el devenir del tratamiento hacia la libertad
individual en el marco de la tradición iusfilosófica denominada como Escuela del
Derecho Natural Racionalista 54. Sin embargo, asumir estas vertientes de libertad
individual como extremos separados u opuestos, resultaría falaz. Entre ellas se
tejieron diversos vasos comunicantes, visibles en el discurso teórico de los autores
que sostuvieron una u otra 55. Paralelamente, la paulatina formación teórica del
liberalismo se apropió -mediante un complejo proceso de secuestro- de un aparato
categorial que no era sino fruto del republicanismo.
Como problema filosófico, el tratamiento de la libertad individual había girado
tradicionalmente en torno a su carácter trascendental y abstracto 56, más que
alrededor de sus posibilidades materiales de realización práctica. En palabras de
SARTORI la filosofía sólo se había interesado por el problema de “la Verdadera
Libertad, o la Esencia de la Libertad; es decir, sea el problema de la libertad de la
voluntad, sea el problema de la suprema forma de la libertad (concebida
diversamente como autoexpresión, como autodeterminación o como auto
perfección).” 57 La Ilustración delineó un rostro menos abstracto –más positivo, si
se quiere- acerca de la misma.
Una mejor caracterización del devenir iusfilosófico de la libertad individual, podrá
apreciarse a través de la sistematización diacrónica de dos de las dimensiones
básicas en que fue abordada en la tradición ilustrada: la libertad natural y la
libertad en el marco de la sociedad política. A través de las mismas podrá
apreciarse, además, la distinción y contrapunteo entre las vertientes oligárquica y
democrática acerca de la libertad individual, al igual que el proceso mediante el
cual los precursores del liberalismo se apropiaron de la terminología republicana.
15

1.1.1. La libertad natural en el iusnaturalismo racionalista


Para explicar el fundamento de la libertad individual, el iusnaturalismo moderno se
remontó a una supuesta edad pre política o pre social, caracterizada por una
existencia humana individual sin más ley que la de la naturaleza 58. Esta tesis
supuso una reacción contra la tradicional visión heredada del aristotelismo, que
anteponía la sociedad como una condición previa y natural para la existencia del
ser humano. En Leviatán, HOBBES describió una existencia humana de carácter
pre social fundado en individualismos antagónicos, que mantenían al ser humano
en un permanente estado de guerra de todos contra todos59.
Como reacción contra la tesis aristotélica del hombre como ser social, HOBBES
contrapuso su hipótesis del homo homini lupus (el hombre es lobo del hombre). De
ahí que considerase que “un HOMBRE LIBRE es quien en las cosas que por su
fuerza o ingenio puede hacer no se ve estorbado en realizar su voluntad”. Por ello
definía la libertad natural como “falta de oposición (por oposición quiero decir
impedimentos externos al movimiento); y puede aplicarse a las criaturas
irracionales e inanimadas no menos que a las racionales” 60. Sin embargo, Hobbes
recomendaba someter al poder absoluto la libertad natural, como medio para
contener la naturaleza depredadora de los individuos en beneficio de la sociedad.
En el uso de argumentos teóricos basados en el miedo y el peligro para justificar la
limitación de la libertad individual, señaló FOUCAULT una de las características
definitorias del liberalismo, entendido como dispositivo de poder 61. Ello ya estaba
presente en la argumentación empleada por Hobbes para justificar la necesidad
del estado, y fue asumida también por la economía política clásica en la segunda
mitad del siglo XVIII 62.
LOCKE 63 empleó igualmente la tesis del estado de naturaleza a la hora de explicar
el fundamento de la libertad individual64, a la que también entendió en relación
directa con la igualdad 65. A diferencia de HOBBES, en LOCKE el fundamento del
Estado descansaba sobre una voluntad representativa de individuos libres y
materialmente independientes, en razón de su condición de propietarios 66. De ahí
que para él la libertad individual viniera dada por la independencia material que
proporcionaba la condición propietaria 67. Esta idea sirvió de base a la perspectiva
16

republicana de la libertad, fundada en la asociación de individuos libres e iguales


en condición y medios de vida 68. Para su realización práctica, esta visión de la
libertad individual partía de la necesidad de dotar a los integrantes del Estado de
medios de vida suficientes como para hacerlos iguales en condición y
materialmente independientes entre sí 69.
En ROUSSEAU se produciría una sensible ruptura respecto a la concepción del
estado de naturaleza. Para el ginebrino, lejos de estar compuesto por
individualidades atomizadas, estaría conformado por unidades familiares70. A
diferencia de HOBBES, no consideró al individuo humano como un depredador de
su género, hecho que lo acerca a LOCKE en el sentido de no ver en este a un ente
peligroso por naturaleza. También, a semejanza del pensador inglés, vio en la
naturaleza el factor regulador para la conducta individual 71.
MONTESQUIEU concibió también un estado de existencia natural del hombre sujeto
únicamente a ciertas leyes naturales específicas como la paz, la búsqueda de
alimentos, la atracción de los sexos y la necesidad de vivir juntos72. Por el
contrario, los economistas clásicos que precedieron al liberalismo, usaron la tesis
del estado de naturaleza para fundamentar la desigualdad individual desde la
“natural” existencia de propietarios y desposeídos. En evidente reformulación de
los postulados republicanos, SMITH sostuvo –desde una extensiva interpretación
de LOCKE, a quien citó en este punto- que el gobierno civil había surgido para
defender al rico del pobre 73.
La tesis del estado de naturaleza, como el fundamento para determinados
derechos naturales del individuo, no escapó ilesa de críticas. Fue atacada desde
posturas escépticas 74 y también desde posiciones utilitaristas. En franca crítica a
la visión de una libertad individual basada en la razón natural, BENTHAM afirmaba
que esta no permitía conocer si se era o no libre de realizar una acción, sino hasta
después de haber examinado todas sus consecuencias 75.
La ficción del estado de naturaleza permitió fundamentar el carácter natural e
individual de la libertad, si bien desde una fisonomía abstracta. Así mismo delineó
dos naturalezas humanas: una peligrosa y otra asociativa. Estas se convirtieron en
los pivotes que fundamentaron las dos vertientes opuestas acerca de la libertad.
17

Una de ellas justificó el monopolio del poder por una clase, mediante el control de
la libertad en razón de la seguridad, así como su consecuente distribución entre
individuos iguales e independientes. Sin embargo, el estado de naturaleza carecía
de elementos relacionales que permitieran construir la libertad individual desde la
noción de contraste, que se deriva de las afirmaciones “libre frente” o “libre para”,
las que pasarían a describir los ámbitos específicos destinados a su
desenvolvimiento. Para ello debía extinguirse esta situación primitiva, en beneficio
del orden de la sociedad política.

1.1.2. El contrato social y la libertad individual en la sociedad política


Para el iusnaturalismo ilustrado, el fin del estado de naturaleza y de la libertad
natural precisaron del empleo de otra ficción teórica: el contrato o pacto social. En
puridad el contrato no se concibió como hecho histórico concreto –con
independencia de que la semántica del discurso lo describiese en tales términos-
sino como una verdad de razón; o sea, como un eslabón necesario a la cadena de
razonamientos que debían explicar el tránsito del estado de naturaleza a la
sociedad política regida por el Estado. El argumento central de la ficción
contractual, orbitó en torno a la idea de que la existencia del gobierno se
sustentaba en el consentimiento libre de todos los individuos 76. En cuanto a su
historicidad, los fines legitimistas que debía cumplir no precisaban de un
acontecimiento válido para cumplir la función legitimadora de una nueva
naturaleza del Estado, opuesta al derecho divino de la monarquía 77.
A pesar de sostener el modelo del estado de naturaleza y del contrato como
mecanismo para la salida de este, HOBBES no dejó de ser un defensor de la
monarquía. Solo que en lugar de emplear el argumento del derecho divino para la
justificación de la misma, utilizó el de la búsqueda de seguridad por medio del
consentimiento 78. LOCKE representó la visión opuesta, por su reacción contra la
concentración del poder 79. Al respecto defendió una relación entre poder político y
libertad individual asentada en un fundamento más material, por el cual
gobernantes y gobernados interactuasen en un marco de relaciones basadas en la
propiedad, como medida de igualdad e independencia individuales. En este
18

sentido afirmó que “El fin mayor y principal de los hombres que se unen en
comunidades políticas y se ponen bajo el gobierno de ellas, es la preservación de
su propiedad; para cuyo objeto faltan en el estado de naturaleza diversos
requisitos” 80.
Como se ve, la sujeción individual al poder tenía como objetivo la conservación de
la propiedad como fundamento para la independencia individual. De ahí que el
sentido del pacto descansara en la garantía de seguridad conferida por el sistema
de relaciones por él creado 81. Por otra parte, la alusión hacia la propiedad no sólo
resultaba una evidencia del móvil que subyacía tras la pretendida asociación 82,
sino también de que toda formulación de la libertad individual frente a la sociedad -
o frente al poder- debía llevarse a cabo por medio de expresiones concretas83. En
este caso, si la sociedad política significaba el fin de la libertad natural, también
debía suponer el cese de la igualdad natural entre los hombres. Con esto, la
propiedad vino a marcar también la línea de fractura para el fin de la igualdad
natural entre los individuos. Esta idea, que en LOCKE relacionaba la independencia
material de los individuos con la libertad, fue reinterpretada por la economía
política clásica en función de presentar las relaciones entre individuos libres, como
relaciones entre propietarios. De ahí que SMITH le asignase a la propiedad el papel
alienador, que luego poseerá para las relaciones sociales en el liberalismo 84.
Desde argumentos republicanos, LOCKE se opuso a los criterios hobbesianos en lo
referido al carácter de la relación entre el pueblo y la autoridad política 85. Para él,
el pacto social construía una relación de confianza entre gobernante y gobernado,
según la cual el primero no era más que un fideicomisario o, si se quiere, un
depositario del mandato popular. De ahí su empleo de la expresión trustee or
deputy (fideicomisario o diputado) para designar al representante elegido para un
cargo de gobierno. La posibilidad reconocida al pueblo para juzgar los actos del
mismo, contrarios a la ley o al mandato conferido, dan la nota democrática a su
visión de la libertad individual en relación al poder86.
La idea de un gobierno producto del pacto social, fue un paso importante para la
formulación iusfilosófica de una libertad individual entendida como “libertad ante la
ley” 87. De ahí que MONTESQUIEU pudiera distinguir entre independencia y libertad
19

como esferas distintas, de las cuales la segunda poseía un sentido propiamente


jurídico 88. La primera, en cambio, tenía un contenido marcadamente económico,
relacionado con la capacidad individual para no depender de nadie más que de sí
mismo en el plano personal. Esta distinción permitió a MONTESQUIEU asociar a la
libertad individual el imperativo moral de un deber – querer, contrapuesto al simple
“hacer lo que se quiere” 89.
Aunque como ente independiente el hombre no pertenecía al gobierno, como
ciudadano había declinado en este el poder para limitar su libertad en favor de la
seguridad común. A semejanza de LOCKE, MONTESQUIEU vio en la representación
el vínculo más efectivo entre ciudadanos y gobierno y, con ello, fundamentó la
concepción de una democracia basada en la representación por elección, pues “…
es menester que el pueblo haga por medio de sus representantes lo que no puede
hacer por sí mismo.”90 ROUSSEAU llegó más lejos. En él aparece una visión
republicana de la libertad individual cuya juridicidad no estará fundada en la ley
como concepto abstracto, sino en los derechos como verdades imprescriptibles.
Por ello afirmaba que el estado civil era aquel “en el cual todos los derechos están
determinados por la ley” 91. En la tradición iusnaturalista ilustrada, ROUSSEAU
representó la perspectiva más democrática acerca de la libertad individual, al partir
del reconocimiento y definición de los derechos naturales del hombre, en función
de la limitación del gobierno por un soberano de naturaleza popular 92.
Pero la fórmula “libertad ante la ley” fue entendida de modos distintos. En este
sentido, la asignación de sustancia jurídica a la libertad individual entrañaba
también la posibilidad de que el estado estableciese la regla para su interpretación
en el marco de las vertientes democrática y oligárquica acerca de la misma. Como
movimiento doctrinal, la Ilustración se tornó campo de batalla entre ambas. Lo que
se jugaba en medio no era la cuestión de si la propiedad (entendida como medio
de existencia) era necesaria para la libertad individual, sino si los no propietarios
debían ser excluidos de ella dentro del estado 93. Al respecto, DOMÉNECH y
RAVENTÓS han afirmado:
“… el republicanismo democrático y el no democrático comparten la
perspectiva de que la propiedad (los medios de existencia) es necesaria
20

para la libertad. Sin embargo, así como el republicanismo no democrático


sostiene que los no propietarios deben ser excluidos de la ciudadanía, el
republicanismo democrático defiende que deben asegurarse los medios
para que toda la ciudadanía sea materialmente independiente”94.
LOCKE, MONTESQUIEU y ROUSSEAU, fundamentaron la posibilidad de que todo
individuo por medio de su trabajo, podía convertirse en propietario y poseer una
vida material autosuficiente. Por su carácter de actividad individual, el trabajo
legitimaba una apropiación de hecho, que solo precisaba del reconocimiento legal
para convertirse de simple posesión en propiedad 95. La posibilidad de que este
proceso fuese accesible a todos, ROUSSEAU la vislumbró –como LOCKE- en
sostener que cada quien debía recibir la cantidad de recursos necesaria para su
sustento y supervivencia 96. En contraposición, si bien la tendencia oligárquica y la
democrática compartieron la idea acerca de la independencia material como
fundamento para la libertad individual, la primera se negó a universalizarla 97. Lo
que sí debía universalizarse para esta era la libre capacidad de los desposeídos
de vender su fuerza de trabajo. Este reclamo fue expresado por la economía
política clásica, y sobre él se estableció uno de los cimientos teóricos para la
paulatina creación de un mercado de trabajo libre 98, condición básica para el
advenimiento del liberalismo.
El empleo de una argumentación de corte utilitarista, basada en la experiencia de
la praxis de gobierno, fue frecuente entre los precursores de las posturas liberales
sobre la libertad individual99. En este sentido, la vertiente oligárquica defendió la
idea de limitar el poder del gobierno en favor de la libertad (acción) individual. Pero
tal limitación no se entendió desde la perspectiva de los derechos naturales y la
representación, sino desde la noción de independencia entre gobernantes y
gobernados. El núcleo de esta limitación, aunque en la mayoría de los casos se
expresara formalmente desde un lenguaje jurídico, no se relacionaba
ontológicamente con el derecho, sino con la economía política y el proyecto de
creación de un mercado autorregulador 100. El conjunto de relaciones producidas
por la expansión mercantil influyeron, de a poco, en la reivindicación de un
paradigma de relación entre estado y capital fundado en el laissez faire (dejad
21

hacer), o sea, en la intervención mínima del estado en los asuntos económicos101.


De modo que las expresiones jurídicas de esta recayeron sobre un determinado
orden de libertades presentadas como favorables al individuo, pero necesarias al
mercado. Tales fueron los reclamos de libertad de comercio, de propiedad, de
contratación, de expresión, o de independencia personal para vender la propia
fuerza de trabajo 102.
La paulatina expansión del mercado influyó al discurso oligárquico sobre la libertad
individual que, aunque se expresara desde formas jurídicas, poseyó una marcada
esencia económica. Una de las manifestaciones más visibles de esta esencia, fue
el despojo a los pobres de la ciudadanía. Alexander HAMILTON había sostenido en
este sentido que: “Todas las comunidades se dividen entre los pocos y los
muchos. Los primeros son ricos y de buena cuna; los otros, el grueso del pueblo
(…). El pueblo es turbulento y mudadizo; raras veces juzga o toma decisiones
correctamente. Por lo tanto, conviene dar a la primera clase un papel superior y
permanente en el gobierno” 103.
La vertiente oligárquica de la libertad individual opuso los derechos al estado,
como instrumentos para reafirmar la independencia de los individuos frente al
poder. De ahí que este quedase sólo como árbitro entre determinadas relaciones
individuales y, sobre todo, alejado de la regulación del sistema de relaciones
mercantiles. El principio del dejad hacer se fundamentó desde la total separación
entre la actividad económica individual y el gobierno, por medio de la no
intervención de este. Esto era lo que expresaba VON HUMBOLDT al definir las
funciones específicas de la autoridad, a la que reprobaba todo esfuerzo por
mezclarse en los asuntos privados del ciudadano 104.
Pero la realidad es que el gobierno sí intervenía. El propio principio de no
intervención describe, de por sí, un tipo particular de intervención basada en la
permisividad y fue el propio gobierno quien, desde los procesos revolucionarios,
colaboró para la instauración definitiva del laissez – faire paradójicamente, desde
la intervención 105. La diferencia es que la intervención no discurría por medio de
imperativos legales, sino a través de lo que BROWN denomina como la desviación
del “uso habitual de la ley como medio de prohibición por parte del poder soberano
22

para asignarle una función negativa, la de baluarte de la autonomía de cada


individuo y de la totalidad constituida por la interacción de estos: la sociedad
civil.” 106 Esta concepción permisiva fue aplicada a los derechos, como espacios de
libertad contrapuestos e independientes al gobierno, y puede apreciarse en
CONSTANT, quien hacia el siglo XIX afirmó que:
“Los ciudadanos poseen derechos individuales independientes de toda
autoridad social o política y toda autoridad que viola estos derechos se hace
ilegítima. Los derechos de los ciudadanos son la libertad individual, la
libertad religiosa, la libertad de opinión en la cual está comprendida su
publicidad, el goce de la propiedad, la garantía contra todo lo arbitrario.
Ninguna autoridad puede atentar contra estos derechos sin desgarrar un
título propio”107.
El sustrato material para la regulación normativa de la libertad individual, fue
aportado por la solución constitucional. En este sentido, los textos de las
constituciones no vacilaron en reclamar la protección de la libertad como principio
del nuevo orden jurídico que se erigía 108. Dentro del mismo, sin embargo, el triunfo
de la vertiente oligárquica acerca de la libertad individual devino en el resultado
final de los procesos revolucionarios 109 y en su defensa, los argumentos de
derecho natural tuvieron que ceder paso a aquellos de corte utilitario. El esquema
permisivo de libertad individual fue plasmado en las declaraciones de derechos110
y a la semántica de las mismas se incorporó la distinción entre los derechos que
correspondían al hombre común y los propios del ciudadano 111. Ello fue
particularmente evidente en lo relativo a la esfera de la libertad política.
Los derechos políticos que la conformaron permitieron el establecimiento de
relaciones simultáneas entre los individuos y el poder, de ahí que SARTORI se
refiera a ella como el poder de los poderes subordinados. 112 El valor de esta cuota
de libertad individual para la legitimación, acceso y control del gobierno, explica el
hecho de que en su regulación quedaran establecidas fuertes limitaciones
normativas en el modo en que se concibió su distribución y extensión social. Fue
allí donde la vertiente republicana democrática acerca de la libertad individual
hubo de naufragar frente a una corriente oligárquica, que secuestró los derechos
23

políticos por medio de la condición propietaria y bajo el justificativo de la


seguridad 113.
La libertad política se formuló entonces sobre requisitos elitistas, que limitaron la
extensión de los derechos políticos sólo a aquel sector social cuyo nivel
económico le permitía ostentarlos. De ahí la tajante división entre hombres y
ciudadanos presente en el título de la Declaración francesa de 1789 114, y que halló
respaldo en la división entre el contenido activo y pasivo de la ciudadanía dentro
del texto constitucional 115. Así el Artículo 2, de la Sección Segunda, del Capítulo
Primero, Título III establecía que: “Para ser ciudadano activo es necesario (…) –
Pagar, en cualquier lugar del reino, una contribución directa igual al menos al valor
de tres jornales y presentar el recibo; - No encontrarse en estado de domesticidad,
es decir, de servidor a sueldo;…” 116 Enmarcado en un modelo de soberanía
nacional, el texto galo de 1791 se declaró abiertamente representativo en su Título
III, al expresar que: “La Constitución Francesa es representativa: los
representantes son el Cuerpo Legislativo y el Rey.” 117 La Constitución de 1793 y
su Declaración expresaron el lado opuesto, al sancionar la soberanía popular, el
sufragio universal y al abolir la esclavitud 118.
Aunque invocaba como fundamento político al “Pueblo de los Estados Unidos”, la
constitución norteamericana de 1787, así como el Reglamento del Noroeste de
ese mismo año, previeron fuertes límites para el acceso a la condición de
ciudadano 119. Con los mismos se buscaba reservar la libertad política sólo a los
individuos propietarios 120, mecanismo que aseguraba la hegemonía política para
la clase propietaria de blancos, únicos con libertad para concurrir a la formación
del gobierno, hecho que encontró respaldo en las constituciones estaduales 121.
Por el modo en que se concibió la libertad política, la regulación de la libertad
individual hacia fines del siglo XVIII discurrió como la consolidación del orden
constitucional de propietarios individuales. En este sentido, la sociedad política se
entendió como la sociedad de aquellos individuos de condición propietaria, más
que como una sociedad de propiedad universalizada. La primacía -por la
exclusividad de su extensión y las posibilidades brindadas por su ejercicio- de la
libertad política sobre la meramente civil, se construyó desde la consolidación de
24

la condición de propietario como requisito previo para el acceso a la ciudadanía 122.


De ahí que el reconocimiento expreso y la protección directa hacia el derecho de
propiedad –o hacia la propiedad en abstracto- fuese común a los ordenamientos
constitucionales de fines del siglo XVIII 123 y -por regla general- a los del siglo XIX.
El camino teórico había sido preparado por aquella tradición doctrinal que, de
modo expreso, expulsó de la ciudadanía activa a aquellos que solo poseían su
fuerza de trabajo, por considerar que se hallaban en situación de dependencia 124.
Al respecto sostuvo CONSTANT:
“En nuestras sociedades actuales el nacimiento en el país y la mayor edad
no bastan para conferir a los hombres las cualidades propias para el
ejercicio de los derechos de ciudadano. Aquellos a quienes su indigencia
mantiene en una eterna dependencia, por condenarlos a los trabajos
diarios, ni están más ilustrados que los niños en los negocios públicos, ni se
interesan más que los extranjeros en la prosperidad nacional, cuyos
elementos no conocen, y cuyas ventajas no disfrutan sino
indirectamente.”125
La vertiente oligárquica acerca de la libertad individual no renunció a considerar a
la independencia material como una condición para la existencia social y jurídica
de esta. Sin embargo, al mostrarse contraria a la universalización de los medios y
posibilidades de vida, terminó por sustentar un proyecto exclusivo y limitado por
formas jurídicas que expresaban verdades incompletas y, con ello, preparó el
camino al liberalismo. En términos críticos, MILL escribía en 1859 que:
“Entonces pudo verse que las frases como el `gobierno de sí mismos´ y `el
poder de los pueblos sobre ellos mismos´, no expresaban la verdad de las
cosas: el pueblo que ejerce el poder no es siempre el pueblo sobre quien se
ejerce, y el gobierno de sí mismo de que tanto se habla, no es el gobierno
de cada uno por sí,…” 126
También la noción de lo que se entendía por gobierno habría de ser modificada en
beneficio del orden del capital. El capitalismo creció a la sombra de la monarquía
absoluta, pero la maquinaria centralizada en que esta se apoyaba, así como su
alianza con la nobleza y el clero, se transformaron en un freno para su
25

expansión 127. De ahí que a la cuestión de la libertad individual se uniera la de un


nuevo sistema de gobierno desconcentrado, accesible a los individuos ciudadanos
y que funcionase sobre bases jurídicas previamente establecidas. Como el pacto
social, también la justificación de un modelo de gobierno cuyas funciones se
hallaran separadas y delimitadas por la ley, resultó un elemento común al
pensamiento ilustrado. Si en el orden práctico la decapitación de los reyes se
convirtió en el patético reflejo del fin del absolutismo, en el orden jurídico esa
imagen le correspondió –en no poca medida- al modelo de separación de los
poderes. Siendo un producto de la tradición republicana moderna contra la
monarquía terminó, al final, reivindicado por el orden liberal del siglo XIX.
LOCKE había lanzado fuertes críticas sobre la monarquía absoluta, hasta llegar a
afirmar que era incompatible con la sociedad civil y que, bajo la misma, aún no se
abandonaba del todo el estado de naturaleza 128. Por ello proponía que la función
legislativa descansase sobre un órgano distinto al monarca, por considerar que
era el medio más seguro para que los ciudadanos pudiesen obedecer sólo a
aquellas leyes que ellos mismos se diesen 129. En MONTESQUIEU se halló una
sistematización más acabada de estas ideas. Para el Barón las funciones
ejecutivas, legislativas y judiciales no sólo debían desconcentrarse en órganos
distintos, sino que además debían instituirse de manera neutral (de forma
despersonalizada, si se quiere) y por medio de la autoridad de la ley 130. Para su
funcionalidad, MONTESQUIEU entendía que la separación no debía ser absoluta,
sino que debía construirse sobre una relatividad que posibilitara determinados
niveles de interrelación entre las funciones de los órganos, a la manera de frenos y
contrapesos 131.
A fines del siglo XVIII los textos constitucionales elaborados en Estados Unidos y
Francia consagraron –con sus respectivas variaciones- este modelo. Por su parte,
la Declaración de los derechos del Hombre y el Ciudadano de 1789 lo erigió en
paradigma, al sostener en su Artículo XVI que: “Una sociedad en la que la garantía
de los derechos no está asegurada, ni la separación de poderes definida, no tiene
Constitución” 132.
26

El iusnaturalismo ilustrado proyectó una visión individual de la libertad fundada –


en principio- desde la tesis de un mítico estado de naturaleza. Mientras, y como
escaño superior, el contrato social permitió explicar el contenido de la libertad
individual en el marco de la sociedad política. En esta trayectoria se vislumbraron
dos vertientes de libertad individual (una democrática y otra oligárquica), cuya
contraposición abandonó el plano teórico para pasar al enfrentamiento político
durante los procesos revolucionarios. Al final, la vertiente oligárquica triunfó en el
marco del constitucionalismo burgués, desde presupuestos que sirvieron de
paradigma a procesos posteriores. Tales fueron, el secuestro de la libertad política
para los individuos propietarios; la concepción negativa de la libertad como libertad
ante ley; así como la independencia entre gobernantes y gobernados, basada en
una perspectiva de los derechos como categorías oponibles al gobierno; y el
principio de no intervención de este en los asuntos privados. Este triunfo de la
vertiente oligárquica –y su enfrentamiento con la democrática durante el proceso
revolucionario francés- facilitó el camino para que la tradición liberal posterior
operara un proceso de apropiación de categorías y formulaciones que, en puridad,
solo correspondían a la tradición republicana.

1.2. Iusnaturalismo, constitución y esclavitud


Uno de los hechos distintivos del pensamiento ilustrado y del constitucionalismo
de fines del siglo XVIII, fue la complicidad con la esclavitud. Nativa de la
antigüedad, reapareció en las colonias europeas de la modernidad para suplir la
ausencia de fuerza de trabajo libre. Su mantenimiento durante más de trescientos
años no estuvo exento de justificaciones iusfilosóficas, ni de protección
constitucional, así como tampoco de detractores. Este hecho complejizó aún más
el enfrentamiento entre las vertientes democrática y oligárquica acerca de la
libertad individual, que se debatieron entre la legitimación o la abolición.
LOCKE aportó uno de los primeros argumentos ilustrados en defensa de la
esclavitud. Para ello extendió la noción pre política del estado de guerra de unos
hombres contra otros, al contenido de la relación amo esclavo:
27

“Esta es la condición perfecta de la esclavitud, la cual no consiste en otra


cosa que en un estado de guerra continuado entre un conquistador
legítimo y un cautivo, pues apenas establecieran entre sí un convenio, y
llegaran a un acuerdo de poder limitado, por una parte, y obediencia por la
otra, el estado de guerra y esclavitud cesaría por toda la duración del pacto;
porque, como ya fue dicho, nadie puede por convenio traspasar a otro, lo
que él mismo no tiene de suyo: el poder sobre su propia vida” 133.
Resulta evidente que la sentencia original between a lawful conqueror and a
captive (entre un conquistador legítimo y un cautivo), entraña la imposición de una
voluntad legitimista para la relación, merced al empleo del adjetivo lawful. Por otra
parte, del contenido de la redacción se entiende que LOCKE echaba mano a la
antigua noción de la esclavitud por guerras, para legitimar el dominio del amo
moderno 134. Tal fundamentación era un comodín para el caso, ya que la fuente
principal que nutría la trata de esclavos eran la captura y las guerras, fomentadas
entre los reyes africanos 135.
Parte del pensamiento posterior en esta materia, se mostró consecuente con la
defensa de la institución esclavista. Durante el siglo XVIII, un pretendido “racismo
científico” brindó nuevos argumentos a su mantenimiento. El mismo echó mano de
las clasificaciones e interpretaciones del género humano hechas por BUFFON y
LINNEO 136, para sustentar argumentos que influyeron en teóricos políticos como el
abate SIEYÉS. En sus notas privadas concibió la idea de crear una nueva raza de
individuos trabajadores, a partir del cruce de negros con algunas clases de monos.
Esto permitiría elevar el nivel de vida de la clase trabajadora de la nación, con la
consecuente ilustración de la misma por efecto de la reducción de su trabajo137.
Por su parte, VOLTAIRE, en su Tratado de la Metafísica, sostendría que los blancos
eran una especie superior a la de los negros, como estos lo eran “a la de los
monos, y como los monos lo son a las ostras…” 138.
Las justificaciones iusfilosóficas de la esclavitud hacia el siglo XVIII partieron,
sobre todo, desde la perspectiva del derecho de propiedad. El carácter natural
asignado a este confería legitimidad a toda relación jurídica sustentada sobre él, y
tal sentido puede encontrarse en MONTESQUIEU, para quien la esclavitud “es la
28

institución de un derecho que hace a un hombre dueño absoluto de otro hombre, o


a este último propiedad del primero….” 139 En descarnados términos había
afirmado, además, que “El azúcar sería demasiado caro si no se obligase a los
negros a cultivar la caña” 140.
La definitiva positivización constitucional de la propiedad como derecho natural a
fines del XVIII, melló el filo del iusnaturalismo para cualquier posible defensa de la
abolición, pues hizo que toda alusión a la esclavitud pasase por su consideración
como una institución del derecho de propiedad 141. Fue desde este ángulo que, en
el caso de la esclavitud, la propiedad logró relativizar al natural derecho de los
hombres a la libertad 142. En este sentido, la Constitución de los Estados Unidos
inauguró un estilo de redacción normativa que legitimó, desde el
constitucionalismo, la esclavitud 143.
En su versión primigenia, el Artículo 1, sección 2º, prescribía que los impuestos
directos y el número de representantes en la cámara baja, se calcularan sobre la
base de la suma de las personas libres (“free Persons”), más los tres quintos “of all
other Persons” (de todas las demás Personas) 144. ¿Quiénes podían ser todas las
otras personas que no calificaban como free persons? Esta semántica evidencia el
reconocimiento tácito hacia la existencia del orden esclavista del Sur, y guarda
estrecha relación con las formulaciones hechas al respecto por las constituciones
estaduales que le sirvieron de influencia en este punto 145. Por otra parte, la
sección 9ª admitía el tráfico negrero bajo la fórmula de una aparente migración o
importación de personas 146, cuya regulación se dejaba a discreción de los estados
(shall think propped to admitted): “shall not be prohibited by the Congress prior to
the Year one thousand eight hundred and eight” 147. Presente sin llegar a ser
mencionada, la esclavitud adquirió de este modo asiento legal en la constitución
norteamericana 148. Todavía en 1857 una sentencia de la Suprema Corte de la
Unión admitía que “Los esclavos son una propiedad que el dueño tiene derecho
de conservar. (…) Un habitante del Sur, como un habitante del Norte, tiene el
derecho de establecerse con su propiedad donde lo juzgue conveniente,…” 149.
El debate público entre abolicionistas y esclavistas en suelo europeo, tendría lugar
por primera vez en el marco de la Asamblea Nacional francesa 150. El 13 de mayo
29

de 1791, MOREAU DE SAINT – MÈRY, propuso una enmienda a la constitución, con el


fin de legitimar la esclavitud en las colonias. En el debate del mismo día contestó
ROBESPIERRE: “Desde el momento en que, en uno de vuestros decretos, hayáis
pronunciado la palabra esclavo, habréis pronunciado vuestro propio deshonor y el
derrocamiento de vuestra Constitución. (…) alegáis sin cesar los derechos del
hombre, (…); pero vosotros creéis poco en ellos ya que habéis decretado
constitucionalmente la esclavitud” 151. Meses después, las afirmaciones del
diputado BARNAVE ante la Constituyente, no dejan lugar a dudas acerca de que la
existencia de la esclavitud suponía un hecho aceptado, fuera del texto de la
Declaración de 1789: “Este régimen es absurdo, puesto que está establecido y no
se puede manejar con descuido sin desatar el mayor desorden. Este régimen es
opresivo, pero sostiene el modo de vida de varios millones de franceses.” 152 En
correspondencia, el texto constitucional de 1791 guardó silencio frente a la
esclavitud. Como resulta imposible hallar en él referencias algunas a la misma, se
colige que este silencio sirvió de tácita legitimación.
En enero de 1794, en franco debate abolicionista, ROBESPIERRE abogaba por una
concepción civil del derecho de propiedad frente a su concepción naturalista, con
lo cual pretendía someterlo a la limitación y control del gobierno 153. Al mes
siguiente, el 4 de febrero de 1794, la Convención emitía un decreto que abolía la
esclavitud en las colonias y confería la ciudadanía francesa sin distinción del color.
Tal decisión se enmarcó en el espíritu democrático de la Constitución de 1793 que
había abolido el régimen censitario de 1791, así como la esclavitud 154. Su
fundamento más básico estribaba en la noción de la propiedad como un derecho
embargable por el gobierno 155.
La restauración de la esclavitud en las colonias francesas del Caribe tras la caída
de la Convención, su legalización en los Estados Unidos y en las colonias inglesas
de América, no tuvo por fundamento simples justificaciones morales o jurídicas. La
esencia del fenómeno era puramente económica y la realidad lo demandaba como
necesidad. Aunque en 1776 SMITH afirmaba que el trabajo esclavo era el más caro
de todos y completamente irrentable, lo consideraba el más adecuado a la
economía de plantación 156. En tal sentido, la ausencia de mano de obra libre en
30

las colonias explicaba la pervivencia de la institución y justificaba el negocio de la


trata 157.
Jurídicamente, la existencia de la esclavitud se legitimó sobre la base de
considerarla como una relación del derecho de propiedad. Por otra parte, su
reconocimiento tácito en el texto constitucional de los Estados Unidos, marcó una
pauta a seguir por otros estados a la hora de proteger constitucionalmente la
esclavitud. Su defensa, desde posiciones iusfilosóficas, estuvo marcada por la
relativización del derecho a la libertad en beneficio del derecho a la propiedad. En
este sentido, su necesidad se justificó desde presupuestos relacionados con la
productividad de la mano de obra africana y la escasez de brazos en América para
las labores agrícolas. De igual modo, muchos representantes de la vertiente
republicana de libertad individual, compartieron la necesidad de un régimen
esclavista para las colonias. La amalgamada coexistencia dentro del
constitucionalismo de esclavitud con libertad individual, fue resultado de las
peculiares necesidades de fuerza de trabajo demandadas por el capitalismo en el
espacio colonial 158.

1.3. Libertad individual y constitucionalismo en España


El desarrollo en España de posturas modernas acerca de la libertad individual,
estuvo estrechamente unido a la difusión de las ideas ilustradas 159; aunque la
llegada de estas a territorio peninsular fue tardía respecto al resto de Europa
occidental. Estudiosos como SÁNCHEZ AGESTA han señalado el considerable
estado de decadencia del pensamiento español entre fines del siglo XVII y los
inicios del XVIII 160. De hecho, fue sólo a partir de 1762 que puede hablarse del
despertar de la Ilustración en España 161. En este sentido, las ideas ilustradas
serían puestas al servicio del despotismo con el fin de alcanzar una modernización
conservadora del régimen monárquico 162. Es, por tanto, en el contexto creado por
el despotismo ilustrado, que puede hablarse del desarrollo de una visión moderna
de la libertad individual en suelo español.
Uno de los primeros exponentes de la misma fue el ilustrado Gregorio MAYANS,
quien en 1768 definió a la libertad individual en estrecho vínculo con la ley:
31

“…libertad es una facultad natural de poder hacer lo que uno quiera, exceptuando
lo que prohíbe el Derecho, o impide alguna fuerza mayor” 163. Tal definición
resultaría muy similar en contenido a la recogida por las ediciones del Diccionario
de la Real Academia Española correspondientes a 1780, 1783 y 1791 164. Sin
embargo, en opinión de CHACÓN DELGADO, cuando se alude a libertad en España
en relación con la ley durante el siglo XVIII, el concepto “ley” se refiere al Derecho
Real en general y no a una específica ley fundamental. De ahí que tal idea de
libertad fuera reacia a la de “libertad civil”, propia del constitucionalismo 165. Como
contraposición al sentido expresado en el Diccionario de la Real Academia, la
ortodoxia católica –a través de los catecismos de estado- reaccionó desde una
noción de libertad individual unida a la voluntad divina y al principio de
autoridad 166.
Algunos ilustrados españoles atacaron con fuerza la Revolución Francesa. Al
referirse a los fundamentos de la Constitución de 1791, CAMPOMANES afirmaba que
estos recaían en “el abuso de la libertad atribuida al hombre (…) dexando [sic] al
pueblo el arbitrio indefinido de destruir mañana lo que hoy se establece y así
sucesivamente” 167. Esta reacción evidencia que los representantes de la
Ilustración en España avanzaban hacia nociones propias y particulares de lo que
debía ser la libertad individual, pero sin romper con los principios del régimen
absolutista; de ahí que no se alinearan en torno a una vertiente republicana de
libertad individual 168. En su lugar, y amparados en una pretendida praxis histórica
de gobierno, defendieron lo que denominaron como concepto histórico de
constitución 169 -en contraposición a la noción racional/normativa del mismo- en
cuyo marco la libertad venía unida a la seguridad que brindaba la permanencia de
un orden jurídico en el tiempo. En el desconocimiento u olvido de esta pretendida
constitución histórica -señalaba JOVELLANOS- residía la “fuente de toda usurpación,
de toda confusión, de toda opresión y desorden” 170.
Los ilustrados españoles de la época carlista defendieron también la existencia de
esclavos desde presupuestos similares al resto de sus pares europeos. En 1787 el
CONDE DE FLORIDABLANCA – como Presidente de la Junta Suprema de Estado-
recomendaba que “estos designios de población y fomento de agricultura y
32

comercio, y el grande objeto del beneficio de minas, no pueden realizarse en


aquellos países sin la adquisición y conducción de negros” 171.
El inicio del proceso constituyente de Cádiz, significó el avance hacia posturas
más abiertas respecto a la libertad individual. A partir de entonces la libertad civil
pasó a entenderse como el concepto nuclear de la libertad 172, sentido que sería
recogido también por las primeras obras acerca del Derecho Constitucional
español 173. Al establecer la protección de la nación hacia la libertad civil 174, la
Constitución de Cádiz consagró un principio que SALAS definió como “la seguridad
contra esta especie de injurias, principalmente las que parten de los agentes de la
autoridad. Una buena Constitución política debe pues sobre todo garantir esta
libertad, es decir, debe asegurar al ciudadano que mientras observe y respete las
leyes, ningún mandatario del gobierno le oprimirá;…” 175.
La Constitución de 1812 delineó una actitud ante la libertad individual que fue
denominada como “liberal” por el imaginario español, para diferenciarla de aquella
partidaria del absolutismo. En correspondencia, el texto guardó muchos silencios
al respecto, pues careció de una carta o de un acápite destinado específicamente
a la regulación de los derechos individuales 176. Lacónicamente, su Artículo 4
colocaba bajo la protección de la Nación “la libertad civil, la propiedad y los demás
derechos legítimos de todos los individuos que la componen”177, sin especificar
cuáles. No obstante, al afirmar que la protección de los mismos se llevaría a cabo
“por leyes sabias y justas”, delataba su orientación hacia un sentido jurídico de la
libertad, dentro de un modelo de gobierno no interventor 178. En concordancia, el
Capítulo III del Título V, reconoció toda una gama de derechos procesales,
mientras que los Artículos 371 y 373 reconocían respectivamente la libertad de
imprenta y el derecho de todo español a elevar representaciones a las Cortes o al
Rey.
En materia de libertad política, el texto doceañista eliminó la representación por
brazos -propia del feudalismo- en beneficio de la ciudadanía. En este sentido el
carácter unicameral del legislativo –que seguía el ejemplo de las Cortes
constituyentes- coadyuvó a mantener la efectividad del principio de igualdad
ciudadana frente a las posibles diferencias estamentales. Además, respaldaba el
33

criterio de considerar a los diputados como representantes de toda la Nación como


cuerpo unitario y no de determinados sectores estamentarios o locales, “de modo
que los diputados no portaban una representatividad especial, sino política, y, por
consiguiente no estaban vinculados al mandato imperativo.” 179
Para que la condición ciudadana pudiera mantener su carácter excluyente sin
desmedro de la unidad nacional, la constitución hubo de distinguir entre
nacionalidad y ciudadanía, 180 pues su naturaleza censitaria impedía que todos los
españoles fuesen ciudadanos181. Otro cortapisa particular en este sentido lo
constituyó el Artículo 22, que apartó del acceso a la ciudadanía “A los españoles
que por cualquier línea son habidos y reputados por originarios del África,…”182,
con lo cual una parte significativa de la población hispanoamericana –y también de
la que componía por entonces la isla de Cuba- quedó privada de libertad política.
Es preciso aclarar que la declaración del Artículo 22 no suponía reconocimiento
alguno a la posible capacidad política de negros y mulatos. De su formulación se
desprende que su excepcional concesión constituiría el producto de una gracia, no
de un derecho 183.
A pesar de que el grueso de los diputados gaditanos era partidario de una
concepción oligárquica de la libertad individual, el debate abolicionista respecto a
la esclavitud en el marco de las Cortes afloró. El 26 de marzo de 1811 el
sacerdote y diputado mexicano GURIDI Y ALCOCER afirmaba que: “Contrariándose
la esclavitud al derecho natural, estando ya proscrita por las leyes civiles de las
naciones cultas (…), debe abolirse enteramente” 184. Correlativamente, el 1º de
abril, Agustín ARGÜELLES presentaba una moción donde proponía la abolición de la
trata 185. El debate seguido el siguiente 2 de abril, acordó se pasase a una
Comisión especial para que dictaminase 186 y a pesar del revuelo que provocó en
La Habana, tal Comisión permaneció muda en los meses siguientes187.
En cuanto a esclavitud, el texto gaditano siguió un estilo de redacción similar al
norteamericano. En su artículo 5.1, la Constitución de 1812 consideraba
españoles a “todos los hombres libres nacidos y avecindados en los dominios de
las Españas” y también a “los libertos desde que adquieran la libertad en las
Españas” 188. El uso de denominaciones que describen estados civiles específicos
34

como hombres libres y libertos, entraña un reconocimiento tácito hacia la


existencia de esclavos. Por decantación, si se hace referencia expresa a los
“hombres libres”, es porque existen otros que no lo son.
Con el desarrollo de las ideas ilustradas comenzó en España el debate acerca de
la libertad individual desde posturas de modernidad. En este sentido se reafirmó el
carácter natural de la misma y su relación con la ley, si bien en el marco de
posturas oligárquicas que trascendieron al texto constitucional de 1812. En el
marco de las mismas fue legitimada la existencia de la esclavitud, del sufragio
censitario y de un particular concepto racial acerca de la libertad política, que
excluyó de ella a los originarios de África.

1.4. Independencia y libertad individual en Hispanoamérica


Convencionalmente se ha establecido que el proceso de emancipación de los
territorios americanos bajo dominio español, transcurrió desde 1790 hasta su
consolidación definitiva en 1826 189. Este proceso, estuvo precedido por un
movimiento ilustrado que contribuyó a preparar el camino para la liberación política
desde la liberación de las conciencias 190. En ello, el enfrentamiento a la
escolástica jugó un significativo papel como reafirmación de la conciencia criolla y
de la libertad del pensar. Coincidentemente, la ruptura con la misma provino de la
obra de hombres que, como Félix VARELA, vestían el hábito sacerdotal 191.
De modo que el discurso anti escolástico proyectado por Félix VARELA durante las
primeras dos décadas del siglo XIX, no constituyó una singularidad en la América
hispana. La Ilustración hispanoamericana fue desarrollada por vanguardias de
sacerdotes que, en principio, no se oponían a la Iglesia o a la religión, sino que
perseguían su reforma. Muchos tampoco se proponían la ruptura política con
España, sino sólo la consecución de un orden más favorable a las élites criollas,
desde presupuestos de autonomía y descentralización 192.
La reflexión crítica desarrollada por los ilustrados hispanoamericanos se elaboró
sobre bases muy particulares que la diferenciaron de la desarrollada en Europa. Al
menos durante fines del siglo XVIII e inicios del siglo XIX, resultan inexistentes las
obras de carácter iusfilosófico. De hecho, la mayor parte del pensar
35

hispanoamericano en esos años se expresó en textos de diverso formato, como


pasquines, periódicos, proclamas, cartas, declaraciones, arengas y catecismos
políticos 193. Primaron los textos educativos y literarios de corte humanista, donde
se hacía resaltar la figura del criollo y sus virtudes frente a la del peninsular. De
ahí que las referencias a derechos y libertades aparecieran como complementos
del contenido de la obra, y no como materia de especial atención.
Esta tradición de pensadores tampoco se caracterizó por el aporte de soluciones
acabadas a los problemas expuestos por ellos mismos. En la mayoría de los
casos sólo perseguían su mero planteamiento. No obstante sus escritos vinieron a
servir de fundamento precursor y legitimador para la lucha independentista de
inicios del siglo XIX 194. Un papel relevante en este sentido vino dado por su
defensa de la libertad de pensamiento, para lo cual sostuvieron el método electivo
en materia filosófica 195.
Los primeros documentos de la independencia mexicana mostraron signos de
influencia de la producción ilustrada precedente. Por ello no resulta casual que
fuese también otro sacerdote, José María MORELOS, quien afirmara que la ley
debía tener –sobre todo- una misión social 196. Un autor de importancia significativa
en la difusión de la idea de libertad unida a la de independencia política, fue el
jesuita peruano Juan Pablo VISCARDO Y GUZMÁN. Expulsado de su país y en el
exilio europeo, publicó en francés en 1791 su célebre Carta a los españoles
americanos. El texto evidencia la naturaleza programática que caracterizó el
discurso acerca de la libertad individual en la América hispana pre independiente,
donde la libertad era contemplada como un horizonte político abstracto, más que
como una cuestión jurídica concreta 197. Este sentido programático acerca de la
libertad individual -que supeditaba su alcance al logro de la independencia-
trascendió, incluso, a BOLÍVAR 198.
El sentido de la libertad individual en el pensamiento hispanoamericano se
proyectó desde la crítica a las concepciones escolásticas y desde posiciones
oligárquicas. Ello se entiende si se tienen en cuenta los destinatarios de la
producción ilustrada del continente. Si bien en no todos los casos los autores
pertenecieron a la élite criolla, sí producían para ella. El hecho de que la postura
36

general que acerca de la libertad individual primó en la América hispana durante la


primera década del siglo XIX, terminara supeditada al logro de la separación
política y de un orden constitucional independiente, redundaba en el interés de las
oligarquías criollas por hacerse con el control de las antiguas colonias. De ahí que
en la visión más extendida, libertad equivaliese a independencia política frente a
España, y que el régimen pos independencia poseyera un marcado carácter
programático. Este hecho fue reconocido –incluso- desde el propio siglo XIX. 199
En el constitucionalismo de la independencia resulta posible encontrar una
vertiente republicana oligárquica acerca de la libertad individual. El primer texto en
recoger este espíritu fue el venezolano de 1811 200, que expresaba: “La libertad es
la facultad de hacer todo lo que no daña los derechos de otros individuos, ni el
cuerpo de la sociedad, cuyos límites solo pueden determinarse por la ley,
porque de otra suerte serian arbitrarios, y ruinosos á [sic] la misma libertad”201.
Más restrictiva en cuanto a libertad individual se mostró la Constitución Quiteña de
15 de febrero de 1812. A diferencia de la venezolana de 1811, no definió una
fórmula general para la libertad, del mismo modo que tampoco contó con una
carta de derechos. En casi su totalidad se trató de un texto orgánico; salvo por su
Artículo 20, donde la protección de la libertad civil y natural de los individuos debía
garantizarse por el gobierno 202.
En materia de libertad individual, el Proyecto de Constitución argentino de 27 de
enero de 1813 reconoció en su Artículo 1 que: “El hombre en sociedad tiene
derecho a la libertad civil a la igualdad legal, a la seguridad individual [...]”203. A su
vez, el Artículo 2 delineaba uno de los principios por los que se regulaba su
ejercicio, definido como “La libertad es esta facultad de hacer todo aquello que no
daña a otro, ni al Cuerpo Social”204. Seis años después, la Constitución de las
Provincias Unidas de Sudamérica de 22 de abril de 1819, reprodujo elementos
típicos del constitucionalismo gaditano de 1812, como podía ser la preponderancia
de la Nación. De hecho, reservaba el Capítulo I para lo que denominó “Derechos
de la Nación”, que no venían a ser otros que las facultades de la representación
nacional. Sin embargo, al definirlas con el término “derechos”, creaba –en
términos políticos- un orden jerárquico de derechos distintos para sujetos distintos,
37

al contraponerse a la denominación del Capítulo II “Derechos Particulares” 205. Al


igual que el proyecto constitucional de 1813, el texto de 1819 definió la libertad
individual como libertad ante la ley. En este sentido su Artículo CXIII expresaba:
“Ningún habitante del Estado será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni
privado de lo que ella no prohíbe” 206. El Proyecto de Constitución Provisoria para
Chile publicado de 10 de agosto de 1818, definió la libertad como “libertad civil” y
la colocó bajo los requisitos establecidos en su Artículo 10: “A ninguno se le puede
privar de la libertad civil, que consiste en hacer todo lo que no daña a la religión,
sociedad o a sus individuos, y en fijar su residencia en la parte que sea de su
agrado, dentro o fuera del Estado”207.
Esta perspectiva oligárquica acerca de la libertad individual postuló la
independencia de los gobernados ante un gobierno no interventor, encargado en
casi todos los casos de mantener la seguridad colectiva por medio del monopolio
de la ley y de la administración de justicia. Desde el orden constitucional
empoderó a las élites criollas sobre las llamadas castas –negras, indias y
mestizas- y los criollos pobres. Estos quedaron excluidos del acceso a la
ciudadanía activa, hecho que se apreció en el despojo de su libertad política. Más
allá del titular de la soberanía que se invocase en la constitución, el modelo de
libertad política que se reguló en la Hispanoamérica independentista tuvo un fuerte
carácter censitario 208. De modo similar ocurrió con la libertad personal, y la
esclavitud fue deliberadamente protegida por la semántica de la norma.
En el marco del ciclo independentista latinoamericano, sólo Haití llevó a cabo el
cambio revolucionario más profundo, al obtener su independencia política y, a la
vez, abolir la esclavitud 209. En el resto del continente, el discurso constitucional se
declaró abiertamente contrario a la trata y –de modo tácito– esclavista. La mayoría
de las disposiciones relativas a esclavitud fueron redactadas en relación a vientres
libres y en oposición a nuevas introducciones de esclavos. Poco o nada se dijo de
los existentes 210. Ejemplos en este sentido fueron: Venezuela 211, Argentina 212,
Chile 213, Gran Colombia 214, Ecuador 215 y México 216. La emancipación de las
colonias no abolió la esclavitud, y la manumisión de los esclavos existentes fue
gradual y siempre bajo indemnización a cargo del gobierno, a partir de su
38

consideración como un derecho de propiedad. En todos los casos, su abolición


estuvo marcada por ciertos caracteres comunes como la gradualidad de su
extinción, la indemnización a los propietarios y, una vez llegado el sistema al
agotamiento, la responsabilidad del gobierno en su eliminación 217.

1.5. Cuba: la libertad individual en el orden jurídico colonial


Determinar los rasgos de orden liberal presentes en la noción iusfilosófica de
libertad individual en Félix VARELA, demanda de otro ejercicio de contextualización
que se desarrollará en dos etapas. En la primera se caracterizará la situación de la
libertad individual para los individuos esclavos y en la segunda para las personas
libres, dentro del orden jurídico colonial existente en Cuba durante el período de
formación y maduración del pensamiento de VARELA. Tal ejercicio producirá una
caracterización de las regulaciones sobre cuestiones de libertad individual en el
ordenamiento jurídico de la época, y aportará una base para explicar los
comportamientos iusfilosóficos asumidos por la ilustración criolla. Para empezar,
se caracterizará el régimen jurídico de la esclavitud en Cuba, así como las
posibilidades de movilidad social existentes para que determinados individuos
pudiesen superarla.

1.5.1. Esclavitud y opciones del esclavo


El origen de la esclavitud africana en Cuba se remonta al período de su
colonización, siéndole atribuida a Las Casas la recomendación de su
introducción 218. Su desarrollo a partir del siglo XVI, estuvo vinculado a una
colonización de poblamiento, matizada por la progresiva extinción de la mano de
obra originaria, el rechazo del colono hacia el trabajo físico y la baja tasa
demográfica 219. El olvido de Cuba tras la conquista del continente, influyó para que
la demografía del país se mantuviera baja 220, y para que en los dos siglos
siguientes, la institución esclavista poseyera una naturaleza patriarcal, opuesta a
la explotación intensiva que fue propia de las colonias británicas y francesas del
período. Esta naturaleza patriarcal desapareció en pocas décadas tras la
devolución de La Habana en 1763 221.
39

El desarrollo intensivo de la economía de plantación en Cuba hacia las últimas


décadas del siglo XVIII, produjo una avalancha progresiva de esclavos con
marcada incidencia en la demografía insular 222. Como resultado a posteriori, hacia
1820 la población esclava de Cuba cifraba los 200 mil individuos, de un total que
mediaba los 500 mil habitantes223. Esta realidad estuvo detrás de todas las
actitudes políticas desarrolladas en Cuba a lo largo del siglo XIX y su incidencia en
las características socio – jurídicas del contexto que rodeó a Félix Varela,
demandan de una caracterización particular acerca de la naturaleza y contenido
de esta institución.
El análisis acerca de la naturaleza jurídica de la esclavitud en Cuba supone un
vivo ejemplo del conflicto entre forma jurídica y realidad. En el texto de la mayoría
de los cuerpos legales que regularon la esclavitud en la Isla hasta mediados del
siglo XIX, se apreciaba un consenso en torno al reconocimiento –tácito o expreso-
de la condición humana del esclavo 224. En contraste, para el mundo de la
plantación los mismos sólo contaron como piezas sustituibles para el engranaje
productivo. Esta contradicción no dejó de tener sus efectos en la ideología
plantacionista, que con expreso cinismo defendió su papel de dueña de “objetos”
humanos. Sin embargo, el tratamiento formal del esclavo por la legislación
esclavista, distó mucho de privarlo de su condición humana. Si bien su capacidad
jurídica se encontraba sustancialmente disminuida, las leyes esclavistas existentes
nunca dejaron de reconocerle personalidad y cierta capacidad de obrar en
provecho propio 225.
El reconocimiento jurídico hacia la personalidad del esclavo había estado presente
desde el viejo Derecho Castellano. El código de las Siete Partidas la reconoció
bajo la denominación de “servidumbre”, y en la ley I, del título XXI, partida IV, se
leía al respecto: “Servidumbre es postura e establecimiento, que fisieron
antiguamente las gentes, por la cual los omes que eran naturalmente libres, se
fazen siervos: e se meten a señorío de otro, contra razón de natura.” 226 Como
puede verse, el “siervo” 227 dejaba de ser poseedor de sí por la enajenación a otro
de su voluntad, pero no cesaba por ello de ser considerado ome (hombre) 228. De
modo que aún en su condición podía ostentar y ejercer ciertas facultades en modo
40

de titularidad, si bien su capacidad jurídica se encontrara limitada por la ausencia


del status libertatis. Al reconocer personalidad jurídica al esclavo, el ordenamiento
castellano podía, en consecuencia, limitar las facultades dominicales del amo,
como se establecía en las leyes V y VI de la partida citada 229.
Aunque no contenían cuestiones relativas al estado civil de los esclavos, las
Ordenanzas Municipales de La Habana aprobadas en 1640 fueron otro ejemplo
del modo en que se limitaron jurídicamente las facultades de estos, sin suprimir su
condición humana. Es este sentido, las ordenanzas 60 y 61 también constituyeron
límites normativos a las prerrogativas dominicales del amo 230.
El Código Negro Carolino -redactado en Santo Domingo y publicado con
sustanciales modificaciones por la Real Cedula de 31 de mayo de 1789- actualizó
el régimen jurídico de la esclavitud en tiempos de la expansión plantadora. Sus
catorce capítulos reprodujeron buena parte del espíritu de la vieja legislación
castellana en materia esclavista y combinaron el reconocimiento a la personalidad
del esclavo, con la limitación de las facultades dominicas del amo. Además,
confirió a los procuradores síndicos de los ayuntamientos la función de proteger y
representar a los esclavos en los litigios contra sus dueños, así como fiscalizar la
protección de sus derechos 231.
La aplicación de la legislación esclavista en Cuba contó con determinados
espacios de vigencia real, relacionados también a las posibilidades ofrecidas para
la manumisión. Las mismas marcaron una característica opuesta a la tradicional
situación del esclavo como mero capital fijo 232. Las estrategias de movilidad social
ofrecidas para la manumisión –accesibles en lo fundamental a esclavos
urbanos 233- brindaron ciertos resquicios para la superación personal del status
servil y contribuyeron, además, a la reafirmación social de la personalidad y
capacidad jurídicas del liberto 234. Tales estrategias contribuyeron para que a
inicios del decimonónico existiese un sector social consolidado compuesto por
individuos libres de color 235. Adueñados por regla general de los oficios, en no
pocos casos llegaron a enriquecerse y a ser también propietarios de esclavos 236.
Por su parte, la legislación y la práctica judicial metropolitanas en la Isla previeron
determinados resortes institucionales para la protección y representación formal
41

de los esclavos. Tal fue el caso de los síndicos procuradores, a quienes se les
asignó el papel de protectores de esclavos 237. También en ese mismo año, un
auto de la propia Audiencia de Puerto Príncipe, preveía que “cuando los dueños
cediesen á [sic] las justicias sus esclavos reos, se les nombre á [sic] estos
defensor de oficio” 238.
En términos formales, el régimen jurídico de la esclavitud vigente en Cuba
mantuvo el reconocimiento hacia la personalidad jurídica del esclavo, si bien
desde una capacidad de obrar fuertemente limitada. No obstante, el entorno de
posibilidades que tales presupuestos mínimos abrían, posibilitó que algunos
individuos lograsen superar su status jurídico y libertarse. Por otra parte, el
mantenimiento en el tiempo y la defensa de la institución, estuvo relacionado al
desarrollo de la plantación esclavista en la Isla. Cuba no poseía un mercado de
trabajo libre que pudiese sustituir la mano de obra esclava, y este hecho conspiró
más que nada para la supervivencia en el tiempo de la esclavitud. Como
consecuencia, todas las actitudes políticas desplegadas desde la Isla serían
rehenes del barracón.

1.5.2. Individuos libres y libertad individual en el ordenamiento colonial


A semejanza de las sociedades formadas bajo el absolutismo, la existente en la
isla de Cuba carecía de resortes jurídicos que amparasen la igualdad formal entre
sus individuos. Esta desigualdad en la base social influyó notablemente para que
el desglose de la libertad individual en posibilidades reales de actuación -definidas
por un marco legal determinado- se mostrase exclusivo y fragmentario, en
dependencia del sector social al cual se dirigieran. De modo que en el período
histórico que se caracterizará, la situación existente acerca de la libertad individual
en Cuba será de carácter oligárquico y en muchos casos su contenido estará más
relacionado con un régimen de privilegios, que propiamente con uno de derechos.
Esta situación se hizo notable tras la devolución de La Habana a España en 1762.
El ejemplo más palpable en la normativa y en la vida cotidiana, lo constituyó el
régimen de fueros y privilegios personales que hasta bien entrado el siglo XIX
convivió al lado de la justicia ordinaria. Aparentemente la sociedad criolla se
42

dividía en dos grandes situaciones jurídicas individuales: la de los libres y la de los


esclavos, hallándose jerarquizada la primera en función del status económico de
sus miembros y de su origen racial 239. No obstante, el régimen de fueros vigente
facilitó la movilidad social de aquellos individuos de origen africano que no eran
esclavos.
Durante el mando del conde de Ricla (1763 – 1765) se crearon los cuerpos de
Milicias Disciplinadas, que permitieron la implicación de los criollos en la defensa
de Cuba, hasta ese momento confiada a los cuerpos peninsulares de fijos. Como
resultado colateral se extendió el fuero militar y sus privilegios a todo el territorio,
con incidencia notable en el orden social y de administración de justicia. Uno de
sus beneficiarios fue también el sector de los pardos y morenos libres, que
pudieron integrar cuerpos militares y escalar en la cadena de mando en los
mismos 240. El contenido del fuero de milicias en Cuba sufrió modificaciones en el
tiempo, que regularon su aplicación, amplitud y ámbitos de vigencia, pero fue bajo
el gobierno de Ezpeleta (1785 – 1789), que se reafirmó la tajante división que
separó las competencias militares y civiles en tribunales diferentes 241.
Pero el orden de libertad individual fundado en privilegios y regímenes jurídicos
especiales, no terminaba en los fueros de milicias. En la sociedad criolla
interactuaban otros fueros personales y su mención en la legislación de la época
resulta reiterativa. La Ordenanza General de Correos de 1794 mandaba “guardar
el fuero y exenciones que les corresponde” a los administradores y oficiales de
estafetas nombrados en los pueblos242. El texto de la misma resulta también muy
revelador, pues declara que muchos de los empleos de correos eran aceptados
por los privilegios y exenciones que conllevaban. Así, en referencia a los maestros
de postas, declaraba que “los más de ellos sirven a la causa pública por los
privilegios y exenciones que se les conceden” 243. Entre los privilegios de los que
fue acreedora la clase plantadora, se hallaba el llamado privilegio de ingenios. El
mismo se amparaba en la Recopilación de Leyes de Indias, y prohibía su hipoteca
y su enajenación por deudas 244. Esta clase –desde su reclamada “pureza
española”- también gozó del privilegio de ennoblecer245.
43

Otro elemento limitativo a libertad individual fue el origen racial, expresado, sobre
todo, desde la fuerte limitación a que quedaron sujetos los matrimonios
interraciales. En caso que la parte blanca fuese miembro de la nobleza debía
solicitarse autorización al propio Virrey, de cuya discrecionalidad dependía el
fallo 246. Resulta explicable, entonces, el hecho de que el color de la piel fuese una
medida de influencia para los fallos de la propia Audiencia. Tal fue el caso del
acuerdo que se adoptó el 13 de noviembre de 1827, relativo al “Modo de proceder
con las personas de color en delitos leves” y que establece penas diferenciadas en
razón del color 247. Otro tanto puede hallarse en las estipulaciones de las
Ordenanzas Municipales de La Habana, conocidas también como Ordenanzas de
Cáceres y que aún en 1827 se hallaban en vigor. En este sentido la ordenanza 50
prohibía el comercio de licores por medio de negros libres, aunque de modo
contradictorio la 53 les autorizara a portar armas248.
No obstante la discriminación vigente, el gobierno colonial toleró –como medida de
control social 249- ciertos espacios de libertades para el sector de negros y mulatos
libres. En este sentido, pudieron gozar de la posibilidad de asociarse en
cofradías 250 similares a las de blancos. Al respecto BARCIA ZEQUEIRA ha afirmado
que la libertad de asociación en cofradías constituyó la forma de sociabilidad
formal más importante de los africanos libres en Cuba 251. Del mismo modo,
también “constituyeron un espacio para potenciar los intereses de las élites
respectivas” 252.
La creación de cabildos y cofradías de negros careció de cuerpos legales que
amparasen su existencia. No obstante, en tiempos de Felipe III se uniformó la
práctica de fundación de los mismos, colocándose bajo licencia de las autoridades
reales y eclesiásticas 253. Por regla general agruparon a los miembros más
prominentes del sector de negros y mulatos libres. En lo fundamental artesanos
enriquecidos 254 y miembros de la milicia protegidos por el fuero. En razón de los
privilegios que gozaban, no escaparon a la manipulación de las autoridades que
los usaron con fines particulares de movilización y control social. Posiblemente allí
radicara la razón más fuerte para la tolerancia a su existencia 255. Estas estrategias
44

de movilidad social existentes en la época, posibilitaron la aparición de un sector


de negros y mulatos, sino enriquecido, al menos acomodado.
La población de personas libres en Cuba durante fines del siglo XVIII e inicios del
XIX, no constituyó un sector homogéneo. Ello se debió a que los ámbitos de
libertad de que gozaban sus individuos se hallaron fuertemente restringidos por la
ausencia de resortes de igualdad formal para todos. El origen racial y el poder
económico fueron las variables determinantes a la hora de dispensar la
distribución de libertad individual en aquella sociedad. Su desigual interrelación,
propició que el enriquecimiento personal -aunque condujera a sus beneficiarios a
gozar de cierto status de comodidad- nunca alcanzara para romper las exigencias
raciales que impedían la equiparación jurídica y social. Este hecho se apreció
particularmente en la existencia de cuerpos de milicias accesibles a todos los
libres, pero racialmente organizados, así como en la exclusión del acceso a los
cargos de Ayuntamiento. Esta última restricción, de tipo político, terminó por
encontrar respaldo constitucional en el Artículo 22 del texto de Cádiz de 1812. De
esta manera, es posible afirmar que la legislación vigente en Cuba entre fines del
siglo XVIII e inicios del XIX, proyectó una concepción de libertad individual
oligárquica, que entrañaba formas de regulación medievales, como era el caso del
régimen de privilegios.

1.6. La libertad individual en la Ilustración criolla de Cuba: los


contemporáneos de Varela (1790 – 1820)
La visión de libertad individual proyectada por la Ilustración en Cuba, se mostró
correspondiente con las aspiraciones económicas y políticas de la élite criolla 256.
La racionalidad formal propia de la plantación esclavista y la profunda división
socio – racial existente, influyeron para que los reclamos de la misma no tuvieran
carácter individual, sino corporativo. En el marco de estos, los argumentos de
corte iusnaturalista se emplearon para sustentar el lenguaje de reclamaciones de
índole práctica, relacionadas con el libre desarrollo económico de la clase
propietaria 257. En un doble sentido, la ilustración criolla defendió la no intervención
del gobierno en la economía –aunque se valiera de él para obtener demandas
45

económicas258- y antepuso las necesidades productivas de la plantación a


cualquier intento por modificar el régimen de relaciones existente. Durante las
últimas décadas del siglo XVIII y todavía en las primeras del siglo XIX, podrá
apreciarse este espíritu entre los informes, memorias, exposiciones, instrucciones
y representaciones elaboradas en la Isla.
Desde la última década del siglo XVIII resulta posible encontrar las primeras
expresiones relativas a cuestiones de libertad individual en la ilustración criolla. Sin
embargo, la argumentación de las mismas careció de los presupuestos
individualistas e iusnaturalistas que caracterizaron su invocación doctrinal y
constitucional en Europa y los Estados Unidos. Desde el primer momento los
ilustrados criollos invocaron, para fundamentar sus posiciones iusfilosóficas,
criterios prácticos y de oportunidad política. En este sentido, la unidad de fines en
torno al proyecto de la plantación, evitó que en la Isla aflorase con fuerza un
debate entre las vertientes democrática y oligárquica acerca de la libertad
individual. Este estuvo zanjado desde un primer momento, pues una postura
oligárquica –precursora del liberalismo en importantes aspectos- influyó todas las
actitudes políticas desarrolladas desde Cuba. La elevada población esclava, el
miedo al negro tras los sucesos de Haití y la hegemonía de los intereses
plantadores, fueron variables muy eficientes para la proyección de
posicionamientos oligárquicos respecto a libertad individual en los que resaltaron,
de modo anticipado, aspectos liberales 259.
De ahí que los principales reclamos de la misma tuvieran por objeto fortalecer la
hegemonía plantadora por medio de la liberalización de aquellas trabas
institucionales o legales que impedían el desarrollo económico de esta clase. En
correspondencia, sus representantes reclamaron para sí la defensa del laissez
faire y su consecución fue entendida como libertad. Todos sus reclamos
posteriores en el plano constitucional, contaron con un anclaje en la defensa del
dejad hacer. Este discurso halló un representante paradigmático en Francisco DE

ARANGO Y PARREÑO.
Durante la última década del siglo XVIII, ARANGO Y PARREÑO representó ante la
corte las demandas clasistas de los plantadores, que redundaban en el logro de
46

una independencia económica, a partir de la petición de normas que hicieran


viable el dejad hacer. Entre ellas podrían citarse la libertad para la introducción de
esclavos, utensilios y maquinarias; libertad para la exportación de azúcar, ron y
tabaco; libertad de utilizar para la exportación las naves de naciones neutrales;
derecho a la fabricación de azúcar refino y ron con las mieles de la purga; y
libertad para comerciar con naciones neutrales 260.
A estas se adicionó -durante el siglo XIX- el reclamo por el derecho de tumba de
montes en los predios mercedados, así como la concesión en propiedad a los
dueños de ingenios de las tierras que ostentaban hasta ese momento en calidad
de mercedaciones. Estas demandas, calificadas de reformas por la historiografía
tradicional cubana, buscaban el empoderamiento político de la clase plantadora en
la Isla, por medio de su independencia del gobierno en materia económica. En
consecuencia, también contribuían al progresivo envejecimiento y derogación del
Derecho de Indias, en reclamo de una forma más dinámica y flexible de hacer la
norma 261.
La apertura de los debates constituyentes en 1810 dio a la élite criolla la
posibilidad de conferir forma constitucional a sus demandas de libertad. Estas
giraron en torno a ciertos ejes fundamentales: justificación de la esclavitud, acceso
al control de las estructuras políticas de la administración colonial y defensa de un
lacónico modelo de libertades políticas con fuertes limitaciones para su extensión.
En puridad, tales reclamos se avenían con una visión de libertad individual
prisionera del status económico y racial de los individuos.
Otra característica del enfoque de libertad individual presente en la ilustración
criolla, radicó en su formato de expresión. Fueron raras las obras de tipo doctrinal
o iusfilosófico, y las fuentes más importantes al respecto se hallan en los
proyectos, memorias, exposiciones, instrucciones, representaciones y artículos de
prensa. Esta singular expresividad da la nota para la casi total ausencia de
polémicas doctrinales durante el primer período constituyente en Cuba y a la vez
pone en evidencia la profunda naturaleza practicista de las posturas de la élite
criolla en torno a libertad individual. En este sentido, la ilustración criolla estuvo
preñada de un singular pragmatismo, que buscaba la mejor fórmula para “hacer
47

azúcar” 262. De ahí que el carácter y el contenido de los reclamos criollos en esta
materia, deban extraerse del discurso político - economicista que enarbolaron los
representantes de la clase plantadora 263.
Un ejemplo puede hallarse en la queja elevada al Ayuntamiento de La Habana en
septiembre de 1809. El documento lleva la firma de 138 vecinos y reclamaba la
apertura a comercio activo del puerto habanero, a la vez que exponía las
dificultades para el mismo. De la exposición se deduce que el interés de la élite
criolla giraba en torno a la consecución de posibilidades objetivas que le
permitiesen crecer económicamente, sin las trabas de la regulación
gubernamental. Nótese en el texto la invocación de argumentos anti reguladores y
empíricos propios del liberalismo. De este modo se expresaban las demandas por
un laissez faire criollo:
“Nosotros no tenemos comercio activo porque no tenemos fábricas, porque
no tenemos marina, porque no tenemos abastecimientos y porque no se
nos permite sino sobre ciertos artículos, y eso con restricciones y
formalidades indefinidas. Estas son verdades tan evidentes como la luz del
día, (…). Merecemos más consideración que la gran masa del Estado; pues
somos los que constituyen su riqueza.” 264
Como se aprecia, el reclamo por liberar el desarrollo de la producción y el
comercio, era un objetivo marcado. Resulta relevante que entre las 138 firmas del
documento se hallen las de Joaquín INFANTE, Luis BASSAVE y Román DE LA LUZ,
quienes serían procesados al año siguiente por la conspiración orquestada en el
“Templo de las Virtudes Teologales”; hecho que demuestra que en la base del
independentismo y del reformismo, se abigarraba por igual la racionalidad
capitalista.
Similar tendencia es apreciable en el pliego de instrucciones recibidas por Andrés
de JÁUREGUI antes de partir a Cádiz, para asumir su puesto como diputado en
1810. En el mismo se exigía una mayor garantía para la libertad de imprenta; la
total e inmediata abolición de “todas las leyes prohibidas sobre la industria, la
agricultura y el comercio de las Américas” 265; facultades autónomas para la
regulación y ordenación de los impuestos en la Isla; así como abolición del
48

régimen de fueros y privilegios existente. Finalmente, el documento pedía la


consulta a los habitantes del país para “toda ley, ordenanza o reglamento que de
cualquier modo pueda influir en la condición o suerte (…) de los esclavos” 266.
Como se aprecia, se pretendía convertir al diputado en un instrumento para
presionar al gobierno y para ello se reforzaba la naturaleza imperativa que,
extralegalmente, se le quiso asignar en Cuba 267.
Demandas similares pueden encontrarse en la Exposición a las Cortes Españolas
elaborada por José Agustín CABALLERO. El documento en sí constituye un pliego
de propuestas para la creación de un modelo de gobierno y administración
descentralizado en la Isla 268. El texto careció de toda referencia a una carta o
declaración de derechos y libertades, y sus propuestas en materia de libertad,
estuvieron íntimamente relacionadas con el sentido oligárquico de la misma. De
ahí que atacase con acritud las estrategias de movilidad social que permitían la
manumisión de los esclavos en la sociedad 269.El documento expresa también la
aspiración de la élite criolla blanca por el control exclusivo de los espacios
políticos, con detrimento del sector de los libres de color, situación que hallaría un
reconocimiento directo a posteriori en el Artículo 22 de la Constitución de Cádiz270.
Otro ejemplo de reivindicación de libertades económicas desde argumentos
fácticos, que exigían la no intervención del gobierno en los asuntos económicos de
los plantadores, se aprecia en la Representación de la Ciudad de La Habana a las
Cortes del 20 de julio de 1811. Su autor, ARANGO Y PARREÑO, respondía con ella al
intento por abolir la trata y la esclavitud en las Cortes Constituyentes, a raíz de las
propuestas presentadas por el diputado mexicano GURIDI Y ALCOCER y el
peninsular Agustín DE ARGUELLES. Su texto es un ejemplo de cómo el pensamiento
criollo arremetió contra los derechos naturales, en defensa de los derechos y la
libertad del capital. Su autor afirmaba: “por la voluntad del hombre, se acabó
desde muy temprano la libertad natural, no sólo en las demás criaturas sino en las
de su propia especie, y ninguna la disfruta en toda su plenitud ni con la misma
medida. (…) en todas edades y naciones, incluso en el pueblo de Dios, hubo
esclavitud civil,…” 271.
49

El empleo de la fórmula “esclavitud civil”, evidencia que también el discurso


iusfilosófico criollo interpretó a la esclavitud como una relación de derecho de
propiedad. De ahí que ARANGO pudiera invocar en su defensa las normas del
derecho real. Al respecto afirmaba: “¿Puede ponerse la mano en el sagrado
[derecho] de la propiedad, ya adquirida en conformidad de las leyes; de la
propiedad, decimos, cuya inviolabilidad es uno de los grandes objetos de toda
asociación política, y uno de los primeros capítulos de toda Constitución?”272.
Como se ve, también el discurso jurídico de la ilustración esclavista criolla,
antepuso el derecho de propiedad al derecho a la libertad; evidencia de la
existencia de una noción utilitaria sobre los derechos, en detrimento del
iusnaturalismo.
Las manifestaciones independentistas surgidas durante el período, tampoco
escaparon a la influencia de la visión oligárquica acerca de la libertad individual 273.
Si bien el proyecto constitucional redactado por Joaquín INFANTE para la
conspiración de Román DE LA LUZ contó con un significativo apartado dedicado a
los derechos, no alcanzó a configurar una total postura democrática acerca de la
libertad. En términos jurídicos, la expresión de los derechos en el proyecto superó
a las exposiciones y representaciones elaboradas por los autonomistas para las
Cortes. De hecho, se les dedicaba todo un título y se hallaban formulados en un
sentido subjetivo y con un amplio margen de regulación 274. Sin embargo, la
orientación oligárquica de estos resultó evidente en los puntos relacionados con el
sufragio 275 y con el mantenimiento de la esclavitud, la cual se elevó a cuestión de
estado 276. Finalmente, señalaba a los propietarios como el apoyo más seguro del
Estado por ser “los más distantes del engaño y corrupción en la elección de los
mandatarios” 277.
La oposición a que los derechos políticos fuesen extendidos a las castas, fue
sustentada sobre bases utilitarias, en correspondencia con el régimen esclavista
existente. En puridad, la oligarquía criolla no concebía que la piel negra pudiese
ser la de un ciudadano. De ahí que ARANGO afirmase que “antes, Señor, es pensar
en la esclavitud política de estas regiones que en la esclavitud civil; antes en los
españoles que en los africanos; antes fijar los derechos y goces que aquí debe
50

tener la ciudadanía, que determinar el tamaño y número de las puertas que para
estos goces deben abrirse o cerrarse a las gentes de color...” 278.
El pensamiento ilustrado criollo que circuló en Cuba durante fines del siglo XVIII y
la primera década del siglo XIX, proyectó una tendencia oligárquica acerca de la
libertad, en la cual es posible hallar anticipados elementos liberales. La misma
estuvo relacionada a los reclamos de supresión de trabas jurídicas y políticas al
desarrollo económico de la plantación esclavista; y a la justificación de
restricciones a la esfera de acción individual, sobre la base del origen racial y la
tenencia de propiedad. En relación a esto, los derechos fueron interpretados como
derechos de superioridad, visión que se relacionaba más con la naturaleza
jerárquica del privilegio que con la de los derechos.
El contexto histórico doctrinal que precedió y fundamentó al constitucionalismo,
estuvo caracterizado por el desarrollo de dos tendencias acerca de la libertad
individual: una oligárquica y otra democrática. Sin embargo, la correlación de
fuerzas en el marco de la lucha de clases en las revoluciones burguesas, hizo
triunfar la primera en los procesos constitucionales y así pasó al
constitucionalismo hispanoamericano. A Cuba llegó ligada con el desarrollo de la
industria azucarera, y ello influyó para la filiación oligárquica de la élite insular. De
ahí que la formación personal y académica de Félix VARELA transcurriese en un
espacio social e ideológico afín a este contexto, en cuyo entorno hubo de
proyectar su obra iusfilosófica y su noción de libertad individual.
51

CAPÍTULO II.
LOS RASGOS LIBERALES DE LA NOCIÓN
IUSFILOSÓFICA DE LIBERTAD INDIVIDUAL DE FÉLIX
VARELA

En el presente capítulo se definirá la noción de libertad individual presente en la


obra de Félix VARELA desde su relación con aquellas categorías propias del
constitucionalismo como pacto social, soberanía, separación de poderes y ley
fundamental, para identificar los posibles rasgos liberales expuestos en la misma.
Ello estará precedido por una evaluación de la presencia de Félix VARELA en el
medio editorial habanero 279. Para ello, se confrontará la producción editorial
habanera en materia doctrinal con la de Félix VARELA, para señalar el lugar
ocupado por su obra intelectual dentro de la imprenta capitalina 280. A continuación
se valorará la influencia de los rasgos liberales señalados, para las proyecciones
jurídicas y políticas de Félix VARELA entre 1822 y 1836, período que coincide con
su desempeño como diputado a Cortes y con la labor política desplegada en su
exilio norteamericano. En este sentido serán estudiados su Proyecto de
Instrucción para el gobierno económico político de las provincias de ultramar, sus
declaraciones vertidas durante la discusión en Cortes del mismo, y su Memoria y
Proyecto de Decreto para la abolición de la esclavitud. Del mismo modo fueron
estudiados sus trabajos publicados en El Habanero, cartas personales y sus
Cartas a Elpidio.

2.1. Félix Varela y Morales: formación y entorno intelectual


Con apenas 23 años -el 21 de diciembre de 1811- Félix VARELA fue ordenado
presbítero por el obispo de la diócesis de La Habana Juan José DÍAZ DE ESPADA, y
en ese mismo año comenzó su labor como docente de filosofía del Real y
Conciliar Colegio Seminario de San Carlos y San Ambrosio. A partir de entonces
inició una carrera editorial vertiginosa -si se tienen en cuenta las condiciones
editoriales planteadas por la realidad habanera- con una obra posterior que influyó
52

profundamente para la incorporación del pensamiento criollo al camino de la


modernidad 281.
Su primer trabajo conocido vio la luz en 1812 y consistía en un conjunto de
proposiciones que debían servir de ejercicios para los estudiantes. Se titulaba
Propositiones variae ad tironum exercitationem (Varias proposiciones para el
ejercicio de los bisoños) y fue incluido en la edición de sus Institutiones
Philosophia eclectica ad usum studiosae Juventutis editae (Instituciones de
Filosofía ecléctica para el uso de la juventud estudiosa), impresas en el taller de
Antonio Gil. En ese mismo año elaboró el primero de sus Elencos, también para la
enseñanza de filosofía. Un año más tarde publicó en la Imprenta de Esteban
Boloña el tomo tercero de las Instituciones de Filosofía ecléctica…, con una
sensible novedad adicional: estaban escritas en español. Desde ese momento
nunca más publicaría en latín y sus clases siempre serían en castellano 282.
Entre 1811 y 1814 terminó dos más de sus Elencos, uno de Metafísica y otro de
Física, y a pesar del retorno al absolutismo continuó su enseñanza y su obra en
español. En 1815 publicó un nuevo Elenco, que en palabras de TORRES – CUEVAS
podría decirse fue el primer ensayo de filosofía cubana 283. Según este autor, las
discusiones públicas en torno a los contenidos del mismo provocaron que la
filosofía vareliana pasara a ser la corriente más importante dentro del discurso
filosófico existente en Cuba 284.
En 1818 VARELA comenzó su producción filosófica más importante, con un suelto
titulado Lección preliminar. Este constituyó el preámbulo para el tomo primero de
sus Lecciones de filosofía, publicadas ese mismo año junto a sus Apuntes
filosóficos sobre la dirección del espíritu humano, ambas en la imprenta de Pedro
Nolasco Palmer. Los tomos II y III de las Lecciones de filosofía se publicaron en
1819, y el tomo IV al siguiente año 285. La popularidad de las mismas fue tal que el
tomo primero llegó a contar con seis ediciones, si bien en un lapso de veinte años
y no siempre en Cuba; mientras que los Apuntes filosóficos –manual de filosofía
de uso permanente en el Seminario- gozaron de sucesivas reimpresiones, que
hacen calcular en dos mil el número total de sus ejemplares286. Cifra sin dudas
muy extensa para la época y para el mercado editorial criollo. Finalmente, en 1819
53

publicó -como obra complementaria a sus Lecciones-, una Miscelánea filosófica


que también gozó del privilegio de la reedición. La primera edición se publicó en
La Habana en 1819, por la imprenta de Palmer. En Madrid, en 1821, tuvo lugar la
segunda en la imprenta de Fuentenebro; y la tercera bajo el editor Enrique
Newton, en Nueva York en 1827 287.
En 1821 vio la luz el primer manual de derecho constitucional escrito en Cuba. 288
Fue publicado por VARELA tras ganar por oposición la Cátedra de Constitución
abierta en el Real y Conciliar Colegio Seminario de San Carlos a fines de 1820, y
cuyas clases comenzaron el 18 de enero de 1821 289. Elegido a Cortes en el
período 1821 – 1822, estuvo entre los diputados que votaron la incapacidad de
Fernando VII para gobernar, y tras huir de la represión desatada por la reacción
absolutista, marchó a los Estados Unidos donde publicó sus obras del exilio. Entre
las más importantes estuvieron el periódico El Habanero y las Cartas a Elpidio,
publicadas en dos partes entre 1835 y 1838. En ese país residió hasta su muerte
en 1853.
Ambrosio FORNET ha afirmado que Félix VARELA debió ser el autor criollo más leído
en la Isla durante el primer tercio del siglo XIX, gracias a que tenía asegurada su
base de lectores entre los mismos alumnos del Seminario habanero 290. Esta
popularidad intelectual debió influir sensiblemente para su posterior elección como
diputado a las Cortes de 1822. Un artículo publicado en El Americano Libre –
periódico de los estudiantes del Seminario- en diciembre de 1822, recomendaba al
electorado votar sólo por “los propietarios, comerciantes, funcionarios públicos,
artistas y todas las personas laboriosas o que por su educación y sensatez están
en estado de poder conocer el verdadero bien del país;…” 291 Por supuesto,
alguien con la producción intelectual de Félix VARELA, se adecuaba a este
esquema.
Félix VARELA y su obra fueron un significativo resultado doctrinal para la Ilustración
en Cuba durante el primer cuarto del siglo XIX. Con anterioridad su antiguo
maestro, el padre José Agustín CABALLERO, había dado pasos importantes desde
el Papel Periódico de La Habana y también con la distribución en 1797 de su
54

Philosophia electiva, texto con fines docentes para la enseñanza en el Seminario y


usado aún diez años después cuando aún VARELA era estudiante.
Más que desarrollar una carrera editorial vertiginosa, el mayor logro de Félix
VARELA en el período de 1812 a 1821, radicó en convivir y trascender a un
movimiento ilustrado que no perseguía -en esencia- la búsqueda de conocimientos
doctrinales, sino prácticos. Un sondeo en el espacio editorial habanero puede
arrojar luz acerca del interés existente sobre las materias iusfilosóficas –y las
humanidades generales- en el marco de una producción marcada por el
raquitismo.
Desde su fundación, la imprenta en Cuba se caracterizó por la impresión de
folletos, impresos comerciales, documentos oficiales y religiosos. Fue sólo a
inicios del siglo XIX -fundamentalmente durante los períodos en que rigió la
libertad de imprenta- donde tuvo lugar un alza en las impresiones, aunque sin una
variación significativa en los contenidos. Una de las escasas excepciones al
respecto lo constituyó la propia obra de Félix VARELA.
De los datos ofrecidos por el bibliógrafo cubano BACHILLER Y MORALES se pueden
desprender las siguientes conclusiones. El siglo XIX abrió para la imprenta
habanera con una exigüidad muy marcada: entre 1800 y 1807 sólo se realizaron
dieciocho impresiones entre documentos oficiales, folletos de diversa clase y
documentación religiosa 292. Ninguna con formato de libro. A partir de 1808 la
producción se incrementó -tal vez como consecuencia de los sucesos ocurridos en
la Metrópoli- hasta llegar a cifras muy significativas, si se comparan con las
señaladas. Entre ese año y el de 1814 salieron de los talleres ciento ochenta y un
impresos, para un promedio anual de 25 impresiones, siendo 1810 el año más
deprimido con sólo cuatro y 1812 el de número más alto con noventa y cinco 293. El
abanico temático se modificó sensiblemente, sobre todo por la proliferación de la
prensa, aunque las tiradas de libros dedicados a cuestiones humanísticas se
mantuvieron reducidas. Las imprentas habaneras publicaron en este lapso un total
de diez impresiones en formato de libros, salvo en 1810, cuando no se publicó
ninguno. De estos sólo tres estuvieron dedicados a la filosofía: dos
55

correspondieron a Félix VARELA y el tercero a una edición “purificada” de El


contrato social294.
Durante el interregno absolutista sólo se imprimieron tres textos en formato de
libro: uno de ellos fue la primera edición de las Lecciones de filosofía de Félix
VARELA, el único dedicado a la especulación filosófica 295. Finalmente, durante los
años 1820 a 1821, de las cuatro impresiones dedicadas a cuestiones filosóficas y
constitucionales, dos correspondieron al sacerdote habanero. En los otros casos
se trató de la Discusión que hubo en las Cortes españolas de 1820 sobre las
nuevas leyes de aduanas y aranceles para ambas Españas y de un texto
denominado Ideas necesarias de todo pueblo americano que quiera ser libre,
firmado por Vicente ROCA – FUERTE, en 194 páginas296. Como se aprecia, la
presencia de Félix VARELA en las imprentas habaneras tuvo carácter dominante
durante el período de 1812 a 1821. Ello debió influir en la construcción de un
prestigio académico no desdeñable, que debió aportarle a su persona no poco
reconocimiento público.

2.2. La libertad individual en la obra de Félix Varela (1812 – 1821)


En el marco de la ilustración criolla, Félix VARELA devino un señalado
representante de la Escuela del Derecho Natural Racionalista 297 y a semejanza
del racionalismo cartesiano, para él la razón constituía el elemento definitorio de la
condición humana. De ahí que el “principio directivo” para el libre albedrío
humano, debiera fundarse en la razón. Sólo desde esta perspectiva, la capacidad
del hombre para “elegir” podría acercarse al contorno de la autonomía individual.
Esta vinculación entre racionalidad y condición humana, llevó a VARELA a afirmar
en sus Lecciones de Filosofía:
“… ¿quién no advierte que es imposible haber formado antes la idea de
hombre sin la de racional? No formamos idea de hombre sino cuando
tenemos ya conocidas las principales propiedades, tanto en la parte
corporal, como en la intelectual; pero cuando nos vemos precisados a hacer
que se observe la propiedad de pensar, llamamos la atención pronunciando
la palabra hombre…” 298
56

La composición esencial del alma humana estaba dada por la combinación entre
razón y voluntad, así: “Considerando nuestra alma, advertimos en ella las
facultades de pensar y querer, las cuales comprenden en sí todas las otras.”299
Para VARELA el alma constituía una sustancia simple e indivisible, por la unión
indisoluble de sus elementos. Al reconocerlos bajo el calificativo de “facultades”,
relacionaba su ejercicio con aquel nivel de autonomía personal propio de los
sujetos individuales. De ahí que señalara en la voluntad de los mismos, a la
expresión material de aquella libertad que respaldaba la capacidad de elección
particular para sus acciones materiales. 300
En el medio intelectual criollo –virgen de disquisiciones doctrinales-, estas ideas
bien pudieron servir como pórtico para una argumentación universal de las
libertades individuales. En cambio, estuvieron más relacionadas con la
fundamentación de la autonomía individual, como base del método de
conocimiento electivo. Al respecto escribía en 1812: “Es la mejor Filosofía la que
más nos ayuda a evitar los errores y a descubrir la verdad; pero esta es la
Filosofía ecléctica; (…) Lo que la Filosofía ecléctica pretende es tomar de todos
cuanto la razón y la experiencia aconsejan como norma, sin adscribirse
pertinazmente a ninguno.” 301
Contrastado con la situación hispanoamericana descrita en el capítulo I, estas
conclusiones resultan tardías en VARELA, pues las capacidades liberadoras del
electivismo habían sido revindicadas ya en el Continente, como instrumento
metodológico superior a la escolástica. No obstante, cinco años después ofrecería
aún una solución de continuidad a este criterio. Desde su defensa de la Ideología,
sostuvo el ideal ilustrado de que la educación de los hombres en el conocimiento,
contribuía a su liberación personal: “El hombre será menos vicioso cuando sea
menos ignorante. Se hará más rectamente apasionado cuando se haga más
exacto pensador.” 302
En la crítica electiva hacia las estructuras dominantes del pensamiento
escolástico, radicó el origen de la reflexión iusfilosófica de Félix VARELA. Sin
embargo, la utilización de un método como el electivo –de fines originariamente
académicos- en un medio con las peculiaridades de Cuba hacia 1820, podía
57

comportar otras implicaciones, no menos políticas como intelectuales tuvieran al


principio.
Si el individuo era suficientemente libre como para elegir aquellos elementos que,
a su consideración, fueran más útiles en la búsqueda de la verdad, entonces:
¿todo ser humano llevaría dentro de sí a un pensador? ¿Tendría el hombre
dominio y autonomía sobre su pensamiento como espacio plenamente individual?
De aceptarse, entonces debía entenderse adecuado a naturaleza que lo tuviese
también sobre sus acciones como para ejecutarlas con rectitud. Reconocer en el
sujeto humano a un ser autónomo, supuso en VARELA un paso inicial a la hora de
educar a los hombres para la libertad. Al menos así lo deslizaba en 1816: “No
pertenecen a la naturaleza de las ciencias los innumerables sistemas y
suposiciones de que se han llenado los hombres, sujetando la naturaleza a sus
ideas, y no las ideas a la naturaleza, y si se dejaran en su sencillez natural, todos
los hombres serían capaces de todas las ciencias.” 303
Estos elementos permiten definir la libertad individual en Félix VARELA como una
propiedad del individuo basada en la razón, como mecanismo regulador de su
libre albedrío y que, una vez entrenada por medio del conocimiento, le permitiría
disponer de sí mismo y manifestar acertadamente su voluntad 304. Esta definición
describe la visión filosófica de libertad individual apreciable en la obra de VARELA
durante el período de 1812 a 1816, y coincide con la época más temprana de su
producción. Sin embargo, la definición aportada se resiente de un marcado
academicismo ilustrado, que coloca en la educación y la enseñanza las fuentes
para la libertad individual. Esta aspiración, si bien loable, no respondía a la
realidad socio – jurídica de Cuba descrita en el Capítulo I. ¿Podría aplicarse a
aquellos que no eran dueños de sus personas? Si se tiene en cuenta que Félix
VARELA trabajaba y producía para la reducida élite que tenía acceso al
conocimiento y a las aulas seminariales, entonces su definición de libertad
individual adquiere un marcado tinte elitista, como consecuencia del público al cual
se dirigía, único con posibilidad real de acceso a la instrucción académica.
En marcos similares a los del republicanismo ilustrado, Félix VARELA consideró
que la ley positiva aportaba un instrumento regulador indispensable para la
58

convivencia social humana. En este sentido consideró que el libre


desenvolvimiento social del individuo dependía de ciertos límites preestablecidos,
y al respecto sistematizó las posiciones de CONSTANT y MONTESQUIEU. Fueron los
criterios de estos autores, los que le sirvieron de base para definirla en sus
Observaciones, en las cuales se aprecia su preferencia particular por CONSTANT:
“El célebre Benjamin Constant nos presenta una definición exacta de ella [de la
libertad], diciendo que consiste en practicar lo que la sociedad no tiene derecho de
impedir. Montesquieu la había definido: el derecho de hacer todo lo que las leyes
permiten;…” 305
Esta concepción negativa de la libertad individual estaba presente en el
racionalismo ilustrado 306 y había pasado a la escueta formulación acerca de los
derechos presente en la Constitución de Cádiz 307. Tales influencias resultan
visibles en Félix VARELA y en su reflexión teórica acerca de la conservación y
garantía de la libertad individual, como la práctica de “lo que la sociedad no tiene
derecho de impedir”. El rasgo liberal, sin embargo, resulta visible en el empleo de
la fórmula que VARELA ha tomado prestada a CONSTANT. La misma expresa el
binomio entre la no intervención del gobierno en la esfera privada y el dejar hacer,
que debían encontrar respaldo en una legislación protectora de su ejercicio por la
limitación del poder. Al efecto, la redacción de un manual para la explicación de la
Constitución gaditana en 1820, le sirvió de feliz pretexto para deslizar entre sus
paisanos habaneros estas mismas ideas, en las que también se aprecian
elementos marcadamente republicanos: “El hombre libre que vive en una sociedad
justa, no obedece sino a la ley; mandarle invocando otro nombre, es valerse de
uno de los muchos prestigios de la tiranía, que sólo producen su efecto en almas
débiles. El hombre no manda a otro hombre; la ley los manda a todos.” 308
Aquí se hace preciso deslindar posiciones. La invocación al carácter supremo de
la ley por VARELA, podría brindar elementos para una posible filiación republicana
de su noción de libertad individual, si la ley invocada fuese igual para todos. Sin
embargo, la ley invocada por VARELA no era igual para todos, de ahí que el
destinatario de la misma sea “el hombre libre”. Esta expresión posee un peso en la
Cuba esclavista donde no todos los hombres son iguales y tampoco libres,
59

situación similar a la del término freemen, presente en los textos constitucionales


norteamericanos. Si la ley debe ser igual para todos, entonces ¿por qué apellidar
el sustantivo hombre? Contrastado con el contexto cubano, Varela deja ver aquí
una postura marcadamente oligárquica, aunque se exprese en lenguaje
republicano.
Por otra parte, no debe olvidarse que en el año en que esta se escribe -1821-
España vive un período de monarquía constitucional y que el texto en cuyo
contenido se halla la expresión, ha sido redactado para explicar los fundamentos
constitucionales de un estado que, si bien no basa su soberanía en Dios sino en la
nación, posee un monarca a la cabeza. Esto es importante para interpretar el
pensamiento de VARELA en este período, pues apenas dos años atrás (en 1819)
había sido el autor de un elogio a Fernando VII; precisamente en los momentos en
que, como monarca absoluto, concedió importantes reformas económicas y
comerciales a Cuba 309. De aquí se desprende que, aunque en la obra escrita por
VARELA entre 1812 y 1821 puedan encontrarse argumentos susceptibles de una
filiación republicana por su invocación a la ley, su partidismo monárquico primero y
monárquico constitucional después, no puede ser cuestionado sin perjuicio de las
fuentes documentales existentes. De manera que la “ley” invocada por VARELA in
situ no es la ley republicana, sino la ley sancionada por el monarca.
Por otra parte, el análisis de la primera parte de la cita empelada destila dos
visibles interrogantes 310: ¿cuándo puede considerarse libre al hombre? ¿Cómo
distinguirlo de quien no lo es? En una primera lectura podría parecer que el texto
alude –en el caso de Cuba- a la clase de aquellos hombres carentes de amo. Más
adelante, el propio VARELA expresará el cierre de esta definición, con lo que para
él mismo representaba la expresión material de un hombre libre: “Una sociedad en
que los derechos individuales son respetados es una sociedad de hombres
libres…” 311. Por tanto, un individuo libre para Félix VARELA no sería otro que aquel
que se encontrase protegido y garantizado en el goce y ejercicio social de sus
derechos. No obstante, ¿qué derechos individuales son los revindicados por Félix
VARELA? La respuesta a esta interrogante, permitirá cerrar el círculo en torno a la
relación entre derechos individuales y libertad.
60

El problema de los derechos y las libertades individuales adquirió en Félix VARELA


singular relevancia dentro el medio intelectual criollo, por su teorización. Resulta
posible afirmar que si el discurso criollo ilustrado anterior se refirió a los mismos
desde posiciones fácticas, VARELA lo hizo desde posturas teóricas. No obstante, el
contenido asignado por él a estos no se modificó sustancialmente.
Diez años atrás, ARANGO y CABALLERO defendieron la distribución social de la
libertad desde argumentos fácticos, muy similares a los principios del credo liberal.
Desde enunciados más teóricos, Félix VARELA expuso que la distribución entre los
derechos individuales en la sociedad y el gobierno, partía del reconocimiento de
una esfera de libertad individual ilimitada en principio, frente a una posibilidad de
injerencia del poder en principio limitada. Este balance lo plasmó en sus
Observaciones al decir que “…las propiedades individuales, la libertad personal,
los intereses domésticos, cuando no perturben el orden de la sociedad, no están
bajo el imperio de la nación; y que atacar estos objetos no es ejercer soberanía
sino oprimir a los pueblos.” 312
La reivindicación de un laissez faire (dejad hacer) a través de la defensa de la
naturaleza intangible de determinados derechos (propiedad individual y libertad
personal), considerados básicos para la libertad individual, está presente en esta
cita. Sobre todo cuando ha afirmado previamente que: “Es preciso, pues aclarar
las ideas de libertad nacional y de limitación del primer poder y de la soberanía;
pues el hombre tiene derechos imprescriptibles de que no puede privarle la
Nación, sin ser tan inicua como el tirano más horrible.” 313 En esta cita resalta el
sentido conferido a los derechos por la tradición oligárquica (el mismo sentido en
que pasará al liberalismo), en la forma de derechos del individuo propietario frente
al poder314. Contrastado con la defensa de la esclavitud como institución del
derecho de propiedad, hecha por ARANGO ante las Cortes de 1811, la diferencia
con lo expresado por VARELA es solo de lenguaje 315.
La crítica hacia una de las falencias presentes en la Constitución española de
1812, también se encuentra implícita en el fragmento citado. En el texto gaditano
el individuo se hallaba significativamente supeditado a la figura de la Nación, como
consecuencia del escuálido reconocimiento hacia sus derechos en relación con la
61

profundidad del contenido y alcances de la soberanía nacional 316. Desde su


función de comentarista –puesto que las Observaciones sobre la Constitución de
la Monarquía española, constituyeron una obra para la explicación didáctica del
texto– Félix VARELA tuvo poco espacio para teorizar acerca del asunto. No
obstante en su explicación del Artículo 4 se proyectó desde una interpretación
extensiva donde agregó, a los derechos de libertad civil y propiedad reconocidos
en el mismo, lo que llamó intereses domésticos. Este es un término que carece de
definición en toda la obra de Félix VARELA, pero que dentro de una defensa del
laissez faire puede ser equiparable a la gestión privada de la propiedad como
esfera de la independencia material. Esta es una evidencia de la importancia que
confería al individualismo como pilar básico para cualquier formulación
constitucional de la libertad. De ahí que asignara a la constitución la función de
proteger el goce de los mismos, como expresión normativa y reguladora del pacto
entre la sociedad (compuesta por individuos libres) y el gobierno. Lo entendía así
pues en su opinión, una constitución no era otra cosa que el “conjunto de normas
sabias que presenten de un modo constante los deberes sociales, recordando
siempre el pacto solemne que ha hecho la sociedad con su gobierno”. 317
La noción de un gobierno limitado y no interventor ya había sido expuesta por la
ilustración criolla. Una década atrás, ARANGO Y PARREÑO –en su Representación
del Ayuntamiento de La Habana- la había esgrimido en otro concepto de
constitución. Frente al debate abolicionista generado en las Cortes constituyentes
en 1811 expresaba:
“Nosotros entendemos por Constitución los acuerdos espontáneos que,
para vivir feliz en sociedad, hace un conjunto de hombres en una o
diferentes épocas; y siendo tan varios estos acuerdos, como lo son la
voluntad, la situación, moralidad y luces de cada pueblo y de su legislador,
no sabemos cómo pueden determinarse los límites de semejantes
convenciones…”318
Más allá de las posibles diferencias en el lenguaje empleado, ambas poseen un
elemento común en la defensa de un gobierno no interventor. En tal sentido es
62

apreciable también el empleo de la idea del pacto, como mecanismo relacional


para la legitimación de tales límites a la acción del poder sobre el individuo 319.
En su obra iusfilosófica del período 1812 a 1821, Félix VARELA desarrolló posturas
doctrinales donde se aprecian, amalgamados, rasgos liberales y también
republicanos, como la invocación a la ley. No obstante, la ley invocada, se
encontró identificada con una función instrumental, orientada a limitar el poder del
gobierno sobre el individuo, con el fin de salvaguardar espacios de autonomía
individual al margen del gobierno. Los mismos fueron definidos por VARELA como
“las propiedades individuales, la libertad personal, los intereses domésticos”. Este
tríptico no era inocente. En una sociedad donde no todos los individuos son libres
y no todos son propietarios, esta triada contiene una particular idea de sociedad
que alude al conjunto de personas libres y propietarias, de ahí que VARELA se
apoye en los mismos para sostener que atacarlos es igual que oprimir a los
pueblos. Ello redunda en una noción de pueblo entendida como el conjunto de
tales personas. Por otra parte, la expresión “intereses domésticos” alude a una
esfera de gestión al margen del gobierno en la que pueden apreciarse simpatías
por el laissez faire.
Estos matices resultan apreciables también en sus consideraciones acerca de la
relación entre libertad individual y aquellas categorías propias del
constitucionalismo como pacto social, soberanía y separación de poderes.

2.2.1. Pacto social y soberanía en Félix Varela


En Félix VARELA se encuentran visibles referencias teórico - doctrinales al pacto
social, si bien expresadas desde posturas electivas 320. A diferencia de la Escuela
del Derecho Natural Racionalista, las mismas no partieron de la hipótesis del
estado de naturaleza, y ello influyó también la noción de Félix VARELA sobre
libertad individual.
Nacido en los dominios españoles, el proceso de formación intelectual de VARELA
transitó entre la escolástica y la influencia del absolutismo ilustrado. De ahí que la
opción metodológica por el electivismo fuera su mejor camino hacia la maduración
de su intelecto. No puede sorprender por ello la convivencia en su discurso de
63

elementos modernos, con otros heredados del tomismo. Al menos en sus ideas
referentes al contractualismo ocurrió así. Félix VARELA se distanció de la noción
contractual de un estado pre social caracterizado por la existencia dispersa de
individuos no sujetos a otra norma que la ley natural, pues consideraba que la
naturaleza humana no podía existir al margen de la sociedad.
Proveniente del pensamiento aristotélico, la tesis del hombre como criatura social
había pasado a Tomás de AQUINO, para quien: “Corresponde a la naturaleza del
hombre ser un animal sociable y político que vive en sociedad (…) Porque un solo
hombre por sí mismo no puede bastarse en su existencia. Luego el hombre tiene
como natural vivir en una sociedad de muchos miembros.” 321 Esta idea estará
también presente en VARELA, en cuya opinión la condición social venía a ser la
situación natural del individuo humano, inmediatamente anterior a toda
organización política. Tal posición fue reiterativa en su pensamiento iusfilosófico y
tuvo no pocas implicaciones en sus concepciones respecto a soberanía y
derechos políticos. En sus Lecciones de Filosofía apuntaba:
“El bien físico del hombre, no menos que el moral, están estrechamente
unidos a la sociedad (…) Un hombre en la selva apenas podría distinguirse
de los demás animales, y carecería como ellos de las admirables
propiedades que le adornan en el estado social. Obsérvense los pueblos
que se van aproximando al estado salvaje, y se verá una degradación
funesta de la especie humana”. 322
Unos años después –en oposición a la tesis del estado de naturaleza esgrimida
por HOBBES, LOCKE y ROUSSEAU- afirmaba en las Observaciones sobre la
Constitución Política de la monarquía española que: “Sabemos bien cuál es el
origen del género humano, y que desde los primeros tiempos las sociedades,
aunque cortas, fueron perfectas, y que en ellas el padre de familia ejercía una
autoridad, fundada en los vínculos de la misma naturaleza” 323.
Para Félix VARELA la sociabilidad no constituía un resultado de la voluntad
individual de asociación, sino una consecuencia de la propia naturaleza social del
hombre. Tal condición se tornaba indispensable para el desarrollo y conservación
del individuo y de ella emanaba –como fruto de la necesidad- la sociedad política.
64

En sus Lecciones de filosofía expresó: “Fue preciso, por tanto, constituir una
cabeza de dicha sociedad en quien se depositara el dominio; quedó formado un
contrato entre el pueblo y su gobernante, por el cual este se obliga a mandar
según las leyes, y aquél a obedecerle según las mismas.”324
El único nivel contractual presente en VARELA fue el relacionado con el llamado
pacto de sujeción, por medio del cual adquiría existencia el gobierno. Con este
criterio defendía una relación de origen y dependencia entre la sociedad –como
ente originario- y el gobierno, únicas partes en el contrato político. Noción muy a
tono si se contrasta con la definición de soberanía recogida por el texto
constitucional de 1812 325. Con ello Félix VARELA señalaba la esencia artificial del
gobierno, ante el carácter material de las necesidades humanas por las cuales se
pactaba su creación. Estas ideas fueron retomadas con fuerza en sus escritos tras
el fin del Trienio Liberal. Exiliado de la represión absolutista que derogó por
segunda vez la Constitución de 1812, escribía en El Habanero hacia 1824:
“Todo pacto social no es más que la renuncia de una parte de la libertad
individual para sacar mayores ventajas de la protección del cuerpo social, y
el gobierno es un medio de conseguirlas. Ningún gobierno tiene derechos.
Los tiene sí, el pueblo, para variarlo cuando él se convierta en medio de
ruina, en vez de serlo de prosperidad” 326.
Esta afirmación hecha por VARELA en 1824 escapa al marco temporal establecido,
pero merece un comentario particular, en cuanto guarda relación con la naturaleza
de la soberanía en función de su noción de libertad individual.
La opinión anterior era de alguien que había votado la incapacidad de Fernando
VII para gobernar y que, ya en suelo norteamericano, sostenía que Cuba debía
romper su lazo político con España. No obstante ¿se trataba sólo de una
afirmación circunstancial, producto de su rechazo personal ante la reacción
fernandina contra la Constitución, o de un cambio en su posición respecto a la
naturaleza de la soberanía? En el texto de las Observaciones -y desde su
condición de diputado a Cortes- Félix VARELA se había proclamado partidario del
modelo de soberanía nacional acuñado en el texto gaditano de 1812, por tanto
¿esta frase constituía un cambio de postura hacia una visión popular de la misma?
65

La complejidad de la respuesta y su relación con el problema de la libertad política


en la Isla, precisa unos párrafos para analizar cuál fue la naturaleza de la
soberanía en Félix VARELA. Ello permitirá una mejor comprensión de su noción de
libertad individual en relación con la libertad política.
Como problema particular del constitucionalismo, el de la soberanía se encontró
estrechamente ligado a las relaciones entre el poder, su ejercicio y su legitimación.
Aunque su configuración moderna fuera el resultado de una larga tradición teórica,
no puede dejarse de lado que las bases doctrinales que la fundamentaron
entrañaban la defensa de determinadas finalidades políticas, al margen de las
cuales resulta superfluo cualquier intento de interpretación. Por tanto, en el marco
del enfrentamiento entre las tendencias oligárquica y democrática acerca de la
libertad individual, se abigarraron también dos concepciones de soberanía: una
nacional y otra popular. La distinción fundamental entre ambas giró en torno a la
naturaleza del sujeto político que habría de ostentar su titularidad, hecho que
servía de determinación para el grado de extensión social y limitación del sufragio,
como medio de expresión material de la propia soberanía.
Para la vertiente popular, presente en ROUSSEAU, este sujeto político no podía ser
otro que el pueblo; argumento que se contraponía al principio de la soberanía
monárquica defendido un siglo atrás por BODINO y por HOBBES 327. A partir de
concebir a un ente soberano compuesto por particulares, el Ginebrino sostuvo la
tesis de que este “no tiene ni puede tener” algún interés contrario al de la voluntad
general, que es la suya 328. Sin embargo ante los objetivos políticos oligárquicos
presentes en los procesos de constitucionalización de fines del siglo XVIII e inicios
del XIX, el sujeto pueblo no sólo se tornaba radical, sino también complejo de
definir 329. De ahí que los primeros modelos constitucionales europeos derivaran
hacia la forma mixta de monarquía constitucional, expresión del pugilato entre los
sectores populares y oligárquicos de la revolución 330. En Francia se intentó sellar
constitucionalmente el avance revolucionario por medio de una fórmula que
conciliaba al rey con el pueblo, sobre la base de la nación. Al respecto la
Declaración de Derechos de 1789 aportó una fórmula muy influyente, expresada
66

en bajo el rótulo de que: “El principio de toda soberanía reside esencialmente en la


nación…”.
El término nación designó a un sujeto abstracto, del que no participaban el total de
individuos de la sociedad, sino sólo el conjunto de todos los que poseían la
condición de ciudadano. De este modo fueron sorteados los inconvenientes de un
concepto popular de la soberanía, incompatible con la del Rey y la del Legislativo
y se preservó, su carácter elitista 331. Aunque en la última década del siglo XVIII
podía encontrarse un uso indistinto de ambos términos en la literatura –soberanía
popular y soberanía nacional-, la concepción nacional de la soberanía pasó a
definir la existencia del régimen representativo llamado a extenderse durante el
siglo XIX, y en el que la simple mayoría de la población no representaba la
voluntad de la Nación, que sólo existía reunida en la “representación nacional” 332.
Consecuencia directa de este diseño fue la regulación de un modelo de
ciudadanía con marcadas características de exclusión y de un sufragio cualificado
por el censo. De manera que el voto devino en una función, conferida a ciertos
individuos que reunían en sí determinados requisitos personales al margen del
resto para constituirse en “ciudadanos activos”, como podían ser la titularidad
sobre bienes de fortuna y el pago de impuestos.
En materia de soberanía y sufragio, el constituyente gaditano de 1812 siguió un
camino similar al trazado en la Constitución francesa de 1791. De modo análogo a
la formulación presente en la Declaración de 1789, la Constitución de Cádiz
expresó en su Artículo 3 que la soberanía residía esencialmente en la Nación y,
sobre la base de las complejidades del extendido mundo hispánico, delineó
también un modelo de sufragio complementario a este principio 333.
La idea de soberanía nacional ya era conocida en La Habana. La misma había
sido proclamada asiduamente por las juntas provinciales en la Península y en la
propia Habana durante el verano de 1808 334. Circulaba en el contenido de los
llamados Catecismos Políticos y oficialmente había circulado también en la
convocatoria librada por la Junta Central a Cortes extraordinarias 335. De manera
que una década después, en 1820, los argumentos que fundamentaban una
67

concepción nacional de la misma eran conocidos en Cuba y, por tanto, no debían


ser ignorados por Félix VARELA.
En este sentido, las Observaciones ofrecen un material textual susceptible de
aportar claves iusfilosóficas para caracterizar la relación entre soberanía y libertad
individual. Sobre la base del mismo podrían establecerse los siguientes
cuestionamientos: ¿era VARELA partidario del modelo gaditano de soberanía, o
resulta posible vislumbrar en él a un defensor del carácter popular de la misma? Y
finalmente ¿el fin del Trienio Liberal y su tránsito personal hacia el
independentismo, significaron una modificación en sus criterios al respecto? En
Cuba, para una parte importante de los estudiosos de VARELA, las respuestas se
hayan expuestas a la vista en las propias Observaciones. Tal ha sido el caso de
TORRES – CUEVAS, para quien:
“Al referirse Varela a la soberanía nacional se observa que esta radica en el
pueblo, de aquí la doble relación que implica su definición en la realidad
cubana (…) La soberanía tiene su base en aquella parte de la libertad
individual de la cual han hecho dejación los hombres para poder crear el
conglomerado social; el Gobierno, por tanto, ejerce la soberanía por
delegación del pueblo y está obligado a procurar su bienestar y felicidad de
ese pueblo” 336.
Como se aprecia, el autor asume directamente la terminología empleada por
VARELA en el texto de las Observaciones sin establecer distinciones previas, con lo
cual enjuicia anticipadamente el sentido presente en la misma. En parte la causa
ha radicado en el propio VARELA quien –consciente o inconscientemente- nunca
hizo manifestaciones directas de sus posturas en el debate entre las tendencias
oligárquicas y democráticas, y republicanas y monárquicas, dejando esa tarea a
sus intérpretes. Ello se agrava por el uso indistinto hecho por Félix VARELA de
términos relacionados ya con la “soberanía nacional”, ya con la “soberanía
popular”. Este uso indistinto 337 –propio de épocas transicionales como la vivida por
él- resulta apreciable en la cita siguiente:
“Se infiere, pues, de lo dicho que toda soberanía está esencialmente en la
sociedad, porque ella produce con el objeto de su engrandecimiento,
68

incompatible con su esclavitud, y jamás renuncia el derecho de procurar su


bien y su libertad, cuando se viere defraudada de tan apreciables dones.
(…) Nada más razonable y justo; pues si el pueblo es quien ha de renunciar
una parte de su libertad voluntariamente; (…) a él toca exclusivamente el
derecho de establecer sus leyes fundamentales, que incluyen estos
derechos renunciados, esta parte de libertad que pierde cada individuo en
favor de la sociedad, y en él reside esencialmente la soberanía, que no es
otra cosa sino el primer poder y el origen de los demás.” 338
Este uso indistinto de los términos (nacional y popular) justifican el
cuestionamiento inicial: ¿era partidario de un modelo nacional de la soberanía o
de uno popular? Evidentemente la conclusión final no podrá expresarse desde la
interpretación literal de los términos, sino desde el análisis del contenido asignado
a los mismos en el marco del texto. La solución a esta cuestión, aportará un
argumento para distinguir el lugar que corresponde a VARELA entre los extremos
oligárquico y democrático acerca de la libertad individual. A continuación del
fragmento citado, Félix VARELA señalaba el carácter indivisible de la propia
soberanía, y afirmaba que “sólo existe reunida la representación nacional” y que
“No pocos de los ciudadanos españoles, no acostumbrados todavía a este orden
de cosas, opinan que es lo mismo reunir ciudadanos que reunir soberanía…” 339.
Una comparación apresurada arrojaría la existencia en VARELA de un criterio dual
acerca de la soberanía. En principio reconocía su carácter indivisible e ilimitado en
manos de la sociedad frente a la organización del gobierno; pero una vez formado
este, la misma quedaba anexada a la representación nacional 340. Sin embargo,
páginas más adelante esta aparente dualidad queda resuelta por su misma pluma:
“Si efectivamente quisieran conciliarse dos soberanías, una real y otra
popular, no hay duda que el Estado sería un monstruo político que
prometería poca duración; más cuando no se establecen dos poderes
soberanos, sino que está esencialmente en la nación, (…), no encuentro la
implicancia que pueda haber en semejante orden de cosas, ni la
destrucción que amenaza no habiendo tal choque de poderes
soberanos.”341
69

Aquí VARELA hace profesión de fe, y abraza al modelo nacional de soberanía


planteado por el constituyente francés de 1791 y que había pasado al gaditano de
1812, a la hora de fundamentar la forma monárquico constitucional del gobierno.
De ahí que resulte erróneo endilgarle un partidismo que no posee, al pretender
hacerlo derivar hacia la vertiente popular de la soberanía. En este punto,
estudiosos de VARELA como REYES FERNÁNDEZ 342 y TORRES – CUEVAS 343, han sido
presa de la semántica con la cual el liberalismo secuestró para sí términos cuya
paternidad no le correspondía, y en consecuencia le han asignado a VARELA una
filiación democrática de la cual su obra está lejos. También MONDELO, quien en su
trabajo citado atribuye a VARELA un partidismo en torno a la soberanía popular de
cuyo contenido carece 344.
Félix VARELA expresó una visión del pacto social caracterizado por la existencia de
un solo nivel y carente de toda referencia al estado de naturaleza. En relación con
el papel de este para la creación del gobierno, se mostró partidario del modelo de
soberanía nacional, a partir del enmascaramiento –por el uso del término nación-
del conflicto entre soberanía real y popular. Tal criterio se torna relevante en la
medida en que exterioriza su expresión oligárquica acerca del aspecto político de
la libertad individual.

2.2.2. Félix Varela ante la separación de los poderes


En las Observaciones sobre la Constitución política de la monarquía española de
1812, se abordaron también cuestiones relativas a la separación de los poderes
en relación con la libertad individual, desde una perspectiva doctrinal. Dentro de la
producción de Félix VARELA es esta la única obra donde se trata esta materia del
constitucionalismo, de ahí que nos basemos sólo en ella para explicar su postura
al respecto. Dos características distinguieron al texto en este sentido: su método –
que es el del comentario docente con ausencia de reflexiones teóricas profundas-
y las escasas impugnaciones o críticas al texto doceañista. De ahí que -en modo
implícito- la obra sea una pieza reveladora de la aceptación formal por Félix
VARELA del diseño de gobierno elaborado por el constituyente de 1812.
70

En línea común con la Ilustración, también VARELA halló en el diseño de


separación de los poderes las bases para la consolidación de la libertad individual.
Por otra parte, el criterio relativo a su aceptación formal del sistema de gobierno
gaditano, halla respaldo en que con posterioridad a 1823, no existan referencias
en su obra que impugnen sus simpatías mostradas en 1821 por la monarquía
constitucional. Además, en la justificación de este diseño de gobierno expresó su
apego por los argumentos historicistas sobre los que se fundamentó el papel del
rey en el sistema gaditano, y que, amparados en la deformación del pasado
español, fueron expuestos por los diputados constituyentes durante el llamado
Primer Liberalismo 345.
Félix VARELA asumió las justificaciones de tipo historicista relativas a la supuesta
existencia de una constitución histórica del reino. En este sentido, sus criterios
tuvieron por base los postulados del clérigo Francisco MARTÍNEZ MARINA, vertidos
en su Teoría de las Cortes. Al impugnar el criterio de que las mismas debían
formarse por brazos o estamentos, manifestaba VARELA: “A la profunda erudición
del señor Marina debemos en esta materia cuanto puede desearse para demostrar
que jamás en España se ha tenido por esencial la concurrencia de estamentos a
las Cortes; que nuestro gobierno siempre ha sido representativo popular, y que en
la nueva constitución política no se ha hecho más que reglamentarlo y corregirlo,
según el progreso de las luces y según las circunstancias y necesidades de la
España” 346.
En su explicación del modelo gaditano de separación de los poderes, Félix VARELA
tuvo que aclarar la diferencia presente en la constitución entre la titularidad de la
soberanía y el ejercicio del poder. En este sentido debió fundamentar la
conciliación entre el principio de indivisibilidad de la primera, con la separación en
funciones del ejercicio del poder. Esta distinción había sido heredada por los
constituyentes gaditanos de la Constitución francesa de 1791 347 y su explicación
en Cuba por VARELA evidenció su recepción de las tesis del abate SIEYÉS
aplicadas al caso español. Por ello expresaba que:
“La soberanía es sin dudas indivisible en su naturaleza, mas en sus
operaciones exige una división de poderes, no siendo conveniente que
71

todos ellos se reúnan en un individuo o en una corporación, pues el cúmulo


de poder propende al despotismo, y las pasiones protegidas por la fuerza
sin contraste, dan lugar al error y al crimen.”348
Una de las características del modelo gaditano de separación de los poderes fue
su rigidez 349. VARELA aceptó la misma en principio; sin embargo, en su aceptación
formal de comentarista, resulta posible encontrar ribetes de un pensamiento propio
en torno a cómo debía interpretarse esta organización de funciones atribuidas a
los poderes en Cádiz. Al menos en el marco de relaciones de los órganos
ejecutivo y legislativo, defendió la derogación de la regla de especialización que
guiaba el texto. Ello resultó evidente en sus posiciones favorables al papel
concedido a la figura del rey y a la naturaleza y contenido de la facultad de veto
atribuida a este. Para comprender su postura proclive a la participación de la
corona en la función legislativa, debe hacerse una digresión en cuanto a sus
criterios sobre el fundamento divino de la institución regia.
La afirmación que calificó a Félix VARELA como “liberal español” 350 durante el
Trienio Liberal, resulta compatible con este aspecto en particular. Una de las
consignas más trascendentes del período constituyente español había sido la de
“Viva el Rey. Muera el mal gobierno”, y fue este el sentido que se encontrará en
los comentarios varelianos en torno a la legitimidad de la institución real, de la cual
no puede ser considerado un detractor. Más que un opositor del fundamento
divino de la institución monárquica, lo que VARELA rechazó fue la práctica de
legitimar el gobierno personal de un monarca en la gracia divina. Por encima de la
persona real que ocupara el trono, para VARELA lo que se hallaba asentado sobre
gracia divina era la institución misma de la corona, no el individuo en quien esta
recaía. Por ello afirmaba:
“Distingamos entre la autoridad real, y la persona real, o los individuos que
gobiernan en una república; pues la primera debe decirse que es dada por
Dios, de quien proviene todo poder, aunque, se valga de la elección hecha
por los mismos hombres; mas la elección de la persona del rey depende
enteramente de esta elección…” 351
72

VARELA respaldó la existencia de un rey poseedor de determinados niveles de


influencia en las decisiones del legislativo. Tal influencia le había sido conferida ya
por el propio texto constitucional a través del veto suspensivo, mediante el cual se
le concedía al monarca cierta cuota de participación en el proceso legislativo, sin
considerarlo parte en dicha función. La sanción de las leyes otorgada al Rey por la
Constitución, 352 podía ser negada para una ley por tres veces 353, aprobándose
forzosamente ante una tercera negativa real a sancionarla 354. Las características
de este veto relativo, sólo permitían al Rey tomar parte en el proceso de creación
de la ley, pero no influir en él de manera determinante, pues a la postre la ley
podía dictarse si su consentimiento. Como contraposición crítica a esta realidad
constitucional, resulta posible colocar a VARELA entre los adeptos a una institución
monárquica que realmente fuese parte de la función legislativa, por medio de una
posición contraria al veto suspensivo: la del veto absoluto.
MONTESQUIEU había descrito la naturaleza del veto absoluto, no como la facultad
de impedir la ejecución de una ley, sino como la de anularla por completo 355; de
modo que sin la anuencia del órgano investido del veto en la función legislativa, la
ley no podía existir. Por el contrario, el carácter relativo o suspensivo acerca del
veto –asumido por el constituyente gaditano de 1812- permitía que cualquier acto
normativo emitido por las Cortes surtiera efectos seguidas tres oposiciones reales
a sancionarla. Con lo cual el rey sólo tomaba parte en el procedimiento legislativo,
no en la función de hacer la ley. Sin embargo, VARELA observó en el veto real un
medio de contención para los actos de las Cortes; por ello sus diferencias con el
texto de la Constitución radicaron en la naturaleza y contenido de esta posibilidad
de contención:
“Comúnmente se opina que en nuestra Constitución el veto es temporal
porque el rey sólo puede negar la sanción de una ley dos veces, y a la
tercera debe sancionarla. Mas esto sólo niega que no se le concede
siempre el veto absoluto. A la verdad cuando el rey niega la sanción, su
ánimo no es que vuelvan a proponerle la ley, ni dice la niego por tanto o por
cuanto tiempo, sino absolutamente; y así creo que hablando con rigor, debe
decirse que en nuestra Constitución el veto es absoluto, lo cual es conforme
73

a las más exactas doctrinas de política; un veto temporal sanciona ya para


tal o cual época una ley contraria al bien del Estado en todo tiempo…” 356
Al ponderar la concesión de un veto absoluto para la figura real, VARELA se
mostraba favorable a un modelo de vinculación más estrecho entre el ejecutivo y
las Cortes, que el propuesto por el constituyente español de 1812. De este modo
se oponía a la regla de especialización que hizo del texto doceañista un ejemplo
de rigidez, salvo por contadas excepciones como la del propio veto suspensivo.
De ahí que en una primera conclusión, resulta posible considerar a VARELA como
un partidario de la derogación de esta regla, en pro de una mejor
compartimentación del modelo.
Los criterios de VARELA en torno al contenido del veto reconocido por la
Constitución al rey, no fueron más que el reflejo de su convicción de que fuera de
extensiones absolutas 357. Al respecto afirmaba que tal opinión se basaba en “las
más exactas doctrinas de política”, declaración que ofrece una pista para ir tras la
fuente que informó sus conclusiones respecto al caso.
VARELA no solo expresó en su obra constitucional una marcada influencia del
constitucionalismo español, sino también de la propia ilustración francesa, pre y
pos revolucionaria. En lo referente a sus argumentos relativos al veto real de
carácter absoluto, los mismos encontraron una fuente importante en el Curso de
Política Constitucional de Benjamín CONSTANT, publicado en España en el propio
año de 1820 358 y citado por el propio VARELA al momento de exponer sus criterios
en torno al veto real 359. En la obra citada, CONSTANT exponía argumentos
favorables a un veto real de carácter absoluto, similares a los que pueden hallarse
desarrollados en las Observaciones de VARELA. Tales fueron los referidos a que la
función del mismo contribuía a impedir el excesivo número de leyes en el Estado,
así como su cooperación para realizar en la práctica el principio de la división de
los poderes 360. Respecto a la proliferación normativa, opinaba el autor francés:
“Los gobiernos que admiten las asambleas representativas, están
amenazados de un peligro que saben preservarse los gobiernos absolutos,
y es la multiplicidad de las leyes. Puede decirse que esta es la enfermedad
los estados representativos, porque en ellos todo se hace por las leyes, al
74

paso que la enfermedad en las monarquías sin límites es la de no tenerlas,


porque en ellas todo se hace por los hombres.” 361
El paralelismo con las Observaciones resulta evidente, si se contrasta con esta
afirmación de VARELA: “El veto real impide la multitud de leyes y su poca
conformidad con las circunstancias de la nación; pero al mismo tiempo, nada se
deja a la voluntad del rey por sí sola en lo esencial del gobierno.” 362 En la defensa
del veto absoluto para el rey, VARELA dejaba clara su intención de prevenir la
proliferación legislativa por parte de las Cortes. Esta declaración evidencia otro
rasgo liberal que influye a su noción de libertad individual, por su oposición al
exceso de intromisión gubernamental desde la actividad legislativa. Colocar el veto
absoluto en manos del rey significaba mantener un poder de contención ante las
Cortes, asentado en un órgano que se había mostrado históricamente receptivo a
las presiones de la oligarquía criolla, que durante décadas había obtenido
importantes beneficios por medio de la negociación directa con el monarca 363. Su
partidismo en este caso no era, por tanto, ni académico, ni inocente 364.
VARELA también fue partidario de que la definición de los poderes debía ser
equivalente con la función particular de cada uno 365. En este sentido refutó
directamente al mismo CONSTANT, cuyos argumentos en favor del veto real no
había dudado en asumir para sus Observaciones. En sus Lecciones de Política
Constitucional, CONSTANT proponía un modelo de separación compuesto por
cuatro poderes: el real, el ejecutivo, el representativo y el judicial 366. Frente a esto
reaccionó VARELA al afirmar que: “… advertimos que CONSTANT define los poderes
por las personas que los poseen, diciendo ministerial y real, y no por su
naturaleza, pues atendida esta, se conoce que tan ejecutivo es el poder del rey
como el del ministro, y que deben llamarse divisiones de un solo poder, mas no
dos distintos.”367
Esta afirmación demuestra que para 1821, Félix VARELA había comprendido que la
existencia de un poder distinto dentro de un gobierno fundado en el principio de la
división, estribaba en su naturaleza particular. Sólo desde la misma era posible
establecer la función atribuida a ese poder en concreto. De lo contrario todo
órgano que ejerciese una función de gobierno determinaría la existencia de un
75

nuevo poder, con la consecuente dificultad para establecer una jerarquía de


poderes con base en la naturaleza y amplitud de las funciones conferidas a estos.
Para 1821 Félix VARELA reproducía el comportamiento de los llamados liberales
moderados españoles, por su apego a la institución monárquica en el ámbito de la
separación de los poderes. Con respecto al modelo en sí, defendió la interrelación
de funciones como medio para la realización del principio de frenos y contrapesos,
propugnado por la doctrina de su época. Sin embargo, sus criterios relativos a las
relaciones entre el rey y las Cortes por medio de la función del veto, delatan su
aspiración a un gobierno de intervención limitada. De ahí que reclamara para el
rey la facultad de controlar la actividad legislativa de las Cortes. Si se tiene en
cuenta que durante décadas la oligarquía criolla había obtenido sucesivas
prebendas por medio de la negociación directa con la corona, esta aspiración
adquiere un marcado sentido político, y supone un rasgo propiamente liberal.
Si bien resulta imposible hallar en VARELA definiciones taxativas sobre libertad
individual, en su obra teórica esta se encontró identificada, en principio, con la
protección de la libertad natural del individuo frente al poder mediante la norma.
Desde la misma, VARELA mostró también una visión instrumental del derecho
como mecanismo para contener la intervención del estado y hacer viable el laissez
faire. De ahí que sostuviera que la libertad personal, la propiedad y los intereses
domésticos, se hallaban fuera de toda intervención, y que atacar los mismos
suponía un acto de tiranía, no de soberanía. Con ello abrazaba la idea de que,
frente al individuo propietario, la soberanía del estado se hallaba limitada.
En materia de constitucionalismo, su obra representó un paso importante hacia el
tratamiento doctrinal de la libertad individual unida a cuestiones como pacto social,
soberanía y separación de poderes. Resulta evidente que la intelectualidad criolla
del momento operaba tales categorías, pero fue en VARELA donde por primera vez
recibieron un tratamiento doctrinal en el espacio cubano. En su obra se aprecia la
relación entre una noción de libertad individual vinculada al modelo nacional de
soberanía –y opuesta a la concepción popular de la misma- y la defensa de la
función de veto absoluto conferida al rey, reclamo este que delata su compromiso
político con la élite criolla y con la monarquía. Tal reclamo respondía a la
76

vinculación de la corona con los representantes de la oligarquía criolla, que


tradicionalmente habían negociado con la misma la obtención de prebendas
favorables a sus intereses. Finalmente, la argumentación usada por VARELA
evidencia la conexión de su obra con la literatura contemporánea en materia de
constitucionalismo, donde resalta la influencia de un autor de filiación liberal como
CONSTANT.
Durante el período 1812 – 1821, Félix VARELA proyectó una noción de libertad
individual en la que se aprecian influencias republicanas, pero con una marcada
incidencia de rasgos liberales. Su partidismo en torno a la monarquía absoluta
primero y a la monarquía constitucional después, resultaron confesos, y su postura
respecto al veto absoluto del Rey, evidencia su confianza política en esta
institución, lo que se corresponde con el elogio vertido en 1819 a Fernando VII.
Del mismo modo declaró su filiación al principio divino de la monarquía como
institución, aunque denostara de este a la hora de legitimar a un monarca en
particular. Su noción de libertad individual en este período tuvo carácter
oligárquico y en ella se encuentran rasgos que la relacionan anticipadamente con
el liberalismo. Estos son: defensa de un estado no interventor, concepción
nacional de la soberanía, defensa del laissez faire y reducción de la actividad
legislativa del gobierno por “su poca conformidad con las circunstancias de la
nación”.

2.3. Un discurso con rasgos liberales: El Proyecto de Gobierno


Autonómico

La elección de Félix VARELA como diputado a las Cortes Ordinarias de 1822, abrió
el camino a su vida política y lo situó ante un nuevo contexto para la expresión de
su noción iusfilosófica acerca de libertad individual. Fuera del espacio académico,
resulta posible dividir sus expresiones al respecto en dos momentos políticos que
coincidieron con su desempeño como miembro de la diputación habanera durante
los años 1822 y 1823. El primero estuvo relacionado con la libertad política y con
aquellas propuestas que, en materia de descentralización gubernativa, podían
redundar en una ampliación del alcance de la misma dentro de Cuba. El segundo
77

estuvo unido a la modificación de la situación jurídica de los individuos esclavos al


interior de la Isla, en relación al otorgamiento de su libertad personal. Las
expresiones que mostró su noción de libertad individual en cada uno de estos
momentos, se hallan insertas en sus dos producciones jurídicas más importantes
del período: el Proyecto de Instrucción para el gobierno económico – político de
las Provincias de Ultramar, y el Proyecto de Decreto sobre la Abolición de la
esclavitud en la isla de Cuba y sobre los medios de evitar los daños que puedan
ocasionarse a la población blanca y a la agricultura.
A continuación se estudiarán los rasgos liberales presentes en la noción de
libertad individual proyectada por Félix VARELA durante su diputación a Cortes, así
como la influencia de los mismos en las posturas asumidas por él durante el
debate. Ello se realizará desde una perspectiva crítica, relativa a la naturaleza de
sus planteamientos respecto a libertad individual durante su actuación política.
Esto posibilitará dejar establecida una valoración sobre la influencia de tales
rasgos en su noción de libertad individual.
El pronunciamiento militar de Rafael DEL RIEGO había restaurado la Constitución
de Cádiz en España y, con ella, también su modelo de libertades políticas. Para
Cuba ello significó la extensión de las mismas a aquellos criollos en condiciones
de ejercer ciudadanía y también del derecho a formar Diputación para el gobierno
provincial, tal y como se reconocía en el Título VI, Capítulo II del texto doceañista.
Como se ha visto anteriormente, en materia de derechos políticos Félix VARELA se
había mostrado partidario del modelo censitario elaborado por el constituyente
gaditano, propio de una concepción nacional de la soberanía de la que se era
partícipe por medio de la propiedad y del nacimiento.
VARELA arribó a las Cortes como un declarado defensor del carácter unicameral de
las mismas y del diputado como depositario de un mandato de representación
local 368. Tales posturas contaron con un anclaje teórico en sus Observaciones y, al
menos en este punto, su actuación como representante resultó consecuente.
Debido a que en sus criterios a favor de la concesión de una representación
provincial al diputado, se encuentran claves valiosas para comprender su noción
78

de libertad individual proyectada en Cortes, resulta pertinente realizar una


digresión al respecto.

2.3.1. Félix Varela: representante de la nación y mandatario por la


provincia
El constituyente doceañista había privado al diputado de cualquier alusión a un
mandato vinculado a los intereses de su localidad o provincia, bajo la afirmación
que estos representaban a la Nación 369. Con ello el constitucionalismo español
cubría dos frentes estratégicos: por un lado reforzaba la idea de nación unitaria, al
afirmar que los diputados eran parte de una representación nacional; y por el otro
sometía la actuación de las diputaciones ultramarinas a un discurso centralizado.
Esta última posición –evidente en el Artículo 27 de la propia Constitución de 1812-
limitaba de modo considerable la actuación de las representaciones americanas,
ya de por sí en desventaja numérica respecto a los representantes peninsulares.
En este contexto, cualquier defensa de un mandato provincial podría colisionar
precisamente con los criterios de unidad que justificaban la declaración
constitucional de que los diputados representaban la Nación. Félix VARELA halló un
criterio intermedio respecto a la naturaleza del diputado. En sus Observaciones
expresó que: “Diputado quiere decir lo mismo que enviado por una provincia, con
facultades para representar derechos y proponer mejoras, de manera que es un
verdadero apoderado de la provincia, pero que al mismo tiempo lo es de toda la
nación en virtud de sus leyes fundamentales;…” 370
Esta opinión favorable a una doble esfera de la representación, trataba de salvar
la representatividad ante las Cortes de aquellos territorios con intereses y
necesidades particulares en el marco nacional. Pero así mismo esta expresión en
VARELA no era otra cosa que la reproducción -una década después- de
afirmaciones similares vertidas en La Habana con motivo de las primeras
elecciones de diputados a Cortes constituyentes. El 4 de septiembre de 1810, y
con motivo de la duda acerca de la naturaleza de los poderes conferidos al
diputado, el cabildo habanero acordaba que: “no hay razón que nos deba detener
en el despacho de nuestro Diputado ni en la pronta expedición de sus respectivos
79

poderes que el Ayuntamiento debe darle cuantos pueda, y ceñirse a la fórmula de


que se los otorga tan amplios, plenos y bastantes cuanto puede y debe
conferírselos y lo exigen las circunstancias para que cumpla y desempeñe las
augustas funciones de su nombramiento con las facultades que competan al
371
Ayuntamiento.”
También la Representación del Ayuntamiento de La Habana acordada en 16 de
agosto de 1811, resultó a las claras una postura favorable por parte de la élite
habanera hacia una representación política atada a los intereses de la provincia.
Entre las páginas del documento elaborado como réplica al debate abolicionista su
autor, ARANGO Y PARREÑO, sostenía “que en un asunto tan arduo, que es propio
sólo de América y que en ella toca a tantos, se nos fuese a sentenciar sin que
estuviese completa nuestra Representación en el Congreso” 372. Como se aprecia,
la naturaleza de “apoderado” concedida por VARELA al diputado en 1820, se
hallaba en correspondencia con reclamos particulares de la élite criolla
expresados una década atrás. Por tanto, su replanteo en 1821, no expresaba otra
cosa que la necesidad de la oligarquía criolla –no resuelta por el texto
constitucional- de que su representante a Cortes actuara como un trustee, o sea,
un fideicomisario o apoderado de sus intereses 373. Félix VARELA intentó imponerse
en las Cortes desde esta noción, a la hora de respaldar su proyecto de régimen
autonómico para Cuba.
El 15 de diciembre de 1822, Félix VARELA presentó un Proyecto de Instrucción
para el gobierno económico – político de las Provincias de Ultramar. A pesar de
haber sido redactado en conjunto con el resto de los diputados de Cuba y Puerto
Rico, solo VARELA ejerció la palabra en los debates en defensa del mismo, lo cual
hace pensar que la mayor parte del texto corresponde a su autoría. La copia que
ha llegado al presente se imprimió en 1823, en el taller madrileño de Tomás Albán
por orden de las Cortes. El mismo perseguía fungir como norma complementaria,
para implementar los principios de descentralización político – administrativos
regulados en el Título VI de la Constitución de Cádiz.
El texto se componía de 189 artículos divididos en tres títulos: De los
Ayuntamientos; De las Diputaciones Provinciales; y De los gefes [sic] políticos. A
80

imagen y semejanza de las propuestas insulares que le precedieron, careció de


carta de derechos y constituyó un reflejo de las necesidades de participación
política y autogobierno, presentes en la oligarquía criolla del momento. Aunque su
fuente normativa más inmediata era el Título VI de la Constitución de 1812, la
historiografía más reciente también ha señalado otras. Según FILIU – FRANCO,
estas debieron ser: el Decreto para la formación de los Ayuntamientos
constitucionales de 23 de mayo de 1812; la Instrucción para el Gobierno
económico – político de las Provincias de 23 de junio de 1813; la Ley sobre
nuevas poblaciones en Ultramar de 27 de junio de 1821 y la Ley para el gobierno
económico – político de las provincias de 3 de febrero de 1823 374.
El sentido conferido a la libertad política por el Proyecto, se expresó de modo
consecuente con el diseño constitucional gaditano acerca de las libertades
políticas. A saber, como derecho a concurrir al sufragio activo y pasivo para la
formación de las administraciones locales, así como de las diputaciones
provinciales; y como participación de los ciudadanos en el gobierno por medio de
la representación nacional. En relación al Artículo 317 de la Constitución de Cádiz
-relativo a la elección de alcaldes, regidores y síndicos-, se expresaba el Artículo 4
del Proyecto: “Podrán ser alcaldes, regidores y síndicos todos los individuos de la
comarca, sin escluir [sic] á los estrangeros [sic], siempre que tengan las
circunstancias que exige la Constitución, cualquiera que sea el grado de
parentesco que una á [sic] los capitulares entre sí.” 375
La remisión de este precepto al texto constitucional gaditano en lo concerniente a
los requisitos para la elección de individuos a los cargos de Ayuntamiento, expresa
una vez más la tácita aceptación por parte de VARELA del modelo doceañista de
libertades políticas. Desde este, pretendía crear una situación de oportunidad
favorable a los criollos blancos, para optar por los cargos públicos en condiciones
formales de igualdad frente a los de origen peninsular. De modo similar ocurrió
con el procedimiento propuesto para la elección e integración de las diputaciones
provinciales, las que debían estar compuestas por el jefe político superior, el
intendente y siete individuos de “elección popular” 376.
81

En correspondencia con el Artículo 330 del texto gaditano, el Artículo 83 del


Proyecto recogió requisitos similares para ser elegido miembro de la Diputación
Provincial. En este sentido, se requería “ser ciudadano, mayor de veinte y cinco
años con siete al menos de vecindad en la provincia, habiendo rendido siquiera
uno o teniendo propiedades en el partido por donde se le nombre,…”377 Esta
cláusula –aparentemente redactada sin consideración al origen racial de los
individuos- también favorecía el acceso de candidatos criollos al gobierno
provincial. Sobre todo porque la Constitución excluía de la elección para
ayuntamientos y diputaciones a aquellos funcionarios que, designados
directamente por la Corona, se encontraran en ejercicio de sus funciones al
momento de la votación 378. Como tales cargos eran ocupados fundamentalmente
por peninsulares, la medida hubiera tributado a fortalecer profundamente la
representatividad política del sector criollo.
Otra de las notas más interesantes de este Proyecto -respecto a los
correspondientes al período constituyente- radicó en la posibilidad jurídica que
hubiera brindado para que ciudadanos criollos ocupasen la plaza del jefe político
superior, que hasta ese momento ostentaban los capitanes generales de la Isla.
Como no se podía modificar la potestad regia para su designación -reconocida por
la Constitución de 1812- 379 el Artículo 137 del Proyecto se formuló de modo que la
posible designación de un ciudadano criollo para el cargo, no pudiera excluirse en
el plano formal. 380 Ello se reafirmaba en las líneas finales del precepto, que
acotaban: “…; sin que sirva de impedimento para ejercer sus funciones en una
provincia el haber nacido en ella.” 381 Esta propuesta fue discutida en la sesión de
5 de mayo de 1823 y fue aprobada por las Cortes sin modificación alguna 382.
En su actuación como diputado, Félix VARELA se mostró coherente respecto a
aquellos rasgos liberales presentes en su noción de libertad individual. Si para la
generalidad de la historiografía cubana más reciente, el período 1822 – 1823
representó un paso previo para su conversión al independentismo 383, a los fines
particulares de esta investigación supone el momento en que quedaron definidos y
políticamente expresos, los rasgos liberales de su noción de libertad individual, así
como el compromiso de estos con los objetivos de la oligarquía criolla. Cotejada
82

con sus posicionamientos teóricos vertidos entre 1812 y 1821, su actuación en


Cortes evidenció que para él la libertad individual –más que una cuestión teórica-
era una cuestión político - jurídica cuya regulación debía obedecer a criterios
prácticos. De ahí que sus opiniones vertidas ante las Cortes se hallaran fundadas
en una argumentación marcada por el realismo político, al punto de rayar en la
subversión del orden constitucional. Algunas de las propuestas insertas en el
Proyecto de Instrucción para el gobierno económico – político de las Provincias de
Ultramar, así como sus opiniones en los debates de los mismos, resultaron prueba
de ello.
Tales proposiciones revelaron un claro intento por empoderar políticamente a la
élite criolla, a costa de subvertir el orden constitucional de 1812 en materia de
autonomía. En este punto se hace necesario refutar los criterios de autores que,
ocupados de la figura de VARELA, han rechazado su carácter de representante de
la oligarquía criolla en las Cortes. Para empezar, alguien que había defendido el
carácter provincial del mandato para el diputado ¿a quién más podía representar
sino a los electores de su provincia? Y en el caso de Cuba ¿no eran estos los
miembros de su oligarquía? Un análisis del contenido del Proyecto de Instrucción,
arrojaría una respuesta contraria a la tradicionalmente defendida. Se precisa, por
tanto, refutar la conducta historiográfica –reiterativa- de divorciar a VARELA de los
intereses políticos de la oligarquía criolla, para cuya defensa se ha apelado,
incluso, a la reconstrucción novelada 384.
Como objetivo general, las propuestas del Proyecto de Instrucción iban dirigidas a
fortalecer políticamente a la Diputación provincial como cuerpo asesor y consultivo
de la capitanía general. En tal sentido, los argumentos de defensa vertidos por
VARELA carecieron de cualquier alusión doctrinal o normativa en su sustento. En
cambio, se basaron en la invocación constante a necesidades de orden práctico y
de oportunidad 385. Este giro hacia posiciones utilitarias en el discurso de VARELA,
lo alinea anticipadamente con el tipo de argumentación liberal basada en la
invocación del mayor beneficio, a la vez que lo convierte en partidario del gobierno
mínimo por su ataque al control legislativo de las Cortes.
83

El tratamiento hacia el contenido del Proyecto de Instrucción dentro de la


historiografía vareliana escrita desde Cuba, ha sido objeto de una atención poco
esmerada. Las referencias a su texto, han estado marcadas por la descripción y la
reseña, pero no por la crítica comentada. En lo que respecta a la
inconstitucionalidad de sus propuestas y a la naturaleza de los argumentos
vertidos por VARELA en defensa de las mismas durante los debates, la atención ha
sido nula. Como excepción en esta tradición, puede señalarse el texto de
HERNÁNDEZ CORUJO “Actuación política y parlamentaria del padre Varela en las
Cortes españolas y en el destierro”, publicado en 1954 386. La simple descripción
informativa ha primado también en textos más próximos en el tiempo, como se
desprende a simple vista por el número de páginas dedicadas al asunto. Pueden
verse en este sentido las obras de REYES FERNÁNDEZ, Félix Varela 1788-1853 387;
de TORRES – CUEVAS, Félix Varela: los orígenes de la ciencia y conciencia
cubanas 388; y de IBARRA CUESTA, Varela el precursor. Un estudio de época 389. En
todos los casos el tema ha sido tratado de modo escueto, descriptivo y con total
ausencia de la relación entre sus planteamientos en Cortes y la naturaleza de su
noción de libertad individual. De modo colateral, tampoco ha sido señalada la
posible anticonstitucionalidad de sus propuestas y el significado de ellas en
relación a los intereses de la oligarquía criolla. Sólo SACO, en el siglo XIX,
reconoció expresamente este hecho 390.
No existe en Cuba una publicación que permita la consulta -desde la fuente
original- del total de los debates en los que participó VARELA 391. El volumen II de
sus Obras publicado en 2001 por Imagen Contemporánea, contiene una segunda
parte dedicada a su actuación como diputado, donde no se hallan sus
declaraciones en la discusión del Proyecto en Cortes. ¿Descuido u olvido
intencional? Lo cierto es que resulta lesivo al estudio de su pensamiento, el hecho
de que las intervenciones de Félix VARELA en defensa del Proyecto de gobierno -
correspondientes a los días 6 y 7 de mayo de 1823- no aparezcan recogidas en la
compilación de obras suyas que más circula en Cuba 392. Sólo aparecen
publicados fragmentos de sus declaraciones correspondientes a debates
posteriores, pero ninguna de las esgrimidas por él en defensa del proyecto de
84

norma autonómica para Cuba 393. El hecho de que la fuente usada por los
compiladores de sus obras sea la del propio Diario de Sesiones394 evidencia cuán
por alto han sido pasadas sus posturas autonomistas durante el período. Esta
carencia supone una dificultad latente para las investigaciones acerca de VARELA,
sobre todo en lo referido a su noción de libertad individual.
El Proyecto de Instrucción contó con cuatro propuestas, cuya defensa por parte de
VARELA evidencian –con anticipación- rasgos liberales para su noción de libertad
individual. Las mismas corresponden a los artículos 1; 156; 157 y 158 y
respectivamente pueden desglosarse de este modo:
- los requisitos propuestos para considerar la existencia de un pueblo a los
efectos de establecer Ayuntamiento;
- la facultad de los Jefes políticos superiores para suspender la aplicación de
normas aprobadas por el Legislativo o el Ejecutivo;
- la facultad de los Jefes políticos superiores para suspender de su empleo a
cualquier funcionario, salvo que ejerciese funciones de jurisdicción;
- la facultad de los Jefes políticos superiores para suspender la toma de
posesión de individuos nombrados por el Ejecutivo central, bajo el motivo
de su mal concepto público.
La primera de ellas corresponde al Artículo 1 con que se inicia el Proyecto de
Instrucción, y se redactó del modo siguiente: “No se considerará como pueblo para
el efecto de establecer ayuntamiento aquel que no conste cuando menos de veinte
y cinco casas reunidas formando calles, á [sic] no ser que a juicio de la diputación
exija otra cosa la conveniencia pública” 395.
Resulta visible la pretensión por extender a la mayor cantidad posible de
poblaciones en la Isla, los instrumentos de participación política y autogobierno
que eran los ayuntamientos. Era una propuesta diseñada para un territorio –como
Cuba- sumamente despoblado y cuyo interior estaba caracterizado por la
existencia de pequeños asentamientos muy distantes entre sí 396. Incrementar el
número de ayuntamientos, suponía la extensión territorial del acceso a las
estructuras de gobierno en el ámbito local. Del mismo modo, la propuesta serviría
para construir una autoridad local que contrapesara el poder de los capitanes de
85

partido, que desde 1763 actuaban como delegados del poder del Capitán General
en las poblaciones carentes de ayuntamiento. El artículo en cuestión -que podía
interpretarse como complemento de los artículos 310 y 335 de la Constitución-
resultó aprobado tras un breve debate.
Tal suerte no corrió la propuesta del Artículo 156. En el mismo se autorizaba a los
Jefes políticos superiores de la provincia a que: “Por consulta de la diputación
podrán suspender la ejecución de alguna ley, decreto ú [sic] orden cuando por
circunstancias particulares crean que puede comprometerse la tranquilidad
pública.”397 Constitucionalmente tal propuesta carecía de defensa. La facultad de
emitir leyes y decretos correspondía a las Cortes y al Rey, respectivamente 398. De
manera que la proposición colocaba al Jefe político superior en posición de franco
–y legítimo- desacato. Su nombramiento correspondía directamente al Rey 399, lo
cual lo convertía en delegado directo del Poder Ejecutivo, como muy bien
reconocía el propio Proyecto de Instrucción en su Artículo 160 400. Por lo que
tocaba a las diputaciones provinciales, tal facultad de asesoramiento no existía
entre las atribuciones conferidas a estas por la Constitución en su Artículo 335 401.
La propuesta era abiertamente inconstitucional y, más que proponer un régimen
de autonomía, intentaba legitimar facultades para contrarrestar la vigencia del
derecho metropolitano en Cuba. Por extensión, significativa la oposición activa de
órganos ejecutivos subordinados, al legislativo nacional.
Como ex profesor de derecho constitucional, no cabe duda que VARELA era
consciente de ello y sin embargo lo respaldó. Ante los ataques de los diputados
que discutieron el artículo en la sesión del 6 de mayo, respondió que esta medida
era precisa “pues a tan larga distancia los legisladores no podían prever desde
aquí los inconvenientes que hubiese para poner en ejecución en las provincias de
Ultramar una ley, decreto u orden” 402. Existe una coherencia singular entre este
argumento de índole utilitaria y la muy conocida aseveración vareliana inscrita en
la fundamentación del propio Proyecto de Instrucción, según la cual: “Las leyes
desgraciadamente se humedecen, debilitan y aun se borran atravesando el
inmenso océano, y a ellas se sustituye la voluntad del hombre, tanto más temible
cuanto más se complace en los primeros ensayos de su poder arbitrario, o en su
86

antigua y consolidada impunidad”. 403 El paralelismo es revelador y sugiere un


nuevo significado para la sentencia citada. De una primera interpretación del
artículo 156, se desprende la defensa de la práctica indiana de acatar y no cumplir
la norma; sin embargo, sería peregrino afirmar que la propuesta contiene una
burda defensa del despotismo y del desacato. Se trataba de legitimar la actuación
de una instancia, desde la cual la élite criolla pudiese secuestrar y ejercer por sí (al
margen del gobierno central) las funciones administrativas dentro de la Isla, con
perjuicio de la competencia del gobierno metropolitano y de la vigencia de la
legislación producida por este.
En este caso, la facultad de dejar sin efecto cualquier acto normativo proveniente
de la Península, iba acompañada de un correctivo: la consulta a la diputación
provincial; facultad que constitucionalmente tampoco estaba reservada a estos
órganos, pero que confería una doble legitimidad: para el acto en sí, y para la
diputación como grupo de presión colonial. VARELA pretendía que un órgano
derivado (el Jefe político) –asesorado por un órgano electivo de inferior jerarquía
(la diputación provincial)- pudiera influir y determinar de modo discrecional sobre la
aplicación de la norma emitida por los órganos centrales. Tal reclamo se
corresponde con la posición de la élite criolla de La Habana, que había ocupado –
de modo efectivo- el gobierno de la Isla desde fines del siglo XVIII, merced el
tráfico de influencias con la capitanía general404.
La propuesta en sí atentaba contra la jerarquía normativa del texto constitucional,
así como contra las normas que quedaban sin efecto. De modo similar sucedió
con el contenido del Artículo 157 del Proyecto de Instrucción. El mismo sostenía
que: “Con acuerdo de la Diputación y previa una información sumaria podrá
suspender de su empleo á [sic] toda clase de funcionarios que no ejerzan
judicatura, dando cuenta al gobierno en primera ocasión. Los suspensos gozarán
medio sueldo y se les abonará íntegro en caso que el gobierno desapruebe la
suspensión” 405.
Esta proposición confería a un órgano ejecutivo inferior –el Jefe político- el control
sobre la composición de las instituciones administrativas y gubernativas existentes
en Cuba, por medio de la destitución arbitraria de funcionarios. Arbitraria porque
87

tal atribución tampoco estaba presente en el plexo de facultades del Jefe político
superior, del mismo modo que tampoco las Diputaciones contaban con funciones
consultivas al efecto 406. La propuesta lesionaba actos que constitucionalmente
competían solo al Monarca 407, lo cual alteraba significativamente el régimen de
atribuciones establecido por el texto constitucional de 1812. Al contenido del
artículo se opuso de forma muy crítica el diputado ROMERO 408. También
ARGÜELLES, quien sostuvo que: “en el momento en que se diese esta facultad a los
Jefes políticos, es bien seguro que serían infinitas las suspensiones, hasta el
extremo de que fuese un escándalo,…” 409. Antes, el diputado SAAVEDRA había
impugnado el artículo por considerar que la amplitud de la redacción daba facultad
a los Jefes políticos “para suspender a cualquiera autoridad de la provincia” 410.
El contenido fáctico de las réplicas de VARELA, resultó claro. Al igual que en el
caso precedente, invocó argumentos practicistas de oportunidad marcados por su
vaguedad. A las declaraciones de SAAVEDRA, respondió que “el artículo habla de
los [funcionarios] que están bajo la autoridad de los Jefes políticos, no de los
comandantes generales y demás jefes militares,…” 411. No obstante resultar obvio
que la única excepción a la amplia propuesta del artículo era la referida a los
funcionarios judiciales. Mientras que ante la crítica de ARGÜELLES alegó que: “Aquí
se trata de evitar perjuicios y males que se pueden causar a toda una provincia: se
trata de prevenir la malversación de caudales o las dilapidaciones,…” 412.
La propuesta insertada en el Artículo 158 estuvo marcada por igual sesgo. El
precepto decía: “Siempre que alguna persona justamente desconceptuada en la
provincia hubiere conseguido sorprender el gobierno para obtener algún empleo
que seguramente no le hubiera dado con mejores noticias, dispondrá el jefe
político con acuerdo de la diputación, que no se le dé posesión, sea en el ramo
que fuere, informando al gobierno en primera ocasión para que determine lo
conveniente” 413. Nuevamente la propuesta fue la de dotar a la capitanía general
con facultades fuera de su ámbito de competencia y que se confiriera a la
Diputación provincial el alcance de un órgano consultivo. La concesión de
facultades al Jefe político para impedir la toma de posesión a cualquier empleo en
88

el gobierno por razones de mal concepto público, movilizó el debate contra el


precepto.
Sobre el contenido del Artículo 158 recayeron dos grandes críticas. La primera
estaba relacionada con la vaguedad del término 'desconceptuado', que en
palabras del diputado ROMERO “no se sabe sobre qué recae; de modo que está tan
general, que podría suceder que recayese hasta sobre la conducta privada de un
individuo…” 414. La segunda crítica atacaba los fundamentos de derecho del
precepto. Juzgar la conducta de un individuo no era una cuestión concerniente ni a
la Diputación provincial, ni a la capitanía general 415. De hecho, constituía una
lesión a las propias garantías procesales establecidas en el texto de Cádiz.
Concretamente se violaba el Artículo 247 de la Constitución, que establecía que:
“Ningún español podrá ser juzgado en causas civiles ni criminales por ninguna
comisión, sino por el tribunal competente determinado con anterioridad por la
ley” 416. Suspender la toma de posesión de un cargo tras consultar la diputación en
lo relativo al concepto público del individuo constituía –de hecho- un fallo
extrajudicial, en el cual la diputación funcionaba a manera de comisión ad hoc417.
Con ello se violentaba también el Artículo 280 del propio texto, según el cual no se
podía “privar a ningún español del derecho de terminar sus diferencias por medio
de jueces árbitros, elegidos por ambas partes” 418.
Referido al papel asignado a la diputación en la propuesta, el diputado GÓMEZ
BECERRA afirmó: “es un encargo para ellas [las diputaciones] muy ageno [sic] a sus
atribuciones; y además sería preciso que existiese un juicio para la calificación de
la conducta de las personas de que se trata, en lo cual á la verdad no puede ni
debe intervenir una autoridad popular como la Diputación provincial” 419.
Anteriormente el también diputado GONZÁLEZ ALONSO había cuestionado acerca de
“¿Dónde está el juez calificador de la mala opinión de la persona? ¿Estará en las
Diputaciones provinciales? Yo no lo creo esto conveniente de ningún modo”420.
A la crítica anterior, VARELA volvió a responder con argumentos de hecho
centrados en el beneficio de la práctica por encima de su legalidad. En ningún
momento alegó fundamentos doctrinales o legales algunos para sustentar sus
afirmaciones. A lo dicho por GÓMEZ BECERRA respondió:
89

“Creo que el señor preopinante convendrá conmigo en que puede haber


hombres desconceptuados en el país (…) También convendrán S.S.
conmigo en que el medio mejor de calificar las personas debe ser por
aquellas que tienen en el país la confianza del público (…) ¿quién duda de
que las personas más convenientes para esta calificación son las
Diputaciones provinciales…” 421.
Comentar esta afirmación en VARELA demanda de un paralelismo con su obra
anterior. En sus Observaciones sobre la Constitución Política de la Monarquía
española, se había mostrado partidario del modelo de soberanía nacional centrado
en la representación. Sin embargo, ahora que él mismo era parte de esa
representación nacional, no tenía reparos en proponer fisuras a la misma. Apenas
dos años atrás había reconocido que:
“Si cada individuo se creyera con facultad de ejercer por sí la soberanía,
sólo porque es parte de ella, nadie duda que todo sería un desorden y
confusión, y que donde quiera que se juntara un número mayor o menor de
ciudadanos, se creerían autorizados para tomar determinaciones, y el orden
social se trastornaría, debilitándose la autoridad del gobierno” 422.
Si bien en 1821 consideraba que la utilización de las potestades soberanas debía
hacerse sólo desde las Cortes, ahora, en 1823, proponía que se le extendiera
también a las diputaciones al punto de influir en la suspensión de nombramientos.
Ello significaba ir contra actos no sólo del ejecutivo, sino de las propias Cortes
como representación activa de la soberanía.
Las tres propuestas referidas lesionaban la función constitucional de regular el
ejercicio del poder. El hecho de que la capitanía general y las diputaciones
poseyeran facultades extra constitucionales -con un visible contenido de
discrecionalidad e indefinición- subvertía el orden constitucional, pero era
favorable a la desregulación de la administración interna de Cuba frente a la
influencia del gobierno metropolitano. En este sentido, la posibilidad de modificar
actos normativos del legislativo y el ejecutivo, así como la de suspender
arbitrariamente funcionarios en ejercicio e individuos nombrados para empleos por
el gobierno central, reforzaban la capitanía general y legitimaban a la élite criolla
90

como grupo de presión. Fueron propuestas abiertamente subversivas, en


consonancia con la interpretación dada al autonomismo durante las últimas
décadas por la élite criolla, que no precisaba de leyes, sino de que la dejarán
hacer azúcar.
Durante generaciones las autoridades indianas habían apelado a la fórmula del
“se acata, pero no se cumple”. También en Cuba, donde los capitanes generales
habían tomado –en varias ocasiones- decisiones contrarias a lo que se les exigía
desde la Metrópoli. Había ocurrido así con el rechazo abierto hacia el Código
Negro Carolino de 1789 423. De modo similar en época de SOMERUELOS con el
tráfico de harinas y la intermitente legalización del comercio con neutrales424. De
hecho, uno de los argumentos esgrimidos por VARELA en favor de la propuesta del
Artículo 156 del Proyecto de Instrucción, fue la conveniencia de suspender en La
Habana la aplicación de la nueva ley de aranceles –aprobada por las Cortes- por
considerarla lesiva al comercio 425. Frente a ello, la afirmación vertida por él en la
fundamentación de motivos del propio Proyecto de Instrucción, adquiere un
sentido diferente 426. No se trataba sólo de una crítica directa contra la aplicación
del derecho proveniente de las Cortes, sino de un recurso para legitimar su
neutralización en favor de los intereses de la oligarquía criolla que integraba la
diputación provincial.
En las páginas del Proyecto de Instrucción para el gobierno económico – político
de las provincias de Ultramar, Félix VARELA defendió una noción de libertad
política correspondiente con la sostenida por el constitucionalismo español. De
hecho, la misma no mostró variación alguna con la expresada por él en el texto de
sus Observaciones. De manera que para su proyección autonómica, el ejercicio
político de la libertad individual permanecía rehén de la condición de propietario y
del origen racial de los individuos.
Durante el curso de los debates en Cortes del Proyecto de Instrucción, VARELA
sostuvo una visión de la autonomía fundada en la legitimación del desacato. Para
ello adoptó posturas de ruptura con sus posiciones legalistas acerca de la libertad
individual, desde argumentos de hecho que atacaban la función legal de las
Cortes. Los mismos estuvieron caracterizados por el realismo político, y se
91

mostraron contrarios a consideraciones jurídicas y doctrinales. Esta toma de


posición evidencia la presencia en él de rasgos liberales, manifiestos en su
oposición a regulaciones legales y a principios jurídicos estimados contrarios al
libre desenvolvimiento de los intereses oligárquicos que defendía. Al respecto, los
mismos debían ser neutralizados sin importar su legitimidad. Reclamar para la
oligarquía criolla el control sobre los aparatos de la administración insular, era un
paso previo para desregular su actividad de los mecanismos metropolitanos de
control, en especial los del legislativo. De ahí que VARELA no vacilara en emplear
una argumentación de índole práctica en la defensa de un proyecto de autonomía
para Cuba, a todas luces, anticonstitucional. Como vocero de la oligarquía insular
su mensaje resultaba claro: no se trataba de fundamentar la fórmula autonómica
desde su correspondencia constitucional, sino desde los beneficios que para el
gobierno y la productividad de la Isla significaba que esta se dejase al control de la
élite criolla.

2.4. Félix Varela: libertad individual y abolición


Félix VARELA fue el primero de los ilustrados criollos que se planteó la abolición de
la esclavitud en Cuba 427. A sólo tres décadas de que el Decreto de libertad de
comercio de esclavos -aprobado en 1789- liberalizara de modo definitivo la
entrada de negros bozales a la Isla, tal postura hubiera podido resultar más que
escandalosa, peligrosa para su autor.
Los beneficios económicos generados por la plantación y por el negocio de la trata
que floreció paralelo a ella, condicionaron la existencia de una racionalidad formal
opuesta a toda declaración abolicionista. Como se ha expresado en el Capítulo I,
el fenómeno de la esclavitud llegó a comprometer a toda la sociedad criolla. Ante
los ojos de las demás potencias coloniales, España podía exhibir en Cuba a
negros libres propietarios de esclavos 428. En 1823, el capitán general Francisco
Dionisio VIVES apuntaba en informe dirigido al Rey que: “Otra parte de los libertos
criollos se compone de honrados artesanos, buenos padres de familia, que tienen
fincas urbanas, y esclavos.” 429 Paradójicamente el constitucionalismo doceañista,
que por razones de “limpieza de sangre” había privado a “los originarios de África”
92

de sus derechos políticos 430, era capaz de mostrarse respetuoso de sus derechos
de propiedad sobre individuos de tez semejante, iguales en contenido a los
poseídos por los blancos.
Las posibilidades brindadas por el orden jurídico para la manumisión de esclavos,
contribuyeron a elevar progresivamente a partir de 1800 el número de libertades
otorgadas por este concepto 431. Sin embargo, este procedimiento nunca pasó de
ser un aliviadero para la represa de la esclavitud. En sí no atentaba contra la
economía esclavista, y en la práctica constituyó un efectivo mecanismo de control
para la supervivencia y estabilidad de la misma. No ha de sorprender entonces
que el único proyecto constitucional elaborado por una conspiración
independentista en la Isla, no propusiera en su texto la destrucción de este
sistema de relaciones 432. La vanguardia ilustrada anterior a VARELA tampoco se
mostró contraria a la institución, aunque pudiera expresar posiciones críticas ante
los efectos del sistema 433.
Desde la fundación del Papel Periódico de La Habana, el padre CABALLERO fue
uno de sus más activos colaboradores434. Bajo la rúbrica de El Amigo de los
Esclavos publicó en mayo de 1791 lo que tal vez sea la primera crítica periodística
en Cuba a los métodos de trabajo utilizados en la plantación. El artículo describe
la rudeza del trabajo en el ingenio y se arriesga a calificar a la esclavitud como “la
mayor maldad civil que han cometido los hombres”. Sin embargo, a pesar de la
dureza de la afirmación, no se trató de un texto anti esclavista. Su objetivo era
proponer métodos que humanizasen el trabajo de “unos entes de nuestro mismo
calibre, a nuestros hermanos y prójimos que debemos tributar la más sincera
compasión y benevolencia; a unos brazos que sostienen nuestros trenes,
amueblan nuestras casas, cubren nuestras mesas, equipan nuestros roperos,
mueven nuestros carruajes, y nos hacen gozar los placeres de la abundancia.”435
Siete años después -en informe presentado a la Real Sociedad Patriótica- todavía
exponía que los dueños de esclavos debían poseer una educación virtuosa, “que
templase el vigor del despotismo que el amo naturalmente propende a ejercer
sobre su esclavo; que le inspirase aquellas virtudes, aquella alta dignidad propias
del hombre que está llamado a poseer un derecho tan peligroso como el de
93

reconocer dominio y propiedad sobre sus semejantes.”436 A seguidas no dudaba


en mostrar su desacuerdo con la letra del propio Código Negro Carolino, al
expresar que en el mismo la condición del siervo era protegida con “extrema
benignidad”.
En ninguno de ambos trabajos se hablaba de abolición. El último, incluso, contenía
una fuerte crítica a las “demasiadas puertas” que en opinión del autor abría el
Código Negro de 1789 para la manumisión. CABALLERO podía coincidir en la
piedad que debía acompañar al trato dado a los esclavos, sólo en la medida que
contribuyera a la productividad y a la extensión de su vida útil, pero no en el hecho
de que las relaciones de producción debieran prescindir de ellos.
Un caso más polémico que el suyo resulta de las opiniones del obispo ESPADA, a
quien GARCÍA PONS presentó como abolicionista 437. Esta misma línea fue seguida
por TORRES - CUEVAS, para quien el anti esclavismo de VARELA fue un resultado de
la influencia personal del obispo 438. En sus Diezmos reservados, escritos en 1808,
ESPADA manifestó su desencanto respecto a la influencia de la esclavitud para la
no conformación de una población agraria y para la no diversificación de los
cultivos 439. Sin embargo, ello no significaba una postura favorable al
reconocimiento jurídico de la posesión y dominio personal sobre sí del esclavo. En
su opinión, los ingenios debían crear estrategias viables a la reproducción de
esclavos, para que así pudiesen fabricar su propia mano de obra, y con ello
suplantar las constantes entradas de negros propiciadas por la trata:
“… de 30 mil esclavos que pueden calcularse de continua existencia en la
Isla, aunque sólo se contará un hijo por cada quinta parte habría seis mil de
aumento, y aunque sólo llegara a lograrse la cuarta parte serían 1500 que
irían disminuyendo la masa de la necesidad y como ya estos no serían los
condenados precisamente a una muerte tan fría y tan poco sentida, habría
en dos años más negros que los que tienen que traer de África y lo único
que necesitaríamos sería traer algunos de allá mientras estos llegaran a la
pubertad”440.
Para IBARRA resulta posible que ESPADA haya traspasado a VARELA su rechazo a la
oligarquía plantadora y sus ideas en torno a la colonización de las tierras y a la
94

diversificación de la agricultura, pero no su abolicionismo 441. No es posible admitir


esta actitud en el obispo. Quien estimase que debían implementarse estrategias
reproductivas en los esclavos para “sacar toda la utilidad posible de los que ahora
existen”, no puede ser considerado tal.
En los escritos de CABALLERO y de ESPADA resulta posible hallar críticas directas al
modelo plantacionista y a la esclavitud existentes en la Isla, así como a sus
efectos, pero sólo eso. Ser crítico de un sistema no significa alinearse en su
contra. A lo sumo pretender su reforma, y en ambos casos estas propuestas no
estaban amparadas en razones humanitarias, ni iusnaturalistas, sino en criterios
que buscaban la sostenibilidad y estabilidad del modelo productivo existente.
Incluso, en su propuesta de favorecer la reproducción de esclavos ESPADA, más
que atacar a la clase plantadora, exponía una posible solución a la dependencia
de esta respecto al sector comercial producto de la de la trata 442.
Estas ideas influyeron sin dudas a VARELA quien, desde una pose de ruptura con
sus predecesores y maestros, avanzó hacia la idea de la abolición. En contraste
con la defensa de la esclavitud hecha por la oligarquía criolla durante las cortes
constituyentes, su postura resultó un hecho singular. El Proyecto de Decreto para
la abolición de la esclavitud, redactado por él durante su estancia en la Península,
contó con el mérito histórico de ser el primer intento por abolir -desde Cuba- la
institución esclavista mediante un acto normativo arrancado a las estructuras
creadas por el constitucionalismo metropolitano. Más allá de las posibles
influencias provenientes del círculo espadista, es posible que su redacción
obedeciera más a sus convicciones personales, que a la influencia de
determinados círculos insulares 443.
En la historiografía acerca de Félix VARELA no ha habido acuerdo en torno a las
razones por las cuales el Proyecto de Decreto no se presentó nunca ante las
Cortes 444. Incluso, una vertiente de los estudios acerca de VARELA ha sostenido de
modo erróneo que sí fue presentado en las mismas 445. Una consulta al Diario de
las Sesiones de Cortes de 1823 –que en este caso constituye una fuente obligada-
refuerza la opinión contraria: el Proyecto de Decreto nunca se presentó. Sin
embargo, lo cierto es que la decisión de redactarlo, reviste una importancia
95

decisiva para el estudio de su noción de libertad individual, pues expresa la


primera tentativa por asentar la sociedad criolla sobre bases generales de
igualdad formal y libertad personal entre sus individuos, con el fin de crear un
mercado de trabajo libre que favoreciera la extensión del trabajo asalariado. Al
igual que como había ocurrido en Europa con las leyes que fracturaron las trabas
medievales a la aparición de un mercado de trabajo libre 446, VARELA consideraba
al gobierno como sujeto de este tránsito en favor del capital. De ahí que apelara al
mismo para erigir una alternativa a la esclavitud. Precisamente esta debía recaer
sobre la creación de un mercado de trabajo libre, acompañado por instrumentos
que compulsaran a trabajar a los libertos. Como resultado, se eliminaba el riesgo
explosivo que la esclavitud entrañaba y se sentaban las bases para una reducción
progresiva del salario pagado a los trabajadores libres existentes. Al respecto
sostenía: “… el Gobierno es quien puede evitar esto, proporcionando el aumento
de libertos que por necesidad tendrán que ocuparse en el servicio doméstico,
bajando el precio de los salarios que con el tiempo será muy moderado cuando se
destierre la esclavitud, y algunos blancos no tengan a menos dedicarse a igual
servicio” 447.
En 1949, HERNÁNDEZ TRAVIESO reivindicó para VARELA un anti esclavismo anterior
a su elección como diputado 448, criterio que fue seguido por autores como
HERNÁNDEZ CORUJO 449. En esta línea, la inexistencia de referencias abolicionistas
directas en la obra de VARELA con anterioridad a su Proyecto de Decreto, ha
influido en la búsqueda de posibles “claves ocultas” al respecto, presentes en
obras teóricas como las Observaciones450. Sin embargo, la única posible alusión
hacia las relaciones esclavistas existentes en la Isla, expuesta con anterioridad a
1822, se halla en el elogio a José Pablo VALIENTE, leído en la catedral habanera en
marzo de 1818. Acerca de los méritos de VALIENTE como intendente, expresaba
VARELA:
“…abrió nuestros puertos a los extranjeros, para que con ellos nos entraran
las inmensas riquezas. Nuestra agricultura tomó un giro incalculable, el
estímulo se esparció por todas partes, innumerables brazos, agitados por
96

una actividad premiada obligaron a nuestro suelo a darnos los


copiosos frutos de que es susceptible.”451
La alusión a la trata, a la esclavitud y al impacto económico de ambas resulta
evidente, y aunque la cita no es clara en cuanto a su posición respecto al
abolicionismo, sí lo es respecto a la esclavitud. La expresión señalada en negrita
posee un giro laudatorio difícil de ocultar. Cuba no poseía un mercado de trabajo
libre que permitiera prescindir de la esclavitud, por tanto ¿a los innumerables
brazos de quiénes podía referirse Félix VARELA? En todo caso, la vaguedad de la
expresión citada le confiere el beneficio de la duda, con lo cual su posible
abolicionismo –de existir en este período- sería silencioso. No obstante, es
imposible no reconocer en la frase su elogio a los efectos de este sistema de
trabajo sobre la prosperidad insular.
Durante casi todo el siglo XIX el proyecto permaneció oculto. Una copia del mismo
fue atesorada por el discípulo de VARELA, José Antonio SACO, en cuyo archivo lo
encontró el bibliógrafo cubano Antonio BACHILLER Y MORALES. Ante la oposición a
su intento por publicarlo en 1889, el texto se mantuvo inédito por poco más de
cuarenta años. De manera que su primera publicación tuvo lugar en 1932, cuando
Fernando ORTIZ lo incluyó en los apéndices de la Historia de la esclavitud, escrita
por SACO 452.
Sin embargo, ¿contribuía el proyecto de abolición a una equiparación jurídico –
formal de los libertos con el resto de la sociedad? ¿Se construyó sobre la base del
fundamento del derecho natural de los esclavos a la libertad, o como medida de
contención ante la volatilidad de la institución esclavista? ¿Contenía una noción de
libertad individual asentada en rasgos liberales? Estas interrogantes han sido
respondidas desde posturas laudatorias al Proyecto, como consecuencia de la
ausencia de un estudio crítico del contenido del mismo en correspondencia con la
perspectiva liberal. Ejemplo de ello fue la forma grandilocuente con la cual lo
caracterizó HERNÁNDEZ TRAVIESO, quien sostuvo que “Su parte dispositiva era lo
más generoso que se había concebido hasta aquel momento en la materia” 453.
La estructura del Proyecto de Decreto se encontró dividida en nueve acápites,
precedidos por una Memoria que le sirvió las veces de exposición de motivos. De
97

su lectura, resultan apreciables los límites jurídicos propuestos por VARELA al


contenido de la libertad que, como dominio sobre sí mismo, habría de ejercer el
liberto:
“… dar la libertad a los esclavos de un modo que ni sus dueños pierdan los
capitales que han empleado en su compra, ni el pueblo de La Habana sufra
nuevos gravámenes, ni los libertos en las primeras emociones que debe
causarles su inesperada dicha, quieran extenderse a más de lo que debe
concedérseles,…”454
¿Cómo lograr semejante conciliación de intereses en cuestión tan irreconciliable?
VARELA optó por la solución institucional del asunto y por el control sobre los
antiguos esclavos, como se desprende de la sentencia señalada. La afirmación
distingue una diferencia sustancial entre la libertad de los dueños y la de los ex
esclavos, y esta declaración expresa el principio rector de todo el texto. No se
trataba de una norma con fines de equiparación, sino que comportaba un proyecto
para el control social de los libertos, en función de un mecanismo de compulsión
laboral. El objetivo final: crear un mercado de trabajo libre que suplantara la
esclavitud y que permitiese reducir los salarios que se pagaban al trabajador
libre 455. Al efecto, propuso la creación de un específico andamiaje institucional.
El Proyecto de Decreto contó con tres modos para el otorgamiento jurídico de la
libertad, a saber:
- libertad por años de servicio 456;
- libertad por nacimiento;
- libertad a costa de los fondos públicos.
Según la primera causal, debía declararse libre a todo esclavo que hubiera servido
durante quince años, independientemente de que en ese tiempo hubiese
cambiado de amo. Si antes de cumplido el plazo el esclavo quisiera manumitirse,
“contará como parte del precio el tiempo que hubiere servido a su amo actual, y
sólo le pagará lo que falta que se deducirá dividiendo el precio en que le compró
dicho amo por los 15 años que debió servirle.” 457
Se declaraban libres por nacimiento –bajo la denominación de criollos-, a los
nacidos de madre esclava con posterioridad “a la publicación de este decreto”, con
98

la obligación consecuente para los amos de mantenerlos hasta los diez años. En
consecuencia, el liberto había de pagar los gastos de su manutención con diez
años adicionales de trabajo sin sueldo a su anterior dueño. Aunque podía
indultarse de tal obligación, si su madre abonaba al amo la cantidad de doscientos
cincuenta pesos fuertes en calidad de indemnización 458.
La nota peculiar del Proyecto de Decreto en materia de abolición, lo constituyó su
propuesta de libertad otorgada a costa de los fondos públicos, a partir de la cual el
gobierno quedaba inmiscuido en el proceso de creación de un mercado de trabajo
libre. La misma descansaría sobre la acción de una institución denominada Junta
Filantrópica, con sede en cada capital de provincia de la Isla. Esta se compondría
por el Jefe Político Superior como Presidente, el Obispo o el superior eclesiástico,
el Intendente, dos individuos de la Junta Provincial, y dos más por el
Ayuntamiento, elegidos al azar en estos últimos dos casos. En todas las cabezas
de partido se establecerían juntas subalternas y dependientes459.
Los fondos para costear la abolición gradual se depositarían en la Tesorería
nacional, y serían obtenidos -según la propuesta-: “1.-Del 3% de los derechos de
aduana y administración de toda Provincia. 2.-El 2% de las rentas municipales de
todos los ayuntamientos. 3.-El 1% de la renta del clero en toda la Provincia. 4.-El
1% de las rentas de capellanías y obras pías. 5.-El producto de las bulas de la
cruzada de toda la provincia. 7.-Las lanzas y medias annatas de los títulos de
Castilla existentes en la provincia. 8.-Los bienes de los conventos suprimidos, o
que se suprimieren en la provincia. 9.-Las donaciones que hagan los amantes de
la humanidad” 460.
Cada dos meses se convocaría un sorteo provincial por números, en
correspondencia a la cantidad de esclavos existente en el territorio, extrayéndose
números hasta que la suma del precio de compra original de los esclavos
seleccionados, igualase al monto del fondo disponible en la Junta. En caso de que
las condiciones personales del esclavo en cuestión, contribuyeran a su
depreciación -“por enfermedades y otras muchas causas”- respecto al precio
original, debería procederse a una nueva tasación. La indemnización del esclavo
sería abonada en efectivo por la Tesorería nacional, que expediría al liberto un
99

documento en el que debía quedar asentado el precio de la misma. Esta


declaración de libertad tendría carácter inapelable y efectos inmediatos 461.
Otra característica del Proyecto de Decreto radicó en que sus objetivos no
finalizaban con la liberación del esclavo. Una vez modificada su situación jurídica,
el liberto se habría de encontrar sujeto a un determinado número de obligaciones y
prohibiciones, que limitarían sensiblemente su capacidad de acción particular. De
manera general, quedaban obligados al ejercicio de determinadas “ocupaciones
útiles”, como la agricultura, las artes, o el servicio doméstico, bajo pena de ser
compelidos por la Junta Filantrópica del distrito correspondiente al ejercicio
obligatorio de alguna en específico, si en los dos meses posteriores a su liberación
no se encontrasen empleados. Cada dos meses, los libertos debían rendir cuentas
ante la Junta o ante alguno de sus funcionarios, acerca del estado de su
ocupación laboral. En caso contrario, por vía judicial habrían de serle impuestos
“tres días de cárcel por la primera vez, y nueve por la segunda, repitiéndose esa
pena si continuaren faltando.”462 Sobre el liberto pesaría, además, la prohibición
expresa de movimiento fuera del distrito al cual perteneciera. Sólo al término de
los cuatro años posteriores al otorgamiento de su libertad podría acudir a la capital
de la provincia, o salir del distrito 463. Como se aprecia, la situación jurídica del
liberto continuaba en una posición disminuida respecto al blanco y la situación de
compulsión laboral que operaba sobre él, debía compelerlo a la búsqueda de
empleo. Con esto, VARELA pretendía cubrir el vacío laboral dejado por la paulatina
abolición. Ello lo contrapone a las posturas que han reivindicado para el Proyecto
de Decreto una voluntad de equiparación jurídico – social que no posee. Ha sido el
caso del ya citado HERNÁNDEZ TRAVIESO 464, y más recientemente de LOYOLA
VEGA 465 y también de MONDELO 466.
El Proyecto de Decreto para la abolición de la esclavitud comportaba también un
intento para conjurar los efectos que sobre la riqueza insular acarrearía un
alzamiento general de esclavos, como parte del influjo de la restauración
constitucional467. De hecho, uno de los fundamentos más sólidos empleado en su
redacción, fue el de asegurar la estabilidad social de la Isla, por medio de un
100

proceso de abolición, previsor y controlado. Así lo dejó entrever en la Memoria


que precedió la propuesta:
“Cuando se habla de libertad entre esclavos, es natural que estos hagan
unos terribles esfuerzos para romper sus cadenas, (…). Los blancos de la
Isla de Cuba no cesan de congratularse por haber derrocado el antiguo
despotismo, recuperado los sagrados derechos de hombres libres. Y ¿se
quiere que los originarios de África sean espectadores tranquilos de estas
emociones? La rabia y la desesperación los obligará a ponerse en la
alternativa de la libertad o la muerte.” 468
Desde el punto de vista político, una de las peculiaridades más llamativas del
Proyecto de Decreto estribó en su marcado empeño por hacer coincidir dos
esferas que el liberalismo consideró separadas: la economía y la política 469, pero
cuya coincidencia era necesaria para lograr el objetivo propuesto 470. Su pretensión
por reforzar el papel del gobierno como árbitro en la relación amo – esclavo,
redundaba en una modificación sustancial del conjunto de las relaciones de
producción dentro de la Isla. Esta opción por la intervención del gobierno en las
relaciones amo – esclavo, sin embargo, no devela contradicción con sus ideas en
defensa de los derechos de propiedad, entre los cuales clasificaba la esclavitud.
En el marco de las revoluciones europeas, habían sido los gobiernos los que se
habían encargado de remover las trabas legales que impedían la expansión
económica del capital. El ya citado proceso de formación de un mercado de
trabajo libre, es un ejemplo. De ahí que apelara a la indemnización a costa de los
fondos públicos, como elemento conciliador frente a la lesión que, sobre la
propiedad esclavista, ocasionaba la acción de la Junta Filantrópica.
Como se aprecia, el discurso del Proyecto de Decreto no se construyó sobre la
base del principio de igualdad de los individuos ante la ley. En este caso, a los
esclavos les hubiera correspondido una cuota de libertad equivalente a la de sus
antiguos amos, lo que contribuiría a una mejor equiparación legal de los miembros
de la sociedad criolla tras la pretendida abolición. De ahí que pueda inferirse que
los móviles para la propuesta abolicionista de VARELA, estuvieran amparados en
motivos distintos a los meramente humanitarios o iusnaturalistas.
101

Si se considera que todos los hombres son iguales ante la ley, es porque la propia
ley lo reconoce así, y el texto constitucional de Cádiz no había hecho mención a
este respecto. Si bien es cierto que bajo la vigencia del mismo Félix VARELA no
podía ir más lejos, tampoco adoptó posicionamientos de ruptura como los
asumidos en la discusión del Proyecto de Instrucción. Esta diferencia de posturas
es también una muestra de su compromiso con la oligarquía criolla. El Proyecto de
Decreto podía ser un intento por devolver la posesión de sí mismos a los esclavos,
pero distaba mucho de acompañar esta devolución con su equiparación jurídica
ante la sociedad, con lo cual la situación jurídica de estos se mantenía
disminuida 471.
A semejanza con los proyectos de abolición reseñados en la nota anterior, en el
de Félix VARELA el valor de la persona del esclavo venía dado por su precio, no
por su condición humana 472. La inferioridad material y jurídica de este respecto del
antiguo amo, quedaba planteada desde un primer momento más allá de todo
reclamo formal de igualdad que contribuyese a la equiparación jurídica de sus
personas. Por otra parte, la propuesta abolicionista venía respaldada por la
indemnización a los propietarios en razón de las pérdidas por la adquisición de la
propiedad humana, lo que evidencia que para su autor la esclavitud no dejaba de
ser una institución del derecho de propiedad.
De hecho, el resarcimiento expresaba uno de los modos más a propósito para la
solución del conflicto entre los derechos individuales de libertad y propiedad. Para
un criollo de la época resultaba evidente que la abolición laceraba el derecho al
dominio del amo sobre el esclavo, cuyo contenido encontraba protección
constitucional en el Artículo 4 de la Constitución de Cádiz. Más aun para el propio
VARELA, quien había reconocido en sus comentarios a la misma, que las
propiedades individuales no se encontraban bajo el imperio de la Nación. Ello lo
obligaba a establecer, por tanto, una compensación. Sobre todo porque en este
caso era el mismo gobierno quien fungiría como sujeto activo del proceso. De
modo que la indemnización concedida al antiguo amo no constituía un medio de
equiparación entre los intereses del esclavo y su dueño, sino de compensación
material por el daño causado a la relación de dominio. Una explicación que
102

ayudaría a comprender la función compensatoria de la indemnización para


VARELA, puede verse en las críticas de SACO al decreto de la Convención que, en
1794, declaró abolida la esclavitud en las colonias francesas:
“(…) ya que la Convención no guardó ninguna consideración política, pudo
al menos haber respetado los derechos individuales, asignando una
compensación a los amos de esclavos. (…); los colonos habían comprado y
poseído sus negros bajo la garantía de las leyes, y la que ahora le privaba
repentinamente de ellos, cometía un violento despojo a la sombra de la
humanidad”473.
Por otra parte, frente a la naturaleza del procedimiento de manumisión existente
en la colonia, el Proyecto de Decreto se quedaba rezagado en una cuestión
esencial, que para el liberto constituía un importante medio de reafirmación social.
En todo momento, dentro del proyectado procedimiento de abolición a costa de los
fondos públicos, se observa que el esclavo constituye un ente completamente
pasivo. De modo que la capacidad jurídica que la legislación colonial vigente le
reconociera como parte en el procedimiento de manumisión por auto compra,
VARELA terminaba por anularla con la acción de su Junta Filantrópica.
Con posterioridad al Proyecto de Decreto, no existen más declaraciones por parte
de VARELA acerca de la esclavitud. Solo volvió a referirse a ella más de una
década después en 1834 y de manera privada. En septiembre de ese año escribió
desde Nueva York a Domingo DEL MONTE, con motivo del interés de este por
publicar en Cuba el Tratado de la Legislación del escritor francés Carlos COMTE,
cuyo último capítulo estaba dedicado, por completo, a la esclavitud. El texto de la
carta resulta revelador por dos motivos. En primer lugar, porque constituye la
única expresión de Félix VARELA hallada hasta el momento sobre esclavitud con
posterioridad a 1823 y, en segundo lugar, porque en ella se encuentran vertidas
las opiniones que hicieron de su abolicionismo en esta etapa una posición
fundamentada más en cuestiones principios, que en razones de seguridad como
las expuestas en 1823.
La misiva, además, trasluce un cambio de opinión respecto a los mecanismos que
debían emplearse para la abolición. A diferencia de lo expuesto doce años atrás,
103

Félix VARELA sostuvo que el mal de la esclavitud debía eliminarse en la raíz, por
medio de la supresión de la trata. Como fuente de abastecimiento, el tráfico de
negros contribuía al mantenimiento de una oferta constante que influía
significativamente en la continuidad de la demanda. Por ello alegaba que “No
impidiéndose el tráfico, es claro que lejos de prepararse el camino a la
emancipación de los esclavos, cada día se dificultará más, por aumentarse el
número de ellos.” 474
Otra afirmación significativa estuvo relacionada con el reconocimiento por parte de
VARELA, a que la sociedad insular no estaba preparada para el debate
abolicionista 475. Ni siquiera para el simple hecho de aceptar la igualdad jurídica
entre blancos y negros: “… una obra en que no solo se ataca a la esclavitud, sino
que se presentan los derechos del hombre en toda su extensión, y se hace ver
que corresponden a la raza de color no menos que a la blanca, es un vota fuego
en tales circunstancias.” 476 Por otra parte, la misiva expresa la desconfianza y
también el temor de VARELA hacia el sector de los libres de color, a quienes califica
de “libertos resabidos” 477. Finalmente, la afirmación de VARELA de que el consenso
hacia la esclavitud y la tolerancia social hacia la trata eran resultado de la
expansión de la moral plantadora a todos los estratos sociales, trasluce una
refinada lucidez y también una profunda decepción 478.
La postura en favor de la abolición de la esclavitud, representó la nota más
prominente del pensamiento de Félix VARELA en el plano social. Sin embargo, no
dejó por ello de ser –por sus fines- de poseer rasgos liberales. La argumentación
del texto se construyó sobre la base de la utilidad de la abolición para la seguridad
interior del país, no desde razones humanitarias. Tampoco desde presupuestos
iusnaturalistas que defendieran la preeminencia del carácter natural de la libertad
individual sobre el derecho de propiedad. La afirmación de que la abolición debía
llevarse a cabo sin afectar los capitales invertidos, ni la productividad, no solo
expresaba un cálculo economicista, sino que delataba la clase que debía
beneficiarse con la propuesta 479. En este sentido, sus resultados estarían
marcados por el carácter de la relación entre libertad individual y productividad
económica. Finalmente, la perspectiva que ofrecía para la creación en Cuba de un
104

mercado de trabajo libre, coincide con uno de los objetivos primarios del
liberalismo económico.
En el Proyecto de Decreto, la noción de libertad individual expresada por Félix
VARELA se halló condicionaba al derecho de propiedad en relación a la
productividad. Si bien se aprecia la intromisión del estado en la modificación de las
relaciones de producción, esta no posee un carácter de equiparación, sino de
legitimación y control. Esta última función resulta tan importante como el proceso
de abolición mismo. Con su propuesta, VARELA reconocía de modo indirecto su
desconfianza hacia el liberto, al considerarlo un elemento de peligro en la
sociedad si no se sujetaba a vigilancia. De ahí que la Junta Filantrópica funcionase
como una estructura de control, a manera de contrapeso de la libertad otorgada, y
a la vez como instrumento de compulsión laboral. Por otra parte, al aludir a la
volatilidad de la institución esclavista, VARELA participaba de uno de los núcleos
duros del liberalismo del siglo XIX: la noción de peligro, relacionada en este caso
con el miedo al negro presente en la sociedad criolla 480.
Finalmente, el cotejo del contenido del Proyecto de Decreto con el de la carta
enviada a DEL MONTE en 1834, evidencia que en 1823 Félix VARELA no basaba la
abolición solo en una cuestión de derechos, sino de utilidad. En este sentido, la
solución al problema de la productividad tras la abolición vendría dado por la
creación de un mercado de trabajo libre, sometido a una específica estructura de
control social, que sirviera como mecanismo para la compulsión laboral. Posturas
similares fueron sostenidas públicamente por ARANGO Y PARREÑO una década
481
después de la redacción del Proyecto de Decreto . El hecho de que diez años
atrás –aunque en privado- VARELA defendiese también la abolición gradual de la
esclavitud sobre la base de una finalidad similar –creación de un mercado de
trabajo libre-, lo hace partícipe por anticipación de uno de los rasgos nucleares del
liberalismo en relación a su noción de libertad individual.
Su posterior silencio en los años siguientes en torno al asunto y el contenido
exiguo aportado por la misiva de 1834, no dan lugar para afirmar de modo rotundo
cuáles debieron ser las bases del abolicionismo de VARELA a posteriori. En todo
caso permite declarar que en 1823 estas estaban marcadas por rasgos liberales
105

en sus fines mediatos, pero no aporta suficiente información como para declarar
hacia 1834 un viraje hacia posturas basadas en los derechos.

2.5. Libertad individual e independencia: la patria y la virtud


Como se ha visto en el Capítulo I, el sentido dado a la libertad individual en el
continente hispanoamericano durante las primeras dos décadas del siglo XIX
estuvo relacionado esencialmente con la modificación del status de las colonias
respecto a la metrópoli ibérica, y tuvo en los procesos independentistas su
expresión más visible. Si para 1823 la emancipación política de los territorios
españoles en el Continente era un hecho, en la isla de Cuba los movimientos
conspirativos de carácter independentista y antiesclavista no lograron aglutinar el
consenso necesario y, como regla general, sufrieron la neutralización efectiva de
las autoridades. Sin embargo, para la España constitucional, la crisis de
independencia desatada supuso un problema cuyos resultados evidenciaron la
incapacidad de las Cortes de 1823 para enfrentar con objetividad el
desmembramiento territorial de la monarquía.
En comparación a los demás territorios americanos bajo soberanía española,
Cuba poseía un status privilegiado. Su condición de antemural del imperio la había
beneficiado en gran medida. AMORES CARREDANO ha afirmado que la élite
habanera había sido ganada para la causa metropolitana desde fines del siglo
XVIII, por un sucesivo proceso de compra, a través del otorgamiento de nobleza,
privilegios y concesiones de diferente naturaleza 482. Este autor ha señalado
también otros factores influyentes en la llamada fidelidad cubana, como podría ser
la tardía aparición del movimiento ilustrado. Hecho que “retrasó en Cuba la
aparición del patriotismo o protonacionalismo criollo, a diferencia de lo que ocurría
en muchas capitales del Continente.” Otros hechos relacionados con la propia
institucionalidad de la Isla contribuyeron a “impedir que se diera allí ese
enfrentamiento entre peninsulares y criollos, y el sentimiento de agravio de estos
cuando se sentían desplazados.” 483
De modo que para 1823 Cuba era la posesión hispana más leal a la Monarquía.
Lealtad que se sustentaba también –según MORALES Y MORALES- en “la
106

sistemática violación del tratado con la Gran Bretaña para abolir el tráfico de
negros y la libertad de comercio con países extranjeros” 484. Esta situación tuvo
una influencia notable en el esquema programático de libertad individual
proyectado desde la Isla. En el plano civil y político, esta se identificó con el credo
constitucional español, de modo que en materia de libertad política la élite criolla
no exigió más que lo que se le reconocía a sus pares peninsulares. La nota más
sobresaliente en el terreno político fueron sus reclamos en materia de autonomía –
reclamos que rayaron en la subversión- y de los cuales VARELA resultó fiel vocero.
Entre 1823 y 1824, Félix VARELA llevó a cabo su transición política más importante.
De liberal español –como lo calificara BISBÉ 485- pasó a convertirse en
independentista. De hecho sus primeras simpatías en torno al independentismo
fueron exteriorizadas en el marco del propio constitucionalismo español 486.
El fin del Trienio Liberal y su radicación en los Estados Unidos, marcaron el inicio
del período independentista para Félix VARELA. Desde el exilio norteamericano –al
que arribó en diciembre de 1823- su discurso asumió marcadas posiciones de
radicalidad, al sostener que la única opción que quedaba a la élite criolla para la
obtención de las libertades reclamadas, radicaba en la separación política de
España. Desde este punto de vista, la modificación del status de Cuba estaría
relacionado directamente con el desarrollo de las libertades individuales en la Isla,
presupuesto que caracterizó su pensamiento 487.
A partir de 1824 -con su propia pluma y peculio- VARELA comenzó a editar El
Habanero, periódico que circuló clandestinamente en Cuba y cuyo fin era formar
consensos favorables hacia la independencia entre las capas ilustradas. Este
objetivo tuvo dos elementos fundamentales cuyas aristas daban respuesta al
cómo debía producirse el cambio del status insular: la Isla debía ser independiente
de España, como presupuesto indispensable para la construcción en ella de un
Estado - nación que protegiera la libertad individual; y esta independencia debía
obtenerla por esfuerzo propio, pues la influencia de otras potencias en este
proceso, podría viciar a la larga el contenido de la soberanía obtenida.
Para el logro de la primera, resultaba indispensable la aparición de una conciencia
política dentro de la Isla que sustentase el consenso en torno a un proyecto de
107

esta clase. Los inconvenientes subjetivos existentes para ello serían reconocidos,
empero, por Félix VARELA en el primer número del El Habanero: “Es preciso no
equivocarse. En la isla de Cuba no hay amor a España, ni a Colombia ni a México,
ni a nadie más que a las cajas de azúcar y a los sacos de café (…). Las demás
provincias de América les han dado lecciones muy amargas, y ninguno ha venido
a la isla de Cuba a trabajar por largo tiempo, para perderlo todo en una
revolución.” 488
La descripción dada por VARELA evidencia que la apatía con que reaccionó la élite
criolla ante la independencia, era el resultado de un cálculo político basado en la
relación entre pérdida y beneficio. Señala, además, la pasividad con la cual esta
élite asumió el retorno del absolutismo, la supresión de la Constitución y la
imposición del régimen de facultades omnímodas. Sin embargo, este
reconocimiento de apatía sobre todo lo que tuviese que ver con una patria en la
Isla, permite deducir algo más.
Aunque VARELA no era un plantador, se desenvolvía en un entorno intelectual,
político y social dominado por la oligarquía plantadora. De modo que como
analista político, no podía desechar la idea de que fuera ella la llamada a liderar el
curso político del país. Incluso, su proyecto para la abolición de la esclavitud
contribuía –indirectamente- a reforzar la hegemonía social de esta clase. Este
criterio -señalado ya por IBARRA 489- así como las visibles alusiones de VARELA a la
clase plantadora en El Habanero, permiten concluir en que era esta la destinataria
de su periódico.
En carta enviada a Joel R. POINSETT en enero de 1825, al referirse al estado de
las agrupaciones independentistas de la Isla, aconsejaba que no debieran darse
pasos violentos que pudieran “indisponer la plebe, que es en estos casos la que
no reflexiona” 490. Esta afirmación evidencia alergias populares en el VARELA
independentista, y hace de él un partidario de las restricciones de acceso a los
derechos políticos propias del liberalismo, más que un incitador de las capas
populares a la independencia. De llevarse a cabo, esta debía transcurrir como un
proceso controlado “desde arriba”. Una vez apartada del proceso político a la
108

“plebe, que es en estos casos la que no reflexiona”, sólo quedaba como posible
destinataria de su credo independentista la oligarquía criolla.
Para la difusión ideológica de la ruptura con España, empleó también argumentos
típicos del constitucionalismo. En ellos resulta posible apreciar el empleo de
herramientas propias del contractualismo:
“Todo pacto social no es más que la renuncia de una parte de la libertad
individual para sacar mayores ventajas de la protección del cuerpo social, y
el gobierno es un medio de conseguirlas. Ningún gobierno tiene derechos.
Los tiene sí el pueblo, para variarlo cuando él se convierta en medio de
ruina, en vez de serlo de prosperidad.” 491
En la cita se aprecia una visión de los derechos en función de un gobierno cuya
condición de existencia radica en la “prosperidad”. Cuando no pueda garantizarla
entonces, debe ser cambiado. En tal sentido, el pacto social resultaba de una
noción en cual el gobierno poseía un papel instrumental, como mecanismo de
protección para alcanzar ventajas económicas. Finalmente, la afirmación “ningún
gobierno tiene derechos”, expresa la posición disminuida de este frente al
individuo propietario. Estas afirmaciones deben interpretarse en paralelo con las
expuestas a POINSETT en la carta citada. De lo contrario, carecería de sentido un
VARELA que denosta a lo que considera como “plebe”, y que por otro lado invoca al
pueblo en sentido general. Esta aparente contraposición señala que para VARELA
la expresión “pueblo”, designaba al conjunto de individuos en condición de pactar
la fundación del gobierno.
Al mismo POINSETT le confesaba en 1825 que: “España, amigo mío, es un
cadáver, y no puede dar de sí más que corrupción y principios de muerte. Nada
hay que esperar. Por el contrario, un Estado nuevo (¡ah! ¡si le viéramos en la isla
de Cuba!) tiene todo el calor de la naturaleza en su juventud;..”492 Esta confesión
señala ya la transición ocurrida en su pensamiento y actitudes políticas hacia la
independencia.
En ediciones posteriores de El Habanero, VARELA empleó argumentos de un
marcado iusnaturalismo, para justificar el derecho de los criollos sobre el gobierno
de la Isla. Este derecho se sustentaba en la “apropiación”, por parte de los mismos
109

del espacio geográfico que habitaban, al poseer en él aquel conjunto de bienes


legítimos que, frutos del trabajo, componían sus propiedades:
“¿Quién le ha dicho a Ud. que han de ser amos de este suelo los españoles
que se quedaron allá, y no los que vinieron a poblarlo y cultivarlo? Los hijos
de éstos tienen en realidad todos los derechos de los españoles que fingen
tener los españoles europeos, y además, los únicos legítimos que son los
de naturaleza en un país, y propiedades radicadas en él, derechos de que
sólo puede despojarlos la tiranía”. 493
El destinatario de esta afirmación resulta evidente y permite develar a qué
conglomerado social se refería VARELA con el término “pueblo”, empleado en la
cita 490. Por su parte, el fragmento marcado en la cita 492 hace referencia a
españoles de ambos hemisferios, alusión que excluye a los africanos y a los
blancos no propietarios. De manera que el vocablo “pueblo” en VARELA designaba
sólo al sector de criollos blancos propietarios, y a este iba dirigida su formulación
contractualista. En ellos veía a un sector social con intereses comunes, hijo del
país y con una escala de valores compartida. Españoles peninsulares y africanos,
constituían sujetos ajenos a Cuba, los últimos, importados; de ahí que no resulta
difícil comprender por qué consideraba a la oligarquía criolla como la candidata
más aventajada para hacer de Cuba la patria 494.
VARELA encontró en las relaciones de propiedad un medio para consolidar la idea
de patria en la conciencia criolla, al afirmar que el dominio sobre bienes de fortuna
asentados en un territorio, era susceptible de crear y fortalecer los vínculos
subjetivos de sus titulares hacia el suelo en que habitaban 495. Su pensamiento
valoraba la importancia del factor económico en la psicología individual de los
propietarios criollos que, en el caso de Cuba, consideraba que debían constituir su
vanguardia política. Lo anterior brinda otra evidencia sobre el hecho de que toda la
labor desplegada en El Habanero, iba dirigida a movilizarlos en torno a este fin.
En tal sentido puede colegirse que su consideración en torno a la libertad
individual en una hipotética Cuba independiente, no se comportaría en modo
distinto a la postura oligárquica señalada. Aquí la ausencia de fuentes resulta un
problema para el investigador. Si bien las declaraciones de VARELA en torno a la
110

independencia cubana fueron recurrentes y expresas con posterioridad a 1824, no


existen textos suyos que expliquen los objetivos generales de la misma en el
marco de un estado – nación. Tampoco la clase de sistema de gobierno que debía
instaurarse tras la independencia, y en este sentido el escaso uso del sustantivo
“república” en su obra posterior a 1823 es particularmente notorio 496. Ello resulta
visible también en lo referente a libertad individual.
De que su obra propagandística en el exilio iba dirigida a movilizar al sector
propietario de Cuba, también resulta evidencia la siguiente afirmación dirigida a
POINSETT en la segunda carta que le enviara. En la misma VARELA lamenta la
suerte de los conspiradores criollos apresados y juzgados. El perfil que de los
mismos se ofrece, resulta elocuente en cuanto a la procedencia de estos y a sus
simpatías hacia tal sector: “Una sentencia cruel en la causa de conspiración acaba
de separar para siempre de la isla 34 personas, y entre ellas capitalistas de
consideración. Otros muchos han perdido casi todos sus bienes para salir mejor
librados, cada día se aumenta el descontento y aun la desesperación” 497.
Aunque partidario de la independencia, temía el peligro a una revolución violenta
que, en un país con tantos esclavos, se fuese de control y derivara en una
sublevación generalizada ante la virtual desaparición de la autoridad. Por ello
contaba con que los cambios políticos y sociales debían efectuarse “desde arriba”,
y bajo la hegemonía de la clase propietaria. Una prueba de esto fue su silencio.
Durante su exilio norteamericano VARELA calló respecto a la relación de la
esclavitud con su esquema de independencia. ¿Por qué? ¿Acaso la distancia
geográfica y la libertad de prensa norteamericana, no le ofrecían cobertura para
expresar las ideas que ya había vertido en su proyecto de abolición?
Extraña que la única referencia a la trata y la esclavitud dentro la papelería de
VARELA posterior a 1824 -y publicada hasta ahora- haya sido vertida en una carta
personal fechada diez años después, en 1834 498. Como resulta evidente, una
carta personal es un documento íntimo, que no se escribe para ser dado a la luz.
Ello demuestra que el asunto de la abolición para VARELA resultaba aún en
extremo delicado. Por tanto si quería ganar al sector propietario de la Isla para un
horizonte independentista, resultaba estratégico silenciarlo. No obstante, el hecho
111

deja en claro una realidad: su noción de libertad individual estaba atada al cariz
del mapa político cubano. Silenciar la cuestión esclavista en su propaganda a
favor de la independencia podía resultar una actitud conspirativamente oportuna,
pero no tributa a dilucidar la postura de VARELA en torno al modo de solución de la
conflictividad social existente en Cuba sobre cuestiones de libertad individual,
generada por la institución esclavista.
Un segundo tropiezo para su prédica independentista radicó en la naturaleza del
destinatario. La clase plantadora estaba más preparada para jugar de modo
indistinto con las barajas del absolutismo y del autonomismo, que con las del
independentismo y lo demostró. Por intermedio de su ex diputado a Cortes -
Tomas GENER- la oligarquía criolla había entrado en contacto con su antiguo
benefactor: Fernando VII. De ahí obtuvo el nombramiento para Capitán General de
Cuba de un personaje muy ligado a sus intereses. Se trataba de Francisco
Dionisio VIVES, quien durante diez años había ocupado el cargo de representante
de España ante Estados Unidos, posición que lo había relacionado estrechamente
con los plantadores criollos. Junto a su gobierno se colocaría un grupo de presión
integrado por Francisco de ARANGO Y PARREÑO y Claudio MARTÍNEZ DE PINILLOS (el
Conde de Villanueva) 499.
Acerca del gobierno de VIVES -que coincidió con lo que la historiografía española
denominara como “década ominosa”- MORENO FRAGINALS afirmó que para los
plantadores criollos fue “su última etapa de relativa autonomía gobernante y
desarrollo de sus posibilidades”500. De hecho el crecimiento económico de Cuba
alcanzó en 1827 niveles similares a los de Haití antes de la revolución. No sería
vano afirmar entonces que la riqueza económica ayudó a sepultar cualquier
simpatía de la oligarquía criolla hacia la independencia. 501 Un año atrás, en 1826,
VARELA había dejado de editar El Habanero.
Félix VARELA cayó en la trampa de confiar en que por el vuelco ideológico de las
conciencias dentro de Cuba, podría alcanzarse el objetivo de la emancipación. La
sociedad criolla estaba demasiado comprometida con la esclavitud y veía en la
independencia el camino hacia una abolición quizá conveniente, pero no
112

pertinente; hecho que el propio VARELA reconocería en la citada carta a Domingo


DEL MONTE.

Luego de 1824 la noción de libertad individual en Félix VARELA se supeditó a la


consecución de la independencia cubana, si bien desde una manera ambigua e
incompleta. De ello resultan prueba los visibles cabos sueltos presentes en la
misma. Sus reflexiones no dejaron en claro cómo quedarían relacionadas
independencia y esclavitud; tampoco cómo se comportaría el régimen de
distribución del acceso a los derechos y libertades en la sociedad, y si este se
realizaría sobre la base de condiciones de igualdad formal entre los individuos.
Tampoco la configuración jurídica de la libertad política quedó clara. Aunque en
este caso –dado sus simpatías hacia la clase propietaria- no carece de sentido el
hecho de que hubiera abrazado el contenido exclusivo y censitario que el
liberalismo reservó a la misma.
Entre 1835 y 1838, respectivamente, publicó VARELA los dos tomos de la última de
sus obras: Cartas a Elpidio 502. Dedicado a la juventud, abordaba las relaciones
entre la moral y la política, así como el papel de la ética en la construcción de una
patria cubana 503. En este sentido, resulta recurrente en el texto la invocación a una
educación basada en la virtud, como la forma más segura de templar el carácter
de la sociedad 504. Esta invocación a la virtud podría hacer pensar en un tránsito de
VARELA hacia concepciones republicanas, aunque el profundo espíritu católico de
la obra dificulta la interpretación en este sentido, dado que el sentido conferido en
ellas a la virtud está relacionado con el concepto tomista de la misma y no con su
contenido republicano. Por otra parte, la naturaleza del texto de las Cartas
entorpece alinear a VARELA hacia el republicanismo o la monarquía como formas
de gobierno, pues no expresa profesión de fe hacia ninguna y el empleo de estos
términos resulta escaso, disperso y carente de comprometimiento 505. En cambio sí
es posible establecer el lazo entre libertad individual y virtud, si bien no desde una
naturaleza completamente cívica.
VARELA retoma la idea platónica de la educación moral de los gobernantes e
incluye en ella a los ciudadanos 506. Sin embargo, no se trata en este caso de una
educación moral basada en la sabiduría, sino en la virtud como atributo del
113

individuo religioso 507. De ahí que considerase que una moral basada en la virtud
(identificada con la piedad religiosa) debía ser el sustento de la libertad del hombre
en sociedad 508. Por ello creía prudente que el gobierno se valiese del influjo social
de la religión como instrumento de educación/control509. Esta noción de virtud no
se basaba, como la virtud republicana, en el deber cívico de los individuos; sino en
el temor y en la piedad propia de la virtud cristiana 510. En todo caso, la ausencia
de una toma de partido expresa por parte de VARELA, obstaculiza una afirmación
certera en torno a un republicanismo y a una noción republicana de libertad
individual en el sacerdote. Sin embargo, a pesar de las reiteradas alusiones a la
virtud, es posible visibilizar una confesada toma de partido final en pro conciliar
cristianismo con liberalismo 511.

2.6. Discurso y praxis: la libertad individual


En la genealogía de pensadores cubanos, a VARELA le ha sido endilgado el
calificativo de “precursor” y, en su caso, este no ha sido un adjetivo inocente. Una
de las características que distinguen a un individuo como “precursor” es la
condición dicotómica de no llegar y, a la vez, servir de inspiración o punto de
partida a otros. Tal condición de “precursor” resulta inherente también a
pensadores cuya vida coincide con épocas transicionales. En ellos, la sucesión de
cambios que afectan la cotidianidad de su realidad objetiva, terminan por influir su
obra y también las actitudes que asumen ante la propia realidad en la que deben
vivir y producir. La producción intelectual de VARELA resulta el visible ejemplo de
una obra de transición. En la misma no solo se expresó la postura del autor ante
determinados fenómenos, sino también la influencia del medio –cambiante- en que
él mismo vivió y del cual fue parte. De ahí que los textos varelianos sean
repositorios de las transiciones ocurridas en la realidad objetiva de la época y
también en el campo del conocimiento. La persistencia de esta problemática ha
contribuido a complejizar el desarrollo de la presente investigación.
Tal problemática explica la presencia en la obra vareliana de ideas y conceptos
propios de tradiciones de pensamiento distintas. Este hecho –comprensible dado
los principios del método electivo seguido por VARELA- justifica la realización de
114

estudios que permitan decantar la naturaleza de los rasgos presentes en su obra.


No solo por el necesario estudio de clasificación y adjudicación conceptual que
todo pensador merece, y que en el caso de la historia de las ideas jurídicas en
Cuba sigue pendiente, sino porque tales estudios clasificatorios permiten rastrear
y valorar la trascendencia posterior de la obra en sí. Esto es particularmente válido
para un pensador que contribuyó a la formación intelectual de la generación que
antecedió a la revolución independentista de 1868.
Las cuestiones de libertad individual abordadas por VARELA –y estudiadas en el
texto de la investigación- carecieron de solución en su obra y también en la de sus
discípulos sucesores, pero se hallaron en la base causal de la Guerra de los Diez
Años. Esto evidencia la existencia de un legado trascendente, más allá de las
posibles influencias directas. Trascendente en la medida en que define la
persistencia histórica de una misma realidad.
Pretender entonces que este legado conflictual cubano del siglo XIX se halle
zanjado en la propia obra iusfilosófica de VARELA, resulta un empeño superfluo. A
Félix VARELA no le correspondió solucionar ni en su obra, ni en su praxis como
político, las imperiosas cuestiones de libertad que afectaban a la sociedad cubana:
libertades políticas individuales, abolición de la esclavitud e independencia
nacional. Un pensador de su generación y de su condición, solo podía aspirar a
dejarlas planteadas, no a resolverlas. De ahí la falta de sistematicidad en el
tratamiento dado por él a las mismas, en el cual resalta la ausencia de una
fundamentación doctrinal acabada, que confiera un sentido homogéneo a la
enunciación de sus posturas. Esto complejiza el estudio de su obra y explica la
presencia en él de argumentos susceptibles de dobles lecturas.
Estas dobles lecturas, relacionadas con el aparato terminológico usado por el
Presbítero y con el lenguaje empleado en la redacción de sus textos, se
manifiestan en la dualidad con la que pueden ser interpretados muchos de sus
planteamientos en torno a libertad individual. Es el caso de cuestiones
relacionadas con sus posturas en torno a soberanía, derechos políticos, igualdad
formal tras la abolición e, incluso, en torno a la propia noción de libertad individual,
115

dado la forma en la cual manejó las concepciones de MONTESQUIEU y CONSTANT


relativas a la misma.
Esta ambigüedad en las declaraciones varelianas puede ser explicada por la
influencia del método electivo o por la propia autocensura de no decir más de
aquello que fuera posible; sin embargo, ello no aminora la susceptibilidad de sus
planteamientos para ser interpretados desde posturas duales. ¿En qué momento
se está ante un VARELA que calla porque lo considera oportuno? ¿Cuándo se está
en presencia de una declaración expresa de toma de partido o cuándo no? Y
finalmente ¿cómo considerar sus declaraciones académicas en relación con sus
posturas políticas en torno a libertad individual? Al no poseer una definición
taxativa en su obra, estas cuestiones seguirán siendo susceptibles de ser
interpretadas según el ángulo del intérprete. Es por eso que la decantación y
adjudicación conceptual de los rasgos presentes en su pensamiento, no resulta
tarea estéril.
Ningún fenómeno histórico surge de improviso y sostener tal cosa solo equivale a
afirmar que la historia transcurre en vano. Como fenómeno económico y político,
el liberalismo hizo acto de aparición en la década del treinta del siglo XIX, con
vocación de universalidad y voluntad de expansión, aunque circunscrito a
determinados espacios nacionales. Sin embargo, tal surgimiento solo fue posible
porque su gestación había comenzado desde mediados del siglo XVIII y, si se
quiere, un poco antes, con el inicio del mercantilismo. Por tanto, es imposible no
hallar rasgos de su fisionomía futura –aún incompleta- durante las primeras
décadas del propio siglo XIX. En la noción de libertad individual presente en la
obra jurídica y filosófica de VARELA, resulta posible determinar rasgos liberales.
Determinación que facilita la comprensión de posicionamientos clave frente a la
libertad individual, en la medida en que estuvieron influenciados por ellos.
Estos se expresaron en su partidismo hacia un gobierno no interventor, limitado
por medio de determinados derechos individuales, protectores de bienes
relacionados con la producción; a saber: la propiedad, la libertad –como libertad
civil- y los intereses domésticos. También por su participación en una concepción
censitaria del sufragio, correspondiente con los principios del modelo de soberanía
116

nacional enarbolado por la constitución de 1812, que incluía el rechazo a la


extensión de los derechos políticos a los negros y mulatos libres de la Isla.
Respecto a la libertad individual como posesión del individuo hacia su persona, se
mostró partidario de la abolición de la esclavitud, expresión que ha hecho de él un
paradigma del anti esclavismo en Cuba. Sin embargo, su abolicionismo discurrió
por iguales cauces que la generalidad de las posturas abolicionistas de su tiempo,
al solucionar la contradicción entre derecho de propiedad y derecho a la libertad
por medio de la indemnización. Con ello, VARELA traslucía la esencia económica
del fenómeno y establecía un orden de prelación entre estos dos derechos,
favorable para el primero. Por otra parte, la argumentación de su abolicionismo no
se elaboró sobre la base de argumentos iusnaturalistas, sino fácticos, entre los
cuales descolló la apelación a la seguridad de la colonia. La abolición debía
propender a la creación en Cuba de un mercado de trabajo libre; con suficiente
libertad, al menos, como para que sus integrantes se empleasen 512. De ahí su
propuesta por crear mecanismos de control que compelieran a los libertos a
trabajar en un marco de libertad otorgada y supervisada. No puede considerarse,
por tanto, que su propuesta abolicionista condujese a la equiparación socio –
jurídica del liberto, pues mantenía sobre este la segregación y la compulsión al
trabajo.
El Proyecto para el gobierno económico – político de las Provincias de Ultramar
presentado por él ante las Cortes, supuso un claro intento por empoderar
políticamente a la oligarquía criolla. Por el sujeto receptor de sus demandas, se
colige que el sacerdote fue el representante de un mandato relacionado con los
intereses de autogobierno, propio de la élite insular. Dentro del orden de libertad
política creado por Cádiz, ella sería la beneficiaria de las demandas de
empoderamiento presentes en los artículos 156, 157 y 158 del Proyecto.
Su partidismo en este sentido llegó al límite de proponer ante las Cortes
demandas visiblemente anti constitucionales, hecho que hizo de él un diputado
subversivo en un doble sentido. En principio por la presentación de propuestas
lesivas al orden constitucional gaditano –como las expresadas en los referidos
artículos- y en segundo lugar por subvertir la naturaleza de su mandato. Cotejado
117

con el texto de Cádiz, la representación del diputado no se correspondía con un


mandato provincial, pues los diputados representaban a la Nación, no a sus
provincias. Por ello, al solicitar demandas lesivas al orden gaditano, amparadas en
argumentos de oportunidad práctica relacionados con las necesidades de la élite
insular, VARELA asumió un mandato que ninguna constitución le reconocía. Ello
expresa el rasgo liberal de limitar la influencia del gobierno y de restarle peso a la
ley, en favor de una libertad relacionada con el progreso económico.
Los rasgos liberales de su noción de libertad individual, se apreciaron también en
su tránsito político del autonomismo al independentismo. Félix VARELA no dejó
establecida la relación entre libertad individual e independencia política de Cuba.
Menos la relacionada con una posible concesión de libertades políticas a los
pardos y morenos libres, o el lugar que pudieran ocupar en un horizonte
independentista. Su silencio aquí fue profundo y dificulta dirimir conclusiones
claras. Aparte del citado en 1834, no ha sido hallado ningún texto suyo relativo a
esclavitud. Al tratarse de un documento íntimo, revela cuánta era la distancia
tomada frente al fenómeno 513.
La noción de libertad individual de Félix VARELA estuvo influida por rasgos liberales
que marcaron su esencia. Sin embargo, la saga de estudiosos ocupados de su
obra parecieran haberse apartado de la esencia de este juicio. Contrario a como
han afirmado, estos rasgos no significaron la asunción de principios democráticos
y populares, sino todo lo contrario. De ahí que defendiera posturas censitarias y
racistas en materia política; elitistas y segregacionistas en el plano social y en el
plano económico partidarias del laissez faire y de la limitación del gobierno por
medio de los derechos. No obstante, ello no hace menos trascedente a la figura de
Félix VARELA para el imaginario patriótico cubano. Sencillamente abre el camino
para una mejor comprensión de las bases sobre las cuales se emprendió la fragua
de la idea de Cuba en los inicios del siglo XIX.
118

CONCLUSIONES

Primera. La concepción iusfilosófica ilustrada sobre libertad individual discurrió


entre dos extremos: uno oligárquico y otro democrático. Ambos defendieron una
visión sobre libertad individual fundada en la independencia material asentada
sobre la propiedad como medio para asegurar la existencia individual; sin
embargo, el primero se negó a universalizar la extensión social de la propiedad,
con lo que neutralizó cualquier invocación a la libertad e igualdad naturales en el
marco de la sociedad política.
Segunda. La regulación jurídica de la libertad individual en la mayoría de los
procesos constitucionales llevados a cabo entre fines del siglo XVIII y las primeras
dos décadas del XIX, fue refrendada desde una postura oligárquica. Los
elementos que caracterizaron la misma estuvieron relacionados con la concepción
nacional de la soberanía; el sufragio censitario fundado en la identificación de la
ciudadanía con la condición de propietario; la defensa de aquellas bases que
hacían viable el principio del laissez faire y posibilitaban la creación de un mercado
de trabajo libre en Europa; así como la defensa de la esclavitud como institución
del derecho de propiedad.
Tercera. La noción de libertad individual presente en la obra iusfilosófica
desarrollada por Félix VARELA entre 1812 y 1821, exhibió rasgos propios del
liberalismo. En ella se aprecian posturas favorables al sufragio censitario y a una
concepción nacional de la soberanía, así como la defensa elementos relacionados
con el principio del laissez faire. Del mismo modo, es posible señalar expresiones
laudatorias respecto al sistema esclavista, presentes en el Elogio escrito en honor
de José Pablo VALIENTE.
Cuarta. Félix VARELA proyectó, durante el período de 1822 a 1823, una noción de
libertad individual contentiva de rasgos liberales como reducción de la actividad
legislativa y no intervención del gobierno. Los mismos se hallan en los argumentos
fácticos y subversivos al orden constitucional gaditano, usados por él para
defender, durante el debate en Cortes, las propuestas del Proyecto de Instrucción
para el gobierno económico - político.
119

Quinta. La propuesta de abolición de la esclavitud redactada por Félix VARELA


proyectó rasgos liberales que incidieron en su noción de libertad individual. La
misma no se elaboró desde una perspectiva de igualdad formal entre esclavos y
libres, ni poseyó como objetivo la definitiva equiparación socio - jurídica de blancos
y negros en Cuba. Los argumentos que la informaron giraron en torno a la utilidad
de la abolición para la seguridad de la Isla y para la creación de un mercado de
trabajo libre en sustitución de la esclavitud, sostenido este por resortes coactivos y
segregacionistas.
Sexta. Los rasgos liberales presentes en la noción de libertad de Félix VARELA
influyeron su prédica independentista desarrollada desde 1824. En esta no quedó
resuelta la cuestión entre independencia y abolición de la esclavitud; como
tampoco la relativa al modelo de soberanía y al acceso popular a los derechos
políticos. En este sentido, Félix VARELA nunca modificó sus ideas censitarias
acerca del sufragio en el marco de un modelo nacional de soberanía, y del cotejo
entre los textos de El Habanero con su correspondencia dirigida a Joel R.
POINSETT, se colige que su prédica independentista estuvo dirigida a la oligarquía
criolla como sujeto del cambio en Cuba, en detrimento de las capas populares a
las que calificó de “plebe”. Esta opinión halló continuidad en las críticas negativas
hacia el republicanismo revolucionario francés expuestas en sus Cartas a Elpidio,
que lo distanciaron del legado democrático dimanado de este proceso.
120

Recomendaciones
AL INSTITUTO DE HISTORIA DE CUBA

Primera. Se sugiere promover investigaciones acerca de la influencia del


liberalismo en los comportamientos políticos durante el siglo XIX en Cuba.

Segunda. Se sugiere que sea valorada la adopción de un esquema de valoración


para el pensamiento de Félix Varela desde la perspectiva liberal.

A LA COMISIÓN NACIONAL DE LA CARRERA DE DERECHO

Primera: Que sea valorada la inclusión en el programa de la carrera de Derecho


una asignatura que tribute a la enseñanza del pensamiento jurídico cubano desde
una perspectiva crítica.

Segunda. Se propone la elaboración de un texto básico sobre pensamiento


jurídico cubano, que refleje no solo la evolución del mismo en el tiempo, sino el
enfrentamiento entre las diferentes tendencias que caracterizaron su expresión en
cada etapa histórica, así como el papel fundacional de Félix Varela para el
constitucionalismo cubano.

A LAS FACULTADES Y DEPARTAMENTOS – CARRERA DE LAS


UNIVERSIDADES DONDE SE ESTUDIE LA CARRERA DE DERECHO

Primera. Que se favorezca la divulgación de la historia del pensamiento jurídico


cubano a través de asignaturas optativas, que hagan circular entre los estudiantes
las bases y los argumentos que fundamentaron el desarrollo del derecho en las
diferentes etapas históricas de Cuba.

Segunda. Que se apoye la realización de investigaciones orientadas al estudio del


papel del liberalismo en las actitudes políticas del siglo XIX en Cuba y su
expresión en los documentos jurídicos de la época.

A LOS DEPARTAMENTOS ENCARGADOS DEL TRABAJO POLÍTICO –


IDEOLÓGICO

Única. Contribuir a la realización de cursos de posgrado y superación, que


divulguen entre funcionarios y militantes las bases doctrinales que fundamentaron
ideológicamente el orden jurídico vigente en las diferentes etapas históricas de
Cuba.
Notas

1
El empleo del término “noción” para titular el estudio de la libertad individual en la obra de VARELA,
demanda una aclaración necesaria. “noción” es un vocablo cuya acepción filosófica –en palabras
de FERRATER MORA- remite a “la idea o concepto que se tiene de algo, y más específicamente a
una idea o concepto suficientemente básico. (…) se distingue asimismo de la concepción por
cuanto mientras esta última puede ser la producción de una realidad, la primera es simplemente
recepción y el reconocimiento de la idea de una realidad”. FERRATER MORA, José, Diccionario de
Filosofía, en dos tomos, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1964, p. 290. Este término se
corresponde más con el estudio de la libertad individual en la obra de VARELA que el aludido de
“concepción”, ya que en la misma las definiciones taxativas acerca de libertad individual son
inexistentes. De ahí que pueda resultar fuera de lugar invocar la existencia de una “concepción de
libertad individual”, ya que la misma precisa de una sistematización teórica mucho más profunda y
acabada, además de una definición precisa. En cambio, la lectura de sus textos revela la existencia
de ideas básicas acerca del fenómeno, producto de la recepción teórica del pensamiento ilustrado
y de los fines prácticos de su obra jurídica y filosófica en el terreno político y social. No obstante
esta incipiente teorización, su noción de libertad individual demanda un estudio particular, debido al
peso que poseen las cuestiones relacionadas con la misma en su obra.
2
Sirva como muestra de este reconocimiento decimonónico, las siguientes referencias: LUZ Y
CABALLERO, José, La polémica filosófica cubana, volumen II, Editorial Imagen Contemporánea, La
Habana, 2000, pp. 692 – 697; BACHILLER Y MORALES, Antonio, Apuntes para la historia de las letras
y de la instrucción pública de la isla de Cuba, tomo III, Imprenta del Tiempo, La Habana, 1861, pp.
71 – 77; CALCAGNO, Francisco, Diccionario Biográfico cubano, Imprenta y Librería “Don Ponce de
León”, New York, 1878, pp. 654 – 662; VALDÉS DOMÍNGUEZ, Eusebio, Los antiguos diputados de
Cuba y Apuntes para la historia constitucional de esta Isla, Imprenta “El Telégrafo”, La Habana,
1879, pp. 224 y ss.
3
Es posible señalar un período de simpatías varelianas hacia el absolutismo, cuya expresión más
visible en su obra sería el Elogio de Fernando VII, a partir del cual puede señalarse que el
sacerdote fue, hasta 1819, partidario del absolutismo. El período 1820 – 1823, puede señalarse
como aquel en el cual se mostró como partidario y defensor de la monarquía constitucional, y su
obra teórica más importante, Observaciones sobre la Constitución Política de la Monarquía
española, así como su desempeño como diputado a Cortes, fueron las dos evidencias más
significativas. Por otra parte, en su abrazo al credo independentista con posterioridad a 1823, no se
encuentran referencias expresas hacia una forma de gobierno determinada, aunque pueden
hallarse elementos proclives al liberalismo con matices republicanos.
4
Vid. POLANYI, Karl, La gran transformación. Crítica del liberalismo económico, Ediciones de La
Piqueta, Madrid, 1989, pp. 223 – 245.
5
MARX describió este proceso de apropiación y mutación en El dieciocho Brumario de Luis
Bonaparte, donde sostuvo: “Una vez instaurada la nueva formación social, desaparecieron los
colosos antediluvianos, y con ellos el romanismo resucitado (…). Con su sobrio practicismo la
sociedad burguesa se había creado sus verdaderos intérpretes y portavoces en los Say, los
Cousin, los Royer – Collard, los Benjamín Constant y los Guizot; (…). Completamente absorbida
por la producción de la riqueza y por la lucha pacífica de la concurrencia, ya no se daba cuenta de
que los espectros del tiempo de los romanos habían velado su cuna. (…). Y sus gladiadores
encontraron en las tradiciones clásicamente severas de la República Romana los ideales y las
formas artísticas, las ilusiones que necesitaban para ocultarse a sí mismos el contenido
burguesamente limitado de sus luchas…”. MARX, Karl y ENGELS y Friederich, Obras Escogidas,
tomo I, Editorial Progreso, Moscú, 1986, p. 409.
6
En sus Observaciones sobre la Constitución Política de la Monarquía española, son expresas sus
citas a Benjamín Constant por un lado, y a Rosseau y Montesquieu por el otro.
7
En la obra de Varela es posible encontrar, en amalgamado uso, elementos teórico –conceptuales
deudores de tendencias iusfilosóficas diversas. Sin dudas esta realidad debió ser producto del
método electivo que durante toda su vida siguió en lo referente a la ordenación, búsqueda y
expresión del conocimiento y de las ideas. De ahí que en sus textos puedan encontrarse marcadas
referencias a ideas y concepciones propias del republicanismo, en relación de vecindad con la
defensa del sistema monárquico – constitucional refrendado en Cádiz en 1812. Estas cuestiones,
que pueden resultar contradictorias en su obra, serán analizadas en el cuerpo de la investigación y
su señalamiento sirve, a su vez, para justificar la opción metodológica por el vocablo “noción”, ya
que prueban la inexistencia en Varela de una línea teórica del conocimiento homogénea a lo largo
de sus textos académicos y políticos.
8
Vid. RODRÍGUEZ, José Ignacio, Vida del presbítero Don Félix Varela, Imprenta O Novo Mundo,
Nueva York, 1878, pp. 100-101; GONZÁLEZ, Diego, El padre Varela; su vida y su obra, Imprenta
Librería y Papelería “La Propagandista”, La Habana, 1927; CHACÓN Y CALVO, José María, El padre
Varela y la autonomía colonial, Molina y Cía., La Habana, 1935; ROIG DE LEUCHSENRING, Emilio,
“Certero juicio del Padre Varela sobre los errores y defectos de los gobernantes y revolucionarios
en 1824”; “Persecuciones y peligros que pasó Varela en la publicación de El Habanero”; y “Varela
quería a Cuba tan isla política como lo es en la naturaleza”, en Carteles, vol. XXIII, 1935;
GONZÁLEZ DEL VALLE, Francisco, “Documentos para la biografía del Padre Varela”, en Cuba
Contemporánea, t. XXIX, mayo – agosto, 1922; “El Padre Varela y la independencia de la América
Hispana”, en Revista Cubana, t. IV, octubre – noviembre, 1935; y “Cartas inéditas del Padre
Varela”, en Revista Bimestre Cubana, t. L, La Habana, julio – agosto, 1942; ENTRALGO, Elías, Los
Diputados por Cuba en las Cortes de España durante los tres períodos constitucionales, Editorial El
Siglo XX, La Habana, 1945; GAY GALBÓ, Enrique, El padre Varela en las Cortes españolas de 1822
a 1823, Imprenta de Rambla, Bouza y Cía., La Habana, 1948; HERNÁNDEZ TRAVIESO, Antonio, El
Padre Varela. Biografía del forjador de la conciencia cubana, Jesús Montero Editor, La Habana,
1949; GARCÍA TUDURÍ, Rosaura, “Influencia de Descartes en Varela”, en Revista Cubana de
Filosofía, nº 11, 1955, pp. 28 -35; MONAL, Isabel, “Tres filósofos del centenario”, en Revista de la
Universidad de La Habana, no. 192, 1968; MIRANDA FRANCISCO, Olivia, Félix Varela, su
pensamiento político y su época, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1984; REYES FERNÁNDEZ,
Eusebio, Félix Varela 1788-1853, Editora Política, La Habana, 1986; TORRES – CUEVAS, Eduardo,
Félix Varela. Los orígenes de la ciencia y conciencia cubanas, Editorial Ciencias Sociales, La
Habana, 2002; CÉSPEDES GARCÍA – MENOCAL, Carlos Manuel, Señal en la noche, Editorial Oriente,
Santiago de Cuba, 2003; IBARRA CUESTA, Jorge, Félix Varela: el precursor. Un estudio de época,
Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2004.
9
Vid. RODRÍGUEZ, José Ignacio, Vida del presbítero Don Félix Varela, Biblioteca de Estudios
Cubanos, vol. II, Impreso por Arrellano y Cía., La Habana, 1944, pp. 113 -122.
10
GONZÁLEZ, Diego, El padre Varela; su vida y su obra, Imprenta Librería y Papelería “La
Propagandista”, La Habana, 1927, p. 38.
11
AGUAYO, José María, Prólogo, Ídem., p. VII.
12
Vid. HERNÁNDEZ TRAVIESO, Antonio, El padre Varela. Biografía del forjador de la conciencia
cubana, Jesús Montero Editor, La Habana, 1949, pp. 192 – 193; pp. 198 – 200; y 212 – 215.
13
Vid. REYES FERNÁNDEZ, Eusebio, Félix Varela 1788 – 1853, Editora Política, La Habana, 1989,
pp. 43 y 45.
14
Vid. TORRES – CUEVAS, Eduardo, Félix Varela: los orígenes de la ciencia y conciencia cubanas,
Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2002, pp. 275 – 276 y pp. 304 – 305.
15
MONAL, Isabel, Ensayos Americanos, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2007, p. 347.
16
REYES FERNÁNDEZ, Eusebio, op. cit., p. 44
17
LOYOLA VEGA, Oscar, “Félix Varela, los orígenes del pensamiento de liberación cubano”, en
TORRES – CUEVAS, Eduardo (coord.), Dos siglos de pensamiento de liberación cubano, Editorial
Imagen Contemporánea, La Habana, 2003, p. 21.
18
“Confesaría que resulta difícil encerrar a Varela en una preestablecida conceptualización o
enmarcarlo dentro de una corriente de pensamiento universal ¿Ilustrado, liberal, reformista,
demócrata, autonomista, independentista? Todas esas corrientes, por lo general, definen en unos
casos, a partir de ciertas ideas universales, obligando a entrar en el esquema universal elementos
de su realidad que no son definibles por esas categorías universales”. TORRES – CUEVAS, Eduardo,
Félix Varela: los orígenes de la ciencia y conciencia cubanas, Editorial Ciencias Sociales, La
Habana, 2002, p. 291.
19
Ibídem. En Historia de Cuba. La Colonia, TORRES – CUEVAS calificará a Varela de “sacerdote
liberal”. Vid. COLECTIVO DE AUTORES, Historia de Cuba. La Colonia. Evolución socioeconómica y
formación nacional. De los orígenes hasta 1867, tomo I, Segunda Parte, Editorial Félix Varela, La
Habana, 2002, p. 334.
20
Igual postura puede apreciarse en los siguientes autores: ZARAGOZA, Justo, Las insurrecciones
en Cuba, tomo I, Imprenta de M. G. Hernández, Madrid, 1872, p. 317; AGRAMONTE, Roberto, “Félix
Varela, el primero que nos enseñó a pensar”, en Conferencias de Historia Habanera. 1ª Serie:
habaneros ilustres, volumen III, Cuadernos de Historia Habanera, nº 13, Municipio de La Habana,
1937, p. 109; GAY – GALBÓ, Enrique, “Varela revolucionario”, en Vida y Pensamiento de Félix
Varela, volumen II, Cuadernos de Historia Habanera, nº 26, Municipio de La Habana, 1944, p. 84;
BISBÉ, Manuel, “Ideario y conducta cívicos del padre Varela”, en Vida y Pensamiento de Félix
Varela, volumen III, Cuadernos de Historia Habanera, nº 27, Municipio de La Habana, 1945, p. 39;
PÉREZ, Enma, Historia de la pedagogía en Cuba. Desde los orígenes hasta la Guerra de
Independencia, Cultural S. A., La Habana, 1945, pp. 90 y 94 – 95; BUENO, Salvador, Figuras
cubanas del siglo XIX. Selección, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 2000, p. 4; PICHARDO
VIÑALS, Hortensia, La actitud estudiantil en Cuba durante el siglo XIX, Editorial Ciencias Sociales,
La Habana, 1983, pp. 28 – 29.
21
Vid. Anuario de la Facultad de Ciencias Sociales y Derecho Público, Universidad de La Habana,
1954, pp. 20 – 133.
22
CARRERAS, Julio A., Historia del Estado y el Derecho en Cuba, Editorial Pueblo y Educación, La
Habana, 1989, pp. 156 – 159.
23
Vid. FERNÁNDEZ BULTÉ, Julio, Historia del Estado y el Derecho en Cuba, Editorial Félix Varela, La
Habana, 2005, pp. 74 – 75.
24
VILLABELLA ARMENGOL, Carlos Manuel, Historia constitucional y poder político en Cuba, Editorial
Ácana, Camagüey, 2009, p. 42.
25
MONDELO, Walter, “Félix Varela y los inicios del constitucionalismo cubano”, en MATILLA CORREA,
Andry y MASSÓ GARROTE, Marcos Francisco, De Cádiz (1812) a La Habana (2012). Escritos con
motivo del bicentenario de la Constitución española de 1812, Ediciones ONBC – UNJC-
Universidad de La Habana – Universidad de Castilla – La Mancha, La Habana, 2011, p. 149.
26
FERNÁNDEZ ESTRADA, Julio Antonio, “Cádiz en Félix Varela. El laicismo en Cuba”, Ídem., p. 160.
27
Entre estos pueden señalarse a: BISBÉ, Manuel, “Ideario y conducta del Padre Varela”, en ROIG
DE LEUCHSENRING, Emilio (coord.), Vida y Pensamiento de Félix Varela, volumen III, Cuadernos de
Historia Habanera, nº 27, Oficina del Historiador de la Ciudad, 1945, pp. 29 y 47; HERNÁNDEZ
TRAVIESO, Antonio, op. cit.; p. 196; GARCÍA PONS, César, El Obispo Espada y su influencia en la
cultura cubana, Publicaciones del Ministerio de Educación, La Habana, 1951, pp. 162 – 163;
MAÑACH lo llamó “adoctrinador de un liberalismo primerizo”; MAÑACH, Jorge, “Varela el primer
revolucionario”, Bohemia, nº 45, 1953, p. 52; REYES FERNÁNDEZ, Eusebio, Félix Varela 1788 –
1853, Editora Política, La Habana, 1989, p. 44; RODRÍGUEZ, Pío, “Félix Varela o la rebeldía liberal,
en Félix Varela. Ética y anticipación del pensamiento de la emancipación cubana, Editorial Imagen
Contemporánea, La Habana, 1999, pp. 100 – 101; BUENO, Salvador, Figuras cubanas del siglo XIX.
Selección, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 2000, p. 4; MONAL, Isabel y MIRANDA
FRANCISCO, Olivia, Pensamiento cubano. Siglo XIX, tomo I, Editorial Ciencias Sociales, La Habana,
2002, p. 15; IBARRA CUESTA, Jorge, Félix Varela: el precursor. Un estudio de época, Editorial
Ciencias Sociales, La Habana, 2004, pp. 53 y 70. Esta calificación puede encontrarse también en
obras historiográficas que no se ocupan propiamente de Varela, como pueden ser: GUERRA Y
SÁNCHEZ, Ramiro, Manual de historia de Cuba (económica, social y política). Desde su
descubrimiento hasta 1868, Cultural S. A., La Habana, 1938, p. 267; INFIESTA, Ramón, Historia
constitucional de Cuba, Cultural S. A., La Habana, 1951, pp. 51 – 53, en la que se identifica a
Varela como parte de la gestión liberal de Mahy; PORTUONDO, Fernando, Historia de Cuba. 1492 –
1898, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 1965, pp. 282 – 283; HERNÁNDEZ CORUJO,
Enrique, Historia constitucional de Cuba, tomo I, Compañía Editora de Libros y Folletos, La
Habana, 1960, pp. 89 – 90, en donde se ubica a Varela como parte de la actividad liberal de la
Real Sociedad Patriótica; y RODRÍGUEZ, Rolando, Cuba: la forja de una nación, tomo I, Editorial
Ciencias Sociales, La Habana, 1998, pp. 52 – 53.
28
MORENO FRAGINALS, Manuel, El Ingenio. Complejo económico – social cubano del azúcar, tomo I,
Editorial Ciencias Sociales. La Habana, 1978, p. 133.
29
Aunque pueden ser localizados en la Bibliografía del trabajo y en las referencias
correspondientes, se hace preciso señalar algunos de los autores que han sido consultados al
respecto: Allan KUETHE, Herbert KLEIN, Juan Bosco AMORES CARREDANO, Matt D. CHILDS, Rafael
LÓPEZ VALDÉS, Sigfrido VÁZQUEZ CIENFUEGOS, Stephan PALMIÉ, y Sybille FISCHER.
30
El empleo de esta expresión en relación con el significado descrito, es posible hallarla en textos
de finales del siglo XVIII, como muestra de que la misma comenzaba a ser usada en relación
paralela. Dos años antes de la aparición de la Riqueza de las Naciones de Adam SMITH, en 1774,
FRANKLIN sostenía: “Tal vez (…) sería mejor que el gobierno no se mezclase en el comercio más
de lo necesario para protegerlo, y lo dejara seguir su camino libremente. Casi todos los estatutos,
leyes, edictos, arréts, y carteles de los parlamentos, príncipes y estados para regular, dirigir o
restringir el comercio han sido, en nuestro concepto, o disparates políticos o artimañas introducidas
por hombres astutos (…) Cuando Colbert reunió a varios viejos comerciantes cuerdos de Francia y
les pidió su consejo y opinión en cuanto al mejor modo de como él podría servir al comercio y
fomentarlo, le contestaron (…): «Dejadnos en paz». Un escritor muy substancioso de la misma
nación dice que mucho ha progresado en la ciencia de la política quien comprende toda la
significación de la máxima «No gobernar demasiado»; la cual quizá tendría más valor aplicada al
comercio que a cualquier otro asunto de interés público.” FRANKLIN, Benjamín, Principles of Trade,
en PARRINGTON, Vernon Louis, El desarrollo de las ideas en los Estados Unidos (Traducción de
Antonio Llano), tomo I, Biblioteca Interamericana, Lancaster Press Inc., Lancaster, PA., 1941, pp.
251 – 252. En 1776, SMITH se expresaba en términos similares al afirmar: “Todo hombre, con tal
que no viole las leyes de la justicia, debe perseguir su propio interés como le plazca, dirigiendo su
actividad e invirtiendo sus capitales en concurrencia con cualquier otro individuo o categoría de
personas. El Soberano se verá liberado completamente de un deber, cuya prosecución habrá de
acarrearle forzosamente muchas desilusiones, y cuyo cumplimiento acertado no puede garantizar
la sabiduría humana, ni asegurar ningún orden de conocimiento, y es, a saber, la obligación de
supervisar la actividad privada, dirigiéndola hacia las ocupaciones más ventajosas de la sociedad.”
SMITH, Adam, Investigación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones, Fondo
de Cultura Económica, México – Buenos Aires, 1958, p. 612.
31
Vid. POLANYI, Karl, op. cit., pp. 224 - 230.
32
Vid. FOUCAULT, Michel, Nacimiento de la biopolítica, Fondo de Cultura Económica, México –
Buenos Aires, 2008, pp. 37 – 38.
33
Vid. BROWN, John, La dominación liberal, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2014, pp. 57 –
58.
34
Al respecto ha afirmado POLANYI: “Hacer remontar la política del laissez – faire, (…), al momento
en que por primera vez se utilizó esta expresión en Francia a mediados del siglo XVIII, sería falsear
la historia. (…) se necesitaron todavía dos generaciones para que el liberalismo económico fuese
algo más que una tendencia episódica”. A continuación expresaba también: “El laissez – faire no
tenía nada de natural; los mercados libres nunca se hubieran formado si no se hubiese permitido
que las cosas funcionaras a su aire. (…) el propio laissez – faire fue impuesto por el Estado”.
POLANYI, Karl, op. cit., pp. 224 y 228 - 229.
35
“Liberal” es un vocablo de origen español, nacido en el contexto del proceso constituyente de
1812 para designar a los partidarios de la constitución. Así lo ha señalado VON MISES al sostener:
“The very name of liberalism is derived from freedom, and the name of the party in opposition to the
liberals (both designations arose in the Spanish constitutional struggles of the first decades of the
nineteenth century) was originally the `servile´.” (El verdadero significado de liberalismo se derivó
de la libertad, y el nombre del partido opuesto a los liberales (ambas designaciones afloraron en el
conflicto constitucional español en las primeras décadas del siglo diecinueve) fue originalmente el
de `serviles´.) VON MISES, Luwig, Liberalism in the classical tradition, Cobden Press, San Francisco,
2002, p. 20. También es posible hallar usado el vocablo “liberal” (en su variante inglesa de liberal)
desde 1776 en la obra de SMITH, como sinónimo de retribución generosa o dadivosa (recompensa
liberal / liberal reward) por un trabajo realizado. Vid. SMITH, Adam, Investigación sobre la naturaleza
y las causas de la riqueza de las naciones, Fondo de Cultura Económica, México – Buenos Aires,
1958, pp. 78 – 79.
36
Vid. POLANYI, Karl, op. cit., 223.
37
Vid. FERNÁNDEZ SEBASTIÁN, Javier, “Liberalismos nacientes en el Atlántico iberoamericano:
“liberal” como concepto y como identidad política, 1750 – 1850”, en Jahrbuch für Geschichte
Lateinamerikas, nº 45, 2008, p. 154.
38
Vid. LASKI, Harold, El liberalismo europeo, Fondo de Cultura Económica, México – Buenos Aires,
pp. 14 -17.
39
Vid. FOUCAULT, Michel, op. cit., pp. 39 – 40.
40
Vid. DOMÉNECH, Antoni, El eclipse de la fraternidad, Editorial Crítica, Barcelona, 2004, pp. 6 – 7.
41
Vid. BROWN, John, op. cit., p. 28.
42
Vid. POLANYI, Karl, op. cit., p. 123.
43
En este sentido, ACANDA reclama un surgimiento anterior para el liberalismo, señalando su
nacimiento hacia el siglo XVII. Para ello ha aludido a la identificación entre ciudadano y propietario
en los fundamentos filosóficos y antropológicos del mismo, de ahí que sostenga: “La identificación
del concepto de propietario con el de ciudadano se correspondía con las concepciones
antropológicas que se hallan en los fundamentos filosóficos del liberalismo. El liberalismo surgió en
el siglo XVII como expresión ideológica de los intereses de la burguesía”. ACANDA GONZÁLEZ, Jorge
Luís, Traducir a Gramsci, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2007, p. 30.
44
Vid. OVEJERO Lucas, Félix, “Republicanismo: el lugar de la virtud”, Isegoría, nº 33, 2005, p.117.
También a OVEJERO LUCAS, Félix, MARTÍ, Jorge, y GARGARELLA, Roberto, Nuevas ideas
republicanas. Autogobierno y libertad, Editorial Paidós, Barcelona, 2004, pp. 30 – 31.
45
Vid. PATEMAN, Carole, “¿Por qué republicanismo?”, en Sin Permiso, nº 4, 2009, pp. 201 – 202.
46
Vid. DOMÉNECH, Antoni y RAVENTÓS, Daniel, “Propiedad y libertad republicana: una aproximación
institucional a la renta básica”, en Sin Permiso, nº 4, 2009, p. 193.
47
Vid. GARGARELLA, Roberto, “El republicanismo y la filosofía política contemporánea”, en BORÓN,
Atilio (comp.), Teoría y filosofía política. La Tradición clásica y las nuevas fronteras, Editorial
Ciencias Sociales, La Habana, 2008, pp. 55 – 56.
48
RODGERS ha sostenido, como características propias del republicanismo, “el compromiso con
una vida cívica activa, frente a la obsesión liberal con las inmunidades y derechos; el compromiso
explícito con valores y con la justicia deliberativa, frente a la neutralidad procedimental del
liberalismo; la defensa de los fines públicos, comunes, frente a la incapacidad del liberalismo de
imaginar la política como algo más que el pluralismo de los intereses de los grupos.” RODGERS,
Daniel T., “Republicanism: the Career of a Concept”, The Joumal of American History, nº. 1, 1992,
p. 33.
49
Vid. Diccionario Electoral, Instituto Interamericano de Derechos Humanos, San José, 1989, pp.
624 – 626.
50
La inclusión del método histórico entre los de carácter teórico obedece al criterio seguido por
VILLABELLA ARMENGOL, quien lo considera dentro de esta naturaleza por cuanto su empleo
demanda de un ejercicio de abstracción racional del pensamiento en pro de la reconstrucción
mental de realidades pasadas. Vid. VILLABELLA ARMENGOL, Carlos Manuel, Investigación y
comunicación científica en la ciencia jurídica, Editorial Félix Varela, La Habana, 2012, pp. 78 – 79.
51
Autores de filiaciones distintas han señalado la presencia de dos concepciones acerca de la
libertad individual dentro de la tradición iusnaturalista en la modernidad. Ha sido el caso de BOBBIO,
quien ha distinguido entre una concepción conservadora y otra revolucionaria, y también de
FOUCAULT, quien refiere la distinción entre una concepción roussoniana y otra liberal – utilitarista.
Vid. BOBBIO, Norberto, Estudios de historia de la filosofía. De Hobbes a Gramsci, Editorial Debate,
Madrid, 1991, pp. 91 – 92, y FOUCAULT, Michel, Nacimiento de la biopolítica, Fondo de Cultura
Económica, México – Buenos Aires, 2007, pp. 58 – 60. En su crítica a la democracia SÁNCHEZ
VÁZQUEZ se refirió al contenido restrictivo asignado a la misma por el capital, en contraposición al
ideal popular, y su incidencia sobre la libertad. Vid. SÁNCHEZ VÁZQUEZ, Adolfo, Entre la realidad y la
utopía. Ensayo sobre política, moral y socialismo, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2006, pp.
73 – 78. En otro extremo puede citarse a HAYEK, quien señaló la presencia de dos liberalismos:
uno de corte evolutivo (anglosajón) y otro constructivista (de procedencia francesa). Vid. HAYEK,
Friedrich, “Los principios de un orden social liberal”, en Estudios Públicos. Disponible en
http://www.cepchile.cl/dms/archivo_962_606/rev06_hayek.pdf. [Consultado el 20/9/2014]. También
en nuestro país y en época reciente, RAVELO CABRERA y HERNÁNDEZ CASTRO han hecho referencia
a la existencia de estas dos concepciones en el pensamiento político moderno. Vid. RAVELO
CABRERA, Paul, op. cit., pp. 68 – 83; y HERNÁNDEZ CASTRO, Hiram, Poder – saber: una ciencia
política de la liberación, Colección Pinos Nuevos, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2005, pp.
85 y 157 – 159.
52
Antoni DOMÉNECH ha distinguido entre una tradición republicana democrática y otra oligárquica.
Al respecto ha expresado: “…no hay una, sino dos tradiciones políticas republicanas: la tradición
democrática, la del gobierno de los pobres libres, y la tradición oligárquica, o gobierno de los ricos.”
DOMÉNECH, Antoni, “Derecho, derecho natural y tradición republicana moderna”, en Sin Permiso, nº
4, 2008, p. 33. Por su parte, GARCÍA GUITÍAN ha sostenido: “La revisión que se ha llevado a cabo en
las últimas décadas de determinados pensadores como Maquiavelo o del debate político que tuvo
lugar durante las revoluciones inglesas y norteamericana, ha contribuido a identificar una tradición
republicana característica, (…), claramente diferenciada de la tradición liberal”. GARCÍA GUITÍAN,
Elena, “Liberalismo y republicanismo: el uso político de los conceptos de libertad”, Revista
Internacional de Derecho Político, vol. 4, 2009, p. 30.
53
La importancia de este rescate ha sido puesta de manifiesto recientemente por FERNÁNDEZ LIRIA
y ALEGRE ZAHONERO, al afirmar: “Resulta, sin duda, un pésimo negocio teórico intentar presentar
como radicalmente distintos e inconmensurables los conceptos de igualdad, libertad o democracia
de los antiguos y los modernos. Por el contrario, una concepción determinada de esas ideas nos
puede proporcionar más bien una especie de hilo rojo con el que rastrear en la historia universal la
constante de una tradición republicana…”. FERNÁNDEZ LIRIA, Carlos y ALEGRE ZAHONERO, Luis, El
orden de El Capital, Editorial Ciencias, Sociales, La Habana, 2013, p. 228.
54
Bajo ese rótulo se abigarró una pléyade de autores de tendencias diferentes y posiciones
opuestas. No obstante, el nexo que sirvió de nota común a los mismos al punto de posibilitar su
agrupamiento denominativo, fue el método de estudio empleado (racionalista) y el objeto (el
derecho natural). Sobre la Escuela del Derecho Natural Racionalista pueden verse los detallados
estudios de CARPINTERO BENÍTEZ, Francisco, Historia del Derecho Natural. Un ensayo, Instituto de
Investigaciones Jurídicas de la UNAM, México, 1999 y de FUENTES LÓPEZ, Carlos, El racionalismo
jurídico, Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, México, 2003. También puede verse a
FASSÓ, Guido, Historia de la Filosofía del Derecho, tomo 2, Pirámide, Madrid, 1982; TRUYOL Y
SERRA, Antonio, Fundamentos de Derecho natural, Seix, Barcelona, 1954; STRAUSS, Leo, Natural
Right and History, University of Chicago Press, Chicago, 1953; y a LEGAZ Y LACAMBRA, Luis,
Filosofía del Derecho, Bosch, Barcelona, 1953. Para LEGAZ esta escuela permitió afirmar “los
principios supremos de la ley moral natural que son cabalmente aquellos que todo orden jurídico
positivo debe aspirar a realizar”. Ídem p. 297. CORDERO QUINZACARA ha dicho al respecto de esta
tradición: “Las doctrinas iusnaturalistas presentan también notables diferencias en sus resultados,
como consecuencia de los diversos supuestos ideológicos en el ámbito de la teoría de la
organización social, lo que deriva, a su vez, de una diversa concepción acerca del Derecho y de la
cuestión fundamental de la interpretación de la idea iusnaturalista de los derechos innatos de la
persona”, en CORDERO QUINZACARA, Eduardo, “De la propiedad a las propiedades. La evolución de
la concepción liberal de la propiedad”, en Revista de Derecho de la Pontificia Universidad Católica
de Valparaíso, XXXI, 2º semestre, 2008, p. 496. También BOBBIO ha sostenido: “Aunque la idea del
derecho natural se remonte a la Antigüedad clásica y haya pervivido durante el medioevo, cuando
se habla sin más de “teoría” o “escuela” del derecho natural, o, (…), de “iusnaturalismo”, nos
referimos a la revitalización, desarrollo y difusión que la antigua y recurrente idea del derecho
natural experimentó durante la edad moderna, en el período comprendido entre comienzos del
siglo XVII y finales del XVIII”. BOBBIO, Norberto, Ob. Cit., p. 73.
55
FOUCAULT ha señalado como evidente que al final una primó sobre la otra y sobrevivió dentro del
constitucionalismo, preparando el camino teórico del liberalismo. Vid. FOUCAULT, Michel, op. cit.,
pp. 61 – 63.
56
Esta ambigüedad del concepto libertad resultaba evidente en los propios pensadores de la
Ilustración europea. MONTESQUIEU expresa este desconcierto cuando afirma que “no hay palabra
que tenga más acepciones y que de tantas maneras diferentes haya impresionado a los espíritus”.
MONTESQUIEU, El Espíritu de las Leyes, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1976, pp. 105-106.
57
SARTORI, Giovanni, “La libertad y la Ley”, en Revista Libertas, nº 5, octubre de 1986. Disponible
en www.eseade.edu.ar. [Consultado el 24/3/2014].
58
La noción de un estado de naturaleza y de una pretendida libertad natural del hombre, es posible
encontrarla en autores del período bajomedieval. Desde allí llegó hasta los seguidores del
iusnaturalismo racionalista, si bien en función de un individualismo inexistente entre los glosadores
y romanistas. Al respecto ha expresado CARPINTERO BENÍTEZ que: “Todos los estudiosos del
derecho romano tropezaban, ya en las primeras líneas de los Digesta y de la Institutiones con
declaraciones acerca de la igual libertad de todos los hombres en el estado de naturaleza, (…). Las
escuelas empezaron a hablar muy pronto un lenguaje que insistía en que todos los hombres
somos, por naturaleza, igualmente libres, y que la única sujeción adecuada a la libertad natural era
la que provenía del propio consentimiento. Esto es, la mentalidad contractualista avanzó de hecho
en la misma medida que la enseñanza y el estudio del derecho de Roma”, en CARPINTERO BENÍTEZ,
Francisco, “Los escolásticos españoles en los inicios del liberalismo político y jurídico”, en Revista
de Estudios Histórico-Jurídicos, nº 25, 2003. Disponible en:
http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0716-54552003002500009. [Consultado el
28/8/2014].
59
“Es por ello manifiesto que durante el tiempo en que los hombres viven sin un poder común que
les obligue a todos al respeto, están en aquella condición que se llama guerra; y una guerra como
de todo hombre contra todo hombre”. HOBBES, Thomas, Leviatán, Editora Nacional, Madrid, 1977,
p. 225.
60
Ídem. pp. 299 - 300.
61
Al referirse al liberalismo como dispositivo de poder, FOUCAULT señaló su doble capacidad para
“fabricar” espacios de libertad y, a la vez, esferas de control para secuestrarla en pro de la
seguridad. Al respecto afirma: “El liberalismo participa de un mecanismo en el que tendrá que
arbitrar a cada instante la libertad y la seguridad de los individuos alrededor de la noción de peligro.
(…) No hay liberalismo sin cultura del peligro”. FOUCAULT, Michel, op. cit., pp. 85 – 87.
62
Esta tendencia a fabricar peligros externos a la seguridad de los individuos propietarios, con el
fin de justificar la vigilancia estatal es posible encontrarla en los economistas políticos clásicos.
SMITH sostenía que: “Allí donde existen grandes patrimonios, hay también una gran desigualdad.
(…) Solo bajo la protección del magistrado civil podrá descansar durante el corto espacio de tiempo
de una noche el dueño de esa propiedad tan valiosa (…) En todo tiempo se encuentra el rico
rodeado de ignorados enemigos, (…)”. SMITH, Adam, op. cit., p. 629.
63
Para John Locke puede verse a: LASALLE RUIZ, José María, John Locke y los fundamentos
modernos de la propiedad, Universidad Carlos III de Madrid – Dykinson, Madrid, 2001; KENDALL,
Willmoore, John Locke and the Doctrine of the Majority-Rule, University of Illinois Press, Illinois,
1965; VAUGHN, Karen I., “Teoría de la propiedad en John Locke: problemas de interpretación”, en
Revista Libertas, nº 3, 1985. Disponible en: www.eseade.edu.ar. [Consultado el 25/9/2014].
MIGLIORE, Joaquín, “John Locke y el problema de la Ley Natural”, en Revista Libertas, nº 32, 2000.
Disponible en: www.eseade.edu.ar. [Consultado el 20/8/2014]. VARNAGY, Tomás, “El pensamiento
político de John Locke y el surgimiento del capitalismo”, en BORÓN, Atilio (compilador), La filosofía
política en la época moderna. De Hobbes a Marx, CLACSO, Buenos Aires, 2000, pp. 41 – 76;
BIAGINI, Hugo Eduardo, “El liberalismo lockiano”. Disponible en:
http://diposit.ub.edu/dspace/handle/2445/26304. [Consultado el 25/9/2014]. Sobre el carácter
republicano de su obra ha dicho MORRESI: “Durante décadas, la literatura sobre los orígenes del
pensamiento moderno vio la base del pensamiento liberal y del mundo occidental en las
formulaciones lockeanas. Así, comentaristas con planteos disímiles como Macpherson, Bobbio y
Strauss ayudaron a cimentar la imagen de Locke como el “padre del liberalismo”. Contra esas
interpretaciones, una serie de historiadores conocidos como los “contextualistas de Cambridge” ha
reivindicado un aspecto de la teoría política que habría sido desatendido: el republicanismo”.
MORRESI, Sergio Daniel, “John Locke, la crisis del republicanismo y el surgimiento del modelo
liberal”, en Revista Modernidades, nº 2, 2005. Disponible en
http://www.ffyh.unc.edu.ar/modernidades/II/Mod2Contenidos. [Consultado el 24/5/2015].
64
En LOCKE el estado de naturaleza se define como: “… a state of perfect freedom to order their
actions, and dispose of their possessions and persons as they think fit, within the bounds of the law
of Nature, without asking leave or depending upon the will of any other man” (“… un estado de
perfecta libertad para ordenar sus acciones, y disponer de sus personas y bienes como lo tuvieren
a bien, dentro de los límites de la ley natural, sin pedir permiso o depender de la voluntad de otro
hombre alguno”). LOCKE, John, “Two Treatises of Government”, from The Works of John Locke,
Vol. V, a New Edition Corrected in Ten Volumes, Printed for Thomas Tegg and W. Sharpe and Son,
Dublín, 1823, p. 106.
65
“A state also of equality, wherein all the power and jurisdiction is reciprocal, no one having more
than another, there being nothing more evident than that creatures of the same species and rank,
promiscuously born to all the same advantages of Nature, and the use of the same faculties,…”
(“Un estado también de igualdad, en que todo poder y jurisdicción es recíproco, donde ninguno
está por encima del otro, no habiendo nada más evidente que el hecho de que criaturas de la
misma especie y rango, nacidas todas con idénticas ventajas de la Naturaleza, y con el uso de las
mismas facultades,…”). Ibídem.
66
“… is political society where every one of the members hath quitted this natural power, resigned it
up into the hands of the community in all cases that exclude him not from appealing for protection to
the law established by it. And thus all private judgment of every particular member being excluded,
the community comes to be umpire, and by understanding indifferent rules and men authorised by
the community for their execution, decides all the differences that may happen between any
members of that society concerning any matter of right, and punishes those offences which any
member hath committed against the society with such penalties as the law has established…”. (“…
es una sociedad política aquella donde cada uno de los miembros haya abandonado su poder
natural, abdicando de él en manos de la comunidad para todos los casos que no excluyan el
llamamiento a la protección legal que la sociedad estableciera. Y así, dejado a un lado todo
particular juicio de cada miembro particular, la comunidad viene a ser árbitro; y mediante leyes
comprensivas e imparciales y hombres autorizados por la comunidad para su ejecución, decide
todas las diferencias que pudieren ocurrir entre los miembros de aquella sociedad en lo tocante a
cualquier materia de derecho, y castiga las ofensas que cada miembro haya cometido contra la
sociedad, según las penas fijadas por la ley;…”) Ídem. pp. 141 – 142.
67
Un elemento de igualdad natural para LOCKE era el trabajo individual que, a la vez, constituía el
medio que legitimaba la apropiación de bienes. Al respecto expresaba: “Though the earth and all
inferior creatures be common to all men, yet every man has a “property” in his own “person.” This
nobody has any right to but himself. The “labour” of his body and the “work” of his hands, we may
say, are properly his. Whatsoever, then, he removes out of the state that Nature hath provided and
left it in, he hath mixed his labour with it, and joined to it something that is his own, and thereby
makes it his property. It being by him removed from the common state Nature placed it in, it hath by
this labour something annexed to it that excludes the common right of other men. For this “labour”
being the unquestionable property of the labourer, no man but he can have a right to what that is
once joined to, at least where there is enough, and as good left in common for others”. (“Aunque la
tierra y todas las criaturas inferiores sean a todos los hombres comunes, cada hombre, empero,
tiene una "propiedad" en su misma "persona". A ella nadie tiene derecho alguno, salvo él mismo. El
"trabajo" de su cuerpo y la "obra" de sus manos podemos decir que son propiamente suyos.
Cualquier cosa, pues, que él remueva del estado en que la naturaleza le pusiera y dejara, con su
trabajo se combina y, por tanto, queda unida a algo que de él es, y así se constituye en su
propiedad. Aquélla, apartada del estado común en que se hallaba por naturaleza, obtiene por dicho
trabajo algo anejo que excluye el derecho común de los demás hombres. Porque siendo el referido
"trabajo" propiedad indiscutible de tal trabajador, no hay más hombre que él con derecho a lo ya
incorporado, al menos donde hubiere de ello abundamiento, y común suficiencia para los demás”).
Ídem. p. 116.
68
Locke es un pensador cuyo legado ha sido reclamado tanto por el republicanismo, como por el
liberalismo. Al respecto ha afirmado GARCÍA GUITÍAN que: “Clásicos del pensamiento como Locke,
Montesquieu, Madison o Tocqueville acaban siendo reivindicados tanto desde la tradición
republicana como desde la liberal,…”. GARCÍA GUITÍAN, Elena, op. cit., p. 30. Específicamente
respecto a Locke ha dicho DOMÉNECH: “… la recuperación del derecho natural por el
republicanismo moderno empieza en Salamanca con Vitoria (…) y prosigue en Locke y Kant,…”.
DOMÉNECH, Antoni, “Derecho, derecho natural y tradición republicana moderna”, en Sin Permiso, nº
4, 2008, p. 40.
69
PATEMAN ha sostenido que: “Tradicionalmente, el republicanismo se ha asociado a la afirmación
de la que la independencia material constituye un necesario punto de partida para la libertad y la
ciudadanía individuales”. PATEMAN, Carole, “¿Por qué republicanismo?”, en Sin Permiso, nº 4,
2009, pp. 201. DOMÉNECH y RAVENTÓS han afirmado también: “… para el republicanismo histórico,
la conexión entre libertad y propiedad es central. (…) la libertad republicana deriva de la propiedad,
de la independencia material de los agentes…” DOMÉNECH, Antoni y RAVENTÓS, Daniel, “Propiedad
y libertad republicana: una aproximación institucional a la renta básica”, en Sin Permiso, nº 4, 2009,
p. 193.
70
El hecho de que ROUSSEAU considere que la existencia humana en el estado de naturaleza se
sustenta en la interacción de unidades familiares, no significa un retorno a la concepción
aristotélica que veía en la sociedad un pre requisito para la existencia humana. En este sentido lo
que se invoca es la existencia de un derecho de sociedades naturales como la familia. Vid. BOBBIO,
Norberto, op. cit. p. 114.
71
“Esta libertad común es una consecuencia de la naturaleza del hombre. Su principal deber es
procurar su propia conservación, sus principales cuidados los que se debe a sí mismo; y luego que
está en estado de razón, siendo él solo el juez de los medios propios para conservarse, y llega a
ser por este motivo su propio dueño”. ROUSSEAU, Juan Jacobo, El contrato social, Talleres Gráficos
José F. Aguirre, La Habana, 1926, p. 13.
72
Vid. MONTESQUIEU, op. cit., pp. 45 - 46.
73
“En este segundo período de la vida social, o época de los pueblos pastores, comienza a
acusarse la desigualdad de la fortuna, e introduce entre los hombres un grado de autoridad y
subordinación que no podía existir hasta ese momento. Se establece así cierta clase de gobierno
civil, indispensable para su propia conservación, y ello ocurre de la manera más natural (…). El
gobierno civil, en cuanto institución para asegurar la propiedad, se estableció realmente para
proteger al rico del pobre, o a quienes tiene alguna propiedad contra los que no tienen ninguna”.
Acto seguido SMITH cita a Locke, de quien toma la idea del gobierno creado para la protección de
individuos propietarios, fundamento que luego se adjudicará el liberalismo. SMITH, Adam, op. cit.,
pp. 632 – 633. Del uso por los economistas políticos clásicos de la tesis del estado de naturaleza,
ha afirmado POLANYI, que “intentaron fundar la ley del mercado en pretendidas tendencias inscritas
en el hombre en estado de naturaleza”. POLANYI, Karl, op. cit., p. 86.
74
En época muy temprana como el propio siglo XVI, Michel de la MONTAIGNE arremetía en estos
términos contra la tesis de los derechos y las leyes naturales. Al respecto sostenía: “… hay quien
enumera tres de ellas, hay quien cuatro, unos que más, otros que menos; prueba de que es esta
una señal tan insegura como las demás. (…) tienen tan poca suerte que de esas tres o cuatro
leyes escogidas no hay una sola que no sea contradicha o desmentida, no por un único pueblo,
sino por muchos.” Citado en BOBBIO, Norberto, op. cit., p. 77. No obstante, un sector de la tradición
iusnaturalista influido por el humanismo barroco, había advertido desde el propio siglo XVI, la
posibilidad de recurrir al propio derecho natural para exigir derechos civiles y políticos para todos
los individuos y pueblos. Autores como Las Casas, Francisco de Vitoria y en general los teólogos –
juristas de la Escuela de Salamanca, sirven de ejemplo al respecto. Vid. CARPINTERO BENÍTEZ,
Francisco, Historia del derecho natural. Un ensayo, ed. cit., pp. 160 y s.s.; y DOMÉNECH, Antoni,
“Derecho, derecho natural y tradición republicana moderna”, op. cit., pp. 40 – 41.
75
“He aquí como definen la libertad: la libertad consiste en poder hacer todo lo que no perjudica a
otro; pero ¿es este el significado ordinario de esta palabra? La libertad de hacer mal ¿no es
libertad? sino es libertad, ¿qué es? (…) ¿no se dice que se debe quitar la libertad a los malvados y
a los locos porque abusan de ella? Con arreglo a esta definición nunca yo sabría si tengo la
libertad de hacer o no hacer una acción hasta después de haber examinado todas sus
consecuencias.” BENTHAM, Jeremy, Tratados de legislación civil y penal, tomo I, Imprenta de D.
Fermín Villalpando, Madrid, 1821, p. 215. El principio de utilidad como regla para el reconocimiento
y reconocimiento de los derechos, recorrió todo el siglo XIX. A mediados de este, MILL afirmaba:
“… rechazo toda ventaja que pudiera aducir para mi argumentación de la idea abstracta del
derecho como cosa independiente de la utilidad”. MILL, John Stuart, La libertad, Editorial Tor,
Buenos Aires, 1941, p. 16.
76
La obra de LOCKE es un ejemplo del espíritu de legitimar la existencia del estado por medio de un
consentimiento de entrega colectiva. Al respecto expresó: “Men being, as has been said, by nature
all free, equal, and independent, no one can be put out of this estate and subjected to the political
power of another without his own consent, which is done by agreeing with other men, to join and
unite into a community for their comfortable, safe, and peaceable living, one amongst another, in a
secure enjoyment of their properties, …” (“Siendo los hombres, como se ha dicho, todos libres por
naturaleza, iguales, e independientes, ninguno puede ser puesto fuera de este estado y sometido
al poder político de otro sin que medie su consentimiento, el cual es dado por el acuerdo con los
otros hombres, reunidos y ligados en una comunidad para su comodidad, seguridad, y existencia
pacífica, unos y otros, en el disfrute seguro de sus propiedades,…”). LOCKE, John, op. cit. p. 146.
77
Vid. BOBBIO, Norberto, op. cit., pp. 115 – 119. La idea de que el poder político emanaba de la
voluntad del pueblo ya estaba presente en la escolástica española y también un poco más atrás.
De manera que el iusnaturalismo racionalista no hizo más que sistematizar ideas que ya flotaban
en el ambiente filosófico europeo. Al respecto ha expresado CARPINTERO BENÍTEZ que: “Los inicios
de la mentalidad que sostiene que el pueblo es el titular primario del poder político se remontan a
los enfrentamientos entre el Papa y el Emperador, y esta doctrina surge para mantener la relativa
independencia de éste frente a las designaciones y consagraciones papales”. CARPINTERO BENÍTEZ,
Francisco, “Los escolásticos españoles en los inicios del liberalismo político y jurídico”, en Revista
de Estudios Histórico-Jurídicos, nº 25, 2003. Disponible en:
http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0716-54552003002500009. [Consultado el
28/8/2014]. Puede verse también SÁNCHEZ VIAMONTE, Carlos, El poder constituyente, Editorial
Bibliográfica Argentina, Buenos Aires, 1957, p. 134.
78
“El único modo de erigir un poder común capaz de defenderlos de la invasión extranjera y las
injurias de unos a otros (…) es conferir todo su poder y fuerza a un hombre, o a una asamblea de
hombres, que pueda reducir todas sus voluntades, por pluralidad de voces, a una voluntad. (…) es
una verdadera unidad de todos ellos en una e idéntica persona hecha por pacto de cada hombre
con cada hombre, como si todo hombre debiera decir a todo hombre: autorizo y abandono el
derecho a gobernarme a mí mismo, a este hombre, o a esta asamblea de hombres, con la
condición de que tú abandones tu derecho a ello y autorices todas sus acciones de manera
semejante”. HOBBES, Thomas, op. cit., pp. 266 – 267.
79
Su crítica a la monarquía lo llevó a afirmar que la misma era incompatible con la sociedad civil.
“And hence it is evident that absolute monarchy, which by some men is counted for the only
government in the world, is indeed inconsistent with civil society, and so can be not form of civil
government at all”. (“Y es por ello evidente que la monarquía absoluta, que algunos tienen por
único gobierno en el mundo, es en realidad incompatible con la sociedad civil, y así no puede ser
forma de gobierno civil alguno”). LOCKE, John, op. cit., p. 143.
80
“The great and chief end, therefore, of men uniting into commonwealths, and putting themselves
under government, is the preservation of their property; to which in the state of Nature there are
many things wanting”. Idem, p. 159.
81
Como ha afirmado VAUGHN: “Locke coloca al derecho sobre las posesiones en el mismo lugar
que el derecho a la vida, a la salud y a la libertad. Mientras que el derecho a que la vida o la
libertad de un individuo no sean dañadas puede haber resultado evidente a los lectores de Locke,
el derecho a que no lo sean sus posesiones puede no haberlo sido tanto”. VAUGHN, Karen I., op. cit.
82
Al defender a Locke como precursor del liberalismo, HINKELAMMERT sostiene que en beneficio de
la protección de la propiedad, Locke invierte el marco de los derechos humanos y “Lo hace
mediante un cambio del sujeto de los derechos humanos. Sustituye el sujeto corporal viviente, que
es un sujeto de necesidades, por un sujeto abstracto, que es el propietario. El propietario es visto
ahora como el soporte de la propiedad. Con eso, el derecho humano como dignificación de la
persona humana, como sujeto concreto de necesidades, es sustituido por la dignificación de la
propiedad. Pero no de cualquier propiedad, sino de la propiedad como sistema de competencia y
eficiencia”. HINKELAMMERT, Frank J., El sujeto y la ley: el retorno del sujeto reprimido, Editorial
Caminos, La Habana, 2006, pp. 110-111.
83
En Locke no es posible encontrar un listado de derechos, pero sí la mención de determinados
principios que podían servir de base a los mismos. A saber, igualdad, derecho a la propiedad, a la
vida y a libertad. Vid. Idem, p. 109.
84
“Los hombres que no disponen de propiedad solo pueden injuriarse unos a otros en sus
personas o reputaciones. (…). Pero otra cosa ocurre con los daños a la propiedad. El beneficio de
la persona que daña la propiedad, iguala, por lo común, la pérdida que experimenta quien lo sufre”.
SMITH, Adam, op. cit., p. 629.
85
Es necesario aclarar que los principios democráticos en Locke solo son realizables en el marco
de la sociedad política, y por individuos libres e iguales en su condición propietaria, como única
garantía de su independencia personal. La relación entre libertad y propiedad como garantía de
independencia individual, fue consustancial a la tradición republicana democrática.
86
“Here it is like the common question will be made: Who shall be judge whether the prince or
legislative act contrary to their trust? (…). To this I reply, The people shall be judge; for who shall be
judge whether his trustee or deputy acts well and according to the trust reposed in him, but he
who deputes him and must, by having deputed him, have still a power to discard him when he fails
in his trust? If this be reasonable in particular cases of private men, why should it be otherwise in
that of the greatest moment, where the welfare of millions is concerned and also where the evil, if
not prevented, is greater, and the redress very difficult, dear, and dangerous?” (“Probable es que, a
este punto llegados, se formule la común pregunta: ¿Quién habrá de juzgar si el príncipe o el
legislativo obraron contrariamente a la confianza depositada? (…). A esto respondo que el pueblo
podrá ser juez; porque ¿a quién podrá juzgar si su fideicomisario o diputado obra bien y según la
confianza en él depositada, sino a quien le diputara y debió guardar, por haberle diputado, poder
suficiente para deponerle si a la confianza faltare? Si ello es razonable en casos particulares de
personas privadas, ¿por qué habría de ocurrir diversamente en los de mayor momento, en lo
concerniente al bienestar de millones y donde además el mal, de no ser prevenido, será mayor, y el
enderezamiento muy difícil, caro, y peligroso?”) Ídem, p. 212.
87
Vid. BOBBIO, Norberto, Igualdad y libertad, Ediciones Paidós, I.C.E. de la Universidad Autónoma
de Barcelona, Barcelona, 1993, pp. 98 – 99.
88
“Es necesario distinguir lo que es independencia de lo que es libertad. La libertad es el derecho
de hacer lo que las leyes permitan; y si un ciudadano pudiera hacer lo que las leyes prohíben, no
tendría más libertad, porque los demás tendrían el mismo poder”. MONTESQUIEU, op. cit. p. 189.
89
“… no consiste la libertad política en hacer lo que se quiere. En un Estado, es decir, en una
sociedad que tiene leyes, la libertad no puede consistir en otra cosa que en poder hacer lo
que se debe querer y no ser obligado a hacer lo que no debe quererse”. [La negrita es del autor].
Ibídem. La visión moral que identificaba el deber – querer con el contenido de las leyes era
contemporánea a Montesquieu. Jean – Jacques CHEVALLIER afirmaba: “¿Quién fija el deber, lo que
se debe querer? Las leyes”, en Los grandes textos políticos. Desde Maquiavelo hasta nuestros
días, Tecnos, Madrid, 1974, p. 122.
90
“(…) lo conveniente es que cada lugar tenga un representante elegido por los habitantes del
lugar. La mayor ventaja de las representaciones electivas, es que los representantes son capaces
de discutir las cuestiones. El pueblo no es capaz; y este es, precisamente, uno de los mayores
inconvenientes de la democracia”. MONTESQUIEU, op. cit., p. 193.
91
ROUSSEAU, Juan Jacobo, op. cit. p. 30. Acerca de la relación entre la libertad y la ley en
Rousseau ha afirmado BOBBIO: “La definición clásica de la libertad positiva la dio Rousseau, para el
cual la libertad en el estado civil consiste en el hecho de que allí el hombre, en cuanto parte del
todo social, como miembro del “yo común”, es decir, es autónomo en el sentido preciso de la
palabra, en el sentido de que se da la ley a sí mismo y no obedece otras leyes que aquellas que él
se ha dado: `La obediencia a la ley que se ha prescrito es la libertad´”. BOBBIO, Norberto, op. cit., p.
101.
92
Vid. FOUCAULT, Michel, op. cit., pp. 58 – 59. FOUCAULT ha usado también el término “camino
roussoniano” para designar la concepción republicana de la libertad individual dentro del
iusnaturalismo. Ídem p. 58. En este sentido ROUSSEAU afirmaba: “Las leyes propiamente no son
más que las condiciones de asociación civil. El pueblo sometido a las leyes, debe ser su autor; solo
pertenece a los que se asocian el determinar las condiciones de la sociedad”. ROUSSEAU, Juan
Jacobo, op. cit., p. 31.
93
En sus ataques al proceso revolucionario francés, sostenía BURKE: “Pero en cuanto al derecho
de tener parte en el poder, en la autoridad, o en la dirección de los negocios del estado, yo siempre
negaré muy seriamente que se halle en el número de los derechos directos y primitivos del hombre
en sociedad civil; porque yo hablo solamente del hombre civil y social,…”. BURKE, Edmund,
Reflexiones sobre la Revolución de Francia, Impresas en la Oficina a cargo de Martín Rivera,
México, 1826, pp. 59 – 60.
94
DOMÉNECH, Antoni y RAVENTÓS, Daniel, “Propiedad y libertad republicana: una aproximación
institucional a la renta básica”, op. cit., p. 199.
95
“He that is nourished by the acorns he picked up under an oak, or the apples he gathered from
the trees in the wood, has certainly appropriated them to himself. Nobody can deny but the
nourishment is his. I ask, then, when did they begin to be his? when he digested? or when he ate?
or when he boiled? or when he brought them home? or when he picked them up? And it is plain, if
the first gathering made them not his, nothing else could. That labour put a distinction between
them and common. That added something to them more than Nature, the common mother of all,
had done, and so they became his private right.” (“El que se alimentó con bellotas que bajo una
encina recogió, o de manzanas que recogió de los árboles en el bosque, se ha apropiado
ciertamente de las mismas para sí. Nadie puede denegar que el alimento es suyo. Yo pregunto,
entonces, ¿cuándo ellos comenzaron a ser de él?, ¿cuándo los digirió? o cuando los comió? o
cuando los coció? o cuando los llevó a casa? o cuando los tomó? Y es cosa llana, que si la
recolección primera no lo hizo suyo, nada más podría. Ese trabajo pone una distinción entre estos
frutos y los comunes. Él les añade algo más que lo que la Naturaleza, la madre común de todo, ha
hecho, y de este modo se convierten en su derecho privado”.). LOCKE, John, op. cit., p. 116.
96
“… para autorizar el derecho del primer ocupante sobre un terreno cualquiera, se necesitan las
condiciones siguientes: primeramente, que nadie le habite aún; en segundo lugar, que se ocupe
tan solo la cantidad necesaria para subsistir; y en tercer lugar, que se tome posesión de él (…) con
el trabajo y el cultivo, únicas señales de propiedad que a falta de títulos jurídicos deben ser
respetadas de los demás”. ROUSSEAU, Juan Jacobo, op. cit., p. 18.
97
La contraposición entre ambas tendencias no estaba relacionada con el hecho reconocido de
que la independencia material hacía libre al individuo, sino con el grado de extensión social de las
posibilidades para alcanzar esta independencia. Ello se deprende del cotejo de posturas entre las
dos afirmaciones siguientes. Previo a la Revolución, SIEYÈS había definido al individuo libre como
“aquel que está seguro de que no se le molestará en el ejercicio de su propiedad personal y el uso
de su propiedad real” y a continuación sostenía que no podían ser ciudadanos activos “los que no
contribuyan en nada a sostener el establecimiento público”. SIEYÈS, Emmanuel, “Reconocimiento y
exposición razonada de los Derechos del Hombre y el Ciudadano”, en Escritos políticos de Sieyès,
Fondo de Cultura Económica, México, 1993, pp. 180 y 183. Mientras, en una petición presentada a
la Convención por cuarenta y ocho secciones de París en febrero de 1793, puede leerse: “No es
suficiente haber declarado que somos republicanos franceses; es preciso, además, que el pueblo
sea dichoso, que tenga pan, pues donde no hay pan, no hay leyes, ni libertad, ni República”.
SOBOUL, Albert, La Revolución Francesa, Editorial Tecnos, Madrid, 1966, p. 223. [La negrita es del
autor].
98
Al criticar las estructuras feudales que aún ataban la libertad de los trabajadores, SMITH también
se apoyaba en la idea republicana de Locke acerca del trabajo como fuente legitimadora de la
propiedad. Al reformularla sostenía: “La propiedad más sagrada e inviolable es la del propio
trabajo, porque es la fuente originaria de todas las demás. El patrimonio del pobre se halla en la
fuerza y en la habilidad de sus manos, por lo que impedirle hacer uso de esa fuerza y de esa
habilidad de la manera que juzgue más conveniente, (…), constituye una violación manifiesta de su
más sagrada propiedad”. SMITH, Adam, op. cit., pp. 118 – 119.
99
Esta tendencia es apreciable en escritores de fines del siglo XVIII, como BURKE, para quien: “El
gobierno no se ha formado en virtud de derechos naturales que pueden existir, y de hecho existen
independientes de él. Estos derechos son muy claros y perfectos en la especulación; pero esta
perfección en la teórica es su defecto en la práctica. Cuando se tiene derecho a todo, falta para
todo. El gobierno es una invención de la sabiduría humana para proveer a las necesidades de los
hombres,…”. BURKE, Edmund, op. cit., p. 60
100
“El mercantilismo, por muy enérgicamente que haya reivindicado la comercialización como
política nacional, concibió los mercados de forma exactamente contraria al espíritu de la economía
de mercado. La gran extensión de la intervención del Estado en la industria, que entonces tuvo
lugar, lo pone en evidencia. Sobre este punto no existía ninguna diferencia entre mercantilistas y
feudales, (…). Todos eran igualmente hostiles, sin embargo, a la idea de comercializar el trabajo y
la tierra, hostiles pues a la condición necesaria para que surgiese una economía de mercado.”
POLANYI, Karl, op. cit., pp. 124 – 125.
101
En SMITH resulta posible encontrar las bases teóricas de la concepción liberal del estado mínimo
o no interventor. En su crítica al mercantilismo, sostenía: “Según el sistema de la libertad natural, el
Soberano tiene únicamente tres deberes que cumplir (…): el primero, defender la sociedad contra
la violencia e invasión de otras sociedades independientes; el segundo, proteger en lo posible a
cada uno de los miembros de la sociedad de la violencia y de la opresión de que pudieran ser
víctimas por parte de otros individuos de esa misma sociedad, estableciendo una recta
administración de justicia; y el tercero, la de erigir y mantener ciertas obras y establecimientos
públicos cuya erección y sostenimiento no pueden interesar a un individuo o a un pequeño número
de ellos,…”. SMITH, Adam, op. cit., pp. 612 – 613.
102
Vid. FOUCAULT, Michel, op. cit., pp. 30 – 37. OVEJERO ha descrito la relación de este proceso con
el derecho del modo siguiente: “El liberalismo se puede ordenar conceptualmente a partir del
principio de la libertad negativo: A es libre de hacer X si nadie le impide –o le coarta para- hacer X.
Una sociedad libre debe minimizar las intromisiones en la vida de los ciudadanos. Estos no
deberían estar atados a otras obligaciones que aquellas que asumen contractualmente. El
paradigma del ejercicio de la libertad liberal es la relación de intercambio (…). Esta relación
libremente aceptada, obliga a sus protagonistas y solo a sus protagonistas. (…). El mercado, en
una visión idealizada, es una institución que encarnaría el ideal liberal. (…) Por el contra, la
democracia no tiene fácil encaje en el núcleo liberal. (…). En realidad, la política misma es un
problema para el liberalismo”. OVEJERO LUCAS, Félix, “Republicanismo: el lugar de la virtud”,
Isegoría, nº 33, 2005, pp. 104 – 105.
103
Citado por DOMÉNECH, Antoni y RAVENTÓS, Daniel, op. cit., p. 196.
104
“es reprobable todo esfuerzo del estado para mezclarse en los asuntos privados de los
ciudadanos, allí donde éstos no afecten directamente (...) los derechos de unos para con otros”.
VON HUMBOLDT, Wilhelm, Escritos Políticos, Fondo de Cultura Económica, México, 1952, p. 25. El
propio ROUSSEAU, al definir el paso del estado natural a la sociedad política, se refería a esta como:
“… una forma de asociación capaz de defender y proteger con toda la fuerza común la persona y
bienes de cada uno de los asociados; pero de modo que cada uno de estos, uniéndose a todos,
sólo obedezca a sí mismo y quede tan libre como antes.” ROUSSEAU, Juan Jacobo, op. cit., p. 13.
105
En su crítica al mercantilismo, SMITH prestó un invaluable servicio al liberalismo posterior, al
diseñar las bases del principio de no intervención y fundamentarlas desde la libertad natural
secuestrada al republicanismo. Al respecto sostenía: “Proscritos enteramente todos los sistemas
de preferencia o de restricciones, no queda sino el sencillo y obvio de la libertad natural, que se
establece espontáneamente y por sus propios méritos. Todo hombre, (…), debe perseguir su
propio interés como le plazca, dirigiendo su actividad e invirtiendo sus capitales en concurrencia
con cualquier otro individuo o categoría de personas. El Soberano se verá liberado completamente
de un deber, (…), y es, a saber, la obligación de supervisar la actividad privada,…”. SMITH, Adam,
op. cit., p. 612. Las revoluciones burguesas se mostraron diligentes con esto, al fracturar –
conscientes o no- las agrupaciones gremiales y las asociaciones de trabajadores para, finalmente,
crear un mercado de trabajo compuesto por trabajadores independientes y carentes de
organización. En Francia, la ley Le Chapellier de 1791 prohibió las coaliciones obreras, en rechazo
a los pretendidos “intereses comunes” e invocando, precisamente, lo defendido por Smith, o sea, el
“libre ejercicio de la industria y el trabajo” por los individuos. Vid. ACANDA GONZÁLEZ, Jorge Luis, op.
cit., p. 44. Acerca de la ley Le Chapellier, sostuvo MARX: “Esta ley, que, poniendo a contribución el
poder policíaco del Estado, procura encauzar dentro de los límites que al capital le plazcan la lucha
de concurrencia entablada entre el capital y el trabajo, sobrevivió a todas las revoluciones y
cambios de dinastía. Ni el mismo régimen del terror se atrevió a tocarla. No se borró del Código
penal hasta hace muy poco”. MARX, Carlos y ENGELS, Federico, Obras Escogidas, tomo II, Editorial
Progreso, Moscú, 1986, p. 130. Este hecho evidencia la colaboración inconsciente que brindaron –
incluso- las tendencias republicanas más democráticas para sentar las bases para el advenimiento
del liberalismo. Señalando la colaboración inconsciente de los revolucionarios franceses con la
instauración posterior del poder burgués, sostuvo MARX: “El proletariado y las capas de la
población urbana que no pertenecían a la burguesía no tenían aún intereses separados de los de
la burguesía o no constituían aún clases o sectores de clase con un desarrollo independiente. Por
eso, donde se enfrentaban con la burguesía, como en Francia en 1793 y 1794, luchaban solo por
la realización de los intereses de la burguesía, aunque no a la manera burguesa. Todo el
terrorismo francés no fue sino un procedimiento plebeyo para ajustar las cuentas a los enemigos
de la burguesía: al absolutismo, al feudalismo y a la pequeña burguesía”. MARX, Carlos y ENGELS,
Federico, Obras Escogidas, tomo I, Editorial Progreso, Moscú, 1986p. 142
106
BROWN, John, La dominación liberal. Ensayo sobre el liberalismo como dispositivo de poder,
Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2014, pp. 84 – 85.
107
CONSTANT, Benjamín, Principios de política, Fondo de Cultura Económica México - Buenos
Aires, 1943, pp. 23-24. MILL sostendrá también esta idea al afirmar que: “De la conducta de un
individuo solo una parte es justiciable por la sociedad, la que se refiere a los demás. En lo que no
interesa a nadie más que a él, su independencia es de derecho, absolutamente sobre sí mismo,
sobre su cuerpo y sobre su espíritu, el individuo es soberano.” MILL, John Stuart, op. cit., p. 15. La
función permisiva del derecho emitido por un estado “no interventor”, también podía interpretarse
en el sentido de legitimar derechos en la sociedad. BENTHAM negó el carácter natural del derecho
de propiedad y afirmó que “ella es únicamente obra de la ley” y a seguidas sostuvo que “yo no
puedo contar con el goce de lo que miro como mío, sino sobre la promesa de la ley que me lo
asegura. La ley sola es lo que me permite olvidar mi flaqueza natural: por ella sola puedo cercar un
terreno, y entregarme a los trabajos del cultivo con la esperanza lejana de la cosecha.” BENTHAM,
Jeremy, Principios de legislación y de codificación, tomo II, Imprenta de Don Tomás Jordan,
Madrid, 1834, pp. 18 y 19.
108
Para BOBBIO este proceso erigió dos dimensiones acerca de la libertad dentro de la constitución.
Una subjetiva, relacionada con el reconocimiento a los derechos y su sentido de intangibilidad; y
otra objetiva, asentada sobre un nuevo principio de organización del poder basado en la
desconcentración y cuya expresión resultó en el modelo de separación. BOBBIO, Norberto, op. cit.,
pp. 40 - 41.
109
El proceso revolucionario francés transitó por el enfrentamiento político entre las tendencias
democrática y oligárquica acerca de cómo debía construirse la libertad individual dentro del orden
constitucional. El ascenso al poder del partido jacobino conllevó el primer ensayo funcional para un
modelo republicano de libertad individual, que reorientara la función económica del estado. Más
allá del cobro de impuestos, el estado debía intervenir en la distribución equitativa de la riqueza, la
regulación de precios, la redistribución del suelo, y el control de los recursos para prevenir la
especulación. En relación a la libertad individual, el rescate de esta función económica y social
para el estado, ayudaba a fracturar el mayor número posible de situaciones de dependencia
individuales, en beneficio de una mayor equiparación social ante la riqueza. A ello contribuyó el
intento por hacer coincidir una economía dirigida, con un modelo de democracia popular, que
destruyera el condicionamiento de los derechos políticos a la riqueza. Como ha afirmado SOBOUL:
“El ideal común era una sociedad de pequeños productores independientes, campesinos y
artesanos, cada uno de ellos poseedores de su campo, de su tienda o de su puestecillo, capaces
de alimentar a su familia sin recurrir al trabajo asalariado. (…). Ideal (…) que se afirmaba en contra
de la libertad de producción reclamada por otros, que llevaba a la concentración capitalista.”
SOBOUL, Albert, op. cit., p. 296.
110
“Artículo V (…) Lo que no está prohibido por la ley no puede ser impedido. Nadie puede verse
obligado a aquello que la ley no ordena.” “Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano”, en Constitución Francesa de 3 de Septiembre de 1791. Disponible en
http://www.hc.rediris.es/01/Constituciones/cf1791.htm. [Consultado en 22/2/2014].
111
La semántica de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789,
distinguió claramente entre los “derechos del hombre” y los del “ciudadano”, entendidos estos
como derechos políticos. Por su parte el texto constitucional de 1791 distinguía entre los derechos
correspondientes a “todos” y los correspondientes a los “ciudadanos”: “… la Constitución garantiza
como derechos naturales y civiles: - La libertad de todos de ir, de quedarse o de partir, sin
que puedan ser arrestados ni detenidos, más que en las formas determinadas por la
Constitución; - La libertad de todos de hablar, de escribir, de imprimir y publicar sus pensamientos,
sin que los escritos puedan ser sometidos a censura o inspección alguna antes de su
publicación, y de ejercer el culto religioso al cual esté adherido; - La libertad de los
ciudadanos de reunirse pacíficamente y sin armas, cumpliendo las leyes de policía; - La
libertad de dirigir a las autoridades constituidas, peticiones firmadas individualmente”. Ibídem. [La
negrita es del autor].
112
“Hablar de libertad política implica hablar del poder de los poderes subordinados, del poder de
los destinatarios del poder”. SARTORI, Giovanni, op. cit.
113
Esta postura se apreció en descarnados términos en el marco de los debates realizados en el
Congreso Constituyente norteamericano. En el mismo sostuvo Alexander HAMILTON: “Toda
colectividad social se divide en los pocos y los muchos. Los primeros son los ricos y los bien
nacidos; los otros son la masa del pueblo. (…) Dad pues a la primera clase participación conspicua
y permanente en el gobierno. (…) La índole turbulenta y díscola del pueblo necesita freno.”
Debates del Congreso Constituyente, en PARRINGTON, Vernon, Louis, El desarrollo de las ideas en
los Estados Unidos, tomo primero, Biblioteca Interamericana, Lancaster Press Inc, Lancaster,
1941, p. 440. También MADISON, desde las páginas del El Federalista, rompió lanzas al respecto:
“Como toda apelación al pueblo, envolvería el reconocimiento de algún defecto en el gobierno, las
apelaciones frecuentes privarían muy seriamente al gobierno de la veneración que el tiempo
despierta por todas las cosas perdurables, (…). El peligro de perturbar la tranquilidad pública
despertando con demasiada intensidad las pasiones populares es una objeción aún mayor a que
las cuestiones constitucionales se refieran frecuentemente a la decisión de toda la sociedad.”
MADISON, James, El Federalista, nº 49.
114
Programáticamente, esta reconocía que “(…) Siendo todos los ciudadanos iguales ante ella [la
Ley], todos son igualmente elegibles para todos los honores, colocaciones y empleos, conforme a
sus distintas capacidades”. Constitución Francesa de 3 de Septiembre de 1791, op. cit.
115
Las formulaciones constitucionales acerca de la igualdad sufrieron también los efectos de un
discurso engañoso. De ahí que BOBBIO afirmase que “No se puede eludir, en efecto, el significado
polémico y revolucionario de este “todos” que se contrapone a situaciones o a ordenamientos en
los cuales, no todos, sino más bien pocos o poquísimos, disfrutan de bienes y derechos de los que
otros carecen. (…)… de ahí que por “todos” no se dice que se entienda la totalidad de los hombres,
pues basta que se entienda a los pertenecientes a un determinado grupo social,…” BOBBIO,
Norberto, op. cit., pp. 68-69.
116
Ídem. Contra este fraccionamiento de la libertad política se alzaron los jacobinos. En 1791
ROBESPIERRE arremetía en la forma siguiente: “¿Es la ley expresión de la voluntad general, cuando
la mayoría de aquellos para los que está hecha no pueden de alguna manera concurrir a su
formación? (…) prohibir a todos aquellos que no pagan una contribución igual a tres jornales de
obrero, el propio derecho a elegir a los electores desinados a nombrar a los miembros de la
Asamblea legislativa, ¿no es hacer a la mayor parte de los franceses ajeno a la formación de la
ley? Esta disposición es, pues, anticonstitucional y antisocial”. ROBESPIERRE, Maximillien, Por la
felicidad y por la libertad. Discursos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2014, p. 49.
117
Constitución Francesa de 3 de Septiembre de 1791, op. cit. De manera que la invocación
popular o nacional de la soberanía no significó una extensión menos elitista de la libertad política.
De ahí el adagio acuñado en 1905 por Baudry - Lacantinerie: “El Estado es a la soberanía, como
un ciudadano es a la propiedad”. En el original: “À l`État la souveraineté, au citoyen la propriété”.
Baudry-Lacantinerie, Gabriel - Cheveau, Traité théorique et pratique de Droit civil: Des biens, Sirey,
Paris, 1905, p. 124. Citado por Cordero Quinzacara, Eduardo, op. cit., p. 499.
118
La propia semántica presente en el título de la declaración francesa de derechos de 1793,
marcaba diferencias frente a la de 1789 en cuanto a la extensión de los mismos. La universalidad
del término “hombre” usado en la primera, daba pie para la apertura del plexo que la distinción
entre “hombre” y “ciudadano”, establecido en la segunda, imponía. Si la declaración de derechos
contenía los “derechos del hombre y del ciudadano”, entonces es posible sostener que –
jurídicamente- hombres y ciudadanos no son entes iguales, y que, por tanto, son acreedores de
derechos distintos: los que corresponden al hombre y los que corresponden a los ciudadanos. En
este caso, la presencia de la conjunción “y” en la construcción gramatical, unida a la contracción
“del” que precede a cada sustantivo, da a entender que ambos (hombre y ciudadano) se
comprenden como entidades separadas en cuanto a la recepción de los derechos. El articulado de
la Constitución de 1791 establecería la regla para esta separación sobre la base de la renta
percibida de la explotación de una propiedad. La declaración de derechos que acompañó a la
Constitución de 1793 se mostró más inclusiva, al emplear la denominación de “Declaración de los
Derechos del Hombre”. En relación a ello, la propia Declaración sostenía en su artículo 25 el
carácter popular de la soberanía; el artículo 5º de la Declaración, en relación con el 4º de la
Constitución, establecían el sufragio universal, mientras que el artículo 18 de la propia Declaración
abolía la esclavitud, al prohibir a todo hombre venderse o ser vendido. Vid. Declaración de los
Derechos del Hombre, Constitución francesa de 1793, Artículos 5º; 18º; y 25º. La reacción
antijacobina retomó –con sensibles diferencias- para la Constitución de 5 Fructidor la formulación
de la Declaración de 1789, en la forma de “Declaración de Derechos y Deberes del Hombre y del
Ciudadano”. A diferencia de las anteriores no reconoció el carácter natural de los “derechos del
hombre”, sino que los clasificó como los “derechos del hombre en sociedad”. Con ello expulsaba
los fundamentos iusnaturalistas de la constitución y establecía la preeminencia del legislativo sobre
el orden natural en materia de derechos. El Artículo 17 abolía el carácter popular de la soberanía,
al afirmar que esta residía “esencialmente en la totalidad de los ciudadanos”, afirmación que se
ratificaba en el Artículo 2º del texto constitucional. En cuanto al sufragio, el Artículo 8 retornaba a
un modelo censitario, al exigir el pago de una contribución directa para ser considerado ciudadano.
Vid. Declaración de Derechos y Deberes del Hombre y del Ciudadano, Constitución de la
República Francesa de 1795, Artículos 17, 2º y 8º.
119
Este último prescribía como una de las condiciones para fungir como elector la de poseer “un
terreno de cincuenta acres en el distrito, y que sea ciudadano de uno de los Estados, y residente
en el distrito, o que sea propietario de una extensión semejante y que tenga dos años de radicar en
aquél”. Reglamento de Noreste, en RODRÍGUEZ ABRAHANTES, Dagoberto, Historia de los Estados
Unidos. Selección de Lecturas, tomo I, Editorial Félix Varela, La Habana, 2003, pp. 319 – 320.
120
Gouvernour MORRIS -uno de los constituyentistas norteamericanos- lo definía de este modo:
“Dad el voto a las gentes sin propiedad, y ellas lo venderán a los ricos que podrán comprarlo”. La
propia Constitución de los Estados Unidos resultó en este sentido un caso paradigmático.
PARRINGTON lo señalaría de este modo: “Aunque la nueva constitución declaraba tener por base la
soberanía del pueblo, los hombres que la prepararon rehusaban dar a la expresión soberanía del
pueblo un significado igualitario; como dijo John Quincy Adams, ellos no pretendían ser
“adoradores serviles de nuestro amo soberano el pueblo”. PARRINGTON, Vernon Louis, op. cit., pp.
410-411.
121
Como denominador común, buena parte de los textos constitucionales de las un día Trece
Colonias, establecieron el requisito de ser freeholder para poder ostentar derechos políticos.
Nótese la intencionalidad presente en este sustantivo, que no posee equivalente en español y cuya
etimología y significado lo distancian significativamente de proprietary, vocablo más amplio, simple
y frecuente. Resulta que el significado literal del primero equivale a “propietario absoluto de una
finca”, significado equivalente al sustantivo freehold, que viene a significar “dominio absoluto, feudo
franco”. Vid. CUYÁS, Arturo y Antonio, Gran Diccionario Cuyás. Inglés – Español, tomo I, 2ª Edición,
Edición Revolucionaria, La Habana, 1982, pp. 281 – 282. Una traducción al español más
contemporánea a la época puede hallarse en VELÁZQUEZ DE LA CADENA, quien en 1852 traducía
freehold como “feudo franco, hacienda” y freeholder como “dueño, propietario absoluto de una
heredad”. Vid. VELÁZQUEZ DE LA CADENA, Mariano, Nuevo Diccionario de Pronunciación de las
lenguas Inglesa y española, segunda parte, D. Appleton y Compañía, Nueva York, 1852, p. 260.
THOMPSON ha definido el vocablo freehold empleado en los textos constitucionales estaduales
como una forma de tenencia de la tierra reconocida así desde fines del propio siglo XVII: “Freehold
es una forma de tenencia de la tierra, y en el siglo XVII, (…), concurrieron varias clases de
freeholds compuestos por una gran variedad de personas. Por tanto, en el estricto sentido de la
tenencia, los freeholders no formaban un grupo económica o socialmente homogéneo. No
obstante, al igual que en el siglo diecisiete y en los siguientes el término “freeholder” fue usado
para denotar a un grupo con algo más en común que la mera condición de dueño de alguna tierra
en propiedad absoluta (freehold land). Esta homogeneidad artificial se obtuvo por la exclusión de
los más pequeños freeholders de su consideración como tales; en algunos casos esta fue
reforzada también por la exclusión de la gentry y de la nobleza, quienes también eran dueños de
tierras en propiedad absoluta (freehold land). THOMPSON, F. M. L., “A terminological confusion
confounded”, The Economic History Review, nº 2, 1976, p. 311. Al emplear el término freeholder,
en lugar de proprietary, se quería dar la idea de individuo libre de deudas y titular de una propiedad
(en principio agraria) no compartida en acciones, ni hipotecada. Ello colocaba al freeholder a un
nivel más alto que el proprietary, haciendo de la participación política un asunto de la más alta élite
económica. El empleo del término freeholder para referirse al sector terrateniente y a la
preponderancia que el mismo debía tener en el gobierno, fue expuesto por MADISON en los
términos siguientes: “Actualmente prevalecen los intereses de los terratenientes; pero con el andar
del tiempo (…) cuando el número de estos sea comparativamente pequeño (…) ¿no perderán
preponderancia en las elecciones venideras? (…) El gobierno debe constituirse de manera de
proteger la minoría opulenta de la mayoría.” PARRINGTON, Vernon Louis, op. cit., pp. 410 – 411.
Este vocablo fue insertado con esta significación en las constituciones estaduales, como uno de los
requisitos para ejercer el sufragio en el estado. Tal fue el caso del texto virginiano de 29 de junio de
1776, donde se establece que: “Los Representantes, elegibles por cada condado, y por el distrito
de West-Augusta, anualmente, lo serán de entre los hombres residentes en él, y que son
propietarios absolutos en el mismo, o están debidamente cualificados acorde a la ley…”
[Representatives, to be chosen for each county, and for the district of West-Augusta, annually, of
such men as actually reside in, and are freeholders of the same, or duly qualified according to
law,..]. Lo mismo se exigía para el cargo de Senador: “… cada condado en su respectivo distrito, al
momento de la elección de sus Delegados, votará por un Senador, residente actual y propietario
absoluto en el mismo, o que se halle debidamente cualificado acorde a la ley, y tenga más de
veinticinco años de edad,…” […each county of the respective district, at the time of the election of
its Delegates, shall vote for one Senator, who is actually a resident and freeholder within the district,
or duly qualified according to law, and is upwards of twenty-five years of age; …]. Vid. “The
Constitution of Virginia, June 29, 1776”, on Ordinances passed at a General Convention of
Delegates and Representatives from the Several Counties and Corporations of Virginia, Held at the
Capitol in the City of Williamsburg, on Monday, the 6th of May, A. D. 1776, Ritchie, Trueheart &
Duval, Printers, Richmond, 1816, pp. 4 -5. Los artículos 3 y 4 de la Constitución de Delaware de 27
de Agosto de 1776, establecían igual exigencia para ser elector en cada condado (freeholders of
each counties). Vid. “The Constitution of Delaware, August 27, 1776”, on The Constitutions of the
Several Independent States of America, Printed by Norman and Bowen, Boston, 1785, pp. 35 y 36.
El texto de New Hampshire de 5 de enero de 1776 exigía ser “propietarios absolutos respetables y
habitantes en esta colonia” [reputable freeholders an inhabitant within this colony]. Vid. “The
Constitution of New Hampshire, January 5, 1776”, on Acts and Laws of the State of New Hampshire
in America, Printed at Exeter, New Hampshire, MDCCLXXX, p.2. También la Constitución de New
Jersey, donde se exigía ser habitante y propietario absoluto en el condado [an inhabitant and
freeholder in the county]. Vid. “The Constitution of New Jersey, July, 2, 1776”, on Acts of the
General Assembly of New Jersey, compiled by Peter Wilson, Printed by Trenton, New Jersey,
MDCCCLXXXIV, p. IV. Por su parte, la Constitución de Carolina del Norte, en su artículo IX
reconocía el derecho a tener representación política a todas las personas en posesión de freehold
en cualquier pueblo del estado [That all persons possessed of a freehold in any town in this State,
having a right of representation,…]. Vid. “The Constitution of North Carolina, December 18, 1776”
on The Proceedings and Debates of the Convention of North Carolina, called to amend the
Constitution of the State, which assembled at Raleigh, June 4, 1835, to which are subjoined the
Convention act and the Amendments to the Constitution together with the votes of the People
Raleigh, Printed by Joseph Gales and Son, Raleigh, 1836, p. 414. La misma exigencia de
freeholder puede ser apreciada también en la Constitución de Carolina del Sur, de 19 de marzo de
1778. En su artículo XIII, además, se hacía hincapié en el requisito de hombre blanco para ser
elector [The qualification of electors shall be that every free white man, and no other person,…].
Vid. “The Constitution of South Carolina, March 19, 1778”, on A Collection of the Constitutions of
the Thirteen United States of North America, Published by order of Congress of Philadelphia,
Printed by Glasgow & John Bryee, Philadelphia, 1783, p. 57. Otras constituciones estaduales
establecieron el requisito de propiedad en sentido general, o en relación con determinada medida
de terreno, o renta valorada en libras. Tal fue el caso de la Constitución de Georgia de 1777, que
exigía en su artículo VI la posesión –de propio derecho- sobre una extensión de doscientos
cincuenta acres de tierra, o la posesión –también de propio derecho- sobre cualquier clase de
propiedad valorada en más de doscientas cincuenta libras. Vid. “The Constitution of Georgia,
February 5, 1777”, on, Watkins’s Digest of the Laws of the state of Georgia, Printed on
Philadelphia, Philadelphia, 1800, p. 9. La Constitución de Pennsylvania exigía en su Sección 6, el
pago de impuestos públicos durante un año completo. Vid. “The Constitution of Pennsylvania,
September 28, 1776”, on The Proceedings Relative to Calling the Conventions of 1776 and 1790
the Minutes of the Convention that formed the present Constitution of Pennsylvania together with
the Charter to William Penn the Constitutions of 1776 and 1790 and a view of the Proceedings of
the Convention of 1776 and the Council of Censors, Printed by John S. Wiestling, Market Street
Harrisburg, 1825, p. 37.
122
La marcada desigualdad que se desprende de este hecho, era asumida por los
contemporáneos como un valor ético común a la sociedad y a la política. Resultan reveladoras en
este sentido las palabras del líder del partido liberal británico William GLANDSTONE cuando afirmó
que: “No existe ninguna idea política que se haya incorporado menos en la formación del sistema
político de este país que la del amor a la igualdad (…), el amor a la desigualdad es un poder activo
y vivificante, que constituye un elemento esencial, inseparable de nuestros hábitos políticos
mentales.” Citado por BIAGINI, Hugo Eduardo, op. cit.
123
“La constitución garantiza la inviolabilidad de las propiedades o la justa y previa indemnización
de aquellas cuyo sacrificio venga exigido por necesidad pública,…” Vid.: Constitución Francesa de
3 de Septiembre de 1791, op. cit. “Estos derechos son: libertad, igualdad, seguridad y propiedad”.
Vid. “Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano”, Artículo 1º, en Constitución
Francesa de 21 de Junio de 1793, Ob. Cit. En la IV Enmienda a la Constitución de los Estados
Unidos es posible evidenciar una protección indirecta hacia el derecho de propiedad, desde el
derecho a la seguridad. Vid. “Constitución de los Estados Unidos de América”, en RODRÍGUEZ
ABRAHANTES, Dagoberto, op. cit. p. 338.
124
Esta idea es señalada por PATEMAN, para quien “Durante buena parte del siglo XIX, la
importancia del ideal jeffersoniano de una nación constituida por pequeños propietarios
independientes hizo que, en Estados Unidos, el trabajo asalariado fuera visto con recelo. (…) se
estimaba que los trabajadores carecían de la independencia necesaria para que pudiesen ser
considerado ciudadanos”. PATEMAN, Carole, op. cit., pp. 205 – 206.
125
CONSTANT, Benjamín, Curso de política constitucional, tomo primero, Imprenta de la Compañía,
Madrid, 1820, pp. 173 – 172.
126
MILL, John Stuart, op. cit., p. 10.
127
MARX reconoció este hecho, al sostener que “la burguesía no tiene rey; la verdadera forma de
su dominación es la república”. MARX, Carlos y ENGELS, Federico, Obras Escogidas, tomo I,
Editorial Progreso, Moscú, 1986, p. 238.
128
Vid. LOCKE, John, op. cit. p. 143.
129
“Nor can any edict of anybody else, in what form soever conceived, or by what power soever
backed, have the force and obligation of a law which has not its sanction from that legislative which
the public has chosenand appointed; for without this the law could not have that which is absolutely
necessary to its being a law, the consent of the society, over whom nobody can have a power to
make laws…”. (“Ni puede ningún edicto de otra autoridad cualquiera, en forma alguna imaginable,
sea cual fuere el poder que lo sustentare, alcanzar fuerza y obligación de ley sin la sanción del
poder legislativo que el público ha escogido y nombrado; porque sin ésta la ley carecería de lo que
le es absolutamente necesario para ser tal: el consentimiento de la sociedad, sobre la cual no tiene
el poder de dictar leyes,…”). LOCKE, John, op. cit. p. 162. Otros autores ingleses como Bolingbroke,
poseían versiones mejor elaboradas que la de Locke acerca del modelo de separación de los
poderes. Es posible que la inspiración para su teoría, Montesquieu la haya obtenido del círculo de
Bolingbroke, con el que guardó contacto durante su estancia en Inglaterra. Vid. PEREDA, Carlos, “El
problema de Montesquieu”, en Diánoia, nº 31, 1985, p. 60.
130
“Todo se habría perdido si el mismo hombre, la misma corporación de próceres, la misma
asamblea del pueblo ejerciera los tres poderes: el de dictar las leyes; el de ejecutar las
resoluciones públicas y el de juzgar los delitos o pleitos entre particulares”. MONTESQUIEU, op. cit. p.
191.
131
“Si el poder ejecutivo no tiene el derecho de contener los intentos del legislativo, este será un
poder despótico, porque pudiendo atribuirse toda facultad que se le antoje, anulará todos los
demás poderes. (…) Pero si el poder legislativo, en un Estado libre, no debe inmiscuirse en las
funciones del ejecutivo ni paralizarlas, tiene el derecho y debe tener la facultad de examinar de qué
manera las leyes que él ha hecho han sido ejecutadas.” Ídem. p. 196.
132
Vid. “Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano”, en Constitución Francesa de 3
de Septiembre de 1791, Ob. Cit. En los debates constitucionales librados en las páginas del El
Federalista, apuntaba MADISON, en atención a una supuesta violación de la separación de los
poderes: “The oracle who is always consulted and cited on this subject is the celebrated
Montesquieu. If he be not the author of this invaluable precept in the science of politics, he has the
merit at least of displaying and recommending it most effectually to the attention of mankind”. The
Federalist Papers, nº 47, February 1, 1788. (“El oráculo que siempre se consulta y cita en este
punto es el célebre Montesquieu. Si él no es el autor de este invaluable precepto de la ciencia
política, tiene al menos el mérito de haberlo desarrollado y expuesto del modo más efectivo a la
atención del público.”).
133
“This is the perfect condition of slavery, which is nothing else but the state of war continued
between a lawful conqueror and a captive, for if once compact enter between them, and make
an agreement for a limited power on the one side, and obedience on the other, the state of war and
slavery ceases as long as the compact endures; for, as has been said, no man can by agreement
pass over to another that which he hath not in himself—a power over his own life”. LOCKE, John, op.
cit., pp. 114 - 115.
134
En 1669, como secretario de los Lords propietarios, Locke escribiría una Constitución para la
colonia norteamericana de Carolina (The Fundamental Constitution of Carolina). Una de sus
cláusulas prohibía a cualquier siervo o a su descendencia, abandonar la tierra de su señor “hasta el
134
fin de las generaciones” . Vid. VARNAGY, Tomás, op. cit. pp. 48 – 49.
135
Al respecto puede consultarse a MANNIX & COWLEY, Historia de la trata de negros, Alianza
Editorial, Madrid, 1968, p. 17 y ss. Al decir de W ILLIAMS, en la Inglaterra del siglo XVIII la esclavitud
existió bajo los ojos de los propios ingleses y en el entramado de los tratantes de esclavos -y desde
1667- se sostenía que “siendo los negros generalmente vendidos y comprados entre comerciantes,
como una mercancía, y siendo incluso infieles, podría haber una propiedad sobre ellos”. W ILLIAMS,
Eric, Capitalismo y esclavitud, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, p. 37.
136
Vid. BOTLOCH, Eduardo, “Ciencia, raza y racismo en el siglo XVIII”, Ciencia Hoy, Nº 33, 1996.
Disponible en: http://www.ciencia-hoy.retina.ar/hoy33/raza02.htm. [Consultado en 20/5/2014].
137
Vid. DUBOIS, Laurent, A Colony of Citizens. Revolution & Slave Emancipation in the French
Caribbean, 1787-1804, The University of South Carolina Press, Chapell Hill, 2004, pp. 174-175.
138
Citado por GÓMEZ, Alejandro E., “¿Ciudadanos de color?”, Nuevo Mundo Mundos Nuevos.
Disponible en: http://nuevomundo.revues.org/9973. [Consultado el 7/10/ 2014].
139
MONTESQUIEU, op. cit. p. 275.
140
MONTESQUIEU llegó al extremo de negar la condición humana de los africanos, al sostener: “No
se concibe que Dios, un ser tan sapientísimo, haya puesto un alma en un cuerpo tan negro, y un
alma buena, es aún más inconcebible en un cuerpo semejante. (…) Es imposible suponer que tales
seres sean hombres, porque si lo supusiéramos, deberíamos creer que nosotros no somos
cristianos.” Ídem. p. 278. En 1802 ANTILLÓN criticaba a Montesquieu –en referencia a la esclavitud-
no “resolverse a tratar con seriedad esta question [sic]”. ANTILLÓN, Isidoro, Disertación sobre el
origen de la esclavitud de los Negros, Imprenta de Miguel Domingo, Mallorca, 1811, p. 10. El
empleo de un argumento como este, lo coloca del lado de la concepción oligárquica acerca de la
libertad individual, pues quien en plena modernidad emplease términos tales, no puede ser
considerado como demócrata.
141
Este reconocimiento constitucional hacia la propiedad como derecho natural, influyó a la hora de
establecer un orden de prioridad entre este y el derecho a la libertad individual propiamente dicho.
En las declaraciones de derechos de algunas constituciones ambos se invocaron a un mismo nivel
declarativo, al margen de aquellos individuos que no eran propietarios ni de su propia libertad. De
ahí que la Constitución francesa de 1793, aunque mantuviera el reconocimiento hacia el carácter
natural del derecho de propiedad en su declaración, tuviese que abolir directamente la esclavitud.
Jurídicamente esta semántica poseía un sentido para la época, pues si la propiedad y la libertad
eran igualmente derechos naturales, ¿por qué uno no podía relativizar la vigencia del otro a la hora
de legitimar la esclavitud? Una parte considerable de los textos constitucionales de fines del siglo
XVIII, al formular la protección hacia el derecho de propiedad, lo hicieron desde la invocación de su
carácter de derecho natural. Es posible encontrar la misma en las declaraciones de derechos de
las constituciones de Pennsylvania de 1776, y de Vermont de 1777 y 1786, respectivamente. En la
primera se afirma en el Artículo I que “Todos los hombres son nacidos igualmente libres e
independientes, y poseen ciertos derechos naturales, inherentes e inalienables, los cuales son, el
disfrute y defensa de la vida y la libertad; adquirir, poseer y proteger la propiedad...” [That all men
are born equally free and independent, and have certain natural, inherent and inalienable rights,
amongst which are, the enjoying and defending life and liberty; acquiring, possessing and protecting
property…]. “The Constitution of Pennsylvania, September 28, 1776”, on The Proceedings Relative
to Calling the Conventions of 1776 and 1790 the Minutes of the Convention that formed the present
Constitution of Pennsylvania together with the Charter to William Penn the Constitutions of 1776
and 1790 and a view of the Proceedings of the Convention of 1776 and the Council of Censors,
Printed by John S. Wiestling, Market Street Harrisburg, 1825, pp. 34 – 42. Por su parte, los dos
textos de Vermont mantuvieron la misma redacción en cuanto a este particular. También en el
Artículo I de su declaración de derechos sostenía que “Todos los hombres son nacidos igualmente
libres e independientes, y poseen ciertos naturales, inherentes e inalienables derechos; los cuales
son, el disfrute y defensa de la vida y libertad adquirida, la posesión y protección de la
propiedad,…” [THAT all men are born equally free and independent, and have certain natural,
inherent and unalienable rights; amongst which are, the enjoying and defending life and liberty-
acquiring, possessing and protecting property-…]. “The Constitution of Vermont, July 4, 1786”, on
Vermont State Papers; being a Collection of Records and Documents connected with the
assumption and establishment of Government by the people of Vermont; together with the Journal
of the Council of Safety, the First Constitution, the early Journals of the General Assembly and the
Laws from the year 1779 to 1786 inclusive. To which are added the Proceedings of the first and
second Councils of Censors, J. W. Copeland, Printer, Middlebury, 1823, pp. 567 – 574. En Francia,
la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano de 1789, sostenía en su Artículo 2º que
“La finalidad de toda asociación política es la conservación de los derechos naturales e
imprescriptibles del hombre. Esos derechos son la libertad, la propiedad, la seguridad y la
resistencia a la opresión”. Constitución Francesa de 3 de septiembre de 1791. Disponible en www.
hc.rediris.es/01/Constituciones/cf1791.htm. (Consultado en 8/1/2014). La misma formulación de la
propiedad como derecho natural puede encontrarse también en la Declaración de Derechos del
Hombre de 1793, a partir de la relación entre los artículos 1º y 2º de la misma, los cuales sostienen:
“Art. 1º. (…) El gobierno se instituye para garantir al hombre el goce de sus derechos naturales e
imprescriptibles. Art. 2º. Estos derechos son: libertad, igualdad, seguridad y propiedad”.
Constitución Francesa de 24 de junio de 1793. Disponible en
www.diputados.gob.mx/biblioteca/bibdig/const_mex/const_fra.pdf. (Consultado en 8/1/2014).
142
La razón de tal preeminencia en el orden de los derechos, poseía como esencia las
necesidades económicas generadas por la ausencia de mano de obra para el trabajo en las
colonias. Esto resultaba evidente, incluso, para los contemporáneos. MONTESQUIEU afirmaba que:
“Exterminados los pueblos de América por los de Europa, estos últimos necesitaban, para
desmontar las tierras, llevar esclavos de África.” MONTESQUIEU, op. cit., p. 278.
143
Un sector de los constituyentistas norteamericanos, habían visto en la esclavitud un hecho
contradictorio con el proyecto independentista e intentaron condenarlo. Tal fue el caso de Thomas
Jefferson. En el texto original de la “Declaración de Independencia” había un fragmento especial
que condenaba la esclavitud y la trata. Figuraba en el último punto de las acusaciones lanzadas
contra el Rey y fue rechazado en el Congreso constituyente por su marcada interpretación
abolicionista. El mismo rezaba así: “He has waged cruel war against human nature itself, violating
it´s most sacred rights of life and liberty in the persons of a distant people who never offended him,
captivating and carrying them into slavery in another hemisphere, or to incur miserable death in
their transportation thither, this piratical warfare, the opprobrium of infidel powers, is the warfare of
the Christian king of Great Britain (determined to keep open a market where Men should be bought
and sold)…”. (“Él ha lanzado una Guerra cruel contra la propia naturaleza humana, violando con
ella los más sagrados derechos de la vida y la libertad a personas de pueblos distantes que nunca
le ofendieron, cautivándolos y reduciéndolos a la esclavitud en otro hemisferio, u ocasionándoles
una muerte miserable durante su viaje, esta agresión pirática, el oprobio de poderes infieles, es el
pecado del rey Cristiano de Gran Bretaña (dispuesto a mantener abierto un mercado donde los
Hombres pueden ser comprados y vendidos…”). BECKER, Carl, The Declaration of Independence. A
Study of the History of Political Ideas, The Modern Student´s Library, New York, 1942, p. 147.
144
“Representatives and direct taxes shall be apportioned among the several States which may be
included within this Union, according to their respective numbers, which shall be determined by
adding to the whole number of free persons, including those bound of to service for a term of
year, and excluding Indians not taxed, three fifths of all other persons”. (“Los Representantes y
los impuestos directos serán prorrateados entre los distintos Estados que se integren a esta Unión,
según su población respectiva, la cual quedará determinada por la adición del número total de
personas libres, incluidas las que están obligadas al servicio durante cierto período de años y con
exclusión de los indígenas no sujetos a impuestos, las tres quintas partes de todas las demás
personas”). “Constitution of the United States of America”, Article I, section 2ª, en STORY, Joseph, A
Familiar Exposition of the Constitution of the United States, Thomas H. Webb & Co., Boston, 1842.
[La negrita es del autor].
145
En la redacción del Derecho el significado de los términos es crucial para la legitimación de
determinadas realidades jurídicas. De ahí que la interpretación histórica de los textos normativos
no pueda realizarse a plenitud desde la mera lectura, pues, al decir de FOUCAULT, la propia
semántica normativa se encarga de enmascarar la realidad en formas jurídicas. Con la legitimación
de la propiedad esclavista en los Estados Unidos, ocurrió de modo similar. Para los colonos
norteamericanos que hicieron la independencia, la esclavitud africana y la servidumbre escriturada
resultaban realidades cotidianas legitimadas como relaciones de propiedad. De ahí que las
constituciones de aquellos estados donde existía la institución esclavista, hiciesen énfasis en que
el orden político se asentaba, se construía y existía, solo para los hombres libres (freemen) de ese
estado. Es este el sentido en el que deben ser interpretadas sus declaraciones de derechos, sobre
todo en aquellos casos en los que estas se expresaron desde formulaciones generales. En casi
todos los textos constitucionales de los estados esclavistas el sustantivo freemen resulta común,
como término individualizador y excluyente, para designar al sujeto portador de derechos y
libertades políticas o para señalar al grupo humano del cual dimanaba la soberanía. Por oposición,
si se entiende que en una sociedad determinada existen individuos susceptibles de ser
denominados freemen, es porque hay otros que no gozan de tal denominación. El artículo LVIII de
la Constitución de Georgia, reconocía la libertad de ser oído en juicio, en la forma de privilegio
inherente a cada hombre libre (freeman): “Con esto no se pretende excluir a ninguna persona del
privilegio inherente a cada hombre libre, la libertad para defender su propia causa” [This is not
intended to exclude any person from that inherent privilege of every freeman, the liberty to plead his
own cause]. “The Constitution of Georgia, February 5, 1777”, op. cit., p. 15. Luego de señalar en
los artículos VIII, IX, XII, XIII, XIV y XV, los derechos y garantías que correspondían a cada hombre
libre (every freeman) del estado, la Constitución de Carolina del Norte sostenía en el preámbulo de
su parte orgánica que: “… por ello nosotros, los Representantes de los hombres libres de Carolina
del Norte, electos y constituidos en Congreso, para el propósito manifiesto de formar una
Constitución,…” [… therefore we, the Representatives of the freemen of North-Carolina, chosen
and assembled in Congress, for the express purpose of framing a Constitution…]. “The Constitution
of North Carolina, December 18, 1776”, op. cit, pp. 410 y 412. También la Constitución de
Pennsylvania, al momento de regular los requisitos para el sufragio y formación de su Congreso,
aludía solo a los hombres libres el estado bajo los términos de freemen y all free men. Por otra
parte, en la sección 9 de su artículo VII declaraba en relación con la Cámara de Representantes,
que esta era la “asamblea general de los representantes de los hombres libres de Pennsylvania”,
[The general assembly of the representatives of the freemen of Pennsylvania]. “The Constitution of
Pennsylvania, September 28, 1776”, op. cit, pp. 35 – 36 y 38. La Constitución de Carolina del Sur
de 1778, en su preámbulo, declaraba como sujeto de la soberanía a “los hombres libres de este
Estado, reunidos en asamblea general,…” [That the following articles, agreed upon by the freemen
of this State, now met in general assembly,], y en su Artículo XIII estipulaba que “La cualificación
para los electores deberá recaer en cada hombre blanco libre, y no en otra persona,…” [The
qualification of electors shall be that every free white man, and no other person,]. ¿A qué otras
personas se les excluía de esta cualificación por no ser ni blancos, ni libres? Específicamente este
artículo muestra el estilo de reconocimiento –por oposición- hacia la existencia de esclavitud en el
estado. Como ejemplo contrario a lo dicho, puede señalarse al texto constitucional de Virginia,
donde resulta imposible hallar el vocablo freemen. En cambio, su postura hacia la esclavitud
resultó expresa al sostener, entre la lista de acusaciones contra el Rey de Inglaterra, la de incitar a
los negroes a levantarse en armas, contrariando la legitimidad de su exclusión legal. [By prompting
our negroes to rise in arms against us, those very negroes whom, by an inhuman use of his
negative, he hath refused us permission to exclude by law …]. Vid. “The Constitution of Virginia,
June 29, 1776”, op. cit., p. 4. Comparados los textos señalados con el estilo de redacción de la
constitución federal de 1787, se puede apreciar la influencia significativa en ella de las
constituciones estaduales al momento de formular la tolerancia hacia la propiedad sobre esclavos.
Como contraposición, la Constitución de Vermont de 1786, en su Artículo I, estableció una fórmula
para la extinción paulatina de la esclavitud, sobre a base del reconocimiento hacia la igualdad y la
libertad natural de los hombres. No obstante, del reiterado empleo del sustantivo freemen en el
preámbulo y a la hora de establecer los requisitos electorales, se deduce que la propiedad
esclavista existente al momento de ser aprobada la constitución, fue respetada. Lo mismo se colige
del estilo de redacción del citado Artículo I, en el que se declara que “… ningún hombre, nacido en
este país, o traído por mar, conviene sea mantenido por ley al servicio de ninguna persona, como
sirviente, esclavo, o aprendiz, después de arribar a la edad de veintiún Años; ninguna mujer, de
igual manera, después de arribar a edad de dieciocho años;…” [no male person, born in this
country, or brought from over sea, ought to be holden by law to serve any person, as a servant,
slave, or apprentice, after he arrives to the age of twenty one Years; nor female, in like manner,
after she arrives to the age of eighteen years;]. Como se aprecia, nada se dice de aquellos
esclavos ya nacidos que superen las edades señaladas. Vid. “The Constitution of Vermont, July 4,
1786”, on Vermont State Papers; being a Collection of Records and Documents connected with the
assumption and establishment of Government by the people of Vermont; together with the Journal
of the Council of Safety, the First Constitution, the early Journals of the General Assembly and the
Laws from the year 1779 to 1786 inclusive. To which are added the Proceedings of the first and
second Councils of Censors, J. W. Copeland, Printer, Middlebury, 1823, pp. 567 y 569. Esta
situación de existencia de relaciones esclavistas en unos estados, en proceso de extinción en otros
e inexistente en algunos, explica el por qué el Bill of Rigths de 1791, documento constitucional que
debía reflejar determinadas bases dogmáticas comunes para toda la federación, no tomase partido
al respecto.
146
En 1808 los Estados Unidos abolieron el tráfico de esclavos, sin embargo, este artículo hace
referencia a otra forma de tráfico de mano de obra que existía desde la época colonial y que se
mantuvo en los mismos albores de la revolución: la servidumbre escriturada. Los que emigraban a
los Estados Unidos en esta condición eran comprados y vendidos como esclavos en los mismos
puertos. Sirva de ejemplo esta cita del diario personal de una de las víctimas de este tráfico: “Hoy
vinieron a bordo varias personas a comprar contratos de trabajadores y entre ellas había dos
arrieros de almas, que son hombres que tienen por negocio ir a bordo de todos los barcos que
tienen trabajadores escriturados o reos condenados y a veces los compran todos y a veces una
partida, (…), y luego los arrean por todas partes como una partida de ovejas hasta que pueden
venderlos con provecho…”. “Diario de John Harrower, 16 de enero de 1774”, en PARRINGTON,
Vernon Louis, op. cit., p. 198.
147
“The migration or importation of such persons, as any of the States, now existing shall think
propped to admitted …” (“La migración o importación de aquellas personas, que cualquiera que
los Estados que ahora existen considere apropiado aceptar, no deberá ser prohibida por el
Congreso antes del Año mil ochocientos ocho,…”). Idem. Article I, section 9.
148
Al respecto puede verse a BEARD, Charles A., An Economic Interpretation of the Constitution of
the United States, The Free Press, New York, 1986, pp. 28 y ss; y pp. 176 y ss. En pleno siglo XIX
el abolicionista español AHUMADA Y CENTURIÓN afirmaba respecto a la Constitución norteamericana:
“esa Constitución, en que no se encuentra una sola vez dicha palabra [esclavitud], era un pacto,
del cual la esclavitud se deducía como una consecuencia necesaria…” AHUMADA Y CENTURIÓN,
José, La abolición de la esclavitud en países de colonización europea, Imprenta de F. López
Vizcaíno, Madrid, 1870, p. 40.
149
Cit. en Ídem. p. 38.
150
Un importante precedente del abolicionismo francés lo constituyó la publicación en 1770 de la
Historia Filosófica y Política de los Establecimientos y del Comercio de los Europeos en sus Indias,
publicada por el abate Raynal.
151
ROBESPIERRE, Maximillien, Por la felicidad y por la libertad. Discursos, Editorial Ciencias
Sociales, La Habana, 2014, p. 64.
152
Citado por JAMES, Cyrill L. Robert, Los jacobinos negros, Casa de Las Américas, La Habana,
2010, p. 59.
153
Al respecto afirmaba: “… la propiedad es el derecho que tiene cada ciudadano a gozar y
disponer de la porción de bienes que les garantiza la ley”. Y más adelante señalaba que dicho
derecho no podía “perjudicar la seguridad, la libertad y la existencia de nuestros semejantes. (…)
todo comercio que viole ese principio es esencialmente ilícito e inmoral”. ROBESPIERRE, Maximillien,
Virtud y Terror, Editorial Akal, Madrid, 2010, p. 159.
154
“18º. Todo hombre puede comprometer sus servicios y su tiempo, pero no venderse ni ser
vendido; su persona no es una propiedad transmisible. La Ley no reconoce domesticidad…”
Constitución Francesa de 1793. Disponible en:
http://www.diputados.gob.mx/biblioteca/bibdig/const_mex/const_fra.pdf. [Consultado el
14/10/2014].
155
“19º. A nadie puede privarse de la menor Proción de su propiedad sin su consentimiento, á no
ser que la necesidad pública legalmente acreditada lo exija y bajo previa y justa indemnización”.
Ibídem.
156
“…el trabajo realizado por esclavos, aunque sólo parece costar la manutención de los mismos,
es al final el más caro de todos. Una persona que no pueda adquirir ninguna propiedad no puede
tener otro interés que comer lo más posible y trabajar lo menos posible. (…). La plantación de
azúcar y de tabaco puede soportar las expensas de un cultivo manejado por esclavos;…”. SMITH,
Adam, op. cit., p. 348. Esta tesis sería refutada por MARX, al afirmar que: “… los capitalistas
transferían sus negocios con preferencia al negocio colonial, como un medio de elevar la cuota de
ganancias, ya que como consecuencia de la esclavitud y de la fertilidad natural, el valor del trabajo
era menor”. Citado por IBARRA CUESTA, Jorge, Marx y los historiadores ante la plantación
esclavista, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2008, p. 14.
157
Vid. W ILLIAMS, Eric, op. cit. p. 5.
158
Sobre el lugar de la esclavitud en el sistema capitalista afirmó MARX que “la esclavitud
encubierta de los obreros asalariados en Europa exigía, como pedestal, la esclavitud sans phrase
[sin reservas] en el Nuevo Mundo.” MARX, Carlos y ENGELS, Federico, op. cit., p. 147.
159
El término Ilustración para referirse al movimiento de las luces, fue una creación española. Uno
de los primeros en publicar la palabra en imprenta fue Jovellanos en 1793, pero lo cierto es que se
empleaba desde mediados del siglo. Al respecto ha dicho AGUILAR PIÑAL: “En todas partes, excepto
en España, que rechaza la noción de iluminar y la sustituye por la de ilustrar, más didáctica y
menos filosófica, más científica y menos contaminada por el deísmo reinante. España –vienen a
decir los forjadores de la palabra- no necesita más luz que la de la fe”. AGUILAR PIÑAL, Francisco,
La España del absolutismo ilustrado, Editorial Espasa Calpe, 1ª edición, Madrid, 2005, p. 20.
160
AGESTA caracterizaría la situación del pensamiento español de este período del modo siguiente:
“Los pintorescos vejámenes en que se celebraba a los doctorandos y los memoriales y
representaciones en que se hacen presentes a Su Majestad los males del reino son el triste
resumen de la obra de las aulas y de los ingenios políticos de la época”. SÁNCHEZ AGESTA, Luis,
“Feijóo y la crisis del pensamiento político español en el siglo XVIII”, en Revista de Estudios
Políticos, nº 22, 1945, pp. 71-72.
161
La existencia de una Ilustración española –en el más amplio sentido del término- ha sido pasto
de polémicas entre diversos estudiosos del asunto. En unos, como Miguel ARTOLA, el rechazo a la
existencia de esta ha sido radical: “España no llegó a conocer siquiera el espíritu ilustrado. (…) No
existe una Ilustración española porque no existe en España un cuerpo de filósofos y tratadistas
políticos imbuidos de las nuevas ideas”. En ARTOLA, Miguel, Los afrancesados, Atalaya, Madrid,
1997, p. 32. Otros, por el contrario, han sostenido opiniones más moderadas. Desde un punto de
vista conciliador Gregorio MARAÑÓN sostuvo que si bien como nación España no se incorporó a la
Ilustración, al menos sí tuvo entre sus hombres a “los grandes titanes aislados encargados de que
no se rompiese la línea de continuidad de la civilización”. En MARAÑÓN, Gregorio, Las ideas
biológicas del Padre Feijóo, Espasa – Calpe, 1936, p. 309. En un sentido similar y desde la
perspectiva del atraso cultural de la población en general DOMÍNGUEZ ORTIZ afirmaría que: “Nunca
fue, por ejemplo, prohibida la circulación de las obras de Newton. No circulaban, simplemente,
porque no había público capacitado para entenderlas”. DOMÍNGUEZ ORTIZ, Antonio, Sociedad y
estado en el siglo XVIII español, Ariel, Barcelona, 1976, pp. 476 – 477. Desde un punto de vista
apologético Jean SARRAILH y Antonio ALATORRE han expresado que “… el siglo XVIII tiene el
derecho a un sitio de honor en la historia de la España liberal. Fue este siglo el que lanzó las
grandes ideas de libertad, de justicia social y de fraternidad, (…). Este siglo intentó la maravillosa
empresa de dar a los españoles el pan y la libertad y de formarlos en una convivencia sin la cual no
hay paz ni felicidad”. Finalmente, en su obra ya citada, DOMÍNGUEZ ORTIZ brinda el punto de vista
más objetivo al sostener que “La ilustración fue la aventura espiritual de unos pocos miles de
españoles, (…), dispersos por toda la geografía peninsular, pero agrupados de preferencia en la
Corte y en ciertas plazas mercantiles (…). Pero la masa seguía siendo más accesible a la
predicación de fray Diego de Cádiz que a las novedades ideológicas. La minoría ilustrada era,
según todos los indicios, una pequeña minoría…”. DOMÍNGUEZ ORTIZ, Antonio, OP. cit., p. 494.
162
En este sentido Antonio ELORZA afirmó que el objetivo del Despotismo Ilustrado no era sino
lograr “Una modernización conservadora (…) que ajustase las piezas internas del comportamiento
estamental sin abrir cauce a la revolución burguesa,…” ELORZA, Antonio, “Las ideas políticas.
Ilustración y anti – ilustración”, en Revista Historia, nº 16, 1978, p. 72. Esta misma ha sido la
opinión de MESTRE SANCHÍS para quien “el gran movimiento reformista ilustrado radica en la Corte y
alrededor del poder gubernamental”. MESTRE SANCHÍS, Antonio, Despotismo e Ilustración en
España, Ariel, Barcelona, 1976, p. 161.
163
MAYANS Y SISCAR, Gregorio, Idea de un Diccionario Universal de la Jurisprudencia civil, Imprenta
de Josef Estevan Dolz, Valencia, 1768, p. 541.
164
En la edición de 1780 puede leerse la siguiente definición de libertad: “La facultad natural, ó
libre albedrío, que tiene cada uno para hacer, ó decir lo que quisiere; menos lo que está prohibido,
ó por fuerza, ó por derecho”. Mapa de diccionarios. Instituto de Investigación Rafael Lapesa de la
Real Academia Española, 2013, [en línea]. Disponible en:
http://web.frl.es/ntllet [Consultado en 9/1/2015].
165
Vid. CHACÓN DELGADO, PEDRO JOSÉ, “El concepto libertad en España (1770-1870)”, en Revista
de Historia Social y de las Mentalidades, nº 1, 2011, p. 48. Para VARELA SUANZES ya desde fines
del siglo XVIII puede hablarse en España de la existencia de un debate constitucional. Vid. VARELA
SUANZES, Joaquín, “¿Qué ocurrió con la ciencia del Derecho en la España del siglo XIX?”, en
Boletín de la Facultad de Derecho, Universidad de Oviedo, nº 14, 1999, p. 97.
166
En 1793 VILLANUEVA escribía refiriéndose a los filósofos ilustrados: “No hablan de la libertad
esencial del hombre que consiste en la naturaleza del libre albedrío, ni de la libertad de
servidumbre que se opone a la esclavitud, sino de la libertad civil que se opone a la subordinación
a la legítima autoridad, y por otro nombre se llama independencia”. VILLANUEVA, Joaquín Lorenzo,
Catecismo del Estado según los principios de la religión, Imprenta Real, Madrid, 1793, p. 13. En
cuanto a la relación entre la libertad y el principio de autoridad, afirmaba: “P. ¿Qué es la
subordinación a la legítima autoridad? R. La sumisión y obediencia de los súbditos a las cabezas
del Estado, compatible con la libertad esencial del hombre y con la servidumbre”. Ídem. p. 14.
167
RODRÍGUEZ DE CAMPOMANES, Pedro, “Reflexiones sobre la política exterior (mayo de 1792)”, en
Inéditos Políticos, Universidad de Oviedo, 1996, pp. 163-164.
168
RUIZ RUIZ ha señalado como una de las causas para la frustración del ideal republicano en
España, al fracaso del movimiento comunero: “El definitiva, en ninguno de ambos escenarios la
tradición republicana clásica tuvo oportunidad de florecer. En el primer caso, porque quedó
frustrada de raíz como consecuencia del fracaso del movimiento comunero.” RUIZ RUIZ, Ramón,
“Republicanismo clásico en el pensamiento hispano: comentarios sobre una tradición frustrada”, en
Anales de la Cátedra Francisco Suárez, nº 47, 2013, p. 275. Estudios recientes, basados en la
prensa española de 1820 a 1823, se refieren a la existencia de una estrecha élite ilustrada
partidaria de ideales republicanos en España, si bien en total desconexión con las masas
populares. Al respecto puede verse a: ROCA VERNET, Jordi, “¿Hubo republicanos en el Trienio
Liberal? Historia, moral y federalismo en el discurso republicano del Primer Liberalismo”, en
Revista de Estudios Políticos, nº 156, 2012, pp. 85 – 123.
169
“La Constitución es siempre la efectiva, la histórica, la que no en turbulentas asambleas ni en un
día de asonada, sino en largas edades fue lenta y trabajosamente educando la conciencia nacional
con el concurso de todos y para el bien de la comunidad. ¡Qué mayor locura que pretender hacer
una Constitución como el quien hace un drama o una novela!”. JOVELLANOS, Gaspar Melchor,
“Discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia”, en Obras publicadas e inéditas de Don
Gaspar Melchor de Jovellanos, tomo segundo, M. Rivadeneyra Impresor – Editor, Madrid, 1859, p.
457.
170
JOVELLANOS, Gaspar Melchor, “Carta a Antonio Fernández de Prado”, 17 de Diciembre de 1795,
en Ídem. p. 147. Todavía en 1808 el propio JOVELLANOS –como representante del sector moderado
de los liberales- afirmaba en el mismo sentido que “… la primera dicha de España es tener en seno
usos y fueros que facilitan el establecimiento de las libertades, sin quebrantar los fundamentos de
la jerarquía…”. Citado por CORONA GONZÁLEZ, Santos, “El pensamiento constitucional de
Jovellanos”, en Revista Historia Constitucional, nº 1, 2000, p. 82. Disponible en
http://hc.rediris.es/01/index.html. [Consultado el 2/1/2015].
171
CONDE DE FLORIDABLANCA, “Instrucción Reservada que la Junta de Estado, creada formalmente
por mi decreto de este día, 8 de julio de 1787, deberá observar en todos los puntos y ramos
encargados a su conocimiento y examen”, en Obras Originales del Conde de Floridablanca y
Escritos referentes a su persona, M. Rivadeneyra Impresor, Madrid, 1867, p. 229.
172
Vid. CHACÓN DELGADO, Pedro José, OP. cit., p. 50.
173
En el primer texto para la enseñanza de la Constitución publicado en España en 1821, apuntaba
su autor: “…la libertad natural es la facultad de hacer lo que se quiere sin otros límites que los que
pone la fuerza o resistencia de los objetos externos; la libertad civil es la misma facultad limitada o
moderada por las leyes: la libertad civil es la libertad natural menos las porciones cuyo sacrificio ha
creído necesario la ley para obtener el fin de la asociación, que es el bienestar o felicidad común.”
SALAS, Ramón, Lecciones de Derecho Público Constitucional para las escuelas de España, tomo I,
Imprenta del Censor, Madrid, 1821, p. 50.
174
Vid. Constitución de la Monarquía española de 1812, Artículo 4. Disponible en
www.congreso.es/constitucion/ficheros/historicas/cons_1812.pdf. [Consultado en 2/1/2014].
175
SALAS, Ramón, op. cit. p. 61.
176
Su Artículo 4 consagraba de modo expreso la protección de la libertad civil y la propiedad,
mientras que el Título V -encargado de regular los tribunales y la administración de justicia- recogía
un considerable plexo de derechos procesales. Este vacío fue advertido por los propios
constitucionalistas españoles de la época. En sus Lecciones de Derecho Público de 1821, el
tratadista Ramón SALAS se lamentaba de la ausencia de una carta de derechos en la constitución.
Al efecto la consideraba “la parte más principal de una Constitución política, que no debe contener
más que esta declaración y la distribución de los poderes políticos.” SALAS, Ramón, op. cit., p. 168-
169.
177
Cfr. Constitución de la Monarquía española de 1812, Artículo 4, op. cit.
178
En opinión de los contemporáneos, la concepción constitucional de la libertad española, debía
entenderse en un doble aspecto: política y civil. Tal era el criterio de ALCALÁ GALIANO al afirmar
que: “Háse [sic] dividido asimismo la libertad en dos partes, política y civil; entendiéndose por la
primera la concesión de ciertos derechos políticos a los ciudadanos en el estado, por los cuales
tienen una parte mayor o menor, en el manejo de los negocios públicos, y significando la segunda
ciertas seguridades a las personas y haciendas, con las cuales vive el hombre no sujeto a la
arbitraria voluntad del que manda, sino a un tiempo bajo la obediencia y protección de las leyes”.
ALCALÁ GALIANO, Antonio, Lecciones de Derecho Político Constitucional, Imprenta de D. I. Boix,
Madrid, 1843, p. 78.
179
FERNÁNDEZ SARASOLA, Ignacio, op. cit. p. 43.
180
Vid. Artículo 5 en relación con Artículos 18, 23 y 25, Constitución Política de la Monarquía
española de 1812.
181
Vid. Artículos 24 y 25, Ídem.
182
Vid. Artículo 22, Ídem.
183
Tal fue el criterio de SALAS en 1821, para quien: “… el español originario de África que haya
hecho servicios calificados a la patria, ó que se distinga por su talento, aplicación y conducta
conseguirá de las Cortes una carta de ciudadano como una gracia,…” SALAS, Ramón, op. cit., p.
49. El mismo criterio es defendido por PETIT, Carlos, “Negros y mulatos; españoles de ambos
hemisferios”, en Historia Constitucional, nº 15, 2014, pp. 172.
184
En ARANGO Y PARREÑO, Francisco, Obras, volumen II, Editorial Imagen Contemporánea, La
Habana, 2005, p. 85.
185
Ídem., pp. 86 – 87.
186
Ídem. p. 92.
187
En el propio 1811 un grupo de esclavos gaditanos se dirigieron a las Cortes en demanda de su
libertad, bajo la promesa de abonar el costo de la misma con su trabajo. La respuesta de la
Comisión de Justicia de las propias Cortes evidencia cómo el lenguaje constitucional permitía
legalizar la institución: “… aunque la esclavitud al parecer degrada el ser del hombre (…), habida
pues por derecho público entre los hombres por lícita adquisición de esclavos, es una propiedad
que debe protegerse por los gobiernos entre tanto por ley no se prohíba.” Citado por PETIT, Carlos,
op. cit. p. 159. El debate abolicionista en España había contado con un temprano precedente,
radical y aislado, en 1802. En ese año Isidoro de ANTILLÓN publicaba en una imprenta de Mallorca
su Disertación sobre el origen de la esclavitud de los Negros. En junio de 1811, ya diputado a
Cortes, volvió a reimprimirse su Disertación pues, en palabras de su autor: “La sesión de las Cortes
del dos de abril de 1811 me ha movido a publicar,…”. DE ANTILLÓN, Isidoro, op. cit., p. VI.
Evidentemente Antillón se refiere a la sesión de Cortes donde se debatió la supresión de la trata y
la abolición de la esclavitud, mociones respaldadas indistintamente por Arguelles y Guridi y
Alcocer.
188
Vid. Artículo 5, Constitución Política de la Monarquía española de 1812.
189
Entre los historiadores que se han ocupado del tema el criterio resulta recurrente. Pueden
consultarse en este sentido a HALPERIN DONGHI, Tulio, Historia contemporánea de América Latina,
Alianza Editorial, Madrid, 1975, pp. 74 – 77; y GUERRA VILABOY, Sergio, Breve historia de América
Latina, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2006, pp.85 - 129.
190
Vid. HALPERIN DONGHI, Tulio, op. cit. p. 77 y ss.
191
Como ha afirmado GUADARRAMA GONZÁLEZ: “Una característica del pensamiento ilustrado
latinoamericano consistió en que se manifiesta principalmente al inicio entre sacerdotes que
cultivaban la filosofía, no a través de filósofos como predominó en lo fundamental en Europa.”
GUADARRAMA GONZÁLEZ, Pablo, “Varela y el humanismo de la filosofía ilustrada latinoamericana”,
en Memorias del Coloquio Internacional de La Habana “Félix Varela. Ética y anticipación del
pensamiento de la emancipación cubana”, Diciembre de 1997, Editorial Imagen Contemporánea,
La Habana, 1999, p. 61.
192
Vid. PALADINES, Carlos, Pensamiento ilustrado ecuatoriano, Banco Central de Ecuador, Quito,
1981, p. 62.
193
Vid. HACHIM LARA, Luis, “Tres estudios sobre el pensamiento crítico de la Ilustración americana”,
Cuadernos de América sin Nombre, nº 2, Universidad de Alicante – Universidad de Santiago de
Chile, Alicante, 2000, p. 83 – 84.
194
Vid. HALPERIN DONGUI, Tulio, op. cit. p. 77.
195
Tal fue el caso del sacerdote mexicano Benito Díaz de Gamarra quien expresaba en sus
Elementos de filosofía moderna escritos en 1774: “Más por lo que toca a la filosofía ecléctica (…)
es aquella en la que buscamos la sabiduría sólo con la razón, con los experimentos y
observaciones de los sentidos (…) En esta manera de filosofar no se pregunta quién ha dicho algo,
sino cuán rectamente, esto es, cuán conforme a la razón…”. DÍAZ DE GAMARRA, Benito, “Elementos
de filosofía moderna”, en MONAL, Isabel, Las ideas en la América Latina. Una antología del
pensamiento filosófico, político y social, Editorial Casa de las Américas, La Habana, 1985, p. 379.
El uso de esta metodología los condujo al empleo de argumentos marcadamente contractualistas,
en los que se aprecia un profundo sentido crítico de la realidad circundante a ellos. Desde tales
posiciones afirmaría Francisco Javier Alegre que “Para que los hombres sufran alguna disminución
de la natural libertad que todos por igual gozan, menester es que intervenga su consentimiento”.
Citado por Navarro, Bernabé, Humanistas del siglo XVIII, Universidad Nacional Autónoma de
México, 1962, p. 43.
196
“Que como la buena ley es superior a todo hombre, las que dicte nuestro Congreso deben ser
tales que obliguen a constancia y patriotismo, moderen la opulencia y la indigencia, y de tal suerte
se aumente el jornal del pobre, que mejore sus costumbres, aleje la ignorancia, la rapiña y el
hurto”. MORELOS, José María, “Sentimientos de la Nación o 23 puntos dados por Morelos para la
Constitución”, en El proceso independentista en América Latina y en Estados Unidos. Selección de
Lecturas, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 1981, p. 284.
197
“¿Puede el hombre renunciar a su razón o pueden arrancársela por la fuerza? Entonces la
libertad personal le pertenece tan esencialmente como la razón (…) Sería una blasfemia atribuir al
supremo bienhechor de los hombres la cruel intención de haber hecho el nuevo mundo sólo para
que un pequeño número de malvados fuese siempre libre de asolar y mancillarlo con crímenes
atroces…”. VISCARDO Y GUZMÁN, Juan Pablo, Obra Completa, Clásicos del Perú, Banco de Crédito
del Perú, Lima, 1988, p. 216. En otro lugar de la misma afirmaba: “El Nuevo Mundo es nuestra
patria, y su historia es la nuestra, y en ella es que debemos examinar nuestra situación presente
para determinarnos (…) a tomar el partido necesario a la conservación de nuestros derechos y de
nuestros sucesores.” Ídem. p. 205.
198
En la Carta de Jamaica afirmaba: “… los meridionales de este continente han manifestado el
conato de conseguir instituciones liberales y aun perfectas, sin duda, por efecto del instinto que
tienen todos los hombres de aspirar a su mejor felicidad posible; la que se alcanza, infaliblemente,
en las sociedades civiles cuando ellas están fundadas sobre las bases de la justicia, de la libertad y
de la igualdad”. BOLÍVAR, Simón, Documentos, Editorial Casa de las Américas, La Habana, 1964, p.
54.
199
En 1852 afirmaba ALBERDI: “Todas las constituciones dadas en Sud América durante la guerra
de la Independencia, fueron expresión completa de la necesidad dominante de ese tiempo. Esa
necesidad consistía en acabar con el poder político que la Europa había ejercido en este
continente (…) La independencia y la libertad exterior eran los vitales intereses que preocupaban a
los legisladores de ese tiempo.” ALBERDI, Juan Bautista, Bases y puntos de partida para la
organización política de la República Argentina, Colección Panamericana, Ediciones Jackson,
Buenos Aires, 1945, p. 8.
200
El texto venezolano de 1811 se caracterizó por conferir forma normativa a preceptos
eminentemente doctrinales. Tal fue el caso de los artículos 141 al 144. A través de esta peculiar
redacción se le confirió fuerza de derecho al mito pactista, con lo cual se constituía un sólido
argumento a la hora de fundamentar el carácter permisivo de la libertad ante la ley. En el Artículo
141 se expresaba: “Después de constituidos los hombres en sociedad, han renunciados à aquella
libertad ilimitada y licenciosa á que fácilmente los conducían a sus pasiones, propia solo del estado
salvaje. El establecimiento de la sociedad presupone la renuncia de estos derechos funestos, la
adquisición de otros más dulces y pacíficos, y la sujeción á ciertos deberes mutuos”. En La
Constitución federal de Venezuela de 1811. Estudio preliminar por C. Parra Pérez, Academia
Nacional de Historia, Caracas, 1959.
201
Artículo 153, en Ídem. Por su parte el Artículo 157 dejaba en claro el modo en que debía
entenderse la permisividad de la ley frente a la actuación individual: “No se puede impedir lo que no
está prohibido por la ley, y ninguno podrá ser obligado á hacer lo que ella no prescribe”.
202
En este sentido exponía que: “El Gobierno del Estado se obliga a todos los habitantes de él, y
les asegura que serán inviolables sus derechos, su religión, sus propiedades y su libertad natural, y
civil…”. Constitución Quiteña de 15 de febrero de 1812, Artículo 20. Disponible en
http://www.cervantesvirtual.com/portal/Constituciones/ Ecuador/Ecuador_ Constitución Quiteña de
1812.htm. [Consultado en 2/1/2014].
203
Vid. Proyecto de Constitución de 1813. Disponible en
http://www.cervantesvirtual.com/portal/Constituciones/Argentina/Argentina_ Proyecto de
Constitución de 1813.htm. [Consultado en 2/1/2014].
204
Ibídem. Esta fórmula –evidentemente orientada hacia la definición- tenía como complemento a
la oración siguiente, donde se definía el contenido de la igualdad consistente “en que la Ley obliga,
protege y castiga igualmente a todos”. Esta alusión al principio de igualdad general entre los
individuos, aportaba –dentro del proyecto argentino de 1813- la forma jurídica que debía revestir y
en la que debía entenderse a la libertad individual.
205
Constitución de las Provincias Unidas en Sudamérica de 1819. Disponible en
http://www.cervantesvirtual.com/portal/Constituciones/ Argentina/Argentina_ Constitución de las
Provincias Unidas en Sudamérica de 1819.htm. [Consultado en 2/1/2014].
206
Ibídem.
207
Proyecto de Constitución Provisoria de 1818. Disponible en
http://www.cervantesvirtual.com/portal/Constituciones/ Chile/Chile_ Proyecto de Constitución
Provisoria de 1818.htm. [Consultado el 2/1/2014].
208
El texto venezolano de 1811 establecía como requisitos para acceder a un cargo público una
edad superior a veinticinco años, así como el goce “de una propiedad de cualquier clase”. Para
sufragar se exigía, además, un mínimo de veintiún años de edad y un caudal variable entre
seiscientos y doscientos pesos en dependencia con el estado civil del individuo. Unido a lo anterior,
los requisitos para ser elector exigían una propiedad por el monto de seis mil pesos en la ciudad de
Caracas. Vid. Constitución federal de Venezuela de 1811, Artículos 15; 26 y 28, respectivamente.
En ed. cit. De modo similar la Constitución de las Provincias Unidas en Sudamérica de 1819,
preveía que para ser elegido representante y senador debía contarse con un fondo de cuatro mil
pesos o de ocho mil, respectivamente. Vid. Constitución de las Provincias Unidas en Sudamérica,
Artículos V y XI, respectivamente. En ref. cit. Por su parte el texto constitucional chileno de 1822,
reprodujo el modelo gaditano de 1812 en lo referente a la separación entre la cualidad de nacional
y la de ciudadano. Vid. Constitución de 1822, Artículos 4 y 14, respectivamente. Disponible en
http://www.cervantesvirtual.com/portal/Constituciones/ Chile/Chile_ Constitución de 1822.htm.
[Consultado en 2/1/2014]. Las regulaciones anteriores muestran la vocación hacia un modelo
censitario de libertad política, circunscrita esta al acceso a los cargos públicos y al derecho al
sufragio.
209
El proceso independentista de la colonia francesa de Saint – Domingue discurrió sobre bases
distintas al resto del continente y en él, la independencia política y la abolición de la esclavitud
concurrieron como consecuencia de la radicalización del movimiento. Los sucesos que condujeron
a estos resultados estuvieron vinculados a un proceso que duró casi catorce años, y que se
extendió desde 1791 a 1804. A su estallido contribuyó la influencia de la Revolución Francesa y en
su conducción, el papel protagónico correspondió a las grandes dotaciones de esclavos. Saint –
Domingue poseía la mayor densidad de esclavos por área en todo el continente americano al
contar con más de medio millón, cifra que representaba el 85% de la población total. El proceso
revolucionario francés atizó el conflicto existente en la Isla entre los grandes blancos y los
plantadores mulatos, en cuanto a derechos de participación política y representación. Convencidos,
tras la ejecución de Vincent Ogé, de que los blancos no les concederían jamás los derechos a que
aspiraban, los plantadores mulatos sublevaron las dotaciones de esclavos del norte de la Saint –
Domingue, en el levantamiento del 14 de agosto de 1791. Rápidamente los líderes esclavos
encabezados por Bouckman, arrebataron la dirección de la sublevación a los plantadores mulatos y
ello significó el primer paso a la radicalización del levantamiento. Vid. Césaire, Aimé, Toussaint
Louverture. La Revolución Francesa y el problema colonial, Instituto Cubano del Libro, La Habana,
1967, pp. 173 – pp. 235 y James, C. L. R., op. cit., pp. 30 – 44 y 45 – 58. Posteriormente, los
avatares de la Convención para intentar imponer el orden en la colonia y someter a los grandes
blancos partidarios del absolutismo, propiciaron la proclamación de la abolición de la esclavitud y
los plenos derechos de los libertos como ciudadanos de Francia, el 29 de agosto de 1793. Meses
después, el 4 de febrero de 1794 la Convención francesa confirmaba la decisión. La lucha posterior
de los haitianos estuvo dirigida contra los ingleses y españoles, contra los intentos de restaurar la
esclavitud y por la unificación del norte y el sur. Luego de rechazar los intentos de reconquista de
Napoleón entre 1802 y 1803, y de unificar el país tras la derrota de las facciones rivales, el general
Dessalines proclamaba el 1º de enero de 1804 la República de Haití, una de cuyas primeras
medidas fue asegurar la irreversibilidad de la esclavitud. Vid. Guerra Vilaboy, Sergio, op. cit., pp. 86
– 89 y James, C. L. R., op. cit., pp. 203 – 217. El triunfo de este proceso se transformó en la
pesadilla de los dueños de esclavos en los demás territorios donde existía el sistema esclavista de
plantación. En Cuba, por la cercanía geográfica y la similitud del sistema, este pánico fue
particularmente intenso y de larga duración.
210
Uno de los primeros intentos por alcanzar una manumisión general de esclavos fue la
presentación en el Congreso de Cúcuta en Nueva Granada, un proyecto de ley de manumisión en
1816. Vid. SARRACINO, Rodolfo, Inglaterra, sus dos caras en la lucha cubana por la abolición, Letras
Cubanas, La Habana, 1989, p. 148.
211
El texto venezolano de 1811 declaró abolida la trata –como introducción de esclavos en el
territorio nacional-, pero guardó silencio respecto a la esclavitud vigente. Vid. Artículo 202. La
Constitución federal de Venezuela de 1811. Estudio preliminar por C. Parra Pérez, op. cit. La
abolición definitiva en este país no se dictó hasta 1854 bajo el gobierno del general Gregorio
Monagas, por medio de una ley de 24 de marzo que prescribía la indemnización a los amos. Vid.
AHUMADA Y CENTURIÓN, José, op. cit. pp. 140 – 141.
212
A pesar de haber sido prohibida por sucesivas disposiciones legales desde 1812, y de que en
1825 Buenos Aires se había sumado al tratado de abolición del comercio de esclavos a instancias
de Inglaterra, la trata continuó bajo tolerancia oficial hasta 1840. Vid. MARTÍNEZ MONTIEL, Luz María,
Africanos en América, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2008, p. 239. La propia Constitución
de las Provincias Unidas de Sudamérica había prohibido expresamente la esclavitud y la trata en
su Artículo CXXIX. Vid. Constitución de las Provincias Unidas en Sudamérica de 1819, op. cit.
También MASINI, José Luis, “La esclavitud negra en la República Argentina, época independiente”,
Revista de la Junta de Estudios Históricos de Mendoza, nº1, 1961, p. 140. En el caso de Río de
Plata resulta válida la opinión de ROSAL relativa a: “En cuanto al proceso abolicionista rioplatense,
puede decirse que el mismo se concretó como resultado de la evolución de una conciencia
antiesclavista posterior a la independencia.” ROSAL, Miguel Ángel, “Negros y pardos en Buenos
Aires, 1811 – 1860”, en Anuario de Estudios Americanos, nº 1, 1994, p. 162.
213
El Proyecto de Constitución Provisoria para Chile de 1818, propuso una fórmula anti esclavista
que no contemplaba la abolición de los esclavos existentes. Fue formulada desde la declaración
del vientre libre; solución intermedia entre el derecho de propiedad sobre los esclavos y el derecho
a la libertad de los no nacidos: “Artículo 12.- Subsistirá en todo vigor la declaración de los vientres
libres de las esclavas, dada por el Congreso, y gozarán de ella todos los de esta clase nacidos
desde su promulgación”. Proyecto de Constitución Provisoria de 1818, op. cit.
214
Por una ley del Congreso Constituyente de la Gran Colombia -sancionada el 21 de julio de
1821- se decretó el fin de la esclavitud. Tal fin estuvo sujeto a determinadas condicionantes que
hicieron del texto una ley de manumisión que no abolía la institución. Se declaró libre a todo niño
nacido posterior a su aprobación (fórmula del vientre libre). No obstante, estos quedaban sujetos al
dominio del amo de sus madres y obligados a retribuir con trabajo la educación y la manutención
ofrecidas. Vid. AHUMADA Y CENTURIÓN, José, op. cit. p. 131. En 1829 el senador Joaquín Mosquera,
presentaba un proyecto de reforma de la misma, orientado a suprimir las libertades por nacimiento
en beneficio de la indemnización a los propietarios con vales nacionales. Aludía a que el texto
despojaba “al ciudadano de una propiedad legal, sin una justa compensación” y disminuía “la renta
de la Nación con grave perjuicio suyo”. MOSQUERA, Joaquín, Memoria sobre la necesidad de
reformar la Ley del Congreso Constituyente de Colombia, de 21 de Julio de 1821, que sanciona la
Libertad de los Partos, Manumisión y Abolición del Tráfico de Esclavos; y Bases que podrían
Adoptarse para la Reforma, Reimpresa por Tomás Antero, Caracas, 1829, pp. 27 y 4. Todavía en
1850 se calculaban aún unos diez mil esclavos en Nueva Granada. Vid. AHUMADA Y CENTURIÓN,
José, op. cit. p. 131.
215
La misma ley de 21 de julio de 1821 decretada por el Congreso Constituyente de la Gran
Colombia, rigió para este país que, bajo una política de emancipación progresiva, había reducido
su población esclava a dos mil para 1850. Ibídem.
216
En México la Constitución Política del Estado Libre de Puebla de 1825, adoptó la fórmula
norteamericana de legitimar la esclavitud sin hablar de ella. Proscribía la trata y proclamaba la
libertad de los nacidos, pero no mencionaba la situación de los esclavos existentes. En la
redacción del texto es posible apreciar la influencia de estilo norteamericana y gaditana, en cuanto
al modo de legitimar la esclavitud sin mencionarla: “Art. 8: En el Estado nadie nace esclavo ni se
permite su introducción”. Constitución Política del Estado Libre y Soberano de Puebla, sancionada
por su Congreso Constituyente en 7 de diciembre de 1825, Imprenta de Moreno Hermanos,
Puebla, 1825. Como puede verse nadie nacía esclavo, y no podían introducirse nuevos esclavos,
pero ¿y los ya existentes?
217
Como ha dicho Martínez Montiel: “Cuando por fin se logra y ya no intervienen los subterfugios
legales para prolongarla, es porque el sistema de propiedad de la tierra estaba asegurado para los
nuevos grupos en el poder”. MARTÍNEZ MONTIEL, Luz María, op. cit. p. 242.
218
La esclavitud africana no fue un invento para el llamado Nuevo Mundo: ya existía en Europa, si
bien en período de extinción. Fueron la gran extensión territorial americana, su despoblamiento y la
necesidad de mano de obra para las labores de minería y plantación, las causas materiales para su
desarrollo. Respecto a la existencia de la esclavitud africana en España antes de su llegada a
América, apuntaba SACO: “familiarizados los españoles con la esclavitud de los negros y con la de
otras razas, aprovecháronse [sic] de los descubrimientos de Portugal en las costas occidentales de
África, y que siguieron introduciendo negros en España durante el siglo XV, ya armando
expediciones para las costas africanas, ya recibiéndolos de sus vecinos los portugueses. Pero el
número de tales esclavos así en la Antigüedad como en la Edad Media, fue insignificante en
comparación de los que cruzaron el Atlántico en los siglos modernos”. SACO, José Antonio, Historia
de la esclavitud, volumen IV, Editorial Imagen Contemporánea, La Habana, 2006, p. 42. Igual
criterio sostuvo BACHILLER en el siglo XIX. Vid. BACHILLER Y MORALES, Antonio, Los negros, Editorial
Ciencias Sociales, La Habana, 2014, pp. 9 y 12. En cuanto a la responsabilidad teórica de
Bartolomé de Las Casas respecto a la recomendación de introducir esclavos africanos, las
opiniones en Cuba se han mostrado divididas. BACHILLER lo excomulga de toda implicación en ella
al sostener que: “No hay una sola frase que le haga ser autor de los contratos vergonzosos que
heredó Inglaterra y llegaron a nuestros días: y en cuanto a la esclavitud misma la repugna como un
pecado grave…”. Ídem., p. 19. En cambio, TORRES – CUEVAS y REYES han sostenido más
objetivamente que, si bien Las Casas recomendó a Carlos I la introducción de esclavos africanos,
lo hizo solamente porque esta era una práctica que gozaba de viejo arraigo en la España sur. Al
margen de ello, concuerdan en que la realidad demográfica planteada a Castilla por los problemas
de organización del trabajo en Indias, influyeron más en esta decisión que cualquier otra
formulación o sugerencia. Vid. TORRES – CUEVAS, Eduardo y REYES, Eusebio, Esclavitud y
sociedad. Notas y documentos para la historia de la esclavitud negra en Cuba, Editorial Ciencias
Sociales, La Habana, 1986, pp. 41 – 43.
219
No existen datos censuales fiables acerca de la población cubana con anterioridad al siglo XVIII.
FRIEDLAENDER cita el informe censual del obispo Sarmiento que regenteó la mitra de Santiago entre
1536 y 1544, según el cual vivían en Puerto Príncipe 14 cabezas de familia blancos, 235 indios
encomendados y 160 esclavos africanos y yucatecos. Por su parte, residían en Sancti Spíritus 18
cabezas de familia blancos, 58 indios encomendados y 64 esclavos, de los cuales 14 eran negros.
Mientras, en La Habana se encontraban 40 cabezas de familia blancos, 120 indios encomendados
y 200 esclavos entre indios y negros. Como dato preciso FRIEDLAENDER declara la cifra de 4 000
habitantes en Santiago de Cuba hacia 1616 y hacia 1700 la de 50 000 para toda la Isla.
FRIEDLAENDER, Heinrich, Historia económica de Cuba, tomo I, Editorial Ciencias Sociales, La
Habana, p. 37.
220
En opinión de LE RIVEREND, “a partir de 1550, la colonia de Cuba comenzó a poblarse de una
forma constante, aunque muy lenta debido a los escasos aportes de la inmigración”. LE RIVEREND,
Julio, Historia Económica de Cuba, Ediciones Revolucionaria, La Habana, 1974, p. 18. Es posible
que las mayores aportaciones demográficas del período viniesen de la importación de esclavos.
FRIEDLAENDER ha citado a Saco, quien señaló que en 1528 se le otorgó a los Wesler la introducción
de 4000 negros en Indias, destinándose casi toda la renta real de Cuba en 1531 a la compra de
negros. Años después, en 1586, se le otorgó a la compañía portuguesa de Pedro Gómez Reynal
un asiento por no menos de 38 250 esclavos. FRIEDLAENDER, Heinrich, op. cit., pp. 20 -21.
221
Los efectos poblacionales del tránsito de la esclavitud patriarcal a la de plantación, pueden
aquilatarse a través de cifras. En el cuadro estadístico sobre la introducción de esclavos en Cuba
trazado por PÉREZ DE LA RIVA, se aprecia que entre 1521 y 1762, entraron al país unos 60 000
esclavos. Por el contrario, en un lapso de 25 años, entre 1764 y 1789, se introdujeron un total de
33 409 esclavos; monto dos veces superior al que había arribado al país durante más de dos
siglos. De estos, solo a La Habana, arribaron 24 875. Vid. PÉREZ DE LA RIVA, Juan, ¿Cuántos
africanos fueron traídos a Cuba?, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1977, pp. 12 – 13.
222
Según PÉREZ DE LA RIVA, entre 1791 y 1820, fueron importados a Cuba 281 794 esclavos.
Ibídem.
223
Por medio de una real cédula en 1789, el gobierno metropolitano autorizaba la libre entrada de
negros en Cuba por cualquier español. El texto original expresaba: “Todo vasallo mío, avesindado
[sic] ó residente en España, ó Indias, podrá pasar en embarcación propia o fletada de su cuenta á
comprar Negros á cualquier parage [sic] donde haya mercado, ó repuesto de ellos, llevando el
dinero, y frutos que necesite para su compra, y su introducción en otras Islas, (…), será libre de
todas contribuciones,…”, en PICHARDO, Hortensia, op. cit. pp. 158 -159. Si se comparan las cifras
de la trata en los años anteriores a la citada real cédula, con las de los primeros años de vigencia
de esta, la proporción indicaría el rápido crecimiento en la entrada de esclavos. Entre 1773 y 1779
la Real Compañía de Comercio General o Compañía gaditana de negros, introdujo en la Isla 13
747 esclavos por el puerto habanero. A fines de la década de los 80 el Asiento de negros pasó a
manos de la compañía británica Baker and Dawson, que introdujo entre julio de 1786 y abril de
1789, aproximadamente 5 233 esclavos. La liberalización de la trata, abarató los precios de negros
en el mercado y permitió la entrada por el puerto habanero entre 1790 y 1799 de 50 500 esclavos.
El resultado pudo verse en poco tiempo, pues los ingenios azucareros activos que para 1800
sumaban en Cuba 254, comenzaron a contar en ese año con dotaciones de 100, 150 y hasta de
300 esclavos. Vid. GARCÍA, Mercedes, Entre haciendas y plantaciones. Los orígenes de la
manufactura azucarera en La Habana, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2007, pp. 285 -289.
El ritmo de introducción se incrementó progresivamente, y para 1817 los datos estadísticos
denunciaban la existencia de 199 830 esclavos, frente a una población total de 553 033 habitantes,
de los cuales solo 239 830 eran blancos. Vid. FRIEDLAENDER, Heinrich, op. cit., p. 127. Para el
cuestionable censo de 1827, el 41% de la población de la Isla se consideraba esclava. Vid. LE
RIVEREND, Julio, op. cit., p. 180.
224
En su estudio comparativo acerca de la esclavitud, TANNEBAUM acentuó los elementos
culturales y jurídicos como rasgos diferenciadores en sus expresiones americanas y europeas. Al
respecto señaló que la legislación española que regulaba la esclavitud en el Nuevo Mundo estuvo
influenciada por el contenido de las Siete Partidas, así como por el humanismo católico que
consideraba iguales a todos los individuos ante los ojos de Dios. Vid. TANNEBAUM, Frank, Slave and
Citizens: the Negro in America, Editorial Random House, Nueva York, 1946, p. 42.
225
Vid. ORTIZ, Fernando, op. cit. p. 204.
226
Las Siete Partidas del Rey Don Alfonso El Sabio. Cotejadas con varios códices antiguos por la
Real Academia de la Historia, tomo III, Imprenta Real, Madrid, 1807, p. 117. La Partida IV, Título
XXI establecía que: “Siervos son otra manera de omes [sic]…”, Ibídem.
227
Uno de los elementos que caracterizó al derecho civil español en materia de esclavitud fue el
uso indistinto de los términos esclavo, cautivo y siervo. Ello se aprecia en la semántica de la ley I
de la Partida IV, que expresaba: “Et siervo tomó este nombre de una palabra que es llamada en
latín servare, que quiere tanto decir en romance como guardar. Et esta guarda fue establescida por
los emperadores, ca antiguamente todos quantos cativaban matábanlos. Mas los emperadores
tovieron por bien et mandaron que los non matasen, mas que los guardasen et se serviesen dellos.
Et son tres maneras de siervos: la primera es de los que cativan en tiempo de guerra seyendo
enemigos de la fe: la segunda es de los que nascen de las siervas: la tercera es quando alguno
que es libre se dexa vender.” Las Siete Partidas del Rey Don Alfonso El Sabio. Cotejadas con
varios códices antiguos por la Real Academia de la Historia, tomo III, Imprenta Real, Madrid, 1807,
p. 117. La presencia de esta confusión terminológica en la doctrina y en la praxis ha sido señalada
en distintos momentos. MARTÍNEZ MARINA, al comentar la Partida IV empleó estos términos en
combinaciones indistintas. En este sentido, sostenía que la Partida señalada regulaba lo relativo a
“amos y criados, dueños y siervos”. Del mismo modo reconoció las deficiencias técnicas de la
misma, que obraban con notable influencia en el vocabulario empleado por los redactores del
código alfonsino, al sostener que: “Los compiladores, olvidando las costumbres y antiguas leyes de
Castilla, recogieron sin discreción cuanto hallaron de bueno y de malo en los códigos extranjeros,
resultando aquí un confuso caos de legislación”. MARTÍNEZ MARINA, Francisco, Ensayo histórico –
crítico sobre la legislación y principales cuerpos legales de los reinos de León y Castilla,
especialmente sobre el Código de las Siete Partidas de D. Alfonso El Sabio, Imprenta de la
Sociedad Literaria y Tipográfica, Madrid, 1845, pp. 514 y 378, respectivamente. En su reciente y
muy bien documentada investigación, MARZAL PALACIOS –luego de una profunda revisión de
protocolos notariales y otras fuentes de archivo de la época que él mismo califica de “enorme”-,
concluye que el empleo de los términos esclavo, cautivo y siervo resultaba común en la práctica
notarial, policial y judicial de la España medieval. El significado de estas tres categorías era tenido
en tal sinonimia que –según él mismo sostiene- llegaron a aplicarse en no pocos casos los tres
para el mismo sujeto. Sirva el siguiente ejemplo citado de su texto: “En cuanto a los tres términos
aplicados a un mismo sujeto, a Antoni, cristiano, antes sarraceno, se le calificaba en 1385 como
sclavum, servum et captivum. De igual modo, a la búlgara Margarida, vendida en 1392, se la
calificaba como sclavam, servam et captivam, igual que se hacía con la tártara Caterina, vendida
en 1394. Y también se hacía lo propio, ya para concluir, con el sarraceno Caçim, esclavum, servum
et captivum vendido en 1385”. Vid. MARZAL PALACIOS, Francisco Javier, La esclavitud en Valencia
durante la Baja Edad Media (1375 – 1425), Universitat de Valencia, Servei de Publicacions,
Valencia, 2006, pp. 101 – 103. Este empleo indistinto de los referidos términos es posible hallarlo
también en la práctica judicial del siglo XIX en Cuba, como se aprecia en un Acuerdo de la Real
Audiencia de Puerto Príncipe de 27 de julio de 1827, donde se señala a la esclavitud con el
sustantivo de “servidumbre”. Vid. Autos Acordados de la Real Audiencia de la Isla de Cuba, Ed. cit,
p. 227. De manera que, aunque las bases de la economía medieval nunca llegaron a depender de
relaciones esclavistas, la esclavitud subsistió –en el caso de España bajo una polisémica
denominación jurídica de “servidumbre”- como una relación de explotación más y ello contribuyó a
que en la doctrina y la práctica los términos fuesen tenidos por sinónimos. GARCÍA CORTÁZAR ha
señalado que los musulmanes españoles habían dispuesto siempre de un amplio contingente de
esclavos comprados en Marsella, así como de cristianos peninsulares capturados en guerras o
razzias. En el caso del comercio, eran los judíos los principales intermediarios y, desde el siglo X,
los esclavos llegaron a contarse entre nacionalidades tan variopintas como francos, eslavos y
negros del Sudán. Vid. GARCÍA CORTÁZAR, José Antonio, La época medieval en la historia de
España, Alfaguara II, Madrid, 1973, p. 66.
228
El Código Negro Carolino de 1789, recogió también este espíritu. En su introducción la voluntad
real expresa claramente la consideración hacia el reconocimiento de personalidad humana al
esclavo cuando afirma: “…mereciéndome la debida atención esta clase de individuos del género
humano,…”. Vid. “Real Cédula e Instrucción Circular a Indias sobre la educación, trato y ocupación
de los esclavos, de 31 de mayo de 1789” (Código Negro), reproducido en ORTIZ, Fernando, op. cit.,
p. 408.
229
“Llenero poder ha el señor sobre su sieruo, para fazer del lo que quisiere. Pero con todo esso,
non lo deue matar nin lastimar, maguer le fiziesse porque, a menos del mandamiento del juez del
lugar, nin lo deue ferir, de manera que sea contra razón de natura, nin matarlo de fambre: fueras
ende si lo fallasse con sus muger: o con su fija o fiziesse otro yerro semejante destos. Ca entonces
bien lo ique los matasse de fambre: o les diesse tan grand lazerio, que non lo podiessen sofrir, que
entonces se pueden quexar los sieruos, al juez”, en Las Siete Partidas del Rey Don Alfonso El
Sabio. Cotejadas con varios códices antiguos por la Real Academia de la Historia, tomo III, ed. cit.,
p. 120.
230
Vid. Ordenanzas Municipales de La Habana, ed. cit. p. 20.
231
Vid. “Real Cédula circular a Indias de 31 de marzo de 1789” reproducida en ORTIZ, Fernando,
op. cit. pp. 218 – 222. Al interior de Cuba la personalidad humana del esclavo fue reconocida
también por la obra legislativa de los capitanes generales. En el artículo 188 del Bando de Buen
Gobierno y Policía decretado por Joaquín de Ezpeleta, puede leerse: “El derecho del amo sobre el
esclavo, equiparado este derecho a una patria potestad o tutela perpetua para disfrutar del servicio
del esclavo de un modo justo y moderado,…”. “Bando de Buen Gobierno y Policía decretado por
Joaquín de Ezpeleta”, en DÍAZ MARTÍNEZ, Yolanda, op. cit., p. 48.
232
“El concepto burgués de propiedad sobre los medios de producción se le aplicó al esclavo, pues
este formaba parte del capital fijo. Esta es una de las típicas contradicciones ideológicas de la
sacarocracia, como resultado de la producción de mercancías pero trabajando con mano de obra
esclava”. MORENO FRAGINALS, Manuel, El Ingenio, complejo económico – social cubano del azúcar,
tomo I, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1978, p. 131.
233
GARCÍA ha afirmado que: “Desde luego, el esclavo urbano disponía de una gama de recursos y
de posibilidades más amplias que su paisano rural, en especial que aquellos ubicados en las
plantaciones.” Vid. GARCÍA, Gloria, La esclavitud desde la esclavitud, Editorial Ciencias Sociales, La
Habana, 2003, p. 41. También ha afirmado que en 1810 los esclavos componían el 29.8% de la
población habanera. Ídem. p. 42. Si bien GARCÍA afirma que buena parte de estos esclavos urbanos
se hallaban sujetos a régimen de alquiler por sus amos, debe hacerse constar que no eran pocos
los dedicados exclusivamente al servicio doméstico. En 1812 el periódico habanero El Hablador se
lamentaba de que “hay familias solas de marido y mujer con cuarenta criados, ya libres ya
esclavos”. Vid. El Hablador, nº 32, 9 de Agosto de 1812. También IBARRA CUESTA ha afirmado que
“la fuerza de trabajo fundamental de la sociedad colonial no la constituían los esclavos domésticos,
sino los rurales.” IBARRA CUESTA, Jorge, op. cit. p. 226.
234
El acceso de los esclavos a las estrategias legales de manumisión ha sido tema de interés
reciente en la historiografía social cubana, y ha arrojado resultados relevantes acerca de la gestión
personal de estos, lo que redunda hacia una concepción sui generis acerca de las posibilidades de
la esclavitud urbana en la Isla. Puede consultarse en este sentido a PERERA DÍAZ, Aisnara y MERIÑO
FUENTES, María de los Ángeles, Esclavitud, familia y parroquia en Cuba: otra mirada desde la
microhistoria, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2008, y Para librarse de lazos, antes buena
familia que buenos brazos. Apuntes sobre la manumisión en Cuba, Editorial Oriente, Santiago de
Cuba, 2009. Sirva además, de ejemplo adicional, los siguientes datos obtenidos en el Archivo
Histórico Municipal de Trinidad. Durante el período 1809 a 1820 fueron manumitidos en una de las
escribanías de la ciudad un total de 278 esclavos, de los cuales 187 obtuvieron su libertad por
concepto de autocompra, evidencia del elevado nivel de gestión personal de los mismos en la
adquisición de capital. Fuente: Archivo Histórico Municipal de Trinidad “Cap. Joaquín Llaverías”,
Fondo: Protocolo Notarial de Juan Matamoros, en GÓMEZ PALMERO, Eddy Fidel, Manumisiones en
Trinidad (1809 – 1820), Tesis en Opción al Título de Licenciado en Derecho, Universidad “José
Martí”, Sancti Spíritus, Cuba, 2013.
235
Se ha afirmado que el monto anual de esclavos manumitidos en Cuba no debió sobrepasar los
2 000 anuales. Al respecto puede verse a KLEIN, Hebert S., Slavery in the Americas: A Comparative
Study of Virginia and Cuba, Oxford University Press, London, 1967, p. 199.
236
En uno de sus ensayos DUHARTE ha afirmado que la adquisición de esclavos por parte del
sector de libertos en la Cuba colonial, se debió a meras razones de imitación del modo de vida de
los blancos: “… los negros imitaban a los blancos y ello los llevaba a ser esclavistas, aunque
tuvieran en su piel todavía la marca del grillete”. Vid. DUHARTE, Rafael, “El ascenso social del negro
en el siglo XIX cubano” en Seis ensayos de interpretación histórica, Editorial Oriente, Santiago de
Cuba, 1983, p. 90. Este criterio –visto como interesante fenómeno sociológico- ha sido
recientemente refutado por razón de que “los libertos de origen africano que compraban esclavos,
lo hacían, en principio, porque venían de regiones donde la institución esclavista existía.” Vid.
PERERA DÍAZ, Aisnara y MERIÑO FUENTES, María de los Ángeles, op. cit., pp. 219 – 220.
237
Como lo evidencia este acuerdo de la Real Audiencia de 27 de julio de 1827: “… siendo una
entre las clases desgraciadas del Estado la de la servidumbre [obsérvese que aún se emplea un
término propio de las Siete Partidas], las Leyes le han conferido toda consideración y equidad. Así
sucede que no obstante numerarse entre todas las personas que no pueden estar en juicio, la han
habilitado para venir por sí mismos en los casos que se les ofrezca de aliviar su fortuna, haciendo
por su libertad ó solicitando otro dueño por título de venta, si para ello hay motivo. Pero
considerando todavía muy débil su voz para dar importancia á sus derechos, les dan un Protector
para su defensa…”, Autos Acordados de la Real Audiencia de la Isla de Cuba, Ed. Cit., p. 227.
Como parte de su documentado estudio sobre las reclamaciones judiciales de esclavos en Cuba,
ha afirmado GARCÍA acerca del papel del síndico procurador en los procesos de esclavos: “La
existencia del Síndico del ayuntamiento y de los cabildos de esclavos africanos o de nación
contribuía, sin duda, a palear los excesos del sistema. Hay constancia documental de que así
ocurrió, en especial con posterioridad a los años 30, pero existían fronteras muy precisas de
conservación del régimen que no era posible traspasar.” GARCÍA, Gloria, op. cit. p. 44.
238
Ídem. p. 383.
239
En este sentido AMORES CARREDANO y VÁZQUEZ CIENFUEGOS han aludido al hecho de que: “… la
supuesta pureza de sangre española determinaba radicalmente la posición del individuo en la
estructura social”. AMORES CARREDANO, Juan Bosco y VÁZQUEZ CIENFUEGOS, Sigfrido, “Violencia y
conflictividad social: una aproximación al estudio de la violencia en la Cuba colonia (1785 – 1810),
en OPATRNÝ, Josef (comp.), Cambios y Revolución en el Caribe Hispano de los siglos XIX y XX,
Universidad Carolina de Praga, Editorial Karolinum, 2003, p. 54.
240
En la bibliografía cubana sobre los cuerpos milicianos de pardos y morenos en Cuba, puede
consultarse a DESCHAMPS CHAPEAUX, Pedro, Los Batallones de Pardos y Morenos Libres, Editorial
Arte y Literatura, La Habana, 1976 y BARCIA ZEQUEIRA, María del Carmen, Los ilustres apellidos:
negros en La Habana colonial, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2009. Aprobado el 25 de
agosto de 1764, el fuero concedía a los militares:
- licencias municipales e inmunidades tributarias
- derecho a presentar causas legales de todas clases (incluso civiles y mercantiles) ante
tribunales militares con servicio de asesoría letrada.
- estaban exentos de comparecer en tribunales civiles, para lo cual podían atraer a tribunal
militar a la otra parte, aunque no fuera aforada. Esta prerrogativa se conoció como fuero
activo.
- en caso de sentencias criminales podían apelar al Capitán General y obtener modificación
o revocación de la sentencia impuesta.
- tanto los privilegios civiles como las inmunidades tributarias y licencias municipales,
resultaban transferibles a las esposas de los aforados. Vid. BARCIA ZEQUEIRA, María del
Carmen, OP. cit., pp. 266 – 267.
241
Ello quedó plasmado en la Instrucción general para capitanes y tenientes de partido, emitida
bajo su mando. De ahí que su primer apartado se denominase: “Sobre la división de las
jurisdicciones política y militar y el modo de evitar las competencias entre ambas”. Vid. AMORES
CARREDANO, Juan Bosco, “Gobierno local y política social en Cuba: la Instrucción general para
capitanes y tenientes de partido del Capitán General Ezpeleta (1785 – 1789)”, en IX Congreso
Internacional de Historia de América, Asociación de Historiadores Latinoamericanos y Europeos
(AHILA), Sevilla, 1992, pp. 80 – 82. Para paliar los conflictos de competencias suscitados desde la
época de Ricla entre los miembros del fuero y los jueces pedáneos –o capitanes de partido-,
Ezpeleta implementó en su Instrucción una solución conciliadora. El documento afirmaba que: “…
notándose todavía discordia entre estos Capitanes y los Tenientes de Voluntarios, originada del
fuero concedido a los Milicianos, mediante el cual se consideran libres de las pensiones de
vecinos, (…), se observará para el mejor éxito de ambas comisiones, que los individuos
particulares en cualquier caso que demanden a los Milicianos, concurran al Capitán de Partido, y
éste al Teniente de Voluntarios demandado, para oír juntos a las partes y acordarlas;…”. Cit. por
AMORES CARREDANO, Juan Bosco, “Ordenanzas de Gobierno local en la isla de Cuba (1765 –
1786), en Revista Complutense de Historia de América, vol. 30, Universidad Complutense, Madrid,
2004, p. 104. Estas disputas de competencias persistieron en el tiempo, como consecuencia de la
posición de superioridad jurídico – procesal de los aforados. Sin embargo, la solución a este orden
de cosas no representaba una prioridad para el absolutismo. En contraposición, el mantenimiento
del privilegiado fuero militar -como incentivo para el alistamiento- sí lo era. Una Real Orden de
mayo de 1816 mandaba mantener en vigor lo dispuesto en 1793, relativo a que toda causa civil
que involucrara miembros del Ejército o de la Armada, se sustanciara ante jueces militares. Vid.
“Real orden comunicada por el Ministro de Marina al Secretario del Consejo Supremo de
Almirantazgo: se reitere lo prevenido en la Real orden de 8 de marzo de 1793 para que en las
causas civiles y criminales de los individuos de Ejército y Armada conozcan exclusivamente los
Jueces militares”, en BALMASEDA, Fermín Martín, Apéndice a los tomos I, II, III y IV de la obra
Decretos del Rey D. Fernando VII, ó séase Colección de Reales Resoluciones respectivas a los
años 1814, 815, 816 y 817, Imprenta Real, Madrid, 1819, pp. 140 – 141. Al año siguiente, otra Real
Orden eximía del pago de impuestos sobre cualquier cantidad de bienes o dinero remitidos por los
militares de América a sus familiares en la Península. Vid. “Real orden comunicada por el
Ministerio de Hacienda a la Dirección de Rentas: se declaran libres de derechos las cantidades que
los individuos del Ejército de América remitan a sus familias”, Ídem. p. 371. También en octubre de
ese mismo año se ratificaba por acto similar, la exención del pago del impuesto municipal para los
aforados de milicias. Vid. “Real orden comunicada por el Ministerio de Hacienda a la Dirección de
Rentas: se declara que los militares están exentos solamente del pago de derechos municipales,
pero no de los derechos Reales”, Ídem. p. 422. Todavía en 1845, en Informe anónimo publicado en
España su autor, fiscal de la Real Audiencia de Puerto Príncipe, se quejaba de que: “Entre todos
los fueros que hay en la Isla ninguno más monstruoso ni perjudicial (…), que el llamado de Milicias
Provinciales”, del cual sus miembros gozaban del “incalificable privilegio del fuero activo; es decir,
la facultad de atraer al suyo a todas las personas a quienes demanden (…) contra el inconcuso
principio de que el demandante sigue el fuero del reo”. Vid. Informe Fiscal sobre el fomento de la
población blanca en la Isla de Cuba y emancipación progresiva de la esclava con una breve reseña
de las reformas y modificaciones que para conseguirlo convendría establecer en la legislación y
constitución coloniales, Imprenta de J. Martín Alegría, Madrid, 1845, p. 176.
242
Parte de la Ordenanza General de Correos del año 1794, no derogada y se publica para la
instrucción de los dependientes de la Renta, Imprenta de Andrade y Escalante, México, 1858, p.
16.
243
Ídem. p. 27.
244
Vid. Recopilación de Leyes de los Reynos de Indias, Ley 5ª, Título 14, Libro 5º.
245
De hecho, muchos de sus miembros obtuvieron títulos de Castilla. Sin embargo, a veces no
bastaba con ser adinerado y blanco, el goce de este privilegio ameritaba probar lo último. De ahí
los recurrentes casos de individuos que, considerados plebeyos por su nacimiento pero
enriquecidos merced las estrategias de movilidad social existentes, terminaran acusados de tener
orígenes africanos. Esta acusación resultó muy útil al momento de torpedear en La Habana a
individuos nuevos ricos, que pretendieran adquirir nobleza. De modo concurrente, tal acusación
excluía también a los imputados del acceso a las estructuras de los Ayuntamientos, reservadas
sólo a los blancos legítimos. Vid. AMORES CARREDANO, Juan Bosco y VÁZQUEZ CIENFUEGOS,
Sigfrido, op. cit. p. 54 y ss. También el acceso a la profesión de abogado poseía tintes
discriminatorios, pues sólo podía ejercerse por los criollos en Cuba. Un Auto Acordado por la Real
Audiencia de la Nueva España de 16 de mayo de 1709, prohibía admitir a examen de abogacía a
nadie que no fuera español peninsular. Para el caso de Cuba, la propia Real Audiencia ratificaba la
Real Orden de 20 de noviembre de 1784, que prohibía se recibiesen de abogados a los naturales
de La Habana. Vid. Recopilación Sumaria de los Autos Acordados de la Real Audiencia de esta
Nueva España, que desde el año de 1677 hasta el de 1786 han podido recogerse, Impresa en
México por Don Felipe de Zúñiga y Ontiveros, 1787, Autos Acordados I y IV.
246
Un acuerdo de la Real Audiencia de Puerto Príncipe de 22 de mayo de 1806 expresaba al
respecto que: “… se extendiera a los casos en que las personas de mayor edad de conocida
nobleza y notoria limpieza de sangre intentaran casarse con alguna de las referidas castas la
facultad de que pudiesen recurrir a los Virreyes, Presidentes de Audiencias, para que, precedidos
los informes que tuviesen por conveniente tomar, concedieran ó negaran.” En Autos Acordados de
la Real Audiencia de la Isla de Cuba, Imprenta Literaria, La Habana, 1840, p. 87.
247
Ídem. p. 231. También los bandos de buen gobierno y policía que suplieron la inexistencia de un
Código Penal en Cuba, solían operar sobre la base de presupuestos racistas. Los sancionados
blancos podían ser condenados a ocho años de servido militar o a trabajos de construcción por
cuatro. Para los pardos y morenos solo era posible la pena de trabajos forzados. En caso de que el
sancionado fuese esclavo, la práctica aceptada delegaba la impartición de justicia a discreción del
amo. Vid. DÍAZ MARTÍNEZ, Yolanda, Visión de la otra Habana, Editorial Oriente, Santiago de Cuba,
2011, p. 44.
248
Ordenanzas Municipales de La Habana, Imprenta del Gobierno y Capitanía General, La
Habana, 1827, pp. 18 – 19. Esta última ordenanza resultó modificada en el propio 1827 –al que
corresponde la edición que se cita- amparado en razones de control social, como se desprende del
acuerdo capitular asentado en el anexo del documento.
249
IBARRA CUESTA ha afirmado a este respecto que “La institucionalización de los cabildos,
cofradías y milicias de color por el Estado colonial, estaba diseñada para controlar social y
culturalmente a los negros y mulatos libres de la colonia”. IBARRA CUESTA, Jorge, OP. cit., p. 75. El
que fueran ensayados mecanismos de control y comprometimiento hacia un grupo poblacional
visto con desconfianza lo avala la cifra. De acuerdo con el censo de 1778 había en Cuba un total
de 49 910 esclavos y 30 623 negros y mulatos libres. Ídem. p. 54.
250
PERERA DÍAZ y MERIÑO FUENTES han afirmado que: “… la denominación cofradía o hermandad,
asumida por muchas de las corporaciones que después se nombrarían cabildos de nación, se
fundamenta en la cobertura que en las mismas encontraron los africanos, (…), aprovechando el
espacio ofrecido por una organización especializada en asistencia religiosa y caritativa, para
reunirse sin ser inquietados por las autoridades”. PERERA DÍAZ, Aisnara y MERIÑO FUENTES María de
los Ángeles, El cabildo carabalí viví de Santiago de Cuba: cultura y sociedad (1797 – 1909),
Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2013, p. 118. Puede verse también el mismo criterio en
GARCÍA, Gloria, “Los cabildos de nación: organización, vicisitudes y tensiones internas”, en Revista
del Caribe, nº 43, 2004, p. 65.
251
Vid. BARCIA ZEQUEIRA, María del Carmen, op. cit. p. 48. En su investigación acerca de los
cabildos negros en Matanzas la investigadora Martha Silvia ESCALONA refirió en inventario la
existencia de más de cien de estas sociedades entre 1801 y 1899. Vid. ESCALONA, Martha Silvia,
Los cabildos de africanos y sus descendientes en Matanzas, siglo XIX y primera década del XX,
Ediciones Matanzas, 2008, pp. 174 – 198. Por su parte Rafael LÓPEZ VALDÉS toma como referencia
para su estudio una muestra de 256 cabildos que funcionaron en La Habana entre 1691 y 1882, lo
cual habla acerca de la existencia cotidiana de tales instituciones. Vid. LÓPEZ VALDÉS, Rafael,
Pardos y morenos esclavos y libres en Cuba y sus instituciones en el Caribe Hispano, Centro de
Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, San Juan, 2007, p. 229. La referencia más remota
a la existencia de cabildos en Santiago de Cuba remite al que agrupó a los negros congos, fundado
en 1616 y confromado por 29 libertos. Vid. ALMAGUER ANDREU, Isabel, “El cabildo congo de
Santiago de Cuba”, Tesis de Maestría, Universidad de Oriente, 2010.
252
Vid. BARCIA ZEQUEIRA, María del Carmen, op. cit. p. 48.
253
Ídem. pp. 58 – 60. La Constitución XI del libro Primero del Sínodo Diocesano celebrado en La
Habana en 1680, regulaba la actividad de los “negros y mulatos” interesados en “recoger limosnas
para sufragio de sus difuntos”. Imponía para ello la necesidad de poseer licencia del obispo o de
los provisores del cabildo, además de la supervisión de los curas de las iglesias correspondientes.
Vid. TORRES – CUEVAS, Eduardo y REYES FERNÁNDEZ, Eusebio, op. cit., p. 53.
254
La monopolización de los oficios por los negros y mulatos libres fue una realidad en la sociedad
colonial. Fe IGLESIAS ha apuntado que los descendientes de africanos superaban a los blancos en
talleres y oficios en una proporción de 4.1 a 2.9; o sea, había 4 102 negros y mulatos por cada 2
195 blancos. Vid. IGLESIAS, Fe, “En torno a la abolición de la esclavitud”, en La esclavitud en Cuba,
Instituto de Historia de Cuba – Editorial Academia, La Habana, 1986, p. 64. De su estudio en los
empadronamientos de Santiago de Cuba, PORTUONDO ha afirmado que: “… los más reconocidos
artesanos eran mulatos o negros libres (…), que con su esfuerzo, hacían algún capital o heredaban
las habilidades de sus progenitores. Aspiraban al blanqueamiento, tenían esclavos, se
preocupaban por ilustrarse y participar en la vida pública de la ciudad.” PORTUONDO ZÚÑIGA, Olga,
Entre esclavos y libres de Cuba colonial, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2003, p. 138.
255
La siguiente arenga emitida por un rey de un cabildo habanero -referenciada por BARCIA
ZEQUEIRA- expone el nivel de acceso a cierta capa de libertades y privilegios por los cofrades, así
como de su compromiso con la capitanía general: “… el Sr. Gobernador Marqués de Someruelos
nos mira a nosotros haciéndonos oficiales, dándonos bandera, tambores, fusiles y sables como a
los blancos mismos, tenemos caballos, dinero, huerto, casas y todo lo que nosotros
queremos…”Cit. en BARCIA ZEQUEIRA, María del Carmen, op. cit., p. 83. Al respecto resulta válida la
afirmación de IBARRA CUESTA según la cual más allá del propio siglo XIX, la sociedad cubana
continuó bajo el sesgo de una población de tres castas. Vid. IBARRA CUESTA, Jorge, op. cit., p. 63.
Por otra parte, en 1818 una Real Orden llegó a reconocer a las castas el controvertido derecho a
comprar ascensos y, aunque las tarifas se elevaron sustancialmente, no fue obstáculo para que los
libres de color alcanzaran a comprar puestos de oficiales en las milicias correspondientes. Vid.
BARCIA ZEQUEIRA, María del Carmen, op. cit., p. 276.
256
No se es ilustrado solo por vivir en tiempos de las luces o por residir en una ciudad donde una
élite proyecte manifestaciones intelectuales de esta clase. Como se desprende de la producción
intelectual de esta época, las preocupaciones de corte ilustrado eran patrimonio de un reducido
sector de individuos provenientes, o relacionados de alguna forma, con la oligarquía de Cuba.
Fuera del círculo blanco y adinerado, la cultura y la educación eran una prácticamente puerta
cerrada para las personas de origen africano. Relegados a una periferia que era a la vez urbana y
cultural, para la mayoría de la población negra y mulata la comunicación fundada en la oralidad, la
memoria colectiva y el empleo de imágenes y símbolos, solía ser más cercana y frecuente que las
manifestaciones letradas. En este medio la figura del ebanista y tallador José Antonio Aponte,
acusado de liderar la conspiración antiesclavista de 1812, resulta singular. Ex oficial de milicias
Aponte poseía cierta cultura, como se desprende de su pequeña biblioteca doméstica. Era,
además, un artista reconocido, un respetado miembro de un cabildo de nación y demostró ser un
hábil conspirador. Sin embargo, resulta poco probable que su acción subversiva contra las
autoridades y el sistema esclavista estuviese influida por la ilustración, al menos no como en el
caso de la conspiración de Román de la Luz. En este la influencia ilustrada poseyó un documento
delator en el proyecto constitucional de Infante; sin embargo, en el legajo de documentos sobre el
proceso seguido contra Aponte y sus compañeros, no existe una pieza documental que pueda
probar tal filiación a las luces. Por otra parte, en la lista de libros incautados a la biblioteca de
Aponte se aprecia que ninguno formaba parte del movimiento intelectual conocido como ilustración.
Dos años atrás la Inquisición controlaba mediante el index la circulación de este tipo de impresos,
por tanto, de haber sido hallado alguno entre las pertenencias del ebanista, habría sido señalado
por los instructores del proceso, cosa que no ocurrió. Todas las pesquisas se centraron en lo que
se ha denominado por los historiadores ocupados del tema como “libro de imágenes”, y que en
opinión de FISCHER, PALMIÉ y CHILDS, no debió ser sino una carpeta de dibujos, la mayoría hechos
en forma de collage. Aún es motivo de debate el carácter subversivo de la carpeta de dibujos de
Aponte –hoy desaparecida-, pero para las autoridades españolas supuso una pieza de convicción
sobre la culpabilidad del ebanista. Ciertamente el movimiento conspirativo y la rebelión de cuyo
liderazgo fue acusado, tuvieron lugar paralelos al desarrollo de las actitudes ilustradas y liberales
de la élite blanca en Cuba. Pero compartir un contexto temporal y espacial no siempre es evidencia
de influencia y comunicación. Más allá de que el discurso ilustrado representase intelectualmente
al pensamiento burgués más revolucionario de la época, las causas que movieron la conspiración y
rebelión de 1812 eran más pedestres, pues las ideas –por si solas- no bastan para movilizar a los
individuos contra el poder. La violencia de la esclavitud, la segregación impuesta a los negros y
mulatos libres, el orgullo del origen africano socializado y compartido por los cabildos, así como el
pundonor que representaba ser miliciano y el ejemplo de Haití, fueron sin dudas elementos
movilizadores más fuertes para las capas de libertos, que el lenguaje de los derechos del hombre.
Aponte y sus compañeros eran enemigos de la esclavitud, tal vez –incluso- del sistema colonial,
pero por los métodos de organización empleados, por el discurso ideológico expresado en la
iconografía que rodeó al movimiento y, finalmente, por la inmediatez de propósitos (destrucción de
la esclavitud por medio de la sublevación), su acción se acerca más a un levantamiento organizado
de esclavos que a un movimiento revolucionario de corte liberal – burgués. En este sentido, la
escasez de fuentes documentales ha resultado un problema a la hora de hurgar en los fines de
este movimiento. La pieza documental más importante –casi la única- han sido las actas del
interrogatorio seguido contra Aponte y publicadas por LUCIANO FRANCO. Las mismas han servido de
fuente principal para todos los estudios acerca de este suceso. Al respecto pueden consultarse a:
LUCIANO FRANCO, José, La conspiración de Aponte, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2006;
PALMIÉ, Stephan, Wizards and scientists: explorations in Afro – Cuban modernity and tradition,
Duke University Press, Durham, 2002; FISCHER, Sibylle, Modernity disavowed: Haití and the
cultures of slavery in the age of revolution, Duke University Press, Durham, 2004; y CHILDS, Matt
D., La rebelión de Aponte de 1812 en Cuba y la lucha contra la esclavitud atlántica, Editorial
Oriente, Santiago de Cuba, 2011. También puede consultarse la tesis de HERNÁNDEZ, Juan
Antonio, Hacia una historia de lo imposible: La Revolución Haitiana y el “libro de pinturas” de José
Antonio Aponte, Tesis presentada al grado de Doctor, Facultad de Artes y Ciencias, Universidad de
Pittsburg, 2005. Disponible en http://core.ac.uk/download/pdf/12207068.pdf. [Consultado el
1/3/2015].
257
El empleo de argumentos de corte iusnaturalista resultó frecuente a la hora de fundamentar
demandas prácticas de la oligarquía criolla a lo largo de toda la Isla, como se desprende del
memorial escrito por un vecino de Santiago de Cuba a las Cortes de 1811. En el mismo resultan
reiteradas las referencias a los derechos naturales de los individuos, en un contexto relacionado
con la propiedad. Ello evidencia que si bien estas expresiones no habían catalizado aún en
actitudes teóricas, sí circulaban con la frecuencia suficiente como para ser empleadas en el debate
político abierto en Cortes. Vid. “Memorial de un vecino de Santiago de Cuba sobre propuesta de
reformas, 1811”, en PORTUONDO ZÚÑIGA, Olga, El Departamento Oriental en documentos (1800 –
1868), tomo II, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2012, p. 57.
258
El autor de la citada memoria, Martin José de Palacios, se queja del obstáculo que representan
para el desarrollo de los rubros económicos santiagueros, las instituciones administrativas del
estado español, y no duda en pedir su remoción, en beneficio de la prosperidad económica y
comercial, que se “conseguirá removiendo de Santiago de Cuba la Comandancia de Marina que ha
prohibido hasta la pesca para el vasto [sic] público sin su licencia: la Comisaría de Matrícula que
impide el fomento de la Marina mercante, y tiene sugeto [sic] todo el tráfico mercantil á su
inmediata inspección. Estos empleados y sus dependientes son la carga más pesada que sufren
los pescadores, los marineros, los calafates, los carpinteros de ribera, en una palabra la marina
mercante;…”. Ídem., p. 61.
259
Esta ha sido también la opinión de MISAS JIMÉNEZ, quien ha afirmado en relación con las
expediciones industriales de la década de 1790 que “Ese pensamiento, propiamente liberal,
respondía al afán de lucro de un grupo de hacendados de las regiones habaneras enriquecido con
la inserción de la producción azucarera en el mercado mundial después de la desaparición de
Haití”. MISAS JIMÉNEZ, Rolando E., “El pensamiento con lucro en los orígenes de la ciencia agrícola:
la expedición de Mopox (1796 – 1802)”, en COLECTIVO DE AUTORES, Voces de la sociedad cubana.
Economía, política e ideología, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2007, p. 74.
260
Vid. “Primer Papel sobre el comercio de negros”; “Representación Manifestando las ventajas de
una absoluta libertad en la introducción de negros, y solicitando se amplíe a ocho la prórroga
concedida por dos años”; “Discurso sobre la agricultura en La Habana y medios de fomentarla”; y
“Resultan grandes perjuicios de que en Europa se haga la fabricación del refino”. En DE ARANGO Y
PARREÑO, Francisco, Obras, volumen I, Editorial Imagen Contemporánea, La Habana, 2005, pp.
117 – 121; pp. 131 – 135; pp. 144 -198; pp. 243 – 254, respectivamente.
261
Sin hacer referencia al liberalismo, MORENO FRAGINALS supo describir las bases liberales del
proceso de ascenso económico de la oligarquía plantadora durante las dos primeras décadas del
siglo XIX. Al respecto afirmó: “Primero, obtuvieron las leyes que aseguraron el disfrute pleno de la
propiedad inmobiliaria liquidando los antiguos conceptos de tierras mercedadas. Después borraron
todo obstáculo a la devastación de los montes y por último consiguieron la expulsión de los pocos
vegueros que quedaban en las tierras realengas. El Derecho Romano, cauce legal del capitalismo,
hace su entrada en Cuba y desde muy temprano la sacarocracia le cita haciéndole primar sobre el
antiguo Derecho Español. (…). Bajo la nueva legislación la sacarocracia obtiene su máxima
conquista legal: reprobación absoluta a toda intervención del Gobierno en la dirección y fomento de
la fortuna privada”. MORENO FRAGINALS, Manuel, op. cit., pp. 130 -131.
262
La creación de instituciones científicas en La Habana durante los últimos años del siglo XVIII,
estuvo animada por este espíritu. Un ejemplo del reduccionismo conceptual al que fue sometida la
ciencia en beneficio de la producción de azúcar, lo demuestra la definición acerca de la Química,
dada por don Nicolás CALVO DE LA PUERTA en su proyecto para abrir una Cátedra de Química. En el
año 1793 definía la Química como el arte de hacer azúcar: “Inventada para analizar y comparar las
substancias diferentes que concurren a la formación de los cuerpos, sus principios se aplican con
acierto raro a la formación del suco exprimido de la caña, formando propiamente lo que llamarse
debe Arte de hacer Azúcar”. CALVO, Nicolás, “Discurso de don Nicolás Calvo promoviendo el
establecimiento de una Escuela de química y Botánica”, en Memorias de la Real Sociedad
Patriótica, tomo I, Instituto de Literatura y Lingüística, La Habana, p. 17. A la hora de caracterizar el
proceso de recepción/aplicación de las teorías económicas europeas en Cuba por parte de la
oligarquía criolla, expresaba LE RIVEREND: “Adoptaron una posición intermedia, dentro de la cual el
éxito teórico era, con frecuencia, resultado de la experiencia directa de los asuntos económicos.
Posición cuya necesidad es evidente dada la estructura esclavista y exportadora de la economía”.
LE RIVEREND BRUSONE, Julio, “Las ideas económicas en el Papel Periódico de La Habana”,
Separata de Estudios Históricos Americanos, México, 1953, p. 15. Por otra parte, los intentos de
crear un centro dedicado a la enseñanza de las técnicas agrícolas modernas que propendiera a la
diversificación de los cultivos, quedaron –según MISAS JIMÉNEZ- “en un segundo plano respecto a
las prioridades establecidas por el lucro de los hacendados”. MISAS JIMÉNEZ, Rolando E., op. cit.,
pp. 94 – 95. Todavía en 1813 es posible apreciar actitudes opuestas a la actividad teórica, incluso,
en el ramo de la ciencia agrícola, la cual se desdeñaba en beneficio del saber empírico. En ese año
expresaba José de ARANGO en discurso ante la Sociedad Patriótica: “Yo no me vestiré de botánico
para describir científicamente al jobo, sino con rústica lisura digo que es un árbol de excelente
madera para envasar azúcar y para otras aplicaciones, porque no tienen ni sabor, ni olor, agarra el
clavo más que otra madera, y se hace muy durable y seca (…) yo no he descubierto los signos
sexuales y dejo a los Sres. botánicos su ingenioso análisis de estambre y pistilos en unas mismas
plantas, mientras que yo procuro facilitar la entrada de las sierras en los machos y las hembras.” DE
ARANGO, José, “Jobo. Discurso dirigido por el señor D. José de Arango al excelentísimo señor
gobernador y capitán general, de cuya orden se insertó en el Diario del gobierno de 17 de abril de
1813, para los fines que indica su autor, y remitido ahora nuevamente con otras observaciones al
señor intendente Director de la Sociedad”, en Memorias de la Real Sociedad Económica de La
Habana, tomo IV, La Habana, 1817, pp. 264 – 271.
263
En materia económica, los representantes ilustrados de la clase plantadora eran fieles
conocedores de la obra de Adam Smith, que por entonces estaba difundida entre los círculos
intelectuales criollos y que influyó su discurso. Ejemplo de esta influencia se halla en Arango y
Parreño, y también en las clases de Justo Vélez, profesor de la cátedra de economía política
abierta por la Sociedad Económica de Amigos del País en 1818. Para sus clases, Vélez tradujo
personalmente las obras de Say y de Smith. Vid. SMITH, Robert Sidney, “La Riqueza de las
Naciones en España e Hispanoamérica (1780 – 1830)”, en Revista de Estudios Políticos, nº 3,
volumen VIII, 1957, pp. 1251 – 1252.
264
“Grupo de vecinos de La Habana al Ayuntamiento”, Documento Anexo al Cabildo Ordinario de
20 de octubre de 1809, Fondo Actas del Cabildo 1808 – 1809, fol. 450. Archivo de la Oficina del
Historiador de la Ciudad de La Habana.
265
En AMORES CARREDANO, Juan Bosco, “Francisco de Arango y Parreño: la transición hacia la
modernidad en Cuba”, en FISHER, John R. (editor), Actas del XI Congreso Internacional de AHILA,
vol. II, Instituto de Estudios Latinoamericanos, Universidad de Liverpool, Liverpool, 1996, p. 515.
266
Cit. en VÁZQUEZ CIENFUEGOS, Sigfrido, Tan difíciles tiempos para Cuba. El gobierno del Marqués
de Someruelos (1799 – 1812), Universidad de Sevilla, Sevilla, 2008, pp. 372 – 373.
267
Ídem. p. 516. No solo el Ayuntamiento de La Habana envió un pliego de instrucciones al
diputado, también las restantes villas elaboraron documentos semejantes, lo cual evidencia la
percepción del diputado como un mandatario de los electores. Aunque de contenido distinto, la
naturaleza de las peticiones que debían informar al diputado resultaban similares. Los
ayuntamientos pedían reformas que, en esencia, permitieran la expansión económica de las
oligarquías regionales. Por ejemplo, el ayuntamiento de la villa de Sancti Spíritus, en pliego
fechado el 11 de octubre de 1810 solicitaba: el reconocimiento a la extinción de la pesa pública, la
devolución de las haciendas embargadas a la villa, la financiación de los ingenios y cafetales
construidos en las haciendas ganaderas a costa del presupuesto de la villa, la posibilidad de que
los propietarios de ganado pudiesen plantar caña en las tierras mercedadas y la apertura al
comercio del puerto de Goleto, que se había habilitado en julio de 1803. Específicamente en este
punto el documento expresa: “… que con objeto a que progrese la agricultura, Comercio y
Vecindario, se haga general avilitación [sic] del Puerto de Goleto, (…), pues aunque por R. orden
de 21 de julio de 1803 fue avilitado [sic] en la clase de menor para su trafico [sic] con los demás de
la Metrópoli, y de nuestras Américas, no lo están para poderlo hacer con las Colonias extranjeras
amigas, o neutrales, de donde haría sus introducciones de Negros y Utencilios [sic] de Agricultura,
que se ve necesitada a tomar con rodeos y gastos que perjudican su fomento.” Vid. “Instrucciones
del Cabildo al Diputado a Cortes”. Documento Anexo al Cabildo Ordinario de 26 de octubre de
1810. Fondo Ayuntamiento, nº 2, Actas Capitulares, Leg. 7, 1809 – 1810, fol. 139. Archivo Histórico
Provincial de Sancti Spíritus. Como se aprecia, estas peticiones no estaban relacionadas con
derechos individuales propiamente, ni siquiera con reclamos de derechos políticos. Se trata de un
pliego de solicitudes para obtener la liberalización de trabas a la expansión ganadera, plantadora y
comercial. A estas élites no les interesaba reclamar posiciones políticas para su clase, sólo
precisaban independencia económica y no intervención del gobierno. Eran conscientes que desde
allí podrían controlar las estructuras del poder en cualquier momento. Su visión de la libertad, por
tanto, radicaba en la ausencia de obstáculos para su expansión económica. No era una noción
individual, era corporativa, pues respondía a intereses objetivos de clase. De manera que cualquier
reclamo de libertad en sentido individual, debía estar subordinado a este.
268
Su autor se declaraba partidario del modelo autonómico ensayado por Inglaterra en sus
colonias, a la vez que atacaba con virulencia todo el proceso revolucionario francés: “No es, pues,
en las hediondas heces de la Revolución Francesa donde hemos de ir a buscar documentos que
nos sirvan de gobierno en las grandes crisis en que nos hallamos”. CABALLERO, José Agustín,
Obras, Editorial Imagen Contemporánea, La Habana, 1999, p. 217.
269
“… si pasamos a examinar la condición del siervo, podemos decir con verdad que el Código que
las protege peca quizás por la extrema benignidad. En efecto, por un impulso que manifiesta más
religión o humanidad que experiencia o meditación, abre acaso demasiadas puertas a la
manumisión, atribuye a los libertos derechos y privilegios demasiado extremos, pues en todo se
igualan a los del hombre que nació en la clase de los señores;…”. Ídem. p. 203.
270
“Nos parece que en un país donde existe la esclavitud y tantos libertos como tenemos, conviene
que el derecho primitivo de sufragio descanse exclusivamente en la calidad de español de sangre
limpia, con bienes de arraigo en tierras o casas urbanas y rurales,..”. Ídem., p. 231.
271
DE ARANGO Y PARREÑO, Francisco, op. cit. volumen II, p. 44.
272
Ídem. p. 23.
273
Todas las evidencias históricas apuntan a que el proyecto de constitución de Joaquín INFANTE
resultó desconocido en la Cuba de sus contemporáneos, con lo cual es muy poco probable que
VARELA haya tenido acceso al mismo. Sin embargo, se ha estimado oportuno mencionarlo en este
epígrafe, porque es una muestra de las diferencias de interpretación y de proyección que tuvo la
concepción oligárquica de la libertad individual en el entorno criollo. Al respecto puede verse a
FERNÁNDEZ VICIEDO, Yuri, “Cuba: una temprana arquitectura constitucional para la independencia”,
en Revista Caribeña de las Ciencias Sociales, febrero 2013. Disponible en: http://xn--caribea-
9za.eumed.net/cuba-temprana-arquitecturaconstitucional-independencia/. [Consultado en
17/12/2013].
274
Vid. INFANTE, Joaquín, “Proyecto de Constitución para la Isla de Cuba”, Título X. Reproducido en
BARCIA ZEQUIERA, María del Carmen, Cuba. Acciones populares en tiempos de la independencia
americana, Ediciones Matanzas, 2011, pp. 162 – 213. Para una caracterización de los derechos en
el Proyecto de Infante puede verse a BAHAMONDE RODRÍGUEZ, Santiago, “Los derechos individuales
en el Proyecto de Constitución de Joaquín Infante”, en MATILLA CORREA, Andry (comp.), El Proyecto
de Constitución para la Isla de Cuba de Joaquín Infante. Aproximaciones histórico – jurídicas a
propósito de su bicentenario, Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana – Archivo
Nacional de la República de Cuba, La Habana, 2012, pp. 60 – 69.
275
Los artículos 4 y 5 reconocían el derecho de sufragio a los blancos con fortuna, hecho que
INFANTE explicaba en la Advertencia del Proyecto: “Los propietarios son sin duda el apoyo de un
Estado, los que se interesan preferentemente en su felicidad, y por tanto los más distantes del
engaño y corrupción en la elección de Mandatarios.” Ídem. p. 162.
276
“… aboliéndose la esclavitud no sólo serían perjudicados los propietarios, sino el Estado mismo
con la falta de este manantial de prosperidad pública,…”. Artículo 89. Ídem.
277
Ídem. Artículo 99.
278
DE ARANGO Y PARREÑO, Francisco, op. cit., p. 39.
279
Se ha elegido este por ser el más inmediato a su formación y al desarrollo de sus trabajos.
280
En opinión de SACO, la imprenta habanera influyó en lo que él denomina como la revolución en
los estudios de filosofía, producida por la irrupción en ella de la obra de Félix Varela. Vid. SACO,
José Antonio, Obras, volumen I, editorial Imagen Contemporánea, La Habana, 2001, p. 133.
281
El criterio de señalar en Félix Varela a un icono de la modernización del pensamiento filosófico
en la Isla ha sido compartida en la historia de la filosofía en Cuba. Puede verse en este sentido:
VITIER, Medardo, Las ideas en Cuba. La filosofía en Cuba, Editorial Ciencias Sociales, La Habana,
2002; MENOCAL, Raimundo, Origen y desarrollo del pensamiento cubano, volumen I, Editorial Lex,
La Habana, 1945; GARCÍA TUDURÍ, Mercedes, y GARCÍA TUDURÍ, Rosaura, Introducción a la filosofía,
Editorial Casa Loiré, La Habana, 1948; HERNÁNDEZ TRAVIESO, Antonio, “Varela y sus discípulos”, en
Revista Cubana, no. 1, 1949, pp. 63 -196; TERNEVOI, Oleg C., La filosofía en Cuba 1790 – 1878,
Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1981. Al respecto BACHILLER Y MORALES afirmó: “El
movimiento posterior de la filosofía a él se debe, y su nombre será siempre citado entre los que
han contribuido más a los progresos de ella y de la física en la Isla de Cuba”. BACHILLER Y
MORALES, Antonio, Galería de hombres útiles, Instituto Nacional de Cultura, Ministerio de
Educación, La Habana, 1955, p. 181.
282
Al respecto había afirmado: “Aunque las dos primeras partes de estas Instituciones se
imprimieron en latín, escribo la tercera en castellano, por esperarse que en el nuevo plan de
estudios se mande a enseñar en el idioma patrio, según el juicio de los mejores sabios, y no por el
deseo de innovar.” VARELA, Félix, Instituciones de Filosofía ecléctica para el uso de la juventud
estudiosa, tomo III, Oficina de Don Esteban Joseph Boloña La Habana, 1813, p. 3. Esta postura de
Varela fue reflejo de la repercusión en Cuba de debates similares -de una data más larga-
esgrimidos por los ilustrados peninsulares. En 1795 el ilustrado español Gaspar Melchor DE
JOVELLANOS se quejaba a su amigo Antonio Fernández de Prado en los términos siguientes
respecto a la enseñanza en latín: “¿Hay por ventura mayor absurdo que enseñar las ciencias en
una lengua extraña?”. “Carta de Jovellanos al Doctor Prado del gremio y claustro de la Universidad
de Oviedo”, 17 de diciembre de 1795, en DE JOVELLANOS, Gaspar Melchor, op. cit., p. 145.
283
TORRES – CUEVAS, Eduardo, op. cit., p. 157.
284
Ídem. p. 163. Hablar de Félix Varela como fundador de una corriente filosófica puede resultar
discutible, pero su relevancia como docente de filosofía está fuera de toda duda. Hacia 1815 su
prestigio profesoral se había extendido a todo el país. Fue en ese año que el abogado José Villar
recomendaba a Saco –quien se hallaba en Santiago- que marchase a La Habana “en donde hay
un clérigo muy joven llamado Varela que enseña verdadera filosofía moderna”. SACO, José
Antonio, op. cit., p. 110.
285
Ídem., p. 174 – 175.
286
FORNET, Ambrosio, El libro en Cuba, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2002, pp. 73 – 74.
287
TORRES – CUEVAS, Eduardo, op. cit. pp. 179 – 180.
288
VARELA, Félix, Observaciones sobre la Constitución Política de la monarquía española, Impr. de
Pedro Nolasco Palmer e Hijo, La Habana, 1821. Curiosamente, en este mismo año veían la luz en
España las Lecciones de Derecho Público Constitucional, para las escuelas de España, del
tratadista Ramón SALAS.
289
HERNÁNDEZ TRAVIESO sostuvo el criterio de que las Observaciones sobre la Constitución política
de la monarquía española, debió ser una obra construida en colectivo, y no solo por Félix Varela. Al
respecto afirma que en ella colaboraron sus discípulos José Antonio Saco, Nicolás Escovedo y
Prudencio Hechevarría. HERNÁNDEZ TRAVIESO, Antonio, op. cit., p. 196. En contraposición,
BACHILLER Y MORALES emitió juicios particularmente críticos acerca de esta obra, sobre todo en lo
referido a la influencia en ella de la Ilustración española. Al respecto afirmó: “El comentario al
código fundamental de 1812, adolece de la exageración de la época en la adopción de todas las
doctrinas defendidas por Marina, en su célebre teoría de las Cortes. Como Marina, quiso Varela
apoyar con la historia patria las verdaderas innovación es que se hacían a las antiguas bases del
sistema monárquico español.” BACHILLER Y MORALES, Antonio, Galería de hombres útiles, op. cit., p.
178.
290
FORNET, Ambrosio, op. cit. pp. 73 – 76. Para GARCÍA PONS: “Varela resultó, a poco, una
verdadera presencia en la atención pública. Su popularidad fue cada vez mayor.” GARCÍA PONS,
César, El obispo Espada y su influencia en la cultura cubana, op. cit., p. 163.
291
El Americano Libre, 22 de diciembre de 1822. Citado en IBARRA CUESTA, Jorge, Félix Varela: el
precursor. Un estudio de época, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2004, p. 87.
292
BACHILLER Y MORALES, Antonio, Apuntes para la historia de las letras y de la Instrucción Pública
de la Isla de Cuba, tomo III, Imprenta del Tiempo, La Habana, 1861, pp. 134 - 136.
293
Idem. pp. 137 – 156.
294
Idem. p. 153.
295
Idem. pp. 159 – 162.
296
Ídem. pp. 168 – 175.
297
Acerca de la influencia del racionalismo cartesiano en Varela puede verse GARCÍA TUDURÍ,
Rosaura, “Influencia de Descartes en Varela”, en Revista Cubana de Filosofía, no. 11, 1955, pp. 28
-35.
298
VARELA, Félix, Lecciones de Filosofía (5ta Edición), tomo I, ed. cit., p. 37.
299
Ídem. 139
300
“… el alma entre muchos bienes puede elegir el que quiera, aunque realmente sea menor que
los que desatiende, y cuando se dice que uno es digno de castigo porque ha infringido una ley,
sólo se quiere dar a entender que ha apreciado más el bien aparente del crimen que el bien real de
la virtud y esto lo ha hecho con toda libertad.” Ídem. 151.
301
VARELA, Félix, “Varias proposiciones para el ejercicio de los bisoños”, en TORRES – CUEVAS,
Eduardo, Historia del pensamiento cubano, tomo I, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2004, p.
345.
302
VARELA, Félix, “Demostración de la influencia de la ideología en la sociedad, y medios de
rectificar este ramo”, Ídem. p. 424.
303
VARELA, Félix, “Elenco de 1816”, Ídem., p. 353.
304
Un análisis de la noción iusfilosófica de libertad individual en Félix VARELA, puede verse en
FERNÁNDEZ VICIEDO, Yuri, “Un sacerdote liberal y la construcción de un nuevo concepto de libertad
individual para Cuba”, en MATILLA CORREA. Andry, (coord.), El Derecho como saber cultural.
Homenaje al Dr. Delio Carreras Cuevas, Editorial Ciencias Sociales – Editorial de la Universidad de
La Habana, La Habana, 2011, p. 141.
305
VARELA, Félix, Escritos políticos, ed. cit., p. 38. [Subrayado en el original]. El contraste entre
ambas posturas resulta visible, acentuado por la forma adjetival “exacta” que Varela emplea para
referirse a la definición de Constant. En la primera, el referente normativo (entiéndase la ley) que
debiera servir de base al momento de distinguir lo que debe ser prohibido de lo que no, no se
encuentra presente, ya que para Constant la ley emitida por la sociedad viene a ser una amenaza
para la libertad de los individuos. Por el contrario, Montesquieu la utiliza como regla para delimitar
el alcance de la relación entre individuos y sociedad, como garantía para la libertad existente. Este
hecho marca una diferencia entre el credo liberal de Constant (que persigue la supresión al mínimo
de la actividad legislativa) y el republicanismo de Montesquieu. Por otra parte, la definición de
libertad expuesta por Benjamin Constant, y que VARELA referencia, había sido acuñada por este en
su célebre conferencia de 1819, “De la libertad de los antiguos comparada con la de los modernos”
y sistematizada en su Curso de política constitucional impreso en Madrid en 1820. El hecho que el
profesor del Seminario la utilizara en sus comentarios a la Constitución de Cádiz dos años
después, es un ejemplo de cuan cerca pulsaba la intelectualidad criolla las obras más actuales en
materia constitucional de su tiempo.
306
Puede tomarse de ejemplo a MONTESQUIEU, para quien: “En un Estado, es decir, en una
sociedad que tiene leyes, la libertad no puede consistir en otra cosa que en poder hacer lo que se
debe querer y no ser obligado a hacer lo que no debe quererse”. MONTESQUIEU, op. cit. p. 189.
307
Vid. Artículo 4, Constitución Política de la Monarquía española de 1812, ref. cit.
308
VARELA, Félix, Escritos políticos, ed. cit. p. 90.
309
“¡Y qué!: ¿omitiré yo la recordación de los beneficios concedidos a esta sociedad, cuando
vuestro ánimo impaciente ya por manifestar su gratitud acusa mi demora? Lo diré, Señores, y lo
diré francamente; el monarca protector de la literatura de la Isla de Cuba, es un émulo glorioso de
sus augustos antecesores en los beneficios concedidos a las ciencias. Madrid vio florecer las artes
y las letras por los esfuerzos de Fernando VI, a quien debe la fundación de la real academia, del
jardín botánico y otros talleres de Minerva; pero la Habana ha conseguido iguales ventajas y
espera hacer iguales progresos, bajo los auspicios del Séptimo Fernando. Un tres porciento sobre
los ramos municipales se concede para fomentar los establecimientos literarios y para los demás
objetos apreciables en que se ocupa la Sociedad. Esta suma se pone en vuestras manos. Señores,
corresponded a las benéficas intenciones del Príncipe a quien merecéis tanta confianza. Los
trabajos de Lineo serán conocidos e imitados por la juventud de la Habana, las artes deberán sus
progresos a la ilustre ciencia que coronó las sienes de Lavoisier; el comercio y la agricultura
experimentarán el benéfico influjo de los trabajos de Smith; todo promete prosperidades y las
generaciones futuras repetirán el nombre de Fernando VII como principio de tantos bienes.”
VARELA, Félix, “Elogio de S. M. el señor Don Fernando VII contraído solamente a los beneficios que
se ha dignado conceder a la isla de Cuba; formado por acuerdo de la Sociedad Patriótica de La
Habana, y leído en junta general del 12 de diciembre de 1818 por el presbítero D. Félix Varela”, en
Obras, volumen I, Editorial Imagen Contemporánea, La Habana, p. 120. Obsérvese, señalada en
negrita, la referencia a la obra de Adam Smith, lo cual evidencia el conocimiento de esta por
Varela.
310
Félix Varela no constituía un jurista, y su acercamiento al Derecho Público lo realizó desde la
filosofía. Por tanto -bajo la lógica del discurso iusfilosófico del momento- al referirse a la ley en
sentido indeterminado, entendemos que lo hacía en alusión al ordenamiento jurídico de la sociedad
y no sólo a la Constitución como norma singular.
311
VARELA, Félix, Observaciones sobre la Constitución Política de la Monarquía española, ed. cit.
p. 41.
312
Ídem. p. 39.
313
Ídem. p. 38.
314
El carácter de la relación entre libertad y derechos individuales proyectado por Varela, puede
ser rastreado también en las fuentes doctrinales que le sirvieron de referencia en materia de
constitucionalismo. En 1819 CONSTANT afirmaba que “Las instituciones tienen que completar la
educación moral de los ciudadanos. Respetando sus derechos individuales, cuidando de su
independencia,…”. CONSTANT, Benjamín, op. cit. p. 265.
315
Uno de los argumentos más sólidos usados por ARANGO Y PARREÑO en respuesta a las
proposiciones abolicionistas hechas por el diputado mexicano Guridi y Alcocer ante las Cortes de
1811, partió de la intangibilidad del derecho de propiedad. En este sentido, defendió la
invulnerabilidad de toda propiedad obtenida bajo la protección de leyes legítimas al efecto. Por ello
sostenía: “¿Puede ponerse la mano en el sagrado de la propiedad, ya adquirida en conformidad de
las leyes; de la propiedad, decimos, cuya inviolabilidad es uno de los grandes objetos de toda
asociación política, y uno de los primeros capítulos de toda Constitución?” Y páginas más adelante
alegaba: “… el derecho que sobre los indios ejercían aquellos conquistadores estaba casi naciente,
y sólo fundado en su arbitrariedad; y el que aquí se ejerce sobre los negros no es hijo de nuestra
arbitrariedad, sino de antiquísimas y muy repetidas leyes”. ARANGO Y PARREÑO, Francisco, op. cit.
pp. 23 y 47 respectivamente.
316
Vid. RIVERA GARCÍA, Antonio, “El concepto de libertad en la época de las Cortes de Cádiz”, en
CHUST, Manuel Y FRASQUET, Ignacio (edit.), La trascendencia del Liberalismo Doceañista en España
y en América, Biblioteca Valenciana, Valencia, 2004, pp. 93 – 114.
317
VARELA, Félix, op. cit. p. 43.
318
ARANGO Y PARREÑO, Francisco, op. cit., p. 38.
319
El empeño por limitar la acción del gobierno sobre la esfera económica es apreciable también
en Caballero y Arango. En su Exposición a las Cortes Españolas en 1811, el padre CABALLERO
afirmaba de cara a la definición del contenido de las Cortes: “…persuadidos de que adhiriéndose
las Cortes Nacionales a la magnánima teoría que desde sus primeras sesiones establecieron sobre
la división de poderes, se ocupen, (…) de declarar “cuáles sean los límites de su poder legislativo
con respecto a los dominios ultramarinos,….”. CABALLERO, José Agustín, op. cit. p. 220. En línea
similar se había pronunciado también Arango y Parreño en su proyecto de constitución, al proponer
la supresión de las potestades económicas y judiciales del Capitán General, conservándole sólo las
funciones militares. Vid. CARRERAS, Julio, Historia del Estado y el Derecho en Cuba, Editorial
Pueblo y Educación, La Habana, 1989, pp. 152 – 153.
320
Vid. FERNÁNDEZ VICIEDO, Yuri, No hay patria sin virtud. Félix Varela ante las libertades públicas,
Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2015, pp. 62 – 65; y “Pacto social y soberanía en Félix Varela”,
en MATILLA CORREA, Andry (comp.), Cuestiones histórico jurídicas. I Jornada Nacional de Historia
del Derecho, Unión Nacional de Juristas de Cuba, 2014, pp. 107 – 126.
321
DE AQUINO, Tomás, La monarquía, Editorial Tecnos, Madrid, 1995, p. 6.
322
VARELA, Félix, Lecciones de filosofía, tomo I, ed. cit, p. 266.
323
VARELA, Félix, Escritos Políticos, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1977, p. 34.
324
VARELA, Félix, Lecciones de filosofía, ed. cit, p. 273.
325
“Artículo 3. La soberanía reside esencialmente en la Nación,…”, Constitución de la Monarquía
española de 1812, en ref. cit.
326
VARELA, Félix, El Habanero, Universidad de La Habana, La Habana, 1962, p. 65.
327
“La soberanía no puede ser representada, por la misma razón por la que no puede ser
enajenada: consiste en la voluntad general, y la voluntad general no se representa, porque es ella
misma o es otra; en esto no hay término medio. Luego, los Diputados del pueblo no son capaces ni
pueden ser sus representantes; son tan sólo sus comisarios, y no pueden determinar nada
definitivamente”. ROUSSEAU, Juan Jacobo, op. cit., p. 78.
328
Ídem. p. 14.
329
Dentro del marco de la Revolución Francesa sólo la declaración de derechos de la Constitución
de 1793, reconocería el carácter popular de la soberanía en sentido popular: “Artículo 25: La
soberanía reside en el pueblo; es una e indivisible, imprescriptible e inalienable”.
330
Respecto a la monarquía constitucional y su relación con el liberalismo, afirmó MARX: “Llegada a
ser la primera clase de la sociedad, la burguesía se proclamó también la primera clase en la esfera
política. Lo hizo implantando el sistema representativo, basado en la igualdad burguesa ante la ley
y en el reconocimiento legislativo de la libre competencia. Este sistema fue instaurado en los
países europeos bajo la forma de la monarquía constitucional. En dicha monarquía solo tienen
derecho al voto los poseedores de cierto capital, es decir, únicamente los burgueses. Estos
electores burgueses eligen a los diputados, y estos diputados burgueses, valiéndose del derecho a
negar los impuestos, eligen un gobierno burgués.”. MARX, Carlos y ENGELS, Federico, op. cit., p. 87.
331
SÁNCHEZ VIAMONTE, Carlos, op. cit., p. 282.
332
Una explicación al respecto puede ser brindada por DUGUIT, para quien: “En la doctrina de la
soberanía nacional, tal como es en su completo desenvolvimiento, la nación es una persona
investida de una conciencia y de una voluntad. Esta voluntad es soberana (…) Esta soberanía es
ejercida por los gobernantes en nombre y como representantes de la nación. Existe un Estado,
cuando esta voluntad soberana de la nación es representada por un gobierno. El Estado es, pues,
una corporación nacional soberana, representada por un gobierno. El Estado es, por definición,
soberano, puesto que es la nación soberana misma organizada y representada”. DUGUIT, LEÓN, Las
transformaciones generales del Derecho Privado, Editor F. Beltrán, Madrid, 1924, p. 24.
333
AMORES CARREDANO ha aportado una definición de lo que podía entenderse por nación en el
marco del modelo constitucional gaditano, muy similar a cómo debió interpretarse en el entorno
intelectual de Félix VARELA. En este sentido la misma contiene los requisitos básicos sobre los
cuales se construyó el reconocimiento de los derechos políticos: “La nación es un concepto racial,
cultural y político: la comunidad de los ciudadanos de linaje español, la comunidad civilizada,
compuesta por hombres dignos, en cuanto que son libres, una libertad que se basa en el
nacimiento y en la propiedad, lo que les hace independientes y sujetos pasivos y activos de
derechos…”. AMORES CARREDANO, Juan Bosco, “Francisco de Arango y Parreño: la transición hacia
la modernidad en Cuba”, en ed. cit., p. 513.
334
Puede verse al respecto a VÁZQUEZ CIENFUEGOS, Sigfrido, “El frustrado Proyecto Juntista de La
Habana del 1808: una propuesta de cambio de las relaciones de Cuba con España”, en MARTÍNEZ
RODA, Federico, (ed.), Actas del Congreso Internacional sobre La guerra de la Independencia y los
cambios institucionales, Diputación de Valencia, Valencia, 2009, pp. 207-224. El memorial
elaborado para la constitución de Junta Provincial en La Habana, resulta prueba del uso aplicado
de la concepción nacional de la soberanía. Presentado al Ayuntamiento en julio de 1808 exigía:
“(…) Los vecinos, hacendados, comerciantes y personas notables de esta ciudad (…), en vista de
las actuales lamentables circunstancias en que se halla la madre patria, del cautiverio de nuestro
amado rey y señor Fernando VII y de toda la real familia; de hallarse por esta causa suspendidas
las relaciones que nos ligan a su soberana autoridad (…); quisiéramos que el modo de suplir la
misma suprema, veneranda y necesaria potestad durante la funesta época presente, (…), a cuyo
efecto hemos creído no deberse diferir el establecimiento de una Junta Superior de Gobierno que,
revestida de igual autoridad a las demás de la península de España, cuide y provea todo lo
concerniente a nuestra existencia política y civil,…”. Vid. MORALES Y MORALES, Vidal, Iniciadores y
primeros mártires de la Revolución Cubana, tomo I, Editora del Consejo Nacional de Cultura, La
Habana, 1963, pp. 33-34.
335
Vid. “Real Decreto de 14 de febrero de 1810”, en ARANGO Y PARREÑO, Francisco, op. cit. pp. 2 -
3.
336
TORRES – CUEVAS, Eduardo, op. cit., p. 280.
337
En el marco del liberalismo constituyente español resultan apreciables otros ejemplos acerca
del uso indistinto de términos relacionados con la naturaleza popular y nacional de la soberanía. En
este sentido resulta válido citar al diputado constituyente GORDILLO, para quien los hombres habían
“cedido parte de su libertad (...) formando una voluntad general (…) [que formaba] en esencia la
soberanía de la Nación”. Diario de Sesiones, nº 266, 26 de junio de 1811, vol. II, p. 1337.
338
VARELA, Félix, op. cit. p. 34.
339
VARELA, Félix, op. cit, p. 35.
340
Vid. FERNÁNDEZ VICIEDO, Yuri, “Félix Varela y Morales ante el Constitucionalismo. Un estudio
(1818 – 1824)”, en e-SLegal History Review, nº. 17, 2014. Disponible en
http://www.iustel.com/v2/revistas/detalle_revista.asp?id=15. [Consultado en 11/4/2014].
341
Ídem. pp. 59 -60.
342
En referencia al texto de las Observaciones, afirma: “El joven filósofo, más que analizar la
Constitución española, se dedicó a explicar los derechos del hombre, el concepto de libertad, de
soberanía y de pueblo, así como los derechos de este último…” REYES FERNÁNDEZ, Eusebio, op.
cit., p. 44.
343
También en referencia a la concepción de soberanía presente en las Observaciones, expresa
TORRES – CUEVAS: “La soberanía tiene su base en aquella parte de la libertad individual de la cual
han hecho dejación los hombres para poder crear el conglomerado social; el Gobierno, por tanto,
ejerce la soberanía por delegación del pueblo y está obligado a procurar el bienestar y la felicidad
de ese pueblo. El Gobierno es el resultado de la voluntad general que forma el primer principio o
poder de la nación; por tanto, el Gobierno es el ejecutor de la voluntad general.”. TORRES – CUEVAS,
Eduardo, op. cit., p. 280.
344
Vid. MONDELO, Walter, op. cit., p. 149.
345
Mediante la deformación del pasado bajomedieval español, los constituyentes de Cádiz
pretendieron enmascarar el origen –francés- de sus doctrinas, y a la vez hacer ver que los
contenidos constitucionales, no eran sino reformulaciones del espíritu y costumbres españolas del
pasado. Los estudios históricos de los ilustrados peninsulares, que precedieron a los debates
constituyentes en las Cortes, desembocaron en la idea de que España poseía una Constitución
histórica, criterio defendido en las obras de Jovellanos y Martínez Marina. Conclusiones similares
estuvieron presentes en el Ensayo histórico - crítico publicado por este último hacia 1808, como
también en el propio Discurso Preliminar a la Constitución de 1812, tradicionalmente atribuido a
Agustín Argüelles. En el mismo se defendía la idea de que el texto gaditano no era otra cosa que la
sistematización de las antiguas leyes fundamentales de la monarquía en un código unificado, que
ordenaba la dispersión y ambigüedad de las mismas. Vid. VARELA SUANZES, Joaquín, “La doctrina
de la Constitución Histórica: de Jovellanos a las Cortes de 1845”, Revista de Derecho Político, nº.
39, 1995, pp. 45 y ss; y ARGÜELLES, Agustín, Discurso Preliminar leído en las Cortes al presentar la
Comisión de Constitución el proyecto de ella, Imprenta que fue de García, Madrid, 1820, pp. 2 y 19.
346
VARELA, Félix, op. cit., p. 61.
347
El texto francés de 1791, expresaba en su Título III: “Artículo 1º. La soberanía en una,
indivisible, inalienable e imprescriptible. Pertenece a la Nación; ninguna sección del pueblo; ningún
individuo puede atribuirse su ejercicio. Artículo 2º. La Nación, de quien emanan todos los poderes,
no puede ejercerlos mas que por delegación.”, Constitución Francesa de 3 de septiembre de 1791,
ed. cit. Los artículos citados ejercieron una influencia visible en los artículos 2, 3, 13 y 14 del texto
gaditano de 1812.
348
VARELA, Félix, op. cit., p. 45.
349
Vid. FERNÁNDEZ SARASOLA, Ignacio, op. cit., pp. 42-43.
350
Vid. BISBÉ, Manuel, “Ideario y conducta cívicos del padre Varela”, en Vida y Pensamiento de
Félix Varela, volumen III, Cuadernos de Historia Habanera, nº 27, Oficina del Historiador de la
Ciudad, 1945, p. 39.
351
VARELA, Félix, op. cit., p. 36.
352
“El Rey tiene la sanción de las leyes”. Artículo 142, Constitución Política de la Monarquía
española de 1812.
353
Vid. Ídem. Artículos 147, 148 y 149.
354
Vid. Ídem. Artículo 149.
355
“Si el poder ejecutivo no tiene el derecho de contener los intentos del legislativo, este sería un
poder despótico, porque pudiendo atribuirse toda facultad que se le antoje, anulará a todos los
demás poderes.” MONTESQUIEU, op. cit., p. 196. En los debates desarrollados en el seno de la
Asamblea Nacional francesa, previos a la aprobación de la Constitución de 1791, expresaba el
diputado LALLY - TOLLENDAL respecto al veto: “Si la sanción [real] no existe, si el rey no tiene veto
ilimitado, entonces no hay medio de salvar la prerrogativa real; no hay obstáculo insalvable a las
empresas del poder legislativo sobre el ejecutivo, a la invasión, a la confusión de los poderes, por
consecuencia, al vuelco de la Constitución…”. En BOSCH, Jorge Tristán, Ensayo de interpretación
de la doctrina de la separación de los poderes, Sección de Publicaciones del Seminario de
Ciencias Jurídicas y Sociales. Buenos Aires, 1944, p. 179.
356
VARELA, Félix, op. cit. p. 48.
357
Vid. FERNÁNDEZ VICIEDO, Yuri, op. cit.
358
CONSTANT, Benjamín, Curso de Política Constitucional, tomo I. Traducción de D. Marcial Antonio
López, Imprenta de la Compañía, Madrid, 1820
359
VARELA, Félix, op. cit. p. 47.
360
“Cuando la autoridad [real] encargada de velar en la ejecución de estas no tiene derecho de
oponerse a ellas por encontrarlas peligrosas, la división de los poderes, que es de ordinario la
garantía de la libertad llega a ser un peligro y una verdadera plaga.” CONSTANT, Benjamín, op. cit.
p. 52. Aquí también puede apreciarse el criterio relativo a que la eliminación de la regla de
especialización, contribuye a la efectividad real del modelo de separación de los poderes.
361
Ídem. p. 54.
362
VARELA, Félix, op. cit. p. 49.
363
Respecto a los lazos de comunicación entre Cuba y España, ha dicho KUETHE: “… Cuba era la
colonia mayor más próxima a España en cuanto a tiempo de navegación, y la élite cubana podía
trasladarse a la corte con relativa libertad, manteniendo, de esta forma, importantes enlaces
personales en el centro político. En este sentido Cuba era tanto una extensión de España, como
una parte de América”. KUETHE, Allan, “La fidelidad cubana durante la edad de las revoluciones”,
en Anuario de Estudios Americanos, tomo LV, 1998, p. 210. Este mismo autor ha señalado la
influencia que tuvo el proceso de reformas iniciado tras la recuperación de La Habana (1763 –
1765), para la creación de lazos de cooperación directa entre la oligarquía criolla y la Corona, que
pervivieron en el tiempo. Ídem. pp. 212 – 213. Una muestra de la colaboración señalada fue el
apoyo de los vecinos habaneros a la participación española en la Guerra de Independencia
norteamericana. Para avituallar a las tropas hispano – francesas que participaron en Yorktown,
emitieron un préstamo de medio millón de pesos al rey. Además, de La Habana partió un
importante contingente armado al mando del general Bernardo Gálvez compuesto por 4000
soldados, de los cuales 3000 eran criollos. Más tarde partiría un refuerzo al mando de Manuel
Cajigal, quien después ostentaría la capitanía general de la Isla, integrado por 1 600 hombres.
LEWIS, James, “Las Damas de La Habana, el Precursor and Francisco de Saavedra: A Note on
Spanish participation in the Battle of Yorktown”, en The Americas, vol. 37, 1980, pp. 83 – 86 y pp.
90 -98. El apoyo brindó frutos. En 1789 la oligarquía plantadora obtuvo la real cédula que permitió
la libre entrada de esclavos en Cuba por cualquier español. A ello contribuyó la labor representativa
ante la Corte de Francisco de Arango y Parreño, quien había asumido el cargo de Apoderado del
comercio de La Habana ante la Corona. De hecho, la Real Cédula que autorizó el libre comercio de
esclavos, estuvo precedida por un memorial sobre la necesidad de liberar el comercio de esclavos
para Cuba enviado al Ministerio de Indias, firmado por Arango y fechado en Madrid en febrero de
1789. Vid. ARANGO Y PARREÑO, Francisco, op. cit., volumen I, pp. 117 – 121. Arango fue, durante
fines del siglo XVIII, el vocero de los intereses criollos ante la Metrópoli. Varias de las prebendas
obtenidas por la oligarquía criolla fueron negociadas directamente por su intermedio. Vid. GARCÍA,
Gloria, “Tradición y modernidad en Arango y Parreño”, Ensayo Introductorio a Arango y Parreño,
Francisco, Obras, volumen I, Editorial Imagen Contemporánea, La Habana, 2005, pp., 1 – 59; y
AMORES CARREDANO, Juan Bosco, “Francisco Arango y Parreño: la transición hacia la modernidad
en Cuba”, FISCHER, John (ed.), Actas del XI Congreso Internacional de AHILA, Instituto de Estudios
Latinoamericanos, Universidad de Liverpool, Liverpool, 1996, pp. 507 – 521. Algunas de estas
prebendas fueron la extensión de la citada Real Cédula para la introducción de esclavos; la Real
Orden de 23 de febrero de 1796 que, amparada en un memorial de Arango, autorizaba la
refinación del azúcar en la Isla y la fabricación y exportación de aguardiente como subproducto de
la purga; y la Real Orden de 20 de abril de 1799 que autorizó a los vasallos habaneros el comercio
con neutrales. Todas en: ARANGO Y PARREÑO, Francisco, op. cit., pp. 131 – 135; pp. 243 – 254; y
pp. 290 – 291, respectivamente. Durante el período de la restauración absolutista de Fernando VII
(1814 – 1820), el grupo de presión de la oligarquía criolla, obtuvo nuevos beneficios producto del
tráfico de influencias con la Corona y favorables a la expansión plantadora. Tales fueron: el
derecho de tumba de montes en predios mercedados y la abolición del monopolio del tabaco. Vid.
“Circular de la Conservaduría de montes de lo interior del reino a los Subdelegados de este ramo”
de 11 de noviembre de 1814; “Real Orden expedida por el Ministerio de Hacienda de España” de
18 de septiembre de 1816; en Apéndice a los tomos I, II, III y IV de la obra Decretos del Rey D.
Fernando VII ó séase Colección de Reales Resoluciones respectivas a los años 1814, 815, 816 y
817, Imprenta Real, Madrid, 1819, p. 5 y pp. 195 – 196. Para la abolición del estanco del tabaco,
puede verse también el “Real Decreto de 23 de junio de 1817”, en PICHARDO, Hortensia,
Documentos para la historia de Cuba, tomo I, ed. cit., pp. 261 – 262. A ello debe unirse la libertad
de comercio sin restricciones y la extensión de títulos de propiedad a los detentadores de tierras
mercedadas. Vid. “Real Resolución sobre terrenos realengos y baldíos”, en Ídem. pp. 264 – 265.
MORENO FRAGINALS ha descrito el entramado de relaciones a partir de las cuales discurrió el tráfico
de influencias que hizo de la oligarquía plantadora criolla un importante grupo de presión
metropolitano. De hecho, señala en estas redes las vías por las cuales entre 1792 y 1818 Cuba
obtuvo tan importantes disposiciones liberadoras para su comercio y producción. Ello ocurría
porque España necesitaba la riqueza de la Isla para financiar la guerra contra sus colonias
americanas, en pleno proceso de independencia. Un ejemplo adicional acerca de cuán estrechos
llegaron a ser los vínculos entre el absolutismo español y la oligarquía plantadora, fue que hacia
1840 Manuel Godoy, exiliado en Inglaterra, aún recibía dinero de Cuba. MORENO FRAGINALS,
Manuel, Cuba/España. España/Cuba. Historia común, Editorial Grijalbo – Mondadori, 1995, pp. 158
– 160. Finalizada la guerra de independencia y separadas las colonias americanas, la situación de
Cuba frente a España se modificó radicalmente. KUETHE ha expresado con suma claridad al
respecto que: “La relación especial entre La Habana y Madrid perdió su sentido una vez que Cuba
dejó de ser el antemural español. La rica isla azucarera ya era el imperio,…” KUETHE, Allan, op. cit.,
pp. 219 – 220.
364
Esta postura asumida por Varela en 1821 desmiente a aquellos que lo han calificado de
“apolítico”. En 1949, HERNÁNDEZ TRAVIESO lo había hecho partícipe de una postura contemplativa,
al afirmar que “Varela no era un político, y si sus pensamientos caían inevitablemente en la política
era por aquella preocupación universal del hombre acostumbrado a contemplar filosóficamente los
acaecimientos del mundo”. HERNÁNDEZ TRAVIESO, Antonio, op. cit., p. 191. En línea similar, GARCINI
GUERRA exponía cándidamente en 1954 que “ajeno a los vaivenes del absolutismo, se refería a la
libertad del hombre, a la tiranía, a la igualdad ante las leyes,…”. GARCINI GUERRA, Héctor,
“Evolución del pensamiento político de Félix Varela”, en Anuario de la Facultad de Ciencias
Sociales y Derecho Público, Universidad de La Habana, 1954, p. 45.
365
Vid. FERNÁNDEZ VICIEDO, Yuri, “Félix Varela y Morales y el origen de la enseñanza del
constitucionalismo en Cuba (1818 – 1824)”, en Revista de Historia del Derecho, nº 47, 2014,
INHIDE, Buenos Aires, p. 21.
366
CONSTANT, Benjamín, op. cit. p. 31.
367
VARELA, Félix, op. cit. p. 47.
368
Vid. FERNÁNDEZ VICIEDO, Yuri, “Félix Varela y Morales ante el Constitucionalismo. Un estudio
(1818 – 1824)”, ref. cit.
369
“Artículo 27. Las Cortes son la reunión de todos los diputados que representan la Nación,
nombrados por los ciudadanos en la forma que se dirá”. Constitución Política de la Monarquía
española de 1812, ref. cit.
370
VARELA, Félix, op. cit. p. 70.
371
ARANGO Y PARREÑO, Francisco, op. cit., volumen II, p. 12.
372
Ídem. p. 28.
373
También en el empleo del término “apoderado” por Félix Varela para referirse a la naturaleza del
diputado como representante, se aprecia la influencia directa de Locke. El cotejo semántico entre la
expresión inglesa “trustee”, empleada por este último para definir al representante político como
“fideicomisario”, halla una importante similitud de significado y contenido con la expresión española
“apoderado”, empleada por Varela. Vid. Nota 72. Aquí es preciso señalar su apropiación de
conceptos propios del republicanismo, como el citado de trustee. Tal apropiación obedecía a la
necesidad de legitimación de un mandato provincial para el diputado de cara a la correlación de
fuerzas políticas en el interior de las Cortes. Sin embargo, la apropiación de esta fundamentación
republicana del papel del representante, será usada por Varela como pivote para la reclamación en
sus proyectos legislativos de objetivos relacionados con posturas liberales.
374
Vid. FILIU - FRANCO, Antonio, Cuba en los orígenes del constitucionalismo español: la alternativa
descentralizadora, Fundación Manuel Giménez Abad de Estudios Parlamentarios y del Estado
Autonómico, Zaragoza, 2011, pp. 249 -254.
375
Proyecto de Instrucción para el gobierno económico-político de las Provincias de Ultramar,
Imprenta de D. Tomás Albán y Compañía, Madrid, 1823, Artículo 4, pp. 9-10.
376
Ídem. Artículo 80, p. 23.
377
Ibídem.
378
Constitución Política de la monarquía española de 1812, Artículo 318.
379
Ídem., Artículo 324.
380
“Artículo 137: Para ser gefe [sic] político superior es necesario ser ciudadano en el ejercicio de
sus derechos, mayor de veinte y cinco años, nacido en el territorio español, gozar de buen
concepto público y haber acreditado desinterés, buena moralidad, aptitud y adhesión a la libertad
política e independencia de la nación;…” Proyecto de Instrucción para el gobierno económico-
político de las Provincias de Ultramar, ed. cit. p. 34.
381
Ibídem.
382
Vid. “Gaceta Española”, Sevilla, Martes 6 de Mayo de 1823, en Diario de Sesiones de las Cortes
celebradas en Sevilla y Cádiz en 1823, Imprenta Nacional, Madrid, 1858, p. 58.
383
Vid. REYES FERNÁNDEZ, Eusebio, op. cit., pp. 59 – 60; TORRES – CUEVAS, Eduardo, op. cit. pp.
314 – 315; e IBARRA CUESTA, Jorge, op. cit., pp. 70 – 71.
384
El primero en apelar a la imaginación literaria para fundamentar el divorcio de Varela con la
oligarquía criolla, fue HERNÁNDEZ TRAVIESO. Cual si hubiese sido testigo privilegiado de un
supuesto diálogo entre el obispo Espada y Varela, colocó en boca de este último la siguiente frase:
“… no soy el hombre para ir a Cortes, no serviría los intereses espurios de comerciantes y
hacendados, serviría a los de mi patria, y los de mi patria no son esos”. HERNÁNDEZ TRAVIESO,
Antonio, op. cit., 198. Esta historia –carente de respaldo documental alguno- fue creída y tomada al
pie de la letra por quienes le siguieron, pues la imagen de un Varela asociado a la oligarquía
plantadora, era lesiva a su imagen patriótica. En este caso puede citarse a GARCINI GUERRA,
Héctor, op. cit., p. 48; REYES FERNÁNDEZ, Eusebio, op. cit. 45; y TORRES – CUEVAS, Eduardo, op. cit.
p. 305.
385
Aquí es preciso refutar enfoques no fundamentados acerca del Proyecto de Instrucción y que
han circulado en obras oficiales. En 1983 el Instituto de Literatura y Lingüística sostenía que el
Proyecto de Instrucción se había redactado desde posturas iusnaturalistas, cuando en verdad los
fundamentos de este fueron de tipo práctico. Vid. COLECTIVO DE AUTORES, Perfil histórico de las
letras cubanas, desde los orígenes hasta 1898, Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia
de Ciencias de Cuba, La Habana, 1983, p. 84.
386
Vid. HERNÁNDEZ CORUJO, Enrique, “Actuación política y parlamentaria del padre Varela en las
Cortes españolas y en el destierro”, en Anuario de la Facultad de Ciencias Sociales y Derecho
Público, Universidad de La Habana, 1954, pp. 61-83.
387
Vid. REYES FERNÁNDEZ, Eusebio, op. cit., pp. 58-59.
388
Vid. TORRES – CUEVAS, Eduardo, op. cit., p. 313.
389
Vid. IBARRA CUESTA, Jorge, op. cit., p. 68.
390
La anticonstitucionalidad de las propuestas del Proyecto de Instrucción, fue señalada solo por
SACO al afirmar acerca del mismo que “alterando profundamente la índole de las diputaciones
provinciales de Ultramar, proponía revestirlas hasta de atribuciones políticas, en que se las
autorizaba no solo a suspender el cumplimiento de las leyes que en la metrópoli se hicieran contra
los intereses de aquellos países, sino aun para suspender a los gobernadores que abusasen de su
poder.” SACO, José Antonio, Información sobre reformas en Cuba y Puerto Rico, tomo II, Imprenta
de Hallet y Breen, Nueva York, 1867, p. 77.
391
Fuera de Cuba pueden consultarse estos en la compilación hecha por MAZA MIQUEL. MAZA
MIQUEL, Manuel, Por la vida y el honor. El Presbítero Félix Varela en las Cortes de España 1822 -
1823, Publicaciones del Instituto Filosófico Pedro Francisco Bonó, Compañía de Jesús, Santo
Domingo, República Dominicana, 1999.
392
Se trata de Obras de Félix Varela, compiladas y anotadas por Eduardo TORRES – CUEVAS, Jorge
IBARRA CUESTA y Mercedes GARCÍA RODRÍGUEZ y publicada en tres volúmenes por Imagen
Contemporánea en 2001. Esta publicación de Imagen Contemporánea constituye una reimpresión
de Félix Varela. Obras. El que nos enseñó primero en pensar, publicada en tres tomos por la
Editorial Cultura Popular y la propia Imagen Contemporánea en 1997, como bien se afirma en la
página legal de la citada edición de 2001. A su vez, el texto había contado con una primigenia
edición –también en tres tomos- en 1991 bajo el sello de la Editora Política y bajo el título de Obras
de Félix Varela. La investigación, compilación y notas corresponden a los mismos autores. Por su
parte, el cotejo de los índices y del contenido, arroja que en los tres casos se trata de la misma
obra en diferentes reediciones.
393
Cfr. VARELA, Félix, Obras, volumen II, Editorial Imagen Contemporánea, La Habana, 2001, pp.
86 -87.
394
Cfr. Ídem. p. 87.
395
Proyecto de Instrucción para el gobierno económico-político de las Provincias de Ultramar, ed.
cit. p. 9.
396
Sobre la influencia del bajo índice poblacional de Cuba en las ideas constitucionales criollas
durante el período constituyente puede verse a FERNÁNDEZ VICIEDO, Yuri, “Los fieles orígenes del
constitucionalismo cubano (1810 – 1814), en VILLABELLA ARMENGOL, Carlos (comp.), Hitos
constitucionales del siglo XIX cubano, Ácana, Camagüey, Cuba, 2011, pp. 59-81.
397
Proyecto de Instrucción para el gobierno económico-político de las Provincias de Ultramar, ed.
cit. p. 36.
398
Constitución Política de la Monarquía española, Artículo 131, 1ª y Artículo 171, 1ª.
399
Ídem. Artículo 324.
400
“Art. 160. Siendo los gefes [sic] superiores políticos los primeros agentes delegados del poder
ejecutivo en aquellas provincias,…”, Proyecto de Instrucción para el gobierno económico-político
de las Provincias de Ultramar, ed. cit. p. 37.
401
Vid. Constitución Política de la Monarquía española, Artículo 335.
402
“Gaceta Española”, Sevilla, Miércoles 7 de Mayo de 1823, en op. cit. p. 63.
403
Proyecto de Instrucción para el gobierno económico-político de las Provincias de Ultramar, ed.
cit., p. 5.
404
Respecto a la hegemonía de la oligarquía habanera en Cuba, MORENO FRAGINALS ha
expresado: “Por sus características de capital de la Isla, residencia del gobierno general, por su
desarrollo urbano y privilegios oficiales, La Habana, antes que ninguna otra ciudad cubana, fue
definiendo una poderosa oligarquía que se proclamó con la representatividad de todo el país y
terminó imponiendo sus valores, y caracterizando de cubano a lo que en sus inicios fue solo
habanero.” MORENO FRAGINALS, Manuel, Cuba/España, España/Cuba. Historia Común, ed. cit., pp.
147 y ss. Puede verse también a AMORES CARREDANO, Juan Bosco, “La élite cubana y el
reformismo borbónico”, en LATASA, Pilar (coord.), Reformismo y sociedad en la América Borbónica,
Ediciones de la Universidad de Navarra, S.A., Pamplona, 2002, pp. 143 – 144. También ha sido un
criterio sostenido en Cuba por IBARRA CUESTA, para quien “En las regiones leales que enviaron
diputados a las Cortes y adoptaron los principios de la Constitución de 1812, se manifestó la
aspiración de los patriciados de conservar sus prerrogativas y poderes autonómicos”, IBARRA
CUESTA, Jorge , “La identidad prenacional y el patriotismo criollo de los siglos XVII y XVIII:
¿premisas históricas lógicas de las Juntas autonomistas y el independentismo americano del XIX”,
en Revista Casa de las Américas, nº 269, 2012, p. 61.
405
Proyecto de Instrucción para el gobierno económico-político de las Provincias de Ultramar, ed.
cit., p. 37.
406
Vid. Constitución Política de la Monarquía española, Artículo 335.
407
Vid. Ídem. Artículo 117, 5ª.
408
“Si no me fuesen tan conocidos el patriotismo y las luces de los señores de la Comisión [se
refería a la Comisión de Ultramar de la cual Varela y Tomás Gener formaban parte], diría que se
había de por este artículo de sujetar a las provincias de América al yugo de otros tantos bajaes [sic]
cuanto sean los Jefes que en ella haya establecidos o se establezcan”. “Gaceta Española”, Sevilla,
Jueves 8 de Mayo de 1823, en op. cit. p. 66.
409
Ibídem.
410
Ibídem.
411
Ibídem.
412
Ibídem.
413
Proyecto de Instrucción para el gobierno económico-político de las Provincias de Ultramar, ed.
cit., p. 37.
414
“Gaceta Española”, Jueves 8 de Mayo de 1823, en op. cit. p. 67.
415
Vid. Constitución Política de la Monarquía española, Artículo 335.
416
Ídem. Artículo 247.
417
También se violentaba el Artículo 280 del propio texto, según el cual no se podía “privar a
ningún español del derecho de terminar sus diferencias por medio de jueces árbitros, elegidos por
ambas partes”. Vid. Ídem. Artículo 280.
418
Ídem. Artículo 280.
419
“Gaceta Española”, Sevilla, Jueves 8 de Mayo de 1823, en op. cit. p. 67.
420
Ibídem.
421
Ibídem.
422
VARELA, Félix, Escritos políticos, ed. cit., p. 35.
423
En relación con la discutible vigencia práctica de esta Real Cédula, se expresaba en los
siguientes
términos un Informe del Consejo de Indias, con fecha de 3 de enero de 1792: “…esta cédula que
en casi todas sus cláusulas respira el amor a la humanidad que la dictó, ha hallado graves
inconvenientes en el momento de su observancia. Apenas se comunicó a los dominios de Indias
cuando suspendiéndose su cumplimiento en la Luisiana, La Habana, Santo Domingo y Caracas,
elevaron aquellos habitantes sus clamores al trono pintando la ruina de la agricultura, la
destrucción del comercio, el atraso del Erario, y la subversión de la tranquilidad pública,…”. SACO,
José Antonio, Historia de la Esclavitud, volumen V, Imagen Contemporánea, La Habana, 2006, p.
86.
424
De que los reclamos de los hacendados habaneros ante la capitanía general acerca de ignorar
las prohibiciones al comercio resultaban frecuentes, habla un oficio presentado por los mismos al
cabildo de 20 de octubre de 1809. Respaldado por 138 firmas se oponía a las sucesivas
interrupciones del comercio con neutrales, con exposición del perjuicio económico que causaba a
la producción azucarera. Exigía también libertad de comercio en igualdad de condiciones que la
Metrópoli y concluía con la petición al Capitán General “que se tenga a bien suspender el
cumplimiento de la real orden última y dar cuenta con testimonio a la Junta Suprema Nacional,
para la revocatoria que esperamos…”. “Grupo de vecinos de La Habana al Ayuntamiento, La
Habana, 10 de septiembre de 1809”, Documento anexo al Cabildo ordinario de 20 de octubre de
1809, Actas del Cabildo, 1808 – 1809, Archivo de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La
Habana, fol. 450 – 455.
425
“El Sr. Varela hizo presente al Congreso, que podía llegar el caso en que este tomara una
resolución, y cuando esta llegase á América fuesen absolutamente diferentes las circunstancias
que la motivaron, y de consiguiente, lejos de ser útil a aquellos países, pudiera ser perjudicial por
una variación de las circunstancias: citó en apoyo a su opinión la ley sobre aranceles, que cuando
llegó a La Habana, se vieron obligadas sus autoridades a suspenderla por evitar los funestos
resultados que de hacerla observar pudieran haberse ocasionado;…”. “Gaceta Española”, Sevilla,
Jueves 8 de Mayo de 1823, en op. cit. p. 65.
426
“Las leyes desgraciadamente se humedecen, debilitan y aun se borran atravesando el inmenso
océano, y a ellas se sustituye la voluntad del hombre, tanto más temible cuanto más se complace
en los primeros ensayos de su poder arbitrario, o en su antigua y consolidada impunidad”. VARELA,
Félix, Preámbulo al Proyecto de Instrucción para el gobierno económico-político de las Provincias
de Ultramar, ed. cit., p. 5.
427
En 1786 el capitán general José de Ezpeleta había consultado con los mejores juristas
habaneros del momento, la conveniencia de otorgar la libertad a los hijos de las esclavas
coartadas. Fue precisamente el Consejo de Indias, a través de dictamen emitido por el fiscal
Antonio Porlier, quien impidió esta posibilidad. Hubiera sido la primera norma de vientre libre
aprobada en Cuba. AMORES CARREDANO, Juan Bosco, “Francisco de Arango y Parreño: la
transición hacia la modernidad en Cuba”, op. cit., p. 512. Tres años después se liberalizaría el
comercio de esclavos, tras aprobarse la libre entrada de africanos en la Isla sin contribución de
impuesto.
428
“El excepcional proceso histórico cubano durante los siglos XVII y XVIII había formado una clase
media negra y mulata, de respetable nivel económico, dueña inclusive de ingenios y esclavos.”
MORENO FRAGINALS, Manuel, “Azúcar, esclavos y revolución. 1770 – 1868”, en LLERENA, María C.
(comp.), Sobre la Guerra de los Diez Años, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 1971, p. 125.
429
SACO, José Antonio, op. cit., p. 383.
430
Vid. Constitución Política de la Monarquía española de 1812, Artículo 22.
431
BERGAD, IGLESIAS y BARCIA, han afirmado que por cada cuatro esclavos vendidos en La Habana,
Cienfuegos y Santiago de Cuba, entre 1790 y 1880, solo uno obtenía su libertad. Vid. BERGARD,
Laird W., IGLESIAS GARCÍA, Fe y BARCIA ZEQUEIRA, María del Carmen, The Cuban Slave Market,
1790 – 1880, Cambridge University Press, Cambridge, 1995, p. 128. También puede verse en este
sentido a PERERA DÍAZ, Aisnara y MERIÑO FUENTES, María de los Ángeles, Para librarse de lazos,
antes buena familia que buenos brazos. Apuntes sobre manumisión en Cuba, ed. cit.
432
Se trata del Proyecto de Constitución para la Isla de Cuba, publicado en Caracas en 1812 por
Joaquín Infante, miembro supérstite de la fracasada conspiración dirigida por Román de la Luz y
Luis Bassave en 1811.
433
La oposición al sistema esclavista no fue una postura desterrada del ámbito cubano, si bien
resultó típica de los estratos bajos de la sociedad. El siglo XIX cubano estuvo matizado también por
conspiraciones y sublevaciones de esclavos, aunque nunca llegaron a desbordar los límites del
sistema dado la efectividad de las autoridades en su control y neutralización. Un mejor estudio al
respecto puede verse en Gloria GARCÍA, Conspiraciones y revueltas. La actividad política de los
negros en Cuba (1790 – 1845), Oriente, Santiago de Cuba, 2003. En el período estudiado resulta
paradigmática la conspiración de José Antonio Aponte de 1812.
434
Cfr. LEYVA LAJARA, Edelberto, “Ensayo Introductorio. José Agustín Caballero: el espíritu de los
orígenes” en José Agustín CABALLERO, Obras, ed. cit., pp. 33 -34.
435
CABALLERO, José Agustín, “En defensa del esclavo”, en op. cit., p. 201.
436
Ídem. p. 203.
437
Vid. GARCÍA PONS, César, El obispo Espada y su influencia en la cultura cubana, Publicaciones
del Ministerio de Educación, La Habana, 1951, pp. 190 – 208.
438
Vid. TORRES – CUEVAS, Eduardo, op. cit., pp. 315 – 316.
439
Consideraba que: “La manía de servirse de esclavos para el cultivo de las haciendas, unida a la
grande extensión de estas, son dos fuertes obstáculos que hay en América para la población y
prosperidad de la agricultura en todos sus ramos…”. DÍAZ DE ESPADA, Juan José, Papeles, Editorial
Imagen Contemporánea, La Habana, 2002, p. 222.
440
Ídem. p. 244.
441
IBARRA CUESTA, Jorge, op. cit., pp. 77- 78.
442
Lo que sí es posible hallar en los Diezmos Reservados del Obispo, es su rechazo al comercio y
trata de esclavos, lo cual no equivalía a ser detractor de la esclavitud. Como se aprecia en la cita
siguiente, el objetivo de Espada era la conservación de la institución sobre la base de estrategias
de reproducción internas que rompieran la dependencia que unía al sector plantador, con los
tratantes de esclavos: “Este tan decantado comercio de negros debe desaparecer enteramente:
consérvese la esclavitud de los que ya existen dentro de la Isla, tráiganse negras hasta equilibrar el
número con los negros: impóngaseles a los amos la obligación de prestar su consentimiento al
matrimonio, sin vender, por esto al negro ni a la negra. Póngaseles a estos miserables un protector
que se ocupe en favorecer al negro que pida la licencia cuando se la niegue el amo: sea el cura un
mediador y conspiremos todos a tan respetable objeto que en la grande utilidad encontrará cada
uno el premio. No más buques al África, ni más extranjeros con negros dentro de nuestros puertos:
si hay 300 mil esclavos pueden reproducirse y se corta para siempre este tráfico-aniquilador.” DÍAZ
DE ESPADA, Juan José, op. cit., p. 252.
443
Dentro de la tradición ilustrada de la que Varela resultó deudor, existieron corrientes favorables
a la abolición y también contrarias a la misma. Las correspondientes al primer caso fundamentaron
sus propuestas, fundamentalmente, en razones de seguridad, pues la institución había demostrado
en varias ocasiones su naturaleza volátil. Rara vez fueron esgrimidos argumentos humanitarios,
pues la abolición fue asumida sobre la base de las reglas del derecho de propiedad. De ahí la
alusión común a que esta se acompañara de indemnización a los propietarios y se llevase a cabo
de modo gradual, para que el proceso no resultara oneroso a la productividad. Por tanto, en el caso
de Varela, las ideas abolicionistas no fueron fruto de un momento de improvisación. El tema
abolicionista estaba ligado fuertemente al futuro de Cuba, y fuera de ella contaba con antecedentes
en debates parlamentarios. Durante la Asamblea Constituyente francesa en 1791, el diputado
Viefvill DES ESSARTS había presentado un proyecto de abolición, en un marco gradual y a largo
plazo. Como fines últimos perseguía la destrucción de la institución en favor de la seguridad de las
colonias y en pro de la creación de un mercado de brazos libres, dependientes de los propietarios a
la tierra. El texto íntegro ha sido reproducido por Aimé CÉSAIRE en Toussaint Louverture. La
Revolución Francesa y el problema colonial, Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1967, pp. 212-
224. Once años después, en 1802, en una imprenta de Mallorca el magistrado español Isidoro DE
ANTILLÓN daba a luz el primer proyecto de abolición de la esclavitud del que se tiene noticia en el
mundo hispánico, bajo el título de Disertación sobre el origen de la esclavitud de los negros.
Elegido diputado, su proyecto fue reimpreso por orden de las Cortes en 1811, también en la
imprenta mallorquina de Miguel Domingo, meses después de que tuviera lugar el debate
abolicionista entre Guridi Alcocer, Argüelles y la diputación cubana. Su reimpresión no es muestra
sino del descontento de las fuerzas abolicionistas que actuaban en España, tal vez respecto a los
resultados desfavorables del debate. Compartió, no obstante, las mismas similitudes en cuanto a
fundamentación y objetivos a largo plazo, que su antecesor francés. Junto a él, y como muestra del
abolicionismo liberal hispánico, puede citarse también la propuesta del diputado mexicano GURIDI Y
ALCOCER presentada a Cortes en abril de 1811. Esta se fundamentada desde presupuestos
similares, pero con una adición: establecía el pago de indemnización a los propietarios. Fueron
estos los tres antecedentes parlamentarios más cercanos en sus caracteres al proyecto
abolicionista de Varela. En cuanto a antecedentes doctrinales podríamos citar el Bosquejo del
comercio de esclavos y reflexiones sobre este tráfico…, del abolicionista español BLANCO W HITE.
Es relevante el hecho de que en 1814 una imprenta londinense publicase una edición en español
de esta obra, con el evidente propósito de hacerla circular en España y Cuba, como se desprende
de la lectura de la Advertencia del editor. Vid. BLANCO W HITE, José, Bosquejo del comercio de
esclavos y reflexiones sobre este tráfico considerado moral, política y cristianamente, Impreso por
Hellerton y Henderson, Londres, 1814, pp. III – IV. Con posterioridad al Proyecto de Decreto de
VARELA, es posible citar otros tres proyectos de abolición de la esclavitud en Cuba, frutos del
desarrollo del liberalismo español. En general se hallaron redactados sobre los mismos
fundamentos y, como objetivo común, perseguían la seguridad y estabilidad de la sociedad
colonial. Sus similitudes en este punto respecto al de Varela se tornan más relevantes, en cuanto
este aún resultaba desconocido. Este hecho permite ubicarlo dentro de un patrón de
comportamiento común en el marco del discurso anti esclavista de las élites liberales durante el
siglo XIX. Se trata del Informe Fiscal sobre el fomento de la población blanca en la Isla de Cuba y
emancipación progresiva de la esclava, firmado bajo seudónimo e impreso por la Imprenta de J.
Martín Alegría en Madrid en 1845. El otro fue redactado por el coronel Francisco MONTAOS
ROBILLARD y también impreso en Madrid por la Imprenta de José M. Ducazcal en 1865, bajo el
título de Proyecto de Emancipación de la esclavitud en la Isla de Cuba. En 1866 Fermín FIGERA
publicaba en Madrid bajo el sello de la Imprenta del Colegio de Sordo – Mudos y de Ciegos,
Estudios sobre la Isla de Cuba. La cuestión social. Finalizaba el mismo con un proyecto de
abolición de la esclavitud bajo indemnización, delineadas las proporciones de la misma en base al
modelo seguido por Inglaterra. Vid. FIGERA, Fermín, Estudios sobre la Isla de Cuba. La cuestión
social, Imprenta del Colegio de Sordo – Mudos y de Ciegos, Madrid, 1866, pp. 116-130.
444
Vid. TORRES – CUEVAS, Eduardo, op. cit., pp. 315 – 316 e IBARRA CUESTA, Jorge, op. cit., p 74.
445
Vid. Este criterio puede hallarse en textos oficiales como: COLECTIVO DE AUTORES, Perfil histórico
de las letras cubanas, desde los orígenes hasta 1898, op. cit., p. 84. También un conjunto de
autores cubanos ha sido partidario del mismo, asumiendo que Félix Varela presentó a las Cortes
su Proyecto de Abolición. La primera referencia que, a todas luces dio origen a esta confusión, se
halla en la biografía de Varela publicada por Hernández Travieso en 1949. Vid. HERNÁNDEZ
TRAVIESO, Antonio, op. cit., pp. 199. De esta afirmación se apropiaron también otros autores,
notándose en ellos la ausencia de fuentes primarias que respaldasen la misma. Vid. GAY – GALBÓ,
Enrique, “Varela revolucionario”, en op. cit., p. 60; VITIER, Cintio, Ese sol del mundo moral, Editorial
Félix Varela, La Habana, 2004, p. 19; HENRÍQUEZ UREÑA, Max, Panorama histórico de la literatura
cubana, primer tomo, Edición Revolucionaria, La Habana, 1967, p. 99; PICHARDO, Hortensia,
Documentos para la historia de Cuba, tomo I, op. cit., p. 267; y BUENO, Salvador, Figuras cubanas
del siglo XIX. Selección, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 2000, p.3. En época
relativamente reciente, RODRÍGUEZ también hizo suyo este criterio, al sostener que Varela “En su
memoria sobre la esclavitud, presentada a la cortes, se pronunció por la abolición, aunque,
lógicamente, planteando indemnizar a los propietarios”. Vid. RODRÍGUEZ, Rolando, Cuba: la forja de
una nación, tomo I, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1998, p. 57. En este caso RODRÍGUEZ
señaló como fuente informativa el texto de TORRES CUEVAS y REYES FERNÁNDEZ, Esclavitud y
Sociedad, donde los autores sostuvieron que el citado Proyecto de Abolición había sido presentado
a Cortes por Varela en 1823. Sin embargo, también en esta obra la afirmación carece de sustento
referencial en fuentes. Vid. TORRES CUEVAS, Eduardo y REYES FERNÁNDEZ, Eusebio, Esclavitud y
Sociedad. Notas y documentos para la historia de la esclavitud negra en Cuba, op. cit., p. 148.
Años después TORRES CUEVAS rectificaría tal afirmación, al sostener que: “Este Proyecto no pudo
ser presentado en las Cortes ante su disolución. Tampoco se conoció en Cuba durante más de un
siglo”. A continuación, narraba la azarosa historia del proyecto hasta su descubrimiento y
publicación en el siglo XX. Vid. TORRES CUEVAS, Eduardo, Félix Varela: los orígenes de la ciencia y
conciencia cubanas, op. cit., pp. 315 – 316. La misma opinión fue reforzada años después por
IBARRA. Vid. IBARRA CUESTA. Jorge, Varela el precursor. Un estudio de época, op. cit., p. 74. A
iguales conclusiones arribó MAZA MIQUEL en 1999, al publicar su compilación de las intervenciones
de Varela ante las Cortes. Luego de consultar las copias microfilmadas del Diario de Sesiones, no
halló ninguna intervención relativa a la abolición de la esclavitud. Vid. MAZA MIQUEL, Manuel, Por la
vida y el honor. El Presbítero Félix Varela en las Cortes de España 1822 - 1823, Publicaciones del
Instituto Filosófico Pedro Francisco Bonó, Compañía de Jesús, Santo Domingo, República
Dominicana, 1999. Por su parte, de la búsqueda realizada para la presente investigación en el
Diario de las Sesiones de Cortes de 1822 y 1823, se concluye que Félix Varela no presentó ante
las mismas su Proyecto de Abolición. Vid. Diario de las Sesiones de Cortes. Legislatura
extraordinaria, tomo II, Imprenta de J. A. García, Madrid, 1871 y Diario de las Sesiones de Cortes,
celebradas en Sevilla y Cádiz en 1823, Imprenta Nacional, Madrid, 1858.
446
Vid. Nota 102.
447
VARELA, Félix, Obras, volumen II, ed. cit., p. 115.
448
Vid. HERNÁNDEZ TRAVIESO, Antonio, op. cit., pp. 199.
449
Vid. HERNÁNDEZ CORUJO, Enrique, op. cit., p. 66.
450
Vid. IBARRA CUESTA, Jorge, op. cit., pp. 62 – 63.
451
VARELA Y MORALES, Félix, Obras, volumen I, ed. cit., p. 103. [La negrita es del autor].
452
Vid. TORRES CUEVAS, Eduardo, Félix Varela: los orígenes de la ciencia y conciencia cubanas,
op. cit., pp. 315- 316.
453
HERNÁNDEZ TRAVIESO, Antonio, op. cit., p. 218.
454
VARELA, Félix, “Memoria que demuestra la necesidad de extinguir la esclavitud de los negros en
la Isla de Cuba, atendiendo a los intereses de sus propietarios”, en PICHARDO, Hortensia, op. cit. p.
275.
455
Vid. Referencia en nota 434. Sumar a este mercado de trabajo libre a la mayoría de la población
de la Isla sin distinción del color, suponía fracturar el monopolio que sobre los oficios ejercían los
libres de color, hacia quienes VARELA dedica pasajes en los que deja ver la desconfianza que le
inspiraban los mismos mientras existiera esclavitud. De ahí que sostuviera: “Resulta, pues, que la
agricultura, y las demás artes de la Isla de Cuba, dependen absolutamente de los originarios de
África, y que si esta clase quisiera arruinarnos le bastaría suspender sus trabajos y hacer una
nueva resistencia. Su preponderancia puede animar a estos desdichados [se refiere a los esclavos]
a solicitar por fuerza lo que por justicia se les niega,…”. VARELA, Félix, Obras, volumen II, ed. cit.,
pp. 116 – 117.
456
La libertad por años de servicio ya estaba presente en el espíritu del legislador de las Siete
Partidas. La misma podía adquirirse por prescripción de diez años en la tierra del amo, y de veinte
en otra tierra, bajo el principio de buena fe. Cfr. Las Siete Partidas del Rey Don Alfonso El Sabio.
Cotejadas con varios códices antiguos por la Real Academia de la Historia, tomo III, ed. cit., p. 122.
También en el capítulo 6º del Código Negro de 1789, pudo apreciarse tal espíritu: “Los esclavos
que por su mucha edad o por enfermedad no se hallen en estado de trabajar, (…) deberán ser
alimentados por sus dueños, sin que estos puedan concederles la libertad por descargarse de ellos
a no ser proveyéndolos del peculio suficiente a satisfacción de la justicia, (…) para que puedan
mantenerse sin necesidad de otro auxilio.” Vid. ORTIZ, Fernando, op. cit. p. 219.
457
VARELA, Félix, “Proyecto de Decreto sobre la abolición de la esclavitud en la isla de Cuba y
sobre los medios de evitar los daños que pueden ocasionarse a la población blanca y a la
agricultura”, en VARELA, Félix, Obras, volumen II, ed. Cit., p. 120.
458
Ibídem.
459
Idem. p. 121.
460
Idem. p. 122.
461
Idem. pp. 123 -125.
462
Idem. p. 122. La legislación vigente en materia de manumisiones en el Caribe británico, preveía
que no se debía manumitir a los siervos sin darles ciertas garantías básicas para su manutención.
La Ley de Dominica, estipulaba en 1818 que no debía manumitirse a un esclavo sin el pago previo
de 50 libras al Tesoro, de las cuales el liberto recibiría una pensión anual. Con ello pretendía evitar
que hombres sin oficio se convirtieran en una molestia criminal para la sociedad, al verse arrojados
al delito por la necesidad. Vid. MARSHALL, Bernard, Esclavitud, ley y sociedad en las Islas Británicas
de Barlovento 1763 – 1823. Un estudio comparativo, Instituto Cubano del Libro, La Habana, 2010,
pp. 137 -138. Es probable que este fuera uno de los objetivos de VARELA, al proponer el ejercicio
obligatorio de una ocupación por los libertos.
463
VARELA, Félix, op. cit., p.125.
464
“La carencia de prejuicios raciales que en él palpita, reclamando igualdad de derechos entre el
negro y el blanco, demostrando la aptitud del primero para emular al segundo,…”. HERNÁNDEZ
TRAVIESO, Antonio, op. cit., p. 217.
465
Vid. Referencia en nota 16.
466
“… defiende la idea de que los negros y mulatos libres debían poseer derecho de
representación,…”. MONDELO, Walter, op. cit., p. 149. Aquí MONDELO interpreta de modo extensivo
una afirmación vertida por Varela en la Memoria que precedió al Proyecto de Decreto, pero que
carece de vertebración en el mismo y de solución de continuidad en su pensamiento posterior. Lo
cierto es que el contenido del Proyecto de Decreto se encarga por sí, de sepultar cualquier
posibilidad de reclamo de derechos políticos y de representación para los libertos. Esta
contradicción entre una declaración como la comentada por MONDELO y el contenido abiertamente
opuesto del Proyecto de Decreto, no expresa otra cosa que la desconfianza con la cual la élite
criolla miraba al sector de mulatos y negros libres y de la cual VARELA no debió ser una excepción,
dado el recelo que traduce en el texto mencionado: “La imagen de sus semejantes esclavos los
atormenta mucho, porque recuerda el oprobio con que se mira su origen, y es muy natural que
estos hombres procuren de todos modos quitar este obstáculo de su felicidad libertando a sus
iguales”. VARELA, Félix, “Memoria que demuestra la necesidad de extinguir la esclavitud de los
negros en la Isla de Cuba, atendiendo a los intereses de sus propietarios”, en PICHARDO, Hortensia,
op. cit. p. 274. Esta opinión se refuerza si se tienen en cuenta los adjetivos con los cuales Varela
se refiere a los negros y mulatos en el texto de la Memoria, al calificarlos de “africanos” (con lo cual
señala la otredad de los mismos), “infelices”, “desdichados”, “que experimentan los efectos
consiguientes de su nacimiento” y “tienen por naturaleza un signo de ignominia”. Cfr. Ídem. pp. 271
- 275.
467
La discusión en Cortes de la abolición de la trata durante el primer liberalismo, coincidió en la
isla de Cuba con una efervescencia del movimiento conspirativo entre negros libres y esclavos, que
tuvo en la conspiración de Aponte en 1812 su ejemplo más sobresaliente. Vid. GARCÍA, Gloria, op.
cit. pp. 47 -54.
468
VARELA, Félix, op. cit. p. 274.
469
La aparente separación de la economía y la sociedad política durante el siglo XIX, constituye
uno de los fundamentos para explicar la tesis del secuestro de los derechos naturales del hombre
por la modernidad, en pro de crear un mercado autorregulador. La misma podría definirse, de
modo general, como la separación entre el poder político y la propiedad. POLANYI, Karl, op. cit.,
1989, p. 193.
470
En Europa el Estado había hecho al liberalismo una contribución valiosa, al fracturar todas
aquellas leyes que impedían la formación de un mercado de trabajo libre. Como afirma POLANYI:
“Corporaciones de oficios y privilegios feudales fueron abolidos en Francia en 1790, en Inglaterra
no se abolió hasta 1813 – 14 el Estatuto de los artesanos y hubo que esperar hasta la abrogación
de la Ley de pobres. En estos países hubo que esperar al último decenio del siglo XVIII para poder
debatir la creación de un mercado de trabajo libre.” Ídem. p. 125.
471
El carácter revolucionario del Proyecto de Decreto para la abolición de la esclavitud redactado
por Félix VARELA, resulta discutible si se comparan sus bases y principios con los del proceso de
abolición llevado a cabo en el Continente hispanoamericano durante la primera mitad del siglo XIX.
Para la época, el Decreto de 4 de febrero de 1794 aprobado por la Convención Francesa y el
proceso revolucionario haitiano, representaron las notas abolicionistas más radicales y
revolucionarias. Ambos acompañaron a la abolición con el otorgamiento de la condición ciudadana,
término que borraba el estigma de “liberto”, palabra esta que siempre recordaba el haber sido
esclavo. En Hispanoamérica la abolición concurrió como un proceso gradual, acompañado de
indemnización a los propietarios y con límites que cerraban la participación de los ex esclavos en la
ciudadanía. Estas características se encuentran presentes también en el Proyecto de Decreto de
Varela, y suponen límites que lastran la naturaleza revolucionaria que debía acompañar a la
libertad. Sin embargo, a diferencia de los procesos abolicionistas de Hispanoamérica que solo
atacaban a la clase propietaria de esclavos, la propuesta vareliana –de haberse hecho pública-
hubiera tenido que enfrentar obstáculos mayores, y esta realidad debió de influir significativamente
a su autor. El Proyecto atacaba a una clase de hacendados esclavistas mucho más enriquecida e
influyente, que las existentes hasta el momento en Hispanoamérica y que, en última instancia,
contaba con el apoyo político de la Metrópoli. Como obstáculo agravante al Proyecto se
encontraba, además, la situación política de Cuba. Para 1822 las independencias en el Continente
eran un hecho: Cuba seguía siendo parte de España, cuyas Cortes habían evitado la abolición en
1811. Estos factores permiten explicar el lenguaje reformista del Proyecto, hacen comprensible su
bajo perfil revolucionario y reflejan la situación desventajosa de su autor frente al abolicionismo
hispanoamericano de la época. Para tener una idea de las bases comunes de gradualidad e
indemnización por las cuales discurrió el mismo, pueden verse los ejemplos siguientes. La común
concurrencia en ellos de leyes de vientre libre sirvió a la vez como vía de escape al sistema,
haciendo gradual su proceso de extinción. En Chile, en sesión del día 11 de octubre de 1811 del
Supremo Congreso Nacional, fue aprobado un Bando de Vientres Libres. El mismo sostenía
respecto a los esclavos existentes que: “… los que al presente se hallan en servidumbre,
permanezcan en una condición, que se las hará tolerable la habitud, la idea de la dificultad de
encontrar repentinamente recursos de que subsistir sin gravamen de la sociedad, el buen trato que
generalmente reciben de sus amos y, sobre todo, el consuelo de que sus hijos que nazcan desde
hoy serán libres, como expresamente se establece por regla inalterable”. "Sesión del día 11 de
octubre de 1811, Bando de libertad de vientres", en Colección de las Leyes y Decretos del
Gobierno desde 1810 hasta 1823, Imprenta Chilena, Santiago de Chile, 1846, p. 29. La institución
no se abolió sino en la Constitución de 1823: “Artículo 8. En Chile no hay esclavos: el que pise su
territorio por un día natural será libre. El que tenga este comercio no puede habitar aquí más de un
mes, ni naturalizarse jamás”. Constitución Política del Estado de Chile, 29 de Diciembre de 1823,
Imprenta Nacional, Santiago de Chile, 1845. El debate abolicionista comenzó en 1814 con la
promulgación de la Ley de Abolición redactada por José Félix de Restrepo. La misma prohibía la
trata de esclavos y establecía la libertad para todos los nacidos desde la fecha de su promulgación
en adelante. Fue adoptado como ley nacional el 21 de julio de 1821 y no suponía un cambio de
status para los esclavos existentes. A la misma se opuso con fuerza el sector propietario, que
presionó para relativizar su eficacia real y para erigir antídotos normativos. Fue el caso del Decreto
sobre libertad de esclavos de 22 de enero de 1820, aprobado en el Congreso de Angostura. El
Artículo 2 del mismo proponía “Prefijar un término prudente dentro del cual quedase enteramente
extinguida de hecho la esclavitud, como queda abolida por derecho”, fórmula que legalizaba la
convivencia de una abolición legal, con una situación real de esclavitud. Esta situación de
ambigüedad normativa se mantuvo hasta que la Ley de Abolición de 21 de mayo de 1851, abolió
definitivamente la esclavitud sobre los esclavos existentes a partir del primero de enero de 1852,
cargándose las indemnizaciones a la deuda pública. Vid. Cruz Rodríguez, Edwin, “La abolición de
la esclavitud y la formación de lo público-político en Colombia 1821-1851”, Memoria Social, nº 25,
2008, pp. 57 – 75. En Argentina no se abolió hasta 1853, y la propia constitución de ese año no
pudo dejar de hacer alusión a la indemnización por la propiedad abolida: “Artículo 15. En la
Confederación Argentina no hay esclavos: los pocos que hoy existen quedan libres desde la jura
de esta Constitución; y una ley especial reglará las indemnizaciones a que dé lugar esta
declaración. Todo contrato de compra y venta de personas es un crimen de que serán
responsables los que lo celebrasen, y el escribano o funcionario que lo autorice”. Constitución de la
Nación Argentina de1º de Mayo de 1853, Imprenta del Congreso de la Nación, Buenos Aires, 1942.
En Perú la esclavitud no fue abolida sino hasta 1854 y solo mediante un decreto, en el cual la
restitución de la libertad fue acompañada también por la indemnización, entendida como garantía
de la propiedad: “Artículo 1. Que el Gobierno Provisorio creado por los Pueblos, restituye sin
condición alguna la libertad a los esclavos y a los siervos libertos, cumpliendo solemnemente un
deber de la justicia Nacional proclamada por la Revolución de 1854. (…) Garantiza la propiedad:
Asegurando el justo precio que se debe a los amos de los esclavos y a los patrones de los siervos
libertos, sobre la base siguiente…” Decreto de la Abolición de la Esclavitud, Imprenta del Ejército
Libertador administrada por Tadeo Pérez, Lima, 1854.
472
Muestra de ello resulta la influencia de las condiciones físicas del esclavo a la hora de realizar la
tasación para fijar el precio de indemnización. En este caso, la enfermedad, edad o desgaste,
influían en el monto a indemnizar. Vid. VARELA, Félix, “Proyecto de Decreto sobre la abolición de la
esclavitud en la isla de Cuba y sobre los medios de evitar los daños que pueden ocasionarse a la
población blanca y a la agricultura”, en VARELA, Félix, Obras, volumen II, ed. cit., p.124.
473
SACO, José Antonio, Historia de la esclavitud en las colonias francesas, Sociedad Económica de
Amigos del País - Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2002, p. 249. En su proyecto de
abolición de la esclavitud, presentado a la Asamblea Nacional francesa en 1791, afirmaba Viefville
des Essarts, diputado por Vermandois: “… si se quiere ser justo, que el negro siendo una
propiedad fundada sobre la ley, bajo la fe de la cual el colono la ha adquirido, su capital debe serle
reembolsado, que todavía tendrá que correr el peligro del abandono de una parte de sus cultivos.”
En CÉSAIRE, Aimé, op. cit., p. 217. Este mismo criterio no le impedía al representante francés,
afirmar en la fundamentación del mismo Proyecto: “La libertad es el primer derecho que el hombre
posee de la naturaleza, ese derecho es sagrado e inalienable, nadie debe despojarlo de él”. Ídem,
213.
474
DEL MONTE, Domingo, Centón epistolario, volumen I, Editorial Imagen Contemporánea, La
Habana, 2002, pp. 367 – 368.
475
El abolicionismo en la sociedad colonial dependía de otras variables además de las morales.
Incluso un pensador como SACO llegaría a admitir que en las condiciones de predominio de la
esclavitud, el trabajo esclavo era más rentable que el trabajo libre. Vid. SACO, José Antonio, Contra
la anexión, tomo I, Cultural S.A., La Habana, 1928, p. 148. Con ello expresaba la opinión común a
los plantadores criollos del XIX acerca de que la abolición de la esclavitud supondría la quiebra de
la producción azucarera. La misma posee un respaldo en cifras, pues entre 1846 y 1862, el por
ciento de trabajadores asalariados en la Isla osciló entre un 3.03 y un 5.6% del total de toda la
fuerza laboral existente. Vid. IBARRA CUESTA, Jorge, op. cit., p. 221.
476
DEL MONTE, Domingo, op. cit., p. 370.
477
Ídem., p. 368 – 369. Esta postura de VARELA ha llevado ensayistas como Rafael ROJAS a
sostener el carácter pro blanco de la visión vareliana de patria. “La patria de Varela, Luz, Saco y
Del Monte sigue siendo, pues, la patria del criollo. El negro aún no pertenece a ese espacio proto
nacional”. ROJAS, Rafael, Motivos de Anteo. Patria y nación en la historia intelectual de Cuba,
Editorial Colibrí, Madrid, 2008, p. 55.
478
Al criterio de DEL MONTE de que la obra de Comte debía publicarse en Cuba para “ilustrar la
opinión”, respondía: “Es un error creer que la opinión se halla extraviada. No hay chico ni grande
en la isla que no conozca que el tráfico es infame y sus consecuencias funestas. (…) Creemos que
el crimen es de pura malicia, y que en muy pocos influye la ignorancia. Los traficantes de negros
son como los borrachos que conocen los efectos de la embriaguez; pero beben siempre que se
proporciona. Los introductores quieren dinero, y los hacendados quieren azúcar y café, y para ellos
no valen reflexiones.” DEL MONTE, Domingo, op. cit., p. 367.
479
“… dar la libertad a los esclavos de un modo que ni sus dueños pierdan los capitales que han
empleado en su compra, ni el pueblo de La Habana sufra nuevos gravámenes, ni los libertos en las
primeras emociones que debe causarles su inesperada dicha, quieran extenderse a más de lo que
debe concedérseles,…”. VARELA, Félix, “Memoria que demuestra la necesidad de extinguir la
esclavitud de los negros en la Isla de Cuba, atendiendo a los intereses de sus propietarios”, en
PICHARDO, Hortensia, op. cit. p. 275.
480
Para el liberalismo decimonónico el peligro justificaba la intromisión y el control hacia la libertad.
Esta característica, había sido señalada por FOUCAULT en sus cursos de los años 70 al afirmar que
“No hay liberalismo sin cultura del peligro”. FOUCAULT, Michel, op. cit., p. 87. En el propio siglo XIX
es posible hallar referencias al respecto en MILL, para quien: “…lo único que puede autorizar a los
hombres, individual o colectivamente, para turbar la libertad de acción de alguno de sus
semejantes es la protección de sí mismo. La única razón legítima que puede tener una comunidad
para proceder contra uno de sus miembros es la de impedir que perjudique a los demás”. MILL,
John Stuart, op. cit. p. 15. Por proponer una estructura de control sistemático sobre los libertos y
por establecer sobre ellos un régimen de prohibiciones que limitaban su movimiento, Félix Varela
resulta partidario de esto.
481
En la década del treinta ARANGO devino en abolicionista, al intuir que la esclavitud llegaba a su
punto de agotamiento. El 28 de mayo de 1832 –plena época del liberalismo económico- envió al
monarca un documento titulado Representación al Rey sobre la extinción del tráfico de negros,
donde consideraba que la trata debía abolirse gradualmente, como paso previo a la abolición –
también gradual- de la esclavitud como sistema de trabajo. En el texto critica el “equivocado y
disculpable concepto de que se beneficiaba nuestra agricultura con la introducción de brazos” y
propone se proceda a su eliminación gradual. Vid. ARANGO Y PARREÑO, Francisco, Obras, volumen
II, ed. cit., p. 336. En los anexos a este documento insertó –a manera de ilustración argumentativa-
un extenso texto traducido por él del francés. El mismo se titulaba “Memoria sobre la esclavitud en
las colonias europeas y particularmente en las francesas, mirando con igual atención el interés de
los esclavos, el de sus amos, el de las mismas colonias y el de sus metrópolis”, y había sido
publicado dos años atrás, en 1830, por la Revista Enciclopédica de París. Los argumentos
empleados en el mismo iban dirigidos, entre otras cosas, a disipar el temor de que la agricultura se
viera afectada por la abolición de la esclavitud. En este sentido resulta significativo que la abolición
de la misma era observada como el medio más eficaz para crear un mercado de trabajo libre, que
garantizara la mano de obra y propiciara un incremento en la productividad del trabajo. En uno de
sus párrafos sostenía: “Pero, ¿quién puede creer que sacando a esos trescientos nueve mil
individuos de la languidez en que los mantiene el yugo de la esclavitud, y poniéndolos en la clase
de trabajadores libres, deje de tener gran aumento el producto de las colonias? Todos conocemos
y la ciencia económica nos enseña las ventajas del trabajo libre, en términos que, desde Smith y
hasta Say, no hay sobre este punto diversidad de opiniones entre los escritores célebres; y si tan
generosa teoría necesitara de prueba, ¿no la hallaríamos al instante en los siglos anteriores? ¿Hay
algún estado antiguo o moderno cuya fortuna agrícola, industrial o comercial no se haya
aumentado por la manumisión de las clases laboriosas?”. Ídem, p. 372.
482
AMORES CARREDANO, Juan Bosco, op. cit.
483
AMORES CARREDANO, Juan Bosco, “La élite cubana y el reformismo borbónico”, en LATASA, Pilar,
(coord.), op. cit., p. 149. Un ejemplo cercano a VARELA de que los conflictos entre criollos y
peninsulares dentro de la Isla aún no habían alcanzado el nivel que poseían en Hispanoamérica,
pueda hallarse en 1808. En ese año, la mayoritaria oposición de los criollos hizo fracasar al
proyecto de Junta Provincial propuesto en La Habana. La oposición fundamental provino de los
destacamentos de milicias, que vieron peligrar con ella la vigencia de sus fueros, así como los
envíos de dinero llegados desde México a través del situado. Ello demuestra que una parte
importante de la fidelidad hacia la Metrópoli –en Cuba- se sustentaba en la población criolla. Vid.
VÁZQUEZ CIENFUEGOS, Sigfrido, Tan difíciles tiempos para Cuba. El gobierno del Marqués de
Someruelos (1799 – 1812), Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Sevilla, Sevilla,
2008, pp. 245 -249.
484
MORALES Y MORALES, Vidal, op. cit., p. 37.
485
Vid. BISBÉ, Manuel, op. cit., p. 39.
486
Como miembro de la Comisión de Ultramar, Félix VARELA participó de la redacción y
presentación del dictamen acerca del reconocimiento de la independencia de América; aunque no
tomó parte en los debates del mismo pues el articulado se declaró suficientemente debatido antes
de llegarle su turno. Esta razón lo empujó a hacer público el contenido del discurso que para la
discusión había elaborado, y el 8 de agosto apareció publicado por el suplemento gaditano El
Espectador. A su vez, El Indicador Constitucional y la Gaceta de La Habana, lo reprodujeron en
sus ediciones del 15 y 21 de septiembre de 1823 respectivamente, en la capital de la Isla. Vid.
VARELA, Félix, Obras, volumen II, ed. cit., pp. 93 – 112. Como réplica a los argumentos de su
compañero de diputación, Tomás Gener relativos a que la aprobación de semejante dictamen
redundaría en la alteración de por lo menos treinta artículos de la Constitución, y que las mismas
Cortes carecían del poder constituyente para tal modificación, expresó VARELA: “Una cosa es la ley
fundamental de un estado y otra la extensión del territorio y personas a quienes se aplica. Aunque
la España perdiese un gran número de provincias, no se había alterado en nada su Constitución,
(…) mas el que sean tantas o cuantas las provincias gobernadas por un sistema político, jamás se
ha dicho que pertenece esencial ni accidentalmente á dicho sistema. Por último no olviden los
señores que han tenido sus escrúpulos en esta materia, que aquí no se trata de emancipar, si no
de poder resistir la emancipación.” Ídem. p. 111.
487
La bibliografía cubana acerca del liberalismo independista de VARELA ha sido prolija desde los
primeros ensayos biográficos y políticos acerca de su persona. De manera general pueden
consultarse: BACHILLER Y MORALES, Antonio, Apuntes para la historia de las letras y la instrucción
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padre Félix Varela, Oriente, Santiago de Cuba, 2003; y más recientemente a IBARRA CUESTA,
Jorge, Varela el Precursor. Un estudio de época, Ciencias Sociales, La Habana, 2004.
488
PICHARDO, Hortensia, op. cit. p. 280.
489
Cfr.: IBARRA CUESTA, Jorge, op. cit. p. 155.
490
VARELA, Félix, Obras, volumen II, ed. cit., pp. 298 – 299.
491
Idem. p. 173.
492
Idem. pp. 297 – 298.
493
Ídem. p. 208.
494
Según los datos del censo de 1817 citados por FRIEDLAENDER, la población de la Isla cifraba los
553 033 habitantes, de los cuales 239 830 eran blancos. Al respecto, señala que el aumento de
población blanca en relación a 1792, se debió a la fuerte emigración francesa procedente de Santo
Domingo. FRIEDLAENDER, Heinrich, op. cit., pp. 129 – 130. En este sentido LE RIVEREND –sobre la
base de informes de la época- estima que entre 1790 y 1810 un número relativo a 30 000
inmigrantes franceses buscó refugio en Cuba. LE RIVEREND, Julio, op. cit. pp. 181 – 182. El carácter
de tierra receptora de inmigrantes de Cuba por esos años, unido al alza continua en las
importaciones de esclavos, debió hacer de la población insular una masa sujeta a un crecimiento
artificial, que debió ser apreciable y visto con recelo por los contemporáneos. Sobre todo la
importación de personas por medio de la trata esclavista, fue lo que posibilitó que en los primeros
sesenta años del siglo XIX la demografía cubana creciera al ritmo de un 2.3% anual, respecto a
una España que sólo crecía al 0.5% anual. Al respecto ha dicho PÉREZ DE LA RIVA: “Cuba crece
cuatro veces y media con más rapidez que la ¨madre patria¨. ¿Por qué? ¿Es más saludable? Las
estadísticas dicen lo contrario: la tasa de mortalidad era mayor en Cuba que en la península, 3.5%
contra 3%. La población cubana de 1800 librada a sí misma no sólo era incapaz de crecer, sino
que hubiese disminuido con rapidez,…”. PÉREZ DE LA RIVA, Juan, El barracón y otros ensayos,
Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1975, p. 77. Estas cifras permiten comprender las razones
de VARELA para señalar a la oligarquía criolla como el núcleo poblacional originario y, por tanto,
merecedor de la hegemonía en la patria cubana.
495
Vid. FERNÁNDEZ VICIEDO, Yuri, No hay patria sin virtud. Félix Varela ante las libertades públicas,
ed. cit., pp. 165 – 166.
496
Entre los artículos de El Habanero y sus cartas personales compilados en el volumen II de sus
Obras, el sustantivo “república” solo es utilizado por VARELA en siete ocasiones y siempre en modo
adjetivo o descriptivo. Cfr. VARELA, Félix, Obras, volumen II, Editorial Imagen Contemporánea, La
Habana, 2001, pp. 98; 231; 249; 252; 277; 294; y 381. Mientras, en Cartas a Elpidio, es empleado
solo dos veces en la misma página y en referencia a Nueva York y a Viena. Cfr. VARELA, Félix,
Obras, volumen III, Editorial Imagen Contemporánea, La Habana, 2001, p. 81.
497
Ídem., volumen II, p. 298.
498
Vid. “Carta de Félix Varela y Tomás Gener sobre la trata y la esclavitud (Nueva York,
septiembre 12 de 1834)”, en Ídem. volumen III, pp. 326 – 330.
499
Vid. TORRES – CUEVAS, Eduardo, op. cit. p. 327.
500
MORENO FRAGINALS, Manuel, Cuba/España, España/Cuba. Historia común, op. cit. p. 166.
501
En 1827 el número de ingenios azucareros existentes en Cuba alcanzó la cifra de 1000, con un
impacto consecuente en las exportaciones del dulce. Si en 1821 las mismas ascendían a 4 000
000 de arrobas de azúcar respecto a los 3 000 000 de arrobas del período 1800 -1804, en 1827 se
exportaron 6 000 000 de arrobas de azúcar. Por otra parte, los ingenios mejor dotados
técnicamente en esta etapa, llegaron a producir hasta 32 000 arrobas de azúcar por zafra, cuando
el promedio de producción por ingenio se calculaba entre 5000 a 6000 arrobas por zafra. Vid. LE
RIVEREND, Julio, op. cit. p. 196.
502
Estos fueron los dedicados a la impiedad y a la superstición. El tercer tomo dedicado al
fanatismo, aunque anunciado por Varela, nunca se escribió. Vid. HENRÍQUEZ UREÑA, Max, op. cit. p.
100.
503
De que la patria para la cual VARELA escribía sus Cartas era Cuba, dejan constancia muchas
alegorías indirectas presentes en la propia obra, como esta, colocada como cierre del primer tomo:
“… guiado por la antorcha de la fe camino al sepulcro en cuyo borde espero, con la gracia divina,
hacer, con el último suspiro, una protestación de mi firme creencia y un voto fervoroso por la
prosperidad de mi patria”. VARELA, Félix, Obras, volumen III, ed. cit., p. 103.
504
En este sentido resulta paradigmática la sentencia con la cual finaliza el primer tomo de las
Cartas: “… no hay patria sin virtud, ni virtud con impiedad”. Ídem., p. 102.
505
En todas las Cartas al Elpidio, la palabra “república” solo es mencionada en dos ocasiones en
una misma página y en sentido indicativo respecto a los Estados Unidos y a Viena. Vid. Ídem., p.
81. Solo usa una vez la expresión “estados republicanos”, en sentido indicativo hacia los Estados
Unidos, para diferenciar el ejercicio del culto protestante en ellos del ejercido en Inglaterra: “Esto
mismo se nota en el día en aquel reino y en estos estados republicanos”. Ídem. p. 175. Aunque
VARELA no emplea el término “monarquía” en las Cartas, si utiliza dos sinónimos de este en los
vocablos “principado” y “reino”. El primero se halla empleado en 4 ocasiones de las cuales tres
corresponden a una misma cita de Tomás DE AQUINO insertada por él en el texto y la última,
también a otra cita del propio Tomás colocada al pie. Vid. Ídem. pp. 24, 25 y 142. El vocablo
“reino”, por su parte, es mencionado en sentido político en 9 ocasiones, cinco de las cuales
corresponden a citas de Tomás DE AQUINO, y una al Antiguo Testamento. Vid. Ídem. pp. 24. 25 y
26.
506
“En un pueblo virtuoso es imposible que se erija un tirano”. Ídem., p. 29. Y más adelante,
sostiene: “No hay duda que las instituciones políticas, y las leyes civiles sirven de protección y de
estímulo, pero no bastan para consolidar los pueblos; antes son como los vestidos, que protegen el
cuerpo y le libran de la intemperie, mas si está corrompido no pueden sanarlo. Una prudencia
social, fruto de la moralidad y de la ilustración, es el verdadero apoyo de los sistemas y de las
leyes, que en consecuencia adquieren todo su vigor contra los perversos”. Ídem. p., 33.
507
“Distinguiendo, pues, la moral social y la religiosa diremos que ésta no es legítima y perfecta
sino cuando proviene de la única y verdadera religión; mas aquélla puede ser perfecta aunque
tenga por origen una falsa religión”. Ídem. p. 17.
508
“Sólo es verdaderamente libre el que no puede ser esclavo, y esta prerrogativa sólo conviene al
virtuoso”. Ídem., p. 37. Más adelante sostenía: “… asegurando que ha perdido el culto divino y
encadenado los hombres, que sólo pueden ser verdaderamente libres cuando están animados del
verdadero espíritu evangélico; pues, como dice el Apóstol a los Corintios, “Donde está el Espíritu
del Señor, allí hay libertad”. Ídem. p. 200.
509
“…opino que un político que no quiera sacrificar el bien común a sus sentimientos particulares,
deberá propender siempre a la unidad de creencia, como vínculo de la paz social, aun
prescindiendo de todas las consideraciones religiosas”. Ídem. p. 109.
510
“Una nación cristiana forma un inmenso templo, cuya extensión no disminuye su regularidad,
antes se aumenta el sagrado fuego del justo amor, aumentando el número de los seres virtuosos.
La libertad nada teme cuando la virtud está segura; y el poder se ejerce con aprobación, y sin
obstáculos, cuando la justicia y no la perversidad guía a los que mandan”. Ídem., p. 36.
511
Esta opinión se refuerza por el intento de VARELA para relacionar la tradición católica con el
liberalismo en lo referido a la libertad. Al final del segundo tomo de Cartas a Elpidio y en una larga
cita, expresa este criterio que, vertido en 1838, permite calificar de liberal su noción de libertad
individual: “Qué bien entendió esta divina máxima del Apóstol el enérgico, franco y apostólico San
Ambrosio cuando escribía que: “ni es propio de un emperador el negar la libertad de hablar ni de
un sacerdote el no decir lo que siente. La diferencia que haya entre los buenos y los malos
príncipes es que los buenos aman la libertad y los perversos la servidumbre”. ¡Qué tal, mi Elpidio!
¿Necesitaba San Ambrosio tomar lecciones de liberalismo o podía darlas a los alucinados que
creen que son incompatibles la libertad y la religión?”. Ídem. p. 200.
512
Debe tenerse presente, además, que la mercantilización del trabajo constituyó uno de los
factores causales para la aparición del liberalismo económico, por cuanto permitió la formación del
ejército laboral de reserva al liberalizar la venta de la fuerza de trabajo. El primer pensador cubano
que hizo referencia a la necesidad de crear un mercado de trabajo libre para disminuir los sueldos
pagados y para desconcentrar la fuerza de trabajo, mediante la abolición de la esclavitud, fue Félix
VARELA.
513
El hecho de que no exista documentación suficiente como para elaborar conclusiones más
certeras acerca del abolicionismo de VARELA durante su etapa norteamericana, no justifica la
orfandad de probables motivos. VARELA no se hallaba en suelo cubano (donde hablar del asunto
resultaba peligroso y censurable), pero se encontraba en los Estado Unidos, país dividido por la
confrontación entre la oligarquía plantacionista y esclavista del Sur y la industrial, comercial y
financiera del Norte. El conflicto, latente durante toda la existencia de la Unión, se había visto
atenuado por la fórmula federalista, pero treinta años después de la citada carta de Varela se
volvería irreconciliable. De manera que para un sacerdote católico y extranjero, hablar
públicamente de abolición en los Estados Unidos hubiera sido comprometedor incluso, para su
sacerdocio.
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Imprenta de Pedro Marín. Impresor de la Secretaría de Despacho
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amend the Constitution of the State, which assembled at Raleigh, June
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to the Constitution together with the votes of the People Raleigh, Printed
by Joseph Gales and Son, Raleigh, 1836, pp. 409 – 424.

• “The Constitution of New Hampshire, January 5, 1776”, on Acts and


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• “The Constitution of New Jersey, July, 2, 1776”, on Acts of the General


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New Jersey, MDCCCLXXXIV, pp. III-X.

• “The Constitution of Pennsylvania, September 28, 1776”, on The


Proceedings Relative to Calling the Conventions of 1776 and 1790 the
Minutes of the Convention that formed the present Constitution of
Pennsylvania together with the Charter to William Penn the Constitutions
of 1776 and 1790 and a view of the Proceedings of the Convention of
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• “The Constitution of South Carolina, March 19, 1778”, on A Collection of


the Constitutions of the Thirteen United States of North America,
Published by order of Congress of Philadelphia, Printed by Glasgow &
John Bryee, Philadelphia, 1783, pp. 54 – 60.

• “The Constitution of Vermont, July 4, 1786”, on Vermont State Papers;


being a Collection of Records and Documents connected with the
assumption and establishment of Government by the people of Vermont;
together with the Journal of the Council of Safety, the First Constitution,
the early Journals of the General Assembly and the Laws from the year
1779 to 1786 inclusive. To which are added the Proceedings of the first
and second Councils of Censors, J. W. Copeland, Printer, Middlebury,
1823, pp. 567 – 574.

• “The Constitution of Virginia, June 29, 1776”, on Ordinances passed at a


General Convention of Delegates and Representatives from the Several
Counties and Corporations of Virginia, Held at the Capitol in the City of
Williamsburg, on Monday, the 6th of May, A. D. 1776, Ritchie, Trueheart
& Duval, Printers, Richmond, 1816, pp. 3 -6.

IV - Fuentes Documentales

• Actas Capitulares del Ayuntamiento de la villa del Santo Espíritu, Fondo


Ayuntamiento, nº 2, 1809 – 1810. Archivo Histórico Provincial de Sancti
Spíritus (AHPSS).

• Actas del Cabildo de la Ciudad de La Habana 1808 – 1812. Archivo de la


Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana (AOHCH).

• Autos acordados de la Real Audiencia de la Isla de Cuba, Imprenta


Literaria, La Habana, 1840.
• Diario de Sesiones de las Cortes Generales y Extraordinarias, tomo I,
Imprenta de J. A. García, Madrid, 1870.

• Diario de las Discusiones y Actas de las Cortes, tomo XV, Imprenta Real,
Cádiz, 1812.

• Diario de Sesiones de Cortes celebradas en Sevilla y Cádiz en 1823,


Imprenta Nacional, Madrid, 1858.

• Informe Fiscal sobre fomento de la población blanca en la Isla de Cuba y


emancipación progresiva de la esclava con una breve reseña de las
reformas y modificaciones que para conseguirlo convendría establecer
en la legislación y constitución coloniales: Presentado a la
Superintendencia General Delegada de Real Hacienda en diciembre de
1844 por el Fiscal de la misma, Imprenta de J. Martín y Alegría, Madrid,
1845.

• Memorias de la Real Sociedad Patriótica, tomo I, Instituto de Literatura y


Lingüística, La Habana.

• Recopilación Sumaria de los Autos Acordados de la Real Audiencia de


esta Nueva España, que desde el año de 1677 hasta el de 1786 han
podido recogerse, Impresa en México por Don Felipe de Zúñiga y
Ontiveros, 1787.

• The Federalist Papers, The Avalon Project at Yale Law School, The
Lillian Goldman Law Library in Memory of Sol Goldman, 1996-2003.

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