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La ética de la devolución en el psicodiagnóstico clínico

Article · January 1996


Source: OAI

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Carlos Rodríguez-Sutil
Instituto de Psicoterapia Relacional
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LA ÉTICA DE LA DEVOLUCIÓN EN EL PSICODIAGNÓSTICO CLÍNICO

Carlos Rodríguez Sutil

Papeles del Psicólogo, 1996. Vol. (66).

Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamientos (Psicología Clínica). Facultad de


Psicología. Universidad Complutense de Madrid.

Los comentarios que se presentan al lector, elaborados desde la óptica de la práctica clínica,
pueden en parte relacionarse con el artículo 6º del Código Deontológico del Psicólogo (COP,
1987), en el que se lee lo siguiente.

"La profesión de Psicólogo/a se rige por principios comunes a toda deontología profesional:
respeto a la persona, protección de los derechos humanos, sentido de responsabilidad,
honestidad, sinceridad para con los clientes, prudencia en la aplicación de instrumentos y
técnicas, competencia profesional, solidez de la fundamentación objetiva y científica de sus
intervenciones profesionales". (subrayado nuestro)

El Código Deontológico es un instrumento extremadamente valioso. Está necesitado, no


obstante, de alguna ampliación en algunos aspectos referidos al psicodiagnóstico y al uso de
tests, y en especial a la devolución de información (o feedback en la literatura anglosajona) a
los clientes. Aspectos que sí son tratados en los principios éticos editados por la American
Psychological Association (APA, 1992), dentro del apartado 2, dedicado a Diagnóstico,
Evaluación e Intervención. En el subapartado 2.09 (Explicar los Resultados de la Evaluación)
leemos lo siguiente:

"Salvo que previamente haya sido explicada la naturaleza de la relación a la persona que está
siendo evaluada y excluya la presentación de ninguna explicación de resultados (como en
algunas consultas de tipo organizacional, en estudios prospectivos de tipo laboral o de
seguridad, y en evaluaciones forenses) los psicólogos y psicólogas deben asegurarse de que se
proporcione una explicación de los resultados a la persona examinada o a otro representante
legal del cliente, en un lenguaje razonablemente comprensible para ellos. A pesar de que la
corrección e interpretación haya sido realizada por el psicólogo, por ayudantes, de forma
automatizada o a través de otros servicios externos, los psicólogos deben adoptar las medidas
oportunas para asegurar que se proporcionen las explicaciones adecuadas de los resultados".

Este enunciado contiene algunas afirmaciones problemáticas que pasamos a estudiar a


continuación.

¿QUIÉN ES EL CLIENTE?
El último párrafo citado de la APA parece dejar clara la necesidad de realizar la devolución en
el marco clínico y educativo, aunque también deja abierta la posibilidad de que no siempre se
efectúe. Ese es un problema ético realmente complejo, que pasa por la cuestión ¿quién es el
cliente? Recientemente I.B Weiner (1995, p. 96) actualiza una opinión generalmente aceptada
por los profesionales en Estados Unidos. El cliente, dice Weiner, es la entidad que desea que la
persona sea examinada, a veces la propia persona, pero no siempre. Es la entidad, continúa, la
que debe recibir el informe y el psicólogo o psicóloga no está obligado a proporcionar
información a la persona. Esa agencia en ocasiones pueden ser los padres.

Debo mostrar mi profundo desacuerdo ante determinadas consecuencias que pueden


derivarse de tal actitud. Un principio enunciado de tal manera puede llevarnos a complicidades
indeseables, contrarias a cualquier efecto curativo, cuando no claramente yatrogénicas. Se
puede pensar que hay casos que excluyen toda posibilidad de devolución. Sundberg y
colaboradores (1983) ponen el ejemplo de aquellos paciente psicóticos o severamente
alterados, con los que no es posible o terapéuticamente adecuado una discusión detallada de
los resultados. Ahora bien, eso no debe confundirse con una ausencia total de devolución.
Puede ser adecuado señalarle al paciente la gravedad de su estado, confirmada por el
psicodiagnóstico, y la conveniencia de que reciba alguna forma de tratamiento. Aunque la
persona sufra una gran alteración eso no debe impedir que nuestro trato con ella sea lo más
humano y humanizador posible, incluso cuando en ese momento no pueda responder de
manera apreciable a los estímulos. De hecho los padres hablan con sus bebés mucho tiempo
antes de que estos puedan responder. De muy pocos seres humanos se puede decir que estén
totalmente aislados del medio.

Por otra parte, seguramente la agencia que ha encargado el estudio, salvo excepciones, es la
destinataria apropiada del informe. Entre las excepciones se me ocurre la persecución
psiquiátrica de la que fueron objeto los disidentes políticos en la antigua URSS, con la que
colaboraron profesionales de la salud mental, en contra de toda buena ética.

En definitiva, en muchas ocasiones parece aconsejable que se establezcan dos niveles de


devolución, ambos obligatorios. El primero con la persona o personas a las que hemos
explorado durante las sesiones psicodiagnósticas, el segundo con la agencia que ha encargado
y paga el proceso, a veces las mismas personas objeto del estudio. En el trabajo con niños, en
especial, aconsejo que se haga una primera devolución con el niño y una devolución conjunta
con los padres y otros miembros de la familia, o por lo menos la segunda.

OBLIGATORIEDAD DE LA DEVOLUCION

La obligatoriedad de la devolución, como hemos visto, viene señalada en los principios éticos
de la APA, también aparece recogida de manera más escueta en sus normas para tests
educativos y psicológicos (APA, 1995), en su apartado 16.
Kenneth S. Pope (1992) advierte que la devolución es un proceso dinámico e interactivo (como
la evaluación en su conjunto), aunque no es suficientemente atendido, a menudo por la
necesidad de abreviar el proceso, o por dificultades del propio clínico. Entre estas dificultades
se incluyen la incomodidad al tener que dar malas noticias, al adaptar la jerga profesional al
lenguaje del cliente, o al tener que informar, después de un proceso con frecuencia largo,
sobre unos resultados aparentemente escasos.

El cliente, no obstante, dice Pope, tiene derecho a saber por qué se realiza el proceso, los
instrumentos y la información que puede recibir. Por otra parte, la información que se deriva
del psicodiagnóstico le puede ayudar a decidir si comenzar una psicoterapia o no. Me parece
que el argumento de Pope tiene la suficiente validez como para requerir su inclusión en
cualquier código deontológico. Intentaré más adelante perfilar mi propuesta.

¿QUÉ DEVOLVER Y CÓMO?

Una devolución extensa es obligatoria cuando la relación con el sujeto o sujetos es


específicamente diagnóstica. Podemos enunciar una serie de principios para guiar esa
entrevista (o entrevistas) de devolución. Por una parte, insistiré en que la entrevista de
devolución, como las anteriores entrevistas, es un proceso dinámico e interactivo, no una
comunicación lineal experto-entrevistado, en la que se suministran aquellos contenidos que se
han ido recogiendo en las fases anteriores. Esto permite que el sujeto elabore aspectos de sí
mismo poco conocidos y que añada información o, incluso, que rechace algunas de nuestras
afirmaciones, no siempre sin razón. Frente a existencialistas y humanistas, opino que el
psicólogo puede alcanzar un conocimiento sobre algunos aspectos de la persona, más amplios
o exactos que los que posee ella misma. También opino que esa es la base del proceso
terapéutico, y no solamente la experiencia humana que supone el contacto interpersonal.

En consecuencia, no serían comunicables todos los conocimientos que hemos extraído durante
las entrevistas. Parece apropiado aquí recurrir al principio psicoanalítico de señalar, e
interpretar, lo más superficial antes de pasar a lo más profundo.

Evitemos, no obstante, confundir esto con que el entrevistador "se guarda información", lo
que violaría la regla de "sinceridad" a que se alude en el artículo 6º del Código Deontológico,
que antes veíamos. Esos supuestos conocimientos, basados en la teoría y en la experiencia
previa, también son los más inferenciales y los que debemos tomar con mayor cautela. La
información que se debe comunicar es aquella en la que tenemos más seguridad y haciendo,
precisamente, una gradación desde las conclusiones más firmes a las hipótesis más
especulativas e, incluso, omitiendo éstas últimas. Es habitual, y aconsejable, que dispongamos
de una buena serie de datos observacionales y descriptivos, menos inferenciales y también
más asequibles al conocimiento del sujeto, que le pueden ser de provecho en esa entrevista.
Dicho de otra forma, conviene utilizar un lenguaje "conductual" en la devolución. En palabras
de Vázquez y Hernández (1.993), los informes psicológicos (forenses) deben seguir una táctica
de "máxima observación, media descripción y mínima inferencia"

LOS RIESGOS DEL EFECTO "BARNUM"

También suele ser útil comenzar por los aspectos más favorables para el sujeto, o menos
problemáticos. Las tareas diagnósticas pueden ser vividas por el profesional con cierto temor,
por la responsabilidad legal y ética que suponen. Weiner (1995), por ejemplo, señala tres
reglas para evitar ese tipo de riesgos que puede ser úti1 recoger aquí:

- Ante cualquier tarea, imagina que un crítico conocedor y poco amistoso está mirando por
encima de tu hombro.

- Ante cualquier cosa que digas, imagina que será tomada bajo la luz más desfavorable y
utilizada en tu contra.

- Ante cualquier cosa que escribas, imagina que será leido en voz alta, de forma sarcástica,
ante un tribunal.

Tener presentes estos principios puede ayudarnos a evitar el pago de indemnizaciones por
responsabilidad civil. La actitud que subyace a ellos, no obstante, también entraña importantes
riesgos de tipo ético. Puede parecer que lo más fácil es redactar informes poco
comprometidos. Pero esa "solución" nos lleva al Efecto Barnum.

El Efecto Barnum fue descrito por Paul Mehl (1956) para referirse a aquellos informes que
consisten en descripciones en las que se mezclan estereotipos, vaguedad y evasividad.
Incluyen afirmaciones universalmente válidas del estilo de: el paciente experimenta ansiedad,
la madre presenta una mezcla de sentimientos frente a la conducta de su hijo, el sujeto unas
veces está enfadado y otras veces está contento, etc. El error se modera si cuantificamos
nuestras afirmaciones o buscamos ejemplos para ilustrarlas. Desgraciadamente existe una
tendencia en las personas, bastante generalizada, a aceptar los informes tipo Barnum. Esa
tendencia que explica, entre otras cosas, el éxito de los horóscopos y de todas las "mancias",
ha sido demostrada en numerosos estudios, sin que aparezcan diferencias entre los sexos. Una
investigación relevante es la de Snyder y Newberg (1981), con 96 mujeres, estudiantes, que
mostró la tendencia a aceptar con mayor facilidad las descripciones favorables, e igualmente a
aceptar las descripciones procedentes de una figura de prestigio -por ejemplo, el psicólogo-
aunque en ese caso no fueran favorables.

CONCLUSIONES
Después de dicho esto, mi propuesta para el Código Deontológico podría poseer el siguiente
enunciado.

El Psicólogo/a tiene el deber de comunicar a su cliente la información obtenida sobre sus


aspectos psicológicos durante las entrevistas diagnósticas o terapéuticas. El cliente, por su
parte, tiene derecho a que se le comunique dicha información. Esta norma sólo se verá
matizada por el principio de pertinencia, es decir, que debe comunicarse aquello que posea
utilidad para el cliente, en un lenguaje asequible y matizando la seguridad relativa de nuestras
conclusiones.

Pongamos un ejemplo. De las respuestas que nos suministra un sujeto a las láminas del
Rorschach y del TAT, junto con algunos lapsus cometidos en las entrevistas, deducimos que su
buena relación con su madre oculta una fuerte agresividad, que es reprimida. No parece
pertinente que al final del proceso psicodiagnóstico, antes de comenzar nosotros la
psicoterapia o de derivar al paciente a otro servicio o profesional, le devolvamos este
descubrimiento. Eso sólo puede producir, como bien sabemos los terapeutas de orientación
analítica, un aumento de las resistencias, como ocurre con todas las intervenciones
"silvestres". Por otra parte, al tratarse de una conclusión muy teórica e inferencial, podemos
estar equivocados en todo o en parte. Convendría saber, por ejemplo, qué aspectos de la
figura materna son los que despiertan en el paciente la mayor agresividad. Eso sólo puede
descubrirse en un trato más prolongado. En este momento, tal vez, lo más adecuado sea
comentarle que nos parece que en ciertas ocasiones puede reaccionar con enfado ante las
mujeres, preguntándole si nuestra suposición puede tener algo de verdad y si se le ocurre
algún ejemplo. Si toda la devolución estuviera compuesta de enunciados de esta guisa nos
encontraríamos muy cerca del Efecto Barnum. En cambio, a ese paciente le podemos haber
dicho, con cierta seguridad, cómo tiende a resolver los conflictos huyendo de ellos, y
señalándole algunos ejemplos tomados de su propia historia.

Considero que debemos estar entrenados para distinguir todos los niveles de inferencia y para
utilizarlos en cada caso concreto, pero ordenándolos de manera jerárquica y apoyando nuestra
acción en los menos elevados y más descriptivos. Ahora bien, la especulación más abstracta
también puede tener un lugar en nuestro trabajo diario.

REFERENCIAS

American Psychological Association (1992). Ethical Principles of Psychologists and Code of


Conduct. American Psychologist, 47, 1597-1611.

American Psychological Association (1985). Standards for Educational and Psychological


Testing. Washington.
COP (Colegio Oficial de Psicólogos) (1987). Código Deontológico del Psicólogo. Madrid.

Meehl, P.E. (1956). Wanted - a good cookbook. American Psychologist, 11, 263-272

Pope, K.S. (1992). Responsibilities in providing psychological test feedback to clients.


Psychological Assessment 4, 3. 268-271.

Snyder, C.R. y Newberg, C.L. (1981). The Barnum Effect in a group setting. Journal of
Personality Assessment, 45, 622-629.

Sundberg, N.D.; Taplin, J.R. y Tyler, L.E. (1983). Introduction to Clinical Psychology. New Jersey:
Prentice Hall.

Weiner, I.B. (1995). How to anticipate ethical and legal challenges in personality assessments.
En J.N. Butcher (ed.) (1995) Clinical Personality Assessment. Practical Approaches. Nueva York:
Oxford University Press.

Vázquez, B y Hernández, J.A. (1993). El rol del psicólogo en las clínicas médico-forenses. En J.
Urray B. Vázquez (comps) (1993) Manual de Psicología Forense. Madrid. Siglo XXI.

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