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EL VOTO PARTICULAR

FRANCISCO lA VIER EZQUIAGA GANUZAS

EL VOTO PARTICULAR
Estudio introductorio de
Juan Igartua Salaverria

U. P. \/, ~ E. H. U.
ZUZfNBWf rA,~Ul fi: tJl " h/t,H rAO DE DERECHO
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CENTRO DE ESTUDIOS CONSTITUCIONALES


MADRID,1990
INDICE
COLECCION
«ESTUDIOS CONSTITUCIONALES»

NOTA PRELIMINAR........... ....................... 9


ESTUDIO INTRODUCTORIO DE JUAN IGARTUA SALA-
VERRIA: "VOTO PARTICULAR VS. TESIS DE LA UNI-
CA SOLUCION CORRECTA" ...................... 11
1. INTRODUCCION ................................ . 57
11. LOS DATOS ..................................... . 61
1. Problemas conceptuales .......................... . 61
2. Aproximación histórica a la introducción del voto par-
ticular .................................. , ...... . 66
3. El voto particular en el derecho comparado ........ . 70
4. El debate sobre el voto particular ........ ; ........ . 77
IlI. EL VOTO PARTICULAR EN ESPAÑA: NORMATIVA,
DOCTRINA Y PRACTICA ........................ . 91
1. Regulación positiva ............................. . 91
2. Posturas doctrinales ............................. . 102
3. La práctica del Tribunal Constitucional ............ . 106
© Reservados todos los derechos IV. EL VOTO PARTICULAR Y LA TEORIA E IDEOLOGIA
Francisco Javier Ezquiaga Ganuzas DE LA APLICACION JUDICIAL DEL DERECHO .. . 137
1. Los valores en la aplicación judicial del derecho .... . 137
© Centro de Estudios Constitucionales
2. Los valores en el debate sobre el voto particular .... . 142
NIPO: 005-90-010-7 V. BIBLIOGRAFIA UTILIZADA ..................... . 147
ISBN: 84-259-0847-7
Depósito Legal: M-I7202-l990
INDICE ONOMASTICQ ............................... 153
INDICE DE MATERIAS............................... 157
Imprime: Prisma, Industria Gráfica, S. A. - San Romualdo, 26 . 28037 Madrid
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NOTA PRELIMINAR

Como seguramente ya se habrá apreciado, la obra que el lector


tiene ahora en sus manos viene precedida de un estudio introduc-
torio del profesor Juan Igartua. El hecho de que el tradicional
«prólogo» se convierta en un trabajo autónomo y completo en sí
mismo -situación no insólita, pero desgraciadamente no tan ha-
bitual como cabría desear- creo que merece un par de comenta-
rios de mi parte (aun a riesgo de convertir estas líneas en un «pró-
logo» al «estudio introductori()¡»).
Al proponer a mi amigo Juan Igartua la redacción de un traba-
jo con destino a la publicación de este estudio sobre los votos par-
ticulares, era consciente de un peligro real, que el telonero (desti-
nado únicamente a calentar al auditorio) pasara a ser la estrella
del concierto. Sin embargo, asumí con gusto tal riesgo, quizás
porque trabajaba con doble red. En efecto, por un lado, muchas
de las ideas y enfoques que se desprenden de las páginas por mí
escritas son fruto de diálogos y sugerencias de Igartua (comen-
zando por la propia necesidad de profundizar en la institución del
voto particular), así como el paisaje de fondo en el que hay que
situar esta obra: mi (nuestra) preocupación por la teoría de la
aplicación e interpretación del Derecho. Por otro lado, creo que
los dos estudios se complementan perfectamente, algo natural
puesto que, de alguna manera, son consecuencia de un proyecto
común. Por ello, casi me atrevería a recomendar que se inicie la
lectura por mi trabajo para concluirla por el de Juan Igartua, ya
que su carácter es más el de un estudio «conclusiv()¡) que «intro-
ductori()¡), por dos razones. Primero, porque sitúa la cuestión del
voto particular en el ámbito qur; le corresponde: el proceso apli-
cador del Derecho. Segundo, porque su estudio arranca donde el
mío finaliza, satisfaciendo así la curiosidad que tal vez puedan

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generar algunas de las ideas simplemente apuntadas en mis últi-
mas páginas.
Ahora creo que se comprenderá por qué es para mí una
enorme satisfacción contar en este libro con esa «estrella invita-
da». Una vez transitadas las siguientes páginas, creo que ese sen-
timiento será compartido por todos los lectores interesados en la
teoría del Derecho.
Debo igualmente mencionar aquí la ayuda, estímulo y perti-
nentes observaciones de Edorta Cabreros y Alejandro Saiz, ami-
gos iuspublicistas sin los que no sé trabajar, y a otros colegas (en
el doble uso del término) de la Facultad de Derecho de San Sebas-
tián que -con dedicación completa o parcial- hacen agradable
el trabajo universitario. A ellos está dedicado este libro.
Por último, un agradecimiento más al Centro de Estudios
Constitucionales por la publicación del trabajo, en especial a Pa- ESTUDIO INTRODUCTORIO
blo Lucas Murillo de la Cueva por su interés; ya José Luis Cascajo,
prácticamente el primer explorador español que se adentró en la VOTO PARTICULAR VS. TESIS DE LA UNICA
selva del voto particular, por los caminos que hizo al andar y por
ser mi promotor ante el CEe.
SOLUCION CORRECTA

F.J. E. G.

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1. Introducción

Deja ya de ser infrecuente que las sentencias de algunos tri-


bunales lleven la prolongación apendicular de algún(os) voto(s)
particular(es). Pese a ello, no constituye fenómeno aceptado pa-
cíficamente y, en cualquier caso, su regulación jurídica ha depa-
rado tratamientos disímiles según épocas y países.
Si perdura la querella en torno al «votum separatum», sea
cual fuere la jurisdicción que lo acoja, sin embargo encuentra un
prominente lugar de liza en el ámbito de la jurisprudencia consti-
tucional. Al menos, eso se deduce del cuidado que a veces se
pone, adoptando medidas más rigurosas, para garantizar el se-
creto de los jueces adscritos a un órgano de esas características.
Para no perder compás, baste referirnos por ejemplo a la Corte
Costituzionale de Italia 1; aunque luego, algunos de sus compo-
nentes más notables -a lo que se ve, también existe el secreto a
la italiana- manifiesten a través de variados medios cuál ha sido
su postura en asuntos de particular relieve político 2 •

1 Cfr. C. MORrATI. «Considerazioni sul problema dell'introduzione d,el dissent'


nelle pronuncie della Corte costituzionale italiana», en G. MARAl-ITN1 (a cura), La
giustizia costituzionale, Florencia, 1966, pág. 156.
2 Hay casos significativos en los que determinados miembros de la Corte costi-
tuzionale sentían la necesidad de exteriorizar su opinión sobre decisiones en las
que habían participado, haciendo del todo evidente el sentido de su voto. Así,
Aldo Sandulli, entonces presidente, transparentando su consenso respecto de una
decisión relativa a la propiedad urbana; Giuseppe Branca disintiendo de la sen-
tencia que consideraba todavía en vigor las viejas normas antihuelga del Código
Penal; Vezio Crisafullijustificando algunas sentencias en materia regional; Virgi-
nio Andrioli publicando un comentario sobre una sentencia cuyo relatare había
sido él; el presidente LeoneUo Amadei tenía la costumbre de conceder entrevistas

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y viniendo a tierras y tiempos más próximos, también en la miscelánea de opiniones doctrinales al respecto (cfr. II, 4 YID, 2).
confección de la Constitución española (y de la LOTC) se ponde-
raron las razones a favor y en contra del reconocimiento de la El ~bjetivo que yo persigo me impone dimitir de cualquier
«dissenting opinion» 3, de lo cual parece derivarse que no es cosa trat?mIe~to ~e los tres primeros asuntos: a saber, de cuándo data ,
que vaya de soi, ni una actividad suntuaria para que pueda ex- aqm y allí la Instauración del voto particular; cuáles sean las ra-
playarse el talento de tal o cual magistrado, sino, al contrario, zones d~l desfase temporal en su incorporación a talo cual sis-
ocasión de polémica ¿Por qué? tema; e, Igualmente, del tema de su diversa modulación en distin-
Entre el vario enjambre de diagnósticos que puede explicar la tas normativas procesales.
vis problemática del voto particular, se me ocurre algo que es . En cambio, de~ cuarto sí diré algo, pero tocándolo tangen-
fácil y de breve anumeración: cIalm~nte nada mas, porque, a la postre, de él espero hilar conse-
cu~ncI~~ que c~mduzcan a un problema (que debiera ser) previo,
- El voto particular no es institución que hay~ existid<? e? mas bas~co y SIn embargo conexo con la batería de argumentos
todos los ordenamientos jurídicos. Así, en algunos sIstemas Jun- 9u~ ~ostlenen o desaconsejan la publicidad de las discrepancias
dicos medievales, la decisión debía alcanzar forzosamente la JudIcIales.
unanimidad; de lo contrario, se aplazaba el juicio ad deliberan- 1.1. Cada día menudean más los estudiosos que se asoman
dum, ad interrogandum o bien se procedía a una remissio a otro al orbe del «votum separatum» y hacen el inventario de las ideas
tribunal 4. acerca, de su' conveniencia o de su perjuicio. Y se reconocerá que
- Tampoco su implantación cronológica ha sido contempo- ?o t:sta de s<??ra el tono comercial (el debe y el haber) de seme-
ránea en todos los sistemas jurídicos. Al respecto, se revela alta- Jante operaClOn contable; pero se concederá también que resulta
mente pedagógica, por extremosa, la situación de una pretérita de escaso provecho dejar flotando, como boyas sueltas, las dis-
Polonia dividida en la que, por un lado, el derecho procesal aus- payes y desordenadas opiniones vertidas, porque producen poco
tríaco reconocía el instituto del voto particular mientras que éste mas que mareo.
le era completamente ajeno al procedimiento penal alemán s. P~ra domin~r e iluminar el indócil torrente de ideas que ha
- Incluso una vez admitido, el «dissent» se ha visto sometido SUSCl~a?O el «dIssent», se revela preferible incardinadas en pro-
a reglamentaciones diversas. Cualquier estudio comparativo nu- blematlcas medulares (como la sistematización de Ezquiaga, cfr.
tre de fundamento este aserto (p. ej. el apartado 11,3 del libro de 11, 4) qu~ acaban segregando la más radical sustancia polémica
Ezquiaga). de esa dIscutida institución.
- Las propuestas que vienen de la doctrina a veces tienden a Nadie duda, pues, que sea particularmente venturosa la em-
introducir una ampliación o una restricción en las experiencias presa de confeccionar, con criterio, ristras exhaustivas con las
ya instituidas positivamente. Este volumen contiene sobrada razones pro el contra, que abogan a favor o se decantan contra-
riasal «voto dissenziente».
Ahora bien, por muy macizos que parezcan estos compendios
para replicar a las críticas dirigidas contra determinadas sentencias, c~n afirma~ argumentales, es<? ~o empece, sin embargo, a que a muchos de
ciones que no dejaban la menor duda sobre su voto; etc. (C. y S. RODorA, <dI tema. los alegato~ es,gnmIdos (favora~les u hostiles a la institución)
Riparliamo della Corte costituzionale», Politica del diritto, 1980, 4; p~gs. 540-5~ 1.) haya de atnhmrseles ~n peso y un poso distintos. En efecto, no
3 Cfr. G. PECES.BARBA, La Constitución española de 1978, ValenCia, 1981; pags.
debe cegarnos el momsmo que confiera indistintamente a los di-
252-253, 353; J. GONzÁLEZ PÉREZ, Derecho Procesal Constitucional, Madrid, 1980;
versos argumentos valencia y pertinencia idénticas.
pág.4 191.
J, WRÓBLEWSKI, «Votum separatum d ans Ia t h"eone et I"d' I . d l' l'
1 ~o o~le e apP.lca.- , Como presupongo que eUector sabe a qué atenerse, procede-
tion judiciaire du droib, en N. P¡CARDI y A. GlULIANI (a cura), L ordmamento g/ud/- re bastante a la carrera y un poco a base de meras alusiones.
ziario, Rímini, 1985, vol. ID, pág. 351. ~.1.1. De entre ellas, el ejemplo más a la mano es el de la
5 J WRÓBLEWSKI, «Votum separatum".», pág. 351. varzedad de jurisdicciones.

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Si se cree, ad casum, que con votos particulares las sentencias o, al revés, parece más bien une passade jurisprudencial?6 Una
quedan desvestidas de una presunta «au,toridad», sería úti~ ?epa- encuesta nos sacaría de dudas.
rar aquellos tribunales en los que, despues de todo, las decIsIOnes Todavía, a meros efectos ilustrativos, reparemos en un argu-
cuentan necesariamente con el consenso de al menos los dos ter- mento más. Los detractores del voto particular arguyen que éste
cios de los suscribientes, y los tribunales en los que -y no es una resta coherencia a las decisiones, objetivo que, en cambio, se ve
hipótesis cervellotica- los resultados llegan a dirimirse de un propiciado al ofrecerse a la opinión pública una única motiva-
modo bastante aleatorio (no menos a como se deshacen los em- ción. Una consulta factual de la jurisprudencia permitiría o bien
pates en el fútbol: por penaltis), es decir, por el voto de calidad de confirmar la veracidad de este aserto o bien su falsedad si la
su presidente. justificación de la decisión mayoritaria (al intentar asumir parte
También es de rebosante evidencia que, si la exteriorización de las opiniones disidentes) se asemeja a una mayonesa de ideas
del «dissent» dejara maltrecha la «independencia» de los sujetos carente de rigor y linealidad 7.
judicantes, presumiblemente no se encontrarían en situación 1).3. La cordillera de páginas consagradas a denostar o en-
uniforme los jueces de carrera y quienes devienen magistrados salzar la práctica del «voto disidente», en general suele pasar por
merced a un peculiar reclutamiento político. alto otros aspectos que relativizan la pertinencia de los argumen-
1.1.2. Después, no todas las razones y contrarrazones aireadas tos tras los que se amparan unos y otros.
en el debate sobre el «votum separatum» exhiben la misma viabi- Tres son los factores a distinguir, separar y eventualmente
lidad para sujetarse a la contrastación empírica. combinar. El primero se refiere al objeto del disentimiento (la
Lo cual, aunque de una evidencia mostrenca, no suele tenerse motivación o la decisión, o motivación y decisión conjuntamen-
en cuenta en la confrontación de los dos bandos en liza. Hay en te). El segundo concierne a la publicidad del voto (abierto al ex-
esa pugna mucha conjetura y poca refutación. En efecto, el re- terior o asunto doméstico del tribunal). El tercero respecta a la
pertorio de ideas reinantes en ambos lados sigue prácticamente identidad del discrepante (anónimo o con firma de autor al pie
el mismo, cuando, ciertamente, muchas de ellas podrían quedar del voto).
sin sustento si las cotejáramos con la realidad empírica. Las razones que unos y otros ventilan en el debate, no valen
Obviamente, la verificación no presta ningún auxilio cuando lo mismo ni indistintamente para esa tríada de cuestiones.
buscamos ponderar dos valores en conflicto. Por ejemplo, de Por un suponer: si se desea subordinar todo al principio de la
poco vale la empiria cuando, de un lado, el postulante del voto «colegialidad», es suficiente con impedir sin más contemplaciones
particular aduce el valor del «interés» del juez o el de su «respon- que el voto particular acceda a la luz pública; si se trata de com-
sabilidad» (no en vano -como decía Mortati- toda paternidad binar la publicidad del voto con la «autoridad» de lo decidido por
putativa acaba siendo embarazosa) y, de otro, su contrincante el tribunal, quizás conviniera silenciar aquellas discusiones en la
alega el valor de la «colegialidad». motivación que luego no conducen a decisiones diferentes; si por
Por contra, el peso de otras razones sí depende de su contras- encima de todo se apunta a proteger la «independencim) de los
te con los hechos. E.g. si se invoca el «prestigio del tribunal» y se jueces, no habría óbice para que la voz discordante tenga reflejo
argumenta que la inclusión del «dissent» siempre entraña una
merma de aquél, no sería superflua una indagación empírica 6 Tomo la expresión de GENY, quien en la segunda edición de su Méthode d'in-
para corroborar si las cosas marchan así en toda circunstancia, terprétation et sources 1m droit privé positif, París, 1919, t. II, págs, 287-307, intro-
incluso cuando un mismo órgano judicial -como aconteció con dujo un apéndice que de forma sugestiva tituló «Une passade de jurisprudence»
la Corte de casación italiana- emite en un lapso de sólo cuatro en referencia al tribunal de primera instancia presidido por Magnaud,
7 Cfr. C. MORIATI, «Prefazione» a Le opinioni dissenzienti dei giudici costituzio-
días dos sentencias rigurosamente contradictorias y, encima, lle- nali ed internazionali, Milán, 1964, pág. VII, C. y S. RODOIA, «Appunti per una
van la firma del mismo magistrado en calidad de estensore... (se- discussione sulla Corte costituzionale», Politica del diritto, 1978, 5; pág. 510; G.
guro que éste ha opinado y votado contra alguna de las dos deci- LOMBARD!, «Pubblicitá e segretezza nelle deliberazioni della Corte costituzionale»,
siones). ¿De verdad queda confortado el «prestigio del Tribunal» Rivista trimestrale di diritto e procedura civile, 1965; págs. 1150-1151.

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documental ni para dejar constancia de que el desacuerdo vierte u ocultamiento de las disidencias judiciales no pasa de ser una
-iqué importa!- sobre la motivación o sobre ambas cosas, preocupación accesoria.
siempre que permanezca velado el nombre del magistrado dis- Pero este observatorio no sólo permite atacar más de raíz ei
crepante; por el contrario, habría base para consignar coram po- problema del voto particular, sino que, incluso, identifica la ope-
pulo la identidad del formulante si la «responsabilidad» se erige ración lógicamente previa a toda otra. Porque, siempre, primero
en valor dominante; en tal caso, debería quedar patente la dis- hay que dar cuenta de lo que hay; sólo después se verá lo que
crepancia, también el objeto de la misma y su autor aguantar el hacer con ello.
tipo ante la opinión pública; e cosí via según fueran el valor o Más todavía. La polémica sobre la externación de los des-
constelación de valores perseguidos por el doctrinario o ellegis- acuerdos intracolegiales está condicionada por la solución que se
lador de turno. haya dado al problema de a qué se debe el disenso entre magis-
1.2. Habitualmente, las cavilaciones que ha provocado el voto trados. Porque si uno no encuentra explicación a las discrepan-
particular gravitan sobre la conveniencia de su publicidad, y cias entre jueces, estimará oportuno que se silencie lo que él re-
debe admitirse que se han escrito laudables ensayos para dar puta anormal. Si algún .otro atribuye el origen de las disidencias
forma sugestiva a las encontradas posturas resultantes. Pero, en al subjetivismo de los jueces, estaría dispuesto a que el magistra-
general, se ha eludido un tema de más alto rumbo, o, si se quiere, do interesado salve su conciencia personal y profesional regis-
más radical, previo y condicionante, a saber: ¿cómo así puede trando documentalmente (aunque a lo mejor sin proyección pú-
existir una voz discrepante? blica) su desacuerdo. Si un tercero opinara que el sistema
En efecto, la existencia del voto particular produce incomodi- jurídico adolece de indeterminaciones objetivas, seguramente no
dad cuando se piensa que la Constitución o la ley aplicada por el po~dría reparo en que la gente supiera quién y por qué discrepa,
órgano adecuado conduce a una decisión, la única que se co- etcetera.
rresponde con el documento constitucional o legislativo. La «dis- y si el lector me amplia el crédito de atención, yo añadiría
senting opinioll» contradice este modo de ver las cosas, ya que que, si bien el debate sobre la manifestación del voto particular
institucionaliza la diferencia de opiniones entre magistrados que está conectado con y depende de la respuesta al por qué los ma-
interpretan los mismos textos y, encima, cada uno está conven- gistrados no se ponen de acuerdo, en algunas ocasiones esta de-
cido de que la solución propuesta por 'él es la única correcta. pendencia es paladina (como en los supuestos que acabo de ima-
La creencia en la unidad de solución para cada caso está tan ginar), mientras que en otras esa conexión actúa de manera más
interiorizada en la práctica judicial que -como se ha escrito- alambicada: es decir, al modo de una especie de surdetermina-
«el resultado de un pleito debe ser el mismo cuando, claro es, las tion. Efectivamente, con la dosis de alerta necesaria, a nadie se le
leyes a aplicar sean idénticas», de modo que las resoluciones dis- escaparía que la prevención que los discutidores del «dissent»
crepantes sólo se explican en la medida en que «la norma a apli- ponen en orden a preservar la «independencia» de los magistra-
car sea' distinta a la de nuestro propio ordenamiento»B, en fin, dos, sólo se concibe si, consciente o inconscientemente, se ha
explicación semejante a la de los Glidyi-Ewe de Togo para cata- concedido que, sin salirse de madre, los magistrados pueden
logar a un hombre foráneo: «ese baila con otro tambor». apostar por más de una solución ante determinados casos. Por-
Huelga, pues, más abundamiento para siquiera sugerir que la que, si se admitiera, que con el derecho en la mano, sólo cabe
cuestión de la existencia de voces discordantes es de mayor ca- una respuesta para cada contencioso y que no es problemático
lado que cualquier otra. A su lado, el asunto de la exteriorización acceder a ella, resultaría superfluo adoptar ninguna precaución
para proteger al juez de cualquier contaminación partidista. El
discrepante evidenciaría ipso tacto su inepcia o su caradura, car-
gando con la consiguiente descalificación. Por eso, toda cautela
B J. R. LÓPEz FANDO. «Valoración de la nueva Ley Orgánica del Poder Judida!»,
en J. IGARTUA (coordinador), Los jueces en una sociedad democrática, Oñati, 1987;
que se prescriba a fin de sustraer a los magistrados de influen-
pág. 159. cias exteriores, supone que, a falta de criterios invulnerables, a

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veces es factible adjudicar a una misma controversia varias so- . Así las cosas, parece oportuno hablar de tres ideologías: la
luciones sin desdoro de la capacidad y vergüenza profesional de Ideología de la decisión determinada, la ideologm de la libre deci-
la mayoria ni de la minoria del colegio judicial. sión y, finalmente, la ideología de la decisión legal y racional Va-
y podriamos seguir todavía un buen rato. yamos por partes.
Obsérvese, por tanto, el copioso partido que cabe extraer de 2.1. La ideología de la decisión determinada se amarra a la
este filón, es decir, del encuadre del voto particular en uno de los ~ilosof~~ ~olítica del Estado liberal del siglo XIX y al pensamiento
tópicos teóricos con mayor solera en nuestra cultura juridica: el lUsposItIvIsta (aunque ya Montesquieu había formulado prece-
de la aplicación judicial del derecho. Pero mucho de ello habrá dent~mente los fundamentos de esta ideología).
de quedar en anécdota, pues no todo hace al caso ahora. .DIspensando trato y trote ligeros a la exposición, pueden sin-
tetlzarse así las bases de esta ideología. La separación de poderes
2. Las ideologías de la aplicación judicial del derecho garantiza la libertad de los ciudadanos ya que su voluntad en-
cuentra expresión en el parlamento, en cuanto que éste repre-
Antes de arrancar, nada puede serme tan grato como recono- senta la opinión política de la sociedad. El parlamento es en ex-
cer que mis párrafos estarán cuajados de enseñanzas tomadas clusiva el progenitor de la ley. Y el pueblo, mediante sus
de sendos y modélicos estudios de Wróbleswki 9 • representantes parlamentarios, demarca los límites de su libertad
En los sistemas jurídicos que atribuyen a la ley la cualidad de y Jos fija en los ~extos legislativos. Los tribunales están para deci-
fuente suprema del derecho, la actividad de los tribunales queda dIr c.uando se VIOla la ley y para imponer las consecuencias que
configurada, en principio, como una tarea aplicadora y estricta- la mIsma ley contempla. En este sentido, el poder de los jueces es
mente sometida a la ley. Aunque esto parezca una verdad de -como diría Montesquieu- «en quelque fac;on nul» porque son
curso pacífico, habrá de convenirse que, sin embargo, aquí hay meros aplicadores de normas creadas por otros.
mucha tela que cortar. Quizás sea por la afianzada manía de los 2.1.1. De ahí se deriva una tesis teórica sobre la consistencia
juristas de discutirlo casi todo, pero lo cierto es que, primero, no del derecho. En efecto, si el juez debe ser «la bouche qui pronon-
se han puesto de acuerdo en qué consiste eso que se denomina ce les paroles de la loi», la decisión judicial ha de estar perfecta-
aplicar la ley; y, luego, no todos reputan del mismo modo vincu- mente circunscrita por esas leyes. Estas forman un sistema sufi-
lante el precepto de plegarse estrictamente a la ley. Llamaré cientemente preciso, completo, cerrado y no contradictorio. Si,
«ideologías» a esos conjuntos de ideas que combinan tesis teóri- P?r ventura, emerge alguna duda sobre su significado, ésta se
cas (sobre lo que el derecho es) y postulados valorativos (que dIsu~lv~ acudiendo a la voluntad del legislador. Si surgen con-
apuntan a lo que el juez debe hacer). tradIccIOnes entre normas, son sólo aparentes. Si se descubren
Una ideología de la aplicación de la ley normalmente se com- lagunas, éstas se remedian cómoda y certeramente mediante la
pone de fragmentos diseminados por los lugares más dispares a?alogía, la cual implica sólo procedimientos exquisitamente ló-
(en las mismas normas juridicas, en la jurisprudencia, en la doc- gICOS y una reconstrucción de la voluntad legislativa .
trina, en la filosofía del derecho, etc.). Así pues, los retales con los . Por su parte, .el acontecimiento de los hechos sobre los que
que se confecciona una ideología y su nivel de abstracción y es- VIerte la preceptIva legal es resuelto con la misma claridad ra-
quematización está en función de lo que se desee investigar. diante, sencilla y eficaz que cualquier hecho extrajurídico Le.
Tomo la postrera precaución de advertir que se trata de ideolo- científica y objetivamente. '
gías típicas (en sentido maxweberiano) y no del enjambre de Entonces, al decidir sobre un caso concreto, al juez le basta
ideas concretas sostenidas por individuos sueltos. una inferencia lógica para aplicar las normas en vigor a un he-
cho aprobado.
9 El ya citado «Votwn separatum ... », págs. 357-371; y, también, «Idéologie de Fácilmente se entrevé que esta ideología no es en absoluto
l'application judiciaire du droit», Osterreichische Zeitschrift offentliches Recht, favorable al voto particular. Porque, si la decisión final es una
1974,25; págs. 49-57. conclusión del razonamiento, la diferencia de soluciones se debe

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o a que son distintas las premisas o a un error lógico; pero los legal no es completo. Así pues, por mucha vanilocuencia que se
jueces que aplican la misma norma a un mismo hecho y se com- destine a exaltar las excelencias del sistema legal, una decisión
portan lógicamente, necesariamente llegarán a la misma conclu- que sólo se funde en la ley raramente se comccrtirá en una deci~
sión. Si las decisiones judiciales han de ser unánimes, el voto par- sión pertinente. Los razonamientos cuasideductivos del juez no
ticular es un engendro patológico, un monstruo jurídico. pasan de mera apariencia; rastreando en el fondo topamos con
2.1.2. y desde los postulados valorativos (sobre el cometido de valoraciones y opciones personales. Las justificaciones que
los jueces) que definen a esta ideología, tampoco es de recibo la acompañan a la decisión son una racionalización ex post de algo
«dissenting opinioill>. que, aunque inconfesado, acaba resultando decisivo. Desvelar
La legalidad formal se erige en valor dominante en el métier esa realidad es justo lo que ha de perseguirse.
jurisdiccional: una única decisión es conforme con la ley; sólo En principio, pues, la tan calamitosa prosa del legislador
ella es -por definición- justa. El «votum separatum» legitima la (vaga, inconsistente, incompleta) excluye que, desde un estricto
variedad de opiniones y por ello atenta contra la igualdad formal punto de vista legal, al voto particular haya de considerársele
y la justicia legalista. como un producto bastardo.
La actividad judicial se rige, además, por otros valores com- 2.2.2. Hay más. La institución del «dissent» también encuentra
plementarios: la certeza, la seguridad jurídica, la estabilidad de terreno abonado en los valores jurisdiccionales que propugna la
las decisiones, etc. Obviamente, si la decisión del tribunal está ideología de la libre decisión.
completa y estrictamente determinada por la ley, las sentencias Baste notar que la adaptación del derecho a la vida está entre
serán tan estables y seguras como las leyes mismas. Ahora bien, las querencias más predilectas de esa ideología. Y, sólitamente,
el «dissent» choca frontalmente contra estos valores. Las opinio- los jueces están más contiguos (que los legisladores) a los rasgos
nes contradictorias prueban que la certeza no existe. La predicti- particulares de cada situación. El juez aprecia el caso concreto y
bilidad de las decisiones queda en suspenso cuando hay voces no, como el legislador, supuestos abstractos. De ahí que la acríti-
discordantes. El sentimiento de seguridad jurídica se debilita. En ca aplicación de normas generales a veces entrañe el riesgo de
principio, pues, el voto particular es el síntoma de un error de- generar alguna injusticia, según reza el venerable adagio «sum-
plorable en una justicia que debiera encarnar objetividad y cer- mum ius, summa iniuria».
teza. La decisión judicial ha de ser justa. Pero la concordancia de
2.2. La ideología de la libre decisión nace como antítesis de la una sentencia con la ley vigente no es, de por sí, ninguna garantía
ideología de la decisión determinada. La ideología que ahora pro- de justicia, contrariamente a lo que pretendía el valor de la justi-
tagoniza estas líneas no está afiliada a ninguna corriente política cia formal.
determinada; por ello puede conceptuársele como independiente La ideología de la libre decisión tampoco reserva plaza a los
respecto de orientaciones extrajurídicas. otros elementos axiológicos de la ideología de la decisión deter-
2.2.1. En lo que concierne a la teoría jurídica, la ideología de la minada (certeza, seguridad y estabilidad). Todo el esfuerzo juris-
libre decisión rechaza la concepción positivista de la ley. Las le- diccional queda orientado hacia la justicia de la decisión concreta.
yes son incapaces para determinar las decisiones judiciales por Por tanto, aquí no ha lugar a las objeciones de índole valora-
varias razones. Una, muchas leyes no definen con precisión las tiva que, contra el voto particular, formulara la ideología exami-
decisiones ya que enuncian fines, proyectos, direcciones ... que, si nada en primer término.
bien delimitan contornos, dejan al intérprete un cierto margen de 2.3. La ideología de la decisión legal y racional se sitúa equi-
maniobra. Dos, el lenguaje legislativo está plagado de expresio- distante de las dos anteriores pendularmente contrapuestas, des-
nes valorativas, vagas, que se refieren a estimaciones y reglas emparejando las respectivas posturas teóricas y valorativas; esto
extrajurídicas. Tres, con frecuencia las leyes carecen de sentido es, por un lado, comparte con la ideología de la libre decisión la
único y preciso. Cuatro, en ocasiones se detectan leyes contradic- impresión de que el edificio legal está bastante destartalado,
torias. Y cinco, una cantidad de lagunas evidencia que el sistema pero, por otro, conviene con la ideología de la decisión determi-

22 23
nada en su adhesión al valor de la legalidad. Veámoslo un poco de los jueces se interfiere en el correcto entendimiento de la pre-
más despacio. ceptiva legal.
2.3.1. La ideología que ahora me entretiene rechaza por falsas El diagnóstico propuesto por los otros es, en cambio, diferen-
las concepciones teóricas del positivismo. No alienta, pues, la te. Estos atribuyen a la indeterminación objetiva del derecho (va-
convicción de que la decisión judicial se encuentra siempre de- lores incluidos) las discrepancias en el seno de un tribunal. Hay
terminada por la ley. Al revés, ya que las sentencias no son mu- situaciones en las que son posibles y plausibles varias soluciones,
chas veces conclusiones mecánicas de las leyes aplicadas, el juez y todas ellas ajustadas a derecho. El voto particular viene opor-
suele encontrar (con la frecuencia que sea) un abanico de opcio- tunamente a confirmarlo.
nes abierto a la estimación. El espectro de esas estimaciones im-
plicará el mayor o menor protagonismo del juez en la aplicación
de la ley. 3. Ideologías y tesis de la única solución
Ahora bien, la ideología de la decisión legal y racional no pasa
por alto (bien al contrario) que todo sistema legal se erige sobre Se habrá barruntado que el asunto verdaderamente anclado
un basamento valorativo. Y este se convertirá en objeto de aten- en los fondos del «votum separatum» es el que se ha ido perfilan-
ción especial. do en los renglones anteriores de este mismo apartado y que
-refresquemos la memoria- consiste en la posibilidad (o -im)
2.3.2. En la «legalidad» y en la «racionalidad» se cifra el credo de que del recetario legislativo se extraiga más de un remedio
valorativo profesado por esta ideología (no casualmente homó- para eliminar la anomalía jurídica que se presente.
nima a tales ejes axiológicos). Al situar por encima de todo el 3.1. Sobre el particular, y expresándose con arreglo a clasifi-
valor de la legalidad, se asume que pertenece al legislador la fun- caciones bien concebidas 10, realizaré un pastiche que me viene al
ción de estatuir el derecho. Cuando la leyes precisa, se impone al dedo para el propósito actual. Así que, tomando y manipulando
juez su observancia estricta. Y cuando no, el juez debe moverse elementos de aquí y de allí, ofrezco ya, sin más correcciones de
dentro de las posibles opciones que le oferta la ley en vigor. Eso giro, la siguiente tipología:
en primer lugar. Después, la solución seleccionada de entre el
manojo de posiblidades, debe ser justificada tomando como re- - Monismo categórico: para toda controversia sólo hay una
ferencia el sistema de valores que encarna el derecho vigente única solución legal que, además, puede ser siempre conocida.
cuando éste se baste como fuente de estimaciones judiciales, y, si - Monismo contingente: para toda controversia sólo hay una
no, se recurrirá a otra axiología, pero nunca contraria a la del única respuesta legalmente correcta, aunque coyunturalmente
derecho. En la justificabilidad de la decisión (en base a normas y pueda no ser accesible al conocimiento.
valores legales) consiste precisamente la «racionalidad» que per- - Pluralismo contingente: unas veces sí y otras no, las con-
sigue esta tercera ideología. troversias admiten varias soluciones conformes a derecho.
2.3.3. Pero a partir de aquí se bifurca el itinerario discursivo - Relativismo: la legalidad nunca es de por sí criterio sufi-
transitado por los suscriptores de la ideología de la decisión legal ciente para determinar la corrección de una respuesta a una
y racional. Y, curiosamente, por algo que atiene directamente a controversia dada.
la experiencia del voto particular.
Unos defienden que el conjunto de normas y valores legales 10 Cfr. S. L. LEADER, «Monism, Pluralism, Relativism, and Right Answers in the
posee los suficientes resortes para que todo litigio haya de ser Law», en A. PECZENIK et al. (eds.), Theory of Legal Science, Dordrecht, 1984, págs.
resuelto -conforme a derecho, se sobreentiende- de una sola 275-276; A. AARNIO, «Sobre la ambigüedad semántica en la interpretación jurídi-
ca», Doxa, 1989,4, págs. 111-112; T. GrzBERT-STUDNICKI, «Discretion, Conflict of Va-
manera. El que no se acierte con la única solución correcta, será lues and the Rule of Law», comunicación presentada al XIV Congreso Mundial
imputable a la premura, a la falta de información, etc. En último de Filosofía del Derecho y Filosofía Social (Edimburgo, 1989), págs. 1-3 (pagina-
análisis, pues, las opiniones disidentes revelan que la subjetividad ción del texto mecanografiado).

24 25
Si cada una de las ideologías reseñadas penúltimamente (de ejemplo la literatura reciente consagrada a discutir la only one
la decisión determinada, de la libre decisión y de la decisión legal right answer de Dworkin; precisamente un vigoroso promotor de
y racional) buscara su tipo entre estos cuatro últimos, no aventu- la tesis contraria a la que yo me adhiero, pues, como es notorio,
raría nada al pronosticar el acoplamiento siguiente: ese autor defiende que, incluso en los casos más difíciles, un juez
dotado de potencia intelectual hercúlea, hallaría la dichosa y
- La ideología de la decisión determinada casa perfectamen- única solución correcta. Pero sobre Dworkin nada novedoso po-
te con el monismo categórico; dría decir; a lo sumo hacer un acopio tesonero pero insípido de
- la ideología de la libre decisión con el relativismo; las variadas críticas que ha ido suscitando.
- la primera variante de la ideología de la decisión legal y Dejando en paz a Dworkin, y mirando en derredor, no es la-
racional con el monismo contingente; borioso encontrar, entre lo más granado de la clase profesoral
- la segunda variante de esa misma ideología con el plura- española, ilustres padrinos de la «única solución»; por ejemplo, el
lismo contingente. exitoso tándem E. García de Enterría-T. R. Fernández, en unas
breves y condensadas páginas 11, pero de las que ya traté en una
De la primera pareja poco hay para discutir, ya que la expli- comunicación 12, si bien escrita a todo meter (la velocidad, espero
cación que da (que no da, mejor) sobre el «dissent» se traca en que la pata no).
objeción contra sí misma. Esto es, se nos deja sin saber por qué Pero, quizás, quien mayor esfuerzo ha invertido, entre nos-
un magistrado -ni zoquete ni vesánico- puede discrepar, como otros, en la defensa de la «única solución», es, en lo que conozco,
sucede, de la decisión mayoritaria. Y justamente la experiencia otro administrativista, F. Sáinz Moreno, en su voluminoso y vo-
del voto particular se revuelve contra la pretensión (por ingenua) luntarioso trabajo Conceptos jurídicos, interpretación y discre-
de que para todo conflicto sólo hay una salida y accesible para cionalidad administrativa 13 • La discusión del libro de Sáinz Mo-
quien le funcione bien el raciocinio. O sea, que la ideología de la reno vendría al pelo puesto que él se alista inequívocamente en
decisión determinada y su corolario del monismo categórico, no las filas del monismo contingente, tal como hemos convenido en
sólo no dan cuenta satisfactoria del voto particular, sino que éste definirlo. Son elocuentes sus palabras: «Sobre la finalidad del ra-
se torna en seria objeción contra los fundamentos teóricos de la zonamiento jurídico se han mantenido dos posturas extremas.
ideología mentada. Una que niega ... la posibilidad de alcanzar un resultado único
Tampoco vale la pena detenernos en las vindicaciones de la que pueda calificrse de verdadero, y que por ello sólo reconoce
ideología de la libre decisión y de su consorte el relativismo, por- al razonamiento jurídico la finalidad de mostrar y mantener un
que atentan sin bochorno contra el pilar fundamental de la ho- resultado que, entre otros posibles, parezca satisfactorio, esto es,
dierna organización judicial: el principio de legalidad. . convincente o, al menos, socialmente aceptable. Otra que, por el
Se entrevé, por tanto, que sólo merecen atención especial las contrario, afirma la existencia de una sola solución justa, y que
dos variantes de la ideología de la decisión legal y racional y sus por ello atribuye al razonamiento jurídico la finalidad de hallar
respectivos maridajes con el monismo contingente y el pluralis- esa única solución. De ambas posturas, la primera tiene hoy gran
mo contingente. aceptación, pero ... la segunda refleja un principio que es esencial
3.2. Debo avanzar que para mí -y luego diré por qué- la a la idea misma del derecho y que, en cuanto «principio», no
razón está del lado del pluralismo. puede destruirse por la simple dificultad técnica de hallar y pro-
En la pugna entre esas dos posturas rivales (monismo contin- bar cuál es la solución justa» (pág. 166).
gente y pluralismo contingente), se puede proceder alternativa-
mente. O bien censando los argumentos que sostienen la posición
por uno elegida, o bien tratando de desmontar la argumentación 11 Curso de Derecho Administrativo, 4. a ed., Madrid, 1983, vol. J, págs. 433·439.
12 «Unica solución correcta y conceptos juridicos indeterminados)), en Reason
de algún prestigioso oponente. in Law, Bolonia, 1988; págs. 321·33l.
Esto último es lo que se lleva generalmente. Cuantifíquese por 13 Madrid, 1976.

26 27
~ara ,aliviar, s~quiera
parcamente, el tedio de mi exposición,
A prhnera vista, la obra de Sáinz Moren0 me brindaría una salplc~re la escntura con algunas muestras jurisprudenciales
ocasión pintiparada para enhebrar contrapuntísticamente un hilo que, ~l a veces.no nan:an estrictamente de~dcuerdos intracolegia-
discursivo disciplinado y para calibrar la contundencia de mi bate- les (s~n? solucIOnes dIscrepantes decididas por jueces o tribuna-
ría argumental. Pero contabilizo un par de contraindicaciones. les dlstmtos), !la po~ ell~ constituyen extrapolaciones ilegítimas
La primera se refiere al distinto status epistemológico que él y d~ lo que aqUl se qUIere Ilustrar (ya que tales diferencias de opi-
yo conferimos al asunto de la unicidad o pluralidad de solucio- niones son perfectamente trasladables al seno de un mismo tri-
nes correctas. Para mí se trata de una hipótesis que las oportu- bunal).
nas inquisiciones lingüísticas, lógicas, empíricas ... deberán refor-
zar o confutar. Para el administrativista, en cambio, alcanza la
categoría de un postulado cuyo valor no pende de los avatares de 4. Ell11odelo, sus fases y sus huecos
la verificación. Si, como él dice, «la existencia de una sola solu-
ción justa» «refleja un principio que es esencial a la idea misma . Tomaré prest~do de Wróblewski 14 un modelo que comporta
de derecho», caben dos salidas nada más. Una, puesto que es ~mco fases. Su mventor asume que la aplicación del derecho
esencial al derecho propiciar sólo una solución para cada caso, Ideall11ente se descompone en cinco decisiones que se corres-
dogmáticamente (i.e. sin pruebas) se concluye que talo cual de- ponden con otros tantos asuntos. Y son:
recho alberga un único arreglo correcto para cada conflicto. Dos,
puesto que la unicidad de solución se corresponde con un prin- - la v~li~e~ jurídica de la norma aplicable al caso;
cipio esencial a la idea de derecho, si eventualmente se probara . - el slgl11flcado de esa norma que ha superado el test de va-
que un sistema de normas admite varias soluciones, tal sistema lIdez;
no sería, ex definitione, un sistema jurídico. En cualquiera de los - la evidencia de los hechos tenidos por probados'
dos supuestos, el principio de la unicidad de solución quedaría - la subsunción de estos hechos en los supuesto~ que con-
virginalmente intacto ante las acometidas de la experiencia. templa la norma interpretada;
Quizás un lector avisado sospeche que, la alegada insensatez - las consecuencias que el derecho prescribe para esos he-
de cotejar críticamente una hipótesis y un postulado, acaba sien- chos ya calificados jurídicamente.
do una finta mía para esquivar la confrontación con la postura
de Sáinz Moreno; puesto que, a la hora de la verdad, el libro de ~úbit~mente se entrevé que, en la práctica, no hay separación
éste ni tiene faz dogmática ni se desentiende (muy al contrario) estnc~a smo mutua relación entre esas etapas. Así, la subsunción,
de las aportaciones que la lingüística, la lógica o la filosofía desti- p~,r eJem~lo, .e~taría preparada por la previa y conjunta acepta-
nan al esclarecimiento de la cuestión. Sin embargo -yen esto Clan del slgmflcado de la norma y de la evidencia de los hechos.
reside la segunda contraindicación anunciada- el blanco al que TamJ?oco la enu~eración de estos cinco pasos equivale a una
apunta el administrativista es muy particularizado (la indetermi- secuenCia de operaCIOnes, una detrás de otra. No existe óbice
nación lingüística de los conceptos jurídicos) y, por ello, insufi- para reconocer que quizás sufra alteración el orden de los mo-
ciente para un planteamiento más comprehensivo del tema al mentos señalados. Por ejemplo, pronunciarse sobre la validez de
que tantas vueltas le vengo dando. una nor,?a .e~ una operación que, en ocasiones (muchas), depen-
En fin, veo aconsejable prescindir de la referencia de un an- de del sIgmfIcado que a ella se le atribuya (como se apreciará
tagonista y, en su lugar, ensayar otra estrategia a la que, a falta largamente en este mismo trabajo).
de una denominación más precisa y certera, llamaré analítica. Y
consiste en forjar un modelo que permita enumerar las fases ló- 14 Una p~i~er~ versión. del modelo en dI modello teorico dell'applicazione de-

gicamente distinguibles en la aplicación judicial del derecho y I~a legge)~, R!vlsta m/ernaz/Onale di. filosofia del diritto, 1967; una segunda versión
~on un hg~1 o retoque en «Evaluatlve statements in Law: An analytical approach
sea capaz de detectar los espacios de indeterminación que pue- to legal aXlOlogy», en la misma revista, 1981.
den dar origen a las discrepancias entre magistrados.
29
28
Con el diseño de los momentos que disecciona este modelo, Si, por el contrario (lo que suele ser habitual), se establece gené-
desembocamos en las pesquisas por ver dónde se ubican los fle- ricamente la derogación de las normas no cansistentes con algu-
cos que la ley deja sin precisar. Vayamos por partes recorriendo, na otra, correrá de la cuenta del juez apreciar qué normas que-
una por una, estas cinco estaciones. dan afectadas por esa medida, operación cuya decidibilidad
4.1. Decisión de validez. Cuando un juez, encargado de disci- pacífica dependerá del carácter claro o borroso de la hipotética
plinar o resolver algo en consonancia con lo que dispone el dere- inconsistencia (para no incurrir en reiteraciones, remito a lo que
cho, trata de decidir sobre la validez jurídica de la norma aplica- diré en 4.3.1).
ble, topa con uno o más de estos tres interrogantes: ¿dónde bus- c) y d) El criterio que respecta a la consistencia e incorisisten-
car una norma?, ¿y si no se halla ninguna?, ¿y si aparece más de cia entre normas es, en ocasiones, de aplicación precisa; en otqjs,
una? Examinemos qué encierra cada una de las tres preguntas. provoca no pocas discusiones (reenvío otra vez a 4.1.3).
4.1.1. ¿Cuál es el material normativo idóneo para suministrar- 4.1.2. Por incuria o porque el compás del cambio social es más
nos la norma válida que convenga a la ocasión que sea? acelerado que el de la producción legislativa o por lo que fuere,
Digamos deliberadamente en forma sucinta que la cultura ju- lo cierto es que el derecho emanado suele carecer de previsión
rídica conoce una querella a tres bandas entre los secuaces del normativa para algunos supuestos.
positivismo, iusnaturalismo y realismo, que nos han legado otras Arribamos con esto al segundo interrogante, a saber, ¿qué
tantas concepciones sobre la validez: sistémica, axiológica y fac- ocurre si tropezamos con una situación o con un hecho que no
tual, respectivamente 15. encuentra su nombre en el universo de casos regulados por
De entre ellas, es la sistémica la única que sintoniza sin inter- normas válidamente emanadas, no derogadas y, por añadidura,
ferencias con el principio de legalidad que es la noción estructu- coherentes entre sí?
rante del discurso jurídico en curso; al menos aquí. Pues, a) primero de todo, hay que abandonar la todopoderbsa
Según la concepción elegida 16, por tanto, el sistema jurídico es idea de que las carencias normativas se detectan siempre me-
básicamente un conjunto compuesto por normas válidamente diante inspecciones controladas objetivamente; b) después habrá
emanadas. Una norma (la que sea) es válida, es decir, pertenece que preguntarse qué hacer ante las lagunas constatadas; c) por
al sistema: a) si ha sido emanada por conformidad con una nor- último, restará inquirir por las características de los eventuales
ma válida en el sistema; b) si no ha sido derogada por normas procedimientos para colmar esos vacíos normativos.
válidas en el sistema; c) si es consistente con las normas válidas a) Sin ninguna irresponsable licencia de la imaginación, po-
del sistema; d) si no es consistente o bien pierda su validez o bien dríamos confeccionar una generosa lista con temas que todos
se suprime la incoherencia mediante la oportuna interpretación. conocemos y que todavía aguardan a su correspondiente regula-
a) El criterio de la emanación se presta a un manejo libre de ción jurídica. O sea, hay lagunas de claridad auroral.
reservas siempre que: las normas que regulan la competencia y Pero, a veces, dictaminar si la ley ha previsto o no algún su-
el procedimiento del proceso legislativo estén formuladas de puesto concreto tiene sus bemoles interpretativos que -como se
manera que su observancia no requiera interpretación o valora- verá luego (cfr. 4.2)- entrañan valoraciones, a lo peor no com-
ción; las normas emanadas identifiquen su base normativa; no partidas por todos los jurisprudentes y tampoco gobernadas le-
haya problemas para determinar el texto auténtico de las normas. galmente.
b) También el criterio que concierne a la derogación es de uso A ver si me explico con un ejemplo 17. Según el art. 334 del
cómodo si la técnica legislativa se vale de la derogación explícita, Código Penal francés de 1810, vigente también en Bélgica, se pe-
enumerando explícitamente las normas que quedan derogadas. nalizaba la conducta de quien excitara, favoreciera o facilitara
regularmente la corrupción de menores de 21 años, hombres o
15 J. WRÓBLEWSKI. «Tre concetti di validitá», Rivista trimestrale di diritto e pro-
cedura civile, 1982, págs_ 584-595. 17 Cfr. J. VANDERLINDEN, «Argumentation et morale en droit penal beige au XIXe
16 Sigo a J. WRÓBLEWSKI, «Tre concetti...», págs. 586-589. siécle», Rechtstheorie, Beiheft 10, 1986.

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mujeres. Durante casi veinticinco años la práctica judici~l fran- como folie, sino que tuviera el doble efecto pedagógico de suge-
cesa y belga consideró que este artículo cubría todo ultraje a las rir (por ahora) que los resortes técnico-interpretativos son d~ tal
buenas costumbres que no fuera público, violento o contrario al complaciente maleabilidad que no garantizan resultados concor-
derecho matrimonial, ya que estos tres últimos actos estaban dantes y que, en último análisis, el nervio interpretativo trascien-
contemplados en artículos que sancionaban el ultraje público a de de la legalidad.
las costumbres, la violación y el adulterio, respectivamente. Con y de rebote -que a eso íbamos- hago notar que las lagunas
todo, el tribunal de apelación de Gante declara un b~en día que no siempre saltan a la vista, y entonces no hay manera conclu-
el arto 334 se refiere únicamente al proxenetismo. Sm eml;>argo, yente de discriminar cuándo el intérprete las descubre y cuándo
la corte de casación belga refrenda la linea jurisprudencial ante- las inventa.
rior. Eso no obsta a que los tribunales de apelación de Bruselas y b) Sigo. Si se decide que talo cual supuesto no está cubierto
Lieja vuelven a la carga alineándose con su.homónimo de Ga~~e. por' ninguna norma vigente, ¿qué se hace a continuación?
Como en la época, los conflictos entre los tnbunales de apelaclOn No estará de sobra advertir que las lagunas ponen en un brete
y la corte de casación debía resolverlos el legislador mediante al juez servidor del principio de legalidad 18. El primer presupues-
una ley interpretativa, hubo que recurrir al réferé législatif tam- to de este principio establece que «hacen> y «decir» el derecho
bién en esta ocasión. El gobierno elaboró un proyecto de ley que son cosas distintas y distantes. «Hacen> el derecho significa crear
apoyaba la opinión de la jurisdicción suprema, pero fue recha.za- normas. «Decir» el derecho supone aplicar esas normas precons-
do por el parlamento, que se pronunció en favor de la SolUCIón tituidas a casos concretos. E inmediatamente surge al borbotón
preconizada por los tribunales de apelación. una cuestión vivacísima: ¿cómo respetar una norma preconsti-
Si tras debate tan prolongado persistían las desavenencias en tuida si el mismo concepto de laguna, por definición, implica jus-
la lectura del arto 334, se supondrá que el empecinamiento de tamente que falta esa norma?
unos y otros no se debía a posturas tomadas alla prima, con La tradición doctrial y jurisprudencial dominante se aviene a
apresuramiento, sino a otras causas. admitir que, junto a las normas explícitas, hay otras normas re-
Sorprende que a cada uno de los bandos su interpretación le cónditas que no están a la vista, las normas implícitas, igualmen-
pareciera, con igual rotundidad, «lógica», «necesaria» y «eviden- te preconstituidas que las explicitas.
te». y la sorpresa crece al observar que el elenco de recursos Uno de los argumentos en favor de las normas implícitas
interpretativos esgrimido por las dos partes en liza era sus- puede ser éste: el derecho es un lenguaje; el lenguaje normativo
tancialmente el mismo (sentido de las palabras, trabajos prepara- del derecho (el discurso legislativo) está provisto de propiedades
torios, precedentes legislativos, trabajos preparatorios de prece- lógicas lo mismo que el lenguaje del conocimiento (el discurso
dentes legislativos, especialización de los términos jurídicos, científico); hay normas implícitas que se infieren de las normas
homogeneidad de los artículos del código, localización de los ar- explicitas mediante un procedimiento lógico 19.
tículos en el código, intención del legislador... ), aunque luego Sólo notaré (porque el tema me obligaría a tomar una gran
cada cual extrajera de esos argumentos, uno a uno, conclusiones vuelta) que esta defensa de las normas implícitas no está exenta
opuestas. Es decir, las dos partes contendientes desplegaron la de obstáculos.
misma técnica de interpretación (formalmente al menos) con re- Otra manera de defender la existencia de normas implícitas
sultados dispares. Quizás estas consecuencias técnicas diferentes sería la capitaneada por Dworkin 20 asimilando la jurisprudencia
sólo fueran el dermato de una pelea que se libraba en otro lugar.
18 Cfr. K GUASTINI, «Théorie et Ontologie du Droit chez Dworkim>, Droit et 50-
No entro en ello. Lo cierto es que, tras de consideraciones técni- cieté, 1986, 2, pág. 15.
cas, cada parte se parapetó finalmente en principios distintos ... 19 Cfr. R. GUASTINI, «A Tentative Analysis of Two Juristic Sentences», en A. PEC-
pero que tenían una cosa en común: ninguno de esos principios ZENIK et al. (eds.), Theory 01 Legal 5cience, págs. 574-575; C. E. ALCHOURRON y E.
aparecía formulado en un texto legislativo. BULYGIN, Normative 5ystems, Viena-Nueva York, 1971, parto IL
20 «No Right Answen>, New York University Law Review, 1978, 1, págs. 19 y
No quisiera que esta ilustración valiera sólo como curiosidad, sigs; Law's Empire, Cambridge Mass., 1986, cap. 7.

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a un juego literario o a una novela escrita en cadena. Imagine- na miento de los procedimientos autointegradores del derecho (es
mos que en un club de lectores de Charles Dickens, se decide decir, los que con el mayor de los laconismos se denominan «ana-
hablar de (o escribir sobre) David Copperfield como si David fue- logía» y «principios generales») y que están "ucados a exprimir fas
ra una persona real, y se suscitan cuestiones sobre David que no «consecuencias formales» del corpus legislativo.
encuentran respuesta explícita en las páginas de Dickens; p. ej., En sede doctrinal se ha escrito mucho, variado y profundo
¿era David homosexual? Las cuestiones de este género no sólo sobre la analogía 23 ; de modo que renuncio a siquiera aproxi-
tienen sentido, sino que admiten respuestas verdaderas. Así, sería marme a tan proficuo dominio. Eso no obsta, con todo, a que
verdad que David es homosexual si tal proposición concuerda deje apuntado que establecer la «identidad de razón», constituti-
con todas las proposiciones sobre David expresamente escritas va de la analogía entre dos casos, es una operación valorativa y
por Dickens, y / o tal proposición suministra explicaciones satis- que no está disciplinada por ninguna norma legal.
factorias sobre la conducta de David descrita por Dickens. Por El terreno de los principios generales se revela más resbaladi-
tanto, el mundo de David Copperfield no se reduce a los párrafos zo e inseguro todavía. De entrada, los sistemas jurídicos contem-
escritos por Dickens; es un mundo susceptible de ser descubierto poráneos se han ido formando de manera aluvional en situacio-
y completado más allá de las palabras de Dickens 21 • nes políticas e institucionales distintas; incorporan, por ello,
No voy a censar todas las críticas a las que se expone el símil numerosos principios y normas incompatibles 24 •
de la ehain novel de Dworkin, pero descuella una, sencilla y Después, la ley no fija un método (ni riguroso ni flexible) para
apropiada. Y es que el participante en el juego literario o en la inducir los susodichos principios generales. Ni tampoco los tri-
novela escrita seriatim propuestos por Dworkin, podría a lo me- bunales han forjado uno, más bien andan al garete en esa mate-
jor parangonarse con el juez del eommon-Iaw, pero hay graves ria 25 y así cobra sentido lo que tenía la pinta de una boutade de
escollos para hacer lo propio con sistemas jurídicos de tipo codi- un magistrado del TC: «Los principios generales del derecho ...
ficado 22 • constituyen para este relator una realidad impenetrable acerca
Esa esfera toda de las normas implícitas (cualquiera que sea de la cual no se siente cualificado para razonan> 20.
la modalidad adoptada en su defensión) se convierte en un nue- Creo que la sensación desazonadora que experimentan los
vo problema: ¿son algo más que «normas apócrifas»? tribunales en lo que concierne a la ausencia de criterios objetivos
Pero al quite de esa objeción viene oportunamente el encargo para controlar la extracción de consecuencias formales, queda
que, en muchos sistemas, el legislador confía al juez de colmar ejemplarmente patente en la sentencia del TC (89/1983, 2 de no-
las lagunas acudiendo a esas piezas exquisitas de la analogía, viembre) relativa a la construcción jurídica de «delito continua-
principios generales, costumbre... Por tanto, el tribunal que inte- do». El alto tribunal rechaza que la integración efectuada pueda
gra el derecho siguiendo pautas legales no se sale de los cuatro
ángulos de su venerando oficio de aplicadores de la ley. 23 Cfr. por todos M. ATIENZA. «L'analogie en droit», Revue interdisciplinaire d'é-
e) Bien. Aceptadas las normas implícitas, queda pendiente ludes ¡uridiques. 1988. 21. págs. 33-56.
otro asunto: ¿cuáles son esas normas implícitas y en qué condi- 24 R. GUASTINI, «Soluzioni dubbie. Lacune e interpretazione secondo Dworkin».
ciones cabe afirmar verídicamente la validez de una norma im- Materiali per una storia della cultura giuridica. 1983, 2, pág. 455: G. ZACCARIA. «Er-
meneutica e comprensione ... », págs. 506-507; L. PEGORARO, Linguaggio e certezz.a
plícita? della legge, Milán, 1988, págs. 19-20.
Pocas cosas hay que atraigan y distraigan más la atención de 25 Cfr. G. MORANGE. «Une categorie juridique ambigue: les principes généraux
los teóricos que la faena de averiguar la consistencia y el funcio- du droit», Revue du droit public et de la science politique en France et á /'étranger,
1977, 4, págs. 761-762; Ph. GERARD. Droit, égalité et idéologie. Contribution á /'étude
critique des principes généraux du droit, Bruselas, 1981, págs. 11-14; G. LAZZARO.
21 AARNIO examina una propuesta parecida en «Sobre la ambigüedad semánti- Argomenti dei giudici, Turín, 1970, págs. 3-20.
ca... ». 26 F. RUBIO LLORENTE, «El procedimiento legislativo en España. El lugar de la

22 G. ZACCARIA. «Ermeneutica e comprensione narrativa», Materiali per una sto- ley entre las fuentes del derecho», Revista Española de Derecho Constitucional,
ria della cultura giuridica, 1988,2, págs. 501-502. 1986, 16, pág. 1 lO.

34 35
Pero la indeterminación va también aneja a la ejecución de
ser hecha «de forma tan mecánica que anule la libertad del juez», esta tarea. Precisaré en qué momentos exacbmente: a) al califi-'
pero además (y esto ha sido pasado por alto en ~na aut~rizadí­ car de antinómica una relación entre normas; b) al proyectar so-
sima exégesis de esta sentencia)27 no entra a consIderar SI la ca- bre las antinomias algunos de los criterios que para disolverlas
tegoría de «delito continuado» ha sido construida correctamente ha inventado la tradición e incorporado la legislación; e) al diri-
o no; al contrario, reveladoramente (¿y resignadame?te?) rec~­ mir conflictos entre esos criterios que, curiosamente, están para
nace que -y cito textualmente- «desde el punto de vIsta doctn- dirimir conflictos.
nal es polémica la elaboración y justificación teórica de la c~t,e­ a) Son varias las formas en que, como aporte de identidad, se
goría... pero ni la mayor o mel!0r validez de. la construcCl0n manifiestan las antinomias 28. Sin entrar en problemas de lógica
dogmática, ni la recepción de la figura en la reClente ~eforJ?a del deóntica, se advierte que a veces aparecen simples negaciones
Código Penal, pueden servir como argumento I?ar~ mv~hda~ ,el que pueden detectarse semánticamente (prohibido/permitido,
uso que el juez penal hace de su libertad de cntenos sm leslOn etc.) o negaciones que implica el significado de los términos pro-
del principio de legalidad». . pios del lenguaje jurídico (poder/incapacidad, inmunidad/res-
Se atisba, pues, que los flamantes recursos automtegradores ponsabilidad). Además de estas antinomias lógico-lingüísticas,
del derecho (la analogía y los principios generales) poseen unos existen incompatibilidades empíricas entre dos normas cuando
contornos bastante lábiles y no son del todo fiables. -conocido el funcionamiento de la realidad- se sabe que am-
Otras veces, ante la eventualidad de lagunas, el mismo siste- bas son de imposible cumplimiento simultáneamente.
ma prevé fuentes heterointegradoras: el derecho natural, la cos- Pero las antinomias no siempre exhiben perfiles tan nítidos.
tumbre, los principios de las naciones civilizad~s ... ~ero cada un~ Doy mis razones. Primero, porque puede provocarse la colisión
de ellas es tan polimorfa que determinar, p. ej. cual de las POSI- entre una norma explícita y otra implícita. Y, segundo, porque no
bles versiones del derecho natural se convierte en norma válida, es raro que la declaración de antinomia entre dos normas de-
qué es costumbre y cuál es en una sociedad plural la costumbre pende de la orientación que se tome en el laberinto perplejo y
que accede al status de norma válida, etc., no son cabos que la sutil de su interpretación. Intentaré explicarme con menos niebla.
ley suela atar. . . . A los idólatras del texto (tribunales inclusive) les daría calam-
4.1.3. Si -como se ha visto- en ocaSlOnes el conjunto legIsla- bre, desde luego, la propuesta de que, a pesar de haber normas
tivo revela su menesterosidad (porque no tiene ninguna norma legales aplicables al caso, es pertinente la observancia de princi-
ad hoc), en otras, a la inversa, aparece dotado en demasía (está pios generales o la aplicación analógica. Pero no hay escape po-
provisto de más de una norma para un supuesto dado). sible si antes se ha defendido que las normas implícitas (extraí-
El escollo más genuino que la pluralidad de normas (para un das de las explícitas) también pertenecen al sistema legal (cfr.
mismo asunto) depara al aplicador del derecho viene a ser el de 4.1.2. by. O sea, que no puede maravillar el que un juez contra-
su recíproca incompatibilidad (c~n:únmente llamad~ «~ntino­ ponga un principio general inexpreso a una regla escrita. A mano
mia» por los jurisconsultos). Esta dIficultad no acaecena SI, cada tenemos «el caso Elmen> cuya nombradía traspuso fronteras
vez, el legislador indicara explícitamente las normas.9ue quedan gracias a Dworkin. Elmer envenenó a su abuelo. Sabía que éste,
derogadas o limitadas por efecto de la promulgaclOn de otras en su testamento, le dejaba la mayor parte de su fortuna; pero
nuevas. Sin embargo, no es esta una técnica muy socorrida, de- temió que el nuevo matrimonio del anciano supusiera una modi-
bido sin duda al complicado trabajo que acarrea. Resulta más ficación del testamento. La ley estipulaba la forma que debía te-
cómodo advertir que todas las normas no consistentes con el ner un testamento para ser válido. El abogado de Elmer sostuvo
contenido de un acto normativo dado quedan derogadas, enco- que, como no se había violado ninguna de las cláusulas explícitas
mendando al tribunal el cometido de identificarlas y depurarlas.
28 CEr. V. ITURRALDE SESMA, Lenguaje legal y sistema jurídico (Cuestiones relati-
Reflexiones sobre la ley y los principios generales del
27 E. GARCÍA DE ENTERRÍA, vas a la aplicación de la ley), Madrid, 1989, págs. 79-85.
derecho, Madrid, 1984, cap. IV.

37
36
de la ley, el testamento era válido y Elmer debía heredar. Sin es decir, reglas, o -lo más frecuente- cuando en las reglas se
embargo, el asesino no recibió su herencia, en base al principio trata de descubrir sus principios informadores para compararlos
(inexpreso) de que «a nadie se le permitirá aprovecharse de su con los p~incipios constitucionales, abrimos camino a un tipo'de
propio fraude o sacar partido de su propia injusticia, o fundar raz.onamlento cuyos resultados dependen de factores ajenos a lo
demanda alguna sobre su propia iniquidad o adquirir propiedad estlpulado por las disposiciones normativas, esto es de elementos
por su propio crimen», en fallo suscrito por cinco magistrados condicionados por las opciones ideológicas del intérprete 29 •
frente a dos que se inclinaron por el valor de la literalidad (y, por b) Para evitar que las antinomias sean resueltas siguiendo las
tanto, de la regla expresa) y fueron favorables a las pretensiones plurales y disonantes preferencias personales de cada cual la
de Elmer. doctrin~ elaboró ~r;t pequ~ño recetario de fórmulas que lu~go
La dificultad no reside sólo en si se deben contravenir las pa- ha? temdo re~epclOn (desIgual) en los mismos textos legales JO.
labras de la ley en nombre de un principio implícito, sino en la ASI, entre los Jueces son ya típicos y tópicos los criterios de «je-
carencia de un método concluyente (cfr. 4.1.2. c) que permita re- rarquía», «cronología» y «especialidad» (la ley superior prevalece
conocer cuáles son las normas ínsitas (implícitas) en el entrama- sobre la inferior, la posterior sobre la anterior y la especial sobre
do legal. Por eso, tal irreductible margen de apreciación puede la general).
propiciar que una misma situación normativa sea dictaminada Sin embargo, la utilización de estas máximas no está siempre
como antinómica por un magistrado y su colega, por contra, no ex~n~a .de algún componente valorativo, y por ello la garantía de
vea la antinomia por ninguna parte. obJellVI~ad tampoco es del mismo grado. El criterio «cronológi-
Descontada la porción de incertidumbre generada por las co» es, sm duda, el de manejo más seguro por cuanto se apoya en
ígnotas o -cuando menos- dudosas normas que están en la un hecho natural (el tiempo) y le basta una simple verificación de
trastienda del escaparate legislativo, irrumpe una nueva dosis de fechas. El «jerárquico» prescinde también del contenido de las
esceptismo cuando la confrontación entre dos normas es subsi- normas y, por lo corriente, la superioridad de una fuente de pro-
diaria del contenido que a cada una de ellas se le haya asignado ducción jurídica o está claramente indicada o es fácilmente de-
previamente. En un castellano menos opaco, y con el auxilio de ducible del sistema. La merma de objetividad es ostensible en el
un ejemplo, sustanciaré el problema. empl~o del criterio de «especialidad» porque resulta ineludible
Hace pocos meses, un tribunal español resolvió (por la mayo- refenrse a lo regulado por las dos normas en conflicto para ave-
ría de dos magistrados frente al voto de su presidente) que el riguar cuál de ellas exhibe mayor o menor extensión (en lo que
precepto del código penal que establece la reincidencia como respecta al objeto de regulación, o a sus destinatarios, o a todo
circunstancia agravante viola los principios constitucionales de ello junto); p. ej. si una norma prohíbe los supuestos «a», «b» y «c»
igualdad ante la ley, proporcionalidad de las penas, resocializa- y, P?r su parte, otra norma permite los supuestos «b», «e» y «d»,
ción y prohibición de penas inhumanas o degradantes. Para cer- ¿cual de ellas es la especial y cuál la general?31
ciorarse de la relación pacífica o conflictiva entre la prescripción c) He so,hrevolado por los remedios que juristas y legisladores
penal aludida y las normas constitucionales invocadas, seria me- han presento para restaurar la armonía del sistema legal. Pero
nester clarificar antes el significado (el contenido) de todas ellas ocurre que estas soluciones son, en ocasiones, eonflingentes en-
(pero de la interpretación hablaré en 4.2), con la adicional parti- tre sí. Por ejemplo, cuando la inconsistencia afecta a una norma
cularidad de que en el caso citado la comparación afecta a nor- superior-anterior y a otra inferior-posterior (conflicto entre je-
mas de diferente nivel: una «regla» (la penal) por un lado y, por el
otro, unos «principios» (los constitucionales). 29. G.. ZAGREB~LS~Y, «Appunti in tema di interpretazione e di interpreti della
CostltuzlOne», Glunsprudenza costituzionale, 1970, págs. 905-907.
Pero cuando se confrontan «principios» y «reglas» nos vemos 30 Para el derecho español, cfr. V. ITURRALDE SESMA, Lenguaje legaL, págs. 100-
obligados a reducir los términos comparados a entidades homo- 128.
géneas: bien a dos principios o bien a dos reglas. Ahora bien, JI J. WRÓBLEWSKI, «Systemic Validity and Limits of the Dogmatic Approach to

cuando desde los principios se deducen normas más específicas, a Legal System», Studies in the Theory and Philosophy 01 Law, 1985, I, págs. 94-95.

38 39
rarquía/ cronología), o a una superior-general y a otra inferior- ción de una norma como clara u oscura para la ocasión (el juez
especial (incompatibilidad entre jerarquía/especialidad) o, por se ocupa de casos concretos, no del significado de la norma en
último, a una norma anterior-especial y a otra posterior-general abstracto); b) después, la elección de directivas interpretativas
(confrontación entre cronología/especialidad). y / o su manejo; c) para concluir, la opción por una de las posibles
El primado del criterio jerárquico sobre los restantes es soluciones concurrentes. Iré punto por punto.
creencia de curso pacífico entre los jurisprudentes. Pero el dile- 4.2.1. Conviene destacar una triple dimensión en las normas:
ma entre la cronología y la especialidad es capaz de convertirse lingüística, sistémica y funcional 32.
en manantial de disputas cuya solución no ha sido prevista por ¿Quién negará que la norma sea una entidad lingüística? Más.
las leyes; y la oscilación de la jurisprudencia misma entre uno y Una mirada atenta revela que el lenguaje legislativo es una sub-
otro criterio explicaría sobremanera la incidencia de factores clase del lenguaje ordinario; respecto de éste carece de peculia-
axiológicos extralegislativos. ridades sintácticas, si bien ostenta algunos caracteres semánticos
Reparemos en otra hipótesis, de una superlativa rareza pero diferenciales y otros de orden pragmático. Pero en razón de lo
posible a priori. Imaginemos dos normas antinómicas, del mismo que ambos lenguajes tienen en común, el dictado legislativo es
nivel jerárquico, estrictamente contemporáneas y de idéntica ex- pasible al menos de las mismas indeterminaciones que padece el .
tensión en lo referente a la conducta regulada y sus destinata- lenguaje ordinario.
rios. En esa eventualidad, reconocer la validez de una norma y Además, las normas suelen encuadrarse en conjuntos más
negársela a otra exigiría un razonamiento exquisitamente valora- amplios. El conjunto al que pertenece la norma es, en última ins-
tivo. tancia, el sistema jurídico y las notas definitorias de éste inciden
En cualquiera de los casos, no es infrecuente que el aplicador en el significado de aquélla.
del derecho argumente que la antinomia es sólo aparente y solu- El sistema jurídico a su vez mantiene relaciones de interde-
ble mediante una interpretación que acomode las dos normas en pendencia con la sociedad. El derecho se crea, se aplica y funcio-
conflicto. Pero, ¿cuál es la norma que se ajusta a la otra?, ¿acaso na en el contexto de los hechos sociopsíquicos, de relaciones so-
recíprocamente entre sí? ciales, de condicionantes económicos, políticos, culturales, etc.
Bueno. Sea cual fuere el tratamiento al que se someta el con- Aunque sea muy complicado detallar el impacto que contexto
junto de la legislación (alargarlo para cubrir fenómenos no pre- tan abigarrado pueda tener sobre el sentido de las normas, sería
vistos o recortarlo si expresa preceptos antagónicos), el juez de- insensato hurtarle relevancia.
berá decidir cuál es la norma válida aplicable al asunto en juego. Así las cosas, a la pregunta acerca de si una norma es clara u
Con ello finaliza la primera fase del modelo propuesto. oscura no se puede echar el todo a una carta respondiendo con
Ahora bien, la norma seleccionada o tiene perfiles suficiente- un «sí» o un «no» tajantes. La claridad y la oscuridad de una
mente precisos para resolver un caso o no los tiene. Si su sentido norma son deudoras de la triplicidad de contextos señalados. Por
es lo bastante delimitado para la ocasión, se pasa directamente a ejemplo, la duda sobre el significado de una norma acaso surge:
la tercera fase. De lo contrario, se impone transitar antes por la porque emplea términos imprecisos y no se sabe si tal caso entra
segunda. o no en los supuestos contemplados; o porque si se acepta el sen-
4.2. Decisión de interpretación. Las normas dudosas están su- tido literal de la norma, ésta contradiría a otra norma cuya vali-
jetas a interpretación. Esta operación que, según una ideología dez está acreditada; o porque la aplicación de la norma según su
muy extendida, está concebida para que la norma segregue su sentido inmediato lesionaría objetivos del derecho, conduciría a
verdadera sustancia significativa, requiere sin embargo valora- resultados absurdos, etc.
ciones de un notable calado.
Si me viera forzado a resumir cuáles son los tramos del itine- 32 J. WRÓBLEWSKI, «An outline oE a general theory oE legal interpretation and
rario interpretativo empapados de valoraciones, los señalaría y constitutional interpretatioll», en J. IGARTUA (coord.), La interpretación de la Cons-
condensaría de esta guisa: a) para empezar, la misma considera- titución, Bilbao, 1985, págs. 49-58.

40 41
Aceptar que una norma tiene un significado bien definido o pio de sus palabras, en relación con el contexto, los antecedentes
que carece de él es una decisión que no está disciplinada por la históricos y legislativos, y la realidad social del tiempo en que han
ley. Trataré de ilustrarlo con una muestra jurisprudencial. Toda- de ser aplicadas, atendiendo fundamentalmente al espíritu y fina-
vía a la vuelta de la esquina, la prensa aireó la discordante apre- lidad de aquéllas.» También estas directivas remiten a los aspec-
ciación de un artículo (relativo a la violación) por obra y gracia tos lingüístico (la primera), sistémico (la segunda) y funcional (el
de al menos tres tribunales (cuya nominación está de más). To- resto).
dos ellos juzgaron sobre sórdidas violencias carnales por orificios Ahora bien, no parece que estas severas indicaciones (como
no canónicos. ¿Violación o abusos deshonestos solamente? Un otras del mismo porte a las que pueden estar sometidos el juez
tribunal, llevado sin duda por inercias del lenguaje, estimó que el italiano, francés, suizo, etc.) agosten la subjetividad del intérpre-
término «yacen> (que sirve para tipificar el delito de violación) te. Para mostrarlo, comprimiré lo que escribí en otro lugar 34 y
nada tiene que ver con actos contra natura; y se quedó tan cam- rozaré ligeramente el quinteto de directivas que anidan en el art.
pante. A un segundo tribunal tampoco le pareció admisible 3.1 del Código Civil.
transgredir las fronteras de la literalidad, aunque, eso sí, evacuó Respecto del sentido propio de las palabras, no es infrecuente
sus escrúpulos encareciendo al legisladór la oportuna reforma. la ambigüedad de los términos del lenguaje ordinario que la ley
Un tercero, en cambio, pasando por encima de trabas lingüísti- incorpora; ¿cuál de esos sentidos es el «propio»? Si un término
cas, propuso que el verbo «yacen> fuera interpretado, mutando el era de uso común cuando la ley fue formulada y luego se ha
significado prima facie por otro praeter lite ra m, en base a que, tecnificado, ¿cuál es su sentido «propio»?, ¿el de uso ordinario o
cualesquiera fueran las oquedades corporales que padecieran la el tecnificado? Cuando un término, técnico en el momento de
intrusión, eso es vivido y sentido socialmente con idéntico grado emanación de la ley, se convierte en término de uso común,
de reproche comunitario que el coito vaginal, por cuanto supone ¿cuál es su sentido «propio»?, ¿el técnico o el sobrevenido de uso
«el forzamiento de la libre capacidad de autodeterminación se- común? Cuando un término de uso común ha sufrido diversas
xual». tecnificaciones no unívocas, ¿cuál de ellas se constituye en su
Sintetizando: el reconocimiento de la «claridad» u «oscuridad» sentido «propio»?
de una norma está afectado por las estimaciones del intérprete. Por contexto de una norma se pueden entender cosas vario-
4.2.2. Para encararse con el contingente de dudas que aqueja pintas: el conjunto de normas que tiene una común derivación
a la comprensión de las normas jurídicas, la tradición ha ido fra- material, o que tienen una común derivación formal, o las nor-
guando azarosamente un compendio de directivas para neutrali- mas provistas de una común proyección institucional, o las nor-
zar los efectos provenientes de los tres contextos mentados. Por mas destinadas. a una comunidad de usuarios, o las normas que
tanto, a tales directivas les conviene la misma adjetivización que la tradición cultural agrupa contextualmente ...
a los contextos y, en ese sentido, las directivas se clasifican en En lo que atañe a los antecedentes históricos y legislativos,
«lingüísticas», «sistémicas» y «funcionales»33. enunciaré unos pocos problemas. ¿Se hace referencia a antece-
La suma de todas ellas conforma un universo excesivamente dentes estrictamente jurídicos o también a otros (económicos,
complejo. Sie~pre sería incierta la selección de las directivas políticos, ideológicos, etc.) que explican la génesis y el funciona-
más adecuadas para cada caso. Precisamente para acorazarse miento histórico de cualquier institución jurídica? ¿Hasta dónde
contra los riesgos de tamañas incertidumbres, los sistemas lega- es preciso remontarse y dónde parar en la búsqueda de los ante-
les modernos tienden a fijar una lista de pautas interpretativas, cedentes? ¿Qué se hace si una norma dispone de varios antece-
de uso obligatorio en la administración de justicia. Por ceñirme dentes y no todos coadyuvan a la misma solución? Cuando en la
al derecho español, el artículo 3.1 del título preliminar del Código redacción de los anteproyectos o proyectos intervienen técnicos
Civil reza así: «Las normas se interpretarán según el sentido pro- que no son legisladores, ¿ha de contarse con lo que ellos quisie-

33 J. WRÓBLEWSKI. «An outline ... », págs. 58-66. 34 Marginalia, San Sebastián, 1989, págs. 25-38.

42 43
ron decir? Cuando el texto legislativo es objeto de transacción tivamente de la directiva que mejor cuadre (lingüística, sistémica
fuera (¿ya espaldas?) de la Cámara entre las. fuerzas polít.ic.~-par­ o funcional) si con ello se confiere un sentido preciso a la norma,
lamentarias y no se incluyen en las actas m en la expOSICIon de o bien usar metódicamente las tres clases de directivas (una por
motivos el contenido de las negociaciones, ¿a qué carta ha de una y de arriba a abajo).
jugarse? . 4.2.3. Quizás haya todavía más holgura para los juicios de va-
Para que la evocación de la realidad social se conVIerta en .un lor en el oficio interpretativo. En efecto, a lo mejor en la aplica-
método se requieren tres condiciones: primera, que se determme ción individualizada de las distintas directivas se atisban solucio-
el grado de concreción que deban tener las referencias a ~os. fe- nes diversas y/o contradictorias. ¿Por cuál de ellas ha de
nómenos sociales; segunda, que se establezcan los procedImIen- inclinarse la preferencia del juez? Sin necesidad de largos análi-
tos de prueba para verificar la existencia de los fenómenos socia- sis, resulta obvio que eso dependerá, p. ej., de los valores que el
les referidos; tercera, que se instituya un sistema de valores. que intérprete asigne a la función judicial (para unos serán la estabi-
permita otorgar relevancia o quitársela (a efectos interpretatlvos) lidad y la seguridad, para otros la adaptación del derecho a las
a lo que se tiene por realidad social. . necesidades de la vida social, etc.) o de los criterios morales del
Es absolutamente descarado el carácter metafórico de la ex- juzgador, etc.
presión espíritu y finalidad de la norma. La. p~rv~v~ncia de la me- A lo mejor cupiera argüir que el adverbio «fundamentalmen-
táfora «espíritu de la norma» en el lenguaJe JundIco no cuml?le, te» que precede a la quinta directiva del título preliminar (<<el es-
como podría suponerse una función lit~rari.o-o:namental: smo píritu y finalidad de las normas») instaura una jerarquía entre las
que sirve para ocultar que no se sabe a CIenCIa cIerta a qu~ se le directivas, haciendo de esta última la directiva más importante.
llama «espíritu» de la norma. Normalmente se agrupa b~Jo ~s~ Aunque aquí sería forzoso afinar bastante, contestaré fugaz-
nombre y de manera indiscriminada todo argume~to q~e J~stlf¡­ mente en dos tiempos a esa hipotética observación.
que, por razones axiológicas preferentemente, el ~IstanClamIento Por «espíritu y finalidad» consuetamente se entiende la ver-
de la literalidad de la norma interpretada (<<espíntw) vs. «letra»), dadera sustancia de la norma. En tal caso, «el espíritu y la finali-
aunque desde las filas de la Escuela de la exégesis (apegad~ a la dad» no es una directiva para interpretar sino el producto de la
letra, como se sabe) se proclamaba justamente lo contra no, es interpretación, i.e. lo que se consigue con ésta.
decir, que «el texto es el verdadero espíritu de .la ley tal con:o el Acaso «el espíritu y la finalidad» pudiera funcionar como una
mismo legislador lo ha formulado». En cualqmer caso, l~ CIerto directiva de preferencia en el sentido siguiente: cuando no fueren
es que por «espíritu» se han entendido cosas basta~te dIspares: concordantes los resultados que procuran las indagaciones sobre
voluntad del legislador, voluntad de la ley, teleologIa de la ley, «el sentido propio», «el contexto», «los antecedentes» y «la realidad
etc. La «finalidad» de la norma, por su parte, también genera un social, se preferirá la que mejor sintonice con el «espíritu y la finali-
pequeño manojo de c~esti?nes. P~rque seg~n un~,actitud subje- dad» de la norma. Ahora bien, en tanto no se defina en qué consis-
tivista, el origen de la fmahdad reSIde en la mtenclOn de los auto- ten (cosa que está por hacer y dudo que pueda hacerse) los enig-
res del texto; una actitud objetivista, en cambio, asevera qu~ la máticos «espíritu y finalidad», nos quedamos donde estábamos.
finalidad está en la norma misma. Además hay otra cosa. ¿«Fma- 4.3. Decisión de evidencia. Según idea muy propagada, suele
lidad» de qué?, ¿del precepto concreto o de la institución regula- pensarse que, en el razonamiento judicial, el «hecho» es suscepti-
da o del derecho en su conjunto? ble de una consideración autónoma respecto del «derecho» (la
Queda en evidencia, pues, que como a las directivas del art. ley). Por ello, la quaestio facti no encuentra habitualmente trata-
3.1 citado no se les adjunta unas instrucciones para su uso, gozan miento en la metodología jurídica, como si fuera un asunto de
de suficiente elasticidad. Esto es, la ley no ha habilitado ningún evidencia 35 similar al de las ciencias empíricas o al del sentido
procedimiento para el manejo de las consignas interpretativas común.
impuestas por el Código Civil.
35 H. ROTTLEUTHNER. «Empirical Reasoning in the Law», en Reason in Law, Bo-
Encima, la ley tampoco indica si se ha de echar mano alterna- lonia, 1988, pág. 348.

44 45
Sin embargo, en el ámbito del derecho, la evidencia de un ley o ésta deja alguna opción. Obviamente, no hay una respuesta
hecho está sujeta a una específica regulación de las pruebas que que valga para todas las situaciones.
uno está en disposición de aportar. La regulación juridica de las A veces los criterios son simples y descriptivos, por ejemplo,
pruebas afecta a las siguientes cuestiones 36 : a) ¿qué hechos deben cuando se definen en términos de parentesco las relaciones de
ser demostrados y cuáles no?; b) ¿qué pruebas son admisibles y proximidad entre sujetos que pueden negarse a declarar. En oca-
cuáles inadmisibles?; c) ¿cómo deben aceptarse las pruebas? siones, por el contrario, el reconocimiento del derecho a no pres-
4.3.1. En principio, exigen demostración todos los hechos tar testimonio está supeditado a fórmulas estimativas (p. ej., que
esencialmente importantes para la solución del caso sometido al la declaración pueda conducir a «un grave e inmediato daño pa-
tribunal. Ahora bien, no suele dejarse a la valoración arbitaria de trimonial») cuya apreciación compromete netamente algún juicio
los jueces calibrar la importancia de los hechos; al contrario, la de valor del tribunal.
ley indica de manera general los hechos que necesitan demostra- Otra complicación suplementaria. Menudean ocasiones en las
ción (p. ej., los hechos contestados por las partes, los hechos que que la realización de algún valor jurídico exige prestar o prestar-
destruyen una presunción jurídica, etc.) y los hechos que no re- se a alguna prueba, en tanto que otro valor exime de tal exigen-
quieren prueba (p. ej., los hechos notorios, los hechos deducidos cia. Sobre el particular, baste recordar, en la reciente historia ju-
de otros hechos probados, las presunciones cuando falta la prue- risprudencial hispánica, la negativa de un torero y de un
ba en contra, etc.). comandante a someterse a una prueba serológica mientras que,
Es claro que esta tipología de hechos a los que les hace falta por el otro lado, estaba en juego el derecho del hijo a que se le
la prueba y de hechos a los que les sobra, se expresa, en cada declare su filiación biológica (me guío por lo que se publicó en la
sistema legal, a través de un rosario de normas concretas. Y si prensa). Que en última instancia se fallara en un sentido, no obs-
éstas no son lo suficientemente precisas, sin esfuerzo se conven- ta a certificar que la ley no ha previsto cómo han de resolverse
drá que sobre su interpretación cabe repetir de pe a pa lo ex- los conflictos entre valores jurídicos.
puesto en 4.2 y sin que tenga por qué decaer aquí tampoco el Más difícil todavía. Con posterioridad, el mismo Tribunal Su-
peso de las valoraciones. premo falló a favor del derecho a no someterse a la prueba de
4.3.2. El derecho se encarga, igualmente, de separar las prue- investigación de la paternidad. Y no es -que la cúpula judicial de
bas admisibles de las inadmisibles. La admisibilidad de las prue- este país tuviera criterios de quita y pon en la materia, sino que
bas es regla general en aquellos procedimientos que apuntan a la -a su juicio esta vez sólo había <<una presunción de relación se-
consecución de la verdad material. Sólo, a modo de excepción, se xual de muy débil fundamentación, que está muy lejos de la cer-
descartan las pruebas que con alta probabilidad inducen a in- teza racional, seria y fundada, de unas relaciones sexuales aptas
formaciones falsas (p. ej., el testimonio de un deficiente mental) o para deducir la fecundación de la mujer en tiempo hábil». O sea,
las que conducen a un conflicto entre el valor de la verdad y que el planteamiento de un conflicto entre valores (caso del ma-
otros valores (p. ej., valores de la persona, valor de la seguridad tador de toros y del militar) es el cuadrado de otra valoración: i.e.
juridica, valores institucionales) o los que atentan al mismo tiem- que el valor que se reivindica (la paternidad del hijo) tenga una
po contra el valor de la verdad y otros valores (p. ej., las pruebas base, a su vez, valorada, como racional, seria y fundada.
obtenidas mediante la tortura). 4.3.~. Además de la admisibilidad/inadmisibilidad de las
No hay más remedio que volver a poner a flote la ya marean- pruebas, el derecho establece también pautas para la aceptación
te pregunta sobre si las decisiones del tribunal acerca de la admi- de las mismas. Supongamos que las partes abogan en favor o en
sibilidad de las pruebas están estrictamente delimitadas por la contra de la existencia de un hecho. El juez aceptará unas prue-
bas y desechará otras. A este efecto, la tradición ha creado dos
modelos de «teoria de las pruebas» que especifican las razones
36 En todo ello sigo a J. WRÓBLEWSKI. «La preuve juridique: axiologie, logique et para estimar unas pruebas y desestimar otras. El primero es la
argumentatiom>, en Ch. PERELMAN. La preuve en droit, Bruselas, 1981. «teoría legal» y corresponde a las disposiciones procesales que

46 47
fijan reglas jurídicas de la prueba (p. ej., las presunciones). El se- ocasión para hablar de lo primero. Toca aquí enfrascarse en lo
gundo es la «teoría de la libre valoración de las pruebas» o «teoría segundo.
de la íntima convicción del juez» (en la que fundamentalmente se Antes de proseguir, conviene abrir un paréntesis aclaratorio.
tienen en cuenta las reglas de evidencia de la ciencia y del senti- De acuerdo con el modelo que vengo empleando, la subsunción
do común). Las reglas procesales de los sistemas legales contem- es una ope~~:ión q~e debiera ventilarse automáticamente, ya
poráneos son una mixtura de los dos modelos, con una posición que la deClsIOn de I~terpretación (segunda fase del modelo)
dominante del segundo. apunta -no a ~onfeccIOnar el elenco de posibles significados de
Ahora bien, el juez sólo con rareza superlativa se refiere a una norma- SIllO a calibrar la suficiencia significativa de un
leyes generales que suministra la ciencia; habitualmente usa co- precepto legal para d,isciplinar un caso concreto. De consiguiente,
nocimientos que no tienen más valor del que resulta del sentido el a~unto que pondre sobre el tapete se ubicaría per se en la fae-
común (cuyas características distintivas merecerían un análisis na mterpretatlVa (apartado 4.2), pero oportunidades didácticas
reposado) 37. De ahí resulta que el juicio definitivo sobre los he- aconsejan, a mi entender, acometerlo ahora. .
chos no pase de una hipótesis empírica que «de ninguna manera 4.~.1. Tres pares de términos bastan para fijar las maneras
pueda dar un conocimiento cierto y unívoco del hecho, sino sólo 9ue tlen~ ~l derecho de referirse a los hechos: descriptiva/valora-
una representación verosímil que el juez debe conducir al máxi- tlva, .poSItlva/negativa, simple/relacional. Hay cosas, hechos, si-
mo grado posible de atendibilidad objetiva»38. tuaCIOnes, que la ley determina por descripción (p. ej., «vehícu-
La ley no pide cuenta a los jueces acerca de los medios por lo»); otras. veces el legislador ha recurrido a la valoración (p. ej.,
los que han llegado al convencimiento; tampoco prescribe reglas «razones Importantes»), La referencia a los hechos es negativa
de las que ha de depender la plenitud y la suficiencia de una cua~do se emplean expresiones con el functor de negación o ex-
prueba 39. Por ello, no es atribuible a un mejor o peor conocimien- preSIOnes e.qmvalentes (p. ej., «no observancia de las reglas», «in-
to de la ley que un tribunal de primera instancia condenara a competenCIa»); de lo contrario, se dirá que el hecho está deter-
Christer Pettersen por el asesinato de Olof Palme y que el tribu- minado positivamente. La ley habla de los hechos de una manera
nal de apelación revocara la decisión por considerar que no ha- simple cuando no es necesario saber si tal hecho es o no consis-
bía pruebas suficientes. tente co~ una norma jurídica; y, al revés, se recurre a expresio-
4.4. Decisión de subsuYtción. A las disensiones sobre el acae- nes r.elacIO.nales cuando la existencia de un hecho depende de su
cimiento de un hecho, viene a sumarse un puñado de disputas consIstenCla con una norma (p. ej., «contrato inválido», «acción
cuando la calificación de ese hecho se convierte en objeto de legal») 41.
discusiones. El examen de los hechos en el proceso de aplicación Para mi propósito es suficiente centrar la atención en los he-
de la ley pone al descubierto, pues, la subyacencia de un par de chos que el lenguaje legal determina con términos o expresiones
fuentes originadoras de problemas que Alchourron y Bulygin 40 valorativos.
han compendiado en una pareja de certeras fórmulas: gaps of Siquiera en passant sugeriré que la enjundia del tema rebasa
knowledge y gaps of recognition. El apartado 4.3 me ha brindado el área del conocimiento jurdico sensu stricto y nos emplaza en
el corazón de un debate que comovió al mundo filosf)fico: el del
«cognitivismo»/ «no-cognitivismo» ético. La necesaria vinculación
37 Cfr. T. GIZBERT.STUDNICKI, «Common Sense Knowledge as the Basis of Teleo· de la «tesis de la única solución correcta» con el cognitivismo
logical Interpretation of Law», en Reason in Law, Bolonia, 1988, págs, 318-320.
38 M. TARUFFO, «11 giudice e lo storico: considerazioni metodologiche», Rivista di moral está fuera de toda duda, de lo cual se infiere que algún
diritto procesuale, 1967, pág. 460. Una visión panorámica del asunto se encuentra pu.n.ctum dolens de aquélla reside en su particular apuesta me-
en G. F. RICCI, «Prove e argomenti di prava», Rivista trimestrale di diritto e proce- taetIca.
dura civile, 1988, págs. 1036-1104.
39 P. PON CELA, «L'intime conviction dans le jugement penal», Revue interdisci-
plinaire d'études juridiques, 1987, 11, pág. 115. 4~ !. WR~B~:WSKI, «Facts i~ L~w», recogido en su libra Meaning and Truth in
40 Normative Systems, págs. 31-33. Judlclal DeclSlOn, 2. a ed., Helsmkl, 1983, págs. 108-119.

48 49
4.4.2. Retomo el hilo. La prosa del legislador, aunque des- disimulo de alguna concepción moral lato sensu para dar opera-
igualmente saturada en lo tocante a expresiones axiológicas (pa- tividad a determinados términos y expresiones valorativos del
tentes o latentes), a menudo se adorna con términos valorativos, dictado legislativo. Y es que no le queda otro remedio.
cláusulas generales, standars, etc. cuya intelección no parece ser Pero son varios los posibles modos de proceder; respecto de
ajena al rumbo que toman los gustos (morales, políticos, incluso los cuales la ley suele guardar un mutismo absoluto. El juez se ve
estéticos ... ) de los jueces. obligado, pues, a elegir entre un abanico de opciones.
a) A veces, las preferencias de los judicantes se travisten -di- Si, por un caso, se define la «obscenidad» como aquello que
cho en giro vulgar- de pillerías técnicas; b) yen otras, por con- «según el sentimiento común ofende el pudor», caben, para em-
tra, no es preciso que la pupila esté pronta ver cómo cada cual pezar, una rapsodia de posturas 44 •
arrima la letra de la ley al ascua de sus valores elegidos. Una absolutista, según la cual «el sentimiento común del pu-
Para desgravar de confusión al párrafo precedente, me acojo don> se verifica atendiendo a valores éticos objetivos, que no de-
al recurso de una pequeña miscelánea jurisprudencial. penden de la costumbre vigente, sino que se erigen en pautas de
a) DeCÍa que no siempre un magistrado se ve compelido a las buenas costumbres. Se arriba así a una visión deontológica
mostrar sin disimulo el plumero de su sistema de valores, sino que comensura el «sentimiento común del pudor» con un modelo
que éste actúe posiblemente por la mediación de habilidades ideal y absoluto. Pero la pluralidad de credos éticos existentes
técnicas. nos pone s obre aviso de que la actitud absolutista no garantiza
Una muestra de derecho internacional públic0 42 • La noción de que se concuerde en el modelo de referencia.
«efectividad» juega un papel considerable internacionalmente en Para la postura historicista, el «sentimiento común del pudor»
materia de reconocimiento o de representación de gobiernos se encuadraría en el tiempo presente y sería un producto de la
ante instituciones internacionales. Pues bien, en 1973, los parti- evolución de las costumbres, por lo que acaba significando el
darios del príncipe Norodom Sihanuk y los seguidores del go- sentimiento de la «mayoría» o el sentimiento «medio». ¿Y si el
bierno de Lon Nol plantearon ante la ONU pretensiones diferen- juez no encuentra en la moral social criterios unívocos y seguros
tes. Sihanuk dominaba una parcela territorial mayor. Lon Nol para la valoración que sea? Adviértase que, mientras en las so-
conservaba su dominio sobre un número mayor de camboyanos. ciedades estáticas y homogéneas funciona un sistema de valores
¿Cuál debía ser el criterio para adjudicar la «efectividad» a unos estable, en las sociedades modernas, dinámicas y conflictuales,
u otros? ¿El geográfico o el demográfico? La Asamblea General hay valores diferentes que caracterizan a los también diferentes
(poco importa a estos efectos su semejanza o no con los órganos grupos sociales y políticos, clases, movimientos de opinión, estra-
jurisdiccionales convencionales), por 56 votos contra 54, se deci- tos sociales y económicos, y a los individuos singulares igual-
dió por lo segundo. mente.
Un botón de la jurisprudencia penal 43. En Italia, la disposición Se podría agregar una tercera postura que consistiría en rei-
para la que «no se considera obscena la obra de art(!) tuvo dos terar los mismos contenidos valorativos que la jurisprudencia
lecturas diferentes. Para la primera, el arte nunca es obsceno. La viene poniendo en juego. Pero, ¿y qué pasa si no hay jurispru-
segunda leyó de atrás hacia adelante: lo obsceno no es arte. dencia consolidada?
En las dos ilustraciones mencionadas, ¿de qué lado estaba re- Y una cuarta. ¿Por qué no actuar en base a los valores profe-
almente el derecho? sados por las partes? ¿O por una de las partes? ¿Pero de cuál de
b) En cantidad de ocasiones, el aplicador de la ley se vale sin ellas?
Que se sepa, la ley no suele habilitar soluciones incontroverti-
42 J. J. A. SALMON. «Quelques observations sur la qualification en droit interna- bles para salir de este inmenso desconcierto.
tional public», en Ch. PERELMAN Y P. FORIERS. La motivation des décisions de justi-
ce, Bruselas, 1978, págs. 347-348. 44 L. BIANCHI D'ESPINOSA, <úntroduzione», págs. 10-11; M. TARUFFO, «La giustifica-
43 L. BIANCHI D'ESPINOSA, «Introduzione» a R. ODORISIO et. al., Valori socio-cultu- zione delle decisioni fondate su 'standards'n, Materiali per una storia della cultura
rali della giurisprudenza. Bari, 1970, págs. 11-12. giuridica, 1989, 1, págs. 159-169.

50 51
4.5. Determinación de consecuencias. El último estadio del una de las op~iones posibles dentro de los márgenes que la ley
modelo consiste en la determinación vinculante de las conse- tolera se efectua en base, sobre todo, a las valoraciones del órga-
cuencias que la ley ha previsto para un caso probado y califi- no judicante.
cado. Con ello, quizás estoy dando la razonable impresión de haber
El derecho fija de manera distinta las consecuencias que de- extraviado una suculenta porción del legado de la ideología de la
ben acompañar a un hecho. Se dan cuatro situaciones típicas 45 • decisión legal y racional, ámbito en el que trato de moverme; en
4.5.1. El derecho determina una sola consecuencia para un concreto, que las imprecisiones, carencias y contradicciones del
hecho dado, y esta determinación excluye toda posibilidad de texto legislativo son subsanables por obra y gracia de los valores
opción. En tal hipótesis, el órgano que aplica la ley se limita a que l~ le~, misma consagra 46, particularmente la ley de leyes, la
«inferir» mecánicamente la consecuencia que es una e infalible. constltuclOn 47.
4.5.2. El derecho determina el máximo o el mínimo (o el má- , ¿Son, pues, los valores personales del juez no sólo espúreos
ximo y el mínimo) de las consecuencias legales y ofrece reglas SIlla superfluos también? Decididamente, no. A tal efecto, solicito

para moverse dentro de ese campo de posibilidades. Aquí todo la atención del lector sobre una triada de aspectos.
depende de los criterios. Si éstos delimitan estrictamente las 5.1. El primero, y de tratamiento más expeditivo, consiste en
condiciones de aplicación estaremos en idéntica situación que en la perplejidad que necesariamente acompaña a la pretensión de
4.5.1. En los otros casos, los criterios están condicionados por las que las incertidumbres que provoca la letra legal se anulan mer-
valoraciones y la libertad del tribunal es más amplia que en el ced a expedientes más inciertos todavía: los valores. Ya advertía
caso anterior y, por supuesto, su decisión menos previsible. Bobbi0 48 que los valores constitucionales, si bien reducidos en
4.5.3. El derecho fija el máximo y el mínimo de las conse- número, «ni son simples, ni claros y por ello pueden ser vistos
cuencias pero no ofrece criterios para desenvolverse en ese es- ~esde la derecha o desde la izquieda». No es previsible que en-
pacio. El tribunal goza de libertad dentro del campo de posibili- tiendan co~certad.amente el término ~(libertad» un conservador y
dades normativamente delimitado, y la previsibilidad de su un anarqUIsta 49, m la palabra «pluralIsmo» un ortodoxo y un di-
decisión es aún menor que en el caso anterior. sidente, ni «igualdad» un aristócrata ejerciente y un devoto del
4.5.4. Por último, el derecho puede delegar la determinación proletariado ... En este sentido, no sólo se constata que, en sede
de las consecuencias en el tribunal, remitiéndole a reglas de jus- teórica, la aplicación jurisprudencial de los valores «ha sido cier-
ticia, equidad, etc. Es evidente que la decisióri de los jueces esta- tamente debatida por la posible subjetividad que implica» sino
rá marcada valorativamente y será menos predictible que nin- que, I;'0r añadidura, «el miedo de los tribunales españoles a ope-
guna. rar dIrectamente con el derecho constitucional (... ) sigue siendo
atroz» 50.
Sin embargo, no han de cargarse indebidamente las tintas so-
5. Los valores jurídicos bre la vaguedad del léxico valorativo. Es cierto que los términos
que intentan significar los más altos valores del derecho se pres-
El mensaje que he venido defendiendo se puede comprimir,
desprovisto de detalles y perifollos, en cuatro trazos. 46 . Cf~.M. KROL, "Concept of Normative Leeway in an Application of Law»,
El derecho preexistente a la sentencia judicial no determina Studzes /11the Theory and Philosophy 01 Law, 1987, 3, págs. 23-24.
totalmente el contenido de las decisiones; más bien, señala unos 47 G. P. MEUCCJ, "Potere giudiziario», Novissimo Digesto Italiano voL xm pág.
465. ' ,
límites, estrechos o amplios. En algunos casos sólo hay cabida 48 "Quale giustizia, quale legge, quale giudice», Qualegiustizia, 1971, pág. 272.
para una única solución; en otros hay lugar para decisiones al- 49 Cfr. G. BRANCA, "Un anno di attivitá della Corte costituzionale» Politica del
ternativas, legalmente correctas por supuesto. La selección de diritto, 1971, 1, pág. 45; A. BATTAGLIA, I giudici e la politica, Bari, 1962: pág. 6.
50 E. ALONSO GARCÍA, "La jurisprudencia constitucionab), Revista del Centro de

45 J. WRÓBLEWSKI, <dI modello teorico ... », págs. 20-21. Estudios Constitucionales, 1988, 1, pág. 191.

52 53
tan a más de una conceptualización pero no a cualquier concep- 5.3. La resolución de un conflicto entre valores no depende
tualización. No han de excluirse, por tanto, situaciones en las que únicamente de su respectivo y abstracto lugar jerárquico, sino de
la aplicabilidad de los predicados valorativos sea meridiana. Pero su peso relativo en circunstancias particulares. Por abreviar,
aun así, no concluirían forzosamente las disputas. Me explicaré. imaginemos tres situaciones 52.
5.2. Así como las reglas se interfieren ocasionalmente entre sí, Una, en la que la realización del valor A (superior a su opo-
también las realizaciones de los distintos valores superiores del nente) frustra totalmente la realización del valor B, en tanto que
derecho pueden configurar superficies secantes entre sí (p. ej., la realización de éste recortaría sólo ligeramente la de A. En esa
que la consecución de la igualdad restrinja el área de las liberta- tesitura, parece razonable otorgar mayor peso a B, pese a que su
des individuales). posición jerárquica sea inferior a la de A.
Antes de proseguir, son oportunas algunas puntualizaciones. Otra hipótesis. La vida y la salud de los hombres constituye
Los conflictos entre valores no son diagnosticables in abstrac- un valor superior al de la satisfacción de necesidades naturales y
to habitualmente. Mientras que para detectar las inconsistencias culturales que procuran las nuevas técnicas industriales. Si los
entre reglas basta a menudo un examen semántico (prohibido/- riesgos que comportan estas últimas fueran mínimos, seria abso-
permitido, inmunidad/responsabilidad, etc.), las colisiones entre lutamente descabellado frenar de raíz el desarrollo tecnológico
valores acontecen in concreto, (p. ej., aunque no haya asomo de aduciendo la superioridad del valor que protega la vida y la salud
incompatibilidad lexical entre «igualdad» y «propiedad privada», de los humanos.
ello no obsta a que, aquí y ahora, sean dos valores que pugnan Una ejemplificación postrera. El número de personas concer-
recíprocamente). nidas por la realización o violación de valores en conflicto, influ-
Las inconsistencias puntuales entre valores nunca se dirimen ye en la ponderación hic et nunc de tales valores. Es probable
absolutamente, al «todo o nada», sino gradualmente, al «más o que la propiedad privada preceda, en la escala de valores, a la
menos». Las inconsistencias entre reglas se ventilan muchas ve- eficiencia en los transportes públicos; pero hay circunstancias en
ces (no siempre) declarando prevalentes a unas (las superiores, las que tanta es la gente afectada por el transporte público que
posteriores y especiales) y derogadas o inaplicables al caso a es aconsejable invertir el peso de ambos valores.
otras (las inferiores, anteriores y generales). En lo que concierne Bien. Y tornamos a la sempiterna cuestión: ¿existen criterios
a los valores no hay tal. Creo que la metáfora del weighing and legales para poner coto a la discreción en la resolución de con-
balancing51 caracteriza apropiadamente la situación. Cada valor flictos concretos entre valores? Se podrían enumerar unos cuan-
tendría el peso que le corresponde. Cuando dos valores entran en tos 53, como que: a) los valores considerados deben estar respal-
concurrencia habrá que ponderarlos cargando, según proceda, dados por un principio legal (aunque no sea explícito); b) esos
los platillos de la balanza. valores deben identificarse con propiedad; c) las relaciones jerár-
Por tanto, si los valores no están ordenados azarosamente quicas de superioridad/inferioridad entre los valores comprome-
sino en razón de su peso, nos enfrentaríamos, ya sin expansiones tidos debe establecerse correctamente; d) los criterios que se
retóricas, al peliagudo problema de construir una jerarquía de usan para asignar el peso relativo a los valores que intervienen
valores. Sabido es que, por lo general, el derecho no toma la pre- en una situación concreta deben especificarse y aplicarse correc-
caución de montar al respeco ningún ranking; con lo que la je- tamente.
rarquización de los valores es más decisión moral o política que Ahora bien, se trata de requisitos en extremo formales a los
jurídica. que habrá que dotar de contenido. ¿Podría hallarse ese conteni-
Se ha dicho que este planteamiento adolece de simpleza (no do en el entramado legal? Se asegura 54 que hay sistemas jurídi-
de falsedad). Así que vamos a complicar el asunto.
52 Tomado de T. GIZBERT·STUDNICKI. «Discretion, Conflict of Villues".», págs. 8-10.
Cfr. A. PECZENIK. «Weighing Rights», en N. MACCORMICKy Z. BANKOWSKI (eds.),
51 53 T. GIZBERT·STUDNICKI. «Discretion, Conflict of Values".», págs. 11-14.
Enligh/enmen/, Righ/s Qnd Revolution, Aberdeen, 1989, págs. 175-196. 54 T. GIZBERT·STUDNICKI. «Discretion, Conflict of Values".», págs. 14-15.

54 55
cos que aluden explícita o implícitamente al principio de la «pro-
porcionalidad». Concedámoslo. Pero, ¿qué hemos adelantado?

JUAN IGARTUA SALAVERRÍA

1. INTRODUCCION

56
« W e have been able to disagree
without being disagreeablB)
(loe W. Sanders,
Supreme Court of Louisiana)

La institución del voto particular es conocida en la actualidad,


de una u otra forma, en un importante número de sistemas jurí-
dicos. Su existencia supone la concurrencia necesaria de dos re-
quisitos de base: que el órgano judicial o aplicador del derecho
esté compuesto por más de un juez, es decir, según la terminolo-
gía al uso, que estemos en presencia de un tribunal; y que en el
seno de ese órgano colegial surja una discrepancia relativa a
cualquier aspecto del proceso aplicador del derecho que no con-
siga ser resuelta. En esas circunstancias se formarán en el tribu-
nal, al menos, dos posturas: una mayoritaria y otra minoritaria, la
cual puede convertirse en un voto particular (aunque las mino-
rías y sus votos pueden ser, como se verá, más de una).
Sin embargo, es necesario distinguir claramente desde el
principio, y dar en consecuencia un tratamiento diferenciado, el
voto particular como institución que permite a uno o más jueces
expresar fuera de la sala de deliberación su opinión contraria a
la mayoría del tribunal, de las discrepancias que pueden produ-
cirse en un órgano colegial. La posibilidad de que éstas se den,
existe siempre, sea cual fuere el sistema jurídico en vigor, mien-
tras que la exteriorización de las diferencias en el seno de un
tribunal no está reconocida en todos los ordenamientos e incluso
es objeto de un vivo debate.
En coherencia con este planteamiento las cuestiones de fondo
que es necesario plantearse son dos: a) por qué existe la posibili-
dad de que se produzcan votos particulares; es decir, cuál es la
razón de que existan discrepancias en la aplicación judicial del
derecho en cualquier sistema jurídico; y b) si la posibilidad de

59
discrepancias existe siempre, por qué unos (juristas y sistemas n. LOS DATOS
jurídicos) están a favor y otros en contra de publicar los votos
particulares; es decir, cuál es la razón de que unos (juristas y
sistemas jurídicos) sean favorables y otros contrarios al recono-
cimiento público o exteriorización de las discrepancias que pue-
dan surgir en cualquier tribunal.
El objetivo de este trabajo va a ser, precisamente, dar res-
puesta a estas dos preguntas. Para ello, en una primera parte
veremos qué es el voto particular como institución, cómo apare-
ce y qué regulación ha recibido en el derecho comparado, para
pasar después a analizar los términos en los que se ha desarro-
llado el debate doctrinal acerca de las ventajas y los inconvenien-
tes de su admisión. Si, de cualquier forma, parece claro -según 1. Problemas conceptuales
se ha visto- que el voto particular, además de expresión de las
discrepancias en el seno de un tribunal, es una institución y las Se habla de voto particular cuando en un sistema jurídico con
instituciones están, al menos en sus aspectos formales, reguladas una decisión colectiva institucionalizada, un miembro del tribu-
por normas jurídicas, en una segunda parte nos ocuparemos del nal tiene derecho a expresar su propia opinión, incluso cuando
ordenamiento jurídico español para conocer tanto la forma en ésta no coincide con la de los demás miembros del órgano '.
que trata nuestro derecho positivo la institución del voto particu- Los sistemas para hacer público el proceso de formación de la
lar como el uso que del mismo ha realizado una jurisdicción voluntad de los órganos colegiados son diversos 2. Van desde el
concreta, el Tribunal Constitucional, con el fin de obtener así al-
gunos datos de la práctica judicial que completarán sin duda la , La definición es básicamente la de 1. WRÓBLEWSKI, «Votum separatum dan s
visión aportada por el análisis doctrinal y normativo. La tercera y la théorie et l'idéologie de l'application judiciaire du droit», en AA.VV., L'ordina-
última parte estará dedicada, a la luz de toda esta información, a mento giudiziario. Ill' Materiali per una rifor/na (a cura di N. P¡CARDI yA. GIULIANI),
Rímini, 1985, pág. 349. 2-'}
contestar las dos cuestiones formuladas más arriba, aunque al 2 Por ejemplo, el art. 14 de la Ley de Procedimiento Administrativo permite
ser el objeto del trabajo el voto particular nos centraremos en las hacer constar el voto contrario (y su motivada oposición) para quedar «exentos
razones (que es lo mismo que decir, como veremos, los valores) de la responsabilidad que, en su caso pudiera derivarse de los acuerdos del órga-
por las que un sistema jurídico o un autor se muestra partidario no colegiado. Cuando se trate de órganos colegiados que hayan de formular pro-
de que se expresen públicamente los votos particulares (o, en ge- puestas a otros de la Administración, los votos particulares de sus miembros se
harán constar junto con la misma» (art. 14.2 LPA).
neral, las discrepancias en el seno de un órgano jurisdiccional En la misma línea, el art. 63.1.b) de la Ley de Bases del Régimen Local esta-
colegiado). No obstante esta limitación, es necesario manifestar blece que podrán impugnar actos y acuerdos de las Entidades Locales: «... b) Los
con rotundidad que la verdadera cuestión de fondo es la que se miembros de las corporaciones que hubieran votado en contra de tales actos y
refiere a la posibilidad de la existencia de discrepancias en el acuerdos»; en caso contrario no se les reconoce legitimación para recurrir.
proceso aplicador del derecho, que puede ser considerada, sin No obstante, tal requisito no fue entendido aplicable en el plano parlamentario
por el Tribunal Constitucional en su Sentencia de 20 de julio de 1981, f.j. 9, y así
exageración, uno de los problemas centrales de la teoría (y la no estimó necesario el voto contrario o la abstención de los parlamentarios para
práctica) del derecho. Pese a su propia entidad, este asunto no poder ejercer un recurso directo de inconstitucionalidad.
será abordado más que de una forma necesariamente breve, También la Ley Orgánica y el Reglamento del Consejo de Estado (Ley Orgáni-
aunque considero que el análisis de la figura del voto particular ca de 22 de abril de 1980 y Reglamento de 18 de julio de 1980), en sus arts. 16.4 y
107 respectivamente, reconocen a los Consejeros la posibilidad de incorporar al
puede resultar uno de los caminos más provechosos para ilustrar dictamen su voto particular en caso de discrepancia, voto que, al ser remitido con
y explicar las cuestiones nucleares de una teoría de la interpreta- el dictamen (art. 108 del Reglamento), en alguna ocasión (como en un Decreto en
ción jurídica. materia hospitalaria) ha sido el seguido por la Administración (<<Oído el Consejo y

60 61
seguido, por ejemplo, en la práctica totalidad de las cámaras le- que surge un voto particular. Así, en el proceso de la toma de
gislativas consistente en recoger la discusión tal cual se produce decisión colectiva pueden distinguirse tres etapas necesarias 5: -
por medio de la grabación o los taquígrafos, hasta el empleado . , a) ~a identificación de las alternativas presentes en la discu-
en los colegios judiciales en los que la decisión y su motivación SIOn. ~I la alternati~a es única debido a que, por ejemplo, todos
expresan la voluntad indiferenciada de sus miembros (pertenez- los mIembros del tnbunal comparten el enfoque del asunto reali-
can a la mayoría o a la minoría). El voto particular representaría zado por el ponente, el proceso termina aquí; pero si, como es
una especie de punto medio entre estos dos sistemas J , ya que, seguramente lo frecuente, las alternativas son más de una es ne-
por un lado, permite a los jueces concretos salvar su opinión de cesario fijarlas y pasar a la segunda etapa.
la de la mayoría o, en general, de la de los demás jueces, pero, b) En este momento cada juez debe elegir o adherirse a algu-
por otro, su reconocimiento en un determinado sistema judicial .na de las alternativas en presencia.
no rompe con la idea de la decisión como expresión de la volun- e) La formulación de la decisión colectiva del tribunal. Es en
tad de los miembros del tribunal (al menos de aquellos que no este ~omento cuan.do debe formarse una mayoría suficiente por
han expresado un voto particular). medIO de la reduccIón de las alternativas discutidas. Esta reduc-
En este sentido, es preciso tener presente que la motivación ción es el resultado de un debate en el que se dan argumentos
de una decisión no es necesariamente una reproducción de la para convencer a los otros de forma que, al menos, la mitad más
discusión habida en el seno del tribunal equiparable al Diario de uno del tribunal se adhiera a una de las soluciones posibles 6. Es
Sesiones del Congreso de los Diputados, sino una construcción entonc.es ~uando los magistrados que no comparten la opinión
posterior justificatoria de la decisión adoptada 4. Lo mismo suce- mayontana pueden convertir sus posturas en uno o más votos
de con la motivación del voto particular, aunque es obvio que particulares.
contando con la motivación de la mayoría y la de los votos parti- Lo que ha sido denominado «sistemas de diversificación de
culares, la idea global de la discusión efectivamente llevada a opiniones» 7, es decir, los tipos de opiniones separadas o, em-
cabo es más aproximada. pleando la expresión utilizada por el art. 164.1 de la CE de 1978,
Independientemente, sin embargo, de que sea necesario, por de votos particulares, son fundamentalmente dos: los votos dis-
tanto, no confundir voto particular con revelación del secreto de cr~pante.s (dissenting .opinions) y los votos concurrentes (concu- -----
la discusión habida, es posible adivinar las circunstancias en las rnngoplmons)B. La dIferencia entre ambos estriba en el alcance

de conformidad con el voto particular de su Presidente ... »). En un sentido parale- 5 El análisis corresponde a J. WRÓBLEWSKI. ob. cit., págs. 352-354.
lo, como más adelante se verá, a la regulación en el orden jurisdiccional, también 6 ~? tengo aquí en :uenta situacio?es especiales que pueden producirse en la
los letrados del Consejo de Estado gozan del que se puede denominar «derecho cre.aclOn de esa mayona, como, por ejemplo, los empates o las minorias mayori-
de resistencia», que consiste en poder evitar que se les obligue a redactar un tanas que por concurso fundamentalmente de los votos concurrentes pueden
proyecto de dictamen de forma contraria a sus .convicciones. Tal previsión no for~arse en u~ ,tribunal y que serán tratad~s en otras partes de este trabajo.
figura recogida en el Reglamento del Consejo de Estado, por lo que se trata, sin La expreslOn es de A. P¡ZZORUSSO, Lecczones de Derecho Constitucional, trad.
duda, de una saludable práctica de funcionamiento, tendente a buscar la máxima es?, vol. n, Madrid, 1984, pág. 47. En italiano la fórmula utilizada por el autor es
identificación de los letrados con los proyectos de dictamen que redactan. Al res- «sIStema del/e opinioni separa te» (cfr. Lezioni di Diritto costituzionale Roma
pecto, vid. E. GARCÍA·TREVIJANO GARNICA (letrado del Consejo de Estado), «Efectos 1981,2." ed., pág. 386). ' ,
de la omisión del preceptivo dictamen del Consejo de Estado», en Revista de Ad- 8 .En el ámbito de I~ justicia internacional se ha desarrollado una terminología
ministración Pública, núm. 118, 1989, pág. 258. p~OpIa y se les denomma respectivamente opiniones disidentes y opiniones indi-
J La idea la tomo de R. VACCARO. «Dissents e concurren ces nella prasi della VIduales. Sobre su empleo véase E. RAMBRO, «Opinioni individuali e dissenzienti
Suprema Corte degli Stati Uniti», en Foro Padano, 1951, IV, págs. 11 y 12. dei membri della Corte internazionale di giustizia», en Rivista Trimestrale di Dirit-
4 Al respecto puede consultarse U. SCARPELU, «La democrazia e il segreto», en t~ e .Procedura C:ivile, 1964, pág. 1672; y A. P. SERENI, «Les opinions individuelles et
AA. VV., JI segreto nella realta giuridica italiana (Atti del Convegno Nazionale, dlssldentes des Juges des Tribunaux internationaux», en Révue Génerale de Droit
Roma, 26-28 ottobre 1981), Pádova 1983, pág. 641; y F. J. EZQUIAGA, «Los juicios de 1nternatio:zal Publique, 1964, LXVIII, pág. 821 (existe una publicación en italiano
valor en la decisión judiciah), en Anuario de Filosofía del Derecho, núm. 1, 1984, ?e este ~Illsm.o trabajo con el título «Le opinioni separate dei giudici di tribunali
sobre todo págs. 57 y sigs. mternazlOnalm, en AA. VV., Le opinioni dissenzienti dei giudici costituzionali ed

62 63
el Case 01 Steel-Seizure, en el que a pesar de que la opinión ma-
de la discrepancia, ya que los primeros van referid?s a~ ~allo d.e la yoritaria obtuvo seis votos y sólo tres jueces emitieron una dis-
decisión (y, consecuentemente, también a su motIvacIOn), mIen- sentig opinion, cada uno de los seis magistrados de la mayoría
tras que los votos concurrentes comparten la decisión final pero consideraron conveniente emitir un voto separado explicando su
discrepan de toda o parte de la motivación expuesta 9. posición, y en los de, por lo menos dos de ellos, se desprendía un
A pesar de esta distinción, de aquí en adela~te cuando ~os apoyo implícito a la postura de los disidentes, con lo que si bien
refiramos a los votos particulares estaremos hacIendo menCIOn, formalmente la postura del tribunal fue una, en cuanto a la mo-
si no se indica lo contrario, tanto de los discrepantes como de los tivación la mayoria fue de signo opuesto, con el resultado lógico
concurrentes, ya que en principio no hay grandes diferencias en- del oscurecimiento de la verdadera opinión del Tribunal ll •
tre ambos tipos de opiniones separadas. No obstante, los votos Antes de pasar al próximo punto, creo necesario realizar dos
concurrentes presentan alguna particularidad propia que es ne- aclaraciones.
cesario poner de relieve. . . En primer lugar, independientemente de que al estudiar el
Las concurring opinions pueden ser conSIderadas en ocasIO- origen histórico del voto particular, tanto en el derecho compa-
nes una especie de voto particular de la mayoria, ya que sus rado como en el derecho español mencionemos la institución del
formulantes apoyan el fallo pero disienten en su motivación. En voto reservado (vigente en España al menos desde las Ordenan-
estas circunstancias, el problema puede surgir por el hecho de zas de Medina de 1489 hasta la nueva Ley Orgánica del Poder
que la mayoría que apoya la decisión no sea ~al, puesto q.ue el Judicial fruto de la Constitución de 1978) y el voto di scissura
número de jueces que se adhiere a la sentencIa en su conjunto (vigente en algunos estados preunitarios italianos, por ejemplo,
puede ser menor que el de firmantes de votos partic~la~~s. La Nápoles) 12, porque pueden ser considerados antecedentes del
decisión pierde entonces gran parte de su valor de convIccI,on, ya voto particular tal como ahora se entiende, no deben confundir-
que cumple el requisito formal de contar con una mayona ~ue se con este último. El voto reservado o di scissura cúnsistente en
apoya el fallo pero sin que se dé una mayoría real en la motIva- la posibilidad de que el juez disconforme con la opinión de la
ción 10. Un caso paradigmático en este sentido es el que se solven- mayoría salve su voto en un libro especial secreto, tenía por úni-
tó ante el Tribunal Supremo americano en 1952, conocido como ca finalidad ser utilizado en los casos de juicios por responsabili-
dad de jueces y magistrados o de recurso ante el Tribunal Su-
internazionali, scritti raccolti a cura di C. MORTATI. Milán, 1964, pág. 115, pero las premo 13 •
citas que aquí se hagan estarán referidas a la edición en f~ancés). .
9 Sobre la distinción entre dissents y concurrences, vease por ejemplo, J. L.
11 El problema que se planteaba en el caso Steel-Seizure era el de las prerro-
CASCAJO CASTRO, «La figura del voto particular en la jurisdicción constitucional gativas presidenciales. En 1952 el presidente Truman ordenó la incautación de
española», en Revista Española de Derecho Constitucional, núm.,! 7, may~-agosto, toda la industria americana del acero ante el anuncio de una huelga en el sector,
1986, pág. 180; C. MORTATI, «Consideraz~oni.sul p~ob~ema dellmtroduzlon~ de.1 sin ninguna autorización específica apelando a los poderes implicitos del Presi-
"dissent" nelle pronuncie della Corte costltuzlOnale Italiana», en AA. VV., La glUStl- dente. Planteado el asunto ante el Tribunal Supremo, la decisión de la mayoría
zia costituzionale (a cura di G. MARANINI), Florencia, 1966, pág. 158; A. PIZZORUSSO, fue invalidar la decisión presidencial, pero, como se ha dicho, parte de la mayoría
ob. cit., pág. 47; R. VACCARO, ob. cit., pág. 12; Y J. WRÓBLEWSKI, ~b. cit., pág. 355. E~ en sus votos separados argumentaba a favor del Presidente, dando de esa forma
un intento de realizar una clasificación más completa de los tipos de votos parti- la razón a los magistrados que votaron en contra de la decisión mayoritaria. So-
culares hay quien, con base siempre en esta distinción, h~b!a de ?pi~i?nes dis- bre este caso, véase B. SCHWARTZ. Los poderes del Gobierno. Comentario sobre la
identes, opiniones individuales (los votos concurrentes), oplm~nes.:ndlvld~~les y Constitución de los Estados Unidos, Tomo TI (Poderes del presidente), trad. esp.,
disidentes (se discrepa en parte del fallo y en parte de la motlVaclOn), o~lI.tlOnes México, 1966, págs. 72-79.
conjuntas (varios jueces formulan una opinión separada indi~i~~al o ~Isldente 12 Sobre ambos, véanse, G. GORLA, «La struttura della decisione giudiziale in
conjuntamente) y opinión de la mayoría (la expresada en la declslOn). ASIlo hace, diritto italiano e in "Common Law": riflessi di tale struttura sull'interpretazione
por ejemplo, A. P. SERENI, ob. cit., pág. 821. . , della sentenza, sui "Reports" e sul "Dissenting"», en Giurisprudenza italiana, 1965,
10 Esta circunstancia la ponen de relieve, entre otros, e. MORTATI,ob: clt:, pago
1, pág. 1255, nota 33; y A. GIULIANI Y N. PICARD!, La responsabilitd del giudice, Milán,
158 y L. P. ONETO, «Le opinioni dissenzienti dei giudici della Corte COStItuzlo?ale 1987, pág. 90.
tedesca», en Annali della Facoltd di Scienze politiche di Genova, 1976-1977, nums. 13 Véanse en este sentido los arts. 367, 368 Y 914 de la LEe.
4-5, pág. 1099.

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En segundo lugar, y aunque parezca algo obvio, creo intere- nos amplias de reconocimiento de las discrepancias en los ór-
sante destacar que el voto particular no posee ninguna eficacia ganos colegiales. Sin embargo, una serie de circunstancias his-
jurídica, ya que la decisión mayoritaria no pierde fuerza jurídica tóricas, incluso muy dilatadas en el tiempo, provocan que el
por más opiniones disidentes que la acompañen. Su única virtua- principio de publicidad de las deliberaciones vaya cediendo te-
lidad, y esto es algo discutido sobre lo que volveremos más ade- rreno en casi todos los países e instaurándose el principio del
lante, se deriva de su fuerza argumentativa y de la posibilidad de secreto o, en el mejor de los casos, la institución del voto reser-
que en el futuro pueda ser tenido en cuenta, pero sólo en ese vado.
momento posterior se convertirá en una decisión. Hasta enton- Así, el principio del secreto consagrado por el proceso romano
ces es sólo una opinión minoritaria en el seno de un tribunal 14. y canónico como antecedentes 18 y, sobre todo, la concepción ius-
naturalista del derecho y la Revolución francesa tienen como
consecuencia que la regla general en la mayoría de los sistemas
2. Aproximación histórica a la introducción del voto particular jurídicos continentales hasta bien entrado el siglo xx haya sido el
secreto en las deliberaciones y la prohibición a los jueces de ex-
Es difícil establecer un momento histórico y temporal que teriorizar cualquier discrepancia. La influéncia del iusnaturalis-
pueda considerarse como la introducción del voto particular en mo en este proceso es como consecuencia de su propia filos afia
los sistemas jurídicos, debido fundamentalmente a la variedad de del orden, de la autoridad y de la disciplina, que considera que
formas de disenso más o menos institucionalizado que han exis- cualquier control externo constituye una amenaza a la indepen-
tido y a los avatares históricos porque todas ellas han atravesado. dencia del juez 19. Por su parte, Francia, a pesar de un breve pe-
De cualquier forma, creo clarificador distinguir dos líneas de ríodo después de la Revolución (entre 1791 y 1795) en el que se
evolución que han configurado la situación actual del voto par-
ticular (o de cualquiera de las instituciones a él asimilables) en el
El voto reservado en España tiene su origen en las Ordenanzas de Medina de
derecho comparado: la Europa continental y los sistemas de 1489, en cuyo capítulo 14 (Ley XL del Título 1.0 del Libro 5,° de la Novissima
common law (básicamente Gran Bretaña y Estados Unidos). Recopilacion) se 'dice:
En Europa continental el respeto a la discrepancia en las deli- Por quanto muchas veces acaece, despues de dadas las sentencias por los
beraciones colegiales existía ya en la democracia griega como nuestros Presidentes y Oidores, y aun despues de firmadas, alguno ó algunos
respuesta a un ideal dialéctico 15, También, tanto en el primitivo dellos dicen que no votaron ellos en las dichas sentencias, y sus votos fueron
derecho germánico, donde las decisiones se tomaban en públi- contrarios á lo que por ellas parece; por lo qual nacen diferencias entre los
co 16, como en los Estados italianos previos a la unificación y en dichos Presidentes y Oidores, y dan ocasion á las partes de se quejar, y decir
que injustamente fueron condenados, y las cartas executorias de las tales sen-
España, donde por medio de la institución del voto reservado los tencias se difieren, y aun á las veces no se cumplen: ordenamos y mandamos,
jueces podían salvar su voto 17 , se contemplan formas más o me- que de aquí adelante en todos los pleytos arduos, y de substancia, especial en
todos los que exceden de cien mil maravedis, el Oidor mas nuevo de cada Sala
14 A. P. SEREN!, ob, cit., págs, 845-849, escriba los votos de las sentencias brevemente, en que todos fueren, y qual fué
15 A, GIULlANI Y N, PICARD!, ob. cit., pág, 4. en contrario voto, en un libro enquadernado, sin poner causas y razones algu-
16 L. p, ONETO, ob, cit., pág, 1087; A, GIULIANI Y N. PICARD!, ob, cit., págs, 43-44; y nas de las que les movió á votar; el qual esté en poder del Presidente, y lo tenga
K. H, NADELMANN, «Il "dissenso" nelle decisioni giudiziarie, Pubblicita contra segre- secreto en buena guarda, para que cada y quando cumpliere saberse los dichos
tezza», en AAVV" Le opinioni dissenzienti dei giudici costituzionali ed internazio- votos, se puedan probar por el dicho libro; y el dicho Presidente jure, que ten-
nali, escritti raccolti a cura di C. MORTATI. Milán, 1964, pág, 32, drá secretos los dichos votos y libro, y no lo revelará á persona otra alguna sin
17 Sobre la situación en Italia antes de la unificación y los votos di scissura y nuestra licencia y expreso mandado: y el dicho Presidente tenga otro libro apar-
reservados, véase V, DENT!, «Per il ritorno al "voto di scissura" nelle decisioni giu- te donde se escriban los votos de las causas que tocaren á Oidores, porque no
diziarie», en AA,VV" Le opinioni dissenzienti dei giudici costituzionali ed interna- los puedan ver.
zionali, scritti raccolti a cura di C. MORTATI, Milán, 1964, págs, 4 y 6; K. H, NADEL·
MANN, oh. cit., pág, 40; A, GIULIANI Y N, PICARD!,ob, cit., págs, 43, 44 Y 90; G, GORLA, 18 K. H. NADELMANN,ob. cit., pág, 32,
ob cit., pág, 1255; Y L. P. ONETO, ob, cit., pág, 1084, 19 A, GIULIAN! Y N, PICARD!, ob, cit., págs, 11 y sigs.

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abandona el secreto por la desconfianza hacia los tribunales por
parte de las masas y por la tendencia jacobina al control de la pendencia. Así, en un primer momento de vida del Tribunal Su-
actividad de los poderes públicos por parte del pueblo 20, es la premo americano la práctica seguida, a imitación de la inglesa,
que, a través de la legislación napoleóni~a, ~xtiende el secreto; era la denominada seriatim opinion, consistente en que un juez
por un lado, pa;a aca?ar con, la~ «escenas mdIgnaS» que acompa- detrás de otro iba declarando su opinión personal, sin que exis-
ñaban a las dehberacIOnes pubhcas 21 y, por otro, porque el secre- tiera una decisión del tribunal como tal. Poco antes de que el
to favorecía la incorporación del juez al aparato estatal y su fun- juez Marshall fuera nombrado Presidente se consolidó la prácti-
cionarización. . . ca de que el Chief Justice expresara la «opinión del tribunal»
En Gran Bretaña y Estados Unidos el proceso es dIstmto a permitiendo a los jueces discrepantes que expresaran pública-
pesar de que el punto de partida es muy similar. El origen ?~ ,la mente su opinión contraria, práctica que en 1801 fue transfor-
situación en ambos sistemas habría que buscarlo en la tradIcIOn mada por Marshall en una regla procesal del tribuna1 23 , momento
judicial inglesa de la discusión pú~li~~ de la decisión en la. que que puede considerarse como el de nacimiento del voto particu-
cada juez expresa oralmente su opmIOn. Como consecuenCIa de lar tal como hoy lo entendemos 24.
la situación colonial en la que se encontraban los actuales Esta- Baste este breve discurso histórico para entender las circuns-
dos Unidos de América, alg~nos de. los .trib~males ~ng~es~s ~~n tancias en las que surge la dissenting opi'nion y, sobre todo, las
particular los de la última mstanCIa) ejerCIan, su jUnSdICc~~n distintas instituciones que son a menudo asociadas a ella sin que
también en tierras americanas 22 , lo que provoco la export~cIOn en muchos casos tengan demasiado en común. En este sentido,
de esa tradición al sistema judicial estadounidense tras la mde- es preciso distinguir claramente, como ya ha sido puesto de re-
lieve más arriba, la práctica del voto particular instaurada por
primera vez en el Tribunal Supremo americano y recogida des-
20 Esas son las causas apuntadas por G. LOMBARD!, «Pubblicita e s~gr~t.ezza
pués por distintos sistemas jurídicos europeos (entre ellos el es-
nelle deliberazioni della Corte Costituzionale», en Rivista Trimestrale dI n.trltt~ e
Procedure Civi/e, 1965, fasc. 3.", págs. 1147-1148; y K. H. NADELMANN,ob. Cit.,yag. pañol, inicialmente con el Tribunal de Garantías Constitucionales
43. Por otro lado, hay que recordar que la publicidad en el pro¡:eso .fue un ~~eal republicano y, como consecuencia de la Constitución de 1978,
liberal ganado con la revolución francesa (M. CAPPELLETTI. «!~eologle ne,l dmtto para todo el poder judicial), y otras figuras históricas, como la
processuale», en Rivista Trimestrale di Diritto. ~ Procedura Ctv~le: 196~,'pag. 215), seriatim opinion (verdadero precedente de los actuales dissents,
paralelo al que se produjo respecto a la pubhcldad ~n la a?r~llmstraclOn, batalla pero diferente por corresponder a un modelo de justicia muy
en la que se venció al secretismo imperante en el.a~tlgu~ ,reglmen (al re~pecto, E.
GARCÍA DE ENTERRÍA Revolución francesa y Adl11l11lstraclOn contemporanea, Ma- alejado del actual) o el voto reservado, cuya finalidad no tiene
drid, 1981,2," ed.; y J. M. CASTELLSARTECHE. «El derecho de acc.es? a la. ?oc~m~n­ nada en común con la de la institución objeto de estudi0 25 •
tación de la Administración Pública», en Revista Vasca de Adl11l11lStraclOn PublIca,
núm. 10, vol. I, 1984, págs. 136 y sigs.). . 23 Puede consultarse este proceso histórico en K. M. Zo BELL. ob. cit., págs.

21 La expresión es de G. LOMBARD!.ob. cit., pág. 1148, .nota 9: Sobre,la mfluen- 71-76; K. H. NADELMANN.ob. cit., págs. 36-40; R. GIORDANO, «La motivazione della
cia francesa en la popularización del secreto en las deh~era~lOnes veanse tam- sentenza e l'istituto del disenso nella prattica della suprema Corte degli Stati Uni-
78i,
bién V. DENTI. ob. cit., pág. 5; A. GIULIANI Y N. PICARD!, ob. Cit., pago K. ~. ~AD~L: ti», en Rassegna diDiritto Pubblico, 1950, l, pág. 153; L. P. ONETO, ob. cit., pág. 1083;
MANN. ob. cit., pág. 43; y G. GORLA. «Le opinioni non "se~re~e del glUdlcl R. VACCARO, cit., pág. 12; y M. J. RIDAURA MARTÍNEZ: «La regulación de los votos
dissenzienti nelle tradizioni dell'Italia preunitaria», en Il Foro Italta~1O,.1 ?82: V~ 7, particulares en la Constitución española de 1978», en E. ALVAREZ CONDE (editor),
núm. 4, pág. 100 (luego también en AA.VV., Il segreto nella realtá gnmdlca ¡falta- Diez afios de régimen constituciona¿ Madrid, 1989, pág. 377.
na, Pádua, 1983). . 24 En este sentido, E. GARCÍA DE ENTERRÍA, La Constitución como norma y el

22 Sobre los tipos de tribunales ingleses y su práctica, K. H. NADELMANN, ~b. cit., Tribunal Constitucional, Madrid, 1981, pág. 235; G. GORLA, «La struttura della de-
págs. 33-36; y K. M. Zo BELL. «L'es~r~ssion~ di.g.iu~izi separati nella Sup~e,?a .Co.r- cisione ... », cit., pág. 1255; C. MORTATI, «Le opinioni dissenzienti dei giudici costitu-
te: storia della scissione della deCislOne glUdlZlana», en AA. VV., Le. Opll11011l ~1S­ zionali ed internazionali Prefazzione», en AA. VV., Le opinioni dissenzienti dei
senzienti de; giudici costituzionali ed il1ternazionali, scritt~ raccolt~ a cura di ~. giudici costituzionali ed internazionali, scritti raccolti a cura di C. MORTATI, Milán,
MORTATI, Milán, 1964, págs. 63-71. En general, acerca de la mfluenCia de.t~ tradi- 1964, pág. IV (luego en Raccolta di Scritti, vol. ID, Milán, 1972); y M J. RIDAURA
ción inglesa en el sistema americano, G. GORLA. «La struttura della deCislOne ... », MARTÍNEZ.ob. cit., pág. 377.
cit., pág. 1255. 25 Como se dijo en el punto anterior y queda claro en la nota 17, la finalidad
del voto reservado era exclusivamente disciplinaria, aunque no son pocos los

68
69
3. El voto particular en el derecho comparado ~ema un cierto acuerdo en destacar que una de las razones de la
mnegabl~ impo~tancia del !ribunal ~uprerno en el sistema polÚi-
Como se ha señalado en el punto anterior; la evolución de la co .aI?er~:ano, tl~ne su ongen, precIsamente, en sus dissenting
institución del voto particular en los sistemas de common law y opl':l<:ms , p:actIca que puede ser considerada la regla en sus
en los sistemas continentales ha sido diferente por causa bási- declSlones mIentras que la unanimidad sería la excepción JO; y, en
camente de sus distintas tradiciones jurídicas 26. No obstante, esta concreto, por el hecho de que ha sido relativamente frecuente en
separación entre los dos tipos de sistemas jurídicos, válida para la hi~t~~ia del Tribunal Supremo que un voto particular acabe
explicar la diferente consideración histórica de las discrepancias convIrtIendose con. el paso del tiempo en la opinión mayoritariaJI.
judiciales, hoy en día hay que tomarla con mucha mayor cautela. Ante :sta expenencia surgen rápidamente dos preguntas: cuál
En efecto, fundamentalmente tras la Segunda Guerra mundial es la razon de este desarrollo del dissent y cuál es la razón de su
asistimos a una tendencia por parte de los ordenamientos conti- fre~~enc~a. ,L~ primera c~estión tiene, además de la obvia expli-
nentales proclive a reconocer en su seno, con más o menos am- CaClO? hIstonca ~a mencIOnada, una respuesta que -si se me
plitud, la figura del dissent 27 • Por ello, vamos a dedicar este apar- permIte- llam~re «estruc~ura!»: la especial posición política que
tado a exponer la situación actual del voto particular en los en el ordenamIen!O constItucI??al ocupa el Tribunal Supremo
distintos ordenamientos jurídicos y la evolución producida en al- ~~mo c.onsecuencIa de la eleccIOn de sus jueces con criterios po-
gunos de ellos. htlcos tIene como consecuencia que el dissent se haya convertido
En primer lugar, es necesario hacer mención de la situación en un elemento de corrección del principio de discrecionalidad
en Gran Bretaña y Estados Unidos, ya que es allí donde, como e?, el nombramiento. de los miembros del tribunap2. La explica-
hemos visto, nace el voto particular en su sentido actual. En Clon .de la frecuencIa de los votos particulares es, a mi juicio,
Gran Bretaña continúa hoy la tradición de la discusión pública, a~'phable, al menos en parte, a cualquier otro ordenamiento: his-
al menos en algunos tribunales 28, mientras que el ordenamiento tO~Icamente parece que el New Deal influyó en la división del
norteamericano constituye en este momento un interesante ob- Tnbunal en conservadores y progresistas, pero, además, lo abs-
jeto de estudio por ser el sistema jurídico que ofrece una expe- tra~to de las normas a interpretar, el aumento de controversias
riencia más dilatada en la práctica moderna del voto particular. delIcadas y difíciles y la amplitud de los intereses en conflicto
En este sentido, se detecta rápidamente entre los estudiosos del han sido señalados como factores que han favorecido ese he-
cho JJ •

autores (como se ha visto) que mencionan esta institución española co¡:no un 2~ ,Ch. AIKlN, «The Role of Dissenting Opinions in American Courb,) en Il Politi-
precedente del voto particular. En este sentido, coincido plenamente con la criti- ca, l~um. 2, 1968, ~ág. 2?7; y A. GARRORENA MORALES, ob. cit., pág. 18. '
ca efectuada por A. GWLIANI y N. PICARDI (ob. cit., pág. 90, nota 15) a NADELMANN en '.. En est~ senttdo, veas e Ch. AIKlN, ob. cit., pág. 264. Sobre la frecuencia de las
cuanto a que las Ordenanzas de Medina no son un punto de partida, sinq de deCISIOnes CII1~o. a ~u~/ro, G. AMATO, «Osservazioni sulla "dissenting opinion"" en
llegada de la opinión disidente en España (hasta, claro está y a salvo del corto AAVV.: Le Op1l11~11l dlssel1zien/i dei giudici cos/ituzionali ed internazionail; scritti
período republicano, la Constitución de 1978). r~cco!tl a cura dI C. MORTATI, Milán, 1964, pág. 21; Y A. GARRORENA MORALES, ob.
26 Sobre las diferencias entre ambos sistemas respecto del tema que nos ocu- cit., p~g . 18. No ob,stante, ~ p.esar de esta práctica, no faltan voces que reclaman la
pa, A. P. SERENI, ob. cit., págs. 827-829. unammldad (o mas unammldad que la existente) al menos para los casos impor-
27 Así lo constatan, entre otros, G. ROLLA. Indirizzo politico e Tribunale Costitu- ta.ntes, c~m~ ~a de B. SCHWARTZ. (ob. cit., pág. 74), cuando señala: «Para que un
zionale in Spagna, Nápoles, 1986, pág. 147; Y A. GARRORENA MORALES, «La senten- tnbu~al JudIcial hable con certidumbre para decidir una causa importante, es
cia constituciona¡", en Revista de Derecho Político, UNED, núm. 11, 1981, págs. esencial que hable con una sola voz."
19-20. JI Es la opinión, por ejemplo, de Ch. AIKlN, ob. cit. pág. 19' Y G. ROLLA ob CI't
28 K. H. NADELMANN, ob. cit., págs. 33-34; E. RAMBRO, ob. cit., pág. 1668; Y P. págs. 142 y 143. ' , , . .,
CALAMANDREI, Processo e democrazia, Pádova, 1954 (luego en P. CALAMANDREI, Ope- :: La idea. la a.~unta R. GIORDANO, ?b. cit., págs. 154-157 y 166.
re giuridiche, a cura di M. CAPPELLETII, vol. 1, Nápoles, 1965, pág. 660, que es por . . - ~a exphcaclOn la d~ para el Tnbunal Supremo americano, R. VACCARO, ob.
donde se cita; existe también una traducción española de H. FIX-ZAMUDIO, Proceso Clt., pa~s. 13-14. Sobre la mfluencia de factores semejantes en cualquier otro or-
y Democracia, Buenos Aires, 1960). denamlento, G. ROLLA,ob, cit., pág. 143.

70 71
Siguiendo en el mismo continente, aunque inicialmente la in- otros, lo que ha supuesto un paso importante en el asentamiento
fluencia española generalizó en Centro y Sudamérica la institu- de la institución en Europa. Así, por ejemp~u, además de Portu-
ción del voto reservado, poco a poco el dissent ha ido extendién- gal, Yugoslavia y Austria 43, es significativo el cambio en la Repú-
dose y lo contemplan de una u otra forma México (art. 197 de la blica Federal de Alemania,
Ley de Amparo de 1936), Argentina, Brasil, Chile, Colombia, En efecto, en Alemania había sido un principio básico el se-
Cuba, Ecuador, Perú, Puerto Rico, Uruguay y Venezuela 34 ; man- creto del voto de los jueces en aras de su independencia, regis-
teniéndose el secreto de las deliberaciones en países como Haití y trándose las disidencias en un libro secreto en la Corte 44 , Durante
la República Dominicana 35. esa situación hubo algunos intentos de introducir la posibilidad
Tampoco se ha reconocido la publicidad en Egipto y Marrue- del voto particular, como durante la tramitación parlamentaria
COS 36 , mientras que en Japón existe para el Tribunal Supremo de la Ley de 12 de marzo de 1951 sobre el Tribunal Constitucio-
desde 1947 37 , pero lo que más interés puede tener es la situación nal Federal, pero fueron rechazados. Sin embargo, a partir de
en Europa. 1952 se abren tímidamente camino algunos intentos puntuales
Aunque en la actualidad existen todavía países que no han de ruptura del secreto y empiezan a publicarse algunos resulta-
otorgado reconocimiento en sus sistemas jurídicos a la institu- dos de votaciones sin mencionar los nombres de los jueces, hasta
ción del voto particular, como Holanda 38 , Luxemburgo 39, Bélgi- que la Ley de Reforma de 1970, en su art. 30, introduce la figura
ca 40 o Francia 41, a los ordenamientos que ya recogían la posibili- del voto particular en el Tribunal Constitucional alemán, aunque
dad de las dissenting opinion 42 han venido a añadirse algunos sin resolver la cuestión en el plano doctrinal, ya que sigue du-
dándose de la conveniencia de su mantenimiento 45,
34 Sobre esto~ países, P. CALAMANDREI, ob, cit., pág. 661; L. P. ONETO, ob, cit., pág.
1084; Y K. H. NADELMANN, ob, cit., págs, 41-42. HAMBRo,ob. cit., págs, 1668 y 1669; Y L. P. ONETO, ob, cit., pág, 1084. En cuanto a
35 K. H. NADELMANN,ob, cit., pág, 42, los países socialistas, en todos ellos está reconocido el voto particular. Por ejem-
36 K. H, NADELMANN, ob. cit., pág. 47. plo, en Polonia desde la codificación tras la Primera Guerra mundial, y en la
37 K. H. NADELMANN, ob, cit., pág, 42; Y L. P. ONETO,ob. cit., pág, 1084. actualidad en los Códigos Procesales penal de 1969 Y civil de 1964 (J. WRÓBLEWS·
38 L. p, ONETO, ob, cit., pág. 1085; Y K. H. NADELMANN, ob. cit., pág. 46, KI,ob, cit., págs. 350 y sigs.),
39 L. P. ONETO, ob. cit., pág, 1085, 43 Para Portugal véase L. p, ONETO, ob, cit., pág. 1084; Y K. H. NADELMANN, ob,
40 En la Corte de Arbitraje belga (instituida en 1983) no se contempla la posibi- cit., pág. 41. Yugoslavia tiene la especificidad de que en la Constitución de 1974 se
lidad del voto particular por razones bastante distintas que en otros ordenamien- configura el voto particular no sólo como un derecho sino como un deber del
tos. La razón de fondo para rechazar esa institución estriba en el interés en evitar juez disidente; véase G. ROLLA,ob. cit., pág. 148; A, GARRORENA MORALES, ob. cit.,
que pueda salir a la luz una eventual votación que oponga a las comunidades pág, 20; Y S, C. PANZA Y A. REPOSO, «Le "dissenting opinions" ancora alla ribalta», en
lingüísticas, Véase al respecto J, SOHIER, «"Vote secret" ou "vote dissident" (La Quaderni Cosliluzionali, dicembre 1981, págs. 596 y 597, Para Austria, véase G.
pratique de la publication des opinions dissidentes au Tribunal constitutionnel ROLLA, ob, cit., pág, 148; Y T, OHLINGER. Lege sulla Corle costituzionale austriaca,
fédéral allemand)), en AA,VV" Mélanges offerls el Rayl1lond Vander Elsl, Tomo 11, Florencia, 1982, págs, 92-93.
Bruselas, 1986, págs, 755 y sigs. También abordan la regulación belga L. p, ONETO, 44 Sobre la situación en Alemania hata 1970, E. 1. COHN, «Dissenting opinions in
ob, cit., pág, 1085; K. H. NADELMANN, ob. cit., pág. 46; Y E. HAMBRO, ob. cit., pág. ·German Law», en Inlernalional and COl1lparative Law Quarterly, voL 6, 1957, pág.
1668. 540; E. HAMBRO, ob. cit., pág. 1668; Y K. H. NADELMANN, ob. cit., págs. 49 y sigs.
41 En Francia, a pesar de no existir ninguna norma que prohíba el voto par- 45 Para conocer todo este proceso y la práctica del voto particular en Alema-
ticular y de las críticas dirigidas a su no puesta en práctica, sigue sin reconocerse. nia, véase J. SOHIER, ob. cit., págs, 756 y sigs.; y L. p, ONETO, ob. cit., págs, 1100 Y
Así lo ponen de manifiesto G. ROLLA, ob. cit., pág. 147; K. H. NADELMANN, ob. cit., sigs. Sobre la Ley de Reforma de 1970 pueden consultarse además, G, ROLLA, ob.
pág. 43; L. P. ONETO, ob. cit., pág. 1085; E. HAMBRO, ob, cit., pág. 1886; A, GROSSER, cit., pág. 148; E. GARCÍA DE ENTERRÍA, La Constitución como normQ. .. , cit., pág. 235,
«Cours constitutionnelles et valeurs de référence. A propos de décisions sur l'a- nota 256; y A, GARRORENA MORALES, ob, cit., pág. 19. En cuanto a la conveniencia
vortement», en Pouvoin; núm. 13, 1980, pág. 118; G. GORLA, «Le opinioni non "se- de su introducción, puede consultarse la postura de W. K. GECK (<<Nombramiento
grete" .. ,», cit., pág, 100; Y L. PHILIP, Legge organica sul Consiglio Coslituzionale y "status" de los Magistrados del Tribunal Constitucional Federal de Alemania»,
francese, Florencia, 1982, págs. 44-45. en Revista Espal10la de Derecho COl1stitucional, núm. 22, 1988, pág, 218), quien
42 Así sucede, por ejemplo, en Suiza, Noruega, Suecia, Dinamarca, Finlandia y apela a lo «problemático» del estilo de algunos votos separados, Muestra de la
Turquía, Para estos países véase K. H, NADELMANN, ob, cit., págs, 32, 33 Y 36; E. cautela con la que en 1970 se admite la figura es el hecho de que la introducción

72 73
Este proceso europeo favorable a la introducción del dissent secreto con el art. 18 de las Normas integrativas para los juicios
tiene una excepción notable en Italia, no porque constituya un ante la Corte costituzionale de 16 de marZ(J de 1956, al disponer
caso aislado sin voto particular (ya que como se ha visto son que las sentencias y autos del tribunal debían ser firmados por el
varios los ordenamientos que no lo reconocen), sino porque se presidente y por todos los jueces pero sin hacer mención del re-
trata, sin duda, del país donde el debate ha sido más intenso y los dactor, con lo que se colocaba un nuevo obstáculo al voto parti-
intentos de reconocimiento de la institución más constantes y cular 5o • El 9 de julio de 1973 hay un nuevo intento con la pro-
con menos éxito. La actual prohibición de cualquier forma de puesta de Ley constitucional presentada por los diputados De
exteriorización de las discrepancias en el seno de un tribuna1 46 ha Martina, Bertoldi, Ferri y Achilli, cuyo art. 4 establecía que las
sido sometida a severas criticas 47. De ellas han nacido diversos opiniones y motivaciones discrepantes expresadas por los jueces
intentos de cambio de la regulación jurídica de la materia, algu- deberían ser publicadas, unidas a las sentencias y autos de la
nos doctrinales 4B, pero otros parlamentarios. Corte costituzionale con indicación de los jueces que las suscri-
En este sentido, ya en la discusión del proyecto sobre la cons- bieran 51. Por último, más recientemente, la cuestión fue reabierta
titución y funcionamiento de la Corte costituzionale (después con la misma suerte que en los intentos anteriores por el diputa-
convertido en la Ley 11 de marzo de 1953, núm. 87) se rechazó do de la izquierda independiente Rodota con una propuesta de
una propuesta en el sentido de que cada juez pudiera expresar ley presentada el 6 de febrero de 1981 y con ocasión de los deba-
los motivos del voto emitido, entre otras razones, porque habría tes de la Commissione parlamentare per le riforme istituzionali
acentuado la importancia política del tribunal y atacado su inde- en 1983 52 •
pendencia 49. Poco tiempo después se confirmó el principio del
expresar los motivos del voto emitido. Este sistema, vigente en los Estados
del voto particular es una de las razones alegadas por el Gobierno para eliminar Unidos, pero que es extraño a nuestra tradición juridica, indudablemente ha-
la posibilidad de reelección de los Magistrados, señalando que era preciso evitar bria acentuado la importancia política de la Corte y habria también contribui-
que se relacionara <da formulación de un voto disidente y el ejercicio del derecho do a la evolución, más en profundidad, de la elaboración de las instituciones
de nombramiento» (ibídem, págs. 192-193). constitucionales, ampliando notablemente su conocimiento general, pero ha-
46 Sobre la regla del secreto en Italia, K H. NADELMANN. ob. cit., pág. 46; L. P. bría podido conducir, en un país como el nuestro, en el que la vida política
ONETO. oh. cit., pág. 1085; Y C. MORTATI. «Considerazioni sul problema ... », cit., pág. está dominada por organizaciones de partidos, en su mayoria de masas, a una
155. forma de control sobre la actividad de los jueces por parte de fuerzas políticas
47 Independientemente de que en el próximo punto, al abordar el debate acer- organizadas, control que fatalmente habria podido incidir sobre la indepen-
ca de la admisión o no del voto particular, serán expuestos los argumentos mane- dencia y sobre el prestigio de la Corte.»
jados por unos y otros, puede afirmarse que la critica de fondo incide en la con-
cepción burocrática de la función jurisdiccional que supone la regulación italiana Sobre este intento parlamentario, véase C. GERACI. «Introduzione», a O. W.
de prohibición del dissent (en este sentido, L. BASSO. ob. cit." pág. 181). Por esta HOLMES. Opinioni dissenzienti, a cura di C. GERACI. Milán, 1975, pág. XI, que es de
razón antes de la unificación de los Estados italianos, cuando la judicatura estaba donde hemos tomado el texto anterior; y C. MORTATI. «Prefazione», cit., pág. V.
mucho menos burocratizada, se aceptaba la opinión discrepante (V. DENTI. ob. 50 En este sentido, G. ROLLA. ob. cit., pág. 147; Y C. GERACI. ob. cit., pág. X.
cit., pág. 8). 51 Acerca de este nuevo intento, G. ROLLA. ob. cit., pág. 147, nota 52; A. GARRO-
• 48 Quizás el intento más importante en el plano doctrinal de crear un estado RENA MORALES. ob. cit., pág. 20; Y S. C. PANZA Y A. REPoso. ob. cit., págs. 596 y 597.
de opinión favorable a la admisión del voto particular en Italia sea el libro editado 52 Sobre la propuesta de Rodota, véase S. C. PANZA y A. REPoso. oh. cit., pág.
por C. MORTATI. Le opinioni dissenzienti dei giudici costituzionali ed internaziona- 596. Para conocer la postura del proponente, véase S. RODoTA. «L'opinione dissen-
li, Milán, 1964; con trabajos del mismo Mortati y de V. DENTI. G. AMATO. K H. z~ente dei giudici costituzionali», en Politica del diritto, 1979, núm. 6, págs. 637 y
NADELMANN. K Zo BELL. W. D. DOUGLAS y A. P. SERENI. SIgS.; e ID., «La Corte, la politica, l'organizzazione sociale», en AA.VV., Corte costi-
49 En concreto, en la Relazione de la Comisión especial de la Cámara de Dipu- tl!zionale e sviluppo della forma di governo in Italia, Bolonia, 1982, págs. 509 y
tados sobre el proyecto de ley «Normas sobre la constitución y el funcionamiento SIgS. En cuanto a los resultados de la conocida como Comisión Bozz~ entre las
de la Corte costituzionall!», se lee: R~lazione di Minoranza se incluye una del diputado Riz (del Südtiroler- Volkspar-
tel) que muestra su desacuerdo con la publicidad de las tesis minoritarias de la
«La motivación de la sentencia es expresión del pensamiento de la mayoria. Corte costituzionale, «para conservar la unidad de indirizzo de la jurisprudencia
Se ha examinado y rechazado la propuesta de que todo juez pudiese o debiera de la Corte;). En España sobre la Comisión Bozzi puede verse A. SAIZ ARNAIZ. «La

74 75
Derechos Humanos-, como el art. 57 del Estatuto del Tribunal
Todos estos intentos, y algún otro más original 53, acabaron Internacional de Justicia, reconocen el VOlLl particular, Sin em-
como se ha visto en fracasos, de los que no son seguramente bargo, en el Tribunal de Justicia de la Comunidad Europea se
ajenos algunas opiniones ilustres que pusieron de manifiesto los mantiene el secreto de las deliberaciones 56.
peligros de admitir el voto particular 54. Para terminar, muy re-
cientemente se han alzado algunas voces pesimistas 55 acerca de
la posibilidad de que en un plazo más o menos corto pueda ad- 4. El debate sobre el voto particular
mitirse en Italia la figura del voto particular, debido fundamen-
talmente a la cantidad de trabajo del tribunal, ya que se entiende Realizando un somero repaso de la literatura juridica acerca
que la introducción del dissent aumentaria la motivación y, con- del voto particular, se cae rápidamente en la cuenta de que ha-
siguientemente, el tiempo de resolución de los asuntos. blar de las dissenting opinions es hablar del debate sobre su ad-
En cuanto a la situación en los tribunales internacionales, tan- misión o no en los sistemas jurídicos de que se trate. Efectiva-
to el art. 51.2 de la Convención Europea para la Protección de los mente, el centro de atención prioritario de los estudiosos han
Derechos del Hombre de 1959 -respecto al Tribunal Europeo de sido las ventajas y/o inconvenientes de adoptar para un deter-
minado ordenamiento la regla de la publicidad de las discrepan-
comisión bicameral para las reformas institucionales en Italia», en Revista Vasca cias en el seno de un tribunaL
de Administración Pública, núm. 8, 1984, págs. 425-448; J. PEMÁN GAVIN, «El Par- En un trabajo que tenga la intención de abordar el fenómeno
lamento italiano ante los proyectos de reforma institucional (las propuestas de la del voto particular en sus diversos aspectos no podía faltar, por
Comisión Bozzi)), en Revista de las Cortes Generales, núm. 6,1985, págs. 125-165;
y J. F. LÓPEz AGUILAR, «Un comentario al informe de la Commisione Bozzi», en tanto, un acercamiento a los diversos argumentos invocados a
Revista Española de Derecho Constitucional, núm. 21, 1987, págs. 137·174. favor y en contra de su admisión. Sin embargo, consciente del
53 Como consecuencia del fracaso de todas las iniciativas legislativas para in- hecho de que el acercamiento tradicional al debate, exponiendo
troducir el voto particular, en un inteligente trabajo Lombardi mantuvo que no las razones esgrimidas por unos y otros, parece bastante estéril,
era necesario introducir ninguna reforma en el ordenamiento juridico italiano creo más clarificador repasar los argumentos en general viendo
para sostener la posibilidad del dissent, ya que para él el art. 18 de las normas
integrativas, principal escoHo para admitir el voto particular por exigir la firma el uso realizado de cada uno de ellos por las distintas posturas.
del presidente y todos los jueces en la sentencia, choca con el art. 5 de ~a Ley Algunos de esos argumentos son patrimonio exclusivo, alternati-
sobre la Corte costituzionale de 1953, que al garantizar a cada juez del Tnbunal vamente, de los partidarios de introducir o eliminar los votos
no ser perseguido por las «opiniones expresadas y por los votos emitidos en el particulares, pero muchos de ellos son invocados en el debate
ejercicio de sus funciones», estaria admitiendo implícitamente las dissenting opi- por cualquiera de las partes.
nions (véase, G. LOMBARD!,ob. cit., págs. 1151-1154; sobre este intento, G. ROLLA,
ob. cit., pág. 147; C. MORTATI, «Considerazioni sul problema... », cit., págs. 168 y 169; Las razones que llevan a unos y otros a situarse a favor o en
y A. SORRENTINO, «Intervento. Convegno "La Corte costituzionale: interpretazio.ne contra del voto particular las podemos clasificar en dos grandes
e difesa della Costituzione''», en Rassegna Parlamentare, núms. 3-4, marzo-apnle, grupos 57: argumentos de orden institucional, que los subdivido a
1969, pág. 169. su vez en argumentos de orden institucional interno y argumen-
54 Me refiero a A. M. SANDULLI, «La Corte e la politica», en Diritto e Societa,
1983, págs. 395 y 396, que alegaba principalmente el peligro que podía suponer
tos de orden institucional externo; y argumentos relacionados
para la independencia de los jueces. Para hacerse una idea del duro debate en con la aplicación judicial del derecho.
Italia, véase la opinión de A. BALDASARRE, «"L'opinione dissenziente" e l'intervista
di Amadei», en Democrazia e diritto, núms. 1-2, 1981, pág. 238, que también para
garantizar la independencia de los jueces frente a los partidos propone introducir 56 Sobre el tema, véase A. P. SERENI, ob. cit., págs. 830 y sigs.; L. P. ONETO, ob.
el voto particular. En el mismo sentido que Sandulli, véase N. JAEGER, «La Corte cit., pág. 1085; K. H. NADELMANN, ob. cit., págs. 54-55; E. GARCÍA DE ENTERRiA, ob. cit.,
costituzionale nei primi anni della sua attivit~\», en Rivista Trimestrale di Diritto e pág. 235, nota 257; y E. HAMBRO, ob. cit., págs. 1669 y sigs.
Procedura Civile, 1985, págs. 783-785; y sobre la postura del mismo autor, C. GE- 57 La idea está tomada de G. ROLLA, ob. cit., págs. 138 y sigs., que divide los
RACI, ob. cit., pág. XI. argumentos a favor del voto particular en argumentos de orden institucional y
55 En concreto, la de G. ZAGREBELSKI, La giustizia costituzionale, Bolonia, 1988 argumentos conectados con la calidad de la interpretación jurídica.
(nueva edición de la de 1977), pág. 91.

76 77
A) Argumentos de orden institucional cia, los rumores y calumnias provocadas por el secret0 60 • En este
sentido, desde el seno del Tribunal Constituc'.:.mal español (RUBIO
Los argumentos de orden institucional son todos aquellos que LLORENTE) se ha resaltado la importancia del voto particular
tienen que ver con el tribunal como institución, su funciona- como «válvula de escape» para la vida interna del órgano: «Redu-
miento y su repercusión social. Por tanto, dentro de esta catego- ce mucho las tensiones. Uno se irrita menos si sabe que ante una
ría vamos a distinguir las razones relacionadas con los caracteres votación adversa puede exponer sus propias razones»61.
que se consideran deseables de un tribunal para su correcto fun- En segundo lugar y en la misma línea de razones, quienes se
cionamiento -que llamaremos argumentos de orden institucio- oponen a la admisión del dissent manifiestan su temor a que la
nal interno- y las razones que tienen en cuenta el papel social introducción de esta figura pueda llevar acarreada una menor
del tribunal, es decir, sus relaciones recíprocas con la sociedad autoridad de la decisión 62. La justificación de este riesgo es del
en la que está inmerso -que llamaremos argumentos de orden mismo estilo que la anterior y consiste en el efecto negativo que
institucional externo. sobre el grado de aceptación y convencimiento de la decisión
El primer argumento de orden institucional interno que es podría tener un pronunciamiento que se presente como no uná-
recurrente en el debate sobre el voto particular tiene que ver con nime 63 . Los argumentos empleados por los situados a favor del
la autoridad o el prestigio del tribunal o de su decisión. voto particular se articulan alrededor de dos ideas: la constante
En primer lugar, para los contrarios a la introducción del dis- unanimidad de un órgano colegial no es creíble y, por tanto, in-
sent su reconocimiento en un ordenamiento llevaría consigo la tentar transmitir esa imagen sería pretender mantener una ilu-
inmediata disminución de prestigio o autoridad del tribunal co- sión; y, además, está claro que desde un punto de vista jurídico
rrespondiente 5B, causada por el efecto pernicioso que una imagen formal ese presunto debilitamiento de autoridad no tiene ningu-
de división y falta de unanimidad podría provocar en la opinión na justificación, y desde un punto de vista sustancial, la influen-
pública, además de la posibilidad que se abriría de control de la cia y crédito de la decisión depende en última instancia del rigor
actividad del tribunal por parte de las fuerzas políticas y sociales, de la argumentación y no del número de votos ni del anonima-
control que igulamente iría en detrimento de la imagen del órga- toMo En cualquier caso, y aunque ciertamente pueda en algunos
n0 59 • Ante estas razones, los partidarios de las dissenting opinions
60 En general, véase L. BASSO, ob. cit., pág. 181; Y V. DENTl, «La Corte costitu-
entienden que, lejos de causar el desprestigio del tribunal, su zionale ... », cit., pág. 438. Sobre la supresión de los rumores como consecuencia del
admisión reforzaría la autoridad del mismo al mostrar transpa- reconocimiento del voto particular, J. SOHlER, ob. cit., pág. 763; Y L. MARTÍN REBO-
rentemente el contraste de opiniones y suprimir, en consecuen- LLO, ob. cit., págs. 209 y sigs.
61 Entrevista de F. RUBIO LLORENTE concedida al diario El País, de 31 de julio
de 1989.
58 Se hacen eco del argumento, por ejemplo, L. BASSO, ob. cit., pág. 181; J. 62 Recogen el argumento, L. P. ONETO, ob. cit., pág. 1093; J. SOHIER, ob. cit.,
SOHIER. ob. cit., págs. 755 y 763; G. AMATO. ob. cit., pág. 22; V. DENTl, «La Corte págs. 763 y 776; A. BOZZI, «Intervento. Convegno "La Corte costituzionale: inter-
costituzionale e la collegialita della motivazione», en Rivista di Diritto Processuale, pretazione e difesa della Costituzione''», en Rassegna Parlamentare, marzo-aprile
1961, l, pág. 438; A. GARRORENA MORALES, ob. cit., pág. 19; C. GERACI, ob. cit., pág. 1969, núms. 3-4, pág. 184; J. L. CASCAJO, ob. cit., pág. 178; V. DENTl, «Per il ritorno ... »,
XI; L. MARTÍN REBOLLO, El proceso de elaboración de la Ley de lo Contencioso-Ad- cit., pág. 2; E. RAMBRO, ob. cit., pág. 1667; L. MARTÍN REBOLLO, ob. cit., págs. 209 Y
minislralivo de 13 de sepliel1lbre de 1888, Madrid, 1975, págs. 209 y sigs.; A. MAR- sigs.; C. MORTATI, «Prefazione», cit., p. X; ID., «Considerazioni ... », cit., pág. 165; Y A. P.
TÍN DEL BURGO y MARCHÁN, «La actuación del Magistrado ponente, disidente del SERENI, ob. cit., pág. 825.
criterio de la mayoría, en cuanto a la redacción de la sentencia», en Revista de 63 Véase al respecto, J. SOHIER, ob. cit., pág. 763; A. BOZZI, ob. cit., pág. 184; 1. L.
Derecho Procesal Iberoamericana, 1979, pág. 48; J. MENÉNDEZ PlDAL. «Sobre la mo- CASCAJO. ob. cit., pág. 178; E. RAMBRO, ob. cit., pág. 1667; Y C. MORTATI, «Prefazione»,
tivación de las resoluciones judiciales», en Revista de Derecho Procesal, 1953, cit., pág. X.
núm. l, pág. 11; K. M. Zo BELL, ob. cit., pág. 102; Y M. J. RlDAURA MARTÍNEZ, ob. cit., M De una u otra forma, se refieren a alguno o varios de estos argumentos, L.
págs. 378-380. P. ONETO. ob. cit., pág. 1096; S. RODOTA, «L'opinione ... », cit., pág. 638; J. SOHIER, ob.
59 La explicación la recogen, entre otros, G. AMATO, ob. cit., pág. 22; A. GARRO- cit., págs. 763 Y 768; A. SORRENTlNO, ob. cit., pág. 196; V. DENTI, «Per il ritorno ... », cit.,
RENA MORALES, ob. cit., pág, 19; C. GERACI, ob. cit., pág. XI; Y A. MARTÍN DEL BURGO y pág. 2; J. MENÉNDEZ PlDAL, ob. cit., pág. 11; C. MORTATl, «Prefazione», cit., pág. X; ID.,
MARCHÁN, ob. cit., pág. 48. «ConsiderazionL», cit., pág. 164; Y A. P. SERENI, ob. cit., págs. 825 y 854.

78 79
casos producir.se una pérdida de autoridad como consec';lencia disminuiría sino que incluso la incrementaría 69. La razón básica
de la profusión de votos a una decisión, estos autores consIderan invocada por los primeros es que con la pu blicidad de las discre-
preferible este efecto al oscurantismo al que conduce el secre- pancias se abriría la actividad del tribunal a influencias políticas
t065, además de la ventaja adicional que supone el hecho de qu~, externas 70, en tanto que para los defensores de las dissenting
existiendo la posibilidad de dissents, cuando se adopta una deCI- apinions, además de considerar éstas como un instrumento pre-
sión por unanimidad la autoridad del pronunciamiento se ve re- cisamente para conocer si en efecto se dan presiones políticas, es
almente reforzada porque es auténtica 66. . decir, si hay independencia, lo que ya es un medio de impedirlas,
Como puede verse, ambas posturas apelan al valor «a~ton­ entienden que la independencia es una cualidad personal del
dad», aunque manejan una idea diferente o, en concreto, dIscre- juez que no tiene por qué verse afectada por la presencia del
pan de la fuente de la autoridad: para unos ésta n.ace de la una- voto particular 71.
nimidad, del monolitismo, del tribunal entendIdo como un En la utilización de este argumento se aprecia n'uevamente
órgano sacralizado; mientras que para los otros .la .autorida? o el una distinta consideración del valor «independencia», que todos
prestigio nace de la transparencia y del convenc~mIento ?envado consideran necesario preservar pero discrepando en el modo
de proporcionar todos los argumentos que han mtervemdo en la más efectivo de llevarla a cabo. En el fondo del debate se en-
solución de la cuestión. Por otro lado, estando el asunto de la cuentra otra vez la tensión juez-opinión pública, es decir, defensa
autoridad, tanto del órgano como de la decisión, en directa rela- del interés privado (del magistrado concreto o de la magistratura
ción con la imagen que se ofrece ante la opinión pública, unos la en general), o defensa del interés público posibilitando instru-
consideran formada por meros receptores pasivos de reglas lo mentos de control de la actividad de los tribunales 72
más claras y unívocas posible, para que su obediencia sea fácil; y El tercer argumento invocado en el debate, esta vez por parte
otros como un complejo de ideas diversas, con espíritu crítico y fundamentalmente de los partidarios del voto particular, señala
sin reacciones unitarias 67. que la introducción de éste llevaría consigo un aumento de la
Otro de los argumentos constantemente presente en el debate responsabilización de cada magistrado 73, al permitir una especie
es el de la relación entre el voto particular y la independencia de
los magistrados concretos que forman parte del tribunal. Para 6Y Esta opinión la mantienen J. ALMAGRO NOSETE. Justicia constitucional Co-
'f..- unos el dissent atenta cont.ra la independencia o libert~d de ac- mentarios a la Ley Orgál1ica del Tribunal Constitucional, Madrid, 1980, pág. 393;
/ tuación de los jueces 68 , mIentras que para otros no solo no la C. MORTATl. "Considerazioni...», cit., págs. 166-/67; S. RODOTA, "La Corte .. .», cit. pág.
509; Y R. VACCARO, ob. cit., pág. 14.
70 Así lo señalan, C. MORTATl. "Considerazioni...», cit., págs. 166-/67; ID., "Prefa-
65 Así lo indican entre otros, L. P. ONETO. ob. cit., pág. 1096; S. RODOTA. "L'opi- zione», cit., pág. V; A. SANDULLI, ob. cit., pág. 369; V. DENT!. "Per il ritorno ... », cit.,
nione ... », cit., pág. 638; Y L. MARTíN REBOLLO. ob. cit., págs. 209 y sigs. . . pág. 2; C. GERACI. ob. cit., pág. XI; Y J. SOHIER. ob. cit., pág. 764.
66 En este sentido, véase G. AMATO. ob. cit., pág. 23; L. P. ONETO. ob. cit., pago 71 Esa idea la señalan de una u otra forma, J. ALMAGRO NOSETE. ob. cit., pág.

1097; y J. SOHIER. ob. cit., pág. 763. . .. . 393; C. MORTAT!. "Considerazioni...», cit·., págs. 166-167; ID., «Prefazione ... », cit., pág.
67 Sobre la cuestión, G. AMATO. ob. cit., pág. 22; C. MORTAT!. "ConslderazlOnJ ... », V; S. RODOTA. «La Corte ... », cit., pág. 509; Y 1. SOHIER, ob. cit., pág. 764.
72 En la última parte, al abordar los valores presentes en el dEbate sobre el
cit., pág. 164; Y V. DENT!. "Per iI ritorno .. .», cit., pág. 2. .. .
68 El argumento es recogido, por ejemplo, por C. MORTATl. "Co~sld~razlOnJ ... », voto particular se volverá sobre este punto. De momento, véase J. WRÓBLEWSKI.
cit., págs. 166-167; ID., "Prefazione», cit., pág. V; A. SANDULLl. ob. Clt., pago .39?; C. ob. cit., pág. 367. En cuanto a las relaciones entre independencia del juez concreto
GERACI. ob. cit., págs. XI-XV; E. J. COHN. ob. cit., pág. 540; V. DENTl. "Per II ntor- e independencia de la magistratura como poder autónomo, véanse las sugerentes
no ... », cit., pág. 2; L. EllA. "La Corte nel quadro dei poteri ~ostituzional¡'>, e~ consideraciones de P. CALAMANDREI. ob. cit., págs. 650-657.
AA.VV., Corle coslilUzionale e sviluppo de//a forma dl govel'11o l/1 Italta, a cura di 73 Véase, entre otros, A. BALDASARRE. «"L'opinione dissenziente" e l'intervista di
P. BARILE, E. CHELI. S. GRASSI. Bolonia, 1982, pág. 523; A. MARTÍN DEL BURGO. ob. cit., Amadei», en Democrazia e Diritto, 1981, núms. 1-2, pág. 238; L. BASSO, ob. cit., pág.
pág. 51; J. SOHIER. ob. cit., pág. 764; Y M. J. RIDAURA MARTÍNEZ. ob. cit., págs. 379- 181; P. CALAMANDREI. ob. cit., pág. 661; P. CARETTI y E. CHELI, «L'influenza dei valori
380. En general, sobre la influencia de la opinión pública en los tribunales y la costituzionali sulla forma di governo: il ruolo della giustizia costituzionale», en
necesidad de evitarla, véase S. BORGHESE. "Opinione pubblica e magistrati», en AA.VV., L 'influenza dei valori costituzionali sui sistemi guiridici contemporanei,
Rivisla Trimeslrale di Dirillo e Procedura Civi/e, 1958, págs. 627-629. vol. n, Milán, 1985, pág. 1033; J. L. CASCAJO, ob. cit., pág. 177; V. DENT!. «Per il

80 81
de «control difuso» del tribunal 74. Con ello se cpnsigue, para los es asum~do por los I?~rtidarios del dissent por entenderlo preferi-
defensores del'dissent, un objetivo doble: por un lado, facilitar a ble a la IrresponsabilIdad de los magistrados 17.
los jueces concretos salvar su responsabilidad individual en En este caso, el conflicto latente entre las dos posiciones es
asuntos políticamente opinables y consecuentemente controlar ~oble: po.r .un lado, sur?e de nuevo la pugna entre la responsabi-
su actuación; y, por otro, dar un trato igual a los magistrados hdad mdIvIdual de los Jueces y el peligro de las influencias exter-
miembros de órganos colegiados y a los órganos unipersonales, nas con el subsiguiente peligro de politización; por otro, se adivi-
cuya responsabilidad queda clara de cualquier modo al expresar na. en el debate una distinta idea de la función jurisdiccional,
siempre opiniones personales 75. Los contrarios a la admisión del pnmando unos la asunción individual de la responsabilidad por
voto particular contestan a esta argumentación poniendo de las posturas tomadas, entendiendo la administración de justicia
manifiesto el peligro que podría derivarse por esta vía de que el cOI?o una actividad sometida a control, y privilegiando los otros
tribunal se convierta en órgano político a causa de las influencias la Imagen burocrática e irresponsable de la magistratura como
externas. En concreto se advierte del riesgo de confusión de la una parte de la maquinaria inanimada estata1 78 .
posición institucional del tribunal (de una especial politicidad en Los ~rgumentos de orden institucional externo son, como ya
sus funciones) con la de los poderes del Estado fundados en la se ha dIcho, aquellos que toman en cuenta las relaciones del tri-
representación política (fruto de la lucha partidista)76, riesgo que bunal con la sociedad a la que pertenece y, en concreto, la forma
en la que la figura del voto particular puede intervenir en esas
ritorno ... », cit., págs. 10 y sigs.; ID., «La Corte costituzionale ... », cit., págs. 436-438; relaciones. Sin embargo, a pesar de esta diferenciación entre ar-
R. GIORDANO, ob. cit., pág. 161; A. GIULIANI Y N. PICARD!, ob. cit., pág. 14; A. MARTÍN gumentos de orden institucional interno y externo, hay que ad-
DEL BURGO, ob. cit., pág. 55; C. MORTATI, «Considerazioni...», cit., pág. 163; K. H. vertir que entre ambos existe una cierta correspondencia, ya que
NADELMANN, ob. cit., pág. 56; L. P. ONETO, ob. cit., pág. 1097; G. ROLLA, ob. cit., pág.
138; A. P. SERENI, ob. cit., pág. 824; R. VACCARO, ob. cit., pág. 14; G. ZAGREBELSKI, La
muchas veces se está hablando de lo mismo en uno y otro caso
giustizia costituzionale, Bolonia, 1977, pág. 376; ID., La giustizia. .. , ed. 1988, cit., pero entendiéndolo, bien como una característica predicable del
pág. 90; Y M. J. RIDAURA MARTÍNEZ, ob. cit., pág. 382. El argumento fue también tribunal (los internos), bien como una ventaja para, o exigencia
empleado tras la revolución francesa para acabar con el secreto de la delibera- de, la opinión pública afectada por la actividad del tribunal (los
ción en los tribunales (véase G. LOMBARD!, ob. cit., pág. 1148) Y para justificar la externos).
reforma alemana de 1970 introduciendo el voto particular en ese ordenamiento
(véase L. P. ONETO, ob. cit., pág. 1098).
Así, a pesar de que en este grupo suelen incluirse razones a
74 La expresión la emplean referida a este tema, P. CARETT! y E. CHELI, ob. cit., favor o en contra del voto particular de forma separada, creo
pág. 1033; Y G. ROLLA, ob. cit., pág. 138. que en realidad puede hablarse de un único argumento con dis-
75 La justificación la aportan, por ejemplo, A. BALDASARRE, ob. cit., pág. 238; P. tintos aspectos, que son acentuados o interpretados diferente-
CALAMANDREI, ob. cit., pág. 658; V. DENT!, «Per il ritorno ... », cit., págs. 10 y sigs.; ID., mente por unos y otros.
«La Corte costituzionale... », cit., págs. 436-438; R. GIORDANO, ob. cit., pág. 161; C.
MORTATI. «Considerazioni...», cit., pág. 163; R. VACCARO, ob. cit., pág. 14; Y G. ZAGRE-
Desde cualquier postura acerca de las dissenting opinions pa-
BELSKI, La giustizia. .. , ed. 1977, cit. pág. 376. rece reconocerse que con su introducción en un sistema jurídico
76 Del peligro se hacen eco, V. DENT!, «La Corte costituzionale ... », cit., págs. se provoca una mayor atención social hacia la actividad de los
436-438; L. P. ONETO, ob. cit., pág. 1097; Y G. ZAGREBELSKI, La Giustizia. .. , ed. 1988, tribunales 79. Este hecho, para los favorables al dissent es positivo
cit., pág. 90. La advertencia final corresponde a la exposición de G. ROLLA, ob. cit., y justifica su adopción, mientras que los contrarios al mismo lo
pág. 138. La libertadindividual a la hora de decidir es un principio necesario que
debe garantizarse en toda decisión colectiva de un órgano colegiado. Libertad valoran negativamente y es una de las causas de su opinión des-
tanto respecto del resto de componentes del colegio, como de la opinión pública
o, sobre todo, de quienes han elegido o nombrado al miembro del órgano. Así, el
secreto del voto y de la deliberación se entiende como garantía de esa libertad, al 77 En este sentido, V. DENT!, «La Corte costituzionale ... », cit., págs. 436-438.
igual que los sistemas de nombramiento perpetuo o para un tiempo determinado 78 La idea la expresan L. BASSO, ob. cit., pág. 181, Y V. DENT!, «Per il ritorno ... »,
sin posibilidad de reelección. Sobre todo ello, vid. G. CORSO, «Individuo, decisione cit., págs. 10 y sigs.
collettiva, principio maggioritario», en AA. VV., Scritti in onore di Massimo Severo 79 Para conocer alguna opinión en ese sentido, véase G. AMATO, ob. cit., pág. 23;
Giannini, vol. I, Milán, 1988, sobre todo, págs. 240-245. L. P. ONETO, ob. cit., pág. 1096; Y G. ROLLA, ob. cit., pág. 138.

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favorable. Veamos las razones dadas por cada una de las posi- contar con todas las versiones presentes en un asunto 84. Y, en
ciones. tercer lugar, porque el desacuerdo surge en los tribunales como
Para apoyar las consecuencias beneficiosas de ese au~~nto consecuencia del sistema legislativo. Es relativamente frecuente
de interés por parte de la opinión pública acerca de la aC~1Vldad que el Parlamento llegue a consensos que no resuelven las con-
del tribunal se ofrecen argumentos diversos, como el mejor co- troversias políticas, sino que las dejan abiertas de tal modo que el
nocimiento de los órganos jurisdiccionales o de los textos legales, texto aprobado es una redacción de compromiso susceptible de
el diálogo social o la mayor unión que entre magist~atur~ y .so- interpretaciones diversas, Esa situación llega a los procesos y
ciedad se provocaría 80, pero el resultado en el que mas se mSIste ante el tribunal cada parte puede encontrar en la regla legal apo-
es la capacidad de control de la activi~ad de los trib~~~les por yo para su postura, siendo el juez el que debe zanjar el conflicto
parte de la opinión pública que se abnría c~m la posIbIhdad de decantándose por una de las soluciones posibles. Cuando los jue-
expresar votos particulares. 81: Poseer un. medIO de control de este ces son varios, también entre éstos pueden surgir las discrepan-
tipo que sólo puede ser cahfIcado de «dIfuso», es para esta postu- cias y los minoritarios redactar un voto particular, de tal modo
ra definitivo a la hora de establecer la legitimidad democrática que prohibirlo sería no admitir para los tribunales uno de los
de los tribunales 82 , por varias razones. En primer lugar, porqu~ el principios fundamentales de la democracia 85 ,
desacuerdo y, sobre todo, la posibilidad de expresarlo en públIc?, Por su parte, los partidarios de mantener firmemente el secre-
es propio de los sistemas demo~ráticos, mier:tra~ q~e la unam- to de las deliberaciones contestan a estos argumentos de la si-
midad sólo es querida en los regImenes autontanos . En segun- guiente forma. Por un lado, la mayor atención social hacia la
do lugar, porque la informacióI1: es igualm~n~~ co~n~tural a la obra de los tribunales puede provocar que se recurra a los dis-
democracia, y por medio del dlSsent la opmIOn publIca puede sents simplemente por notoriedad 86. Por otro, y esta puede ser
considerada la razón de peso, esa abertura hacia la opinión pú-
80 Señalan consecuencias favorables de distinto tipo pero girando siempre al- blica puede tener como efecto la transferencia a la magistratura
rededor de la misma idea, G. AMATO. ob. cit., pág. 23; A. GIULIA~I Y N; PICARD!. ob. de los conflictos políticos, con la consiguiente politización de los
cit., pág. 235; L. P. ONETO. ob. cit., pág. 1096; G. ROLLA. ob. cit., pago 139; y G. magistrados y el peligro de que los partidos controlen su activi-
ZAGREBELSKI. ob. cit., pág. 376 (ed. 1977), y 90 (ed. 1988). .
81 La posibilidad de que el voto particular pueda facilitar ese ~on.trol dlfuso.la
dad y se apropien de las opiniones de éstos para la lucha política
apuntan P. CARETTI y E. CHEL!. ob. cit., pág. 1033; V. DENT!. «Per Il nto:no .. :>, Clt., partidista 87.
pág. 13; A. GIULIANI Y N. PICARD!. ob. cit., pág. 235; K H. NADE~MAN~. oh. cit., pago 56; Por último, quienes defienden las ventajas del voto particular
L. P. ONETO. ob. cit., pág. 1096; S. C. PANZA y A. REPOSO. ob. Clt., pago 597; G. ROLLA. contestan, en primer lugar, que a la hora de regular la institución
ob. cit., pág. 139; Y G. ZAGREBELSKI, ob. cit., ed. 1988, pág. 90. Según ~. LOMBARD!.
(ob. cit., pág. 1148), esta aspiración estaba ~ayrese~te en l~. revolucIOn france.sa.
Por otro lado, muy especialmente, se poslbIlIt~ as~ tamblen el ~ontrol del lter 84 Así lo entiende K H. NADELMANN, ob. cit., pág. 56.
lógico de la motivación, sobre la que se volvera mas adelante; vease sobre esta 85 Véase la argumentación en J. SOHIER, ob. cit., pág. 763; J. W. SANDERS, «The
posibilidad R. VAccARo,ob. cit., pág. 15. Role of Dissenting Opinion in Lousisiana», en Louisiana Law Review, 1962/63,
82 Este aumento de legitimación democrática es señalado por N. OCCHIOCUPO. págs. 674 y 677; y, sobre todo, en A. GROS SER, ob. cit., pág. 118; y W. D. DOUGLAS,
«La corte costituzionale come giudice di "opportunita" delle leggi», en AA. VV., La ob. cit., págs. 106 y sigs.
Corte costituzionale tra norma giuridica e realtii sociale, a cura di N. OCCHIOCUPO. 86 G. ROLLA, ob. cit., pág. 145.
Bolonia, 1978, pág. 28; L. P. ONETO, ob, cit., págs. 1095-1096; S. C. ~A~Z~ Y A. RE~O. 87 El peligro de politización lo ponen de relieve E. ALVAREZ CONDE, El régimen
SO. ob. cit., pág. 597; S. RODOTA, «La Corte ... », cit., pág. 5~7;I!?,
«L opmlOne ... », Cit., político español, Madrid, 1983, pág. 343; J. L. CASCAJO, ob. cit., pág. 178; A. GARRO-
págs. 637-638; G. ROLLA, ob. cit., pág. 139; J. SOHIER, ob. CIt., pago 764; y~.!. ~IDAU. RENA MORALES, ob. cit., págs. 19-20; C. GERACI, ob. cit., pág. XI; C. MORTATI, «Prefa-
RA MARTÍNEZ, ob. cit., pág. 384. En contra se expresa G. GaRLA. «Le opmlOm non zione», cit., pág. V; S. C. PANZA Y A. REPOSO. ob. cit., pág. 597; y G. ZAGREBELSKI, ob.
"segrete" ... », cit., pág. 102. . • cit. (ed. 1988), pág. 90. La transferencia al tribunal de los conflictos políticos la
83 Véase en este sentido, M. CAPPELLETTI, ob. cit., pago 215; y W.~. I?O~GL~S, «11 señalan G. AMATO, ob. cit., pág. 24; V. DENT!, «La Corte costituzionale ... », cit., pág.
"dissent": una salvaguardia per la democrazia», en AA.VV., Le OprnlOnL dlSsen- 438; y M. J. RIDAURAMARTÍNEZ, ob. cit., págs. 380-382. En cuanto al posible control
zienti dei giudici costituzionali ed internazionali, scritti raccolti a cura di C. MOR· por parte de los partidos, véase A. BALDASARRE, ob. cit., pág. 523; y S. C. PANZA Y A.
TAT!, Milán, 1964, págs. 107-109. REPOSO, ob. cit., pág. 597.

84 85
hay medios para evitar el peligro de politización 88; y, en segundo nos judiciale~92. Sin em?argo, aquellos que defienden la figura
lugar, rebaten el argumento por la base: para ellos la politización del voto partIcular conSIderan que una de sus consecuencias es
no es una consecuencia negativa para la actividad de un tribunal, el aumento de la motivación de los pronunciamientos por diver-
sino incluso algo deseable, ya que al menos por medio de la pu- sas caus~s 93, En primer lugar, porque los jueces estudian más en
blicidad se evita la apropiación partidista de las opiniones de los p~ofl!ndldad el asunto al estar su actividad expuesta a la opinión
jueces 89, además de evitarse también la información viciada con- pubhca 94; y además, porque si la motivación del voto debe ser
secuencia de rumores con los que se ha suplido en algunos orde- esc~ita y las ~bjecio~es de los demás también, se obliga a la ma-
namientos la ausencia de voto particular 90 • yon~ a ~~r mas conv~n,~ente y, en cualquier caso, se enriquece la
motlvaClOn de la declslon con la aportación de la minoría 95.
. Si las discrepancias son claras respecto al efecto del voto par-
B) Argumentos relacionados con la aplicación judicial del derecho tIcular sobre la motivación del pronunciamiento, todavía son
más nítidas cuando se quieren valorar las consecuencias del
Con este rótulo se quieren englobar aquellos argumentos que aumento de la argumentación.
toman en cuenta la calidad del fruto de la actividad jurisdiccio- Quienes quieren justifiéar las dissenting opinions lo hacen
nal, es decir, la decisión. con diversas razones:
La primera razón aludida por todas las partes presentes en el
debate es el efecto provocado por el voto particular en la motiva- a) la decisión gana en coherencia al poderse expresar las dis-
ción de la decisión. Para los contrarios al dissent, su presencia crepancias autónomamente, descargando la motivación
reduce la discusión y el esfuerzo por el acuerdo entre los miem- mayoritaria de compromisos y mediaciones introducidas
bros del colegi0 91 , ya que si un juez tiene presente que no es ne-
cesaria la unanimidad puede tener menos estímulo para intentar
alcanzar un acuerdo y la opinión mayoritaria menos estímulo 92 Las razones las recoge G. AMATO, ob. cit., pág. 26.
para rebatir sus argumentos, situación que se agrava en nuestros 93 Recalcan este efecto, G. AMATO, ob. cit., pág. 26; S. RODOTA, «La Corte ... )), cit.,
pág. 508; ID., ~(L'o~inione ... )), cit., pág. 638; P. CALAMANDREI, ob. cit., pág. 661; J. L.
días por la gran cantidad de trabajo que ocupa a todos los órga- CASCAJO, ob. Clt., pago 176; V. DENTI, «Per il ritorno ... )), cit., pág. 13; ID., «La Corte
costituziona~e ... )),.cit., págs. 434 y 437; S. C. PANZA Y A. REPOSO, ob. cit., pág. 597; G.
88 Véanse, por ejemplo, las propuestas de C. MORTATI. «Prefazione», cit., pág. V; ROLLA, ob. CIt., pago 138; A. P. SERENI, ob. cit., págs. 825 y 856; y J. SOHIER, ob. cit.,
Y S. C. PANZA y A. REPOSO. ob. cit., pág. 599. pág. 764.
89 Es la idea de G. AMATO. ob. cit., pág. 24; Y A. BALDASARRE, ob. cit., pág. 239. En No creo necesario señalar que este aumento de la motivación es interpretado
contra se expresa A. SANDULLI, ob. cit., pág. 395, quien también considera inevita- por todos estos autores positivamente. Acerca de los problemas que para esta
ble una cierta politización de la magistratura, pero concibe la prohibición del voto postura puede plantear una argumentación sumaria, véase, S. RODOTA, «L'opinio-
particular precisamente como un medio para limitarla. ne ... )), cit., pág. 638.
90 El fenónemo es fundamentalmente italiano y ha servido alli incluso como Por otro lado, basándose en la experencia del voto particular en el Tribunal
argumento para admitir el voto particular, al considerarse que existía ya una Constitucional español, G. ROLLA (<<Giustizia costituzionale ed indirizzo politico in
costumbre en ese sentido debida a la «fuga de noticias». Véase sobre la cuestión, Spagna: prime reflessioni sull'esperienza del Tribunale Costituzionale)) en AA VV
A. BALDASARRE, oh. cit., pág. 239; A. GARRORENA MORALES, ob. cit., pág. 20; L. MARTÍN L 'influenza dei valori costituzionali sui sistemi giuridici contempora;lei, a c~rg~
REBOLLO, ob. cit., pág. 214; A. MASSERA, «Materiali per uno studio sulla Corte costi- de A. PIZZORUSSO y V. VARANO, Tomo n, Milán, 1985, pág. 1324) muestra su discon-
tuzionale», en Rivista Trimestrale di Diritto Pubblico, 1972, pág. 848, nota 23; C. formidad con este efecto del dissent, porque en España éste se formula después
MORTATI, «ConsiderazionÍ...», cit., pág. 157; N. OCCHIOCUPO, ob. cit., págs. 27-28; S. C. de redactada la motivación, lo que según él impediría tenerlo en cuenta en la
PANZA Y A. REPOSO, oh. cit., pág. 599; A, PIZZORUSSO, «Intervento», en AA. VV., La discusión,
Corte costituzionale tra norma giuridica e realtil sociale, a cura di N, OCCHIOCUPO, • 94 Véase V. DENTI, «Per il ritorno .. ,)), cit. pág. 13; C. MORTATI, «Prefazione)), cit.,
Bolonia, 1978, pág. 138; S. RODoTA, «La Corte, .. )), cit., págs. 508-509; ID., «L'opinio- pago IX; y R. VAccARo,ob. cit., pág. 14.
ne ... )), cit., pág. 638; y G. ZAGREBELSKI, ob. cit., ed. 1977, págs. 310-311. 95 Así lo ponen de manifiesto, G. AMATO, ob. cit., pág. 26; C. MORTATI, «Prefazio-
91 Se hacen eco del argumento, G. AMATO, ob. cit., pág. 26; y J. SOHIER, ob. cit., ne)), cit., pág. IX; L. P. ONETO, ob. cit., pág. 1094; y S. RODOTA, «L'opinione ... )), cit.,
pág. 764. pág. 638.

86 87
para intentar integrar las disidencias que pueden compli- c) la decisión pierde en claridad lO3 ;
car la comprensión del razonamiento 96; d) se puede oscurecer el alcance de la decisión ya que la pro-
b) la decisión gana en certeza al estudiarse los asuntos más en fusión de votos particulares puede dificultar entender la
profundidad, ya que la mayoría no se establece con la voluntad mayoritaria del tribunal, especialmente cuando
fuerza de los números, sino que es necesario confrontarla por intervención de los votos concurrentes existen más
con las tesis contrarias que pueden ser hechas también opiniones discrepantes que apoyos a la decisión en su con-
públicas 97; junto 104;
c) la decisión gana en claridad, ya que al ser el proceso de e) la decisión sería más pesada y el proceso judicial más lar-
decisión más transparente se puede comprender mejor el go lOS.
proceso argumentativo que ha determinado la ratio deci-
dendi 96 ; En este punto del debate se puede apreciar en toda su exten-
d) se clarifica, igualmente, el alcance de la decisión por el jue- sión el nivel de discrep,ancia entre las posturas en presencia. Más
go motivación mayoritaria-votos particulares 99; que un conflicto de valores, lo que se revela es una distinta valo-
e) al profundizarse más en la motivación la opinión pública ración de los mismos, pero sobre este asunto se volverá más ade-
en general, y las partes de un proceso en concreto, tiene lante, en la tercera parte del trabajo.
más confianza en los jueces, con lo que la decisión gana en Por último, un efecto favorable más provocado por el voto
autoridad al aparecer como menos arbitraria 100. particular, puesto de relieve por sus defensores, es su capacidad
para guiar líneas jurisprudenciales futuras y contribuir a la crea-
Paralelamente, los contrarios a la introducción de los votos ción de nuevas mayorías. Las razones por las que un dissent
particulares intentan demostrar sus efectos perjudiciales con los puede transformarse con el paso del tiempo en la opinión mayo-
siguientes argumentos: ritaria del tribunal pueden ser diversas. Entre ellas, han sido se-
ñaladas el acceso de nuevos jueces 106 o, si está en sintonía con la
a) la decisión pierde en coherencia, objetivo éste que preci- doctrina y con las expectativas sociales, su colaboración a un
samente se ve favorecido manteniendo la unanimidad y el cambio de parecer de los miembros del tribunal para decisiones
principio de la colegialidad, al ofrecerse a la opinión públi- futuras 107. El origen del argumento se sitúa claramente en la ex-
ca una única motivación 101; perencia del Tribunal Supremo americano, donde con relativa
b) la decisión pierde en certeza al aparecer distintas solucio- frecuencia las dissenting opinions han pasado a ser posterior-
nes a una misma cuestión 102; mente opiniones mayoritarias 106, aunque quienes se muestran
partidarios del voto particular no dudan en aventurar efectos
96 El argumento es de G. ROLLA, «lndirizzo ... », cit., pág. 141. En el mismo senti-
do véase C. MORTATI, «Prefazione», cit., pág. IX: S. RODOTA, «L'opinione... », cit., pág. 103 Véase A. SERENI, ob. cit., pág. 825.
637; Y G. ZAGREBELSKI, ob. cit., ed. 1988, pág. 90. 104 Este peligro lo señalan G. AMAro, ob. cit., pág. 29; 1. L. CASCAJO, ob. cit., pág.
97 L. P. ONETO, ob. cit., pág. 1094; S. C. PANZA y A. REPOSO, ob. cit., pág. 597; Y G. 183; Y C. MORTATI, «Considerazioni...», cit., págs. 158-160, aunque especificando que
ROLLA, «lndirizzo ... », cit., pág. 142. es un riesgo provocado exclusivamente por las concurring opinions y que eXÍsten
96 S. C. PANZA y A. REPOSO, ob. cit., pág. 637; S. RODOTA, «L'opinione ... », cit., pág. medios para evitarlo, como condicionar la posibilidad de redactar un voto par-
638; G. ROLLA, «Indirizzo ... », cit., pág. 141; A. SERENI, ob. cit., págs. 825 y 856. ticular a la previa formación de la mayoria (Mortati).
99 S. RODOTA, «L'opinione ... », cit., pág. 637; Y A. SERENI. ob. cit., págs. 825 y 856. lOS Véase en este sentido, A. BALDASARRE, ob. cit., pág. 239; Y J. MENÉNDEZ PIDAL,

100 La idea es de J. MENÉNDEZ PIDAL, ob. cit., págs. 9-11. ob. cit., pág. 11.
101 Es la postura de N. JAEGER, ob. cit., págs. 783-785, basada según sus propias 106 Así, A. SANDULLI, ob. cit., pág. 372.

palabras en datos extraídos de la experiencia italiana sin voto particular. 107 E. HAMBRO, ob. cit., pág. 1667; Y G. ROLLA, «Indirizzo ... », cit., pág. 143.

102 Recogen la idea criticándola, L. P. ONETO, oh. cit., págs. 1093 y 1094; R. 106 Sobre el fenómeno en Norteamérica, Ch. AIKIN, ob. cit., pág. 264; G. AMA-

VACCARO, ob. cit., pág. 14; Y J. W. SANDERS, ob. cit., pág. 677, quien entiende que el TO, ob. cit., pág. 27; L. BASSO, ob. cit., pág. 181; G. ROLLA, «lndirizzo ... », cit., pág. 143;
derecho en sí es incierto y que el voto particular no lo hace más. A. SANDULLI, ob. cit., pág. 372; Y K M. Zo BELL, ob. cit., pág. 90.

88 89
,.
semejantes en cualquier ordenamiento, a causa del carácter an- m. EL VOTO PARTICULAR EN ESPAÑA:
fibológico de muchas disposiciones jurídicas y de los cambios in- NORMATIV A, DOCTRINA Y PRACTICA
terpretativos como consecuencia del contexto en el que se desa-
rrolle la aplicación del derecho 109.
Esta capacidad evolutiva del voto particular ha sido igual-
mente valorada de forma positiva por estos autores debido a que
atenúa el peligro de cristalización de la jurisprudencia 110; permite
la adecuación de las normas a la sociedad sin necesidad de re-
formas 111; sirve a la seguridad jurídica al preservar de decisiones
sorpresa, ya que permite seguir la evolución de la jurisprudencia
y conocer si la decisión está en continuidad con una línea asen-
tada o significa un cambio de opinión 112; y, por último, y como
consecuencia de todas estas cualidades, se afirma que el voto 1. Regulación positiva
particular incrementa la ciencia del derecho 113.
Como se adelantaba en la Introducción, para ofrecer una vi-
sión lo más completa posible de una institución como el voto
particular es necesario, tras esta exposión histórica, comparada y
doctrinal, centrarse en su funcionamiento en un sistema jurídico
concreto. Por ello, dedicaré esta segunda parte a analizar el dis-
sent en España desde tres ópticas: la de su regulación positiva, la
doctrinal y la de su práctica por los tribunales, fijando en este
último caso nuestra atención en el Tribunal Constitucional es-
pañol.
La tradición española respecto a la exteriorización de las vo-
taciones en los órganos judiciales está marcada por las Ordenan-
zas de Medina de 1489. Es en su capítulo 14 donde se prevé que
en un libro secreto se recojan los resultados de las votaciones de
109 Es la opinión de G. ROLLA, «Indirizzo ... », cit., pág. 143; Y de M. J. RIDAURA
las sentencias, incluidos los contrarios, lo que se estableció por el
MARTÍNEZ, ob. cit., pág. 383.
110 Lo que indudablemente muestra una opción interpretativa ideológica. Es
efecto negativo que, cara a la ejecución de las decisiones, ocasio-
la postura mantenida, por ejemplo, por C. MORTATI, «Prefazione», cit., pág. IX; J. L. naban las declaraciones posteriores de los jueces acerca de la
CASCAJO. ob. cit., pág, 177; Y M. 1. RIDAURA MARTÍNEZ. ob. cit., pág. 383; Y por el votación 1. Más recientemente, el sistema fue mantenido en la
propio actual vicepresidente del Tribunal, F. RUBIO LLORENTE, que destaca como Ley de Enjuiciamiento Civil (en adelante, LEC) y en la Ley de
efectos más beneficiosos del voto particular su capacidad de hacer evolucionar la Enjuiciamiento Criminal (en adelante, LECr), aunque con algu-
jurisprudencia y darle dinamismo (entrevista concedida a El País, de 31 de julio
de 1989).
nas modificaciones, como se verá.
111 C. MORTATI, «Considerazioni...», cit., pág. 163. El sistema de ambas leyes procesales es sutancialmente el
112 L. P. ONETO, ob. cit., pág. 1095. mismo y se basa en tres puntos. En primer lugar, a pesar de ser
113 En este sentido, A. AGUNDEz, «Repercusiones de la Constitución de 1978 en obligatoria la firma de las decisiones por todos los magistrados
el Derecho Procesal», en AA.VV., Lecturas sobre la Constitución española, vol. n, presentes en una deliberación, los discrepantes tienen la posibili-
Madrid, 1978, pág. 464; A. BOZZI, ob. cit., pág. 184; J. L. CASCAJO, ob. cit., pág. 176; E.
HAMBRO, ob. cit., pág. 1667; J. MENÉNDEZ PIDAL, ob. cit., pág. 11; L. P. ONETO, oh. cit.,
pág. 1094; S. RODOTA, «L'opinione ... », cit., pág. 638; J. SOHIER, ob. cit., pág. 764; R. 1 El texto completo está recogido en la nota 7 de la primera parte de este
VACCARO ob. cit., pág. 14; Y K M. Zo BELL, ob. cit., pág. 99. trabajo.

90 91
dad de salvar su voto solicitando su inserción en el libro de votos ma al p~e a continuación de la sentencia, publicándose y notificándo-
se con esta.»
\ ~ reservados 2. En segundo lugar, con carácter general, los votos
..--'( consignad~s en el libro se. mantie~~~ secreto~, X únicamente se
hacen públicos en caso de mterposlclon y admlslOn de recurso de En cuanto al art. 99 de la Ley, señalaba:
casación ante el Tribunal Supremo 3. Por último, tanto la LEC
como la LECr prevén la posibilidad de dispensar al Ponente de la «L~s se[,ltencias definitivas y los autos resolviendo sobre excepcio-
redacción de la sentencia cuando su voto no sea conforme con el nes dIlatan as qu.e pronuncia el tribunal superior y los votos particu-
de la mayoría, aunque en este punto hay dos diferencias impor- lares .que se refIeran a una y otras, se publicarán en la Gaceta de
Madnd»
tantes entre ambas leyes procesales: por un lado, la LEC otorga
al Presidente de la Sala la potestad de decidir si entrega o no la A pesar del debate que la inclusión de ambos artículos suscitó
redacción de la sentencia a otro Magistrado, mientras que en la en el Con?reso y, s.obre t~d.o, en el SenadoS, ambos preceptos
LECr el cambio de Ponente en caso de disconformidad del ini- pasaron sm d~ma~l~das dIfIcultades el trámite parlamentario,
cialmente designado con el voto de la mayoría es automático; y aunque la pubhcaClon del voto particular no iba a durar mucho
por otro, en esta última ley el Ponente discrepante está obligado
a formular voto particular, previsión que no figura en la LEC4.
ya que en 1894 se reformará la Ley y el último párrafo del art. 62
queda redactado de la siguiente forma:
Esta es la situación que ha estado vigente en el sistema jurí-
dico español hasta la Constitución de 1978, con dos breves ex- «Todo el que tome parte en la votación de una sentencia firmará
cepciones: la Ley de lo Contencioso-Administrativo de 13 de sep- lo acordado, aunque disintiere de la mayoría, pero podrá ~alvar su
tiembre de 1888 y la Ley del Tribunal de Garantías Constitucio- voto en la forma que el reglamento exprese.»
nales de la II República española (en adelante, LTGC).
Primeramente, los arts. 62 y 99 de la Ley de lo Contencioso En el art. 440 del reglamento al que hacía referencia el art. 62
Administrativo de 1888 preveían, rompiendo con lo dispuesto por de la Ley, c~n la nuev~ redacción se volvía a la fórmula de la LEC
la LEC con carácter general para la jurisdicción ordinaria, la pu- y se sustItma la pubhcación por la inserción en el libro de votos
blicidad de los votos particulares y su inserción junto con la sen- reservados de las opiniones discrepantes 6.
tencia en la Gaceta de Madrid En concreto, el art. 62 establecía: La segunda excepción a la tradición española de silenciar las

«Para que haya sentencia serán necesarios los votos conformes de S Sobre el debate parlamentario de la Ley y los argumentos en él invocados a
la mayoría absoluta de los ministros que hayan concurrido a la vista. favor y e~ co~tra de la reforma, véase el exhaustivo estudio de L. MARTÍN REBO.
Todo el que tome parte en la votación de una sentencia firmará lo LLO, ob. Clt., pag.s. 2~~ y sigs. En general, sobre la novedad que supuso incluir en
acordado aunque disintiera de la mayoría, pero deberá en este caso e~ta Ley.la publicaclOn de los_ votos p~rticulares, véase G. ROLLA, «Indirizzo ... », cit.,
salvar su voto, extendiéndolo, fundándolo e insertándolo con su fir- pago 149, y R. M. RUIZ LAPENA, El Trzbunal de Garantías Constitucionales en la
Se~unda República ~pañola, Barcelona, 1982, pág. 246.
. Estos datos esta.n t~~ad?? de L. MARTÍN REBOLLO ob. cit., pág. ,217, quien
2 Arts. 156 LECr y 367 LEC. Los dos preceptos tienen básicamente el mismo
Igualmente ~ec?ge la JusttftcaclOn que en la exposición de motivos del real decre-
contenido, aunque en la LECr se menciona la votación de «una providencia, auto to de 22 de Jumo d.e 1~~4 sobre reforma de la Ley Jurisdiccional, se aporta para
o sentencia»; y, además, la LEC exige que el voto sea «fundado», en tanto que en acabar con la pubhcaclOn de los votos particulares.
la LECr no se alude expresamente a la necesidad de motivación.
3 Véanse los arts. 157 y 861 de la LECr; y 368 y 914 de la LEC. «Los ~ños transcurridos desde el 13 de septiembre de 1888, en que se vie-
4 Art. 147.4 de la LECr y art. 336.6 de la LEC. Acerca del uso dado por los nen pubhcando en la Gaceta, a coptinuación de las sentencias, los votos parti-
tribunales al art. 336.6 de la LEC, véase J. GÓNZALEZ PÉREZ, Derecho Procesal culares que re.d~.ctan los ministros del Tribunal de lo Contencioso, han forma-
Constitucional, Madrid, 1980, pág. 191; y, sobre todo, A. MARTÍN DEL BURGO, oh. cit., do en la Comlsl~n. el con~encimiento de que la publicación de dichos votos
págs. 45 Y sigs., que critica el hecho de no llevarse a la práctica la posibilidad cede ~n despr.esttglO del tnbunal, que se debilita la autoridad de sus resolucio-
ofrecida por este artículo, siendo lo normal que en caso de discrepancia no se nes, s~n. ven t.aJ a al?~.ma para las partes, cuyo derecho no se altera en virtud de
sustituya al ponente. la esteril satlsfacClon que pueda producirles la lectura de tales votos.»

92 93
disidencias en los tribunales la constituye el art. 41 de la LTGC mente utilizado en todo tipo de procesos constitucionales, nota-
que establecía: blemente en las sentencias de inconstitucionalidad 8. La valora-
ción que ha merecido, desde una perspectiva histórica, el trabajo
«l. Las sentencias en que se resuelva un recurso de inconstitu- del Tribunal, y en particular su uso de la figura del voto particu-
cionalidad habrán de ser fundadas, pero sin que tenga que sujetarse lar, no es muy clara. Todo el mundo resalta algunos fallos de
a otras formalidades de redacción que las de hacer constar las cir- concepción del propio órgano, como su exagerada composición
cunstancias del recurso interpuesto, el nombre y apellidos de los con 26 miembros 9 y su origen y compromiso partidista !o, lo que
miembros del tribunal, del ponente y de los defensores y la fecha en unido, para algunos, a la proliferación de opiniones disidentes,
que se dicte. . mermó en cierta medida la labor de pacificación jurídica atri-
2. Los miembros del tribunal que no estén conformes con el CrI- buible al Tribunal y dio lugar a sentencias «de izquierdas y de
terio que prevalezca deberán consignar por escrito, razonándola, la
opinión que sustenten, la cual se hará constar en el libro que al efecto
derechas», con su consiguiente pérdida de autoridad ". Sin em-
se lleve.
bargo, al final domina la valoración positiva de la actividad del
3. Las sentencias recaídas en consultas o recursos de inconstitu- Tribunal de Garantías y se resalta su utilidad en la época ya que,
cionalidad se notificarán al consultante o recurrente para su gobier- a pesar de todo, prevaleció la ponderación y se dio solución jurí-
no, y si la consulta hubiera emanado de un litigio en trámite, para dica a los conflictos 12.
que la decisión del Tribunal de Garantías produzca en tal litigio sus No obstante, la no excesivamente positiva experiencia repu-
efectos. Los votos particulares se harán públicos al mismo tiempo y blicana 13 y la ausencia de antecedentes históricos admitiendo en
en la misma forma que las sentencias.»
8 El hecho lo destaca R. M. RUIZ LAPEÑA. ob. cit., pág. 247. Pueden consultarse

A pesar de la claridad con la que este último párrafo del pun- las sentencias del Tribunal de Garantías Constitucionales y sus votos particulares
to tercero sanciona la publicidad de las discrepancias, esta posibi- en M. BASSOLS COMA. La jurisprudencia del Tribunal de GarumÍilS Constitucionales
de la Segunda República Española, Madrid, 1981, págs. 87 y sigs.
lidad no se preveía desde el comienzo de la tramitación parla- 9 Por ejemplo, J. L. CASCAJO. ob. cit., pág. 175; Y J. TOMÁS VILLARROYA. «El Tribu-
mentaria de la Ley. En el art. 44.5 del Anteproyecto sólo se nal Constitucional en el Anteproyecto de Constitución», en AA.VV., Estudios sobre
contemplaba la publicación de los votos reservados previo el Proyecto de Constitución, Madrid, 1978, pág. 203.
acuerdo del Tribunal «en casos excepcionales», mientras que el 10 En este sentido, E. GÓMEZ ORBANEJA. «Los avatares del texto constitucional»,

art. 37.5 del Proyecto ampliaba ligeramente la exteriorización de en Revista de Estudios Políticos, núms. 31-32,1983, pág. 36. Acerca de la composi-
ción del Tribunal y los problemas que planteaba, véase el exhaustivo análisis de
los votos particulares, al autorizarla «cuando el Tribunal lo F. FERNÁNDEZ SEGADO. «El Tribunal de Garantías Constitucionales: la problemática
acuerde así o en casos excepcionales», sin que la excepcionalidad de su composición y del estatuto jurídico de sus miembros», en Revista de Dere-
afectara al acuerdo del Tribunal. El cambio de criterio parece cho Público, núm. 111, abril-junio 1988, págs. 277 y sigs.
que se produjo a raíz de una enmienda defendida por Ossorio y 11 La influencia negativa sobre la función juridica pacificadora del Tribunal
de Garantías como consecuencia de la critica interna que significaron los votos
Gallardo en el sentido de: particulares ha sido puesta de manifiesto por J. L. CASCAJO. ob. cit., pág. 173. En
cuanto a la pérdida de autoridad y las sentencias de derechas e izquierdas, es la
«suprimir esos votos reservados como cosa arcaica y absurda, porque valoración de G. TRUJILLO. «Juicio de legitimidad e interpretación constitucional:
el público tiene derecho a conocer la opinión de todos los jueces, y el cuestiones problemáticas en el horizonte constitucional españoh, en Revista de
juez discrepante tiene también necesidad de hacer notar a las gentes Estudios Políticos, núm. 7, enero-febrero, 1979, pág. 155.
que él no ha participado de lo que reputa un error» 7. 12 En este sentido, véase J. L. CASCAJO. ob. cit., pág. 174; M. BASSOLS COMA. ob.
cit., pág. 14; Y E. GÓMEZ ORBANEJA. ob. cit., pág. 36, quien mantiene que a pesar de
sentencias con diez votos particulares y, además, con tintes partidistas, la «grieta¡)
De cualquier forma, el precepto fue tenido muy en cuenta por no fue tan grande, ya que en el fondo había quien votaba en contra de la decisión
los magistrados del Tribunal de Garantías y rápida y profusa- mayoritaria con el único objeto de formular un voto particular.
13 Experiencia que, incluso, ha sido utilizada por algún autor como argumento
7 El trámite parlamentario de la LOTGC está recogido de R. M. RIJIZ LAPEÑA. para posicionarse en contra de la admisión del voto particular; véase así, G. TRu-
ob. cit., pág. 245; Y J. L. CASCAJO. ob. cit., págs. 173-174. JILLO. ob. cit., pág. 155 (su postura es expuesta igualmente por A. GARRORENA Mo-

94 95
el sistema jurídico español la institución del voto particular (~ólo
la Ley Contencioso-Administrativa de 1888, qu~ ~stuvo .e~ vIgor trámites parlamentarios en el Congreso sin alteración, hasta su
únicamente seis años), la publicación de las oplm~nes dls~dentes aprobación en el pleno de la Cámara baja sin ningún voto ~n
de los magistrados del Tribunal C~n~titu.cion~~ se mtroduJo en la contra. En el Senado fue presentada una enmienda al texto remi-
Constitución española de 1978 caSI sm dls~us~on. . 14
tido por el Congreso (la núm. 222) por Lorenzo Martín-Retortillo
El Anteproyecto no preveía el recon~c~ml.ento de l~ figura , (en nombre del grupo Progresistas y Socialistas Independientes)
pero fueron presentadas dos enmiendas ldentlcas (las numo 319 y que puede ser calificada de técnica, ya que pretendía sustituir la
370) por los grupos parlamentarios Sociali::;tas de Catal~nya y mención al «Boletín Oficial del Estado», por otra al diario oficial o
Socialistas del Congreso, respectivamente, para que se dIera al al boletín oficial, para no constitucionalizar la referencia a un
art. 155 la siguiente redacción: nombre concreto. La enmienda fue aceptada en Comisión y Ple-
no y en la Comisión Mixta Congreso-Senado se dio al art. 164.1
su redacción definitiva:
«Las Setencias del Tribunal Constitucional se pu.blicarán e? el "Bo-
letín Oficial del Estado" junto con los votos partIculares, SI los hu-
biere.» «Las Sentencias del Tribunal Constitucional se publicarán en el
boletín oficial del Estado con los votos particulares, si los hubiere.»
En la necesaria motivación de la enmienda se leía:
En cumplimiento del art. 165 de la Constitución, en 1979 se
«Se trata de una garantía muy importante que permite la publici- promulga la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional (en ade-
dad y el conocimiento por parte de la opinión pública de las Sentet;- lante LOTC), que dedica su art. 90.2 a los votos particulares.
cias del Tribunal Constitucional en todos sus extrem?s. Esta garantla Ya en el Proyecto de Ley (art. 95.2), en consonancia con la
se halla en la mejor tradición de los países con tnbunales de este regulación constitucional, se establecía:
carácter.» ,
«El Presidente y los Magistrados del Tribunal podrán reflejar en
En la Ponencia no se admitió la enmienda pero se mantuvo un voto particular su opinión disidente defendida en la deliberación,
para su defensa en la Comisión de Asuntos Consti.tucionale~, y tanto por lo que se refiere a la decisión como a su fundamentación.
Libertades Públicas del Congreso, donde tras una mtervenClon El voto particular se incorporará a la resolución o dictamen y cuando
de Peces-Barba 15 se aprobó por unanimidad, pasando el resto de se trate de sentencia se publican en el "Boletín Oficial del Estado".»

RALES, ob. cit., pág. 19). También han resalta:'o la poco ~rillante his~ori~ ,del Tri-
bunal de Garantías Constitucionales E. GA~CIA DE ENT~RRIA, La Constttuc~on como
de los Estados Unidos incluye en la publicación de sus resoluciones los votos
norma y el Tribunal Constitucional, Madnd, 1981, pago .12.1; y M. ARA.GON R~YES. particulares, si los hubiere, en el caso de que se trate. La publicidad, tanto de
«El sistema español de justicia constitucional. ~om.~ntano I~troductono a! !,.tulo la tesis, digamos mayoritaria, que es la que se contiene en la propia sentencia
IX», en Comentarios a las leyes políticas. C011St1tUC1~n espanola de 1978, dmgldos
y, en concreto, en su fallo, que es la manifestación de voluntad de la resolu-
por O. ALZAGA VILLAAMIL, Tomo XII, Madrid, 1988, pago 8. . .
ción, como de la tesis de las minorías, en caso de que las hubiere, que son los
14 Sobre e! Anteproyecto de Constitución, véase J. TOMAS VILLARROYA, ob. Clt.,
votos particulares, tiene que recogerse. Por eso, de lo que se trata es de que
pág. 203. SCD C ... d A t cuando se dice que se publicará en e! "Boletín Oficial de! Estado", dar una
15 El discurso de G. PECES-BARBA, fue el siguiente (D ,omlsl.on . e sun os
vuelta a la frase -porque si no sería imposible la redacción-, diciendo: "Las
Constitucionales y Libertades Públicas, núm. 92, sesión de 19 de Juma de 1978,
sentencias del Tribunal Constitucional se publicarán en e! 'Boletín Oficial del
págs. 3457-3458): Estado' junto con los votos particulares, si los hubiere [...]."
«Con esta enmienda "in voce" se trata de rec~ger un apart~do que figuraba Lo que pretendemos es que el "Boletín Oficial del Estado" publique, junto a
en nuestra correspondiente enmienda por ~s~,:,to ~ este artICulo,. que no f~e las sentencias del Tribunal Constitucional, los votos particulares si los hubiere,
admitido por la Ponencia y que, a nuestro JUICIO, tiene una gra~ Im.port~nc¡a porque entendemos que es una garantía para todos los ciudadanos, y una
en e! valor de las sentencias que se refieren a los tem~s de constitucionalidad. garantía de publicidad, no de las deliberaciones del Tribunal pero sí del resul-
En concreto, por señalar e! ejemplo más claro, e! Tnbunal Supremo Federal tado de las mismas, concretadas en sentencias y en voto particular, si lo hu-
biere.»

96
97
Al Proyecto fueron presentadas dos enmiendas técnicas nuevo y consiguió que se rechazara la modificación introducida
(núms. 58 y 187) por los grupo~ ,Socialista y Mi~~~a Cat,al~na, por la Cámara alta. .
que tendían a mejorar la :edaccIOn. Tras su ~dmIsIOn, el ultimo El art. 90.2 de la LOTC completa la regulación dada al voto
párrafo del arto 90.2 quedo redactado como sIgue: ~arti~ular p~r el art. .164.1 de la CE, al introducir algunas especi-
fIcacIOnes e mnovaCIOnes, algunas realmente significativas 17. En
«Los votos particulares se incorporarán a la resolución y, cuando primer lugar, el voto particular es nominativo, es decir, se formu-
se trate de sentencias o de declaraciones, se publicarán con éstos en la con nombre y apellidos 18; en segundo lugar, puede ser mani-
el "Boletín Oficial del Estado".» festado por uno o más jueces; en tercer lugar, apesar de que no
se prevea nada en ese sentido, parece claro que cabe un voto
En el Senado este texto fue enmendado por el grupo Unión de
particular formulado por el Ponente, por un lado, porque no se le
Centro Democrático (núm. 87), para que se añadiera al artículo
excluye expresamente y, por otro, porque la propia LOTC remite
tal como había sido remitido por el Congreso una frase: «... sin
con carácter supletorio a la LOPJ, cuyo art. 206.1 permite al Po-
mencionar el nombre o nombres de sus autores», con la finalidad
~ente declinar la redacción de la sentencia y formular voto par-
de «preservar a los Magist~~dos. ?el Tribuna~ l~,indepe~dencia d~ tlcular 19; en cuarto lugar, es necesario manifestarse en la delibe-
su función, evitando la utIhzacIOn de su opmIOn con fmes partl-
darios». En el Informe de la Ponencia de la Comisión de Consti-
tución se acoge por mayoría la enmienda y la nueva redacción se continuación del párrafo 2 del artículo 90: "Los votos particulares se incorpo-
mantuvo en el Dictamen de la Comisión y en el Pleno del Senado. rarán a la resolución y, cuando se trate de sentencias o de declaraciones se
Sin embargo, al volver el Proyecto al Congreso hubo una nueva publicarán con éstas en el 'Boletín Oficial del Estado"'; se añade, para m~l, a
nuestro juicio, en el texto del Senado: "... sin mencionar el nombre o nombres
intervención de Peces-Barba en el Pleno de debate de las en- de sus autores".
miendas introducidas en el Senado para que se mantuviera el El grupo parlamentario socialista está en contra de ese añadido "sin men-
sentido original del artículo y, en consecuencia, se publicaran los cionar el nombre o nombres de sus autores", porque eso produce una dinámi-
votos con el nombre de sus autores 16, intervención que triunfó de ca, en primer lugar, de irresponsabilidad. Un magistrado del Tribunal Consti-
tucional que sepa que su voto particular no va a ser autorizado con su
nombre, aunque se publique, podrá hacer o decir toda suerte de expresiones
16 Los argumentos utiliados por G. PECES· BARBA fueron sustancialmente en la que no se atrevería a afirmar si su nombre fuese publicado. Es decir, que este
misma línea que los invocados en la discusión del art. 164.1 de la Constitución planteamiento del Senado favorece, en algún sentido, la irresponsabilidad.
(DSCD, 1 Legislatura, Pleno, núm. 30, sesión de 19 de septiembre de 1979): Por otra parte, esto impide identificar las posiciones, y si esta tesis hubiera
«Señor Presidente, señoras y señores Diputados, éste es quizá uno de los p:osperado, por ejemplo, en el ámbito del Derecho anglosajón, la cultura juri-
puntos más importantes en cuanto a las modificaciones que el Senado nos dlca contemporánea no hubiera tenido conocimiento de aportaciones impor-
somete al texto aprobado anteriormente en esta Cámara. ta,:,tes como la del juez Holmes en Estados Unidos, o como la del juez Bran-
Efectivamente, aquí se desarrolla un principio que es uno de los aspectos .o
deIS, como la de Lanter Pacht, y tantos y tantos jueces que, por ejemplo, en
más progresivos, en esta materia, de nuestra Constitución; uno de los aspectos el TrIbunal Internacional de La Haya ilustraron e hicieron progresar el Dere-
más progresivos en el ámbito del Derecho continental, a diferencia de lo que cho internacional c:on sus aportaciones y con sus votos particulares.»
ya es una conquista importante en la "Common law", en el derecho anglosa- 17 Analizan el contenido del artículo y lo comparan con el art. 164.1 de la CE,
jón, que es la publicación en las resoluciones del Tribunal Constitucional de G. ROLLA. «Indirizzo ... », cit., pág. 149; y J. L. CASCAJO, oh. cit., pág. 180.
los votos particulares. Y esta importante conquista, que en los últimos años, . 18 Así se despr~nde de la propia redacción del art. 90.2 al señalar que «El Pre-
por ejemplo, en un país donde el tema del Tribunal Constitucional en muchos SIdente y los MagIstrados del Tribunal podrán reflejar en un voto particular su
aspectos ha suscitado importantes polémicas, como es Italia, había producido opinión discrepante», pero si incluso se plantea alguna duda con la literalidad del
también una dura lucha para conseguir la publicación de los votos particula- precepto, acudiendo a los debates parlamentarios de la Ley, queda clara, como
res en el "Boletín Oficial del Estado". Esto nuestra Constitución lo consagra, y, hemos visto, la voluntad de la mayoría de los legisladores al rechazar una en-
como digo, es uno de los hitos o de los aspectos más progresivos del texto mienda tendente a publicar los votos sin hacer mención de sus autores.
constitucional. 19 En este sentido, véase 1. L. CASCAJO, ob. cit., pág. 180, nota 23, donde aporta
Pues bien, esto que se recogía correctamente en el texto del Congreso, se algunos casos de votos particulares de ponentes en la jurisdicción constitucional
matiza, se modifica, se empeora en el texto del Senado, cuando se añade, a española. El propio Tribunal Constitucional expresamente ha declarado este va-

98 99
El art. 206.1 de la LOPJ contempla la posibilidad de que ~l
ración contrario a la postura mayorit~ria y anunciar la i.rltenti~ Ponente en un asunto discrepe de la opimón mayoritaria, en
de redactar un voto particular, es deCI~, parec.en contrano~i~a~a~ cuyo caso debe declinar la redacción de la resolución y formular
90 2 los dissents «sorpresa» (aquellas dlSldencIas. no comu 1 motivadamente su voto particular. Como acabo de señalar, esta
o ~anifestadas durante la deliberación)2o; en qumto ~Ug~, e voto previsión no se contempla en la LOTC para la justicia constitu-
uede ir referido tanto «a la decisión como a su un amenta~ cional y, en mi opinión, el arto 206.1 juega como supletorio para
p. , es decir se admiten los votos disidentes y los concurren~es, esta jurisdicción. En realidad el precepto es transcripción casi li-
ClOn»r' último' caben votos particulares no sólo a las sentencIas, teral de lo regulado en las Leyes de Enjuiciamiento civil y crimi-
y, p o , .
sino a todo tipo de resoluclOnes. . . . ., d' . nal para los votos reservados, a salvo claro está del diferente as-
En cuanto a la situación actual en la JunsdIcclOn or .ma:~a, pecto de la publicidad, aunque por el carácter imperativo de la
d hablarse de un verdadero «efecto tirón» de la ConsUtuclOn redacción de la opinión en caso de discrepancia, la regulación del
~~~r: la Ley Orgánica del Poder Judicial de 1985 (en. ad~l,an~, arto 206.1 de la LOPJ está más cerca de la de la LECr (art. 147.4)
LOPJ) ue ha llevado a esta última a ext~nd~r la pubhcaCIon. e que la de la LEC (art. 336.6), en la que, como ya se ha dicho, la
1 t
~ particulares de la justicia constItuclOnal a todas las
~sd':o ? nes 21 derogando así la regulación general contempla a
Jt formulación del voto reservado es facultativa.
El precepto de la LOPJ que consagra la publicación de los
~~ l~c~e es de Enjuiciamiento Civil y Criminal. J~nto a alg~no.s votos particulares y que rompe claramente con la regulación
tor de la Ley que regulan aspectos espeCIfIcos de la mS~I- procesal anterior es el arto 260 25 . Sustancialmente la figura es tra-
pre~~p 1 art 1572 2Z el arto 233 23 Y el arto 265 24 , los mas tada de igual forma que en la jurisdicción constitucional, aunque
tuclOn, como son e . .,
significativos son los arts. 206.1 y 260. se expresan más claramente algunos aspectos que en la LOTC
quedaron un poco confusos, como la posibilidad de emisión de
. OPl 1 su uesto de discrepancia del ponente (por sólo voto por el Ponente, la obligatoriedad de anunciar el disenso en
l~r suplet?no de l~ L 1 enteecede~te 5.0 de la STC 26/1987, de 27 de febrero). el momento de la votación o de la firma, que puede afectar a
cila2~ ~n epJ~~~~%~e~i~~i~t;'~obre el que no cabe ningún tipo. de contlrol Pdor par~e todo tipo de resoluciones, incluidos los autos, o que pueden refe-
1 'b l i d que los motivos de dIsenso a ega os en a
~:ll~:r:~~~d:~~~~~~a~r~o~~~~ :~e~tiVealmdeenct~si~:~~:sJ'~s~~saf:~~~~~ :~:~~f¡~~':
rirse a aspectos parciales del fallo o de la motivación, aceptando
otros 26.
. h ncia importante para que a
E st~,co e r e , b
onsabilidad de los Magistrados discrepan tes. No o stante,
raCiOn, qued~ a la resp rido ex resar claramente esa vinculación entre el 2S Dice así el art. 260 de la LOPJ:
algunos MagIstrados h~n qu~, Piorizándola en la motivación de su discre-
voto particular y la dehberaciOn dextGer 'M 1 STC 74/1989 de 24 de abril <d, Todo el que tome parte en la votación de una sentencia o auto defini-
, ' 1 t rticular e arcla- on a a , , tivo firmará lo acordado, aunque hubiere disentido de la mayoría; pero podrá,
r~~),I~~ ass~Í1:fa~«:~ ~t~riterio, sostenido con mayor amplitud en la deliberaCIón en este caso, anunciándolo en el momento de la votación o en el de la firma,
de esta sentencia ... », 1 . , d 1 LOPl ya había autores como A, AGUNDEZ formular voto particular, en forma de sentencia, en la que podrán aceptarse,
21 A t de la promu gaClon e a '1 'b'!' por remisión, los puntos de hecho y fundamentos de derecho de la dictada por
, n e,s ue entendían extensible a todas las jurisdicciones a POSI 11-
~oabcÍ ~~'p~~fic!~~¿~~e los votos part,icul,ares junto con la sentencia, prevista en la el Tribunal con los que estuviere conforme,
2, El voto particular, con la firma del autor, se incorporará al libro de
. ', 1 Tribunal ConstltuciOnal. d sentencias y se notificará a las partes junto con la sentencia aprobada por
ConstiluciOn pa~a e 1 'bilidad de insertar en el acta los votos particulares e
los 2~~~:t~:J~!I~~:i~e~t~~S~n actos de las salas de Gobierno de los Tribunales y
mayoría. Cuando, de acuerdo con la ley, sea preceptiva la publicación de la
sentencia, el voto particular, si lo hubiere, habrá de publicarse junto a ella.
3, También podrá formularse voto particular, con sujeción a lo dispuesto
Au~!e~~:s~roclama el secreto de ~as deliberaciones Y votaciones, a salvo de lo
en el párrafo anterior, en lo que resulte aplicable, respecto de los autos deciso-
d' t ateria de votos particulares, , l'b rios de incidentes.»
Is~~eQs uOe ee~t~blece que los votos particulares se inclui~á~, en ell preceptlvo, 1 ro
. 'b l' t a la declsiOn a a que se re f leran. 26 En estos momentos, la práctica de los votos particulares en el Tribunal Su-
de sentencias de cada Juzgado o tn un~'j:nr~veía esta inclusión, que fue apro-
premo es ya habitual. Véanse, por ejemplo, los votos a las sentencias de 28 de
Inicialmente, en el Proyecto de la ley n. d p ndas enmiendas de Minoría Cata-
bada por la Ponencia como consecuencta e se enero de 1988, Sala de lo Militar (Ar. 10.323); de 15 de octubre de 1988, Sala III
lana (núm, 532) y del Grupo Popular (núm. 1063),
101
100
2. Posturas doctrinales matices de las opiniones disidentes de los magistrados además
del «responsable» de su inclusión en el ordenamiento jurÍdico con
Analizando la producción bibliográfica habida en España tras su alcance actual. Los argumentos empleados por Peces-Barba
la Constitución de 1978, no puede decirse que la figura del voto en su defensa están en la línea de los surgidos en el derecho
particular haya sido uno de los puntos de interés primordial de la comparado, como la colaboración de los votos particulares en el
doctrina. Al contrario, salvo alguna contada excepción 27 , la prác- ~esa;rollo del Derecho o en, el «afinamiento» de la postura mayo-
tica totalidad de las aportaciones al debate sobre las dissenting ntana, aunque el punto mas destacado por el ex presidente del
opinions en el sistema español son breves referencias al hilo del Con?reso sea ,el. carácter progresivo de la institución por la ga-
estudio de la jurisdicción constitucional o de la sentencia en ge- rantIa de pu~licIdad que supone para todos los ciudadanos.
neral. En esa mIsma línea se expresan Agundez y Almagro Nosete
Además, la facilidad con la que se ha visto que se introdujo en aunque ~~sde la óptica ~el derecho procesal, recalcando que l~
el ordenamiento jurídico español la publicidad de los votos parti- pubhcaclOn del voto partIcular constituye la plenitud de la publi-
culares no se corresponde con una acogida demasiado entusiasta dad del proceso, la máxima garantía jurídica 29.
de la institución por parte de la escasa doctrina que se ha ocupa- . La mayoría de la doctrina española, aunque reconoce las ven-
do de la misma. Es verdad que no se encuentran opiniones fron- taJas que la publicidad de los votos particulares puede entrañar
talmente contrarias al dissent, pero también son pocos los que lo para el desarrollo del derecho, para enriquecer la interpretación
admiten sin reservas de ningún tipo. Podría decirse que la postu- de preceptos de difícil comprensión o para reforzar la racionali-
ra mayoritaria entre los autores españoles consiste en reconocer dad y responsabilidad de la decisión 30, expresan algunas reservas
la utilidad y las ventajas del voto particular, pero llamando la o temo;es acerca de las consecuencias a las que puede conducir
atención acerca de los peligros o abusos que su empleo puede e~ uso made~uado de la institución. En· esteséI1tido, Trujillo ha
provocar. SIdo convertIdo por el resto de la doctrina en el paradigma de los
Entre quienes admiten las dissenting opinions sin matiza- detractores del voto particular, tal vez por ser el primero que
ciones y ponen el acento exclusivamente en las ventajas que su forml!!ó severas críticas al art. 164.1 de la CE. Para este autor la
inclusión proporciona al sistema jurídico, destaca el profesor Pe- so~uclOn adoptada es criticable desde dos puntos de vista: en
ces-Barba. Con su defensa del voto particular público y nomina- pnI?er l~?ar, por el e~cesivo protagonismo del Parlamento en la
tivo en el debate parlamentario de la Constitución y de la LOTC desI~naclOn de los mIembros del Tribunal Constitucional y el
frente a propuestas que pretendían limitarlo, junto a algún otro conSIguiente tinte político de las propuestas de nombramiento
estudio en el mismo sentid0 28 , puede ser considerado uno de los cOI?o consecuencia de los compromisos; en segundo lugar, por el
más firmes partidarios de la regulación y utilización amplia y sin p~ligro de qu.e surjan relaciones de lealtad por parte de los ma-
gIstrados hacIa las fuerzas políticas postulantes de su candidatu-
(Ar. 10.236); de 2 de noviembre de 1988, Sala m (Ar. 10.235); y de 14 de diciembre
29 ~. ~G.UNDEZ, ob. ~i.t., pág. 464; y J. ALMAGRO NOSETE, ob. cit., pág. 393. Acerca
de 1988, Sala IV (Ar. 9.952).
Z7 En este sentido, es necesario recordar aquí el trabajo de José Luis Cascajo,
del pnnClpIO de publIcidad en el proceso tras la Constitución de 1978 véase J
ya citado anteriormente, verdadero precursor en el análisis del tema y punto de A.~MAGRO NOSETE, «Poder judicial y Tribunal de Garantías en la nueva Constitu~
referencia obligado para cuantos posteriormente se ocupen del mismo. Más re- ClOll», e~ AA.VV., L,ecturas sob,:e la Constitución española, vol. J, coordinación T.
cientemente, es de destacar igualmente el trabajo ya citado de M. 1. RIDAURA R. FERNANDEZRODRlG.U~Z, M~dn?,. 1978, pág. 310; y J. M. BANDRÉS, «La publicidad
MARTÍNEz, con motivo del décimo aniversario de la Constitución. de los debates y deCISIOnes JudiCiales en la jurisprudencia del Tribunal Europeo
28 En concreto, véase, G. PECES-BARBA, La Constitución española de 1978. Un
de De~ec.hos Hum~nos y e~ la del Tribunal Constitucional español», en AA.VV.,
estudio de derecho y política, Valencia, 1981, pág. 252; e ID., «El Tribunal Consti- De 3~ JU~lSprudencza del Tnbunal Constitucional, Zaragoza, 1985, págs. 644 Y sigs.
tucionab>, en AA.VV., El Tribunal Constitucional, vol. m, Madrid, 1981, pág. 2088. . _ ASI:e expre.s~~ P. DE VEGA, «Comentarios al arto 164», en AA. VV. Constitu-
En ambos trabajos reproduce básicamente los argumentos por él invocados en el ClOn ~pa~ola. EdlclOn comentada, Madrid, 1979, pág. 354; A. GARRORENA MORALES
Parlamento (véase notas 15 y 16 de esta misma parte). También toma partido ob. Cl~., pago 20; aL. SÁNCHEZ AGESTA, Sistema político de la Constitución españotd,
claramente por el voto particular M. J, RIDAURA MARTÍNEZ en la obra citada. Madnd, 1981,2. ed., pág. 409; y J. L. CASCAJO, ob. cit., pág. 184.

102
103
ra. Ante esa situación, para él hubiera sido más conveniente que «Otorgar publicid:ad.:a las decisiones personales de los magistrados
I el constituyente hubiera dejado la regulación de la figura allegis- c?,mp?~~ntes d~l Tnb~nal, dada la naturalez2 juridica de la institu-
! '
lador ordinario o al mismo Tribunal Constitucional (como en Ita- clO.n SI len pue e se:vlr para dinamizarla en una interpretación evo-
lia, donde las Normas integrativas prohíben mencionar incluso al lUh:r.a del text~ constItucIOnal, también puede coadyuvar a una politi-
redactor de la sentencia), o en todo caso que la publicación de zaclOn ~e ,los Jueces, ~lu~ ~carrearía consecuencias nefastas para el
los dissents se hiciera sin los nombres de los firmantes 3 '. manten~mlento del pn~CIpIO de independencia y neutralidad, No hay
Aunque con menos virulencia, y reconociendo algunos efec- que o~vldar que un Tnbu~al Constitucional no es un órgano repre-
tos positivos del voto particular público y nominativo, esos mis- sentahv? ~, en consecuencIa, sus componentes, a nivel individual, no
mos son los argumentos que llevan a otros autores a aceptarlo deben m henen ~or qué responder ante nadie, La posibilidad de for-
con reservas. Se destaca así el peligro de politización del órgano ~ular votos ~~rtIculares para lo único que va a servir es para condi-
CIOnarlos pohtIca~ent~, compeliéndolos a explicitar sus actitudes
y su efecto disgregador, dificultando la comprensión de la volun- con.form~, a las eXIgencIas de los partidos políticos que propiciaron su
tad del tribunal y su influencia sobre el principio de colegialidad deslgnaClOn» 33,
y la auctoritas del mismo 32. Creo interesante reproducir aquí la
postura de dos autores significativos, más radical la primera de ,Por su parte, José Luis Cascajo expresa sus reservas de la si-
ellas en cuanto a su temor a las consecuencias del voto, puesto gUIente manera:
que ejemplifican perfectamente las reservas hacia la institución
de una parte importante de la doctrina española. Veamos en . «La patente disc?nformidad en algunas decisiones de especial re-
primer lugar, la de Pedro de Vega: h~~e ha afect~d?, SIn embargo, al deseable funcionamiento del prin-
CIpIO de c?legIahdad del,órl?a~l.O; factor éste que debe ser ponderado
e? la medIda c¡ue puede mCldlr en la auctoritas del Tribunal Constitu-
31 G. TRUJILLO, ob, cit., pág, 155. La propuesta de publicación de los votos par-
clOn~l. No es I,gual el efe,cto que produce el ejercicio de la indepen-
ticulares sin mencionar el nombre de su autor hecha por TRUJILLo, ha recibido denCia :raloratIva, en sO~I~dades ideológicamente homogéneas y con
críticas de G, PECES·BARBA (La Constitución espaiiola. .. , cit., pág. 252; e ID., «El det~rmm.a~a culturapohtI~a, que en sociedades con acusadas fractu-
Tribunal Constituciona¡", cit., pág. 2088) Y J. ALMAGRO NOSETE (Justicia constitu- ras IdeologI~~S y P?htI~as, mmersas además en notables procesos de
ciol1al, cit., pág. 393), para quienes un voto particular en esas condiciones frustra- transformacIOn legIslatIva.
ría parte de su sentido, además de llevar a una dinámica de irresponsabilidad y ~abe decir -para concluir esta valoración provisional del voto
dar pie a rumores acerca de la actuación de cada magistrado. parhcula:-, que un, e~tendimiento cabal del mismo, precisa de una
32 Estos temores los expresan, por ejemplo, A. GARRORENA MORALES, ob. cit.,
l~ctura ajena a las optIcas del partido. La conversión de la opinión
pág, 20; E. ALVÁREZ CONDE, ob, cit., pág, 343; L. SÁNCHEZ AGESTA, «Las primeras
sentencias del Tribunal Constitucionab, en Revista de Derecho Público, núm. 83,
dlscr~pa~~e en arma arrojadiza de la lucha política, significa la desna-
1981, pág. 372; J, L. CASCAJO, ob, cit., págs, 181-185; y P. DE VEGA, ob. cit., págs. turahzacIOn de la misma, además de un obstáculo importante para
354-355. En este sentido, hay quien ve reducido el riesgo de politización del Tri- comprende,r el proceso, de ,formación de la voluntad de un órgano
bunal Constitucional a través de distintos instrumentos introducidos por la Cons- c,omo el Tnbunal ConstItUCIOnal. Este fenómeno, por lo demás no es
titución: la mayoría cualificada exigida para la elección, el largo plazo de desem- SI.~O expo?ente r~velador de que la relación entre el tribunal y ia opi-
peño del cargo, la técnica de la renovación parcial del Tribunal, la inelegibilidad mon !,ubhca, ° dIcho de forma más amplia, la correcta ubicación de
inmediata o la cualificación requerida para acceder a Magistrado (F. FERNÁNDEZ este organo en ,el ~eno del sistema político, está aún lejos de haber
SEGADO, «Artículo 159, La composición del Tribunal Constitucionab, en Comenta- alcanzado una optIma solución» 34,
rios a las leyes políticas, Constitución espafíola de 1978, dirigidos por O. ALZAGA
Estas c~nsideraciones llevan a algunos de esos autores a pro-
VILLAAMIL, tomo XII, Madrid, 1988, págs, 76 y sigs,). En cuanto a la influencia
negativa que el voto particular puede ejercer sobre el príncipio de colegialidad,
puede ser interesante recordar aquí las palabras ya recogidas más arriba de F. poner ~edIdas corre~toras en la regulación del voto particular
RUBIO LLORENTE (Magistrado del Tribunal desde sus inicios y actual Vicepresiden- para eVItar en la medIda de lo posible los riesgos anunciados. ASÍ,
te del mismo), en el sentido de que la posibilidad de expresar las discrepancias
reduce las tensiones en el seno del Tribunal, efecto que indudablemente, lejos de 33 P DE VEGA, ob. cit., págs, 354-355,
afectar negativamente la colegialidad, la reforzaría. 34 J. L. CASCAJO, ob. cit., págs, 184-185,

104
105
d~o teórico y dogmático el análisis de la práctica jurisdiccional
hay quien propone como soluciones en algunos casos impedir la Sm em.~argo, sería imposibk abordarlo tomando como objeto l~
reelegibilidad de los magistrados (solución ya adoptada por el actuaclOn de todo el poder judicial en sus diferentes niveles in-
art. 16.2 de la LOTC) para evitar la influencia de los partidos so- cluso aunqu~ lo limitá,ramos a un determinado sistema jurídico.
bre el juez que quiere ser propuesto de nuev0 35 ; sujetar la36publi- Por este motIVO parecIa conveniente elegir un tribunal concreto
cidad del voto a su asunción por dos o más magistrados ; o no el.Tri?~nal Cons~itl:lc~onal español, aunque como es obvio, la li~
mencionar el nombre de los firmantes (soluciones ambas, recha- mItaclOn en el objeto Implicará necesariamente una limitación en
zadas en la regulación española)37. las conclusiones.
De cualquier forma, muchos de los peligros anunciados por
H~~has estas p:ecisiones, la cuestión siguiente es justificar la
estos autores han sido superados o refutados por la práctica del elecclOn ~~ ese Tnbunal. Las razones son varias y están en estre-
Tribunal Constitucional (blanco principal de sus análisis). Así, las c~a.relaclOn con el asunto que nos ocupa. En primer lugar, y por
dos posturas más «virulentas» en contra del voto particular, las
dIstmta~ caus~s,. el debate acerca de la admisión del voto particu-
de Trujillo y De Vega, fueron ambas expresadas el año 1979, es lar ha SIdo mas mtenso en todos los países referido a las jurisdic-
decir, antes de que ese órgano iniciara su andadura. Respecto de ciones ~~:mstitucionales 40, y en nuestro caso, tampoco ha sido una
las restantes, efectivamente hay críticas motivadas incluso por la excepClOn, como ya se ha hecho notar anteriormente. En segun-
propia práctica del TribunaPs, pero ~in emba:go alg~nas de las do lugar, en la polémica sobre el dissent es frecuente escuchar
opiniones, en concreto la de C~scaJo, han sId~ matIzadas por como argumento que independientemente de sus virtudes no es
causa precisamente del uso realIzado por el Tnbunal ConstItu-
conveniente a.utorizarl~ en órganos jurisdiccionales recientes, ya
cional de la institución considerándola hasta ahora claramente
que en l?s pnm~ros anos de vida de un tribunal adquiere una
positiva por varias razones: el recurso al dissent no ha sido por relevanCIa espeCIal el principio de colegialidad como instrumento
parte de los magistrados ni sistemático ni excesivo, no ha tenido para facilitar su credibilidad ante la sociedad en la que está in-
un impacto traumático en el sistema español, hay votos valora- mers0 41 • En tercer lugar, la innegable trascendencia de las reso-
bIes muy positivamente por su contenido y, por último, «la figura luciones de este Tribunal hace especialmente interesante el uso
del voto particular no se ha convertido en instrumento de un que de ~os votos particulares se hace. Por último, el hecho de que
exhibicionismo profesoral fuera de lugar, ni tampoco en expre-
l~ totahdad ~~ sus componentes sea elegido directamente por
sión de posiciones políticas de partido o rígidamente aline~da~» 39.
or?anos «pohtICOS» (el Congreso, el Senado, el Gobierno y el Con-
En conclusión, por tanto, parece que las reservas a la mstItu-
seJo General del Poder Judicial, art. 159.1 CE), permite confirmar
ción son, al menos en algunos casos, más hipotéticas que reales,
o refutar, en la realidad, algunas de las principales objeciones
ya que a la hora de valorar su empleo por el Tribunal Constitu-
formuladas contra la institución del voto particular.
cional, la conclusión es en general positiva. _ E~tas razones j.ustifi~an. por tanto. la elección, aunque puede
anadIrse otro motIvo «tecmco»: el Tnbunal Constitucional inició
su actividad el año 1980 y su primera sentencia es de comienzos
3. La práctica del Tribunal Constitucional
Como ya se ha dicho, para ofrecer una imagen completa del . 40 y. DENTI (<<Per il.ritorno... », cit., pág. 14), por ejemplo, explica este mayor
mte~es por el voto particular en l.a jurisdicción constitucional por el hecho de que
fenómeno del voto particular, parece interesante añadir al estu- el dlSsent demuestra todas sus Virtudes cuando están en juego aspectos políticos
ya que en e~tos casos el juez está más interesado en separar su responsabilidad
35 A. GARRORENA MORALES, ob. cit., pág. 20. de la mayona.
36 J. L. CASCAJO, ob. cit., pág. 178. • 41 Vé~se ~n este sentido, N. JAEGER, ob. cit., págs. 783-785; y C. MORIATI, «Prefa-
37 G. TRUJILLO, ob. cit., pág. 155; y J. L. CASCAJO, ob. cit., pág. 178. ZlOne», Cit., pags.l!- VI, sobre la exp~riencia italiana; K H. NADELMANN, ob. cit., pág.
3S Como las de E. ALVÁREZ CONDE, ob. cit., pág. 343; L. SÁNCHEZ AGESIA, «Las
5~, s08b4r4e Alemama; J. SOHIER, ob. cit., pág. 755, en Bélgica; y A. P. SERENI, oh. cit.,
primeras sentencias ... », cit., pág. 372; Y J. L. CASCAJO, ob. cit., pág. 181. pago .
39 J. L. CASCAJO, ob. cit., págs. 181-184.
107
106
del año 1981, lo que convierte su jurisprudencia en «manejable». sentencias con discrepancias y, ya a bastante distancia, de los
Por otro lado, han pasado ya ocho años, plazo suficiente para recursos de amparo en los que sólo un 5,7 por 100 de las senten-
adivinar tendencias o usos suficientemente ilustrativos de su cias tanto de pleno como de sala han contado con algún voto
quehacer, además de que en este tiempo han existido «dos» Tri- particular.
bunales o, al menos, dos Presidencias (ya que la mitad de los Tomando en cuenta ahora la distribución temporal de las dis-
Magistrados han permanecido durante los ochos años), lo q~e crepancias, se aprecia que, frente a una media global de trece
también permite una comparación de la que extraer concluslo- sentencias con voto particular por año, destacan el año 1983 en
nes de interés. el que ese número sube hasta 19 y el año 1982 en el que baja
El período analizado es, así, del 1 de enero de 1981 al 31 de hasta och0 43 • Sin embargo, si ponemos en relación el número de
diciembre de 1988: ocho años, de los que los cinco primeros co- sentencias y de votos dictados por año, se observan dos épocas
rresponden a la presidencia de García Pel~yo y los otros tres ~ ,la muy diferentes: entre 1981 y 1983 el porcentaje de votos particu-
de Tomás y Valiente (que se correspondlO con una renovaClOn lares es muy superior al de sentencias (por ejemplo, en 1981 se
parcial del Tribunal). En cuanto al plan exposit~vo, comen~~re­ dictan el 3,5 por 100 de las sentencias del Tribunal del periodo
mos con una serie de cifras para conocer el volumen de utlhza- analizado, pero el 9,6 por ciento de los votos; y en 1983 el 10,3 por
ción del voto particular por años, por tipos de procesos, en Pleno 100 de las sentencias y el 18,3 de los votos particulares); mientras
y Sala y por Magistrados, intentando comparar la actividad bajo que de 1984 a 1988 se invierte la tendencia y el porcentaje de
las dos Presidencias y las coincidencias de voto entre jueces, para sentencias es superior al de discrepancias (por ejemplo, en 1985
pasar luego a estudiar los motivos principales de discrepancia a se dictan el 15 por 100 de las sentencias y el 12,5 por 100 de los
lo largo de estos ocho años. votos; yen 1988 el 22 por 100 de las sentencias y el 15,4 por 100
De las 1.208 sentencias dictadas por el Tribunal tanto en ple- de votos). Por tomar los dos extremos, en 1983 una de cada 6,5
no como por salas, tienen algún voto particular 104, es decir, un sentencias contaron con algún voto particul~r, mientras que en
8,6 por 100, lo que significa casi una de cada doce sentencias. pe 1988 sólo una de cada 16,5, es decir, bastante menos de la mitad
esas 104 sentencias con voto particular, el 64,4 por 100 han sldo (véanse Tabla 1 y Gráfico 1).
dictadas en pleno, mientras que sólo el 35,6 por 100 son de algu- Si se limita el análisis a los votos particulares formulados a
na de las dos salas, por lo que, si tenemos en cuenta que del total sentencias dictadas por el pleno del Tribunal Constitucional re-
de 1.208 sentencias del Tribunal el 22,8 por 100 corresponden al saltan tres años -1981, 1983 y 1987-, en los que la media de
pleno y el 77,2 por 100 a las salas, se llega a la conclusión de que votos es muy superior a los demás años, ya que en ellos casi la
en pleno una de cada cuatro sentencias ha tenido Magistrados mitad de las sentencias de pleno contaron con alguna discrepan-
discrepante s, mientras que en sala tan sólo una de cada 25 sen- cia, mientras que en los demás años la media está alrededor de
tencias 42 • una sentencia con voto particular de cada siete (véanse Tabla 2 y
Por tipos de procedimiento ante el Tribunal Constitucional, Gráfico 2).
son las sentencias en recursos de inconstitucionalidad y en cues- En cuanto al volumen de discrepancia en las Salas es impor-
tiones de in constitucionalidad las que más votos particulares han tante distinguir claramente las dos salas y las Presidencias de
obtenido con más de un 25 por 100 en ambos casos, seguidos de García Pelayo y Tomás y Valiente. Si se observa la sala primera
los conflictos de competencia en los que hay un 13 por 100 de desde 1981 hasta 1988 se ven dos periodos muy diferentes: hasta

42 Es preciso tener presente que el número de votos particulares es superi~r. al 43 En cuanto al número total de votos, sigue en líneas generales la tendencia

de sentencias con discrepancias, ya que son relativamente frecuentes las decIsIo- de las sentencias con voto: 1981, 12 (9,6 por 100); 1982, 9 (7,2 por 100); 1983,22
nes con más de un voto particular. El número total de votos particulares es de (17,6 por 100); 1984,11 (8,8 por 100); 1985, 18 (14,4 por 100); 1986,4 (11,2 por 100),
125, de los que 84 (el 67'2 por 100) han sido formulados en sentencias del pleno 1987, 23 (18,4 por 100); y 1988, 16 (12,8 por 100). Como se ve el único año que
del Tribunal y 41 (el 32,8 por 100) en alguna de las dos salas. destaca es 1987, en el que 15 sentencias obtuvieron 23 votos particulares.

108 109
TABLA NUMERO 1 GRAFICO NUMERO 1
SENTENCIAS Y VOTOS PARTICULARES POR AÑOS SENTENCIAS Y VOTOS PARTICULARES

Sentencias Sentencias con voto


22 %
42 (3,596) 10 (9,696) 2296
1981 Sentencias
1982 87 (7,296) 8 (7,796) 2196
1983 125 (10,396) 19 (18,396)
1984 128 (10,696) 10 (9,696) 2096
1985 182 (1596) 13 (12,596)
Total 564 (46,7 %) 60 (57,7%) 1996
1986 169 (1496) 13 (12,596)
210(1796) 15 (14,4 96) 1896
1987
1988 265 (2296) 16 (15,4 96) 1796
Total 644 (53,3 %) 44 (42,3 %)
TOTAL 1.208 104 1696
Sentencias
Los porcentajes están referidos al número total de sentencias (1.208) y de senten- 1596 con voto
cias con voto (104).
1496

\396

1296

1196

1096
TABLA NUMERO 2
996 9,696
SENTENCIAS Y VOTOS PARTICULARES EN PLENO Y SALA
896

Sentencias Sentencias Sentencias de Sentencias de 796


de pleno de sala pleno con voto sala con voto
696
1981 16 (5,896) 26 (2,896) 9 (l3,4 96) 1 (2,796)
3 (8,196) 596
1982 30 (10,996) 57 (6,1 96) 5 (7,596)
1983 37 (13,4 96) 88 (9,4 96) 16 (23,996) 3 (8,196) 496
1984 32 (11,696) 96 (10,396) 4 (696) 6 (16,296)
1985 39 (14,1 96) 143 (15,396) 5 (7,596) 8 (21,696) 396 3,5 '1i
Total 154 410 39 21
1986 40 (14,596) 129 (13,996) 10 (14,996) 3 (8,196) 2%
1987 32 (11,696) 178 (19,196) 12 (17,996) 3 (8,1 96)
1%
1988 50(18,196) 215 (23,196) 6 (8,996) 10 (2796)
Total 122 522 28 16
TOTAL 276 932 67 37 1981 1982 1983 1984 1985 1986 1987 1988

110 111
1986 no se formula en ella ningún voto particular, mientras que a
GRAFICO NUMERO 2 partir de ese año se inicia una línea ascendente de disidencia que
culmina en 1988, año en el que se formulan el 60 por 100 de
SENTENCIAS DE PLENO Y VOTOS PARTICULARES todos los votos de la sala primera desde 1981. Por el contrario, la
sala segunda hasta 1986 va aumentado año a año los votos, des-
23%
23,9% de 1981 en el que se emiten el 3,7 por 100 de las sentencias de la
sala con discrepancias, hasta 1985 en el que se formulan el 29,6
22% por 100, mientras que a partir de 1986 se reduce notablemente la
21 %
disidencia destacando el año 1987 en el que ninguna sentencia
contó con voto particular. Se puede apreciar que el cambio de
20% Presidencia y de composición del Tribunal en 1986 supone tam-
bién un claro cambio en el comportamiento de las salas en el
19% 18,1 % tema que nos ocupa. Para entenderlo es necesario tener presente
Sentencias
18% de pleno que de los seis Magistrados que continuaron en la Presidencia de
Tomás y Valiente, cuatro (Rubio, Díez Picaza, Truyol y Tomás y
17%
Valiente) cambiaron de sala y pasaron de la segunda a la prime-
16% ra, mientras que los dos restantes (Begué y Latorre) pasaron de
la sala primera a la segunda coincidiendo con el cambio de Pre-
15%
sidente. En definitiva, dos tercios de la sala segunda con la Presi-
14% dencia de García Pelayo pasan a formar la sala primera a partir
de 1986 y continúan con una actitud discrepante notablemente
13%
superior a la otra sala (véase Tabla 3).
12%

11 %

10% TABLA NUMERO 3


Sentencias
9% de pleno VOTOS PARTICULARES POR SALAS
con voto
8%

7% Sala primera Sala segunda

6% 1981 1 (3,796)
5,8% 6%
1982 3(11,196)
5%
1983 3 (11,1 96)
4% 1984 6 (22,296)
1985 8 (29,696)
3% Total 21
1986 1 (1096) 2 (7,4 96)
2% 1987 3 (3096)
1988 6 (6096) 4 (14,896)
1%
Total 10 6
1984 1985 1986 1987 1988 TOTAL 10 27
1981 1982 1983

113
112
Aunque la distribución de sentencias dishdas en pleno o sala
GRAFIeo NUMERO 3
no sufre cambios muy espectaculares a lo largo de los años (si
SENTENCIAS DE PLENO Y SALA CON VOTOS PARTICULARES bien hasta 1985 el porcentaje de sentencias de pleno es superior
que el de las salas y a partir de ese año aumenta el porcentaje de
sentencias de sala), en cuanto a los votos particulares es clara la
tendencia a que cuando aumentan las disidencias en las senten-
cias de pleno disminuyen en las salas y viceversa (véanse Tabla 2
y Gráfico 3).
Por último, comparando las Presidencias García Pelayo y
Tomás y Valiente se aprecia que a pesar de haberse dictado en la
primera el 46,7 por 100 de las sentencias y el 53,3 por 100 en la
segunda, el 57,7 por 100 de las sentencias con algún voto par-
ticular se dictan bajo la Presidencia de García Pelayo y el 42,3
por 100 bajo la de Tomás y Valiente, lo que significa una de cada
nueve sentencias en el primer caso y una de cada catorce en el
segundo, en definitiva, un tercio más de sentencias con voto par-
ticular con García Pelayo que con Tomás y Valiente (véase Ta-
bla 1).
Hasta aquí algunos datos generales del comportamiento glo-
bal del Tribunal, pero quizás pueda ofrecer más in terés la actitud
de los Magistrados concretos y sus coincidencias de voto.
Como se acaba de ver, seis Magistrados han permanecido
como tales durante todo el período analizado: Latorre, Begué,
Rubio, Díez Picaza, Truyol y Tomás y Valiente. Entre ellos desta-
can de forma clara, tanto respecto de los compañeros que han
continuado a partir de 1986 como de los demás en los años en que
fueron Magistrados, Rubio Llorente con un total (en pleno y sala
en los dos Tribunales) de 39 votos particulares y Díez Picaza con
33, lo que significa que del total de 191 disidencias de todos los
Magistrados dU,rante estos ocho años 44, casi el 40 por 100 corres-
ponden a uno de estos dos Magistrados, es decir, una de cada 2,5.
En el polo opuesto, de los jueces que se mantienen desde 1981
destaca Begué que en ocho años tan sólo ha disentido de la ma-
yoría en tres ocasiones, con lo que su tasa global de coincidencia
con la mayoría ha sido del 98,4 por 100, frente al 80 por 100 de
Rubio y el casi 83 por 100 de Díez Picaza (véase Tabla 4).

44 Recuérdese que el número es mayor que el de votos particulares (104) por-


que hay sentencias con más de un voto, e incluso mayor que el total de votos
(125) porque algunos están firmados por más de un Magistrado.

115
GRAFICO NUMERO 4
TABLA NUMERO 4
PORCENTAJE DE COINCIDENCIA EN PLENO
VOTOS PARTICULARES POR MAGISTRADOS DE CADA MAGISTRADO (1981-1985)

PRIMER TRIBUNAL SEGUNDO TRIBUNAL


Salas Pleno Salas TOTAL
Pleno

García Pe/ayo 13
9 4
Latorre
Díez de Velaseo 13 3 Tomás y Valiente 1 74,3 %
Begué 2 Begué 1 80,7%
Gómez Ferrer 6 Latorre I 69,2 %
Escudero 2 Rubio 154,6%
Arozamena 9 1 Díez Picazo I 62,3 %
5 16 3 39
Rubio 15 Truyol I 80.7%
7 10 4 33
Díez Picaza 12
14
Arozamena I64,6%
6 6 I I Diez de Velasco 161,2%
Tomás y Valiente I 6
Truyol 2 3 Escudero l 78 .796

Fdez. Viagas 5 2 Fuez. Viagas I 64,2 %

Pera Verdaguer 2 6 Pera l 78 ,496


6 I Gómez Ferrer I 71.5 tl(¡
Díaz Eimil García Pelavo 1 81 %
4 3
Rodríguez Pi ñero 5
6
García Mon 4
4
De la Vega
4
Leguina
López Guerra
Sólo figuran los totales de los magistrados que han permanecido a lo largo de
los ocho años.

,Con .la .Presi?encia de Tomás y Valiente el Magistrado que


Si se toman en cuenta sólo las sentencias con voto particular ~~s cOIncIdenCIas de voto posee en las sentencias de pleno es
dictadas en pleno, que son en las que han participado todos los ?pe~ Guerra, un.81 por 100, que surge de no haber formulado
Magistrados, se observa que durante la presidencia de García Pe- mngun voto, segUIdo ,de Be~ué y Tomás y Valiente que han con-
layo el mayor porcentaje de coincidencias, además del propio cordado con los demas MagIstrados en un porcentaje próximo al
Presidente que como no formuló ningún voto particular posee 80 por 100. La mayoría se sitúa entre el 70 por 100 y el 75 por
un 81 por 100, lo obtienen Begué y Truyol con un 80;7 por 100, 100, excepto de nuevo Díez Pic~za con un 55 por 100 y Rubio
estando los demás Magistrados en torno al 72 por 100, excepto con U? 40 po: 100 solamente (SIn estos dos Magistrados el por-
Díez Picaza y Díez de Velasco, que están alrededor del 61 por 100 centaJe de cOIncidencias de todos los demás sube en casi cinco
y, sobre todo, Rubio que no llega al 55 por 100 de coincidencias puntos: del 69,8 por 100 al 74,3 por 100) (véase Gráfico 5).
en pleno con el resto de los Magistrados (véase Gráfico 4).
117
116
GRAFICO NUMERO 5 GRAFICO NUMERO 6
PORCENTAJE DE COINCIDENCIA EN PLENO PORCENTAJE DE COINCIDENCIA EN PLENO
DE CADA MAGISTRADO (1986-1988) DE CADA MAGISTRADO (1981-1988)

Tomás y Valiente
Begué
Latorre J
179,39ó
J 79,69ó
74,39ó
Tomás y V~:gn~~
Latorre
I -------------_.---_--.JI
t-.
I 76,4 9ó
689ó
r 72,89ó

Rubio 1 409ó Rubio 1-------"'T1-5-0,-7 - - - - - - 1


%-,

Diez Picaza ~ 55 9ó Diez Picaza t---------L:::.:;:,.:..~-----.t 61,59ó


Truyol 1759ó Truyol t-------------.l...::::.:::......:.-----. 75,2 %
García Mon 1 709ó l
De la Vega 1 72,89ó
Diaz Eimil 1 67,89ó
Rodríguez Piñera I 72,59ó
Leguína 1 70,79ó
López Guerra J 819ó
En cuanto al comportamiento en pleno y sala de cada Magis-
trado, en general no se aprecian diferencias en uno y otro ámbito
en lo concerniente a la tendencia discrepante de cada juez, aun-
que de manera global los votos particulares en pleno son porcen-
tualmente más numerosos que en sala en todos los Magistrados
y períodos (véase Tabla 4).
Pasando ahora a las coincidencias entre Magistrados concre-
tos, empezaremos por el pleno en las dos Presidencias para
En definitiva, comparando ambos Tribunales, no se aprecian abordar luego las concurrencias en sala y por último comparar
grandes diferencias: la media de coincidencias entre los M~gis­ ambos ámbitos.
trados se sitúa alrededor del 70 por 100 (70,8 por 100 baJo la En la Presidencia de García Pelayo destacan inmediatamente
Presidencia de García Pelayo y 69,8 por 100 bajo la de Tomás y Begué y Truyol que siempre votaron juntos. Junto a ellos, for-
Valiente). Y analizando conjuntamente las coincidencias en pleno m~n~o un .grupo ?astante compacto con casi un 95 por 100 de
de los seis Magistrados que han permanecido ocho años en su cOInCIdenCIas, estan Escudero y García Pelayo además de Pera
cargo se ve, primero, que se confirman las conclusiones parciales Verdaguer, quien de las 25 sentencias de pleno con voto particu-
y que las mayores coincidencias corresponden a Begué (76,4 por lar en las que participó votó junto a estos cuatro Magistrados en
100) y Truyol (75,2 por 100), Tomás y Valiente y Latorre se en- un 94 por 100 de ocasiones. En el otro extremo, es decir, el de los
cuentran en unazana media con un 72,8 por 100 y un 68 por 100, Magistrados que menos han coincidido, están Rubio y Díez de
respectivamente, y destacan una vez más Díez Picaza con un 61,5 Velas ca con sólo un 33 por 100, Rubio y Latorre con un 43,5 por
por 100 y Rubio con un 50,7 por 100; y, segundo, que tras el 100, y Velasco y Arozamena con un 48,7 por 100. En definitiva,
cambio de Presidencia Tomás y Valiente y Latorre aumentan sus entre los años 1981 y 1986 se formó en el pleno del tribunal un
coincidencias en pleno en cinco puntos respecto del Tribunal de «?loque» integrado por los jueces Truyol, Begué, Escudero, Gar-
García Pelayo, Begué no sufre variación y Truyol, Díez Picaza y cm Pelayo y Pera Verdaguer en torno al cual giró en general la
Rubio bajan, respectivamente, 4, 7 y 15 puntos (véase Gráfico 6). mayoría (véase tabla 5).

118
119
TABLA NUMERO 5 disc:epa~o (en un 60 por 100 de las sentencias han votado en
sentIdo dIferente) (véase Tabla 7).
COINCIDENCIAS DE VOTO ENTRE MAGISTRADOS (1981-1985)
TABLA NUMERO 6

Tomás Begué Latorre Rubio Picazo Truyol Arozam. Velasco Escud. Viagas Pera Ferrer Pelavo COINCIDENCIAS DE VOTO ENTRE MAGISTRADOS (1986-1988)
Tomás 33 31 20 24 33 26 27 31 12 20 29 33
Begué 33 28 25 27 39 29 24 37 9 23 35 37
Latorre 31 28 17 27 28 23 33 28 12 17 24 30
Rubio 20 25 17 21 25 20 13 25 5 16 22 25 Tomás Begué Latorre Rubio Picazo Truyol G.' Mon Vega Eimil Pi ñero Leguina Guerra
D. Picaza 24 27 27 21 27 20 25 25 7 15 23 27 Tomás 26 23 13 17 24 24 23 21 23 23 27
Truyol 25 27 29 24 37 9 23 35 37 Begué 26 25 11 18 24 22 24 21
33 39 28 23 25 27
Arozamena 29 23 20 20 29 19 29 7 19 25 31 Laton'e 23 25 \O 16 23 20 22 21
26 23 22 24
D. Velasco 27 24 33 13 24 24 19 24 12 17 20 26 Rubio 13 1I \O 14 14 II 10 1I 9 8 12
Escudero 37 28 25 25 37 29 24 8 24 33 37 D. Picaza 17 18 16 14 15 14 16 13
31 14 15 18
F. Viagas 12 9 12 5 7 9 7 12 8 9 9 Truvol 24 24 23 14 15 20 21 21 23 21 25
Pera 20 23 17 16 15 23 19 17 24 19 23 G.' Mon 24 22 20 1I 14 20 22 21 20 19 23
G. Ferrer 29 35 24 22 23 35 25 20 33 9 19 33 De la Vega 23 24 22 \O 16 21 22 20 22 21 24
G. Pelayo 33 37 30 25 27 37 31 26 37 9 23 33 DíazEimil 21 21 21 11 13 21 21 20 20 18 22
R. Piñera 23 23 23 9 14 23 20 22 20 22 24
La tabla ha sido elaborada teniendo en cuenta las sentencias dictadas por el Leguina 23 25 22 8 15 21 19 21 18 22 24
pleno del Tribunal García Pelayo (1981-1985), que han contado con algún voto L. Guerra 27 27 24 12 18 25 23 24 22 24 24
particular y el sentido del voto de cada Magistrado en todas ellas. Por tanto, el
número máximo de coincidencias posible es de 39, excepto para Fernández Vi a- La tabla ~a sido elaborada teniendo en cuenta las sentencias dictadas por e!
gas y para Pera, que es, respectivamente, de 14 y 25, ya que este último sucedió al pleno de!. Tnbunal Ton:ás y Valiente (1986-1988), que han contado con algún
primero. Por la misma razón ambos Magistrados no cuentan con ninguna coinci- voto, partIcul~r'y el sentl~o ~el voto de cada Magistrado en todas ellas. ¡J'or tanto,
dencia. el numero maxlmo de comcldencias posible es de 28.
" ,'~

En la Presidencia de Tomás y Valiente el máximo de coinci- I¡'iir:


TABLA NUMERO 7 ,11
'

dencias se encuentra entre López Guerra, Tomás y Valiente y


Begué, dato significativo al no haber formulado el primero nin- COINCIDENCIAS DE VOTO ENTRE MAGISTRADOS (1981-1988)
gún voto particular y ser los otros dos, respectivamente, Presi-
dente y Vicepresidenta del Tribunal. A continuación se sitúan las
parejas Begué-Latorre y Begué-Leguina con un 90 por 100 de
coincidencias, correspondiendo los menores porcentajes de coin- Tomás Begué Latorre Rubio Picaza Truyol
cidencia a Leguina-Rubio (28,5 por 100), Rodríguez Piñero-Rubio Tomás y Val. 59 54 33 41 57
(32,1 por 100), De la Vega-Rubio (35,7 por 100) y Latorre-Rubio Begué 59 53 36 45 63
Latorre 54 53 27
(35,7 por 100) (véase Tabla 6). Rubio
43 51
33 36 27 35 39
Por tanto, comparando ambos Tribunales, saltan a la vista Díez Picaza 41 45 43 35 42
inmediatamente dos datos: que en general Begué y Truyol han Truyol 57 63 51 39 42
votado juntos (globalmente en un 94 por 100 de ocasiones, aun-
que en la Presidencia de Tomás y Valiente bajan su coincidencia _ El total d~ coincidencias para los Magistrados que han permanecido ocho
hasta un 85,7 por 100); y que en general, Rubio y Latorre han anos en el Tnbuna1 es de 67.

120 121
Por último, para conocer si la distribución de los Magistrados
en sala coincide con una cierta coherencia ideológica, es decir, si Sala segunda
se sienten «cómodos» en ella o si, por el contrario, hay Magistra- Con su sala Con la sala
dos más afines a los de la otra sala que a los de la propia, vamos primera MEDIA
a analizar el comportamiento en pleno de cada sala respecto de Arozamena 62,0% 66,1 %
sus componentes y respecto de los de la otra. Así, durante el pri- Rubio 56,9%
64,6%
mer Tribunal los Magistrados de la sala primera coincidieron en Díez Picazo 56,4% 54,6%
58,9% 65,3%
pleno entre sí en un 76 por 100 y con los de la sala segunda en un Tomás y Valiente 62,3 %
69,2% 77,1 % 74,3 %
71,1 por 100, mientras que los de la sala segl1nda sólo coincidie- Truyol 75,3 %
Fernández Viagas 84,8% 80,7%
ron en un 65,1 por 100 y con los de la otra sala en un 70 por 100. 57,1 % 68,5% 64,2%
Durante la Presidencia de Tomás y Valiente los porcentajes de la Pera 74,4% 82,0% 78,4 %
sala primera son de un 60 por 100 de coincidencia entre sus Ma- TOTAL 65,1 % 70,8%
gistrados y de un 68,9 por 100 con los de la otra sala, y los de la
sala segunda de un 81,8 por 100 de coincidencia de sus miem-
bros entre sí y de un 68,9 por 100 con los de la sala primera. Si se TRmUNAL TOMAS Y VALIENTE
tiene en cuenta que dos tercios de la sala segunda del Tribunal Sala primera
García Pelayo pasaron a componer la sala primera del Tribunal
Tomás y Valiente, se obtiene una explicación de estos porcenta- Con su sala Con la sala
segunda MEDIA
jes en el sentido de que es el mismo grupo de Magistrados el que
monopoliza la mayor tendencia de discrepancia conscuencia de Tomás y Valiente 70,0%
Rubio 86,8% 79,3 %
una cierta diferencia de criterio en cualquier caso muy superior 43,6% 36,8% 40,0%
a la de los demás Magistrados (véase Tabla 8). Díez Picazo 52,1 %
Truyol 57,8% 55,0%
69,3% 79,6% 75,0%
Díaz Eimil 61,4 % 73,2% 67,8%
Rodriguez Piñero 63,5% 79,6% 72,5%
TOTAL 60,0%
TABLA NUMERO 8 68,9%

PORCENTAJES DE COINCIDENCIA EN PLENO DE CADA SALA Sala segunda


Con su sala Con la sala
TRmUNAL GARCIA PELAYO primera MEDIA
Sala primera
Begué 87,8%
Con la sala Latorre 73,2% 79,6%
Con su sala segunda MEDIA 80,7% 68,9% 74,3%
García-Mon 75,7% 65,3% 70,0%
De la Vega 80,7%
García Pelayo 83,0% 79,4% 81,0% Leguina 66,4% 72,8%
79,3% 63,6% 70,7%
Latorre 72,8% 66,1 % 69,2% López Guerra 87,1 %
Díez de Velasco 64,6% 58,4% 61,2% 76,1 % 81,0%
TOTAL 81,8 % 68,9%
Begué 82,0% 79,4% 80,7%
Gómez Ferrer 71,7 % 66,9% 71,5 %
Escudero 81,0% 76,9% 78,7% Tras este análisis básicamente cuantitativo de la t'1' "
TOTAL 75,9% 71,1 % p t d 1T ' b ' u llZaClOn
or par e e n un al ConstItucional de la institución del voto

122
123
particular, abordaremos ahora su asp~cto cuali~ativo, exponien- juicio de constitucionalidad, bien necesarios para la resolución
do los motivos más importantes de dIscrepanCIa en el seno del del asu?t0 48 . ~lgun~ de estas discrepancias interpretativas sop
Tribunal y la incidencia de cada uno de ellos.. . en realIdad dIfere~~Ias referidas a los criterios interpretativos,
La primera causa de votos particulares ~n el Tnb~na~ Consti- que pone~ de m~mfIesto. diversas ideologías de la interpretación
tucional han sido, como cabía esperar, las dIscrepancIas mter~r,e­ en el sentI.do wroble~skIan049 .. Así, hay Magistrados que discre-
tativas. En la mayoría de las ocasio~~s el orig~n del voto se sltu~ pan de la mterpretaclOn exceSIvamente formalista realizada por
en una distinta forma de comprenslO n d.e art~culos de la ConstI- la mayoría 50 o de una interpretación extensiva que creen inade-
tución aunque la lista de los preceptos dIscutIdos no es muy am- cuada s, . En otras ocasiones el objeto de la discordia es el princi-
plia' d~stacando -como es lógico si se repara en que la funda- pio de interpretación conforme a la Constitución 52 y una de sus
me~tación de un recurso de amparo siempre debe sustentarse 45
en una violación de un derecho fundamental-los arts. 24 , ~~46 48 Voto conjunto de Tomás y Valiente, Latorre, Diez Picazo y Fernández Via-
y, sobre todo, el art. 14, ya que las diferen~ias en la concepcIon gas a la STC de 13 de febrero de 1981 (RI); voto de Arozamena a la STC de 2 de
de la igualdad han motivado, al menos parCI~l~ent~, cerca de un julio de 1981 (CI); voto de Díez de Velasco y Diez Picaza a la STC de 22 de di-
10 por 100 de los votos particulares 47 ..TambIen e~,Importante el
ciembre de 1981 (RI); voto de Fernández Viagas y Díez de Velasco a la STC
6/1982, de 22 de febrero (CC); voto de Diez Picaza y Rubio Llorente a la STC
número de votos que discrepan de la mterpretaclOn dada. por la 72/1983, de 29 de julio (RI); voto de Rubio Llorente a la STC 67/1983, de 22 de
mayoría a preceptos de otros textos jurídicos, bien sometIdos al julio (Ce); voto de .Díez Picazo a la STC 29/1985, de 28 de febrero (RA): voto de
Pera Verdaguer a la STC 100/1985, de 3 de octubre (RA); voto conjunto de Rubio
Llorente y Díez Picaza a la STC 76/1986, de 9 de junio (RI); votos de Rubio Llo-
45 Votos de Arozamena Y Diez Picaza a la STC 12/1982, de 12 de julio (RA); rente y Díez Picaza a la STC 82/1986, de 26 de junio (RI); voto de Rubio Llorente
votos de Tomás y Valiente y Rubio Llorente a la STC 11/83, de 21 .de febre~o a la STC 83/1986, de 26 de junio (RI); voto de Rubio Llorente a la STC 27/1987,
(RA)' to de Tomás y Valiente a la STC 5/85, de 23 de enero (RA), Y voto e de 27 de febrero (RI); voto de Rodríguez Piñero y Leguina a la STC 99/1987, de
Rub;ov~lorente Y Truyol a la STC 166/1986, de 19 de diciembre (CI).. d 11 de junio (RI); votos de Rodríguez Piñera y García Mon a la STC 160/1987, de
46 Voto de Fernández Viagas a la STC de 16 de marzo de 19~1 (RA), voto e 27 de octubre (RI); y voto de Diaz Eimil, Latorre, Truyol y Rodríguez Piñero a la
Rubio Llorente a la STC 12/1982, de 31 de marza (RA); voto. de Diez de Velasco a STC 189/1987, de 24 de noviembre (RA).
la STC 86/1982, de 23 de diciembre (RI); Y voto de RubiO Llorente a la STC 49 Sobre su concepto de ideología interpretativa véase J. WRÓBLEWSKI, «Se-
mantic Basis of the Theory of Legal Interpretatioil», en Logique et Analyse, núms.
153/1985 de 7 de noviembre (CC). . d
47 Vot~s de Diez Picaza y Rubio Llorente a la STC de 10 de noviembre e 21-24, 1963, pág. 46; ID., «The Problem of the Meaning of the Legal Norm», en
1981 (CI)' voto de Diez Picaza a la STC 7/1983, de 14 de febrero (RA); voto con- Osterreichische Zeitschrift für offentliches Recht, Band XIV, Heft 3-4, 1964, pág.
'unto de Begué, Díez Picaza, Tomás y Valiente, Gómez Ferrer y Truyol a la STC 19; ID., «Legal Reasoning in Legal Interpretation», en Logique et Analyse, núm. 45,
~5/ 1983, de 3 de agosto (CI): voto de Rubio Llorente a la STC, 103/1983, de 22 d~ 1969, pág. 89; ID., «L'interprétation en droit: théoríe et idéologie», en Archives de
noviembre (CI); voto de Tomás y Valiente a la STC 6/1984, de 24.de enero (~I), Philosophie du Droit, tomo XVII, 1972, pág. 63; ID., «Le role des príncipes du droit
voto de Tomás y Valiente a la STC 1/ 1984, de 16 de en~ro (RA), v,oto ~e Dlaz dans la théoríe et idéologie de l'interprétation juridique», en Archivium Iuridicum
Eimil a la STC 19/1987, de 17 de febrero (CI); voto conjunto de ~Iez PICaza y Cracoviense, vol. XVII, 1984, pág. 15; e ID., Constitución y teoría general de la
Rubio Llorente a la STC 116/1987, de 7 de julio (CI); y voto de RubiO Llorente a interpretación jurídica, Madrid, 1985, pág. 71.
50 Voto de Rubio Llorente a la STC 3/84, de 20 de enero (RA); y voto de
la STC 189/1987, de 24 de noviembre (RA), , ', "
Otros artículos de la Constitución de cuya mterpretaciOn se dlsc~epa son el Rodríguez Piñero a la STC 51/1988, de 22 de marzo (RA).
art. 15 (votos a la STC 53/1985, de 11 de abril, RI)" el art. 17 (voto cO~Junto de De 51 Voto de Latorre y Díez Picaza a la STC 5/1983, de 4 de febrero (RA).

la Ve a y Díez Picaza y voto conjunto de Begue, Latorre y Leguma a la STC 52 Sobre este principio de interpretación conforme a la Constitución, que se
196/1 987 de 11 de diciembre, CI), art. 38 (voto de Diez Picaza, Diez de yela~co y
g originó, precisamente, en la función típica de los tribunales constitucionales de
Fernánde'z Viagas a la STC de 16 de noviembre de 1981, RI; Y voto d~ Diez Picaza declaracíón de inconstitucionalidad de una ley (procurando «salvan> en la medida
a la STC 49/1988, de 22 de marza, RI); art. 4 (voto conjunto de R~biO Llorente.y de lo posible los textos legislativos de su contradicción con el texto constitucio-
' P' I STC 94/1985 de 29 deJ'ulio CC), art. 13 (voto conjunto de RubiO nal), vid. E. GARCÍA DE ENTERRÍA, «La Constitución como norma jurídica», en la
Dlez ICazo a a , " d . r RI)' obra colectiva dirigida por él mismo y A. PREDIERI, La Constitución española de
Llorente, Tomás y Valiente y García Mon a la STC 115/1987, de 7 , e JU lO, ,
t 23 (voto conjunto de Latorre y Díez Picaza a la STC 5/1983, de 't de febrero, 1978. Estudio sistemático, Madrid, 1980, págs. 135 y sigs.; y E. PÉREZ LuRo, Dere-
~A'); art. 30 (voto de Latorre a la STC 161/1987, de.27 de octubre, CI); y art. 81 chos humanos, Estado de Derecho y Constitución, Madrid, 1984, págs. 279 y sigs.
(voto de Diaz Eimil a la STC 140/1986, de 11 de noviembre, RA). Este principio ha pasado a la legislación postconstitucional, con carácter ge-

125
124
técnicas de concreción: la sentencia interpre!ativa 53; por ej~mplo,
unas veces los Magistrados discrepantes pedlan a la mayona un~ rresfonde a~ pr~~ero declarar qué normas han sido derogadas
sentencia interpretativa 5\ otras creían posible, en contra del cn- por a .ConstItUCI~~, ya que es competencia de los jueces 60, nijuz-
terio de sus compañeros, interpretar un artículo conforme a .la ga~ la mterpretaclOn d~l derecho realizada por éstos 61, ni sustituir
Constitución ss y en otras ocasiones precisamente lo con~~ano, al Juez pe~al por ~edlO de sentencias «manipulativas» 62. Otros
por entender que la literalidad de un pre~ept?, no permltl,a su votos partl~~lares tlenen su origen en la diversa forma de enten-
adecuación por vía inte~~etativa a.la Con~tlt~clOn .y pr~6cedla ~n der la. fu~cIOn que las normas procesales atribuyen al Tribunal
consecuencia la declaraclOn de su mconstltuclOnalidad . P?r ul- Co~stltuclOnal y por eso se discrepa de que se enjuicien normas
timo, en algunos votos el desacuerdo se, c~ntra en el meto~~ no mvo~a~~s por los recurrentes en contra de los principios de
concreto de interpretación puesto en practlca por la may<:>na. cont~adlcclon y ,congruencia 63. Pero donde más disensos han
hay Magistrados que consideran que el argumento a contrarw es Surgl~O e~ en la lmea de separación entre la función del Tribunal
insuficiente para justificar un significado 57; y ot~os que no com- ConstItucIOnal y la del legislador 64. Esta es no sólo una importan-
parten la interpretación sistemática, sedes matenae o el re~urso a te fuente de disidencias, sino seguramente la que ha provocado
los debates parlamentarios que se realizan en la sen~enCla, por los votos particulares más rotundos. En ellos se llama la atención
considerar, por ejemplo, en este último caso, que la mterpreta- ~obre los e:xcesos en los que incurre el Tribunal al recomendar
ción debe llevarse a cabo independientemente de la voluntad del mt~rpretacIOnes alternativas de artículos no declarados inconsti-
autor de la regla 58. tucIOnale~ ~5, al actuar como juez de oportunidad 66 o como legis-
La segunda causa de votos particulares tiene que ver ~on la lador POSItlvO. creando nor~as67. En este sentido es paradigmáti-
forma de entender la función que debe desarrollar. el ,!rlbun~l ca la sentencIa que resolvlO el recurso de inconstitucionalidad
Constitucional. Así, dentro del juego Tribunal ConstltuclOnal-tn- cont~a el proyecto de ley de despenalización del aborto en de-
bunales ordinarios 59, ha habido votos que entendían que no co- t~rmmados supu~stos, ya que uno de los puntos comunes de los
cmco votos par~Iculares formulados a la decisión fue precisa-
neral para todos los órganos jurisdiccionales, por medi~ del art',5 de la Ley Or- ~ente la creenCIa de que la mayoría del Tribunal, lograda gra-
gánica del Poder Judicial (cuyo tercer aJ?artad~ pr~scn~e que estos habr~n ~e CIas al voto de calidad del Presidente, se había extralimitado en
plantear la correspondiente cuestión de. ~nconstItuclOnahad «cuand<: por Vla 1I~: sus funciones al invadir competencias del legislador, orientándo-
terpretativa no sea posible la acomod,a~lOn de la norma al ?rdenamlento const~_
tucionai»), y ha merecido una dura cntIca por parte de L..DIE.z PlCAZ~. en «Constl
tución, Ley, Juez», en Revista Española de Derecho ConslltuclOnal, numo 15, 1985, paño! y su competencia desde la perspectiva de la forma de gobierno: sus
; I
especialmente págs. 20 y 21. ... . l relaCIOnes con !os J?oderes,legislativo, ejecutivo y judiciah, en Revista Española de
53 Sobre el principio, las sentencias mterpretatIvas y su US? por el T~bu~~ Derecho ConsllluclOnal, numo 6, 1982, especialmente págs. 160 y sigs.
60 Voto de Rubio Llorente a la STC de 2 de febrero de 1981 (RI).
Constitucional véase F. 1. EZQUlAGA GANUZAS, La argumentacIón en la JustICia
constitucional española, Oñati, 1987, págs. 105 y sigs. ,. 61 Voto de Diez Picaza y Rubio Llorente a la STC 66/1982, de 12 de noviem-
bre (RA).
54 Voto de Tomás y Valiente, Latorre, Díez de Velasco y Fernandez Vlagas a la
STC de 13 de febrero de 1981 (RI); voto de Pera Verdaguer a la STC 22/85, de 15 :~ Voto de Díaz Eimil a la STC 140/1986, de 11 de noviembre (RA).
de febrero (RA); y voto de Rubio Llorente a la STC 27/1987, de 27 de febrero (RI). (RI). Voto de Arozamena y Rubio Llorente a la STC de 13 de febrero de 1981
ss Voto de Diez Picaza a la STC 29/1985, de 28 de febrero (RA).
56 Voto de Díez Picaza a la STC 57/1984, de 8 de mayo (RA). .. ~4 Sobre sus relaciones, vid. M. GARCÍA PELAYO, «El "status" del Tribunal Consti-
57 Voto de Díez Picaza y Rubio Llorente a la STC 72/1983, de 29 de juho (RI); t~Clonal», en ~evista Española de De:ec~o Constitucional núm. 1, 1981; Y E. GAR.
y voto de Rubio Llorente a la STC 67/1983, de 22 de julio ~CC). , ClA DE. EN~ERRlA, «El Tnbunal ConstItuclOnab>, en Revista Española de Derecho
ConsllluclOnal núm. 1, 1981. .
58 Voto de Arozamena a la STC 53/1985, de 11 de abnl (RI); y voto de Diez
Picaza a la STC 26/1987, de 27 de febrero (RI). ., 65 Voto de Arozamena a la STC 3/1983, de 25 de enero (CI).
59 Con carácter general, vid. F. RUBIO LLO~ENT~,. «Sobre .Ia .relaclOn ~ntre el Voto de Rubio Llorente a la STC 20/1985 de 14 de febrero (RI)
6766 V d ' .
Tribunal Constitucional y Poder Judicial en el ejerCl~1O ?e la ju,:sprudencla cons- oto e Arozamena y Pera Verdaguer a la STC 103/1983, de 22 de noviem-
titucional», en Revista Española de Derecho Constltucl?nal, numo 4,. 19~2, espe- bre. (~I); voto conjunto .de Rubio Llorente y Diez Picaza a la STC 116/1987, de 7
cialmente, págs. 47 y sigs.; Y J. SALAS HERNÁNDEZ, «El Tnbunal ConstitucIOnal es- de juh~ (CI); y voto cunjunto de García Mon y De la Vega a la STC 204/1988, de 7
de noviembre (RA).

126
127
le y perfeccionando su actividad, adicionando cosas al texto im- que se han apartado de la doctrina del Tribunal con una solución
pugnado, haciendo valoraciones y juicios de calidad sobre su ta- como la adoptada 73. -

rea y trabajando con la ética y no con el derecho 68. Es preciso Para terminar, junto a algunas otras causas de discrepancia
destacar que, en general, fueron especialmente «virulentos» to- como las relacionada.s con la for~a de entender los requisito~
dos los votos formulados en recursos previos de inconstituciona- proc~~ales para acudIr ante el Tnbunal Constituciona1 74 , con la
lidad. Con ellos (felizmente ya eliminados) se propiciaban los ex- elecClqn de las normas aplicables al caso 75 o con una diferente
cesos del Tribunal Constitucional puesto que eran una invitación valoración de los antecedentes o hechos del proceso 76, destacan
a señalar al legislador qué añadir o eliminar del texto legal para los votos que achacan incoherencias o ausencia de motivación en
sancionar su constitucionalidad 69. el iter lógico de la decisión y los formulados en coherencia con
La tercera gran causa· de votos particulares está en relación v.ot~s particulares anteriores a sentencias que resolvían asuntos
con la doctrina del propio Tribunal Constitucional. Aunque ya en SImIlares. Los primeros pretenden denunciar la insufi~iente mo-
su cuarta sentencia el año 1981 hubo un voto particular que en-
tendía que la mayoría se había apartado de su propia doctrina, es
a partir de 1983 cuando se generaliza este motivo de disenso, 7J Voto d~ Rubio .Llorente y Diez Picazo a la STe de 29 de abril de 1981 (el):

adquiriendo diversas formas. Hay discrepancias provocadas por voto ~e Tomas y Va~lente a la STe 60/1983, de 6 de julio (RA); voto conjunto d~
Begue, Escudero, Gome~ ~errer, Pera Verdaguer, Rubio Llorente y Truyol a la
considerar que en la sentencia no se tiene en cuenta una doctri- STe 111/1983, de 2 de diCiembre (Rl), voto de Rubio Llorente a la STe 3/84, de
na aplicable al caso 70 y, al contrario, por entender que se ha apli- 20 de enero (RA); voto de Arozamena a la STe 27/1985 de 26 de febrero (el)'
cado una doctrina no adecuada al asunto 71; algunos votos juzgan voto de Tomás y Valiente a la STe 70/1985, de 31 de m'ayo (RA); voto de Per~
incorrecta la forma en que la mayoría ha aplicado en una sen- Verdaguer a la ST~ ~1/1985, de 12 de junio (RA); voto de Leguina a la STe
tencia la doctrina anterior del Tribunal 72 , pero el número más 99/.1986, de II de Julio (Rl); voto de Díaz Eimil a la STe 140/1986, de 11 de
novlembr~ (RA}; voto de Leguina a la STe 146/1986, de 25 de noviembre (eC);
importante de disensos por esta causa está dirigido a llamar la voto de Diez Picaza y Rubio Llorente a la STe 32/1987 de 12 de marzo (RA)'
atención a los Magistrados de la mayoría por pensar el firmante voto de De la Vega a la STe 160/1987, de 27 de octubre (Rl); voto de Rubi~
Llorente a la STe 24/1988, de 23 de febrero (RA); y voto de Rubio Llorente a la
STe 118/1988, de 20 de junio (RA).
74 Vo~o de Rubio Lloren~e y Díez Picaza a la STe de 29 de abril de 1981 (el);
68 La sentencia es la 53/1985, de 11 de abril (Rl), y tuvo votos de Arozamena, voto conjunto de ~a~orre, Diez de Velasco, Tomás y Valiente y Fernández Viagas
Diez Picaza, Tomás y Valiente, Latorre y Diez de Velasco conjuntamente y Rubio a la STe de 14 de Julio de 1981 (Rl); voto de Rubio Llorente a la STe 12/1982 de
Llorente. 31 de marzo (RA); voto de Fernández Viagas, Tomás y Valiente, Latorre y Die~ de
Otros votos particulares referidos a la función del Tribunal Constitucional son Velasco a la STe 61 / 19~2, .de 13 de octubre (RA); voto de Pera Verdaguer a la
el de Rubio Llorente y Diez Picaza a la STe de 29 de abril de 1981 (el); el voto de STe 75/1984, de 27 de Ju.n~o (RA); voto de Tomás y Valiente y Díez Picaza a la
Rubio Llorente a la STe 90/1986, de 2 de julio (RA); el voto de Diaz Eimil a la STe 206/1987, de 21 de diCiembre (RA); y voto de García Mon a la STe 95/1988
STe 19/1987, de 17 de febrero (el); el voto de Diez Picaza a la STC 26/1988, de de 26 de mayo (el). '
23 de febera (RA); y el de De la Vega, García Mon, Díaz Eimil y Rubio Llorente a ,75 Voto de Rubio Llorente a la STe de 10 de noviembre de 1981 (el); voto de
la STe 37/1988, de 3 de marza (RA). Gomez F errer a la STe 25/1983, de 7 de abril (eC); voto de Arozamepa a la STC
69 Sobre la desaparición del recurso previo de inconstitucionalidad, vid. 1. PÉ· 35/1984, de 13 d~ ~arzo (Rl); voto de Rubio Lloreme y Díez Picazo a la STe
REZ Royo, «Crónica de un error: el recurso previo de inconstitucionalidad contra 7?(1986, de 9 de Juma (Rl); y voto de García Mon a la STe 159/1986, de 12 de
Leyes Orgánicas», en Revista Espafíola de Derecho Constitucional, núm, 17, 1986, diCiembre (RA).
págs, 137 y sigs,; e ID" Tribunal Constitucional y división de poderes, Madrid, 76. Voto de Rubio Llorente a la STe 10/1984, de 2 de febrero (RA); voto de
1988, págs, 74-75, En cuanto a su influencia en la institución del voto particular, RubiO Llorente a la STe 22/1984, de 17 de febrero (RA); voto de Díez Picazo a la
vid. J. L. CASCAJO CASTRO, ob. cit., págs. 181-182. ~T.e 71/1985, de 12 de junio (RA); voto de Díez Picaza a la STe 89/85, de 19 de
70 Voto de Rodríguez Piñera y Leguina a la STe 99/1987, de 11 de junio (Rl); Julio (RA); voto de Pera Verdaguer a la STe 30/1986, de 20 de febrero (RA)' voto
y voto de García Mon y Díaz Eimil a la STe 209/1988, de 10 de noviembre (RA). d~ Rodríguez Piñero a la STe 165/1987, de 27 de octubre (RA); voto d; Diez
71 Voto de Díez Picaza a la STe 8118b, de 20 de junio (RA); y voto de Rubio Picaza a la STe 99/ 1988, ~e ~ 1 de mayo (RA); voto de García Mon y De la Vega a
Llorente y Truyol a la STe 208/1988, de 10 de noviembre (Rl). la S Te 137/1988, de 7 de Juho (RA); y voto de García Mon y De la Vega a la STe
72 Voto de Rubio Llorente a la STe 91/1984, de 9 de octubrc (eC). 231/1988, de 2 de diciembre (RA).

128 129
tivación de la resolución y la disminución de credibilidad de la
lo largo de estos ocho años: sólo seis 80. En estos casos, las razones
misma derivada de su falta de justificación 77. Entre los segundos,
para ~ed.actar el voto, aun compartiendo el fallo, son varías: por-
que en conjunto suponen casi e~ 10 por .1?0 de .los votos particu- que, SI ble,n se ac~pta el fallo, se considera incompleto (que sería
lares, son significativas las senes de disidencIas en dos temas
un v<?to solo parcIalmente concurrente), porque lo que se consi-
que, curiosamente, tienen su primera sentencia el mismo día: el 4 dera mcom~leta es la fundamentación, porque al fallo se hubiera
de febrero de 1983. En primer lugar, el voto particular qu~ se llegado partIendo de otra.s premisas (por ejemplo, por medio de
formuló a la sentencia que resolvía una cuestión de inconstItu-
otra n<?n~a), porque ~e discrepa de~ iter interpretativo o porque,
cionalidad referente a la Ley de Financiación de las Haciendas aun eXIstIe?d~ una diversa concepción de fondo, en el caso con-
Locales fue reiterado en las dos siguientes ocasiones en las que creto se comcIde en el fall08!.
esa Ley' fue cuestionada ante el Tribunal Constituciona1 78. En se- ~especto a la postura de los Ponentes de las sentencias cuan-
gundo lugar, en las seis sentencias recaídas en los recursos d.e do discrepan de la de~isi~n mayori~aria, se detectan en la prácti-
amparo presentados por concejales que al abandon~~ sus partI- c.a del.~nbunal ConstItucIOnal dos epocas distintas: hasta 1985 la
dos políticos habían sido cesados en su cargo mumcIpal, se re- sItuaclOn, normal ~s que si un ~onente no comparte la opinión de
produce el mismo voto particular 79,. creándose ?e es~a forma lo la mayona del Tn~:H~r:al (o mejor habría que decir, si la mayoría
que podría denominarse una especie de «doctrma discrepante», no comp~rte la opmlOn del Ponente de la sentencia), formula un
casi tan consolidad como la de la mayoría. voto partIcular pero redacta la sentencia de acuerdo con las di-
Para concluir con este análisis del uso del voto particular por rectnces aprobadas por los demás Magistrados 82, Esta práctica la
la jurisdicción constitucional española, vamos a fijarnos breve- e~presa perfectamente Tomás y Valiente en su voto a la senten-
mente en dos temas: los votos concurrentes y la postura del Po- CIa 60/83, de 6 de julio, de la que fue Ponente:
nente ante la discrepancia.
En cuanto al primero de los asuntos, simplemente debe seña- , «Como se hace constar al final del encabezamiento de la senten-
larse que las concurring opinions no han sido muy numerosas a CIa, el Po~ente expresa la opinión de la Sala y no necesariamente la
suya propia, por lo que cuando, como ocurre en el caso presente el
pare,cer,del P0;'1ente no coincide con el resto de la Sala puede foru'm-
lar SI aSI lo estlma procedente su voto particular aiscrepante.»
77 Voto de Fernández Viagas a la STC 60/1982, de 11 de octubre (RA); voto de
Gómez Ferrer a la STC 6/1983, de 4 de febrero (Cl); votos de Tomás y Valiente y
Rubio Llorente a la STC 11/1983, de 21 de febrero (RA); voto de Rubio Llorente a
80 El voto de Latorre y Díez de Velasco a la STC 16/1983 de 10 de marzo
la STC 67/1983, de 22 de julio (CC); voto de Tomás y Valiente a la STC 75/ 198~,
(RA);, el voto, de Gómez Ferrer a la STC 25/1983, de 7 de abril (CC); e! voto de
de 27 de junio (RA); voto de Tomás y Valiente a la STC 53( 1985, de 11 de abnl
Tomas y Valiente a la STC 75/1984, de 27 de junio (RA); e! voto de Rubio Lloren.
(Rl); voto de Rubio Llorente a la STC 153/1985, de 7 de noviembre (CC); voto de
t~ a la STC 20/1985, de 14 de febrero (Rl); el voto de Rubio Llorente y Diez
Plcaz.o a la ~!C 56/1986, de 13 de mayo (CC); y e! voto de Díez Picazo, Truyol y
Rubio Llorente a la STC 82/1986, de 26 de junio (Rl); voto de Latorre a la STC
26/1987, de 27 de febrero (RI); y voto de Diez Picazo a la STC 99/1988, de 31 de Ro~~gu~Z Pme~? a la STC 64/1988, de 12 de abril (RA).
mayo (RA).
ASI sucedlO en una ~e las sentencias sobre recursos de amparo de conceja.
78 El autor de los votos fue Gómez Ferrer, primero a la STC 6/1983, de 4 de les a las que me he refendo un poco más arriba. En la STe 16/1983 de 10 de
febrero (Cl) y luego a la STC 41/1983, de 18 de mayo (Cl) y a la STC 51/1983, de
marzo (RA) el fallo fue contrario al recurrente a diferencia que en las demás así
14 de junio (Cl).
que se mant~vo el V?t~ d~ Latorre y Díez de Velasco porque las consideraci~nes
79 El primer voto fue el de Latorre y Diez Picazo a la STC 5/1983, de 4 de d~ la mayona eran Id en tic as que en los demás recursos similares, pero coinci-
febero (RA) y los siguientes el de Latorre, Diez Picazo y Diez de Velasco a la STC
10/1983, de 21 de febrero (RA), el voto de Latorre y Diez de Ve!asco a la STC
d~e.ndo en e! fallo ya que en este caso se inclinó de! lado de los Magistrados
diSidentes.
16/1983 de 10 de marzo (RA); el voto de Diez de Velasco a la STC 20/1983, de 15
de mar~o (RA); e! voto de Latorre, Diez de Vela,sco y Diez Picaz? a l.a STC
82 Esta situación se ha dado en las STe 6/1982, de 22 de febrero (Ce); STC
61/1982, de 13 de octubre (RA); STC 60/1983, de 6 de julio (RA); STe 3/1984, de
29/1983, de 26 de abril (RA); y el voto de Latorre, Diez de Velasco y Diez Plcazo a
20 de enero (RA); STC 160/1987, de 27 de octubre (Rl); STC 161/1987, de 27 de
la STC 30/1983, de 26 de abril (RA). octubre (Cl); y STe 64/1988, de 12 de abril (RA),

130
131
A partir de 1985, además de continuar esta prác;tica,. se ~~re la cuestiones de inconstitucionalidad acerca de la Ley de Financia-
posibilidad de que el Ponente sea relevado de su obhgaClO? d.e ción de las Haciendas Locales, por lo que ~iete de los votos fue-
redactar la sentencia cuando la mayoría no comparte su anahsIs ron formulados por coherencia ante la similitud de los casos. Te-
del asunto H1 • La fecha de comienzo de esta nueva actitud no es, a niendo en cuenta este hecho, y descontando en consecuencia
mi juicio, casual, ya que es en ese mismo año cuando se pro~ul­ esas siete sentencias, las decisiones con voto se convierten en 12
ga la Ley Orgánica del Poder Ju.dicial, a la qu: ~omo se h~ VIsto número que está dentro de la media de los demás años. '
se remite con carácter supletono la Ley Orgamca del Tnbunal 3. Con carácter general, durante los primeros años de vida
Constitucional y que en su art. 260.1 otorga al Ponente la posibi- del Tribunal (en concreto de 1981 a 1983) se hizo un uso del voto
lidad de declinar la redacción de la sentencia y formular voto particular numéricamente más importante que con posteriori-
particular cuando no comparte la postura mayoritaria. Por últi- dad. La razón puede estribar, por un lado, en que es en esos años
mo recientemente, en estos casos en los que es relevado el Po- cuando comienza a definirse la jurisprudencia del Tribunal
ne~te e! Presidente Tomás y Valiente ha optado por asumir él Constitucional, situación que es más propicia a la discrepancia
mism~ la Ponencia en lugar de encomendar la redacción de la por encontrarse aún todo por hacer que cuando la mayoría ya
sentencia a otro Magistrado cualquiera 84. ha marcado una línea de actuación más o menos clara; y/o por
En definitiva de este análisis de la práctica del voto particular otro, por la novedad que en aquel momento representó la insti-
por parte de! T~ibunal Constitucional pueden destacarse las si- tución del voto particular, que pudo llevar a los Magistrados a
guientes conclusiones: utilizarla de un modo un poco más frecuente que posteriormen-
1. El número de votos particulares a las sentencias del pleno te. Esta impresión se confirma analizando el porcentaje de sen-
de! Tribunal es superior al"de las de sala, situación explicable por tencias que en cada año contaron con dissents: apartando el año
resolverse con el órgano al completo los asuntos a priori más 1983 por las razones apuntadas, la media de sentencias con votos
conflictivos (recursos de inconstitucionalidad, cuestiones de in- particulares está alrededor del 7,5 por 100 por año, excepto en
constitucionalidad y conflictos de competencia), además de que, 1981 que fue del 23,8 por 100 y 1982 que fue del 9,2 por 100.
como es obvio, e! pleno está formado por el doble de Magistra- 4. Fijándose en la situación en el pleno del Tribunal, la expli-
dos que cada una de las salas, con lo que aumentan las posibili- cación de que cuando aumenta el número de sentencias dictadas
dades de discrepancias. disminuye el de votos particulares y viceversa puede ser doble: o
2. Por años, el que porcentualmente más sentencias con bien sucede que cuanto más trabajo soporta el Tribunal menos
voto particular ha tenido es el año 1983, pero analizan~o el con- tiempo queda para formular votos; o lo que sucede es que al
tenido de las discrepancias durante ese año se aprecia que la tratarse con temas controvertidos se intenta llegar a un acuerdo
única razón por la que se eleva tanto el número de decisiones alargándose la deliberación con la consiguiente disminución del
con disidentes reside en el hecho de que en 1983 es cuando se número de asuntos resueltos, explicación que de ser cierta con-
resuelven los seis recursos de amparo presentados por los conce- firmaría el argumento a favor del voto particular de que su pre-
jales desprovistos de su cargo al abandonar el partido o coalición sencia obliga a estudiar los casos más en profundidad y desmen-
con el que se presentaron a las elecciones municipales y las tres tiría el argumento de los contrarios a la figura en el sentido de
que el dissent limita la voluntad de llegar a un acuerdo.
5. En cuanto al uso del voto particular en las salas del Tri-
-H;Asi sucedió en las STC 53/1985, de 11 de abril (RI); STC 140/1986, de 11 de bunal Constitucional, destaca claramente la actividad discrepan-
noviembre (RA); STC 26/1987, de 27 de febrero (RI); STC 24/1988, de 23 de fe- te de la sala segunda durante la presidencia de García Pelayo y
brero (RA); STC 37/1988, de 3 de marzo (RA); y STC 99/1988, de 31 de mayo de la sala primera durante la de Tomás y Valiente, aunque, como
(RA). ya se ha dicho, en realidad las dos terceras partes de sus compo-
H4 Así ha sucedido en las tres sentencias del año 1988 en las que el Ponente ha
solicitado ser relevado de redactar la sentencia: STC 24/1988, de 23 de febrero; nentes coinciden. Por otro lado, se aprecia que la discrepancia en
STC 37/1988, de 3 de marzo; y STC 99/1988, de 31 de mayo. pleno y sala está en relación inversamente proporcional, y en los

132 133
años en los que aumentan los votos particulares en el pleno dis- te 86. Ambos han manifestado un especial cuidado en ejercer el
minuyen en las salas y viceversa. uso del v~to particular, con ~odera~ión para reforzar la imagen
6. Respecto al volumen de discrepancia de los Magistrados de auct?n~as ~e la PreSIdenCIa de~ Tnbunal. Así, García Pelayo no
destacan inmediatamente dos: Rubio Llorente y Díez Picazo, ya formulo nmgun voto durante el tIempo que ocupó la Presidencia
que entre ambos son firmantes de casi el 40 por 100 de las sen- y ~onsiguió que l~ sala primera que él mismo presidió por ocupar
tencias con voto. Además se ve que la sala de la que han sido la Jefatura del Tnbunal no formulara igualmente voto particular
miembros durante las dos Presidencias (la segunda con la de alguno. Por su parte, Tomás y Valiente, aunque no prosiguió es-
García Pelayo y la primera con la de Tomás y Valiente) obtiene el trictamente la práctica de su predecesor de abstenerse de redac-
mayor porcentaje de disidencias. En el otro extremo, de los Ma- tar discrepancias, disminuyó de forma importante su número de
gistrados que han permanecido en el Tribunal desde el año 1981, votos. respecto de su actuación durante el primer Tribunal y pasó
el que menos se ha apartado de la mayoría ha sido Begué. de seIS votos en pleno y seis en sala mientras era solamente Ma-
7. En lo que concierne al volumen de coincidencias entre gistrado, a un voto en pleno y otro en sala en el tiempo en que
Magistrados, con carácter general no puede hablarse de tenden- ocupó la Presidencia. Por último, en el Tribunal Tomás y Valien-
cias organizadas o de grupos de opinión, aunque en el Tribunal te destaca también que los Magistrados menos discrepante s sean
García Pelayo se formó un conjunto bastante homogéneo com- el Presidente y la Vicepresidenta.
puesto por los Magistrados Begué, Truyol, Escudero, Pera Ver- 10. L.os votos particulares formulados durante el período
daguer y García Pelayo. Con la Presidencia de Tomás y Vqliente que anahzamos han tenido por objeto discrepancias surgidas
las mayores coincidencias, además de entre el Presidente, la Vi- co~o consecuencia de la serie de decisiones y valoraciones nece-
cepresidenta y López Guerra como consecuencia de no haber sana~ para la aplicación judicial del derecho: la interpretación, la
formulado ningún voto, son de Begué con Latorre y Leguina y elecclOn de la norma aplicable o la valoración de los hechos o
las menores de Rubio con Leguina, Rodríguez Piñero y De la antecedentes del caso. Destaca, sin embargo, que uno de los mo-
Vega 85 • tivos principales de votos particulares sea la forma de entender
8. Si se analiza el comportamiento en pleno pero teniendo en la función del Tribunal Constitucional, es decir, la idea que los
cuenta la sala de procedencia de cada Magistrado, se observa propios Magistrados tienen de su papel.
que con García Pelayo los Magistrados de la sala primera coinci- 11. Otra causa de discrepancias que llama la atención es la
dieron entre sí en pleno más que con los de la sala segunda, relacionada con la doctrina del Tribunal, reclamando los disiden-
mientras que los de ésta votaron más veces con los de la sala tes 9.ue la mayoría no se aparte de su jurisprudencia, lo que has-
primera que entre sí. En la Presidencia de Tomás y Valiente se t~ CIerto punto refuta~a el argumento esgrimido por los partida-
repite la situación y la sala primera (que como se ha visto coinci- nos del voto en el sentIdo de que éste puede guiar líneas futuras
de en dos tercios de componentes con la sala segunda del Tribu- de a~tuación de l~ m~yoría, ya que aquí lo que se trata es de que
nal García Pelayo) coincide más con los Magistrados de la se- el Tnbunal ConstItucIOnal no se aparte de su línea pasada.
gunda, que demuestran una coherencia mayor que los de la ,12. Por último, y en cuanto a la crítica de politización del
primera sala. Tnbunal que puede desarrollarse por la presencia de los votos
9. El papel del Presidente del Tribunal ha sido importante particulares, aunque de la práctica del Tribunal Constitucional
tanto en el caso de García Pelayo como en el de Tomás y Valien- español no puede llegarse a semejante conclusión, el asunto pa-

86 Sobre el papel del Presidente en el.Tribunal Constitucional español, véase P.


85 Al respecto, merece destacarse la autorizada opinión de F. RUBIO LLORENTE. CRUZ VILLALÓN, «Dos años de jurisprudencia constitucional española», en Revísta
para quien «Seria malísimo para el tribunal que hubiese agrupamientos perma- de Derecho Político, UNED, núm. 17, pág. 29; Y G. ROLLA, "Indirizzo".», cit., pág.
nentes, porque eso podría llevar a pensar que no se actúa por razones juridicas, 154. Acerca de su función e influencia en la Corte costituzionale italiana, véase A.
sino ideológicas o de otro tipO» (entrevista en El País, de 31 de julio de 1989). MASSERA, ob. cit., págs. 848-863.

134 135
rece preocupar al menos a algunos Magistrados, ya que Diez Pi- IV. EL VOTO PARTICULAR Y LA TEORIA
caza y Rubio Llorente en sendos votos a la sentencia 26/1987, de E IDEOLOGIA DE LA APLICACION
27 de febrero que resolvió el recurso de inconstitucionalidad so- JUDICIAL DEL DERECHO
bre la Ley de Reforma Universitaria se sintieron en la obligación
de precisar (tal vez por su condición de profesores universitarios)
que su postura era jurídica y no política s7 •

l. Los valores en la aplicación judicial del derecho

El trabajo comenzaba con dos cuestiones relativas a la figura


del voto particular que este es el momento de intentar responder.
La primera de ellas -que, ya se advirtió, era la pregunta de fon-
do-, se interrogaba acerca de por qué existe la posibilidad de
que se produzcan votos particulares, o lo que es lo mismo, cuál
es la razón de que surjan discrepancias en la aplicación judicial
del derecho en cualquier sistema jurídico.
El análisis teórico ha mostrado que el proceso de aplicación
del derecho está sujeto a valoraciones, lo que (l,.xplicaría que ca-
sos iguales sean resueltos por distintos jueces de forma diferente.
Las valoraciones aparecen en cada una de las decisiones parcia-
les que el juez debe tomar antes de la decisión final: decisión de
validez, decisión de interpretación, decisión de evidencia y de-
S7 En concreto, estas fueron sus palabras:
terminación de consecuencias l. Veamos de qué modo intervie-
«No resultará ocioso decir que las consideraciones anteriores las hago por- nen las valoraciones en cada una de ellas.
que son las que me suscita el enjuiciamiento de la constitucionalidad de la
Ley, pero no porque yo me convierta en un defensor de ella. Por el contrario, La decisión de validez consiste en la determinación de la vali-
un juicio político, si tuviera que hacerlo, sería por lo general desfavorable,
pero creo que una cosa es el juicio de oportunidad y otra el juicio de constitu-
I En lo que sigue asumimos el modelo de la aplicación judicial del derecho
cionalidad.» (Voto de Diez Picaza.)
(,Sí parece necesario, por el contrario, recordar an~es de concl~ir que m~ elaborado por J. WRÓBLEWSKI, «JI modello teorico dell'applicazione della legge», en
discordancia frente a la mayoría nace de un entendimiento estncto de mi Rivis/a In/emazionale di Filosofia del Diritto, 1967, fasc. 1; e ID., «Sentido> y «he-
función como Magistrado de este Tribunal, que ha de juzgar sobre la compa- cha.> en el Derecho, San Sebastián, 1989, págs. 51 y sigs. Otros intentos recientes
tibilidad de la Ley con la Constitución, sin sustituir por el propio el criterio del en España de análisis descriptivo del proceso de aplicación judicial del derecho
legislador en cuanto a la bondad u oportunidad de las medidas adoptadas. son los de L. PRIETO SANCHÍS, Ideología e interpretación, Madrid, 1987; 1. IGARTUA
Este convencimiento de la necesidad de mantener la función jurisdiccional SALAVERRíA. «La moral en la justificación de las decisiones judiciales», en Anales
dentro de sus límites propios, que también en otras ocasiones me ha llevado a de la Cátedra Francisco Suárez, núm. 28, 1988, págs. 165 y sigs.; A. RUIZ MIGUEL.
disentir de la mayoría, es el que me lleva a hacer de la Ley, como juez, una «Creación y aplicación en la decisión judicial»; y F. J. EZQUIAGA GANUZAS, «Los jui-
valoración que en muchos puntos no coincide, naturalmente, con la que me cios de valor en la decisión judiciab>, ambos en Anuario de Filosofía del Derecho,
merece como ciudadano.» (Voto de Rubio L/orente.) 1984, págs. 7 y sigs., y págs. 33 y sigs., respectivamente.

136 137
dez de la norma aplicable al cas0 2 • Esta operación dependerá del raci~nes en esta primera fase del proceso se multiplican si se
concepto de validez que se maneje, pero aun ciñéndonos a la conSIderan parte del sistema jurídico no sólo las normas válida-
noción de validez sistémica 3 , que es la única admitida en los sis- mente emanadas y sus consecuencias formales, sino también sus
temas jurídicos actuales de nuestro entorno y qu~ pone en r~­ conse~uencias interpretativas, operación de inferencia que lleva
lación el contenido de la norma con el de las demas normas va- aparejadas todas las valoraciones de la decisión de interpre-
lidas del sistema, las valoraciones afloran en distintas circuns- tación S•
tancias. En principio, el propio sistema establece las condiciones ..La decisión de interpretación consiste en determinar el sig-
en las que una norma adquiere validez y los procedimientos para mfIcado de la norma a aplicar. Una vez elegida ésta y estableci-
su invalidación. Generalmente estos últimos consisten en una de- da su validez, es necesario otorgarle un significado lo suficien-
rogación explícita o en una derogación genérica incluida en un temente preciso que permita su aplicación al caso. Unas veces
texto posterior que lleva aparejada la invalidez de las normas que el intérprete considerará que el significado prima facie o inme-
estén en contradicción con él. El primer tipo de cláusulas deroga- diato .sugerido P?r la norma es bastante claro para la ocasión y
torias no deja margen a los juicios de valor, pero en el segundo no la mterpretara, pero otras se le plantearán dudas sobre el sig-
caso aparecen en varios momentos: al calificar de antinómica la nificado.
relación entre dos normas, al aplicar algunos de los criterios para El lenguaje jurídico es una especie de lenguaje común natural
resolver las antinomias (los conocidos principios de jerarquía, y por tan~? arrastr~ todos sus problemas sintácticos pero, por la
cronología y especialidad), en caso de conflicto entre esos crite- I~te~~enclOn del legIslador en la determinación de algunos de sus
rios con el fin de solucionarlo y, por último, en caso de insufi- sIgmfIcados y por su uso en el discurso jurídico, posee algunas
ciencia de los mismos, ya que entonces o se interpreta (con las peculiaridades semánticas y pragmáticas, entre las que destacan
valoraciones propias de la decisión de interpretación) una ~e .l~s la vaguedad y la contextualidad del significad0 6 •
normas antinómicas o ambas, de tal forma que la contradIcclOn El lenguaje jurídico es un lenguaje vago, ya que no todos sus
desaparezca o la declaración de validez/ invalidez ~e una de las términos y descripciones tienen un área de referencia clara. En
normas se convierte en un acto puramente valoratIv0 4• Las valo- estos ~asos en los que además de núcleos de referencia positivo y
negativo aparecen zonas de penumbra, entendida como aquel
área de referencia del término en la que se ubican los casos res-
2 Sobre la decisión de validez, J. WRÓBLEWSKI, «Tre concetti di validml», en
Rivista Trimes/rale di Diritto e Procedura Civile, 1982, núm. 2; y también en ID., «JI
pecto de los que se duda si se hallan o no incluidos en el mismo
mod~llo», cit., págs. 13 y sigs.; e ID., «Evaluative Sta~ements !n ~aw. ~n Anal~t~cal las valoraciones son necesarias para resolver esa duda 7. '

Approach to Legal Axiology», en Rivista InternaZlOnale di F.¡[oso!za del Dlr~tto, La indeterminación del lenguaje jurídico se ve afectada por el
1981, págs. 612-613. Véase también, J. IGARTUA, «La mora!...», Clt., pags. 174 y SlgS.; contexto ya que no cabe hablar a priori de situaciones de duda o
e ID., Marginalia, San Sebastián, 1989, págs. 1 y sigs.
] Los otros dos tipos de validez son la axiología y la factual; sobre todo ello,
véase J.. WRÓBLESWKl, "Tre concetti...», cit., págs. 586-587. problemas relativos a la identificación de las mismas», en Anuario de Filosofía del
4 Acerca de las antinomias, su identificación, sus criterios de solución y las Derecho, 1987, págs. 331 y sigs.
5 Dentro de la validez sistémica caben tres posturas: a) considerar que el sis-
valoraciones que implica esta operación, J. WRÓBLEWSKl, «JI modello ... », cit., pág.
13; A. PECZENIK y J. WRÓBLEWSKI, «Fuzziness and Transformation: Towards Ex- tema está integrado sólo por normas válidamente emanadas; b) que incluye ade-
plaining Legal Reasoning», en Theoria, 1985,yágs. ~6 y .si~s.; A. PECZENIK, «Legal más las consecuencias formales de normas válidamente emanadas; y c) que
Errata», en AA.VV., Deontic Logic, ComputatlOnal LlI1gulStlCs and Legal Informa- además pertenecen al mismo las consecuencias interpretativas de las normas vá-
tion Systel1lS, bajo la dirección de A. A. MARTINa, vol. n, Amsterdam~Nue~a York-o lidamente emanadas. Sobre ello, J. WRÓBLEWSKl, «Tre concettL», cit., págs. 586-
Oxford, 1982, pág. 116; A. G. CaNTE, Saggio sulla completeza deglz ordlnam~n(¡ 587; ID., «Evaluative ... », cit., pág. 612; Y J. IGARTUA SALAVERRÍA, «La mora!...», cit.,
giuridici, Turín, 1962, pág. 59; N. BOBBJO, «Des critéres pour résoudre les antmo- pág. 175.
6 Véase, J WRÓBLEWSKl, Constitución y teoría general de la interpretación jurí-
mies» en AA. VV., Les antinomies en droit, bajo la dirección de Ch, PERELMAN,
Brus~las, 1965, págs. 241 y sigs.; ID., Teoria dell'ordinamento giuridico, Turin, dica, cit., págs. 40 y sigs.; e ID., «Sentida) y «hecha) ..., cit., págs. 97 y sigs.
7 Ibídem y J. WRÓBLEWSKI, «Legal Reasoning in Legal Interpretation» cit. págs.
1960, págs. 90 y sigs.; J. IGARTUA SALAVERRÍA, «La mora!...», cit., pág.s. 177 y si~s.; y
85-86. ' ,
M. V. ITURRALDESESMA, «Una aproximación al tema de las antinomias normaUvas:

139
138
de claridad 8. Por un lado, hay términos cuyo significado no plan- directivas interpretativas para determinar el significado de la
tea dudas en virtud precisamente del contexto pragmático de su norma 10, así como su manejo, están sometidos a valoraciones.
uso pero pueden plantearlas en otro diferente; y, por otro, la La decisión de evidencia consiste en determinar si los hechos
duda surje como consecuencia de los contextos lingüístico, sis- del caso están probados de acuerdo con la teoría procesal de la
témico y funcional de la regla jurídica. El contexto lingüístico prueba aceptada por el sistema jurídico 11. Para determinar si un
puede ser fuente de dudas por la profusión en el lenguaje jurídi- ~echo ha su~~dido realmente en un lugar y tiempo concretos, el
co de términos valorativos, como «igualdad», «justicia» o «liber- juez debe utIhzar las reglas de evidencia admitidas por esa teoría
tad», que indudablemente exigen la determinación de su signifi- de la prueba y justificar su decisión por relación a ellas. Esas
cado para su aplicación, determinación que implica valoraciones; r~?las pueden ser empíricas y jurídicas (por ejemplo, la presun-
pero también en ocasiones los términos a primera vista descrip- Clon) y en su empleo queda al juez en muchos casos un cierto
tivos requieren valoraciones para su aplicación al resultar incon- margen de actuación. Pero es que además la decisión de eviden-
cretos por razón del contexto funcional en el que se utilizan 9. El cia no depende sólo de esas reglas, sino igualmente de la forma
contexto sistémico origina dudas cuando el significado prima fa- en que el supuesto de hecho esté determinado en la norma a
cie de una regla la hace incoherente con otra regla válida del aplic~r, ya que pue?e estarlo de una forma valorativa (por ejem-
sistema, es decir, cuando se presenta una antinomia, para cuya plo, SI la nórma eXige la presencia del «debido respeto a la me-
solución intervienen en muchos casos las valoraciones, como se ~?~ia de los muertos», como el art. 340 del CP), en cuyo caso los
ha visto al analizar la decisión de validez. Por último, el contexto JUICIOS de valor son inevitables.
funcional, entendido como el que agrupa los fines, objetivos o La determinación de las consecuencias que la norma impone
metas jurídicos, políticos, morales, religiosos o sociales a tener en a los hechos también está sujeta a valoraciones, sobre todo en
cuenta en la aplicación del derecho, es por definición valorativo y aqu~l!~s casos en los que esa operación está adjudicada al juez
a él se somete, como acabamos de ver, hasta el significado de la r~mItle~d~le a r~g.las de justicia o equidad, o en los que la norma
regla dictado por su contexto lingüístico. Pues bien, tanto la deci- ~Ija un. hmIte m.axlmo y mínimo de las consecuencias y no da al
sió'n de si una norma es clara u oscura como la elección de las juez mnguna dIrectiva de determinación o le marca pautas de
contenido valorativo 12.
. ~l derecho intenta restringir estas valoraciones por medio de
8 Acerca de la influencia del contexto en la determinación e indeterminación d!s~mtos factores 13, entre los que destacan las propias normas ju-
del lenguaje juridico, véase J. WRÓBLEWSKI. Constitución .. , cit., págs. 37-40. ndlcas que formulan directivas de aplicación del derecho. En
9 No es excesivamente complicado encontrar ejemplos de normas jurídicas
prima facie claras, que en función de las circunstancias son interpretadas en un
todo sistema jurídico hay, así, en primer lugar, directivas de vali-
sentido diferente al inmediatamente sugerido por su redacción. Citaré sólo dos
del máximo nivel, puesto que se trata de preceptos constitucionales. El art. 10 Sobre la decisión de interpretación, J. WRÓBLEWSKI, «Evaluative ... », cit., pág.
147.2.c) de la CE establece: «Los Estatutos de autonomía deberán contener: ... c) La 613; I!?, «11 modello ... », cit., págs. 14-15, ID., «L'interpétation en droit...», cit., págs.
denominación, organización y sede de las instituciones autónomas propias»; 62 y SlgS.; ID., Constitución .. , cit., págs. 35 y sigs.; y J. IGARTUA SALAVERRÍA «La
mientras que el art. 4 del Estatuto de Autonomía del País Vasco señala: «La de· mora!...», cit., págs. 181 y sigs. .
signación de la sede de las instituciones comunes de la Comunidad Autónoma del 11 J. WRÓBLEWSKI, «La preuve jurique: axiologie, logique et argurnentatioll)', en
País Vasco se hará mediante Ley del Parlamento Vasco y dentro del territorio de AAVV.: La preuve en droit, bajo la dirección de Ch. PERELMAN. Bruselas, 1981; ID.,
la Comunidad Autónoma .•' En segundo lugar, según el art. 148.2 de la CE: «Trans- «Facts ~n Law», en Archif für Rechts- und Sozialphilosophie, 1973, fasc. 2, págs.
curridos cinco años, y mediante la reforma de sus Estatutos, las Comunidades 1.61 y SlgS.; ID., «Evaluative ... », cit., págs. 614-615; ID., «I! modello ... », cit., págs. 15 y
Autónomas podrán ampliar sucesivamente sus competencias dentro del marco SlgS.; y 1. IGARTUA SALAVERRÍA, «La mora!...», cit., págs. 187 y sigs.
establecido en el artículo 149»; pero tanto doctrina iuspublicista de la talla de E. 12 J. WRÓBLEWSKI, «11 modello ... », cit., págs. 19-21; ID., «Evaluative ... », cit., pág.
GARCÍA DE ENTERRÍA (La revisión del Sistema de Autonomías Territoriales, Madrid, 615; y J. IGARTUASALAVERRÍA, «La mora!...», cit., pág. 191.
1988), como el propio Gobierno han concordado en que no es necesaria la refor- _ 13 Otros factor~s de restricción del margen para las valoraciones del juez se-
ma de los Estatutos y que es suficiente con una Ley Orgánica que transfiera nalados por J. ~ROBLEWS~ (<<P~?blemas teóricos, punto 7) son las cláusulas gene-
nuevas competencias. rales, la ldeologla de la aplicaclOn del derecho y la cultura jurídica.

140 141
dez que limitan el campo de las valoraciones en esta decisión, tra de reconocer públicamente (o de exteriorizar de algún modo)
como las disposiciones derogatorias (por ejemplo, los párrafos las discrepancias que inevitablemente pueden surgir en cual-
uno y dos de la de la CE) o las que limitan ciertas inferencias (por quier tribunal.
ejemplo, la prohibición de la analogía en el campo penal ~ue ~ea­ En la descripción del debate sobre la admisión del voto par-
liza el art. 4.2 del Código Penal). En segundo lugar, hay dIrectlvas ticular realizada en el punto cuarto del segundo capítulo ya vi-
de interpretación como el art. 10.2 de la CE o el ar.t. 3.1 del C?di- mos que las cuestiones discutidas pueden agruparse en dos
go Civil que intentan igualmente marcar pautas mterpretatlvas grandes categorías: la repercusión institucional de la introduc-
que limiten las valoraciones judiciales 14. En tercer lugar, en el ción del voto particular público y su repercusión «jurídica»' en el
terreno de la prueba, existen directivas de evidencia como las proceso de aplicación del derecho. Pues bien, a pesar de tratarse
presunciones; y, por último, direc~iva.s para la elección ~e conse- de dos posturas completamente contrapuestas, puesto que una
cuencias, ambas con la misma fmahdad que las antenores. No de ellas intenta justificar la presencia o introducción del voto
obstante, muchos de los momentos valorativos del proceso de particular poniendo de manifiesto sus efectos beneficiosos para
aplicación del derecho se mantienen, ya qu.e n~ ,están regulad?s el sistema jurídico y la otra quien~ demostrar sus consecuencias
por este tipo de directivas o porque la aphcaclOn de estas mIS- perniciosas y propugna su eliminación, el análisis de los argu-
mas, como las que apelan a la equidad, implican igualmente va- mentos esgrimidos por cada una de las partes muestra que la
loraciones. mayoría de los valores invocados son los mismos, aunque luego
En consecuencia, cuando la aplicación del derecho se lleva a se entienden de diferente forma y se discrepa de la influencia
cabo por un órgano judicial colegial cabe siempre la discrepancia que el voto particular puede tener en su realización.
ya que esa operación no está exenta de valoraciones en las ~ue Como ya se ha dicho, los argumentos invocados en la discu-
no tienen por qué coincidir todos los jueces del tribunal. SI el sión son de dos tipos: institucionales y relacionados con la aplica-
sistema jurídico autoriza a exteriorizar las discrepancias, cual- ción del derecho. Los valores de orden institucional defendidos
quiera de esos momentos en los que intervienen los juicios d~ tanto por los partidarios del voto particular CJmo por sus contra-
valor del juez por no estar su decisión completamente de~~rmI­ rios, son la autoridad de la decisión, el prestigio o autoridad del
nada por normas jurídicas, puede ser causa de la redaccIon de tribunal y la independencia del juez, a los que los favorables al
un voto particular l5 • dissent añaden la responsabilidad del juez y el control social y los
contrarios la colegialidad y la unanimidad 16. En cuanto a los va-
lores «jurídicos» referentes a la aplicación del derecho, están cen-
2. Los valores en el debate sobre el voto particular trados en la decisión judicial, que por las dos posturas se entien-
de que debe ser lo más motivada, coherente, cierta y clara
La segunda pregunta que se planteaba en la Introducci?Il: ~ posible.
este trabajo se cuestionaba, teniendo en cuenta que la posIbIh-
dad de discrepancias existe siempre, por qué algunos juristas y
16 Sobre el conflicto entre los valores autoridad/unanimidad y los valores
sistemas jurídicos están a favor y otros en contra de publicar los democracia/conflicto, véase G. AMATO, ob. cit., pág. 22; en cuanto a la tensión
votos particulares o, lo que es lo mismo, cuál es la razón de que burocracia-responsabilización del juez, L. BAsso, ob. cit., pág. 181. Por último,
algunos juristas y sistemas jurídicos estén a favor y otros en con- acerca de los principios de colegialidad y unanimidad, véanse las distintas postu-
ras de G. BRANCA, Collegialita nei giudizi della Corte costituzionale, Pádova, 1970,
14 Sobre las pautas interpretativas del art. 3.1 del CC y las valoraciones que págs. 5 y sigs.; J. L. CASCAJO, oh. cit., pág. 185; C. MORTATI, «Considerazioni...», cit.,
exige, J. IGARTUA SALAVERRÍA, «La mora!...», cit., págs. 184 y sigs.; ID., Aporías del pág. 157; G. ROLLA, «Indirizzo... », cit., págs. 145 y sigs.; A. SANDULLI, «Intervento.
métodos jurídico, Bilbao, 1984, págs. 16-23; 3 ID., Marginalia, cit., págs. 19 y sigs., Convegno "La Corte costituzionale: interpretazione e difesa della Costituzione"»,
sobre todo págs. 25 y sigs. en Rassegna Parlamentare, núms. 3-4, 1969, pág. 199; G. ZAGREBELSKI, ob. ci,t.,
15 En el mismo sentido, véase, J. WRÓBLEWSKI, «Votum separatum ... », cit., pág. págs. 310-311 (ed. 1977) y págs. 89 y sigs. (ed. 1988); P. CALAMANDREI. ob. cit., págs.
650 y sigs.; y M. CAPPELLETTI, ob. cit., pág. 215.
355.

142 143
Esta coincidencia axiológica puede ser explicada por la pre- n. En cuanto a los valores relacionados con la aplicación del
sencia de una cierta identidad ideológico-jurídica entre todos los derecho:
participantes en el debate, situán~ose tod?s ~l~os dentro de las Postura «A»: Las discrepancias en la aplicación judicial del
reglas de juego aceptadas por los slstem~s Jund~cos europeo~ ~,c­ derecho son debidas a la indeterminación objetiva de los
tuales en los que es preponderante la Ideologta de la decIsIOn valores necesarios para adoptar la decisión y, por ello, ca-
legal y racional 17, que al estar a.medio ,camino ~ntre la .i~:ología ben soluciones diferentes del mismo caso.
de la decisión determinada y la Ideologla de la hbre decIsIon par- Postura «B): Las discrepancias en la aplicación judicial del
ticipa de las concepciones teóricas de .~mbas Y, c?nsidera que la derecho son debidas a las diferentes valoraciones subjeti-
decisión judicial no es ni una concluslon mecamca de las leyes vas de los jueces, pero sólo cabe una decisión conforme
aplicadas ni una opción absolutamente libre .del juez. Po~ ello, con la ley y, por tanto, casos iguales deben tener igual
dentro de la ideología de la decisión legal y racIonal el abamco de decisión,
posturas es bastante más ampl.io que en ~as o~ras dos ideologías
de la decisión, que en este sentIdo son mas umformes. A la vista de todo ello, parece claro que la pregunta inicial no
En el asunto que nos ocupa, y siempre sin salir de las fronte- posee una contestación única y que cada una de las posturas
ras de la ideología de la decisión legal y racional, las formas. de ofrece su propia respuesta. Para la Postura «A», el origen de las
entender los valores institucionales y los referentes a la aphca- discrepancias sería objetivo, el voto particular estaría al servicio
ción del derecho, pueden agruparse en dos posturas que llama- de un interés colectivo y, en consecuencia, el voto particular de-
remos Postura «A» y Postura «B> lB. bería hacerse público. Para la Postura «B>, el origen de las discre-
pancias sería subjetivo, el voto particular estaría al servicio de
I. En cuanto a los valores institucionales: ese interés subjetivo del juez y, en consecuencia, el voto particu-
Postura «A»: Institucionalmente el voto particular está jus- lar no debería hacerse público.
tificado por la defensa del interés público y es preciso En definitiva, el debate sobre la admisión del voto particular
primar la responsabilización del juez y facilitar medios de pone de manifiesto la opción entre dos posturas axiológicas:
control de su actividad por parte de la sociedad. Con ello,
no sólo no se resiente la autoridad del tribunal y de la A) En el derecho las valoraciones necesarias para tomar la
decisión, sino que con esas condiciones es como la ob- decisión de aplicación no están determinadas completa-
tiene. mente y caben, por tanto, decisiones diferentes del mis-
Postura «B>: Institucionalmente el voto particular está jus- mo caso que sean conformes con el derecho en vigor, por
tificado por la defensa del interés subjetivo del juez y es lo que el voto particular está justificado por el interés pú-
preciso primar su independencia protegiéndole de las in- blico y ese interés exige que se regule.
fluencias externas, tanto políticas como sociales. Para la B) Las discrepancias en la aplicación judicial del derecho
autoridad del tribunal y de la decisión es importante que son fruto de diferentes valoraciones subjetivas de los jue-
aparezca como unánime y fruto de la colegialidad. ces, pero como sólo cabe una decisión conforme con el
derecho en vigor, hay que evitar que esas diferencias sub-
17 J. WRÓBLEWSKI, «Idéologie de l'application judiciaire du droit», en Osterrei-
jetivas se exterioricen a través del voto particular público,
chische Zeitschrift für 8ffentliches Recht, Band XXV, 1974; e ID., "Votum separa- o limitar su regulación a una protección del interés del
tum ... », cit., págs. 358 y sigs. . juez.
18 Para la reconstrucción de los caracteres teóricos de ambas posturas sIgo los
dos dilemas axiológicos del voto particular enunciados por J. WRÓBLEWSKI, "Vo-
tum separatum ... », cit., págs. 367 y sigs. De alguna forma, mantienen también est~
En mi opinión, y aunque la postura «B» parece la más acorde
opinión C. MORTATI. "Prefazione», cit., pág. XI: J. L. CASCAJO, ob. cit., pág. 176, SI- con las convicciones extendidas hoy en día entre los prácticos del
guiendo a Mortati; y S. C. PANZA y A. REPOSO, ob. cit., pág. 597. derecho, el análisis teórico confirma la postura «A», ya que prue-

144 145
ba que la decisión depende de diversos factores que no están V. BIBLIOGRAFIA UTILIZADA
determinados ni por las normas juridicas ni por la axiología a la
que la ideología reenvía al juez, por lo que en ciertas ~ituacio~es
sus valoraciones no están fijadas y entonces son posIbles vanas
decisiones todas ellas conformes con el derecho en vigor 19.

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BRANCA, G., 13, 53, 143. FERNÁNDEZ SEGADO, F., 95, 104.
BULYGIN, E., 33, 48. FIX-ZAMUDIO, H., 70.
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CALAMANDREI, P., 70, 72, 81, 82, 87,


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GARCÍA PELAYO, M" 127, MARTINO, A. A., 138. ROLLA, G., 70, 71, 72, 73, 75, 76, 77, SORRENTINO, A., 76, 79.
GARCÍA-TREVUANO GARNICA, E., 62. MASSERA, A., 86, 135. 82,83,84,85,87,88,89,90,93,99,
GARRORENA MORALES, A., 70, 71, 73, MENÉNDEZ-PlDAL, R., 78, 79, 88, 89, 135, 143.
75, 78, 85, 86, 95, 103, 104, 106. 90. RUBIO LLORENTE. F., 35, 79, 90, 104, TARUFFO, M., 48, 51.
GECK, W. K., 73. MEUCCI, G. P., 53. 126, 134. TOMÁS VILLARROYA, 1., 95, 96.
GENY, F., 17. MORANGE, G., 35. ROTTLEUTHNER, M., 45. TRUJILLO. G., 95, 103, 104, 106.
GERACY, c., 75, 76, 78, 80, 81, 85. MORTATI, c., 13, 16, 17,64, 66, 68, 69, RUIZ LAPEÑA, R. M., 93, 94, 95.
GERARD. Ph., 35. 71,74,75,76,79,80,81,82,84,85, RUIZ MIGUEL. A., 137.
GIORDANO. R., 69, 71,82. 86, 87, 88, 89, 90, 107, 143, 144.
GIULIANl, A., 14,61,65,66,67,68, 70,
VACCARO, R., 62, 64, 69, 71. 81, 82, 84,
87,88,90.
82,84.
VANDERLINDEN, 1., 31.
GIZBERT-STUDNICKI, T., 25, 48, 55. NADELMANN, K. H., 66, 67, 68, 69, 70, SAINZ MORENO, F., 27, 28. VARANO, V., 87.
GÓMEZ ORBANEJA, E., 95. 72, 73, 74, 77, 82, 84, 85, 107. SAIZ ARNAIZ, A., 75. VEGA,P. DE, 103, 104, 105.
GONZÁLEZ PÉREZ, 1., 14, 92. SALAS HERNÁNDEZ. 1., 126.
GORLA, G., 65, 66, 68, 69, 72, 84. SALMÓN, 1. J. A., 50.
GRASSl, S., 80. OCCHIOCUPO, N., 84, 86. SÁNCHEZ AGESTA. L., 103, 104, 106. WRÓBLEWSKI,1., 14, 20, 29, 30, 39, 41,
GROSSER, A., 72, 85. OHLINGER, T., 73. SANDERS, J. w., 59, 85, 88. 42, 46, 49, 52, 61, 63, 64, 73, 125,
GUASTINI, R., 33, 35. 69, 72, 73. 74, 77.
ONETO, L. P., 64, 66, SANDULLI, A., 13, 76, 80, 81. 86, 89, 137, 138, 139, 140, 141, 142, 144,
79,80,82,83,84,87,88,90. 143. 146.
SCARPELLI, U., 62.
HAMBRO. E., 63, 72, 73. 77. 79, 89, 90. SCHWARTZ, B., 65, 71.
HOLMES, O. W., 75. PANZA, S. C., 73, 75, 84, 85, 86, 87, 88, SERENI, A. P., 63, 64, 66, 70, 74, 77. ZACCARIA, G.,34, 35.
144. 79, 82, 87, 88, 89, 107. ZAGREBELSKY, G., 39, 76, 82, 84, 85,
PECES-BARBA, G., 14,96,98, 102, 103, SOHIER, J., 72, 73, 78, 79, 80, 81, 84, 86, 88, 143."
IGARTUASALAVERRÍA,J., 18,27,41,43, 104. 85, 86, 87, 90, 107. Zo BELL, K. M., 68, 69, 74, 78, 89, 90.
137, 138, 139, 141, 142. PECZENIK, A., 25, 33, 54, 138.
ITURRALDE SESMA, M. V" 37, 39, 138. PEGORARO, L., 35.
PEMÁN GAVÍN, 1., 76.
PERELMAN, Ch., 46, 50, 138, 141.
JAEGER, N., 76, 88. 107. PÉREZ LUÑo, A. E., 125.
PÉREZ Royo, J., 128.
PHILIP, L., 72.
KROL, M., 53. PIZARDl, N., 14, 61, 65, 66, 67, 68, 70,
82,84.
PIZZORUSSO, A., 63, 64, 86, 87.
LAZZARO, G., 35. PONCELA, P., 48.
LEADER, S. L., 25. PREDIERI, A., 125.
LOMBARD!, G., 17, 68, 76, 82, 84. PRIETO SANCHÍS, L., 137.
LÓPEZ AGUILAR, J. F., 76.
LÓPEZ FANDo, J. R., 18.
RlDAURA MARTÍNEZ. M. J., 69, 78, 80,
82, 84, 85, 90, 102.
MARANINl, G., 13,64. REPOSO, A., 73, 75, 84, 85, 86, 87, 88,
MARTÍN REBOLLO, L., 78, 79, 80, 86, 144.
93. RICCI, G. F., 48.
MARTÍN DEL BURGO y MARCHÁN, A., 78, RODOTA, S., 14, 17, 75, 79, 80, 81. 84,
80,82,92. 86, 87, 88, 90.

154
155
INDICE DE MATERIAS

Antinomia, 37, 39, 138. Legitimidad democrática de los Tri-


Autoridad del Tribunal, 78, 80, 104, bunales, 84.
143, 144.
Autoridad de la decisión, 16, 17, 79,
80. Motivación de la decisión, 62, 86, 87,
88, 101, 129, 143.

Concurring opinion (ver voto con-


currente). Politización de los Tribunales, 16,
Contexto, 43, 139. 83,85,98, 103, 104, 106, 107, 135,
Control de los Tribunales, 78, 81, 82, 144.
84, 85, 86, 143, 144. Ponente, 63, 92, 99, 101, 131, 132.
Publicidad, 18,67, 77, 81, 86, 103.

Decisiones judiciales:
- de validez, 30 y sigs., 137. Responsabilidad de los jueces, 16,
- de interpretación, 40 y sigs., 65,69,81,82, 103, 143, 144.
139.
- de evidencia, 45 y sigs., 141.
- de subsunción, 48 y sigs. Secreto, 62, 67,68, 72, 73, 75, 77, 79,
- de determinación de conse- 85.
cuencias, 52, 141. Seriatim opinion, 69.
Directivas de aplicación del dere-
cho, 42 y sigs., 141. .
Dissenting opinion (ver voto discre- Tribunal Constitucional, 60, 106 Y
pante). sigs.
Tribunal de Garantías Constitucio-
nales, 69, 92, 94.
Ideologías de la decisión, 20 y sigs.,
144.
Independencia del juez, 16, 17, 19, Unanimidad, 18, 79, 80, 84, 86, 88,
67, 74, 80, 81, 98, 143, 144. 143, 144.

157
Unica solución correcta, 19, 25 Y - concepto, 61.
sigs. - sistemas, 61 y sigs.
- eficacia jurídica, 66.
- historia, 66 y sigs.
Valoraciones en la aplicación judi- - derecho comparado, 70 y sigs.
cial del derecho, 24, 52 Y sigs., 137 - en los Tribunales internacio-
y sigs., 145. nales, 76.
Voto concurrente, 63, 64, 89, 100, - debate sobre su admisión, 77 y
130. sigs., 102 y sigs.
Voto de calidad, 16. - regulación positiva, 91 y sigs.
Voto di scissura, 65. - práctica del Tribunal Consti-
Voto discrepante, 63. tucional, 106 y sigs.
Voto particular: Voto reservado, 65, 69, 72, 91, 92,
- requisitos, 59. 93, 101.

158

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