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Identidad nacional y nacionalismo: el caso

palestino
Análisis psicosocial de su construcción

Esther González Martín


esthegon@ucm.es
Procesos Psicosociales Básicos
Grado en RRII, 2014/2015
Puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde
deben erigirse los baluartes de la paz
UNESCO

A “nosotros” nos basta con establecer esas fronteras en nuestras mentes; así pues “ellos” pasan a
ser “ellos” y tanto su territorio como su mentalidad son calificados como diferentes de los
“nuestros”.
Edward Said

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ÍNDÍCE DE CONTENÍDOS

INTRODUCCIÓN 4

APROXIMACIÓN TEÓRICA 6

El concepto de nación 6

La nación y el Estado 8

LA CREACIÓN DE LA NACIÓN Y EL 9
NACIONALISMO PALESTINOS

Desarrollo en clave histórica 9

Análisis psicosocial 11

CONCLUSIONES 14

BIBLIOGRAFÍA 15

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ÍNTRODUCCÍON
Escribía Huntington en su celebérrimo artículo “Clash of Civilizations?” que la dialéctica del
mundo, después de la Guerra Fría, estaría marcada por el conflicto entre civilizaciones.
Aventuraba, en los albores de los años 90, que el fin de la etapa bipolar abriría paso a un escenario
global donde las guerras y belicismos internacionales no estarían protagonizados más por actores
estatales sino por civilizaciones esencialmente diferentes.

Aunque desde algunas perspectivas se hayan analizado los acontecimientos que hubieron de
seguir al 11-S en estas claves huntingtonianas, la tesis del mundo dividido en civilizaciones donde
los estados queden relegados a un segundo puesto en tanto relevancia política internacional, aun
no se cumple.

No se puede afirmar que el Estado tenga la misma relevancia que antaño. De facto la soberanía
estatal y su legitimidad están siendo tensionadas y atravesadas por dos fuerzas opuestas: una
fuerza centrífuga hacia configuraciones políticas extra e internacionales de distinta índole
(regionales, globales, hemisféricas…) y una fuerza centrípeta que intenta atraer los focos políticos
hacia escalas locales intranacionales.

Las tendencias anteriormente descritas, con las paradojas que plantean están erosionando las
bases y parte de las capacidades tradicionales del Estado y del sistema westfaliano como
convención social que produce realidades. Sin embargo, tampoco se puede negar que el Estado
sigue siendo un actor clave en el sistema internacional. Es el Estado el actor primario del Derecho
Internacional y por tanto depositario principal de los derechos y obligaciones que de él emana, es
el Estado la estructura política de la que emergen otras configuraciones políticas internacionales.
Hasta en el caso de la Unión Europea, una organización supranacional, ésta reposa sobre la
voluntad de los Estados Miembros de unirse al proyecto, delegando en el ente supranacional el
ejercicio de competencias soberanas pero conservando su titularidad, es decir, la soberanía.

En resumen, adoptando el enfoque teórico de Kelman acerca del Estado y la Nación, el Estado
sigue siendo el mejor garante y proveedor de dignidad y seguridad para las sociedades que lo
conforman. Sigue existiendo, y no en balde tras lo dicho anteriormente, la presunción de que el
Estado-nación será la mejor forma de cubrir necesidades e intereses de la población. Este es el
punto que explica por qué siguen persistiendo en la actualidad movimientos e ideologías
nacionalistas que persiguen el establecimiento de un Estado (para tal nación). La nacionalidad es

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el valor más universalmente legítimo en la vida política de nuestro tiempo (Anderson,1984 )Es en
este juego entre Estado, nación y nacionalismo que se encuadra el conflicto Palestino-Israelí.

No es objeto de este trabajo la narración pormenorizada de los acontecimientos que desde


principios finales del siglo XIX hasta la actualidad han venido escribiendo la historia del suelo de la
pretérita Palestina. Sin embargo, los acontecimientos relativamente recientes, a saber, el
reconocimiento internacional del Estado de Palestina que lo han hecho, en virtud del Derecho
Internacional Público vigente, Estado de facto, cabe preguntarse por el origen del nacionalismo
palestino que ha culminado en la creación de este Estado.

Es sobre este nacionalismo, la nación y la identidad palestina que versa el siguiente trabajo que
intentará abordar la cuestión desde una perspectiva psicosocial. El grueso del marco teórico de
referencia para el trabajo lo constituyen: el trabajo realizado por H.Kelman sobre identidad
nacional, nación y patriotismo y Estado en claves principalmente psicológicas, las reflexiones de
Anderson acerca de ‘la nación como comunidad imaginada’, algunas de las aportaciones
sociológicas sobre el fenómeno del nacionalismo reunidas en ‘La sociología del Nacionalismo’
(editado por Alfonso Pérez-Agote), algunas ideas expuestas por H.Tajfel en relación a grupos y sus
interacciones y algunas aportaciones rescatadas del alabado y criticado libro del palestino Edward
Said, “Orientalismo”.

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APROXÍMACÍONES TEORÍCAS PERTÍNENTES

Antes de abordar el tema que incumbe es preciso pormenorizar el enfoque desde el que se va a
tratar, en otras palabras, desarrollar, al menos en parte, la teoría que cimienta este trabajo. En este
sentido se procede ahora a la aproximación a los significados, definiciones y narrativas que
acompañan los significantes y conceptos que se manejaran en el trabajo.

El concepto de nación
En primer lugar, por obligación, es preciso abordar el concepto de “nación”. En lo que respecta a
este concepto, en este trabajo se maneja la contribución de Anderson al respecto. Este autor,
apreciando la dificultad y mezcolanza de significados en torno al tema define la nación como una
comunidad política imaginada como inherentemente limitada y soberana (Anderson, 1997).

Sigue el autor explicando que es imaginada porque los miembros de la nación no conocerán nunca
a la mayor parte del resto de nacionales y aun así existe el sentido de la comunión. En este punto
es preciso mentar las aportaciones de Kelman sobre el concepto de nación. Para Kelman la nación
es una unidad étnico-cultural con significado más allá de fronteras. Esta unidad casi siempre
reside un territorio (la patria o tierra madre) y comparte una serie de elementos culturales (la
lengua, la historia, la religión…) que permiten la comunicación entre sus miembros. Las fronteras
de la nación, siguiendo esta lógica, vendrían a separar, para el individuo que forma parte de ella, el
espacio en el que la comunicación le es fácil de aquel en el que la comunicación le es difícil.
Empero, añade Kelman, este conjunto de elementos comunes no es suficiente para crear o hablar
de una nación. Es necesario una conciencia de pertenencia, de existencia de la nación.

¿Cómo se crea esta conciencia nacional? Explica Kelman que nace del esfuerzo deliberado por
ideologizar los elementos culturales del grupo y movilizar a la gente en pos de los mismos. La
creación de conciencia nacional, si el discurso está bien construido, es exitoso para en su
movilización de individuos ya que la nación sería esa comunidad imaginada entre tu grupo más
cercano y las sociedades más amplias que da respuesta al individuo a sus necesidades de
autoprotección y autotrascendencia.

Normalmente las naciones, además, residen un territorio. El apego de los individuos a este
territorio y a la nación (que puede venir por cuestiones sentimentales y/o instrumentales) no es
otra cosa que el patriotismo. La patria y el patriotismo, que pone en relación la nación con la
tierra, también vendría a responder a las necesidades descritas anteriormente en tanto es una

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fuente de recursos que suplen necesidades y generan seguridad (protege) y simboliza poder,
riqueza y continuidad en el tiempo (trasciende).

Volviendo a la definición de Anderson, como se apuntó, según este autor la nación es finita. Esto es
así ya que no se conocen nacionalismos globales, todas las naciones tienen fronteras finitas,
aunque elásticas. En este sentido, se puede hacer referencia a Edwuard W. Said, quien en
referencia a cómo se han creado las regiones oriental y occidental reitera la idea del imaginario y
de su habitualidad para la autodefinición. Explica Said: “La práctica universal de establecer en la
mente un espacio familiar que es “nuestro” y un espacio no familiar que es el “suyo” es una manera
de hacer distinciones geográficas”. (E.Said, 1990). Kelman igualmente incide sobre esta frontera
imaginada cuando habla del proceso de creación de la nación. Para Kelman por este proceso de
define un grupo (se crean afinidades) y se decide quién queda dentro y quién fuera.

En este sentido, se entiende que la nación no es algo dado, algo natural sino un discurso, un
constructo que se construye, inherentemente, sobre una dicotomía que puede nombrarse de
diferentes formas, “nosotros-ellos”, “lo conocido-lo desconocido”, “esto-la otredad”. Las naciones
se limitan en un intento de separarse del otro, sin el cual, paradójicamente, no existirían. Tajfel, en
sus ideas sobre grupos humanos, va a reiterar esta idea de que un grupo existe en tanto hay una
percepción individual común del mismo y en cuanto hay otros individuos-grupos en el ambiente
con respecto a los cuales se puede diferenciar. La relación intergrupal es esencial para la
construcción de una nación.

Siempre con Tajfel, se sigue incide ahora en un factor relevante que liga psicología personal con
relaciones intergrupales, lo cual es pertinente. Explica Tajfel que la identidad social es aquella
parte del autoconcepto de un individuo que deriva del conocimiento de su pertenencia a un grupo
social junto con el significado valorativo y emocional asociado a dicha pertenencia (Tajfel 1984).
Además explica que todos los grupos en la sociedad viven en medio de otros grupos. Los aspectos
positivos de la identidad social y la reinterpretación de los atributos y el comprometerse en la acción
social sólo adquieren significado con relación o en comparación con otros grupos. (Tajfel 1984). De
eso se extrae que no solo para la construcción de una identidad grupal es necesario la relación con
otros grupos a los que se considera diferentes, grupos al otro lado de la frontera de la auto
concepción grupal. También es esencial, para la identidad social del individuo, que exista el
contacto con otros grupos. Un grupo social, parafraseando a Tajfel, puede mantener la identidad
positiva de sus miembros en tanto mantiene una diferenciación positivamente valorada con
respecto de otros grupos.
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Todo este entramado que liga el individuo con su grupo y a estos dos con el resto de grupos
explica la relevancia que adquiere el concepto de nación en tanto es una construcción grupal que
se diferencia (en principio de manera positiva) del resto de grupos /naciones y en esta
diferenciación salvaguarda las identidades sociales. Más adelante se verá que para tal salvaguarda
no basta simplemente con la diferenciación valorativa y discursiva sino que es necesario
materalizarla en una frontera estatal. (¿Qué mejor ejemplo de los límites de la nación que una
frontera física que separa el grupo “nosotros” del grupo “ellos”?)

Siguiendo con la definición inicial de Anderson, en cuanto al concepto de soberanía. Anderson


entiende que una razón se imagina soberana por cuestiones ligadas al origen histórico del
fenómeno. El concepto de nación surge en la época en que la Ilustración y la Revolución estaban
quebrando la legitimidad sobre las monarquías, o como explica Anderson, la legitimidad del reino
dinástico jerárquico divinamente ordenado. En contra de esta imposición divina regente las
naciones quieren ser libres. Añade Anderson que la garantía y el emblema de esta libertad es el
Estado soberano. En lo que atañe a la relación entre el estado y la nación se volverá más adelante.

Por último, la nación, siempre desde el concepto de Anderson se concibe como comunidad.
Independientemente de las desigualdades, el sentimiento nacional es un sentimiento fraternal y
de compañerismo.

La nación en relación con el Estado


La principal y más clara representación de la conciencia nacional es el Estado-Nación (Kelman
1997)

Además de los elementos internos que definen una nación (descritos anteriormente) es necesario
para esta un consenso externo sobre la existencia de tal nación, un reconocimiento. Este consenso
solo se logra políticamente, con el reconocimiento estatal de la nación. (S.Ramírez, en Pérez-Agote
1989). La comunidad, en este caso identidad colectiva, no se salvaguarda en el tiempo sólo por el
hecho de su legitimación simbólica interna, le es preciso cada vez más contar con algún tipo de
poder político para su conservación y reproducción (Beatriz Miranda en Pérez-Agote, 1989).

Siguiendo con Kelman, El Estado-Nación es una fuente de dignidad en tanto, explica este autor,
representa la identidad de su población. Si el Estado es representativo provee a los individuos del
sentido de participación, del sentido de control y de un canal para expresarse y mejorar la
autotrascendencia. La nacionalidad, entendida como conjunto de derechos y deberes de los

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miembros de un estado que emanan de la propia pertenencia, es un instrumento o un medio del
Estado para satisfacer las necesidades y los intereses de su población.

Estas funciones del Estado como mejor respuesta a necesidades como seguridad y trascendencia y
a intereses, como expresión política de una identidad explican por qué el objetivo de la
movilización de muchas naciones sea el establecimiento del estado. La ideología que descansa
sobre esta lógica no es otra que el nacionalismo.

Con respecto a esta movilización de grupos de nuevo Tajfel alumbra bases psicosociales del
fenómeno. En primer lugar hay que hacer referencia al concepto de deprivación relativa. Esto es la
percepción de los actores de la discrepancia entre sus expectativas de valor (bienes y condiciones de
vida a las que creen que tienen derecho) y sus capacidades de valor (bienes y condiciones de vida que
según ellos son capaces de conseguir) (Tajfel, 1984). Esta sensación de deprivación puede surgir de
la comparación del propio grupo con otros grupos, percibiendo esta relación como ilegítima. En el
caso del la nación esta percepción motiva la acción social hacia la construcción de un estado, o
dicho de otra forma, el nacionalismo. A esto hay que añadir la condición de muchos individuos que
pertenecen al grupo-nación, de imposibilidad de cambiar de grupo, lo cual motivará la acción
social en virtud de conseguir lo mejor para el mismo.

En el terreno de lo ideal cada nación debería contar con su correspondiente estado, sin embargo
no es lo habitual. Anteriormente se ha explicado por qué una nación puede querer el
establecimiento del estado. Pero hay una reciprocidad en las necesidades. El Estado, no para su
existencia sino para su estabilidad, explica A. Pérez-Agote, precisa a la nación en tanto esta es
fuente de legitimidad y unidad política (Kelman, 1997). Si no existe tal nación el Estado va a
intentar crearla.

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LA CREACÍON DE LA NACÍON Y EL NACÍONALÍSMO
PALESTÍNOS

Desarrollo en clave histórica


En la segunda mitad del siglo XIX el territorio de Palestina (que hoy se correspondería en su
mayoría con los estados de Palestina, Israel y Jordania) estaba bajo tutela y soberanía del vasto
Imperio Otomano. En este periodo la estructura demográfica de la región la constituían en un 80%
personas que profesaban la fe islámica, en un 10% cristianos y entre un 5 y un 7% judíos. Los
palestinos (gentilicio regional) en esta época formaban una comunidad donde habían calado los
valores socioculturales y políticos de su entorno árabe. Además eran permeables a algunas
corrientes modernizadoras de corte “occidental” (entendiendo “occidental” como el opuesto al
concepto “oriental” que el propio Occidente ha creado). Entre finales del siglo XIX y principios del
XX, una de estas corrientes se materializará en movimientos migratorios, en otras palabras,
comienza a haber movimientos de judíos hacia Palestina de acuerdo al proyecto estato-nacional
del sionismo.

Es en este marco que se desarrollan cuatro corrientes de corte nacionalista que se pueden señalar
como los antecedentes del moderno y reciente nacionalismo palestino (tesis de Muslih)

 El otomanismo será la ideología hegemónica de los territorios del imperio otomano


localizado en la región del levante del mundo árabe. El otomanismo se yergue y articula
sobre el rechazo a la penetración de las ideas europeas.
 El arabismo: en sintonía con el otomanismo se configura en un rechazo a Europa y
Occidente. Además el fin político de este movimiento es conseguir autonomía árabe
mediante reformas dentro del imperio, sin salirse del mismo.
 El nacionalismo árabe: heredero del anterior, surge de la renuencia imperial y del
nacionalismo turco a la concesión de autonomía árabe. Durante la Primera Guerra mundial
se articula como movimiento independentista que llevase a un sistema pan-árabe que
aglutinara Palestina, Siria y Líbano. Desde esta ideología se lleva a cabo la Rebelión Árabe,
liderada por Faysal Ibn Husayn, que buscó la estructuración de un estado árabe de Siria a
Yemen.
 El nacionalismo Palestino: el nacionalismo árabe no cristalizó en la realidad como
consecuencia de dos fuerzas divisorias , por un lado la división del territorio en el que se

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definía su proyecto amen del sistema de mandatos que repartió esta parte del extinto
Imperio Otomano entre Francia y Gran Bretaña. Por otro lado, una fuerza endógena
quebraba igualmente el proyecto pan-árabe. Esta fuerza, o siendo rigurosos fuerzas, fueron
nacionalismos locales. Entre estos nacionalismos locales que se gestaron a principios de
siglo XX está el nacionalismo palestino.

Con la disolución de la estructura imperial otomana en Palestina se van a gestar y desarrollar en


paralelo estos dos últimos nacionalismos. Ambos grupos se corresponden con dos ‘clases sociales’
diferentes1 Por un lado los jóvenes palestinos militantes hicieron suyo el discurso panarabista. Su
proyecto político buscaba la adhesión con Siria para la formación de una unidad árabe gobernada
por Faysal que fuera expresión de la identidad árabe y evitara a la vez la incursión en el territorio
del sionismo. El otro movimiento, el nacionalismo propiamente palestino, lo impulsaron antiguas
élites otomanas que veían en el panarabismo una merma de su poder local. Igualmente
rechazaban el sionismo y la inmigración judía en la zona.

Ambos nacionalismos, reposan sobre la exaltación del arabismo y de su territorialidad frente a la


incursión extranjera occidental (aparte de la específicamente judía). Cada grupo nacional, que se
corresponde con una clase social determinada q perseguirá su proyecto político palestino de
forma independiente, excluyendo al otro y sin capacidad de compartir el poder lo que llevó a un
proceso de movilización nacional fragmentada y por tanto con ningún éxito.

La fragmentación y la desorganización seguirían durante la época del mandato británico, en el


contexto del cual, cabe señalar se permitió la entrada masiva de judíos en el territorio amen de lo
acordado en la Declaración Balfour por la que Gran Bretaña se había comprometido a ayudar a los
judíos a construir su hogar nacional en Palestina, el mismo territorio que se disputaban los
nacionalismos locales. Además la partición del territorio en mandatos dilapida en cierta forma el
proyecto panarabista que tenía un foco nacional, haciendo más poderoso aunque no tanto como
para imponerse el nacionalismo local.

La lógica que guiará el mandato será de organización e institucionalización política efectiva en el


caso del movimiento nacionalista sionista y de desorganización, fragmentación y aun disputas
entre los diferentes grupos nacionalistas Palestinos.

1Los miembros de cada grupo nacional tenían en común el origen social y el proceso de
socialización política. Compartían, dicho de otro modo, procesos de influencia social.
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Esta dinámica se perpetúa hasta el fin de la II Guerra Mundial en el contexto de la cual se habían
producido movimientos masivos de judíos al territorio del Mandato Británico Palestino
reforzando el nacionalismo sionista en detraimiento del movimiento nacional palestino.

En este contexto, de fuerza sionista política y fragilidad nacionalista palestina se suceden los
acontecimientos que terminarán partiendo el territorio y darán lugar a la proclamación unilateral
del Estado de Israel en 1948 aceptando, en parte, un plan de partición emergido desde la nueva
(en este momento) Organización de las Naciones Unidas.

En este momento el nacionalismo palestino, que no acepta tal partición no se moviliza para el
establecimiento del un Estado Palestino. Y esta falta de consenso interno motivará además que
desde este año, 1948 hasta 1967 la lógica del enfrentamiento y disputa por el territorio de
Palestina se libre entre árabes (no palestinos específicamente) y judíos-israelitas. Cabe mencionar
que en el periodo anterior una gran parte de palestinos fueron despojados de nacionalidad,
desterrados, destinados a la condición de refugiados y sujetos pasivos ante los enfrentamientos
entre árabes e israelíes.

Pero todo esto cambia a partir de 1967. Hasta entonces, en el seno de la población palestina, en su
status de refugiada, se habían producido cambios en la estructura social que de alguna forma
estaban alimentando la reemergencia de un sentimiento nacional, esta vez sin fracturas, que
emergerá tras la Guerra de 1967. Esta reemergencia se debe en parte a la acción de empresarios
políticos palestinos que sumaron a la conciencia nacional que se estaba gestando entre la
población palestina de recursos materiales que en adelante permitieron su movilización y defensa
frente al ‘enemigo’ israelí.

El nuevo nacionalismo palestino nace de una clase social hasta entonces no involucrada en el
nacionalismo, a saber, la campesina. Además cabe señalar que la situación compartida de
desposesión territorial y desplazo y agravio ante lo sucedido dotó a la sociedad palestina de un
sentimiento de comunidad ya no solo frente a Israel sino independiente del movimiento árabe en
general. La identidad compartida surgida de la resistencia terminó con las fracturas internas que
habían estado arrancando al nacionalismo palestino de capacidad de movilización y acción
conjunta.

Será a partir de entonces que el nacionalismo palestino, institucionalizado en diferentes


organizaciones a lo largo de los años futuros, se concentrará en un objetivo, la Liberación Palestina
y la creación de un Estado que responda a esta nación, de una vez identificada y con conciencia.
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Análisis psicosocial de los procesos nacionales y nacionalistas palestinos
Una vez alumbrados los acontecimientos y procesos positivos que conducen a la creación de facto
de un nacionalismo palestino es momento de poner éstos en relación con la teoría, inicialmente
expuesta, a fin de explicar los procesos psicosociales que han intervenido en tal desarrollo
nacional y nacionalista.

Como se hizo anteriormente cabe comenzar este análisis rescatando la noción de nación descrita
por Anderson. Como se aprecia en la historia de la creación de tal nación, para el caso palestino
pero también con el resto de procesos de construcción de identidad nacional, se puede contrastar
que la nación no es algo dado que surja espontáneamente y per sé de la tenencia de una serie de
elementos culturales (o de facilitación de la comunicación) compartidos por un grupo sino que es
una construcción que se asienta en las mentes de los individuos y los grupos de una determinada
manera. Evidencia de esto es que existan y coexistan en un largo plazo de tiempo dos identidades
nacionales, la panárabe y la palestina, que a pesar de tener una herencia sociocultural compartida
ésta se manifiesta en dos proyectos diferentes. Esta diferencia, siguiendo con la concepción de
Kelman, se aprecia en la delimitación de la nación. Mientras que el proyecto panárabe extiende los
límites de la nación a un sistema integrado por Palestina (región anterior al Estado actual) Siria y
Líbano, el nacionalismo local Palestino se restringe a la propia región.

Siguiendo con Kelman, la construcción de ambos nacionalismos (en las postrimerías del siglo XIX y
sobretodo, albores del siglo XX) nace del esfuerzo deliberado de una parte de la población por
hacer de lo común y lo compartido objeto de conciencia y movilización. En el caso del
nacionalismo palestino bipartido, se aprecia que son dos grupos diferentes aquellos que lideran la
construcción nacional. Ambos grupos, que habían experimentado procesos de socialización
política e influencia social diferentes (uno se corresponde con la élite y otro con el cuerpo
estudiantil militante) conducirán este elemento objetivo de unión cultural en dos proyectos
subjetivos (imaginados) de creación nacional. En estos proyectos de articulación de la nación o de
decidir quién queda dentro y quién queda fuera hay un “ellos” compartido que es todo lo
occidental en general y lo judío-sionista en particular.

Como anticipó Tajfel es en la relación con otros grupos, en este caso los occidentales y en
particular, y en especial relevancia el judío-israelí que se puede explicar la creación de una
identidad común, identidad de un grupo. Los aspectos positivos que se ponen de relevancia en el
discurso nacional, tanto panarabista como nacional árabe, lo hacen teniendo en cuenta que existen

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otros grupos diferentes. El cursivo deviene del hecho de que no solo es importante el hecho de que
se construyen como diferentes sino que además el nacionalismo se vale del objetivo de manifestar
y defender estas diferencias.

Con respecto a la escisión de los movimientos, una de sus causas, es que el proyecto nacional
palestino deja fuera también al resto de la comunidad árabe no palestina mientras que el arabismo
integra parte de esta población (no toda, lo cual vuelve a incidir sobre el hecho de que la nación es
algo imaginado que no responde únicamente a la tenencia de elementos socioculturales comunes).

En línea con lo anterior, el territorio de referencia que gesta el sentimiento patriota sobre el que se
asientan ambas naciones y nacionalismos (en el sentido de que se aprecia este territorio como
fuente de seguridad y trascendencia) también va a ser diferente. Para el arabismo, como se ha
mencionado anteriormente, acotará la patria al territorio palestino, sirio y libanés mientras que el
nacionalismo palestino hará lo propio pero limitándose al territorio de Palestina.

Cabe preguntarse ahora por qué el sentimiento nacional palestino tarda tanto en consolidarse
como nacionalismo, es decir, de movilizar la conciencia y la identidad nacional, ese activo, en la
creación de un Estado. La respuesta casi se desprende por sí sola de la narración de la historia del
nacionalismo, es decir, la fractura. El hecho de que en el mismo territorio subsistieran dos
identidades nacionales diferentes y excluyentes incapaces y/o reticentes a la colaboración
(incapaces por la inherente definición de nación por cada una que excluye al otro proyecto) hizo
imposible una conciencia nacional única en el mismo territorio que se hubiese correspondido con
las fronteras de un Estado Palestino. En términos de Anderson, no existía una comunidad, una
fraternidad sino, más bien, una exclusión interna. La división de la sociedad palestina en dos
identidades palestinas diferentes impide la efectiva coordinación y movilización hacia el
establecimiento de un Estado, hacia la superación de ese estatus que Tajfel denomina, grupos
inferiores.

Por otro lado, aunque se ha visto que los orígenes de este nacionalismo reposan en un periodo
anterior al sionismo es conforme este avanza, se institucionaliza y cuando se crea el Estado de
Israel (que intenta posteriormente conquistar territorios palestinos extraestatales) cuando surge
y se articula efectivamente el nacionalismo palestino como movimiento hacia el estado. Escribe
Kelman que es en este punto en que el conflicto Árabe-Israelí se palestiniza y se retoma una lucha
pretérita por un territorio común.

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Bien, es preciso comentar, en este punto el tema de la opresión territorial ejercida por Israel. Esta
opresión que llegó hasta el punto de producir los desplazamientos de palestinos, la salida de sus
hogares incentiva que el nacionalismo palestino se estructure en base a un movimiento de
liberación. Nuevamente Anderson había anticipado una clave nacional que explica, en este caso de
manera contundente tal caso cuando dice que las naciones quieren ser libres y soberanas.

La creación del Estado Palestino era (y sigue siendo) clave para permitir no solo la satisfacción de
necesidades e intereses de los nacionales y darle una expresión política a su soberanía, sino para
permitir algo tan primario, como explica B.Miranda, como la propia reproducción y supervivencia
de la nación en este caso frente a “la otredad” definida específicamente desde 1948, el Estado-
Nación israelí-judía, más poderosa en términos identitarios (la conciencia nacional es anterior a la
creación del Estado de Israel con la que se va reforzando) organizativos, institucionales y
materiales.

El problema esencial del conflicto palestino-israelí (que, se reitera, no nace hasta que se crea
conciencia nacional palestina única y se institucionaliza efectivamente a partir de 1967) es que se
trata de un enfrentamiento entre dos naciones por un mismo territorio, un espacio que ambos
nacionalismos ven como su patria. Este plano territorial, teniendo en cuenta la importancia que
tiene la geografía para el nacionalismo (para su esencia patriótica) en tanto el territorio es la parte
material de la nación que satisface las necesidades individuales de seguridad y trascendencia, es
igualmente relevante para la creación de la identidad nacional palestina, que empieza a
consolidarse en una situación de destierro, de alejamiento de la patria. Aquí entran las ideas de
Tajfel en referencia a la deprivación relativa. Se puede interpretar el nacionalismo palestino como
una movilización social en respuesta a la percepción de que la nación tiene derecho a unos bienes,
en este caso el territorio, a los que no son capaces de acceder. ¿Por qué no es capaz de acceder?
Por la presencia de otro estado en el mismo territorio, la presencia de otro grupo en el mismo
territorio, el judío-israelí.

Cabe aquí mencionar una aportación de Kelman sobre el conflicto y la territorialidad. Ambos
proyectos nacionales, el palestino y el israelí, se articulan y se enfrentan desde la base de que el
reconocimiento del otro implica una quiebra en de su propio nacionalismo pues conlleva el
reconocimiento de unas fronteras físicas diferentes a las que en los imaginarios de ambas naciones
tienen para sí. En otras palabras, el reconocimiento recíproco del nacionalismo opuesto implica
reconocer que el territorio o la patria sobre la que se asienta la nación es diferente de la del
proyecto nacionalista. El reconocimiento minaría la moral del nacionalismo. A nivel psicológico,
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como apunta Kelman, la cesión de parte de la patria al otro nacionalismo en virtud del
reconocimiento suscitaba, en ambos lados el sentimiento de miedo sobre la continuidad. Este
punto ha sido esencial para el desarrollo del conflicto. No es hasta 1993 en virtud de Los Acuerdos
de Oslo, un hito histórico en el que ambas naciones, en tanto grupos, reconocen la existencia del
otro. Esto es imprescindible ya que un grupo no solo implica que los que lo forman lo conciban
sino un reconocimiento externo, y en este caso el esencial era aquel israelí, su principal
antagonismo sin el que no se explica la nación palestina.

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CONCLUSÍONES
La construcción del nacionalismo Palestino, el movimiento nacional hacia la construcción de un
Estado, ha seguido un proceso largo que ha encontrado su principal obstáculo en la propia
creación de la nación, en el sentido de comunidad imaginada en base a la cual se puede movilizar
la sociedad para la construcción y constitución de un Estado que satisfaga sus intereses, sus
necesidades, aporte seguridad, trascendencia y dignidad a los miembros que la integran.

Este proceso y lucha nacionalista, aún vigente, sirve para evidenciar un tres de aspectos, para la
conclusión de tres de aportaciones con las que se ha iniciado el trabajo.

Por un lado, como se anticipó, que la nación y los subsecuentes movimientos políticos que surgen
de la misma, no son algo determinado, natural, objetivo sino que se corresponden con constructos
imaginados en la mente de los individuos y grupos que surgen del contacto con otros grupos. Para
el caso que ocupa el constructo de nación palestina se ha forjado en una interacción entre
experiencias compartidas entre los individuos, rasgos comunes e interacción con otros grupos, en
especial el judío-israelita, que han reforzado la diferenciación y han impulsado, en contexto de
deprivación, la movilización.

Por otro lado, partiendo de lo anterior, se entiende que las naciones son algo subjetivo sí, pero
necesitan para su continuidad, reproducción y supervivencia una representación política de su
identidad. Hasta la fecha, la más clara, evidente y compartida en el sistema político global es la del
Estado-Nación. A pesar de que éste pueda verse tensionado por diferentes fuerzas, sigue
manteniendo su importancia internacional y sigue siendo, en consonancia con la nación, fuentes
del conflicto internacional.

Dado lo anteriormente dicho, el tercer apunte que además está en consonancia con una de las citas
con las que arrancaba el trabajo, es necesario comprender que las guerras (actualmente, como se
ha dicho, no alejadas de la lógica estato-nacional) nacen en la mente de los hombres (y las
mujeres) y es en ellas donde deben combatirse y erigirse los baluartes de la paz. El análisis
psicosocial debe ser tenido en cuenta en las relaciones internacionales si se pretende hallar esta
amnistía, comprender los problemas a fondo para su resolución.

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BÍBLÍOGRAFÍA
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Dirigida por Ludolfo Paramio Rodrigo. Tesis doctoral. Servicio de Publicaciones de la
Universidad Complutense de Madrid (2002)
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nacionalismo. Segunda Edición, Primera Reimpresión en Español México: FCE. 1997
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 KELMAN H.C (1997) NAtionalism, Patriotism and National Identity: Social-Psychological
Dimensions en Patriotism in the Lives of Individuals and Nations. Bar-Tal D. y Staub E (ed).
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