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Según el Mapa Mundial de las Lenguas en Peligro, de la Unesco para el 2009, el cual fue
dado a conocer la semana recién pasada, los 23 idiomas de Guatemala (21 mayas, el xinca y
el garífuna) se encuentran en estado de vulnerabilidad y corren riesgo de diluirse en el tiempo,
como ya sucedió con otras tantas lenguas en el mundo.
El xinca, que habla la comunidad del mismo nombre en Guazacapán, Taxisco y Chiquimulilla,
Santa Rosa, y el Itza’, hablado en San José Petén, Petén, se encuentran en un nivel previo a
la extinción. El informe las sitúa en fase crítica.
El xinca tiene hasta ahora mil 283 hablantes, y el itza’ es hablado por mil 94 personas, según
el último censo estadístico levantado en el 2002.
Esta situación, según la Unesco, implica que esas lenguas solo son habladas por la
generación de ancianos, y ni siquiera se utilizan para las relaciones sociales diarias. En esta
fase, las personas mayores solo recuerdan parte del idioma, pero no lo usan mucho porque no
hay personas con quienes hablarlo en la comunidad.
Seriamente en peligro se encuentra el mopan, que se habla en Dolores, San Luis, Melchor de
Mencos y Poptún, Petén, por dos mil 455 personas.
Los idiomas mencionados en esta categoría se encuentran en una fase en que solo son
hablados por las viejas generaciones, y aunque algunas más jóvenes de padres e hijos lo
entienden, no lo hablan con sus hijos ni se lo enseñan.
Vulnerables
Así sucede con las siete que aparecen catalogadas en el Mapa como “en peligro”: ch’orti’,
poqomam, sakapulteko, tz’utujil, sipakapense, popti’ (antes jakalteko) y tektiteko.
Estos idiomas aún los hablan las generaciones ancianas y de adultos, pero los niños ya no los
aprenden como lengua materna.
Mientras en algunas comunidades permanece vivo el uso de estas últimas lenguas, en otros
lugares se van perdiendo, como el poqomam, según explica María Magdalena Pérez, directora
de Planificación Lingüística de la Academia de Lenguas Mayas.
Otros idiomas como el garífuna, q’eqchi’, pocomchi’, achi’, k’iche’, kaqchikel, uspanteko, ixil,
awakateko, mam, akateko y chuj, solo se encuentran en estado de vulnerabilidad, pero aún los
habla la mayoría de padres y niños en comunidades específicas, como lengua principal,
aunque en muchas ocasiones se limita al ámbito del hogar.
Falta de políticas
Para que una lengua no se extinga es necesario reconocer su valor como idioma ante la
sociedad, explica Pérez. “Si se extingue una lengua, se extingue una cultura, unos valores,
unas tradiciones y una espiritualidad”, advierte.
Para que una lengua se valorice, es necesario crear políticas integrales que incluyan
sensibilización, educación en estos idiomas, salud y acceso a servicios públicos en las
lenguas maternas, manifiesta Pérez.
Desde el 2003 existe la Ley de Idiomas Nacionales, la cual establece que en todos los lugares
donde la mayoría de la población hable una lengua distinta del español, los funcionarios de
instituciones deben conocerla, pero esto, “lamentablemente, no siempre se cumple”, señala.