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▪ ¿Por qué tuvo que morir el hijo de David y de Bat-seba por el pecado de sus
padres si Deuteronomio 24:16 y Ezequiel 18:20 dicen que un hijo no deberá morir
por el error de su padre?
Cuando se le hizo ver su culpa, David reconoció: “He pecado contra Jehová”.
Entonces el vocero de Dios le dijo a David: “Jehová, a su vez, efectivamente deja pasar
tu pecado. No morirás”. (2 Samuel 12:13.) A David se le mostró misericordia debido al
pacto del Reino. Además, como Dios puede leer el corazón, pudo haber visto la
autenticidad del arrepentimiento de David y concluido que había razón para extenderles
misericordia. Aún así, David y Bat-seba no iban a escapar de todas las consecuencias
de su error. Se les dijo: “A pesar de esto, por cuanto innegablemente has tratado a
Jehová con falta de respeto mediante esta cosa, también el hijo mismo, que acaba de
nacerte, positivamente morirá”. (2 Samuel 12:14.)
Dios ‘le asestó un golpe’ al hijo que no les pertenecía; el niño enfermó y murió.
Alguien hoy, centrándose en la muerte del niño, podría pensar que este juicio fue
demasiado duro. Sin embargo, debe tenerse presente que si este caso de adulterio se
hubiera tratado ante jueces humanos bajo la Ley, los tres (David, Bat-seba y el niño que
llevaba en su matriz) habrían perdido la vida. Desde este punto de vista, el que Dios
permitiera a dos de ellos seguir viviendo fue una muestra de misericordia. Además, no
tenemos todos los hechos, como información en cuanto a la salud que pudo haber tenido
el niño al nacer. De todos modos, podemos aceptar la manera como Dios trató este caso,
confiando en que lo que hizo fue imparcial, sabio y justo. Incluso el mismo David
reconoció más tarde: “En cuanto al Dios verdadero, perfecto es su camino”. (2 Samuel
22:31; compárese con Job 34:12; Isaías 55:11.)
El modo como Dios trató ese caso no debe verse como una contradicción de
Deuteronomio 24:16 o Ezequiel 18:20.
Una parte de la Ley decía: “Padres no deben ser muertos a causa de hijos, e
hijos no deben ser muertos a causa de padres. Cada cual debe ser muerto por su propio
pecado”. (Deuteronomio 24:16.) Estas instrucciones eran para los jueces israelitas que
trataban casos legales. Los jueces no podían leer el corazón. Tenían que tratar cada
caso sobre la base de la conducta del implicado, establecida por los hechos.
De modo similar, Ezequiel 18:20 dice: “Un hijo mismo no llevará nada debido
al error del padre, y un padre mismo no llevará nada debido al error del hijo. Sobre sí
mismo la misma justicia del justo llegará a estar y sobre sí mismo la misma iniquidad del
inicuo llegará a estar”. Esas palabras se referían primariamente a los adultos. El contexto
habla de un hijo que veía la iniquidad de su padre pero que no participaba en ella; en vez
de eso, llevaba a cabo las decisiones judiciales de Jehová y andaba en Sus estatutos.
Un hijo así sería conservado con vida cuando su padre muriera. (Ezequiel 18:14-17.)
Aun así, es innegable que los hijos pueden sufrir las consecuencias del
proceder de sus padres. Los padres que son derrochadores o insensatos pueden
acarrear pobreza a toda la familia. O imagínese cómo afectaría a los hijos el que un padre
delincuente fuera sentenciado a prisión. Incluso las calamidades que Dios trajo
justamente sobre Israel por su iniquidad afectaron a los hijos en aquel tiempo.
(Deuteronomio 28:15, 20-32; Ezequiel 8:6-18; 9:5-10.) Por esa razón, Dios instó a su
pueblo de la siguiente manera: “Y tienes que escoger la vida a fin de que te mantengas
vivo, tú y tu prole, amando a Jehová tu Dios, escuchando su voz y adhiriéndote a él;
porque él es tu vida y la longitud de tus días”. (Deuteronomio 30:19, 20.)