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dónde sale, pues, la cizaña? Esta repetición muestra que el problema está aquí: ¿cómo
puede ser que sembrando buena simiente (esto se dice dos veces) crezca también cizaña
en el campo? Comparando con la parábola de la red se ve que el acento está ahí. En la
de la red no hay diálogo y la aparición de peces desechables es cosa normal y lleva
inexorablemente a una selección. En cambio en nuestra parábola, la aparición de la
cizaña es presentada como algo extraordinario que provoca la discusión y -contra todas
las experiencias rurales- sólo se puede explicar acudiendo a la acción de un enemigo.
El primer paso del diálogo ha planteado el problema. Ahora, en el segundo paso del
diálogo todo el peso estará en las consecuencias que hay que sacar. La narración llega
aquí a su punto culminante (paso de aoristo a presente histórico: técnica mateana para
señalar el punto culminante de una perícopa). La pregunta de los siervos plantea la
cuestión: ¿hemos de ir ahora y arrancarla? Para la comprensió n de la parábola no ayuda
mucho la discusión de si en Palestina se escardaba habitualmente el sembrado, o si en
unas partes era usual y en otras no. En esta pregunta de los siervos se muestra más bien
el ensamblaje de lo objetivo y lo figurativo, es decir, se plantea el problema teológico
que ha motivado que se cuente esta parábola: ¿No se ha de arrancar la cizaña para que la
siembra original reaparezca como buena simiente?
La respuesta del amo rechaza esta propuesta (v.29). Nuevamente la discusión biológica
(si los tallos son parecidos a no, si las raíces de una son más fuertes que las del otro) no
hace más que poner el acento donde no está. La parábola, en efecto, sólo habla del que
(hecho), no del cómo (manera) de la posibilidad de que junto con la cizaña se arranque
el trigo. Y habla de esto sólo como fundamento de la exhortación a la paciencia: sólo al
final, en la siega, tendrá lugar la definitiva separación entre el trigo y la cizaña.
¿Parábola o alegoría?
sencilla y más fácil de situar en la predicación misma de Jesús. Pero estos intentos no
me parecen convincentes. Cierto que hay que contar con una elaboración del redactor;
pero en nuestra narración no se encuentran suturas que permitan prescindir de tal o cual
fragmento. Además, en el evangelio de Tomás n. 57 se encuentra esta narración sin la
interpretación mateana, pero en forma tal que presupone una tradición que, en lo
esencial, se corresponde con la de Mt. Y, sin embargo, no hay restos de las
simplificaciones que postulan estos autores.
Precisamente la comparación con la parábola de la red muestra que estas dos parábolas
no formaban originalmente un conjunto unitario de dos parábolas. En la de la red, la
punta está en la clasificación y separación definitiva de los peces. En la de la cizaña, la
punta es la exhortación a la paciencia, y en ningún momento se considera normal la
presencia de la cizaña en medio del trigo (como se considera normal en la de la red la
mezcla de peces buenos y desechables). Sólo se puede exhortar a la paciencia cuando
las relaciones parecen apremiar a una actuación rápida, es decir, cuando parece exigible
la rápida separación de buenos y malos.
En este contexto la parábola es una protesta contra el intento, que parece extenderse por
todo el cristianismo primitivo, de proteger la santidad del pueblo escatológico de Dios
con medidas disciplinarias. Protesta que remite al juicio venidero y alude a la
deficiencia del juicio de los hombres: se puede condenar también a quien no se debe
(trigo arrancado con cizaña). La parábola sitúa a los cristianos en su lugar: no han de
usurpar el lugar del Señor. Y al mismo tiempo preserva a la iglesia del error de creer
que su santidad es una propiedad constante mundana o sociológicamente, como si la
Iglesia fuese un trozo de mundo.
En esta crítica el autor de la parábola no parece ser una pieza aislada. Tendencias
semejantes se encuentran también en las cartas paulinas: Rm 14,13; 1 Co 4,5; 2 Co
2,6ss. 11; Gal 6,1-2. En estos textos se tiene en cuenta la problemática que puede
suscitar el uso de las medidas disciplinarias. En nuestra parábola el análisis de esta
problemática pasa a ser ya una crítica.
Mt 18, 15-17
En los otros lugares del NT en que se trata de la separación del pecador (1 Co 5,1-5.9-
11; 2 Tes 3,6-15; cf. Didaché 15,3) encontramos un proceder más sencillo: ninguna
relación con el pecador, a no ser que se arrepienta. Es una exclusión fáctica. En cambio
en Mt 18,15ss hay una medida disciplinaria compleja, en cuyo surgimiento podemos
preguntarnos si no influyeron modelos tomados del mundo circundante. Naturalmente
este influjo no tiene por qué ser directo e inmediato, ni siquiera consciente en cuanto
influjo.
La composición mateana
Para captar la interpretación mateana no sólo hay que atender al contexto inmediato
(18,10-14 y 18-20), sino a todo el capítulo 18. Ya en 18,1-5 y frente a Mc, Mt ha creado
una unidad sobre la verdadera grandeza en el Reino de los Cielos, dando así fundamento
a las advertencias de 18, 6-14 (conjunto unitario subrayado por la palabra grapa "uno de
estos pequeños" v. 6.10.14). De Mc. Mt sólo ha tomado las sentencias sobre el
escándalo (Mc 9,42-48; Mt 18,6-8) y ha añadido el no despreciar a los pequeños (18,10)
y la parábola de la oveja perdida. Lo más llamativo es la interpretación de la parábola en
este contexto: en Lc, y originalmente, la parábola quiere subrayar la alegría de Dios por
el pecador arrepentido (Lc 15,5-7 se trasluce todavía en Mt 18,13), justificando así el
trato de Jesús con los pecadores; Mt, en cambio, saca de la parábola la advertencia sobre
el cuidado de los que se han perdido (18,14). Los "pequeños" de que se habla (v.
6.10.14) no sólo son claramente los discípulos (v. 6: que creen en mí) sino los miembros
de la comunidad amenazados de error y perdición. Han de ser guardados de la tentación
(v. 6ss), no han de ser despreciados en su debilidad (v. 10) y si se extravían han de ser
buscados, pues Dios no quiere que se pierdan.
otros fragmentos- quitar simplemente la regla disciplinaria. Ahora bien, sin este marco,
la regla comunitaria podría fácilmente haber caído en el peligro de anticipar el juicio
futuro, separando a justos e injustos, para configurar así la comunidad pura, el "resto
santo". Nuevamente se muestra que la concepción de la Iglesia determina la disciplina.
Y como para Mt la Iglesia no es el "resto santo", los "santos", ni el "verdadero Israel",
sino el grupo de los discípulos de Jesús, entre los que hay buenos y malos (13,41;
22,10), que sólo serán separados en el juicio, porque "muchos son llamados y pocos
escogidos" (22,14), por esto enmarca e interpreta así la regla disciplinaria.
Conclusión
Quedan muchas cuestiones por solventar: ¿por qué pierde vigor esta medida
disciplinaria? ¿por la aparición del episcopado monárquico? ¿por la desaparición del
trasfondo judaico-qumranita que le quita significado y fuerza testimonial? ¿por la
crítica, como la que se manifiesta en la parábola de la cizaña? Son cuestiones abiertas, a
las que los límites del trabajo no pueden responder. Se trataba tan sólo de exponer un
fragmento de discusión sobre disciplina eclesiástica, en el ámbito sirio, en el círculo
mateano, alrededor de los años 50-80 p.C.