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María Guadalupe Alemán Cazares Maestría en Educación

Trimestre enero – abril 2013 Maestro. Luis Enrique Barajas Chávez


Introducción
La necesidad de definir y medir las cuestiones relacionadas con el desarrollo, los niveles de vida y las
condiciones sociales y económicas motivó la aparición, desde los años setenta, de diversos
programas de indicadores elaborados por organismos internacionales y países. En concreto los
educativos, destinados a comparar y juzgar el contexto y el funcionamiento de la enseñanza y sus
resultados, han experimentado un gran desarrollo. La diversidad de estadísticas utilizadas en los
distintos sistemas de indicadores educativos existentes en la actualidad, exige un análisis de dichos
sistemas los cuales veremos a continuación.
Qué son los indicadores de la educación
En los últimos tiempos se oye hablar con bastante frecuencia de los indicadores de la educación, en
contextos muy diferentes y haciendo referencia a realidades muy diversas. Así, por ejemplo, la OCDE
viene publicando una serie de indicadores internacionales de la educación, en unos volúmenes de
periodicidad anual que llevan el título genérico de Education at a Glance / Regards sur l’éducation y
que en los meses finales de cada año provocan diversos comentarios en la prensa general y en la
especializada de los países participantes. También oímos hablar de los indicadores de las
universidades con vistas a su acreditación o de los indicadores de los centros educativos, teniendo
en perspectiva su evaluación externa. A la vista de esa diversidad de referencias, no cabe duda de
que estamos ante uno de esos términos polisémicos que tanto abundan en el lenguaje educativo y
que tienen una amplia variedad de significados y de usos. Por ese motivo no está de más comenzar
preguntándonos qué debemos entender por indicador y en qué pueden los indicadores ayudarnos a
comprender los distintos elementos de la realidad educativa.

Podemos realizar una primera aproximación a través de las definiciones de ese término que incluyen
los diccionarios más habituales de las diversas lenguas. Así, el Diccionario de la Real Academia
Española define al indicador como aquello “que indica o sirve para indicar”, mientras que este último
término es a su vez definido como "dar a entender o significar una cosa con indicios o señales". Una
definición parecida proporciona el diccionario Larousse, que define al indicador como aquello “que indica,
que permite conocer” o “que sirve para indicar”. Por su parte, el Oxford Dictionary lo define como “una
cosa que señala algo” o “un tablero que da información sobre la situación actual”. Aunque estas
definiciones puedan parecer excesivamente genéricas, suponen una primera orientación en la búsqueda
del significado del término.
María Guadalupe Alemán Cazares Maestría en Educación
Trimestre enero – abril 2013 Maestro. Luis Enrique Barajas Chávez
En el campo de la educación, también se han realizado varias propuestas para definir qué debe
entenderse por indicador. La más clásica, además de ser una de las primeras y de las más veces
repetida, es la de Oakes, autora de una obra pionera en este campo, para quien un indicador educativo
es “un estadístico referido al sistema educativo, que revela algo sobre su funcionamiento o su salud”
(Oakes, 1986). Su referencia al indicador como una medida estadística es característica de la
concepción que de ellos se tenía en los años ochenta, que iría cambiando paulatinamente con el paso
del tiempo. Las definiciones de los noventa seguían registrando esta posibilidad, pero sin considerarla ya
imprescindible. Así, por ejemplo, el concepto de indicador utilizado en el proyecto internacional de la
OCDE era el de “un dato (generalmente una medida estadística) que proporciona información acerca de
la condición y el estado del sistema educativo, describe sus rasgos fundamentales y es útil para la toma
de decisiones”.

Desde un punto de vista aún más amplio y más adaptado a nuestro concepto actual, un indicador podría
definirse como un artificio que proporciona información relevante acerca de algún aspecto significativo de
la realidad educativa. Lo más habitual es que dicho artificio consista en algún tipo de dato de carácter
cuantitativo, generalmente una medida estadística. Sin embargo, hay que deshacer la idea de que un
indicador es por definición un dato numérico. El uso del término artificio no es casual, sino que responde
a la experiencia habitual, puesto que en muchos sistemas de indicadores se incluyen también datos no
cuantitativos, recurriendo a gráficos u otro tipo de representaciones de la realidad. No obstante, es justo
reconocer que la mayor parte de los indicadores son de carácter cuantitativo, aunque se refieran a
aspectos cualitativos de la realidad analizada. La posibilidad, adecuación y validez de los procedimientos
para transformar una realidad cualitativa en un dato numérico es precisamente uno de los aspectos que
ha generado más discusión entre los partidarios y los detractores de este tipo de instrumentos.

Indicadores de los centros docentes


Los modelos de indicadores más habituales y conocidos que se manejan en la actualidad son los que
se refieren al conjunto de los sistemas educativos. Sin embargo, hay que aclarar que no se trata de
los únicos existentes. Una experiencia de gran relevancia es la relativa al estudio de los centros
docentes.

El análisis y valoración del funcionamiento y los resultados de los centros educativos ha sido una de las
aplicaciones de los indicadores que más interés y controversia han suscitado. La preocupación por la
calidad de la educación, que se ha extendido en los últimos años en muy diversos contextos, ha
orientado la atención en buena medida hacia los centros escolares. Existe la convicción generalizada,
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reforzada por los resultados de la investigación educativa, de que el centro realiza una contribución
capital al proceso formativo de sus alumnos. Aunque la influencia de factores tales como el origen
socioeconómico o la riqueza cultural del entorno de los estudiantes sea muy poderosa, no llegan por sí
solos a determinar los resultados alcanzados, pues los centros contribuyen a reforzar o a paliar sus
efectos correspondientes.

Ese interés genérico por la calidad de la educación se ha traducido en muchos lugares en una pregunta
explícita acerca de los logros de los centros, expresados en términos de resultados escolares de sus
alumnos. En algunos países, ello ha llevado a publicar las listas de los índices de aprobados
conseguidos por cada centro en diversas pruebas nacionales, generalmente las aplicadas al final de la
educación secundaria.
Conclusión
Una vez finalizado este recorrido por los indicadores de la educación, puede comprobarse que
estamos ante un ámbito de trabajo de desarrollo reciente, pero que ya está dando frutos interesantes.
Los proyectos de elaboración de indicadores que hasta ahora se han puesto en marcha han enfocado
fundamentalmente su atención hacia los sistemas educativos tomados en conjunto. No obstante,
existen otros ámbitos de interés, como el que se refiere a los centros docentes, que comienzan a
atraer una atención creciente. En todo caso, nunca se insistirá bastante en que los indicadores no son
sino un instrumento de evaluación, que puede resultar muy útil para diagnosticar el estado y la
situación de la educación, pero que requiere de otros enfoques y ejercicios complementarios si quiere
contribuir a la mejora. Olvidar esa idea central puede provocar una frustración de las expectativas
abusivamente puestas en esta herramienta de seguimiento. No se puede ignorar que la evaluación no
es una solución, aun cuando realice una valiosa aportación para la mejora.

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