Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
Introducción
El día 16 de octubre de 1998 será una jornada difícilmente olvidable para Chile y para
las comunidades de ex refugiados políticos chilenos. Por primera vez el general Augusto
Pinochet Ugarte, dictador durante 17 años (1973-1990) y senador vitalicio de la negociada
transición democrática chilena, enfrentaba a una corte de justicia por cargos de secuestro,
torturas y desaparición de personas. Lo impensable ocurría sin que ningún actor nacional o
internacional lo hubiera previsto ni es su más afiebrada imaginación. El hombre que había
gobernado Chile con mano de hierro, y que además lo había sometido a la transformación
socioeconómica más radical de su historia, aparecía como un débil anciano en manos de una
infinidad de actores políticos y judiciales que dieron a este caso una dimensión internacional.
Un verdadero accidente de la historia habría, por primera vez, la posibilidad de juzgar a un ex
jefe de Estado por delitos cometidos durante su mandato en un tercer país.
1
diversos estudios en torno a este y otros casos similares han constituido un nuevo campo de
trabajo académico conocido como “Justicia Transicional”.
Sin embargo, aún se ha estudiado muy poco el papel de las comunidades de exiliados
chilenos en la organización de la estrategia de extradición y en la construcción de una causa
judicial en contra del ex dictador. El arresto de Pinochet en Londres tuvo también un efecto
aglutinador en comunidades que habían sufrido un desgaste natural de los años de exilio y las
rutinas propias de la adaptación a las sociedades de acogida. La noticia de la detención del ex
dictador impactó fuertemente a quienes desde hace años habían abandonado toda esperanza
de justicia y castigo a los responsables de violaciones a los derechos humanos ocurridas en
Chile y en el extranjero durante la década de 1970 y 1980. Pinochet había viajado al Reino
Unido por razones personales, entre las que se encontraba una vieja dolencia a la espalda que
se haría operar en una exclusiva clínica londinense. Aparte de eso, Pinochet había sido
invitado por la fábrica inglesa de armamento Royal Ordnance, con la cual hacía negocios
desde hace años, sin jamás imaginar que sus amigos de antaño, especialmente durante el
gobierno de Margaret Thatcher, ya no podían asegurar su inmunidad al ingresar en territorio
británico. Fue justamente esta oportunidad la que aprovecharon los querellantes españoles,
por requerimiento del juez Baltasar Garzón, para pedir la extradición de Pinochet y demandar
su juicio en España.
A los pocos días del arresto, ya estaba claro que se trataba de un caso extremadamente
complicado y con muchas aristas políticas. Por un lado estaba la justicia española que pedía
la extradición de Pinochet a contrapelo de la política diplomática del gobierno español,
conducido en aquellos años por José María Aznar. En segundo lugar estaba el gobierno
laborista inglés que no deseaba generar problemas con sus aliados europeos, pero tampoco
con Chile, al mismo tiempo que la extradición de Pinochet se le presentaba como una
posibilidad única de demostrar su compromiso con los derechos humanos y la justicia
internacional. Un tercer actor lo constituía el Estado chileno y su gobierno de centro-
izquierda, cuya política permanente fue exigir el retorno de Pinochet para ser juzgado en
Chile, rechazando de paso la extraterritorialidad de la justicia y reclamando el principio de
soberanía del derecho internacional. Por último, un cuarto actor lo constituyen justamente las
comunidades de chilenos en el exilio quienes no vacilaron en poner todos sus recursos
disponibles en favor de la extradición y el juicio de Pinochet en España. Para ello también
movilizaron a las organizaciones internacionales de defensa de los derechos humanos, así
2
como a otros gobiernos europeos que iniciaron sus propios procesos de extradición en contra
de Pinochet y de otros dictadores latinoamericanos del mismo periodo.
Las pocas horas que pasaron tras el arresto en Londres vio como Chile se dividía entre
partidarios y detractores de Augusto Pinochet. Lo impensable había pasado por una ironía de
la historia: Pinochet había viajado a un país que consideraba “amigo “ y aliado tras el apoyo
de la dictadura chilena a los militares británicos durante la Guerra de las Malvinas (1982); en
calidad de senador vitalicio, y además legitimado absolutamente por el sistema político
chileno y la mayor parte de sus adversarios. Pinochet era un actor político y sólo la
intervención de la justicia española puso fin a su carrera y a su influencia en un Chile
acostumbrado a negociar y convivir con el legado dictatorial.
3
londinenses, así como el apoyo a la estrategia judicial tendiente a lograr la extradición de
Pinochet e España. Todas estas acciones debían estar perfectamente coordinadas y actuando
al mismo tiempo en varios países.
En una época donde Internet daba todavía sus primeros, pasos, la prioridad la seguían
teniendo el teléfono, el fax y las ondas de radio. Cada decisión de la justicia inglesa era
celebrada o sufrida en reuniones comunes frente a las embajadas de Inglaterra o España, y
con un nivel de emoción pocas veces visto en reuniones de este tipo. Ni la euforia deportiva
había alcanzado nunca tales niveles de emocionalidad. Una mezcla de alegría y revancha
reinaba entre estos chilenos, al mismo tiempo que el dolor de la memoria afloraba después de
año de silencio y resignación. El representante de todos sus dolores y sufrimientos estaba en
Europa, inerme, debilitado, enfrentado a sus demonios y sin las infinitas capas de protección
de las que siempre se había beneficiado en Chile. Ni su poder ni su influencia podían mermar
la voluntad de los exiliados de llevar a Pinochet ante la justicia española y sobre todo ante el
tribunal de la historia.
Esta memoria del exilio surge entonces de manera inesperada y violenta, poniendo en
tensión la necesidad del recuerdo con aquella del olvido ante los traumas del pasado. Para
movilizarse había que recordar, verbalizar, hacer público, registrar e incluso denunciar
aquello que muchas veces se guardaba como secreto incluso antes los seres más queridos. El
dolor del exilio, la tortura, la pérdida de amigos y compañeros volvía a la superficie para
juzgar al ex dictador, pero no sin dejar daños colaterales de por medio. No son pocos los
casos de personas que dejaron durante semanas sus trabajos y familias para movilizar todos
sus recursos y partir a Londres a luchar “por la causa”. Otros que pocas veces o nunca
4
participaban de las actividades asociativas del exilio, se vieron impelidos internamente a
tomar posición y movilizarse para impedir el retorno de Pinochet a Chile.
Pinochet universal
Imagen 3: Fotografía de Chas Imagen 4: Caricatura de Pinochet aparecida en el New York Times, 20 de
Gerretsen (19-09-1973) octubre de 1998.
5
El marco social de re-significación de la memoria en exilio lo constituye, en primer
lugar, la familia, donde se transmite la memoria de una generación a otra, aunque cargada de
silencios, vacíos e idealizaciones. Son los hijos de los exiliados quienes con el tiempo
construyen sus propios relatos identitarios a partir de las experiencias compartidas, pero
también respecto del contraste con otros relatos de pares o incluso de personas que no han
compartido la experiencia del exilio. El segundo marco social de re-significación de la
memoria está dado por la comunidad y sus espacios de sociabilidad: asociaciones culturales,
clubes deportivos, agrupaciones políticas, etc. A los hitos originarios de la Unidad Popular, el
Golpe de Estado, el fin de la dictadura y el exilio, ahora se sumaba el arresto en Londres
como un cuarto hito fundacional de la memoria del exilio, pero también como un evento que
permitió superar muchas diferencias del pasado y confederar a muchas asociaciones en pos
de un objetivo común: que Pinochet fuese juzgado en Europa.
6
transición democrática y a la supuesta posibilidad de la justicia chilena de juzgar al ex
dictador. Los papeles se invertían. El caso Pinochet era la posibilidad de salir del oprobio y
mostrarse ante los suyos y cercanos como luchadores de una causa mundial: los derechos
humanos.
“Aquellos que durante tanto tiempo fueron aplastados por el discurso insultante
del ex dictador, y que todos pensaban intocable, regresan a la escena
internacional y aparecen como los actores de una lucha ejemplar”.2
Los testimonios que tantas veces habían quedado archivados en organizaciones de
defensa de los Derechos Humanos, parecían tomar nueva fuerza como argumentos y pruebas
en contra de la estrategia de la defensa jurídica de Pinochet. A los sentimientos de justicia y
verdad, se sumaban también gritos de odio y revancha, como si la memoria del exilio tantas
veces reprimida, se hubiese convertido súbitamente en la reivindicación de una palabra
pública que necesitaba ser expresada. Esto toma aún más fuerza cuando muchos de los
exiliados decidieron no regresar a Chile o volver a sus países de acogida tras vivir la
incomprensión y la indiferencia de un país muy diferente al que dejaron por la fuerza. El
Chile de la transición democrática les parecía ajeno, mediocre e incluso incomprensible
cuando gobiernos que se decían de centro-izquierda hacían lo imposible por lograr el retorno
de Pinochet. La razón de Estado alejaba aún más a estos chilenos de Chile, pero también los
despertaba de la idea de un Chile imaginado que había desaparecido o quizás jamás existido.
2 Jedlicki, Fanny, « Les exilés chiliens et l’affaire Pinochet. Retour et transmission de la mémoire », Cahiers de
l’Urmis [En ligne], 7 | juin 2001, párrafo 28.
3 Stern, Steve, Luchando por mentes y corazones, las batallas de la memoria en el Chile de Pinochet. Libro Dos
de la trilogía La caja de la memoria del Chile de Pinochet, Ediciones UDP, Santiago de Chile, 2013.
7
impide, sin embargo, que las comunidades de exiliados expresen su confianza en que: “esta
vez sí se hará justicia”.
Las manifestaciones y reuniones guardan los aspectos más identificables del recuerdo
de la Unidad Popular: la sensación de vivir una experiencia histórica singular, pero al mismo
tiempo con todas las divisiones y disputas de la izquierda heredadas de la misma. Resurgen
entonces los eslóganes e himnos más identificables (¡Venceremos!), junto con la efigie mítica
de Allende, suerte de divinidad tutelar y factor de unidad de todas las comunidades de
exiliados en el mundo.
En este contraste, Salvador Allende representa la figura sacrificial del mártir y del
héroe de la democracia, frente a la imagen de un Augusto Pinochet anciano, todavía vivo
(hasta el 2006), que representa al mismo tiempo lo más abyecto de la represión de derecha,
del militarismo, del vínculo con el “imperialismo norteamericano” y de la violación masiva
de derechos humanos. En tal sentido, Pinochet se universaliza y adopta las características del
4 En el caso de los exiliados chilenos en Francia, y especialmente de la mayor comunidad que vive en los
alrededores de Paris, desde hace más de 30 años se celebra ininterrumpidamente la fiesta del 18 de
septiembre en la localidad de Savigny le Temple, distante aproximadamente a una hora de Paris en la región
periurbana sureste. Esta fiesta tradicional es organizada por la Federación de Asociaciones Chilenas en Francia
(FEDACH) y actualmente por la UDACH. Imágenes de la versión 2013 de esta fiesta pueden verse en:
https://www.youtube.com/watch?v=OKimZWDuF3E
8
mal absoluto, como una suerte de figura supletoria de los grandes dictadores y tiranos del
siglo XX y específicamente del periodo de la Guerra Fría (tanto del campo socialista como
capitalista). Pinochet captura y encierra toda la maldad del siglo XX, y de paso exculpa a los
europeos de su propia historia, incluso simbólicamente a través del uniforme prusiano y sus
característicos lentes oscuros. Pinochet representa muchas cosas a la vez: la traición, la
barbarie, la cobardía, la represión, la mentira, la trampa, la simulación e incluso al final de su
vida: el robo y la decrepitud. En tal sentido, el ex dictador es el villano y el enemigo perfecto;
una suerte de imagen arquetípica junguiana, que resume universalmente los rasgos más
reconocibles del mal5. Es por esta misma razón que para los exiliados era inconcebible una
posible liberación de Pinochet por razones humanitarias (como finalmente sucedió) siendo su
figura uno de los modelos universales de la violación a los derechos humanos. Prueba de esta
“encarnación” arquetípica del mal son las imágenes que las comunidades de exiliados
mostraban durante sus manifestaciones en Londres y otras capitales europeas.
Imágenes 5 y 6: representaciones de Augusto Pinochet utilizadas durante las jornadas de movilización en Londres y
Madrid (1998). Fuente: Amnistía Internacional y DW.
Así como durante los tres años de la Unidad Popular buena parte de estos militantes
de izquierda sintieron que “hacían historia”, 25 años después volvían a sentir la misma
sensación, pero ahora con un carácter mundial y con los ojos fijos del mundo en lo que
5 Ver: Robertson, Robin, Jungian Archetypes: Jung, Gödel, and the History of Archetypes, iUniverse, 2009, 324
p.
9
sucedía en Londres. Tras años de un sentimiento permanente de derrota e impotencia frente a
lo que sucedía en Chile, el arresto de Pinochet abría nuevamente la posibilidad de recuperar
esos años y volver, quizás por algunos instantes, a vivir esa euforia de la juventud vivida
entre 1970 y 1973. Pero como bien lo describe Jedlicki, las viejas rencillas entre los
diferentes grupos políticos del exilio aloraron apenas la euforia del comienzo hubo pasado.
Las pugnas se centraban principalmente en la estrategia a seguir para lograr la extradición de
Pinochet a España y las formas de presionar a los gobiernos europeos para evitar su
liberación y forzar un juicio en el viejo continente. Además, desde un primer momento quedó
muy claro que todas las formas de reagrupamiento del exilio post arresto de Pinochet tendían
a reunir a los chilenos y a dejar fuera, o en un segundo plano a los nacionales que deseaban
participar. De una cierta forma, el tema fue visto como “una cuestión de chilenos que debían
resolver los chilenos”. Efectivamente aceptaban y pedían ayuda, pero a nivel resolutivo. Las
asociaciones priorizaron las formas de acción que conocían desde el inicio del exilio. Prueba
de ello es que la mayor parte de los afiches y panfletos fueron redactados en español, y se
evitó sumar a otros grupos de exiliados latinoamericanos preocupados por la suerte de otros
ex dictadores como Jorge Rafael Videla o Jean-Claude Duvalier6. El caso Pinochet aparecía
como diferente y excluyente, pero sobre todo como una cuestión identitaria.
“El caso Pinochet posee un valor reparador que permite a los exiliados
encontrar por fin una coherencia a sus trayectorias individuales”. La
movilización social que dirigen, así como el asunto judicial del cual son actores
esenciales; de su lucha del exilio en exilio les da nuevo sentido a su presencia en
Francia8.
10
Frente a las diferencias estratégicas y políticas respecto de cómo enfrentar e caso
Pinochet, fue sólo la acción cultural (música, teatro, poesía, deporte) lo que permitió
mantener la unidad del exilio entre y al interior de las diferentes asociaciones de antiguos
refugiados políticos. La fuerza del mensaje antipinochestista de los exiliados chilenos en
Francia, radicaba principalmente en la idealizada imagen del militante de izquierda héroe-
mártir, que había combatido al imperialismo y que insuflaba a la izquierda francesa de los
años 1970 con un mensaje de resistencia. Este carácter heroico del exiliado chileno (y de las
dictaduras del Cono Sur en general), a pesar del desgaste y la llegada de otras olas
migratorias, seguía ejerciendo gran fuerza en el imaginario francés de la década de 1990 9, y
especialmente en los medios de prensa 10. No ocurría lo mismo en Inglaterra, que a pesar de
haber sido también tierra de acogida del exilio chileno, había mantenido cercanas relaciones
con la dictadura chilena durante la década de 1980. En general, Pinochet no era visto por
todos los sectores políticos ingleses como tirano, sino más como un viejo aliado caído en
desgracia. Sólo ciertos sectores de la izquierda laborista manifestaron claramente su repudio
al anciano general y la necesidad de que fuese juzgado en Europa.
9 Ver: Prognon, Nicolas, « L’exil chilien en France du coup d’état à l’acceptation de l’exil : entre violences et
migrations », Amérique Latine Histoire et Mémoire. Les Cahiers ALHIM [En línea], 21 | 2011, Publicado el 08
juin 2011, consultado el 15 septembre 2014. URL : http://alhim.revues.org/3833
10 No hay que olvidar que para una buena parte de la opinión pública francesa (medios de prensa en general)
el exilio latinoamericano de los años ’70, y el chileno en particular, es aún hoy considerado como ejemplar en
términos de adaptación a la sociedad francesa, sobre todo respecto a otras comunidades de inmigrantes
residentes en Francia.
11
12