Renée Balibar

Dominique Laporte

Burguesía y
Lengua Nacional

[AJ
J\VJ\NCE
 Se puede ¡¡niformar la lengua de una gran naczon de manera
que todos los ciudadanos que la componen puedan comunicarse sus
pensamientos sin obstáculos. Esta empresa, que no fue realizada
plenamente por ningún pueblo, es digna del pueblo francés que
centraliza todas las ramas de la organización social, y que debe em­
plear todo su celo en consagrar lo antes posible, en una República
única e indivisible, el uso único e invariable de la lengua de la li­
bertad.
(...) Lo que mantiene a tantos individuos alejados de la verdad
es la ignorancia del idioma nacional; mientras tanto, si no les po­
néis en comunicación directa con los homb.res y los libros, sus
errores, acumulados y arraigados desde siglos, serán indestructibles.
!i

!j1, Para perfeccionar la agricultura y todas las ramas de la eco­

i
nomia rural, que tan atrasadas están en nuestro pais, el conocimien�
to de la lengua nacional es indispensable (... ).
De todo lo dicho hay que sacar la conclusión de que para ex­
tirpar todos los prejuicios, desarrollar todas las verdades, todos los
11 talentos, todas las virtudes, para integrar a todos los ciudadanos
en la masa nacional, simplificar el mecanismo y facilitar el juego
de la máquina politica, es precisa la identidad de lengua (... ) la
! unidad de idioma es parte integrante de la Revolución, y por tanto,
11 cuantas más dificultades se me opongan, más se me probará la

!1
necesidad de oponer medios para combatirlas.

Editorial Avance, S. A. GRÉGOIRE

La Garrotxa, 3 · Barcelona-13
1 © Librairie Hachette, 1974
Traducción: Lluís Maria Tod6
Título original: Le fram;ais national
Diseño de la cubierta: Joaquín Nolla, Josep M/ Mir
Primera edici6n: Septiembre 1976
Impreso en Tipografía Emporium, S. A.
Ferlandína, 9-11 - Barcelona-!
ISBN 84-7396,069,6
Depósito legal: B. 34.594-1976
Impreso en España
Informe sobre los idiomas y patois extendidos por las distin­
tas comarcas de la República, 1794. 1
L Hemos preferido rio traducir la palabra patois, que aparece con gran frecuencia
en la presente obra. Dice A. MARTINET en sus Elements de Linguistique générale, Pa­
rís, 1960 {versi6n castellana, Ed. Gredos 1968, Elementos de lingüística general/: «En
una gran parte del territorio francés, en el siglo XIX y aun hoy en algunas comunida­
des rurales, el niño se halla expuesto antes de los diez años a formas lingüísticas lo bas�
tante divergentes en fonología, gramática y léxico como para sugerir al lingüísta la exis­
tencia de dos idiomas concurr�ntes más bien que dos variedades de una misma lengua.
La forma lingüística: que se aprendió primero y que se em plea normalmente en el seno
de la familia se llama patois».
¡
¡1 Introducción
 De acuerdo con la convencmn habitual de las presentaciones, quisiéra­
mos examinar aquí, de forma muy general, algunos de los problemas que
plantea el presente estudio, que trata sobre la constitución del francés co­
mo lengua nacional en la época de la revolución demQcrática burguesa
de 1789. - · --
¿ Por qué y cómo los franceses ( ciudadanos formalmente iguales de un
j
,mismo Estado nacionál) hablan «el francés»? ¿Cúáles son las consecuencias
históricas de este estado de hecho, ue arece tan poco misterioso?
ara respon er a estas preguntas, y ante todo, simplemente para plan­
tearlas en un terreno objetivo, R. Balibar y D. Laporte, han utilizado y
expuesto de forma critica, a partir de la problemática del materialismo his­
tórico, fa documentación existente en la actualidad. Han intentado un
primer .análisis del proceso en el que, por vez primera en nuestra historia,
sellaconsi:Ituído una lengua nacional, identificada desde entonces con el
«francés» a secas, por efecto directo de la lucha de clases de la Revolucí6n
Francesa, y en particular del período jacobino.

A fin de que este trabajo tenga mayores probabilídades de producir el

efecto que de él cabe esperar (suscitar otros estudios más precisos y más
completos}, es conveniente advertir aquí al lector de lo que va a encontrar,
así como de lo que no podrá, o no podrá todavía encontrar en las páginas
siguientes.
No podrá encontrar una contribuci6n de conjunto a las discusiones de
los historiadores profesionales (sobre la teorfa de la historia de la Revolu-
 12 RENÉE BALIBAR - DOMINIQUE LAPORTE
ción Francesa), ni t1Da contribución directa a las discusiones de los lingüis­
tas (sobre la teoría lingüística). Más bien se trata de una llamada, y espera­
mos que una incitación, dirigida a los historiadores materialistas y a los
lingüístas materialistas.
�--ÍP. Expliquémonos. Hoy día los historiadores se preocupan ante todo por
u:,�'J
?roseguir y rectificar la_, explicación de los acontecimiento , �
político� qu�.
· 1.alonan la «gran rel(Qlue1on» francesa, y de su base econom1ca y soe1;¡l. S1 .
adoptan las posturas del marxismo, las del materialismo histórico, se plan­
tean dichos problemas en términos de clase, de lucha de clases y de trans­
formación en la naturaleza de las clases y de las relaciones de cl¿se. Surgen
entonces todos los difíciles problemas acerca de la formación y el desarrollo
del modo de producción capitalista, su «grado de desarrollo». a finales del
siglo XVIII, la naturaleza de sus contradicciones, la especificidad de estas en
una formación social determinada como la formación social francesa, el
modo de existencia (o de supervivencia) del «feudalismo», etc. Surgen igual­
mente los problemas acerca de la naturaleza del Estado monárquico, de su
relación con la base material de la sociedad francesa y sus contradicciones,
de los «bloques» o «alianzas» de clases (o de fracciones de clases) que lo
apoyan, y que se definen como tales precisamente en este apoyo. Y de ahí,
para terminar, los problemas que se refieren a las causas y formas de la
ruptura revolucionaria en «el orden» social, las fuerzas motrices del pro­
ceso revolucionario, su evolución y' sus propias contradicciones durante: su
desarrollo, y los resultados de su intervención. Todos sabemos que estos
problemas siguen en gran medida abiertos, · no sólo en sus detalles, que
dependen de los progresos de la investigación empírica, sino en las grandes
[¡ líneas de su solución, que puede y debe ir estrechamente combinada con
os avances de la teoría del materialismo histórico. Todos sabemos también
que los términos en que se plantean y resuelven estos problemas implican,
singularmente en nu�stro país, posturas directamente políticas, posturas de
] 11HF"
as que depende la mISma apertura de los problemas científicos. . .,·
Naturalmente, esta exposición no puede pretender renovar todos estos
problemas.
No obstante, existe un aspecto en el que el presente trabajo puede pre­
sentarse como una contribución a la apertura (o a la rea'per tura) de un
importante terreno en la problemática de la historia de la Revolución Fran­
cesa. En efecto, es forzoso constatar que el problema de las transformacio­
neshistóricas en la práctica (social) del francfs (ele la Íengua francesa) mm­
�i" se· -abOtda, por 3Sí ·cfeCfr, - incluso en Ja actu�Íidad, en conexión __orgá ica
11
con el estudio de los aspectos económicos, políticos e' ideológicos del pro-
INTRODUCCIÓN 13
ceso revolucionario. Lo que a primera vista podría parecer que se acerca
más a dicha óptica, ciertos estudios recientes sobre la organización semán­
tica y el vocabulario político de los Cahiers de. Doléances,2 por ejemplo, en
realidad tiene un objeto muy distinto; se trata únicamente de aplicar cier­
tos conceptos y métodos de la lingüística actual al análisis de textos-testi­
monio de la transformación revolucionaria, para explicitar la ideología «cons­
ciente» de las clases y fracciones de clases qué se enfrentan en ella, para
llegar a través de esta misma «consciencia» y sus formas, a una mejor
definición de dichas clases y fracciones. De manera que no se trata todavía
de analizar verdaderamente el «soporte» lingüístico del funcionamiento de
los apararos ideológicos de Estad , que en las formaciones sociales capita­
listas, es e· producto de dicho funcionamiento y constituye al mismo tiempo
la forma material necesaria en la que se producen sus · efectos. Por eso
mismo, algunos aspectos importantes de la superestructura política e ideo­
lógica quedan fuera del estudio del proceso revolucionario, y no pueden
contribuir orgánicamente a su explicación. Pensamos que la explicación
que sigue podrá contribuir a plantear este problema.
No obstante, conviene hacer una advertencia: es evidente que aun
cuando no se trata de replantear todos los problemas de la historiagrafía
de la Revolución Fra ncesa, o mejor, a causa de esta limitación, un trabajo
semejante debía presuponer ciertas tesis generales. Son esencialmente, como
se verá, las que implica el concepto de «revolución democrática burguesa»,
tomado de Marx y Lenin, y que se relieren a la forma singular de dicha
revolución en la sociedad francesa.' Según esta concepción, la Revolución
Francesa . de . los años. 1789 y . siguientesdebe . set analizada como un fenó­ [&�� Cti'.� i
meno. a iavez tfpi�o y excepcional en la historia dél �apitalismo. Un fe­
nónÍei;o·;;típi�o» no porque la Re�of�ción Francesa haya constituido un �'f'Vl),'\,v('
«modelo» al que se hayan acercado otras revoluciones (ya sea anticipándose
a ella, o bien repitiéndola), sino por su misma situación y sus efectos,
dentro de la historia del capitalismo. La Revolución marca efectivamente
el paso de una época a otra. En toda E�ropa abre la fase del declive genera­
lizado (aunque desigual) de las relaciones políticas y económicas del «feu­
dalismo», y por lo tanto el período de una nueva configuración en los
antagonismos de clase: el antagonismo entre la burguesía y los grandes
terratenientes de origen feudal va a pasar cada vez más a un segundo plano;
2, Régine RoBIN: La Societé fran;aise en 1789, Plon, París, 1970.
3. Puede encontrarse una buena puesta al día de esta concepci6n en el artículo
del historiador soviético. A. MANFRED, «La Nature du Pouvoir Jacobim>, La Pensée, n.º
150, abril 1970.
r 14 RENÉE BALIBAR - DOMINIQUE LAPORTE
el antagonismo entre la burguesía y el proletariado en curso de formación
pasará cada vez más al primer plano. Por ello mismo plantea de forma
abierta el problema de las formas políticas que permiten la toma del poder
y su ejercicio directo por parte de la burguesía, problema que quedará
pendiente durante todo el siglo XIX.
Por eso mismo, el carácter «típico» de la Revolución Francesa se iden�
lfa,�V\,IJ" tífica con su carácter «excepcional». Limitándonos al nivel de las formas
'[;;fo/ /J,olk,'vct,/ 11 políticas, sabemos que este cto51ecarácter tiene un papel excepcional, de-
Ci',
l sempeñado por la movilización y la acción política de las masas populares
de campesinos y· obreros de las ·manufacturas, incluso en el funciOnamiento
del aparato de Estado. Sabemos que (al contrario de lo que ocurrió" espe­
cialmente en Inglaterra) la burguesía francesa nop)ldo acceder por completo
al poder de Estado sin verse obligada a abatir por la violencia. el poder
'ñio-nárquico, y éÍiminar sus representantes (sin compromiso posible), y que
nopudo abatir. dicho poder sin �liarse �on la gran masa del campesinado .
pobre y de los trabajadores explotados de las ciudades .. De ahí su problema
esencial que, a pesar del escaso desarrollo del proletariado y la inexistencia
de su organización de clase, terminó por adquirir una forma crítica: ¿cómo
reforzar dicha alianza para vencer la resistencia de la antigua clase doiñr:·.
nante, y al mismo tiempo preservar su propia domin.adón y la dirección
sobre el conjunto del proceso? A este problema la burguésía sólo halló una
1 piimera-·solücioñ;-¡5rovTsfoi:ú1l, instituyendo con Bonaparte la forma de�
[ «dictadura» centralizada . militar. Pero esta solución venía precedida por
il,d�1,ili,1;t1, (!¡,1\1,t,C' una fase notab e, la de la dictadura democrática revoluc,onaria de la burguesia _
,1.¡··/
O¼tifJo.. [)U. qliada con las masas popula?:E., en la cual, en 1a misma medida que sus
. j , . , f ,d. n/r, efectos históricos decisivos, las contradicciones se encontraban llevadas a
tl'U� l.M,�\.U{ su punto extremo, y tomaron una forma excepcionalmente <�pura».
�Gl,.1 ¡y,¡¡C,/)¡Q,l. Esta concepción, elaborada en sus grandes líneas por los clásicos del
-p�· · marxismo, Marx, Engels, Lenin y Gramsci, y confirmada más tarde, es la
1 ¡ que guía los análisis ele R. Balibar y D. Laporte. A cambio, estos análisis
empiezan a desarrollar nuevas ;mplicaciones verificables en los hechos, en
un campo hasta ahora muy poco explorado.
Abordaremos ahora, también brevemente, el segundo punto. Los análi­
sis que siguen tienen, naturalmente, relación con el objeto de la lingüística.
Pero no pueden contribuir directamente a ella, al menos en su forma actual.
De modo que es totalmente inútil que el lector se pregunte sobre la pre-
. senda o ausencia en este trabajo de conceptos elaborados por tal o cual
[ escuela de lingliistas actuales. Aun cuando estos conceptos tienden a describir
«la historia de la lengua», la «diacronía» de los sistemas lingüísticos, el
INTRODUCCIÓN 15
...-7
«cambio lingüístico» etc. En efecto, todos estos análisis suponen (muchas i
veces sin declararlo) el aislamiento, según procedimientos empíricos diversos, 1
de un objeto designado como «una lengua» o· «la lengua» (pongamos por !
ejemplo «el francés»). Pero dicho objeto no existe de forma «natural», en /
!
una autonomía espontánea. No existe sino bajo el efecto de las prácticas ¡·
sociales en. las que es investido, y cuyo análisis debe reclamar con pleno 1
derecho el materialismo histórico. ·
J
¿Cuál es la estructura de dichas prácticas, a las que el lingüista se
refiere a veces, pero de forma confusa, bajo la rúbrica de «el uso» ( o
[
mcluso de «el habla», del «discurso», etc.)? Y ante todo, ¿dónde y cómo
localizarlas?. •
Limitándonos a la sociedad burguesa, y por tanto a las tendencias que
empiezan a realizarse con el desarrollo del modo de producción capita-
lista, parece que, al menos, hay que señalar esto: la forma particular de
las prácticas lingüísticas interviene a la vez a nivel de la base de la forma­
ción social, en la realización de las relaciones de producción e intercambio,
y a nivel de la su erestructura política e ideológica.
A nivel de la base, porque la «socia ización» progresiva de la produc­
ción·, cuyas condiciones materiales resultan de la concentración y mecaniza­
ción de los medios de producción, y de la correspondiente división del
trabajo, hace de la «comunicación» entre los trabajadores, y los representan­
tes del capital, «or anizadores» de la roducción una condición ermanente
e desarrollo del proceso de trabajo. Pero esta comunicación no es en
modo alguno «neutra», «témica», indeeendiente de la naturaleza de las
relaciones sociales de roducción aun ue deba resentarse como tal dentro ·
e lo posible: sus contradicciones propias, especificadas históricamente,
bien al contrario, ponen de relive, manifestándolo dentro de su modo pro­
pio, el carácter antagónico de las telaciones de producción.4
A nivel de la superestructurn, para permitir el planteamiento del
problema, conviené invertir y desplazar la relación concebida tradicional­
mente, entre «lengua» (o lenguaje) e «ideología». Unas veces, en efecto,
desde una perspectiva mecanista e instrumentalista, «la lengua» apatece
como un sistema elemental, anterior no sólo a las prácticas lingüísticas «in­
dividuales», sino también a las fisuras ideoló gicas, a las cuales serviría, a
posteriori, como medio de expresión. Otras veces, desde una perspectiva
sociológica y culturalista, «la lengua» aparece como algo que e s siempre
4. ·Cf. más adelante, capítulo I, el esbozo de R. Balibar y D. La_porte sobre el
•,ocabulario de trabajo y de «huelga».
 16 RENÉE BALIBAR - DOMINIQUE LAPORTE
ya la realización d� un «pensamiento», de. una «cultura», de una «concep­
ci6n del mundo», de una «ideología», etc., (o de una «sociedad», de un
fo
«grupo»). Pero que en todo caso queda excluido .es el análisis µe los
efectos que produce sobre la forma de lasprácticas linf!,Üisticas (y por tanto
.
soore-la-éoñ-stitucióndela-rñi;ma leñgua) su lugar en el funcionamiento de
las . relaciones- soélaíescte!a-supefestrucfiíraídeofoglca. y-puesto que ¡;;;
'iefaCfoDeS--SOcfate·s�·en·ufüí ·sodectad--ae·-t:Jases�- S0!1. e�·-sÍ mismas contradi�-.
torias, y puesto que la ideología que manifiestan no existe en sí misma más
que en forma de una lucha ideológica de clases, lo que queda fuera del
alcance de todo análisis, es, de. nuevo, la forma social específica··de las con:_
tradicciones que ordenan y afectan a las prácticas lingüísticas, al tiempo ._gtl'c_.
Iescoñfieren una forma más o menos unificada en. apariencia, que «a pri­
mera vista» enmascara los. ef�cto;· lingüísticos__d_e_.,lkhas. con.tradkciones.
.... Es precisamente ·este problema el que hay que tratar de plantear, ar­
ticulando efectivamente en un «análisis concreto» (Lenin) los distintos ni­
veles desigualmente determinantes.5
Está claro que se abre así un vasto campo a la investigación, un campo:·
que, naturalmente, no puede circunscribirse y explorarse en un primer acerM.
camiento. Desde este punto de vista, el trabajo de R. Balibar y D. Laporte :
consiste en haber identificado de entrada, al menos dos problemas importan:
tes en el interior-cleestecampo:por-una parte el de iauñiformación lingüis-
ttca
. tenden�[�!!___ .5!. ,. !!:1:l9_r_, el de la" práctica lingüístiCa-··comifñ- -é�- una forM
5. Estas formulaciones, todavía indicativas, permiten sin emba-rgo cOmprender por
qué la problemática del <(carácter de clase» d� la leó.gua, -y la cuestión de saber si
«la lengua» constituye una <(superestrnctura», es una problemática mal elaborada, que
conduce a problemas insolubles. Presente varías veces en la historia del marxismo, co­
menzando por Lafargue (que en «La Langue Frani;aise avant et apres la Revolution», en
Ere nouvel!e, enero-febrero de 1894, habla de «la brnsca revolución lingüística llevada
a cabo entre 1789 y 1794), y sobre todo en fa URSS (�n la controversia levantada
por los trabajos de Marx y «regulada» por una célebre intervención de Stalin, A pro­
pósito del marxismo en lingüística, 1950), esta problemática convierte por desgracia en
inutilizables tanto el marxismo como la lingüística. El marxismo porque la relación entre
base y superestructura queda definida como una disociación (o un reflejo) mecánicos,
pol"que la preponderancia de la ideología de la clase dominante es concebida sólo de
modo psko-sociol6gico, como terreno de una <(conciencia» unificada, en ella misma, sin
contradicciones internas. La lingüística porque, sin ,intentar realmente constituir un ob­
jeto de estudio pertinente en el campo del materialismo histórico, la cuestión sigue de­
pendiendo de la categoría (ideológica) bajo la que, primero los gramáticos y luego los
lingüistas, piensan el objeto de sus investigaciones (científicas): «la lengua», su evolu­
ción, sus estudios.
INTRODUCCIÓN 17
macion capitalista; por otra parte, :!__de las condicio_ll�j,ist§,r_i_cas _c:lel /,,a /,,1,,,,w._ o(l
v�w Gl,,,,dü .fu,�:
aprendizaje, sin el cual__ dicha .Jl!_áctk'! S.QfUÚQ__resulta imposibk, y que im­
pone una forma ctetérmmada, de manera que ·«resuelva» las contradicciones /J,Uv¡ r,�(
��rw'í�t
sociales desplazándolas en su propio terreno. Podemos decir que _e sto� dos ..
problemas,ligados al nuevo e�tatuto de prácticas lingüístkas en _la sociedad
búriüesa mocleina, ·órdeííañTadefinici6n!llistna delo�j_eto «lengua», cuya
esír;;cíura formal-estudiañ-los·Tingüistas _(sobretodo .sometiendo a rígidas
ñofm8S:-respetidiS-��-�9� )C?�-.-�<_e_n_�-11:�.!��.?�»_
:J����ti.S:��
).
· -Para .
-d�,-;;npaso más a pesar del carácter esquemático de estas indica­
ciones, hay que decir que _el análisis de las prácticas lingüísticas y de su
estructura de contradicciones constituye, en la sociedad burguesa ( en última
·mstancia, tal como se verá, a causa de la forma nacional de dicha sociedad),
un aspecto determinado d.el_¡¡¡¡¡ilisis del funcionamiento de los Aparatos
Icleol6gicos de Estado 6 en la forma particular que les impone el desarrollo•.
ele! modo de producción capitalista. Es in�uso ésta 1� forma de empezar a/
..., comprender mejor algunos· de los mecarusmos materiales que aseguran la
·,eº eficacia de la «superestructura» sobre el conjunto de la formaci6n social/
.., capitalista, incluida su base material, al contribuir a la reproducci6n de las,
� relaciones de producción que dominan en ella. Esta acción, eficaz y coti:\
diana, en el proceso de reproducción de las relaciones ideológicas dominan-
"t
tes, seguiría siendo en parte ininteligible si no se pudiera. analizar la manera
en que las prácticas lingüísticas, que penetran la misma Fase económica,
puedenser-anudaílas, combinadas «desde el interior» a unos contenidos, o
iñe¡or .a unas opciones y posiciones determinadas de la lucha de clases�
-lógica. Es precisamente a nivel de los AIE (o de algu nos de ellos, in­
�mos sobre ello más adelante), en y por su funcionamiento, que se
realiza esta combinación interna. Es éste un hecho nuevo, sin precedente en
las formaciones sociaks anteriores al capitalismo.
- La situaci6n en este caso parece ser análoga a lo que ocurre en las
formaciones socfa.les burguesas a propósito del derecho, cuyas reglas siste­
máticas informan materialmente todas las prácticas sociales, a partir del
momento en que la fuerza de traba'o se convierte en una mercancía com­
pra a y vendida. La ideología jurídica, interna al mismo funcionamiento del
derecho, se convierte entonces en el núcleo determinante de toda la super­
estructura ideol6gica burguesa, en el que sus categorías se ven repetidas y
6. Según la terminología propuesta por Althusser, ddéologie et Appareils Idéolo­
giqucs d'Etat», en La Pensée, junio 1970. Versión castellana, Escritos (1968-1970)} Edi­
torial Laía, Barcelona.
 18 RENÉE BALIBAR � DOMINIQUE LAPORTE
variadas hasta .el infinito. Si el análisis del derecho y sn funcionamiento
nos coloca así en el centro del proceso de determinación de toda la super­
estructura ideológica por la base material de la producción capitalista, tal
vez no es imposible decir que el análisis de las prácticas lingüisticas nos
;-r;;:
descubre una forma p5>r la cual.pasa- riecesarfameñte; eñ las formacioné�
soclále;capitalistas, d m:;;;,�ni;mo-de sujeción de Íos individuos ideolo-
g!a dominante, én Iós Ap;raÍos lcleológicos de Estado qne- �orresponden a
·esfa base determinada, ycontribuyen a su reprodücdón. En estas condicio:
fíes se comprenderá que no es en modo alguno una éasualidad que R. Ba­
libar y D. Laporte descubran en el proceso revolucionario francés y énla
·política de los dirigentes del 89 y del 93, una estrecha conexión �entre
la puesta a unto la eneralización del derecho bur ués («privado» y
«pú ico») de la libertad e igualdad individuales por una parte,,l. por otra
parte la constitución de una lengua común (que es, tendencialmente, la de
todos los ciudadanos, aunque de ningún modo de la misma manera para
todas las clases sociales). Es esta conexión lo que explica la emergencia y
los efectos, en el proceso revolucionario, de una formación ideológica par­
ticular, precisamente una ideología jurídica de la lengua que desarrolla la
noción de igualdad lingüística, igualdad ante la lengua y por la lengua,
correlativa de la existencia de una lengua común (la misma para todos).
Esta ideología es interna a las prácticas de la lengua, y designa así su
c6digo, en todos los sentidos de la palabra, bajo el nombre de «lengua na­
cional».
Prosigamos. Ya hemos dicho que en y por el funcionamiento de ciertos
AIE . se . realiza la . combinación iruerna eriíre prácticás-lir1gilistfoase Ideo-.
logfa. E;ta form:clación es ex�ési�am:éní� general, . puesto qU� borra la
desigualdad, la función diferente de los AIE. En las formaciones sociales
capitalistas como la Francia de los siglos XIX y xx, es tendencialmente el
aparato escolar el que, a través de la escolarización generalizada, asegura
este efecto de combinación. Por esto mismo se convierte en el lugar y el
instrumento por excelencia de la reglamentación de las. prácticas lingüísticas
y del aprendizaje generalizado, uniformizado en apariencia, de la lengua
(nacional). También por esto se convierte en el lugar en el que los .anJ!'g2-
nismos de clase se manifiestan en las formas y los efectos delaprendizaje
litígüístico, en la práctica de la lengua y en sus contradicciones mejor o
peor super�d¡¡s,
· · P�demos ahora volvernos hacia los lingüistas y subrayar el interés que
ofrecería para ellos una historia detallada y crítica de su disciplina ( en
INTRODUCCIÓN 19
particular una historia de la gramática, y además, de la sintaxis),' que pusiera
,
de relieve el lugar de ésta en la práctica del aprendizaje lingüístico ( que la
lingüística '«funda» al definir explícitamente. su objeto: «la lengua»), su
papel en la génesis y desarrollo de la escolarización, en fin, _!,i-5.0_11e:gi§n__ 1!fr;,,,, �
1
entre . las transformaciones de la . t eoría lingüística y las transformaciones I¼:u'.<_ ,/,,, ,w,i.. h·/J; ¡
enTáscoñdlcionesctel apreíictízaje escolar de la lengua y en la naturaleza .. , .
d� kscor;iracucciones·gue· debesüperar.-R. Bálibar y D. Laporte presentan
c- uur0·.:d, 1�é
algunos primerísimos materiales para tal estudio. El lector podrá encontrar (f.i�c(h
"Otros, en un volumen paralelo sobre «los franceses fictidos».8
II
Abramos ahora un necesario paréntesis. ¿De dónde proceden estos ma­
teriales, y más generalmente, los que conciernen a las prácticas lingüísticas
durante la Revolución Francesa? En su mayor parte de un trabajo monu­
mental, y ya relativamente antiguo, que es prácticamente el único represen­
tante de su especie: la Histoire de la Langue franr;aise des origines a 1900,
de Ferdinand Brunot, publicada a partir de 1905.9 Convendría ahora plan­
tear una doble pregunta:
- primeramente, ¿por qué la problemática de Brunot, que depende
del radicalismo político de la pequeña burguesía republicana, el mismo que
inspiró en la misma época la obra de historiador de un Mathiez, y que
por tanto representa una variante extrema, progresista, de la ideología do­
minante, hizo posible y necesario el formidable desarrollo de hecho de los
conocimientos reales reunidos en la Histoire de la Langue franr;aise? E in­
. versamente ¿cómo incide esta problemática en la selección, presentación e
interpretación de los hechos? Un principio de respuesta a tales preguntas
debería encontrarse en la utilización critica de la investigación de Brunot
que ·se hallará aquí. Pero esta pregunta nos lleva a una segunda:
- ¿por qué . la empresa de Brunot quedó sin verdaderos continuadores
(que sepamos)? 10 y ¿por qué hasta una fecha reciente fue de hecho ignorada
por la mayor parte de lingüistas actuales?
7. Cf. los trabajos de J.-CL OrnvALIER, Histoíre de la syntaxe. Naissance de la no­
tion de complément dans la grammaire franfaise (1530-1750). Ginebra-París, 1968. To­
do está por aprender en lo referente a la historia de la sintaxis después de 1750.
8. R. BALIBAR, G. MERLIN, G. TRET: Les franfais fictifs (le rapport des styles
líttéraires au Jran9ais national). Hachette Littérature.
9. Reedkión en 1967-68, París, Armand Colin.
10. La obra de J. Dunors, Vocabulaire politique et social en France de 1869 a
1872, se inspira en principios diferentes. Ha proporcionado, a este respecto, datos pre­
ciosos.
20 .RENÉE BALIBAR � DOMINIQUE LAPORTE INTRODUCCIÓN 21

A esta pregunta. no podemos limitarnos a contestar mediante la cons­ III

tatación de las «modas» sucesivas en el trabajo de los lingüistas, entre las
cuales Brunot aparecería como el representante de un historicismo y socio­ Para comprender bien los problemas que se plantean a partir del tra,
logismo en desuso, substituidos en la actualidad por ·una problemática es­ bajo de R. Balibar y D. Laporte, conviene ahora indicar brevemente cuál
tructutalista, o más generalmente, formalista. Con menos razón aún podemos fue su punto de arranque y qué Í resultados principales ha permitido optener.
dar a esta constatación una apariencia de rigor presentándola como el El l?.':1ntod� �rranq�e___�st! en el desarrollo de �ma investigación que
efecto necesario de una exigencia científica: como si el desarrollo de la trata del mecanismo de producción de efectos literarios en lo que llamamos
investigación hubiese descubierto por fin el orden lógico, y hubiese colocado la literatura francesa de los siglos XIX y xx. El lector encontrará los pri­
la «sincronía» antes que la «diacronía», la lingüística «interna». antes que meros · resultados en el volumen sobre Los franceses ficticios. Este mismo
la lingüística «externa», etc. estudio es el que permite poner en evidencia el juego de relaciones sociales
Se puede sugerir que este aislamient9 y este olvido práctico ,de la recíprocas en el que están implicados los textos «literarios», la ráctica de
empresa de Brunot están ligados a la relación estrecha y recíproca gue une a engua nacional y la escolarización genera izada, típica de la sociedad
la lingüística con la enseñanza de la literatura ( por tanto, a la «crítica lite­ Burguesa moderna. Más precisaniente, en el proceso de escolarización es
raria» y a la «teoría de la literatura», a la «poética», etc.), relación que donde se identifican los textos «literarios» las formas de su reconocimien­
si gue intacta, aun cuando (por su simple giro interno que forma parte in­ to socia «géneros», «obras» y «estilos» literarios), or o osición al uso
tegrante del mecanismo de valoración de los textos ]iterarías) la lingüística «comun», «na · tural», de la lengua nacional. Es, en efecto·, e n el proceso de
adopta por objeto la lengua «hablada», la lengua «común». En esta relación, escolarización donde se fijan las prácticas lingüísticas que sirven de base al
que es una constante de la historia escolar y literaria francesa, la represen­ ,, traba j o de ¡ª ficcio'n» literar·ia y lo ponen en movimiento. Analiz_ar _es_t<e1
tación (o la teoría) de la gramática, de la historia de la lengua, y de la ._ . .. ·· · de....
' trabajo la . ficción, que .. todo a su propio lenguaje, y los 1
. . se · aplica
· · · ·· ante
lingüística, actúa directamente sobre la enseñanza de las Letras y sobre la efectos · · ide�lógicos .
«estéticos»· ·
que produce ( o no) es pues, sobre todo,
ideología estética de la misma literatura. Pero esta acción es recíproca: la re­ "análizár fa forma-soclal;-lás"éausás' y las tendencias contradictorias del pro­
presentación ideológica de su objeto investida en la problemática de la cedimiento de escol�ri�acÍ6n y de las prácticas que éste desarrolla. •
lingüística (representación· de la lengua ya sea como «norma colectiva», Pero esta basé material no es en modo alguno inmutable. Se transfor.
como «historia» o bien como «estructura») es siempre un efecto combinado ma a. sí misma· en el curso de un proceso histórico que hay que conocer.
de la ideología literaria y de su actualización en la enseñanza ele las Letras. Este proceso es fundamentalmente el de la constitución y luego el desarrollo
Y volvemos así a lo que era el objeto principal del trabajo de R. Balibar de un Aparato Ideológico de Estado nuevo, el aparato escolar. Así pues, la
y sus colaboradores: las variaciones históricas en el modo de producción historia de la literatura en la época moderna tiene por base la historia de
de «efectos literarios» y su base material inmediata constituida por el la escolarización, y no se podrán adelantar explicaciones serias hasta que la
.estatuto de los autores (franceses) y de los textos (en francés) en el proceso historia de la escolarización no haya sido explorada en detalle desde la óp­
contradictorio de la escolarización. Desde este punto de vista podemos ade­ tica del materialismo histórico.
lantar que la empresa lingüística e histórica de Brunot (a la que se deben, ¡\ Hay que entender la tesis principal de R. Balibar y D. Laporte desde , 1
en su mayor parte, los materiales del presente estudio), y más tarde, la
', esta perspectiv a: al c011Stituir una práctica lingú· ís ti ca esp·ecial, la· de· ]· fr.. ª. n... ·.- fl"l�� /J.i!fll!,�l
interrupción y ocultación de dicha empresa se explican de la misma ma­ ) cés elemental, . · .
. . . LY_.. .P.'l. ra.
codific:ag<L�l . ..el_aprendizaje . ··· __· -·el · desatrotló.
. . · sólo
. · ··· . . -· · · escolar, · tvl,
nera que la dominación, en la ideología literaria, del «realismo» de la defaparáto e:;c�far puededar una forma concreta y una realizadón efectiva
--
1

época de la escolarización de masas, seguida tendencialtnente, actualmente,
por su ocultación bajo el culto formalizante de «la escritura».11
11. Cf. R. BALIBAR1 etc., Les franfais, op. cit., Primera parte, capítulo V, Hachette
Littérature,
a la coirsfifocion del francés nacional, «lengua común» .. pensad� para resol­
ver todo; ¡¿;-;�;;g;�·¡;;,;¿�- ¡¡;güísticos y que en realidad pl'Oporciona una
iiúeva--liase a"diélios ,frííagonismos. Pero la existencia del francés elemental
(con su vocabulario depurado y, sobre todo su gramática,· adáptada áia,
expresióri""direct;· ¿; �,la -��;fulad» y a la «simpfé-comunicacf,fo») es inse-
 22 RENÉE BALIBAR � DOMINIQUE LAPORTE
j;Jr:J.dA.¡)v""""'i'. parable de la escuela prim aria, escuela de «todos» los franceses, escuela de
_
la masa del pueblo, es decir, de hecho, hasta fecha reciente, la única escuela
conocida y frecuentada por la masa del pueblo.
Todo el mundo sabe, o cree saber, que la escuela primaria fue cons­
tituida definitivamente y generalizada en Francia por la III República y
por Tules Ferry, poco después de la Comuna. Pero esta idea resulta ser
'todo menos exacta e inocente. En realidad forma parte de las representa­
ciones ideológicas que el aparato escolar debe desarrollar y hacer compartir
(sobre todo entre sus funcionarios), y en las que se expresan, hasta ahora
bajo la dominación preservada de la ideología burguesa, los antagonismos
de los que es fruto. De forma ingenua en· los bancos de la Primaria; y de
[forma erudita en los de la Universidad, la constitución de la escuela pri­ ]
maria por parte de la III República ha sido investida de dos características
_ aclaran el verdadero contenido del período revolucionario y sus enigmas,
sólo en apariencia contradictorias:
- revolucionaria, por tanto sin precedentes, significando en el campo
de la instrucción, la cultura, etc .• el verdadero fin de los privilegios, desi­
gualdades, incapacidades, con las consecuencias políticas que ello supone;
- pero también inscrita en un progreso secular. no sólo un progreso
de las luces y de la instrucción en general, sino un· movimiento que se
anticipa sobre la escolarización primaria de los niños: antes de Jules Ferry
·encontramos ya las escuelas del palacio de Carlomagno, las «pequeñas es­
cuelas» de Port-Royal, etc., y los proyectos escolares de la Revolución
Francesa.
Dejemos a un lado a Carlomagno y a las «pequeñas escuelas», que
plantean problemas totalmente distintos: .en el primer caso ni siquiera se
trata de la historia del aparato escolar (sino de la Iglesia). 12 La referencia
a la Revolución Francesa plantea una cuestión mucho más interesante. En
la representación ideológica dominante de la historia de la escuela que nos
ha sido inculcada (en la escuela), las instituciones inauguradas por la III Re­
pública figuran a la vez como la realización de los proyectos de la Revolu-
1 1...· '1
. }- 1l!,1.V 12. No cabe, naturalmente, duda alguna de que se desarrollan ' ba-1'0 el efecto de
,tue,1 ¡ hJC(;
,_·- -_� los modos de producción. esclavistas y serviles anteriores al capitalismo ' prácticas de
j,,•,1 r;;�w,oa � / '\A. educact'6n e mstrucc1
· '6n especia ··
· ¡-izadas, «escueIas» fam1hares, artesanales o eclesiásticas
v,WWv'
j.,'.,./ _ Cif1!1 'l�L destinadas a diversos grupos sociales, de edad infantil o no. Pero, es preciso insistir e;
i r'(,\.,0\,��\ �
Of;1,e;J f1_P · ello, estas prácticas no pueden ser aisladas artificialmente de los aparatos -ideológicos de
que !ºr�an parte, para hacer�os entrar, como orígenes, en una mítica historia de la es�
J cofanzac16n (y de la pedagog1a). No confieren en modo alguno al proceso social de la
fvt{r � «edu:aci6n», es decir de so etimiento a 1a ideología domioante, 1a forma escolar central
rr:
Cú Y tfp1ca que se desarrolla baJo los efectos del modo de_ producción capitalista.
...-¡,\t- /,'"J {l,)I\.
///•\ b,c [,��
,iW l+P :io.,¡r: ¡,l,;¡ir,..,
.l
INTRODUCCIÓN 23
ción Francesa a un siglo de distancia, y como el retorno a la inspiración
\ 1 democrática de estos proyectos originales." De este modo, la escolarización
1 1 primaria tendría un doble origen absoluto, uno en idea (1789 ). y otro en
\ acto (Jules Ferry). Antes del primero, nada, si no son algunas anticipacio­
nes fugitivas, Entre ambos, el simple espacio que separa la idea del acto,
al proyecto de su realización, lo posible de lo real, esp�do ocupado por las
!Úchas intemporales entre los que tratan de realizar el proyecto de escolari­
zación primaria (gratuita, laica y obligatoria, según reza la etiqueta tradi­
cional),. y aquellos que se oponen a ella. Pero todas estas peripecias no
alteran en nada la identidad fundamental de la escuela primaria, desde su ]
figura ideal en 1789 hasta su organización efectlva en 1880. _
¿Qué hay de real en todo eso? La investigación de R. Balibar y D. La­
porte no es una historia del aparato escolar, pero aporta elementos que
una vez disipada la falsa evidencia del mito de los orígenes.
Disipar dicha evidencia es ante todo y simplemente reducir a la nada
la oposición entre lo posible y lo real, y plantear la cuestión siguiente:
¿bajo qué condiciones materiales la República burguesa de 1880 pudo to­
mar a su cargo los discursos de la Revolución Francesa y presentarlos como
la verdad, la garanúa de su propia política escolar y soda!? A dicha pre­
gunta, la única respuesta correcta es la siguiente: pudo hacerlo precisamente
porque la escolarización realizada en 1880 no es la de los proyectos revolu­
cionarios (aunque tome de ella algunos rasgos formales). es decir, a causa
de la diferencia entre la significación objetiva de estos proyectos, que son
en sí mismos actos políticos reales, y la de la escolarización ulterior, que
corresponde a una base económica transformada y a una diferente relación
de fuerzas en la lucha de clases. Por tanto la base material de las ideologías
escolares, y más profundamente, lo que estaba en juego en las luchas ideo­
[lógicas de clases a propósito de la escolarización es necesariamente diferente ]
.
de 1789 a 1880. . ,
Dicho de otro modo, ahora es ya posible despojar la historia de la
escolarización de toda teología y predeterminación ( que siempre es única-
mente la proyección retrospectiva de un punto de llegada). Se puede, pues,
estudiar Jafundón del mito_del 89_enla_ ideologfa d.e l,i bu_1:gµesfa]()mi11al!­
'ie cte'isso. Pero para elfo liay qúe estudiar en sí mismo el lugar que
ocupa el 'i,erfodo revolucionario en la historia de la escolarización, sin hacer
de él un origen ni una anticipación.
13. Representación ampliamente compattida por Brunot.
24 RENÉE BALIBAR • DOMINIQUE LAPORTE
Este lugar resulta ser parad6jico. R. Balibar y D. Laporte nos dan al
menos cuatro indicios.
Primer indicio: la Revoluci6n Francesa, efectivamente, orden6 el nom­
bramiento de «maestros de lengua francesa» durante el período del Terror,
pero éstos no eran en modo alguno los precursores de los. maestros de
enseñanza primaria, con los que no tienen nada que ver. Son los represen­
tantes temporales de una práctica totalmente distinta de la escolarizaci6n,
inscrita dentro de la política de «terror lingüístico», y que tiende a unifor­
mar las prácticas lingüísticas en la práctica política, directamente (y no por
"medio de un aparato separado, que aislara el aprendizaje y la forinaci6n de
la vida política y profesional). .,..
Segundo indicio: en la elaboraci6n de un francés común, que s6lo podrá
recibir un contenido completo por medio de la escolarizaci6n generalizada,
el paso adelante que marca la Revoluci6n resulta del funcionamiento de
otros Aparatos Ideol6gicos de Estado, baio la forma excepcional que les
éonfieren las luchas de clase del período revolucionario: el ejércicio de
levas en masa, los clubs, las sociedades revolucionaria� y las secciones,�
1iestas cívicas, etc. �llll'l.U.,_en aparie11ci,1 tie11��r1 al ,nismo resultado que
·1a . ulter10r. e�c?larizació�, __las prácticas___ língüísticas desarrolladas en estos
aparatos constituyen en realidad un. obsíáculo que tendrá que superar. La
-éi<istenclactef«frances . común» . practiéa.do ell" 1�; ;p�r-;;t�; íd��lógi�o� (
y Primeramente, el hecho de que la forma escolar del aprendizaje (mate­
¡;01íticos)]�L2�ríodo re:vdusionar1o, y la · del «francés común» . prácticado
en el aparato escolar e inculcado por él se excluyen materialm�nte uno a
otro. .Es por . eso que el primero apatecerá retrospectivamente, desde el
Püñto de vista del segundo, como «equivocado»;
Tercer indicio: los ptoyectos de escolarización primaria de la Revolu­
ción Francesa· ven surgir por primera vez una tendencia, precisa y sis temá­
tica, a la constitución de un francés elemental, caracterizado ante todo por
su gramática adaptada a la enseñanza de «primer grado», la enseñanza de
los «elementos» de la lengua. Dicha tendencia sólo cobra sentido en relaci6n
con el objetivo político de un francés común, nacional, formulado por la
revolución democrática burguesa. No obstante, el metodo de francés· ele­
mental adoptado por la Revolución Francesa fue tomado directamente del
Antiguo Régimen: surgi6 de la pedagogía de los Colleges del siglo xvm {la
Gramática francesa de Lhomond). Y dicha «elección» no tiene nada de acci­
dental, puesto que, como ya sabemos, es precisamente este modelo el que
reinará durante un siglo en la enseñanza del francés.
Cuarto indicio: los ro ectos de escolarización «primaria» de la Revo­
��nducen fina mente, en lo inmediato, a la constitl.!.CÍón..de..ll!Laparato
INTRODUCCIÓN 25
escolar que no tiende a la escolarización imnediata, sino que al contrario,
fa excli'.iye o al menos la retrasa: las escuelas centrales, futuros «liceos»,
es decir, la enseñanza «media». Pero es precisamente esta desvíaci6n lo
que constituye la ver:dadera co_ntribución de la Revolución Francesa a la cons­
titución del aparato escolar pro¡:,i�tnente . dkho, lo cual significa . que la
escuela .prjmaria; ·en e siglo :XIX, se constituirábajo la domin_ación,insdtu:
r
éíonaf-e1cteclógica, de una enseñanza """" secundaria
- --(o. .media) reservada a lo�
hijos de la clase dominante.
---�--- ---·----··-----··-�· ----�---·-··
. . Todos estos' indicios p�rmiten al menos plantear algunos de los pro­
blemas de los cuales depende la explicaci6n del proceso de escolarización
en Francia. Centran el análisis en las relaciones de fuerzas sociales que se
expresan mediante estos desniveles, estas· desviaciones, estas contradicciones,
a primera vista «irracionales». Para concluir esta pre_sentación, nos Ilevart
a formular algunas hip6tesis sobre la periodización del proceso de consti­
tución del aparato escolar, en su relación con la historia de la formación
social francesa. Así podtemos empezar a aclarar el papel parad6jicamente
decisivo del período revolucionario, cuya acci6n es sin embargo puramente
ideol6gica en lo que se refiere a la enseñanza primaria.
En esta periodización, hay que tener en cuenta, fundamentalmente, dos
grandes hechos.
rial) y de la educación (ideológica) ·no se constituye de la noche a la mañana
en su autonomía. Entre las características fundamentales de dicha forma
figlll'a precisamente el hecho de instituir una «formación» reservada a los
niños, previa a cualquier activfclad profesional, civil y cívica, que combina
aprendizaje y educación, encerrándolos en un mismo lugar socialmente se­
patado. En este sentido, <:t�es_arrollo de la forma escolar. esun hecho his­
·1óricamente reciente, que result.L.te.ndegc:.i.almente del desartoHo del_}11g_<lo
dé ¡:,ro��cción.cai,JtU!ista.. p��� algunos ele,;,;¡;¡o,.dispersos, que más tard
entr�rán en el funcionamiento de dicha forma y aparecerán por tanto retros­1
pecti?amente �amo escolares, se constituyen no obstante primero bajo otras
_ � .
relaciones sociales, en el seno de otros apatatos 1deolog1cos.
Tal es el caso de las enseñanzas especializadas (escribir, contar), lleva.'
das a cabo pot los comerciantes en sus «escuelas» profesionales desde fina­
les de la Edad Media. Es también el caso de la enseñanza «elemental» (de
hecho, completa por sí misma) impartida, particularmente en el cam o or la
glesia y las 6rdenes religiosas en la época clásica, enseñanza que, por
vez primera, alía sistemáticamente prácticas educativas que hasta entonces
no habían tenido ninguna relaci6n entre sí (leer y cantar, prácticas de origen
 26 JJENÉE BALIBAR • DOMINIQUE LAPORTE
religioso; escribir .Y contar, prácticas de origen artesano y comercial; saber
comportarse, tener educación, prácticas de origen familiar).
Pero es sobre todo el caso, que aquí nos interesa particularmente, de
la enseñanza ue se impartía en los «colegios» del Anti o Ré irnen (uno
e los principales lugares en on e se preparaba y se consolidaba la alianza
de clase entre la aristocracia nobiliaria y la burguesía financiera, administra­
tiva, judicial) y de la que procede, con la comparación sistemática entre.
J:.:_nguas «muertas» y «vivas» y el estudio · progresivo de los «autores» lite­
rarios, modelos de escrit ura y re tórica, l a gramática francesa «razonad a» .
La escolarización burguesa se contentará ulteriormente coii fraccionar
¡-"
\ esta_gramática según d os presentaciones: una simple y truncada ;-p ara la
./
ensenanza de� «francés» a las clases populares, la otra, completa y compleja,
il
,¡ para la ensenanza de las «letras» a las clases dominantes. Así pues los
!! elementos de escolar1zac1on que encontramos en el período revolucionario
no son materialmente nuevos: por el contrario, proceden del período ante­
rior, el Antiguo Régimen, es decir, de la primera fase histórica de desarrollo
del modo de producción capitaÜsta en Francia. Pero estos elementos reci­
ben una significac�Ó�J' una función nuevas: se� PQ!1�!1 ;f�eti[Jo�de ��
1
objetivo polítlCo e ideoi6gko nuevo, . co�tradictorio con e1 del Antiguo
Régi_lrle�-- Por eso mismo, dichos eleme ntos, en su ínomento , · ¿eEetl. illSer-�
l tarse en· el funcionamiento de un Aparato Ideol6gico de Estado especial,
ue se convierte entonces en aparato autónomo (en particular frente a la
Iglesia, pero también frénte a la familia y el ejército). La Revolución Fran­
cesa (continuada por d Impedo napoleónko) no es el orígen cieT1 for;;,a ,,¡
· · sc�1;r -;��
es·--s�- -te!-iñilladóii,- sino-·e1 cqlllienzo dé un aP-atato e
�S-�§.r�r; no·- !1''MÚ,'/;}7-'
,tÓnC)mO quepodrá e11 adelan.te desarro!lárse ;;,e<liante -- las sucesivas
. ·- - --·- «refor- /e"\·
mas»,
·en·--u-ná ·-;p�tente co�tinuid ad._in.s1:itucional.
. -
- "'"J?ei:-o· ,1as·· -·m1smas·-condídones en- q ue se pr�duce esta autonomización, y­ G"J1fi\
la forma que llega a revestir, son incomprensibles si no se las inscribe
sobre el fondo de un segundo hecho de extrema importancia: la imposi­
bilidad material de cualquier escolarización efectiva de los niños de las
clases_populares en el siglo gue va aproximadamente de 1750 a 1850.
Lo que da su sentido a esta imposibilidad es que no se trata de una
simple ausencia de escolarización: se presenta como una auténtica desesco­
larizaci1n_ cleJas masas,_despufs de- !a <eJ<:t�nsión. de una primera . forma de
_in:;tr.u_c�ióll �<¡,o_ptt.l.a.r>�_ en el I11terior. del ªl2ª!ato__ religioso, �n . �i p�ríodo­
clásico (sigfo XVII y principios defxv'ín). Instrucción «po¡;,:,1.,;; porqi::re - sí
bÍen '\a
·ensefianza-,folas aiversas-órdene-s religiosas en el siglo XVII y p�in­
cipios del XVIII está muy lejos de haber afectado efectivamente a todos los
IN�RODUCCIÓN 27
niños, no es me nos cierto que durante un tiempo acog10 a niños de todas
las clases sociales, nobles y plebeyos, ricos y pobres. Lo que pasó es que
esta universalidad se vio muy pronto restringida a las clases dominantes,
aristocracia · y burguesía.14
¿Cómo se explica este desarrollo desigual y finaimente malogrado, y //J 11.,./..w,;_ ci/ú¼�
esta regresión? Se trataba entonces, en un primer tiempo del desarrollo del ¡ '' · ' .
asica» de Ia monarqma abs�1uta ) para 1as c1ases d�-- ;-,,vL1,c,/1.. _ 1
·. ·¡·ismo· (1a época «el'·
capita
¡,,,cio..._
. . •/. "
p
minantes, de paliar los efectos y los temibles peligros de la acumulacion 1 t,\.Cvlt
� ·
primitiva del capital, que tenía por resultado el «soltar», en sentido estríe- \
t7
to, · por los c a minos, im ortantes masas de « obres» de <<miserables»
espose! os de sus medios de producción, sin convertirlos en traba'adores
no sólo obligados materialmente a vender su· uerza de trabajo, sino además
educados para respetar y apreciar dicha obligación. En este sentido, el
resultado directo para las clases populares de la «esco1arización» primitiva
.;!el-siglo XVII fue simplemente el asilo, el obrador, el workhouse, institu­
ciones todas de trabajo forzado y de presi6n moral, que tuvieron como
función prinCJ¡;;r¡;-.re· transformar a los obres en proletarios. • _ ,
partir e me iados del siglo XVIII ( ¡la época de las «luces»!), parecetli¡)'A%,ú.;:u%'J::::
que se entra por el contrario en un largo pe�í�do de desescolariz�ci6n ma-
siva, que· se presenta como tal en comparac10n con las tendencias prece- )/''XV/ .{,,\. !l ro··
dentes, y cu yo carácter «reaccionario» en e s te sentido puede explicar en
parte las reivindicaciones populares de instrucción durante la Revolución.
El progreso de las «luces» en las dases dominantes es e11 el p11e),l9, Q
ñíé]o¡·,m:reeT;,i,ai,i.Jácho;, el progreso del. ;nalfabetismo."
. ··Pero.esu,·desescolaiizacíón no viene compensada por ninguna forma de
instrucción profesional o familiar. ¿Por qué? La causa es, tendencialmente,
la extensión del trabaio de los niños, característica fundamental de la tran­
sición de la manufactura a la ran industria de las rimeras eta as de
a «revo uc10n rn ustrial» ca italista 16 pero también la necesidad permanen­
te en a fami ia campesina, que es lugar del trabajo manufacturado «a
14. Cf. los trabajos de Philippe ARii�s, L'Enfant et la Vie Familia/e sous l'Ancien
Régíme, Plon, Parfs, 1960.
15. Este fenómeno es atestiguado por los escasos historiadores de la cuestión, y me­
recería ser mejor estudiado, si esto fuera posible. Cf. Ariés, ya cita-do, cuyas conclusio­
nes se compararán con los cuadros estadísticos de LEROY-LADURIE, Les Paysans du Lan­
guedoc (París, Flammarion, 1970, que muestran la regresión del analfabetismo en el me­
dio rural hasta los siglos XVI y XVII.
16. Sobre ello, e/. MARX, El Capital, libro I, Secciones III y IV, y Jurgen Kuc�
ZINSKI, Les Origines de la classe ouvriere, París, Hachettc, 1967.
 28 RENÉE BALIBAR • DOMINIQUE LAPORTE INTRODUCCIÓN 29

domicilio» os de pobre u den debe a

f" . S . h. i·¡· J s DO. p e m· nir la escuda] en la que se expresarían ya, en las formas del igualitarismo o del «socialis-.___
l,porque tienen que ir a .lalábrica,
. .
º. ·· ·
al taller, al · campo. mo»de'Tos partageux, nuevos mtereses de clase gue colocan a Jos._«p_c>):,r_e§>�,.
.. hay
S..
...
. .. . . escuela · ·· · ·
. «prímiti:va».
. La aparición de ést.a es el resultado") a1os «traba¡adores» contra los «ricos», los «beneficiados», los «ai;.ap.ar&.
.
1:o.

:-Poreso no
de nuevas luchas de clase salidas de la revolución industrial, y acompaña
al progreso de la legislaci6n de fábrica (analizada por Marx en el caso de
Inglaterra)," que limita la duración del trabajo y prohibe más o menos
totalmente el trabajo de los niños. Entonces la escuela primaria no sólo se.
hace posible, sino que se convierte en necesaria, como elemento de repro­
ducción de la fuerza de trabajo que se gasta, consumida en la fábrica capi-
talista.
El período revolucionario en su integridad está inscrito en la ,fase de
esta· ·«des_<escolarizacicS_11�_g'iji=r'��ede_:_r.:-.:-deu:rmin-;;::.I�_:_;;�ºíªrlza,lfui��ie;,_eia-.
"!izada del siglo XIX. Por eso presenta una situación contradictoria, total­
.
ñiente'. .IIleStanre:-:Eñ- esta situación las relaciones de fuerzas políticas vienen
a sobredeterminar las transformaciones de la base material: así pueden ex­
plicarse las primeras formas del juego concertado que se instala, en la
superestructura capitalista, entre el aparato escolar y el aparato de la demo­
cracia política. Pero dicho juego concertado, en un primer momento, se
ve de algún modo invertido.
En el transcurso de la revolución democrática burguesa, los individuos
_empiezan a ser definidos como ciudadanos (más o menos pknamente «ac­
tivos»). En tanto que ciudadanos se convierten en súbditos «libres» de un
Estado francés. En tanto que alumnos, en el AIE escolar, aprenderán las
"prácticas lingüísticas que realizan en una Comunidad de lengua francesa.
Pero se convierten en ciudadanos antes. de convertirse en alumnos y de
hablar francés. O mejor, aprendiendo a bablar francés en el ejército, en
las organizadones democráticas, se convierten por sí mismos, en el seno
de las masas, en sus propios «maestrbs» en una institución no escolar.
Y as1 se crea el peligro de que las masas de los campos y dudades, al
conseguir en gran parte escapar a la empresa de la ideología religiosa (en
el AIE de la Iglesia aliada al poder ele Estado monárquico), sobrepase
la línea en la que era preciso detenerse: destruir la antigua dominación sin
por ello amenazar la nueva. Aparece el peligrn de que las masas encuen­
u_en en el n_uevo terreno .de �una práitiCil lingüísti�a común no sólo una
!'.'.rtna reno\'acl� ele st1jecic\ri_�Ja ideología de su «Hbertacl» jlltídica, .. de su
«igualdad» Y de su «fraternidad» nacionales y b11tg1Í�sas . sino también
'\os
iñedlos ele forrn;,Íarlos}ern_as deuná ·raeolo.gfa···revoluci�n�ria ;adicalizacl;,·
17. C/. también, M. BoUVIERMAJAM, Histoire du travaíl en France1 tomo II, París,
1969.
dores,,.-·-··� ---
La ·burguesía· francesa, como ya bemos dicho, se vio obligada a correr
este riesgo, porque la resistencia de la clase feudal y sus aliados interiores
y exteriores la obligaba a vencer sin compromisos ni reparto� (a serlo
«todo» en el Estado, y no únicamente «algo», según el objetivo inicial
enunciado por Sieyes), y porque la victoria tenfa este precio: el Terror.
Pero en esta misma situación se forjaron instrumentos que iban a permitir
a la burguesía conjurar el peligro: en particular eL.ei1ts:it.9, revolud<>nario
en donde, bajo una forma totalmente distinta de la escolarización ¡,ero
también distinta de la práctica política, se combinaba la educación cívica
con la uniformidad de la disciplina. Habría que repetir ahora la historia
de su evolución desde los «soldados del año II» hasta los soldados del
18 brumario. •..,
Así pues, parece como si, . durante el siglo x1x,.Ja__:burguesía francesa ..
hubiese-aprenclida'üna'lecci6n de esta experiencia forzada (cuando decimos
'«la bürguesía», queremos decir, por supuesto, que la evolución objetiva de
la lucha de clases aprende la lección por ella): �a,'_gue_inverlfr_el�r_d�n.
de}ependencia _ ma.teria�_entre la_Jirácticapolitica (en el AIE político de
partidos, asambleas, elecciones) y la formación_ _es_c_l'{qr ( en el AIE escolar
mediante la escolarización generalizada). Hay que poner la escuela, para
cualquier individuo, ya sea burgués o proletario, o incluso caro esino, antes
que a po ítica, en su ase; convertir a todos los franceses en alumnos de
la escuela primaria (y sólo a algunos de ellos, en alumnos del «liceo» Y
de la Universidad) antes de hacer de ellos ciudadanos y electores (y sólo de
algunos de ellos, díputados, funcionarios o gobernantes). Sólo entonces el
AIE político puede superar las formas de compromiso, como la monar- 1
quía constitucional o el militarismo imperial, y revestir la forma de repú- !
blica democrática, que desde 1875, con algunas breves interrupciones, ase- '
gura la dictadura de la burguesía como clase (Lenin).
Al igual que la escuela,Ia_«democracia» (aun la_democracia «burguesa»)·
no es una forma inmutable, surgida de Ja simple reajizaci6n de un proyecto
lniciaf'(aunque fuera el de una clase ;�¿ial, la bur�esiá). Es, por el
contrário, el resultado de un proceso desigual, sin fin determinado previa­
mente. Si puede encontrar una forma de relativo equilibrio a fines del
siglo XIX y convertirse así, según la expresión de Lenin, a la vez, en «la
mejor forma política posible para el capitalismo», al asegurar el poder
 30 . RENÉE BALIBAR - DOMINIQUE LAPORTE

político directo de. la burguesía, y «la mejor forma posible para la lucha
del proletariado»," es en parte (pero s6/o en parte) gracias al desarrollo
, . ,
del aparato escolar y de su lugar dominante en el mecanismo de sujeción
ideológica, sin el cual la clase burguesa, reducida a la «fuerza» pura, no Hacia una practica comun
podría detentar históricamente el poder de Estado.
Al formular estas hipótesis esquemáticas, tal vez nos hemos alejado
del francés al finalizar
demasiado del francés nacional, de .la lengua común y de los proyectos de .
enseñanza elemental del francés bajo la Convención. Ahora por fin les
el Antiguo Régimen
cedemos el sitio.

ETIENNE RALIBAR
PIERRE MARCHEREY

18. LENlN: El Estado y la Revolución .

•
 Todo el mun.do no ha hablado siempre el francés en Francia. Por evi­
dente que parezca esta proposición, no deja de ir a contracorriente de las
representaciones ideológicas que dominan actualmente la historia de los
hechos lingüísticos.
Hay una manifiesta escasez de estudios lingüísticos en materia de his­
toria de las prácticas del francés. Cuando dichos estudios existen, su ideo­
logía idealista deforma los documentos que presentan. No hay más que
hojear un «manual» (las gramáticas francesas suelen arrinconar en los Apén­
dices un capítulo de «historia de la lengua» que nunca excede las tres ó
cuarto páginas) para ver hasta qué punto las representaciones ideológicas
de las prácticas lingüísticas «reprimen» el aspecto histórico de dichas prác­
ticas en el mismo momento en que pretenden exponerlo. En efecto, dichas
representaciones ideológicas realizan invariablemente la ideología burguesa
de la historia dejando creer que el francés existe desde la eternidad o, si
no desde la eternidad, desde que existe Francia, y puesto que también
«sabemos» que Francia existía en embrión en la Galia de nuestros ante­
pasados ...
Es por todo esto que no se puede considerar como «evidente» toda
proposición que aspire· a establecer la historicidad del francés y sus prác­
ticas. Y es también por esto que debemos rendir homenaje a Ferdinand de
Brunot, que en su Histoire de la Langue fran,aise nos proporciona gran
cantidad de elementos necesarios para la construcción de dicha historia.
Cuando Bruno! informa de que a pocas leguas de París se arengaba a
Luis XIV en patois picardo, cuando recuerda que «se necesitaba un intér­
prete en. Marsella, o que Radne, viajando a Uzes, en Francia, era incapaz
de mandarse traer un orinal», no hace más que ilustrar ridiculizándolos
 35

ll
HACIA UNA PRÁCTICA COMÚN DEL FRANCÉS
34 RENÉE BALIBAR • DOMINIQUE LAPORTE

los resultados de una investigacion realizada por la Convención, que de­ de los talleres estaban obligados a recurrir a traductores encargados de for­
mostraba que a finales del siglo XVIII doce millones de franceses, es decir mular las reivindicaciones de los oprimidos en la lengua de los opresores:
la mitad de la población, eran incapaces de «hablar el francés» y que sól�
tres millones lo hablaban «correctamente», según las normas establecidas En . ausencia del juez o de su escribano era preciso que (las
por los gramáticos bajo la monarquía. actas) fueran escritas por un notario, un escriban,0 o un maestro de
En efecto, no se comprende el «sis tema lingüístico del Antiguo Régimen escuela. Por mucha confianza que se tuviese en él, era preciso
en Francia, ni su evolución en los aledaños de la Revolución del 89-93, ni vigilar la redacción, controlarla, y ésta se hacía en francés... Estos
por tanto las teorías revolucionarias de la escuela así como el transtorno de profesionales eran legión En el siglo xvn, en un burgo de tres
mil almas, se contaban, además del bailli (regidor), el preboste,
las prácticas lingüísticas, si ante todo no se tiene en cuenta este hecho
el lugarteniente y el procurador fiscal, seis notarios, cuatro sar­
esencial: durante el Antiguo Régimen, la masa de los prod�ctores mate­
gentos, doce procuradores y cuatro escribano s ... las necesidades de
riales --es decir, la inmensa mayoría de campesinos y trabajadores de los
las múltiples y complicadas administraciones obligaban a tener en
talleres- era ajena a las prácticas del francés.
todas las ciudades y aldeas un importante número de funcionarios,
Pues to que el poder monárquico podía ejercerse a partir de una lengua
que debían poder manejar el francés, al menos en las escrituras.
que no era la lengua de la masa, el francés no era la lengua de Francia
Por lo demás, había muchos que ignoraban el habla local, o no
sino la lengua del rey, lengua jurídica y lengua de Estado. Era la práctic�
la utilizaban, ni siquiera verbalmente. Era una especie de guarni­
distintiva de los nobles de la corte y de la fracción superior de la burguesía
ción de lengua francesa, en muchos lugares reducida a un Estado
colectivamente comprnmetida al servicio del Estado monárquico en las fun­
mayor más o menos grande, pero· cuya presencia tenía sus con·
-Eiones jurídicas, administrativas y financieras.
secuencias.20
Frente al francés de la élite y de la gente acomodada, unas lenguas
confusamente denominadas en el siglo XIX «dialectos», «idiomas» o «pa�
l. LAS ESCUELAS Y EL FRANCÉS AL FINALIZAR EL ANTIGUO RÉGIMEN
tois», y cuya definición científica no está muy avanzada aún hoy dfa, regían
las prácticas lingüísticas de las clases explotadas. El principal efecto de
Esta barrera lingüística que se levantaba contra cualquier tentativa de
dichas lenguas era, en ·,elación con la masa trabajadora y sumisa de la po­
expre_si6n colectiva de reivindicaciones o intereses comunes, en parte era
blación, un efecto de casta que contribuía á esta sumisión: a causa de su
mantenida por el aparato .eclesiástico. Sabemos en efecto que el aparato
número constituían verdaderas barrera.s lingüísticas que perpetuaban las
ideológico de Estado 21 que ocupaba una posición dominante durante la
separaciones sociales e impedían las comunicaciones lingüísticas en el seno
monarquía del Antiguo Régimen era la Iglesia, la cual detentaba, además
de la masa explotada, y la posibilidad de cualquier identificación política con
de sus funciones específicamente religiosas, el monopolio de las funciones
los intereses de clase comunes.19
escolares y «culturales». Dichas funcione s eran ejercidas de manera distinta
A partir de la ordenanza de Villers-Cotter�ts · en 1539 que instituía el
y desigual segúri las clases sociales a las que iban destinadas.
uso del francés para la administración de la justicia, la redacción del regis­ A nivel de las parroquias rurales y de barrio, las masas populares eran
tro civil y de actas notariales, era imposible redactar un acta, un recurso, «instruidas» en patois: sermones, instrucciones, confesiones, ejercicios de
una escritura cualquiera en patois. A falta de una lengua nacional común a
toda clase, catecismo para niños y adultos, aprendizaje de oraciones, etc., de­
los explotados y a l.as clases dominantes, los campesinos y los trabajadores 1 bían pronunciarse o aprenderse en una lengua inteligible para el pueblo. El
francés hubiese sido una barrera para la propagación de la fe, de modo que
19. Ello no quiere dedr, por supuesto. que la existencia de estas lenguas fuera el fue preciso limitarse al patois.
resultado deliberado de una «intención» política, Es ci�rto, sin embargo, que una de
20. F. BRUNOT: Histoire de la Langue Fran,aise, VII pp. 185-187.
las ten?encias políti�as de fa monarquía del Anti guo Régimen fue la de mantener y re·
. 21. Ver L. ALTifUSSER: «Idéologie et Appareils Idéologiques d'Etat, Notes pour une
producir la existencia de estas barreras lingüísticas, en razón del beneficio que extraía
recherche», en La Pensée, n.<' 151, París, junio 1970. Edici6n castellana citada.
de su existencia.

36 RENÉE BALIBAR • DOMINIQUE LAPORTE
Serfa imposible destruirlo ( el. patois) y substituirlo por la len­
gua francesa. La religión y las costumbres saldrían perdiendo si
en estas comarcas, cómo ep. aquellas en que es cos�umbre, los curas,
catequistas y confesores dejaran de hablar al pueblo en el lenguaje
que éste entiende mejor, el patois.'2
Paralelamente, los niños de las clases populares recibían algunos elemen,
tos de instrucción en las Petites Ecoles, las cuales, en la mayoría de los
casos, era vigiladas y dirigidas por los curas.
Cuando a veces, en locales improvisados y en los intervaÍos entre los
trabajos del campo,23 algunos maestros de escuela reclutados según ,criterios
variables en los que el conocimiento del francés era accesorio, instruían a
los niños, les enseñaban más o menos a leer ( o a deletrear) y a escribir
/ (o a firmar con su nombre), a partir del latín litúrgico. La escuela era un
1 segundo catecismo destinado a completar el patois de los sermones mediante
1 el latín de los cánticos. Lo sabemos no sólo por los documentos relativos a
este estado de cosas, sino también por el becho de que los hermanos de las
Escuelas Cristianas, desde la fundación de su congregación en 1679, lucha­
ron a contracorriente del sistema en vigor (eran unos mil repartidos en
116 o 121 casas situadas en las grandes ciudades, hacia 1789), y afirmaron
que «la mayor parte de los niños pobres abandonan la escuela sin saber leer
el francés y leyendo el latín de una manera ridícula o incorrecta».24
Estas escuelas no tenían apenas nada que ver con las futuras escuelas
primarias tal como figurarán en los grandes proyectos revolucionarios, y
muchísimo menos aún con las que serán realizadas más de un sicrlo des-
pués.25 Como introducción a las prácticas· religiosas o prolongación le éstas,
a enseñanza no iba ��stinada � trans1,11itir un «saber», ª. ún parcial, sino que
[� . _
iba completamente dmg1da hacta su urnca finalidad: la adhesión del pueblo
a la ideología religiosa cristiana. No había ningún diploma que sancionara
22. Carta a Grégoire, citada por BRUNOT, HLF) VII, p. 69.
23. Cf. BRUNOT, HL'f!: VII, pp, 136-137: <i( ... ) La frecuentación escolar era muy
. práctica de la «lengua común» no era un requisito_ de !aje,_� _JJolítica .·de
irregular. Salvo los muy Jovenes, que no podían prestar ayuda· en los trabajos del cam•
po, nadie iba a 1a escuela a partir de la primavera. Las escuelas del Antiguo Régimen
eran escuelas de invierno, a- las que el buen tiempo perjudicaba aún más que el malo».
24. HLF, Vil, p. 161.
25. Es preciso señalar, de paso, la clarividencia de Brunot que marcha a contraco.
rricntc de las representaciones ideol6gicas de la escuela al afirmar: <(Es preciso guar­
darse de hacer comparación alguna entre una época como aquella y la nuestra. Una- es•
cucia es hoy una casa donde se enseña, una escuela ern antaño un lugar en el que se
guardaba y educaba a los niños» (HLF VII, p. 132).
37
HACIA UNA PRÁCTICA COMÚN DEL FRANCÉS
dicha enseñanza, y no desembocaba en ningúna perspectiva escolar o pro­
fesional. Y sobre todo, sus efectos en materia de propagación del fra.ncés
eran nulos:
( .. ,) La enseñanza elemental sólo tuvo un papel muy reducido
en· la difusión de la lengua francesa a través del país. No es que
las escuelas fracasaran en su misión. Nadie se la había siquiera
atribuido, ni el Estado, ni la Iglesia, ni tampoco la población.26
Para comprender qué son respectivamente la forma «escolar» de. la
ideologización durante la monarquía del Antiguo Régimen, y la forma social
característica de las prácticas escolares (realizadas en un aparato escolar
autónomo) en un régimen burgués, primero hay . que comprender las causas
:j
de esta ausencia de atribución. Tal como subraya muy oportunamente Bru­
not, ello no se debe a un defecto de funcionamiento del sistema, ni a la
audiencia limitada de las Petites Eco/es. La causa reside en el hechol il
de que bajo el Antiguo Régimen no existe ningún aparato .escolar autónomo
las formas escolares de ideologización se realizan no en un aparato especial,
sino en aparatos ideológicos ya existentes; en la familia,
. y sobre todo en
la Iglesia. En una palabra, «la escuela» ( tal como la entendemos hot.-díl!)
no existe, o-no existe ·«toclavra»-:--se-- trata de üllTeñOffieno�·eatactérístico
de .este período de transición ( que es · también la primera gran ·fase·· de la
li1stóí:Ia-delcapitafisméi"Y,Tas- formas de la escolarización son a su vez for­
mas transitorias que tienden a la realización del aparato escolar, que lo
. «anticipan» en cierto modo, pero que no pueden ser confundidas con él.
Si aííadimos ahora que esta tendencia es contradictoria, es porque se realiza
en formas distintas, incluso antagónicas, según las clases sociales afectadas
por estas primeras prácticas de escolarización: aunque el francés está ausen­
te de las petites écoles, no lo está, tal como veremos más adelante, de los
colleges destinadós a la burguesía y la nobleza.
Hay que recordar además, si es preciso subrayarlo de nuevo, que la
limonarquía bajo el Antiguo Régimen: el poder monárquico podía ejerce,;­
sea-partlr de una-lengua que no era la lengua de las masas; la práctica de
masas de una lengua «común a todos los franceses», es decir, destinada a
asegurar un <<entendimiento» entre las clases sociales, no sólo no era nece­
saria para el ejercicio del poder monárquico, sino que incluso hubiese cons-
26. HLF, VII, p. 181.
 38 RENÉE BALIBAR • DOMINIQUE LAPORTE
r tituido una amel)aza, un elemento de subversión peligroso para el regimén.
El proyecto de un aprendizaje generalizado de la «lengua común» no era
un proy�cto pe?sable desde el �terior d : las estructuras política� y sociales
,
. mitad del siglo XVIII,
. yó entre los libros recomendados para la ·instrucción de la juventud la
del Anuguo Reg1men monarqU1co; seme¡ante proyecto sólo podía proceder
de las nuevas clases, o fracciones de clase, comprometidas ya en el proceso
de producción y en las relaciones de clase capitalista, y que objetivamente
tenían interés en luchar contra las antiguas formas de dominación política,
en luchar contra todos los elementos, ya fuetan de orden económico, polí­
tico, o ideológico (o incluso, en este caso, lingüístico) que obstaculizaban.
a generalización del modo de producción capitalista. Elementos fundamenta-
les del modo de producción capitalista tales como la instauración
. de un1
mercado nacional y la libertad de contrato que incluyen como condiciones
de existencia una uniformización lingüística, exi gían para su desarrollo y
generalización una revolución en las prácticas e instituciones políticas y ju- \
LJídicas (que redundaba a su vez en la base económica). Únicamente las da- j
•
1
ses que tenían una posición de agentes en las relaciones sociales capitalistas
podían hallarse en situación de impulsar proyectos revolucionarios en ma­
teria de escuela y lengua. Por el contrario, las clases que detentaban el poder
en el Estado monárquico únicamente podían obstaculizar tales proyectos.
Estas pocas indicaciones extremadamente esquemáticas se verán aclara­
das en las páginas y capítulos siguientes; por el momento, baste con decir
que las Petites Eco/es del Antiguo Régimen no podían constituir ni siquiera
un esbozo de las escuelas primarias t.al como nos las nuestran las formacio­
nes sociales dominadas por el modo de producción capitalista, y que por
tanto la enseñanza uniformada de una lengua «común» no tenía ninguna
razón de ser.
Muy otro era el aprendizaje lingüístico realizado por el clero eu los
colleges destinados a los nobles y a las capas superiores de la burguesía
·encargadas de las altas funciones administrativas y jurídicas en el interior
ael Estado monárquico. Dichos colegios, abiertos por el Estado, dependían
\ principaltuente de una orden: los jesuítas.v Impartían una enseñanza a
base de latín (latín profano de la literatura grecolatina) pero empezaban
a abrirse cada vez más hacia el estudio de la lengua francesa, influidos por
27. La instauración de los primeros Colegios se remonta al siglo XVI: en 1551 la
Compañía de Jesús redbi6, del rey Enrique II, la autorizad6n parn crear un Colegio
en Pa·rís; en 1563 el colegio de Clermont (futuro colegio Luis el Grande) abri6 sus
puertas. Los jesuitas fueron expulsados de Francia en 1762, bajo la triple presión de
los Parlamentos, la Universidad y los jansenistas, y los colegios que dirigían fueron ce­
rrados provisionalmente.
HACIA UNA PRÁCTICA COMÚN DEL FRANCÉS 39
el empuje de numerosas reivindicaciones, sobre todo a partir de la segunda
Como pritner índice de esta tendencia, en 1765, la Universidad inclu­
J
f
obra. de De Wailly Príncipes généraux et particuliers de la Langue fran,aise.
En 1762, año del cierre de los Colegios de Jesuitas por óbra del Parlamento
de París, los Parlamentos habían abierto una amplia investigación encami­
nada a reorganizar los colegios. Las respuestas que obtuvieron atestiguan
la casi unaminidad de la nueva orientación. Una· vez confiados a los bene­
dictinos, los colleges no hicieron más que precisar y reforzar la tendencia,
especialmente y sobre todo poniendo en práctica los primeros elementos de
la enseñanza de la gramática comparada (franco-latina). Bruno! lo señala,
aunque sin apreciar debidamente la itnportancia del hecho:
En Langres, por ejemplo, en todas las clases se analizaba a los
historiadores latinos o franceses, y se los explicaba comparando los
documentos «que tienen correspondencias en ambas lenguas»."
Abramos ahora un paréntesis sin temor a anticiparnos sobre los capítulos
siguientes. Así se verá mejor adónde queremos llegar. La forma escolar del
francés nacional tal como ha venido siendo realizada progresivamente en
¡
el Aparato Ideológico de Estado francés de la democracia burguesa descansa
sobre dos prácticas lingüísticas: el francés de las clases primarias de fran­
cés y ,;i francés de las clases secundarlas de L�. -Sin ent�el análisis
completo del sistema, es preciso aclarar que la existencia del francés de la!_
clases primarias, el único propiamente nacional, pues es el único común a ·
todos los ciudadanos escolarizados, realiza por sí solo (en su distinción del
francés de las clases de Letras de la secundaria) una desigualdad radical que
no es más que una de las formas históricas de la lucha de clases. 29 Bajo h__
28. HLF, VII, p. 105. El subrayado es nuestro.
�9. Es sabidO que C. BAUDELOT y R. EsTABLET (L'Ecole Capitaliste en France, Pa­
cuyos grados serán superados según la «capacidad» de cada uno, funcionan de hecho dos
rís, Maspéro, 1971) han demostrado que bajo las apariencias de una escuela única,
«núcleos» de escolarización en los cuales se reparten desigualmente los niños originarios
de clases sociales antagónicas (4 % de oportunidades de entrar en la Universidad para
un hijo de obreros contra 74 % para un hijo de industrial), y cuyos efectos pueden re-­
de producción capitalistas repartiendo desigualmente la masa de niños escolarizados en
sumirse esquemáticamente diciendo que contribuyen a la reproducción de las relaciones
polos opuestos de la división social del trabajo y sometiendo, según la fórmula de Af.
que debe desempeña:r en la sociedad de clases» (en La Pensée, n.º 151, op. cit.)
thusser, «cada masa que se queda en el camino, a la ideología que conviene al papel
 40 RENÉE BALIBAR - DOMINIQUE LAPORTE
capa de una continuidad entre los distintos tipos de aprendizaje (la escuela
está dividida en gtados y disciplinas pretendidamente sucesivos y comple­
mentarios) y bajo la capa de una igualdad de derecho (el mismo francés
para todos), el Aparato escolar francés actual rechaza fuera de su discurso
las situaciones sociales en las que el francés adquiere un sentido, deter­
minadas por las relaciones de producción capitalista (la representación del ·
trabajo productivo, las luchas sociales, etc.). Pero sobre todo, el Aparato
escolar francés actual realiza una forma de antagonismo sintáctico entre
francés del grado primario y francés del grado secundario ( que resulta de
· la fragmentación de los modelos gramaticales), forma de antagonismo sin-
táctico que es el instrumento lingüístico .de dicho rechazo. , nuestro parecer, atestigua al menos a título inicial la presencia en los CO·
En efecto, la gramática francesa es históricamente una gramática compa­
rada. Fue forjada por los gramáticos burgueses del Antiguo Régimen en el
seno del bilingüismo latino-francés que procuraba a los burgueses diversos
accesos al poder durante la Monarquía (funciones administrativas, aristo­
cracia de toga, humanismo literario con prestigio en la corte). Las nociones
de esta gramática comparada son operantes en la traducción version-theme,
traducción directaMtraducción universal, relativamente racionales , sin ceM
. sar racionalizadas cada vez más según las necesidades del plurilingüismo
burgués que se va separando lentamente del bilingüismo franco-latino. La
«revolución cultural burguesa», al estructurar el francés escolar de base en
el nuevo régimen, empleó para la naciente coherencia de las clases burguesas
y su hegemonía sobre el proletariado naciente, el arma gramatical forjada
durante el Antiguo Régimen. La innovación esencial de los revolucionarios
burgueses contra el proletariado fue la · de fragmentar la gramática com­
parada mediante un aprendizaje por grados, proporcionando a la escuela
del pueblo sólo la gramática francesa, y a los liceos y colegios burgueses
el juego completo de las gramáticas francesa y latina. De esta forma reser­
vaba el pleno ejercicio del francés razonado a las clases dirigentes, mientras
oEllgaba al coÜpmtO---aela población a conocer el francés gramafulsuf}:
ciénte P!�_c:omprend�_ el fra�". las clases c�mpictameñteescciliirizaclas;­
SCes·-cierto, tal como lo da a entender el estudio diferencial de los modelos
sintácticos realizados en la primaria y en !os-lTceou_.s�le�iQ§ , -que estas
reáTizacTónes·-¡¡;1ciales·-proloñgan -süsefectos-liasta nosotros, entonces hay
que declarar que el ejercicio de gramática francesa es lo que divide las
' clases escolares en-elmismo acto quelas-iiñe_i _pretendeunfíl,,-abso1uia:­
\ .,n."!1.� Los franceses de la;-m;sas expfotadas están dominados en--el terreno-­
autónomo de la escuela tal como lo están fuera de la escuela: por efecto
HACIA UNA PRÁCJCICA COMÚN DEL FRANCÉS 41
de esta desigualdad de los modelos sintácticos y la dominación de uno sobre
el otro en la práctica de la lengua «nacional».
Si nos hemos tomado la libertad de hacer esta «anticipación» histórica
indispensable 3á ha . sigo para calibrar retrospectivamente la importancia de
esta tendencia a la práctica de la gramática comparada en los colegios del
Antiguo Régimen Si el hecho es importante desde el momento en que se
integra en la serie de elementos que orientan el sistema de intercambios
lingüísticos hacia una práctica común del francés, lo es todavía más si se
consideran las transformaciones revolucionarias a las que servirá de soporte
parcialmente. Pero sobre todo, la práctica de la gramática comparada, a
legios del Antiguo Régimen de unos elementos de escolarización -aún no
sistematizados- que más tarde serán recuperados en el modo de educación
capitalista.
Nos autoriza a avanzar esta hipótesis el hecho de que en los colegios
del Antiguo Régimen se encuentran otros elementos que serán constitutivos
tanto de la forma característica de las prácticas escolares en. régimen burgués,
como de la ideología burguesa de la escuela. Sin hablar de los programas,"
que en un modo de educación capitalista son una de las formas estatales de
la realización de la ideología burguesa en el aparato escolar, ni del Con­
curso general y la Agregación, instaurados respectivamente en 1748 y 1766,
se pueden poner de manlfiesto algunos hechos que sirven para la verifica­
ción de esta hipótesis. Nótese por ejemplo la aparición desde el siglo xvn
de nociones tales como la de «éxito escolar» o la de «escolarización normal»,
.y la separación escolar por edades, correspondientes a otras tantas repre­
senta,iones ideológicas de la escuela y de la infancia. Aunque el cursus
escolar no esté muy bien fijado (a grosso modo, entre los ocho y los quince
raños) la historia de los grandes hombres «que triunfaron» permite situar
I Ios límites de edad para un «alumno normal»: fracasan aquellos que no han
l terminado a los dieciséis años, o los que abandonaron. Surgen así también
las nociones de «ir adelantado» e «ir retrasado»; Descartes, por ejemplo,
hacía 1.0 a los 8 años, y 6.0 a los 12, es un alumno «dotado»: va adelantado.
Resulta también que estas nociones autorizan por una parte una de las
representaciones de la escuela más eficaces, al tiempo que más «evidentes»:
la de una enseñanza por grados que se ordenaría según un orden de com­
plejidad creciente y coincidiría con el «crecimiento natural» e indiscutible
30. Cf. MARX: «La anatomía del hombre es la clave de la anatomía del mono»
31. Los «Programas» son objeto de decisiones (decretos1 resoluciones) del ministro
de Instrucci6n pública, luego de Educací6n nacional.
 42 RENÉE BALIBAR - DOMINIQUE LAPORTE
atribuido al niño (ser natural, no marcado socialmente). No nos correspon­
de aquí discutir ia «evidencia» de estas imágenes: baste con decir simple­
mente que sobre la base de nuestros conocimientos actuales -es decir, sobre
la base del hecho de que estas Imágenes no han sido indiscutidas hasta
ahora, si bien han sido en parte ya conocidas-, son innovaciones relativa­
mente recientes (no han existido siempre en forma de evidencia «natural» e
«indiscutible»), ligadas al desarrollo de una ideología burguesa de la escuela.
Pero de todos modos no hay que pensar en estas imágenes como puras
,¡ ilusiones que «engañan» sobre la verdadera naturaleza del sistema escolar
f.\capitalista, porque, al contrario, han jugado un papel en la instauración del
¡ aparato ideológico de Estado· escolar, y siguen jugando un papel e ,n cuanto
! entran en la serie de elementos que determinan la discontinuidad r.adical
' de los aprendizajes realizados en dicho aparato. Una discontinuidad que no
1
,. existe pues «a pesar» de la representación de la escuela como una línea de
grados sucesivos -lo que equivaldría a pensar en la escuela como una línea
de grados «imperfecta», y no es éste el caso aunque la escuela no sea «per­
fecta»- sino, por el contrario, en parte «a causa» de dicha representaci6n.
Identificados como elementos de escolarizaci6n propios del modo de
educación capitalista, estos indicios deben ser confrontados con un factor
aún más importante en la constitución de dicho modo de educación: la
/ pretensión de los colegios del Antiguo Régimen de ser la «escnela 1ínicá»,
Po�que, por sorprendente que resulte, de derecho, estos colegios están abier­
tos a todos, sin distinci6n de ingresos; conceden becas (Diderot, hijo de
un cuchillero de Langres, fue becario de los jesuitas), y todos los alumnos
que acojen están sometidos al mismo régimen y al mismo tratamiento (Mo­
liere, hijo de un burgués, se codeaba· en el colegio de Clermont con el
príncipe de Conti, hijo del Grand Candé); existen, en fin, prácticas unifi­
cadas dirigidas colectivamente a individuos sin distinción aparente. única
(la escuela es la misma para todos), igualitaria . y unificadora, lo que se
está constituyendo es la ideología de la escuela, es la escuela que «empieza»
a mantener un discurso sobre sí misma, su propio discurso. Pero con la
diferencia de que la escuela que mantiene este discurso no es todavía la es­
cuela. Precisemos: aunque la ideología de la escuela se está constituyendo
ya, lo hace de cierta manera: por' arriba. La frecuentación escolar se reparte
desigualmente entre todas las clases sociales (nobleza, burguesía, y secunda­
riamente «pequeña burguesía» y campesinado acomodado) con una excep­
cí6n: las clases socialmente desprovistas (entre otras cosas, de medios de
expresión), puesto que ya hemos visto que las Pequeñas Escuelas no son
un lugar de enseñanza, sino un sitio donde se guarda y se educa a los
HAC.IA UNA PRÁCTICA COMÚN DEL FRANCÉS 43
niños; y lo que es más, escuelas totalmente destinadas a desproveer a
los que las frecuentan de verdaderos medios de expresión. En compensación
la burguesía empieza su discurso escolar-igualitario para y por sí misma,
discurso que va. a. estar en el centro de las teorías burguesas de la escuela
durante y después de la Revolución llamada del 89. Dicho de otro modo,
puesto que las Petites Eco/es y los Colleges no_ desig�an un cursus escol�r en
la medida en que no hay ningún tipo de comun1cac10n entre ambos, la ideo­
logía de la escuela unificadora se realiza primero en la supuesta «cúspide»
{los Colleges) incluso antes de la instauración de un ª?ªrato e�colar ele
mental. En otros términos, esto significa que no es la mstaurac16n de �:lI
aparato escolar elemental lo que origina una ideología_ de escuela ;11'ª
unitaria y unificadora; dicho aún de otro modo, esta 1deolog1a no es el
resultado de una intervención deliberada y calculactacte la burgu�sia ara
«engañar al pueblo llano» al que enviará a sus escuelas, síno_ qu:' apar";e
--
ínás bien como constitutiva del discurso que, en el ¡uego de su l eolo ia,
a burguesía mantiene primero para sí misma. Antes de convencer a los /
'"
demás «láb�rguesía debe creer en su mito»."
2. LAS PRÁCTICAS BURGUESAS DEL FRANCÉS: LA PRÁCTICA DOMINANTE Y
LA PRÁCTICA ARISTOCRÁTICO-BURGUESA
Aunque nobles y burgueses frecuentaban los mismos colegios, la práctica
«burguesa»" del francés era opuesta a la práctica arisrocrática. La primera
era el arma-herramienta del poder efectivo de la lengua del rey, la segunda
era esencialmente una instituci6n de prestigio.
La lengua del rey (es decir, del Estado, de la Monarquia abs�luta) funda­
mentalmente jurídica y administrativa, era empleada en los registros, proce­
dimientos judiciales, intendencia, etc., cuyas funciones materiales estaban
aseguradas por «burgueses». Los nobles, al finalizar el Antiguo Régimen,
sólo tenían importancia propiamente «política» si vivían en la corte (unas
4.000 personas),34 y servían al Estado principalmente en los altos mandos
32. L. ALTHUSSER: Pour Marx} pág. 241. �ición castellana· LA revoluci6n te6rica
de Marx, Siglo XXI, Madrid. . . . de la
33. Lo señalamos provisionalmente con un entrecomillado para �stmgmrl�
tid ya en las relac10n s s OCiales de
burguesía en sentido estricto, es dedr, comprome �. � .
la clase compromet ida al serv1C10 d l Estado monarqmco e � las
producción capitalista, � .
t1dilu­
funciones de justicia, intendencia, etc., que muchos relacionan con formas ·<rn·n
víanas» del capital ( comercial y financiero).
34. Según Mathicz y Soboul.
 44 . RENÉE BALIBAR - DOMINIQUE LAPORTE
militares. En efectq, la corte era ante todo una institución de prestigio sim­
bólico de la cerrazón y ociosidad nobiliarias, y tenía su lengua que era
también una institución de prestigio: el «beau langage» depurado de toda
expresión utilitaria -Y cargado de una exhibición de ·cultura literari a grecoM
latina reservada a una pequeñísima élite dentro de los mismos privilegfados.
Ideológicamente, para la aristrocracia la lengua de la corte era la única
«lengua francesa», .pues todas las demás prácticas eran no sólo «bajas», .
sino «condenables».
Pero la nobleza de espada, para ocupar el primer rango, no tenía nece­
sidad de obligarse a los largos y difíciles estudios de «humanidades clásicas»
indispensables para la práctica del beau langage. Salvo excepciones ,{princi­
palmente las mujeres, que apenas tenían otro medio para brillar por cuenta
propia en la corte) los nobles practicaron mal el francés aristocrático puro
y simple. Los estudios clásicos resultaban ser precisamente, y no por ca­
sualidad, cosa de «burgueses», que se veían abocados a ellos por su carrera
de juristas y servidores del Estado. En su forma más . acabada, más cerrada,
dichos estudios constituían el aprendizaje lingüístico de la gran burguesía
que accedía a los cargos más altos en el círculo del rey. El beau langage,
«lengua de la gente honrada», «lengua francesa», era pues el lugar de un
conflicto lingüístico: bajo la capa de una nobleza lingüística sin especiali­
dad, la burguesía daba muestras de una aplastante superioridad debida a
sus funciones y a su cultura -formas de su riqueza- sobre los cortesanos
parásitos.
Pero aunque el «beau langage» era la sede de un antagonismo lingüís­
tico entre la nobleza por un lado y la burguesía aristocrática y alta «bur­
guesía» por otro, no por ello constituía !� contradicción determinante en el
seno de los intercambios lingüísticos al finalizar el Antiguo Régimen. En
efecto, la lucha fue más viva por parte de los burgueses aristocráticos con­
tra los burgueses plebeyos y vicevera. Los aristócratas establecieron sus
privilegios reales e ideológicos mediante las armas que poseían: los autores
antiguos, la gramática franco-latina, la retórica y literatura clásicas, el buen
gusto depurador. Los plebeyos admitieron de lejos, o discutieron sólo de
forma solapada y menor, la superioridad del beau langage, mientras vivie­
ron bajo la dependencia total del poder en régimen feudal.
Pero al finalizar el Antiguo Régimen, a1 transformarse la formación
social por obra del desarrollo del modo de producción capitalista, la es­
tructura de los intercambios lingüísticos, efecto y factor activo a un tiempo
de dicha transformación, también cambió. La práctica aristocrático-burguesa
del francés seguía siendo la práctica dominante, pero la burguesía capita-
HACIA UNA PRÁCTICA COMÚN DEL FRANCÉS 45
lista en formación estaba derrocando las bases del sistema; se estaba pro­
curando en materia de lengua, como en el resto, una posición de fuerza
comparable a la que ocupaba la burguesía aristocrática en el seno de la
nobleza. A largo plazo, · ¡a presión de su producción lingüística en pleno
florecimiento era ineluctable en la formación social capitaHsta.
3. EL FRANCÉS DE LA BURGUESÍA CAPITALISTA: FACTORES MATERIALES DE
LA UNIFORMACIÓN LINGÜÍSTICA
Al finalizar el Antiguo Régimen Francia se estaba convirtiendo en una
nación mercantil y manufacturera. Las relaciones sociales se transforman,
aparecen nuevas fuerzas, cuyos elementos iban a constituir los principales
agentes de un transtorno social que, claro está, no fue únicamente lingüís�
tico: las fuerzas .de una clase capitalista financiera, comercial y manufactu­
rera. No estará de más recordar sus componentes esenciales.
Según Soboul, la burguesía financiera era la que ocupaba el primer
lugar en la actividad económica nacional: fermiers généraux,35 banqueros,
abastecedores de los ejércitos y oficiales de finanzas· constituían de forma
visible el grupo más poderoso del reino. Con frecuencia estaban emparen­
tados con la aristocracia de sangre ( daban nuevo lustr.e a los blasones de sus
yernos nobles), amasaban grandes fortunas y protegían a los filósofos y a
las «nuevas ideas»·.
Si bien no hay duda de que la «burguesía financiera» representaba una
fuerza considerable, en cambio parece difícil agrupar sin distinción en la
«gran btirguesía de negocios», definida como «butguesía activa ) que vive
directamente del beneficio»,36 categorías tan distintas como las de los ban­
queros, los oficiales de finanzas y los fermiers généraux. Como señala Ré­
gine Robín, los financieros no son en ningún aspecto característicos de la
f.mrguesía.37 Por tomar sólo un ejemplo, está claro que las fottunas amasadas
35. Los fermiers généraux eran administradores que tenían el privilegio de cobrar
los impuestos indirectos a cambio de adelantar el dinero a la Corona. (N. del T.)
36. SonouL: Precis d1Histoire de la Révolution Frmtfaise1 Ed. Socia.fes, p. 34 vet·
sión cast. Compendio de la historia de la Revoluci6n Francesa, Ed. Tecnos, 1972.
37. RonIN: La Société Franr;aise en 1789, Plan 1980, Nota 26, p. 42: ( ... ) Por
lo que concierne al sector financiero, la distinción efectuada por Lüthy entre financieros
y banqueros me parece fecunda, «más que cualquier otra institución del Antiguo Régi.
men las finanzas de oficio eran un monstruo pesado e inadaptable que pertenecía a
otra época» (Lüthy), Los financieros no son característicos, en absoluto, de la: hurgue·
sía. Jaures habfa señalado que los fermiers généraux formaban «una fuerza social bíbri�
da en el punto de intersección del Antiguo Régimen y el nuevo capitalismo». (Nueva
 46 RENÉE BALIBAR - DOMINIQUE LAPORTE
�or los fermiers généraux no procedían del beneficio en cuanto éste es
[ una forma modificada de la plusvalía," sino del impuesto, que es una forma
económica distinta del beneficio.
Detrás de la «burguesía de finanzas» venía la hurgues/a comerciante,
particularmente floreciente en los puertos. Comerciantes y negociantes se
enriquecían con el comercio del café, algodón, vinos, y con la trata de .
esclavos negros. Como señala Soboul, fue entre este grupo donde se re­
clutaron principalmente los futuros dirigentes revolucionarios burgueses :
monárquicos constitucionales, y más tarde girondinos.
Pero el grupo potencialmente más importante estaba constituido por
la hurgues/a manufacturera. La manufactura, forma de empresa capitalista
típica de una formación social de transición, «crea circunstancias nuevas que
aseguran la dominación del capital sobre el trabajo»." A fines del siglo XVIII
se iniciaba en las nuevas industrias (especialmente en la metalúrgica, que
instalaba grandes empresas en Lorena y el Creusot) un proceso de concen­
tración industrial que hacía que se pasara de la manufactura a la fábrica
(usine).'"
edición de la Histoire socialiste de la Révolution Fran;aise, t. I, p. 1 13 ). Fuerzas
híbridas, tipos mixtos, combinación de fuentes de rentabilidad son, indudablemente, los
más extendidos en una sociedad donde el capitalismo no ha convertido, todavía, «la dig­
nidad personal en simple valor de interéambio» (MARX, Manifiesto del Partido Comu­
nista).
38. «En realidad, el beneficio es 1a relación de la plusvalía del producto con
el valor del capital total adelantado». (MARX: Historia crítica de la teoría de la
plusvalía,)
39. MARX: El Capital, t. II.
.Por «nuevas circunstancias» es preciso entender aquí fa no.propiedad absoluta de
los medios de producción que define la situación del trabajador en relación a los me­
dios de producción. Estas nuevas circunstancias p.o hacen más que -asegurar «la domi­
nación del capital sobre el trabajo», pero no la realizan por completo en la medida en
que 1a subsumdón real del trabajo bajo el capital supone -además de la no-propiedad
ya realizada en la manufactura- que se •retire al trabajador 1a capacidad de poner en
marcha, por sí solo, los medios de producción. Esta subsumción es llamada «real»
cuando está sometida así a esta doble determinación : es la del modo de producción
capitalista «propiamente dicho» (MARX) . La subsumdón «formal» será, entonces, la de
1a manufactura, en donde, individualmente, el regreso al oficio sigue siendo «posible»
(incluso si, tendendalmente) sucede lo contrario, es decir, el «paso» a la subsumción
real).
40. Cf. BRUNOT, HLF, VI, p. 381 :
«TALLERES, FABRICAS Y MANUFACTURAS. - La industria está en todas par­
tes donde se trabaja. Es decir que los talleres, comprendidos los talleres rurales, conti-
HACIA UNA PRÁCTICA COMÚN DEL FRANCÉS 47
En fin, la agricultura, sector clave de la economía francesa todavía a
fines del siglo XVIII, se transformaba también. Aunque la agricultura fran­
cesa no estaba estructurada según el modelo inglés, dicho de otro modo,
aunque el pequeño campesinado propietario ocupaba un lugar importante
-y lo seguiría ocupando largo tiempo aún-, el final del siglo XVIII marcó
la tendencia a la transformación capitalista de la agricultura. Granjeros aca­
paradores de arrendamientos de la Cuenca de París y ricos labradores-co­
merciantes especializados en la especulación con los . cereales iniciaban rela­
ciones de producción capitalista y con ello proletarizaban a una parte del
pequeño campesinado.
Todo este tipo de «empresarios» empezaba a realizar formas de explo­
tación capitalista. La transformación de las relaciones sociales que empezaba
a operarse así por efecto del desarrollo de la clase burguesa capitalista, las
núan siendo sus principales focos. De todos modos se efectúan agrupaciones más am­
plias, a sa:ber, las «manufactutas».
«Fabrique (Fábrica·) expresa siempre el «modo de llevar a cabo alguna obra», como
dice Savaty (*). De ahí ha surgido el verbo «fabricar», «traba:jar para hacer cierto
tipo de obras, como alfombras, tapices, sombreros, medias». De ahí, igualmente, la expre­
sión «lugar de fábrica», empleada- también por Savary. Pero muchas veces se encuentra
el término «fábrica», en especial entre los modernos técnicos, como «establecimiento
donde trabajan muchos obreros en un mismo tipo de obras».
«Manufacture (Manufactura) sigue un camino paralelo. Tierie, al principio, sentidos
muy amplios: «la "manufactura" más esencial. . . es decir, el cultivo de la tierra». Pue·
de decirse también, esta tela tiene una buena «manufactura», está bien trabajada (Sa­
vary); «manufactura» tiene ahí el significado de «fabricadóm>. Este significado se con-
. serva d1-:1rante largo tiempo: .«toda la manufactura» de la subsistencia y de la, riqueza
social llegarfa a decaer y desaparecer» (lvfirabeau, Les Economiques, 1769-71). Pero la
palabra ha tomado el significado de «lugar donde se manufactura». ( . . . )
En lo que se refiere a Usine (Fábrica), es una palabra que a fines del período que
nos ocupa- (siglo XVIII) está en pleno desarrollo. Ha sido importada del N.-E.1 país del
<{carbón . para fábrica»," ignoro en que momento preciso. En cua-lquier caso, un Decreto
del Consejo de 2 de agosto de 1732, habla de las «manufacturas», «fábricas» y forjas
de Charleville».
(*) Algunos datos sobre los Savary, que Brunot cita a menudo. Jacques Savary
(1622-1696) negociante y economista muy conocido por su obra titulada Le parfait né­
gociant (París, 1675) que completó en 1688 con la publicación de Parl!res ou avis et
conseils sur les plus importantes matil!res de commerce, Su hijo Jacqucs, llamado Sa·
vary des Brúlons (1675-1716), inspector general de manufacturas y de la aduana bajo
Louvois, es autor del Dictionnaire universel du commerce, d1histoire naturelle, d'art et
de métiers (1723), publicado póstumamcnte por su hermano (Louis-Philémon) que había
colaborado en la preparación de la obra.
 48
RENÉE BALIBAR - DOMINIQUE LAPORTE
nuevas formas de . explotación que ésta introducía, todo ello necesitaba un
cambio de la estructura estatal y la instauración de nuevas formas de incul­
cación ideológica, a través de nuevos aparatos, que sirvieran lo. mejor
posible para su dominación económica, en parte (pero sólo en parte) ya
establecida. Así es como la burguesía capitalista, transformando las rela­
ciones sociales, tendia también a modificarse según sus intereses el arma­
. herramienta lingüística. Disponía de ella introduciendo no sólo palabras
nuevas en relación con las nuevas prácticas (por ejemplo, comerciante [ com­
mer,ant] es una palabra que aparece en la segunda mitad del. siglo xvm),
sino también fundando una nueva práctica del francés opuestá a la de la
nobleza cortesana y a la de la burguesía aristocrática, y sobre todo invir­
y clases dominadas.
tiendo la relación de los intercambios lingüisticos entre clases dominantes
Así, la historia de la lengua se articula, según las leyes de su evolución
propia, con la «historia de la agricultura, el comercio y la industria». La
articulación se conoce mal porque este sector de las. ciencias de la lústoria,
en particular la lingüística histórica, está poco adelantado. Sobre este par­
ticular Brunot nos proporciona gran cantidad de documentos, todos alusivos
a la transformación operada, pero que no bastan por sí solos para definir
la naturaleza exacta de esta articulación. Pero más que nada, la distinción
de Bruno! entre sectores agrícolas, comercial e industrial, para el objeto
que nos ocupa, es una distinción ideológica. Si bien es cierto que se puede
hablar de sectores disiintos -y empíricamente observables- según que
se trate de las «revoluciones» en las técnkas agrícolas o de las primicias de la
concentración industrial, por el contrario no hay nada en ello que pueda
ser objeto de una distinción pertinente. La verdadera distinción que hay
que hacer es una dist_inción de niveles en la estructura social, una distinción
que marque los efectos lingüisticos de las transformaciones operadas en las
j,istintas instancias de la formación social, especialmente económica y jurí­
dico-política. En la práctica lendencialmente común del francés a fines . de1
[ siglo XVIII, la revolución burguesa marcará la preeminencia de los niveles 1
jurídico y político sobre los demás, produciendo así efectos de uniformación. . .
.
Pero sobre todo, la revolución política y cultural burguesa desarrollará una
. .
verdadera politic'i"aeTaTeiig-üZEsta política <leía lengua;·forma·TeEiér:··
venci6n c:lírecta ctef l"stado solíre la estructura de los intercambios lingüísti­
cos1_}e_ _b�_e_�parada -al menos en principio- de los efectos lingüísticos
realizados «indirectamente» por los demás nivelé,-··(económico y jurídico,
por ejemplo). Una cosa es intervenir dire¿¡;;;;:;enteenlas ..prádicas11rigiffs:
-ticas (por ejemplo, haciendo obligatorio el uso del francés), y otra cosa es
HACIA UNA PRÁCTICA COMÚN DEL FRANCÉS 49
1
que ciertos «factores materiales» (por ejemplo el desarrollo de los medíos
de comunicación) intervengan -sin que sea éste su primer cometido- en 1 /
los intercambios lingüísticos. La política burguesa de la lengua será estu-
diada en un capítulo especial, pero hay que dejar clara esta distinción para
poder captar la especificidad de la revolución político-cultural burguesa
en materia de lengua. La distinción, no obstante, sólo es válida a condición
de ·que separemos igualmente lo que, en cuanto efectos producidos por las
distintas instancias, depende del período prerrevolucionario, de lo que, por
el contrario, se inscribe dentro del proceso revolucionario o le sucede in­
mediatamente ( si es que el proceso revolucionario puede encerrarse entre
las fechas que se suelen atribuir a la Revolución burguesa). Y ello por
razones que se deducen no del respeto debido a la cronología, sino de la
nueva articulación de las instalaciones y de las transformaciones --cuando
no son destrucciones y reconstrucciones----,- que intervienen en el interior de
éstas por efecto de la Revolución burguesa. En efecto, y ya lo explicitare-
mos en un capítulo posterior, sólo la destrucción del sistema juridico propio
de la formación social del Antiguo Régimen y su sustitución por un
aparato jurídico nuevo que realice la ideología jurídica burguesa pueden
permitir las innovaciones y las transformaciones lingüísticas que ciertas
regiones de la economía (agricultura, comercio, industria) exigían al finali-
zar el Antiguo Régimen. Una decisión como _ la uniformación jurídieo-li!)::_
güístiea de los Pesos y Medidas por ejemplo; 'lue venía exigida por la
creaaón-de un -Ínercado.ruicíonarenFrancia, Pero- que a s�- vez permitía-su
esarrollo, sólo adía ser obra de un aparato ·ur' e -una ideología
jurídica burgueses.
Por el momento limitémonos a tomar de Brunot algunos hechos que
dan fe de las transformaciones que afectan a los intercambios· lingüísticos
ya al finalizar el Antiguo Régimen: son al mismo tiempo el anuncio de
transtornos más profundos.
En materia de agricultura Brunot registra la transformación extremada­
mente lenta del vocabulario agrícola. Aparece la « berengena» ( «aubergine»)
y algunas hortalizas nuevas; los procedimientos de explotación se modi­
fican: se substituye el «riego» («arrosement») por la «irrigación» ( «irri-�
gation»). Pero el principal fenómeno es que se siente la necesidad de cul­
tivar a otra escala que no sea la de la localidad, y entonces aparece el
obstáculo material de las lenguas regionales. Por consiguiente se trata de
superarlo.
En materia agrícola, las diferencias de expresión eran peores
 50 RENÉb BALIBAR - DOMINlQUE LAPORTE
que en otros campos ( . . . ). Es sobre todo en este terreno donde
los patois; tan distintos de una a otra parroquia, habían marcado
al francés con sus huellas.41 Los nombres con los que se designaba
al material, las faenas, productos, etc., variaban hasta el i!lfinito
No resulta exagerado decir que hablando de las cosas más sencillas,
:1 la gente se entendía poco y mal.
'. I1 ( ... )
No es preciso insistir sobre las molestias que resultaban de la ·
11 necesidad de interpretar a cada momento la nomenclatura: las
quejas al respecto se suceden de año en año. Rougiet--Labergerie,
que no por haber formado parte de las Asambleas es un I�cobino
de la lengua, se queja de ello en varias ocasiones. En un largo
artículo titulado Sobre el cultivo de la naba-turneps dice: «Me
creo en el deber de introducir esta denominación para distinguir
la naba, el colinabo o turnips de las distintas especies de nabos,
nabas, rábanos, rábanos silvestres, colinabos y turnips cuyas deno­
minaciones se cambian y confunden vulgannente. Es más impor­
tante de lo que se piensa dar a esta planta un nombre uniforme,
que sea generalmente conocido por los cultivadores franceses. En
efecto, unos conocen bien la naba, pero no saben lo que es el tur­
nips, otros conocen el turnips o turneps y no saben lo que es un
colinabo».(Ann. d'Agric., año VI, t. 1 .)42
De forma semejante, el sistema de intercambios comerciales y la prác­
tica de la lengua comercial se iban modificando. En materia de léxico,
Brunot anota algunos cambios de sentido de las palabras, ligados a la
transformación del sistema de intercambios. Hay palabras que alcanzan una
posición dominante (commercant y négociant), mientras que otras tienden
a perder consideración ( marchand y trafiquant); 43 aparecen nuevas palabras
41 . Rechazamos por entero, naturalmente, 1a idea que Brunot da aquí del «francés)>
{eterno), de los «patois» y de sus «huellas».
42. HLF, IX, pp. 1129-1 130. El subrayado es nuestro.
. 43. Cf. BRUNoT, HLF, VI, pp. 303 y ss. : COMMER(:ANTS, MARCHANDS,
NÉGOCIANTS, TRAFIQUANTS. - «Commer,ant» (Comerciante) es una palabra nue­
va de aquel tiempo. Voltaire, tan purista, la utilizó numerosas veces. Además fue acep­
tada por la Academia en 1740.
«Commen;ant» (Comerciante) no ha desplazado, sin embargo, a marchand (mercader)
Y négociant (negociante). Estos términos pueden ve.rse utilizados, todavía, en las obras
de los economistas ; no obstante, intentan establecer sus diferencias.
Los «mercaderes», (marchands) en opinión de Cantillon, son «aquellos que com-
HACIA UNA PRÁCTICA COMÚN DEL FRANCÉS 51
y nuevas acepciones de pabbras: «cautionneurs» (fiadores), «agences et
. bureaux d'affaires» (agencias y despachos de negocios), «entrepóts réels
et fictifs» (almacenes ), «prospectus» (prospecto), «commis voyageur» ( via­
jante de comercio), e.te.
Pero más . qµe estas innovaciones y transformaciones lexicológicas, lo
que debe ser subrayado como efecto lingüístico del desarrollo del comercio,
es- la transformación del sistema social de intercambios lingüísticos. El des­
arrollo del gran comercio, la conquista del mercado interior por parte de
la burguesía, en una palabra, la creación de un mercado nacional de productos
y de fuerzas de trabajo, supone unos medios que aseguren la circulación
de las mercancías, supone un desarrollo de los medios de comunicación, es­
pecialmente entre las ciudades interiores y los puertos. De ahí el auge de
la red de carreteras en el siglo xvm : en 1789 . existían 40.000 kilómetros
pran los géi:ieros y materias agrícolas para trabajarlas y venderla;:; a medida que los
habitantes tienen necesidad de ellas» (cita como ejemplo a los panaderos, carniceros).
«Se llama '(negociante", dice por su parte Pinczon du Sel dés Monts, aquel que
vende en cajas, balas o piezas enteras. Del mismo ffiodo se denomina· al banquero, cuya
función es cambiar papel por plata o por otro papel, para facilitar el pago en un país de
lo que se ha quedado a deber en otro. Se considera, por fin, " negociante" al que im­
porta al interior del reino géneros extranjeros y al que exporta el exterior los del pro­
pio país» ( . . . )
Condillac, por su parte, entiende los términos traficante y comerciante de modo dis­
tinto al de los Fisiócratas. Para él comerciante es el término general; traficante se apli­
ca a u n merc·a<lér que realiza múltiples intercambios en países diversos. El llamaría
, traficante a un mercader cuando, por una serie de intercambiÓs, llevados a cabo en di­
versos países, parece comerciar con todo. .. El traficante se llama negociante cuando,
habiendo convertido el comercio en un asunto de especuladón, observa sus aspectos,
combina las circunstancias, cálcula fas ventajas y los inconvenientes.
. . . Todos estos tipos se comprenden bajo la denominación de comerciante.
. . . No se trataba. tan sólo de poner las palabras de acuerdo con las teorías especula­
tivas r sino de anular escrúpulos, y algunos pensaban poder lograr, alejando a los jefes
de las grandes empresas de los Messieurs Jourdain de fa rue Saint Dennis, que acce!­
diera a los negocios una · clase a la que sus tradiciones y prejuicios mantenían alejada.
Tras este esfuerzo y gracias a él (Brunot previlegia aquí ideológicamente a los poderes
del espíritu) de entre la niebla que todavía reina, dos nombres se levantan por enci­
ma de los otros y dominan: comerciante y negocícmte. «Existen naciones, dice desde­
ñosamentc el marqués de Mirabeau, que no poseen más que el Comercio mercader, al
que llaman Comercio». Y tras de las palabras se transparenta la idea: Francia debe
tener otra- cosa. Así puede verse a los contemporáneos hablando del «espíritu negociante
y ciudadano». Por otra parte, existen dos palabras que tienden a estar desacreditadas:
mercader y traficante.
 52 itENÉE BALIBAR - DOMINIQUE LAPORTE
de carreteras, y otros tantos estaban trazados o en vías de construcción.44
Como medio de circulación, y por tanto, como factor de unificación, este
.
esarrollo de la red de carreteras tuvo unos efectos lingüísticos bastante
[:atables. Brunot no vacila en comparar estos efectos a los que produjo el
acimiento de la imprenta:
g LA LENGUA CIRCULA POR LAS CARRETERAS. - An,
ti uamente la imprenta había tardado mucho tiempo en producir
sus efectos. Si bien ya a primera vista se ve cómo sirvió al pen­
samiento, hay que reflexionar para comprender por qÍié cambió
el carácter de la lengua, turbó su. evolución interna y aume<ttó su
importancia en el reino. Lo mismo ocurre con las carreteras. Sus
ventajas económicas y políticas pronto fueron manifiestas. Su in­
fluencia sobre el lenguaje fue menos rápida, menos directa: pero
no por ello fue menor. Fue la red de carreteras lo que proporcionó
el gran instrumento de penetración a través de los campos. Al cons­
truirla, la monarquía, sin buscar este resultado, sin siqufot8Pre­
verlo; sérvía por segunda vez a la lengua con todo SU_j>Oder. Cuan-
do en ·otro tiem o .rd.enó hacer las escrituras administrativas y
¡ * * *
. Ju iciales en francé�, aseguró la victoria sobre el lat�n; _al crear
los caminos en el siglo xvm, estaba preparando la v1ctor1a sobre
·
fos 1d10mas hablados.48 _.•,
Brunot cita también numerosos testimonios que confirman sus afirma­
ciones, especialmente entre los corresponsales de Grégoire, quien el 13 de
agosto de 1790, había iniciado una gran encuesta sobre el estado lingüís­
tico de las provincias.
Entre estos abundantes testimonios:
La lengua francesa sólo es de uso en las principales ciudades,
en las rutas de comunicación y en los castillos. (Limoges, Amigos -
de la Constitución, Cartas a Grégoire. )"
En cuanto al municipio de Ruán, todo el mundo habla exclusi­
vamente el francés; las frecuentes relaciones que necesita el co­
mercio, los desplazamientos y las cotidianas mezclas de individuos
44. P. LÉoN y C. CARRIÍ:.RE: «La Montée des structures capita.Jistes» 1 en Histoire
t. 2.
économique et sociale de la France,
45. HLF, VII, p. 228.
46. HLF, VII, p. 229.
HACIA UNA PRÁCTICA COMÚN DEL FRANCÉS 53
que provoca la industria manufacturera no permiten que se con­
serve ningún idioma local, que predomine ningún dialecto, que se
introduzca ningún patois ajeno. Todos los acentos, todas las varia­
ciones de expresión se funden necesariamente en la lengua nacional,
que se convierte para los forasteros en el regulador único del
lenguaje. '(Prefecto del Sena Inferior, Carta.)47
Así pues, el papel de los medios de comunicación en una formación
social no se puede reducir a su función inicial, de dominante económica.
Producen unos efectos que ·podríamos llamar «secundarios» en relación con
aquella función inicial, pero que no por ello son menos determinantes:
Marx ya había subrayado los efectos de cohesión politica que produce his­
tóricamente su desarrollo." Pero el aspecto lingüístico resulta ser tanto más
importante cuapto que constituye con toda evidencia- la oondki6o material
de posibilidad de los efectos olíticos
g e 'd ' · ia de unifica­
ción; en os a ores del nuevo ré imen era un arma de peso en manos de
aquellos que, en Francia como en otras partes, iban a transformar la base
del sistema.
Pero para explicar realmente la transformación que afecta a la estruc­
tura de los intercambios lingüísticos, no son suficientes estas constataciones
parciales sobre la propagación del francés en Francia a fines del siglo XVIII.
. Estas constataciones podrían hacer creer que el problema de las comunica­
ciones era principalmente técnico, planteado ocasionalmente por motivos de
comodidad entre comerciantes y clientes en los comercios, entre comercian�
tes de ciudad a ciudad, etc. Estos motivos existen con su importancia
propia, pero son secundarios, están sometidos a causas que se resisten a la
obse.rvaci6n empírica.
Pues sentar como hipótesis que la uniformización lingüística es un efecto
del modo de producción capitalista no es en modo alguno «traducir» en
términos pretendidamente «marxistas» la idea, aceptada por todos o casi
todos, de que los factores sociales «influyen» sobre la lengua. En efecco,
las «influencias» incitan a pensar la «historia de la lengua» (que no es
47. [bid., pp. 1129-1'130.
48. En el Manifiesto: «La unión que los burgueses de la Edad Media tardaron si- ]¡
glos en conseguir, con sus caminos vecinales, los proletarios modernos, con los ferroca­
rriles, la realizarán en al gunos años». _
54 RENÉE BALIBAR - DOMINIQUE LAPORTE HACIA UNA PRÁCTICA COMÚN DEL FRANCÉS 55

nuestro objeto, suponiendo que la «historia de la lengua» sea un proyecto plícitamente como tal, son también efectos, y conviene interrogarlos como
teóricamente pensable), o más bien la historia de las prácticas lingüísticas, tales, e& decir, en tanto que producidos por causas más generales, sobre las
según una perspectiva evolucionista y según el modo de acumulación; así, ,-!;uales sólo el materialismo histórico puede aportar las aclaraciones necesa-
la lengua se iría «enriqueciendo» al ritmo de los progresos técnicos y so­ rías para uria auténtica explicación materialista. En consecuencia, estos fac­
)
ciales. Pero este tipo de perspectiva de los · fenómenos lingüísticos no da tores citados por Brunot como causa de la uniformización, en nuestro tra­
cuenta al menos de dos problemas esenciales que plantea el acercamiento \ bajo no pueden reivindicar otro título que el de una fase descriptiva; ocupan
histórico a los hechos lingüísticos. ¡ un amplio y legítimo lugar como documentos, pero en un momento dado
Pues en primer lugar éstos no se dejan reducir a una «historia», aunque Ldeberán dar paso a otro tipo de explicación, a la c¡ue servirán de base.
sea evolucionista, de la lengua, sino que remíteri a prácticas lingqísticas, a
las que hay que preguntar su función en el seno de la formación social si
queremos pronunciarnos sobre su «contenido» (¿qué lengua?). .,._
Y en segundo lugar, las relaciones que mantienen por un lado la len­
gua y las prácticas sociales, y por otro la estructura social no son concebi­
bles como el producto de un determinismo mecanista puro y simple; tam­
poco son pensables de un modo piramidal (entonces la cúspide estaría
ocupada por la lengua y por las prácticas que permite) que deje a un lado
la eficacia propia de las prácticas lingüísticas en la formación social ( sobre
las demás prácticas).
En fin, que la uniformízación aparezca como una necesidad técnica, tal
como da a entender Brunot, en la agricllltura, el comercio y la industria,
no debe servir para ocultar otras causas al menos tan determinantes. Pues
existe -en la exhibición .de fenómenos materiales tales como los que des­
cribe Brunot- el peligro de caer en una· explicací6n falsamente materialista,
una explicación :de tipo sociologista, que atribuiría a factores <<rriaterialés»
(la materialidad de los arados o de los producías intercambiados) la causa
de la transformación operada en los intercambios lingüísticos, en lugar de
considerar estos mismos factores como efectos del desarrollo del modo
de producción capitalista.
· Por lo tanto, describir estos factores no es tampoco simplemente leer,
por transparencia o en su transcripción fenoménica, la · «realidad» de los
intercambios lingüísticos en una formación social en la que el modo· de pro­
ducción capitalista empieza a ser el modo de producción dominante. Estos
factores, que poseen la materialidad ilusoria 49 de todo lo que se ofrece ex-

49. Lo que no quiere decir que los carruajes, los caminos o los produCios inter­
cambiados sean «ilusí6n de materia>> (mandemos a Berkeley a su di6ccsis) sino que su
exhibición únicamente como factores materiales, y por lo tanto absolutamente dctenni­
nantcs,: produce una explicadón :ilusoriamente matcri'alísta.- Lo que está: lejos de ser lo
mismo. No basta, por ejemplo, decir que existen productos que se intercambian, o
enumerar su lista, para producir una teoría (materialista) del intercambio de mercancías.
 ill

Causas de la
uniformación lingüística
 ¿De qué causas depende eri último término el proceso de uniformación
itiiciado al finalizar el Antiguo Régimen? Esta pregunta no «repite» el
objeto del análisis descriptivo que acabamos de esbozar, sino que designa
otro «lugar», que es el de la determinación de los «factores materiales»
de la uniformación anteriormente descritos. Este <<lugar» no es más· que la
apanc10ri, en el mterior de la formac1on social pretapitalista del Anuguo
Reg1men, de umtendencia que traba'a · en la constitución de la forma na­
ción... En otro capítulo estudiaremos cün mas eta e esta orma SOciaC
�característica del «paso» al capitalismo, pero que «dura» bajo el modo
de producción capitalista. Por el momento, baste con decir que la forma
nación .representa la,--combillación,
, -- en la formación social, de tres e1emen.tos:
,

un mercado· nacional- <<interior», una lengua común, y un Estado nacional

centralizádo. En lo esericial, nuestro estudio Se ceñid en este capítulo a
dos de estos factores, y a las relaciones que mantienen: mercado nacional y
lengua coinún:
¿Qué es el «mercado nacional» y en qué interesa a nuestro objeto? Un
mercado nacional no se reduce a sus «aparie·ncias», que son ·las de Iá circula�
ción de productos en un espacio cercado por fronteras. Supone ante todo
que esto;, 'productos se hayan convertido en mercancias, y' sobre tÓdo que
incluyan las fuerzas de trabajo, que aparecen igualmente como mercancías
en el mercado ( de trabajo). A causa de su claridad y rigor tomamos a
Lenin esta' definición:

El mercado interior aparece cuando aparece la economía de

mercado: es creado por el desarrollo de esta economía de mercado
y el grado alcanzado por la división social del trabajo determina la
 60 RENÉE BALIBAR - DOMINIQUE LAPORTE
importancia. de este desarrollo; se extien4e cuando la economía de
mercado pasa de los productos a la fuerza de traba¡o, y sólo en la
medida en que ésta se transforma en mercancía el capitalismo abra­
za toda la producción del pals, desarrollándose esencialmente para
los medios de producción que, en la sociedad capitalista, ocupan
un lugar cada vez más importante. «El mercado interior» del capi- .
talismo es creado por el capitalismo mismo, que al desarrollarse,
profundiza en la división social del trabajo, dividiendo a los pro­
ductores directos en capitalistas y obreros. El grado de. desarrollo
del mercado interior es el grado de desarrollo del capitalismo en
el pals."' " Del mismo modo, el sistema de Pesas .Y Medidas constituía un obstáculo
·� La constitución del mercado interior es pues un proceso tendencial que
( aparece cuando aparece la economía del mercado y que sólo adquiere su
forma capitalista «acabada» (precisamente como mercado nacional) con el
tipo especial de división de trabajo que caracteriza el. modo de producción
L capitalista. Pero las condiciones que permiten el desarrollo de un mercado
nacional --capitalista- no dependen única y enteramente de la «infraestruc­
tura», sino .también de la _superestructura jurídico-política, la cual incluye
también un aspecto jurídico-lingüístico de este proceso tendencia!, que hace
\ ( ir a la par la constitución de un mercado nacional con la uniformación
, lingüística. Para poder analizar la uniformación lingüística en cuanto elemen­
to del proceso de constitución de la forma nación, hay que examinar el
aspecto jurídico de los dos elementos constitutivos del mercado nacional
(productos y fuerzas de trabajo), a saber, .la libre circulación de mercanc/as
y el libre contrato. Ambos serán sucesivamente objeto de este capítulo.
1. UN ELEMENTO DEL PROCESO DE CONSTITUCIÓN DEL MERCADO NACIONAL:
EL ASPECTO JURÍDICO-LINGÜÍSTICO DE LA LIBRE CIRCULACIÓN DE MERCAN­
CÍAS. UN EJEMPLO: LAS PESAS Y MEDIDAS
Ya hemos visto que al finalizar el Antiguo Régimen, cierto número de
condiciones económicas y «técnicas» se hallaban reunidas para realizar un
mercado nacional, o más exactamente, de dimensiones nacionales. Así, la
red de carreteras, efecto del desarrollo de los intercambios comerciales en
el interior del país, iba a su vez a reforzar la tendencia, acelerar el proceso
50. LENIN: El desarrollo del capitalismo en Rusia, op. cit., t. III. Cap. I. El
subrayado es nuestro.
CAUSAS DE LA UNIFORMACIÓN LINGÜÍSTICA 61
de realización del mercado nacional, y al mismo tiempo reforzar y acelerar
la tendencia a la uniformación lingüística. Pero mediante un proceso de
acumulación de factores materiales sólo de este tipo no podía constituirse
un mercado nacional capitalista: las estructuras jurídicas y políticas del
Antiguo Régimen se oponían a ello. En efecto, la constitución de un mer­
cado nacional supone la libre circulación de �ncías (no sólo la libre ·
circulac1on de proctuctos, sino también --como veremos más adelante- la
11bre circulación interior de fuerzas de trabajQ). Pero la libre circulachln
interior se. veía impedida jurídicamente (y en consecuencia, era económi­
camente difícil y costosa) por la existencia de peajes y aduanas int�1
a la libre circulación'7-·1a antigua nomenclatura, no sólo obedecía a las leyes
,de la disparidad de iéllomas,sino __'NLeJ:ª cosa frecuente que una misma
palabra tuviera en regiones enteras si,t�_ distintos.52 Aunque la acti­
vidad de los pequeños comerciantes -los que trataban con los productos
de la tierra o servían de intermediarios entre los trabajadores locales (anc­
sanos o campesinos que trabajaban además como artesanos) y los comercian­
tes de la ciudad vecina- podía acomodarse a estas disparidades regionales,
es evidente que no podía ocurrir lo mismo con.,.....los crrandes ...-.------- �-
comerciantes
1.:l:..::.-----.-.
lo �!!':_bres_ck_n.�cio� El gran comerciante a escala nacional exigía a
'corto o largo plazo la destrucción de la antigua nomenclatura, y su substi­
tución por un sistema de normas más racional, no en función de «la Racio�
nalidad» en abstracto, sino de una racionalidad determinada, por estar «adap­
tada» a las nuevas formas de relación comercial' dicho de otro modo ' a la .
libre circulación de mercancías.
Pero ni los peajes ni las aduanas interiotes, ni el anárquico sistema de
Pesas y Medidas, a pesar de las quejas y reivindicaciones de que eran
objeto, podían verse relegados poco a poco a los desvanes de la historia,
51. Para no dar más que un ejemplo, en el siglo xvm existían 30 peajes entre
Lyon Y Arles. En la Histoire économiqtte et sociale de la france, Pierre LÉON y Char­
les CnARRIERE señalan: «A medida que el siglo xvrrr avanza, fas quejas se hacen más
vivas y la batalla contra los· peajes es ardientemente conducida por los industriales, que
ejercen sobre el gobierno una dura presi6n» (Op. cit., p. 178).
52. Talleyrnnd que presentó, en mayo de 1790, el primer informe sobre la nece­
sidad de uniformar las Pesas y Medidas, describía así la situación: «La ínnumerabl(j
variedad de nuestras pesas y medidas y sus extrañas denominaciones llena.o, inevita­
blemente, de confusión las ideas, y dificultan el comercio. Pero lo que resulta en es­
pecial una fuente de infidelidades, no es t¡into esta diversidad, sino la diferencia de hs
cosas bajo la uniformidad de los nombres. Tal barullo ... es siempre una trampa. (Cita
do por BRUNOT, HLF, IX, p. 1148,)
 62 RENÉE B,6.LIBAR - DOMINIQUE LAPORTE CAUSAS DE LA Ul'(IFORMACIÓN LINGÜÍSTICA 63

donde les habría llevado ineluctablemente por «comodidad» el eterno dis­ to que de momento es el primer aspecto (la libre circulación de mercancías)

1 pensador de todo bien (no Dios, también eterno y dispensador, sino su

tigura laica, una de s�s figuras: «e� Pr�greso» ). La coe�i�tencia (pacífica,
_
pero no por mucho tiempo) en el mter10r de la formacion social de los
lo que constituye el objeto de nuestro análisis, volvamos a él desde la
óptica de los hechos.
El obstáculo de los peajes y aduanas interiores fue abolido por la Re­

riores (octubre de 1790), de los arbitrios y «aides» (marzo de 1791) asegu­

últimos tiempos del Antiguo Régimen, de al menos dos modos de próduc­ volución: la supresión de la gabela (marzo de 1790), de las aduanas inte­
ción (MP «feudal» 53 y MP capitalista) reproducía cierto tipo de desfase
entre las formas y prácticas económicas y las formas y prácticas jurídicas raron en gran parte las condiciones jurídicas de la libre circulación. Pero
/ de la formación en cuestión. En el caso que nos ocupa, ello se traducía en ya hemos visto que la intervención del derecho en este proceso incluía

con este término es no tanto los efectos lingüisticos de la intervención del

el hecho de que las antiguas formas jurídicas y políticas obstaculizaban la · igualmente un aspecto jurídico-lingüístico. Lo qué tratamos de designar

derecho en la práctica económica (efectos que sin duda existen), como la

libre circulación de mercancías, y por tanto la constitución de ú·n mercado
nacional.54

económicas se vean reunidas para que quede asegurado ipso facto el predo­
--:-..
Esto significa, entre otras cosas, que no basta con que las condiciones
minio del nuevo modo de producción; al contrario, estas condiciones depen­
den de una pluralidad de prácticas e instituciones (no todas del mismo
forma histórica de la realización del derecho, que será llamada «jurídico­
lingüística» con ciertas condiciones. Al hablar de lo «jurídico-lingüístico»
no pretendemos construir un objeto teórico, ni pretendemos hacer creer
en la existencia de una supuesta «región» de la instalación jurídica que

blema, '.ratando de desentrañar qué es lo que· une el proceso de instauración

nivel), dotadas cada una de eficacia propia, y en las que la práctica jurídica sería «localizable» espacialmente, sino que designamos el lugar de un pro- -i
\
y la exzstencza de una lengua llamada común, a la existencia de una ideo­
puede ocupar, en ciertas coyunturas, un lugar determinante ( especial y

logía y un aparato jurídicos burgueses. El ejemplo de las Pesas y Medidas, j

prmcípafmente por su función de intervención en la práctica económica).

dominante (aquí, el MPC, que tiende a ser dominante) puede revolucionar

Únicamente la clase dominante en el modo de producción tendencialmente
en provecho propio las formas y prácticas jurídicas, y transformar conse­
cuentemente las formas y prácticas de intervención del derecho en la
práctica económica,
En el caso de la formación social francesa de fines del siglo xvm, fue
la Revolución la que, al imponer el derecho burgués, aportó las condiciones
jurídicas de desarrollo del mercado naci�nal en su forma capitalista (por
f, otra parte, en sentido estricto, no existe un «mercado nacional» anterior a
dicha forma). En una palabra, la Revolución burguesa «irtumpe» en la
1 práctica económica autorizando la libre circulación y el libre contrato. Pues-
cuya nomeoclatura durante el Antiguo Régimen fue identificada como un
obstáculo para la libre circulación interior, nos hará comprenderlo mejor.
En mayo de 1790, la Asamblea Constituyente había creado una Comi­
siónde Pesas y Medidas. Apenas un año después, el 26 de marzo de l 79L
éstaadoptaba. los principios del nuevo sistema basado en la medida del
meridiano terrestre y el cálculo decimal. Pero no fue sino el . 1 de agost;
de 1793 cuando el decreto que daba validez al nuevo sistema y a la co­
rrespondiente nomenclatura fue votado por la Convención.
Encontraremos un ejemplo de soporte ideológico de los intereses de
la clase dominante y de su política de uniformación de Pesas y Medidas

temporal de Pesas y Medidas a un artículo aparecido en la Feuille du Cultiva­

en el documento que citamos más abajo. Es una respuesta de la AgenC:a

teur, que discutía la nueva nomenclatura, aunque aceptaba el principio mis­

53. Entrecomíllamos «feuda.J» pues este no es el lugar para intentar resolver el
problema que supone la discutible unidad de las formas precapitalistm de prodttcci6n/
explotaci6n del trabajo, en la Ftancia medieval y bajo el Antiguo Régimen.
54, Añadamos de pa:so que la drculaci6n de mercancías está implicada, a la vez, en mo de la uniformación y el sistema adoptado.
el modo de producción capitalista y en el modo de producción «feudal», pero de acuet·
do con modalidades contradictorias (por ejemplo, con funciones distintas: la circulación La Convención ... no se imaginó en absoluto que la parte me­
del excedente agrícola contra la producción artesa:nal del modo de producción feudal
nos instruida y más numerosa de ciudadanos se acostumbraría de

alguno sobre la lengua hablada. Es posible que el doble metro se

se opone a la circulación de mercancías como rea-lización del capital del MPC). No
golpe a las denominaciones decretadas. La ley no tiene poder

llame aún durante largo tiempo nouve/le toise en París, nouvelle

hay pues sólo desarrollo de la circulación mercantil ·en Ja. formación social, prefigurando
el MPC y superando diversos obstáculos, sino contradicción en el mismo desarrollo
de 1a circulación mercantil.
1
¡
1
l
 64 RENÉE BALIBAR - DOMINIQUE LAPORTE
canne en Montpellier, nouvelle gaule en Nantes, y en otras partes
nouvelle brasse, igual que es posible también que nada de esto
ocurra, y que los ciudadanos, que a menudo sólo están faltos de
luces porque nadie se ha tomado la molestia de instruirles, · adop­
ten más fácilmente de lo que se piensa los nombres metódicos, tal
como han adoptado los de ¡urado, departamento, sección, distrito,
escrutinio, y otros que no eran más conocidos ni más fáciles de
recordar.
Por lo demás, no es en modo alguno esta adopción lo que
decidirá el éxito de la operación; si para lograrlo hubiese sido
preciso poder mandar sobre el lenguaje vulgar, tampoco l;ubiéra­
mos tenido ninguna seguridad, por pocas palabras que hubiéramos
1
introducido; pues éstas habrían sido nuevas para gran parte de
Francia, y el público habría sido dueño de emplearlas o recha­
zarlas.
Lo que importa es que la lengua escrita sea correcta, es que¡
no haya el menor equívoco en las obras destinadas a la instruc-
ci6n, en las transacciones entre particulares, en las actas emanadas
j intercambio comercial debe ser la misma para el comprador y el vendedor.
de la autoridad pública, en una palabra, en todo lo que se redacta
¡Jor escrito...
(Estas denominaciones) no hay que enseñárselas a todas las
mujeres y todos los mnos de Francia a la vez; antes que nadie
tienen que saberlas los magistrados, los hombres de leyes, los agen­
tes del gobierno, los encargados de obras públicas, los maestros. El
tiempo necesario para este estudio es· el que se precisa para leer
un vocabulario de cuatro o cinco páginas. Este vocabulario, que
cuesta cinco sueldos, será distribuido. Además, como el nombre
de las medidas debe estar grabado en cada una de ellas, la instruc-
ción estará en todas partes, en las tiendas, en el mercado, en la
( taberna. No se podrá hacer un acta, cerrar un trato, dar un reci­
bo, sin hacer uso de las expresiones consagradas por la ley. Se
i grabarán en la memoria de forma casi involuntaria. El pueblo
aprende deprisa y recuerda con facilidad lo que le interesa saber.55
Las conclusiones que se desprenden de esta decisión política de los revo­
lucionarios burgueses, en lo que se refiere a nuestro obieto, son de dos
55. La Feuille du Cultivateur, 7 term. año III, t. V, p. 258, n.'' 44; citado por
BRUNOT, HLF, IX, 2, pp. 1156-1157. El subrayado es nuestro,
65
CAUSAS DE LA UNIFORMACIÓN LINGÜÍSTICA
órdenes. Afectan ante todo a los efectos lingüísticos, más exactamente 10s
efectos (de uniformación) en las prácticas lingüísticas: el metro, el litro,
el gramo lograrán no sólo que «el mundo de los comerciantes pueda ...
tener un único lenguaje; para las transacciones que exigen más que la gente
se entienda :n;iejor»,56 sino que serán -por sí mismos ......:...aunque a más largo
plaz.o y a pesar de las resistencias encontradas al principio-- soportes de la
uniformación lingüística desbordando ampliamente el marco del comercio y
,
contribuyen�o así a la práctic� generalizada del francés. Por otra parte estos
hechos atestiguan que una practica de la lengua uniformada debe ser una de l
las condiciones de realización del derecho burgués. Si la pluralidad de dere,_
chas locales se acomodaba bastante bien a las disparidades -regionales_en_
materia de lengua, no ocurre otro tanto con un derecho que cubre con su
«esencia» y su función «i ualitarias» el conjunto del territorio nacional. Se
crea una lengua del derecho (el «metra>>, el «gramo», e << itro» no son
puros instrumentos técnicos, también son, como instrumentos de la medida,
una de las condiciones jurídicas del intercambio, y al mismo tiempo un
instrumento de control jurídico y administrativo), que en los términos del
No obstante, si no fuéramos más allá, no habríamos avanzado mucho
en la investigación de las causas que determinan -en última instancia la
uniformación lingüística. En efecto, si hiciésemos abstracción de los efectos
de uniformación producidos en el sistema de intercambios lingüísticos por
la uniformación jurídico-lingüística interna al derecho, se podrfa sostener,
sobre la. base de una identificación de los intereses de la clase dominante
con l?s ? bj�tivos declarados en sus propios discursos, que el aspecto juri­
, , ,
d1co-hngu1st1co del derecho solo apunta a los prácticos del derecho ( que por
otra parte dejan de ser lo� prácticos que eran en el Antiguo Régimen),
aquellos a los que la Agencia temporal de Pesas y Medidas atribuía la ex­
clusiva d la práctica jurídico-l!ngüística: «(Estas denominaciones) no hay
.'.' ,
que ensenarselas a todas las mu¡eres y todos los niños de Francia a la vez·
antes que nadie tienen que saberlas los magistl'ados, los hombres de leye:,
los agentes del gobierno ... »57 Semejante interpretación podría llevar a pen­
sar en las prácticas lingüísticas impuestas por la Revolución burouesa como
en prácticas de las que estarían excluidas de nuevo las grand;, masas a
pesar que el sistema de intercambios lingüísticos fue objeto de un «des;la­
zamiento» (los prácticos del Antiguo Régimen «cedieron el paso» -es decir
56. La Fcui!le du Cultivateur op., cit.
57, Op. cit.
 1
J
66 RENÉE BALIBAR - DOMINIQUE LAPORTE
el poder- a los prácticos burgueses, sin que ello afectara la naturaleza
ni la función de los intercambios lingüísticos ni las relaciones de dominación
que se desarrollan en su seno; sin que ello afecte al sistema en sí), cuando
en realidad fue el sistema en sí lo que se vio profundamente tr.anstornado
y modificado. En una palabra, ello acreditaría la tesis según la cual el fran­
cés de la uniformación es el «francés burgués», el frances de la burguesía.
En realidad, tal como iremos viendo, la cosa no es tan simple.
Y si la cosa no es tan simple, es porque sostener semejante tesis ( digá­
moslo ya: semejante equivocación) sería, no exponerse a olvidar,. sino olvi­
dar a secas, que el desarrollo de un mercado nacional, incluso en �u aspecto
jurídico-lingüístico, no pone en juego únicamente a los «libre cambiai!ores»
de produ ctos, sino también, y de forma más fundamental, puesto que ello
{ lo que da su especificidad al mercado nacional (capitalista), a los trabaja­
es
dores, que se encuentran
. situados dentro del mercado como vendedores de
su fuerza de trabajo. Dicho de otro modo, y para introducir brevemente lo
que sigue, hemos tratado el aspecto jurídico-lingüístico del proceso de cons-
titución del mercado nacional únicamente desde el ángulo de la libre circu­
lación de mercancías, pero ahora es preciso abordarlo desde otro punto
de vista, igualmente determinante y decisivo, el de la relación jurídica que
se establece entre el vendedor y el comprador de la fuerza de trabajo en
·I "
la forma del libre contrato.
Para hacerlo es nece¡ario recordar sin ta rdanza uno de los principio
.
fundamentales del modo de producción capitalista.
�
' burguesa de la libertad), pues lo propio del derecho es justamente realizar
2. LA UNIFORMACIÓN LINGÜÍSTICA COMO EFECTO DEL TRABAJO ASALARIADO:
EL ASPECTO JURÍDICO-LINGÜÍSTICO DEL LIBRE CONTRATO
Leemos en El Capital:
La transformación del dinero en capital exige pues que el po­
seedor de dinero encuentre en el mercado al trabajador libre, y libre
desde un doble punto de vista. Primeramente el trabajador debe ser
una persona libre, que disponga a voluntad de su fuerza de traba­
jo como de una mercancía propia; en segundo lugar debe carecer
de otra mercancía para vender; ser, por así decirlo, libre de todo,
completamente desprovisto de las cosas necesarias para la reali­
zación de su poder de trabajo.58
58. El Capital, l. ], 2.' secd6n VL
CAUSAS DE LA UNIFORMACIÓN LINGÜÍSTICA 67
Recordemos ahora que Althusser, al preguntarse sobre la función de
clase de la ideología, definía así la ideología burguesa de la libertad:
En la ideología de la libertad, la burguesía vive así exactamente
su relación con sus condiciones de existencia: es decir su relación
reaI (el derecho de la economía capitalista liberal) pero investida
en una relación imaginaria (todos los hombres son libres, incluidos
los trabajadores libres). Su ideología consiste en este juego de pa­
labras sobre la libertad, que revela tanto la voluntad burguesa de
engañar a sus explotados («¡libres!») para mantenerlos bien suje­
tos con el chantaje de la libertad, como la necesidad de la burgue­
sía de vivir su propia dominación de clase como libertad de sus
explotados."
La libertad, que junto con la «igualdad» y la «fraternidad», adorna el
arquitrabe de la República democrática burguesa, es una ficción necesaria de
la ideologia jurídica inscrita en el derecho burgués, y como tal, invariable­
mente reproducida en la sucesión de constituciones republicanas. Decir que
esta libertad es una ficción necesaria de la ideología jurídica no significa
decir que la libertad burguesa no es más que una ,,ficción» (lo que supon­
dría que el derecho es puro artificio), ni siquiera que es una «falsa» libertad
(lo que supondría una esencia «verdadera» de la libertad, cuando la liber­
tad apuntada nunca se ve mejor «expresada» que en la ideología jurídica
· eh la práctica esta «ficción» de una manera que no tiene nada de ficticio,
puesto que es necesaria. EHo significa a la vez que el derecho no es ideologia
pero que no puede existir sin ideología, sin presentarse como realización del
su propia ideología."'
1: La .trilogía «libertad-igualdad-fraternidad», no oculta simplemente la ver­
dadera naturaleza del proceso de trabajo, sin.o que permite su funciona­
miento, y rea]iza la dominación burguesa en una forma (política y jurídica)
democrática, unificando a los «individuos libres» e «iguales» (pero iguales
· de derecho, sólo de derecho, es decir, desiguales de hecho) en el Estado-
1 Nación.61
_
l..
59. Pour Marx, pág. 241. Edici6n castellana citada,
60. La ideología jurídica es indispensable para el funcionamiento del derecho. Cf.
EDELMAN: Le Droit saisi par la Photographie, Ed. Maspéro, passim.
61. Cf, Constituci6n de 1795, Artículo 3.º. - La· igualdad consiste en que la ley
sea igual para todos, tanto si protege como si castiga.
 68 RENÉE BALIBAR - DOMINIQUE LAPORTE
La libertad de disponer de su fuerza de trabajo, a la que se encuentra
reducido el trabajador, libertad sancionada por el derecho y transformada
por la ideología jurídica en libertad abstracta, en expresión de un poder
humano universal, es una de las condiciones esenciales del modo de pro-
ucción capitalista. Supone un sistema de relaciones jurídicas, cuyos compo­
entes esenciales son el derecho a la propiedad y el derecho al contrato. En .
una formación social dominada por el modo de producción capitalista, lo
ropio del sistema jurídico es su carácter universalísta abstracto. 62 No acepta
sino dos distinciones pertinentes, la de personas humanas y la_ de cosas.
Socialmente, la relación de producción que se establece entre la 'clase pro-
pietaria de los medios de producción y la clase de los trabajadores asalaria­
dos es una relación de clases, pero jurídicamente es una relación entre per­
sonas (consideradas personas). En el modo de producción capitalista, la
relación que se establece entre el propietario de los medios de producción y
el trabajador asalariado (entre «personas» ) es entonces jurídicamente un
contrato de trabajo. Se establece a condición de que la fuerza de trabajo
sea jurídicamente considerada una « mercancía» ( una cosa).
Pero el contrato de trabajo establecido entre el propietario de los medios
de producción y el trabajador (libre), que la ideología jurídica representa
como la unidad de sus «voluntades» respectivas, debe ser juridicr.imente
«comprendido» y firmado a la vez por el que vende su fuerza y por el
'que la compra. En otras _ palabras, la compra y venta de la fuerza de tra­
[ bajo constituye una operación jurídica realizada (en forma de contrato )
bajo el aspecto de LA IGUALDAD, por intercambio directo bajo las es-
Y Constitución del año I:
Art. 2. - Esos derechos son la igualdad, la libertad, la seguridad y la propiedad.
Art . .3.º. - Todos los hombres son iguales por su naturakza y delante de la ley.
62. Sobre el carácter universalista abstracto del sistema jurídico burgués ver E. B:i-
libar: «Se entiende por ello que este sistema separa simplemente a· los seres concretos
que pueden soportar sus funciones en dos categorías, en cuyo seno, desde el punto de
vista jurídico, no existe diferenciación pertinente: la de las personas humanas y la de
las cosas. La relación de propiedad se establece exclusivamente de personas humanas
a cosas (o de lo que es considerado persona a lo que es considerado cosa); la relación
contractual se establece únicamente entre personas. Del mismo modo que no existe,
en derecho, diferencia a·lguna entre personas, que todas son o pueden ser propietarias
y contratantes, del mismo modo, no existe diversidad de cosas, todas son o pueden ser
propiedad, sean medios de trabajo o de consumo, y sea cual sea el uso que esta pro­
piedad recubre». Lire le Capital, 2.� cd., 1968 pp. 119-120. Edición castellana:, Leer el
Capital, Siglo XXI, Maddd.
il
CAUSAS DE LA UNI FORMACIÓN LINGüfSTICA 69
pecies de una única y misma terminología y sintaxis, es decir, de unaJ
única y misma lengua.
Lo que puede enunciarse también de esta ot.ra forma: ideología burguesa
de la «libertad», es decir, ante todo la ideología realizada en un aparato
jurídico, la «libertad» del obrero de vender su fuerza de trabajo, sólo puede
realizarse si los ciudadanos (individualmente, partes del contrato) son con­
siderados como «iguales» en derecho y en lengua.
Si esta hipótesis es abstracta, puede ser autentificada comparando el
fragmento de El Capital anteriormente citado y este extracto de un informe
de Condorcet pronunciado ante la Legislativa durante un debate sobre la
instrucción pública:
Aquel que tiene necesidad de recurrir a otro para escribir o
aún leer una carta, para calcular sus gastos o sus impuestos, para
conocer la extensión de sus campos o dividirlos, para saber lo que
la ley le prohibe o le permite; aquel que no habla su lengua de
forma que pueda expresar sus ideas, que no escribe de forma que
pueda ser leído sin disgusto; esta persona está necesariamente bajo
una dependencia individual, una dependencia que hace que para
él el ejercicio de sus derechos de ciudadanq sea nulo o peligrosos.63
En otras palabras, esta persona no podrá ser «libre». Esta «libertad»,
parte constitutiva de la libertad del obrero para vender su tuerza de traba­
jo (contrato realizado en una única y misma lengua), supone una igualdad -
delengua: patronos obreros deben hablar el mismo francés para «enten-
erse» . en el contrato. Pero esta igualdad, como la igua dad de derecho;
es una l:gualdad individual que cubre y oculta, para realizarla, una desigual­
dad real de clase."
63. Condorcet, Rapp., éd. 1793. Citado por BRUNOT, HLF, IX, l. p. 102.
64. Sobre ello1 ver K. MARX, Crítica del programa de Gotha (1875) y LENIN, El
Estado Y la revolución (1917); al igual que el párrafo de Lenin donde toma y co­
menta el fin del capítulo de Engels, en el Anti-Dhiiring (I, X) sobre 1a igualdad: «El
modo abstracto o formal de plantear el problema de la igualdad en general, comprendi­
da 1a igualdad nacional, es inherente por naturaleza a la democracia burguesa. Bajo la
capa de la igualdad de 1a persona humana en genera.J, 1a democracia burguesa proclama
la igualdad formal o jurídica del propietario y del proletario, del explotador y del ex­
plotado, induciendo así, a las clases oprimidas, al mayor de los errores. La idea de igual­
dad, que en ella misma no es sino el reflejo de fos relaciones de producci6n mercantil,
se convierte, en manos de los burgueses, en un arma de lucha contra la abo1ici6n de
las clases, bajo el pretexto de una igua-ldad absoluta de las personas humanas. El sen-
 l
70 RENÉE BALIBAR - DOMINIQUE LAPORTE
En efecto, el trabajador no tiene existencia jurídica si no es una vez
firmado el contrato, una vez la mercancía que vende ha sido reconocida
como mercancía ( o «cosa») y que él. mismo ha sido reconocido propietario
de esta mercancía; el trabajador no existe más que eh virtud de esta con­
vención jurídica, pues sólo se define por la mercancía que posee ( siempre en
estado virtual), y no obtiene ningún trabajo antes de ser individualizado y .
reconocido en los términos del contrato. Muy otro es el caso del propietario
de los medios de producción (capitalista), que existe de hecho y de derecho
(precisamente en tanto posee ya iuridicamente y en los hechos los medios
de producción) ante y antes que su futuro empleador, y que tom·á la inicia­
tiva del empleo. El «trabajador libre» no tiene prácticamente la posi!,ilidad
de escapar a las exigencias del patrono (no posee ninguno de los objetos
necesarios para la realización de su fuerza de trabajo). Como elemento in,
l.
terno y particular de esta subordinación, tampoco tiene la posibilidad prác­
tica de escapar a las «exigencias lingüísticas» del patrono, es decir a las
formulaciones elaboradas en el derecho burgués (y fuera del derecho) en
provecho del propietario de los medios de producción ( el comprador capita-
lista). El trabajador es el IGUAL del comprador capitalista sólo ficticia­
mente: la lengua del derecho es en apariencia la misma lengua para �mbos
contratantes, pero de hecho es la lengua administrativa y jurídica, el arma­
herramienta lingüística especialmente de la clase dominante. Esta lengua del
derecho no es solamente el monopolio exclusivo de la clase dominante ( en
el sentido de propiedad exclusiva); también es, bajo su aparente neutrali­
dad, uno de los medios de dicha dominación. Más adelante estudiaremos de
qué manera y bajo qué condiciones se realiza esta forma particular de do-
· minación; digamos de momento que desde este punto de vista ocurre con
la lengua lo que con el derecho: el derecho consiste en «la aplicación de
l�
una regla única a gentes diferentes»," realiza una ficción de igualdad disi­
mulando y contribuyendo a reproducir una desigualdad de hecho; la lengua
jurídica, y más ampliamente, la lengua forjada y aprendida por la clase do­
minante es la misma para aquellos que detentan colectivamente los medios
de expresión (la clase dominante, que detenta al mismo tiempo y sobre
todo los medios de producción), y para aquellos que están desprovistos de
ellos (desprovistos de medios de expresión y desprovistos de medios de pro­
ducción, los trabajadores «libres»).
tido real de la reivindicaci6n de igualdad se reduce a la reivindicad6n de la abolición
de las clases». (LENIN, Primer esbozo de las tesis sobre la cuesti6n nacional y colonial,
1920.)
65. LEl'IIN: El Estado y la revoluci6n.
CAUSAS DE LA UNIFORMACIÓN LINGÜÍSTICA 71
Si el trabajador «no habla su lengua» (Condorcet), no puede ser «libre»,
y por lo tanto no puede ser parte del contrato. Pero la práctica lingüística
de los proletarios se ve siempre combatida por las prácticas lingüísticas de
la clase dominante, y por otra parte no es· nunca la práctica en que se
expresan las cláusulas del contrato. En la práctica, sólo el que posee los
medios de comprar la fuerza de trabajo dispone también del vocabulario y
sintaxis necesarios para establecer los términos del contrato; el vendedor,
cuya práctica es dominada siempre, sólo puede adoptar y tratar de adaptarse
al vocabulario y la sintaxis del comprador. En otros términos: la falsa
libertad de venta de la fuerza de trabajo va a la par con la falsa «propiedad»
zgualztarta de los medios de expresión. No es nmguna casualidad que el
derecho registre a su manera este hecho exigiendo la «propiedad de los
términos» en la redacción de nn contrato.
El esquema general esbozado aquí sigue siendo abstracto; sólo será
verdaderamente aceptable si lo confrontamos con documentos que atesti­
güen hechos históricos, que son los únicos que pueden fundar su pertinen­
cia. Ha llegado el momento de abordarlos.
Aunque al lado del comerciante, el indu.strial sea un personaje secunda­
rio hasta 1789_,_ y aún más tarde, su papel no cesa de adquirir importancia
a partir de la segunda mitad del siglo XVIII. Entonces aparecen las grandes
fortunas asociadas a los nombres de Wendel, Oberkampf, Montgolfier, etcé­
tera, que para algunos evocan aún hoy día la dominación capitalista. De
fotma menos anecdótica, o al menos de forma menos alusiva, digamos que
la forma industdal de la producción capitalista .;.staba en trance de nacer.
A medida que la industria tendía a suplantar al artesano y a la fase
transitoria de la manufactura, comenzaba a emerger un «ejército industrial»
'
:¡
,!
que, mezclando en su filas a los «trabajadores mixtos»" y a los asalariados i'
11
propiamente dichos, prefiguraba ya la clase inscrita en el modo de produc­
l
il
ción capitalista a la vez como su condición de existencia y como signo de
su abolición a corto o largo plazo: el proletariado. ,,
Frente a la «aristocracia obrera» de las cofradías de oficiales y al arte­ 111
sanado, encerrada en los límites estl'Íctos (geográficos, económicos y lin­ li
¡,
güísticos) de sus prácticas locales o regionales, empezaba a aparecer una I'
¡
mano de obra juridicamente anónima, desprovista de cualquier particulari-
66. Se llama así a una de las formas de trabajo típicas de la producci6n industria
r:
1
naciente que combina la forma de trabajo asafariado con formas «anteriores» (es decir,
recogiendo, en un último análisis, otros modos de producción). Por ejemplo, los «obre­�
ros-campesinos» que combinan e! cultivo de un pequeño terreno y el trabajo en la Ín·
dustria.
1
72 RENÉE BALIBAR - DOMINIQUE LAPORTE
dad local, resultado _de una mezcla de población sin precedente. Como
prueba, aquí están estos hechos referidos por los historiadores:
( ... ) La movilidad obrera es un hecho real. Aunque al grueso
de la mano de obra parece no gustarle los desplazamientos, se
perfilan abundantes deslizamientos. El nomadismo de los trabaja­
dores, que es un medio a menudo eficaz contra la baja de salarios,
se manifiesta desde la época de Colbert. En Beauvais, las llegadas
y partidas son constantes, testimonio fehaciente de esta inestabi­
lidad del pueblo bajo, tan dispuesto a partir en los años· .de paro,
con la esperanza de encontrar en otra parte medios de subsisten­
cia más fáciles. Los mineros del Norte, más hábiles y tal vez"más
robustos, no tardaron en ser solicitados por las minas de carbón
de toda Francia; a juzgar por un proyecto de edicto presentado
en Bertin en 1775, el director de Anzin, Mathieu, proporcionó
al menos cuatro o cinco mil hombres a todas las minas del reino.
En la metalurgia, los más buscados son los obreros de Lorena
y del Franco-Condado. En Troyes, en julio de 1788, los picardos y
flamencos privados de trabajo en las manufacturas de telas, aban­
donaron la ciudad en número de seis mil. En el sector del papel,
el mismo fenómeno va creciendo a lo largo del siglo XVIII, favo­
recido por la multiplicación de molinos y por el malthusianismo de
los obreros, desfavorables a una ampliación del reclutamiento, ge­
nerador de una escasez de mano de obra. A las migraciones esta­
cionales se añaden desplazamientos a la vez complejos y caprichosos;
el inspector Jubié, en un informe del 14 de mayo de 1788 rela­
tivo a las fábricas de papel de Thiers, hace notar que «como la
mayor parte de estos obreros no están domiciliados y les da
igual un país que otro, se marchan cuando . les viene el capricho
de hacerlo, y uno que falte detiene el trabajo de tres». Así empieza
a precisarse uno de los rasgos mayores de la futura condición pro­
letaria( ... ).67
Esta movilidad obrera, estos «movimientos de tropas» del ejército in­
dustrial naciente, sólo sería un objeto secundario de nuestro análisis si no
hubiese tenido efectos lingüísticos considerable_s. La movilidad obrera ter­
minó de «turbar la vida de los dialectos» (Brunot) y contribuyó de forma
67. Pierre LÉoN: «Morcellement et émergcnce du monde ouvrier», I, 3. En His­
toire économique et sociale de la France, París 1 PUF, 1970, p. 660.
CAUSAS DE LA UN\FORMACIÓN LINGÜÍSTICA 73
decisiva a la uniformación lingüística de Francia. En su Histoire de la Lan­
. gue frdn,aise Brunot también da ejemplos de la «circulación de obreros» a
fines del siglo XVIII, y trata de destacar sus efectos lingüísticos.
En .los libros especializados se encontrará información de cómo
se reclutaron los mineros. Martorey de Préal, en Artois, ocupaba
unos mil quinientos, casi todos forasteros. Tubeuf, en las distin­
tas empresas del Languedoc, Normandía y alrededores de París,
contaba unos dos mil quinientos. Entre ellos se encontraban al­
g�nos campesinos desposeídos que ya vivían en el lugar, pero la
masa procedía de todas partes. Existe un empadronamiento de los
habitantes de Creusot en enero de 1787. Dicho empadronamiento
contiene una rúbrica especial titulada: mineros y peones, hombres,
mujeres y niños, rúbrica en la que vienen mencionados igualmente
el lugar de origen y la religión. La mina de Montcenis (actualmente
mina de Blanzy) ocupa 289 obreros. De estos 289 hay 63 mujeres
y niñas y 25 niños varones. Todos son católicos, salvo dos calvi­
nistas y ocho luteranos. Estos eran probablemente inmigrados de
1
1
Alemania. Encontramos un americano, un minero de la Chaux­
de-fonds, algunos obreros del Norte, de Anzin y de Valenciennes,
uno originario de Berg-op-Zoom, varios naturales del Franco-Con­
dado y de Borgoña; veinte nacieron en el lugar mismo; gran
número de ellos sin duda en localidades vecinas. Los demás fueron
reclutados en todas las regiones de Francia. Hay algunas familias
completas, algunos grupos de cinco o seis obreros . venidos del
mismo pueblo, movidos tal vez por la misma miseria.
Nunca insistiremos bastante sobre las consecuencias lingüísticas
de este abigarramiento. La diseminación de los mineros del Norte1
por todo el resto de Francia es un hecho de la mayor importancia.
Al cabo de una generac10n, cualesquiera que fueran los agrupa­
mientos de los «países», la masa sentó sus reales en el lugar. Ejer­
citó en él una influencia, pero sobre todo recibió una influencia.
Sería temerario afirmar que los recién llegados no aprendían I'
el patois de la región donde se quedaban, si no ellos, al menos sus
hijos. Pero se sabe, según demuestran los hechos observados, que '/
a menudo dos individuos cuyas lenguas difieren demasiado, en lugar \
!
de asimilarse mutuamente, adoptan en común el francés."
68. BRUNOT: HLF VII, pp. 189 y 190. 1
74 RENÉE BALIBAR - DOMINIQUE LAPORTE
A pesar del indudable interés que ofrece. este documento, una vez más
debemos rechazar la problemática individualista y a menudo psicologista
de Brunot para desentrañar las causas reales de la uniformación lingüística
que se desprende tendencialmente de la «movilidad obrera». En efecto, el
idealismo de Brunot atribuye a una «ley» empíricamente definida y soporta­
da por individuos, lo que en realidad viene regido por relaciones de clase
dominadas por el poder patronal: la elección del francés por parte de los
obreros de Creusot que debían «entenderse» en el trabajo, venía impuesta
por el hecho de que era la lengua de los patronos.
Desde luego puede pensarse que la elección del francés por los obreros
de Creusot estaba motivada no por el deseo de «entenderse» indii¡¡'dual­
mente, sino por la necesidad material de «entenderse» colectivamente contra
el poder patronal. Este aspecto existe, y ciertamente desempeñó un impor­
tante papel en la serie de factores que determinaron la adopción del fran­
cés, pero es secundario, pues históricamente se uió estuvo subordinado a
la práctica patronal realizada· en a engua del contrato y en las tácticas
cotíibinas e man o. o o ecimos por disminuir el papel de las clases
dominadas en la lucha que llevaron para procurarse el arma-herramienta
lingüística necesaria para la expresión de sus reivindicaciones, y en la lucha
por la instauración de un aparato escolar, a partir de la Revolución del 89;
pero el hecho es que la «adopción» forzosa, aún parcial e incompleta (no
podía ser de otro modo) de la lengua patronal precedió históricamente a
\
la formación de reivindicaciones por parte de los obreros en la práctica de
un francés opuesto al de los patronos de la industria.
Una vez más podemos aportar pruebas mediante documentos; su objeto
está históricamente ligado a la lucha de· los trabajadores, puesto que se
refieren a la historia del vocabulario de la huelga.
Después de las grandes huelgas que sacudieron Francia a fines del
siglo XVII, y cuyos efectos se prolongaron hasta los años 1710-1715, el
mundo obrero conoció un período de calma relativa en el lapso comprendido
entre 1730 y 1770. A partir de los años 1770-1780, la agitación volvió con
una amplitud mayor para culminar en los años 1786-87 en los grandes
centros industriales (Lyon, París, Saint-Etienne, etc.). Pero en los��os ..
tiempos del Antiguo Régimen, el movimiento obrero -no es preciso repe­
ÜrlO-::: era áúri"déhíl. Sin hablar de la representación patronal y del apoyo
sin reservas del poder de que gozaban los patronos, digamos ante todo
que el mundo obrero 69 estaba materialmente disperso y sobre todo d omina-
_ libre vendedor de su trabajo, llevando su mercancía allí donde hubiera un mercado, sin
69. , EmPÍcamos cst� término (prefiriéndolo al de «clase obrera>> o «proletariado») en
tanto que le hacemos significar una forma «embrionaria» del proletariado entendido co.
CAUSAS DE LA UNIFORMACIÓN LINGÜÍSTICA 75
do por las «supervivencias» del modo de producción feudal, encarnadas en
fas diversas corporaciones que, por traducir la unidad de todo el cuerpo
de un oficio, no tenían nada que pudiera parecerse, ni mucho menos, al esbozo
de un sindicalismo obrero.70 Las corporaciones, que constituían un obstaculo
a la «libertad» del obrero de vender su fuerza de trabajo,71 pues el traba­
jador, para poder encontrarse en el mercado sin ninguna obligación, «libre
en todos los sentidos de la palabra», no podía estar infeudado a ningún
maestro, fueron abolidas por la Revolución. Al mismo tiempo fue procla­
mada la «libertad obrera», es decir, que fue codificada en el derecho la
«libertad» del obrero de vender su fuerza de trabajo; condición fundamen­
tal -tal como hemos visto antes- del trabajo asalariado en el modo de
producción capitalista. Esta «libertad», que debía ser definida jurídicamente
con independencia de las condiciones concretas y. necesariamente variadas
del empleo, tuvo que ser formulada en una lengua especial, uniforme y
exclusivamente viable, y elaborada unilateralmente en provecho del compra­
dor de la fuerza de trabajo, bajo el control lingüístico de la clase dominante.
mo uno de los polos del antagonismo burguesía-proletariado, antagonismo que no e
]
todavía dominante al final del Antiguo Régimen (como, por otrn parte, no lo es tam­
poco en 1a sóciedad que sigue a la: revolución del 89).
70. En efecto, es preciso advertir que las Corporaciones extendieron sus efectos
mucho. más allá que su existencia institucional (entendemos por ello el predomirúo de
esta forma de organización del trabajo en una sociédad dominada por el modo de
producción feudal y no sus «huellas» en una sociedad dominada por el MPC) en la
medida e� que 1a burguesía les hizo desempeñar el papel de espantajo contra todas las
formas de asociación obrera. Las Corporaciones constituían un obstáculo real para: la
«libertad» del obrero en la v�nta de su fuerza · de trabajo, y por ello eran, según la
"f<leoiügfa burguesa, un obstáculo ·a· la estricta <<libertad)> (ideal universalista abstracto). A
Tnodo de «consecuencia» (y ahí se reconoce muy bien la consecuencia de la ideología
burí!Uesa
o '-
su carácter consecuente con el punto de vista de la burguesía) toda tentativa
de organización obrera autónoma no podía sino ir a arejada a un regreso t'1a__,...:;-- opresión
Ieuaa1-ae la que-faS Corporaciones eran símbolo de este do, reprim1 a y prescrita
iñiñeaiatamente, nutl precisar que esta «consecuencia)> de la ideología burguesa es
·tamblCn su ca:rácter riguros·amcnte inconsecuente ante la teoría científica del pr�letaria�]_
1
1:
do; pero también una inconsecuencia muy <(consecuente» desde el punto de vista de
la lucha de clases capitalista/. -
¡.
71. Ver MARX, El Capital, t. III: «En lo que se refiere al trabajador, al produc�
tor inmediato, para poder disponer de su propia persona le era preciso, primero1 dejar
de estar ligado a 1a gleba o de estar sometido a otrn persona; no podía1 tampoco, ser
haber escapado al régimen de corporaciones, con sus maestrías, sus cncargados1 sus leyes
de aprendizaje, etc.»
 76 RENÉ.E BALIBAR · DOMINIQUE LAPORTE CAUSAS DE LA UNIFORi\lACIÓN LINGÜÍSTICA 77

La libertad obrera, como todas las demás, estaba encerrada en
límites muy estrechos; cualquier coalición estaba prohibida por la
ley del_ 12 de abril de 1803 .. De este tiempo data la práctica del
«livret ouwier», una especie de ficha judicial que impedía al
obrero pasar de una empresa a otra. Nadie podía impedír que los
obreros «hicieran el lunes»,72 pero cualquier abandono del trabajo
concertado entre interesados estaba severamente prohibido. La ley
del 22 germinal del año I y el Código civil favorecían exclusiva­
mente a los patronos.73 Al empresario se le creía bajo palabra.
Por otra parte, el «conseil des prudhommes», ideado cil 18 de
marzo de 1806, no era todavía sino un embrión de jurisd;>'ción
especial, puesto que por una parte se extendió con gran lentitud
por toda Francia 74 y, por otro lado, los asalariados estaban repre­
sentados sólo por los jefes de taller, con exclusión de los obreros
A pesar del precioso partido que se puede sacar de estas indicaciones, no
hay que creer al dedillo todas las referencias de Brunot y atribuir a la
«reacción napoleónica» la responsabilidad de la. prohibición del derecho de
huelga (que entonces a_ún no se llamaba así) y de la práctica del «livret
ouVrier», verdadera ficha de antecedentes penales, como dice con justicia
·Brunát,'""en 1aqiieseconttolaban no sólo las horas de trabajo, sino también
las horas de ocio del obrero. En cuanto a la prohibición del derecho de
. huelga, una fecha y un nombre reivindican su paternidad: la ley Le Cha­
pelier del 14 de junio de 1791. El artículo 1 estaba concebido así:
Como el aniquilamiento de toda especie de corporación de
..
ciudadanos del mismo estado y profesión es una de las bases 1
fundamentales de la Constitución francesa, queda prohibido res-
tablecerlas en cualquier forma que sea. .)

1t propiamente dichos.
( ... ) Por lo demás, y como siempre, los paros y las huelgas
se renovaron El primero lleva el curioso nombre de «damnation»
(... ) Art. 4. - Si( ... ) ciudadanos vinculados a las mismas pro­
fesiones, artes y oficios, tomasen determinaciones, hiciesen conven�
dones que tendiesen a negar concertadamente, o a conceder sólo
1t
1 (condenación). Se usaba también el verbo «damner» (condenar).
También se decía «maudire»15 (maldecir). El nombre de «batiotage»,
a un precio determinado la ayuda de su industria o de su trabajo,
dichas determinaciones y convenciones ... son declaradas inconstitu,
con el correspondiente verbo «batioter»76 fue recogido por el Dic­ cionales, atentatorias a la libertad y a la declaración de los derechos
¡¡
¡¡
tionnaire du Bas-Langage: designa las «conjuras, los engaños» de del hombre, etc.78
lf

obreros contra sus patronos.77

'(
I'I!
Se puede consultar el comentario que hace Marx de la ley Le Chapelier
l¡¡í
(El Capital, l. I, 8.' sección); pero los fragmentos citados son suficiente­
:¡
¡ el lunes» (Aul., París ... Emp., T. I, p. 788. Inf. 30 flor. año XIII-20 de mayo de
mente explícitos sobre la naturaleza ofensiva de los juegos de palabras
72. Gran número de obreros se han entregado al ·desenfreno, lo que llaman «hacer

1805), etc.
73. Ver el artículo 1781, abrogado en 1868. · que convoca la ideología jurídica burguesa.

1
74. El de Gonte es de 1810, el de Brujas de 1816. UD.a vez hechas estas precisiones, es preciso volver a los documentos
aportados por Brunot para sacar de ellos los elementos que interesan a
nuestra demostración. En efecto, los ejemplos que da ilustran de forma
75. Desde el mismo instante en que uno de estos (los fabricantes) intentaba formar
un aprendiz, todos los esquiladores hacían lo que se llama «cloque» (que en otras par­
singularmente cruda la naturaleza y función de los conflictos lingüísticos.
el trabajo (Inf. de Morgues, mes. año XI, citado por Scm,1IDT, La révolution franfaise,
La transformación de la estructura social que tendía a oponer a explotado­
tes se conoce también por «condenar», o «1naldecir» una fábrica), dejaban por completo

1903, t. XIV, p. 68), cf.... los obreros se coaligan para imponer su ley a los maestros;

1
1
res y explotados iba acompañada de una transformación de los intercambios
bre de ,xdamnation» exigen .algunas veces sumas de dinero (Circuí, int., t. II, pág. 357, lingüísticos. La práctica lingüística de los patl'onos industriales empezaba
defienden el trabajo y para preservar los talleres de la suspemi6n conocida con el nom.

10 jun. 1812) L., HDT, Fr. a combatÍl' (como sigue combatiendo) la de los obreros. La innovación�

--·
76. Según Sain., Lang, Par. (p. 192), batioteur provenía de batieatt, es decir «bar· lingüística, lejos de ser un instrumento de comunicación nétrtro, resultaba 1
ser también un arma esencial del nuevo régimen; era (y sigue siendo aún)/
co» {batcau). «Faire son batieam> quizás quisiera: decir arreglar un asunto de modo

era el centro de la resistencia obrera. uií·at·ma de clase encaminada a negar cualquier expresión y cualquier i:p�
que fuera beneficioso. La palabra parece provenir de los impresores, cuya corporación

77. BRUNOT: HLF, IX, 2, pp. 1196-1198. Las notas 75 y 76 proceden de estas 78. Revolution de Paris, París, del 16 de abril al 9 de julio, 3er. año de 1a Li­
páginas. bertad francesa, 8.º trimestre, p. 523. Citado por MARX, El Capital, III.
 78 RENÉE BALIBAR - DOMINIQUE LAPORTE
presentación autónoma de la práctica obrera. Las expresiones «abandono
del trabaja>>, �<Coahc10n obrera», son en su última «referencia», antagonis­
tas de las expresiones «huelgas» y «batiotage». La prohibición lingüística va
a la par con la prohibición jurídica; cualquier forma de asociación obre­
ra destinada a luchar contra la opresión de los patronos está prohibida,
igual que están prohibidas todas las palabras, todas las expresiones destina-.
das a representar en el nivel lingüístico las formas concretas de la luch.a
de los trabajadores.
Así, el nombre de «batiotage», término específico del vocabulario obre­
ro que designaba las «conjuras»·, «engaños de los obreros contra' .sus patro­
nos» (formas lingüísticas patronales que instalan las luchas obr=s en
el registro de la intriga y el complot), fue recogido por el diccionario del
lenguaie vulgar (término aristocrático recuperado para caracterizar y nom­
1
brar la práctica obrera), es decir, rechazado fuera del uso pretendidamente
«común» del francés. La huelga misma tenía nombres muy diverso;: los
obreros decían /aire greve en París, taquehans en el Norte, trie en Lyon;
1 los de Sedán decían cloque, faire cloque. Todas estas expresiones, propias de
la práctica lingüística obrera, eran o bien ignoradas, o bien, como la pala­
bre «batiotage» o la locución «faire greve», relegadas al «lenguaje vulgar»,
pretendidamente metafórico, rechazadas y reprimidas por la práctica adversa,
que las substituía por otras palabras inofensivas. O mejor, ofensivas en
cierto sentido, en el sentido de que combatían la práctica obrera, y por
ello se revelaban defensivas del poder patronal ( e inofensivas para éste).
La burguesía empezaba así a combatir én dos planos: organizando la
represión (brutal, física) contra las luchas de los explotados, y trabajando
1 para privar a éstos de los medios de expresión necesarios a sus reivindica­
ciones. Esta segunda operación se presentaba a su vez como un doble pro­
ceso: al tiempo que la práctica burguesa-patronal del francés rechazaba
las expresiones portadoras de reivindicaciones y las relegaba al «lenguaje
vulgar», «representaba» su objeto (el objeto de estas expresiones, es decir,
las formas concretas de lucha de los trabajadores) mediante expresiones
forjadas por ella o tomadas a las prácticas del Antiguo Régimen, y así
instalaba dicho objeto (las formas de lucha en cuestión) en un sistema de
alusión-representación ventajoso para la clase patronal y abiertamente hos­
til hacia las luchas de los trabajadores.
Así, para hacer frente a las prácticas efectivas y para prevenir la solida­
ridad de la acción obrera, los patronos pusieron en circulación las palabras
coalición (término medieval, corporativo, que instalaba todas las tentativas
de organización obrera en un presunto retorno a las formas corporati-
CAUSAS DE LA UNIFORMACIÓN LINGÜÍSTICA 79
vas de orden feudal --cuando de hecho eran ya formas de lucha contra el
capitalismo-, asimilándolas, mediante el recurso engañoso a la «libertad»,
a maniobras contrarrevolucionarias, reprimiéndolas como atentatorias a la
libertad), y confederación, integraron estos términos a fórmulas juridicas
de prohibición. En la realidad, los obreros que decían faire greve en París,
o taquehans en el Norte, se veían encerrados éñ la particularidad de su
práética. A fin de cuentas, cuando luchaban, quedaban rivados a la vez
del «patois» y del francés, reduci os a uti · ar consignas clandestinas («trie»,.
•<<cloque») para traducir su rechazo del sistema lingüístico represivo.
Sólo mediante la lucha los obreros consiguieron poco a poco imponer, al
menos parcialmente, algunas de sus prácticas. Así ocurre con las palabras
greve, gréviste y con las expresiones comité de greve y étre en greve (huel­
ga, huelguista, comité de huelga y estar en huelga), que no adquirirán la
extensión que tienen ahora hasta el siglo XIX, bajo la presión de los mo­
vimientos obreros." Lo que no significa que la generalización de la palabra
marque el fin del antagonismo social realizado a nivel de las prácticas de
la lengua, puesto que en 1972, en los manuales de las escuelas primarias,
la palabra greve (huelga, pero también playa) designa «el terreno liso y
arenoso a lo largo de la orilla del mar o de un río grande» (Littré) y no
el arma de clase del proletariado. Nos guardaremos mucho de sorprendernos.
No obstante, ello no significa tampoco que la contradicción capital­
trabajo asalariado desarrolle una contradicción «lengua burguesa- lengua
..
roletaria» ue re roduzca tal cual a nivel lingüístico el antagonismo de
clase que enfrenta a proletariado y burguesía. No se trata e ir a recuperar
en ..____
Marx aquella antigualla caprichosa según la cual la lengua sería una
<<superestructura», si de veras queremos tratar de comprender la naturaleza
y la función de los conflictos lingüísticos. Se trata simplemente de mostrar
79. Cf. J. DunoIS, Le Vocabulaire politique et social en France de 1869 a 1872,
Larousse, 1962: <<Los conflictos entre el trabajo y el capital vulgarizan: los términos
"huelgá" y 11 huelguista ")) (p. 50).
<<Paralelamente a este �sfuerzo de organizaci6n obrera-, se desarrollan también las
luchas obreras para mejorar su condid6n. El vocabulario que traduce esta "lucha- so­
cial" o "guerra social" se desarrolla considerablemente a lo largo del Segundo Imperio ...
Las "huelgas" o, por eufemismo, la "abstención en el trabajo" reemplazan a fas sim­
ples 1(coa!iciones", término jurídico; 11 huelguista" reemplaza a "obrero coaligado"» (p.
134).
Así podría extenderse el análisis al conjunto del aparato lexicográfico constituido
bajo el empuje de las luchas obreras; demostrar por ejemplo, con la ayuda- del Vo­
cabulario de Dubois y de HLF de Brnnot, c6mo el término chómeur (parado) fue im­
puesto por 1a práctica obrera para combatir la expresión patronal de ouvrier inoccupé,
80 RENÉE BALIBAR - DOMINIQUE LAPORTE

que a la burguesía, le interesa negar, rechazar o reprimir, y en cualquier

1 111
caso, combatir las prácticas lingüísticas de las clases explotadas en la
medida en que manifiestan indirectamente intereses de clase fundamental­
mente opuestos. Se trata simplemente de mostrar también que este proceso Una política burguesa
es hist6rico y dialéctico: la oposición no funciona en un único sentido (ya
lo hemos visto a propósifci de la huelga), pero está sometida a leyes ten-. de la lengua nacional
denciales que implican, en el· seno de un período histórico dado y en una ·.
formación social dada, un redomin ·o · em re en función de las relacio,;e;
e case existentes. Por ejemplo, la práctica del francés dominaµte al fina::­
lizar el Antiguo Régimen era la práctica burguesa -la prácticá distintiva
de una capa distintiva de la burguesía, en este caso la alta burguesía y la
burguesía aristocrática. A esta fase le sucede otra (pero esta «sucesión» no
es estrictamente de orden cronológico), que con el auge de la industria
capitalista y el inicio de la dominación política de la burguesía, derroca el
sistema de intercambios existente; esta fase tiene como marca esencial el pro­
yecto, y en gran parte la realización o inicio de realización, de la unifor­
mización lingüística en Francia.
Los proletarios sacaron partido hist6ricamente de esta uniformizaci6n
realizada por el capitalismo (más tarde ya no dirán trie, ya no harán cloque,
harán greve [huelga]), pero en este estadio, el aspecto principal de los
conflictos lingüísticos representa la necesidad material para la clase capita­
lista de uniformar las prácticas lingüísticas conforme a las necesidades del
modo de producción. Y esta uniformación exige que la burguesía imponga
su propia práctica, rechazando y reprimiendo al mismo tiempo la práctica
adversa.
Como semejante empresa no se improvisa, se deduce que la uniforma­
ción de la lengua pasa históricamente por una política de la lengua.

1
1. PRINCIPIOS DE UNA POLÍTICA BURGUESA DE LA LENGUA NACIONAL

El desarrollo del modo de producción capitalista impone una unifor.

mación lingüística realizada bajo el control de la clase dominante. Esto
es lo que trataba. de indicar el capitulo precedente. Tomada desde una Óp·
tica sociologista, esta tesis se limitarla a constatar la influencia de los
«acontecimientos sociales y económicos» sobre el juego de intercambios
lingüísticos, pero una hipótesis marxista no podría contentarse con ello. Si
la lucha de clases llevada en el terreno de la lengua reviste aspectos efec­
tivámente diversos: económico, político, jurídico y, anticipando un poco,
escolar, convkne no perder de vista que es fundamentalmente a nivel del
derecho y del Estado donde la práctica de clases podía realizarse e impo­
nerse.
Ante todo exis.ten conflictos en los intercambios lingüísticos asociados a
la producción material. La política patronal se impone históricamente a la
práctica obrera cuando se trata de formular las modalidades del trabajo, el
empleo, los salarios, las huelgas, etc. Pero el «lugar» privilegiado del con­
flicto y del dominio no es el de la economía y la producción material, sino
que es el de la lucha política. Por mediación del derecho y la política la
clase patronal es dominante e impone su ley en los intercambios lingüís­
ticos, como en lo demás. Conviene. precisar una vez más.
Esta dominación se ejerce en dos formas: por una parte en los efectos
lingüisticos de la dominación política de la burguesía, y por otra parte en
una política burguesa de la lengua. Por efectos lingüísticos entendemos lo
que resulta, a nivel lingüístico, de las distintas medidas tomadas a nivel
de derecho y de Estado; por tomar sólo un ejemplo, los efectos lingüís-
84 RENÉE BAL!BAR - DOMINIQUE LAPORTE
ticos de la uniformaci6n jurídica de las Pesas y Medidas. Este aspecto ha
sido estudiado en 1o esencial en el capitulo precedente. Tomamos el término
de «política de la lengua» a Brunot, limitando su acepción al conjunto de
medidas que afectan directamente a las prácticas de la lengua y adoptadas,
también en este caso, a nivel de derecho y de Estado. Esta política tiene
un objeto: la uniformación lingüística a realizar en el tertitorio nacional;
está apoyada por una formación ideológica igualitaria y unificadora que
podemos llamar provisionalmente «lengua común» y «lengua nacional»,
dejando sentado que estos dos términos, así como otros (el «francés», el
«francés elemental») serán objeto en lo sucesivo de definicione;· más l'Í·
gurosas.
En 1789 la lengua francesa entra en una nueva fase de su
larga vida (... ) la lengua aparece a los políticos y a los ciudadanos
como un elemento esencial de la «nacionalidad».80 Se cree necesario
ya no únicamente extenderla, sino imponerla. Se toman toda una
serie de medidas a este respecto y constituyen una política.
( ... ) Los resultados obtenidos con ella en diez años sobrepasan
tal vez aquellos a los que había llevado la evolución espontánea en
un siglo. Además, cambian totalmente las condiciones de dicha
evolución. En adelante, las lenguas locales son disidentes que es
preciso combatir y reducir.81 .La formidable potencia del Estado se
pone al servicio del adversario de dichas lenguas. Poco importa
que estas ideas se pierdan de vista momentáneamente a partir de
brumaría, y que el nuevo gobierno parezca poco preocupado por
este interés. El impulso ha sido dado. ·El uso lingüístico no se
considera ya como algo indiferente y omisible. Aun cuando cesa
el interés por cambiarlo, se mantiene el deseo de conocerlo. El
lenguaje se ha convertido en asunto de Estado. ¿Quién puede
ignorar que en estas condiciones la situaci6n de la lengua en el
país es completamente distinta a la situaci6n anterior? De ser
libre, pasa a ser materia de inspección y objeto de reglamentos.
Aunque Brunot muestra bien la línea general de lo que fue una política
de la lengua durante la Revoluci6n, su idealismo jacobino le impide plan-
80. HLF, IX, 1, pp. 1 y 2.
81. Dejamos a Brunot la responsabilidad de esta simplificación idealizante. Demos­
tramos en las pp. 88-89 que son las luchas revoludónllrias las que han impuesto esta
idea porque los idiomas y dialectos (no los "patois") estaban ligados, en el terreno de
las operaciones, a la contrarrevolud6n.
UNA POLÍTICA BURGUESA DE LA LENGUA NACIONAL 85
tearse ciertos aspectos que para nosotros son determinantes. Por ejemplo,
no deja de citar los patois y dialectos como «disidentes que es preciso
combatir y reducir», pero silencia las hablas obreras. Además, carga a la
cuenta de la Revolución en general una política de la lengua que de hecho
no depende de· 1a Revolución a secas, sino de ciertos momentos, los cuales
no son neutros políticamente a la vista de la historia.
· Sin embargo Brunot distingue más adelanie tres fases a las que corres­
ponden tres posturas distintas frente al problema lingüístico.
La primera va de la reunión de los Estados Generales (finales de 1788-
mayo de 1789) a la reunión de la Convención (20 de septiembre de 1792).
«Se anuncia una política» dice Brunot, pero «no empezó a ser aplicada».
De hecho, más bien se refuerzan los particularismos locales.
La segunda va de la primera reunión de la Convención al 9 termidor
del año II (27 de julio de 1794). Es el «terror lingüístico», durante el
cual las hablas locales se ven efectivamente perseguidas, y el uso del fran­
cés se impone a punta de decreto.
La tercera va del 9 termidor al 18 brumado, y marca cierto retroceso,
que restrospectivamente puede verse como el «anuncio» de la política lin­
güístico-escolar durante el Consulado y el Imperio.
Conviene evitar cualquier lectura o interpretación rápidas. A pesar, o
a causa de su aparente racionalidad, la división de Brunot es ideológica.
Como cronologista que es, es ante todo descriptiva. Hay que evitar la
interpretación, demasiado frecuente, que tiende a ver en esta división tres
fases de la Revolución rigurosamente separadas como compartimentos es-
. tancos, o lo que es aún peor, tres series de revoluciones independientes.
Ins_istiremos sobre esto más adelante. De momento proponemos que se
hable de tres momentos del proceso revolucionario; término provisional,
pero a nuestro parecer más justo que el de «fase». Desde ahora, y a título
provisional, debemos considerar estos tres momentos como un índice de
que .el problema lingüístico tiene que ver sin .duda con la política.
Si hay problema (lingüístico), es que hay pregunta. La pregunta manifies­
ta el problema, lo plantea. Y la política burguesa de la lengua se mani­
fiesta precisamente en la pregunta: «El uso de la lengua francesa ¿es uni­
versal en su regi6n?», que sirve de prefacio a la serie de cuarenta y tres
preguntas planteadas por Grégoire en una encuenta iniciada en agosto de
1790. Sin anticipar las respuestas Brunot -que ya ha descrito el estado
lingüístico de Francia al finalizar el Antiguo Régimen 82- comenta:
82. Cf. Capítulo l.

86 RENÉE BALIBAR � DOMINIQUE LAPORTE
Desde entonces la convicción de Grégoire es que si no lo es
(universal), tiene que llegar a serlo.83
Y añade:
(Grégoire) es una de las· personas a las que se debe algo que
nunca se perdió de vista por completo, una política de la lengua.84
El problema que se manifiesta en la pregunta es el de la forro� en que
debe ejercerse la dominación polttica de la burguesía. Ya hemos identifi­
cado las bases de esta dominación (la base material del problema) al recordar
uno de los principios esenciales del modo de producción capitalista: la
«libertad» del obrero de vender su fuerza de trabajo. Conviene insistir en
ello, pero esta vez subrayando el aspecto politico, que para nosotros es tam­
bién el aspecto lingüístico de la dominación de clase de la burguesía en
el caso particular de la formación social francesa.
El orden monárquico, que instituía diferencias de estatuto jurídico entre
los súbditos del rey, no constituía únicamente una condición de imposibili­
dad del libre contrato, sino que era también una traba para la revolución
burguesa, y por tanto para· el ejercicio de la democracia (burguesa). En
efecto, la burguesía no pudo erigir su dominación política sin movilizar a
todas las demás clases de la formación social contra la antigua clase domi­
nante, sin hacer una revolución que no fuera simplemente «burguesa», sino
«popular». Una característica propia de la revolución burguesa francesa es
la de no haber podido hacer triunfar sus derech�s y aspiraciones de clase,
/ sin que las demás clases oprimidas reconociesen estos derechos y aspiraciones
como propios. En otras palabras, sin que por ello . deje de ser burguesa, la
revolución burguesa francesa no se hizo en nombre de la burguesia, sino
en nombre del pueblo.
Y es precisamente esta dominación general realizada en nombre de los
derechos generales de la sociedad 85 lo que está en juego en el interés de
83. HLF, IX, !, p. 12.
84. Ibid., pág. 13.
85. Cf. GRAMSCI: <<Una clase particuhr no puede reivindicar la dominaci6n general
más que en nombre de los derechos generales de la sociedad», en Note su! Machiavelli,
sulla política e sullo stato moderno.
Sobre ello ver también K. MARX, «La Burguesía y la contrarrevolución», en La Nouw
velle Ga1.ette Rhénane, 15 de diciembre de 1848; Ed. Sociales, París 1969, t. II, pp.
227-231.
UNA POLÍTICA BURGUESA DE LA LENGUA NACIONAL 87
la burguesía por la cuestión lingüística, interés representado a nivel polí­
tico por una política burguesa de la lengua. En efecto, desde el momento
en que los individuos dejan de ser súbditos pitta convertirse en ciudadanos,
a partir del momento en que de la muda sumisión pasan a la participación
activa, los ciudadanos del nuevo régimen están obligados a «comprender»
(las leyes) y a «expresarse». «Expresión» que puede ser puramente formal,
peto que también, y tal es el caso en un proceso revolucionario, puede
tener un contenido real, aunque éste no sea, respecto a la clase que lo
apoya, completamente autónomo. Este binomio «comprensión-expresión» es
válido no sólo en período de «crisis» revolucionaria, sino también en «tiem­
po ordinario» de la_ democracia burguesa. 86 Con la condición1 no obstante,
de que se considere a ésta no como un simple camuflaje de una dictadura
de clase ( éste es el error del oportunismo «de izquierda») 87 sino como forma
y como medio real del poder de la clase burguesa en unas condiciones lús­
tóricas determinadas.
Podemos citar ahora este fragmento de la Historia de la Langue fran­
r;aise, en el que Brunot, a causa de su ideología «jacobina» (entre comillas
puesto que es la representación retrospectiva. del jacobinismo en un univer­
sitario de un siglo posterior) enuncia, atribuyéndolo a la necesidad natural,
lo que fueron pura y simplemente los objetivos políticos de la revolución
burguesa en Francia:
La monarquía había podido gobernar durante siglos exigiendo
a sus súbditos que obedecieran y pagaran. Sus órdenes, los actos
\ de s �s agentes, apoyados en una autoridad tradicional e indiscutida,
ocasionalmente proclamada de origen divino, no precisaban nin­
guna adhesión voluntaria. Muy al contrario, la nueva ley, aun­
que votada en nombre del pueblo y por sus representantes, no
tenía ninguna probabilidad de imponerse si no era con el asenti­
miento de la opinión. Habría sido contrario a la misma democra­
cia que se pretendía instituir y a los principios de gobierno que
se sentaban, hacer reformas, aunque fueran las más bienhechoras,
sin darlas a conocer, sin exponer su economía y sus motivos a
los ciudadanos «activos» y aun a los «pasivos».
86. Por ejemplo, el sufragio universal, que pertenece realmente a la democracia
burguesa, supone 1a unificación lingüística como condición para su existencia.
�7, Lo que es u�a -ilusoria inversión del oportunismo de derechas que tiende a
considerar la democracia burguesa como representando1 ya, una realización parcial de la
«democracia en sí».
88 RENÉE BALIBAR - DOMINIQUE LAPORTE
La disparidad de .idiomas constituía pues un obstáculo mayor para el
ejercicio de la democracia burguesa, y para la dominación política de la
burguesía realizada en sus formas democráticas burguesas.
Una vez planteado el problema como pregunta, era menester tratar de
resolverlo. Y si no resolverlo, al menos darle una respuesta, aunque fuera
en gran parte ilusoria. Esta fue la tarea que emprendió la Asamblea cons­
tituyente.
Se hacía tanto más urgente intervenir cuanto que las decisiones tomadas
por la Asamblea del nuevo régimen distaban mucho de ser unánimes. La
desigualdad ante los medios de expresión no constituía ya sólo un cibstáculo,
se estaba convirtiendo en un pelígro. En efecto, eu la sesión del 9 de febre­
ro de 1790, Grégoire había podido afirmar que «en ciertos países había
graves disturbios que se explicaban por los enormes errores sobre el sentido
de las palabras que cometían los campesinos, que tomaban los decretos de
la Asamblea nacional por «!órdenes de encarcelamiento ¡».88 A pesar del
aspecto espectacular de la intervención, nada permite suponer que las afir­
maciones de Grégoire fuesen presunciones sin fundamento, ni a fortiori,
que fuesen fruto de la fantasía de un obseso de la lengua. El peligro er a
real, y la Asamblea lo comprendió, y decidió la traducción de los decretos:
( ... ) un decreto que dice que se suplicará al poder ejecutivo
que publique los decretos de la Asamblea en todos los idiomas
que se hablan en las distintas partes de Francia. Así todo el mun­
do será dueño de leer y escribir en la lengua que más le plazca, y
las leyes francesas se haran familia.res para todo el mundo.89
Como primera medida relacionada directamente con el problema de los
intercambios lingüísticos, la traducción de los decretos fue innegablemente
una decisión política. Aparece al mismo tiempo como síntoma de la impor­
tancia concedida a la cuestión, y como primera tentativa con vistas a resol�
verla.
Con todo, es difícil atribuir a la Constituyente el mérito de una política
inaugural, si pensamos en lo que fue la política de la lengua durante la
Convención. En efecto, la Convención iba a seguir otra vía completamente
dirigida hacia su «fin» ideal: la uniformación del conjunto de prácticas
lingüísticas en vigor en el territorio nacional, a partir de una práctica ela-
88. HLF, IX, !, p. 23.
89. Bouchctte, iniciador del decreto. Cit"<lo por BRUNOT, H.L.F., IX, 1, p. 25.
UNA POLÍTICA BURGUESA DE LA LENGUA NACIONAL 89
horada especialmente a tal efecto: el francés. Entre la traducción y el afran­
cesamiento (francisation), es decir, entre la «política lingüística» de la Cons­
tituyente y la de una Convención marcada por Ja dominación jacobina, cabe
constatar una aparente ruptura. Pero antes de llegar a esto, antes de pasar
de la simple constatación a la demostración (¿aparente ruptura? ¿o derro­
camiento real" de una política en otra, contradictoria?), conviene decir unas
palabras sobre los efectos de este decreto del 14 de enero de 1790, votado
para la traducción. ¿Fue traducido a su vez? .Cabe pensarlo, aunque Brunot
no dice nada al respecto. En todo caso f�e conocido, y a pesar de alguna
oposición,"' parece que por regla general fue acogido favorablemente por
no decir con entusiasmo.
De hecho, el decreto fue aplicado de forma muy desigual. Y menos a
causa del veto real que había sufrido, que a causa de la imposibilidad ma­
terial que existía de que tuviera efecto. Esta imposibilidad revestía un doble
aspecto. Primeramente los patois eran «lenguas» habladas «que carecían por
completo de escritura y ortografía adaptadas» (Brunot). En segundo lugar,
la lengua política francesa se balldba en plena formación; la lengua de los
decretos, lengua jurídica y política, aún despojada de arcaísmos jurídicos, no
podía ser traducida por las buenas: «¿Cómo podían -se pregunta Brunot­
el gascón o el provenzal recuperarse de su atraso en. pocas semanas, y ofre­
cer los recursos técnicos necesarios para exponer o comentar los votos de
la Constituyente?»91
Si el objetivo era el que hemos descrito anteriormente --0btener la
adhesión de las masas populares y realizar los principios solemnemente pro­
clamados en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudada­
no-, podríamos deducir que el objetivo no se había logrado, por falta de
lengua. Podríamos añadir (y estaríamos más cerca de la verdad) que no
era un accidente, sino un momento esencial de la constitución de una polí­
tica burguesa de la lengua, momento que únicamente podía aparecer como
«errnr» después de la rectificación en el prnceso histórico de uniformación
de las prácticas. Obrando así, nos limitaríamos a constatar «dificultades-1
técnicas», cediendo a la satisfacción ilusoria de baber designado «causas \
materiales». En una palabra, usurparíamos una postura materialista. 1
En efecto, la razones aportadas por Brunot sólo constituyen una causa ..J
"I
90. «Sería prestar un flaco servicio a los ciudadanos entretenerles en el uso de una/
jerigonza bárbara y no animarles, por todos los medios posibles, a servirse de la. len-
gua nacional». Carta de Correze, citada por Brunot, HLF IX, 1, p. 26. 1
91. HLF, IX, 31. ,J
1,
I'
90 RENÉE BALIBAR - DOMINIQUE LAPORTE
aparente, no determinante en la realidad, del «fracaso» de la política de
la Constituyente en materia de lengua.
Pero ¿hubo realmente fracaso? La respuesta aportada por la Constitu­
yente ¿suponía realmente que el problema hubiese sido planteado previa­
mente? En caso afirmativo, la política de la Constituyente puede ser conside­
rada efectivamente como un «error». Pero en este caso, decir como hemos.
hecho nosotros que «el objetivo no se había logrado por falta de lengua»,
¿no es admitir a priori una identidad de objetivos (sólo los medios serían
distintos) entre la política de la Constituyente y la de la Convención? Pero
esta identidad no es en modo alguno evidente. El ohjetivo ¿fue en realidad
el mismo? Responderemos que no, diciendo que el problema de la ,lengua
en una democracia burguesa nunca fue planteado verdaderamente (a nivel
de Estado) antes de la intervención jacobina. Responderemos que no, di­
ciendo que plantear el problema era plantearlo en la cuestión de la uni­
formación. Lo cual, al mismo tiempo, invalida la problemática de los
«medios»: entre traducción y afrancesamiento no hay diferencia de «me­
dios» (representación instrumentalista tanto de la política como de la len­
gua), sino el efecto de una distancia política manifestada, a este nivel, por
la posición del problema de la uniformación. Si esta tesis es justa -y exis­
ten buenas razones para pensarlo- ¿es legítimo hablar indistintamente de
política burguesa en la Convención y en la Constituyente? Si con este
término designamos exclusivamente la política de la Convención ¿acaso
no relegamos la política de la Constituyente al rango de forma antidiluvia­
na de la política burguesa de la lengua? Si, además, la Constituyente marca
el acceso de la burguesía al poder político --cosa que nadie negará- ¿có­
1: mo explicar esta ruptura aparente entre «burguesía» y «burguesía>>?
De hecho no existen «varias» revoluciones francesas: el proceso re­
volucionario de 1789-1794 constituye sin duda una unidad, con sus contra­
dicciones propias, y no una acumulación de revoluciones sucesivas. Pero
1 10 que distingue propiamente el período de la Convención montagnarde
1 Sin caer en el analogismo, podemos seguir la comparación: una pluralidad
es que está marcado por la dictadura de la democracia revolucionaria jaco­
1
bina,92 la cual corresponde, incluidas las contradicciones internas (por ejem­
\10 el antagonismo Jacobinos-Sans-Culottes), a una fase de radicalizaci6n
del proceso revolucionario burgués.93 Esta radicalización no es únicamente
92. Tomamos esta expresión de A. M,\NPF.ED, «La Nature du Pouvoir jacobim>, La
¡iemf:c n.° 150, abril 1970. La empleamos aquí a causa de su valor descriptivo (indis­
cutiblemente lltil), pero sin dcja·r ercer que pD<lría 'tratarse del concepto adecuado (ne­
cesario, suficiente y definitivo) del pcrícdo jacobino.
93. Cf, MARX, «La Burguesía y la contrarrevoluci6n», op. cit. p. 229: <iEn am-
UNA POLÍTICA BURGUESA DE LA LENGUA NACIONAL 91
la que muestra un examen superficial de la Revolución (sus formas milita­
res y represivas); por el contrario, afecta al conjunto de la estructura social
y al conjunto de niveles y formas de intervención (política, social, ideoló­
gica, etc), y por consiguiente también a las realizaciones de los revoluciona-
rios burgueses.
\ .El aspecto lingüístico _ del proceso revolucionario no escapa a esta radi-
calización; es por esto por lo que entre la Constituyente yl� C:0 11_\'e11c:i:Sn
_ _
\no hay sólo diferencia de «medios» para· Tograr Tos·mismos «fi1_1,,s» _lin­
güfsÍÍ��;�_<llít},:gs. Siel. afrancesámiéñto · á üfüáñza sucedió a /ª tra��c�ión
·ele decretos, fue menos, éomo··pretende·Brmrot; a·causa de la 1mpos1fühdad
materfarque impedía la traducción, que a causa de un profondo cambi�-­
operado enJas.f?rtn_�� de_ la luch� poli.tica ªe__cla_se_s, Hay que ev!t�r cual­
_
quier representac16n rnstrumentahsta de la lengua (!y de la palmea.1 ), Y
pensar al contrario que entre traducción y afrancesamiento no hay dife­
rencias de medios sino cambio de política en sentido estricto. Desde un
punto de vista político, no es indiferente que la democracia funcione «con
traducción» o que funcione «con francés». Es más, deja de ser una demo-
cracia (revolucionaria y burguesa) si funciona· con traducción. _,,,
En efecto, sabemos que la burguesía francesa no pudo erigir su domi­
nación po!ltica sin movilizar a todas las demás clases de la formación social
contra las anti guas clases dominantes ) y sabemos asimismo que en el pro­
ceso revolucionario en el que la burguesía francesa instaló las formas
democráticas de su dominación, los individuos dejaron de ser súbditos para
convertirse en ciudadanos, pasaron de la sumisión a la participación activa.
'.Pero esta «participación» no es un fin en sí; las formas en que se realiza
no son todas equivalentes ni todas posibles. Presupone ante todo una igual­
dad jurídica (la ley es la misma para todos) cuya eficacia debe intervenir
también a nivel lingüístico: la misma lengua para todos. Del mismo modo
que la ley es la roisma pata todos, la lengua debe ser la misma para todos.
bas revoluciones (1648 y 1789) la burguesía era la clase que se hallaba realmente a la
cabeza del movimiento, En las ciudades, el proletariado y demás categorías sociales que
no pertenecían a la burguesía, o bien no poseían intereses distintos de los de la bur­
guesía o no formaban clases o fracciones de clase que poseyeran una evolud6n inde­
pendiente. En consecuencia, incluso donde se oponían a- la burguesía, como por ejemplo
de 1793 a- 1794 en Francia, no luchaban más que para hacer triunfar los intereses bur� __ , \
gueses, aunque no fuera a su modo. Todo el Terror en Francü1 no fue sino un método \
plebeyo de terminar con los enemigos de la burguesía, el absolutismo, el feudalismo Y J
el espíritu pequeño-burgués». 1
 92 RENÉE BALIBAR • DOM!NIQUE LAPORTE
de derechos (locales, por ejemplo) constituye, nadie podrá negarlo, un
obstáculo para la igualdad jurídica. Es estrictamente el mismo caso para la
lengua y los patois; y no por simple analogía, sino únicamente porque en
un régimen democrático burgués la cuestión de la lengua es también· (y no
es únicamente eso) interna a lo jurídico y a lo politico. Para que de hecho
los ciudadanos sean desiguales en lengua ( existen prácticas lingüísticas for­
jadas por antagonismos sociales) sin que dicha desigualdad de hecho sea
la del Antiguo Régimen (los patois), es necesario que de derecho la lengua
sea la misma para todos (el francés). Así se comprende fácilmente que la
!/'
, traducción de decretos no realiza esta igualdad jurídica burguesa.'
Traducción y afrancesamiento no son pues simples «medios» ni ·�imples
«'.ormas>'. del m'.smo «contenido» (la participación de los ciudadanos en la
. .
l1 vida pol!l!ca), smo que de hecho constituyen elementos incluidos respecti­
.• vamente en una política, elementos distintos de politicas distintas. Por ello
debe comprenderse también que de la Constituyente a la Convención hay
tanto «ruptura» como «continuidad»: los jacobinos «debían cumplir lo
que no habían hecho sus predecesores ( ... ). Debían llevar la revolución hasta
el final»." En otros términos, cambiaban de política al tiempo que eran los
únicos ( en cuanto «bloque histórico» según Manfred, en cuanto representan­
tes de la «voluntad colectiva nacional popular» según Gramsci) 95 que po­
dían operar dicho cambio.
Hay que llegar a comprender esta aparente paradoja: la burguesía cons­
tituyente no produce, en sentido estricto, una política burguesa de la lengua,
mientras que la voluntad colectiva nacional popular expresada por la polí­
tica jacobina, produce y desarrolla esta política, llevando hasta el extremo
el carácter democrático popular de la revolución burguesa. A este respecto,
se puede decir que desde el punto de vista democrático burgués, la política
jacobina (en materia de lengua, como en lo demás) es a la vez la más radical
y la más consecuente. Aunque no pudo imponerse inmediatamente en los
hechos, sienta los principios de la democracia burguesa, inclusive en el fun­
cionamiento de sus aparatos.
Deberemos sacar consecuencias de ello tanto al examinar las modalidades
de la política jacobina en materia de lengua, como al pasar revista al pro­
ceso de uniformación lingüística. En efecto, si la política burguesa de la
lengua está inscrita dentro de la política general de los jacobinos, esto sig­
nifica que hay que tomar esta inscripción al pie de la letra, darle su pleno
94. MANFRED 1 op. cit. p. 68.
95. Ver Obras Escogidas Ed. Sociales, p. 190.
UNA POLÍTICA BURGU�SA DE LA LENGUA NACIONAL 93
sentido. Diremos entonces que la política jacobina de la lengua realiza a nivel
lingüistico su dictadura revolucionaria y democrática: igualitaria y democrá­
tica (el mismo francés para todos), la política de la lengua se realiza al mis­
mo tiempo en una dictadura (cf. como veremos más adelante, el «terror lin­
güístico» en Alsacia). Añadiremos que dicha dictadura . revolucionaria y
democrática se realiza a nivel lingüístico, como a otros niveles, en aparatos
que· son aparatos del Estado (ejército, policía, iribunales, comités revolucio­
narios, etc.) y está apoyada en formaciones ideológicas (ideal de nación,
Francia, e) francés, los franceses), que juegan un papel excepcionalmente
importante en el proceso de uniformación de las prácticas.
2. LA DICTADURA DE LA DEMOCRACIA REVOLUCIONARIA JACOBINA EN MATE-
RIA DE LENGUA
Una vez definida una política en sus princ1p10s, es preciso volver a los
hechos, en la práctica de la política jacobina. En otras palabras ilustrar nues­
tra hipótesis para verificarla.
Aunque pueda dividirse, la historia de una política no es identificable
término a término con la división que constituyen sucesivamente las dife­
rentes asambleas (Constituyente, Legislativa, y más tarde, Convención) en el
calendario de la Revolución. Recordemos que Brunot distingue tres fa.ses
en el proceso .revolucionario, considerándolas tres posturas distintas frente
al problema lingüístico; la segunda fase va de la primera reunión de la Con­
vención (20 de septiembre de 1792) al 9 termidor del año II (27 de julio oe
1794). De hecho esta división es falsa. El mismo Brunot dice que la Con­
vención, al principio, siguió la tradición de las asambleas precedentes. La
Convención girondina no innovó, prosiguió la política de traducción de de­
cretos, y promulgó un nuevo decreto cuyas disposiciones preveían la tra­
ducción de las leyes al alemán, italiano, castellano, vascuence y bretón; ade­ ¡;
ll'
más encargó una Comisión para acelerar las traducciones.
Fue durante la Convención montagnarde, es decir, a partir de junio
d
del 93, cuando se produjo el «gtan giro» lingüístico. Entonces más que nunca
la disparidad de idiomas constituía un peligro. La guerra a los idiomas no
fue un relámpago del voluntarismo jacobino en el cielo girondiano; las que­
jas llegaban de todas partes: de Bretaña, de Alsacia, del País Vasco. Los
informes de los representantes se parecían a éste que damos como ejemplo,
y que cita Brunot:
1
1
Si el pueblo de Flandes marítimo no está a la altura de la Re-
1·
94 . RENÉE BALIBAR - DOMINIQUE LAPORTE
volución, hay que echarle la culpa. a la lengua que todavía cultiva
en secreto.96
Los idiomas no hacían simplemente el papel de fuerza de. inercia con­
tra la cual chocaban los asaltos de la propaganda revolucionaria, hacían
igualmente el papel de instrumentos activos en manos de las fuerzas contra­
rrevolucionarias, tal_ como testifica este domumento:
Los ciudadanos Rothé y Schwartz... habiendo pasado por la
montaña ' vieron a Arles,. Brandt, Jedele, Platten, y a muchos otros
ciudadanos reunidos para firmar una petición del ciudadano. Ritzen-
. -�
thaler, el cual les aseguraba que su contenido encerra?a únkamt:_!nte
peticiones al representante... para obligar al municipio a rendir
cuentas, y a acelerar el reparto de bienes comunales. Como la asam­
blea había tenido lugar en el mismo albergue que alojaba al Re­
presentante, firmaron la petición... no pudiendo imaginar que en
semejante lugar alguien pudiera tener la audacia de hacer firmar
escritos sediciosos, pero en el momento de (su) presentación al Re­
presentante, se encontraron allí unos buenos patriotas que explica­
ron a los ciudadanos presentes, en el idioma del país, el contenido
del escrito sedicioso ... a lo cual, ellos revocaron su firma Y asegu­
raron al Representante de su patriotismo.
(Glosa de Bruno/): Vemos pues a unas gentes, unos patriotas,
que creen firmar un papel de carácter puramente administrativo y
municipal, portador de una petición legítima, y que estampan su
firma en un papel de los sublevados."
Fue en este contexto preciso que los idiomas fueron declarados sospe­
chosos, y que Barere, en una intervención en nombre del Comité de Salud
Pública del 8 pluvioso del año II (27 de enero de 1794 ), denunció ante la
tribuna las amenazas que pesaban sobre el destino de la República por obra
de «los idiomas antiguos, galeses, gascones, célticos, visigodos, focenses y
orientales». La intervención de BarCre no se limita a estos arrebatos líricos
que le hacen exclamar que «el federalismo y la superstición hablan bretón», o
que «la contrarrevolución habla italiano y el fanatismo habla vascuence»;
96. Carta de Isoré, 2 de diciembre de 1793. Citada por BRUNOT, HLF, IX, 1,
p. 176.
97. BRUNOT: HLF, IX, 1, pp. 175-176.
UNA POLÍTICA BURGU�SA DE LA LENGUA NACIONAL 95
defiene los principios políticos e ideológicos que implican la existencia de una
lengua nacional:
La monarquía t�nía sus razones para parecer a la torre de
Babel; e.n Ía democracia, mantener a los ciudadanos en la ignorancia
de la lengua nacional, incapaces de controlar el poder, es traicionar
a la patria, es ignorar las ventajas de la imprenta, pues cada impre­
sor es un maestro de lengua y de legislación. El francés llegará a
ser la lengua universal, pues es la lengua de los pueblos. Mientras
tanto, puesto que ha tenido el honor de servir a la Declaración de
los Derechos del Hombre, debe convertirse en la lengua de todos
los franceses. Debemos a los ciudadanos «el instrumento del pen­
samiento público, el más seguro agente de la Revolución, el mismo
lenguaje». En un pueblo libre la lengua debe ser una y la misma
para todos.98
Se advertirá que este pasaje confirma punto por punto la hipótesis que
avanzábamos al principio de este capítulo y en el precedente, especialmente
en lo que se refiere al aspecto jurídico de los problemas lingüísticos ( «la
lengua debe ser una y la misma para todos», lo mismo que la ley), y la ne-
cesidad de uniformación en un régimen democrático burgués
1
A raíz de la intervención de Barere, la Convención decidió por un de- !
creto que en un plazo de diez días se n¿mbradan_m�.�stros de lengua fran­
cesa_�JLtodos los departamentos en·Í-;;s que se h�l:,lari-J;ret6n, vascuence,
i
itiliano aiemán: ta .;;;tió�!Í;gü¡;ti�;�e;c;¡;; �staba a 1� o;deñcterara;
puesto q�� �Í dí; siguiente (9 pluvioso del año II), la Convención escuchó¡
un informe del Comité de Instrucción pública y adoptó sus conclusiones." \
98. Citado por BRUNOT, op. cit, p. 181.
99. Indiquemos .que no puede considerarse fa nominac1on de maestros de lengua
francesa como una medida de política escolar. Los «maestros de lengua francesa)> no
son, ni siquiera anticipadamente, maestros en tanto que estos constituyen parte del per­
sonal del aparato escolar. El sentido común exige que no exista aparato escolar sin que
previamente existan maestros. Pero el sentido común se equivoca: es el aparato escolar,
quien produce maestros en tanto que cuerpo escolar encargado de la función de ense­
ñanza que hoy en dia les conocemos. La denominación de «maestros de lengua france­
sa» es una medida interior de la política de la lengua nacional llevada a cabo, en es­
pecial, por los jacobinos e interior al proceso de uniformación durante el período re­
volucionado.
Añadamos que ello no invalida el desarrollo de nuestra hipótesis según la cual al­
gunos fragmentos de la política jacobina de 1a lengua nacional y de sus teorías ideoló-
 96 RENÉE BALIBAR - DOMINIQUE LAPORTE
Pero dejemos esta cuestión (la cuestión escolar en la política de los j� co­
binos), que merece un estudio especial, y volvamos al decreto del 8 pluv10so
� para subrayar un punto que merece nuestra atención: el lugar concedido a la
práctica política en el aprendizaje del francés. Uno de los artículos (art. 4)
,
p reveia la lectura pública de las leyes y la traducc1on (oral) de aquellas que
se refiriesen a la agricultura (no olvidemos la importancia que dieron los ja-
cobinos al campesinado) y más ampliamente, a los derecbos de los ciudada­
nos. En cuanto al artículo 6, da a las sociedades populares un papel a 1a
medida de su importancia en la práctica política jacobina:
Art. 6 - Se invita a las sociedades populares a propagar cl esta­
blecimiento de clubs para la traducción oral de los decretos y leyes
de la República, y a multiplicar los medios para dar a conocer la
lengua francesa en los puntos más apartados del campo.100
Este artículo es importante por dos aspectos, que podemos ver de forma
concurrente. En primer lugar confirma que la política lingüística de los
jacobinos no es ni un hecho accidental ni un epifenómeno, sino que por el
contrario es parte integrante de su práctica política y de las formas en que
se ejerce: a falta de un aparato elaborado especialmente para este efecto,
los aparatos democráticos de base se encargan de asegurar una patte impor­
tante de la empresa de afrancesamiento, especialmente en el campo. Este
hecho es de gran importancia si recordamos que las sociedades populares no
eran simples relevos administrativos de un ¡ioder «venido de arriba», sino
que constituían organizaciones de masas . que no sólo gozaban de amplia
audiencia sino que eran el lugar de una práctica institucional de la iniciativa
revolucionaria de las masas. El hecho es tanto más importante -como vere­
mos más adelante- 101 cuanto que es inseparable de sus efectos: durante la
Revolución, fue en la práctica politica donde las masas aprendieron el
francés. En segundo lugar, el artículo pone de manifiesto el aspecto histórico
de la constitución de una política de la lengua, muestra que la dictadura de
la democracia revolucionaria en materia de lengua no se instaló de la noche
a la mañana al llegar al poder los jacobinos, sino que por el contrario fue
un proceso histórico sometido a condiciones objetivas, al desarrollo de los
ideales revolucionarios, a su inserción en el proceso de conjunto que consti-
gicas serán recuperados y desarrollados ulteriormente en el interior de una política
cscofar.
100. Citado por BRUNOT: HLF, IX, 1, p. 184.
101. Capítulo V.
UNA POLÍTICA BURGUESA DE LA LENGUA NACIONAL 97
tuye la política jacobina.102 En efecto, si bien el artículo en cuestión invita a
las sociedades populares a «multiplicar los medios para dar a conocer la
lengua francesa [escrita, la única válida jurídkamente] en los puntos más
apartados del campo», todavía subraya la necesidad de traducir oralmente
los decretos y leyes. En una palabra, constituye de algún modo el puente
de unión entre dos políticas. Se separa, y al mismo tiempo lo anuncia, del__
decreto_ deJ 2 termidor (20 de julio. de 1794). que sanciona jurídicamenteT;
ruptura político-lingüístiéa En la médidá. en c¡ue marca fa ¡iüesfa a la orden
cteldia· d�l «terror lingüísti_c.911 nos parece útil reproducirlo in extenso:
Art. l. A partir del día de publicación de la presente ley, y
en todo el territorio de la República, todo documento público de­
berá escribirse únicamente en lengua francesa..
Art. 2. Después de un mes contado a partir de la fecha de
publicación de la presente ley, no podrá registrarse ningún docu­
mertto, público o privado, si no está escrito en lengua francesa,
Art. 3. Cualquier funcionario u oficial público o cualquier agen�I
te del Gobierno que, a partir de la fecha de publicación de la pre- 1
sente ley, levante, escriba o suscriba, en el ejercicio de sus fundo� /
nes, actas, juicios, contratos u otros documentos en idiomas o len� (
guas que no sean la francesa, deberá comparecer ante el tribunal '
de policía .correcc ¡· º na! de su residencia, y será condenado a seis j
. . y·· · ·destituido.
meses de prisión
.
. ---:J
Att. 4� La misma pena se aplicará a cualquier cobrador de los
derechos de registro que, a partir de un mes después de la fecha
de publicación de la presente ley, registre documentos, incluso
privados, escritos en algún idioma o lengua que no sea el fran­
cés.103
Decir que este documento es una sanción jurídica significa decir que
no hace sino extender por todo el territorio nacional una serie de medidas
que ya se habían tomado a escala local, que no hace sino sistematizar, dán­
dole forma jurídica, una política previamente constituida en los hechos.
En efecto, el «terror lingüístico» no sólo estaba a la orden del día, sino
que además ·--···------�---·--·-"
había sido ·inaugurado en un país en el que las contradicciones
..-"-·-
102. Añadamos que si bien este proceso hist6rico adquiere durnnte la dictadura de
1a democracia revolucionaria jacobina sus características más netas (porque se concede
los medios políticos e institucionales para lograrlo) no se limita a ello.
103. Citado por BRUNOT: HLF, IX, 1, pp, 186-187.
 98 RENÉE BALIBAR - DOMINIQUE LAPORTE
/1
1
lingüísticas tomaban forma de abierto antagonismo. Saint-Just había sido
una especie de iniciador cuando durante su misión en Alsacia ( a partir de
octubre del 93 ), había comprobado el predominio masivo de la lengua en los
intercambios lingüísticos. El 9 nivoso (29 de diciembre de 1793 ), los re­
presentantes del pueblo Lebas y Saint-Just decretaron la creación de una
escuela de francés en cada comuna o cantón del Bajo Rin. Pocos días antes
(el 17 de diciembre), durante una fiesta conmemorativa de los mártires de
la libertad, uno de los discursos debía pronunciarse en alemán. Un repre­
sentante se opuso a ello, y todos los discursos se hicieron en francés. No
obstante, habría que esperar al 25 germinal del año II (14 d� abril de
1794) para ver al Directorio del departamento del Bajo Rin ordenar' la re­
dacción en francés de todos los papeles administrativos y todos los informes
y peticiones dirigidos a las autoridades. En la declaración de principios que
abre la Orden, podemos leer entre otras cosas:
Los administradores del Directorio del departamento del Bajo
Rin ( ... ) considerando que la diferencia de lengua entre los habi­
tantes de la orilla izquierda del Rin y sus hermanos del interior
parece ser un obstáculo para la comunicación fraterna que debe
existir entre ellos; que por tanto es esencial destruir una causa
que podría perjudicar la armonía política de todos los franceses,
y relajar los lazos sociales que les unen; considerando en fin que es
de interés general que todos los franceses, que forman una sola
familia , tienen las mismas leyes, los mismos derechos y los mis­
mos deberes que cumplir, tengan también una misma lengua; que
para lograr este saludable resultado es necesario aumentar los me­
dios de propagar la lengua-madre de la República en el Departa­
mento y eliminar de todos los actos públicos un idioma que hace
que los habitantes sean todavía, en cuanto a esto, extranjeros al
resto de Francia;
Ordenan:
( ... ) siguen las medidas de la Orden, cuyo contenido ha sido
resumido más arriba. Arch. Mun. de Estrasburgo, n.º 108, del
r-
25 germinal del año II, t. II, 447 .""
Esta orden fue seguida por nuevas medidas de proscripción del alemán:
\ las sesiones alemanas de la Sociedad de Jacobinos fueron prohibidas; la
\ corporación municipal decidió que se borraran las inscripciones alemanas
1
104. Citado por BRUNOT: HLF1 IX1 1, p. 190, nota 1.
99
UNA POLÍTICA BURGUESA DE LA LENGUA NACIONAL .
de los edificios públicos, y extendió la medida a las «inscripciones o letreros
colocados en las casas, encima de los almacenes, talleres o tiendas», auto­
rizando únicamente las inscripciones en francés. Paralelamente a esta serie
de medidas, se. multiplicaron los discursos y panfletos para reclamar una ra­
dicalización de las formas de represión en materia de política de la lengua,
llegando. a pedir incluso la deportación o la ejecución pura y simple.'°' De
entre todos estos discursos cabe destacar la Dissertation sur la francilisation
de la ci-devant Alsace (Disertación sobre el afrancesamiento de la ex-A/sacia)
(marzo de 1794) de Rousseville y el informe de Philibert Simond, diputado
en la Convención, que propuso al Comité de Salud Pública dar prioridad a
los ciudadanos que hablaran francés para la compra de bienes nacionales, y
trasladar «un número igual de ciudadanos que hablen francés desde el
interior de la República a los dos departamentos del Rin, de forma que
habrá tantos ciudadanos que hablen francés como ciudadanos que hablen
alemán en ambos departamentos».
Si la Convención no adoptó estas medidas extremas, no hay que apre­
surarse, como hace Brunot, a atribuir estas proposicíone.s a «la loca elucu�
bración de un exaltado», ni siquiera considerarlas como un mero <<accidente
de ruta». Que fueran erróneas políticamente es algo que nos muestra la his�
toria, pero que fueran caprichosas es una afirmación que sólo puede pro­
ceder de un fantasma ideológico que o bien ignora la historia de la unifor-.
mación y el afrancesamiento, o bien se representan dichos procesos «sin
historia», es decir operados por milagro, y que en cualquier caso nos ex�
pone a olvidar el contexto de lucha ideológica intensa que necesariamente
supera a veces sus productos.
Lo que cuenta es que la política de la Convención montagnarde siguió
desarrollándose por debajo de intervenciones como las citadas. En la sesión
del 8 pluvioso del año II, que debía culminar con el famoso decreto (cf. más
arriba), los diputados habían rechazado incluso una enmienda de Grégoire
que proponía extender las medidas decretadas no sólo a los idiomas extran­
jeros, sino a la treintena de dialectos que florecian en el territorio nacional.
BarCre contestó que los patois no constituían un verdadero peligro:
No es que no existan otros idiomas más o menos groseros en
otros departamentos; pero no son exclusivos, no han impedido el
105. «Muchos oradores pronunciaron enérgicos discursos; los unos pidiendo que --- ¡
se les d?p ortara y se trasplantara a A:saci� una· colonia de Sans-Culottes; los otros que
.
se les h1c1era dar un paseo por la gu1llottna, para lograr su conversióm>. 1
HEITZ, Soc. pal,, pp. 302-303; citado por BRUNOT, HLF, IX, 1, p. 191. \
__J
 100 RENÉE BALIBAR - DOMINIQUE LAPORTE
conocimiento. de la lengua nacional. Aunque ésta no se habla igual­
mente bien en todas partes, al menos se entiende con facilidad.""
En su respuesta, precisó además que los clubs y sociedades patrióticas
colaborarían en el afrancesamiento no sólo de sus miembros, sino de todos
los ciudadanos. Con todo, Grégoire no se dio por vencido: el 9 pradial del
año II (28 de mayo de 1794 ), el Comité de Instrucción pública escuchó
su informe Sobre los idiomas y patois extendidos por las distintas comarcas
de la República, y lo llevó ante la Convención. Aunque no tuvo repercusio­
nes decisivas sobre la política lingüística desarrollada por la Convención, en
todo caso nada que hiciera replantear los principios fundamentales (p01;, otra
parte no había divergencias políticas de fondo), no estará de más que recor­
demos sus efectos.
La Convención puso «el idioma de la libertad a la orden del día»:
encargó al Comité de Instrucción pública que presentara un informe sobre
«los medios de ejecución de una nueva gramática y un nuevo vocabulario
de la lengua francesa» un (Brunot); mandó redactar un mensaje a los fran­
ceses resumiendo el contenido del informe de Grégoire y del decreto de
8 pluvioso y el 15 mesidor (3 de julio), decidió que el Informe de Grégoire
y el Mensaje a los Franceses serían publicados y tendrían la misma tirada
que los Anales del Civismo.
Del mismo modo que no hay que tratar de «reconciliar» a Barere y
Grégoire, encajar sus respectivas intervenciones como si fueran piezas de
un puzzle, tampoco hay que tratar de encontrar puntos a partir de los
cuales deducir una oposición de tipo antagónico.· Existen puntos de diver­
gencia que tienen su propia importancia, p�ro no obstante no afectan la co­
herencia de una línea política común. Para explicarlo, diremos que dependen
:1· de una diferencia de niveles en la intervención que hay que leer como la
distancia que media entre una toma de posición en política y una toma de
1 posición ideológica En efecto, decir que la ideología dominante es la d;,_
' la clase domi11,ª,nt<e,no significa q-;;e-ideo!Ógíay pofftiéase1cléntífiqÜen pÜÍ1to
por ¡,�nt� (por. mucho qÜe Ía conf�si6n .sea frecuente): sriio, ¿par,i qüé -
mufilpÜ;;�:c���tQi::;ji{ d�nd� pocJrÍ;Il10S .. aJiorrarllClS. u_ñ9FIJe·f;-é�ho las
apárentes divergencias no' se''ex¡iliéan Íínicamente por una diferencia de inte­
reses (de clase o de fracción de clase), sino al mismo tiempo por el lugar
106, Citado por BauNoT: HLF, IX, 1, p, 196.
107. Recojamos, de paso, la identificación hecha de «la lengua» y de su «gramáti­
ca», acto determinante en la historia del francés nacional. Nosotros lo examinaremos
en el capítulo IV.
UNA POLÍTICA BURGUESA DE LA LENGUA NACIONAL 101,
y la función de las intervenciones en la coyuntura histórica en que se pro­
dujeron. Una toma de posición política pasa necesariamente -sobre todo
si encarna el poder del Estado, como es el caso aquí- por una apreciación
lo más justa_posJble de _la coyuptura y de los efectos (sólo parcialment;p,e:­
visibles) de la inserción de una ·Íntervención (pofüiéa) en esta coyuntura, en
otras paláhras, de su inserción en la lucha de clases eñ- una"F¡iOca histórica
da'da. Desde este punto de vista, la postura de Bar�r" _e_stípica de �staforma
deJntervend{)n: «No es que no existan otÍ'os-··Idi�mas más o meilOs groseros
'�n otros. depa;tamentos; pero no son exclusivos, no han impedido el co­
nocimiento de la lengua nacional.» Barere parte de necesidades inmediatas,
cotidianas podríamos decir, requisitos de la lucha política, localizables a ni­
vel de práctica política, y que una vez localizados exigen una respuesta. La;
misma localización no está desprovista de «presupuestos ideológicos», pero /
la respuesta que implica estátansometida a losintereses objetivos que estos i
presiípuestosmanü'iéstan y á la ideología qÜe desarroll;n, como a lis éciiid¡: /
éfories reaÍes; coyuntÚrales e igualmente objetivas, que autorizan o ,no la (
., .
realización efeciíva de esta id�oJ;gí�-:--- o.'
·t'.oiñ¡iarado con 'ésta intervenci6n polítka, el informe de C,r_ég?i,rt,__p_arece__
situarse mucho miís en el terreno aeTosiilealeii-EurgÜeses y de las «teorías
lcteoÍógi�a�», .· El · lector podrá darse ciieiiia de .. elfo leyeñclo Tos fragii:íeiiios
derínforiñ'e" que reproducimos más adelante. Digamos una vez más que no
hay en ello ninguna contradicción grave, nada que pueda hacernos dudar
de la unidad, en el seno del mismo grupo dirigente, de la práctica política y
de los ideales democráticos burgueses. Ya hemos insistido bastante en que
. el ideal de los jacobinos ( el mismo francés para todos) era inherente a su
práctica política, para permitirnos seguir avanzando en este terreno. Diga­
mos de paso que Bruno! (aunque no adopte las mismas referencias concep­
tuales) expone una idea que va en el mismo sentido, cuando dice:
Si la Asamblea no le siguió ( a Grégoire), fue a mi parecer
porque la persistencia de los patois era tal vez un estorbo, pero no
un peligro, No comprometía la seguridad de la República, Persi­
guiéndolos se podía servir a la unidad y también a la igualdad, pero
no se salvaba la patria.108
A pesar de que la Convención no adoptara completamente las conclu­
siones del info rme de Grégoire, hay que considerar dicho documento como
el que sistematiza mejor los fragmentos de teorías ideológicas de la lengua
108, HLF, IX, 1, p. 196.
 102 RENÉE BALIBAR • DOMINIQUE LAPORTE
de los jacobinos, y como el documento que manifiesta con mayor claridad
el papel de las formaciones ideológicas burguesas ligadas a la uníformación
lingüística, en cuanto desarrolla de forma especial una ideología de la na­
ción y de la lengua nacional. Los breves fragmentos que damos a continua­
ción permitirán hacerse una idea de ello:
( ... ) Se puede uniformar la lengua de una gran nación de forma
que todos los ciudadanos que la componen puedan comunicarse sus
pensamientos sin obstáculo. Esta empresa, que no fue ejecutada ple­
namente por ningún pueblo, es digna del pueblo francés,"· que cen­
traliza todas las ramas de la organización social, y que deb¡¡.. em­
plear todo su celo en consagrar lo antes posible el uso uruco e
invariable de la lengua de la libertad, en una República única e
indivisible.
( ... ) Lo que mantiene a tantos individuos alejados de la ver­
dad es la ignorancia del idioma nacional; si no.les ponéis en comu­
nicación directa con los hombres y los libros, sus errores, acumu­
lados y enraizados desde hace siglos, serán indestructibles.
Para perfeccionar la agricultura y todas las ramas de la econo­
mía rural, que están tan atrasadas en nuestro país, el conocimiento
de la lengua nacional es indispensable ( ... )
( ... ) Todo lo dicho exige la conclusión de que para extirpar to­
dos los prejuicios; desarrollar todas las verdades, todos los talentos,
todas las virtudes, para simplificar · el mecanismo y facilitar el
juego de la máquina política, es necesaria la identidad de lengua ...
· al hablar de modelo (es decir, conjunto regulado de prácticas) designamos
la unidad de idioma es parte integrante de la Revolución, y por
tanto, cuantas más dificultades se me opongan, más se me probará
la necesidad de oponer medíos para combatírlas.109
El criterio de selección de estas citas merece un comentario. Sólo hemos
copiado los pasajes referidos a la ideología de la nación y de la lengua na­
cional. Y en el terreno de la ideología, el informe de Grégoire -al igual
que la mayor parte de publicaciones jacobinas sobre esta cuestión- desa-
rrolla simultáneamente dos formas de ideologías de la lengua: por una parte
1\
¡ una ideologia de la lengua en sentido estricto (ideología de su forma), y por
I de este modelo, que no puede ser instaurado sí no es presentándose como
1 otra parte una ideologia de su práctica (práctica uniformada en el marco del
\
1
EstadoaNación).
109. GRÉGOIRE: Informe sobre los idiomas y patois extendidos por las distintas
comarcas de la Reprlb/ica, 1794. Citado por BRUNOT, HLF, IX, 1, pp. 205 a 213.
UNA POLÍTICA BURGUESA DE LA LENGUA NACIONAL 103
Precisemos: antes hemos mostrado la necesidad de uníformación de
las prácticas lingüísticas en un régimen capitalista, y hemos aportado
algunos datos sobre la función de una «lengua común» para todos en una
democracia .burguesa; al hacerlo hemos tenido que romper con una con­
cepció.n instrum�ntaliSta pará mostrar que traducción y afrancesamiento no
son simples medíos ( entre otros medíos de gobierno), meras piezas intercam­
biables de una misma política. Hay que ir más allá: la lengua no sólo debe
ser la «misma para todos», sino que es preciso que ésta (en este caso «el
francés») sea un francés ( que es «el francés» a secas, «el francés» absoluto,
únicamente a causa de la ideología que oculta su naturaleza y su función).
Es decir, que «el francé_s», a la vez objetivo y objeto de la uniformacíón,
no es un material que-siempre-ha-estado-ahí preparado para funcionar, sino
que por el contrario constituye__]}°' co_n¡unto regulado de prácticas cuya
construcción es, históricamente, resultado de la focha. de cl:is¡s. Por eso, a
fin de cu-;;;:;:t;s, contribuye a reallzar fa dominación de la clase (fracción de
claseo al�°'�-ª ªe Clases) que detenta el poctery-iiestTI,:iver·¡¡¡tetvien:een
un_?._pc,Jítíca de la lengua·);-
· · · ·· · eií í.iñá
· radóñalfzacíon ídeoÍógÍca
· · c�'iíforme a sus.
· · ··
intereses (de clase).
Esto significa también que no cualquier «francés» es objeto de unífor­
mación. Por eso los jacobinos, junto con su ideal de uníformación de las
prácticas, y las medidas políticas adoptadas en este sentido, desarrollan en el
interior de formaciones ideológicas apropiadas un modelo de lengua común
que hay que realizar en el Estado-Nación. Sobre este modelo -que más
adelante identificaremos como un modelo de francés elemental- y sobre
las ideologías que apoyan su realización, podemos desde ahora decir esto:
li
a la vez la transformación formal de la lengua (que no es aquí-nuestro objeto
¡
directo, aunque tendremos algo que decir sobre el material sintáctico que
autorizó la citada transformación) y la manera en que se realiza dicho
modelo (es decir, la forma social e institucional característica de su .práctica).
'"
i'
Mientras que su construcción es un proceso histórico, este modelo es
objeto por excelencia de una sobredetermínación que asigna a su represen­
tación (representación de la forma y funciones de este modelo) un papel 1,
importante en su misma realización. Estas representaciones ( que son las de
la ideología dominante) juegan un papel real en la construcción e imposición
realización de su propia ideología ( es decir, como realización de dichas re­
presentaciones). En este sentido, este sistema de representaciones que inter­
vine históricamente en la construcción del modelo de lengua común no pue-
 104 RENÉE BALIBAR • DOMINIQUE LAPORTE
de ni debe confundirse con algo que podríamos llamar el conjunto de «ilu­
siones retrospectivas».· Por ilusiones retrospectivas entendemos por ejemplo
la idea (que no es la única) de una lengua común («el francés») preexisten­
te a la pol!tica de uniformación, pensada (representada). como algo que ·ha
estado ahí desde siempre, idealmente virgen de cualquier marca social. Esta
representación retrospectiva (mejor que ilusión) también «actúa» histórica­
mente, ejerce una función en el seno · de la estructura social, pero en otro
momen_to del proceso, precisamente como factor de reproducci6n del modelo
impuesto y como condición de su eficacia, por denegación del aspecto his­
tórico de la constitución del modelo; en otros términos, negando que este
modelo sea objeto de una construcción. La dificultad procede justamente del
hecho de que con el mismo término de «lengua común» se designan vI!'ias
realidades contradictorias, e incluso varios niveles de la realidad: por una
parte la realidad del modelo (que no deja de ser una realidad, aunque
no sea lo que se dice de él), y por otra parte la realidad de las representa­
ciones de dicho modelo (de su forma, función, prácticas, etc.), las cuales,
aunque designan falsamente este modelo, intervienen de forma bien real en
su construcción y en las condiciones social-ideológicas de su reproducción.
Al hablar de las condiciones de realización de este modelo, acabamos de
� decir que era objeto de una sobredeterminaci6n, es decir, producto de una
luralidad de factores determinantes (económico, político, jurídico, ideoló-
1 gico). Pero en el mismo seno de su determinación ideológica, nos encentra�
mos con una pluralidad de .factores determinantes. Sobre la base del infor­
me de Grégoire hemos aislado dos de estos factores: una ideología de la
lengua en sentido estricto (ideología de su forma) y una ideología de su
práctica (práctica uniformada en el marco del Estado-Nación). Teniendo en
cuenta las precisiones precedentes, podemos ahora tratar de esta distin­
ción, intentando discernir la ambigüedad que parece apuntar en ella.
Ante todo digamos que la distinción, aunque operante, es en parte for­
mal, en la medida en que la ideología de la forma lingüistica es de hecho
inseparable de la ideología de su práctica. Más concretamente: la ideología
de la forma lingüística ( el modelo democrático de lengua común de los ja­
cobinos) no es jamás sino la ideología de la forma histórica de la lengua na­
cional. En el caso particular que nos ocupa, el de la revolución cultural bur­
guesa francesa, estas formaciones ideológicas coinciden históricamente: no
. existe entonces una lengua nacional afectada de un cambio de forma por
efecto de la política y los ideales jacobinos, hay una lengua nacional que
realizar en una forma especial. Pero al operar as! sólo designamos un aspecto
del problema: la «lengua nacional» es una noción que recubre dos «rea-
UNA POLÍTICA BURGUESA DE LA LENGUA NACIONAL 105
lidades» distintas: por una parte la necesidad material de una «lengua co­
mún (al menos de derecho, si no de hecho), y por otra el ideal burgués de
«nación». Por lo tanto, hay que llegar a la conclusión de que si la ambi­
güedad se esconde en alguna parte, es en la n�ción misma de «lengua na­
cional». Trataremos de clarificarla.
3. NACIÓN Y LENGUA NACIONAL EN LA REVOLUCIÓN CULTURAL BURGUESA
Recordemos brevemente que la forma nación es una forma social tran­
sitoria (un· conjunto de relaciones sociales que combina históricamente un
mercado nacional, un Estado nacional y una lengua «común») cuya base está
constituida por el desarrollo de la producción comercial en un mercado na­
cional (mercado de productos y -cf. capítulo II� mercado de fuerzas de
trabajo). Hay que considerar además como tendencia el proceso de consti­
tución de formaciones sociales nacionales -pues éste es el caso al menos
en Francia- en formaciones sociales que no eran naciones, proceso marcado
históricamente por la victoria del capitalismo sobre el feudalismo; y pre­
cisar que este proceso histórico es inseparable de una representaci6n ideo­
lógica de la naci6n, de una ideologia nacional (o varias ideologías naciona­
les, puesto que según las épocas y las posturas de clase, no tienen el mismo
contenido) ciue interviene activamente en este mismo' proceso, en otras pa�
labras, que participa en la construcción histórica de las formaciones socia­
les de forma nacional.
En el interior de este proceso, el problema de la lengua ocupa un lugar
que va es.trechamente ligado a los otros dos elementos (económico y jurídico­
. político) constitutivos de la forma nación.. Sin repetir lo que ha sido dicho
en el capítulo precedente, conviene recordar que la existencia de una len­
gua nacional llamada «común» está supeditada en última instancia a nece­
sidades económicas, 110 aunque éstas no constituyan el único factor determi�
nante, ptiesto que, tal como también hemos visto, el aspecto económico no
puede estudiarse sin hacer referencia constante al aspecto jurídico. A este
nivel, la lengua nacional. es pues una necesidad material. Si recordamos la
distinción operada entre ideología de la forma lingüística e ideología de su
110. <iLas necesidades econom1cas determinarán la lengua del país, que será ven�
tajoso para la mayoría conocer en interés d..: las relaciones comerciales» (LENIN: Notas
criticas sobre la cuestí6n nacional). Y también, sobre Rusia: «contra más democrático y
vigoroso sea el régimen de Rusia, más rápido y amplio será el desarrollo del capitalismo,
las necesidades económicas impulsarán más imperiosamente a estudiar a las diversas na­
cionalidades la lengua más cómoda: para las relaciones comerciales>>. (Lenin, op. cit.)
106 RENÉE BALIBAR • DOMINIQUE LAPORTE
práctica, podremos .considerar que las necesidades económicas -si las ais­
lamos provisionalmente de la serie determinante en la que se inscriben­
imponen una práctica de la lengua uniformada en el marco del mercado na­
cional, sin intervenir en la forma lingüÍstica, es decir, ·en el tipo especial de
práctica a realizar en el Estado-Nación; la imponen casi con independencia
de las formas políticas de la estructura social (necesidad de una práctica uni­
formada en la agricultura, comercio e industria en la Francia de los últimos
tiempos del Antiguo Régimen, antes de la revolución política y cultural bur­
guesa). Es por eso que cuando Lenin habla de «la lengua más cómoda para
las relaciones comerciales com1.mes», no hace sino designar e'ste aspecto.
«materialmente necesario» ( «material» no se usa aquí . en su sentido más
amplio), el cual es precisamente sólo un aspecto del problema. Pe�'o este
primer aspecto no existe en la práctica si no es como condición. de existencia
de un segundo, que va ligado al tipo de práctica que hay que desarrollar, y
que depende en gran medida de las superestructuras ideológica y jurídico­
política. Esta distinción es importante -al menos a título provisional­
para comprender que la forma lingüística tomada por la lengua nacional en
una época histórica dada no es indiferente a las formas y medios de domi­
nación de una clase determinada.
En la Francia de 1973 esta forma histórica de la lengua nacional es el
francés elemental. Nada nos dice que mañana esta forma vaya a subsistir tal
cual. O mejor, todo nos dice que del mismo modo que esta forma -histó­
rica- no ha existido siempre, no va a existir siempre. Conviene añadir
que este carácter tendencialmente .transitorio· no tiene nada que ver con «la
evolución de la lengua», en la que «hay palabras que desaparecen, y otras
nuevas que aparecen», sino que por el cOntrario tiene mucho que ver con
la estructuración de las representaciones y las prácticas ideológicas, presidi­
das masivamente por el aprendizaje de una práctica lingüística «de base»
(de base: porque el francés elemental constituye la base de las demás prác­
ticas lingüísticas) realizado en un aparato (actualmente el Aparato Ideoló­
gico de Estado Escolar).
En la Francia de 1793 ,existió una forma lingüística nacional, en estado
de práctica, y sobre todo como ideal democrático de len•ua
de elementos " La Pensée, 151): existe una necesidad mat<.:rial (en el significado común del término)
común. Este ideal democrático depende de la forma especial de dominación
de clase de la burguesía (la democracia burguesa) y de la expresión jurídica
de las relaciones sociales. Pero si bien es válido distinguir la necesidad
material de una lengua nacional y la forma histórica de ésta, hay que ir
más lejos y decir que la distinción operada es abstracta, e incluso, desde
cierto punto de vista, esquemática, en la medida en que puede tender -en
UNA POLÍTICA BURGUESA DE LA LENGUA NACIONAL 107
el límite, y si no tratamos de evitarlo- a separar abusivamente los tres
elementos de la combinación que constituye la formación (mercado nacio­
nal, Estado nacional, lengua nacional); sobre todo en la medida en que
tendería -en parte sobre la base de una cita de Lenin- a relacionar con­
fusamente la necesidad material de una lengua nacional con la existencia
de_ uri mercado nacional concebido como un mero sistema de «relacione s
comerciales»·; cosa que nos llevaría directaffiente a una concepción ins�
trumentalista, pues convertiríamos la adopción de una lengua nacional en
una cuest1on., de «comodidad»111 pura y . s1mp
• 1e. Pero 1as cosas no son así,
puesto que ya hemos visto que un mercado nacional no era solamente un
mercado de productos, sino también un mercado de fuerzas de trabajo.
También hemos visto que la uniformación lingüística, la adopción de una
«lengua común» por el comprador y el vendedor de la fuerza de trabajo
no vienen dict�das por un afán de «comodidad» en vistas a una «mejor
co.municaciórn>, sino que estos factores son una de las condiciones de po�
sibilidad del libre contrato, pues queda entendido que la igualdad lingüís­
tica que se realiza en él (o según los casos, históricamente, que hay que
realizar) es una forma de igualdad-desigualdad, es decir que pone frente a
frente a individuos cuya s prácticas lingüísticas distintas, a veces antago�
nis tas ( cuando intervienen directamente en la expresión de antagonismos
de clase) están sometidas (en su aprendizaje y en su uso) a una regla
general, la de la «lengua común». Si esta hipótesis es justa -y los hechos
la conforman-, ello significa que, en el marco del Estado-Nación con
111 .. Es por ello que 1a cita de Lenin debe ser utilizada prudentemente1 es decir H.
mitándola sólo al aspecto que trata de modo explícito '. Su extensión abusiva más allá
de este terreno podría, en 'efecto, conducirnos hacia las ilusiones sociologistas de las que
nos hemos librado numerosas ·veces: las «comodidades» técnicas o comerciales existen '
. . .
con su importancia propia, pero están, en definitiva, subordinadas a las causas más ge·
nerales .estudiadas en el capítulo II (2.ª parte) y a factores políticos. Cargar en 1a cuen·
ta de estas «comodidades» 1a uniformación lingüística sería exponerse a errar en lo
esencial de la materia, es decir, el modo y las condiciones de funciqnamiento de los
aparatos ideológicos y po.líticos burgueses, Para decirlo con claridad, sería preciso decir
aquí que «nos referimos en varios sentidos» a la «necesi<l?? material» (cf. AL'rHUSSER,
en las necesidades requeridas por la agricultura, el comercio, la industria; pero existe
también una necesidad material ( en <(otro» sentido del término, en el sentido en que,
por ejemplo, Althusser dice que la ideología tiene existencia material pero distinta de
la de un adoquín) en la uniformación de 1a lengua como condición de funcionamiento
de los AIE y del aparato político en fa democracia burguesa. Es el estudio de este
último aspecto -menos conocido aún que el primero no porque sea menos «visible» si·
no, sin duda, porque es más decisivo-- el que se debe intentar desarrolfar.
 108 RENÉE BALIBAR • DOMINIQUE LAPORTE
práctica uniformada, Ja lengua nacional en Francia toma necesariamente una
forma especial, democrático-burguesa {es decir, que incluye formas de
desigualdad en un aprendizaje igualitario, cuya construcción .históricamente
está en manos de la clase dominante.112
Por todo ello, la distinción que hacíamos más arriba sólo es operante
a condición de negar a la lengua nacional definida como «necesidad mate­
rial» toda anterioridad cronológica; en otras palabras, y por consiguiente,
sólo si la forma lingüística que se da como objeto {en este caso el modelo
democrático burgués de la lengua común) es concebida como la única for­
ma históricamente realizable en . el marco de las relaciones de élase exis-
tentes.113 ,�,
No obstante, todo lo dicho sólo apunta a un aspecto de rodo aquello
a lo que remite la noción de «lengua nacional»; más precisamente, la len­
gua nacional vista bajo este punto de vista no agota el contenido de su
relación con la nación.
112, Anticipando algo de 1o que vendrá más adelante, podrá:.n advertirse ligera­
mente los objetivos manifestados por el ideal dem6crata-burgués de lengua común (la
ideología de la forma histórica de la lengua nacional) y al mismo tiempo los medios
utilizados para realizar una desigualdad de hecho, a despecho (o a causa) de la igualdad
de derecho, leyendo lo que sigue: «Al igual que la- mayoría de los adultos, ellos (los·
escolares de grado primario) no tendrán más que una idea muy vaga y muy imprecisa
de las palabras gramaticales e, incluso, de las relaciones gramaticales que estas palabras
expresan». (Extracto de informe de Condorcet a la Convención, 179'3. Citado por BRu­
NOT, HLF, IX, 1, p. 103 ).
113. A fines del Antiguo Régimen se esboza ya una práctica común del francés;
ésta es impuesta tendencialmente en ciertos sectores (aJiricultura, comercio, industria)
por «necesidades materiales}>. Esta· práctica tendencialmente común lleva marcas de cla­
se (cf. cap. I): el francés dominante es entonces el francés de la alta burguesía y de
1a burguesía de los negocios. Esta práctica precede históricamente a la práctica institu­
cional del francés común (francés elemental) pero no le es anterior desde el punto de
vista de la lengua nacional. Desde este punto de vista el francés escolar elemental
definido como la forma hist6rica de fa lengua nacional es la única. forma posible y
existente (en régim.en burgués) de la lengua nacional. Las prácticas lingüísticas ante­
riores (las del Antiguo Régimen e incluso las de la Revoluci6n) no son prácticas a
las que bastaría con «desarrollar» o «extender» para obtener, en definitiva, el francés
elemental-lengua nacional. Bajo la Revolud6n, por ejemplo 1 el aprendizaje de francés
es, antes que nada y masivamente, un aprendizaje (político) dcl francés político realizado
-al margen de una escuela inexistente- en las prácticas de los aparatos poilttcos (co­
mités rcvolucionarios1 secciones, etc.) e ideológicos (fiestas). Este francés no es, tal
como lo hemos definido, 1a forma histórica de la lengua nacional, ni tiene su forma
ni el tipo institucional de prácqca; entra tan sólo en la serie de factores que sobredeter­
minan la construcción del francés elemental (Ver capítulo V.)
UNA POLÍTICA BURGUESA DE LA LENGUA NACIONAL 109
Ya hemos dicho antes que la noción de «nación» cubría dos elementos
distintos: de una parte la forma nación, forma histórica de relaciones so­
ciales, y de otra parte la o las ideología {s) nacional {es): la ideología na­
cional, la representación ideológica de la nación, es decir, una de las
«secuencias» ideológicas producidas en el interior de la formación social
de forma nacional, o si se prefiere, el conjunto de discursos que esta
formación desarrolla sobre sí misma. A los oj.os de la clase que impone
su dominación en la forma nación, sólo existe la Nación, es decir, esta
misma representación.
Desde este punto de vista ya hemos citado el informe de Grégoire
como uno de los documentos que mejor desarrolla y sistematiza una ideo­
logía de la «lengua nacional», en el sentido de que viene apoyada por una
representación ideológica de la nación. Pero no es el único documento que
poseemos; Brunot cita complacido algunos de estos fragmentos de enjundia
ideológica, cuando no es él mismo quien alcanza las más altas cumbres
de idealismo jacobino:
Fue entonces cuando se formó la Nación, cuyo solo nombre
hacía latir los corazones, uno de los tipos más puros de estas
naciones que definió Renan, fundadas menos en tratados de diplo­
máticos que en las inclinaciones de los pueblos, menos en intere­
ses materiales que en actos de consciencia, creaciones morales en
las que entran los recuerdos, y también los sentidos y las resolu­
ciones.114
Impulso espontáneo o generac1on mística, la «nac10n» se impone como
un «todo» que suprime idealmente los antagonismos de clase. Vertiente
espiritual de la abusivamente unificadora «sociedad», demiurgo de las cons­
ciencias (¡nacionales!), no se deja comprometer con los «intereses ma­
teriai-es», de los que procede en realidad toda formación social nacional.
Mejor dicho, la Nación es Verbo: «Es algo cierto que lo que hace la
patria es la lengua».'15 Segunda persona de una Trinidad laica compuesta
por Francia, su lengua y sus hijos {Francia, el francés, los franceses), «el
francés», <<lengua nacional», nacido de sí mismo, se opone al caos de la
Babel del Antiguo Régimen:
Si el francés ha sido elevado al rango de lengua nacional, no
114. BRUNOT: HLF, IX, 1, p. 4.
115. Vaublanc, prefecto de Mosela. Citado por BRUNOT, HLF, IX, 1, p. 2.
r 110 RENÉE BALIBAR - DOMINIQUE LAPORTE
hay que atribuir el honor a ninguna tradición, a ningún partido, a
ningún cuerpo, a ningún hombre: la nación revolucionaria encontró
esta idea en sus entrañas.116 .
En este momento lo más apremiante es que la lengua nacio­
nal se introduzca en nuestros campos; ese maldito idioma propio
de nuestros campesinos es .su azote y la tumba de la instrucción,
cua1quiera
. , se presente. 117
que sea 1a. farma en que esta
Pero ya se sabe que no basta con reírse de una ideología para separar­
se realmente de ella, y aun menos para conocerla. No se trata pues de re­
bajar el contenido de los documentos (incluido ese documento en s�,¡undo
grado que es el texto de Brunot), ni de reírse de ellos, pues el discurso
ideológico que pasa por ellos, que se realiza en ellos, no se opone diciendo
«lo falso» a una «realidad» (aquí la «realidad» de los intercambios lin­
güísticos, es decir, las prácticas lingüísticas realmente existentes y las rela­
ciones entre dichas prácticas) que diría «la verdad» a condición de «reve­
larla» (pues la opacidad de la ideología estorba su transparencia). En
efecto, por una parte este discurso es igualmente constitutivo de la «reali­
dad» de los intercambios lingüísticos, y por otra parte, no se limita a
ocultar las prácticas reales, sino que las representa, es decir, que las de­
signa al tiempo que las falsea. Daremos un ejemplo de ello reproduciendo
un nuevo documento.
Es del todo deseable que cada nación tenga la suya (su lengua),
y que esta lengua sea la misma en todas las partes de su territo­
rio, a fin de que dos hombres de la misma nación puedan recono­
cerse y entenderse desde el primer momento.'1 8
No hay por qué preguntarse si las razones alegadas aquí son las «ver­
daderas razones» de la unifo�mación lingüística. Tenemos ya bastante in­
formación sobre las causas determinantes de la uniformación,. y podríamos
responder tranquilamente que no. Pero la cuestión no es ésta, la cuestión
es que el reconocimiento y el entendimiento -factores que entran efecti­
vamente en la serie de determinaciones que producen un efecto de unifor­
mación- se proponen aquí como causa, sin precisar la naturaleza del
116. BRUNOT, HLF, IX, 1, p. 10.
117. Administradores del distrito de Sauveterre-d'Aveyron 1 5 de enero de 1792. Ci­
tado por BRUNOT, HLF, IX, 1, p. 6.
118. Carta a Grégoirc, Limogcs. Citado por BRUNOT, HLF, IX, 1, p. 10.
UNA POLÍTICA BURGUESA DE LA LENGUA NACIONAL 111
reconocimiento y del entendimiento. Es cuestión de palabras: el «enten­
dimiento» a realizar entre las clases sociales se suprime imaginariamente
en provecho de un entendimiento entre individuos. Es cuestión de pala­
bras: un juego de palabras que cumple una función de cobertura. Pero no.
sólo eso: el entendimiento entre individuos no es· el mero disfraz del
<<etltt!ndimteilto» entre c1;;;5-s-OCTáT�·es�t-;mbién, y detorrna mas-tuñ­
damental el mo-cto-detuncionam1ento de ·1os- AIE eU-,Tmterlor ·c1e-Tá
­
aemoc'ra;ia burouesa, la forma específica ··¿�-f;;-Tng:r�aciónideol6gÍcá":II,·-
Para qtie- el «:ntendimiento» entre claseSS0ci8IeS funcGñe�---ño·-áebe sei:
vivido como tal, sino como entendimiento entre individuos, «hombre::.,>,
ciudadanos, etc. Hablar de disfraz o de desplazamiento es pues señalar
un hecho real, pero al mismo tiempo, si nos. limitamos a eso, es desconoG�r
otro aspecto, que remite al hecho de que el «entendimiento» lingüístico y
el necesario «entendimientm> ideológico no pueden realizarse y vivirse ma­
terialmente si no es entre individuos.
Estas observaciones sobre la utilización del documento son importantes
para comprender que la ideología de la «lengua nacional». no es una pura
ilusión que hay que disipar, una máscara que hay que quitar para leer
una verdad oculta; para comprender que debe ser concebida en su fun­
ción, como condición efectiva de la uniformación. En una palabra, la ideo­
logía de una lengua nacional es condición histórica de las prácticas lingüís­
ticas. que no pueden constituirse sin ella. Como formación ideológica, no
viene a «cubrir» las causas del proceso de uniformación ( aunque ello de­
pende en parte de su función, pero sólo en parte), es interna al proceso
mismo. Por lo tanto, el trabajo a realizar con los documentos no debe
considerarse ('omo una vulgar «traducción», como un desciframiento (como
si tomáramos· el documento como el reverso engañoso de un anverso ideal-
119. La prueba más flagrante se encuentra en el ejemplo de 1a ideología jurídica
y el aparato jurídico burgués: la relación que se establece jurídicamente entre el pro­
pietario de los medios de producción y el trabajador· asalariado bajo la forma de un
contrato) es una relación entre individuos reputados como personas. Pero la relación de
producción que las formaS jurídicas suponen se establece no entre personas sino entre
clases (clase propietaria- de los medios de producción, clase trabajadora explotada) (cf.
Capítulo II). ¿Puede entonces decirse que la relación jurídica es una pura ilusión? ¿El_
rcf!ejo ideal de la materialidad plena de la relación de producción? El obrero firma
también «realmente» con su nombre (individuo fula:no, Dupont, Smith o Braun:) el con­
trato de trabajo. Incluso si no es m:ís que la expresión de las relaciones de producción,
la relación jurídica se convierte también en una de l,as condiciones de existencia, una
de las condiciones reproductoras de la relación de producción. Cf. ALTHUSSER, ldeo­
logies ... , art. cit. sobre «la interpelación de los sujetos».
112 RENÉE BALIBAR • DOMINIQUE LAPORTE
mente purificado de ideologías); consiste én interrogar a las formaciones
ideol6gicas (aquí la ideología de la «lengua nacional», el ideal de «naci6n»)
como efectos requeridos hist6ricamente por la estructura social en la que
se inscriben (la formaci6n social nacional) y desde el , punto de vista de su
funci6n en el seno de dicha formaci6n.
La ideología de la «lengua nacional», reducida a sus rasgos esenciales,
es igualitaria y unificadora. Dichos rasgos definen también su funci6n:
realizar la «unidad» requerida por la dominaci6n de Ja burguesía en la
forma naci6n contra el pluralismo político y lingüístico del Antiguo Ré­
gimen, realizar una de las formas de igualdad y lrbertad buri,u°esa contra
la jerarquía opresiva del Antiguo Régimen: :,
Tal vez uno de los medios más eficaces para electrizar a los
ciudadanos es probarles que el conocimiento y el uso de la lengua
nacional son importantes para la conservaci6n de la libertad ( ... )
Todos los miembros del pueblo soberano pueden admitirse
en todos los puestos; es de desear que todos puedan desempeñar­
los sucesivamente y volver a sus profesiones agrícolas o mecánicas.
Este estado de cosas nos presenta la siguiente alternativa: si estos
puestos están ocupados por hombres incapaces de expresarse, de
escribir en la lengua nacional, los derechos de los ciudadanos
¿ quedarán bien garantizados mediante documentos cuya redacci6n
presentará la impropiedad de términos, la imprecisi6n de ideas,
en una palabra, todos los síntomas de la ignorancia? Si por el
conttario esta ignorancia excluye, de · los puestos, muy pronto
renacerá aquella aristocracia que antes empleaba el patois para
mostrar una afabilidad protectora hacia aquellos a los que llamaba
insolentemente las buenas gentes. Muy pronto la sociedad volverá
a estar infectada de gente como Dios manda; la libertad de los
sufragios se verá restringida, las conjuras serán más fáciles de
concertar y más difíciles de romper, y por todo ello se establecerá
una especie de jerarquía entre dos clases separadas. Así, la igno­
rancia de la lengua comprometería el bienestar social o destruiría
la igualdad.'"'
En cuanto factor activo del proceso de uniformaci6n la ideología de la
«lengua nacional» impone pues como condici6n de su «éxito» el definirse
120. Informe de Grégoire, op. cit, Citado por BRUNOT, HLF, IX, !, pp. 207-208.
UNA POLÍTICA BURGUÉSA DE LA LENGUA NACIONAL 113
contra las prácticas del Antiguo Régimen, y plantear la existencia de una
lengua nacional como condici6n de imposibilidad de un «retorno» a las
prácticas (lingüísticas y políticas) del Antiguo' Régimen («el conocimiento
y el uso de la lengua nacional son importantes para la conservaci6n de la
libertad»). Es.ta ideología es inseparable de sus efectos:
Al principio de la Revoluci6n, el uso del francés había adqui­
rido de algún modo un carácter de devoción a la patria, y sólo por
eso se había hecho más común. 121
La ideología de la «lengua nacional» no es pues reducible a su función
de «cobertura» entendida como un conjunto de representaciones imaginarias
flotando por encima del «mundo real», sino que entra efectivamente en el
proceso de uniformación al realizarse materialmente en prácticas. Añadire­
mos que estas prácticas son prácticas institucionales, o mejor, prácticas de
aparato (s). Afirmación que debe ser estudiada a la luz de los hechos his-
tóricos-.
Las prácticas de aprendizaje del francés durante la Revolución fueron í
/ realizadas masivamente en aparatos políticos. No se trata aquí de hacer / \
1 un inventario sistemático de dichos aparatos, sino simplemente de indicar ¡
«dónde» las ideologías de la «lengua nacional» y de la «nación» se realizan · '
interviniendo efectivamente sobre las prácticas lingüísticas y produciendo
de algún modo efectos de aprendizaje. Entre estos «lugares» contamos ante
todo con las Sociedades y Comités populares; están también el Ejercito
nacional , y las fiestas nacionales. Reservamos el caso de las Sociedades y
los Comités para un capítulo especial (V). Digamos algo sobre el papel de_!
ejército y de, las fiestas en la práctica revolucionaria del francés .
... Aullque nadie duda ·c1e -que -eTejercito éonst1tuyé un ·ereiñento activo
por excelencia del ,aparato represivo de Estado, que funciona por medio de
la violencia, hay que recordar que éste es un ejército nacional, y como tal
funciona en gran parte «por medio de la ideología».122 El ejército constituyó_
uno de los principales factores de unificadón y de uniformac1ón. Al tíeÍñ­
poque·se--tor)a5aéli.irañie. "fa" Revoluci6n Ull <<habla soldadeic_a» (HLF
X, 1) no cabe la menor duda de que el ejército �i.t_t1y§ a___la u11ifor1I1a­
ción de las J,>rácdcas al agrurar dentro de los mismos batallones y regimien­
tos ;;· i;;-di;iduosde horizontes Íingüísticos tan distintos como sus orígenes
121. Laumond, prefecto del Bajo Rin. Citado por BRUNOT, HLF, IX, 1, p. 7.
122. Cf. AtnruSSER: Ideologies ... art. cit.
114 RENÉE BALIBAR • DOMINIQUE LAPORTE
geográficos, y a veces sociales.123 La dictadura democrática jacobina había
contribuido a este proceso decretando que «desde el cabo hasta el general
en jefe», aquellos que no supieran leer ni escribir quedarían excluidos de
la graduación. Desde el punto de vista de la ideología · de la «lengua nacio­
nal», la práctica del francés en el ejército debía adoptar necesariamente
y más que en ninguna otra parte aquel «carácter de devoción a la patria»
del que habla el prefecto del Bajo Rín (cf. más arriba); como «lengua de
la libertad» se oponía a las demás prácticas (las de los enemigos interiores
y exteriores de la Revolución), y su uso iba estrechamente asociado a la
práctica militar (práctica ideológica y práctica militar en sentido éstricto, a
punta de fusil) de la «defensa de la patria» y la «conservación de'1a li­
bertad».
Aunque actualmente el aparato ideológico de Estado religioso y el
aparato ideológico de Estado político se disputan las fiestas, durante la
Revolución éstas dependían única y explícitamente del AIE político. Aun­
que no todas las fiestas eran «fiestas nacionales» ( sólo hay una llamada
así), las fiestas revolucionarias celebraban un culto laico (laicidad si no
dudosa, al menos balbuciente) que obedecía a cierto número de rituales y
era ofrecido siempre a «la Nación». 124
Por el hecho de ser la materialización del ideal de «nación», las fiestas
incluían constitutivamente la práctica de la lengua nacional:
Cuando alguien se «federaba» no sólo para celebrar la nacion,
sino para afirmarla, se imponía el francés. Su solo uso daba sen­
tido a la ceremonia. Utilizar otra lengua habría sido no sólo una
· la revolución burguesa. Su conocimiento supone por el contrario la cons­
falta de tacto hacia los delegados procedentes de otros departa­
mentos, sino también una forma de infidelidad a la Patria, un
renegar ante el altar. (... ) No pretendo decir que los idiomas o
dialectos no tuvieran lugar alguno en aquellas jornadas, ni mucho
menos. ( ... ) Sin embargo no es exagerado afirmar que ante todo
el francés en estas fiestas nacionales se ganaba su consagración
oficial como lengua nacional, y que además estas fiestas ponían
cte manifiesto la evidente necesidad de completar mediante la
unidad de habla la comunión de sentimientos. 125
123. El testimonio de Grégoire: «En general, en nuestros batallones, se habla fran­
cés, y esta masa de republicanos que se habrá familiarizado con su uso, lo extenderá
en sus hogares». (Grégoire, Informe ... op. cit.)
124. Ver A. MATIIIEZ: Les origines des Cultes· revolutionnaire (1789-1792)> París,
Société nouvelle de librairie et d'edition, 190.4. Citado en HLF1 IX, 1.
125. BRUNO'f, HLF, IX, 1, p. 57.
UNA POLÍTICA BURGUESA DE LA LENGUA NACIONAL 115
No es ninguna casualidad que el apogeo de las grandes fiestas civ1cas
se sitúe en el año II.126 La fiesta de la Libertad, la fiesta de la Unidad
y la Indivisibilidad de la República , las fiestas decadarias y nacionales
constituían· una institución interna al aparato político instaurado por la
dictadura democrática jacobina, un elemento esencial para la educación de
las masas .. Y la ideología de la «lengua nacional» se realizaba en ellas como
uno de los aspectos de la ideología nacionaL
Recordemos que de momento no se trata de pasar revista a los apa­
ratos que eran lugar de prácticas de aprendizaje del francés durante la
Revolución, ni de estudiar los efectos de la política burguesa de la lengua
sobre los intercambios lingüísticos ( esto vendría después). Recordémoslo
para decir que lo que hemos querido poner de relieve es ante todo la fun­
ción de la ideología de la lengua «nacional». Esta aparece entonces como
un «brazo dere.cho» de la política en cuestión; no es -al menos de modo
fundamental- que su función esencial sea ocultar, sino que actualiza sus
objetivos, autoriza los efectos en la coyuntura mediante un montaje com­
plejo de representaciones y cómportamientos que funciona materialmente
en los aparatos de Estado (fiestas, ejército).
* * *
Resumamos. Existe una politica burguesa de la lengua, cuyo análisis no
se reduce a la constatación empírica de «hechos» tales como decretos, ac­
tas, leyes, etc. pronunciados por los aparatos jurídicos y políticos durante
trucción de hipótesis que hay que apoyar en estos hechos. Hipótesis que
deben apuntar e incluir tanto la naturaleza de los objetivos en juego en
dicha política, como la definición de ésta en relación con otras prácticas
políticas (e ideológicas) que intervienen en la coyuntura histórica.
Por el lado de los objetivos, la política burguesa de la lengua tiende a
la uniformación lingüística a partir de una práctica lingüística especial ela­
borada a este efecto y realizable en el Estado-Nación. Tanto en sus objetivos
como en su forma, esta política está sometida históricamente a su inserción
en la dominación política general realizada por la clase dominante. Así, se
ha podido decir que la política jacobina de la lengua realiza a nivel lin­
güístico la dictadura de la democracia revolucionaria jacobina. Esta política
se apoya en formaciones ideológicas (la «nación», la «lengua nacional»),
126. A. SonouL: Histoire de la Révolution Franraise, t. 2.
116 RENÉE BALIBAR • DOMINIQUE LAPORTE UNA POLÍTICA BURGUESA DE LA LENGUA NACIONAL 117

cuyo papel no se limita a cubrir unos objetivos «inconfesables>>, sino que tercambios lingüísticos y en la forma lingüística misma, pero de otra ma­
producen por sí mismas unos efectos de aprendizaje. Lo que está en juego nera, también observable empíricamente si vamos a buscar en los progra­
en la política burguesa de la lengua, la construcción de una lengua nacional, mas, instrucciones, decretos ministeriales, et<;., que manifiestan la existencia
no es indiferente a la forma histórica de las relaciones sociales. La lengua de esta política escofar.
nacional es una entidad abstracta que no da cuenta de la forma lingüística
especial que supone la democracia burguesa. Hay que precisar que, en una
democracia burguesa, la forma lingüística en cuestión sólo es realizable
en definitiva, es decir finalmente, en un .aparato escolar. Y hay que preci­
sar también el correlativo de esta hipótesis: junto con su práctiq política,
los jacobinos desarrollan un modelo democrático de lengua común que es
un modelo de francés elemental (escolar). Hay que demostrarlo, y parn,ello
no estará de más otro capítulo. Pero antes, algunas precisiones.
Ante todo, repetir que hay que separar los efectos inmediatos de !a
política lingüística de los jacobinos ( efectos de aprendizaje del francés en
los aparatos revolucionarios: sociedades populares, fiestas, ejército) de este
modelo democrático de lengua común (modelo de francés elemental). En
la práctica política y en las teorías ideológicas de los jacobinos, el «francés
elemental» (las comillas remiten a su «anacronismo») sólo existió como
proyecto ideal. Sin un aparato escolar constituido, dicho proyecto fue irrea•
lizable materialmente. No hay que confundir pues el necesario transtorno
lingüístico operado «inmediatamente» por la Revolución en las prácticas
existentes (numéricamente hablando, más gentes «hablaba francés» al ter­
minar la Revolución que �l empezar ésta) con la práctica institucional de
la lengua nacional en su forma democrática burguesa (el francés dementa!).
La revolución burguesa «crea» la «lengua, nacional», pero en la práctica
de sus aspectos democráticos (el «mismo» francés para todos) la lengua
nacional no tiene existencia material, constituida, estable, generalizada, an­
tes de la instauración de un aparato escolar (escuela laica, gratuita y obliga­
toria); pero no se construirá antes de un siglo.
Una palabra más, para precisar. Acabamos de decir que el conocimiento
de una política burguesa de la lengua no se limita a la constatación empí­
rica de los «hechos», es decir, del conjunto de medidas (decretos, actas,
leyes, etc.) adoptadas a nivel de derecho y de Estado. Esto significa como
consecuencia que lo que identificamos como la expresión de política bur­
guesa de la lengua nacional no tiene existencia únicamente en el conjunto
de medidas adoptadas por la Convención. Significa, por el contrario, que
la política burguesa de la lengua, que es siempre necesaria para el funcio­
namiento de la democracia burguesa, prosigue en el interior de una política
escolar. Significa que el Estado sigue interviniendo en el frente de los in-
 IV

la ideología escolar de los

revolucionarios burgueses

JiI•
¡1
1,
1,
 l. POLÍTICA LINGÜÍSTICA Y POLÍTICA ESCOLAR DE LA REVOLUCIÓN
FRANCESA

Hemos. mostrado en el capítulo precedente que una formación social

de forma nacional exige tendencialmente como condición de existencia la
instauración de una lengua nacional; que esta instauración pasa por deci­
siones políticas; que en el caso de Francia, la política nacional de los re­
volucionarios burgueses de 1789 comportó una política lingüística; que esta
política lingüística fue indisociable de una política escolar.
Pero una contradicción manifiesta opone los resultados de la política
lingüística a los resultados de la política escolar de las Asambleas revolu­
cionarias. Por un lado se puede decir que la política lingüística fue seguida
. de efectos inmediatos. Los informes de los representantes en misión, los
documentos de los archivos, atestiguan de la práctica del francés en los
aparatos políticos, y las estadísticas y encuestas sobre el estado lingüístico
de Francia realizadas por los prefectos del Imperio prueban que el francés
nacional fue instaurado efectivamente, y que desde su instauración pro­
gresó considerablemente. En el espacio de los tres o cuatro años que duró
la época revolucionaria, todas las clases sociales lo reconocieron y se apro­
piaron de él. Pero por otro lado se puede afirmar que la política escolar
de las Asambleas revolucionarias únicamente existió sobre el papel, para
los 6rganos de base. Al finalizar la época revolucionaria se había realizado
un enorme trabajo de informes y planes acerca del sistema escolar, e inclu­
so se habían efectuado los contenidos escolares de la enseñanza del francés,
pero la parte esencial del sistema, la escuela primaria, no había recibido
principio alguno de realización. Quedaba por crear el Aparato de Estado
Escolar; llevaría un siglo hacerlo.
122 RENÉE BALIBAR • DOMINIQUE LAPORTE
Si nos detenemos aquí, nos encontramos ante la siguiente paradoja:
los franceses de la Revolución no necesitaron la escuela para adquirir el
francés; después de ello, los franceses necesitaron luchar largo tiempo para
obtener el francés en la escuela.
Esta paradoja nunca se ha visto formulada de forma más clara que en
la Francia en que vivimos, porque el idealismo reinante ha suprimido la
noción de factores antagonistas en la historia de la lengua nacional. Este.
idealismo ( elaborado precisamente en el Aparato Ideológico de Estado
Escolar que poseemos ya plenamente en 1973) impone masivamente a los
franceses la representación del «frances», la «lengua francesá,, como un
ser ideal cuya unidad se reveló mejor que nunca durante la Re;¡olución
Francesa (como Cristo en la Navidad del primer año de la. era cristiana).
«El francés durante la Revolución» sería fundamentalmente «el mismo»
que el de «antes» o el de «después»: «el nuestro».127 La Histoire de la
Langue fran,aise, de Brunot, la única hasta ahora que presenta un estudio
de conjunto de las novedades revolucionarias en materia de francés, es in­
capaz de concebir racionalmente la separación entre el «francés clásico­
postclásico» y el «francés moderno-contemporáneo».
La contradicción ignorada por el idealismo procede del hecho de que
las transformaciones operadas por la política de las Asambleas revolucio­
narias, lejos de ser convergentes y complementarias por esencia espiritual,
fueron realizaciones materiales de compromisos que combinaban intereses
inconciliables, ya se trate de los planes del sistema escolar, o de la práctica
del francés nacional en los aparatos políticos revolucionarios. La coyuntura
histórica determinó el Terror, el predominio de los elementos populares
y de su práctica del francés político en· los comités populares; determinó
durante toda la época revolucionaria el predominio de los elementos bur­
gueses y de su práctica del francés gramatical en las comisiones encargadas
de la elaboración del sistema escolar. Los burgueses revolucionarios deten­
taban las claves de la imaginación, de la inteligencia y de la formulación
lingüísticas en el momento en que su práctica distintiva iba a abandonar
sus privilegios, e incluso retroceder ante la práctica del francés inaugurada
por los miembros populares de los comités que existían en Francia, a fin
de fundirse en la lengua nacional. Los burgueses revolucionarios eran los
únicos que podían hacer planes sobre el futuro del francés, integrando el
pasado, en el preciso momento en que la dictadura jacobina reducía su
127. BRUNOT: «Si el francés ha sido elevado ·al rango de lengua nacional, no hay
que agradecérselo a ninguna tradición, ningún partido, ningún cuerpo, ningún hombre:
la nación revolucionaria halló esta idea en sus entrañas». IX, 10.
LA IDEOLOGÍA ESCOLAR DE LOS REVOLUCIONARIOS BURGUESES 123
papel en el ejercicio del francés nacional en el presente. Este desfase ex­
plica, al menos en parte, las incoherencias de la política lingüístico-escolar
revolucionaria. Explica, al menos en parte, los zig-zags de la instauración
del francés nacional,.
Al ser también la Francia de 1973 producto de las contradicciones de
la democr.acia burguesa, la ideología burguesa actual de la lengua y la escue­
la-aunque haya evoludonado desde la Revolución de 1789 y se vea ame­
nazada actualmente por el materialismo histórico- sigue dominando amplia­
mente nuestras representaciones, espontáneas o elaboradas, de los problemas
planteados por la existencia del francés. Es por eso que vamos a mostrar
cuál fue la ideolog!a escolar de los revolucionarios burgueses antes de
mostrar cuáles fueron las realizaciones lingü!sticas de los comites populares
(que serán objeto del capítulo siguiente).
No es de extrañar que la cuestión de la lengua, ligada a la de la ense­
ñanza, preocupara desde el primer momento a los burgueses revolucionarios
de 1789. La formación lingüística otorgada por instituciones tales como
la Corte, los Colegios o los Salones de la monarquía había sido una de las
vías por las que la burguesía monárquica se había introducido en los cargos
del Estado, había accedido a las esferas del poder y se había forjado una
conciencia. El trabajo secular realizado en este sentido abocó de la noche
a la mañana, por un acto político, a la destrucción de los «Estados genera­
les». en favor de la «Asamblea nacional» (el vocablo fue acuñado el 16 de
junio de 1789), a la sustitución de los Cahiers de Doléances por las
«peticiones», etc.1'8 La recuperación del francés monárquico para institu­
. dones nuevas, la inevitable transformación de los Colegios (pues la Corte
y los . Salones no podían existir como instituciones determinantes), estaban
a la orden del día.
Por mucha devoción que profesaran al bien nacional, los revolucionarios
burgueses jamás pudieron concebir otra cosa más que la «propagación del
francés», o el «beneficio gratuito» de la instrncción en francés reservada
hasta entonces exclusivamente a los hijos de los privilegiados del régimen.
Su condescendencia se ejerció sobre un pueblo visto desde arriba, como
habían visto a los hijos de la burguesía sus padres y tutores, maestros y
rectores en sus establecimientos escolares.
128. El arcaísmo relativo de las estructuras de la economía rural, interpretado por
la imaginación literaria de los periodistas, es la causa de que pueda leerse en Le Monde
del lw2 nov. 1970, este titular: «Los agricultores expresaron de viva voz sus quejas
(doléances)». Sería imposible emplear el término «quejas» a propósito· de los sindicatos
obreros.
124 RENÉE BALIBAR - DOMINIQUE LAPORTE
Más adelante nos ocuparemos de los contenidos de enseñanza que fue­
ron imaginados, discutidos y previstos por los planes de instrucción pública
en sus distintos grados de enseñanza del francés. Veamos .antes qué conse­
cuencias produjeron las ideas burguesas sobre el pueblo-niño, en otras pala­
bras, sobre los hijos del pueblo, en la política de instrucción pública.
A los ojos de los revolucionarios burgueses pareció necesario hacer tabl.a
rasa de la enseñanza impartida hasta entonces al pueblo. La razón y .las.
circunstancias parecían imponer la destrucción desde la raíz del antiguo
orden de cosas. Para romper con la enseñanza de las parroquias en las que
se hacía deletrear en latín para poder leer las oraciones, y el sermón se
hacía en patois, pareció necesario volver a crear el hombre origiaal. Fue
preciso crear de la nada, para el niño nuevo, una enseñanza del francés
totalmente nueva. Se acuñó la palabra y la idea de maestro (instituteur)
que por primera vez apareció asociado al término de escuela primaria en
los textos legislativos.
Las escuelas primarias formarán el primer grado de instrucción,
en ellas se enseñarán los conocimientos rigurosamente necesarios
a todos los ciudadanos; las personas encargadas de la enseñanza
en estas escuelas se llamarán maestros.129
Por el contrarío, parecio también necesario conservar aquello que seguía
siendo útil de la ensefianza impartida hasta entonces a la burguesía. La
creación de escuelas primarias en todos los municipios podía tardar mucho
tiempo (cosa que ocurrió en realidad). El bueµ sentido no vaciló en man­
tener las clases «pequeñas» o «grandes» de los Colegios que impartían ya
la enseñanza prevista. Desde el punto de vista de la lengua, los hijos de
los burgueses parecían ser ya unos adultos Hngüísticos; podían servir
de modelo a los futuros «niños de las escuelas» sobre los que iba a des­
cender gratuitamente la gracia del francés.
Estas ideas, irrefutables en aquel tiempo, fueron acompañadas por me­
didas prácticas que les dieron inmediatamente una forma de existencia. El
decreto del 4 de agosto de 1789, que suprimía los diezmos, privó a la
Iglesia de parte de los medios financieros que destinaba a las escuelas. El
decreto de febrero de 1790, al suprimir los fielatos municipales, privó con
frecuencia a los ayuntamientos de la posibilidad de mantener una escuela.
El 2 de noviembre de 1789, cuando los bienes del clero fueron puestos
a disposición de la Nación, muchas escuelas, colegios y congregaciones
129. Decreto del 30 de diciembre de 1792.
LA IDEOLOGÍA ESCOLAR DE ,LOS REVOLUCIONARIOS BURGUESES 125
perdieron sus ingresosYº Tenemos razones para pensar que las escuelas
pequeñas se vieron afectadas antes que los grandes establecimientos. Te­
nemos una prueba de ello: el decreto del 18 ·de agosto de 1792 estipula
que los inmuebles pertenecientes a congregaciones serían enajenados en las
mismas condiciones que los demás bienes nacionales a excepción de los
edificios y fardines de colegios.
Por otra parte, el personal docente no fue afectado del mismo modo
por las leyes que abolieron las congregaciones y reconocieron en su lugar
las «asociaciones de ciudadanos», según que se tratara de maestros de es­
cuelas o de profesores de colegio. Los «miembros de asociaciones religiosas»
fueron autorizados a enseñar igual que cualquier otro ciudadano hasta la
organización definitiva de la instrucción pública. Pero las funciones de
maestro de escuela en las parroquias no constituían un verdadero oficio,
eran tareas complementarias, añadidas, por ejemplo, a las de sacristán,
campanero, etc., y que en todo caso no tenían nada que ver con la ense­
ñanza especial del francés. Así pues, a nivel de los colegios se conservaron
bastantes profesores como para que los historiadores actuales nos presenten
las «casas de educación divididas» por el rechazo del juramento cívico. A
nivel de las escuelas rurales, las condiciones que se imponían pára el re­
clutamiento de maestros -competencia y civismo- junto con la vigilan­
cia estricta que ejercían en las aldeas los comités de vigilancia, bastaron
para evitar el reclutamiento de maestros utópicos. 131
La destrucción de la antigua enseñanza impartida al pueblo fue radical
durante un tiempo, de tal modo que en su lugar no surgió nada; fue por
eso que· una vez pasado el Terror, las escuelas parroquiales volvieron a
· surgir de forma natural. Por el contrario, los Colegios fueron destruidos en
sus principios, pero simultáneamente fueron empleados otra vez según
los principios nuevos. La idea de los revolucionarios burgueses de que las
cosas había de hacerlas bien o no hacerlas de cara a regenerar a los hijos
del pueblo, se con)ugó en la práctica con la co.nservación de los intereses
130. Los bienes de los establecimientos y congregaciones escolares habían sido, pri­
mero, excluidos de la ventll. La excepción termínó en abril de 1790.
Ver en el siguiente capítulo el asunto de la venta de la «vicaría» del pueblo de
Montlouis; 1a iglesia, la vicaría y la escuela habfan sido 1 juntas, declaradas bienes na­
cionales.
13'1. Ver en el capítulo V 1a vigilancia ejercida por el Comité de vigilancia de
Montloire, ex-Montlouis, sobre el ex-chantre de la ex-iglesia Saint-Gatien, catedral de
Tours. Tras la Restauración, el ex-chantre que había sido encarcelado como sospechoso,
fue maestro de escuela en Rochecorbon, otra comuna cercana a Tours, al otro fado
del Loira.
126 RENÉE BALIBAR " DOMINIQUE LAPORTE
materiales de los ricos (ricos en bienes y ricos en francés) allí donde los
compromisos eran aceptables, para arruinar la antigua enseñanza impartida
por la Iglesia a las clases inferiores y salvar lo salvable de la antigua en­
señanza impartida por la Iglesia a las clases superiores. Más tarde, cuando
la Iglesia recobró sus fuerzas, esto tuvo como consecuencia que las clases
superiores conservaron el beneficio de las reformas realizadas, mientras que
las clases inferiores- no tuvieron otro medio de instruirse más que volver a.
los brazos de la Iglesia en las escuelas parroquiales.
Añadiremos a lo dicho lo que los revolucionarios burgueseé no podían
entender entonces. Primeramente, no existían «hijos del pueblo» para la
escuela pública en la Francia de la Revolución, pues las familias campesinas
trabajaban sin distinción de edad en las faenas del campo, y las familias de
artesanos trabajaban de igual modo; por el contrario, los años sin trabajo
y consagrados a la instrucción durante la infancia eran una institución
multisecular en las familias de rango superior, especialmente en la burgue­
sía monárquica. En segundo lugar, la entrada de elementos populares en
la escena política, en los aparatos políticos revolucionarios, se oponía fran­
camente a su entrada en la escuela, tal como mostraremos más adelante.
En tales condiciones, se comprenderá que por mucho que la revolución
burguesa opere una ruptura (aunque algunos elementos sean recuperados y
transformados, no hay una continuidad desde los colegios del Antiguo Ré­
gimen hasta el aparato escolar burgués), esta ruptura nunca es inmediata.
Queremos decir con estó que no desemboca en la escolarizaci6n generalizada
como será el caso en Francia, en la segunda mitad del siglo xrx.
Aunque la conjugaci6n híst6rica de .la cortstitución de un modelo de
francés elemental y la tendencia a la uniformación lingüística ( en su triple
aspecto: determinada por factores materiales, impulsada por una ideología
de la lengua nacional, y sobre todo, producida por efecto de una coyuntura
política determinada) hace posible la constitución del aparato escolar (y
al mismo tiempo lo hace necesario como lugar de aprendizaje de la lengua
común nacional), dicha conjunción no basta para determinar de forma
efectiva la escolarizaci6n de las clases populares, y por consiguiente, para
realizar materialmente el aparato escolar. Para ello, para que se vea rea­
lizado el Aparato Ideológico de Estado Escolar, es preciso que existan
niños efectivamente .escolarizables en las clases populares. Pero durante .
toda la primera parte del siglo xrx, en Francia, la clase obrera se halla
excluida del aparato escolar por una de las características fundamentales de
la primera fase de la revolución industrial: el trabajo de los niños. Hay,
pues, contradicciones entre los proyectos de institución escolar, o más bien
LA IDEOLOGÍA ESCOLAR DE. LOS REVOLUCIONARIOS BURGUESES 127
los proyectos de escolarización generalizada (pues la clase dominante sí
estaba escolarizada) y el trabajo de los niños. De la «resolución» de esta
contradicción surgirá efectivamente el aparato. escolar. En los años 1830-
1848 (con las leyes sobre el trabajo de los niños) comenzará la fase de
construcción propiamente dicha (entonces se hace posible la escolarización
de la clase obrera) para acabar en 1880 (después de la Comuna) con la
realizáción · de un aparato escolar unificado. Enionces la burguesía recupera­
rá oficialmente las ideologías lingüístico-escolares de 1789-1794, asumidas
hasta entonces por la oposición pequeño-burguesa radical, y al mismo tiem­
po anulará imaginariamente el tiempo transcurrido (el siglo xrx, sus formas
de explotación, la no escolarización de las clases explotadas, etc.).
Así pues, la política lingüístico-escolar de la revolución burguesa se
quedó en algo utópico. Queremos decir con ello .que no realizó en ningún
lugar la práctica escolar del francés que preconizó; y por consiguiente, las
realizaciones escolares ulteriores no fueron consecuencia directa de las su­
yas. Pero la utopía cumplió efectivamente su papel ideológico dando a
todos los franceses unos objetivos unitarios sin los cuales la nación no
podía crearse ni vivir. Gracias a ella, los antiguos privilegiados se salvaron
en espera de una coyuntura más favorable para la formación de una nueva
clase dominante, y, a largo plazo, los oprimidos divisaron una vía abierta
de nuevo para la conquista de sus derechos lingüísticos.
Los burgueses revolucionarios (y no digamos ya los aristócratas y los
burgueses que no eran revolucionarios) eran incapaces de transformar ma­
terialmente, físicamente podríamos decir, su práctica del francés. El cambio
tan sólo podía venir de las masas populares que, o bien durante el Terror,
o mucho más tarde al ocupar el Aparato de Estado Escolar, lucharon por
imponer sus derechos lingüísticos. Pero los burgueses detentaban los me­
dios de imaginar la trabazón entre el pasado y el porvenir; los represen­
tantes del pueblo revolucionario trabajaron en ello con tanta honradez, con
tanto celo hacia el bien nacional, que la democracia burguesa francesa pudo
poner en adelante los planes escolares en el horizonte de cada etapa del
régimen, y obtener por ellos, en los momentos decisivos, la sagrada unión
entre los partidos burgueses liberales y los partidos populares.
En efecto, la ideología de los revolucionarios burgueses contenía una
representación de «la lengua francesa» que hacía posibles los planes innova­
dores. Era una representación espiritualista unitaria, a la vez analítica y
sistética, mecanicista y vitalista, según la cual «la lengua» estaba presente
en persona en sus elementos, y el discurso en sus partes. Un error ideoló­
gico natural hizo que los revolucionarios burgueses, cuando «descompu-
 128 RENÉE BALIBAR - DOMINIQUE LAPORTE
sieron» los elementos de la lengua para ·«recomponerlos» con vistas a una
nueva enseñanza (aislando el «francés elemental», aislando «el francés» de
las demás disciplinas, separando «el francés» del «latín») .no comprendieran
en modo alguno que estaban modificando profundamente el sistema lin­
güístico con las disposiciones prácticas que adoptaban.
2. EL FRANCÉS ELEMENTAL NACIONAL ESCOLAR. EL INFORME CONDORCET
(ABRIL DE 1792)
Aunque la formación social francesa de 1789-1794 no rénnió las con­
diciones necesarias para la realización material de un aparato esco/11.r, no es
menos cierto que la Revolución Francesa construyó un modelo de francés
escolar, y realizó ideológicamente la conjunción de este modelo con el
proyecto de una escuela nacional graduada: los revolucionarios burgueses
decretaron la escuela primaria, y fue gracias a la iniciativa de los jacobinos
que la Convención instituyó un concurso para la redacción de manuales
elementales. Los jacobinos no inventaron la idea de unos libros elementales
uniformes e impuestos por la autoridad; la idea -e incluso la composición
de los manuales- se remonta al Antiguo Régimen, pero 1a innovación
decisiva reside en el hecho de que ellos la inscriben en su política escolar
nacional.
En efecto, históricamente, la política escolar de los jacobinos le debe
todo al trabajo realizado por los gramáticos del Antiguo Régimen con
vistas a reformar la enseñanza del francés, Como ya hemos dicho antes, 132
en 1780 Lhomond había publicado sus Eléments de la Grammaire fran­
,aise; la composición del manual se inscribía en una corriente más amplia
que incluía la investigación gramatical ( un aspecto de la cual es la compo­
sición de manuales elementales), la lucha en favor de la enseñanza del
francés en los Colegios, y sobre todos los primeros elementos del futuro
multilingüismo burgués. Ya sabemos que en el interior de los Colegios
del Antiguo Régimen, el bilingüismo franco-latino tendía a suplantar el
aprendizaje exclusivo de la lengua latina; también sabemos que en la
segunda mitad del siglo XVIII, los benedictinos tomaron el relevo de los
jesuitas para asegurar el funcionamiento de los Colegios. Pero este «relevo»,
aunque no replanteaba el monopolio de la Iglesia sobre la enseñanza fue
algo más que un «cambio de equipo», que tan sólo hubiese afectado la
gestión de los citados Colegios. Aunque no todos los Colegios fueron cen­
tros de innovación, algunos, bajo la dirección de los benedictinos, desarro-
132. Cf. Capítulo I y Anexo I.
LA IDEOLOGÍA ESCOLAR DE' LOS REVOLUCIONARIOS BURGUESES 129
liaron la enseñanza del «francés literario» ( en lugar de la literatura greco­
latina únicamente), ligado a la ideología de los «Grandes Autores»; 133 se
orientaron hacia la preponderancia del francés en los ejercicios, e incluso
en algunos Colegios más adelantados, de los que dice Brunot que su
programa era «un programa del siglo xrx», tuvieron las primicias del pluri­
lingüismo 134 institucionalizado más tarde en los liceos y colegios napoleó­
nicos. Pero estas reformas e innovaciones no eran sólo obra de los Colegios,
y Bruno! cita gran cantidad de documentos sobre otros centros de innova­
ción (especialmente los Pensionados) que, en algunas ciudades, disputaban
a los Colegios sus privilegios mediante una mejora en la enseñanza.135
Es así como la investigación gramatical y las prácticas innovadoras del
Antiguo Régimen iban a servir de soporte para la política escolar de los
revolucionarios burgueses. Por el lado del monolingüismo nacional, propor­
cionando el material gramatical necesario para la instauración de un aparato
escolar elemental; por el lado del pluralingüismo burgués y del «francés
literario», extendiendo el principio de la gramática comparada y los ejerci­
cios de traducción. Así autorizaban doblemente la disyunción por grados
del francés elemental y el francés literario de los grados superiores.
La disyunción no se operó de repente, ni fue tampoco el resultado de
una evolución progresiva que, partiendo de lo complejo para llegar a lo
1
simple (latín, franco-latín, francés a secas) ofreciera una gama de apren­
dizajes desde lo más simple hasta lo más complejo; su realización dependía
1
por el contrario de otros factores, ajenos al aspecto lingüístico y gramatical
propiamente dicho, puesto que ya hemos visto que suponía la combinación
de estos dos «modelos» de aprendizaje con los proyectos de institución i'.
1
de una escuela nacional graduada.
133. Cf. BRUNOT: HLF, VII, 101: «En el reglamento para el colegio de la villa i¡
de Arbois, en el artículo 7, se dice que los maestros en señaran a sus alumnos «según el a
alcance de las clases· de fas que estarán encargados ... ortografía, pronunciación, gramá�
:!¡[·¡
i:
tica francesa y latina... el conocimiento de los buenos autores.»
134. Cf. Programa del colegio de Pau (benedictinos): «Los benedictinos unen al 1,
latín y a1 griego el conocimiento del inglés, el español y el ita iano; añaden distintos
r
ejercicios diarios propios de las más útiles y agradables attes 1 .tales como el dibujo, la
música». (HLF, VII, 117).
135. Así, un pensionado de Dijon «en el que se enseñaban ... los verdaderos prin�
cipios de la lectura o pronunciación, de la conjugaci6n y la gramática francesa-, y en la
que, por un método sencillo, exacto y fácil, Mlle. Viennois daba a sus .alumnos no s6Io
un s6Iido conocimiento de las razones del idioma nacional sino también: de los princi­
pios fundamentales de la traducción de lenguas extranjeras». (Ch, MuTEAu: Les Ecoles
et Colleges en Provinces, citado por BRUNOT, HLF, VII, 120.)
1
 130 RENEB BALIBAR • DOMINIQUE LAPORTE
Ya durante el Antiguo Régimen algunos planes de educación preten­
dían que la gramática elemental sirviere a sus ideales,136 pero fue sobre
todo durante la Revolución -y a causa de la Revolución� cuando los pla­
nes de educación incluyeron sistemáticamente el aprendizaje de la lengua
. jacobinas y de la ideología escolar en las cuestiones .de la libertad escolar
nac10nal, y . en ciertos casos desarrollaron una ideología de la gramática
elemental. 137
De 1791 a 1799 se llevaron a las Asambleas veinticinco proyectos re­
lativos a la instrucción pública, sin contar los discursos, los debates del
Comité de Instrucción pública, o las diversas intervenciones -tales como
la de Grégoire- que abordaban más o menos la cuestión. tos más im­
portantes llevaban el nombre de sus autores o de sus presentadores-: Mira­
beau, Talleyrand, Condorcet, Romme Lepeletier y Lakanal; pero de todos
ellos, el proyecto de Condorcet es sin duda alguna el más coherente y el
que mejor racionaliza los ideales de la burguesía en materia de escuela. No
es ninguna casualidad que la historia, experta en recordar nombres, haya
recordado éste.
La Asamblea constituyente se había separado el 25 de septiembre de
1791. El 14 de octubre del mismo año la Asamblea legislativa declaró la
creación de un Comité de Instrucción pública compuesto por veinticinco
miembros. Inmediatamente una comisión de cinco miembros -entre ellos
Condorcet, Lacépede y Romme- fue encargada de elaborar un nuevo plan
de educación nacional. Condorcet fue el encaradgo de hacer el informe,
que presentó durante las sesiones del 20 y 21 de abril de 1792.138
1'36. Un pedagogo anónimo escribió en un Ess4i sur l'Education publicado en
1787: «Necesitamos pues, para la primer'a edad, una Gramática Nacional nueva, ver­
daderamente elemental... que pueda ser comprendida y aprendida con facilida<l,,. que,
en una palabra, la entiendan todos por igual, sin que ni uno solo de entre ellos, por
malo que se le suponga, no esté pronto en sitund6n de saberla por entero». {Citado
por BRUNOT, HLF, IX, 1, 93).
137. Cf. J. VERDIER: Discours sur l'education nationale, 1792:. «{ ••. ) Esta gran
necesidad de hablar y de escribir, que todavía se hará sentir con m:ís fuerza entre
tod�s 1�s ciudadanos, que no puede ser satisfecha 1rnís que con una enseñanza que
recaiga igualmente sobre el discurso, la frase y la palabra... La pequeña gramática debe
enselíar a pronunciar bie,n, a leer bien, a escribir correctamente, a ortografiar e incluso
a gesticular de modo conforme a los caracteres de puntuación ( ... )» {HLF, IX, 1,
pp. 99-100. El subrayado es nuestro),
138, P, C!!EVA�IER, B. GROSPERRIN, J, MAILLET: L'Enseígnement du franfais de la
, ,
Revolutton a nos tours, t. 1, París - La Haya, ed, Mouton, 1968. Los documentos co­
rr�spondientes al período considerado están contenidos en un tomo 2 (en la misma
.
editorial, 1971) en donde puede hallarse, especialmente el texto íntegro del informe
Condorcet.
LA IDEOLOGÍA ESCOLAR DE LOS REVOLUCIONARIOS BURGUESES 131
El informe de Condorcet, que fue reimpreso por orden de la Conven­
ción nacional, iba a servir de base para la mayor parte de proyectos revo­
lucionarios ulteriores, al sentar los principio,s fundamentales del sistema
escolar burgués: igualdad, laicidad, gratuidad. Sólo disentía de las tesis
y la obligación escolar.
· El plan de Condorcet preveía cuatro grados de instrucción. En la base
estarían las escuelas primarias, laicas y gratuitas, en las que los niños reci­
birían la . misma enseñanza (en locales que separarían a los niños de las
niñas cuando las condiciones materiales lo permitieran: cosa que para
la época era un proyecto innovador, puesto que implicaba cierta igualdad
natural entre niños y niñas). Las escuelas del segundo grado proporciona­
rían en tres años una formación primaria superior que llevaba a los insti­
tutos ( equivalente de los futuros liceos) en los que cinco años de estudios
permitían llegar a los establecimientos superiores denominados liceos o
escuelas de cuarto grado; éstos tendrían entre otras funciones la de formar
a los futuros maestros y profesores.
Vamos a considerar aquí sólo la parte que se refiere al grado ele­
mental de la enseñanza del francés. Aunque en el proyecto, presentado a
la Convención, Condorcet no desarrolla sus ideas sobre el francés elemental,
en cambio da grandes precisiones en dos memorias adjuntas al informe.
El informe contiene la indicación de una medida práctica cuya impor­
tancia, todavía mal comprendida hoy día, no puede ser sobreestimada, y
sobre la cual insistiremos más adelante: la de la composición y elección
de los manuales de instrucción pública:
En las Escuelas Primarias y Secundarias, los libros elementales
serán el resultado de un concurso abierto a todos los ciudadanos,
a todos los hombres celosos de contribuir a la instrucción pública;
pero se · designarán los autores de los libros elementales para los
Institutos.
Las memorias contienen la descripción del tipo de «simplificación» que
permitirá obtener el francés elemental «simple» sobre la base de la Gra­
mática practicada ya por los alumnos de los Colegios anteriores. En la
larga cita que reproducimos, subrayamos los pasajes que nos evitarán re·
sumir e incluso comentar extensamente el plan ideológico puesto en marcha,
ya que explicitan muy bien las modalidades prácticas y teóricas de la ope­
ración:
132 . RENÉE BALIBAR • DOMINIQUE LAPORTE
Es obvio que los libros destinados a dar a los runos el primer
hábito de leer sólo deben contener frases de construcción simple
y fácil de captar, ( ... ) Por. ejemplo, igual que la mayor parte de
hombres adultos, no tendrán sino una idea inuy vaga y muy poco
precisa de las palabras gramaticales, e incluso de las relaciones gra­
maticales que dichas palabras expresan, ( ... ) Sería destruir por
completo la inteligencia humana querer obligar a avanzar de ideas
precisas en ideas precisas, a aprender las palabras sólo después de
haber analizado rigurosamente las ideas que expresan; la inteli­
gencia debe empezar con ideas vagas e incompletas, p;í:a adquirir
después, mediante la experiencia y el análisis, ideas cada vez más
precisas y completas, sin poder alcanzar jamás los límites de esta
precisión y entero conocimiento de los objetos.
Así, mediante palabras que los niños puedan comprender, de­
ben explicarse aquellas que expresen para ellos ideas a su alcance;
de ma:nera que esta idea, sin ser la misma que tendría un hombre
adulto, no encierra nada contradictorio con ésta. Los niños serían
aproximadamente como aquellos que, de dos palabras sinónimas,
sólo entienden lo que tienen en común, y no su diferencia. Con
esta precaución los alumnos adquirirán una verdadera instrucción,
y no se les dará ideas falsas, sino únicamente ideas incompletas o
indeterminadas, porque no pueden tener otras. De otro modo sería
imposible utilizar con ellos la lengua de los hombres; e igual que
se forman un lenguaje particular para la edad temprana, propor­
cionado a la debilidad del órgano de la palabra, habría que
instituir una lengua aparte proporcional a su inteligencia. Asi pues,
se pueden emplear en los libros destinados a los niños palabras que
expresen matices, grados de sentimiento que ellos no pueden cono­
cer, siempre que tengan una idea de este sentimiento en sí mismos·
Y desde el momento en que la idea principal expresada por un�
palabra está a su alcance, es inútil que despierte en ellos todas
las ideas accesorias que le atribuye el lengua¡e común. Las lenguas
no son obra de los filósofos; nunca ha habido necesidad de ex­
presar con una palabra distinta la idea común y simple, cuyas
diversas modificaciones vienen expresadas por otras palabras; ni
siquiera cabe esperar jamás que alcancen tal perfección, puesto
que, al formarse las palabras después de la ideas, y sólo por nece.
sidad de expresarlas, los progresos del espíritu preceden forzosa.
mente a los del lenguaje. Es más: si queremos dar a los niños
LA IDEOLOGÍA ESCOLAR DE, LOS REVOLUCIONARIOS BURGUESES 133
un análisis exacto, aunque incompleto, del sentido de las palabras
que designan, o de las ideas morales sobre las que conviene fijar
su atención, y de aquellas que deben servir para estas explicacio­
nes, es imposible analizar con el mismo escrúpulo las palabras de
uso vulgar que estamos obligados a emplear para entendernos
con ellos.
Habrá pues para ellos, como para nosotros, dos maneras de
entender las palabras: una más vaga para las palabras comunes,
otra más precisa para aquellas que deben ser expresión de ideas
más meditadas. A medida que el espíritu humano vaya perfeccio­
nándose, se emplearán menos palabras del primer tipo, pero nunca
desaparecerán del todo del lenguaje; del mismo modo, conviene
intentar disminuir su número en la instrucción, pero sin tener la
pretensión de poder prescindir de ellas,139
Condorcet se convierte aquí en el «ideólogo genial» de los objetivos
democráticos burgueses en materia de francés escolar. En efecto, al tiempo
que afirma que «aquel que necesita recurrir a otro para escribir o incluso
leer una carta.. , aquel que no habla su lengua de forma que pueda expresar
sus ideas... está necesariamente en dependencia individual, en una depen­
dencia que hace que sea nulo o peligroso para él el ejercicio de los derechos
de ciudadano», al tiempo que define la igualdad de lengua como la condi­
ción de la libertad del ciudadano (cf. cap II, 2), Condorcet coloca los esla­
bones para la desigualdad radical que funcionará «bajo» la igualdad jurídica,
Nos da· la clave del ideal igualitario y democrático de lengua común que
la burguesía coloca en las avanzadillas de su política escolar, mientras
aprovecha (y con el fin de aprovechar, a sabiendas o no) las desigualdades
de hecho que comportan prácticamente la elección de un modelo gramatical
ya elaborado socialmente por las clases dominantes, y la elección de un
tipo de fragmentación graduada ya elaborado por la pedagogía de las clases
dominantes. Veremos más adelante cómo el modelo escogido por la Con­
vención termidoriana en la fecha del cierre del concurso para la composi­
ción de libros elementales, los Eléments de Grammaire franr;aise, pudo
incluir históricamente la desigualdad dentro de la institución idealmente
igualitaria del francés escolar.
Todos los equívocos de la operación ideológica fueron disfrazados de
evidencias inquebrantables por el sentido común burgués, profundamente
139. CONDORCET, «2e. Memoire», en Bibl. de l'Hom. pub!., fase. 21 p. 16 y siguien·
tes; citado por BRUNOT: HLF, IX, 1, pp. 103·104. El subrayado es nuestro.

134 RENÉE BALIBAR • DOMINIQUE LAPORTE
impregnado de idealismo mecanicista. Así, la presencia del modelo esencial
de la lengna francesa en el modelo reducido no podía ponerse en duda. La
lógica del francés parecía encarnarse en la primera construcción de. frase
incluida en el programa: la frase simple, a partir de la cual iban a ser
adquiridas otras· combinaciones más ricas, pero _no más «razonables» ni
más «francesas». El -sentido común burgués imponía así el criterio pedagó­
gico: el programa de ejercicios gramaticales, que llevaba de la «frase simple»
a la «frase compleja»"º más refinada, parecía bueno cuando permitía selec­
cionar a «los mejores» alumnos, aquellos que «por aptitud» especial habían
captado las virtualidades de la frase francesa «pura y simple». ·.
Resumiendo, los revolucionarios innovaron para proporcionar 1.ID mo�
delo de lengua nacional, común, no marcada socialmente, a fin de destruir
los privilegios de los franceses monárquicos, y construir el nuevo enten­
dimiento necesario para los ciudadanos. Lo consiguieron apoyándose en su
práctica y su ideología gramatical: en el Primer Grado Escolar se exigió
a todos los ciudadanos un trabajo de racionalización por análisis y síntesis
de la frase --«construcción de la frase»-. Al mismo tiempo, la idea y
la realización de los Grados, la elección de una gramática franco-latina
especialmente burguesa, implicaron una nueva forma de desigualdad J;n.
güística.
3. LAS LEYES DE LA CONVENCIÓN Y LA ELECCIÓN DE LA GRAMÁTICA
NACIONAL FRANCESA
En el proyecto de decreto presentado a la Convención por Romme en
nombre de la Comisión de Educación, el 29 vendimiario del año II (20
de octubre de 1793), se puede leer:
Art. 5. - Las escuelas de la infancia se dividen en primeras
y segundas escuelas. La enseñanza es esencialmente la misma en
todas las escuelas nacionales, pero modificada y graduada según la
edad y la capacidad de los alumnos.
140. Todas estas «evidencias» pedagógicas -lo simple como elemento or1g10ario
y lo «complejo» como compuesto por lo «simple»-- deben ponerse en relación con
la ideología filosófica burguesa de 1a Luces, idealista por racionalista.empiricista-gene­
tista.mecanicista -y también con todas las variaciones de los teóricos de la lengua en
el siglo xvnr, de entre los que sobresale Condillac, (Rousseau, por su parte, no piensa
en esta- ideología más que para combatirla: igualmente en el terreno de la teoría de
fa lengua.)
LA IDEOLOGÍA ESCOLAR DE LOS REVOLUCIONARIOS BURGUESES 135
.
Art. 12. - La Comisión de Educación nacional y el Comité
de Instrucción pública reunidos son los encargados de hacer los
programas que deben abrir el concurso para la composición de
las obras necesarias en las escuelas nacionales.
y en el decreto Bouquier del 29 frimario del año II ( 19 de diciembre de
1793 ); relativo a la organización general de la ·instrucción pública:
Sección III. - Del primer grado de instrucción.
l.º La Convención nacional encarga a su Comité de Instruc­
ción que le presente los libros elementales de los conocimientos
absolutamente necesarios para formar a los ciudadanos y declara
que los primeros entre dichos libros son los Derechos del Hom­
bre, la Constitución y el cuadro de acciones heroícas o virtuosas.
2.0 · Los ciudadanos y ciudadanas que enseñen a leer y escribir,
y las primeras reglas de aritmética, estarán obligados a conformar
su enseñanza a los libros elementales adoptados y publicados a
dicbo efecto por la representación nacional.'41
Que este decreto, que instituye una enseñanza elemental gratuita y
obligatoria, libre y controlada por el Estado, fuera promulgado durante la
dictadura de la democracia revolucionaria jacobina no es ninguna casualidad,
como no lo es la existencia, en el mismo período, de un «terror lingüístico»,
o de otras formas de radicalismo jacobino. Tal como hemos visto anterior­
.mente,142 la política jacobina sienta los principios de la democracia burgnesa,
incluso en el modo de existencia y de funcionamiento de sus aparatos
ideológicos; y hasta inicia el proceso de su realización. Mientras que la
Constituyente y la Legislativa habían dejado la cuestión escolar en estado
de proyectos sin debatir, la Convención montañesa incluyó dichos proyectos
democráticos en su política.
Los historiadores gustan generalmente de justificar la ausencia de polí­
tica escolar en el período que precede a la llegada al poder de los jacobinos
alegando que las Asambleas ¡ «no tuvieron tiempo» de debatir la cuestión
escolar! Pero ésta es una «explicación» ilusoria: la coartada del tiempo
no resiste a un examen de los «móviles» políticos, y además proporciona
por sí misma su contra-prueba: los jacobinos no tuvieron más «tiempo» (ape-
141. Proyecto de decreto y decreto son citados de VEnseignement fran9ais de la
Révoltttion a nos Jours, t. 2, pp. 22-23' y p. 26. El subrayado es nuestro.
142. Cf. capítulo III, l.
 136 RENÉE BALIBAR • DOMINIQUE LAPORTE
nas un año) que sus predecesores en las Asambleas para desarrollar una
política escolar. Dé hecho, y aun cuando la coyuntura exigía urgencias y prio­
ridades extremas (en primer lugar la contrarrevolución interior y exterior),
Ji la escuela fue puesta políticamente a la orden del día por la fracción más
11
l!;
consecuente y más radical de los revolucionarios burgueses, de conformidad
con los ideales democráticos y las reivindicaciones que emanaban de los
il
distintos centros de iniciativa revolucionaria (sociedades populares, seccio­
!¡1
I' nes, etc). En el terreno de los ideales dominantes, los ideales democráticos
:s
!¡; e igualitarios necesarios para la instauración (real o en proyecto) de la escuela
11 elemental se encontraban reforzados por una formación ideológica ligada a la
práctica revolucionaria y al trabajo de destrucción de las antiguas ,¡¡ladones
sociales, formación que atribuía a la «falta de instrucción» y a la <<ignoran­
1
¡ cia» la causa de las antiguas formas de explotación, y que consideraba la
instrucción pública como condición previa para la imposibilidad de un retor­
l
no a estas formas, y como un elemento de cohesión y de fortalecimiento del
nuevo régimen. Estas «razones» son ideológicas, por supuesto, pero como
tales entran también en el proceso de construcción <le! aparato escolar
elemental, lo fundan al tiempo que lo justifican.
Las leyes jacobinas del año II daban estatuto de institución de Estado
il al francés elemental. Este estatuto convertía además al francés elemental en
1,1 una entidad completamente separada del latín, la retórica, la historia, etc.,
r:
de los que dependía hasta entonces. Semejante transformación comprometía
1
el destino de la lengua· nacional.
Esto permitía, a corto y medio plazo, el mantenimiento del latín de los
privilegiados de la antigua enseñanza, al lado del francés, bajo el aspecto de
un «suplemento» de instrucción y cultura; a largo plazo, la refundición del
1
sistema gramatical franco-latino en función de la evolución de la sociedad
1 francesa; en fin, el re-empleo de la literatura, bajo el aspecto de otro francés
independiente, idealmente idéntico al francés elemental nacional, pero ideal­
mente valorizado en sus componentes elitistas con objeto de desvalorizar el
francés «simple» y «común», el francés «a secas», en la competición escolar.
La Convención jacobina, que no sospechaba en qué proceso histórico se
estaba comprometiendo, no vio en modo al guno estas consecuencias. Pero no
por ello su decisión deja de ser un acto político importante.
Ya conocemos la naturaleza de la política jacobina de la lengua; por
consi g uiente, la enseñanza elemental únicamente podía ser en francés. Pero
una cosa es enseñar en francés, y otra es enseñar el francés, dicho de otro
modo, enseñar el francés como una disciplina separada, autónoma, pues este
tipo especial de aprendizaje viene inducido necesariamente por unos ideales
1
LA IDEOLOGÍA ESCOLAR DI¡ LOS REVOLUCIONARIOS BURGUESES 137
y una política que no dependen exclusivamente de la necesidad de uniformar
las prácticas lingüísticas. En sí mismo, el proceso de uniformación lingüís­
tica que tuvo lugar bajo la Revolución no implica a priori ninguna forma
lingüística especial ( aunque de hecho sí hay una forma especial, socialmente
marcada en y por la práctica política, tal como tendremos ocasión de ver
muy pronto).
· La forma lingüística propiamente dicha necesaria para la instauración
de la lengua nacional resulta de la conjunción de la necesidad de unifor­
mación (en curso, o por venir) con los ideales democráticos escolares y las
ideologías gramaticales que resultan de la «recuperación» ideológica por
parte de los revolucionarios burgueses del trabajo de los gramáticos del
Antiguo Régimen. La forma lingüística producida por esta conjunción se de­
fine como un aprendizaje especial doblemente separado, por realizarse en
I,
un aparato escolar (así queda separado institucionalmente de las demás prác­
1
1
ticas lingüísticas), y por constituir en el interior del aparato una disciplina
distinta, totalmente dirigida (al menos en el aspecto de sus objetivos con­
fesados) hacia la realización del ideal de lengua común. Desde el punto de
vista del «encuentro» entre la política lingüística revolucionaria y la po­
lítica democrática de la escuela, el hecho fundamental no es pues que la en­
señanza s� realice en francés, sino que el francés sea una materia, objeto de
enseñanza distinta, y sirva de base a la realización de objetivos ideológicos y
políticos materialmente relevados por los modelos de aprendizaje de los
manuales.
Por otra parte, «el francés» en cuanto forma lingüística a realizar en el
. aparato escolar no procede directamente, sino que deriva mediante relevos
de una ideología de la transformaci6n de la lengua que desarrollaron los
I:
revolucionarios burgueses (especialmente los jacobinos) junto con las ideo­ 1
logías soporte de la uniformación. Al tiempo que pretenden revolucionar (y
¡f
revolucionan efectivamente) el sistema de intercambios lingüísticos, los
revolucionarios burgueses pretenden «revolucionar la lengua». Esta preten­
sión es característica del «período» jacobino, en el que la lengua no es con­
cebida sólo de un modo instrumental, sino además como un objeto trans­ I'
formable a su vez en su estructura interna, según un determinismo que
reduce las leyes de su evolnción propia a un mero reflejo de la vida polí­
tica. Así, durante la dictadura jacobina, se presentaron muchos proyectos ¡1
encaminados a una «revolución en la lengua»,143 que se identificaba a me�
143. Ver, en especial, GRÉGOIRE, Informe ... : «Terminaré este discurso _presentando
el esbozo de un amplio proyecto, cuya ejecución es digna de vosotros; el de revolucio­
·nar nuestra lengua ( ... ).
 138 RENÉE BALIBAR - DOMINIQUE LAPORTE
nudo, por obra de los ideales «nacionalistas», con una «lengua revolucioR
.,
naria» en sí y por sí misma. Esta representación ideológica de la lengua
no contribuyó directamente a la elaboración de la forma lingüística de la
lengua. nacional realizable en el aparato escolar, pero su combinación con
otros elementos constituyó uno de los soportes ideológicos que participaron
1\
activamente en la construcción de. la lengua nacional. La idea de que la len­
gua podía ser transformada, y el hecho (que es realmente un hecho, aunque
1¡; se desprenda de una representación mecanicista y equivocada de la lengua)
r¡¡ de que podía ser «simplificada», que se podía «facilitar su estudio», contri­
1 buyeron visiblemente a· la elaboración de un modelo de franéés elemeJ1tal,
¡f': al autorizar el proceso de reducción y fragmentación típicos del,_ francés
elemental. Así pues, esta representación · ideológica de la transformación de
1
la lengua no se define simplemente por la posición falsa que enuncia y
1
ocupa respecto a los conocimientos científicos sobre la lengua y las leyes de
su evolución constituidos o en vías de constitución actualmente, sino tam�
bién por su función en la coyuntura ( contribuir a izar el francés en la estruc­
tura trinitari a nacional, junto a Francia y los franceses) y por sus efectos en
1 el trabajo de construcción de la lengua nacional. Estos efectos son prác­
1 ticos inmediatamente, puesto que llevan a realizaciones materiales (gramáR
1
1
ticas, manuales, etc.) incluidas en una política escolar. Así, Grégoire, inme­
diatamente después de haber avisado de su «vasto proyecto» encaminado a
<<revolucionar nuestta lengua» i incluye en su esbozo de este pr o yecto la
puesta en el orden del· día de la composición de una nueva gramática y un
nuevo diccionario. Entonces pro�unciá esta frase <<sublime», que le coloca
entre aquellos a los que Marx llamaba «los .vigilantes en frío de la doc­
trina burguesa»:
Una nueva gramática y un nuevo diccionario francés, a los hom�
bres vulgares sólo les parecerá un objeto de literatura. El hombre
que ve a gran distancia situará esta medida en sus concepciones
políticas. 144
En realidad, los jacobinos que «veían a gran distancia» colocaron esta
medida no sólo entre sus concepci ones políticas·, sino en su política a secas,
¿Pero no podl'famos, al menos ( ... ) realizar en nuestro idioma las mejoras de que
es susceptible y, sin alterar su fondo, enriquecerlo, simplificarlo y facilitar cl estudio a
los nacionales y a otros pueblos?».
144. Informe..., p. 25.
LA IDEOLOGÍA ESCOLAR DE LOS REVOLUCIONARIOS BURGUESES 139
puesto que el informe de Grégoire fue seguido inmediatamente por un
decreto de la Convención redactado así:
DECRETO
La Convención nacional, después de haber oído el informe de
su Comité de Instrucción pública, decreta:
El Comité de Instrucción pública presentará un informe sobre
los medios de ejecución de una nueva gramática y un vocabulario
nuevo de la lengua francesa. Present ará sus opiniones sobre los
cambios que facilitarán el estudio del francés y le darán el carácter
c¡ue conviene a la lengua de la libertad. La Convención decreta que
el informe será enviado a las autoridades constituidas, a las socie­
dades populares y a todas las comunas de la República.'"
El informe fue presentado a la Convenci6n en la sesión del 16 prarial
del año II (6 de junio de 1794 ), y el mismo día fue objeto del decreto que
hemos citado. Pero no era ésta la primera intervención de Grégoire, ya el
9 pluvioso del año II (28 de enero de 1794) la Convención había adoptado
las conclusiones de un informe del Comité de Instrucción pública, redactado
por inspiración de Grégoire. La idea de uno� libros elementales uni!�rmes
no se presentaba sólo en forma de proyecto, smo que pasaba a la pohuca, Y
se convocaba un concurso para la redacción de libros elementales para uso
de las escuelas primarias.
La· fecha es importante en varios aspectos. Primeramente, la decisi6n se
tomaba en pleno período de «terror lingüístico»: poco antes, la Convención
había decretado el nombramiento de «maestros de lengua francesa» después
de haber oído las intervenciones de Grégoire y Barere sobre la necesidad de
uniformaci6n y de lucha contra los patois. 146 Aunque ambas decisiones no
dependen de la misma serie de medidas, sino de dos ni':'eles de int_ervención
_
política sensiblemente distintos, puestos que ya hemos visto �u: exISte cterta
_
autonomía en los pro yectos de instituciones escolares, la coincidencia no es
fortuita. Es un indicio de la forma en que se inscriben las formaciones ideo­
lógicas referidas a la lengua y las prácticas de la lengua en una política es·
colar. Por otra parte, la convocatoria del concurso se producía a consecuen­
cia del decreto del 29 frimario del año II (19 de diciembre de 1793 ), Y
145. El decreto se publicó a continuación del informe de Grégoire en la memoria
del Comité de Instrucción pública impresa por orden de la Convención.
i46. Sobre el decreto del 8 pluvioso y sobre estas intervenciones1 ver capítulo III.
�
1
¡:¡
!:l
l
140 RENÉE BALIBAR - DOMINIQUE LAPORTE
oficializaba, predsándolas, las medidas pedidas en los proyectos de organiza:
ción general del «primer grado de instrucción». Así pues, la política escolar
estaba presente en la convocatoria del concurso en cuanto destinaba los li­
bros a la enseñanza elemental (y no a la «enseñanza» dependiente de una
política lingüística, tal como estaba previsto en el nombramiento · de los
«maestros de lengua francesa»), y en cuanto era reducible de los ideales lin­
güístic�: Y gram�ticales que autorizaban las prácticas de reducción y frag­
i
1
mentac10n requeridas por las teorías ideológ icas de l a escuela .147
Sobre todo, la gradual institución del concurso realizaba _en política el
.
ideal de francés gr�matical, al incluir entre los manuales qúe había que
componer unas Noctones de Gramática francesa. Las «respuestas» ,.f�s decir,
los manuales o proyectos de manuales) que fueron enviadas a la Convención
Y al Comité de Instrucción pública atestiguan la presencia de un modelo
1
�e francés gram�tical, y confirman su naturaleza (y por lo mismo, su función)
ligada a las leonas ideológicas burguesas de una escuela gradual. A falta de
unos �ocumentos que un experto tan sagaz en descubrir textos llamados
1
«de primera mano» como Ferdinand Brunot confiesa que no son «fáciles de
encontrar», disponemos de indicios nada despreciables referentes al modelo
de francés elemental (gramatical) que aparece en los trabajos que participaron
en la construcción de la escuela gradual. Estos indicios nos los proporcionan
los títulos de los manuales, Citemos algunos al azar:
Bruand, de Besan�on, Nociones sobre la gramática;
- ... , Nociones elementales .de la gramática;
Curso de lengua francesa para uso de las Escuelas nacionales, por
una sociedad de hombres de letras.
- Jussieu Simplificar las reglas y la enseñanza de la lengua;
'.
- ·· , Metodo _
: reducido a las leyes más simples y justificado por la
expertencza para aprender a leer en muy poco· tiempo ... y la gramát
ica
francesa:
-:- Boinvilliers, Gramática nacional puesta al alcance de todos enrique­
cida con un pequeño diccionario de palabras nuevas, introducidas en
nuestra lengua desde la Constitución;
-etc.14a
147 · Cf. proyecto de decreto del 29 vendimiario del año II: «La cnseña·nza es esen­
.
cialmente fa. mi�ma en todas las escuelas nacionales, pero modificada y graduada según
la edad y capacidad de los alumnos» (ver m,ís arriba).
148. De BRUNOT: HLF� IX, 1, pp. 152·153. En el mismo sentido se leerá con
.
mtcrés este párrafo de una carta dirigida a Grégoire por uno de sus corresponsales:
; lii
fli
!' ,t!
LA IDEOLOGÍA ESCOLAR DE LOS REVOLUCIONARIOS BURGUESES 141
Estos indicios atestiguan sintomáticamente dos hechos esenciales. Por una
parte confirman que el aprendizaje del francés realizable en las escuelas ele­
mentales es un aprendizaje especial, distinto de las otras prácticas y fundado
en la práctica institucional de la gramática. Por otra parte, permiten situar
la naturaleza y función exactas del trabajo de construcción del francés ele­
mental: éste no sólo depende de unos ideales, sino que realiza de hecho los
ideales de reducción y fragmentación que hemos visto realizados tanto en el
informe Condorcet como en los manuales de gramática elemental de finales
del siglo x1x. Aquí encontramos de algún modo «en estado práctico» y en
la práctica lo que era explícito pero «en teoría» en Condorcet, y que se
encuentra sistematizado y concretado aquí en la composición de los manua­
les elementales. Esta sistematización, este pa so a «lo concreto» invierte el
orden inicial de los términos: lo que estaba totalmente presente en for­
ma explícita en las teorías ideológicas de Condorcet (la combinación del
ideal de «frase simple» y la escuela gradual como definición del ideal de
francés elemental) pasa aquí a «colocarse» bajo los soportes materiales (los
manuales) y la práctica que éstos autorizan (ejercicios gramaticales) «ausen­
tes» en el plan de Condorcet pero presentes en el trabajo de construcción
propiamente dicho. Este «colocarse» no afecta a la perennidad de los idea­
les que autorizan las prácticas de reducción-fragmentación, puesto que por
el contrario dichos ideales se encuentran realizados en los hechos; pero los
ideales no aparecen explícitamente más que en los Títulos, Prefacios, Y otros
elementos aparentemente subordinados que acompañan al aprendizaje pro­
piamente dicho. Si se nos permite la metáfora, diremos que están entre bas­
tidores. Por mucho que el teatro se represente en otra parte, todo el mundo
sabe que los actores salen de entre bastidores.
La Convención jacobina no tuvo que decretar el cierre del concurso. La
última decisión que dependió de su jurisdicción fue el nombramiento del
jurado encargado de elegir uno entre los numerosos manuales enviados: era
el 18 mesidor del año II (6 de julio de 1794), unas tres semanas antes de la
caída del gobierno revolucionario y el fracaso de la tentativa de insurrecci?n
de la Comuna de París del 9 termidor (27 de julio de 1794 ). No era nm-
<<Creo pues, señor, que el augusto aerópago debe decreta-r que la prime�a enseñanza
no se haga sino en: francés y gramaticalmente, en toda la extensí6n del remo, que no
existirá más que un sólo método para enseñar a hablar y a leer a los niños, Y u?it
sola ortografía. Puesto que esta hermosa lengua es digna de enterrar a todas las <lemas,
debe purificársela- de todo cuanto tiene de defectuoso y convertirla, así, en rica Y ele­
gante». (Carta a Grégoire, pág. 161. Citado por BRUNOT, HLF, IX, 1, 213.)
rrn
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142 RENÉE BALIBAR - DOMINIQUE LAPORTE

LA IDEOLOGÍA ESCOLAR DE LOS REVOLUCIONARIOS BURGUESES 143
gún hecho aislado: ni en la forma lingüística de los aprendizajes ni en los
demás terrenos, la escuela no estaba instaurada. Con todo, la escuela prima­ una Gramática redactada para niños que aprendían latín como verdaderamente
ria «existía»: como form ación ideológica y como «crea<;ión» olítica. Ex adecuada para una función muy distinta.149 Y F. Brunot testimoniaba mucho
p is­ mas tarde la misma decepción escribiendo:
tía, aun cu ando .las escuelas estaban ausentes. En ·efecto, si no tiene sentid
o
hablar de «ausencia» de escuelas primarias durante el Antiguo Régimen, no
se puede definir de otro modo la política escolar jacobina, si no es como No tengo, en absoluto, deseos de rebajar los méritos de · Lho­
una empresa de escolarización-desescolariza ción que, al tiem o que <{Ctea» mond. Sin embargo, es preciso convenir .en que no valía en realidad
idealmente la escuela elemental en una política escohr democrático-b
p la pena organizar oficialmente un gran concurso n acional par� ter­
guesa, la hace ausente realmente.
ur­ minar premiando una obra redactada en tiempo de los Coleg10s Y
En el capítulo siguiente volveremos a ocuparnos del pap�l desem para ellos.
peñado
por la práctica política en esta ausencia. Por el momento
vez mas, ' que no puede repita .mos' una Lo que no le impedía aprobar el «retorno al orden y a la di�cip�a»
ser atribuida al «tiempo» del que se supone care-
cieron los jacobinos. Y mucho menos si pensamos que la Conve gracias al cual la lengua francesa, escapando de la «tormenta revoluc10nar1�»,
midoriana comenzó siguiendo la misma política escolar. El
nción ter­ volvía a encontrar, bajo el Imperio, una gramática de Estado «que necesana­
año III (17 de noviembre de 1794) fue, en efecto, presen
27 brumatío del mente era la del siglo xvm». Intentemos percibir las causas y las consecuen­
vención termidoriana un nuevo plan, debido a Lakanal.
tado ante la Con­ cias de la decisión del 30 brumaría del año III; fue tan importante en la
_ Recogía las prin­ historia del francés, que todavía vivimos de sus contradicciones.
cipales d1spos1aones del decreto de 21 frímarío del año
organización general de la educación como sobre el conten
II, tanto sobre la Durante los años plenamente revolucionarios de la dictadura jacobina,
ñanza per� se separaba de él en un punto --ciertamen
ido de la ense­ una masa de franceses, nuevos ciudadanos de la República, se apoderaron
'.
la obliga
te capita l-, el de del francés > lenrua,
b hasta entonces, del rey, de los privilegiados Y de la
toriedad escolar. El hecho es importante, pues demuestra ' nac1· ona1 en 1os apa-
tura no se efectuó de un solo golpe: progresivamente,
que la rup­ burguesía monárquica, y pusieron en práctica .el frances �
y con sucesivos re­
trocesos, la política escolar de fa Convención termidori ana se ratos políticos. La mayoría de estos nuevos cmdadanos no poseia competen­
el abandono de los principios revolucionarios y democtáticos de
incli nó hacia cia gramatical comparable a la de los burgueses educados en la Gramátic� de
jacobina. Y no fue hasta el 3 brumado del año IV (25 de octubr
la política Lhomond (bilingüe latín-francés). La confusión fue enorme: en l�s tr1b�­
cuando la ley Daunou suprimió a un tiempo· la gratuidad, la
e de 1795) nales populares, sospechosos que dominaban perfectamente_ el fran:es segun
escolar, el sueldo del maestro y limitó el número de escuel
obligatoriedad las normas hasta entonces en vigor, como André Chemer, pudieron ser
Pero previamente la Convención había llevado a cabo la
as primarías. condenados a muerte por no haberse hecho entender, en francés, por sus
en suspenso por la Montaña; había cerrado el concurso para
tarea dejada jueces. Pero no existía entonces ciencia ni ideo(ogía alll_"n� . de la lengua
de los libros elementales y, el 30 brumaría del ·año III
la redacción que pudiera hacer comprender o imaginar el f:�omeno historie� que "?ora
de 1794 ), había elegido la obra que debía servir de base
(20 de noviembre nos preocupa. Ni las abstracciones de los gramat1cos contempo�an:os, m las
elementales de francés. El jurado prefirió a las obras escrit
para las prácticas consideraciones filosóficas de la Gramática general sobre los s1gmficados, Y
para el concurso los Elementos de Gramática francesa de Lhom
as especialmente menos aún las ideas que los eruditos se hacían, aquí y allá, sobre el antiguo
había aparecido en 1780. Fue redactada sobre la base
ond. La obra francés, no permitían pensar en la «lengua francesa» ni en la «lengua lati­
de las nociones ora­ na» más que según el modelo de seres l6gicos unidos entre sí por las leyes
maticales elaboradas por los gramáticos del Antiguo Régimen
a lo largob de del espíritu, infinitamente superiores a sus realizaciones prácticas. Cuando la
va rios siglos, que eran resumidas con un arte peda ó i
g g co uná n imemente
admirado. La elecci6n de Lhomond no levantó soló las recrim 149. HLF, IX, p. 356. Brunot resume así �1. inform; de la �omisi�n. sobre la
inaciones de
los candidatos desechados sino que fue también objeto Gramática elemental y mecánica: <iLa parte dogmat1ca babia complac1do rc,auv�mente.
de objecciones más
serías. Panckoucke, autor de la Gramática elemental y La idea de comenzar por el verbo !110 parecía muy· feliz. La obra n:vaba- demasiado. le­
mecánica, clasificada
tras la de Lhomond, se dolía en una carta a Lakanal de jos el análisis para alumnos a quienes no ayudaba a comprender mnguna comparac16n
que se considerara de lenguas»-.
144 RENÉE BALIBAR • DOMINIQUE LAPORTE
práctica del francés · nacional revolucionario contravenía las normas grama­
ticales en vigor, los mismos revolucionarios no podían representarse otra
cosa que «el francés»: defectuoso, estropeado, ignorado. Del mismo modo,
cuando la práctica del francés se separó de la del latín, los mismos revolu­
cionarios no podían representarse una ruptura histórica de los vínculos que
unían, de hecho, ambas lenguas. Ningún revolucionario podía pensar que ·
partiendo en dos el Lhomond y otorgando a la mitad francesa un estatuto
independiente, se inaguraba una práctica que conduciría, a la larga, a un
nuevo estado de la lengua, a una nueva gramática. Ninguno de ellos podía,
tampoco, concebir las ventajas -que la nueva burguesía extraerí�, a corto
plazo, de esta separación. ·�.._
La institución del francés elemental autónomo autorizó, en efecto, a los
antiguos privilegiados a conservar su latín separado. Siendo como todos
los demás en 1a enseñanza primaria, ¿cómo podía evitarse que ciertos ciu­
dadanos poseyeran conocimientos especiales e, incluso, superiores? Una nue­
va idea del latín como lengua reservada a la élite, un nuevo culto a las
antiguas humanidades, tomaron el relevo de las ideas culturales profesadas
hasta entonces, canalizando prácticamente el contenido de los estudios lite­
rarios anteriores sin aparente solución de continuidad. Por un lado el pue­
blo se encontraba en posesión de un método de análisis gramatical no inú­
til pero que exigía conocimientos de otras lenguas que no poseía; por el
otro la burguesía, practic?ndo el mismo método, conservaba su instrucción
y su cultura en nombre de la ciencia y el arte desinteresados. La excelente
pedagogía de Lhomond producía así más frutos de los que jamás había dado
a aquellos que la practicaban solos por . completo. Si, a largo plazo, las
masas que invadieron el aparato escolar no pudieron ser mantenidas por
más tiempo en una posición de enfermos o inválidos, de subdesarrollados
gramaticales, al menos durante un siglo ( ¿o dos?) la separación institucional
y la reunión (no menos institucional aunque de muy distinto modo) de las
dos mitades del Lhomond fueron para la clase dominante un medio de de­
finirse frente a la clase dominada."º La continuación de la historia excede
150. Podrán percibirse las posiciones tomadas por los gramáticos republicanos de­
cididos a romper con el latín en los años precedentes a 1880, en este Prefacio de Pierre
Larousse, que concebía lúcidamente el obstáculo, lo que no evitaba luego que la Gra­
mática redactada por Lal'Ousse repitiera con algunas variantes las categorías gramaticales
proporcionadas por Lhomond.
«En la actualidad todavía muchos profesores hacen uso1 casi exclusiva­
mente, de la Gramática francesa de Lhomond. Es éste un deplorable prejuicio
cuya funesta consecuencia ha sido la de falsear en nuestro pafs1 desde hace
ochenta años, la enseñanza de la lengua materna.
LA IDEOLOGÍA ESCOLAR DE LOS REVOLUCIONARIOS BURGUESES 145
los límites del estudio que aquí presentamos sobre el francés nacional en la
época revolucionaria. Pero quizás sea deseable esbozar las grandes líneas tal
como nos parecen desprenderse de nuestras hipótesis.
Para el antiguo medio-Lhomond, que ejercía las funciones de Gramática
francesa nacional, llegó la hora de la verdad cuando la coyuntura histórica
gene;al conduj�, en los años 1880, a un nuevo. acto de política lingüística
escolar: las leyes Ferry, que llevaban aparejada la creación de manuales ele­
mentales de enseñanza masiva. En aquel momento la «cuestión del latín»
se hizo crucial para el francés, para la Escuela y para el régimen social. Un
inmenso esfuerzo teórico y pedagógico, ayudado por un inicio en los cono­
cimientos exactos sobre la historia del francés, intentó romper el vínculo
que ligaba el francés a la traducción franco-latina. Pero el esfuerzo terminó,
una vez más, en un compromiso favorable para las ·clases dirigentes, enmas­
carado bajo una apariencia unitaria. La Gramática de Larive y Fleury, ma­
nual masiva y oficialmente repartido en las escuelas comunales de todos los
departamentos, no fue más que una reforma de un Larive y Fleury anterior
a las leyes Ferry y muy parecido al Lhomond. Hubo pocos cambios esen­
ciales en la terminología gramatical detrás de las numerosas y nuevas ha­
bilidades pedagógicas. De hecho, la Gramática francesa elemental se convir­
tió en lo que todavía es hoy: demasiado alejada de la terminología y la
frase latina para preparar al análisis gramatical y lógico y a los tipos de
»Esto es lo que pensamos sobre tan importante cuestión: Lhomond era
profesor de 1a Universidad de París; su modestia igualaba a su saber; quería
a los niños y sólo con el propósito de serles constantemente útil redactó sus
obras y quiso siempre permanecer como profesor en las primeras clases. Sus
Elementos de Gramática francesa fueron escritos para los niños destinados
al estudio del "latín. Eri tiempos de Lhomond las escuelas primarias no exis­
tían todavía; no pudo, por lo tanto, tenerlas en cuenta mientras escribía,
»Considerado como una introducción al estudio de la lengua latina, el
libro de Lhomod es una obra maestra de simplicidad, de método y de lógi�
ca; aplicado a la lengua francesa es una insensatez. Obsérvese con qué cui­
dado el profesor experimentado expone y trata a fondo, en su Gramática
francesa, los puntÜs extraños a nuestra· lengua pero que, más tarde, serán
provechosos al alumno en el estudio del latín; la mayor parte de sus deno­
minaciones, la clasificación del adjetivo, del pronombre y del verbo; los
grados de significación, la formación de los tiempos y, sobre todo, fa clasi­
ficación de las palabras invariables, la larga lista de preposiciones que señalan
el lugar, el tiempo, el orden, la conveniencia, el medio, el fin, etc. Todas
esas cosas son puros latinismos que llenan de inúties ideas la naciente razón
del niño y que están desplazadas en una gramática destinada sobre todo a
los alumnos de las escuelas primarias».
146 RENÉE BALIBAR • DOMINIQUE LAPORTE
discurso característicos del grado secundario; demasiado ligada a esta ter­
minología para adquirir la racionalidad precisa para una práctica nacional y
masiva del francés. El más tangible resultado era, y es todavía, el fracaso de
tres cuartas partes de los ciudadanos en los ejercicios de francés de la escuela
primaria; la imposibilidad de pasar de un grado a otro; el bloqueo de la
evolución de la gramática francesa incluso en los estudios secundarios
y superiores, en los que el multilingüismo de la moderna burguesía se di- .
ferencia cada vez más de los restos culturales del antiguo franco-latín. Fra­
casos, imposibilidad, bloqueo fueron tolerables, y deseables induso en los
comienzos de la III República para la clase dominante, amenazáda siempre
por la institución del francés nacional, pero se hicieron intolerables- en la
fase siguiente, a partir de las leyes Zay (1927-1937) que hicieron graniita la
enseñanza secundaria. Desde entonces una nueva distribución de los grados
en el aparato escolar, que lleva aparejada una refundición del contenido de
la enseñanza, intenta tanto anular las fronteras interiores como adaptar la
escuela a las nuevas necesidades económicas. El ideal de la escuela única re­
vive sobre nuevas bases. No puede sorprendernos que el problema de la
«renovación de la enseñanza del francés en la escuela primaria» constituya
una de las más graves dificultades con las que se enfrenta hoy el «legisla­
dor». Puede incluso pensarse que la forma de existencia del francés nacional
escolar primario es tan esencial al régimen que su desarrollo incluye nece­
sariamente el desarrollo de los antagonismos que supera a cada etapa. Desde
la revolución burguesa, y a la espera de la revolución social, la democrati­
zación de la institución del francés. nacional es un proyecto revolucionario.
Puede, en nuestros días, constatarse m:,a especie de impotencia semejante
a la de Pierre Larousse, cuando se trata de modificar el contenido de la
gramática establecida teniendo en cuenta los trabajos avanzados en el campo
de la lingüística.151 La editorial Larousse publica simultáneamente la Gram­
maire structurale de Jean Dubois (1965 y 1967) que propone nuevos mo­
delos de análisis a los gramáticos, y la Grammaire Larousse de frani;ais con­
temporain ( 1964) que acoje las categorías gramaticales en vigor en la ense­
ñanza masiva.
Volvamos ahora a los demás elementos materiales de la antigua enseñanza:
edificios y jardines de los Colegios, profesores, contenido de los programas
de estudio burgueses, readaptados en la nueva enseñanza. Si la Convención
no perdió el tiempo y elaboró y promulgó enseguida sus utópicas leyes en
151. P. LAROUSSE: Petite grammaire lexicologique du premier dge> 63 edici6n,
París, Boyer et Cie libraires-editeurs, 1874.
LA IDEOLOGÍA ESCOLAR DE LOS REVOLUCIONARIOS BURGUESES 147
materia de escuelas primarias, tampoco tardó en poner algunas primeras
piedras de los futuros institutos de enseñanza media destinados a las
clases dirigentes.
A medida que la burguesía termidoriana tendía a abandonar los prin­
cipios democráticos de la política escolar jacobina, orientó su propia política
hacia la . construcción de lo que hoy denominamos «enseñanza media» y
dé la práctica lingüística que la caracteriza. El decreto Daunou del 3 bru­
mario del año IV (24 de octubre de 1795) inaugura ese crecimiento inversa­
mente proporcional al nivel de las realizaciones entre ambos grados. Se sabe
ya que la ley Daunou suprimió de un plumazo la gratuidad y obligatoriedad
de la enseñanza, y el sueldo de los profesores, desmantelando así los pro.
yectos de realización de los revolucionarios jacobinos y de sus aliados en
política escolar; al mismo tiempo instituyó la enseñanza secundaria con
el nombre de escuelas centrales. En ellas la enseñanza estaba dividida en
tres secciones correspondientes a una división por edades: de doce a ca­
torce años, lenguas vivas, lenguas antiguas, historia natural y dibujo; de
catorce a dieciséis años, elementos de matemáticas, física. y química experiM
mental; de dieciséis a dieciocho años, gramática general, literatura, historia
y legislación. Al contrario que las escuelas primarias, las escuelas centra­
les funcionaron, a razón de una por departamento; y prolongaron su exis­
tencia hasta el 11 florea! del año X (15 de mayo de 1802) en el que fueron
abolidas para dar paso a los liceos y colegios napoleónicos. Pese a la rup­
tura con los principios democráticos jacobinos, la característica esencial de
la ley Daunou es la de integrar en un conjunto coherente los dos grados
de enseñanza. Pero sólo en teoría, en la práctica no condujo a la creación de
un verdadero cursus escolar. Por dos razones, una de las cuales subsiste en
la legislación en vigor: la ausencia conjugada de la gratuidad y la obligato­
riedad escolares impedía toda clase de comunicación (incluso limitada o
ficticia) entre ambos conjuntos; la otra concerniente a la no-escolarización,
a la ausencia de· escuelas primarias, que caracterizaba negativamente el conM
junto elemental. Tan sólo funcionaron, pues, las escuelas centrales.
No nos corresponde estudiarlas aquí en profundidad. Pero nos interesan
en la medida en que sus programas de enseñanza deberían servir parcial­
mente de base a la futura organización de la instrucción secundaria. No
porque los liceos y colegios napoleónicos fueran su prolongación directa,
puesto que fueron levantados contra las escuelas centrales y a partir de su
abolición; sino porque el tipo de educación que en ellas se impartía se
oponía a las prácticas requeridas idealmente para la enseñanza elemental. El
multilingüismo constituía la base Jlngiiística de esta enseñanza puesto que
148 RENÉE BALIBAR - DOMINIQUE LAPORTE
ocupaba la primera sección, la reservada a los niños de doce a catorce años;
ni el latín ni el griego fueron suprimidos sino que ocupaban su lugar tras
de las lenguas vivas, en una relaci6n que impedía la exclusividad. Finalmen­
te, el estudio del francés se hallaba en total oposici6ü con las prácticas de
aprendizaj_e -no realizadas-- del primer grado de instrucci6n: era una ense­
ñanza de caracter filos6fico, basada en la Gramática general, y de una abs- .
tracci6n mal disimulada. Se oponía hasta tal punto a la instrucci6n elemen­
tal que éste fue uno de los motivos de la abolici6n de las escuelas centrales.
A este nivel fue parad6jicamente, el resultado de una lucha emprendida a
partir de dos posiciones antagónicas: una que tendía a conceder-·de nuevo
al latín el lugar central que había ocupado. en los colegios del AntigllO Ré­
gimen, y otra que consideraba la enseñanza del francés en las .escuelas· cen­
trales como un fracaso debido a la hiper-abstracci6n de la enseñanza y lu­
chaba en pro del francés contra la Gramática general. El «fracaso» de las
escuelas centrales (fracaso relativo puesto que lograron funcionar durante
siete años) se explica por el hecho de que reposaban sobre la supuesta exis­
tencia de una enseñanza elemental, prevista por la ley Daunou, pero ine­
xistente de hecho.152 Pero si los liceos- y colegios napoleónicos fueron cons­
truidos contra las escuelas centrales, no mantuvieron, sin embargo, con ellas
una relación estrictamente antagónica. Por una parte fueron, como más tarde
los colegios, productos de una política escolar encaminada a la formaci6n de
los futuros cuadros dirigentes del régimen y dando primacía, por lo tanto,
a la enseñanza secundaria· en contra de las aspiraciones democráticas a las
que habían respondido los jacobinos; por otra parte desarrollaron las prác­
ticas de francés que, aun no siendo estrictamente i_dénticas- a las de los
colegios del siglo xx, no por ello dejaban de estar presididas por una
dominante filosófico-literaria,153 contribuyendo así a conjurar la instauraci6n
de la lengua nacional.
En el terreno de las realizaciones materiales, sobre el núcleo de escola­
rización destinada a ./as clases dominantes ,e 'Constituirá el aparato escolar
burgués. Por las causas que hemos indicado superficialmente al comienzo de
este captítulo, las clases dominadas se hallaron excluidas del aparato escolar
hasta que, bajo el efecto de las condiciones impuestas por una nueva fase
152. Brunot señala sobre este tema: «( ... ) las escuelas centrales hubieran debido
recibir alumnos ya iniciados y poseedores de los primeros elementos de ortografía y de
gramática, pero faltaban las escuelas primarias; y si hubieran existido, no se hubiera
podido impartir en ellas la enseñanza de la lengua por principios, que todos los refor­
madores del siglo xvm habían considerado una necesidad.» (HLF, IX, 1, 425.)
153. Podría profundizarse este aspecto en BRUNOT, HLF, IX, l.
LA IDEOLOGÍA ESCOLAR DE LOS REVOLUCIONARIOS BURGUESES 149
de la lucha de clases (en especial las luchas del proletariado por la reducción
de la jornada de trabajo), la relaci6n clases dominantes-clases dominadas
deja de hallarse a este nivel entre la escuela· y su exterior y logra realizarse
antag6nicamente por la escolarizaci6n generalizada en el mismo interior de
un aparato escolar unificado ( ¡unificado incluso en la divisi6n! ) ..
Si la. precesi6n hist6rica de la enseñanza .media se une en el terreno de
lás realizaciones (o de las no-realizaciones) lingüísticas a la ausencia de escue­
las primarias, en otras palabras, si el aparato escolar en tanto que lugar
donde se formará y se aprenderá efectivamente la lengua nacional. común 154
no está materialmente realizado al «término» de la Revoluci6n Francesa, no
pueden extraerse conclusiones precipitadas y deducir prematuramente de esta
no-escolarización una ausencia completa de realizaciones lingüísticas. En
efecto, que s6lo el francés elemental reúna a la vez el conjunto de funcio­
nes de la «lengua común» y los medios efectivos de imponerla como modelo
(escolarizaci6n generalizada) no significa que ciertos aspectos de una práctica
común de la lengua nacional común no puedan existir coyunturalmente al
margen de ésta.
Ahora bien, durante la revoluci6n burguesa francesa, las masas han
practicado, efectivamente, en común «el francés». Lo que no significa que la
forma hist6rica de la lengua nacional (el francés elemental) haya sido
--como tal- objeto de un aprendizaje sistemático, rigurosamente análogo a
los aprendizajes realizados más tarde en el aparato escolar democrático­
burgués puesto que --como veremos luego- estas prácticas, en cierto modo,
se excluyen; •pero esto significa, en compensación, que a pesar de una exM
clusi6n reparable a posteriori, ciertas formas de una práctica común del
francés han podido, en una coyuntura histórica determinada, anticiparse de
algún modo a la ausencia de base (el francés escolar elemental). De igual
modo que existe una circulaci6n mercantil, un capital comercial y financiero
antes del modo de producci6n capitalista propiamente dicho, puede decirse
que ciertas formas, ciertos aspectos de una práctica común de la lengua
nacional han podido existir antes de que la instauración de la escuela laica
gratuita y obligatoria haya autorizado los medios efectivos de transformar
en la base las prácticas lingüísticas. Repitamos que esta «anticipaci6n» es
ampliamente coyuntural, marcada como está por el proceso de uniforma­
dón lingüística preparado por la revoluci6n burguesa y por las formas espe-
154. Naturalmente, esta- formulación no debe dar a entender que se tratara de la
única función del aparato escolar. Se define aquí, tan sólo, un aspecto del aparato ideo­
lógico del estado escolar: precisamente el que nos interesa en particular.
150 RENÉE BALIBAR - DOMINIQUE LAPORTE

dales de ejercicio del poder operantes en· esta coyuntura revolucionaria. V

Precisémoslo en dos palabras antes de atenernos a los hechos: durante la
revolución burguesa las masas aprendieron el francés sin escuelas, en los
aparatos de ejercicio de la práctica política. La práctica del francés en los
aparatos políticos de la
Revolución Francesa
 Hemos mostrado la existencia, los fundamentos y los objetivos de una
politica del francés nacional bajo la «revolución democrática burguesa».
Hemos insistido en el hecho del desplazamiento histórico entre el proyecto
ideal de esta política en el terreno escolar y la muy ulterior realización de
este mismo proyecto en el aparato escolar puesto en práctica a partir de la
segunda mitad del siglo XIX. Pero al señalar las contradicciones de la política
escolar de 1a Revolución Francesa ( su carácter utópico y sus realizaciones de
hecho) hemos indicado claramente que la política del francés nacional de la
revolución democrática burguesa estaba lejos de reducirse a su utopía o a
sus prácticas escolares: hemos dicho que la política del francés nacional
había hallado un lugar de realización efectiva en las formas y los aparatos
políticos.
Debemos explicarnos respecto a este punto, utilizando los documentos
que están a nuestra disposición -y son escasos pues jamás han sido objeto
de publicación o investigación alguna. Por ello debemos necesariamente no
sólo entrar e n detalles sino también abrir algunos archivos y plantear, para
poder interpretarlos, algunos problemas técnicos.

LAS ACTAS DE LAS SOCIEDADES POPULARES Y COMITÉS REVOLUCIONARIOS

Clubs, comités revolucionarios, sociedades populares y sociedades sec­

cionales constituían durante la Revolución una compleja red de aparatos
políticos. Sin valorar exageradamente su importancia (considerándolos los
centros únicos del poder), y sin representarse sus formas de modo anacró­
nico (viendo en ellos «soviets» avant la letrre), es preciso convenir en que,
en ciertos momentos y no los menos importantes de la Revolución, no fue-
154 RENÉE BALIBAR - DOMINIQUE LAPORTE
ron sólo simples auxiliares del poder que se hubieran desarrollado al margen
o subordinados a él. No es tampoco cuestión de recubrir su multiplicidad y
su complejidad prestándoles una unidad ficticia que aboliera las divergen­
cias y los conflictos de los que cada uno de estos aparatos fue a un tiempo
lugar, objeto y soporte. Se sabe, por ejemplo, que el trabajo de unificación
de las fuerzas revolucionarias emprendido por los jacobinos a partir del
germinal del año II condujo a la disolución de las sociedades seccionales .
parísinas. En tanto que correspondían a formas· organizativas de grupos o
tendencias políticas a menudo opuestas entre sí, estos aparatos .funcionaron
según principios múltiples: autonomía relativa de las secciones; opuesta a
la centralización, relativa también, del club de los jacobinos; autonomía de
las sociedades populares en relación al club, etc. A pesar y a causa de las
divergencias o antagonismos que se manifestaron, los aparatos democráticos
revolucionarios desempeñaron a lo largo de toda la Revolución Francesa un
papel considerable, en especial durante el período que se extiende de la
primavera del 93 a principios de verano de 1794, es decir de la caída de
la Gfronda a la de la Montaña.
Tras la victoria de la Montaña, el Comité de Salud pública tendió a
concentrar todos los poderes. Pero fue el aparato de las secciones, de las
asambleas generales y de los comités revolucionarios el origen de la con­
quista del poder y aseguró sus bases. Sin entrar aquí en el debate que
divide a los historiadores en lo referente a la naturaleza de las relaciones
entre jacobinos y sans-cúlottes, digamos sin embargo que sería falso consi­
derar que la dictadura jacobina surgió, únicamente, del Comité de Salud
pública. Ni la disolución de las sociedades. seccionales, ni la supresión de las
asambleas generales significaron el fin de la participación de las masas en la
actividad política revolucionaria: las sociedades populares siguieron afilia­
das a los jacobinos, y el mismo club, por su extensa red de filiales que cubría
todo el territorio nacional, constituía una organización de masas en la que
-<:orno afirma Soboul- «pequeños-burgueses, tenderos, artesanos, asistían
asiduamente a las sesiones».155 Se tiene también la prueba, aunque fuera tan
sólo por el enorme expediente de reparto de los bienes comunales, de que
los campesinos interesados intervenían a nivel de organismos comunales en
todo el territorio.
La práctica del francés en los aparatos políticos de la Revolución Fran­
cesa depende de, como mínimo, dos factores distintos e interrelacionados: por
un lado estaba unida a la práctica política en el más estricto sentido del
155. A. SODOUL: Précis ..., pp. 189-190.
LA PRÁCTICA DEL FRANCÉS EN LOS APARATOS POLÍTICOS 155
término (conocimiento, discusión, difusión de los sucesos, leyes, decretos;
y, en primer lugar, formación de comités, elecciones de miembros, vigilan­
cia a ejercer sobre los mismos comités y sobre los ciudadanos); por otro
lado, tiende a funciones más .o menos relacionadas con la política ( como la
distribución de los bonos del pan, permisos de entierro, etc.).
Cada reunión de las sociedades populares y comités se organizaba en
torno a un cierto número de invariables según esta doble actividad. El orden
del día comenzaba por la lectura del acta de la reunión precedente y por la
lectura e información del intercambio de correspondencia con las instancias
gubernamentales y demás sociedades. Se proseguía, generalmente, con la
lectura de los periódicos y párrafos de los discursos pronunciados en la
Convencióll; no era extraño que se llamara a los niños para que recitaran
textos o fragmentos de textos revolucionarios (Constitución, Declaración de
Derechos, etc.). Allí resolvían los asuntos públicos locales.
Hemos obtenido en los Archivos departamentales de Indre-et-Loire el
siguiente documento, que proporciona un preciso ejemplo de las ocupacio­
nes, correspondencia, informaciones efectuadas por los elementos populares
del comité de vigilancia de un pueblo."'
Cantan de Bailan
Municipalidad
de Joué
Libertad Igualdad
El Comité de Vigilancia de la Comuna de
Joué al ciudadano Guyot, agente nacional
del distrito revolucionario de Tours.
10 termidor del año 2.
Ciudadano,
Hemos recibido, en primer lugar, el 2 termidor: 11 decretos y 4 in­
formes y memoriales:
+ el 4 termidor hemos recibido:
3 Boletines de Leyes, n.° 17, 18 y 19
156. Explicaremos más adela'Ote nuestra opinión sobre la ortografía y la puntuación
del texto.
 156 RENÉE BALIBAR - DOMINIQUE LAPORTE
+ un extracto del registro del Comité de Salud pública de la
Convención nacional del 51 pradial del año 2 de la República
+ el máximo de cumplimiento de la ley de 6 ventoso del año 2,
8.ª división, concerniente al precio dé las telas
+ el máximo de la 9.º división en lo que respecta a los 10 % de
recargo sobre los precios fiiados por el máximo, que será con­
cedido a los fabricantes de hilos de la Comuna de Lille
+ la hoja concerniente, de nuevo, al precio de las telas
+ un extracto del registro de las deliberaciones del Consejo de
distrito de Tours del 23 mesidor del año 2, deÍ" representante
del pueblo Ferry, para que íos hierros que no sec,n de uso
indispensable sean tomados para ser depositados en el almacén
nacional del distrito.
Creemos que la municipalidad de nuestra Comuna ha recibido
los mismos documentos. Nos encargamos de que sean leídos, pu­
bliéados y fijados en carteles. Estad seguro de que velaremos mn
l
todo nuestro poder para que los asuntos públicos no sufran en
manera alguna.
Salud y Fraternidad.
Por los miembros del Comité de Vigilancia de la Comuna de
Joué
Firmado Charles Rouleau, presidente
j, Petibon-Paty, secretario
(al margen) + recibido el 7 termidor del año 2; Boletín de Leyes
n.º 20 y 21
(post-scriptum)
+ recibido el 7 termidor:
un discurso de Maximilien Robespierre pronunciado el 7 par­
dial;
y un discurso sobre la ley de máximos fechada en París el
24 mesidor
+ recibidos el 8 termidor los Boletines de Leyes n.º 22 y 23.
Cuando reorganizaste nuestra municipalidad nos privaste de
tres de nuestros más instruidos miembros que son Boussé, Beaulieu
y Trougníon. Haz de modo que sean reemplazados lo antes posi­
ble: pues no estamos realmente muy preparados y tememos equi­
vocarnos.
Enviada esta carta a Antaine Magnien el 10 termidor para
remitir a su dirección.
LA PRÁCTICA DEL FRANCÉS EN LOS APARATOS POLÍTICOS 157
Cantan de Bailan
Municipalidad
de Joué
Libertad Igualdad
En Joué rntermidor del año 2
El Comité de Vigilancia de la Comuna de Joué a los ciudadanos
administradores del distrito revolucionario de Tours
Ciudadanos,
Os escribimos la presente para cumplir la ley; para deciros que
nuestra comuna parece realmente patriota y republicana.
Por ello nuestras operaciones no son considerables. Nuestra
municipalidad cumple muy bien su deber. No tenemos nada impor­
tante que comunicaros, sino que velamos lo mejor que podemos
para que las leyes que nos enviáis sean publicadas y ejecutadas.
Hemos celebrado la fiesta de la toma de la Bastilla con la
mayor pompa que nos ha sido posible.
Procuraremos siempre mantenernos fuera del alcance de los re­
proches, velando celosamente por la cosa pública. Y si en algo fal­
tamos, sera involuntariamente.
Salud y fraternidad
por los miembros del Comité de Vigilancia de la Comuna de
Joué.
Esta carta esta firmada por Charles Rouleau, presidente
y Petibon°Paty, secretario
He enviado esta carta a Antaine Magnien el 10 termidor, para
que sea remitida a su direcci6n.
Está fuera de· duda que la práctica del francés no podía sino ser domi­
nante en este tipo de reuniones, incluso aunque aparezca cuantitativamente
limitada en las comunas de idiomas o dialectos; incluso aunque nos parez­
ca incorrecto según las normas del francés monárquico burgués o las normas
del francés escolar posterior. Por francés entendemos aquí el francés nacio­
nal de los nuevos ciudadanos franceses, la lengua instituida recientemente y
tendente a convertirse en común, portadora eventualmente de particularida­
des regionales, sociales, técnicas, pero no marcada, en principio, por estas
particularidades y pudiendo constituir la nueva referencia que haría apreciar
y evaluar estas particularidades sobre nuevas bases.
 158 RENÉE BALIBAR � DOMINIQUE LAPORTE
Como hemos visto en un capítulo precedente, la traducción de textos po,
líticos en los departamentos ex�provincias con idioma o dialecto, era prác­
ticamente irrealizable. Pero sabemos que no era éste el obstáculo principal:
de la Constituyente a la Convención, esta imposibilidad se vio doblada y
superada por la imposibilidad polltica, debida a la política jacobina de uni­
ficación y a los ideales que actuaban en la constitución de la forma nación.
Las prácticas lingüísticas cuya sede se hallaba en los aparatos políticos de-.
bían orientarse tendencialmente hacia el ejercicio masivo del francés. La pu­
blicación y fijación en carteles de textos políticos, la correspondencia con
las demás instancias gubernamentales y otras sociedades, la ledtura de pe-
riódicos, eran aspectos de este ejercicio. ���
Es preciso no confundir el ejercicio del francés nacional .en los debates
y, sobre todo, en las actas escritas 157 de los aparatos democráticos revolu­
cionarios con el ejercicio del francés escolar por el que se realizó posterior­
mente el francés nacional. La colusión de ambos términos tiene causas his­
tóricas que nos es fácil percibir aquí.
Entre las ,tareas políticas de las sociedades y comités populares se hallaba
la realización, por el pueblo, del francés nacional. Recordemos uno de los
artículos más significativos del decreto de 8 pluvioso del año II:
Art. 6. - Las sociedades populares son invitadas a propagar
el establecimiento de clubs para la traducción oral de los decretos
y a multiplicar. los medios para dar a conocer la lengua francesa
en los más apartados lugares.
El mismo decreto preveía la nominación de «maestros de lengua fran­
cesa» en cada una de las comunas de las regiones afectadas por el «terror
lingüístico» (Alsacia, Bretaña). Estos «maestros» eran designados por los
clubs y las sociedades populares.
La ideología política de los revolucionarios burgueses se confundía, en
este punto, con la ideología educativa, y enmascaraba oportunamente la
¡, ausencia de «escuelas» propiamente dichas, utópicas entonces.
I!
Puede leerse, en la pluma de Marie-Joseph Chénier, hermano
'i l• ! . de André Crénier y también poeta aunque convencional: «Las más
;!
!¡
11¡1¡il
bellas escuelas, las más útiles, las más simples, en las que la ju­
ventud pueda recibir una educación verdaderamente republicana,
¡]j
son, no lo dudéis, las sesiones públicas de los departamentos, de
!)i
I¡1 ! 157. Nos ocuparemos un poco más adelante de la relación entre lo <<hablado» y lo
. escrito.
¡·
!I
,1¡
'
LA PRÁCTICA DEL FRANcts EN LOS APARATOS POLÍTICOS 159
los distritos, de las municipalidades, de los tribunales y, sobre todo,
de las sociedades populares».158
Hablando de «maestros», de «escuelas», los revolucionarios burgueses
podían hacerse la ilusión de afrontar varios asuntos, en particular de con­
seguir, por medio de un recurso, las finalidades propuestas por los pro­
yectos de sistema escolar autónomo; mejor, de superar el más i":�ortante
de estos objetivos, la formación cívica escolar, gracias a la formac1on ofre­
cida por las circunstancias de la vida política. Pero. la ilusión cubría incon­
ciliables divergencias entre ambos tipos de formación, en especial entre la
realizaci6n del francés nacional por la vía escolar prevista y la realización
del francés nacional por la vía de los aparatos políticos. Esta última vía ha­
da, entonces, impracticable la primera. En un tiempo en el que los ciuda­
danos de toda clase (de todas las edades, por ejemplo) adquirían y mejora­
ban su francés mientras servían directamente sus intereses e ideales, en las
sesiones públicas de los aparatos que les otorgaban una parte del poder,
¿qué necesidad tenían, por lo tanto, de crear y frecuentar' escuelas separa­
das, para niños o para adultos, de hacer por separado «ejercicios de fran­
cés»? «Incultos» o <<instruidos», esos ciudadanos ejercían el francés en sus
actas lo mejor que podían,
Se trata, en suma, del famoso problema de la neutralidad escolar. El
Aparato Ideológico de Estado Escolar francés, tal como lo ha hecho posible
su proceso de instauración, exige que el contenido de la enseñanza sea
«neutro», es decir que no intervenga jamás, directa o abiertamente, en las
luchas de la actualidad política. Sin duda es conocido por la ciencia histó­
rica e incluso por la reflexión empírica e ideológica, que un aparato «apo­
lítico» como éste sirve, sobre todo, a los intereses de la clase dominante;
que lleva, en consecuencia, 1a marca invisible pero efectiva de una política
determinada. Este conocimiento en nada cambia las exigencias de neutra­
lidad del contenido de la enseñanza que fundamentan la autonomía Y la
necesidad hist6ric� del sistema escolar: el derecho a la «libre _discusión»,
incluso extendida a temas de candente actualidad política en los años en
que vivimos, implica tüdavía un evidente retroceso, un retraso de la imagi­
L
[i'
naci6n e instrucción, un tipo especial de abstracción, comparándolo a la
acción llevada a cabo directamente en los aparatos políticos. Los enfrenta­
mientos de clases sociales se hallan así suspendidos de modo que puedan ser
r
concebidos y formulados a largo plazo. Los enfrentamientos revolucionarios
hacían imposible este género de desplazamiento.
158. 15 de brumario del año II. Citado por BRUNOT, HLF, IX, 1, 261.
1
160 RENÉE BALIBAR · DOMINIQUE LAPORTE
Conviene pues. rechazar, como representación falsa por mítica del afran­
cesamiento revolucionario, las imágenes presentadas por historiadores re­
cientes que presentan los clubs coµio «escuelas» en sentido estricto,. y que
renuevan de un plumazo ( ¡pero tras la realización de la escuela democrática
burguesa! ) .las confusiones producidas por los revolucionarías burgueses
bajo la Convención. Tomemos como ejemplo esta apreciación de un histo­
riador:
( ... ) El club es a un tiempo escuela, clase de oratoria, perió­
dico, sección de partido y grupo parlamentario. Escuela por las
lecciones de civismo y moral republicana que imparte· a sus adhe­
rentes: en ausencia de una enseñanza popular cuyos prin<;)pios ha
fijado la Revolución, pero que no ha tenido ni tiempo ni médios de
generalizar, los clubs esbozan lo que, más tarde, hará la II.' Repú­
blica con la escuela primaria rural y de barrio. Clase de oratoria: las
discusiones en las que se admite que todo el mundo tome la pala­
bra son, para los debutantes, una ocasión para aprender los ru­
dimentos del arte de la oratoria, para los oradores confirmados la
ocasión de probar su talento y su poder sobre el auditorio. Y reem­
plazan a los periódicos llevando su contenido a conocimiento de los
analfabetos.159
Soboul es quien está en lo cierto cuando su conocimiento de los docu­
mentos de archivo parisinos le permite evocar las diversas modalidades de
instrucción cívica impartidas en. francés por las sociedades populares. Un
francés de 1973 advierte claramente, en las páginas que vamos a citar, qué
. chas, la constituci6n o cualquier discurso adecuado a la ocasión:
transformación tan radical sufrieron los organismos de la burguesía mo­
nárquica ( conversaciones· de salón, clubs, gacetas, mantenidos por gente en.
señada a leer o escribir en su familia y sus colegios); qué creaciones polí­
ticas ( asambleas constitucionales, comités de dictadura democrática, bole­
tines de leyes, obligatoria publicación en carteles de leyes y decretos, pu­
blicidad de los debates políticos) inauguraron la práctica masiva del francés
nacional; y qué diferencia radical separa la práctica del francés en los
aparatos políticos revolucionarios de la práctica del francés en el aparato
ideológico de Estado escolar actual.'"
159. René RéMOND: La Vie politique en France (1789-1848), t. 1, A. Colín, Col.
«U», París, 1-965.
160. A. SonouL: Les Sans.Culottes parisicns en l'An II. Mouvement populaire et
Gouvernement révolutionaire (179).1794), Ed. Flammarion, París, 1973. Extracto de la
edid6n íntegra, Librairie Clavreuil, París, 1958, 2/ ed. 1962, pp. 196-197. Edid6n cas­
tellana en preparad6n en Editorial Avance.
LA PRÁCTICA DEL FRANCÉS EN LOS APARATOS POLÍTICOS 161
1
La instrucción tenía siempre un lugar importante en el desa­
rrollo de las sesiones; se hizo preponderante en la primavera del
año II, cuando. las sociedades cayeron bajo la dependencia de las
autoridades. jacobinas y gubernamentales. Lectura de los periódicos
patriotas, de discursos pronunciados en la Convención o en los Ja­
cobinos, de decre_tos y leyes, discursos dvicos o morales pronuncia­
dos por militantes, recitación a cargo de niños del Acta constitu­
cional o de la Declaración de derechos: las sesiones comenzaban
por lo general así. La sociedad secciona! de la República escu­
chaba en cada una de las sesiones la lectura del Journal du soir, del
Bulletin de la Convention, de las resoluciones de la Comuna, del
orden del día de la Guardia nacional. El 27 pluvioso, un niño de
siete años recitó en la tribuna la Declaración de derechos; el 4 ven­
toso, lectura de un discurso sobre la plantación de un árbol de la
libertad; el 7 una niña de ocho años repite un discurso sobre la
muerte de Chalier; el informe de Saint-Just sobre personas encar­
celadas despierta unánimes aplausos el día 22; el antiguo informe
de Robespierre sobre los principios del Gobierno revolucionario se
lee el día 17 germinal, el de Saint-Just sobre la detención de Dan­
toh, el 22; el 7 florea! la sociedad escucha el informe de Saint-Just
sobre la policía general, el 22 el de Robespierre sobre las ideas
religiosas y morales. Y lo mismo sucedía en las demás sociedades.
Algunas de ellas instituyeron sesiones extraordinarias dedicadas a
los niños que iban a la tribuna para recitar la Declaración de dere­
así la sociedad Lepeletier ( ... )
Las sociedades populares que sustituían al club de los Jacobi­
nos desempeñaron en este terreno un papel importante; contribu­
yeron eficazmente a la educación política de la sans-culotterie. De
ahí la in;portancia que les atribuyeron los montañeses y el odio
con que fueron perseguidos por los reaccionarios tras los sucesos de
termidor.
La prensa popular ejercía una influencia mucho más considera­
ble de lo que sus tiradas pueden hacer suponer: ésta se veía multi­
plicada por la lectura que se hacía, regularmente cada noche, en
las sociedades populares y en las asambleas generales. Más aún,
durante el día, en plazas y aceras, los trabajadores y viandantes
se agrupaban alrededor de lectores públicos. Varlet no fue el único
militante que efectuaba su propaganda desde una tribuna móvil.
 f.
.·'
162 RENÉE BALIBAR • DOMINIQUE LAPORTE
El 15 de octubre de 1793, sobre el Pont-au-Change, dos oradores
encaramados sobre dos tablados leían hojas patrióticas ante un
grupo muy numeroso. Un cierto Collignon se titulaba lector pú­
blico de los sans-culottes: desde el inicio de la Revolución leía en
plazas y espectáculos nn catecismo republicano que él mismo había
redactado. En octubre de 1793, la sección del Arsenal y la sociedad
popular de la Armonía solicitaron, vista «la insuficiencia de las ,
publicaciones para ilustrar al pueblo», «la organización de una pu­
blicidad oral, por medio de un periódico escrito expresamente para
el pueblo y que sea leído en las aldeas por los funcionarios públi­
cos y lectores publicistas». Si la ,petición del Arsenal no fue escu­
chada por las autoridades, que desconfiaban de los oradores popu­
lares, no por ello disminuyeron los lectores en calles y plazas hasta
el año III. El l.º pradial, a las diez de la mañana, el tallador de
piedra Closmesnil, encaramado sobre un andamio, leía a más de
cien obreros de las canteras del Panteón una hoja considerada sub­
versiva: fue detenido. En una petición a su favor, sus camaradas
declaraban que lo habían escogido «debido a su voz y su compla­
cencia, para que leyera todos los días, a la hora de la comida, el
periódico llamado el Auditeur national que pagamos comunitaria­
mente para ilustrarnos fraternalmente los unos a los otros». El
caso de los canteros del Panteón no era, en verdad, un caso aislado.
En las calles, al azar de su trabajo o sus paseos, el sans-culotte
tenía muchas ocasiones no sólo de escuchar la lectura de escritos
políticos de actualidad sino, incluso, de leerlos él mismo. Algunos
militantes colocaban carteles manuscritos. Así, en la sección Char­
lier, Montain-Lambert colocaba, dos veces cada diez días, a la puer­
ta del cuerpo de guardia de la sección, una hoja manuscrita que, a
decir de los observadores, atraía muchos lectores. Más aún que las
hojas manuscritas, innumerables carteles llamaban la atención: las
facciones opuestas hicieron un verdadero derroche de ellos hasta
Germinal. Los primeros días de nivoso vieron los muros de París
cubiertos de carteles de Vincent, Ronsin, Mazuel y Maillard. Los
viandantes se agrupaban y discutían: así se precisó la educación
política del sans-culotte, incluso del más ignoranre.
No hace al caso preguntarse qué hubiera producido la práctica del fran­
cés en los aparatos políticos sin escuela, o paralelamente a la escuela, de ha­
ber continuado más allá de la reacción termidoriana. Pues, precisamente,
LA PRÁCTICA DEL FllANCÉS EN LOS APARATOS POLÍTICOS 163
aquella no continuó cuando los elementos populares, urbanos y rurales,
se dividieron y retiraron su apoyo a Robespierre; cuando la burguesía no
tuvo ya necesidad de la dictadura democrática para constituirse y salvarse.
Entre otras categorías sociales, los campesinos desposeídos desde entonces,
no tuvieron la misma necesidad de ejercitar el francés que en la época de
la venta de los bienes nacionales y de la participación de los bienes comu­
nafes, en las reuniones políticas.
Pero tres hechos fundamentales habían acontecido en la historia del
francés.
Los aparatos que regulaban la realización y evoluci6n del francés mo­
nárquico habían desaparecido. Las masas populares habían comenzado a
apoderarse de una lengua antaño discriminante, reservada a las clases diri­
gentes. Las cuidadosas encuestas llevadas a cabo . por los prefectos del Im­
perio sobre el estado lingüístico de Francia, en todos los departamentos,
demuestran que el francés nacional domina en todas las clases de la socie­
dad (volveremos más adelante sobre el hecho de que se hallara «estropeado»
o «ignorado» ). 161
Este francés nacional había sido una de las innovaciones institucionales
de la Revoluci6n, un factor indispensable en todas las innovaciones insti­
tucionales, Es preciso subrayar especialmente que su forma escrita es inhe­
rente a su naturaleza oficial; legalmente registrable, no caracteriza tan
sólo los documentos jurídicos sino, en general, todos los cambios lingüísticos
en cuanto que son un indicio del acceso del pueblo a la existencia nacional.
Desde este punto de vista la distinción entre «lengua hablada» y «lengua es­
. crita» es falsa cuando se trata del francés nacional. Las actas de los comités
fueron escritos, e importantes como tales, pese a que fueran precipitada­
mente rechazadas por los · historiadores burgueses de la lengua francesa y
colocadas entre las «transcripciones» de «lenguas habladas» privadas de
repres�ntatividad nacional. Esta constatación es útil, como veremos, para 11
!l'
el estudio de sus' formas gramaticales.
Finalmente, la práctica revolucionaria del francés en los aparatos polí­
ticos fue paradójicamente una de las causas de la progresiva realización del
francés escolar. La burguesía experimentó el francés que no le convenía; lo
olvidó, lo combatió y lo elabor6 a su manera. A su manera también las
clases populares experimentaron un francés nacional político antes de con­
quistar nuevamente el francés nacional para la escuela primaria. De estos
oscuros enfrentamientos resultaron resistencias y reivindicaciones irreduc-
161. HLF, t. X, 2, p. 407, libro VI: «Les Résultats de la Révolution».
164 RENÉE BALIBAR • DOMINIQUE LAPORTE

tibies y confusas qµe paralizan las «reformas del francés» que son hoy in­ VI
dispensables. Las contradicciones en las que se atasca la «renovación»
indispensable de la ortografía y de la sintaxis francesa no serán, indudable­
mente, superadas si no se realiza un análisis histórico de los procesos con­ En lugar de conclusión
flictivos de instauración y evolución del francés moderno.
 El trabajo que publicamos aquí no puede terminarse con una conclusión
que pretenda resu�ir claramente nuestras investigaciones, hipótesis y afir.
maciones. Eso sería darle un· aspecto sistemático prematuro del que, por
el contrario, desconfiamos mientras no se haya llevado a cab.o una larga serie
de investigaciones históricas sobre el francés nacional. La Presentación que
constituye el comienzo de este libro indica mejor de lo que nosotros mis­
mos podríamos hacerlo el beneficio que puede extraerse de esta obra.
Nos limitaremos a añadir, al margen por así decirlo, las siguientes re­
flexiones.
La lengua nacional francesa y la educación pública en Francia son, ante
todo, obra de las masas populares, porque son las necesidades de las masas
populares, la rebelión de las masas populares y el peso de las masas popu­
lares en la acción política, quienes impusieron a los privilegiados su creación
hist6rica, antes, durante y después de la Revolución Francesa. Pero, como
ya se sabe, el régimen democrático burgués instaurado en Francia tras un
largo proceso, está dominado por la burguesía capitalista. En el terreno
del francés nacional, el aparato ideológico del Estado escolar, resultado de
encarnizadas luchas sociales, ha organizado la práctica institucional de la
lengua nacional de modo que el principio fundamental de igualdad lin­
güística se halla íntimamente combatido por principios y efectos confusos de
desigualdad. El derecho reconocido por el Estado a los ciudadanos franceses
a practicar el francés sin distinción de clases sociales es acompañado por
modalidades que han canalizado invisiblemente, en provecho de las clases
dirigentes de la burguesía moderna, las ventajas que la formación grama­
tical y cultural procuraba a la burguesía aristocrática.
La historia de la obra de los revolucionarios en materia de francés ha
 168 RENÉE BALIBAR - DOMINIQUE LAPORTE

sido deficientemente estudiada hasta hoy, el francés escolar elemental ha

sido declarado «nacional» sin discusión verdadera sobre los modelos grama­
Anexos
ticales y literarios, por lo tanto el problema del francés nacional ha sido
siempre planteado en términos de acceso de las masas populares a la ense­
ñanza instituida por el Estado. La idea de que la instrucción pública, creada
para servir al pueblo, debería luchar para subordinar los grados de la en­
señanza superior a las exigencias de la primaria, es decir para subordinar la
ideología de Estado de la gramática y la literatura a las exigencias de la
práctica masiva del francés, no inspira, y es lo menos que puede decirse, los
proyectos de reforma propuestos por el gobierno a la opinión.· La idea pre­
dominante es, por el contrario, que el pueblo reciba los beneficios de la ins­
trucción. Ahora bien, de hecho los recibe en las condiciones, secreiamente
renovadas, de las pequeñas clases de francés de los colegios monárquicos, re­
guladas según las necesidades de las grandes clases de latín y lenguas vivas.
Parece natural entre nosotros que la masa de ciudadanos sufra y fracase
cuando intenta apropiarse la lengua nacional. «A la conquista de nuestra
lengua»: este es el título de una colección de manuales primarios amplia­
mente utilizados actualmente en las escuelas. La principal dificultad para
esta conquista es estar, desde su inicio y secretamente, orientada por la com­
petencia de los grados escolares por el acceso al grado más elevado. Parece
también natural que una minoría de franceses cultive «aptitudes particula­
res, dones literarios» en las clases de letl'as y se esfuerce enseguida (desespera­
damente, en el mejor de los casos) en renunciar a sus privilegios culturales
comunicando a las masas el gusto de «expresarse» gratuitamente. Esos
mitos sostienen el desconocimiento de la política lingüístico-escolar, vital
para la evolución del régimen.
Contra ellos, contra las disposiciones opresivas de la Educación nacional,
hemos intentado establecer algunos datos históricos útiles para la instrucción
pública.

¡1 No será difícil comprender por qué hemos pensado que, para esclarecer
la política burguesa en materia de «francés nacional», sus objetivos, su
' sentido, sus efectos y sus contradicciones -que ella no puede solucionar-,
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I
era preciso empezar por los comienzos: por la política, la ideología y las

11r"
prácticas lingüísticas de la Revolución Francesa.
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 ANEXO 1

La cuestión lingüistico-escolar como lugar y opción de la lucha ideológica a

fines del A.ncien Régime.

Al finalizar el siglo XVIII la escuela está a la orden del día. Proyectos

escolares, <<teorías» de la escuela, experiencias de enseñanza en francés, re­
dacción de gramáticas (Lhomond había publicado los Elementos de Gramá­
tica francesa en 1780), tratados pedagógicos, etc., convierten la cuestión
escolar en uno de los principales lugares en donde se libra la lucha ideo­
lógica.

El Estado contra la escuela

ij
11
Sin tener en cuenta a la nobleza , hostil por supuesto a cualquier tenta­
l.
1,
tiva de educación del «populacho», es preciso poner a la cabeza de las
1,
fuerzas ferozmente partidarias del orden establecido a la burguesía aristo­
[1
1
crática y a los elementos de la burguesía del Antiguo Régimen compro­
metidos al servicio del Estado monárquico. Hostiles -como hemos visto
ya- a cualquier reforma y a las «nuevas' ideas>>, se oponen con violencia a
cuanto pueda poner en cuestión el statu quo escolar al que deben muchos
de sus privilegios. Su hostilidad es tanto más importante cuanto que se ma­
nifiesta, de hecho, como una intervención del Estado (cuyos resortes de­
tentan casi por completo) sobre la escuela, contra la escuela.
Eso se sabe, principalmente, por los informes de los intendentes y en
las cartas intercambiadas entre los intendentes y el interventor general. Así,
 l!
11

ANEXOS 173
172 RENÉE BALIBAR - DOMINIQUE LAPORTE
1

con el consentimiento del interventor general M. de Séchelles, el intendente
de Etigny dirigía en 1759 esta carta a Goyeneche, síndico de los Estados
de Navarra, para negarle los créditos que las comunas de Navarra -querían
ver destinados al · mantenimiento de las escuelas que había esparcidas por
sus territorios.
( ... ) No creo que sean necesarios grandes razonamientos para
probar la inutilidad de los regentes en los pueblos. Hay ciertas
ins-trucciones que no conviene dar a los campesinos· nada era más
0
punto es preferible a los más amplios y perfectos conocimientos
que podrían proporcionarles los líbros. 162
Pese a que, cuando. se contemplan de cerca, las «luces» del siglo XVIII
tienen tendencia a oscurecerse, no d_e_be concluirse apresuradamente que la
reacción en_ materia escolar era omnipotente. Otras voces se dejan oír a fi.
nales del Antiguo Régimen.
Pequeñas Escuelas y bajo clero.

común cuando llegué a esta generalidad que ver 'a los hijos de
En especial, y pese a las barreras lingüísticas que se intentaban mante­
labradores, viñadores e, incluso; jornaleros, abandonar sus' pueblos
ner, la multiplicación de las Pequeñas Escuelas en el siglo XVIII se debe
para intentar salir de su Estado, bien aprendiendo a escribir para
al clero. Las ordenanzas sinodiales recordaban sus deberes a los curas: ]te
intentar entrar en casa de algún procurador, bien entregándose al
et docete, y les invitaban a salir al encuentro de sus ovejas --en el campo
latín para ser abogados o sacerdotes, lo que poblaba el país de
si era preciso- si aquellas faltaban a sus lecciones; los mismos obispos
holgazanes Y malos sujetos que, al disminuir el número de los
velaban por ello haciendo visitar sus parroquias. Pero en la práctica la ma­
cultivadores, aumentaba el de la gente inútil y sin provecho para
yoría de las iniciativas y reivindicaciones en materia de instrucción pública
la sociedad. La vanidad domina en este cantón y, si no se hubiera
se debían al bajo clero. 163 Sirva como testimonio este pasaje de una memoria
puesto orden, las tierras pronto habrían sido abandonadas faltas
dirigida por los curas a su obispo y citada por Brunot:
de quien las cultivara. Se lamentan en mi departamento, y es rigu­
,¡ rosa�ente cierto, de que no se encuentran obreros para trabajar
!
¡·: 1
las !letras. Esa sola razón exigiría que se impidiera a los campesi­
No es posible formar auténticos adoradores de Dios, fieles súb­
ditos del Rey y buenos ciudadanos sin ayuda de la instrucción...
i nos aprender a leer y mucho más a escribir: ésta es una de las
1,, pri�cipales causas que me impulsa_ a suprimir los regentes, en es­
Por bien que predique el párroco de una parroquia, si no existe
escuela pública, no será en absoluto la más ilustrada y la mejor
¡: pecial en los lugares que están habitados sólo por labradores ' viña-
ordenada. Los pastores sienten el dolor de ver que los jóvenes que
dores y jornaleros.
no saben leer olvidan pronto, desde que han recibido su primera
Es lógico que los habitantes que poseen fortuna y que están
1, comunión, hasta los primeros elementos de la religión aprendidos
1,
'!I
1 en condiciones de dar educación a sus hijos intenten procurársela ...

:¡
Suprimiendo... los regentes... he respondido siempre, cuando se
me han formulado reproches, que quienes quisieran que sus hijos
aprendieran a leer, a escribir y latín no tenían más que buscar
maestros y pagarlos, como se hace en las ciudades, donde las es­
cuelas no son sino para los pobres, a quienes no se puede prohibir
la lectura, como en los pueblos, en vistas a las ocupaciones que
pueden encontrar al contrario que en los pueblos, donde nada es
más inútil para el campesino que saber leer y escribir.
El pretexto de la religión que utiliza el señor Goyeneche es
una auténtica quimera; quienes están hechos para trabajar la ,tie­
rra no necesitan más que las instrucciones de los curas· sacan de
ellas mejor provecho que de la lectura, y su simplicid:d en este
en su infancia... En los países protestantes todos los jóvenes, o
casi todos, saben leer. ¿Por qué no podría hacerse en Francia lo
que se háce en otras partes? Cien libras de sueldo fijo, más la
mensualidad de los niños, bastarían pata subvencionar· un maestro
de escuela en el campo... La ignorancia es una enfermedad del
alma lo mismo que la concupiscencia. Es una enfermedad epidé­
mica y universal puesto que nacemos con ella.164
162. Citado por BRUNOT, H.L.F., VII, pp. 138-139.
163. Para una descripción del bajo clero, ver SonouL, op. cit. p. 29: ( ... ) «Párrocos
y vicarios constituían, a veces, una verdadera plebe eclesiástica, salida del pueblo, con�
viviendo con él, compartiendo su espíritu y sus aspiraciones».
164. HLF, VII, p. 143.
174 RENÉE BALIBAR • DOMINIQUE LAPORTE
Pero también ésta es, tan sólo, una reivindicación tendente a reproducir
el sistema existente y a reforzar su función de inculcación de la ideología
religiosa cristiana y del orden monárquico (es necesario formar «auténticos
adoradores de Dios, fieles súbditos del Rey ... »).
La "escuela para todos" de los fisiócratas.
Muy distinta era la tesis fisiócrata. Entre los numerosos proyectos es.'
colares que se esbozaron a fines del Antiguo Régimen, el más acabado es,
sin duda, el propuesto por los fisiócratas. La «escuela para todos» según
denominación del movimiento fisocrático no es, en efecto, ni un ,J;>royecto
reformista-conservador en vistas a la extensión (y, por lo tanto, a Já perma­
nencia) de las Pequeñas Escuelas, ni una pura y simple bravata utópica,
sino un proyecto completo que preveía tanto los créditos como las materias
a enseñar. Destinadas a todos, tanto a los campesinos y obreros como a los
burgueses de las ciudades, estas escuelas se consideran indispensables para
el mantenimiento del orden y el desarrollo de la producción:
Un Estado pretendidamente civilizado, en el que se creyera
posible establecer la autoridad y sus funciones, así como el arte
productivo y el arte estéril, sobre bases distintas a la instrucción
universal, no sería jamás otra cosa que una pirámide que se in�
tentara construir con el vértice hacia abajo.165
Pero la gran innovación estriba en la seculµrización de la enseñanza. La
escuela, tal como la conciben los fisiócratas, ya no es un apéndice de la
Iglesia; debe convertirse en un servicio público, el primero de todos.
La escuela de los fisiócratas es una escuela estatal:
Insisto -dice el abate Baudeau- en la utilidad principal de este
primer deber de la autoridad y ruego que se preste mucha atención
a ella para comprender el motivo que hace conceder al orden de la
instrucción el primer puesto en la primera clase de los hombres
que componen un Estado civilizado. Y es que, en efecto, todo el
restante arte social ... depende de la instrucción. 1°'
165. Abate Ba.udeau, en Philosophie économique. Citado por BRUNOT, HLF, VII,
p. 140.
166. Oeuvres, Col. Daire, II, 710, Citado por BRUNOT, HLF, VII, p. 141. El
subrayado es nuestro.
ANEXOS 175
Aunque no pudieron dar lugar a tentativ'a alguna de realización efectiva,
estas tesis no permanecieron encerradas en los gruesos volúmenes que emi­
nentes teóricos pusieron al servicio del movimiento puesto que dieron lugar,
también, a formas de intervención politica, a iniciativas políticas en el inte­
rior mismo del Estado monárquico, Así, Turgot, interventor general de
finanzas, de obediencia fisiocrática, proponía al. Rey la creación de un mi­
nistério de Educación nacional.
La primera y, tal vez, la más importante de cuantas institucio­
nes creo necesarias, la que me parece más adecuada para inmorta­
lizar el reinado de V M y que más influiría sobre la totalidad
del reino sería, Señor, la creación de un consejo de Instrucción
Nacional, bajo cuya dirección estarían las academias, las universi­
dades, los colegios y las pequeñas escuelas .167
Sin embargo, la «redondez» del proyecto fisiócrata en materia escolar,
su quasi-perfección, es también el motivo de que permaneciera sin efecto,
El programa no fue aplicado. ¿Por qué? Simplemente porque tanto en la
práctica como en la teoría era rigurosamente inaplicable; e incluso, vaya­
mos más lejos, insostenible desde el punto de vista de la burguesía revo­
lucionaria que iba a desarrollar «su» teoría de la escuela. No es que no
contenga, ya, elementos de una «teoría» burguesa de la escuela (en especial
el que convierte a la escuela en un mecanismo estatal); pero estos elemen­
tos, estos fragmentos no bastaban para constituir la «coherencia>> de un
discurso.· burgués sobre la escuela y menos aún para «crear». esta escuela.
Brunot considera oportuno, para establecer la relación entre estas teorías
y los planes de la Revolución, aportar como prueba el Cuaderno de que¡as
del Tercio del Bailiazgo de Nemours (lo que, por sí sólo, está lejos ya de
constituir una «prueba»), sin que se lo impida el hecho de que este Cua­
derno hubiera sido redactado por ... Dupont de Nemours.1" Pero dejemos
a un lado lo anecdótico para ir a lo esencial: los programas. Preveían éstos
la enseñanza de la lectt.1ra, la escritura, la instrucción cívica, el arte agrícola,
así como el estudio de la Tabla económica de Fran�ois Quesnay, fundador.
y principal teórico de la escuela fisiocrática. Añadamos, pues es esencial,
que en lo que respecta a la enseñanza del francés sus preocupaciones no
parecen llevarles mucho más allá de los curas que pronunciaban sus ser­
mones en patois:
167. Citado por BRUNOT, HLF, VII, pp. 141-142.
168. Eminente fisi6crata 1 bisabuelo del trust del mismo nombre.
 176 RENÉE BALIBAR - DOMINIQUE LAPORTE
( ... ) Encargar a todos los curas que traduzcan nuestros me­
jores libros sobre la agricultura al idioma de cada una de sus
parroquias; hacerlos imprimir a expensas de las provincias; hacer­
los distribuir gratis a todo labrador pobre, granjero o colono que
no posea los medios de adquirirlos. 169
El que los fisiócratas hayan propuesto traducir los libros a cada idioma,
el que el problema de la lengua tal como será planteado por los revolucio­
narios burgueses (enseñanza uniformada de la lengua nacional) esté «ausen­
te» de los proyectos de programa escolar fisiocrático, no es un· hecho de­
bido al azar. Tampoco es una «deficiencia» o un «olvido» sino el"lndicio
de que el programa escolar fisiocrático no tiene coherencia más que en
el interior de sus teorías económicas. Se sabe que para los fisiócratas la
agricultura es la única fuente de riqueza 170 siendo la industria ( que no hace
sino transformar) y el comercio ( que no hace sino transportar) «artes
estériles». En · otras palabras, pero muy esquemáticamente, digamos que
los fisiócratas, los primeros que intentaron estudiar la plusvalía, confun­
dieron este análisis con el de la renta territorial que consideran como la
única forma posible de plusvalía.171
169. A. GounARD: Les Intéréts de la, France mal entendus, 1765. Citado por Weu­
lersse: Le mouvement physíocratique en France, Alean, París 1910. Reeditado por Mou­
ton 1968, 2 vol., t. I, p. 375.
170. Le tableau économique de F. Quesnay llev·a en exergo esta cita del Jenofonte
de S6crates: <<Cuando la agricultura prospera, las restantes artes florecen con ella; pero
cuando se abandona el cultivo, por 1a causa qu·e sea, los demás trabajos, tanto en la
tierra como en. el mar, se aniquilan al mismo tiempo».
(F. QuESNAY: Tableau économique des Physiocrates, td, Calmann-Levy, París, 1969,
p. 45. Edición castellana Ed. Fontamara, 1975.
171. Se puede acudir ampliamente a los pasajes de Marx, tanto en El Capital como
en Teoría de la plusvalia, consagrados a los fisiócratas. Como invitación a hacerlo ex­
traemos estos dos párrafos:
«( ... } El capital productor de renta es pues para ellos el único capital que produce
plusvalía y el trabajo agrícola que pone en movimiento el único trabajo que aporta plus­
1:qi[
111
valía, por lo tanto el único productivo ( ... }» (El Capital).
«( ... ) ¿Pero de dónde viene la plusvalía, el capital? Este es el problema para los
fisiócratas. Su error proviene de que confunden el acrecentamiento de 1a materia que,
i1
en fa agricultura y ganadería, proviene de la vegetación y generación, distinguiéndolas
i,_
¡,¡!I así de la industria, con el acrecentamiento del valor de cambio. Se apoyaron en el valor
de uso. Y el valor de uso de todas las mercancías, reducido a la categoría escolástica de
i
los universales, es la materia natural en sí, cuyo acrecentamiento no se produce sí:no en
la agricultura.» (Historia crítica de la teoría de la plttSValía.)
ANEXOS 177
La escuela de los fisiócratas es consecuencia directa de este «error». Lo
prueban sus programas. No sólo se enseñará el Arte agrícola y la Tabla
sino que es. preciso, dice Quesnay, «que. los hljos de los granjeros y de
�quellos que ejercen el comercio rural sepan leer y escribir para establecer­
se en la profesión de sus padres... para leer los libros que puedan exten­
der sµs conocimientos sobre agricultura». 172
Lo importante no es que los hijos de los jornaleros y pequeños cam­
pesinos aprendan a leer y escribir, lo importante es que los hljos de los
granieros (referiéndose a los elementos comprometidos en las relaciones de
producción capitalista en el sector agrícola) tengan la posibilidad de «ins­
truirse» en cuanto a los medios a poner en práctica para conseguir la ga­
nancia. Pero, aun cuando la escuela, tal como la conciben los fisiócratas,
sirviera (y en teoría lo hada) para instruir también a los jornaleros y
pequeños campesinos, ello no variaría el problema en absoluto porque la
forma escolar (la forma característica de las prácticas escolares) «imaginada»
(literalmente: · de imaginación) por los fisiócratas está dominada por la
idea de una productividad exclusiva de la agricultura y, por lo tanto, inad­
misible --con excepción de los granjeros- desde el punto de vista de la
burguesía capitalista.
Añadamos --en el mismo sentido- que el vínculo de causalidad que
liga la existencia y la práctica de una lengua «común» a la base material
de una formación social no es simple: por ello, porque las causas que
mueven a una uniformadón lingüística en la agricultura, el comercio, la
industria no son simples «razones de comodidad técnica», no es posible,
a la inversa, cargar en cuenta de esta misma «comodidad» la causa de la
traducción de los libros a cada idioma, como deseaban los fisiócratas. Como
· hemos visto (cf. capítulo III) traducción y afrancesamiento no son simples :1
1
«medios». Recordemos por fin que el aprendizaje de una lengua «común»
es específico de la forma escolar burguesa capitalista. En lo que nos ocupa, ¡¡,
j'�
lJ · «ausencia» de este tipo especial de aprendizaje en el proyecto escolar
de los fisiócratas no sirve para reconocer éste como el prólogo de los 1:
grandes proyectos escolares revolucionarios ( como los de Talleyrand o j:1
Í:,,
Condorcet). Los augura en cierto modo (escuela para todos-escuela estatal),
se integra en el proceso que desembocará en una política democrática
burguesa de la escuela; pero ahí, como en cualquier otra parte, nada po­
día decidirse de modo decisivo antes de que se rompieran cierto número de
cerrojos políticos y jurídicos.
172. QUESNAY: Oeuvres, ed. Oncken, p, 268. Citado por WEULERSSE, op. cit., y por
BRUNOT, HLF, VII, p. 140.
 ANEXO II, 1

CONVENCIÓN NACIONAL

Instrucción pública
INFORME

Sobre la necesidad y '1os medios de aniquilar los patois y universalizar el

uso de la lengua francesa,

por GRÉGOIRE

Sesión del 16 pradial, segundo año de la República una e indivisible.

Seguido del Decreto de la Convención nacional.
Impreso por orden de la Convención nacional.
Y enviado a las autoridades, a las sociedades populares y a todas las
Comunas de la República.

Informe de Grégoire
sobre la necesidad y los medios de aniquilar los patois,
y universalizar el uso de la lengua francesa

La lengua francesa ha conquistado la estima de Europa, y desde hace

un siglo se la considera clásica: mi meta no es la de señalar las causas
que le han asegurado esta prerrogativa. Hace unos diez años, en el interior
de Alemania (en Berlín) se discutió sabiamente esta cuestión que, según
180 . RENÉE BALIBAR - DOMINIQUE LAPORTE
la frase de un escrito, hubiera colmado el orgullo de Roma, dispuesta a
consagrarla como una de las más hermosas épocas de su historia. Son
conocidas las tentativas de la política romana para universalizar su lengua:
prohibía que se empleara otra para parlamentar cori los embajadores ex­
tranjeros, para negociar con ellos y pese a sus esfuerzos, no obtuvo más
que de modo imperfecto lo que un libre asentimiento concede a la lengua
francesa. Se sabe ya que en 177 4 sirvió para redactar el tratado entre
turcos y rusos. Tras la paz de Nimega fue prostituida, por decirlo así,
por las intrigas de los gabinetes europeos. En su clara y metódica marcha
el pensamiento se desarrolla con facilidad: esto le otorga un ¿aracter de
razón, de probidad, que los mismos bribones encuentran más apropiado
para garantizar sus ardides diplomáticas.
Si nuestro idioma recibió tal acogida de cortes y tiranos, a los que la
Francia monárquica proporcionaba teatros, pompones, modas y modales,
¿qué acogida no debe esperar de los pueblos, a quienes la Francia republi­
cana revela sus derechos abriéndoles el camino de la libertad?
Pero este idioma, admitido en las transacciones políticas, utilizado en
varias ciudades de Alemania, de Italia, de los Países Bajos, en parte del
país de Lieja, de Luxemburgo, de Suiza, incluso en Canadá y en las riberas
del Misisipí, ¿por qué fatalidad es ignorado, todavía, por gran parte de los
franceses?
A través de todas las revoluciories, el céltico, que fue el primer idioma
de Europa, se mantuvo en un paraje de Francia y en algunos cantones de
las islas británicas. Es sabido que los galeses, los cornallenses y los bretones
se entienden: esta lengua indígena sufrió . sucesivas modificaciones. Los fo­
censes fundaron, hace veinticuatro siglos, brillantes colonias en las riberas
del Mediterráneo; y en una canción de los alrededores de Marsella, se
han hallado recientemente fragmentos griegos de una oda de Píndaro sobre
la vendimia. Los cartagineses franquearon los Pirineos, y Polibio nos dice
que muchos galos aprendieron púnico para conversar con los soldados de
Aníbal.
Tras el yugo de los romanos, la Galia sufrió la dominación de los
francos. Los alanos, los godos, los árabes y los ingleses, tras haber pene­
trado en ella unos tras otros, fueron expulsados; y nuestra lengua, así como
los distintos dialectos utilizados en Francia, llevan todavía las huellas del
paso o de la estancia de estos pueblos diversos.
E[ feudalismo que vino luego a trocear. este hermoso país, conservó
cuidadosamente esta disparidad de idiomas como un medio de reconocer
y atrapar de nuevo a los siervos fugit1vos, redoblando sus cadenas. Aún
· ANEXOS 181
hoy los límites territoriales entre los cuales se utilizan distintos patois, son
determinados por los límites de la antigua sujeción feudal. Ello explica la
casi identidad de los patois de Bouillon y de Nancy, que se hallan a cua­
renta leguas de .distancia, y que estuvieron antaño sometidas a los mismos
tiranos, mientras que el dialecto de Metz, situada a pocas leguas de Nancy,
es muy distinto, porque durante varios siglos. el país de Metz, organizado
de modo casi republicano, estuvo en guerra continua con la Lorena.
No existen más que unos quince departamentos del interior en los
que se hable exclusivamente la lengua francesa. Y, además, sufre en ellos
sensibles alteraciones, bien en la pronunciación, bien por el empleo de
términos antiguos e impropios, en especial hacia Sancerre, en donde pue­
den hallarse una parte de las expresiones de Rabelais, Amyot y Montaigne.
No tenemos ya provincias pero poseemos todavía alrededor de treinta
patois que recuerdan sus nombres.
Tal vez no sea inútil hacer una enumeración: el bretón, el normando,
el picardo, el rouchi o valón, el flamenco, el champenois, el messin, el lore­
nés, el franc-comtois, el borgoñón, el bressan, el lionés, el delfinés, el auver­
ñés, el poitevin, el limosino, el picardo, el provenzal, el languedociano, el
velayen, el catalán, el bearnés, el vasco, el rouergat y el gascón; este último
hablado sólo en una superficie de 60 leguas en todas direcciones.
Al número de los patois deben añadirse también el italiano de Córcega
y los Alpes marítimos, y el alemán del alto y bajo Rin, porque ambos idio­
mas están allí muy degenerados.
FiDalmente, los Degros de nuestras colonias, de quienes habéis hecho
hombres, tienen una especie de idioma pobre como el de los hotentotes,
como la lengua franca, que, en todos los verbos, no tiene más que in­
finito.
Varios de estos dialectos son, a decir verdad, los mismos genéricamente;
tienen un fondo fisonómico semejánte y sólo algunos rasgos mestizos, tan
matizados que pueblos próximos, incluso distintos barrios de una misma co­
muna, como Salios y Commune Affranchie, presentan variantes.
Esta disparidad se ha conservado de modo más radical en los pueblos
situados en las riberas opuestas de un río, en los que, a falta de puentes,
las comunicaciones eran antaño muy raras. El viaje de Estrasburgo a Brest
es hoy más fácil de lo que eran antes algunos viajes de veinte leguas; y se
citan todavía, en St. Claude, en el departamento del Jura, testamentos
hechos (según dicen) en la vispera de un gran viaie; pues se trataba de ir
a Besan�n, que era la capital de la provincia.
Se puede asegurar sin exageraciones que al menos seis millones de fran,
 1

ANEXOS 183
182 RENÉE BALIBAR - DOMINIQUE LAPORTE

consolidar su existencia si no es por las costumbres. y las luces. Confesamos

ceses sobre todo en los medios rurales, ignorán la lengua nacional; que un que, en este campo, nos queda mucho por hacer.
número semejante es apenas capaz de mantener una conversación fluida;
Todos los miembros del soberano son admisibles en todos los puestos·
que, a fin de cuentas, aquellos que la· hablan correctamente no exceden de
es deseable que todos puedan desempeñarlos sÚcesivamente y regresar a s�
los tres millones; y probablemente el número de aquellos que la escriben
ocupaci9nes agi:ícolaS O mecánicas. Este estado de cosas nos presenta la
a la perfección es todavía menor.
siguiente alternativa: si estos puestos son ocupados p�r hombres incapaces
Así, con treinta patois distintos,· nos hallamos todavía, por lo que al
de expresarse, de escribir correctamente en la lengua nacional, ¿estarán los
lenguaje se refiere, en la torre de Babel, mientras que en lo tocante a la
derech?s de lo� ciudadanos bien garantizados en actas cuya redacción pre­
libertad nos encontramos a la vanguardia de las naciones. .
sentara 1mprop1edades en los términos, imprecisión en las ideas, en una
Aunque existe la posibilidad de disminuir el número de los idiomas
palabra, todos los signos de la ignorancia? Si, por el contrario, esta jono­
hablados en Europa, el estado político destierra la esperanza de c�nducir a rancia excluye de los puestos, pronto renacerá esta aristocracia que, ant:ño,
los pueblos hacia una lengua común. Esta concepción, elaborada por al�nos
empleaba el patois para mostrar su afabilidad protectora a aquellos que llama­
escritores es igualmente osada y quimérica. Una lengua universal es, en S:u
ba msolentemente la buena gente. Pronto la sociedad se hallará de nuevo
género, lo que la piedra filosofal es a la química.
infectada de gente como Dios manda; se restringirá la libertad de sufragio
Pero, al menos, se puede uniformar el lenguaje de una gran nación, de
las maquinaciones serán más fáciles de elaborar y más difíciles de desbarata;
manera que todos los ciudadanos que la componen puedan comunicarse sus
y, de hecho, entre ambas clases se establecerá una especie de jerarquía.
pensamientos sin obstáculo. Esta empresa, que no fue realizada plenamente
Así la ignorancia de la lengua comprometería la felicidad social o destruiría
por ningún pueblo, es digna del pueblo francés, que centraliza todas
la igualdad.
las ramas de la organización social, y que debe emplear todo su celo en
El pueblo debe conocer las leyes, para sancionarlas y obedecerlas; y
consagrar celosamente lo antes posible en una República una e indivisible
tal era la ignorancia de ciertas comunas en los primeros tiempos de la
el uso único e invariable de la lengua de la libertad.
Revolución, que confundiendo todas las nociones, asociando ideas incohe­
De acuerdo con el informe de su comité de Salud pública, la Conven­
rentes Y absurdas, se habían persuadido de que la palabra decreto signifi­
ción nacional decretó, el . 8 pluvioso, que se nombrarían profesores para
saba una orden de detención; que en consecuencia, debería intervenir un
que enseñaran nuestra lengua en los departamentos donde es menos cono­
decreto para matar a todos los hasta entonces privilegiados; me relataron,
cida. Esta medida, muy saludable, pero que no se extiende a todos aquellos .
a este respecto, una anecdota que sería desagradable si no fuera deplorable.
en los que se habla patois debe ser secundada por el celo de los ciudadanos.
En una comu na los ciudadanos decían: «Sería muy duro matar a M. Geffry;
La voz dulce de la persuasión puede acelerar el momento en el que esos , .
al menos seria necesario no .hacerle sufrir». En esta anecdota, tras la envol­
idiomas feudales hayan desaparecido. Uno de los medios más eficaces, qui­
tura de la ignorancia, se ve aparecer el ingenuo sentimiento de hombres que
zás, para electrizar a los ciudadanos, es el de probarles que el conocimiento
calculan de antemano el modo de conciliar la obediencia con la humanidad.
y el uso de la lengua nacional importan a la conservación de la libertad.
¿Propondréis acaso suplir con traducciones esta ignorancia? Entonces
A los verdaderos republicanos basta con que se les muestra el bien; no
multiplicáis los gastos: al complicar los mecanismos políticos retrasáis el
es necesario ordenárselo.
mo:,imiento: añada��s que la mayor parte de los dialectos vulgares se
Las dos ciencias más útiles y más abandonadas son el cultivo del
resisten a la traducc10n o no la permiten más que de un modo infiel. Si
hombre y el de la tierra: nadie ha sentido mejor el precio de uno y otro
la parte política apenas si está creada en nuestra lengua, cual será su estado
que nuestros hermanos americanos, en cuyo pueblo todo el mundo sabe
en idiomas entre los cuales existen algunos que ciertamente abundan en
leer, escribir y hablar la lengua nacional.
expresio?es sentim�ntales, para pintar las dulces efusiones del corazón, pero
El hombre salvaje no está, por así decirlo, más que bosquejado: en
que estan des ?r?v1stos por completo de términos referidos a la política;
Europa, el hombre civilizado es peor, está degradado.
los otros son Je;1gonzas, burdas y groseras, sin sintaxis determinada, porque
La resurrección de Francia se ha operado de un modo imponente; se
la lengua es siempre la medida del genio de un pueblo; las palabras
sostiene con majestad: pero el retorno de un pueblo a la libertad no puede
184 RENÉE BALIBAR - DOMINIQUE LAPORTE
no crecen sino con la progresión de las ideas y las necesidades. Leibnitz
tenía razón: las pafabras son las letras de cambio del entendimiento; por
lo tanto si adquiere ideas nuevas precisa términos nuevos; sin lo cual el
· equilibrio se rompería. Antes que abandonar esta fabricación al capricho
de la ignorancia, es preferible ciertamente darle vuestra lengua; por otra
parte, el hombre del campo, poco habituado a generalizar sus ideas, care­
cerá siempre de términos abstractos; y esta inevitable pobreza del lengua- ·
je, que aprisiona al espíritu, mutilará vuestras instrucciones y -vuestros
decretos si no los hace intraducibles.
Esta disparidad de dialectos ha dificultado a menudo las operaciones de
vuestros comisarios en los departamentos. Quienes se hallaban en ,l.9s Pi­
rineos orientales en octubre de 1792 describen que, entre los vascos, pueblo
dulce y valiente, gran número fue accesible al fanatismo porque el idioma es
un obstáculo para la propagación de las luces. Lo mismo ba ocurrido en
otros departamentos, en los que algunos infames basaban en la ignorancia
de nuestra lengua el triunfo de sus maquinaciones contrarrevolucionarias.
Es, sobre todo, en nuestras fronteras donde nuestros dialectos, comunes
a los del pueblo del otro lado del límite, establecen con nuestros enemigos
peligrosas relaciones, mientras que en el interior de la República tantas
jerigonzas son otras tantas barreras que dificultan el comercio y atenuan
las relaciones sociales. Por la influencia respectiva de las costumbres sobre
el lenguaje y del lenguaje sobre las· costumbres, impiden la amalgama polí­
tica y de un sólo pueblo· hacen treinta. Esta observación adquiere un gran
peso si se considera que, por falta de comprensión, tantos hombres se han
degollado, y que a menudo las querellas sanguinarias de las naciones, como
las ridículas querellas de los escolásticos, no han sido sino verdaderas logoma­
quias. Es preciso pues que la unidad de lengua entre los hijos de la
misma familia extinga los restos de las prevenciones resultantes de las
antiguas divisiones provinciales y estreche los lazos. de amistad que deben
unir a los hermanos.
Otro tipo de consideraciones vienen en apoyo de nuestros razonamien­
tos. Todos los errores se mantienen al igual que todas las verdades: los
más absurdos prejuicios pueden acarrear las más funestas consecuencias. En
algunos cantones esos prejuicios se han debilitado; pero en la mayoría del
medio rural ejercen todavía su peor imperio. Apenas un niño tiene convul­
siones, o una enfermedad se apodera de un establo, aparece la idea de que
alguien ha hecho un maleficio: es la palabra. Si existe en un pueblo algún
bribón conocido bajo el nombre de adivino, la credulidad acude a llevarle
su dinero, y las sospechas personales hacen estallar venganzas. Bastaría re-
ANEXOS 185
montarse muy pocos años atrás para encontrar asesinatos cometidos bajo el
pretexto de maleficios.
¿Acaso los antiguos errores sólo cambian de forma con el correr de
los siglos? Si en el tiempo de Virgilio se sup�nía a los magos de Thesalia
el poder de oscurecer el sol y arrojar la luna a un pozo; si dieciocho si­
glos más tarde alguien cree poder evocar al diablo, yo no veo en ello
más que ineptitudes distintamente modificadas:
¿Se quiere un ejemplo más claro? El genio negro de los celtas, más
negro que la pez, dice el Edda; el efialtos de los griegos, los lemures de
los romanos, los incubas de la Edad Media, el sotré de Lunéville, el drac
del ex-Languedoc, el chaouce-breille en algunos parajes de la ex-Gascuña,
son desde hace cuarenta siglos el texto de mil pueriles historias para explicar
lo que los médicos denominan pesadillas.
Los romanos creían que era peligroso casarse en el mes de mayo; esta
idea se perpetuó entre los judíos; Astruc Ja ha encontrado en el ex-lan­
guedoc.
En la actualidad todavía la mayor parte de los campesinos están con­
vencidos de las supersticiones que antiguos autores, estimables por otra
parte, como Aristóteles, Eliano, Plinio y Columela, consignaron en sus
escritos: tal es el supuesto secreto para matar a los insectos, que de
los griegos pasó a los romanos y que nuestros constructores de casas rús­
ticas han repetido. Lo que mantiene a tantos individuos alejados de la
verdad es la ignorancia del idioma nacional: mientras tanto, si no les ponéis en
comunicación directa con los hombres y los libros, sus errores acumulados
y arraigados desde siglos, serán indestructibles.
Para perfeccionar la agricultura, y todas las ramas de la economía ru­ 1
ral que tan atrasadas están en nuestro país, el conocimiento de la lengua 11
nacional es indispensable. Rozier observa que, de un pueblo al otro, los f¡
li
campesinos no se entienden: ¿siendo así, dice, cómo pueden pretender !i
que les entiendan los autores que escriben sobre los viñedos? Para robus­ lt
111
tecer su observación añado que, en algunos lugares meridionales de Francia, J:.,,
la misma cepa tiene treinta nombres distintos. Lo mismo ocurre en el j'
arte náutico, en 1a extracción de minerales, en los instrumentos rurales,
en las enfermedades de los granos y, especialmente, de las plantas. En
este último caso la nomenclatura varía no sólo en localidades muy pró­
ximas sino también en épocas muy cercanas. El botanista Villars, que pro­
porciona numerosas pruebas de ello, cita a Sollier que, investigando más
que nadie, en los pueblos, acerca de la denominación vulgar de los ve­
getales, sólo halló un centenar apropbdamente nombrados. De ello resulta
¡
 186
187
RENÉE BALIBAR - DOMINIQUE LAPORTE
,ANEXOS

que los llbros más usuales son, a menudo, ininteligibles para los ciudadanos
virtud, 0 que, haciendo resonar los fieros acentos de la libertad, lleva el
del campo.
espanto a la morada de los tiranos. No inflijam?s a ��estros herm_anos del
Es preciso pues, al revolucionar las artes, unificar su idioma técnic?; es
Midi la injuria de pensar que rechazarán una idea ulll a la patrta; ellos
preciso que los conocimientos diseminados esclarezcan· toda fa superficie del
han abjurado y combatido el federalismo político. Con idéntica energía
territorio francés; como las farolas que, sabiament.e distribuidas por todos
combatirán el de los idiomas. Nuestros corazones y nuestras lenguas deben
los lugares de una ciudad, difunden en ella la luz. Un poeta ha dicho:
estar unidos.
Peut-etre qu1 un Lycurque,_ un Cicéron sauvage,
· Sin embargo, el conocimiento de los dialectos puede arrojar luz sobre
Est chantre de paroisse ou maire de village.
algunos monumentos de la Edad Media. La historia y las lenguas se pres­
(Es posible que un Licurgo, un Cicerón salvaje,
tan mutuos auxilios para juzgar los hábitos y el genio de un pueblo vir­
sea chantre de parroquia o alcalde de pueblo).
tuoso O corrompido, comerciante, agrícola o navegante. La filiación de
Los progresos del genio atestiguarán esta verdad y probarán ,.<;1ue es
de los términos conduce a la de las ideas; por la comparación de las pa­
sobre todo entre los hombres de la naturaleza donde se hallan los grandes
labras radicales, de los usos, de las fórmulas filosóficas o proverbios, que
hombres. ¡.
son fruto de la experiencia, se llega al origen de las naciones.
Los relatos de los viajeros extranjeros insisten en el desagrado experimen­
La historia etimológica de las lenguas, dijo el célebre Sulzer, será la
tado al no poder solicitar información en las partes de Francia donde el pue­
mejor historia de los progresos del espíritu humano. Las investigaciones de
blo no habla francés. Nos comparan malignamente a los islandeses que, entre
Peloutier, Bochard, Gebelin, Bochat, Lebrigand, etc., han. revelado hechos
las inclemencias de una región salvaje, conocen todos la historia de su
bastante sorprendentes como para despertar la curiosidad y prometer gran­
país, para que el paralelismo nos resulte desventajoso. Un inglés, en un
des resultados. Las relaciones del alemán con el persa, del sueco y el hebreo,
escrito que revela a menudo la envidia, se divierte a costa de un mercader
1 del vasco y el malabar, de éste último con la lengua de los bohemios
que le preguntó si en Inglaterra había árboles y ríos, y a quien persuadió
l errantes de la del país de Vaud y el irlandés, la casi identidad del irlandés,
de que la distancia de aquí a la China era de alrededor de 200 leguas. Los
que utiliza el alfabeto de Cadmo, compuesto por 17 letras, con el púnico,
franceses, que tan temibles son para los ingleses por sus bayonetas, deben
su analogía con el antiguo céltico que, conservado tradicionalmente en el
1 probarles que tienen la superioridad del genio como tienen la de la lealtad:
norte de Escocia, nos ha transmitido las obras maestras de Ossain. Las
les basta con querer.
relaciones demostradas entre las lenguas del antiguo y del nuevo mundo,
Se me han hecho algunas objeciones sobre la utilidad del plan que os
probarán de modo irrefutable la unidad primitiva de la familia humana
propongo. Voy a discutirlas.
y su lenguaje, y por la reunión de un . pequeño número de elementos CO·
¿Pensáis, me han dicho, que los franceses meridionales aceptarán fácil­ nacidos, aproximarán las lenguas, facilitarán su estudio y disminuirán su
mente abandonar un lenguaje que aman por costumbre y sentimiento?
número.
Sus dialectos, apropiados al genio de un pueblo que piensa con viveza y
Así. la filosofía que pasea su antorcha por toda la esfera de los cono­
se expresa del mismo modo, tienen una sintaxis en la que se hallan menos
cimientos humanos, no considerará digno de ella descender hasta el patois,
anomalías que en nuestra lengua. Por sus riquezas y sus brillantes proso­
y en· este momento favorable para revolucionar nuestra len gua, tomará de
dias, rivalizan con la dulzura del italiano y la gravedad del español: y �
él, quizás, inflamadas expresiones, giros ingenuos que nos faltan: Explorara,
probablemente, en vez de la lengua de los troveros, hablaríamos la de los
sobre todo, en el provenzal que está todavía repleto de helenismo y que·
trovadores si París, el centro del gobierno, se hubiera hallado en la margen
incluso los ingleses, pero en especial los italianos, tan a menudo han puesto
izquierda del Loire.
a contribución.
Quienes nos hacen esta objeción no pretenden, sin duda, que d'Astros
Casi todos los idiomas rústicos poseen obras que gozan de cierta repu­
y Goudouli resistan una comparación con Pascal, Fénelon y Jean-Jacques.
tación. Ya la comisión de las artes ha recomendado, en su instrucción,
Europa se ha pronunciado sobre esta lengua que, embellecida paso a paso
recog er estos monumentos impresos o manuscritos; es preciso buscar las
por la mano de las Gracias, insinúa en los corazones los encantos de la
perlas hasta en el estercolero de Ennio.
188 RENÉE BALIBAR • DOMINIQUE LAPORTE
Una objeción, más grave en apariencia, contra la destrucción de los
dialectos rústicos, es el temor de ver cómo se alteran las costumbres en
el campo. Se cita en especial Haut-Pont que, a las puertas de St. Omer,
presenta una laboriosa colonia de tres mil individuos, que se distinguen por
sus cortos vestidos al estilo de los galos, por sus costumbres, su idioma y,
sobre todo, por esta probidad patriarcal y esa simplicidad de los primeros.
tiempos.
Como nada puede compensar la pérdida de las costumbres, no tiene
objeto elegir entre el vicio ilustrado o la virtud ignorante. La objeción
hubiera sido insoluble en tiempos del despotismo. En una monarquía, el
escándalo de los palacios insulta la miseria de las cabañas, y coma,,existe
gente que tiene demasiado, necesariamente otros tienen demasiado poco. El
lujo y el orgullo de los tiránicos curas, nobles, financieros, gente de toga
y otros quitaba gran número de individuos a la agricultura y a las artes.
De ahí esa multitud de camareros, camareras y lacayos que extendían,
luego, a sus caseríos maneras menos rudas, un lenguaje menos rústico, pero
también una depravación contagiosa que gangrenaba los pueblos. Los únicos
individuos buenos que tras haber vivido en las ciudades, regresaban bajo
e! techo paterno, erau los viejos soldados.
El régimen republicano ha logrado la supresión de todas las castas pa­
rásitas, la aproximación de las fortunas, la nivelación de las condiciones.
Por el temor a la degeneración moral, numerosas familias de estimables
campesinos tenían por c6stumbre no casarse sino dentro de su parentela.
Este aislamiento no se producirá ya jamás puesto que ya no hay en
Francia más que una sola familia. Así la nueva forma de nuestro gobierno
y la austeridad de nuestros principios rechazan toda comparación entre el
antiguo y el nuevo orden de cosas. La población regresará a los campos,
y las grandes comunas no serán ya pútricos hogares a los que la ociosidad
y la opulencia exhalen sin cesar el crimen. Es, sobre todo, ahí donde deben
tener más elasticidad los resortes morales. ¡Costumbres!, sin ellas no hay
República y sin República no hay costumbres.
De todo lo dicho hay que sacar la conclusión de que, para extirpar los
prejuicios, desarrollar todas las verdades, todos los talentos, todas las vis­
tudes, para integrar todos a los ciudadanos en la masa nacional, simplificar
el mecanismo y facilitar el juego de la máquina política, es precisa la iden­
tidad de lengua.El tiempo producirá, sin duda, otras reformas necesarias
en las costumbres, las maneras y los usos. No citaré más que la de qui­
tarse el sombrero para saludar, que debe ser reemplazada por otra menos
molesta y más expresiva.
ANEXOS 189
Confesando la utilidad de aniquilar los patois algunas personas niegan
su posibilidad: se fundan en el apego del pueblo a sus costumbres. Se me
alega que los morlacos no comen ternera desde hace 14 siglos, y perma­
necen fieles a esta abstinencia; los griegos que,· según Guys, conservan con
briliantez la danza descrita por Homero en el escudo de Aquiles hace tres
mil años.
Se cita a Tournefort, en cuyo informe se díce que los judíos de Prusia
en Natolia, descendientes de aquellos que habían sido expulsados de España
mucho tiempo atrás, hablaban español como en Madrid. Se cita a los
protestantes refugiados tras la revocación del edicto de Nantes, que han
conservado de tal modo el idioma local que en Hesse y Brandeburgo puede
hallarse el patois gascón y el picardo.
Creo haber establecido que la unidad de idioma es parte integrante de
la Revolución, y por tanto cuantas más dificultades se me opongan, más
se me probará la necesidad de oponer medios para combatirlas. Aunque
sólo consiguiera a medias mi propósito, mejor es hacer un poco el bien
que no hacerlo en absoluto. Pero responder con hechos es responder pe­
rentoriamente, y todos los que han meditado en el modo como las lenguas
nacen, envejecen y mueren, considerarán infalible el éxito.
Hace un siglo que en Dieuse un hombre fue expulsado de un puesto
público por ignorar el alemán, y esta lengua ha sido rechazada ya hasta
bastante más allá de esta comuna. Hace cincuenta años que en su Biblia·
teca de los autores de Borgoña Papillón decía, hablando de las Navidades
en Monnoie: <<Conservarán el recuerdo de un idioma que comienza a per-
. derse como la mayoría de los demás patois de Francia». Papan ha señalado
lo mismo en la ex-Provenza. La costumbre de predicar en patois se había
conservado en algunos lugares; pero esa costumbre disminuía sensible­
mente; se había incluso extinguido en algunas comunas, como en Limoges.
Hace una veintena. de años, en Perigueux era todavía vergonzoso franci­
mander, es decir hablar en francés. La opinión ha cambiado de tal modo
que, sin duda, pronto será vergonzoso expresarse de otro modo. Esos dia­
lectos pierden fuerza en todas partes, aproximándose a la lengua nacional;
esta verdad se desprende de las informaciones que me han proporcionado
muchas sociedades populares.
La Revolución ha extendido ya un cierto número de palabras francesas a
todos los departamentos, en los que son conocidas casi universalmente, y
la nueva distribución del territorio ha establecido nuevas relaciones que
contribuirán a propagar la lengua nacional.
La supresión del diezmo, del feudalismo, del derecho consuetudinario,
 Í90 RENÉE BALIBAR • DOMINIQUE LAPORTE
el establecimiento del nuevo sistema de pesas y medidas acarrean la desapa­
rición de una multitud de términos que no eran más que de uso local.
El estilo gótico de la trapacería ha desaparecido casi por completo y,
sin duda, el códice civil barrerá sus últimos harapos.
En general nuestros batallones hablan francés, y esta masa de republi­
canos que habrán adquirido su uso, lo extenderá en sus hogares. A causa
de la Revolución, muchos de los que hasta ahora vivían en la ciudad, irán a·
cultivar sus campos; habrá más desahogo en la campiña; se abrirán cami­
nos y canales; por primera vez se tomarán medidas para .mejorar los
caminos vecinales; las fiestas nacionales, al contribuir a la de¿trucción de
los garitos, de los juegos de azar que son escuela de tramposos y -que han
desbaratado tantas familias, darán al pueblo fiestas dignas de él: la ac­
ción combinada de estas operaciones debe redundar en beneficio de la
lengua francesa.
Algunos medios morales, que no son objeto de ley, pueden también
acelerar la destrucción de los patois.
El 14 de enero de 1790, la Asamblea constituyente ordenó traducir
los decretos a los dialectos vulgares. El tirano no se cuidó de hacer algo
que consideraba útil a la libertad. Al comienzo de su sesión, la Convención
nacional se ocupó del mismo objeto. Observaré, sin embargo, que si esta
traducción es útil, existe un límite en el que esta medida debe cesar, pues
sería prolongar la existencia de los dialectos que queremos proscribir, y si
todavía es preciso hacer uso de ellos, que no sea más que para exhortar al
pueblo a abandonarlos.
Asociad a vuestros trabajos ese pequeño número de escritores que
realzan su talento con su republicanismo. Distribuid con profusión, en los
medios rurales sobre todo, no grandes libros (que por lo común aterrorizan
al gusto y a la razón) sino pequeños opúsculos patrióticos, que contengan
simples y luminosas nociones, a las que pueda llegar el hombre de concep­
1
1
ción lenta y cuyas ideas son obtusas: que se escriban opúsculos sobre
todos los temas relativos a la política y a las artes, cuya nomenclatura he
observado ya que era necesario uniformar. Es la parte más abandonada de
nuestra lengua: pues pese a las reclamaciones de Leibniz, la ex-Academia
francesa imitando a la della Crusca, no juzgó apropiado dar cabida a estos
temas en su diccionario, por lo que siempre ha sido deseable otro.
Quisiera que se escribieran opúsculos sobre meteorología, que es de
aplicación inmediata a la agricultura. Es tanto más necesaria cuanto que,
hasta hoy, el campesino, regido por las imbecilidades de la astrología, no
se atreve todavía a segar su prado sin el permiso del almanaque.
ANEXOS 191
Los qumera también sobre física elemental. Este medio es propio para
alimentar innumerables prejuicios; y puesto que, inevitablemente; el hom­
bre del campo se forjará una idea sobre la cÓnfiguración de la tierra, ¿por
qué no proporcionarle la verdadera? Repitámoslo: todos los errores se
dan la mano, así como todas las verdades.
· Los buenos periódicos son una medida tanto más eficaz cuanto que
'1 todo el mundo los lee; y se contempla con interés a los vendedores en el
mercado, a los obreros en los talleres cotizar para comprarlos y por turnos
hacer el trabajo del que lee.
Los periodistas (que deben ocuparse más de la parte moral) ejercen una
especie de magistratura de opinión adecuada para secundar nuestros obje­
tivos, reproduciéndolos bajo los ojos del lector:. su celo a este respecto
nos dará, de nuevo, la medida de su patriotismo.
De entre las variadas formas de obras que proponemos, la del diálogo
puede ser empleada ventajosamente. Ya se conoce de qué modo ha contri­
buido al éxito de los Magasins des enfants, des adolescents, etc.
Que no se olvide, sobre todo, mezclar en ello algunas historias. Las
anécdotas son el vehículo del principio y, sin ello, éste se escaparía. Ade­
más de fijar las ideas en el espíritu de un hombre poco cultivado, con
ello ponéis en juego su amor propio al darle un tema de conversación: de
lo contrario se apoderará de él algún orador rastrero, para repetirle todos
los cuentos pueriles de la biblioteca azul, de las comadres y del sabat, y no
osan contradecirle porque es, casi siempre, un viejo que asegura haber
oído, visto y tocado.
El. fruto de las lecturas útiles proporcionará el gusto de las mismas, y
pronto serán abocados al olvido esos panfletos llenos de lubricidad o de
convulsivas imprecaciones que exaltan las pasiones en vez de esclarecer
la razón; e incluso estas obras pretendidamente morales, con las que se
nos inunda ahora, que están presididas por el amor al bien, pero cuya
redacción no presiden ni el gusto ni la filosofía.
A riesgo de levantar sarcasmos, de los que más vale ser objeto que
autor, no tememos decir que las canciones, las poesías líricas son impor�
tantes también para propagación de la lengua y el patriotismo: este medio
es tanto más eficaz cuanto que la construcción simétrica del verso favorece
a la memoria y coloca en ella la palabra y el objeto.
Bien penetrado de esta verdad estaba aquel pueblo armonioso, por así
decirlo, para quien la música era un resorte en manos de la política. Cri­
sipo no creyó rebajarse componiendo canciones para las nodrizas. Platón
192 RENÉE BALIBAR • DOMINIQUE LAPORTE
ordena que fueran enseñadas a los niños. Grecia tenía canciones para todas
las grandes épocas de la vida y de las estaciones, para el nacimiento, las
bodas, los funerales, la cosecha, la vendimia; y, sobre. todo, las tenía para
celebrar la libertad. La canción de Harmodio y Aristogitón, que nos ha
conservado Atenea, era para ellos lo que para nosotros es la Marsellesa:
¿por qué no hace el Comité de Instrucción pública, una elección similar?
Las canciones históricas y descriptivas, que tienen el curso sentimental
de un romance, tienen para los ciudadanos de los medios rurales un encan­
to particular. ¿Acaso no es ése el único mérito de aquella estrofa mal
compuesta, que hace derramar lágrimas a los negros de la isla de San
Vicente? Era un romance lo que hacía llorar a los buenos morlacoS'-pese
a que el viajero Fortis, con un alma sensible, no se sintiera afectado. Es
esto lo que forjó el éxito de Genoveva de Brabante, y que asegurará el de
una enternecedora pieza de Berquin. ¿Habéis escuchado resonar los ecos
suizos repitiendo, en la montaña, los aires con los que Lavater celebra a
los fundadores de la libertad helvética? Considerad si el entusiasmo que
inspiran los cantos republicanos no es superior a los lánguidos tonos de las
barcarolas venecianas, cuando repiten las galantes octavas de Tasso.
Sustituyamos pues por canciones alegres y decentes esas estrofas im­
puras o ridículas, con las que un verdadero ciudadano temería ensuciarse
la boca; que bajo los cañizos y en los campos, los apacibles agricultores
endulcen su trabajo haciendo resonar acentos de alegría, de virtud y de
patriotismo. El camino esta abierto al talento: esperamos que los poetas
nos harán olvidar las culpas de la gente de letras en la Revolución.
Eso conduce, naturalmente, a hablar de los espectáculos. La probidad,
la virtud están a la orden del día, y ese orden del día debe ser eterno. El
teatro no lo duda, puesto que aún se le ve, dicen, preconizando las cos­
tumbres e insultándolas al mismo tiempo: hace poco se ha representado
Le clocher supposé par Hauteroche. Persigamos la inmoralidad sobre la
escena: más, cambiémosle la jerigonza por la que se establece aún, entre
ciudadanos iguales, una especie de demarcación. Bajo un déspota, Dufresny,
Dancourt, etc. podían impunemente llevar al escenario actores que, hablan­
do en semi-patois, excitaban la risa o la piedad: todas las conveniencias
deberían en la actualidad proscribir este tono. En vano objetaréis que
Plauto introdujo en sus piezas hombres que articulaban el latín bárbaro
de los campos de Ausonia; que los italianos, y recientemente todavía Gol­
doni, reproducen en escena su mercader veneciano y el patois bergamasco
de Brighella, etc. Lo que se nos cita como un ejemplo a imitar es, tan
sólo, un abuso a corregir.
ANEXOS 193
Quisiera que todas las municipalidades admitieran en sus discusiones
el uso exclusivo de la lengua nacional; quisiera que una sabia policía
hiciera rectificar esa masa de enseñas que ultrajan la gramática y dan a
los extranjeros motiv¡,s. para aguzar sus epigramas; quisiera que un plan
sistemático repudiara las absurdas den.ominaciones de las plazas, calles, ma­
lecones y otros lugares públicos: he presentado . mis proyectos a este res­
pecto.
Algunas sociedades populares del Midi, discuten en provenzal: la ne­
ces.idad de universalizar nuestro idioma les proporciona una nueva ocasi6n
de hacer méritos ante la patria. ¡Veamos! ¿Por qué la Convención nacional
no puede hacer a los ciudadanos la invitación cívica de renunciar a sus
dialectos y expresarse constantemente en francés?
· La mayoría de los legisladores antiguos y modernos han cometido el
error de no considerar el matrimonio más que bajo el punto de vista de la
reproducción de la especie. Tras haber cometido la primera falta confun­
. diendo la nubilidad con la pubertad, que no son épocas idénticas más que
en el hombre de la naturaleza, ¿olvidaremos que, cuando los individuos
quieren casarse, deben garantizar a la patria que poseen las cualidades mo­
rales necesarias para cumplir todos los deberes de la ciudadanía, todos los
deberes de la paternidad? En ciertos cantones suizos, el que quiere casarse
debe demostrar, primero, que posée su vestido militar, su fusil y su sable.
Introduciendo entre nosotros esta costumbre, ¿por qué los futuros esposos
no pueden ser sometidos a probar que saben escribir, leer y hablar la
lengua nacional? Me doy cuenta de que es fácil ridiculizar estos proyectos:
es ·menos fácil probar que son irrazonables. ¿Acaso para gozar del derecho
de ciudadanía, los romanos no estaban obligados a demostrar que sabían
· · leer y nadar?
Alentemos cuanto pueda ser útil a la patria; que, desde ahora, el idioma
de la libertad esté a la orden del día y que el celo de los ciudadanos pros­
criba para siempre las jerigonzas, últimos vestigios del destruido feudalis­
mo. Quien conociendo a medias nuestra lengua, no la hablara más que
cuando estaba beodo o encolerizado, aprenderá que su hábito puede conci­
liarse con el de la sobriedad y la dulzura. Algunas locuciones bastardas,
algunos idiotismos prolongarán su existencia en los cantones en donde
sean conocidos. Pese a los esfuerzos de los Desgrouais, los gasconismos
corregidos están por corregir todavía. Los ciudadanos de Saintes iran to­
davía a ver su borderie, los de Blois su closerie y los de París su métairie.
En Burdeos se desbrozarán las landes y en Nlmes las garrigues; pero final­
mente las verdaderas denominaciones prevalecerán incluso entre los hasta
194 RENÉE BALIBAR • DOMINIQUE LAPORTE ·
ahora vascos y bretones, a quienes el gobierno habrá prodigado sus medios:
y sin poder fijar la fecha exacta en la que estos idiomas habrán desaparecido
por entero, podemos augurar que está próxima. . ..
Los acentos presentarán una resistencia más largá y, seguramente,. los
pueblos vecinos de los Pirineos cambiarán todavía durante algún tiempo
las e mudas en e cerradas, las b en v, las f en h. En la Convención nacional.
se encuentran inflexiones ·y acentos de toda Francia. Los finales arrastrados
de unos, las consonantes guturales o nasales de otros o, incluso, los casi
imperceptibles matices, desvelan casi siempre el departamento .� que per-
tenece el que hobla. · Sylvius, Duelos y algunos otros han realizado inútiles esfuerzos para su­
Se nos dice que la organización contribuye a ello. Ciertos p,,eblos
tienen una inflexibilidad de voz que rehusa la articulación de ciertas letras:
como los chinos, que no pueden pronunciar las dentales; los hurones que,
según el informe de Hontan, carecen de labiales, etc. Sin embargo, si la
pronunciación es por lo común, más dulce en las llanuras, más fuertemente
acentuada en las montañas; si la lengua es más perezosa en el norte. Y
más flexible en el mediodía; si, generalizando, los vitriatos y los marselle­
ses pronuncian guturalmente la r, aunque situados en latitudes algo distin­
tas la razón es preciso buscarla más en la costumbre que en la naturaleza.
N; exageremos pues la influencia del clima. Determinada lengua se art!cula
de idéntica manera en lugares muy distantes, mientras que en el mismo
país la misma lengua se. pronuncia de modos distintos. El acento no es,
por lo tanto, más influenciable que las palabras.
Terminaré este discurso presentando el esbozo de un amplio proyecto,
cuya ejecución es digna de vosotros; el de revolucionar nuestra lengua:
· gramática y un nuevo diccionario francés no parecen a los hombres vulgares
me explicaré.
Siendo las palabras los vínculos de la sociedad y las depositarias de
nuestros conocimientos, de ello se desprende que la imperfección de. las len­
guas es una gran fuente de errores. Condíllac quería que no se pudiera
hacer un falso razonamiento sin pronunciar un solecismo, y recíprocamente:
tal vez sea exigir demasiado. Sería imposible devolver una lengua al. plan
de la naturaleza y liberarla por completo de los caprichos del uso: la suerte
de todas las lenguas es sufrir modificaciones; y la nuestra ha sido influen­
ciada hasta por las lenceras que suprimieron la h aspirada en les toiles d'Ho­
llande. Cuando un pueblo se instruye su lengua se enriquece necesariamente,
porque el aumento de los conocimientos establece nuevos vínculos entre
palabras y pensamientos y crea la necesidad de términos nuev?s. Q�erer
condenar una lengua a la invariabilidad, sería condenar al gento nacional
a permanecer estacionario; y si, como se ha hecho notar, desde Homero
' ANEXOS 195
hasta Plutarco, es decir durante mil años, la lengua griega no cambió, es
que el pueblo que la hablaba ha progresado muy poco en este lapso de
siglos. . .
¿Pero no podríamos, al menos, dar un caracter más pronunciado, una
consistencia. más decidida a nuestras sintaxis, a nuestra prosodia, realizar
en nuestro idioma las mejoras de que es susceptible y, sin alterar su fondo,
en�iquecerlo, simplificarlo, facilitar su estudio a los nacionales y a otros
pueblos? Perfeccionar una lengua, dice Michaelis, es aumentar el fondo de
sabiduría· de una nación.
bordinar la lengua escrita a la hablada; y quienes todavía proponen hoy es­
cribir corno se pronuncia, se verían muy comprometidos para explicar su
pensamiento, para aplicarlo, puesto que siendo· puramente convencionales
las relaciones entre la escritura y la palabra, el conocimiento de una de
ellas jamás supondrá el de la otra: sin embargo, es posible efectuar sobre
la ortografla modificaciones útiles.
1) Quien haya leído a Vaugelas, Bouhours, Ménage, Hardouin, Olivet
y algunos otros, ha podido convencerse de que nuestra lengua está llena de
equívocos e incertidumbres. Sería tan útil como fácil aclararlos.
2) La física y el arte social, al perfeccionarse, perfeccionan la lengua:
hay un sinnúmero de expresiones que, por ellos, han obtenido una acepta­
ción accesoria o, incluso, por completo distinta. El término soberano se ha
fijado por fin en su verdadero sentido, y mantengo que sería útil realizar
una revisión de nuestras palabras para ajustar sus definiciones. Una nueva
más que objetos de literatura. El hombre que ve a lo lejos colocará esta
medida entre sus concepciones políticas. Es preciso que se pueda aprender
nuestra lengua sin forzar nuestros principios.
3) La riqueza de un idioma no estriba en que tenga sinónimos; si en
nuestra lengua los hubiera serían, sin duda, monarquía y crimen, serían
república y virtud. ¿Qué importa que el árabe tenga trescientas palabras
para indicar a la serpiente o al caballo?, la auténtica abundancia estriba en
expresar todos los pensamientos, los sentimientos y sus matices. Jamás, sin
duda, el número de las expresiones igualará al de los afectos y las ideas: es
una desgracia inevitable a la que están condenadas todas las lenguas; se
puede, sin embargo, atenuar esta privación.
4) La mayoría de los idiomas, incluso los del norte, comprendido el
ruso que es el hijo del eslavonio, poseen muchos imitativos, aumentativos,
diminutivos y peyorativos. Nuestra lengua es una de las más pobres a este
196 RENÉE BALIBAR • DOMINIQUE LAPORTE
respecto; su genio parece reacio a ellos: sin embargo, sin caer en el ridículo
que se extiende, con razón, sobre la ampulosidad científica de Bruf, Ronsard
y Jodelet, pueden prometerse algu nas adquisiciones felices; ya Pougens
ha realizado una amplia cosecha de privativos de los que la mayor parte
será, probablemente, admitida.
En el diccionario de Nicod, impreso en 1606, sólo constaban seis pala­
bras en la Z; en el de la hasta ahora Academia Francesa, edición de 1718,
había doce; en la sílaba Be, Nicod no tenía más que 45 términos; el de la
Academia, misma edición, tenía 217, prueba evidente de que en es.te intér­
valo el espíritu humano ha hecho progresos, puesto que son las nuevas
invenciones lo que determina la creación de palabras; y, sin embargo,0'.Bar­
basan, la Ravaliere, y todos cuantos han seguido las revoluciones de la len­
gua francesa, deploran la pérdida de muchas expresiones enérgicas y osadas
inversiones desterradas por el capricho, que no han sido reemplazadas y que
sería importante revivir.
Para completar nuestras familias de palabras existen además otros me­
dios: el primero serla extraer de los idiomas extranjeros los términos que
nos faltan y adaptarlos al nuestro, sin librarse, no obstante, a los excesos
de un neologismo ridículo. Los ingleses han utilizado a este respecto la
mayor libertad, y de todas las palabras que han adoptado no existe una
sola mejor naturalizada entre ellos que la de perfidiousness.
El segundo medio es hacer desaparecer todas las anomalías resultante
bien de los verbos regulares o defectivos, bien de las excepciones a las
reglas generales. En el instituto de sordomudos, los niños que aprenden la
lengua francesa no pueden concebir esta rareza que contradice la marcha
natural en la que son enseñados; y es bajo este dictado que dan a las
palabras declinadas, conjugadas o construidas, todas las modificaciones que,
según la analogía de las cosas, deben derivar de ellas.
«Existe en nuestra lengua, decía un realista, u�a jerarquía de estilo,
porque las palabras se hallan clasificadas como los súbditos en una monar­
quía». Esta confesión es un rayo de luz para quien la medite. Aplicando la
desigualdad de los estilos a la de las condiciones, pueden extraerse conclu­
siones que prueban la importancia de mi proyecto en una democracia.
¿Es digno de ser legislador de un pueblo libre quien no haya sentido
esta verdad? Sí, la gloria de la Nación y el mantenimiento de los principios
exigen una reforma.
Se decía de Quinault que había descoyuntado nuestra lengua con todo
lo que la galantería tiene de más afeminado y todo lo que la adulación tiene
de más abyecto. He hecho observar que la lengua francesa tenía la timidez
ANEXOS 197
de la esclavitud cuando los cortesanos le imponían sus leyes: era la jerigonza
de las camarillas y de las más viles pasiones. La exageración del discurso
se colocaba siempre más allá o más acá de la verdad. En vez de estar ape­
nados o alegres, no _se veían más que gentes desesperadas o encantadas;
pronto no hubiera quedado nada feo o hermoso en la naturaleza: no se
hubiera halladó más que cosas execrables o divinas.
E's tiempo ya de que el estilo engañoso, las fórmulas serviles desaparez,
can y _ que la lengua tenga en todas partes ese caracter de veracidad y de
lacónica valentía que es patrimonio de los republicanos. Un tirano de Roma
quiso introducir una palabra nueva: fracasó porque la legislación de las
lenguas siempre ha sido democrática. Es esta verdad la que os garantiza el
éxito. Probad al universo que en medio de los temporales políticos, mante­
niendo una mano sobre el timón del Estado, no os es ajeno nada de cuanto
interesa a la gloria de la nación.
Si la Convención nacional acoge el proyecto que le he sometido, en
. nombre del Comité de Instrucción pública, animados por su sufragio, for­
mularemos una invitación a los ciudadanos que han profundizado en la
teoría de las lenguas, para que contribuyan a perfeccionar la nuestra, y una
invitación a todos los ciudadanos para universalizar su uso. La nación,
rejuvenecida por completo gracias a vuestros cuidados, triunfará sobre todos
los obstáculos; y nada retrasará. el curso de una revolución que debe me­
jorar la suerte de la especie humana. 1
DECRETO
La Convención nacional, tras haber escuchado el informe de su Comité
de Instrucción pública, decreta:
El Comité de Instrucción pública presentará un informe sobre los
medios de ejecución de una nueva gramática y un nuevo vocabulario de la
lengua francesa. Presentará los proyectos de los cambios que facilitarán su
estudio y le darán el caracter que conviene a la lengua de la libertad.
La Convención nacional decreta que el informe será enviado a las auto­
ridades constituidas, sociedades populares y a todas las comunas de la
República.
 ANEXO II, 2

Reproducimos, a continuación del Informe de Gregoire, un documento

que se inscribe, a modo de ilustración, en la descripción y el análisis del
proceso denominado con el término de «terror lingüístico». en Francia du­
rante el período de la dictadura y la democracia revolucionaria jacobina.
Concierne particularmente a los efectos de las decisiones tomadas por el
Comité de Instrucción pública y la Convención nacional sobre la política
lingüística llevada a cabo por los órganos de poder locales. Por eso sirve
también para dar una idea del lugar ocupado por las sociedade, populares en
la política revolucionaria, como una de sus formas institucionales.
El documento ha sido extraído de las Mémoires de l'Institut historique
de Provence, tomo II -año 1925.173 Se presenta bajo el título de La diffu­
sion obligatoire de la Langue franqaise en Provence pendan/ la Terreur, y
viene precedido de una corta introducción de M. Edmond Poupé que consi­
deramos útil reproducir también.

LA DIFUSIÓN OBLIGATORIA DE LA LENGUA

FRANCESA EN PROVENZA DURANTE EL TERROR

En la sesión del 9 pradial del año II (28 de mayo de 1794), Gregoire,

el célebre diputado de Loir-et-Cher, sometió al Comité de Instrucción pú­
blica de la Convención nacional un informe «sobre los idiomas y patois ex­
tendidos en distintos lugares de la República».174 El Comité decidió que
173. Bibl. Méjanes, Aix-en�Provence.
174. Cf. J. GUILLAUME: Proces�verbaux du Comité d'Instruction publique de la
Convention, t. IV, p. 487.
200 RENÉE BALIBAR - DOMINIQUE LAPORTE
un decreto, de acuerdo con las conclusiones del informador, fuera propuesto
al voto de la Convención. Esta lo adoptó, en la sesión del 16 pradial ( 4 de
junio), al tiempo que una llamada a los franceses para animarles a no des-
cuidar su ejecución.115
Grégoire se había puesto ya de acuerdo con el Comité de Seguridad
pública, para estudiar las medidas de aplicación.176 Desde el 28 pradial ( 16
de junio), este último envió a los agentes nacionales de los distritos una
circular en el sentido preconizado por Grégoire, pero en el que se contem­
plaba la aplicación de la ley de 8 pluvioso del año II (27 de .enero de
1794 )177 y ni siquiera mencionaba el decreto de 16 pradial. 178
Tras la recepción, los agentes nacionales· se apresuraron a escribir ·1t_ las
sociedades populares de su distrito, que estaban calificadas para responder a
los proyectos de la Convención.
Como los archivos de estas sociedades han desaparecido casi por com­
pleto, al menos por lo que concierne al departamento de Var, es muy difícil
conocer exactamente la ejecución de la circular del Comité de Salud pública,
Por una feliz excepción las actas de la Sociedad popular de Entrecasteaux,
cabeza de partido del cantan del distrito de Barjols, han conservado la
huella de las medidas decretadas por la Convención.
En la sesión del 30 mesidor del año II (18 de julio de 1794 ), sus miem­
bros decidieron cooperar en la difusión de la lengua francesa para sustituir
al provenzal.
No puede dudarse de la sinceridad de los sentimientos que les animan,
pero con la lectura del siguiente extracto será· fácil convencerse de que no
era inútil, para ellos, recurrir a las lecciones de «profesores de lengua
francesa».
Sociedad popular de Entrecasteaux, acta de la sesión del 30 mesidor del
año II - extracto.
«Decidido, por una invitación general tendente a hacer hablar la lengua
francesa en todo el territorio de la República, a exigir rigurosamente a los
profesores de la comuna el puntual cumplimiento de esta obligación.
»Triunfo hoy, ha dicho uno de sus miembros que se ha levantado para
175. ]bid., pp. 49+498.
176. Cf. Sesión del Comité de Instrucción pública del 11 pradial (30 de mayo).
J. GUILLAUME, op. cit., t. IV, p. 502.
177. Sobre esta ley ver: J. GUILLAUME., t. III, pp. 348-359.
178. Cf. AULARD: RecueH des Acles d11 Comité de Sa/111 public, t, XIV, p. 344.
'ANEXOS 201
tomar la palabra, triunfo sobre ese yugo amable y saludable al que van a
someterse sin excepción los individuos de la República francesa. Nos asi­
milamos a nuestros altos destinos. No se escuchará ya más, gracias a nues�
tras observaciones de todo género, ese idioma pesado y asonante, esos patois
muy extendidos por la República, cuyo acento nos hacía. casi perder, a los
ojos de los extranjeros que nos visitan, una parte de la gloria que hemos
adquirido y si no podemos marchar a la par con los fénix de nuestra lengua,
tendremos al menos, con la ayuda del hábito y el estudio de las reglas si es
posible, la preciosa y consoladora ventaja de devolvernos a nuestro primi­
tivo origen y comunicarnos nuestros mutuos pensamientos.
»Otros miembros han hablado a su vez sobre el mismo objeto. Habría
sido inagotable y pronto habría resultado de ello una gramática vocal y
republicana. Pero de la invitación del presidente,179 se saca la consecuencia
de que aquellos. que poseen conocimientos y buena voluntad los participarán
incesantemente a los generales republicanos, y que los actuales profesores
abrirán en ·sus escuelas > esperando > una escena verdaderamente tumultuosa y
visigoda en la que los jóvenes alumnos se esforzarán por repetir y retener
cada palabra de las frases, se tenderán como un arco para pronunciar correc­
tamente y sin dureza las graciosas y elegantes palabras de la lengua francesa
y desarraigar esa costumbre enraizada de poner una palabra en patois en
vez de una palabra francesa, endulzarán la propiedad de su lengua y se
prepararán, por los cuidados oportunos de sus vigilantes profesores y las
distintas sensaciones recibidas con el hábito de escuchar esos dulces y armo­
niosos sones, a recibir los grandes principios de la lengua francesa y a adqui­
. rir los diversos conocimientos fijados en el plan que pronto deberá repartir
el Comité de Instrucción pública.»
179. Era Etienne Jassaud, antiguo secretario de juez. El vice-presidente era Joseph
Jassaud y el secretario Calixte Jassaud (nota de E. Poupé).
 f

Indice

INTRQDUCCION 9

I. HACIA UNA PRACTICA COMUN DEL FRANGES AL FI-

NALIZAR EL ANTIGUO REGIMEN 31
1. Las escuelas y el francés al finalizar el Antiguo Régimen. 2. Las prác-
·�"- ticas burguesas del francés: la práctica dominante y la práctica aristocrá-
tko burguesa. 3. El francés de la: burguesía capitalista: factores materia-
les de la uniformadón lingüística.

II. CAUSAS DE LA UNIFORMACION LINGÜISTICA 57

l. Un elemento del proceso de constitución del mercado nacional: el as-
pecto juddico-lingüístico de la libre circulación de mercancías. ·un ejem-
plo: Las pesas y medidas._ 2. La uniformadón lingüística como efecto del
trabajo asalariado: el aspecto jurídico-político del libre contrato.

III. UNA POLITICA BURGUESA DE LA LENGUA NACIONAL 81

l. Principios de una política burguesa de la lengua nacional. 2. La Die-
tadura de la democracia jacobina en materia de lengua. 3. Nación y
lengua nadonal en la ·revolución cultural burguesa.

IV. LA IDEOLOGIA ESCOLAR DE LOS REVOLUCIONARIOS

BURGUESES 119
l. _Política lingüística y política escolar de la Revolución francesa. 2. El
francés elemental nacional -escolar. El informe Condorcet (abril de 1792).
3. Las leyes de la Convención y la elección de la Gramática nacional
francesa.
r¡,
v. LA PRACTICA DEL FRANGES EN LOS APARATOS PO-
LITICOS DE LA REVOLUCION FRANCESA 151 /fi
l. Las actas de las sociedades populares y comités revolucionarios.
\'
VI. EN LUGAR DE CONCLUSION 165 i!

ANEXOS 169
i
1
I. La cuestión lingüístico-escolar como lugar y opción de 1a lucha ideol6-
gica: a fines del Antiguo Régimen.
II. l. Grégoire1 Informe sobre la necesidad y los medios de aniquilar
los patois y universali:zar el uso de la lengua francesa. 2. Documento.