La novela c o r t a en

el siglo X V I I
ÜNIVSRSIMD. DE BUENOS AMES
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS
Birectiém de BihiHotetm

Isabel Colón Calderón

2ool
 Capítulo 4
Los lectores

4.1. Lectores internos

D e n t r o de los distintos tipos de lectores hay que tener en cuente
tanto a los ideales, como a los mencionados, de distinta manera, en prólo-
gos y narraciones.
H a y ciertas indicaciones sobre los lectores que los autores desea-
ban, imaginaban, u odiaban; la a f i r m a c i ó n de Tirso sobre sus novelas reli-
giosas puede servir de apoyo para entender en q u é lectores pensaban lo^
escritores, así, s e g ú n afirma en dos m o m e n t o s de Deleitar aprovechando coíí
estos textos:

m e d r a r á n umversalmente el sabio, el religioso, la dama, la recogida, e!

n i ñ o , el viejo!
h a l l a r á ajustado su deseo el devoto, el religioso, la contemplativa, la
dama y el p r o f a n o .
90

Los autores hacen surgir distintas clases de lectores. E n los p r ó l o g o s

s e g ú n era frecuente en la é p o c a , puede aparecer el «lector a m i g o » , o, sir>
m á s , «mío»; hay alusiones a su piedad con los defectos del escritor, y a le
necesidad de su agradecimiento, aunque no se libraron de críticas, como ef¡
el «Prólogo de u n d e s a p a s i o n a d o » de las Novelas amorosas de Zayas. En éste
ú l t i m o caso el lector es calificado indistintamente de «cruel o b e n i g n o
a c e r c á n d o s e así a la costumbre á u r e a de incluir dos p r ó l o g o s en las obre}
(uno al vulgo ignorante y otro al lector atento); por otra parte, la lista q u í
se hace de «las j e r a r q u í a s de lectores» que hojean los libros sin pagarlos <j
90. Tirso de Molina, Deleitar aprovechando, Madrid, Imprenta Real, a costa de Domingo
González, 1635, f. 334r. y s. p. («A cualquiera»).

4
La novela corta en el siglo X V I I
claramente deudora del Buscón de Quevedo, c o m o t a m b i é n lo será
Francisco la Cueba en 1662; el p r ó l o g o de Zayas ha sido a t r i b u i d o a
Castillo S o l ó r z a n o . Castillo S o l ó r z a n o funde t a m b i é n en u n p r ó l o g o los
91
dos tipos de lectores, aunque el epígrafe «A los críticos» puede parecer d i r i -
gido sólo a aquellos a los que no les g u s t a r í a la novela, lo cierto es que en
el interior afirma que tal vez el l i b r o , Tardes entretenidas, les agrade . Puede 92
incluso ocurrir que, excepcionalmente, el l i b r o entero se dedique al lector;
así en la portada de los Excesos amorosos de V i t a l Pizarro se ofrece la obra «al
curioso lector, sea el que fuese».
A veces los lectores se visten de rasgos concretos; p o r ejemplo se
declara el sexo, así las mujeres en las novelas de Zayas, o aquellas a las que
Pedro Diez Navarro dedica las Auroras de Diana de Castro y A ñ a y a , las cua-
les, con cierto h u m o r , son calificadas de «científicas y leídas D a m a s » y
«curiosísimas l e c t o r a s » .
93
A u n q u e no se d é , por otro lado, una imagen explícita del lector, de
los textos se pueden deducir algunas características; así, las alusiones litera-
rias contenidas en las novelas de Pina hacen suponer que el escritor q u e r í a
u n lector culto, capaz de identificar las menciones, y disfrutar con ello; se
p e n s ó , asimismo, en lectores deseosos de recibir m á s i n f o r m a c i ó n , hasta el
p u n t o de que los Varios efectos de Alcalá y Herrera llevan notas aclaratorias
dirigidas al lector, en las cuales se le explica el significado de algunas pala-
bras o se justifican defectos de i m p r e s i ó n .
Las referencias a los lectores pueden ser de tipo general, pero con fór-
mulas que les i m p l i q u e n , apelando a sus sentimientos o prejuicios, o ade-
l a n t á n d o s e a las posibles críticas; así en P é r e z de M o n t a l b á n dice «juzgúelo
quien hubiere perdido lo que adora por u n camino tan i n j u s t o » . 94
E n algunas novelas el lector tiene una p a r t i c i p a c i ó n m u c h o m á s s e ñ a -
lada, posee a veces n o m b r e p r o p i o y con él dialoga el narrador, que le dota
de personalidad y costumbres.
En los fragmentos atribuidos a Tirso surge u n «Vuesa M e r c e d » al que
el narrador le cuenta el funcionamiento de algunos objetos, o le recomien-
da libros . 95
9 1. El prólogo se puede leer en M. de Zayas, Novelas amorosas, pp. 163-5,y pp. 44-6 para la dis-
cusión sobre la autoría de Solórzano.
92. A. Castillo Solórzano, Tardes entretenidas, pp. 7-8.
93. Pedro de Castro y Añaya, Auroras de Diana (ed. M Josefa Diez de Revenga), Murcia,
a
Academia Alfonso X el Sabio, 1989, p. 54.
94. .1. Pérez de Montalbán, Sucesos, pp. 103-4.
95. Teodoro Fernández Sánchez y Luis Vázquez, «Inéditos tirsianos. Dos fragmentos de novela
cortesana», en Homenaje a Tirso, Estudios, 1981, pp. 784-5, etc.
42
Los lectores
U n o de los casos m á s notables es el de las Novelas de Lope de Vega;
el narrador escribe una serie de cartas a una mujer llamada M a r c i a
Leonarda, y en ellas incluye, porque ella así se lo ha pedido, novelas, con
las que, p o r otro lado, pretende conquistarla, lo que al final no consigue;
de lo que dice el narrador se deduce que la lectora es hermosa, no excesi-
vamente culta, capaz de saltarse fragmentos del texto, y con ideas m u y cla-
ras de c ó m o quiere que avance la a c c i ó n , de carácter algo agresivo y opues-
ta al m a t r i m o n i o :
A t r é v o m e a vuestra merced c o n l o que se me viene a la p l u m a , porque sé que,
c o m o no ha estudiado retórica, n o s a b r á cuanto en ella se reprehenden las
digresiones largas.
C o n t e n t a estará vuestra merced, s e ñ o r a Leonarda, de la m e j o r í a de nuestro
cuento [...]
N o pienso que le h a b r á sido a vuestra merced gustoso el episodio, en r a z ó n
de la poca i n c l i n a c i ó n que tiene al s e ñ o r H i m e n e o de los atenienses [ . . . ] .
56
M a r c i a Leonarda esconde tal vez alguno de los rasgos de M a r t a de
Nevares, pero no se puede identificar, creo, plenamente con ella. E n todo
caso, a través de la c o n v e r s a c i ó n L o p e hace toda clase de comentarios. Por
medio de esta figura Lope puede hablar de t e o r í a literaria y defender su tea-
tro. E l sistema se asemeja al de algunos d i á l o g o s de amor del X V I .
Las novelas de Lope se p u b l i c a r o n en 1621 (la primera) y 1624 (las 3
restantes); pues bien, ya en 1624 su amigo Juan de Pina i n t r o d u c í a en la
cuarta de sus Novelas una lectora llamada petrarquescamente Laura con la
que el narrador conversa; al igual que en Lope hay algunas indicaciones de
teoría literaria, así c o m o justificaciones de las digresiones, sólo que Laura,
al contrario que M a r c i a Leonarda, tiene u n «divino ingenio» y es «curiosa
y leída en historias r o m a n a s » . 97
Es m u y posible que Castillo, en La Garduña de Sevilla de 1642, se
inspirara en Lope; en esta novela la protagonista, una picara, manda a su
enamorado que la entretenga con una novela, que se incluye . 98
M á s de 30 a ñ o s d e s p u é s de Lope dos autores le copiaron, no sólo el
sistema de dialogar con una mujer, sino incluso sus palabras. Ya se ha m e n -
cionado el caso de Francisco la Cueba; este autor dedica su Mojiganga a
96. Lope de Vega, Novelas, pp. 61, 67, 123.
97. J. de Pina, Novelas, pp. 108 y 109.
98. A. Castillo Solórzano, La Garduña, p. 206.
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La novela corta en el siglo X V I I
« D o ñ a Tomosa Vaiera y Daria, dama p e d i g ü e ñ a de la C o r t e » , y le pide que
acepce sus novelas, puesto que dinero no le va a dar, y lo hace calcando el
comienzo de Guzmán el Bravo de Lope: «Si v. m . desea que yo sea su nove-
lador, ya que no puedo ser su festejante» . 99
Por esos a ñ o s C r i s t ó b a l Lozano se dedica asimismo a seguir a Lope en
las Soledades de la vida y desengaños del mundo; d e s p u é s de terminar los
«desengaños» u n narrador se dirige al lector y le presenta, como hemos
visto, sus novelas, dirigidas a « d o ñ a S e r a f i n a » . Lozano cita alguna de las
100
novelas cortas de Lope y resume digresiones de éstas, aunque no siempre
confiesa de d ó n d e t o m a sus afirmaciones; su Serafina, como en Lope, reci-
be algunas críticas, es inconstante, trata m a l a los que se enamoran de ella
y no admite las súplicas.
E n El desdeñado más firme de Meneses (¿1655?) la narradora comen-
ta alguna incidencia con la mujer a la que dedica la obra . 101
E n los Desengaños amorosos de 1647 Zayas sigue u n camino algo dis-
cinto. Una vez terminadas las novelas, y h a b i é n d o s e incluso despedido la
narradora con u n «Vale», aparece u n a ñ a d i d o d i r i g i d o a u n «ilustrísimo
Fabio», que, conociendo, o habiendo leído previamente las historias, h a b í a
pedido a la autora u n final que no fuese t r á g i c o , a d e m á s , sabía de Lisis, la
protagonista del m a r c o . Creo que la novelista da así la vuelta a lo que
102
h a b í a n hecho Lope y Pina, presentando ahora u n lector masculino, cuyo
nombre, por lo d e m á s , coincide con el de los interlocutores de algunas e p í s -
tolas áureas, y con el del protagonista de la primera de las Novelas de una
d é c a d a anterior; resulta, en definitiva, m u c h o m á s misterioso que el de los
otros escritores, pues se nos p r o p o r c i o n a n escasos datos sobre la supuesta
relación con la autora.
E n las novelas hay no sólo lectores, sino t a m b i é n oyentes. Algunas
historias son escuchadas por u n a u d i t o r i o , que al final da frecuentemente
su o p i n i ó n , o simplemente elogia la historia y a quien la ha contado; en
ocasiones los comentarios sobre los personajes se entremezclan con otros
sobre los que o í a n los relatos:
Tantas alabanzas le podíamos dar a la señora doña Gertrudis por la merced
referida, como le dieron a Leucano por la entrada en las fiestas de Ferrara' . 03
99. F. la Cueba, Mojiganga, p. 1; Lope de Vega, Novelas, p. 143.
100. C . Lozano, Soledades, p. 151.
101. VVAA., Novela de mujeres, p. 391.
102. M. de Zayas, Desengaños, pp. 510-11. Sobre Fabio, S. Montesa, Texto y contexto, pp. 372-77.
103. Mariana de Carvajal, Navidades de Madrid (ed. Catherine Soriano), Madrid, Comunidad de
Madrid, 1993, p. 43.
44
Los lectores
Los oyentes suelen asistir sin interrupciones a la e x p o s i c i ó n ; en todo
caso el narrador en ocasiones detiene su historia y hace al oyente alguna
i n t e r p e l a c i ó n , así en Aventurarse perdiendo de Zayas la protagonista dice fra-
ses del t i p o « C o n s i d e r a , F a b i o . . . » ; t a m b i é n en otras novelas de Zayas son
104
frecuentes ios cortes durante la lectura.
4.2. Lectores reales
Se discute a q u i é n e s iban destinadas las novelas cortesanas. Se ha
supuesto que p e r t e n e c e r í a n a la mediana y baja nobleza, así como a la bur-
guesía . E n todo caso se trataría de lectores urbanos, f e n ó m e n o que p o d r í a
105
relacionarse entonces con el desarrollo de las ciudades en el siglo X V I I , si bien
algunos testimonios dispersos apuntan a una posible lectura campesina . 106
C o n todo, las características de los ejemplares, la mala calidad en general del
papel y de la i m p r e s i ó n , así como el p e q u e ñ o t a m a ñ o , indican que los libros
p o d í a n ser comprados por quienes no t e n í a n u n alto poder adquisitivo, aun-
que no solamente . A la hora de intentar definir la novela corta Laspéras
107
señala la necesidad de integrar al p ú b l i c o receptor, según él aristocrático . 108
Los lectores de las novelas cortesanas solían ser criticados por ios
moralistas; así, en las censuras ya mencionadas sobre M o n t a l b á n son acur
sados de ignorantes, lo cual, por otro lado, no es exclusivo de este g é n e r o ,
pensemos, por ejemplo, en las diatribas vertidas en muchos p r ó l o g o s de la
é p o c a contra el «vulgo i g n o r a n t e » , o en aquellas que se hicieron contra los
libros de caballerías.
U n o de los caminos posibles para acercarse a la realidad de la lectura
es la i n d a g a c i ó n en inventarios de bibliotecas. C o n todo, se ha s e ñ a l a d o
c ó m o los inventarios no dan estricta cuenta de lo que se leía en los Siglos
de O r o ; las bibliotecas p e r t e n e c í a n sólo a u n grupo m u y reducido, y pre-
sentan ausencias: los libros se prestaban y muchos se llevaron a las Indias,
se p e r d í a n y se estropeaban . Se daban, a d e m á s , entradas m u y generales
109
104. M. de Zayas, Novelas amorosas, p. 193. Y en Matías de Aguirre, Navidad de Zaragoza,
Zaragoza, Juan de Ybar, 1650, pp. 317-8, etc.
105. L . Giuliani, ed. J. Pérez de Montalbán, Sucesos, X L I V y p. 25n. E . Rodríguez, Novelas amo-
rosas, p. 25.
106. A. Remón, Entretenimientos, f. 95r.
107. A. Cayuela, Le Paratexte, p. 57.
108 J . - M . Laspéras, «La novela corta: hacia una definición», en V V A A . , La invención de la nove-
la (ed. Jean Canavaggio), Madrid, Casa de Velázquez, 1999, pp. 310 y 317.
109. Para estos problemas, véase T. J . Dadson, Libros, pp. 24-29.
45
I a novela corra en el siglo X V I I
que p o d í a n n o identificar autor o t í t u l o . Debemos recordar que algunas
ausencias se pueden deber a motivos diversos, así, como hemos visto, las
Novelas de Lope se editaron o en conjuntos m i s c e l á n e o s o sin su n o m b r e .
Los inventarios de bibliotecas no han sido revisados exhaustivamente, con
t o d o , se puede observar cierta presencia de la prosa de ficción, y en con-
creto de l a novela cortesana, aunque siempre d e t r á s de la literatura de devo-
c i ó n ; la ausencia es explicada por Cayuela por dos razones fundamentales,
en p r i m e r lugar:
l'absence o u la r a r e t é des oeuvres recreatives peuvent s'expliquer p o u r le fait
que elles n ' é t a i e n t pas prises en c o m p t e dans les inventaires o u classées sous
une r u b r i q u e c o m m u n e .
Y, a d e m á s , teniendo en cuenta las ausencias que hay en el inventario
de l a biblioteca del palacio de Pastrana:
O n a t o u t lieu de penser que c'est justement en raison de leur mauvais é t a t
de conservation, p e u t - é t r e d ú á une lecture plus frequente que les autres o u -
vrages, que tous les livres de fiction en prose o n t «disparu» de cet inventai-
i-e .
110
En los inventarios incluidos por Dadson en su l i b r o , que llegan hasta
1629, s ó l o se encuentran los Cigarrales* . Ciertos inventarios de bibliotecas
u
sevillanas del barroco arrojan u n resultado m á s amplio. E l hecho en 1701
de José Francisco de Soto, p r e s b í t e r o , aunque es mayoritariamente de libros
religiosos, incluye, sin mayores precisiones, «dos libros de Novelas».
Destaca la extraordinaria biblioteca de D o m i n g o de U r b i z u , caballero de la
orden de Calatrava y perteneciente al Consejo Real; en su inventario, efec-
tuado en 1702, se encuentran las Soledades de Lozano, el Deleitar de Tirso,
El forastero de Bolea, las Navidades de Carvajal y los Sucesos y el Para todos
de M o n t a l b á n ; puede a d e m á s que algunas de las entradas generales con-
t e n g a n novelas" .
2
Cabe suponer que aquellos a quienes los autores ofrecían sus obras
leerían las narraciones, por lo menos algunos. E l escritor solicita en las dedi-
catorias amparo frente a los críticos, aceptando, en todo caso, reconvencio-
nes en privado, c o m o permite M o n t a l b á n en una de sus novelas: «Esta
i 10. A, Cayuela, Le Paraíexte, pp. 88-89.
I I I . T.J. Dadson, Libros, p. 507.
1 12. M" Jesús Sanz y M Teresa Dabrio, «Bibliotecas sevillanas del período barroco. Datos para
a
su estudio», Archivo Hispalense, 184 (1977), pp. 120, 138, 145, 153.
46
Los lectores
novela de Los primos amantes remito a v, m . para que en su aposento la
corrija y en la calle la d e f i e n d a » " .
3
Se ha especulado sobre la posibilidad de que los lectores influyeran en
la propia o r i e n t a c i ó n de las novelas; así se p o d r í a deducir de ciertas referen-
cias en los p r ó l o g o s de S o l ó r z a n o " . Y, a d e m á s , recordemos, el Fabio de
4
Zayas: la autora le dice que, de acuerdo con sus indicaciones, el final no es
trágico.
4.3. Las mujeres como lectoras de novelas cortas
N o es fácil determinar con precisión la actividad de las mujeres en cuan-
to lectoras reales de novelas. H a b r í a que considerar varios testimonios tales
como las dedicatorias a mujeres, los versos elogiosos escritos por mujeres, las
impresoras, las anotaciones manuscritas y los inventarios de bibliotecas.
Algunas novelas van dirigidas a mujeres, aunque no siempre directa-
mente por el autor; José de la Vega ofrece una de las novelas de Rumbos peli-
grosos a su madre; la e d i c i ó n de 1677 de Deleitar aprovechando está dedicada
a la condesa de Fuensalida; Lope de Vega entrega La Circe a la hija del Conde
Duque, y La Filomena a Leonor Pimentel; Leonor de Meneses dedica su libro
a la condesa de Portalegre, etc.; la p a r t i c i p a c i ó n de las mujeres en las edicio-
nes es a veces intensa, así parece ser el caso de Inés de Casamayor que dedica
la edición de 1647 de los Desengaños de Zayas Jaime, duque de H í j a r " . E n 5
cuanto a los poemas laudatorios escritos por mujeres, los encontramos en
Novelas amorosas de Zayas, en la Huerta de Valencia y las Tardes entretenidas
de Castillo S o l ó r z a n o , en Pérez de M o n t a l b á n , en la Flor de saínetes de
Navarrete, o en la Guía de L i ñ á n ; claro que en ocasiones los nombres pare-
cen fingidos, como es Felisarda Leonarda en la Huerta o Anarda en los Sucesos
de M o n t a l b á n . H a b r í a que recordar a las mujeres que se ocuparon de la
i m p r e s i ó n , s e g ú n hemos visto. Algunas de las anotaciones manuscritas de las
novelas están firmadas por mujeres: en uno de los ejemplares de los Cigarrales
de Tirso se advierte que « d o ñ a M a r i a n a » los l e y ó " . Es de suponer, entonces,
6
que estas mujeres pudieron acercarse a las novelas.
113. J . Pérez de Montalbán, Sucesos, p. 261.
114. A. Cayuela, Le Paraíexte, pp. 56-7.
115. No he podido ver el original, cito por J . Olivares, ed., M . de Zayas, Novelas amorosas, p.
132. Para la intervención de Casamayor, A. Cayuela, Le Paratexte, p. 176.
116. Tirso de Molina, Cigarrales [ejemplar con la portada rehecha a mano], R/1.313 de la BNM,
s. p. (aparece al final del poema que le dedica Castillo Solórzano).
47
 Los lectores
La novela corta en el siglo X V I I

Por otro lado, muchas de las alusiones son de carácter negativo y se

E n cuanto a los inventarios publicados de bibliotecas de mujeres,
critica a las mujeres que se acercan a la novela cortesana, p o r cuanto en
arrojan, hasta ahora, una p r o p o r c i ó n m e n o r de prosa de ficción que los de
ellas, supuestamente, a p r e n d e r í a n deshonestidades; se acusa asimismo a las
ios hombres, y n i n g u n a novela cortesana. Las bibliotecas de Juana de
mujeres de empujarse unas a otras a la lectura, pero los autores no se ponen
C ó r d o b a y A r a g ó n , Francisca de Paz Jofre de Loayssa y Catalina Vélez de
de acuerdo en la clase social de las inductoras; así M a x i m i l i a n o de
Guevara carecían de cualquier obra de prosa de ficción del X V I I ; la de
Céspedes, en la Guía de L i ñ á n , afirma que son los criados («criado lisonje-
Catalina de Z ú ñ i g a y Sandoval, sólo Marcos de Obregón de Vicente Espinel;
ro» y «criada poco l a b r a n d e r a » ) los que i n t r o d u c e n en las casas las novelas,
Melchora de la Paz, sólo Don Qidjoter, Brianda de la Cerda poseía u n ejem-
mientras que A l o n s o R e m ó n , que realizó varias aprobaciones de novelas,
plar de Don Cristalián de España, u n libro de caballerías escrito por una
considera unas veces que son las madres las que inician a sus hijas, otras, las
mujer, Beatriz Bernal; A n t o n i a de U l l o a , n i n g u n o , lo m i s m o que A n a
P i ñ e i r o M a n r i q u e e Isabel M o n t e r o , n i tampoco Ignacia Salcedo, del barro- señoras a las criadas . 121

co sevillano, aunque de ésta ú l t i m a se s e ñ a l a n diez y seis libros de «Vidas de La idea, pues, de las mujeres c o m o lectoras privilegiadas de novelas
Santos y otros a s u n t o s » " . C o n t o d o , para explicar la ausencia, hay que
7 cortas debe ser manejada c o n cuidado, conjugando los comentarios de los
tener en cuenta las advertencias generales para las bibliotecas, así como el c o n t e m p o r á n e o s c o n los datos reales.
hecho de que h a b í a muchas menos mujeres que tuvieran bibliotecas.
E n contrapartida, abundan en los Siglos de O r o las referencias a las
mujeres como lectoras, tanto es así que se convierte en m o t i v o p o é t i c o ,
aunado al de la dama que se quema el pelo, así Bernardino de Rebolledo
compone unas redondillas amorosas a una mujer «que, estando leyendo
novelas, se q u e m ó los cabellos, y el autor llegó a a p a g á r s e l o s » . E n las 118

novelas, s e g ú n hemos visto, aparecen mujeres a quienes los escritores dedi-

can sus textos, pero lo cierto es que, luego, en el interior de las narraciones
o en los marcos, no se encuentran ejercitando la m i s m a actividad, resulta
m á s frecuente que oigan las historias. C o n todo hay excepciones, así en
C é s p e d e s u n caballero se encuentra a una dama leyendo, aunque no se pre-
cisa el tipo de l i b r o :

era una blanca vela que, en un candelero de plata, bufete de lo mismo, daba
alma a un libro en quien leía aquel objeto hermoso que le tenía suspendido" . 9

En Las fortunas de Diana de L o p e aparece una mujer que era « b a c h i -

llera v hermosa y picaba en leer libros de caballerías y a m o r e s » . Y no se 120

pueden olvidar las lectoras internas citadas.

I 17. A. Cayuela, Le Paratexle, pp. 90-91 y 6; T.J. Dadson, Libros, pp. 424-31 (p. 426 para Don
Cristalián), pp. 431-8, 438-453, y 458-67. ¡VI J. Sanz y M° T. Dabrio, «Bibliotecas sevillanas», p. 119.
a

118. E l poema se publicó en 1650, pero entonces lo que leía la dama era una comedia, en 1661
vuelve a aparecer con novelas; Bernardino de Rebolledo, Ocios (ed. Rafael González Cañal), Cuenca,
Servicio de Publicaciones de Castilla-La Mancha, 1997, p. 226. ,21 A. Liñán. Guía, p. 44. A. Remón, La casa de la razén Madrid, Diego Flamenco, 1625
1 19. G. de Céspedes, El desdén del Alameda, en Historias, p. 127. 46v.; A. Remón, Entretenimientos, p. 91. A . Cayuela, Le Paratexte, pp. 97-108.
120. Lope de Vega, Novelas, p. 54.

48
 Capítulo 5
Estructura de las agrupaciones

5.1. Formas de agrupación

Las novelas cortas se editaron conjuntamente de diversas formas
s e g ú n factores c o m o la presencia o no de marco narrativo, el t i p o de éste,
el n ú m e r o de las novelas y su c o l o c a c i ó n .
E n ocasiones el autor publicaba sus novelas j u n t o a otros textos, en
verso o en prosa, sin n i n g u n a ligazón estructural; así las Rimas y prosas de
B o c á n g e l , s e g ú n consta en los preliminares, iban a llamarse Rimas heroicas
o Rimas heroicas y líricas, es decir, que en u n p r i n c i p i o , cuando se p i d i e r o n
las licencias, probablemente la obra sólo c o n t e n d r í a versos; tal y como ha
llegado a nosotros, a d e m á s de los poemas, incluye una novela, una e p í s t o -
la y otros textos en prosa. Por su parte, la Flor de saínetes de Navarrete es
una serie en la que los poemas ocupan la mayor parte, como ocurre en La
Circe y La Filomena de Lope. E l escritor justificó a veces la i n c l u s i ó n como
una forma de divertir al lector, como hace Lozano, o para hacer u n v o l u -
men m á s largo, como indica Navarrete, pero otras veces, sin mediar n i n -
guna explicación, una obra sigue a otra, como es el caso de C o r t é s de
Tolosa.
Algunas novelas se p u b l i c a r o n englobadas por u n marco narrativo:
amigos o vecinos se r e u n í a n para contar novelas, recitar poemas o repre-
sentar obras d r a m á t i c a s y para hablar de asuntos diversos. Los motivos para
los saraos variaban; p o d í a ser para celebrar alguna festividad (Tiempo de
regocijo de S o l ó r z a n o , Desengaños de Zayas, Carvajal), entretener a una
mujer durante su enfermedad {Auroras de Diana de Castro, Los alivios de
Casandra de Castillo, Novelas de Zayas, A n d r é s de Prado, Jacinto de Ayala),

51
 La novela corta en el siglo X V I I
divertirse durante u n viaje {Jornadas alegres, una de las novelas intercaladas
en La Garduña, dos novelas de las Aventuras del Bachiller Trapaza, de
Castillo S o l ó r z a n o , y una de las de La ingeniosa Elena de Salas), etc.; las cau-
sas no se daban necesariamente separadas sino que se combinaban. E l
marco no se mantiene con absoluta v e r o s i m i l i t u d ; p o r ejemplo en los
Cigarrales de Tirso de vez en cuando se anota la forma m é t r i c a al inicio del
poema, cuando se supone que no se e s t á n consignando p o r escrito las reu-
niones. N o r m a l m e n t e el escenario era urbano, o se desarrollaba en una
q u i n t a p r ó x i m a a la ciudad, pero los personajes no eran del campo, salvo
Vigilia y Octavario de San Juan Bautista de Abarca de Bolea, cuya a c c i ó n
enmarcadora tiene lugar en las sierras de M o n c a y o y donde los personajes
son similares a los de las novelas pastoriles; aunque, como hemos visto, las
novelas p o d í a n intercalar p e q u e ñ a s escenas pastoriles.
El marco de las novelas p o d í a ser de tipo a c a d é m i c o : en las reuniones
se i m p o n í a n unas normas m á s o menos parecidas a las de las academias lite-
rarias del m o m e n t o ; se s e ñ a l a b a el organizador, la d u r a c i ó n de las sesiones,
el orden de los participantes, el lugar, etc. Castillo S o l ó r z a n o , José
Camerino, Gabriel B o c á n g e l , Lope de Vega, tal vez Lizarazu, Zayas, etc.,
fueron algunos de los escritores de novelas que asistieron a academias de
M a d r i d , Zaragoza o Barcelona ; se especula incluso con la posibilidad de
122
que algunas obras se compusieran a consecuencia de las reuniones a c a d é -
micas o precisamente para ellas' . E n todo caso, en las novelas con marco
23
a c a d é m i c o se suele subrayar esa c o n d i c i ó n ; así, Castillo S o l ó r z a n o dice, en la
Huerca de Valencia, que unos amigos se reunieron para celebrar u n «remedo»
de las academias italianas . Otras veces se fijan las condiciones, el lugar, el
124
m o m e n t o , o el orden, aunque no se hable directamente de academia.
Los personajes que intervienen, sea cual sea la causa de los festejos,
son indistintamente hombres o mujeres. Pero hay dos grupos de obras
donde se determina el sexo de los noveladores; en el p r i m e r grupo, donde
sólo narran hombres, se encuentran los textos de L i ñ á n y Verdugo (1620),
la Casa del placer honesto de Salas Barbadillo (1620) y el Teatro popular de.
Lugo y D á v i l a (1622). E n el caso de Salas Barbadillo los amigos que se r e ú -
n e n no sólo i m p o n e n leyes para las reuniones, sino que, c o m o veremos,
intentan regular toda su vida; se trata de u n sistema seguido p o r otros auto-
122. Willard F. King, Prosa novelística y academias literarias en el siglo XVII, Madrid, R A E ,
1963. Para Zayas, Kenneth Brown, «Contex i text del Vexamen d'Academia de Francesc Fontanella»,
Llengua y Literatura, 2 (1987), pp. 192-3.
123. W.F. King, Prosa novelística, pp. 61 n y 76.
124. A. Castillo Solórzano, Huerta de Valencia, Valencia, Miguel Sorolla, 1629, s. p. (Prólogo).
52
Estructura de las agrupaciones
res; así las Academias del jardín de Polo de M e d i n a consisten asimismo en
una r e u n i ó n de hombres donde se habla de cuestiones morales y se leen
poesías, aunque no novelas . E n el segundo grupo, donde sólo narran las
125
mujeres, se encuentran S o l ó r z a n o y Zayas; el p r i m e r o con Los alivios de
Casandra (1640) y La Quinta de Laura (1649); Castillo era m u y conscien-
te de lo que estaba haciendo, y en La Quinta de Laura llama la a t e n c i ó n
sobre el hecho de que haya una «junta de las D a m a s » ; Zayas, en la estela
126
de Los alivios, hace en los Desengaños amorosos (1647) que sólo novelen
mujeres, aunque en la escritora este hecho se inscribe en u n marco i d e o l ó -
gico de defensa del sexo femenino. Ya dentro de las narraciones hay t a m -
bién algunas alusiones a academias presididas por mujeres; así en las Rimas
y prosas de B o c á n g e l . Puede que las mujeres participaran en reuniones aca-
démicas, pero no hay seguridad de que las dirigieran o fundaran . 127
D e n t r o de las novelas con marco, del t i p o que fuese, hay a l g ú n otro
modelo original, c o m o el de las dirigidas a M a r c i a Leonarda p o r Lope.
La ut i l i zaci ón del marco pone de relieve el interés por la t r a n s m i s i ó n
oral de la literatura en el X V I I , a pesar de la existencia de la imprenta, y el
gusto por la sociabilidad, puesto que en las veladas los personajes se refieren
al placer que les origina estar juntos, suelen gastarse bromas, etc. Parece,
asimismo, c o m o si los escritores llegaran a sentir cierto reparo en colocar las
historias seguidas sin excusa alguna, de a h í que Tirso prometa Doce novelas
«ni hurtadas a las toscanas, n i ensartadas unas con otras como p r o c e s i ó n de
disciplinantes, sino con su argumento que lo comprehenda t o d o » . 128
Se ha s e ñ a l a d o la escasa a r t i c u l a c i ó n existente entre marco y novelas,
aduciendo las de Zayas como una e x c e p c i ó n . E n los dos libros de la escri-
129
tora bastantes elementos p e r m i t e n que se entremezclen marco y novelas;
algunos de los personajes del marco se enamoran e intentan la conquista,
lo cual no siempre consiguen, al igual que muchos de las historias; por otro
lado, en los Desengaños u n personaje del marco se convierte en protagonis-
ta de una de las novelas, y al concluir 4 mujeres entran en el convento de
125. Jacinto Polo de Medina, Academias del jardín, Madrid, a costa de Alonso Pérez, Imprenta
del Reino, 1630.
126. A. Castillo Solórzano, La Quinta de Laura, Zaragoza, Real Hospital de Nuestra Señora de
Gracia, a costa de Matías de Lizau, 1649, p. 196.
127. Gabriel Bocángel, Rimas y prosas, Madrid, por Juan González, a costa de Alonso Pérez,
1627, fs. 117r. y ss. W.F. King, Prosa novelística, pp. 54, 59n, 66 y nota. E . Rodríguez, Novela corta
marginada del siglo XVII español. Formulación y sociología en José Camerino y Andrés de Prado,
Valencia, Facultad de Filología, 1979, p. 241.
128. Tirso de Molina, Cigarrales, p. 108.
129. J . Olivares, ed. M. de Zayas, Novelas, pp. 54 y ss. A. Yllera, ed. M. de Zayas, Desengaños,
pp. 34 y ss.
53
 La novela corta en el siglo X V I I
una de las narradoras, s e g ú n dice Lisis así « m e voy a salvar de los e n g a ñ o s
de los h o m b r e s » , y ello se produce d e s p u é s de haber escuchado una serie
130
de relatos, supuestamente verdaderos, en los que las mujeres sufrían a
manos de los hombres, es decir, los objetivos iniciales se c u m p l e n ; a d e m á s ,
Lisis, protagonista del marco, habla en ocasiones como si fuera la escritora
y dice « p o r q u e si m i defensa por escrito no b a s t a » . 131
Sin embargo, no es el ú n i c o texto en el que se observa cierta cone-
x i ó n , aunque no con los mismos mecanismos de Zayas. E n las Novelas de
Lope se produce, precisamente, el caso contrario: el narrador no consigue
su objetivo y no enamora a la receptora de sus cartas . Palomo ha señala- 132
do c ó m o en los Cigarrales de Tirso no es que la historia inicial enmarque a
las d e m á s , sino que las «genera», y en Deleitar, del m i s m o autor, se p r o d u -
ce cierta u n i f i c a c i ó n entre el espacio del marco y el de las novelas interca-
ladas' . E n las Auroras de Diana de Castro y A ñ a y a se descubre t a m b i é n
33
cierta correspondencia: en el marco, D i a n a , mujer noble, se retira cerca del
Po con las damas y caballeros de su corte para reponerse de una enferme-
dad, m á s bien una m e l a n c o l í a , provocada al parecer p o r tener que elegir
marido "; en la q u i n t a del Po se van a contar historias y recitar poemas; uno
13
de los relatos se prolonga durante toda la obra y, a d e m á s , sus personajes se
integran con los del marco; en relación a esos sucesos D i a n a , como gober-
nante, debe dictar sentencia en u n caso que parece de asesinato, y cuya fal-
sedad sólo se d e s c u b r i r á al final: se mantiene de este m o d o la t e n s i ó n
durante todas las Auroras y se permite al lector comprender la habilidad de
Diana para resolver los problemas:
N o p u d o callar toda la entereza de D i a n a , dos diferentes afectos que se le
encontraron en el semblante. Piadosa la p e d í a n las desdichas de C i n t i a , y
severa la llamaban los atrevimientos de A l e j a n d r o . P ú s o l a en paz su p r u d e n -
cia, y aunque se e n t e r n e c i ó p o r compasiva, no se d e j ó vencer p o r s e ñ o r a .
135
130. M. de Zayas, Desengaños, p. 509.
131. M. de Zayas, Desengaños, p. 509, también, p. 507, etc. Sobre la identificación, S. Montesa,
Texto y contexto, pp. 368-372.
132. Jenaro Talens, «Contexto literario y real socializado. E l problema del marco narrativo en la
novela corta castellana del seiscientos», en La escritura como teatralidad. Valencia Universidad
1977, pp. 121-181.
133. María del Pilar Palomo, La novela cortesana (Forma y estructura), Barcelona, Planeta-
Universidad de Málaga, 1976, pp. 88, y 140.
¡34. La misma razón se dará en 1640 para el retiro de la protagonista del marco de Los alivios de
Casandra de Castillo Solórzano. Una breve referencia sobre las relaciones de las dos obras puede verse
en W. F. King, Prosa novelística, p. 133, nota 31.
135. P. de Castro y Añaya, Auroras, p. 67.
54
Estructura de las agrupaciones
La s o l u c i ó n final del relato intercalado va seguido por la r e c u p e r a c i ó n
de D i a n a y la vuelta a la ciudad, de manera que las alteraciones iniciales
(salud, problemas de amor, muerte) desaparecen, n i siquiera se vuelve a
hablar sobre el m a t r i m o n i o de Diana, aunque ella organiza una serie de
enlaces.
La trama del marco no es igual en todas las agrupaciones, en algunas
sirve tan sólo de v i n c u l a c i ó n entre novelas, en otras se acumulan los d i á l o -
gos hasta el p u n t o de que se convierten en m i s c e l á n e a s , como en el Para
todos de M o n t a l b á n , aunque tal vez en este caso se deba a u n i n t e n t o de evi-
tar la p r o h i b i c i ó n de publicar novelas.
Por otro lado, hay novelas sin marco narrativo: una va detrás de otra.
Pero el autor no dejaba de buscar alguna justificación explícita o a l g ú n t i p o
de o r d e n a c i ó n . Se argumentaba que se estaban dando historias verdade-
ras , o experimentando con estilos diferentes en cada novela , etc. Pérez
136 137
de M o n t a l b á n , por su parte, dedica cada una de las ocho novelas de los
Sucesos a personas diferentes y, s e g ú n Rey Hazas
lo hizo además estableciendo una nítida articulación jerárquica: primero, la
más alta dignidad nobiliaria y política, ex-virrey del Perú, el príncipe de
Esquilache; después, un famoso obispo y diplomático, fray Plácido de Tosan-
tos; en tercer lugar, un valido de Felipe I I I , Pedro de Tapia; en cuarto lugar
-nótese la importancia dada a la literatura- el más afamado escritor, su maes-
tro Lope de Vega; a continuación, el marqués de Careaga; después, un secre-
tario del Rey, Juan del Castillo; en séptima posición, su amigo y escritor el
licenciado Quintana; y, por último, un regidor de Sevilla, Antonio Domin-
go de Bobadilla . 138
T a m b i é n Alcalá y Herrera dirigió cada de sus novelas a personas dis-
tintas en 1 6 4 1 . José de la Vega parecía no conocer ese sistema, pues en
Rumbos peligrosos afumaba que era la primera vez que se hacía lo que él
efectuaba: poner u n «prólogo» a cada novela . 139
O t r a o r d e n a c i ó n sin marco siguió C é s p e d e s : c o l o c ó cada una de sus
6 novelas d e s p u é s del elogio de la ciudad e s p a ñ o l a en la que t r a n s c u r r í a la
a c c i ó n , e hizo preceder todo el conjunto por una alabanza de E s p a ñ a . Juan
de Pina juega,con asociaciones n u m é r i c a s ; en las Novelas ejemplares hay 7
historias y u n e p í l o g o , pues bien en éste alude a las 7 maravillas del m u n d o ,
136. A. Sanz del Castillo, La Mojiganga del gusto, pp. 154-155. Antonio Vital, Excesos amoro-
sos, Lisboa, [s. i.], 1681, s. p. (Dedicatoria).
137. J . de la Vega, Rumbos, s. p. (Prólogo de la 2a novela).
138. A. Rey Hazas, «Madrid», pp. 436-7.
139. J. de la Vega, Rumbos, s. p. (Prólogo a la 2' novela).
55
 La novela corta en el siglo X V I I
para pasar luego a 8 (es decir, a ñ a d e el e p í l o g o ) , de donde tal vez p o d r í a lle-
gar a 9, esto es, las Musas' ; F o r m i c h i , por su parte, cree que en estas
40
Novelas se asiste, con altibajos, a una s u c e s i ó n basada en una escala que va
de la corte al m u n d o b u r g u é s , de los p r í n c i p e s a los a s t r ó l o g o s , y del amor
considerado c o m o algo positivo a lo c o n t r a r i o ' . Luis de Guevara, en
41
Intercadencias de la calentura de amor, dice en el p r ó l o g o que presenta casos
verdaderos, pero, sobre todo, lo que hace, s e g ú n se muestra en la portada,
es alternar una historia trágica con una feliz . 142
En las colecciones se codean g é n e r o s diferentes, de m o d o que una
novela de aire m á s o menos picaresco puede convivir con otra en que el
recuerdo de los libros de aventuras sea m u y intenso.
Algunas novelas se p u b l i c a r o n exentas, como El cuerdo amante de
M i g u e l M o r e n o , o El desdeñado más firme de Meneses.
Haciendo, por ú l t i m o , u n repaso de lo que ocurre en los primeros 25
a ñ o s del siglo se observa que se h a b í a n experimentado diversos tipos de
marcos, y desde luego no predominaba el narrativo.
5.2. Poesías intercaladas
Siguiendo el camino de las novelas pastoriles las cortesanas abrieron
sus puertas a los poemas. Se trataba de mantener la a t e n c i ó n de los lectores
c o m b i n a n d o prosa y versos, aunque puede que estos se saltaran . Parecía 143
existir la tendencia a considerar los versos de novelas como si fuesen de
segunda categoría; con aparente h u m i l d a d lo a f i r m ó al menos Pérez de
M o n t a l b án en la dedicatoria de Los primos amantes, advirtiendo que los
poemas «he puesto como para novelas, dejando otros de m á s ingenio y
estudio, por no venir tan a p r o p ó s i t o » . 144
C o n todo no fue, n i m u c h o menos, una p r á c t i c a generalizada: no los
hay en C é s p e d e s , se encuentran pocos en V i t a l o en C a m e r i n o , y faltan en
las narraciones, no en el marco, de Noches de placer de Castillo S o l ó r z a n o ,
por poner sólo algunos casos.
140. J. de Pina, Novelas, p. 229.
141. G. Formichi, «he Novelas», pp. 122, 138, etc.
142. B. Ripoll, La novela barroca, p. 87.
143. Lope de Vega, Novelas, pp. 42 y 174. Algo similar en T. Fernández Sánchez y L . Vázquez,
«Inéditos tirsianos», p. 766.
144. J . Pérez de Montalbán, Sucesos, p. 261.
56
Estructura de las agrupaciones
Las composiciones de las novelas cortesanas fueron copiadas a veces
en otros textos y atribuidas a autores diferentes; así u n romance de Castillo
Solórzano de Tardes entretenidas p a s ó a u n manuscrito con poemas de
Baltasar de A l c á z a r . 145
Las poesías p o d í a n ser obra de los propios autores, bien compuestas
para la o c a s i ó n , bien tomadas de otros textos suyos; así Zayas reutilizó unos
versos de su comedia, La traición en la amistad . Pero hay poemas que
14fi
proceden de otros escritores, no siempre reconocidos. La i n t r o d u c c i ó n de
poemas ajenos puede ser u n homenaje a u n poeta o a unos versos conoci-
dos, o a u n amigo; y con las vagas alusiones a que los versos son de u n
«ingenio de esta corte» se q u e r í a aparentar h u m i l d a d , pero t a m b i é n se u t i -
lizó para ocultar que se estaba copiando.
H a y poemas que se conservan con el epígrafe de «para una novela»,
como algunos de Sor M a r í a de Santa Isabel (Marcia Belisarda), sin que en
m i caso haya p o d i d o localizar los textos en los que se iban a incorporar . 147
En los Sucesos de M o n t a l b á n se incluye u n romance que la critica ha atri-
buido a L o p e . Pina cita versos de Garcilaso, al que n o m b r a , y de
148
G ó n g o r a , al que llama, sin decir q u i é n es, «sutil p o e t a » ; reproduce t a m b i é n
unos versos que considera e r r ó n e a m e n t e de Pedro L i ñ á n . Salas da dos149
versos de u n romance de G ó n g o r a , de memoria, por lo que parece, y sin
referirse al autor . Carvajal introduce en las Navidades varios poemas de
150
José Navarro, sin d e c i r l o . José de la Vega, en cambio, sí explicita la pater-
151
nidad de los versos de una de sus novelas, afirmando que son de:
m i grande amigo, el insigne c a p i t á n d o n M i g u e l de Barrios, a q u i e n s u p l i q u é
me adornase c o n sus flores, los asumptos bosquejos que le d i para ellos' . 51
145. José Lara Garrido, «El Rosal, Cancionero epigramático de Rodrigo Fernández de Ribera:
edición y estudio del ms. 17.524 de la Biblioteca Nacional de Madrid (con algunos excursos sobre pro-
blemas de transmisión y edición de las poesías de Baltasar de Alcázar», Voz y Letra, 3,2 (1992), p. 43n.
146. Puede verse la obra en Women's Acts. Plays by Women Dramatists of Spanish Colclen Age
(ed. Teresa Scott Soufas), Lexington, University Press of Kentucky, 1997, pp. 278-308.
147. Manuel Serrano y Sanz, Apuntes para una biblioteca de autoras españolas, Madrid, Atlas,
1975 [1903], II (Segunda Parte), pp. 371 y 374, y en J . Olivares y Elizabeth S. Boyce, Tras el espejo
la musa escribe, Madrid, Siglo X X I , 1993, pp. 331, 334-5 y 338-9.
148. J. Pérez de Montalbán, Sucesos, pp. 70-3.
149. J. de Pina, Novelas, pp. 96 y 73. Sobre la equivocación con Liñán, E . García de Dini, ed. J .
de Pina, Novelas, p. 232, nota 8.
150. Alonso Jerónimo de Salas Barbadillo, Casa del placer honesto, Barcelona, Sebastián de
Cormellas, 1624, f. 38v. Se trata de «Murmuraban los rocines», aunque Salas cambia el segundo verso;
relaciona Salas y Góngora, Antonio Carreira, ed. Luis de Góngora, Romances, Barcelona, Quaderns
Crema, 1998, I, p. 593, nota 16.
151. Isabel Colón, «Sobre un plagio de Mariana de Carvajal», Dicenda, 18 (2000).
152. J. de la Vega, Rumbos, s. p. (Prólogo al lector de la primera novela). Hay otros autores que
incluyeron versos de autores conocidos, así lo hizo Lugo y Dávila, etc.
57
 La novela corta en el siglo X V I I
A s i m i s m o en los Cigarrales se advierte que una fábula m i t o l ó g i c a , que
se incluye, es de fray P l á c i d o de A g u i l a r . A m é n de las referencias o m e n -
153
ciones de poetas de la é p o c a , se integran en las novelas alusiones a r o m a n -
ces, versos de M e n a y de M a n r i q u e , de autores clásicos y extranjeros
( O v i d i o , Ariosto, etc.).
E n el interior de las novelas se hace a l u s i ó n a las academias, o se orga-
nizan algunas, en ocasiones para burlarse de las a u t é n t i c a s , como hace
Castillo en El culto graduado de Tardes entretenidas; en otra historia, Fábula
de las bodas de Manzanares {Jornadas alegres), Castillo enumera a los poetas
que forman parte de una academia, probablemente i n t r o d u c i é n d o s e a sí
m i s m o como « C a s t a l i o » .154
Ya hemos visto c ó m o algunos de los textos incluidos en las novelas
p o d í a n proceder de academias reales. Asimismo los poemas p o d r í a n haberse
presentado en c e r t á m e n e s o justas poéticas, al menos así lo dicen los persona-
jes del marco de las Novelas de Zayas a p r o p ó s i t o de los dedicados a la pulga' .
E n cuanto a ios temas y los g é n e r o s , abundan las poesías amorosas,
pero t a m b i é n hay sátiras, enigmas {Tardes de S o l ó r z a n o ) , poemas burlescos,
entre ellos fábulas m i t o l ó g i c a s , como en Castillo S o l ó r z a n o y M a r i a n a de
Carvajal, etc. L a prosa novelística se v i o a c o m p a ñ a d a , en lo concerniente a
las formas m é t r i c a s , fundamentalmente p o r romances y sonetos, aunque no
faltaron d é c i m a s , canciones petrarquistas, octavas reales, tercetos encadena-
dos, etc.; destaca la variada versificación en algunas novelas, por ejemplo en
los Cigarrales de Tirso, o en la Vigilia de Abarca de Bolea. N o siempre los
autores eran m u y duchos en distinguir formas m é t r i c a s , p o r ejemplo, el que
escribió la novela manuscrita A lo que el amor obliga le da a u n romance el
calificativo de soneto . 156
Desde el p u n t o de vista estructural los poemas suelen servir para
recalcar a l g ú n aspecto de la trama, m á s que para iniciarla; con t o d o , en
raras ocasiones crean cierta intriga, como en las novelas que comienzan in
media res por una c o m p o s i c i ó n : Tarde llega el desengaño de Zayas y La
Patrona de las Musas de T i r s o . 157
153. Tirso de Molina, Cigarrales, p. 260; para una posible atribución, L . Vázquez Fernández, ed.
Tirso de Molina, Cigarrales, p. 435, nota 1003.
154. A. Castillo Solórzano, Jornadas alegres, Madrid, Juan González, a costa de Alonso Pérez,
1626, fs. 206r. y ss.; para la identificación, W. F. King, Prosa novelística, pp. 153n y 162. Para la poe-
sía amorosa, Jeremy Robbins, Lave Poetry of the Litera/y Academies in the reigns of Philip IV and
Charles II, London, Tamesis, 1997.
155. M. de Zayas, Novelas, p. 371.
156. Ms. 8.433, f.72Ra (indicación a lápiz).
157. M. de Zayas, Desengaños, p. 231; Tirso de Molina, Deleitar, f. 4v.
58
Estructura de las agrupaciones
5.3. Cartas y teatro
T a m b i é n en las novelas se insertaron cartas, constituyendo el marco,
como hemos visto en las de Lope, y sobre t o d o en el interior de las narra-
ciones; se c o n t i n ú a así la larga serie de obras que les daban cabida, fuesen
los libros de caballerías o los sentimentales. L a p r á c t i c a epistolar, ficticia o
verdadera, era tan c o m ú n que u n personaje de La villana de Pinto de
M o n t a l b á n cita en u n m o n ó l o g o u n fragmento de una de las cartas de
Guevara . Y, desde una fecha relativamente temprana, p u d i e r o n utilizarse
158
en la realidad como modelo para escribir misivas, al menos así lo afirmaba
Rodrigo Espinosa de Santayana en 1 5 7 8 . 159
H a y alusiones a la materialidad de las misivas, sobre su l o n g i t u d , la 160
letra, como dice u n personaje de La fantasma de Valencia:
E n gracia me c a y ó la b a c h i l l e r í a del papel c o n las amonestaciones en orden a
55
m i r e f o r m a c i ó n , sospechando de su buena nota que no era de criada c o m o
en él d e c í a [ . . . ] .
1 6 1
Las cartas se pueden romper, así para la mujer es una manera de mos-
trar su disgusto a que u n h o m b r e se atreva a manifestarle f u amor por escri-
to .
162
A veces se consigna el destinatario y van firmadas; pero no siempre,
pues precisamente en la o c u l t a c i ó n del remitente residía la intriga, como en
la citada novela de Castillo, La fantasma de Valencia. Puede suceder t a m -
bién que se i n d i q u e la fecha y el lugar, al igual que en las cartas verdaderas.
Tanto hombres c o m o mujeres se ocuparon intensamente de escribir cartas,
actividad la de éstas ú l t i m a s que en la realidad no era m u y bien vista, s e g ú n
dice Zabaleta, que de f o r m a general expresa sus dudas sobre las ventajas de
e n s e ñ a r a escribir a las mujeres . 163
158. L . Giuliani, ed. J . Pérez de Montalbán, Sucesos, p. 204, nota 204.
159. Se trata del Arte de retórica; dada la dificultad para encontrar el texto recojo la cita de
Domingo Ynduráin, «Las cartas en prosa», en Academia Literaria Renacentista (ed. Víctor García de
la Concha), 5 (1988), p. 76, nota 39.
160. Se resalta, por ejemplo, la brevedad en Pachecos y Palomeques, en Gonzalo de Céspedes,
Historias peregrinas y ejemplares (ed. Yves-René Fonquerne), Madrid, Castalia, 1970, p. 256. Tirso
diferencia entre «carta» y el más corto «papel», Tirso de Molina, Cigarrales, pp. 174 y 177.
161. A. Castillo Solórzano, Tardes, p. 97.
162. Así La industria vence desdenes, en M. de Carvajal, Navidades, p. 150; un caso similar en
La mayor confusión, en J. Pérez de Montalbán, Sucesos, p. 154, etc. También en M. de Cervantes, Don
Quijote, p. 330 (I, 31).
163. Juan de Zabaleta, Día de fiesta por ¡a mañana y por la tarde (ed. Cristóbal Cuevas García),
Madrid, Castalia, 1983, p. 131. También, J. Pérez de Montalbán, Sucesos, p. 264.
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La novela corta en el siglo X V I I Estructura de las agrupaciones

C o m o o c u r r í a con los poemas, suelen ser la m a y o r í a de amor, aunque ponderar así su irrealidad . El teatro, a d e m á s , p r o p o r c i o n ó argumentos a
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a veces aparecen cartas donde se i n d i c a n ciertos acontecimientos descono-
cidos por el receptor, incluso para burlarse de él; hay cartas que se envían
los amigos para intercambiarse noticias, o se c o m u n i c a n en ellas asuntos
tan graves como el incesto (La mayor confusión de Pérez de M o n t a l b á n ) . N o
la novela: La Entretenida de Cervantes sirvió de base para La duquesa de
Normandía, de las Novelas de Pina; las Fortunas de la Duquesa de Milán
Leonor Esforcia, de Varias fortunas de Pina, procede, s e g ú n F o r m i c h i , de La
hermosa fea de L o p e ; en algunas escenas de las novelas se encuentran c o n -
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siempre se ofrece el texto de la carta, a m e n u d o las no amorosas se resumen comitancias con las del teatro, delatando así u n p r é s t a m o m á s o menos
(avisos de nacimientos, de incorporarse a determinado puesto, etc.). directo.
En cuanto al teatro se alude con cierta frecuencia a representaciones
durante los festejos del marco, efectuadas por los nobles asistentes a los
saraos (sólo hombres en Fiestas del jardín de Castillo, hombres y mujeres en
los Cigarrales), o p o r ios criados (Desengaños de Zayas); resulta de gran inte-
rés que incluso en alguna o c a s i ó n sea una c o m p a ñ í a de teatro establecida la
que acuda a una casa particular . E n todo caso nos encontramos con dos
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tipos de teatro, aquel que se aproxima al palaciego por los medios de que
dispone, y el que p o d r í a m o s llamar d o m é s t i c o , de m e n o r aparato.
C o m o en el caso de las epístolas hay obras de teatro citadas, pero
cuyo texto no leemos, aunque se puede dar alguna i n d i c a c i ó n sobre la
r e p r e s e n t a c i ó n . Otras veces, c o m o en las Novelas de Pina, se incluye una
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comedia encera, o una pieza, parateatral, c o m o u n «Baile pastoril al naci-

m i e n t o » en Abarca de Bolea . Destaca t a m b i é n Castillo S o l ó r z a n o , s e g ú n
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ha estudiado F e r n á n d e z N i e t o , que introduce obras teatrales en sus recopi-

laciones novelísticas, como la comedia La torre de Florisbella, que forma
parte del marco de Sala de recreación, pero a veces sin a r t i c u l a c i ó n alguna,
sólo para completar el v o l u m e n , al igual que Lozano. Tirso, por su parte,
en los Cigarrales de Toledo, incorpora 3 comedias, hace referencia a las pie-
zas menores que las a c o m p a ñ a b a n e incluye una loa completa.
E n cuanto a los g é n e r o s d r a m á t i c o s encontramos sobre todo come-
dias, pero t a m b i é n entremeses (Castillo S o l ó r z a n o ) o autos sacramentales
(Deleitar de Tirso).
La i n s e r c i ó n de obras de teatro revela la afición p o r este g é n e r o en el
X V I I . Pero h u b o otros factores, al margen de la p u b l i c a c i ó n conjunta, que
los relacionaron. Son bastante frecuentes las comparaciones por parte del
narrador entre los acontecimientos de la novela y los de la comedia, para

164. A. Castillo Solórzano, Huerta, p. 276.

165. M. de Carvajal, Navidades, p. 37.
¡66. J. de Pina, Amar y disimular en Novelas, p. 130 y ss. En realidad la novela apenas si ocupa
las dos páginas precedentes. Ana Francisca Abarca de Bolea, Vigilia y Octavario de San Juan Bautista 167. J . de Pina, Novelas, p. 209.
(ed. María Angeles Campo Guirai), Huesca, Instituto de Estudios Altoaragoneses, 1993, pp. 183-6. 168. G . Formichi, «Le Novelas», pp. 142 y 111-2.

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