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Servíos por amor los Unos a los Otros

Gálatas 5:13

Introducción.

A. La libertad. Gál. 5:13, "Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados;


solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor
los unos a los otros". La libertad en Cristo es una gran bendición de Dios, pero hay
peligro de abusar de la libertad. Los judíos fueron librados de la ley de Moisés por el
evangelio, pero no quedaron libres para hacer lo que quisieran.

B. En este texto Pablo promueve las relaciones hermanables, como observamos en los
siguientes versículos. "Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a
tu prójimo como a ti mismo. Pero si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad que
también no os consumáis unos a otros" (v. 14,15).

I. "A Libertad Fuisteis Llamados"

A. La ley no ofreció libertad (Gál. 3:22), sino que les llevó a Cristo (3:24). Cristo
cumplió la ley en todo sentido. Cumplió su requisito en cuanto al sacrificio requerido
por el pecado (Isa. 53:10; 2 Cor. 5:21) y, por eso, nos ofrece libertad (5:1).

B. No libres para pecar. Compárese Rom. 6:1-4. Dios nos ofrece gracia, pero hay
peligro de recibir en vano esta gracia (2 Cor. 6:1). También nos ofrece libertad, pero
se nos exhorta a no usar la libertad como ocasión para la carne. No somos libres para
pecar, sino que debemos llegar a ser siervos los unos de los otros, constreñidos por
el amor (v. 14).

C. No libres de toda esclavitud. Rom. 1:1, "Pablo, siervo de Jesucristo". Rom. 6:18,
"y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia". Asimismo somos
siervos unos de otros. Los que no aprenden esto no entienden la libertad en Cristo.

D. No libres de responsabilidad. Somos libres, pero al mismo tiempo tenemos res-


ponsabilidades serias unos para con otros. Tenemos obligaciones. La ley de Cristo --
la perfecta ley de libertad, Sant. 1:25; 2:12 -- nos obliga a servir a Dios con amor y
es imposible amar a Dios si no nos amamos unos a otros (1 Juan 4:20).

E. Dar la vida al Señor significa, pues, dar la vida en servicio a otros. Obsérvese
que en Gál. 5 Pablo usa la expresión "unos a otros" cinco veces (v. 13,15,26). Si no
aprendemos lo que significa vivir en paz con hermanos en Cristo, y si no
aprendemos a servir los unos a los otros, esto indica que no hemos aprendido el
segundo mandamiento (v. 14, Mateo 22:39), y también indica que no somos libres.
II. Libres del Dominio de la Carne.

A. Lucha continua. Hay una lucha continua entre la carne y el Espíritu. "Porque el
deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se
oponen entre sí" (v. 17). Hay una lista de las obras de la carne en los v. 19 -21, y hay
una lista del fruto del Espíritu en los v. 22,23.

C. No libres. Si es así, no somos libres, sino que al contrario, todavía somos


esclavos de la carne. Los hermanos carnales simplemente no aprenden a ser niños
dóciles (Mat. 18:3,4). Tienen más alto concepto de sí que el que deben tener (Rom.
12:3) y menosprecian a sus hermanos. Con corazones amargados viven quejándose
contra sus hermanos (Sant. 5:9). No quieren ser pacificadores Mat. 5:9) porque no
son "pobres en espíritu" (Mat. 5:3). Los tales todavía son es-clavos de sus propias
pasiones carnales. Prometen libertad a otros pero todavía son esclavos de la carne
ellos mismos (2 Ped. 2:19). Es indispensable, pues, librarnos de la carne, sus
pasiones y obras.

D. Manifiestas al mundo. Los del mundo nos observan. Jesús pidió al Padre, "para
que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno
en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste" (Jn. 17:21). Los mundanos
observan los problemas entre hermanos ("enemistades, pleitos, celos, iras,
contiendas, disensiones, herejías, envidias") y hacen burla de nosotros. "Un
mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que
también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si
tuviereis amor los unos con los otros" (Jn. 13:34,35). Por el otro lado, si los hermanos
se muerden y se comen unos a otros los del mundo sabrán que no somos los dis-
cípulos de Cristo y, por consiguiente, que no somos la iglesia de Cristo.

III. ¿Los del Mundo no Sirven Unos a Otros?

A. Por interés. Los del mundo también sirven el uno al otro, pero ¿con qué
propósito? ¿Son movidos por el amor?

Los propietarios, comerciantes, etc. del mundo sirven unos a otros, pero por in terés
del dinero, del poder y de la influencia.

B. "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y
sígame"; es decir, los discípulos no son movidos y motivados por el egoísmo,
sino por un verdadero espíritu de servicio. Saben que ésta es la única grandeza
(Mateo 20:25-28).

C. Para salvación y edificación. El cristiano sirve, pues, con el propósito de salvar


almas y para confirmarlas en la fe (edificarlas). Sirve siempre con el propósito firme
de salvarse a sí mismo y a los que le oyen (1 Tim. 4:16).

IV. ¿Qué Puedo Hacer?


A. La casa de Estéfanas. ¿Qué hizo la casa de Estéfanas? "Hermanos, ya sabéis que
la familia de Estéfanas .. ellos se han dedicado al servicio de los santos. Os ruego
que os sujetéis (imitéis) a personas como ellos, y a todos los que ayudan y tra bajan"
(1 Cor. 16:15,16). No preguntaron "¿qué haremos?" y no esperaron hasta que
alguien les señalara algún trabajo qué hacer. Ellos solos se dedicaron sin ser em -
pujados a trabajar. No se quejaban diciendo, "no nos dan trabajo que hacer en la
iglesia".

C. Hay mucho que hacer. Si ministramos a los discípulos de Jesús, ministramos a El


(Mateo 25:35-40). Siempre hay hermanos enfermos y pobres y necesitados. Hay
hermanos nuevos, hermanos débiles, hermanos con problemas. Hay muchos textos
que hablan de la necesidad de practicar la hospitalidad (Rom. 12:13; 1 Ped. 4:9,
etc.). El mundo está lleno de inconversos y la mayoría de ellos nunca han escuchado
el evangelio. Los miembros que pueden asistir a las reuniones de la iglesia también
pueden visitar, invitar, repartir folletos, usar el teléfono, escribir, etc. Hay un sinfín
de medios de servir "si primero hay la voluntad dispuesta".

D. El amor es activo. El amor es conocido solamente por sus acciones. Dios amó, Dios
dio. Cristo amó, Cristo dio. El amor siempre es visible, es evidente. La persona que busca
la verdadera libertad en Cristo y la verdadera libertad sobre la carne no es egoísta, no sirve
por interés, sino que con abnegación de sí y con buena voluntad busca el bienestar físico
y espiritual de otros.

E. Lleva el fruto del Espíritu. No sola-mente sirve, sino lo hace demostrando el fruto del
Espíritu. Está "lleno del Espíritu" (Efes. 5:18) y todos pueden observarlo. Es movido
por el amor. Hace todo con gozo y lo exhibe en su actitud, en su habla y en su servicio.
Busca la paz con todos (Rom. 12:18); es un "pacificador". No trata de apaciguar o aplacar
al pecador. No se compromete con el pecado y el error, sino que enseña y practica el
evangelio de paz.

Usa de paciencia porque tiene plena confianza en la palabra como simiente que producirá
fruto en su tiempo. No simplemente aguanta y tolera, sino que soporta a sus hermanos y
persevera a pesar de la ingratitud de otros. Es benigno y bondadoso como el buen
samaritano, como Dorcas, como Bernabé, y siempre fiel, leal, confiable y responsable. Su
mansedumbre (gentileza) es obvia a todos (Fil. 4:5) y practica el dominio propio en todo
y para con todos. Si este fruto no es evidente, si no se puede observar en nosotros,
entonces no existe. No se trata de cualidades escondidas.
Se rata d cambiar con amor a un mundo que vsufre en el vacio de Dios

La naturaleza íntima de la Iglesia se expresa, de esa forma, en una triple tarea: anuncio de la
Palabra de Dios (kerygma-martyria), celebración de los sacramentos (leiturgia), servicio de la
caridad (diakonia). Son tareas en las que una presupone las otras y no pueden separarse entre sí.

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En efecto, la señal visible que el cristiano puede mostrar para testimoniar el amor de Dios al
mundo y a los demás, a su familia, es el amor por los hermanos. El mandamiento del amor a Dios y
al prójimo es el primero no porque está encima del elenco de los mandamientos. Jesús no lo
coloca en el vértice, sino al centro, porque es el corazón desde el cual debe partir todo y hacia
donde todo debe regresar y servir de referencia.

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