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2 Véase esp. Volpi (1984), Sadler (1996) y ahora también Agnello (2006), cuya investigación
se centra, especialmente, en los aspectos vinculados con el lenguaje y la verdad.
3 Así, especialmente, los influyentes estudios de Pöggeler (1990), cuya primera edición data de
tiples significados, apuntando a identificar aquel significado básico que los uni-
fica.4
Una segunda constatación que también resulta un tanto sorprendente, cuan-
do se la contrasta con lo que a primera vista sugeriría la referencia autobiográfi-
ca de H., concierne al hecho de que en la fase final de gestación de SZ la inten-
sa ocupación con el pensamiento de Aristóteles no tiene como punto de refe-
rencia básico la concepción ontológica presentada en Metafísica, sino, más bien,
la concepción de la praxis de Ética a Nicómaco. Por cierto, también en este caso
Gadamer había provisto ya claras indicaciones, al señalar la fundamental impor-
tancia que adquiría en la aproximación heideggeriana a Aristóteles la doctrina de
las virtudes dianoéticas y, en particular, la concepción de la phrónesis, desarrolla-
da en el libro VI de dicha obra.5 Pero recién la publicación de textos como el
llamado “Natorp Bericht” de 1922 (cf. Natorp), que debe buena parte de su fa-
ma precisamente a las referencias del propio Gadamer,6 la lección sobre Aristó-
teles del semestre de invierno 1921/22 (cf. Aristoteles A) y, especialmente, la lec-
ción sobre el Sofista de Platón del semestre de invierno 1924/25 (cf. Sophistes),
permitió alcanzar una idea más acabada del cuadro sistemático general en el que
quedaba inserta la sorprendente y osada recepción de Aristóteles practicada por
H. en esos años. Tan decisiva parece haber sido la influencia que dicha concep-
ción de la praxis ejerció sobre el proyecto filosófico de H. que Franco Volpi ha
podido proponer, en un influyente ensayo, la provocativa y fecunda hipótesis
referida a la conveniencia hermenéutica de leer el modelo teórico presentado en
SZ como una suerte de “traducción conceptual”, de carácter fuertemente onto-
4 Se trata, por cierto, de un abandono transitorio, pues en la lección sobre lógica del semestre
6 Para una muy buena discusión de conjunto de la concepción presentada en el “Natorp Be-
ca de la phrónesis como héxis alethès metà lógou praktikè perì tà anthrópo(i) agathá en 1140b5, a saber:
“un estar-situado por parte del existente humano (ein solches Gestelltsein des menschlichen Daseins) de
tal índole, que éste dispone de la transparencia respecto de sí mismo (die Durchsichtigkeit seiner
selbst)”. Como se ve, el énfasis recae en el carácter de verdad que Aristóteles vincula con la phrónesis
como héxis, que, en consonancia con su habitual insistencia en el carácter esencialmente manifes-
tativo de la noción griega de verdad, y teniendo en cuenta el aspecto irreductible de auto-referen-
cialidad que Aristóteles adscribe a la phrónesis, H. comprende en términos de transparencia del Da-
sein respecto de su propio ser.
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tencial en Sein und Zeit, sobre todo, en lo que concierne a la conexión estructural
entre el Verstehen y el “más propio poder ser” (das eigenste Seinkönnen) del Dasein,
tal como H. la elabora en el tratamiento de la “cura” (Sorge) como ser del Dasein
(cf. SZ esp. §§ 41-42). En el proyectarse anticipativo propio del Verstehen, en
virtud del cual el Dasein se comprende a partir de sus posibilidades fácticamente
determinadas, le va al Dasein su propio ser total (cf. SZ § 41, p. 192; veáse tam-
bién § 9, p. 42). En tal sentido, considerada ontológicamente a partir de su fun-
damento en la estructura misma de la “cura”, la perfectio del hombre consiste en
su llegar a ser aquello que puede ser, en y a través de su (proyectivo) “ser libre”
para sus más propias posibilidades.10
Sobre esta base, no resulta sino natural que en la lección de 1924/25 H. vin-
cule de modo expreso la caracterización aristotélica de la phrónesis como disposi-
ción verdadera referida al propio ser del Dasein, en tanto éste puede llegar a ser lo
que precisamente es, con la temática concerniente a lo que en Sein und Zeit se
denomina la “verdad de la existencia” (Wahrheit der Existenz) (cf. SZ § 44 b), p.
221). Como es sabido, esta noción está, a su vez, estrechamente conectada, des-
de el punto de vista sistemático, con el posterior tratamiento del “poder ser
propio” del Dasein (eigentliches Seinkönnen), a partir de los momentos estructurales
del “ser para (vuelto hacia) la muerte” (Sein zum Tode) y el “llamado de la con-
ciencia” (Ruf des Gewissens) (cf. SZ §§ 49-53 y 54-60, respectivamente). Pues
bien, en la lección de 1924/25 H. enfatiza fuertemente el hecho de que la co-
rrespondencia con el ser total del Dasein que hace posible la phrónesis, como
modo fundamental de su “ser descubridor”, referido a su propio ser, tiene lugar
en una constante lucha contra la tendencia al ocultamiento (Verdeckungstendenz)
del propio ser que anida en el Dasein mismo, y que se expresa en el permanente
peligro del “echarse a perder” (diaphtheírein) y el “desviarse” (diastréphein) del más
propio poder ser, tal como ello acontece, según señala Aristóteles en 1140b13-
18, allí donde, por ejemplo, el placer y el dolor producen la desactivación del
juicio del propio agente respecto de lo que considera mejor para sí mismo (cf.
Sophistes § 8 b), p. 51 ss.).
Lo que a H. le interesa en esta constatación aristotélica, presente ya de otro
modo en Platón, no es tanto la referencia al potencial influjo distorsivo sobre el
mejor juicio del agente que poseen fuerzas motivacionales como el placer y el
dolor, sino, más bien, el hecho de que la tendencia a la distorsión y el oculta-
miento del más propio poder ser está enraizada ya, como tal, en el propio ser
del Dasein, de modo que no puede ser explicada, en su origen y en su despliegue
efectivo, meramente por referencia al influjo de factores que operan causalmen-
10 Cf. SZ § 42, p. 199: “La perfectio del hombre, el llegar a ser aquello que él puede ser en su ser
libre para sus más propias posibilidades (in seinem Freisein für seine eigensten Möglichkeiten) (el proyec-
to [Entwurf]), es una ‘prestación’ (“Leistung”) de la ‘cura’ (“Sorge”)”.
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dida ésta en el sentido preciso del obrar en cada instante, y siempre de nuevo, a
partir de la correspondiente “resolución” (cf. p. 189).
Mientras que el desarrollo de una héxis vinculada con el uso meramente teó-
rico del intelecto, como la epistéme, trae consigo necesariamente el momento de
la apropiación de una cierta cantidad de contenidos concretos de conocimiento,
en el caso de la téchne, como disposición habitual referida a la poíesis, y de la phró-
nesis, como disposición habitual referida a la prâxis, la situación es diferente: en
ambos casos lo que está en el primer plano no es la simple apropiación de un
determinado material, sino, más bien, la configuración del adecuado modo de tra-
to (das Wie des Umgehens) con lo que se ofrece en el correspondiente ámbito de
despliegue de dichas disposiciones habituales. Esto vale, incluso, en mayor me-
dida, para el caso de la prâxis, que, a diferencia de la poíesis, no se orienta hacia
un resultado exterior al obrar mismo. En el caso de la prâxis, el adecuado modo
de trato sólo puede adquirirse haciendo que el agente esté debidamente “prepa-
rado (gefaßt)” para cada situación y cada “instante” particular (für jeden Augen-
blick), lo cual no consiste tanto en el dominio de una determinada rutina, cuan-
to, más bien, en el “mantenerse libre” (Sichfreihalten) para lo particular e irrepeti-
ble de la situación (cf. p. 190). En ello reside la capacidad de dar con el término
medio, que Aristóteles señala como propia del obrar orientado por la phrónesis.
Lo peculiar y distintivo de dicho obrar –que es también lo que lo hace raro e in-
frecuente11– reside, a juicio de H., en la capacidad de capturar el instante como
un todo (als Ganzes), es decir, en su irrepetible concreción y particularidad (cf. §
17 c), p. 191).
Parece suficientemente claro que, con este énfasis en el momento esencial-
mente activo y ejecutivo contenido en la noción de “repetición”, H. apunta a un
aspecto que puede ser fácilmente pasado por alto, cuando se considera la con-
cepción aristotélica de la virtud como un hábito. Puede decirse, en efecto, que la
concepción de Aristóteles apunta aquí, a la vez, a dos aspectos opuestos, pero
complementarios: por una parte, a la imprescindible función de descarga de la
deliberación expresa que desempeñan los procesos de habituación y la forma-
ción de disposiciones habituales consolidadas; por otra, al hecho estructural de
que la cualidad propiamente moral del acto virtuoso, en tanto remite a la inter-
vención de la phrónesis, como facultad que hace posible hallar el adecuado térmi-
no medio en y con respecto a la situación particular y concreta de acción, no
puede ser nunca garantizada por un proceso de simple mecanización, que ame-
naza con degenerar inmediatamente en lo contrario de lo que una actitud atenta
11 H. remite aquí a Ética a Nicómaco II 9, 1109a26-30, donde Aristóteles explica que producir
12 Para algunas observaciones sobre este aspecto en la concepción aristotélica, me permito re-
mitir a la discusión en Vigo (1996) p. 219-233.
13 Para la influencia de la kairología cristiana en el pensamiento temprano de H., con especial
referencia también a Kierkegaard, véase Pöggeler (1989) esp. 61-74. Para el caso del “instante”
(Augenblick), véase la referencia expresa a Kierkegaard en SZ §68 a), p. 338 nota 1. Dentro de este
contexto, la importancia de la temprana confrontación con el problema del sentido de la existen-
cia cristiana, a partir de la interpretación de las cartas de San Pablo, no puede ser exagerada (véase
PhR §§ 23-33; para el kairós, en conexión con el motivo de la parousía, en el sentido de la “segunda
venida” de Cristo, véase esp. § 26). Para aspectos centrales en la recepción del pensamiento pauli-
no, véase ahora las buenas discusiones en von Herrmann (2007) y Roesner (2007).
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14 Gadamer, que estuvo presente en una sección de seminario en la que H. interpretó el pa-
saje referido a la imposibilidad de olvidar la phrónesis, recuerda de modo muy vívido, más de 50
años después, el momento en que al sonar el timbre que indicaba el final de la clase, y que venía
así a interrumpir un momento de concentrada reflexión sobre el texto, H. se incorporó repentina-
mente y declaró: “Señores míos, esto es la conciencia”, para abandonar en el acto la sala de clases
(véase Gadamer, EHA p. 7). Ahora bien, dado que Gadamer se refiere al año 1923, y no al año
1924, no queda claro si se trata aquí de la misma lección, aunque no tenemos ningún indicio, ni a
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anuncia siempre de nuevo. Ello no impide, sin embargo, que lo que ella pone al
descubierto (aufdeckt) pueda ser transitoriamente desfigurado (verstellen) y desac-
tivado en su eficacia (unwirksam werden) por fuerzas motivacionales como el pla-
cer y el dolor y, en general, las pasiones (cf. Sophistes § 8 c), p. 56.).
Esta notable y audaz interpretación del pasaje va, por cierto, decididamente
más allá de lo que dice el escueto texto aristotélico, y es muy probable que
apunte, además, en una dirección, cuando menos, parcialmente diferente de la
que el propio Aristóteles parece tener en vista. En efecto, H. extrae interpretati-
vamente del texto virtualidades que se vinculan de modo directo con el motivo
referido al carácter esencialmente (re)ejecutivo de la “resolución” y con la inter-
pretación de la noción aristotélica de habituación, basada en él. Por otra parte,
la interpretación así elaborada le permite a H. reconectar con la línea maestra de
su lectura de la phrónesis aristotélica, que viene dada por el énfasis en la doble
función de la phrónesis, que permite, a la vez, la transparencia del Dasein respecto
de su propio ser y la apertura de la situación de acción, en su específica y parti-
cular significatividad. Para H., ambos aspectos no son, en definitiva, más que el
anverso y el reverso de una misma medalla. Y si tal es la función que Aristóteles
asigna a la phrónesis, no resulta sino natural que H. la vea directamente conectada
con la función esencialmente desocultante que él mismo asigna a la “concien-
cia”: como lo muestra el tratamiento desarrollado en SZ, a través de su “llama-
do”, la “conciencia” le abre al Dasein la posibilidad de retrotraerse, por así decir,
a partir del estado cadente de pérdida de sí en el impersonal del “uno” (das
Man), hacia su “más propio poder ser”, que no es sino el “poder ser” de un en-
te finito y radicalmente individualizado por su relación de ser con su propia
muerte. La referencia a la radical individualización del Dasein, que en SZ se co-
partir de los textos publicados en la Gesamtausgabe, ni proveniente de otra fuente, de que H. haya
tratado el libro VI de Ética a Nicómaco en una lección diferente de la del año 1924/25. El trata-
miento sumario del mismo texto en el “Natorp Bericht” de 1922, que anticipa claramente las lí-
neas fundamentales de la lectura aleteiológica practicada en la lección de 1924/25, no contiene
todavía referencia expresa a esta conexión entre la phrónesis y el Gewissen (cf. Natorp p. 376-386).
Con todo, más allá de la probable confusión de fechas, la anécdota de Gadamer –narrada origi-
nalmente en 1985, en la intervención para un Simposio sobre “Faktizität und Geschichtlichkeit”,
realizado en Bochum (véase Dilthey-Jahrbuch 4 [1986-87], donde en p. 13-26 se reproduce la ver-
sión original del texto de Gadamer; cf. esp. p. 23)– se vio confirmada, en lo esencial, por la publi-
cación de la lección de 1924/25, aparecida en 1992. Y todo parece indicar que el verbo “gestoßen
ist”, referido a Aristóteles en el texto, refleja, por vía de una suerte de metonimia, el efecto que
experimentó el propio H. al dar con esta sorprendente interpretación del pasaje, efecto que, a su
vez, quiso transmitir de un modo parecido a sus oyentes. Teniendo en cuenta que la editora de la
lección nada indica respecto de que en el manuscrito original de H. haya algún agregado posterior
referido a la interpretación del pasaje, habría que suponer, en principio, que la escena del dramáti-
co final de clase recordado por Gadamer, si se trata efectivamente del mismo curso del año
1924/25, debió de ser el resultado de un recurso didáctico intencionado por parte de Heidegger.
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necta con el momento estructural del “en cada caso mío” (Jemeinigkeit) (cf. SZ §
9, p. 42 s.), aparece expresamente también en la lección de 1924/25, allí donde
H. intenta dar cuenta del modo en que Aristóteles concibe la relación de la phró-
nesis con el bien del propio agente de praxis. En efecto, al interpretar el pasaje
de Ética a Nicómaco VI 7, 1141a21-23, referido a la analogía del bien en cada una
de las especies de cosas, H. va tan lejos como para señalar que, considerado con
referencia al hombre particular, el bien humano (anthrópinon agathón) puede ser
uno diferente en cada caso (je ein anderes) (Sophistes § 19, p. 136). Esta tesis reco-
ge y, a la vez, radicaliza en sus connotaciones la conocida posición aristotélica,
según la cual el término medio propio de la virtud ética es siempre un término
medio “relativo a nosotros” (pròs hemâs) (cf. Ética a Nicómaco II 6, 1107a1; véase
también II 5, 1106a26-b7).
15 En lo que sigue recojo la línea de interpretación esbozada ya en los Estudios 1 y 5. Para al-
gunas observaciones generales acerca del modo en que H. trata el contraste entre la phrónesis y la
sophía, véase también Sadler (1996) p. 150-158.
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16 La defensa más sólida y completa de esta línea de interpretación se encuentra, hasta donde
ma parte de aquello que siempre puede ser de otra manera, mientras que la so-
phía queda referida a lo que está siempre presente en su identidad (was immer in
Selbigkeit gegenwärtig ist), es decir, a aquello que no puede ser de otra manera, se-
gún lo formula habitualmente Aristóteles (cf. p. 164).17
Pues bien, si ambas facilitan el acceso a los principios últimos del correspon-
diente ámbito de referencia, tanto la sophía como también la phrónesis constitu-
yen, en igualdad de condiciones, las posibilidades más altas de apertura del ente
mismo (Erschließen des Seienden selbst) (cf. p. 164), y ello ya por la sencilla razón
de que ninguna de ellas puede sustituir, sin más, a la otra, en su peculiar función
de apertura significativa. Pero mientras que la sophía constituye el modo en que
el Dasein se dispone frente al ser del mundo y al ente intramundano, en lo que
tiene de eterno e inmutable, la phrónesis, en cambio, facilita al Dasein el acceso a
su propio ser, que no tiene la forma de lo que siempre es de la misma manera (cf.
p. 164), y hace posible así, como se vio ya, la transparencia del Dasein respecto
de sí mismo. En tal sentido, puede decirse que lo mismo que llevó en la con-
cepción tradicional a la tesis de la superioridad de la sophía –que no es sino el
hecho de facilitar el acceso a los entes inmutables y eternos, concebidos como
las formas más altas del ser– es también lo que permitiría mostrar que, librada a
sí misma, dicha forma de acceso no puede hacer genuinamente transparente al
Dasein su propio ser (cf. § 24 a), p. 168). Desde este último punto de vista, ha-
bría, pues, razones decisivas para argumentar en favor de un primado de la phró-
nesis, allí donde se trata de la posibilidad de poner al descubierto el ser mismo
del Dasein. Sobre esta base, H. cree poder concluir que la tesis del primado de la
sophía no responde, en realidad, a razones vinculadas con su específica estructu-
ra interna como un modo del “ser descubridor” del Dasein, sino que debe verse,
más bien, como el reflejo de superficie de la tesis ontológica referida al primado
de lo eterno e inmutable por sobre lo temporal y contingente. En la tesis del
primado de la sophía, como forma suprema de la existencia propia del Dasein, se
patentizaría, según esto, la tendencia característica de la ontología griega a medir
el ser del Dasein a partir del “ser eterno” del mundo: el ser propio del Dasein es
concebido así como un “ser por referencia a lo eterno”, tal como éste adquiere
expresión en la máxima platónico-aristotélica que prescribe “inmortalizarse”
(athanatízein), en la medida de lo posible (cf. § 24 b), p. 170 s.; § 25 b), p. 177
ss.).
Según el diagnóstico antes comentado, el modelo tradicional de la existencia
propia se funda, pues, en la trasposición al ámbito de la ontología del Dasein de
que en su uso habitual significa tanto como “instante”: la phronesis es el Blick des Auges, el vistazo
del ojo, es decir, el Augenblick, dirigido, como tal, a la situación de acción, en su irreductible con-
creción y en su singularidad ocasional.
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una idea del ser como “constante presencia”, derivada de la ontología tradicio-
nal de las cosas, cuyo ser es pensado al modo de la Vorhandenheit. Como es sabi-
do, en SZ H. busca oponer a dicho modelo tradicional un modelo alternativo,
correspondiente a la esencial finitud del Dasein y fundado en la referencia al po-
tencial de individualización radical que albergan en sí las estructuras existen-
ciales del “ser para (vuelto hacia) la muerte” y el “llamado de la conciencia”.
Puesto que al fundar este modelo alternativo de la propiedad de la existencia H.
recurre a las premisas fundamentales de la analítica existencial, entendida como
una ontología fundamental, queda claro desde un comienzo que el verdadero
alcance de su crítica a la concepción clásica de cuño platónico-aristotélico no
consiste en un simple rechazo del intento de anclar ontológicamente la corres-
pondiente idea de la “existencia propia”: lo que H. echa en cara a la concepción
tradicional es, más bien, el haberse orientado, a la hora de establecer dicho an-
claje ontológico, en una ontología equivocada y sobresimplificada, es decir, en
una ontología de las meras cosas, que no tienen la forma de ser del Dasein (cf. §
24 b), p. 168 ss.).
Por cierto, en la elaboración del modelo alternativo de la “existencia propia”
que presenta SZ, H. no se ha orientado exclusiva ni primariamente a partir de
las fuentes griegas clásicas, las cuales proveen aquí, más bien, el frente polémico
de su propia concepción. No son Platón y Aristóteles, sino, más bien, autores
situados en la línea de la tradición cristiana y del pensamiento de la existencia,
como, por ejemplo, San Agustín y Kierkegaard, los que juegan, en este caso, un
papel mediador decisivo. Sin embargo, no es menos cierto que H. encuentra en
el propio Aristóteles elementos que señalan en la dirección a la que apunta su
propia concepción. Más concretamente, es la propia concepción aristotélica de
la vida según la phrónesis, como un modo peculiar de sabiduría (sophía) referido
estructuralmente al ámbito de las cosas humanas, la que, a juicio de H., alberga
virtualidades positivas que pueden ser desplegadas interpretativamente, en di-
rección de una concepción de la “propiedad” de la “existencia” que haga justi-
cia al ser mismo del Dasein, que la propia phrónesis, en su específica función de
apertura, hace originariamente transparente (cf. Sophistes § 19, p. 135 ss.). El de-
safío que debe enfrentar la tarea de una elucidación ontológica referida al Dasein
consiste aquí, por lo tanto, en preservar en su genuino carácter fenoménico lo
que es originariamente abierto ya en el ámbito de ejecución de la “existencia”
misma, evitando desfigurarlo y encubrirlo interpretativamente, por medio de la
transposición de categorías derivadas de ámbitos fenoménicos heterogéneos.
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