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Agua, Injusticia y Conflictos

Book · January 2012


DOI: 10.13140/2.1.4340.7045

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3 authors, including:

Rutgerd Boelens Edgar Isch


Wageningen University and CEDLA, University of Amsterdam 3 PUBLICATIONS   9 CITATIONS   
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Isch, Edgar, Rutgerd Boelens and Francisco Peña (eds.)
(2012). Agua, Injusticia y Conflictos. (295 pp.).
Cusco: IEP, CBC.
Agua, injusticia y conflictos
Serie Agua y Sociedad, 17
Sección Justicia Hídrica

© Justicia Hídrica
coordinado por Irrigation and Water Engineering Group
Universidad de Wageningen
Building 100 Droevendaalsesteeg 3a
6708 PB The Netherlands
Telf. +31 317 484190
<www. justiciahidrica.org>
© Centro de Estudios Regionales Andinos
Bartolomé de las Casas CBC
Pasaje Pampa de la Alianza 164, Cusco.
Apartado 477. Telfs.: (084) 245-656/245-415
Correo-e: cbc@apu.cbc.org.pe
Página Web: <http//www.cbc.org.pe>
© Fondo editorial PUCP
Avenida Universitaria 1801, Lima 32
Telf.: (51-1) 626 2650
Correo-e: feditor@pucp.edu.pe
© IEP Instituto de Estudios Peruanos
Horacio Urteaga 694, Lima 11
Telf. (51-1) 332-6194 / 424-4856
<www.iep.org.pe>
ISBN: 9786124121050
ISSN: 1991-8887
Impreso en Perú
Primera edición en español: Lima, marzo de 2012
1000 ejemplares
Hecho el depósito legal en la Biblioteca Nacional del Perú: 2012-12423
Coordinación general de Justicia Hídrica: Universidad de Wageningen / IWE
Editor académico de la serie: Rutgerd Boelens, Universidad de Wageningen
Corrección y diagramación: Mercedes Dioses V.
Composición de portada: Ricardo Ponce
Foto de portada: Rutgerd Boelens
Prohibida la reproducción total o parcial de las características gráficas de este libro
por cualquier medio sin permiso de los editores.

Isch López, Edgar, Rutgerd Boelens y Francisco Peña, eds.


Agua, injusticia y conflictos. Edgar Isch L., Rutgerd Boelens y Francisco Peña (eds.). Lima: Justicia
Hídrica; CBC; Fondo Editorial PUCP; IEP. (Serie Agua y Sociedad, Sección Justicia Hídrica, 2).
RECURSOS HÍDRICOS; GESTIÓN DEL AGUA, JUSTICIA, EQUIDAD, SEGURIDAD ALIMENTARIA,
ACUMULACIÓN, DESPOJO, CONFLICTOS, DERECHOS, ACCIÓN SOCIAL, MINERÍA, PAGO POR
SERVICIOS AMBIENTALES, INDUSTRIAS EXTRACTIVAS
CONTENIDO

1. Justicia hídrica: análisis y acción en contextos cambiantes...............................9


Rutgerd Boelens, Edgar Isch López, Francisco Peña
2. Justicia hídrica: una sistematización conceptual introductoria......................21
Edgar Isch López
3. Las industrias extractivas y los paisajes hídricos en transición
en los países andinos: análisis de la gobernanza de recursos
y formación de territorios en Perú.....................................................................45
Jessica Budds y Leonith Hinojosa
4. La influencia de la gran minería en Cajamarca y Apurímac, Perú:
acumulación por despojo y conflictos por el agua...........................................63
Milagros Sosa Landeo
5. Riego campesino con aguas residuales urbanas. Contaminación,
equidad y derechos de agua en México.............................................................81
Francisco Peña
6. Las demandas campesinas frente a las demandas de la ciudad
y de la industria: luchas por el agua en el páramo de Cayambe
en el Ecuador.........................................................................................................95
Rossana Manosalvas
7. Justicia hídrica: el caso de las acequias en la cuenca
del río Culebra, Colorado, Estados Unidos.................................................... 107
Gregory Hicks y Devon G. Peña
8. Mercados de agua y tecnologías de extracción:
dos casos de estudio en Nepal.......................................................................... 135
Yván Marcos López Gonzáles
9. La «guerra» por el agua en Ica, Perú: el colapso del agua subterránea....... 149
María Teresa Oré, David Bayer, Javier Chiong y Eric Rendón
10. Desarrollo en la cadena de valor del arroz y cambio en el control
de los recursos de tierra y agua en Chókwè, Mozambique.......................... 167
Gert Jan Veldwisch
11. (In)Justicia en el manejo de cuencas transfronterizas:
el caso de la cuenca del río Madera................................................................. 189
Henkjan Laats
12. Injusticia hídrica y pagos por servicios ambientales:
mirando detrás del telón en Pimampiro, Ecuador........................................ 205
Jean Carlo Rodríguez-de-Francisco y Rutgerd Boelens
13. A la orilla del río. La cultura anfibia del Bajo Sinú en Colombia:
transformación, explotación y conflicto . ...................................................... 223
Tatiana Roa Avendaño
14. Las tribus y los bosques, la gente pescadora y el río:
un repensar de la justicia hídrica en Kerala, India........................................ 237
Jyothi Krishnan y Abey George
15. Afectación del acceso al agua y reacciones mesuradas de los afectados:
ilustraciones de Bolivia..................................................................................... 249
Vladimir Cossio
16. Avanzamos en la lucha por la justicia hídrica................................................ 263
Antonio Gaybor Secaira
17. Agua, acumulación y acción local: a modo de conclusiones....................... 273
Edgar Isch López, Rutgerd Boelens y Francisco Peña

Siglas y acrónimos..................................................................................................285

Lista de autores......................................................................................................287

La alianza Justicia Hídrica....................................................................................290


Capítulo 1

Justicia hídrica: análisis y acción


en contextos cambiantes

Rutgerd Boelens, Edgar Isch y Francisco Peña

La justicia hídrica se presenta a la vez como un campo de estudio y como un


terreno sembrado por intereses, conflictos y propuestas. De esta manera, el
debate teórico no solo se enmarca en el escenario académico sino que surge
de la cercanía con la realidad concreta. Esta realidad, si se considera de ma-
nera multilateral, se muestra compleja y particular, atormentadora y preña-
da de esperanza, local y atada a las tendencias globales. Pero esas aparentes
paradojas no son más que ángulos para considerar la problemática hídrica
con una nueva perspectiva que procura dar un sentido profundamente so-
cial a la gestión de los recursos hídricos.
El temario de investigación y acción de Justicia Hídrica llena los deba-
tes políticos nacionales e internacionales por una razón importante: la dis-
tribución extremadamente desigual de los recursos hídricos es una fuente
de luchas y conflictos recurrentes. Con una demanda creciente de agua, y
muchos lugares con problemas en torno a la cantidad, calidad, oportuni-
dad y seguridad de abastecimiento de agua, las tensiones y fricciones están
aumentando rápidamente. Por lo tanto, en los países latinoamericanos, así
como en otras partes del mundo, también los derechos de agua son puntos
centrales en muchos de los conflictos locales y nacionales, en la medida en
que las escalas de la competencia y el conflicto se amplíen a dimensiones
internacionales y globales (Perreault 2005, Bennet et al. 2005; Bebbington
et al. 2010; Panfichi y Coronel 2011; De Vos et al. 2006; Veldwisch y Bolding
2011). Estas luchas por los derechos de agua no solo se refieren o se limitan
a las cuestiones de distribución de recursos materiales; los derechos de agua
en las comunidades campesinas, territorios indígenas y otros espacios de
10 R. Boelens, E. Isch y F. Peña

gestión hídrica, tienen que ver con el acceso a las instalaciones y al sistema
de agua pero también con el poder y los privilegios para controlar la toma
de decisiones sobre dicha gestión, con instituciones que reproducen la ine-
quidad en el acceso a los bienes ambientales más importantes (Boelens y
Doornbos 2001).
De manera general, el legado de la gestión pública en la región no ha
sido favorable para las organizaciones de usuarios. Desde la instalación de
las naciones-estado en América Latina, el Estado no solo ha ejercido un mo-
nopolio oficial sobre la elaboración de normas, la aplicación y solución de
conflictos relacionados con el agua, sino que también ha tratado de someter
los derechos consuetudinarios y los sistemas de gestión alternativos, forzan-
do también la organización territorial local. El sistema de gestión del agua
del Estado pone énfasis en la uniformidad y es universalista; a sus ojos la
autogestión local y sus actores son atavismos del pasado que deben quitarse.
Además, se basa en estándares supuestamente reproducibles que deberían
ser entonces replicados en todos los rincones de la sociedad del agua: el
sistema oficial es, y siempre ha sido, organizado de manera jerárquica y bu-
rocrática, basado en una red de institutos y reglas implementados de arriba
hacia abajo, siguiendo procedimientos preestablecidos, para asegurar que
los derechos y obligaciones locales correspondan a las prescripciones nacio-
nales. Al avasallar los arreglos locales, favorece también una alta inestabili-
dad social y el estallido de conflictos violentos.
En sus intentos por modernizar las culturas hídricas locales con sus
supuestamente atrasadas instituciones de control del agua, las burocracias
del agua a menudo impusieron normas tomadas de escuelas e institutos in-
ternacionales de gestión hídrica, desafiando las formas propias de los usua-
rios y colectivos locales de organizar la gestión, la producción y la identidad
del agua (Isch y Gentes 2006; Urteaga y Boelens 2006; Gelles 2000, 2010;
Boelens y Zwarteveen 2005; Sick 2008; Vera y Zwarteveen 2008; Roth et al.
2005; Bustamante 2010; Hicks y Peña 2011). Todos los sistemas de admi-
nistración de agua de riego, agua potable, y otros usos —en particular la
enorme diversidad de «repertorios de derechos y formas de justicia rebeldes
y desobedientes» de las comunidades campesinas e indígenas—, tuvieron
que ser ajustados y normalizados para facilitar el control centralizado del
gobierno (Boelens 2009). Además, este legado del desarrollo y la gobernanza
de los recursos hídricos dirigidos por el Estado, en la mayoría de los países
del continente, muestra una inversión pública en proyectos de agua que,
pese a los discursos populistas, ha sido muy sesgada hacia los sectores y
grupos de usuarios más poderosos en el uso del agua (véanse, por ejemplo,
Gaybor et al. 2008 2011; Budds 2011; Bueno de Mesquita 2011; Isch 2011;
1 | Justicia hídrica: análisis y acción en contextos cambiantes 11

Peña 2011), mientras que la corrupción y el sobregasto han sido un pilar


fundamental de los proyectos y programas de agua manejados y construi-
dos por el Estado.
Desde principios de 1990, en la mayoría de los países latinoamerica-
nos, se fue implementando una nueva política del agua, como una reacción,
con fuerte apoyo internacional y bajo las etiquetas de gestión y toma de
decisiones del agua descentralizadas y controladas por el usuario. Con fre-
cuencia, han sido los agroempresarios capitalistas, conjuntamente con las
autoridades políticas y otras elites, los que han defendido lo que ellos llaman
«modernización» a través de la retirada del Estado, que se convirtió en una
intervención estatal de nuevo tipo: que subsidia y respalda al capital inmo-
biliario, agroindustrial y de cadenas productivas globalizadas, mientras se
rechaza cualquier apoyo gubernamental a los pequeños productores, coope-
rativas, asociaciones campesinas e indígenas. Se establecieron nuevas reglas
de juego para la gestión hídrica, con nuevas normas y derechos que no fue-
ron específicos para el sistema, país o región, sino que tuvieron un alcance
internacional. La descentralización, la modernización y la privatización han
promovido nuevas modalidades de entidades públicas y una cultura políti-
ca diferente. Varias funciones, tareas y responsabilidades fueron entregadas
a órganos de gobierno local con el fin de mejorar el funcionamiento general,
la eficiencia y la transparencia del gobierno (véanse, por ejemplo, Perreault
2005; Budds 2010; Panfichi y Coronel 2011, Sosa y Zwarteveen 2011).
Esta transición, hacia una gobernanza hídrica neoliberal, promovía los
intereses del sector privado, pero contrario al discurso, la generación de
capacidades en el gobierno local fue comúnmente dejada de lado y muchas
instituciones gubernamentales locales han recibido la herencia de la tec-
nocracia y la falta de transparencia (Cremers et al. 2005). Además, la pri-
vatización usualmente no ha desmantelado el poder centralista, sino que
frecuentemente lo ha fortalecido de modos menos visibles. Y más bien,
lo que se ha hecho es destruir o pretendido desmantelar los sistemas de
propiedad colectiva; a esto se consideraría como una anomalía de la mo-
dernización (Boelens y Zwarteveen 2005). Históricamente, contrario a los
supuestos de Hardin (1968), las políticas burocráticas y privatizadoras han
probado contribuir de modo importante a la tragedia que las comunida-
des —particularmente andinas— indígenas y campesinas han tenido que
enfrentar hasta ahora. Por tanto, el recuerdo del impacto devastador de
los regímenes históricos de propiedad privada del agua sobre los sistemas
indígenas y campesinos (escasez de agua creciente, concentración de dere-
chos, intensificación de conflictos, favoritismo, socavamiento de autorida-
des, diminución de la eficiencia), combinado con evidencias similares con
12 R. Boelens, E. Isch y F. Peña

respecto a las prácticas políticas actuales de privatización, son el combusti-


ble de las enormes protestas, en muchas partes del continente, contra nue-
vas reformas de agua que son tan parecidas en contenido y efecto (Dávila y
Olazával 2006; Castro 2008; Budds 2010; Bueno de Mesquita 2011; Panfichi
y Coronel 2011).
Con el fin de responder a crecientes conflictos entre los diferentes gru-
pos de usuarios y sectores que compiten por el uso del agua, y encarar los
problemas de sobreexplotación y degradación ambiental (Zoomers 2010), y,
otra vez, para ser elegibles ante las agencias de financiamiento internacional
y ser considerados «modernos», los marcos de gobernanza del agua en la
región han adoptado y se han adaptado a las ideas y discursos de la Gestión
Integrada de los Recursos Hídricos (GIRH). Este modelo, en la práctica, se
ha revelado como un nuevo tipo de intervención territorial tecnocrático, di-
rigido por grandes intereses económicos, bajo supuestos técnico-científicos
excluyentes. Es elocuente el grado en que la aplicación de las políticas de
GIRH en muchas partes del continente (y del mundo entero) coincide con la
agenda neoliberal. En el Perú, por ejemplo, la combinación del discurso de
GIRH con la agenda neoliberal del agua se ha manifestado abiertamente en
los últimos años (véanse por ejemplo, van der Ploeg 2006; Bueno de Mes-
quita 2011; Panfichi y Coronel 2011; Sosa y Zwarteveen 2011; Oré 2011); en
el Ecuador y Bolivia, el discurso populista de los gobiernos es antineoliberal,
pero su práctica a menudo va en línea con la política neoliberal, sobre todo
en el campo temático de las industrias extractivas (véanse, por ejemplo, Beb-
bington 2010; Cossio 2011; Gaybor 2011; Urteaga 2011). En muchos países,
las políticas incluyen, entre muchas otras medidas, el abandono de tareas
públicas fundamentales (Cremers et al. 2005; Hendriks 2010; Castro Lucic
y Quiroz 2011) y la facilitación del control privado del sector del agua a tra-
vés de «Asociaciones Público-Privadas» (APP), que en la práctica excluyen a
las comunidades de ser gestores del agua, del desarrollo y de la gobernanza
del agua (Swyngedouw 2005; Bakker 2010). Mientras tanto, una vez más, la
participación y la descentralización no se entienden como la provisión de
un espacio para las instituciones y usuarios de agua locales alternativos y los
sistemas plurales de derechos, sino como la inclusión de los «beneficiarios»
locales —ya sea como «funcionarios» o «clientes»— en marcos de agua o
mercados de agua nacionales establecidos de arriba hacia abajo.
Sin embargo, las organizaciones campesinas e indígenas y las federa-
ciones de usuarios de agua, en muchos países de la región, no se quedan ca-
lladas y han protestado fuertemente contra las dimensiones neoliberales de
los proyectos legales y políticas hídricas, a las que ven como un nuevo ata-
que contra los derechos y los recursos hídricos (véanse, por ejemplo, Castro
1 | Justicia hídrica: análisis y acción en contextos cambiantes 13

2006, 2008; Guevara 2008; Gelles 2010; Sosa y Zwarteveen 2011). A través de
los años, la descentralización (y la privatización) del control del agua en los
países andinos, inspirada en las políticas neoliberales, ha tenido consecuen-
cias desfavorables para las comunidades locales, quienes ven la necesidad
de movilizarse masivamente para desafiar a las instituciones de gobernanza
de agua supuestamente participativas y descentralizadas. Nuevas alianzas
suprasistema y nuevas federaciones se están levantando para demandar y
construir activamente la participación social. Estas organizaciones se dan
cuenta de que la gran mayoría de la inversión pública en la gestión del agua
hasta el momento ha sido para el beneficio de aquellas zonas y actores que
ya eran poderosos y estaban mejor organizados. La lucha social y la movi-
lización parecen fundamentales para lograr o garantizar suficiente trans-
parencia, democracia política, justicia distributiva y respeto a los derechos
de agua de los grupos menos privilegiados. Las redes multiescalas y sus es-
trategias de alianza son críticas en la capacidad de defensa y promoción del
acceso local al agua (Zimmerer 2000; Perreault 2005; Zwarteveen et al. 2005;
de Vos et al. 2006). De hecho, como observa Swyngedouw (2004: 26-27): «el
éxito o la efectividad de las estrategias sociales y políticas para el empode-
ramiento están relacionados con las maneras en que la escala geográfica se
considera y moviliza activamente en las luchas por la resistencia o el cambio
social, político o económico». Tanto las políticas no transparentes, general-
mente encubiertas, aunque a veces explícitas de los actores dominantes (que
tratan de alinear a las comunidades usuarias dentro de sus marcos, reglas y
regulaciones o de arrebatarles sus derechos de acceso al agua), así como las
estrategias de resistencia de los grupos usuarios locales (que tratan de lograr
la localización de sus derechos de acceso y toma de decisiones relacionados
con el agua), tienen que ver fundamentalmente con la posibilidad de com-
poner patrones de escalas múltiples (Boelens et al. 2010).
La inequidad en el acceso al agua en América Latina es parte de un
proceso general de transformaciones en varios campos. Dos de ellos han
sido fundamentales: la reapropiación oligárquica de los espacios de decisión
pública y la ejecución de nuevos despojos territoriales. Luego del ciclo de
reformas agrarias que alcanzaron momentos destacados en el Cardenismo
mexicano de los años treinta, las frustradas reformas en Guatemala y Brasil
detenidas por los golpes militares, y el reparto de la tierra que realizó la
revolución cubana, hacia fines del siglo XX, América Latina experimenta las
políticas de reprivatización de la tierra. Importantes movimientos sociales
como el encabezado por el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tie-
rra en Brasil o el aglutinado en el Congreso Nacional Indígena de México,
detonado por la insurgencia neozapatista, muestran resistencias diversas
14 R. Boelens, E. Isch y F. Peña

al proceso neoliberal que cambió radicalmente la estructura agraria en los


países del subcontinente. Esta reapropiación territorial acompaña, favorece
y justifica el despojo del agua: «agua solo para la agricultura productiva»,
«agua para las industrias competitivas» o «agua a quienes la paguen en las
ciudades» son expresiones normalizadas por las agencias gubernamentales
para justificar el despojo. Actualmente, América Latina se encuentra en una
época de grandes cambios políticos y económicos, pero los ejemplos ante-
riores se repiten en múltiples países. Esta situación pone nuevos desafíos a
la investigación académica y la acción de la sociedad civil, para formular y
concretar caminos que busquen mayor justicia y equidad en la gobernanza
hídrica. El análisis comparativo e interdisciplinario, enfoque básico de los
estudios de la alianza Justicia Hídrica, es fundamental no solo para conocer
las experiencias, problemas y propuestas en otros países e incluso en otros
continentes, sino también para elevar los análisis, conclusiones y propues-
tas a un nivel enriquecido que supere los resultados y visiones particulares
(Zwarteveen y Boelens 2011).
Cuando en 2009 se reunió por primera vez la alianza internacional de
Justicia Hídrica, en la ciudad de Cusco, se procuró dar contenido y orien-
tación a un esfuerzo investigativo y de acción que parecía estar más claro
cuando se denunciaba las injusticias antes que cuando se procuraba una
definición de justicia. Como suele suceder con todo esfuerzo colectivo soli-
dario, con aquellas que, al decir de Galeano, «sirven para caminar», antes de
contar con una definición científica, se presentaba el anhelo y, junto a él, la
historia de búsqueda, acción y lucha para hacerlo realidad palpable.
Un año más tarde, en el segundo taller, los debates continuaron así
como continuarán en los años siguientes. Esto habla del proceso de cons-
trucción de un nuevo campo de estudio con rigor, al mismo tiempo que con
capacidad interpretativa y propositiva. De allí que se tenga la posibilidad
de compartir estudios con entradas desde lo teórico y otras que vienen desde
estudios de caso concretos, retroalimentándose mutuamente.
Los textos que se presentan en este libro surgen precisamente de al-
gunos de los trabajos presentados en el II Curso-Taller Internacional de
Justicia Hídrica realizado en Cusco, Perú, entre el 2 y el 13 de noviembre
de 2010, teniendo como tema convocante una pregunta tendiente a bus-
car esta conexión entre teoría y práctica: ¿Cómo analizar y comprender
los procesos de acumulación de derechos de agua y la proliferación de los
conflictos hídricos?
Como se ha argumentado arriba, el contexto internacional en el cual
se plantea este cuestionamiento se presenta extremadamente complejo en
un momento en que el neoliberalismo y, por ende, su manera de plantear
1 | Justicia hídrica: análisis y acción en contextos cambiantes 15

la gobernanza de las aguas, ha entrado en crisis. Sin poder señalar si tiene


carácter terminal o no, se expresa en cada país y localidad donde se suman
otros factores y maneras específicas de expresar los conflictos. Esto se obser-
vará en la mayoría de capítulos, los cuales se refieren a estudios de caso que
enfrentan diversas situaciones en Perú, Bolivia, Ecuador, Colombia, México,
Estados Unidos, Mozambique, India y Nepal. A ellos se antepone una re-
flexión sobre los conceptos y perspectivas de Justicia Hídrica, considerando
tres ejes centrales de análisis: acumulación de agua, conflictos y respuestas
sociales organizadas, que ha considerado los avances y propuestas desarro-
lladas anteriormente.
Los estudios de caso enfrentan de manera directa y combinada esos ejes
desde conflictos que se refieren a las diferencias en el acceso y la distribución
del agua, la priorización de usos para las industrias extractivas o agroexpor-
tadoras, el agotamiento de fuentes de aguas superficiales y subterráneas con
afectación a diversas poblaciones, los desbalances de poder en territorios
indígenas y aguas transfronterizas, los efectos de los mercados de agua y
los sistemas de pago por servicios ambientales, entre otros. De hecho, son
evidencia de la necesidad de encaminarse por la senda de análisis interdisci-
plinarios, comparativos, multiescalares y colectivos.

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Capítulo 2

Justicia hídrica:
una sistematización conceptual introductoria

Edgar Isch López

1. Introducción

Este capítulo sistematiza los conceptos y categorías de trabajo dentro de un


campo relativamente nuevo como es el de la Justicia hídrica. Para ello se
toma como punto de partida las ponencias presentadas por los investigado-
res participantes en el Encuentro Internacional de la Alianza Justicia Hídri-
ca, que se realizó en la ciudad de Cusco, Perú, entre el 23 y 27 de noviembre
de 2009. La idea principal del primer encuentro fue crear un espacio de diá-
logo e intercambio sobre los conceptos y las estrategias, la selección de los
casos, los desafíos y los aspectos administrativos y prácticos de una red de
investigación interdisciplinaria y comparativa sobre la temática central de
Justicia Hídrica: Acumulación de agua, Conflictos, y Acción de la Sociedad
Civil. El encuentro buscó formar la base conceptual y el marco estratégico
de una alianza más amplia de investigación e incidencia sobre la distribu-
ción inequitativa del acceso y de los derechos de agua entre los diferentes
grupos de usuarios y en distintas regiones del mundo.
Las exposiciones de carácter conceptual y de estudios de caso fueron
de enorme interés y generaron un importante espacio de debate que lógica-
mente no ha concluido. Por ello, tanto la sistematización de tesis fundamen-
tales planteadas en el encuentro, cuanto la incorporación de criterios del au-
tor de este capítulo, no son más que avances en un camino de construcción
teórica que va intensamente relacionada con la acción concreta referida a la
justicia hídrica y la búsqueda de estrategias de desarrollo que la garanticen.
22 E. Isch L.

Es importante constatar que el esfuerzo realizado por este conjunto


de investigadores tiene como una particularidad la multi e interdiscipli-
nariedad. Los temas de justicia hídrica responden a sistemas complejos,
los que no pueden ser analizados desde el esquema exclusivo de una
disciplina aislada a la manera tradicional. El acercamiento integral a la
realidad debe necesariamente contar con las distintas ópticas que surgen
de los saberes múltiples que están presentes en la gestión de los recursos
hídricos.
El esfuerzo por la Justicia hídrica no es excluyente de otros que se desa-
rrollan en torno a temas afines relacionados con la temática socioambiental,
en general, e hídrica, en particular, del mismo modo de lo que sucede con
la búsqueda de justicia en otros campos de la vida social. Sin embargo, en el
encuentro mencionado se evidenció la necesidad de debatir y aplicar nuevas
categorías de análisis, las mismas que tendrán un carácter específico que
permitan profundizar en el conocimiento de la problemática a partir de un
marco conceptual común.
Avanzar en la construcción de estas categorías es una necesidad que
surge de observar la existencia habitual de una ruptura entre las propuestas
de investigación e intervención, y los procesos de investigación y los me-
dios comunicacionales. Se trata, por tanto, de una búsqueda de elementos
teóricos que permitan un mejor acercamiento a la realidad, al mismo tiem-
po que apoyen el rigor en las investigaciones. Poner en juego esas nuevas
categorías y marcos conceptuales deberá rápidamente expresarse en nue-
vas metodologías de la investigación temática. Una investigación útil será
aquella que no solo genere información valiosa, sino que también posi-
bilite que la misma contribuya a alcanzar la Justicia hídrica en el terreno,
acto de transformación social que requiere conocimiento preciso y acción
concertada.
Este capítulo, además de presentar y resumir unas ideas conceptuales
básicas para las investigaciones sobre justicia hídrica, también invita a los
lectores a procurar la lectura íntegra y directa de los textos presentados por
los investigadores reunidos en Cusco el 2009 (publicados por Boelens, Cre-
mers y Zwarteveen 2011). Inevitablemente, el esfuerzo de síntesis y redon-
deo conceptual que tiene hoy el lector en sus manos, solo hace referencia
a aspectos de un debate intenso y multilateral que no logra abarcar una
introducción a todos los materiales que fueron presentados, en especial a
los referidos a los estudios de caso, cuya riqueza solo puede alcanzarse en la
lectura de sus textos.
2 | Justicia hídrica: una sistematización conceptual introductoria 23

2. Puntos de partida para definir a la justicia hídrica

Los estudios sobre el agua demuestran una serie de aspectos fundamentales


que conforman el trasfondo para un análisis más preciso. Elementos impor-
tantes son, entre otros:

a. El agua es un recurso en disputa, lo cual genera múltiples conflictos. Inde-


pendientemente de que exista una cantidad significativa de recursos hídricos
y que estos, por ejemplo en el caso de la región andina, superen el promedio
per cápita mundial, los distintos usos del recurso y las cantidades que estos
demandan, así como las disparidades regionales, hacen del agua un recurso
en disputa.
Vale recordar que «el agua es una cosa «híbrida» que captura y encarna
procesos que son a la vez materiales, discursivos y simbólicos» (Swyngedouw
2004: 28; citado por Budds 2011: 64), lo que habla de la constitución social
no solo de la gestión, sino incluso de la manera de entender el agua en sí
misma y las correspondientes relaciones de poder que se construyen en tor-
no a ella, lo cual lleva a la formación de «paisajes hídricos» específicos y
diferenciados. «Como el agua es esencial para la acumulación de capital, se
convierte en un “lubricante” crucial del proceso de desarrollo económico. A
su vez, esto hace que el agua sea un recurso muy estratégico que los grupos
económicos poderosos se esfuerzan en controlar a fin de impulsar su proce-
so de acumulación de capital. Una vez más, este proceso de control es tanto
material como discursivo» (Budds 2011: 66).
La misma concepción de un «recurso natural» tiene sentido cuando
se refiere al aprovechamiento humano de un bien de la naturaleza. Y ese
aprovechamiento en sociedades injustas e inequitativas supone conflictos
de diversa naturaleza y contextura. Basta plantear temas y contraposiciones
como:

• Carácter social o privado del manejo y gestión de los derechos de uso.


• Reconocimiento del derecho humano al agua o priorización de su ma-
nejo como mercancía.
• Gestión del recurso más o menos aislado de las temáticas ambientales
y contextuales de los cauces y reservorios del líquido vital, ya sean na-
turales o construidos.
• Conservación o no, y bajo qué modalidad, de las cuencas, las nacientes
de agua y otros.
24 E. Isch L.

• Administración de los sistemas de provisión de agua para los diversos


usos, que pueden estar en manos del Estado, las empresas privadas, los
usuarios y beneficiarios o en fórmulas mixtas.
• Mecanismos y responsabilidades en la prevención y control de la conta-
minación y en la remediación integral en los casos que esta se presente.
• Distribución del agua, acaparamiento y derechos de acceso.

Cada uno de estos aspectos guarda indudable relación con la temática


de justicia hídrica. Los conflictos que se plantean, en gran medida, tienen
que ver con la noción de existencia de una injusticia que debe remediarse y
que confronta a los diversos actores.

b. Como consecuencia de lo anterior, «el agua es política». Su gestión no


puede estar apoyada solo en información y mecanismos técnicos prove-
nientes de las ingenierías, sino que requiere que aquello se combine con
las perspectivas ecosistémicas y biológicas, por un lado, y las perspectivas
sociopolíticas y económicas por otro.
La pregunta, entonces, podría ser: ¿las políticas públicas (y privadas)
favorecen a una justicia hídrica o, por el contrario, mantienen y refuerzan
formas de exclusión de este derecho para amplios sectores de la población
de los distintos países?

c. La seguridad hídrica que surge como nueva fuente de conflictos, tanto a


escala local, nacional o internacional, es un tema que requiere profundiza-
ción. Ella no se refiere solo a la existencia de agua suficiente para cubrir las
necesidades presentes y previsibles de una comunidad o un país, sino a la
manera en la cual se desarrolla la apropiación y generación de derechos de
uso, provocando disparidades en el acceso al agua. Se vincula además con la
calidad del agua de la que se trata, en términos de contaminación y otros.
Estos son elementos que van desde juicios entre países por aguas bi-
nacionales o internacionales, hasta anuncios de las futuras «guerras por el
agua»; desde conflictos entre miembros de una comunidad, hasta enfren-
tamientos de distinta magnitud entre comunidades; desde disputas entre
empresas y comunidades por los recursos hídricos, generalmente como for-
ma visible del choque entre distintas visiones del mundo y del «desarrollo»,
hasta la confrontación de lo público y lo privado.
La justicia hídrica pone estos aspectos en cuestión y brinda una pers-
pectiva que aporta a los análisis desde la ecología política (Escobar 2006;
Vélez 2009) y el ecologismo de los pobres (Martínez Alier 2004), entre otros.
Con ello, contribuye a visiones más amplias e integrales.
2 | Justicia hídrica: una sistematización conceptual introductoria 25

d. Conflicto y cooperación en la gestión del agua. Varios son los mecanismos


con los que se actúa en un determinado país o en una zona específica del
mismo, donde se juegan las resoluciones de los conflictos y los procesos de
cooperación, los cuales no se muestran necesariamente como opuestos y
mutuamente excluyentes, haciendo más complejo su análisis (Bustamante
2011). Incluso, una esperanzadora opinión ante las amenazas de las guerras
del agua es la de Aaron T. Wolf (1999), UNESCO y Green Cross International
(2003), que demuestran que en términos históricos hay mucha mayor evi-
dencia de colaboración pacífica antes que guerras en torno al líquido vital.
En todo caso, sigue siendo cierto que la gestión del agua, por definición,
es una gestión de conflictos. Las maneras, mecanismos, instrumentos ins-
titucionales y no formales de procesar los conflictos y la cooperación, son
otro escenario de interés para analizar las condiciones de las (in)justicias
hídricas.

3. Justicia

La definición, sentido y profundidad de la justicia es en sí misma de alta


complejidad y con contrastes que traen consigo elementos de conflicto. Lo
que unos consideran «justo» no lo es para otros y, por curioso que parezca,
la «justicia» no es, por tanto, garantía de solucionar o evitar conflictos.
Lo primero entonces es ratificar que la justicia y lo que entendemos de
ella es una construcción social de carácter histórico y cultural. Como valor
ético no puede ser vista al margen de la sociedad en que se concreta. Al igual
que los demás valores resulta de interacciones vivas y cambiantes, lo que
lleva al riesgo de definiciones abstractas que acaban siendo poco útiles para
el análisis y la acción.
La imagen de una «justicia ciega» que orienta a un sistema jurídico
imparcial, no logra ocultar su participación en sistemas de administración,
uso y aprovechamiento de los recursos naturales, que parten y alimentan las
diferencias de clase, étnicas, genéricas y otras. En este sentido, la «justicia» y
los sistemas que deberían garantizarla, dan sustento a las inequidades socia-
les y, por lo general, las fortalecen.
Que la justicia supera el escenario jurídico es comprensible al pensar en
las diferencias sociales que se originan en la inequidad. Inequidad que a su
vez hace referencia al poder y a la capacidad de toma de decisiones sobre lo
común, sea a escala particular, local o general.
Para el debate respecto a «justicia hídrica» es útil considerar varios ele-
mentos centrales de las perspectivas de los derechos humanos, que suponen
26 E. Isch L.

el reconocimiento de la posesión de atributos que garantizan la dignidad


humana y la posibilidad de vivir en condiciones igualmente humanas. El
agua es uno de estos atributos y, por ello, ha sido ya declarada por la ONU
como un derecho humano fundamental.
Como es sabido, una perspectiva de derechos supera a la de necesidades,
aunque el agua también lo es por la razón de que un derecho, a diferencia
de una necesidad, tiene características como su inalienabilidad, irrenuncia-
bilidad, capacidad de exigencia (o exigibilidad) y determina la obligación de
garantía por parte de los Estados. Esto implica, adicionalmente, romper con
las relaciones de corte clientelar que suelen presentarse con las autoridades,
debido a que desaparece la imagen de un «padre» que en un gesto de bon-
dad satisface las necesidades de los gobernados.
El respeto y la vigencia de los derechos, por supuesto, requiere de ins-
trumentos normativos y estructuración institucional. Es importante resal-
tar que se trata de instrumentos y que su empleo y utilidad dependerán
también de otros factores, entre los cuales está la demanda social por la
vigencia de los derechos y que estos no terminen encerrados en normativas
que impidan su vivencia. Por otra parte, la vida real de las comunidades,
pueblos y nacionalidades que mantienen culturas o rasgos culturales dife-
rentes a los hegemónicos en cada país y que tienen derechos colectivos por
lo común aceptados de manera formal, llevan a la presencia simultánea dos
o más cosmovisiones, maneras de entender la justicia, maneras de adminis-
trar los bienes comunes y gestionar el agua. Esto conduce a la presencia de
una pluralidad legal (Boelens 2009), que plantea la necesidad de promover
perspectivas interculturales y dialogales permanentes.
Si es injusto pretender hundir a una cultura imponiendo otra, lo es tam-
bién el imponer una particular concepción de justicia. Tal vez esto nos lleve
a pensar en una definición menos abstracta de justicia y plantearnos la exis-
tencia de «justicias» y formas más particulares de ejercerla y garantizarla.

4. Ángulos de análisis de la justicia hídrica

Es un reconocimiento común que el agua abarca todos los órdenes de la


vida natural y social. Esto genera la posibilidad de distintas perspectivas de
análisis de la justicia hídrica, las que trataremos aquí de resumir y proyec-
tar. Sin embargo, el contar con uno u otro ángulo más fuerte o prioritario
en una situación concreta o por la experticia de un investigador, no puede
de ninguna manera excluir o subestimar las otras perspectivas. Contar con
ángulos de análisis es como mirar una cara de un prisma, lo cual no puede
2 | Justicia hídrica: una sistematización conceptual introductoria 27

significar olvidar que el prisma no está compuesto de una sola cara y que
la luz continuará viajando por todas ellas. Por el contario, cada perspectiva
alimenta a las restantes y, en esa relación, definen el resultado final, no solo
de la investigación, sino, más importante aún, del destino de los conflictos
y la resolución de los mismos en miras de lograr una relación equitativa y
socialmente válida con el agua.
Hay, a nuestro entender, cuatro entradas fundamentales las cuales a su
vez se pueden especificar en áreas temáticas más específicas. Esas entradas
a las que llamaremos ángulos de análisis se topan y entrecruzan de manera
permanente, los que deben ser recordados al considerarlos.

Ángulo de análisis ambiental

Por todo lo dicho anteriormente, está claro que no se trata de limitarse a los
aspectos propios de las ciencias de la naturaleza, aunque estas son funda-
mentales para impulsar estudios relacionados con temas como: agua y vida
silvestre; contaminación y disposición de agua segura; ciclos en los cauces
del agua; escenarios potenciales ante el cambio climático; procesos y resulta-
dos de la disminución de los glaciares; entre otros. Lo fundamental que lleva
a plantearnos este ángulo es la relación entre la sociedad y la naturaleza,
aspecto central en la Ecología Política y fundamental para la comprensión
de los aspectos distributivos.
Al mismo tiempo, asumir que existe un nexo de este tipo y hasta una
simbiosis sociedad-naturaleza (Marx 1974) rompe con una perspectiva
epistemológica todavía dominante que las separó o planteó relaciones uni-
direccionales y que, en consecuencia, con ello, fragmentó a las disciplinas
científicas deshaciendo los viejos puentes entre ellas. Un aspecto que queda
en debate es si es una relación o si se trata de la constitución o no de una
segunda contradicción dialéctica fundamental en el interior del sistema ca-
pitalista, la que se sumaría a la existente capital y trabajo o, en otras palabras,
entre la producción como resultado indiscutiblemente social y la apropia-
ción individual de la riqueza. Esta otra contradicción es la presente entre
sociedad y naturaleza, a partir de los planteamientos de James O’Connor
(1996).

Si la primera contradicción del capitalismo es la de subacumulación, entre el


capital (la burguesía) y la mano de obra (el proletariado), cuyos intereses ma-
teriales están en contraposición en el modo de producción capitalista, entonces
la llamada «segunda contradicción del capitalismo» es una contradicción entre
la apropiación material cada vez mayor de la naturaleza, algo necesario para la
producción capitalista, y la capacidad bastante más limitada de la naturaleza de
28 E. Isch L.

(1) proporcionar material necesario para las actividades productivas (los re-
cursos naturales) y (2) absorber los desechos producidos como subproductos
de la producción capitalista (la contaminación). (Perrault 2011:73-74)

La presencia de las dos contradicciones estructurales del capitalismo1


trae consigo un acrecentamiento de la inequidad, la que se refleja en múlti-
ples manifestaciones, una de las cuales es la deuda ambiental que se refiere
a: «la deuda acumulada-histórica y actual guión que tienen los países indus-
trializados, principalmente del Norte, con los países del Sur por el saqueo
de sus recursos naturales; explotación y empobrecimiento de sus pueblos;
la deforestación, contaminación y deterioro sistemático de su patrimonio
natural y fuentes de sustento» (Donoso 2009: pp. 10).
Esta amplia definición lleva a considerar la existencia de una deuda eco-
lógica no solo en el ámbito de las relaciones internacionales sur-norte, sino
también las existentes al interior de nuestros propios países, deudas que los
sectores poderosos —económicos, étnicos, regionales— que han logrado
acumular recursos hídricos, tienen con aquellos que se han visto despojados
del acceso a esos recursos.
Una manera particular de ese despojo está relacionada con la contami-
nación de las aguas, cuando los grandes usuarios del recurso hídrico devuel-
ven agua inutilizable hacia el resto de la comunidad que la requiere. Esta se-
gunda forma de acumulación significa que las comunidades tendrán menos
posibilidades de acceder al recurso de calidad y que el contraste entre uno y
otro sector social crezca duramente. La contaminación, de esta manera, pasa
a ser un factor de acumulación siempre y cuando los mecanismos de poder
y de gobernanza del recurso hídrico contribuyan a ello (Isch 2009).
Desde la perspectiva temporal, en los párrafos anteriores hay una re-
ferencia más profunda hacia el presente y el pasado que lógicamente debe
servir para proyectarnos hacia el futuro. Pero la crisis del cambio climático
nos conduce a pensar en el presente y el futuro, más que en el pasado, po-
niendo una alerta en la posibilidad de que se atribuyan al cambio climático
una serie de fenómenos que pueden tener otro origen (Doombos 2011).

El cambio climático amenaza la seguridad humana («situación en que


la población está en capacidad de manejar presiones sobre sus necesi-

1. Tom Perrault (2011) plantea también la existencia de una tercera contradicción es-
tructural, que llama la «contradicción de identidad» entre las posiciones de los sujetos
producidas a través de las relaciones capitalistas de producción —es decir, identidades
de clase— y aquellas posiciones de los sujetos que existen dentro de las relaciones capi-
talistas pero que no pueden reducirse a ellas —es decir, género, raza y origen étnico.
2 | Justicia hídrica: una sistematización conceptual introductoria 29

dades, derechos y valores») e incrementa el riesgo de conflicto. Lo hace


mediante la reducción del acceso y la calidad de los recursos naturales y
los servicios ambientales importantes para sostener los medios de vida.
Pero no lo hace aisladamente de otros factores sociales importantes,
como pobreza, discriminación por el Estado, acceso a oportunidades
económicas, la efectividad de la toma de decisiones y la cohesión social
de los grupos vulnerables. (Doombos 2011: 141)

Otro aspecto que se debe considerar en la investigación que relacione


cambio climático con justicia hídrica, tiene que ver con el necesario diálogo
entre saberes ancestrales, tradicionales y contemporáneos, que debe com-
plementarse con el reconocimiento de que las comunidades campesinas
iniciaron sus procesos de adaptación y resiliencia antes de que llegaran los
técnicos a explicar el cambio climático (Chaplin 2009). Los investigadores
y personas comprometidas con la justicia hídrica deben, por tanto, valorar
la importancia de los saberes comunitarios no solo como remanentes de un
pasado, sino como instrumentos de adaptación y progreso.

Ángulo de análisis económico-distributivo

La vinculación entre un determinado modo de producción y una modali-


dad de relaciones sociales es indudable, pero no es mecánica ni simplista. Al
contrario, forman un sistema complejo que debe analizarse desde perspec-
tivas generalizadoras y también a través de estudios de caso que permitan
confrontar teoría y realidad de manera permanente. En el sistema capitalista
de producción, un eje de funcionamiento social está en la acumulación, la
misma que en forma simplificada se refiere a apropiación de plusvalía y
formas de reproducción del capital. Una condición para la acumulación de
recursos hídricos, por tanto, tiene que ver con dejar de considerarlos un pa-
trimonio común, convertirlos en mercancía y en recurso que puede ofrecer
un crecimiento económico de quién los posee.
La manera continua de presentarse esa acumulación en torno a bienes
naturales comunes es lo que Harvey (2003) califica como acumulación por
despojo. Nos permite una comprensión conceptual de procesos que incre-
mentan la mercantilización de la naturaleza, la concentración de derechos
de uso y aprovechamiento individuales, la individualización de los dere-
chos colectivos y la conexión y deslocalización de los recursos y sus usuarios
(Ahlers 2011). Para Harvey, estos se convierten en características del proce-
so de desposesión en momentos de aplicación del neoliberalismo. Como
es inevitable, mientras unos más concentran, otros tienen menos acceso
30 E. Isch L.

y posibilidades y ello trae consecuencias económicas y sociales fácilmente


visibles. Como dice Perreault,

[…] las dimensiones ecológicas de la acumulación por despojo son quizás me-
nos evidentes, sin embargo, y no pueden reducirse fácilmente a ecuaciones
simplistas tipo procesos capitalistas = degradación del ambiente. De hecho,
los procesos de acumulación por despojo a través de los recintos genéticos,
biopiratería y similares, piden abordar la cuestión de la producción capitalista
de la naturaleza […] (2011: 73)

La producción capitalista de la naturaleza, así como la de otras formas


de producción, habla precisamente de la simbiosis de la naturaleza y la so-
ciedad y como se «humaniza» al mundo natural, se lo transforma, impacta,
construye, protege, gestiona, de manera tal que, en gran medida, se la «re-
crea» continuamente.
Al analizar la acumulación del agua o «despojo» del agua (Gaybor 2011),
se visibiliza la injusticia, fruto de la cual se transforma el «paisaje hídrico» y se
presentan impactos en la naturaleza como tal, impactos que no pueden de-
sestimarse y, mucho menos, considerarse como simples «externalidades» de
los procesos productivos de acuerdo a la versión neoliberal del desarrollo.
Francisco Peña (2011), ensaya a partir de la experiencia mexicana una
posible tipología de procesos de injusticia hídrica, teniendo como punto
de partida la concentración de derechos de agua y la profundización de la
inequidad en el acceso al agua. Los tres tipos de injusticia hídrica que iden-
tifica son:

• Cantidades transferidas de las actividades «ineficientes» a las «rentables».


• Derechos de contaminación y depredación.
• Prioridad en los dispositivos de gestión que afectan a otros.

Por su parte, Vladimir Cossio (2011), juzga que la afectación del acceso
al agua se puede presentar por:

• Despojo de fuentes de agua.


• Afectación de cantidad de agua disponible.
• Afectación de calidad del agua (contaminación).
• Procesos de acumulación de derechos de agua.
• Pérdida de autonomía sobre la gestión y uso de una fuente o de un sistema.
• Afectación de la infraestructura de sistemas de aprovechamiento de agua.
2 | Justicia hídrica: una sistematización conceptual introductoria 31

Tanto en el acercamiento de Peña como en el de Cossio se propone cla-


sificaciones de los conflictos a partir de sus causas, que se enmarcan en los
derechos de uso y acceso, pero que evidentemente se relacionan con otros
aspectos de importancia. Ello permite considerar que será necesario cons-
truir una tipología de casos de injusticia hídrica más compleja, que integre
los distintos ámbitos de análisis.

Ángulo de análisis de la construcción del poder social

En su momento señalamos que el agua es un elemento político, lo que quie-


re decir que en torno a ella se produce un juego de poderes. La apropiación
del agua es, también, una manera de apropiarse y acrecentar poderes de de-
terminados grupos componentes de la estructura social y de debilitamiento
de las capacidades de otros. Los procesos de acumulación por desposesión
destaca el crucial rol del Estado para que dicho proceso se desarrolle.

En ese sentido el Estado se encarga de regular, modificar y ajustar los mar-


cos legales e institucionales privilegiando o favoreciendo y hasta promovien-
do acumulación capitalista […] Acumulación por desposesión o el control
de bienes por ciertos grupos puede ocurrir de diversas formas y al igual que
la acumulación primitiva puede ir acompañada de apropiación, cooptación,
confrontación y desplazamiento. (Sosa y Zwarteveen 2011: 383)

Las distintas formas de acumulación por desposesión tendrán, sin duda,


expresiones en las formas en las que se planteen los conflictos en torno al
agua. Las relaciones de poder se expresan en distintos niveles de la vida de
la sociedad:

Estas relaciones de poder social serán aparentes tanto en los elementos ma-
teriales como en los elementos discursivos del paisaje hídrico: por ejemplo,
en los usos del agua que se reflejan en el paisaje (por ejemplo, minería, agri-
cultura, ciudades), en la presencia de infraestructura hidráulica (por ejemplo,
represas), en las modalidades de acceso y exclusión al agua (por ejemplo, en la
provisión diferencial a barrios ricos y pobres), en los modos de administración
(por ejemplo, la privatización) y en los debates alrededor de la gobernanza del
agua (por ejemplo, las ideas acerca de una crisis de agua). (Budds 2010: 65)

Ingo Gentes (2011), aunque alerta en el poco rigor que tiene actualmen-
te el uso del término «hidropolítica», plantea el ángulo de esas relaciones de
apropiación-empoderamiento a escala internacional, entre países vecinos
o distantes. Resalta, sin embargo, que la redefinición de Turton propone
ampliar el concepto de hidropolítica, considerando a otros actores y sus
32 E. Isch L.

respectivas interacciones, como: «asignación autoritativa de los valores con


respecto al agua en una sociedad» (Turton 2002, citado por Gentes 2011).
Ello plantearía un acercamiento desde lo individual a lo internacional en
temas potenciales vinculados con el contexto local.
Tanto en uno como en otro caso, «el agua fluye en la dirección del po-
der» (Boelens 2008). Para garantizarlo se crean los sistemas institucionales
y normativos que lo hagan posible. Ese es un mecanismo para legitimar la
desposesión y la acumulación, «naturalizándolas» con apoyo de las pers-
pectivas ideológicas neoliberales, es decir, procurando presentar al derecho
sobre el agua como «natural», inevitable e incambiable. La presencia de
otras formas productivas y relacionales siempre será considerada como una
distorsión y, en el mayor de los casos, como una «falla de mercado». El neo-
liberalismo aborrece la diversidad y procurará «formalizar» a esas relaciones
dentro de los cánones hegemónicos.
En función de lo dicho, hay que recordar que el poder dominante tam-
bién se expresa en la esfera de lo cultural, dando un significado a los recur-
sos naturales que corresponde a sus intereses exclusivos. Por lo general:

La construcción de los «significados», así como los intereses de los actores pue-
de cambiar con el tiempo de acuerdo con las direcciones de los discursos he-
gemónicos. Para una mayor comprensión de la política cultural, es importante
destacar la espacialidad (geo-política) de los grupos sociales, así como las dife-
renciaciones sociales, étnicas y de género. Los significados y valores (materiales
o simbólicos) de los recursos, así como lo que es «justo» son definidos por los
que tienen el poder, el control de la ciencia y la tecnología. (Vera 2010: 440)

Ángulo de análisis como movimiento social

Un cuarto ángulo de análisis proviene del análisis de los comportamientos


de los distintos actores que participan de este entramado de conflicto-co-
laboración en torno al agua y el reconocimiento de las resistencias y luchas
contra las distintas formas de injusticia hídrica. Si bien los recursos hídricos
son un fundamento articulador de la vida en las zonas agrícolas, no lo son
permanentemente en las zonas urbanas donde su importancia solo se suele
resaltar en momentos de crisis. Sin embargo, en torno al agua y con impacto
en ella estarán las demás actividades humanas, desde las familiares —salud,
aseo, alimentación—, hasta las grandes actividades productivas y los planes
de desarrollo nacionales o de integración internacional.
A más de la posibilidad de trabajar en la justicia hídrica, como parte de
la agenda del movimiento por la cancelación de la deuda ecológica, cabe pre-
guntarse si no es conveniente también considerarla parte de un movimiento
2 | Justicia hídrica: una sistematización conceptual introductoria 33

por una justicia ambiental integral. La corriente de pensamiento y acción


que propone la justicia ambiental considera que esta «no tiene que ver solo
con las distribución justa de bienes ambientales entre la población humana,
sino también entre esta y el resto de los seres vivos con los que compartimos
la biosfera» (Riechmann 2003). Esto mismo ha sido planteado en términos
del reconocimiento de la unidad ecológica y la interdependencia de todas
las especies, y del derecho ambiental, a no padecer destrucción ecológica.
En el Ecuador, por ejemplo, son principios que sin duda están vinculados
con la declaración de la Constitución sobre los Derechos de la Naturaleza,
los mismos que se plantearon en 2010 en la «Cumbre de los pueblos ante el
cambio climático», que se realizó por convocatoria del gobierno de Bolivia
en la ciudad de Cochabamba.
La justicia ambiental no se resuelve en los litigios judiciales que pueden
presentarse como resultado de los conflictos socioambientales. Se trata, por
el contrario, de un cuestionamiento a los modelos de desarrollo y a los pa-
peles cumplidos por cada uno de los actores sociales involucrados, y por ello
el escenario fundamental de resolución está vinculado al poder, en manos
de quién se encuentra y a favor de quién se utiliza (Isch 2011).
Considerar el comportamiento, fortalezas y límites de los actores, per-
mite una visión integral de los grupos de interés (Hendriks 2011). Comple-
mentariamente, el tratamiento teórico de los conflictos merece también ser
puesto en cuestión para ampliar posibilidades de intervención más integra-
les y positivas.

Muchos conflictos socioambientales no siguen una lógica linear o cíclica sino


que se revelan mucho más complejos, con nudos a diferentes niveles, con la
imbricación de lo local y lo global y con esquemas dinámicos confusos. A pe-
sar de los acuerdos, las dinámicas de enfrentamientos reaparecen, los escena-
rios conflictivos se repiten. Es por esto que ante las limitaciones de las teorías
tradicionales de resolución de conflictos, se han construido desde los noventas
teorías críticas [...] Mientras la resolución de conflictos se empeña en hacer
que el sistema —tal cual es— funcione, la perspectiva de transformación del
conflicto se pregunta y evalúa cómo podrían cambiar las condiciones generales
en las que se produce el conflicto y que eventualmente lo producen. Se reco-
noce que los conflictos son inherentes a las relaciones humanas y que brindan
oportunidades de cambios constructivos. (Panfichi y Coronel 2011)

5. Escalas espaciales de análisis

Es fácil comprender que, desde el ángulo espacial-político-administrativo,


los conflictos y las formas de injusticia hídrica pueden tener expresiones
34 E. Isch L.

locales, regionales, nacionales e internacionales. Lo importante es aprender


de la experiencia y de los análisis que confirman las interrelaciones perma-
nentes entre estos distintos niveles de atención, pues un error relativamente
frecuente ha sido desconectarlos, especialmente cuando se trata de análisis
de casos que terminan descontextualizados y reducidos a la expresión local
concreta.
El interés se ha tornado hacia los conflictos locales, y como dice Tho-
masson, (citado por Bustamante 2011): «el riesgo de conflictos relaciona-
dos con el agua está inversamente relacionado con la escala. Mientras más
pequeño el lugar mayor la probabilidad de conflictos». Pero lo local no es
sinónimo de desconectado, aislado, ausente de influencias externas. Por el
contrario, el ingreso de transnacionales extractivas, por ejemplo, puede evi-
denciarse en una escala local, donde posiblemente se presentarán procesos
de resistencia, pero no es más que la punta del ovillo de la manera como se
internacionaliza esa economía local al grado de convertirse en un eslabón de
la cadena de intereses de los sectores de poder.

6. Los ejes del proyecto Justicia Hídrica

Los ángulos de análisis y las escalas guardan relación con los ejes de tra-
bajo de la alianza Justicia Hídrica, propuestos en el esbozo del mismo por
Boelens, Cremers y Zwarteveen (2011), que son: acumulación, conflictos y
acción de la sociedad civil. Esos ejes permiten:

• Resumir los ángulos de análisis en los aspectos en los cuales es más


evidente la presencia de injusticia hídrica.
• Definir con claridad campos y preguntas de investigación complemen-
tarios y no excluyentes.
• Permitir el análisis comparativo de investigaciones realizadas en diver-
sas partes del mundo como vía para: «estimular procesos de aprendiza-
je interactivo a través de una red de investigación-acción multiactores
en colaboración con organizaciones de usuarios/as de agua indígenas y
campesinas en contextos concretos de gestión hídrica, para adquirir un
conocimiento más profundo» (Boelens 2009).
• Procurar la precisión conceptual dentro de un marco básico común.

A partir de allí los autores plantean una relación ejes, contenidos y pre-
guntas de investigación de la red Justicia Hídrica, la que se presenta en el
siguiente cuadro.
2 | Justicia hídrica: una sistematización conceptual introductoria 35

Cuadro 2.1
Ejes, contenidos y preguntas guías de investigación de Justicia Hídrica

Eje Contenido Preguntas guías de investigación


Acumulación La dinámica y los ¿De qué manera el agua y
mecanismos de los derechos de agua son
los procesos de distribuidos en términos
acumulación de agua cuantitativos y cualitativos?
y de derechos de agua, ¿Cuáles son los procesos
en términos de clase, históricos y los mecanismos que
género y etnicidad. conducen a una determinada
distribución de agua y de
derechos de agua entre usuarios
y sectores?
Conflictos El contenido, la ¿Qué caracteriza a los conflictos
naturaleza dinámica de agua, con referencia a
y las contradicciones contenido, mecanismos,
estructurales de los contradicciones estructurales,
conflictos resultantes. funciones positivas/negativas,
carácter dinámico y longitudinal
y posibles resultados o
soluciones, y cómo surgen y se
desarrollan?
Acción de la Las oportunidades ¿Cuáles son las oportunidades
sociedad civil para las estrategias para las estrategias multiescala
multiescala por de las organizaciones de base y
organizaciones de base los actores de la sociedad civil
y actores de la sociedad para hacer frente a las injusticias
civil para hacer frente de agua?
a la injusticia hídrica
y resolver conflictos
relacionados con el agua.

Fuente: R. Boelens 2009. Justicia Hídrica: acumulación de agua, conflictos, y acción de la sociedad civil.
Esbozo de los primeros contenidos y estrategias.

7. Para avanzar desde la teoría

El Proyecto Justicia Hídrica nace con una positiva ambición: lograr una
investigación a nivel mundial, lo que permitirá confrontar orientaciones y
mecánicas de acumulación que se expresen precisamente en esa escala. Para
lograrlo se fundamentará en investigaciones nacionales y de casos.
36 E. Isch L.

Un punto de partida común, cercano a los planteamientos que se en-


cuentran en este documento, está en las nociones y conceptos teóricos que
presentan en extenso Zwarteveen y Boelens (2011), a los que de manera meta-
fórica llaman «los siete pilares de la sabiduría para la casa Justicia Hídrica»:

a. Una epistemología pospositivista y constructivista y una actitud de in-


vestigación reflexiva.
b. Una concepción de naturaleza y sociedad como mutuamente constitu-
tivos.
c. Reconocimiento explícito de la naturaleza conflictiva del agua —in-
cluyendo luchas y conflictos sobre el recurso, derechos y normativas,
autoridades y discursos.
d. Entendimiento del control del agua multilateral y complejo, y de los
problemas del agua como «problemas perversos».
e. Una definición ontológica de los términos «seguridad hídrica» y «dere-
chos del agua» como reflexivo y co-constituyente de una constelación
de relaciones de trabajo y propiedad local e históricamente específicos,
expresando y envuelto en relaciones sociales de poder y redes sociotéc-
nicas/socionaturales, a múltiples escalas.
f. Una conceptualización de «justicia» y «equidad» que explícitamente
tematice su carácter relacional y que reconozca sus dimensiones ma-
terial y económica —como se ha dicho, en las relaciones de trabajo y
propiedad que tienen lugar en espacio y tiempo específico— así como
sus dimensiones culturales.
g. Conexión con las luchas de agua «locales» hasta con las tendencias y
fuerzas históricas y económicas; y, un entendimiento de las dimensio-
nes y escalamiento de la resistencia y acción de la sociedad civil.

Pensar en el proceso de construcción de este marco conceptual tam-


bién tiene que superar el frecuente discurso vacuo sobre interculturalidad,
multi e interdisciplinariedad, para dar paso a una manera de desarrollar
conocimiento sobre sistemas complejos, única forma de encontrar adecua-
das respuestas sociales frente a nuevos problemas. La interculturalidad y la
interdisciplina obligan a trabajar a través de lógicas diversas, distantes e in-
cluso muchas veces contrapuestas, lo cual no es fácil lograr y, en algunas ex-
periencias, llega a una borrosa suma de perspectivas sin lograr integrarlas.
La relación conocimiento-investigación-acción, resalta la urgencia de
plantear el marco teórico básico de partida que pueda ser compartido por
2 | Justicia hídrica: una sistematización conceptual introductoria 37

el conjunto de investigadores. Hay la necesidad de confrontar sentidos con


los agentes hegemónicos que sostiene el poder, la inequidad y la injusticia
hídrica. Se trata del terreno de una lucha por las ideas que se requiere para
sostener la perspectiva epistemológica que supone una íntima relación en-
tre investigación y acción.
El marco teórico deberemos por tanto complementarlo con metodo-
logías de investigación correspondientes a esta nueva lógica, las cuales de-
ben combinar lo cuantitativo y lo cualitativo, permitir el diálogo de saberes
con los distintos grupos de usuarios de recursos hídricos, convocar a los
investigadores a un personal compromiso por la acción a favor de la justicia
hídrica.
Un requisito es conformar una masa crítica intelectual en condiciones
que permitan impulsar el desarrollo de estas posturas teóricas, en estrecha
conexión con su aplicación práctica en las investigaciones. El intercambio
permanente alimentará el debate y la profundización, pues los estudios de
justicia crítica deben mantener el rigor y la objetividad que permitan acier-
tos en la realidad. La más rápida formación (o inter-formación) de investi-
gadores y grupos de alto nivel, llevará a la conformación de redes vivas de
soporte e información. Un factor que surge posible es que, a más del curso
regional Justicia Hídrica que se viene desarrollando, se pueden llevar a cabo
cursos en cada país, para los cuales es posible el intercambio de docentes y
cursillistas.

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Capítulo 3

Las industrias extractivas y los paisajes hídricos


en transición en los países andinos: análisis de la
gobernanza de recursos y formación de territorios en Perú

Jessica Budds y Leonith Hinojosa

1. Introducción

Los Andes tienen una larga historia de industrias extractivas, la cual ha con-
tribuido a la formación y la identidad de la región (Galeano 1971). Sin em-
bargo, las industrias extractivas se han expandido de manera significativa
y rápida durante las últimas dos décadas, debido tanto a la liberalización
del sector minero, a inversiones privadas desde los años noventa, como al
aumento más reciente de la demanda internacional por metales (Bridge
2004b). Esta expansión representa desafíos sociales y ambientales significa-
tivos para la región andina. A pesar de su riqueza mineral, los países andinos
siguen manteniendo altos niveles de pobreza en América Latina, sobre todo
las poblaciones rurales y nativas (Hall y Patrinos 2005).
En los ámbitos tanto académico como de política pública existe un fuer-
te debate sobre la posibilidad de que los beneficios económicos provenientes
de la minería sean traducidos en crecimiento económico y social inclusivo
en los países en vías de desarrollo, y bajo qué condiciones sería factible (Beb-
bington et al. 2008b; Pegg 2005; World Bank 2003). Las industrias extracti-
vas han estado también fuertemente asociadas a la degradación ambiental,
lo que ha llevado a algunos a cuestionar su viabilidad (Bridge 2004a). En
la región hay muchos casos en los que la minería ha contaminado los re-
cursos de tierra y agua de las comunidades campesinas e indígenas, o ha
llevado a la violación de sus derechos sobre las mismas, que ha resultado en
la degradación de ecosistemas, causando impacto sobre la salud humana
y aumentando la vulnerabilidad existente (Bebbington 2009). Además de
46 J. Budds y L. Hinojosa

estas tensiones se critica el hecho de que muchos proyectos de minería son


poco transparentes y no consideran la participación de las poblaciones
locales en las toma de decisiones, ni cómo sus localidades pueden lograr su
desarrollo (Muradian et al. 2003).
La literatura académica sobre industrias extractivas y sus impactos en el
desarrollo y la degradación ambiental ha dado relativamente poca atención
al papel de los recursos hídricos. No obstante, las minas son grandes consu-
midores de agua y es crucial asegurar derechos de agua suficientes para la
expansión de la minería. El acceso al agua es frecuentemente un desafío im-
portante en la región andina porque los recursos son escasos y los que existen
son utilizados por la sociedad, incluyendo el sector campesino e indígena.
En Perú, país en el cual centramos nuestro análisis para este capítulo,
el sector minero ha movilizado una variedad de estrategias para asegurar su
acceso al agua, tales como la compra de tierras con fines de acceder a las fuen-
tes de agua, esquemas para co-financiar obras hidráulicas y la participación
en debates político-legislativos sobre la reforma de las leyes y las instituciones
que gobiernan el agua. No obstante, el agua se ha vuelto uno de los recursos
que produce más conflicto entre la industria minera y otros sectores. Las
cuestiones de agua —en términos de acceso y contaminación— se han con-
vertido en un foco importante para protestas sociales y acciones por parte de
las organizaciones de la sociedad civil con relación a proyectos mineros.
En este capítulo, como contribución al marco conceptual de las in-
vestigaciones de la alianza Justicia Hídrica, sugerimos y desarrollamos
elementos conceptuales para analizar los desafíos y las implicaciones so-
cioambientales que tiene la expansión minera para el agua.1 Nuestro punto
de partida es que las industrias extractivas provocan cambios importantes
en los paisajes hídricos, es decir, en los flujos físicos y las cuestiones que
surgen en torno a ello, como los usos, modos de acceso, debates políticos
y la infraestructura. Las transformaciones que producen en los modos de
vida de la población y en los paisajes son substanciales. Sin embargo, en
vez de interpretar estos cambios como simplemente los efectos o los im-
pactos de los proyectos mineros, planteamos entender estos cambios como
estrechamente ligados con las relaciones de poder, en sus formas tanto ma-
teriales como discursivas, los cuales están embebidos en el recurso agua, y
producen espacios o territorios con características específicas.

1. El estudio forma parte de un proyecto financiado por el Consejo de Investigación


Social y Económica (ESRC) del Reino Unido, «Industrias extractivas y cambios en la
geografía del agua en los Andes», 2010-2012, <http://www.open.ac.uk/socialsciences/
andean-waterscapes/es/>
3 | Las industrias extractivas y los paisajes hídricos en transición en los países andinos 47

2. La relación entre la minería y los recursos hídricos

La extracción y el procesamiento de los minerales requieren volúmenes sig-


nificativos de agua y, por tanto, la expansión de la minería crea competencia
sobre los recursos hídricos en el ámbito local, aunque la minería no sea un
usuario mayor de agua en una escala regional o nacional (Budds 2010). En
el contexto andino, por varias razones, el acceso al agua frecuentemente se
convierte en un desafío para el desarrollo de la minería, sobre todo para
nuevos proyectos mineros. Entre estas se encuentran que la mayoría de
los depósitos de minerales están localizados en lugares donde las fuentes
de agua son escasas porque se encuentran en zonas áridas tanto en la sierra
como en la costa y porque los depósitos minerales se encuentran en alti-
tudes mayores en las cabeceras de las cuencas. En estos lugares, los asenta-
mientos humanos se han formado precisamente alrededor de las fuentes de
agua y casi siempre han sido utilizadas por grupos campesinos e indígenas
para actividades agropecuarias.
En la legislación peruana los derechos de agua se otorgan por vía de
licencias y permisos, los cuales son concesiones administrativas asignadas
por el Estado. Las licencias son asignadas a usuarios de fuentes específicas
para usos definidos y son asignados en función a la tierra a irrigar. Las licen-
cias no pueden ser transferidas a otros usuarios, fuentes o usos. Si los usua-
rios de las licencias requieren algún cambio, deben devolver las licencias al
Estado y solicitar nuevas licencias. De igual manera, si se vende la tierra, las
licencias que se tienen asignadas deben ser canceladas y el nuevo dueño de
la tierra debe solicitar una nueva licencia según sus necesidades.
En sus esfuerzos por asegurar nuevos recursos de agua para la expan-
sión de la minería en los Andes peruanos, las empresas mineras en general,
han utilizado varias estrategias, muchas veces por negociación con grupos
locales y agencias del Estado. Estas estrategias son tantos materiales como
discursivas:

• Las empresas (bien sean sus representantes o intermediarios) compran


tierras de la población local (las cuales incluyen mayormente a grupos
campesinos e indígenas quechuas y aymaras) y solicitan las mismas li-
cencias que tenían los dueños anteriores.2 De acuerdo a los estudios rea-
lizados se sugiere que a veces el sector minero ha adquirido tierra de ma-
nera engañosa, muchas veces a precios más bajos que los del mercado, o
a través de compromisos que han quedado incumplidos (Bury 2005).

2. Laureano del Castillo, CEPES, comunicación personal, Lima, octubre de 2006.


48 J. Budds y L. Hinojosa

• Las empresas han pedido, o a veces presionado, a los gestores locales de


agua (anteriormente Administradores Técnicos de Distrito de Riego,
y desde el año 2009, Autoridades Locales de Agua) que asignen nuevas
licencias o autoricen el uso de nuevas fuentes (como aguas subterrá-
neas), apoyadas por estudios que las mismas empresas han producido
o encomendado. En algunos casos, se han hecho negociaciones con los
gobiernos regionales o nacionales, especialmente cuando la empresa
requiere soluciones específicas.
• Una propuesta frecuente de las empresas para incrementar la oferta
de agua para nuevos proyectos mineros, sobre todo en zonas áridas,
es la construcción de obras hidráulicas mayores que permitan trasva-
ses entre cuencas y la producción de energía hidroeléctrica a través de
represas. Estas soluciones se proponen con la expectativa de que el Es-
tado cofinancie las obras, bajo el supuesto de que la infraestructura
sobrepasa la vida útil de la mina y que también serviría a otros sectores,
como por ejemplo la agricultura comercial y la generación de energía
eléctrica para otros usos.
• Los argumentos que las empresas mineras han usado para justificar
su acceso al agua incluyen discursos sobre el uso de tecnologías que
permiten un uso eficiente del agua dentro de la industria minera «mo-
derna» y el hecho de que las empresas «responsables» tienen estándares
ambientales más altos que el propio Estado. Al mismo tiempo, han en-
fatizado que las comunidades campesinas desperdician el agua por el
uso de métodos tradicionales de riego, básicamente el riego tendido.
• El sector minero y sus organizaciones representativas, junto con otros
sectores de usuarios de agua no agrícola, han participado en debates
políticos sobre la reforma de la legislación y las instituciones para la
gobernanza del agua, para influir en los nuevos arreglos legales y ase-
gurar que estos consideren a los sectores de usuarios no agrícolas de
una forma más comprensiva, y también para intentar adquirir más au-
tonomía sobre derechos de agua. Este ha sido el caso de la nueva Ley de
Recursos Hídricos en Perú en 2009.3

Las implicaciones que los proyectos mineros han tenido sobre la ca-
lidad y la cantidad de agua local ha sido un componente importante de
las protestas sociales y las actividades de la sociedad civil con relación a la
expansión de la minería en Perú y en otros países andinos (Bebbington et
al. 2008a). De hecho, algunas personas afirman que, en alguna medida, las

3. Laureano del Castillo, CEPES, comunicación personal, Cusco, noviembre de 2009.


3 | Las industrias extractivas y los paisajes hídricos en transición en los países andinos 49

cuestiones de agua figuran en todos los conflictos sociales alrededor de la


minería.4 Sin embargo, estas tensiones no se pueden explicar únicamente a
partir de la competencia sobre los recursos por usos diferentes. Las carac-
terísticas específicas del agua, tanto materiales como simbólicas, también
influyen en estas dinámicas.
Una característica peculiar del agua es que es un recurso que fluye y,
entonces, puede transportarse de fuentes distantes de la mina; ello también
permite que la contaminación sea transferida más allá de la mina por cauces
y acuíferos (Bebbington y Williams 2008). De esta manera, los efectos de la
minería en los recursos hídricos —en términos tanto de explotación como
de contaminación— pueden estar presentes mucho más allá del área de in-
fluencia inmediata de la mina y, por tanto, puede perjudicar a comunidades
que no están afectadas por otros aspectos de la minería. Estas distancias
no son solamente significativas en relación con los efectos de la mina, sino
también con respecto a las escalas a las cuales otros aspectos de la gestión
de la minería están organizados. Por ejemplo, los beneficios económicos de
las actividades mineras —el canon minero en Perú— se redistribuyen con
preferencia en la región administrativa (distrito) en la cual la mina está lo-
calizada, pero el agua puede venir de otro lugar y la contaminación puede
llegar a otras partes, fuera de la unidad política-administrativa donde se
encuentra la mina. Esto implica que las poblaciones que son afectadas por
la extracción del agua o de la contaminación no reciben una compensación
adecuada.
Además, el agua no es solamente un recurso material que satisface las
necesidades básicas y las actividades económicas de poblaciones locales,
sino que también es un recurso cultural que incorpora significados dife-
rentes (Bakker 2003; Strang 2004). De esta manera, el agua puede tener sig-
nificados disímiles para distintos grupos —por ejemplo un bien público,
un derecho humano, o un producto económico— y estas representaciones
diferentes del agua influyen en las visiones de distintos actores sociales so-
bre cómo el uso y la gobernanza del agua deben organizarse. En la región
andina, las protestas sociales acerca de la minería han invocado fuertemente
el significado simbólico del agua entre las etnias quechua y aymara. De esta
forma, las tensiones que han surgido no tratan simplemente de la necesidad
del agua para satisfacer las demandas materiales (consumo, riego), o los po-
tenciales efectos (disminución de fuentes, contaminación), sino que tam-
bién están influidas por significados culturales y espirituales relacionados
con el agua, los mismos que dirigen las ideas sobre cómo el agua debería ser

4. José de Echave, CooperAcción, comunicación personal, Lima, noviembre de 2006.


50 J. Budds y L. Hinojosa

utilizada, para qué y por quién. Estos significados son influidos por nocio-
nes de prioridad local sobre algunas fuentes, sobre la base de un patrimonio
cultural, de formas tradicionales comunitarias de gestión y rituales asocia-
dos, y de fuentes sagradas.

3. De impactos ambientales hacia la producción de paisajes hídricos

Las investigaciones existentes que tratan los temas del agua y de la minería en
los Andes se han enfocado mayormente en cuestiones de gestión de recursos
y marcos regulatorios (Bebbington y Williams 2008; Younger y Wolkersdor-
fer 2004). Además de estas áreas importantes, el contexto andino demuestra
cómo el control sobre el agua es fuertemente disputado mediante luchas
materiales y discursivas entre grupos sociales que presentan un profundo
desbalance de poder económico, influencia política y prácticas culturales:
entre empresas multinacionales y comunidades campesino-indígenas. Las
investigaciones previas han sugerido que la industria minera frecuentemen-
te consigue tomar el control de los recursos hídricos de las comunidades; sin
embargo, no se sabe mucho de las relaciones sociales a través de las cuales
esto sucede, por ejemplo, cómo el sector minero interacciona con las agen-
cias estatales y las comunidades para adquirir el agua.
Examinar las relaciones de poder que están impregnadas por el control
del agua, tanto material como discursivamente, ofrece un abordaje alter-
nativo para la investigación de cuestiones de agua que va más allá de solo
considerar el agua como un insumo para la minería o un recurso que es
afectado. Para entender la producción de paisajes hídricos con sus caracte-
rísticas peculiares, es importante examinar las relaciones sociales, las estruc-
turas de poder, y la política que se encuentran relacionadas con el control
del agua, y las cuales influyen en los flujos físicos del agua, el uso del recurso,
los marcos de gobernanza y regulación, los debates y paradigmas dominan-
tes, y los resultados visibles para el acceso o la exclusión de recursos hídricos
y las transformaciones a vidas, sustentos y paisajes.
El papel que juega el agua en producir las geografías de la minería pue-
de analizarse con un marco teórico de la ecología política (Castree y Braun
2001; Robbins 2004). La ecología política por lo general interroga las relacio-
nes entre el ambiente y las actividades humanas, o «el metabolismo comple-
jo entre la naturaleza y la sociedad» (Johnston et al. 2000: 590),5 enfocando
las relaciones de poder, tanto materiales como discursivas, que están detrás

5. Traducción del inglés al español por las autoras.


3 | Las industrias extractivas y los paisajes hídricos en transición en los países andinos 51

de procesos de cambio socioambiental. La ecología política también insiste


en que estos procesos de cambio son nítidamente relacionados con proce-
sos político-económicos que operan a escalas de espacio y tiempo mayor,
y que influyen en las dinámicas locales aun cuando no estén muy visibles
en el ámbito local (Blaikie 1985; Bryant y Bailey 1997). De esta manera, la
ecología política da más atención a los roles de diferentes actores sociales
en relaciones y cambios socioambientales cuestionando quién explota los
recursos, bajo qué tipo de régimen, con qué discursos y con qué efectos
socioecológicos (Bryant y Bailey 1997; Castree y Braun 2001; Robbins 2004;
Zimmerer y Bassett 2003).
Swyngedouw (2004) propone un marco dentro de la tradición de la
ecología política para analizar la producción de paisajes hídricos a partir
de un nexo conceptual entre el agua, el capital y el poder, en el cual afirma
que el agua funciona como un «lubricante» de procesos de acumulación de
capital. Por tanto, plantea que el agua se convierte en un recurso sumamen-
te estratégico que produce luchas cuando los capitalistas buscan controlar
el agua para satisfacer sus intereses y demandas (muchas veces apoyado
también por el Estado (ver Harvey 2003). Swyngedouw utiliza este marco
para demostrar que estos procesos a su vez producen paisajes hídricos con
características específicas, las cuales reflejan los intereses de los actores más
poderosos, quienes han conseguido controlar el agua para realizar sus acti-
vidades (Swyngedouw 1995, 1997, 1999, 2004). Propone que las relaciones
de poder se hacen evidentes al analizar el paisaje hídrico en sí mismo: los
patrones de acceso y exclusión, cómo el agua fluye físicamente en el espa-
cio, la presencia de obras hidráulicas, la naturaleza de los marcos regulato-
rios y los discursos que, en modos específicos, representan las cuestiones
de agua.
Sobre la base de las teorías de la naturaleza social (Castreey Braun 2001;
Escobar 1999; Harvey 1996; Latour 1993), el agua no se conceptualiza so-
lamente como un recurso material (H2O) que es externo a la sociedad, o el
objeto de actividades humanas, sino más bien como una naturaleza simultá-
neamente social y natural y en la cual las relaciones sociales están impregna-
das: «El agua es un elemento “híbrido” que captura y encarna procesos que
son a la vez materiales, discursivos y simbólicos» (Swyngedouw 2004: 28).6

El agua es socionatural tanto con relación a las maneras en que es formada


por las acciones humanas —por ejemplo una represa o un trasvase—, como
también con relación a las maneras en que es conceptualizada —como un bien
dado por Dios—. Este abordaje es diferente del de los impactos ambientales.

6. Traducción del inglés al español por las autoras.


52 J. Budds y L. Hinojosa

Mientras el abordaje de impactos ambientales conceptualiza la relación entre


la sociedad y la naturaleza en términos de la modificación, o la degradación,
del ambiente por las acciones humanas, el abordaje de la naturaleza social
conceptualiza el ambiente «natural» como ya modificado por procesos soci-
ales, y sostiene que los procesos sociales y ecológicos interaccionan para pro-
ducir naturalezas nuevas, o «socionaturalezas», de manera que reflectan las
prácticas, los intereses y los discursos de grupos sociales específicos (Castree
2001). En otras palabras, según este enfoque, el agua no se considera como
un recurso universal u objetivo, sino como algo que es entendido de diversas
maneras según la cultura, el contexto y los intereses de los actores sociales.
(Blaikie 1995)

El concepto de agua como «naturaleza social» también enfatiza que


la relación entre la naturaleza y la sociedad es un proceso dialéctico en el
cual los seres humanos interaccionan con los recursos hídricos, pero las ca-
racterísticas de estos recursos también influyen en las formas de estas inte-
racciones (Bakker y Bridge 2006; Harvey 1996; Worster 1985). Además, estas
características son tanto materiales como culturales. Por ejemplo, Bakker
(2003) plantea que el agua «no coopera» en relación con la privatización,
debido a sus características físicas —por ejemplo, porque es complicado y
costoso para transportar, o por el hecho de que diferentes proveedores no
pueden compartir la misma red—, pero también debido a sus característi-
cas simbólicas —la percepción de que el agua es un derecho humano o un
recurso sagrado—, que juntos explican por qué la privatización del agua no
ha sido muy exitosa económicamente y por qué ha causado tantas protestas
sociales.
De una forma parecida, Perreault (2006) muestra que las protestas so-
ciales por la privatización del agua y la exportación del gas natural en Boli-
via se organizaron de una forma diferente, ya que las protestas sobre el agua
eran más locales mientras que aquellas sobre el gas eran nacionales. Como
el agua, los minerales también incorporan características materiales y sim-
bólicas que influyen en las relaciones sociales. Por ejemplo, Le Billon (2006)
demuestra que las piedras preciosas son más aptas para la comercialización
ilícita debido a su tamaño pequeño, su fácil extracción y su alto valor, mien-
tras que, por ejemplo, la explotación de petróleo no se puede organizar de
una manera informal o ilícita porque necesita tecnología avanzada e infra-
estructura grande para su extracción. De esta manera, las características de
estos recursos también influyen en las interacciones sociales que, de nue-
vo, contrastan con el abordaje de impacto ambiental, el cual conceptualiza
el cambio ambiental como unidireccional, desde los seres humanos hacia
el ambiente.
3 | Las industrias extractivas y los paisajes hídricos en transición en los países andinos 53

4. Gobernanza de los recursos y formación de los territorios

Si la gobernanza se refiere al mejoramiento de la eficiencia de las institucio-


nes democráticas y de las políticas, aprovechando, en particular, la aparición
de nuevas formas de poder local (Mazurek 2009), entonces, para entender la
gobernanza de recursos naturales como el agua y los minerales, se requiere
analizar cómo la política y el poder moldean el acceso, uso y control de tales
recursos. Si además se busca ver cómo la interacción entre poder y política
con dinámica económica se localiza geográficamente, la gobernanza de los
recursos naturales pasa a ser clave para entender la formación de territorios.
Los territorios, como resumen Berdegué y Shetjman (2007) en referen-
cia a Fligstein (2001), Bourdieu (2001) y Granovetter (2001), son entendi-
dos como «construcciones sociales que resultan de la interacción de actores
en espacios delimitados, las que están mediadas por un marco institucional
que a su vez es el producto de dichos tipos de relaciones sociales». Así, desde
la sociología económica, se hace referencia a «dominios», «sectores», «es-
pacios sociales organizados o milieu (espacios sociales o culturales)». Para
Fligstein (1996, 2001) los campos o espacios sociales son sistemas que con-
tienen actores colectivos que intentan producir un sistema de dominación
que incluye la producción de una cultura local, de derechos de propiedad,
de reglas de intercambio y que encuentran en los mercados formas de so-
brevivencia y expansión.
Los territorios están inmersos en los procesos de globalización y des-
centralización. Es en estos procesos en que los territorios se integran o se
aíslan. Los proyectos territoriales resultan ser una conjetura sobre el futuro
deseado de un ámbito espacial en un contexto globalizado y descentraliza-
do. En este contexto la dinámica territorial no solamente es el resultado de
determinadas intervenciones externas, sino es un proceso que emerge de
aspectos que tienen que ver con la gobernanza y ciudadanía, con identida-
des socioculturales en torno a ejes de género o étnicos, con culturas institu-
cionales, con interacciones transfronterizas y con efectos que producen las
tendencias tecnológicas en las culturas locales (Rimisp 2008a, ver también
Rimisp 2007).
En la organización de tales espacios, para Bourdieu (2001), la posesión
de una red de relaciones sociales —el capital social— permite el acceso dife-
rencial a los recursos. Si tal acceso se da a través del mercado, las relaciones
económicas que se dan entre agentes económicos para acceder a recursos y
activos no son relaciones de libre mercado sino que están imbricadas en las
redes sociales de las cuales los agentes forman parte (Polanyi 1949; Grano-
vetter 1985). En el mercado y fuera de él, estas relaciones definen derechos
54 J. Budds y L. Hinojosa

de propiedad y mecanismos institucionalizados —a través de una normati-


va legal o bajo formas de derecho consuetudinario— que determinan quién
accede y controla los recursos naturales.
Cuando los recursos que son materia de intercambio y acumulación
son recursos naturales, esto es, recursos que toman la forma de «activos» o
«capital», su ubicación geográfica se convierte en un factor de localización
de las relaciones sociales. Es decir, el acceso y control de los activos naturales
pasa a ser un factor que configura territorios. Si además las dinámicas te-
rritoriales están basadas en la explotación de algún activo natural específico
del territorio, las relaciones sociales alrededor del mismo, de manera directa
e indirecta, influyen en la sobrevivencia y expansión de los grupos (agentes
económicos) que compiten por dicho activo o por el producto derivado de
la explotación de dicho activo. Este es el caso de los recursos minerales, los
hidrocarburos, los bosques y los suelos (ver Hinojosa et al. 2010, para un
ejemplo de recursos hidrocarburíferos).
En cambio, si las dinámicas territoriales están basadas en un uso com-
binado de activos naturales cuya localización es fija, el acceso a un recurso
redefine el acceso y uso de otros dentro del mismo espacio geográfico. Por
ejemplo, el uso de recursos del suelo y del subsuelo dentro de un mismo
espacio geográfico es competitivo. Así, hay competencia entre la explotación
de minerales —recursos ubicados en el subsuelo— y la agricultura que de-
pende del suelo debajo del cual yacen dichos minerales.
El caso no competitivo de activos concurrentes en un mismo espacio
geográfico —por ejemplo, de suelos de potencial agrícola y aguas subte-
rráneas— no plantea la disyuntiva de los casos anteriores en términos de
dinámicas territoriales, pues estas dependen precisamente del uso comple-
mentario de los recursos involucrados. Por ejemplo, Modrego et al. (2011)
y Acuña y Mendoza (2010) muestran cómo el acceso a aguas subterráneas
ha sido determinante en el desarrollo de nuevos cultivos comerciales en el
secano interior de la Región de O’Higgins en Chile, lo que ha sido funda-
mental en la dinámica territorial. En áreas donde hay mayor diversificación
productiva —por ejemplo en el Macizo de Peñas Blancas en Nicaragua—
,el manejo articulado de los diversos recursos —suelos para café y otros
cultivos y agua— produce dinámicas territoriales específicas alrededor de
tales activos, pero además hace más explícitas las valoraciones subjetivas
de la población local respecto de la biodiversidad, el paisaje y el clima del
territorio.
En todos los casos anteriores, las instituciones formales e informales y,
en particular, los derechos de propiedad sobre los activos naturales, se deli-
mitan dentro de determinadas fronteras territoriales. Estas fronteras pueden
3 | Las industrias extractivas y los paisajes hídricos en transición en los países andinos 55

ser resultado de la competencia y el conflicto sobre los recursos del terri-


torio (Bourdieu 2001), de formas más bien cooperativas de construcción
territorial (Coleman 1990), de formas tecnocráticas que faciliten la gestión
de los recursos territoriales (World Bank 2003), o de mecanismos políticos
que persiguen el control y la acumulación de estos a través de la desposesión
(Harvey 1996, Boelens 2008). Por otro lado, la delimitación de tales fronte-
ras sugiere la existencia de «proyectos territoriales» (Wilson 2004), es decir,
de imaginarios colectivos del «para qué» se quiere delimitar un territorio
y cómo el acceso y control de los recursos naturales es un factor de tales
proyectos.
La gobernanza territorial determina los procesos de cambio institucio-
nal y estos marcos institucionales determinan en gran medida la producti-
vidad de los activos, así como las relaciones de los agentes con los mercados
(Schejtman y Berdegué 2004). Este proceso circunscrito a la gobernanza de
los recursos naturales, sugiere que, para analizar las prácticas de los actores
y de sus relaciones en torno al control y gestión de los recursos se requiere
de un marco analítico que incluye los siguientes aspectos:

i. La identificación de los grupos de interés (stakeholders), sus caracterís-


ticas culturales y sus grados de poder político —ubicación jerárquica
para la toma de decisiones.
ii. La explicitación de los derechos de propiedad, sean estos colectivos o
individuales, y sus límites jurisdiccionales.
iii. La caracterización del mercado que permite la asignación de los recur-
sos desde el punto de vista económico.
iv. La identificación de los mecanismos institucionales (formales e infor-
males) que condicionan la eficiencia de la acción colectiva para el auto-
control y la autoregulación.
v. La identificación de las relaciones causales entre la gobernanza de los
recursos y los proyectos territoriales y explicitación de las escalas en las
cuales se dan estas relaciones.

La construcción social de territorios que se sugiere desde la geografía


económica hace cierta abstracción de estos procesos de definiciones ins-
titucionales y se concentra en las «funciones de apropiación, explotación,
vivencia, intercambio y administración que un territorio cumple» (Brunet
1997, Mazurek 2006, citado en Mazurek 2010). Con ello se abren las po-
sibilidades de que varios territorios coexistan en un mismo espacio y que
su convivencia esté basada en la capacidad de los actores de coordinar sus
56 J. Budds y L. Hinojosa

acciones y estrategias (Mazurek 2010). Una formulación de este tipo resulta


problemática cuando el objeto de estudio es la gobernanza de los recur-
sos naturales en relación con la formación de proyectos territoriales, pues
no solo se lleva a la extrema segmentación territorial —por ejemplo, un
«territorio» para cada grupo de interés—, sino que obscurece la economía
política que subyace a la construcción de proyectos territoriales. Esta econo-
mía política hace alusión a la necesaria existencia de un proyecto territorial
—político— dominante que sea el que articule a los actores sobre la base del
control de recursos que estos logren.
En lo normativo, si desde el inicio la formulación y el reconocimiento
de un proyecto territorial dominante se plantea como inclusivo, la gober-
nanza de los recursos naturales y, por tanto, la generación de condiciones
necesarias para promover dinámicas territoriales deberían dar lugar a pro-
cesos de crecimiento con inclusión y sostenibilidad. Ello implicaría que, al
permitirse la dominancia de un proyecto territorial inclusivo y sustentable,
los procesos de desconcentración y descentralización que vienen «desde
arriba» deberían estar orientados por el proyecto territorial y tendrían que
facilitar el reforzamiento de las dinámicas territoriales que surgen «desde
abajo».

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Capítulo 4

La influencia de la gran minería en Cajamarca


y Apurímac, Perú: acumulación por despojo
y conflictos por el agua
Milagros Sosa Landeo

1. Introducción

En las últimas tres décadas, los diferentes regímenes de gobiernos que ha


tenido el Perú han aplicado medidas que atraen y aseguran el desarrollo de
inversiones en el sector minero. Así, el Estado garantiza la propiedad priva-
da de las inversiones, la seguridad jurídica en la firma de contratos, la esta-
bilización de los impuestos y el establecimiento de las mismas condiciones
para otorgar concesiones mineras a empresas extranjeras como a nacionales
(Ley General de Minería 1992; Proinversión s/f). Con la implementación
de dichas medidas, el Perú empieza a ser promovido por sus gobernantes
como un país estable y seguro para invertir, activo promotor y acogedor de
la participación de empresas extranjeras privadas, en diversos proyectos de
inversión (De Echave 2009). Como resultado se han incrementado las con-
cesiones mineras a lo largo del país a empresas extranjeras (Bury 2005). La
combinación de las medidas implementadas, junto con el alza en el precio
de minerales preciosos, ha ubicado al país en los primeros rankings de pro-
ducción mineral en Latinoamérica y el mundo (Torres 2007).
Sin embargo, y aunque positiva para la balanza comercial nacional, no
toda la población considera positiva la influencia de la minería en el Perú.
Como Bebbington et al. (2008) refieren, queda mucha población escéptica
o con serias dudas acerca de dicha influencia.
En este capítulo presento los conceptos de acumulación por despojo
(Harvey 2003) y el análisis de los niveles de conflictos por el agua (Boelens
64 M. Sosa

2008, Zwarteveen et al. 2005) como herramientas conceptuales para analizar


la influencia de la industria minera a gran escala y asentada en los Andes
peruanos. En un primer momento muestro el caso de la adquisición de tie-
rras tanto en Cajamarca, por parte de la empresa minera Yanacocha, como
en Apurímac, por el proyecto de exploración Xstrata Las Bambas. En ambos
casos se ve la actuación de mineras transnacionales en negociaciones por
tierras con comunidades andinas. En un segundo momento abordo el tema
de los conflictos por el agua entre comunidades campesinas y Yanacocha,
en el que menciono la reducción de caudales, la restricción del uso de agua
por las comunidades campesinas y la negociación de derechos de agua entre
comunidades y empresa.
En ambos casos utilizo la información recopilada en campo a través de
entrevistas semiestructuradas, observaciones, grupos focales y reviso informa-
ción secundaria (por ejemplo: Resoluciones de autoridades locales del agua).

2. Manejo del agua y regulación minera en el Perú

Manejo del agua

El manejo del agua en el Perú se desarrolla en el marco de la nueva Ley de


Recursos Hídricos 29338, promulgada en 2009, durante el segundo gobier-
no del presidente Alan García. Esta ley deroga la Ley 17752, promulgada en
1969. La actual ley establece que el agua es un recurso natural de propiedad
del Estado, renovable, esencial para la vida, vulnerable y estratégico para el
desarrollo sostenible, para los ciclos naturales y para la seguridad nacional.
Esta conceptualización tan amplia muestra el potencial y múltiple carácter
del agua y sus usos.
El agua puede ser dada en concesión de uso o derechos de uso por el
Estado a través de permisos, licencias o autorizaciones y para diversos fines.
Bajo el régimen de la anterior Ley de Aguas (17752), la prioridad de uso del
recurso la tenía el consumo poblacional, luego el abrevadero de animales,
la agricultura, y finalmente el uso industrial. En la actualidad, con la nueva
ley (29338), la prioridad de uso será decidida por los consejos de cuenca de
acuerdo a las necesidades de cada zona. Tratando de mejorar y descentrali-
zar el manejo del agua en la práctica diaria, la nueva ley establece reorgani-
zaciones legales e institucionales. Para mencionar algunas:

a) El reconocimiento de las comunidades indígenas y campesinas como


usuarios que pueden ejecutar sus derechos de acuerdo a sus leyes y
costumbres.
4 | La influencia de la gran minería en Cajamarca y Apurímac, Perú 65

b) El manejo del agua debe ser implementado en el ámbito de las cuencas, de-
legando funciones administrativas a las autoridades locales del agua (ALA).
c) La creación de Consejos de Cuenca que serían los responsables de co-
ordinar y participar de los planes de manejo sostenible del agua en sus
territorios.
d) La facultad de otorgar en concesiones el manejo del agua a empresas
particulares. Esto ha generado varias discusiones que catalogaron a esta
nueva ley como privatizadora (Del Castillo 2009).
e) En el caso de las demandas por derechos de uso de aguas de una misma
fuente y para fines productivos, el criterio de distribución que ordena
la ley consiste en dar prioridad al uso del mayor beneficio e interés pú-
blico, el más eficiente, más alta tasa de generación de empleo y los más
bajos impactos.

A pesar de que con la nueva ley (29338) se pretendía descentralizar


funciones y acciones, todavía, en casos de conflictos por el uso del agua se
tiene gran dependencia del gobierno central.
Es interesante notar que las industrias extractivas, basadas en sus con-
ceptos de uso eficiente y conservación del agua, especialmente por el uso de
alta tecnología en sus operaciones, se alinean frecuentemente con lo redac-
tado en la ley. En ese sentido los gobernantes concluyen y promueven a las
operaciones mineras como usuarios inocuos del agua.1
En el Perú, las modificaciones en la legislación en términos de agua
fueron respaldadas y promovidas por diferentes organizaciones interna-
cionales, por ejemplo, el Banco Mundial. Para algunos autores, esa activa
promoción conlleva o induce a algunos países en vías de desarrollo a imple-
mentar políticas neoliberales en sus nuevas legislaciones, por ejemplo en sus
leyes de aguas (Achterhuis et al. 2010). La lógica puede ser integrar al agua,
u otros recursos naturales y su manejo a economías globales o sistemas de
mercado (Swyngedouw 2005).

Regulación minera

En el Perú, la regulación de las actividades mineras está a cargo del Mi-


nisterio de Energía y Minas, MEM. Los instrumentos legales concernientes
con la regulación del sector minero fueron promulgados el 1992 durante el

1. Discurso del ex presidente Alan García, en la inauguración del reservorio San José de
Minera Yanacocha.
66 M. Sosa

gobierno de Alberto Fujimori y recogidos en el Decreto Supremo 014-92-


EM o Texto Único ordenado de la Ley General de Minería. También se tiene,
el Decreto Supremo 018-92-EM acerca de procedimientos mineros, el De-
creto Supremo 016-93-EM para la protección ambiental durante actividades
mineras y el Decreto Legislativo 708 acerca de promoción de las inversiones
mineras, entre otros.
Las actividades mineras incluyen la exploración, y el desarrollo y la ex-
plotación, los que son posibles de realizar luego de obtener una concesión
minera otorgada por el Estado. Esta concesión otorga el derecho de explo-
rar y explotar los depósitos de minerales en una determinada área, pero no
otorga derechos de propiedad sobre la tierra (Torres 2007). En este sentido,
las compañías mineras necesitan negociar con los propietarios de los terre-
nos y acordar la forma de tener acceso a los depósitos. En caso de que no se
lleguen a acuerdos entre el propietario y el que posee la concesión minera,
se puede aplicar el proceso de Ley de Servidumbre Minera.
Actualmente, y de acuerdo a regulaciones del mercado, el Estado pro-
mueve las negociaciones de tierras entre los propietarios de las tierras y los
empresarios mineros (Salas 2008). Estas negociaciones son un punto crucial
para los representantes de las minas debido a que de eso depende el desa-
rrollo de sus operaciones, pero en el proceso de negociación se pueden pro-
ducir conflictos socioambientales. Frecuentemente, las compañías mineras
prefieren negociar con las comunidades directamente, adquirir las tierras y
luego la licencia social o permiso de la comunidad para operar. Esta licencia
social es requisito importante para iniciar las operaciones mineras. Así mis-
mo, antes del inicio de las operaciones es necesario preparar, validar y tener
aprobado el Estudio de Impacto Ambiental - EIA y la autorización para ini-
ciar actividades emitida por el Ministerio de Energía y Minas - MEM. Por su
parte la Autoridad Nacional del Agua debe también emitir permisos de uso
de agua para las actividades específicas que requiera la operación minera,
así como la debida autorización para la construcción de la infraestructura
hidráulica relacionada con las operaciones mineras.
En el sector minero se han producido también cambios legales e insti-
tucionales. Al inicio del 2010, las funciones que realizaba el Organismo Su-
pervisor de la Inversión en Energía y Minería - OSINERGMIN, creado en el
2007 para regular, supervisar y controlar las actividades mineras en el Perú
fueron transferidas al Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental
- OEFA. Esta nueva institución es autónoma en sus prácticas pero depende
del Ministerio del Ambiente.2 La actividades de regulación, supervisión y

2. Ministerio creado en 2008.


4 | La influencia de la gran minería en Cajamarca y Apurímac, Perú 67

control realizadas por el Estado peruano a las actividades mineras es un


tema que genera bastante debate, puesto que se contrasta con el rol activo
que el Estado ha adoptado para atraer inversiones mineras foráneas al país y
promover los beneficios de la industria minera para el desarrollo del país.3

3. Acumulación por despojo (reflexiones breves)

En el marco del proyecto Justicia Hídrica, se aborda el tema de acumula-


ción enfocado en torno al acceso al agua y a los derechos de uso de aguas
por parte de ciertos usuarios en desmedro de otros. En ese sentido, en este
documento, se presentan algunos ejemplos relacionados con las actividades
de las empresas mineras, que trabajan a cielo abierto, quienes acumulan
tierras y agua para iniciar operaciones mineras o expandirlas. Así mismo, la
acumulación de derechos de uso de aguas por parte de empresas mineras,
no solamente para usarlas en sus operaciones sino también para modificar
caudales y/o drenarlas, afecta a otros usuarios (Sosa y Zwarteveen 2009).
La acumulación de recursos agua y tierra termina favoreciendo la acu-
mulación de capital. Así, en el caso específico del agua, Budds (2009: 7) afir-
ma que «el agua es un elemento esencial o un tipo de lubricante crucial para
la acumulación de capital y el desarrollo económico». En ese sentido, la acu-
mulación de dichos recursos naturales se enlaza a la lógica del concepto de
acumulación por despojo presentada por David Harvey (2003) en su libro
«El Nuevo Imperialismo». Los procesos de acumulación por despojo admi-
ten la capitalización de bienes que antes no eran vistos como parte del mer-
cado. Este es por ejemplo el caso del agua y se expresa en las negociaciones
que se hacen entre empresas mineras y comunidades, transformándose el
control y manejo del recurso de lo colectivo a lo individual o privado (Har-
vey, 2003; Spronk y Webber 2007). Así mismo y de acuerdo a Swyngedouw
(2005) y a Ahlers y Zwarteveen (2009), se puede entender acumulación por
despojo como el proceso por el cual los recursos, la propiedad, el manejo y
el conocimiento que se encuentran bajo un régimen común o colectivo no
privado, pasan por un proceso de individualización y terminan siendo de
uso exclusivo de regímenes privados.
Harvey y otros autores que se refieren a procesos de acumulación por
despojo destacan el rol crucial del Estado para que dichos procesos se desa-
rrollen. Así, el Estado se encarga de regular, modificar y ajustar los marcos

3. Por ejemplo: Discurso del ex presidente Alan García en la transferencia del proyecto Las
Bambas a la empresa Xstrata para inicio de operaciones.
68 M. Sosa

legales e institucionales, privilegiando o favoreciendo y hasta promoviendo


acumulación del capital. Esta actitud del Estado ligada a procesos discur-
sivos e ideológicos, legitiman y justifican la acumulación a través del des-
pojo, considerándolo como el único camino para que la sociedad alcance
desarrollo.

4. Niveles de conflicto por el agua

La multiplicidad de usos y grupos de usuarios del agua interactuando en


la práctica diaria del acceso al recurso, su manejo y control en las regiones
andinas —y en otras regiones— ha exacerbado la presión sobre los recursos
hídricos. Esta presión se expresa mediante la confrontación, competencia
o los conflictos entre grupos de usuarios, los cuales despliegan diferentes
estrategias tratando de hacer prevalecer sus reclamos, derechos, posiciones
e intereses. Los conflictos por el agua pueden ser entendidos a través del
marco de análisis de derechos elaborado por Boelens (2008) y Zwarteveen
et al. (2005) y que identifica cuatro niveles de disputa: recursos, derechos o
normas, autoridad y discursos.

Recursos

Las disputas se originan cuando hay restricciones o impedimento en el ac-


ceso al recurso hídrico, así como a otros medios materiales que permitan a
los usuarios disponer de agua y beneficiarse de ella, lo que son motivos de
conflictos. Meinzen-dick y Bakker (2001) en su análisis acerca de la distri-
bución del agua en un contexto de múltiples usos, refieren que se tienen que
renunciar a algunos usos del agua, como es el caso de la agricultura campe-
sina, para que la demanda por el recurso en otros sectores sea cubierta, por
lo general, los de los económicamente poderosos.

Derechos o normas

La definición, interpretación e implementación de los derechos del uso de


agua constituye un campo complejo donde el agua también es disputada.
Los múltiples usos y usuarios social, cultural y políticamente definen y apli-
can sus reglas de juego, categorías de derechos, obligaciones y responsabili-
dades para la práctica diaria de acceso al agua, uso y control.
Los derechos de agua son concebidos como relaciones sociales, es decir,
la interrelación del individuo con otros individuos en torno al agua y como
4 | La influencia de la gran minería en Cajamarca y Apurímac, Perú 69

expresiones de poder (Boelens y Hoogendam 2002). Los derechos deter-


minan los mecanismos de distribución del agua pero también la inclusión
o exclusión de los usuarios; implican regulación, transformación e incluso
alteración de las fuentes. En algunos casos, dependiendo del sistema de de-
rechos, se permite la negociación del recurso. (Schlager y Ostrom 1992 en
Meinzen-Dick y Bakker 2001).

Autoridad

El tener poder de decisión y/o control sobre el recurso es otro nivel de dis-
puta. Esto se refiere a la legítima autoridad para establecer y hacer cumplir
las normas, derechos y sanciones. La autoridad implica además, quién es,
puede ser o debe ser involucrado en la toma de decisiones y goza de todo
el poder para determinar el acceso al recurso, la distribución y la exclusión
de los usuarios. En la práctica diaria del manejo del agua, hay una continua
disputa entre aceptar o negar el poder de dicha autoridad y por lo tanto
respetar o cuestionar sus decisiones.

Discursos

El agua es disputada al nivel de los discursos, los cuales son usados para arti-
cular o expresar problemas en torno al agua: «Imponer o defender políticas
hídricas»; legitimar —apoyar o incluso justificar— determinada autoridad
y «establecer una institución de control y prácticas de distribución». Los
discursos también surgen como «estabilizadores u organizadores socio-
técnicos» de la realidad (por ejemplo: las tendencias del manejo del agua)
(Boelens 2008: 8, 487). Como se indicó anteriormente, los discursos pueden
reforzar o cuestionar políticas hídricas en contextos específicos y siguiendo
lógicas particulares (por ejemplo: la globalización o modernización) (Zwar-
teveen et al. 2005).

5. Estudio de casos: tierras campesinas y derechos de agua en contextos


de exploración y explotación minera

Compra-venta y expropiación de tierras en Cajamarca

Yanacocha consta de seis minas o tajos a cielo abierto, cuatro platafor-


mas de lixiviación y tres plantas de recuperación de oro (Elizalde et al.
70 M. Sosa

2007)4 y se estableció en las cabeceras de tres cuencas y dos subcuencas de


la región Cajamarca (Yanacocha 2008). Ese establecimiento se realizó a tra-
vés de procesos de adquisición de tierras. Estos procesos consistían en la
compra directa de terrenos o negociaciones entre representantes de la mina
y los propietarios de tierras. Las condiciones de compra y venta fueron es-
tablecidas por la empresa y fueron bastante favorables para esta, y no para
las familias propietarias. Por ejemplo, la empresa adquirió terrenos a US$25
por hectárea (Deza 2008).
El proceso de adquisición de tierras es recordado como un proceso in-
justo, violento y que se dio en un ambiente de presión y amenaza de ex-
propiación. En el caso de que el propietario del terreno pusiera resistencia
a negociar con la empresa, se procedía a adquirir los terrenos a la fuerza,
imponiendo la Ley de Servidumbre de Tierras, de ese modo se expropiaba
y se inscribía en registros públicos como «propiedad adquirida en rebeldía»
(SCG 2004).
A través de estos procesos de adquisición de tierras, Yanacocha se con-
vierte en el propietario mayoritario de las cuencas y subcuencas que ocupa
(Bury 2004). Debido al tipo de minado que realiza: a tajo abierto, el con-
tar con tierra disponible es crucial para asegurar su producción, la que ha
excedido los 26 millones de onzas de oro desde que inició sus operaciones
(Newmont s/f). La empresa controla y permite el acceso de terceros con pre-
via autorización. En ese sentido, las comunidades vecinas vieron restringido
su acceso o tránsito a otras zonas de pastoreo, por ser ya, propiedad privada
de Yanacocha.

Reubicación de las comunidades para dar paso a la minería en Apurímac

Para que se inicien las operaciones mineras del proyecto Xstrata Las Bambas,5
la comunidad de Fuerabamba, localizada en el distrito de Challhuahuacho,
deberá ser reubicada. Esta comunidad está constituida por aproximadamen-
te 500 familias y ocupa un área de 8660 ha. Existe un acuerdo de negocia-
ción entre la comunidad y la empresa minera que establece las condiciones
del proceso de reubicación o reasentamiento, así como los beneficios que la
comunidad recibirá a cambio. Algunos beneficios serán: (a) la construcción
de la urbanización Nueva Fuerabamba donde se ubicarán las familias, y que

4. Ver cuadro de datos generales de la empresa en los anexos.


5. Ver en anexos los datos generales del proyecto y las proyecciones de explotación. La
información recopilada acerca de este caso corresponde al periodo de elaboración del
estudio de impacto ambiental. Dicho estudio fue aprobado en marzo de 2011.
4 | La influencia de la gran minería en Cajamarca y Apurímac, Perú 71

será implementada con todos los servicios (luz, agua, desagüe, etcétera); (b)
el otorgamiento para cada familia de una casa de aproximadamente 200 m2,
de concreto, tres pisos, diseño arquitectónico y antisísmico; (c) la entrega de
un área comunal de aproximadamente 5000 ha para la crianza y producción
del ganado y 3000 ha para la agricultura; (d) la construcción de escuelas y
el otorgamiento de incentivos económicos a profesores y hospitales —que
serán implementados de acuerdo a la realidad de la comunidad—, mercados
y otros servicios.
De acuerdo a los representantes de la empresa y las autoridades locales,
este proceso será muy beneficioso para la comunidad y la mejor experien-
cia de reubicación en el Perú. Sin embargo, al interior de la comunidad la
percepción es diversa; por un lado existe un aparente consenso a favor del
reasentamiento, pero, por otro lado, existen voces disidentes que no quieren
dejar sus tierras y no están conformes con las nuevas zonas de reubicación
por considerarlas menos productivas que sus propios terrenos. La mayoría
de los entrevistados temen que la mina no cumpla con sus promesas y luego
ellos no tengan a quien acudir para hacerlas cumplir. En la zona existe gran
incertidumbre y desconfianza. Lo que sí comentaron los entrevistados es
que los terrenos de Fuerabamba van a desaparecer porque ahí se ubicará el
tajo minero.
Sin embargo, la oposición no se manifiesta abiertamente en la zona
porque existen presiones de líderes que ya estuvieron conversando y fijan-
do las condiciones de los acuerdos y las negociaciones. Estas negociaciones
se hicieron entre la comunidad y la empresa, con la asesoría del Gobierno
regional y la Municipalidad, pero otras organizaciones campesinas o supra-
comunales no fueron incluidas. Esto ha incomodado a otros líderes campe-
sinos que proponen cambios en el acuerdo y extender los beneficios o com-
pensaciones a otras comunidades ubicadas dentro del área de la concesión
minera.
Poco se ha discutido acerca de los asuntos relacionados con la disponi-
bilidad hídrica para cubrir las demandas de la Nueva Fuerabamba, sin afec-
tar la demanda de las comunidades en las posibles zonas receptoras. Luego
de la firma del acuerdo, la atención estuvo centrada en las negociaciones por
tierras y no acerca de la situación del agua para consumo o para actividades
agropecuarias cuando se implemente la reubicación. Al respecto, un líder de
Fuerabamba comentó que «En el peor de los casos, … [si no contamos con
agua]… la compañía compraría agua para nosotros y se aseguraría que no
nos falte».
En el caso de Las Bambas, los conflictos por el agua podrían expre-
sarse cuando se inicien las operaciones mineras, como sucede en el caso
72 M. Sosa

de Yanacocha en Cajamarca. Por este motivo, en el presente documento me


referiré a los conflictos por el agua y/o a la acumulación de derechos de uso
de este recurso, en el caso Yanacocha en Cajamarca.

Disputas por el agua en Cajamarca

Para iniciar sus actividades, Yanacocha debió gestionar y contar ya con los
permisos tanto del Ministerio de Energía y Minas así como del Ministerio de
Agricultura para operar y usar los recursos. Por ejemplo, en el ámbito local
y para usar específicas fuentes de agua para propósitos determinados, tanto
mineros como para la población debió contar con derechos de uso de aguas
tramitados previamente y aprobados por la Autoridad Técnica del Distrito de
Riego de Cajamarca, ATDRC. Sin embargo, al otorgar dichos derechos se ge-
neraron conflictos con otras comunidades que usaban las mismas fuentes de
agua para sus actividades agropecuarias. Este es el caso del conflicto por el agua
y derechos de uso de las mismas entre campesinos de La Ramada y Yanacocha.6
Los campesinos reclaman que el agua que alimentaba el canal Cerro Negro-
La Ramada, construido por ellos colectivamente hace como treinta años, es
ahora usada por la empresa para dotar de agua a sus campamentos mineros.
El canal, de una longitud de 17 km y con capacidad para 80 l/s beneficiaba,
según los pobladores, a alrededor de 160 familias de la zona. El canal y el uso
de nueve fuentes de agua que lo alimentaban fueron oficialmente reconoci-
das en 1989. Sin embargo, luego, a casi diez años de ese reconocimiento, los
derechos de agua fueron cancelados por un par de los primeros líderes del
canal, sin informar al resto de los usuarios. Es así que en el 2003 Yanacocha
adquirió licencias para usar 8,5 l/s de dichas fuentes de agua. Los usuarios
especulan que existieron negociaciones con la empresa que convencieron a
esos líderes.
Sin estar al tanto de la situación de los derechos de agua, en el 2004,
los usuarios intentaron hacer labores de limpieza del canal, pero fueron
denunciados por Yanacocha por invasión a la propiedad privada. Debido
a este evento se enteraron de que las fuentes de la zona de Cerro Negro
que alimentaban al canal habían sido otorgadas a Yanacocha y que el uso
que ellos podían hacer de dichas fuentes no había sido tomado en cuenta,
por lo tanto, no contaban con todos los derechos de uso ni los documentos
requeridos por el Estado para ser considerados usuarios oficiales.

6. Actas de la comunidad La Ramada 2008-2009; Resoluciones directorales y administra-


tivas ATDRC 1989, 2001, 2003; ATDRJ 2003a.
4 | La influencia de la gran minería en Cajamarca y Apurímac, Perú 73

Los usuarios, mediante el uso de diversas estrategias, intentaron rever-


tir la situación y pedir la nulidad de la licencia otorgada a Yanacocha. Uno
de los muchos argumentos que esgrimieron fue que ellos usaban esas aguas
para riego y la minera para sus operaciones extractivas. Sin embargo, todas
sus explicaciones fueron desestimadas. Una de las alternativas planteadas,
y que luego la Autoridad Nacional del Agua ANA dispuso oficialmente, fue
realizar un estudio de disponibilidad hídrica y operatividad del canal; para
(a) saber si existían remanentes de agua y así poder compartirlos y (b) para
ver si se podría conducir agua por el canal. Sin embargo, por procedimien-
tos oficiales y observaciones por parte de las autoridades locales del agua se
continuó definiendo si se le devolverían los derechos a La Ramada o no. En
el año 2008, un grupo de campesinos organizaron una protesta para que las
autoridades escuchen sus reclamos, pero fueron denunciados ante el juzga-
do de prevención del delito. En el 2009, finalmente, se realizaron los estudios
pero no se daba a conocer una decisión final para el caso. Por su parte, los
representantes de Yanacocha refieren que el canal es inviable y nunca con-
dujo agua. Según los comuneros, el canal está parcialmente bloqueado por
la minera, con la intención de «borrar todo rastro del canal». Este conflicto
continúa, paralelamente se han producido serios conflictos entre dirigentes
al interior de La Ramada, y particularmente por el tema del agua, pero a
pesar de eso, los campesinos se han mantenido firmes en su reclamo por la
devolución de los derechos de uso de agua y el acceso al recurso.
Para el desarrollo de actividades mineras a tajo abierto es importante
tener asegurado el terreno a minar y contar con una permanente dotación
de agua. Yanacocha ha construido estructuras de almacenamiento para po-
der asegurar esas dotaciones a sus operaciones, las 24 horas del día. Más
aún, con la implementación de plantas de tratamiento de aguas, uso y reuti-
lización de las mismas, la empresa minera puede aseverar que su consumo
de agua no es excesivo, de acuerdo a sus representantes es aproximadamente
2 Mm3 al año.
Sin embargo, al realizar el minado a tajo abierto y remover grandes
cantidades de tierras se encuentran manantiales o afloramientos de aguas
subterráneas, que no son necesarias para la empresa en ese momento ni lu-
gar y, por tanto, deben ser drenadas en un proceso al que llaman dewatering
y almacenadas en otras zonas. Este dewatering fue un punto central en las
protestas, reclamos y conflictos en contra de la mina, por parte de la pobla-
ción asentada cerca de operaciones, ya que se afectaron fuentes de agua que
abastecían a ríos, quebradas y canales de riego. Las comunidades no cono-
cerán los procesos ni la terminología, pero ellos, que usan las quebradas,
perciben la disminución de agua en sus zonas y, por ende, en sus canales de
74 M. Sosa

riego. Debido a este proceso las comunidades han visto afectado su acceso al
agua y el uso de la misma.
Luego de que se produjeron los impactos, Yanacocha inició negocia-
ciones con las comunidades y ofreció dotar a los canales de riego de agua
tratada, remanente de sus operaciones. El agua tratada es almacenada en
el reservorio San José, perteneciente a Yanacocha —un ex tajo minero que
almacena hasta 6 Mm3 de agua—. Una vez que esta agua ha sido tratada se
la bombea a los ríos y de ahí a los canales comunales, siendo apta solamente
para riego de pastos. En estos casos, las negociaciones implicaron que las co-
munidades debían renunciar a los derechos de agua otorgados por el Estado
para el uso de agua de dichos canales, para que la empresa pase a adquirir-
los. Las negociaciones han incluido también compensaciones económicas
a los usuarios por el impacto ocasionado y/o por trabajos realizados en los
canales, todo esto, a costa de cesiones de caudales. Finalmente, la empresa
minera se ha convertido en proveedora permanente de agua tratada a cana-
les de riego campesinos.
Si bien es cierto, se han aplicado medidas de mitigación y compensa-
ción, y el acceso al agua ha sido reemplazado por el bombeo de agua tratada,
esto se ha conseguido a costa de sacrificar el uso de agua natural y de la re-
nuncia, por parte de los campesinos, a sus derechos de uso de la misma.

6. Conclusiones

Asegurar el acceso y uso de los recursos naturales como suelos, y particular-


mente aguas, tener derechos sobre los mismos y poder controlarlos, asegu-
ran las actividades productivas de las empresas mineras. El establecimiento
de dichas empresas y sus operaciones, así como el manejo que tienen de los
recursos naturales de la zona y los impactos que generan, producen cambios
irreversibles en la forma de vida campesina de las poblaciones alrededor de
las minas.
En los procesos mineros a tajo abierto se producen conflictos por el agua
debido a que se afectan o alteran manantiales y fuentes de agua que abaste-
cen a ríos, quebradas y finalmente a canales de riego de comunidades cam-
pesinas, y por tanto, se restringe el acceso al agua de dichas comunidades.
Así también cuando las empresas mineras adquieren los derechos de uso de
fuentes (licencias, permisos o autorizaciones dadas por el Estado), se limitan
los usos y derechos de las comunidades vecinas a esas operaciones mineras.
Considerando el rol que han tenido los últimos gobiernos —desde 1990
hasta el 2010— de promover las inversiones mineras en el país, todas las
4 | La influencia de la gran minería en Cajamarca y Apurímac, Perú 75

acciones que se planteen o requieran hacer para que las empresas cumplan
con sus fines extractivos son justificadas por el Estado o socialmente acep-
tadas. Esas posiciones de gobierno y de algunos sectores de la sociedad civil
peruana parecen fundamentadas en lo referido por Jeremy Bentham, acerca
del mayor bien para la mayor cantidad de personas («The greatest good for
the greatest number of people»). Aunque esto último vaya en desmedro de
otras actividades —por ejemplo: la pequeña agricultura.

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Anexos

Datos Yanacocha:

Propietarios: Compañía minera americana Newmont (51,35%), compañía peruana


Minas Buenaventura (43,65%) y Corporación Financiera Internacional del Banco
Mundial IFC (5%).
Inicio de operaciones: 1993.
Instalaciones: seis minas a tajo abierto; cuatro plataformas de lixiviación y tres
plantas de recuperación de oro.
Rendimiento: 1,5 millones de oz de oro en el 2007 como máxima producción
alcanzada.
Mayor productora de oro de América del Sur
4 | La influencia de la gran minería en Cajamarca y Apurímac, Perú 79

Datos Las Bambas:

Propietaria: Compañía minera suiza Xstrata Schweiz AG.


Inicio de exploración-concesión: 2004.
Transferencia de proyecto para explotación: 2010, inicio 2011.
Inversión: 121 millones de dólares a la firma del contrato para exploración (Gouley
2005) y 4200 millones de inversión para explotación.
Proyección rendimiento: 400.000 toneladas de cobre anuales.

«El contrato del Siglo» (Presidente Alan García Pérez 2010)


Capítulo 5

Riego campesino con aguas residuales urbanas:


contaminación, equidad y derechos de agua en México
Francisco Peña

1. Introducción

El propósito de este texto es analizar la desigualdad existente en el acceso al


agua para riego en México, tomando como eje de interés la calidad del lí-
quido utilizado en las parcelas, estudiando el riego abastecido con aguas re-
siduales urbanas sin tratamiento. Este tipo de riego que se realiza en cientos
de hectáreas de México y en muchos otros países del mundo (Pacheco 2007;
Shuval 1986) se ha sostenido bajo el supuesto técnico de que es una medida
eficaz de reutilización de las aguas de calidad no apropiada para consumo
humano y por su mala calidad un subsidio justificado para las unidades
campesinas de baja rentabilidad comercial. En México, se estima que —de-
pendiendo de la fuente que se consulte— solo entre un 10 y un 30 por ciento
de las aguas urbanas de desecho reciben un proceso de tratamiento apropia-
do antes de ser desalojadas sobre corrientes y cuerpos de agua. Una buena
parte de los efluentes urbanos contaminados se utilizan para regar superfi-
cies agrícolas de distintos cultivos, con autorización gubernamental expresa
o tácita, aun en contra de las disposiciones legales existentes.
El uso agrícola de las aguas desechadas por las ciudades tiene importan-
tes aristas ambientales, económicas y sociales, vinculadas no solo al manejo
de la agricultura, sino también al estilo de crecimiento urbano, la implanta-
ción de polos de desarrollo industrial, el crecimiento acelerado de negocios
inmobiliarios, la disponibilidad de vivienda y servicios sanitarios básicos
para la población y muchos otros. Diversos autores identifican que las prin-
cipales fuentes localizadas de contaminación de aguas, son los desechos
82 F. Peña

líquidos municipales e industriales, en particular los volúmenes crecien-


tes que desalojan las ciudades grandes (Wagner 1993; Jiménez et al. 2010).
Distintas investigaciones han demostrado que la reutilización de efluentes
urbanos contaminados en la agricultura se realiza sin considerar los altos
riesgos sanitarios que representan para los consumidores de los cultivos y
sobre todo para los propios agricultores.
En México, durante las dos últimas décadas, bajo las modificaciones de
orientación neoliberal en la administración del agua, la sociedad organizada
se ha manifestado tanto para reivindicar el uso agrícola de esas aguas resi-
duales urbanas, que a veces han aprovechado durante varias décadas,1 como
también para oponerse a recibir los efluentes urbanos que contaminan sus
ríos y parcelas. El desalojo de las aguas residuales y la regulación de su apro-
vechamiento ha sido escenario de la resistencia organizada de grupos socia-
les que matizan, detienen o modifican las acciones gubernamentales y que
con frecuencia tienen como ejes de reivindicación el reclamo de justicia y
equidad en el acceso al agua.
La práctica del riego agrícola con aguas de desecho de origen domésti-
co, lo mismo que la utilización de todo tipo de desperdicios orgánicos como
abono, son actividades muy antiguas, pero aquí trataremos solo de un tipo
de ese riego: el de amplias extensiones de cultivos por la concentración de
las aguas residuales provenientes de núcleos urbanos. Esa práctica es más
reciente, solo alcanzó una gran difusión e importancia a partir de la segunda
mitad del siglo XIX y está asociada al crecimiento urbano y sobre todo a la
revolución técnico-social experimentada en sus formas de abasto de agua y
saneamiento.
En los años veinte y treinta del siglo XX, la producción agrícola con
aguas residuales fue abandonada en la mayor parte de los países industria-
lizados, «al mismo tiempo, la recuperación y el aprovechamiento quedaron
desacreditados y pocos ingenieros o científicos demostraron algún interés
en el estudio sistemático de los aspectos de ingeniería, agronómicos, micro-
biológicos y de salud pública de la reutilización de las aguas residuales en
la agricultura. Todo esto cambió después de la Segunda Guerra Mundial,
cuando un nuevo empuje de interés científico y de ingeniería se desarrolló
tanto en los países industrializados, como en aquellos en desarrollo» (Shu-
val 1986: 4). Los años de la posguerra fueron también —conviene recor-
darlo— décadas de acelerado crecimiento industrial en varios de los países
subdesarrollados, que significó simultáneamente mayor demanda de agua

1. Casos destacados: el valle del Mezquital y los agricultores de las periferias de ciudades
como San Luis Potosí, Morelia, San Cristóbal de las Casas y Puebla.
5 | Riego campesino con aguas residuales urbanas 83

para la industria y el crecimiento urbano y la concentración de esa demanda


en algunos puntos de la geografía de esos países, en muchos casos, de los que
contaban con menor disponibilidad de agua superficial.
Tres consideraciones estuvieron presentes en esta nueva etapa de inte-
rés creciente por el riego con aguas residuales urbanas:
i. Se consideró la utilización de aguas residuales para el riego como una
estrategia recomendable para zonas áridas y semiáridas, donde el re-
curso hídrico es escaso y el consumo humano e industrial compite con
el uso agrícola del agua.
ii. Se afirmaba que la reutilización de las aguas de desecho podía ser espe-
cialmente atractiva para los países en desarrollo, debido a que llevaba
insumos orgánicos valiosos para mantener y mejorar la fertilidad de los
suelos. Algunos autores afirmaban que esa condición podía permitir
disminuir la dependencia de esos países de los abonos industrializados,
además de mejorar sus ingresos al reducir sus costos de producción.
iii. Los técnicos subrayaban que había que limitar los riesgos sanitarios.
Particularmente se recomendó establecer reglas muy estrictas de trata-
miento de las aguas para su reutilización, así como la regulación de los
cultivos que podían cosecharse.
En el caso de México, durante el siglo XX se experimenta el tránsito
del uso agrícola en pequeña escala de las aguas residuales, a un crecimien-
to acelerado, promovido por el gobierno federal, sin cuidar la aplicación
de medidas sanitarias para asegurar la calidad de los cultivos, la salud de
los trabajadores y habitantes de las zonas irrigadas y la viabilidad a largo
plazo de las regiones agrícolas que reciben las aguas de desecho. Se trató
de un pacto triangulado entre el capital inmobiliario beneficiado por un
crecimiento urbano barato —saltando la construcción de infraestructura
como la limpieza de afluentes urbanos—, los agricultores beneficiados por
la ampliación de la frontera agrícola y la élite política posrrevolucionaria
que buscaba fortalecer su control corporativo.
El valle del Mezquital, es la región más representativa en este tipo de
utilización de las aguas residuales urbanas. Como ya dije arriba no es el
único caso en México, pero concentro mi atención en esta región por una
razón fundamental: porque su amplitud y exhaustiva documentación per-
mite mostrar con claridad que la desigualdad en la distribución del agua se
construye también con un dispositivo de modificaciones territoriales que
son simultáneamente causas y resultados de una correlación de fuerzas so-
ciales, que a menudo se convierten en fortalezas que impiden cambiar desde
el fondo las desigualdades presentes.

84 F. Peña

2. El caso del valle del Mezquital en México

El valle del Mezquital ocupa la parte suroccidental y central del estado de


Hidalgo, al nororiente de la ciudad de México; es el límite suroriental de los
amplios territorios secos que se extienden por el norte mexicano. La parte
irrigada está organizada en dos distritos de riego: el 03 y el 100, que utilizan
una red de canales principales y presas organizados principalmente a partir
del abasto que reciben de las aguas residuales desalojadas por el área metro-
politana de la capital federal.
La última década del siglo XIX es el momento en que arranca la cons-
trucción de la relación de la ciudad de México con el Mezquital, como un
vínculo de aprovisionador de aguas residuales-usuario agrícola (Peña 1997).
Por una parte, porque se concluye el primer túnel de Tequixquiac, con mejo-
res resultados que el anterior Tajo de Nochistongo para abrir en forma artifi-
cial la cuenca del valle de México y conectarla a la cuenca del río Tula (Perló
1999). Y, por el otro, porque por primera vez el sistema está diseñado no para
desalojar las aguas de las crecidas en épocas de lluvias, sino para alejar de
manera sistemática las aguas de desecho de la ciudad (Musset 1992: 206). En
ese momento se construye una relación regular, permanente, de largo plazo.
Con esta concepción, el Mezquital se convirtió en el destino de un flujo per-
manente de aguas residuales: el líquido que desecha la ciudad de México.
Concluido el movimiento armado de 1910 y acicateado por la demanda
de los grupos de agricultores locales, que estaban dirigidos por liderazgos
corporativos del partido oficial, quienes a su vez buscaban acomodo en el
nuevo gobierno, el ejecutivo federal se propuso ampliar el área irrigada a par-
tir de la década de los treinta. Desde ese momento, los cambios registrados
se presentaron como un pacto del Estado revolucionario para conseguir el
desarrollo de una región pobre, india, marginada. Ese pacto quedó registra-
do en un acuerdo firmado por el presidente Manuel Ávila Camacho en 1942,
en el que se reconocía que el Mezquital era «una de las principales fuentes
de abastecimiento de productos agrícolas para la capital de la república y...
cualquier disposición que sea encaminada al aumento de la producción de
dicho distrito reportará un beneficio bastante sensible, tanto para los usua-
rios del mismo, como para la economía general del país» (Aboites 1997). Por
esa razón se decidió aumentar el volumen de aguas residuales concedido a
130 metros cúbicos en el estiaje y 154 durante la época de lluvias.
El crecimiento seguro del servicio de desagüe de la ciudad de México
y el aumento del gasto de agua de los habitantes de la capital, permitió
que el distrito dispusiera siempre de volúmenes crecientes de líquido para
riego agrícola. Una condición que parecía verdaderamente privilegiada en
5 | Riego campesino con aguas residuales urbanas 85

Cuadro 5.1
Crecimiento en la superficie irrigada
Mezquital, 1931-2000
en el valle del

Año Superficie / ha Fuente

1931 12.000 Fabila,1938


1962 25.000 Vicente Orozco, 1963
1971 70.000 Finkler, 1974
1990 90.000 SARH, 1994

2000 90.000 CNA, 205

Cuadro 5.2
Volumen de agua desalojada por la ciudad de México
que ingresó al valle del Mezquital, 1901-2010

Año Volumen de agua en millones de m3


1901 103
1907 154
1920-1937 238 promedio anual
1942 284
1942 384
1940-1951 297 promedio anual
1951-1958 463 promedio anual
1991 1321
2000 1500
2010 2000

Fuente: todos los datos son de Pablo Bistrain 1961, en Aboites 1997, excepto el de 1991 que es de CEPAL
1991: «Anexo estadístico» y el 2000 y 2010 es de CNA 2005, 2010.
86 F. Peña

relación con todos los demás distritos de riego, que más que certidumbre
por el abasto y, más aún, por disponer de volúmenes crecientes de agua,
enfrentaban la amenaza de perderlos por la fragilidad ambiental o porque
fueran retenidos aguas arriba.
Las ampliaciones posteriores del volumen de aguas residuales recibi-
das y del área irrigada fueron el desarrollo de una tendencia marcada con
claridad por ese acuerdo presidencial. El cuadro 5.l muestra los cambios
registrados en la superficie total con riego en el valle del Mezquital, gracias
a las aguas de desecho de la ciudad de México.
Con la construcción y puesta en marcha del drenaje profundo, creció
la captación del sistema de desagüe de la capital, lo que permitió disponer
de una mayor cantidad de metros cúbicos de agua. El cuadro 5.2 registra los
datos de esos volúmenes disponibles y permite comparar el crecimiento del
volumen de aguas residuales que ingresaban al Mezquital.

3. Aguas residuales ¿para el desarrollo?:


construcción histórica de la inequidad

Al inicio de la relación entre la ciudad de México y el Mezquital como


«donadores»-receptores de aguas residuales, la iniciativa se daba desde el
gobierno federal y desde la ciudad de México; pero los actores locales del
Mezquital jugaron también un papel activo. Desde los concesionarios de las
aguas (residuales y no residuales) que construyeron las partes medulares del
sistema de riego —que todavía hoy siguen siendo centrales en los múltiples
ejidos y pequeñas propiedades—, hasta los campesinos que en el periodo
posrevolucionario pidieron el agua, se organizaron y construyeron las alian-
zas políticas con sus líderes locales, para asegurarse el beneficio de una bue-
na relación con el gobierno central, que terminó asegurándoles el usufructo
de volúmenes crecientes de las aguas desalojadas por la ciudad de México.
Puede resultar paradójico, pero en condiciones de escasez de agua de
mejor calidad, los agricultores del valle del Mezquital se constituyeron en
un grupo privilegiado frente a sus vecinos en la periferia de la región. La
ampliación de los beneficios a otros ejidos y municipios fue producto, siem-
pre, de una lucha complicada por parte de los peticionarios, que buscaban
algún tipo de acuerdo con el núcleo de beneficiarios originales de las aguas
contaminadas.2 Cada ampliación de la superficie regada, significó un nuevo

2. Finkler 1974, Bartra, Paré, Boege et al. y Peña 1997, entre otros, han documentado distin-
tos momentos de esos procesos de ampliación de los beneficiarios de las aguas residuales.
5 | Riego campesino con aguas residuales urbanas 87

arreglo de fuerzas políticas distintas, incluso en las postrimerías del siglo XX


(ver Peña, Vargas y Romero, en prensa).
La relación fue presentada como mutuamente benéfica para la ciudad
de México y la región irrigada. Incluso la calidad del agua, como agua con-
taminada con desechos orgánicos, fue bien vista para incrementar los ren-
dimientos de los cultivos. Si la ciudad dejaba correr el agua que no bebería,
nadie parecía resultar perjudicado. La ciudad ganaba alejando el agua que
podía generar enfermedades entre sus habitantes, el Mezquital ganaba ob-
teniendo un recurso valioso para la agricultura, tanto por su cantidad como
por su calidad fertilizadora; incluso —se afirmaba— ganaba el ambiente,
pues al pasar por las parcelas, el líquido se limpiaba, disminuyendo la con-
taminación de los cuerpos de agua que la recibirían al final.
El principal argumento para mantener esta situación durante los regí-
menes del PRI, fue siempre que las aguas de desecho eran un factor definiti-
vo para el crecimiento agrícola de la región, que permitiría sacar del atraso
a la población local. Ese tipo de riego agrícola era el componente central de
los programas de desarrollo regional en el valle del Mezquital; la ampliación
de la superficie beneficiada fue bandera política del gobierno estatal y fede-
ral hasta fines del siglo XX.
El desalojo de las aguas de desecho urbano, sin tratamiento, hacia
el Mezquital, se convirtió en un «servicio al desarrollo de la región», que
a su vez daba un «servicio ambiental» a la metrópoli. Un tipo de riego
contribuyó a un tipo de urbanización: depredador de agua y otros bienes
ambientales, de altas ganancias inmobiliarias y errática inversión pública,
que no priorizó servicios indispensables como el saneamiento de las aguas
residuales.3
El siglo XX fue el escenario de la construcción de un acceso inequita-
tivo al agua por parte de los campesinos del valle del Mezquital, escondido
tras un gesto generoso de la ciudad de México que le donaba sus desechos
líquidos. Como agravante, durante esos años, la contaminación de las aguas
desalojadas se transformó. Siguieron estando los desechos orgánicos muni-
cipales, pero crecieron otras sustancias químicas escondidas en la inmundi-
cia general, pero seguramente más peligrosas en el largo plazo.

3. La permanencia de esa situación como política de desarrollo explica que actualmente la


zona metropolitana del valle de México tenga 27 plantas depuradoras: 13 en el distrito
federal y 14 en el estado de México, para tratar menos del 15 por ciento del total de sus
efluentes.
88 F. Peña

4. Ilusiones productivistas y salud ambiental: el impacto del cólera

En el discurso oficial, el valle del Mezquital irrigado fue convertido en un


«granero», el «vergel engañoso» lo calificaron varios investigadores para su-
brayar el hecho de que la creciente producción de granos, forrajes y hortalizas
estaba sostenida por una contaminación ambiental creciente. El agua conta-
minada salinizó rápidamente los terrenos bajos, la infiltración contaminó el
acuífero superficial y los pozos de uso comunitario, y penetró en los sistemas
de agua potable municipal en la región a través de las fugas. Durante décadas,
el Mezquital ha sido lugar de estudios epidemiológicos para valorar en qué
medida las aguas contaminadas afectan la salud de los agricultores y ave-
cindados. Todos apuntan a que los agricultores y los habitantes de la región
viven en riesgo sanitario por las aguas contaminadas con las que riegan.
Con todo, antes de 1991, en los conflictos locales nunca había estado
en el centro el problema sanitario. A partir de que en ese año empezaron a
registrarse casos de infección por cólera en México, las autoridades federales
dictaron órdenes de suspender el agua para todas las parcelas del Mezquital
donde se detectara que había cultivos de hortalizas. Esta situación amenazó
las alianzas políticas de las redes de agricultores y el gobierno estatal y fede-
ral. En aquel 1991, las autoridades locales, estatales y federales tuvieron que
reconocer simultáneamente varias realidades que permanecían alejadas de
la mirada pública:

a) En el valle del Mezquital se cultivaban hortalizas con aguas residuales


sin tratamiento, práctica prohibida casi en todos los países donde se
reutilizan aguas de desecho urbano en la agricultura.
b) Aunque insistían en señalar que era una superficie relativamente pe-
queña, la que se destinaba para el cultivo de hortalizas que se consumen
crudas, el problema adquiría una dimensión mayor porque los campe-
sinos las consideraban fundamentales en su estrategia productiva.
c) No existía en ese momento un marco jurídico amplio y detallado que
reglamentara el riego con aguas residuales en México. Los campesinos
productores de hortalizas realizaban una práctica riesgosa para la sa-
lud, pero no ilegal. Pese a las vacilaciones, las autoridades sanitarias
—y muy destacadamente el gerente estatal de la Comisión Nacional del
Agua— impulsaron el decomiso de las cosechas de cultivos prohibidos,
directamente en las parcelas. Se trataba de un reto, sancionar un com-
portamiento que se había tolerado durante mucho tiempo.
5 | Riego campesino con aguas residuales urbanas 89

Los agricultores locales reaccionaron frente a las medidas gubernamen-


tales, movilizándose en diversas formas y expresando su descontento frente
a las autoridades locales de las Secretarías de Agricultura y de Salud. En
lugar de acatar la prohibición gubernamental, se organizaron en un Comité
en Defensa de las Hortalizas y pusieron resistencia a la destrucción de sus
cosechas. Luego de un forcejeo público, las autoridades cedieron debido a
que el uso de las aguas residuales son causa y producto de las alianzas políti-
cas corporativas que los distintos gobiernos federales y estatales establecie-
ron con los campesinos de la región.
En estas condiciones, lo que en un principio apareció como la mejor
salida para todas las partes involucradas, solo acumuló una tensión que ha
terminado por estallar con el temor de que la producción hortícola con aguas
residuales favoreciera la propagación de una gran epidemia de cólera en los
años noventa. Los avances técnicos que se registraron en el mundo sobre la
relación entre enfermedades infectocontagiosas y el uso agrícola de aguas re-
siduales, las nuevas formas de tratamiento de aguas residuales, la importan-
cia de garantizar una buena calidad de las aguas reutilizadas en la agricultura
y el papel de una apropiada regulación jurídica sobre el uso de las mismas,
simplemente fue ignorado por las autoridades en México con respecto al
riego agrícola con aguas residuales en el Mezquital.
Esa reacción violenta dejó al descubierto la falsedad que durante años
cubrió un supuesto acuerdo ventajoso para ambas partes. El acceso a volú-
menes crecientes de agua no significó derechos ni beneficios. La calidad del
agua, como agua de desecho (basura líquida), significó un estigma para los
agricultores. Las aguas de desecho no permiten una estrategia de producción
flexible. La generosidad gubernamental en «otorgar» volúmenes crecientes
de aguas residuales urbanas al valle del Mezquital ocultan una inequidad
de fondo: la contaminación de las aguas que se reciben, las hacen peligrosas
para la salud y han terminando acotadas las posibilidades de producción y
crecimiento agrícola que se puede practicar con ellas. El del Mezquital es un
caso donde la inequidad por acceder a aguas contaminadas, se oculta con el
derroche en la cantidad de aguas residuales disponibles.
Un caso semejante, aunque en una superficie menor, ha sido docu-
mentado y analizado por Cirelli (2004) para la periferia de la ciudad de
San Luis Potosí. En ese caso, los organismos gubernamentales propusie-
ron un plan para intercambiar aguas residuales tratadas, por agua sub-
terránea para el abastecimiento urbano. Se pretendía establecer el trato
con la termoeléctrica ubicada en el cercano municipio de Villa de Reyes.
Los planificadores «pasaron por alto» que las aguas residuales que se bus-
caba intercambiar, habían venido siendo utilizadas por los agricultores
90 F. Peña

de soledad, campesinos productores de varios cultivos, incluidos algunos


prohibidos por la nueva normatividad sanitaria. Cirelli demuestra cómo
la calidad del agua en cuestión, articula un conjunto de actores sociales,
que generalmente pasan desapercibidos en otros estudios sobre la gestión
del agua.
Volviendo al caso del Mezquital, el gobierno de la ciudad de México ha
conseguido un crédito internacional millonario para la construcción de las
plantas de tratamiento. La empresa que ganó la licitación para construir la
gran planta de depuración localizada dentro del valle del Mezquital es pro-
piedad de Carlos Slim, el empresario que a juicio de la revista Forbes es el
hombre más rico del mundo. Uno de los retos sociales es que se prevé una
movilización de los agricultores del valle del Mezquital debido a que con la
limpieza de las aguas residuales disminuirían los volúmenes que reciben, así
como la cantidad de materia orgánica que fertilizan sus parcelas. Desde aho-
ra se prevé que las aguas que trate la planta de depuración, una vez limpias,
serán vendidas para otros usos: muy posiblemente para usos industriales
dentro del mismo valle del Mezquital.

5. Conclusiones

Lo reseñado hasta aquí revela que en el conflicto por el uso de aguas resi-
duales sin tratar existe un nudo donde política, salud, economía y cultura
aparecen interrelacionados, marcados todos por una relación inequitativa
de fondo entre la ciudad, como devoradora de agua, y el espacio agrícola
periurbano que debe recibir un líquido de mala calidad. Por un lado, existe
suficiente evidencia sobre el riesgo sanitario que ocasiona regar con aguas
residuales: tanto por el consumo directo de los productos como por el peli-
gro de filtraciones que contaminen redes de agua potable. Eso indica que es
pertinente tomar medidas sanitarias regulatorias para el uso de aguas resi-
duales, aunque las dictadas por el gobierno federal son incompletas porque
solo abordan el riego de hortalizas, dejando de lado aspectos como la po-
sible contaminación del agua potable que se consume en el Mezquital o en
otras áreas sometidas al mismo tipo de riego. Se requiere el tratamiento en
serio de las descargas del drenaje metropolitano y el cuidado con respecto a
la contaminación por desechos industriales.
Todo indica que el modelo de expansión de la frontera agrícola, a par-
tir del riego con aguas de desecho como eje de un tipo de crecimiento agrí-
cola, asociado a políticas de desarrollo rural y crecimiento urbano, ha
colaPSAdo. Sin embargo, los costos de ese colapso quiere endosarse a los
5 | Riego campesino con aguas residuales urbanas 91

mismos agricultores que han padecido los principales riesgos (sanitarios,


económicos, culturales) por usar esas aguas de desecho.
Debemos, sin embargo, llamar la atención sobre otros puntos: las aguas
residuales desalojadas tienen dueño, pero se trata de derechos de agua con-
fiscados por el poder público debido a la calidad del líquido; la característica
de aguas residuales les da un papel subordinado a los agricultores, se trata
de un «derecho no pleno». Como lo ha explicado Isch (2011), al contami-
nar el agua que se desecha sobre los campos de cultivo, los beneficiarios de
su uso en la ciudad (capital inmobiliario, industrias, empresas de servicios,
clases medias) aumentan sus derechos de agua a costa de los agricultores. Por
esa misma razón, cualquier modificación en su uso debe realizarse pactando
acuerdos con los agricultores involucrados para permitir cambios que garan-
ticen un nuevo uso seguro de esas aguas, situación que rara vez se realiza.

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Capítulo 6

Las demandas campesinas frente a las demandas


de la ciudad y de la industria:
luchas por el agua en el páramo de Cayambe en el Ecuador
Rossana Manosalvas

Reclamamos el agua, el agua para beber, el agua para lavar, el agua para
regar los sembrados, el agua para todo…
—Por lo que yo conozco hubo un litigio que fue sentenciado. Se dividió
el río de acuerdo a las necesidades. Parte para Don Luis Antonio Urrestas
y parte para ustedes.
—¿De acuerdo a las necesidades? Así decían pes. Una miguita que se
queda no más hecha un pantano en el pueblo. ¿Y para las chozas y los
huasipungos de los naturales que viven más abajo?, ¡nada! ¡Una lástima
patroncito!
—Es que las autoridades son las autoridades y las leyes son las leyes.
—Eso mismo queremos hablar pes. Eso mismo… Queremos hacer ver la
injusticia, la desgracia.
[Fragmento de la novela En las calles (1935) del escritor ecuatoriano Jorge
Icaza].

1. Introducción: un poco de historia de los páramos y del Ecuador

A lo largo de la historia del Ecuador, y posiblemente de la de los Andes del


Norte, la percepción sobre los territorios de páramo ha cambiado. Prime-
ro, los páramos, y todos los que habitaban en ellos, fueron desconocidos,
ignorados, sobreexplotados y abandonados; vistos como regiones inférti-
les e inservibles; considerados como tierras inaptas para la civilización y
útiles solamente para una población considerada como de segunda clase.
96 R. Manosalvas

El centro eran las grandes ciudades y la periferia eran los campos y los
páramos. Es decir, la relación de los páramos con la ciudad, de la periferia
con el centro, ha sido una relación antigua y penosa de inequidad política,
económica y social: desde la Colonia, la República, la Reforma Agraria, la
entrada del Ecuador en el mercado mundial y, más recientemente, en la
lógica de mercado y del modelo neoliberal, ha estado marcada por una
visión centralista a la que se deben añadir elementos de racismo, clasismo
y extractivismo.
Los páramos fueron poco utilizados antes de la Conquista española,
pues los asentamientos humanos debieron estar más abajo —en el bosque
montano— y por tanto únicamente grupos de cacería o recolección de fru-
tos subían en ciertas épocas del año (Moreno 2008). Posteriormente, con el
«descubrimiento» del Nuevo Mundo y durante la Colonia, los páramos en
los Andes fueron relegados como zonas desoladas e inservibles y dejados
para quienes fueron conquistados y dominados. El mismo nombre páramo,
le fue dado por los españoles pues este paisaje de montaña, les pareció yer-
mo, desolado y sin árboles y les recordó a las inhóspitas altiplanicies de Cas-
tilla (Weber 1959 citado por Suárez 2002: 123). Como es evidente, existía ya
un Viejo Mundo al cual se hacía referencia como punto de partida, como
centro, dado por la visión eurocentrista que existía y que muchas veces pre-
valece hasta hoy en los discursos y prácticas de desarrollo.
Es en este periodo, cuando el territorio de los páramos se asocia con la
hacienda, la institución social dominante en la historia agraria de los Andes.
La hacienda fue el resultado de la temprana concesión de tierras que entregó
la Corona española a los conquistadores y sus descendientes. Al parecer, la re-
partición de estos territorios se hizo muy rápidamente. Una vez creado el Ca-
bildo de Quito se organizó el reparto de tierras y de indios de servicio entre los
conquistadores. Cuando los valles fértiles cercanos a la ciudad se acabaron de
repartir, apenas cinco años después de la fundación, se empezó a asignar tierras
hacia el norte hasta Cayambe y hacia el sur hasta Riobamba (Larrea 2006).
Durante los siglos siguientes las tierras fértiles de las comunidades in-
dígenas fueron gradualmente entregadas a la elite «blanca» y la Iglesia ca-
tólica. Los páramos empezaron a ser utilizados más intensivamente con el
establecimiento de grandes ovejerías que demandaron del uso extensivo de
los páramos y provocaron una gran degradación de su biodiversidad y sus
funciones ecológicas, especialmente por el pisoteo y el sobrepastoreo que
erosionó los suelos. Se estima que a finales del siglo XVI había alrededor de
dos millones de ovejas en el callejón interandino, especialmente en los pá-
ramos de Cotopaxi y Chimborazo. Durante este período, el centro de poder
se articulaba desde Quito y otras ciudades de la sierra mediante el obraje,
6 | Las demandas campesinas frente a las demandas de la ciudad y de la industria 97

las mitas, las encomiendas, las reducciones, los diezmos y otros tributos que
mantuvieron el control sobre la fuerza de trabajo indígena y condenaron a
estas poblaciones a la extrema pobreza (Ayala Mora 2008).
Finalmente, durante los siglos XIX y XX las repúblicas jóvenes buscaban
la modernización y su inserción en el mercado a través de la comercializa-
ción de productos primarios. El Ecuador, como nueva república, nació en
medio de una crisis económica que solo la superó una vez que se vinculó
con el mercado internacional a través de la exportación del cacao a partir de
1860. Los países industrializados demandaron este producto y sus deriva-
dos de manera masiva y el Ecuador se convirtió en el primer exportador de
cacao con un 20% a 25% de las exportaciones mundiales entre 1895 y 1914.
El boom del cacao marca el inicio de la entrada del Ecuador en el mercado
internacional, pero sobre todo sienta las bases de un modelo de produc-
ción donde hay un solo producto primario dominante en el que se sustenta
la economía nacional, lo que la hace sumamente frágil, poco sustentable y
discontinuo al crecimiento económico. Esa es la lección no aprendida que
hemos tenido sucesivamente con el cacao (de 1860 a 1940), el banano (de
1948-1972) y en el presente, con el petróleo (desde 1972) del que se asegura,
tenemos reservas para unos 18 a 25 años más (Larrea 2006).
Luego de una pseudo Reforma Agraria en los años 1960 y 1970, las
tierras más fértiles y de los valles continuaron en manos de la clase hege-
mónica, y los páramos —esas tierras de altura con altas pendientes, suelos
pobres y sin riego—, quedaron relegados para las poblaciones campesinas
e indígenas que se vieron forzadas a desarrollar una agricultura y ganadería
precarias (Larrea 2006; Bretón 2005).

2. Acumulación y conflicto en el páramo de hoy

En nuestros días, los páramos han sufrido una metamorfosis frente a los
ojos de la hegemonía, y de ser tierras olvidadas se han convertido en territo-
rios contestados (o en disputa) que han cobrado una gran importancia para
la vida humana y la naturaleza. Son ecosistemas tropicales de clima frío y
generalmente húmedo (Beltrán et al. 2009) que han sido reconocidos como
los mayores proveedores de agua en los Andes desde Venezuela, Colombia
hasta Ecuador, así como para las planicies semiáridas del norte del Perú
(Buytaert et al. 2006, Hofstede 2001). Esta área húmeda produce agua de
excelente calidad y su capacidad para regular el ciclo hidrológico permite un
flujo constante, regular y sostenido de este recurso vital hacia las zonas bajas
(Buytaert et al. 2006; Medina y Mena 2001).
98 R. Manosalvas

Es básicamente debido a estas cualidades —su capacidad regulatoria


del ciclo hidrológico y de almacenamiento de agua— que los páramos han
cobrado una relevancia notable, y la razón de que en las últimas décadas
hayan surgido reclamos de derechos sobre su agua y sobre la manera en que
deberían ser gestionados los páramos, por parte de distintos actores con inte-
reses diversos y niveles de poder muy dispares.
Desde el Estado, las demandas de agua han surgido a partir de la necesi-
dad de recursos para la construcción de represas hidroeléctricas y el abaste-
cimiento de agua de riego y agua potable para el uso doméstico e industrial
(Boelens 2008, Buytaert et al. 2006). Desde el sector privado la demanda de
agua en los Andes se ha incrementado debido a los cambios en los sistemas
productivos. En la sierra ecuatoriana, por ejemplo, desde inicios del siglo
pasado (1930), la agricultura de mediana y pequeña escala paulatina y pro-
gresivamente se ha transformado en ganadería (Pérez 1995 citado por Larrea
2006). Posteriormente, en los últimos treinta años, se ha transformado en
plantaciones de flores y otros productos no tradicionales de agroexporta-
ción, como parte del modelo neoliberal que se ha impuesto en la región
(Flores et al. 2010). Esto ha significado un gran aumento del consumo del
agua. De la misma manera, industrias extractivas como la minería y las em-
presas agroforestales tienen mucho interés en explotar tanto el agua como
otros recursos que se encuentran en estas zonas (Bebbington et al. 2010).
Los páramos de Cayambe, en la sierra norte del Ecuador, a tan solo
65 km de la ciudad capital, muestran de manera ejemplar las luchas por
los derechos sobre el agua y sobre los páramos, así como las estrategias que
utilizan los distintos actores para defenderlos. La relación entre los actores
de un conflicto no es unidireccional sino más bien se presenta como una red
donde las interacciones entre una demanda y otra se entretejen de manera
compleja. El primer conflicto que se va a analizar tiene que ver con la de-
manda del agua que se almacena en la laguna de San Marcos y que será lleva-
da por un túnel a un canal de riego a la que se añade otra que viene a través
de un canal por la cuenca nororiental del nevado Cayambe en la subcuenca
del río La Chimba. Esta agua es reclamada por un lado, por las comunidades
indígenas y campesinas de la zona alta y baja de la cuenca, y por otra, por
el sector florícola de Tabacundo y el gobierno de la provincia. Desde 1990,
el Honorable Consejo Provincial de Pichincha planea la construcción de
65 km de canal revestido, con una capacidad de 8 m3, una laguna de contra
regulación, 5 km de túnel, una represa en la laguna San Marcos y las diver-
sas captaciones para las regiones occidentales de la provincia que carecen
de agua. Demás está decir que la construcción de esta megainfraestructura
de riego, cuyo costo se ha calculado en US$76 millones, no fue consultada en
6 | Las demandas campesinas frente a las demandas de la ciudad y de la industria 99

absoluto con los beneficiarios locales, sino que se impuso en la región como
una «solución lógica y técnica» del gobierno provincial, que lleva cerca de
una década sin concluir y que se ha reactivado con el último gobierno.
Desde la perspectiva de las comunidades campesinas e indígenas, estos
territorios de páramo y sus aguas son indivisibles; son su espacio de vida y su
medio de subsistencia (Manosalvas 2009: 4) al que les asiste el derecho an-
cestral. Sus derechos hídricos se basan en la infraestructura que sus abuelos
y tatarabuelos construyeron desde tiempos precoloniales, en algunos casos,
y en otros desde hace 100 o 400 años atrás (Flores et al. 2010: 135, Cisneros
et al. 1999: 43, 46). Los recursos invertidos en esfuerzo y mano de obra son
incuantificables, pues se trata de canales de riego de hasta 40 km de longitud
que traen agua de los deshielos de los nevados y la distribuyen a través de
ramales a las zonas medias y bajas de las cuencas. Estas obras se mantienen
en la actualidad gracias a las mingas, trabajo comunitario voluntario que se
hace bajo acuerdos de reciprocidad (Boelens 2008).
La construcción del canal de riego Tabacundo se inició a finales de la
década de los noventa por la presión de uno de los sectores económicos y
políticos más poderosos en el país: el sector agroexportador, que tiene mu-
cha influencia en los gobiernos seccionales (provincial y municipal). Bajo
el discurso de la generación de empleo y de traer desarrollo a la zona, ha-
bía acaparado derechos hídricos (Hidalgo 2010) y con esta obra lo haría
aún más. Para poner esa acumulación en números, de los 10.433 litros por
segundo del total de concesiones en la cuenca, 8000 l/s (el 76%) fueron da-
dos al canal de Tabacundo (Poats et al. 2007) por el Gobierno municipal
de Pedro Moncayo. El conflicto se desató y las comunidades campesinas e
indígenas se opusieron a la construcción. El Gobierno provincial tuvo que
negociar y acceder a que el canal sirviera para algunas, no todas, las comu-
nidades de la cuenca alta. Muchas comunidades mantienen su oposición a la
construcción del canal pues aducen que la concesión de las aguas al Gobier-
no provincial afectará sus caudales y sus sistemas de riego. Por otro lado, el
proyecto del canal de Tabacundo ha exacerbado los conflictos de agua exis-
tentes entre comunidades indígenas y campesinas de la cuenca alta y baja.
El otro caso, en los mismos páramos del Cayambe, es la demanda de
agua de la ciudad de Quito, de aproximadamente dos millones de habitan-
tes, a través de la construcción de la represa Salvefaccha, en la zona suroc-
cidental del nevado Cayambe, donde además se asienta el territorio indí-
gena de Oyacachi. La Empresa Pública Metropolitana de Agua Potable y
Saneamiento (EPMAPS-Quito) basa su demanda y derechos hídricos en su
responsabilidad de satisfacer la demanda de agua potable de una ciudad
que proyecta seguir creciendo en los próximos años hasta convertirse en
100 R. Manosalvas

ese ideal de megaciudad encumbrada en los Andes. Hasta ahora, parece ser
que la planificación de las ciudades de los Andes tiene como ideal crear esas
grandes ciudades monstruosas e inmanejables que acabarán absorbiendo el
agua —y otros recursos de la periferia— y expulsando toda la contamina-
ción hacia fuera.
Sin ánimo de exagerar, la expansión de los centros urbanos, en los últi-
mos cien años en América Latina, ha sido dramática. La suma de la pobla-
ciób de tres de las ciudades más grandes llega a los 56 millones de habitantes
(Buenos Aires, México D.F. y Sao Paulo) que consumen alrededor de 50 a
80 metros cúbicos de agua por segundo. La tasa de crecimiento demográfico
urbano de Latinoamerica es de 3,6 % al año y se cree que para el 2020, 500
millones de personas, es decir, las dos terceras partes de su población, esta-
rán viviendo en ciudades (Anton 1993: 1). Si bien, el continente americano
es abundante en recursos hídricos, las tasas de consumo por habitante de
estas tres grandes ciudades están entre los 300 y 600 litros por habitante por
día (Anton 1993: 97).
Ciudades como Quito —2,5 millones de habitantes— y Bogotá —8
millones de habitantes—, situadas en la zona tropical andina y con una alta
dependencia hídrica de sus páramos circundantes, también tienen deman-
das de agua muy altas —Quito consume alrededor de 16 millones de me-
tros cúbicos al mes, con un promedio de 230 litros de agua por habitante—
(Manosalvas 2004: 7). Estas dos ciudades invierten enormes cantidades de
recursos para traer agua de zonas cada vez más lejanas (Swyngedouw 2004:
51) y de territorios que incluso están fuera de su jurisdicción política (Fon-
seca 2006: 241-242). Es la situación que se avecina para muchas ciudades en
América Latina, y en el caso de Quito, incluye la construcción de trasvases
de aguas desde ríos orientales que corresponden a la vertiente del Atlántico
y que se revertirán al Pacífico. Los impactos ambientales y sociales de estos
trasvases todavía no se han dimensionado en su totalidad.
En este caso, la empresa municipal de agua decidió construir el embalse
sin «percatarse» de que estaba dentro de una comunidad indígena. Las con-
cesiones de agua estaban dadas —inicialmente tenía 8000 l/s otorgadas en
1987—, los permisos del Ministerio del Ambiente estaban otorgados —pues
además estaba en un área nacional protegida—, pero la oposición de los ha-
bitantes le obligó a buscar un acuerdo con la comunidad de Oyacachi (Ro-
dríguez 2008). La manera como se negoció introdujo una lógica de mercado
que se impuso sobre la de reciprocidad que hasta entonces se había manteni-
do entre las comunidades indígenas de la zona (Boelens et al. en prep.).
Las mismas aguas que la ciudad de Quito reclama para cumplir con
el derecho vital al agua de sus habitantes, son reclamadas por parte de las
6 | Las demandas campesinas frente a las demandas de la ciudad y de la industria 101

Gráfico 6.1
Gradiente de poder y acumulación

Fuente: elaboración propia.

comunidades indígenas de Cangahua —específicamente para los canales


de Guanguilquí y Porotog que habían obtenido concesiones por 1093 l/s—
para su seguridad hídrica, es decir para la subsistencia de 48 comunidades
que regarán sus cultivos a través de la construcción de un túnel de trasvase.
Bajo la misma lógica, Oyacachi, una pequeña comunidad kechwa in-
crustada en medio del páramo, decidió que debía cobrar a las comunida-
des de Cangahua, tal como le había exigido a la empresa de agua, pero se
encontró con una comunidad con una fuerte organización, que tenía una
treintena de años de experiencia en litigios de agua y con una gran capaci-
dad de poner de su lado a la oficialidad del Estado. De manera esquemá-
tica podemos decir que tanto el caso del canal de Tabacundo —a medio
construir—, como el caso de la represa de Salvefaccha fueron dos proyectos
de infraestructura impuestos desde el centro hegemónico por la presión de
grupos de poder tanto político —el caso del municipio de Quito—, como
económico —el sector agroexportador florícola—. En ambos casos hay una
acumulación de los derechos de agua, y de los derechos sobre el páramo que
está dada por la sustentación del poder (Gráfico 6.1). Extrapolando, podría-
mos decir que en el centro del poder está la ciudad donde además está la po-
blación que se considera «blanca» y, mientras más nos alejamos del centro,
incluso geográficamente, se encuentran los valles con un poder intermedio
que tiene población mestiza, y los páramos con población indígenas, con
escaso poder político-económico. Así, los grupos que se encuentran en el
102 R. Manosalvas

centro son los que han acumulado la riqueza y en este caso los derechos de
agua; esta acumulación esta cruzada por variables de género, étnicas y de
clase.
Los conflictos se manifiestan en esta gradiente de poder y acumulación
debido a las contradicciones estructurales que encierra (Perreault 2011). Por
un lado, los grupos hegemónicos tienen el capital para hacer producir, como
es el caso del sector florícola, y bajo el discurso del desarrollo y de la generación
de empleo se ha promovido la construcción del canal de riego Tabacundo.
Pero la población intuye que no será así, pues en los veinte años de produc-
ción de flores no se ha superado la pobreza en la zona, y más bien muchos
campesinos han abandonado su tierra para ir a trabajar en la floricultura.
Por otro lado, existe la contradicción estructural entre producción ca-
pitalista y naturaleza, pues a pesar de que se quiera seguir construyendo más
obras de infraestructura y riego en los páramos, estos tienen un límite de
«producción de agua». Los cambios ambientales en el ámbito local, como la
deforestación de los remanentes de bosques montanos, la quema del pajonal
y el sobrepastoreo con especies exóticas, han causado la degradación y com-
pactación de sus frágiles suelos hidrófilos y el desecamiento de las fuentes
de agua, así como la alteración del ciclo hidrológico (Hofstede 2001: 297).
Adicionalmente, al igual que otras zonas montañosas en el mundo, los pára-
mos también están sufriendo cambios en el patrón de lluvias y en el régimen
hidrológico atribuidos al cambio climático (Buytaert et al. 2006: 54).
Finalmente, la tercera contradicción estructural que se sale a la luz, se
refiere al tema de la identidad de los actores. En un largo debate por una nue-
va ley de recursos hídricos en el actual gobierno, que finalmente no fue apro-
bada en el período correspondiente, se ha uniformizado a todos los actores
del agua como usuarios, ignorando que la identidad de los actores del agua
en los Andes está cruzada por género y etnicidad, entre otras identidades. Y
es justamente esta diversidad la que el movimiento indígena ha reclamado,
que debe ser reconocida tanto en las normas y reglas, como en la autoridad
legítima de los sistemas comunitarios de gestión del agua y del páramo.

3. Midiendo fuerzas

«Pensé que de política no iba a hablar pero ahora que recuerdo, política
hacemos todos al caminar».
¡Ey paisano! de Raly Barrionuevo, compositor de folclor argentino.

Ahora bien, ¿cómo es que los actores con menos poder han reaccionado
a la acumulación de los derechos de agua y los derechos sobre la gestión
6 | Las demandas campesinas frente a las demandas de la ciudad y de la industria 103

del páramo? Lo han hecho a través de la movilización social, recorriendo a


veces a pie, kilómetros de carreteras desde el páramo hasta la ciudad para
reclamar sus derechos. Lo han hecho frente a las autoridades del agua, frente
a las empresas de agua potable y frente al mismo poder legislativo. Así, han
ejercido presión, generando empatías con otros sectores de la sociedad y
con un fuerte apoyo de la opinión pública. También han activado sus redes
hidrosociales a escala nacional e internacional.
Sin embargo, tanto el sector indígena como las comunidades indígenas
y campesinas de la zona saben que la situación no es definitiva. Tal vez en
este momento, la nueva ley no haya sido aprobada, pero habrá otros meca-
nismos de los que se valdrá el Estado u otros actores poderosos para arreba-
tarles sus derechos sobre sus canales, e imponerles la manera en que deben
ser regulados, quién debe tener la autoridad legítima para hacerlo y la forma
en que harán valer sus derechos colectivos. Por lo tanto su lucha, es una lu-
cha diaria, por la que deberán permanecer alertas.
Las autoridades del agua que no lograron la aprobación de la ley decían:
«lo malo es que esto ya se ha hecho un tema político y no se entiende que es
un tema técnico y legal». Pero la democracia hídrica solo podrá construirse
a partir del reconocimiento de que el agua es un recurso en contestación, es
decir, de alta significancia política.

4. Conclusiones

Los páramos son los territorios en los Andes que regulan el ciclo hidrológi-
co, la fuente principal de agua para los valles y las ciudades y, actualmente,
el escenario de conflictos debido a las múltiples demandas sobre ellos. Los
reclamos son por los derechos al agua y por la manera en que deberían
gestionarse los páramos. Como se ha analizado, en el caso de las comuni-
dades indígenas y campesinas, sus demandas se basan en el derecho a la
subsistencia y a la seguridad hídrica, respaldadas en sus derechos ancestrales
y colectivos. Por otro lado, la demanda de agua de las grandes industrias
—hidroeléctricas, florícolas y turismo— se basa en la argumentación de la
provisión de empleo y la generación de la alta productividad. Finalmente,
las demandas de agua potable por parte de la ciudad capital y otros centros
urbanos se basan en el derecho vital al agua.
Estas distintas visiones influyen en las maneras en que se califica y per-
cibe la justicia hídrica. Así, se enfrentan también maneras y estrategias de
cómo definir los derechos al agua y al territorio hídrico. El Estado, por lo ge-
neral, ha privilegiado a los sectores productivos mientras que los grupos con
104 R. Manosalvas

menos voz y poder han desarrollado estrategias legales, socioorganizativas,


políticas, económicas y ambientales para definir y defender sus derechos de
agua. Al mismo tiempo reaccionan de manera contestataria a las estrategias
de centralización hechas por el Estado y a las iniciativas privatizadoras. Los
resultados de estos enfrentamientos entre las varias visiones y prácticas de
justicia hídrica tienen distintas implicaciones en el acceso y control del agua
para los actores de los páramos del Cayambe en el Ecuador.

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Capítulo 7

Justicia hídrica: el caso de las acequias


en la cuenca del río Culebra, Colorado, Estados Unidos

Gregory A. Hicks y Devon G. Peña

1. Introducción

En el transcurso de los primeros dos años del proyecto, los investigadores de
la alianza Justicia Hídrica han generado una serie de estudios subnacionales
muy específicos, basados en la investigación profunda de las circunstancias
locales. Uno de los logros significativos del Primer Encuentro de Investiga-
dores de Justicia Hídrica en Cusco - Perú, en 2009, fue el desarrollo de un
conjunto de términos de referencia comunes que se utilizará para apoyar el
análisis comparativo de las condiciones de la justicia hídrica entre un país
y otro y entre una cuenca y otra. El objeto de los términos de referencia
común (TRC) es el de servir como una estructura para comparaciones sig-
nificativas y conceptuales de los estudios subnacionales, diversas y variadas,
que permitan el desarrollo de una mejor comprensión de las similitudes y
divergencias que existen entre casos específicos. De esta manera, el trabajo
de campo realizado en cualquier lugar puede ser la base para la colabora-
ción eficaz y el intercambio de experiencias entre colegas, y para una estruc-
tura teórica más fuerte, construida para la comprensión de las condiciones
pertinentes que lleven al logro de la justicia del agua y para promover los
objetivos de la alianza Justicia Hídrica.
El presente estudio de caso de la cuenca del río Culebra, en el Estado
de Colorado (EE. UU.), aplica los términos de referencia comunes de Cus-
co como su marco analítico y como estructura para su interpretación de
las condiciones de la justicia hídrica en la cuenca de referencia. Los títulos
de las secciones del artículo y su contenido, por tanto, corresponden a las
108 G. A. Hicks y D. G. Peña

categorías de análisis que se indican en el TRC. El objeto inmediato de este


capítulo no es solo dar cuenta de las condiciones dentro de la cuenca del río
Culebra, sino contribuir con un estudio de caso que, en conjunto con es-
tudios similares elaborados por otros participantes en la alianza de Justicia
Hídrica, profundice nuestra comprensión común de los conflictos por el
agua. También busca contribuir a que los sistemas de gestión y distribución
del agua tengan posibilidades de impulsar una mayor justicia social, en de-
fensa de las comunidades y todos los seres vivientes.

2. Carácter general de la región de la cuenca1

Localización y descripción general

La cuenca del río Culebra se encuentra en el Condado de Costilla, en el va-


lle de San Luis, sur de Colorado, Estados Unidos de América. El pueblo de
San Luis es el más antiguo de Colorado y el centro poblacional y comercial
dentro de la cuenca. Su población es de 619 personas. Otros sitios poblados,
ninguno mayor a una aldea, incluyen San Acacio, San Francisco, San Pe-
dro, San Pablo, Chama y Los Fuertes. La población total de la cuenca es de
aproximadamente 1500 personas.
Las cabeceras del río Culebra se componen de numerosos arroyuelos
montañosos que constituyen la cuenca de la vertiente occidental del pico
Culebra en la sierra de Sangre de Cristo, de las montañas rocosas de Co-
lorado. El Culebra drena hacia el río Grande, un río madre del suroeste de
Estados Unidos y fuente de culturas del agua y del riego durante muchos
siglos, en los áridos paisajes de Colorado, Nuevo México, Texas y el norte
de México.
La cuenca del Culebra está definida por las empinadas laderas de mon-
tañas boscosas, llegando a una altitud de 4267 metros sobre el nivel del mar,
y por valles de regadío que se extienden a una altitud de 2316 a 2499 msnm
en un altiplano árido. El uso de la tierra del valle, en la cuenca del Culebra,
se caracteriza por la existencia de muchas granjas pequeñas y medianas, con
la mayoría de sus tierras bajo producción agrícola o ganadera.
Hay dos tipos de agricultura en el valle de San Luis al cual pertenece la
cuenca del Culebra. El primero, está en la mayor parte del valle de San Luis,

1. Citaciones completas y detalladas a ese trabajo previo y a sus fundamentos, en los cuales
se basa el presente estudio, se encuentra en: G. Hicks y D. Peña 2011; G. Hicks 2010; G.
Hicks y D. Peña 2003; D. Peña 2003.
7 | Justicia hídrica: el caso de las acequias en la cuenca del río Culebra 109

dominada por el sector más poderoso y grande formado por las operaciones
de las empresas de monocultivos agroindustriales, que dependen de grandes
aspersores mecánicos de pivote central. Este sector data recién de la década
de 1940, y sus derechos de agua son derechos subalternos a las fuentes de
agua subterránea. El segundo tipo de agricultura se compone de granjas
familiares pequeñas, con derechos sobre el agua de fuentes superficiales mu-
cho más antiguos. Esto incluye las granjas acequias del Culebra y las cuencas
hidrográficas del río Conejos.
El promedio de precipitación anual es de aproximadamente 11 pulgadas
(279 mm), de modo que la agricultura en el segundo sector depende prin-
cipalmente del riego de las redes de los sistemas de acequias comunitarios,
alimentados por la nieve derretida del río Culebra y sus tributarios. En el Cu-
lebra hay 64 acequias funcionales, cada una con su gobernanza y cada una res-
ponsable de mantener y operar un sistema de zanjas2 de riego comunitarias.
La mayor parte de la producción, de los 23.000 acres cultivados en la
cuenca,3 se concentra ahora en el forraje de ganado y la producción de gana-
do. En épocas anteriores, los cultivos en filas (hileras) para los mercados lo-
cales y regionales, y de subsistencia formaban una porción más importante
del total de la producción mixta; los agricultores desarrollaban y cultivaban
variedades de cultivos tales como papas, frejoles de vaina y maíz, apropiadas
para el severo clima invernal de la cuenca, la corta estación de crecimiento
y la gran altitud.
La cooperativa local, Río Culebra Agricultural Cooperative (RCAC) es
una importante organización de agricultores de acequia que se benefician
del proyecto de mercadeo de ganado de altura alimentado con hierba, y de
otro proyecto que comercializa los famosos «Chicos», típicos del área (maíz
blanco tostado en hornos de adobe), y las calabacitas mexicanas.

Hidrografía

La cuenca del Culebra tiene aproximadamente 360 km2, y el flujo total anual
de los afluentes que conforman el Culebra ha variado históricamente de
22.000 a 67.000 acres-pies4 durante la temporada de riego, con un flujo

2. Nota de traducción: las palabras usadas en el original en inglés «acequia» y «ditch» se


pueden traducir como «acequia» en español, pero para mantener la diferencia escrita
se traducirá aquí «acequia» como «acequia» y «ditch» como «zanja», específicamente en
«asociaciones de zanja».
3. Un acre equivale a 4047 m² o 0,4 hectáreas.
4. El acre-pie es una medida de volumen que equivale a 1233 m3.
110 G. A. Hicks y D. G. Peña

promedio anual de 44.000 acres-pies. Con excepción de un gran embalse


aguas abajo —el embalse de Sánchez—, construido a principios del siglo XX,
y la captura extemporánea a la época de las corrientes de agua, para servir
a un conjunto de tierras de riego del pivote central, fuera de la cuenca in-
mediata, no hay un depósito importante de almacenamiento de agua en la
cuenca, además de la capacidad de almacenamiento natural de la propia
sierra, donde el agua se guarda en forma de nieve. Como resultado, la asig-
nación de agua cada año depende de la disponibilidad inmediata de agua en
ese año; y la viabilidad del riego en su conjunto depende, en gran medida,
de la salud de la cuenca alta, en particular, de la habilidad en la gestión de
tierras y bosques para producir agua de manera medida y constante a partir
del derretimiento de la nieve durante toda la temporada de riego.
Hay en la cuenca, aproximadamente, 23.000 hectáreas de tierra cultiva-
da con derechos de agua asociados. También hay aproximadamente 10.000
hectáreas de humedales y corredores ribereños producidos mediante las
prácticas de riego por inundación, realizadas por los agricultores de acequia.
En muchos de los años, todo el flujo de la cuenca no cumplirá con la de-
manda potencial existente para el riego. La gran variabilidad de los flujos de
agua de año en año, y la prevalencia de la sequía en el suroeste de los Estados
Unidos, significan que en muchos años el agua disponible no ha satisfecho
la demanda potencial total.
Desde el año 1900, el Culebra no ha alimentado al río Grande ya que
sus aguas se desvían en un volumen tal que ya no puede ser afluente de ese
río. La cuenca está exenta del acuerdo interestatal que gobierna las entregas
de agua del río Colorado al río Grande, para los derechos de los estados
aguas abajo.

Desarrollo histórico y situación actual de la gestión hídrica

Las comunidades de regantes de acequia del suroeste de Estados Unidos


tienen su origen en los patrones de asentamiento español y, más tarde, en
los de la autoridad mexicana colonial. Las comunidades de riego fueron
producto de un patrón típico de asentamiento hispano en la región del Alto
Río Grande, en la que el gobierno español —y, más tarde, el mexicano—,
podía hacer grandes concesiones de tierras para fomentar la colonización
de las zonas fronterizas, apoyándose en que los titulares invitarían a los
colonos a establecerse en las tierras subvencionadas. Bajo este modelo, los
colonos recibieron tierras para granjas individuales, y además, los derechos
en común con sus compañeros colonos para tomar agua de los ríos por me-
dio de sistemas de riego construidos en la comunidad. Los colonos también
7 | Justicia hídrica: el caso de las acequias en la cuenca del río Culebra 111

recibieron los derechos en común con sus vecinos para disponer de madera
y leña de la sierra, para cazar, y pastar su ganado en los terrenos abiertos que
rodean sus fincas. El carácter fronterizo de las comunidades, y especialmente
el trabajo compartido y la cooperación continua, necesaria para establecer,
mantener y regular los sistemas de riego, han creado un fuerte sentido de
pertenencia y mutualismo, reforzado por el hecho de que las comunidades
de colonos generalmente se componen de personas con fuertes afinidades
de parentesco, la mayoría de origen mestizo.
De acuerdo con el patrón histórico, las comunidades de acequia de la
cuenca del Culebra se establecieron en los años inmediatamente posteriores
a la Guerra Estados Unidos-México del siglo XIX (1846-1848), en las tierras
otorgadas por el gobierno de México, poco antes de su pérdida de soberanía
sobre la región superior del río Grande. Esa historia de colonización de las
tierras y de organización social es evidente hoy en la cuenca del Culebra en
muchas instituciones sociales, y es más visible en la red de acequias de riego
de la comunidad, el diseño de granjas y el paisaje creado con corredores bos-
cosos ribereños, praderas y campos que transformaron el fondo del valle.
La primera fase de la historia de las acequias del río Culebra implicó
la aplicación de las tecnologías de riego hispano-coloniales, estructuras de
gobierno y regímenes jurídicos para establecer asentamientos en una región
fronteriza, recientemente absorbida por los Estados Unidos.5 La segunda
fase de la historia comenzó con la soberanía de los Estados Unidos y la con-
solidación del ordenamiento jurídico anglo-americano como fundamento
de los derechos de agua en Colorado y en el marco de la administración
estatal de los recursos hídricos. Ese nuevo orden jurídico y administrativo
coincidió con la enérgica colonización angloestadounidense de la región y
el desarrollo de los recursos naturales, incluyendo la construcción de minas
y la explotación de la capacidad de riego. La intensa competencia por los
escasos recursos hídricos en ese período, permitida por las nuevas leyes de
agua, hicieron que muchas acequias perdieran sus derechos de agua. En el
caso de las acequias del Culebra, los problemas legales externos en 1889 y
1905 dieron lugar a una pérdida del 46% del agua reclamada, a través de
procedimientos que ahora parecen sospechosos.
Tal contracción de los derechos de agua produjo una nueva y crónica
escasez de agua entre las acequias, en el momento mismo en que la ley mexi-
cana, basada en la distribución equitativa de la escasez, estaba siendo suplan-
tada por el derecho angloestadounidense de apropiación previa. Debido a

5. La relación de conflicto entre las tecnologías de riego y las culturas de los sistemas his-
pano y angloestadounidense en Colorado, se exploran en detalle en G. Hicks y D. Peña
D., 2011.
112 G. A. Hicks y D. G. Peña

que se establecieron en diversos años —entre 1852 y 1860—, las 23 acequias


originales del Culebra no estaban en condiciones de igualdad en la distribu-
ción de agua disponible en el sistema de crédito anterior, y la escasez creada
por la contracción general de los derechos de agua de acequia —en 1889
y 1905— significó que no habría agua suficiente para regar como antes. A
pesar de que una ética de distribución equitativa persistió como un acuerdo
informal, la escasez de agua y la imprevisibilidad de los flujos causaron que
los agricultores redujeran el número de hectáreas bajo cultivo y redujeran la
inversión en cultivos de mayor valor, especialmente en las acequias con más
derechos de agua subalternos. Las tierras quedaron en barbecho y la cuenca
perdió población. Tal vez no sea casualidad que hasta el día de hoy las ace-
quias con las estructuras de gobierno más sólidas y las granjas más saludables
sean las que tienen derechos de agua relativamente más antiguos.
Hay, hoy día, un genuino deseo de los parciantes6 de acequia, dentro de
la cuenca, por movilizar a las comunidades de acequia del Culebra, a fin de
mejorar el funcionamiento de la cuenca, retejer la tela social y fortalecer la
solidaridad dentro y entre las acequias, así como vivificar las acequias como
paisajes agrícolas productivos. La creación de la Asociación de Acequias San-
gre de Cristo (SCAA - Sangre de Cristo Acequia Association), como un con-
sorcio de acequias enfocado en la restauración de la cuenca y la reconstruc-
ción de la capacidad institucional, es una expresión de estos compromisos.
Su trabajo fue importante en el 2009 cuando se logró que la legislatura de
Colorado reconociera a las acequias bajo la ley estatal, como una alternativa
de organización comunal de agua, permitiendo que las acequias adoptaran
reglamentos para poner en vigor algunas de sus prácticas consuetudinarias.
Pero las herencias del pasado, incluyendo la despoblación, el debilitamiento
de las instituciones de acequias, la pérdida de agua disponible y la pérdida
de viabilidad económica de muchas granjas de acequia, son retos significati-
vos en el trabajo de reconstrucción de la condición de las acequias.
La tensión entre las reglas y los derechos del sistema de concesión de
agua angloamericano y las normas y prácticas del sistema hispano siguen
siendo un factor importante en la estructuración del pensamiento dentro de
la comunidad, acerca de las asignaciones justas de agua. Cada estructura de
ideas, la equidad comunitaria por un lado, y los derechos de propiedad por
el otro, tiene un papel en la definición de una percepción de la justicia con
respecto al agua. Por ejemplo, es una medida de la aceptación del sistema de
apropiación previa que pocos usuarios vean como «errados» los derechos

6. Nota de traducción «parciante» es un término que se usa en el sudeste de los Estados


Unidos para las personas que comparten el uso de agua en un canal.
7 | Justicia hídrica: el caso de las acequias en la cuenca del río Culebra 113

superiores de las acequias más antiguas basados en su edad relativa, a pesar


de que la apropiación previa ha producido claros ganadores y perdedores en
la cuenca. Pero son las propias normas de acequia en sí mismas, y la expe-
riencia cotidiana de solidaridad y ayuda mutua entre vecinos, las que limi-
tan la competencia y el individualismo que pueden surgir entre los usuarios
de agua. En ese sentido, el compromiso diario vivido con miras a cumplir las
normas de las acequias, de compartir y de tener una causa común, se solapa
con los rigores del sistema de apropiación previa. Un vecino puede tener de-
recho al agua sobre un canal más antiguo, pero también se puede contar con
ese vecino en la contribución de trabajo durante la cosecha o en el manejo
del ganado, en el préstamo de maquinaria y en la ayuda con las reparacio-
nes, y en que será un miembro del círculo de asistencia mutua continua. Así,
el sentido de diferencia en el derecho de agua se suaviza por la solidaridad y
por las expresiones materiales y concretas de esa solidaridad.
Además, el activo sentimiento de injusticia sobre la administración es-
tatal de aguas se ve aliviado porque los procedimientos legales de fines del
siglo XIX y de los primeros años del siglo veinte, que tomaban tanta agua de
las acequias, han sido mayormente olvidados, y actualmente la administra-
ción pocas veces se hace sentir materialmente, y son las propias acequias las
que manejan la asignación diaria de agua en términos de la ley estatal. Así, la
apropiación previa raramente es vista como un problema por la mayoría de
regantes, sino más bien como una parte de la estructura subyacente de asig-
naciones, mayormente dada por hecho. La adhesión a esta ética de las ace-
quias, de compartir equitativamente y de tener una causa común, funciona
entonces como una estrategia para mitigar las inequidades en la distribución
del agua, sin que por el momento esto represente un desafío a la estructura
de derechos que el orden legal ha creado. Los conflictos que rodean al agua
surgen más típicamente de la realidad diaria y estacional de la gestión de
agua: lidiar con la escasez y tratar con los vecinos, que podrían haberse to-
mado libertades en el uso del agua, perjudicando a los otros parciantes.
El enfoque principal de los esfuerzos activistas no ha sido promover la
igualdad en el acceso al agua entre las acequias, sin tener en cuenta su edad,
sino fortalecer todas las acequias y reconstruir la salud de la cuenca con
el funcionamiento de su economía agrícola, dentro de una estructura de
inequidad admitida en el acceso al agua. Así, los activistas de acequias con-
temporáneos trabajan para mejorar la calidad de las acequias como institu-
ciones de gestión del agua, proteger la integridad física de la cuenca, promo-
ver la solidaridad frente a las amenazas de las políticas, y crear una cultura
vecino-vecino que promueva el compartir pericias, agua, herramientas y
mano de obra, con el fin de proteger y restaurar el paisaje social y agrícola.
114 G. A. Hicks y D. G. Peña

Incluso, aquellos compromisos con la mutualidad y la causa común


a menudo están bajo una presión significativa porque se produce ocasio-
nalmente la deserción de los recién llegados, quienes insisten en un en-
tendimiento más individualista de sus derechos de agua, o por la propia
fragilidad de la comunidad misma, donde la ausencia de trabajo local bien
pagado obliga a los propietarios de tierras a trabajar fuera de la comunidad
en sus años más productivos. La debilidad económica de la cuenca como
una comunidad de productores, y la necesidad de que muchos de los jóve-
nes trabajen lejos para sostener a las familias, en la actualidad limita el nivel
de compromiso con la tierra y las instituciones locales de las que depende la
producción agrícola efectiva.

3. Actores principales en la gestión hídrica

Introducción

La cuenca del Culebra tiene una larga historia de organización basada en


la comunidad. Obviamente, las acequias en sí mismas están entre las más
antiguas organizaciones cívicas de autogobierno y en muchos casos fueron
la única forma de gobierno en las aldeas más aisladas. En tiempos más re-
cientes, la comunidad ha creado una serie de organizaciones para enfrentar
amenazas a la supervivencia de la comunidad y la prosperidad de las fami-
lias usuarias de las acequias. Estas organizaciones y grupos han surgido de
la cultura del sistema comunitario de asignación de tierras (merced), de las
instituciones de riego de acequia o del compromiso comunitario con los
ejidos del paisaje físico de la cuenca.

Actores principales

Los principales grupos y organizaciones políticos de la comunidad de la


cuenca del Culebra, cuyas funciones y agendas han tenido y tendrían, en el
futuro, un papel estructurador en el entendimiento colectivo de la justicia
social con respecto al agua, y en el establecimiento de las prioridades para la
gestión de la cuenca y la asignación del agua, son:

• Las 64 acequias funcionales y su organización coordinadora la Sangre


de Cristo Acequia Association.
• El San Luis Land Rights Council.
• La Junta de San Luis Vega del poblado dedicado al pastoreo.
7 | Justicia hídrica: el caso de las acequias en la cuenca del río Culebra 115

• La Herederos Livestock Grazing Association, con responsabilidad por


la cogestión de los ejidos de 80.000 acres, conocido como La Sierra.
• La parroquia de la Iglesia Católica Romana.

Las 64 asociaciones de zanjas de cada una de las acequias funcionales


dentro de la cuenca son fundamentales y esenciales en la gestión de las
aguas. La mayoría son asociaciones voluntarias tradicionales de propieta-
rios de tierras servidos por una acequia en particular. Solo cuatro de las
acequias —San Luis, San Acacio, San Pedro y Cerro— se han incorporado
formalmente a la ley estatal y algunas otras lo están haciendo. Las asocia-
ciones informales han existido desde que las zanjas existen, y la más antigua
data de mediados del siglo XIX. Los intereses y las agendas de las asociacio-
nes de zanjas se enfocan primariamente en la regulación de los flujos dentro
de sus zanjas particulares. Estas asociaciones están lideradas por los mayor-
domos que regulan las operaciones de la zanjas y supervisan el uso del agua
por parte de los comisionados que representan los intereses de todos los
regantes, y se rigen por las políticas establecidas en las reuniones periódicas
entre todos los parciantes que comparten el agua de una acequia. Todos los
funcionarios son elegidos por el voto de los parciantes, frecuentemente, a
través del sistema «un propietario-un voto», sin tener en cuenta el tamaño
de la tierra o la cantidad de agua que se le haya asignado.
La operación diaria de un sistema de acequia no está gobernada úni-
camente por el conjunto de reglas adoptadas por los parciantes bajo la ley y
la práctica consuetudinarias. Más bien involucra un conjunto de estrechas
relaciones entre los parciantes, mayordomos y comisionados. Posiblemente
no sea accidental que la acequia con la mejor organización, la más consis-
tente gobernanza interna y las tierras agrícolas más saludables sea la San
Luis Peoples’ Ditch, establecida en 1852 y poseedora de los derechos más
antiguos y abundantes. Se la considera la líder entre las acequias por los
esfuerzos en reconstruir el paisaje físico y social de la cuenca.
La Sangre de Cristo Acequia Association (SCAA) representa a las 64
acequias funcionales y a más de 300 agricultores de acequia en la cuenca.
Establecida en 1998 como la Colorado Acequia Association, esta organi-
zación sin fines de lucro fue rebautizada en el 2007 y tiene un papel de
paraguas para las 64 acequias en el área. La SCAA también resuelve disputas
generadas en las muchas zanjas del área, así como es la organización líder
que trabaja en implementar el nuevo reconocimiento de las acequias en
Colorado.
Su junta está constituida por los miembros más activistas de las asocia-
ciones locales de zanjas. Desde su fundación, se ha dedicado a la restauración
116 G. A. Hicks y D. G. Peña

de una visión comunitaria del agua, y en esto ha tratado de liderar para que
las varias acequias acojan principios de compartición de agua equitativos,
sin tener en cuenta la antigüedad de los derechos de agua, como una res-
puesta necesaria para la supervivencia en todas las condiciones de escasez.
Fueron el anterior cierre de las compuertas de toma de las acequias con
derechos más reciente —en las años de escasez de 1998 y 2002— y el deseo
demostrado de las acequias con derechos más antiguos a insistir en su prio-
ridad, lo que llevó a la junta de la SCAA a concluir que la comunidad social
y los paisajes físicos que se habían creado por los métodos e instituciones
de acequias no sobrevivirían si no había un compromiso de los que tienen
por compartir con los que no tienen, en épocas difíciles, y si no se llevaban a
cabo acciones institucionales para hacer que esta solidaridad se concretara.
La SCAA fue creada como una plataforma para llevar a cabo acciones
más concertadas a fin de promover las acequias y responder a las amenazas,
incluyendo la contaminación del agua y la sedimentación en los arroyuelos
afluentes, causada por las actividades mineras y madereras en la parte alta
de la cuenca. Ha ejecutado con éxito proyectos de seguimiento de la cuenca
y los arroyos para documentar los impactos sobre el flujo, la morfología
de las corrientes y calidad del agua frente a las actividades madereras in-
dustriales y mineras de oro. Ha trabajado en comunicar mejores prácticas
en la gestión de zanjas y gobernanza a la juntas de comisionados y a los
mayordomos de las acequias. Ha servido de voz de las acequias frente a la
legislatura estatal y las agencias de agua estatales, hablando sobre temas de
políticas de agua, derechos de agua y gestión de cuencas. Tuvo un papel
muy importante en la sanción de la Ley de Reconocimiento de Acequias de
Colorado en 2009 y trabaja en fomentar entre las acequias reglamentos que
restaurarían aspectos de la gestión y la compartición de aguas, típicos de la
ley de régimen mexicano, pero que se han visto atrofiados bajo el sistema de
apropiación previa.
El San Luis Land Rights Council (SLLRC) (Consejo de Derechos de Tie-
rras de San Luis) fue establecido en la década de 1960 y su trabajo se en-
foca en el esfuerzo de restaurar a los herederos y sucesores de las colonias
originales de la cuenca del Culebra sus derechos comunes a pastar, recoger
madera y leña, cazar y pescar en la Sierra Culebra, la cuenca de las acequias
del Culebra. El SLLRC es una de las organizaciones más exitosas y duraderas
creadas en Nuevo México, Colorado y Texas con el objeto de asegurar los
derechos de tierra de las comunidades chicanas en los territorios que fueron
anexados tras la guerra con los Estados Unidos. En el 2002, tras una campa-
ña legal de cuarenta años, el SLLRC ganó una decisión importante por in-
termedio de la Corte Suprema de Colorado, en el famoso caso Lobato versus
7 | Justicia hídrica: el caso de las acequias en la cuenca del río Culebra 117

Taylor (antes Rael versus Taylor). La decisión del 2002 restauró los derechos
de uso históricos a los herederos y sucesores de los ejidos tradicionales de la
Concesión de Tierras de Sangre de Cristo.
Este Consejo es la más visible de las organizaciones no gubernamenta-
les en la cuenca y, en el presente, es la que más se identifica con las aspira-
ciones culturales comunes de la gente de la cuenca. Hasta el momento no ha
tenido un papel efectivo en promover los intereses de las acequias ni se ha
enfocado en la importancia de la gobernanza del agua como una expresión
de la comunidad, pero ha tomado posiciones contra las amenazas de vender
agua fuera de la cuenca y se ha opuesto a la extracción maderera y minera
comercial por parte de terceros en la sierra, las que pueden afectar negati-
vamente en la calidad y la disponibilidad de agua para las comunidades de
las acequias. A lo largo de los años, el SLLRC y la SCAA no siempre han con-
cordado en sus agendas. El SLLRC se ha enfocado en restaurar los derechos
de agua para los ejidos y pone énfasis en los que se ubican más arriba en la
sierra montañosa para propósitos utilitarios —leña, materiales de construc-
ción y zona de pastoreo—. Por el contrario, los miembros de la asociación
de acequias han visto en la montaña su cuenca. Esto a ratos ha causado
conflictos ya que las apropiaciones utilitarias pueden interferir o afectar el
funcionamiento de la cuenca y los derechos del agua de acequia.
Afortunadamente, con la decisión, en el 2002, de la Suprema Corte de
Colorado y la restauración sin precedentes de los derechos de uso de ejidos
de 80.000 acres (La Sierra), estos conflictos mayormente han sido resueltos.
El grupo de derecho-habientes de la comunidad está ingresando a su octavo
año bajo la administración de la Corte y ha establecido una nueva orga-
nización llamada Herederos Livestock Grazing Association (HLGA). Esta
asociación de pastoreo incluye miembros tanto de SLLRC como de SCAA
y es el actor principal en la formulación de un plan de cogestión equitativa
de los ejidos de La Sierra. Se han sentado juntos actores a veces distintos y
conflictivos con la misma agenda y han fortalecido los prospectos de un
plan de manejo que respete completamente la integridad de la cuenca y el
funcionamiento de las acequias como principios centrales.
La San Luis Vega Board (Junta de Vegas de San Luis) es el cuerpo que
gobierna los ejidos de pastoreo del poblado de San Luis. Regula el acceso
a los ejidos para pastoreo y es responsable por la salud de la pastura. Su
agenda se enfoca en esas tareas. En el pasado no ha tenido una función im-
portante en cuestiones de gestión de cuencas, pero el renacimiento de los
derechos de pastoreo comunales, en la parte alta de la cuenca del Culebra,
como resultado de la decisión de la Suprema Corte de Colorado en el litigio
Lobato v. Taylor, significa que la Junta puede tener un papel importante
118 G. A. Hicks y D. G. Peña

en liderar a sus miembros hacia un mejor entendimiento del impacto del


pastoreo sobre la salud de la cuenca. El efecto deseado de la decisión Lobato
era restaurar los derechos de los ejidos comunales en la sierra del Culebra
a los sucesores de los colonizadores originales del siglo XIX. Esos derechos
de ejidos eran vitales para los colonos originales, y la Corte los restableció
reconociendo servidumbres continuas para pastar ganado y cortar madera
y leña en el rancho privado de 77.000 hectáreas que ahora ocupa la sierra
de Culebra. La naturaleza profundamente ideológica de esa contestación y
la inmensidad de los esfuerzos de movilización, necesitados por décadas de
lucha que llevaron a la restauración de los derechos de ejido, han creado sus
propios desafíos para el futuro.
Un sentimiento de triunfo y reivindicación ha llevado a alguna gente
a insistir en el ejercicio de esos derechos largamente negados para pastar o
cortar. Hay una gran necesidad, en el presente, de coordinar estas activida-
des y asegurar su sustentabilidad y compatibilidad con la salud de la cuenca
y el funcionamiento de las acequias. La Junta podría tener una función im-
portante en la educación de los ganaderos que usan los ejidos de La Sierra.
Es la Herederos Livestock Grazing Association (HLGA), establecida en 2009,
la que está, hoy día, tomando el papel de líder en desarrollar una planifica-
ción basada en la comunidad para lograr una cogestión de los recuperados
ejidos que sea ecológicamente resiliente y socialmente equitativa.
La parroquia de la Iglesia Católica Romana en San Luis y las iglesias en
las aldeas de la cuenca son entidades importantes en la comunidad al es-
tar fuertemente asociadas a las agendas del Consejo de Derechos de Tierras
como parte de su compromiso con el desarrollo cultural y espiritual de las
comunidades del Culebra. Hay una notable compenetración entre los con-
gregantes de la parroquia y la membresía de las cofradías de la parroquia
y los líderes de las acequias, los miembros de la Asociación de Acequias de
Colorado y los miembros del Consejo de Derechos de Tierras. Las activi-
dades rituales anuales, incluyendo bendiciones y procesiones, refuerzan la
conexión entre las acequias y sus aguas y el sentido de salud espiritual e
identidad de la comunidad.

4. Acumulación y apropiación de derechos de agua

Procesos históricos

La regla por defecto de los derechos de agua durante el periodo de la


ley mexicana era que las aguas en las tierras concedidas por el gobierno
7 | Justicia hídrica: el caso de las acequias en la cuenca del río Culebra 119

permanecían como propiedad del soberano, disponible para el pueblo para


sus usos y asignada entre ellos sobre la base de las necesidades y la equidad.
Los usos que cada usuario podía asegurar permanecían como sujeto de los
derechos universales de los otros a la hora de compartir el agua disponible
cuando la escasez forzaba el racionamiento. En particular, un uso, una vez
establecido, no daba al usuario un claro derecho basado en la antigüedad
para tomar el agua mientras otros se quedaban sin nada. El uso previo y la
confianza establecida podían ser factores en la determinación de la equidad
de la asignación, pero bajo circunstancias de escasez la ley requería la asig-
nación sobre la base del criterio, cuya última preocupación era la justicia
para todos y la respuesta ante las necesidades. Desde los primeros asenta-
mientos en los pueblos de Culebra hasta 1861, cuando fueron anexados al
recientemente organizado territorio de Colorado, esa regla mexicana definía
los derechos de agua y proveía de principios de gobernanza a los sistemas
de riego comunitarios. Para 1852, la primera acequia, la San Luis People’s
Ditch, fue establecida y entregó agua a los colonos en el principal asenta-
miento de San Luis de la Culebra. Se crearon veintidós acequias más en los
años subsiguientes de la fase de colonización, todas ellas colocadas a lo largo
del Culebra y sus tributarios.
El patrón de asignación de tierras en las colonias hispanas de Culebra
era diseñado para asegurar que cada terreno tuviera acceso al sistema de
acequias y recibieran riego por medio de sistemas alimentados por grave-
dad. Las granjas todavía están alineadas en franjas relativamente estrechas
que corren perpendiculares a las corrientes y canales principales. En el pa-
trón original de los asentamientos, cada propiedad incorporaba una por-
ción de tierra arable aluvial cercana a las corrientes. El agua fluía a través de
la comunidad de regantes, proveyendo a cada uno de los derechohabientes
y generando muchos beneficios comunitarios, incluyendo el riego de los
ejidos de pastoreo; y por medio del subriego, por la percolación de agua de
los campos regados hacia el acuífero no confinado, la extensión del riego
abarcaba la tierra no cultivada que tenía praderas y bosques maderables. Los
derechos de agua asignados a los parciantes individuales estaban ligados a
la propiedad de la tierra agrícola, en el corredor ribereño de la acequia. No
se podía deslindar el agua de su papel en la gestión del terreno, y la trans-
ferencia de derechos individuales estaba estrictamente prohibida. Además,
los derechos de uso de agua estaban condicionados por una serie de otras
reglas que incluían la participación en el mantenimiento y la operación de
la acequia, el respeto a los turnos de riego, y la obediencia a las reglas contra
el desperdicio de agua o el daño a otros agricultores o a la tierra. La repetida
violación de estas reglas podía resultar en pérdida de derechos de usufructo.
120 G. A. Hicks y D. G. Peña

En pocas palabras, era un sistema que insistía en la comunidad y en el valor


agroecológico del agua.
Tras la organización del territorio de Colorado, en 1861, las antiguas
reglas de gestión hídrica mexicanas se acomodaron por un tiempo a la ley
territorial y luego a la ley estatal de Colorado. El periodo de acomodación
finalizó, sin embargo, tras la pivotante decisión de 1876, Coffin v. Left Hand
Ditch Co., en la cual Colorado afirmó su compromiso con la ley de apro-
piación previa como el fundamento de los derechos hídricos. Ese cambio
legal fue una expresión de las vigorosas políticas públicas que determinaban
que los derechos de agua debían tener una propiedad clara y que los dere-
chohabientes debían poder transferir esos derechos según su conveniencia,
permitiendo que el recurso fuera movido para aprovechar las ventajas del
mercado. Eran tiempos de profundo compromiso con la idea de que el agua
debía ser un recurso que soportara el avance económico y dé una confian-
za en las soluciones científicas y técnicas para la gestión del agua, a fin de
asegurar un uso beneficioso de un recurso escaso. Las autoridades estatales,
incluyendo las Cortes especializadas, supervisaban los reclamos de derechos
y escuchaban los desafíos contra los derechos de agua.
Fue en esas últimas décadas del siglo XIX que la gobernanza del uso
del agua fue formalmente suplantada por el sistema de derechos de agua
administrado estatalmente, basado en la apropiación, y en la propiedad del
agua por medio de derechohabientes individuales, según lo determinado
por las autoridades estatales a través de la aplicación de la doctrina del uso
beneficioso. La gobernanza interna de cada acequia fue dejada a cada una de
las asociaciones, pero la determinación de la existencia de derechos de agua,
de la medida volumétrica de esos derechos y de las prioridades relativas para
desviar el agua, se volvieron ahora criaturas de la ley estatal. Las acequias
dejaron de ser una fuente formal de derechos y más bien se volvieron parte
del sistema estatal de derechos y administración del agua.
El momento decisivo para las acequias de la cuenca del Culebra fue
una serie de procesos en las Cortes que comenzaron en 1889 y que preten-
dían establecer prioridades en las acequias y el alcance de los derechos para
desviar el agua. Las fechas de prioridad de 1851 a 1860 fueron asignadas
a las acequias con más antiguo establecimiento, haciendo incidentalmente
que fueran los derechos de agua más antiguos en todo Colorado. Los de-
rechos de agua de las acequias también fueron reestructurados como un
conjunto de derechos de propiedad individualizados para los parciantes y
no para la comunidad de usuarios de las acequias. Esos procesos termina-
ron en el Decreto Hallett, que establecía la antigüedad relativa de las varias
acequias y cancelaba 91 de los originales 197 pies cúbicos por segundo de
7 | Justicia hídrica: el caso de las acequias en la cuenca del río Culebra 121

flujo continuo, promulgado para los derechohabientes de las acequias en


una adjudicación anterior. Estos derechos revocados fueron cedidos a la U. S.
Freehold Company, una corporación neerlandesa organizada para la colo-
nización neerlandesa, inglesa, y estadounidense hacia el sur de Colorado y
que requería de agua para apoyar sus planes de desarrollo. En efecto, a esta
compañía se le concedió la 24ª prioridad de las aguas del Culebra, ganando
el derecho de desviar la cantidad concedida después de que las 23 acequias
más antiguas hubieran satisfecho sus ahora disminuidos derechos en el Cu-
lebra o sus tributarios. Cada pérdida de la acequia era proporcional a la
pérdida total.
La contracción de los derechos de las acequias se fundamentó en la
doctrina del uso beneficioso y, específicamente, en el argumento de que las
acequias estaban reclamando y usando volúmenes de agua que excedían en
mucho lo que se requería para un riego efectivo. Como resultado, los dere-
chos de las acequias se redujeron en aproximadamente un pie cúbico por
segundo de flujo instantáneo para cada 80 acres de tierra, una cantidad que
parece severa en vista de las fórmulas de cálculo de ese tiempo, usadas para
establecer las necesidades de riego en tierras como las de la cuenca del Cule-
bra. Además, era una asignación que no tenía en cuenta la irregularidad de
los flujos de agua desde las nieves de la sierra año tras año, ni la prevalencia
de sequías en la cuenca. Al desviar más agua que la estrictamente necesaria
en años de flujo abundante, los agricultores de las acequias podían recargar
el acuífero superficial de la cuenca, con lo que mejoraban la humedad gene-
ral del suelo y guardaban agua para el riego en pozos durante los años secos.
El «exceso» en el desvío permitía que el agua fuera guardada sin necesidad
de construir reservorios artificiales más allá del alcance tecnológico y eco-
nómico de las comunidades de acequia, lo que creaba una predictibilidad
mayor en una cuenca con un patrón volátil de precipitaciones.
Una consecuencia adicional del Decreto Hallett fue la construcción por
parte de U. S. Freehold de un canal de 50 pies de ancho que llevaría el agua
concedida con el propósito de guardar el agua en el reservorio Sánchez para
transferir el agua a sus tierras al sur de las comunidades de acequia del Cule-
bra. El canal todavía corta el paisaje de las acequias para llenar el reservorio
Sánchez.

Condiciones actuales de acumulación y adjudicación

La historia de un compromiso antiguo a un orden legal particular (el mexi-


cano), la llegada de un nuevo orden legal (el estadounidense), la consecuente
pérdida de derechos y autonomías bajo el nuevo orden, y el continuo proceso
122 G. A. Hicks y D. G. Peña

de ajustes a la disponibilidad reducida de agua y la pérdida de autonomía


sobre el agua, forman el marco operativo para las instituciones de agua y el
ejercicio de los derechos de agua en la moderna cuenca del Culebra. En opi-
nión de muchos parciantes, el antiguo sistema comunitario hispano sigue
proveyendo de justificaciones normativas y funcionales para insistir en que
los derechos individuales decretados bajo la ley de Colorado permanecieron
cargados de reclamos colectivos.
La necesidad constante de ayuda mutua, y una gestión cercana a los re-
cursos hídricos para poder cultivar efectivamente en la cuenca, refuerza los
compromisos con las normas comunitarias, y los parciantes individuales
comprenden bien que su seguridad puede estar en las estrategias de pro-
rrateo del agua para el bien común. Por ejemplo, en el año 2002, la sequía
fue tan fuerte que solo tres de los derechohabientes más antiguos de las 64
acequias tuvieron agua suficiente para regar. El régimen legal existente de
apropiación previa no permitía que estos regantes insistieran en compartir
la escasez del agua, pero algunos agricultores ayudaron a cultivar en con-
junto, dentro de los limitados terrenos que podían ser regados de las zanjas
más antiguas. Este procedimiento adaptativo de reasignación, el proveer
agua desde aquellos que tenían a aquellos que no hubieran tenido nada,
fue una expresión de solidaridad comunitaria para compartir la presión
económica del año escaso en agua. Cuando las apelaciones al interés colec-
tivo no se entienden o simplemente no se aceptan como vínculo, se genera
tensión en la comunidad de regantes entre las normas de las acequias y los
derechos reconocidos por la ley estatal. El poder interventor del Estado en
esos conflictos, ejercido ya sea a través de las Cortes estatales o de los ad-
ministradores estatales del agua, y que se debe adherir a la ley estatal, es un
hecho que hace que la adherencia a las prácticas de acequia sea siempre algo
vulnerable.
Las acequias de Colorado están en una encrucijada importante. En
abril de 2009 el estado de Colorado adoptó un nuevo estatuto que conce-
de reconocimiento legal a las acequias como entidades políticas y operati-
vas, y provee de una adecuada protección a algunas de las más distintivas
y necesarias características de la gobernanza y la asignación de las acequias
(Acequia Recognition Law 2009). En resumen, los principales elementos
sustantivos del estatuto son: se reconocen las acequias como una de las ins-
tituciones más antiguas en los Estados Unidos para el autogobierno local
de los recursos naturales y se sitúan como una parte vital de la historia
hídrica de Colorado; se reconoce la continua relevancia y efectividad de
las acequias en las comunidades donde siguen existiendo; se reconoce su
típica regla de gobernanza de un regante-un voto, sin importar el tamaño
7 | Justicia hídrica: el caso de las acequias en la cuenca del río Culebra 123

del terreno; se reconocen las inconsistencias entre la operación de la ley


de apropiación previa y las prácticas informales a las que se adhieren los
practicantes de la ley de acequias; se autoriza a las acequias a adoptar re-
glamentos que establezcan el derecho de llevar a cabo elecciones con una
base en un voto-un propietario de tierras, demandar trabajo o evaluación
para mantener el sistema, asignar agua dentro de una acequia dada sobre la
base de la necesidad y la equidad, y gozar del derecho de primera compra
en el evento de una transferencia privada de aguas que históricamente se
usaban para regar tierra servida por una acequia (véase también Hicks y
Peña 2011).
En el tan importante asunto de la capacidad de asegurarse que el agua
históricamente usada en la acequias se mantenga vinculada a esas tierras,
los poderes concedidos por la nueva ley permitirán contar con normas de
acequia, a través de los mecanismos del sistema de apropiación previa y no
sobre ellos; las nuevas corporaciones tendrán el derecho de comprar agua
propuesta para transferencia, no el derecho de prohibir la transferencia. Este
derecho de compra, necesariamente con un precio de mercado justo y den-
tro de un periodo de tiempo razonable, no es una restauración de la antigua
regla mexicana de que el agua de las acequias es un bien comunitario que
pertenecía a la acequia, con el regante en poder del derecho usufructuario
de usar el agua solo durante el tiempo de su ocupación del terreno regado.
En términos de acumulación de derechos de agua, la nueva ley les da a las
acequias la oportunidad de comprar agua y mantenerla dentro del sistema
de acequias, pero ese poder depende de la habilidad de las acequias de en-
contrar el dinero para comprar el agua y de la voluntad de los parciantes de
las acequias para usar el dinero con ese fin.
La Ley de Reconocimiento de las Acequias no es totalmente fiel a las
premisas de las acequias, pero puede ser una herramienta valiosa para re-
cuperar la calidad de las acequias y mediar entre las contradicciones entre
derechos individuales y colectivos en las comunidades de acequia contem-
poráneas. El régimen de agua hispano preexistente hubiera sido una impo-
sibilidad constitucional de todas maneras bajo la ley de Colorado actual, y
tal vez incluso más ajena de lo que suponían muchos de los parciantes de las
acequias, siendo ellos acostumbrados a una cultura viva de agua que incluye
tanto valores comunitarios como derechos individuales. Las instituciones
de acequia robustas serán posibles, pero solo a través del cumplimiento de
la ley estatal que define los términos y alcances de su acomodación a las
prácticas de las acequias.
124 G. A. Hicks y D. G. Peña

5. Conflictos

Los valores de las acequias y la Ley Estatal

Una de las complicaciones al hacer un relato objetivo del ámbito del com-
promiso de las comunidades de acequia contemporáneas, con respecto a
sus anteriores leyes y tradiciones, es que los derechohabientes de agua en
las comunidades de acequia del Culebra están agudamente conscientes de
la relativa prioridad de sus derechos de agua bajo la actual ley del estado de
Colorado. A menudo insisten en esas prioridades. El largo establecimiento
de los derechos de apropiación de agua en Colorado y el reconocimiento de
que los derechos de propiedad del agua están enraizados en ese sistema y no
en otro, han hecho necesariamente que la gente esté atenta a esos derechos
y deseosa de actuar para defenderlos, en los términos requeridos por la ley.
Además, la largamente establecida ley de apropiación temporal ha hecho
más difícil poner en vigor la conformidad con las viejas normas de compar-
tir agua, especialmente en tiempos de escasez, cuando esas normas cuentan
más. Pero a pesar de la revolución en los derechos de agua que comenzó con
las adjudicaciones de 1889 y sus consecuencias, las normas de apropiación
previa todavía no calzan cómodamente en las comunidades de acequia del
Culebra. La cultura de apropiación previa permanece como algo absorbido
de manera incompleta.
Los que recién llegan al sistema, especialmente compradores de propie-
dades en plan de jubilación o de recreación en la cuenca, pueden convertirse
en una fuente de tensión especial, ya que raramente se integran a la comu-
nidad en los términos de mano de obra y ayuda mutua que son parte del
contexto de los derechos de agua para los agricultores locales. Su respuesta
a la escasez del líquido y a la vida en las regiones áridas es frecuentemen-
te la búsqueda de una cantidad insustentable de agua, cavando pozos que
pueden alterar los flujos subsuperficiales de los que dependen las acequias
o construyendo estanques que guardan agua para su uso pero que a la vez
interrumpen los flujos de los que el riego de sus vecinos puede depender.
Cuando se puede probar que estas prácticas afectan los derechos de agua
existentes, incluyendo los de las acequias, pueden ser detenidas por la ley
estatal, pero lograr esas pruebas puede ser complicado y caro.
Algunos de los conflictos entre las acequias y la ley de Colorado radi-
can en las diferencias entre las prácticas de riego consuetudinarias y los re-
querimientos de la doctrina de apropiación previa. El derecho de sed —un
compromiso con la idea de que todos los seres vivos tienen sed y tienen un
derecho correspondiente al agua— subyace a la idea de que la mayoría de
7 | Justicia hídrica: el caso de las acequias en la cuenca del río Culebra 125

las acequias debe mantener sus zanjas en un estado más natural, con taludes
de tierra que soporten un hábitat para plantas y animales silvestres, muchos
de los cuales son fuentes importantes de alimento y medicina. Así, muchas
acequias se resisten a recubrir los canales con concreto para reducir la filtra-
ción a lo largo de los corredores ribereños. La Oficina de Ingeniería Estatal y
las Cortes de agua tienden a ver esto como una práctica ineficiente y desper-
diciadora. Hay cada vez más presión para que las acequias se «modernicen»
y recubran los canales para reducir la pérdida de agua debida a la vege-
tación ribereña (plantas freatófilas). De hecho, bajo la ley de Colorado, la
pérdida de agua por la vegetación, incluyendo la creación de humedales por
subriego, puede ser considerada «evapotranspiración no beneficiosa». Esto
se corresponde con la idea de que el estado puede conminar a los regantes
a volverse más eficientes en su uso de agua para cumplir con la doctrina de
máxima utilización al reducir las pérdidas de agua por evaporación. La ex-
tensión lógica de esta doctrina en términos tecnológicos es que los regantes
deben abandonar el sistema de riego por gravedad y usar tubos perforados
o riego por goteo para llevar el agua a los cultivos, que los taludes de tierra
deben ser forrados con cemento para reducir pérdidas por la presencia de
vegetación ribereña, y que las acequias deben adoptar métodos y prácticas
para que la aplicación de agua en los cultivos sea más precisa.
Los parciantes de las acequias han tenido la experiencia, inusual dentro
de la ley de Colorado, de haber perdido efectivamente derechos decretados,
el resultado del desafío del litigio Hallett. La singular experiencia de haber
perdido derechos de agua en un procedimiento judicialmente administra-
do es algo que se recuerda, y ha producido cierta determinación entre los
modernos derechohabientes de las acequias para defender sus métodos y
una cierta incomodidad al involucrar al estado en sus asuntos. Saben que
no se puede dar por hecha la aceptación de sus prácticas por parte de las
autoridades del agua. Creen que las autoridades los ven como gente pobre e
indolente de costumbres anticuadas.

Uso de la tierra e integridad de la cuenca

El Rancho Taylor de 77.000 acres fue parte de los ejidos históricos de la co-
munidad, y su paso a propiedad privada, en el siglo XIX, enajenó de control
comunitario tierras que eran fundamentales para la supervivencia de los
derechos de agua de las acequias del Culebra. La Corte Suprema de Co-
lorado, en al caso Lobato versus Taylor, restauró los derechos de uso de la
comunidad a los históricos territorios de ejidos de la Concesión de Tierras
Sangre de Cristo y demostró la importancia del futuro de las acequias del
126 G. A. Hicks y D. G. Peña

Culebra en el manejo de la tierra dentro de la cuenca, en congruencia con el


funcionamiento de las acequias. Hay conflictos continuos entre los actuales
dueños del rancho —ahora llamado Rancho Cielo Visto— sobre la forma
de coordinar el acceso común a la sierra en vista de la decisión de la Corte, y
hay conflictos en ciernes dentro de la comunidad de agricultores de origen
hispano acerca de la conciliación entre el acceso común y la protección de
la cuenca.
Otra importante fuente de conflicto alrededor de los usos de la tierra
son: (1) el acelerado desarrollo de la tierra dentro de áreas críticas y sen-
sibles de la cuenca; (2) una nueva posibilidad de que los 77.000 acres de
ejidos históricos que constituyen la cuenca (agua y nieve) de las acequias
sean comprados por el estado y convertidos en un bosque nacional. Consi-
derados ambos retos, estos nacen del conjunto de leyes de recursos natura-
les y de uso público y privado que gobiernan las cuencas en el oeste de los
Estados Unidos.
La amenaza del desarrollo privado de la tierra en la cuenca ha causado
que el principal sindicato de acequias en Colorado, la Sangre de Cristo Ace-
quia Association, se convierta en un participante en los esfuerzos por refor-
mar el uso de la tierra en el condado y en un plan completo para enfrentar
las incompatibilidades entre los usos de la tierra amenazados y las necesi-
dades de gestión del paisaje de las acequias. La SCAA está particularmente
preocupada por las subdivisiones aprobadas y planeadas en áreas sensibles
consideradas críticas para las acequias, y por la calidad de la cuenca y sus
valores relacionados con los hábitats de la vida silvestre.
La lucha actual contra estas subdivisiones es importante porque deter-
minará parcialmente las condiciones bajo las cuales las acequias operarán
en el futuro, pero también es una lucha que derivará energías necesarias
hacia los planes de implementación de la nueva Ley de Reconocimiento. En
vez de poner atención en construir un consenso entre los agricultores de
las acequias para mejorar la gobernanza de sus acequias y promover soli-
daridad para proteger los derechos de agua de las acequias y su gestión, los
líderes de la SCAA se han visto obligados a enfocarse en revisar y fortalecer
el código de uso de tierras, para proteger los derechos de agua de las ace-
quias y la cuenca. Un esfuerzo particularmente interesante se centra en las
discusiones con la oficina de planificación del condado para modificar el
código de uso de tierras. Esto implicaría designar a la SCAA como «agencia
de arbitraje» de buena fe, que puede participar en el proceso de revisión de
los permisos y también proveer de consejos expertos a la oficina de uso de la
tierra del condado y a los comisionados acerca del impacto de las propues-
tas de cambios en el uso de la tierra y del desarrollo de las subdivisiones.
7 | Justicia hídrica: el caso de las acequias en la cuenca del río Culebra 127

Actualmente se discute que la Ley de Reconocimiento de las Acequias pro-


vee de un asidero legal para la inclusión de las asociaciones de las acequias
como agencias de arbitraje que pueden involucrarse de manera directa y
oficial en asuntos de usos y planificación de tierras a escala de condado.

Conflictos internos en las acequias: gobernanza y legitimidad

Las deserciones de las prácticas consuetudinarias de las acequias y la falla en


concretar el potencial completo de la autogobernanza de las acequias son
retos continuos y fuentes de conflictos dentro de las acequias. Hay varios
problemas: (i) deserciones de las normas de autogobernanza de las acequias,
especialmente desde los parciantes recién llegados; (ii) falta de inversión de
energía y compromiso por parte de los parciantes en la gobernanza de las
acequias y en la gestión y mantenimiento de los sistemas de riego; (iii) irre-
gularidades dentro de las acequias particulares con respecto a la gobernanza,
incluso una comunicación inadecuada sobre las reuniones y una carencia de
seguimiento efectivo de las derivaciones del agua.
Estas dificultades son, en buena parte, un subproducto de los proble-
mas gemelos de la despoblación y del compromiso atrofiado que las insti-
tuciones y los parciantes de las acequias sienten en un paisaje que puede pa-
recer disminuido y fuera de su control. El reto a enfrentar está relacionado
con la renovación de un compromiso efectivo. La persistencia de la autogo-
bernanza de las acequias depende de los compromisos informales entre los
regantes, de mantener las a menudo reglas no escritas de prorrateo del agua
en las zanjas comunitarias. Los conflictos que surgen al tratar de poner en
vigor estas reglas no escritas han involucrado a recién llegados no hispanos
—usualmente de origen anglo— que han entendido mal y han mal visto
las prácticas de las acequias, considerándolas anticuadas e ineficientes. Ade-
más, algunas reiteraciones más recientes de estos conflictos sugieren que la
adhesión a las normas de acequia no puede ser invocada, incluso entre los
propietarios hispanos, sin esfuerzos intensos y continuos de aculturación.
El caso reciente de un regante que creció en una comunidad de acequia
pero que estaba dispuesto a involucrarse en actividades negativas para la su-
pervivencia y el funcionamiento del sistema de acequias, ilustra este punto
y es una señal preocupante de los desafíos para mantener los valores locales.
El conflicto tiene que ver con la construcción no autorizada de presas de tie-
rra por parte de un propietario recién llegado, con el objeto de guardar agua
para su tierra. En una carta escrita por el presidente de la asociación al pro-
pietario, los regantes locales solicitan que se respeten las normas de acequia.
El lenguaje de la carta ilustra la complejidad del problema y la importancia
128 G. A. Hicks y D. G. Peña

de la gobernanza compartida y de la asistencia mutua como elementos cen-


trales para la organización de las acequias y vale la pena citarla:

El tema sobre el que escribo tiene que ver con una grave violación tanto de la
Ley Estatal de Colorado como de las reglas y normas de la Acequia de San Fran-
cisco. Específicamente objetamos la construcción de dos presas de tierra en su
vara en San Francisco con el objeto de crear estanques de agua para su ganado.
Le hago notar que el uso de estos reservorios es incompatible con el funciona-
miento de las acequias, y es por eso que aquí nadie ha construido presas. Es con-
trario a las condiciones ecológicas y a las prácticas y reglas consuetudinarias.
Además, nuestras Cortes de agua han verificado que la construcción de re-
servorios requiere ya sea un derecho de agua separado y esto ha probado ser
difícil en un contexto de sobreapropiación, o ya sea que el parciante (el regante
de una acequia) deba secar una cantidad correspondiente de la extensión re-
gada por la acequia antes de cambiar el uso de un derecho decretado hacia su
utilización para el ganado doméstico.
Como posiblemente sabe, las acequias históricas de la cuenca del Culebra, al
igual que las del norte de Nuevo México, tienen leyes y regulaciones consuetu-
dinarias que recientemente han sido legitimadas y puestas en vigor por el Es-
tado de Colorado y su Ley de Reconocimiento de las Acequias (HB-09-1233).
Consideramos sus acciones como violatorias a estas leyes y regulaciones con-
suetudinarias.

La carta continúa en un estilo más amigable:

Hay una alternativa más cooperativa y menos conflictiva para enfrentar la cues-
tión del agua para el ganado en el invierno. Sus vecinos tradicionalmente com-
parten el uso de una acequia alternativa para guardar agua que deja de correr
en el invierno. Después de las heladas todos tenemos que usar nuestras bombas
de pozo o tenemos que acarrear agua hacia el ganado… preferimos persuadirlo
de que su uso propuesto no es consonante con los valores y las prácticas de las
acequias. Estamos muy atentos a recibir nuestros derechos de flujo continuo y
hay demasiadas compuertas y varas, aguas debajo de su propiedad.

Parece especialmente notable que los esfuerzos locales para controlar


las deserciones y poner en vigor el cumplimiento de las normas de acequia
involucra una negociación directa con los propietarios en vez de volverse
hacia instrumentos e instituciones legales más formales. Esta preferencia
por las formas tradicionales de coerción normativa cara a cara, pueden ha-
ber funcionado en el pasado, cuando la mayoría de regantes pertenecían a
familias agricultoras multigeneracionales, pero los cambios en la membresía
7 | Justicia hídrica: el caso de las acequias en la cuenca del río Culebra 129

parecen haber hecho esto más difícil ante el hecho de que un creciente nú-
mero de recién llegados rechazan estas normas e insisten en que las disputas
se solucionen de una manera legal más formalizada. Nuevamente, la imple-
mentación de la Ley de Reconocimiento podría lograr mucho en el camino
hacia la «codificación» de las normas informales históricamente aplicadas,
de modo que adquieran una capacidad formal e institucionalizada como
ley aplicable. Sin embargo, algunas parciantes están en contra de esta co-
dificación y prefieren que el orden normativo de la acequia siga siendo un
asunto local. Temen que la codificación haga que las acequias y las reglas de
funcionamiento armonioso de estas se hagan «demasiado bien conocidas»
y por lo tanto sean sujetas de revisión y apropiación externas.
Otro ejemplo de conflicto interno ha sido la resistencia que los recién
llegados a las acequias muestran frente al proceso de liderazgo, típicamente
estructurado para circunvalar los requerimientos de la ley estatal de que la
votación debe basarse en cuánto uno tiene en el canal. Muchas acequias
tratan de permanecer fieles a la tradición histórica de un regante, un voto,
sin considerar el tamaño de la tierra o los derechos de agua y lo hacen por
medio de intensas negociaciones antes de la votación formal, con la meta
de producir el resultado que se hubiera producido con las reglas de vota-
ción históricas. La insistencia de seguir totalmente las reglas formales está
dentro de los derechos de los recién llegados y frustra el esfuerzo informal
de mantener los métodos de votación informales. El conflicto ilustra clara-
mente la vulnerabilidad del orden normativo consuetudinario frente a una
ley positiva incompatible. Lo que más se necesita en este contexto es un re-
conocimiento formal por parte de la ley de que las acequias deberían tener la
capacidad de adoptar estructuras de gobernanza consonantes con sus tradi-
ciones y sus prácticas consuetudinarias, incluyendo estructuras alternativas
de votación. El adoptar o no las reglas de votación permitidas por la Ley de
Reconocimiento puede ser en sí mismo una cuestión contestada dentro de
las acequias.

6. Por fin: algunas estrategias para responder


a ciertos desafíos centrales

Las actuales estrategias de respuesta desarrolladas por la organización coor-


dinadora de las acequias (la SCAA) se enfocan principalmente en la genera-
ción de capacidades dentro de la comunidad de acequias y en esfuerzos para
mejorar y proteger el funcionamiento de la cuenca de la cual las acequias
del Culebra dependen. Hay cuatro proyectos principales que son conside-
130 G. A. Hicks y D. G. Peña

rados por la SCAA: (i) convocatoria al «congreso de acequias» para educar,


promover solidaridad y establecer un cuerpo representativo ampliamente
reconocido que sea la voz de las acequias, y promover a que las acequias
locales se incorporen bajo la nueva Ley de Reconocimiento de Acequias de
Colorado; (ii) ejecución de investigaciones y convocatoria a una conferen-
cia sobre políticas para apoyar en pago a las acequias por los servicios eco-
sistémicos y comunitarios económicos que proveen o que haya incentivos
y recursos económicos permanentes para proteger los paisajes de acequia;
(iii) desarrollo de un plan de gestión de recursos de propiedad común para
los 77.000 acres del Taylor Ranch, el antiguo ejido de la cuenca del Culebra;
(iv) transformación de las normas de gobernanza y desarrollo de las capaci-
dades gerenciales de las organizaciones locales para mejorar su efectividad
y legitimidad.

El Congreso de Acequias

Un congreso formal de acequias serviría como plataforma para la movili-


zación y la acción sobre una agenda común para construir una capacidad
institucional, con el fin de establecer firmemente las acequias como cuerpos
políticos activos y para reconstruir la cuenca como un paisaje sustentable.
En el estado vecino de Nuevo México, la asociación de acequias ha llevado
a cabo, desde 1999, un congreso anual que ha incrementado la visibilidad
de las acequias a escala estatal; ha proveído de un foro efectivo para la ex-
tensión y la interacción con los gobiernos local, estatal y federal; ha per-
mitido que los agricultores de las acequias se organicen de un modo más
efectivo; y ha logrado financiamiento para iniciativas sociales o ecológicas.
Con el reconocimiento formal de las acequias de Colorado, hay ahora la
oportunidad de obtener un estatus político nuevo para una asociación de
acequias. Una meta fundamental del Congreso es avanzar en la creación
de una organización formal que represente a todas las acequias como una
organización de gestión única del agua y las cuencas, y llegar a una agenda
de acción común.
El congreso típicamente se refuerza con trabajos de un equipo multi-
disciplinario académico y uno de socios locales, haciendo investigación con-
junta sobre agroecología y etnoecología del sistema agrícola de las acequias,
de la ley de aguas local y de las prácticas de gestión de cuencas locales, y de
la producción agrícola en las comunidades de acequia del condado de Cos-
tilla. Produce informes para las 64 acequias que son miembros de la SCAA. El
trabajo del congreso se centra en la movilización de las acequias alrededor de
agendas específicas, y en la creación de un cuerpo formalmente constituido y
7 | Justicia hídrica: el caso de las acequias en la cuenca del río Culebra 131

reconocido de manera general que hable e inicie acciones colectivas de parte


de las acequias. Este cuerpo sería el sucesor de la actual asociación de la ace-
quia de Sangre de Cristo.
El foco principal de la nueva organización será la provisión de asistencia
y apoyo a las acequias locales en el proceso de incorporación formal como
Corporaciones de Acequia de Colorado bajo la nueva acta de reconocimien-
to de las acequias.

Investigación para apoyar el pago por servicios ecosistémicos
y servicios económicos básicos

La SCAA pretende lanzar una iniciativa para fomentar a que los actores gu-
bernamentales y de ONG pongan recursos a disposición para recompensar
a agricultores nativos y tradicionales en las comunidades de acequia por sus
inversiones en espacios abiertos y hábitats de vida silvestre, conservación
de biodiversidad, preservación de la diversidad genómica, y otros servicios
ecosistémicos. La SCAA propone conducir una investigación sobre servicios
básicos económicos para sistemáticamente calificar y cuantificar el valor de
los servicios ecosistémicos y económicos proveídos por las acequias de Co-
lorado en los cuatro condados reconocidos como condados de acequia por
el acta de reconocimiento. Esta investigación sería el fundamento para una
conferencia de colaboradores en el cual los programas de los sectores gu-
bernamental, universitario y de ONG se juntarían con el de las acequias para
desarrollar programas de subsidios e incentivos para pagar a los agricultores
de acequia por sus servicios ecosistémicos y económicos de base. Los pagos
y los incentivos, incluyendo el arrendamiento y la compra de servidumbres
de conservación, serían una ayuda significativa para la preservación del pai-
saje de acequias como una estructura específica de producción y de medios
de vida sostenibles.

Gestión de recursos comunes y restauración ecológica para «La Sierra»

La gestión y la gobernanza de los derechos de agua y tierra están totalmente


conectadas en la cuenca del Culebra. La cuenca alta, los ejidos históricos de
los asentamientos originales en el Culebra, consisten en bosques subalpinos
montanos, pajonales de tundra, praderas altas y fellfields,7 que acumulan

7. Ambientes en pendientes, usualmente alpinos o de tundra, donde la dinámica de ciclos


de congelamiento y derretimiento y los vientos dan lugar a formas de vida achaparra-
das en los intersticios de las rocas sueltas (scree o ‘pedregal’).
132 G. A. Hicks y D. G. Peña

nieve profunda en el invierno, todos ellos ecosistemas vulnerables. La salud


de toda la cuenca y el funcionamiento del sistema de riego de acequias de-
penden de la provisión gradual de agua de la nieve derretida y de la integri-
dad física de las partes más altas de la cuenca.
La restauración de los derechos históricos de los ejidos en La Sierra ha
creado la oportunidad y la necesidad de colaboración con los dueños pri-
vados de estos ejidos para desarrollar un plan basado en la responsabilidad
compartida con el fin de restaurar y proteger la cuenca del Culebra. Afor-
tunadamente, estos dueños muestran todos los signos de compartir la meta
de restauración ecológica. La SCAA ha preparado un conjunto de documen-
tos guías de política basados en el modelo de Elinor Ostrom de Regímenes
de Propiedad Común (RPC) duraderos y buscarán trabajar con los dueños
de La Sierra para ejecutarlos, con el objetivo de apoyar prácticas locales de
gestión apropiada que fortalezcan la resiliencia ecosistémica y la integridad
de la cuenca a través de la restauración ecológica. Una meta es la de promo-
ver una economía solidaria «rural» por medio de trabajos de restauración
ecológica que generarán trabajos verdes de largo plazo y facilitarán el creci-
miento de una producción agrícola con valor agregado, tal como el ganado
de altura alimentado por pastos, que depende de la restauración ecológica y
de métodos sustentables.

Transformación de las normas de gobernanza


y mejora de las capacidades gerenciales de las organizaciones locales

Hay una necesidad de extender y diversificar la membresía y transformar las


capacidades de participación y gobernanza en las organizaciones que tienen
que ver con el agua y la cuenca. La capacitación de líderes, el incremento de
la transparencia y efectividad de las organizaciones y la mejora de la comu-
nicación entre las organizaciones y la gente a la que sirven, son sumamente
importantes.
Un área de preocupación es cómo aumentar la participación y el lide-
razgo de las mujeres. Los estudios antropológicos sugieren que las mujeres
de la región han tenido, históricamente, un papel clave en el mantenimiento
de las economías agrícolas domésticas de las acequias, pero este no siempre
ha sido un papel visible y construir la participación de las mujeres en el lide-
razgo comunitario ha sido difícil. Un importante grupo de mujeres, las co-
madres de la Culebra, fue creado para promover el acopio e intercambio de
semillas e información acerca de las técnicas de cultivo, almacenamiento y
preparación de los alimentos locales, pero no pudo cumplir su promesa por
falta de participación. Pero su enfoque sobre un entendimiento profundo
7 | Justicia hídrica: el caso de las acequias en la cuenca del río Culebra 133

de las condiciones locales de producción, incluyendo suelos, clima, micro-


climas y cultivos, y su difusión, era una parte muy valiosa de los esfuerzos
por construir la solidaridad y la identidad comunitarias, sobre la base de un
conocimiento compartido de tecnologías agrícolas localmente generadas.
Un ejemplo de la importancia de la participación femenina es su impac-
to en la gestión de la tierra. Se sabe que las mujeres locales ayudan a mitigar
el impacto del ganado al presionar a los hombres para que mantengan el
ganado fuera de las áreas ribereñas donde la mayoría de especies vegetales
silvestres se desarrollan. El programa de desarrollo de RPC para La Sierra se
enfocará en incrementar la integración, el liderazgo y la participación de las
mujeres, a la vez que aumentará las actividades de las mujeres como produc-
toras. La inclusión de las mujeres ayudará a fortalecer los efectos de la res-
tauración ecológica en la evolución del régimen de RPC y a la vez mejorará el
respeto que los hombres locales tienen por las mujeres líderes y agricultoras.
A lo largo de los años las mujeres locales han avanzado mucho al asu-
mir un papel más visible y públicamente prominente como líderes plani-
ficadoras, jefas de zanja, miembros de juntas comunitarias y funcionarias
elegidas; por ejemplo, como miembros elegidos de las comisiones de con-
dado y nombradas como miembros de las comisiones de planificación, y
mayordomas y comisionadas de las acequias. Sin embargo, las mujeres con-
tinúan subrepresentadas en la membresía y el liderazgo de importantes or-
ganizaciones comunitarias.

7. Retos claves y el camino hacia adelante

La médula del problema para las acequias del Culebra es la dependencia en


una lealtad continua a un sistema de asignación de agua que requiere del
mantenimiento común de una red de canales de tierra, y un compromiso
mutuo para con el principio de que el agua debe ser compartida en épocas
de escasez. Pero no habrá cantidad de arreglos mutuos que sea suficiente
para tener éxito en asegurar la viabilidad a largo plazo del sistema y el paisaje
de las acequias, si no hay un ajuste entre la ley y la gestión hídricas contem-
poráneas y la creciente experiencia de escasez entre las acequias. También es
importante que las acequias tomen ventaja de las posibilidades de la reciente
Ley de Reconocimiento de estas para fortalecer su gobernanza interna. Hoy
en día hay tantas amenazas a la permanencia de las acequias como una ins-
titución, que la mayor parte de la voluntad y la energía activista, dentro de
las comunidades de acequia, se enfocan sobre las fuentes de lucha interna, y
en enfrentar de manera inmediata las amenazas, y no en una movilización
134 G. A. Hicks y D. G. Peña

para involucrarse en asuntos estructurales que afectan la disponibilidad de


agua y las reglas de gobernanza y asignación.
Los sistemas basados en la cultura de uso del agua y de la gobernanza
del agua son elementos importantes de la estructura ecológica que crea y
mantiene la salud ambiental en la cuenca del Culebra. No se trata solo de
recursos tales como los frutales, los vegetales y los granos que tienen una
dimensión sociocultural, sino también de los servicios para la cuenca y las
especies amenazadas provistas por los patrones de uso de la tierra y del agua
de los sistemas de acequia. Son recursos naturales dependientes de la cul-
tura, que han sido generados por, y que requieren de una continua preser-
vación desde los patrones específicos de habitación, el uso de la tierra y las
interacciones sociales en las acequias.

Bibliografía

Hicks, G.
2010 «Acequias of the South-Western US in Tension with State Water
Laws». En R. Boelens, D. Getches, A. Guevara Gil, (eds.). Out of the
Mainstream. Water Rights, Politics and Identity, pp. 223-234. Londres
y Nueva York: Earthscan.

Hicks, G. y D. Peña
2003 «Community Acequias in Colorado’s Rio Culebra Watershed: A Cus-
tomary Commons in the Domain of Prior Appropriation». Colorado
Law Review, vol. 74, núm. 2, pp. 387-486.

2011 «Normas conflictivas en la lucha por una gobernanza comunitaria


en las acequias de la cuenca del Alto Río Grande en Estados Unidos».
En R. Boelens, L. Cremers y M. Zwarteveen (eds.) Justicia Hídrica:
acumulación, conflicto y acción social, pp. 343-358. Lima: IEP y Fondo
Editorial PUCP.

Peña, D.
2003 «The Watershed Commonwealth of the Upper Rio Grande». En J.
Boyce y B. Shelley (eds.), Natural Assets: Democratizing Environmen-
tal Ownership. Washington, D.C.: Island Press.
Capítulo 8

Mercados de agua y tecnologías


de extracción: dos casos de estudio en Nepal

Yván Marcos López Gonzáles1

1. Introducción

Los rápidos cambios demográficos ocurridos durante los últimos años en


Nepal, producidos básicamente por factores sociopolíticos, están incremen-
tando la demanda de agua en áreas urbanas y periurbanas de las principales
ciudades. Actualmente es poca la discrepancia existente sobre cuál debe ser el
uso prioritario del agua y a qué sector se debe abastecer primero: el consumo
humano. La mayoría de las regulaciones de agua a nivel mundial, coinciden
en que esa es la prioridad en el uso del agua. Sin embargo, los conflictos ge-
nerados por esta priorización del uso del recurso, dentro del sector de agua
potable, están afectando a los pobladores más pobres y los agricultores pe-
riurbanos en Nepal.
Este capítulo está basado en dos casos de estudio (mapa 8.1) en los cua-
les se analizan los mecanismos y herramientas usados por los diferentes ac-
tores para acumular, negociar o defender el acceso y los derechos de agua. El
primer caso, ubicado en Kathmandú, muestra una competencia por el uso
del recurso hídrico involucrando actores privados con gran poder econó-

1. Esta investigación fue realizada en el marco de la agenda de estudios de la alianza Justicia


Hídrica. Quisiera agradecer al señor Ashutosh Shukla, del Colegio de Ingenieros de Nepal,
y especialmente a Dibesh Shrestha, quien me permitió acompañarlo en algunas visitas de
campo y compartir su trabajo y conocimiento de la zona. También agradezco a Janwillem
y Riti, por brindarme su casa, su amistad y compartir ideas sobre el trabajo de investiga-
ción. Finalmente, a Saroj Yakami, por el apoyo y asistencia en esta investigación.
136 Y. M. López Gonzáles

mico o político. En dicha competencia aquel actor con más herramientas,


tales como acceso a tecnologías que permitan extraer el agua subterránea,
es el ganador. El segundo caso, en Dhulikhel, un distrito ubicado a una
hora al oeste de Kathmandú, describe una comunidad campesina nego-
ciando y defendiendo sus recursos hídricos contra la demanda de mayor
cantidad de agua por parte del municipio de Dhulikhel. Este caso muestra
las herramientas usadas por diferentes actores dentro y fuera de Dhulikhel
para acceder al agua. Los resultados de esta investigación son analizados
principalmente dentro del marco Niveles para el Análisis de Derechos, de-
nominado ERA, por sus siglas en ingles Echelons of Rights Analysis (Boelens
2008; Boelens y Zwarteveen 2005). Este marco explica cómo los conflictos
por derecho y acceso al agua deben entenderse, simultáneamente y de ma-
nera interrelacionada, como disputas sobre los recursos, sobre el contenido
de las reglas y derechos, sobre la autoridad legítima, y sobre y entre discur-
sos divergentes.

2. Contexto

La República Federal Democrática de Nepal se encuentra encerrada entre


dos gigantes del Asia: India y China. Tiene una topografía accidentada, con-
tando con la cadena de montañas Himalaya como frontera con China. Esta
cadena montañosa constituye una gran reserva de agua para este país su-
basiático. Nepal es un país multicultural y multiétnico y hasta hace unos
años era el único país con el hinduismo como única religión oficial y sis-
tema de castas. Este sistema está oficialmente abolido, sin embargo, en la
práctica aún se dan diferenciaciones y sesgos de discriminación debido a
las castas.
Nepal ha experimentado varios años turbulentos en el aspecto socio-
político. En los años noventa comenzó la guerra civil, con el fin de acabar
con la monarquía y establecer la república. Esta guerra enfrentó a los grupos
que apoyaban la monarquía y los que querían a un gobierno republicano.
En este contexto se identifica básicamente dos agrupaciones políticas: la pri-
mera, el Congreso nepalí, relacionado con la casta alta Bhraman o Chettri,
tradicionalmente con el poder político, y que en líneas generales apoyaba la
monarquía; la segunda, el Partido Comunista de Nepal, especialmente en su
ala maoísta, grupo político relacionado mayormente con las castas media
y baja y que buscaba la instalación de una República Comunista. Luego de
casi veinte años de guerra interna y de constante inestabilidad política, la
«guerra popular», como fue titulada por los maoístas, llegó a su fin. En el
Mapa 8.1
Ubicación de los casos estudiados

Fuente: Mott McDonalds 2005.


138 Y. M. López Gonzáles

año 2008 el antiguo Reino de Nepal pasó a ser oficialmente la República


Federal Democrática de Nepal y el rey fue obligado a entregar el poder y
abandonar el palacio real.
Actualmente, como en todo proceso de transición, las luchas de pode-
res e intereses políticos tanto nacionales e internaciones por las posiciones
en el gobierno y las carteras ministeriales, están presentes en la vida política
del país. Las conversaciones con el fin de establecer la nueva constitución de
la república siguen con altibajos y la posibilidad de que los partidarios del
movimiento maoísta tomen las calles, como ellos mismos manifiestan, está
nuevamente latente.
En lo hidrológico, Nepal es un país rico en recursos hídricos y el valle de
Katmandú, no es la excepción. La precipitación promedio anual en el valle
es de 1200 mm. Nepal es considerado un país con un gran potencial hidro-
eléctrico debido a la abundancia del recurso hídrico y de su topografía. Sin
embargo, a pesar de esta abundancia, Katmandú, capital del país, sufre pro-
blemas de abastecimiento de agua potable debido a la alta demanda de agua,
el constante crecimiento demográfico de la capital, y a la pobre situación de
la red de abastecimiento (Moench 2001). Los habitantes de Katmandú, en-
tonces, tienen que buscar diversas fuentes y formas de acceder al agua para
lidiar con este problema.
Otro problema que se observa en Nepal, dentro de este contexto, y que
será tratado en mayor detalle en los siguientes párrafos, es la acumulación
del agua en manos del sector comercial, generando la mercantilización o
mercadeo del agua. Esto perjudica a los sectores más pobres de la capital.
Es entonces que estos grupos de menor poder político y económico, que no
pueden pagar el precio establecido por el mercado, hacen uso de diversas
estrategias y mecanismos para afrontar la situación y satisfacer sus necesi-
dades hídricas.
El incremento demográfico en las zonas urbanas de Nepal, principal-
mente en Kathmandú y en los distritos cercanos, tiene como origen la migra-
ción del campo a la ciudad en busca de mejores oportunidades de empleo,
educación y de seguridad ante el conflicto armado. Del mismo modo, según
se pudo observar y recoger de entrevistas durante el trabajo de campo, esta
migración también fue parte de una estrategia de los grupos maoístas para
ejercer más presión en la capital y las zonas periféricas. Es decir, las fuerzas
maoístas motivaban a sus simpatizantes en otras provincias a migrar a la
capital con el fin de tener un mayor número de seguidores y ejercer mayor
presión al gobierno a través de marchas y manifestaciones.
Otro factor que produce el crecimiento demográfico, específicamente
hablando de los casos estudiados, Kathmandú y Dhulikhel, es la creciente
8 | Mercado de agua y tecnologías de extracción 139

actividad turística en estas áreas de Nepal. Esto obliga a los hoteles a estar
bien preparados para cubrir la demanda de agua generada por las activida-
des recreacionales de sus visitantes como por ejemplo piscinas, campos de-
portivos o baños sauna. Así mismo, se incrementa la demanda de servicios y
comodidades, como nuevos restaurantes, discotecas y centros comerciales;
todos estos son servicios que necesitan de agua para brindar una buena re-
cepción a los turistas.
En los siguientes párrafos se presenta los resultados del trabajo de cam-
po en las dos áreas estudiadas y las principales características relacionadas
con justicia hídrica.

3. Kathmandú y la mercantilización del agua

En Kathmandú, el abastecimiento de agua potable está en manos de una


agencia de servicio manejada por un consorcio entre el Estado nepalí y la
empresa privada. Esta agencia se llama Kathmandú Upatyaka Khanepani
Limited (KUKL). Actualmente, la demanda de agua en Kathmandú es de 280
mil litros por día (l/día), mientras que esta agencia solo pudo abastecer a la
ciudad con 105 mil l/día; esto sin considerar las pérdidas por distribución
en las tuberías, las que se estiman en el 38%, lo cual nos da un abastecimien-
to total por parte de KUKL de 65,1 mil l/día (Shrestha y Shukla 2010). No
es raro entonces observar que los cortes de agua en la capital sean cosa de
todos los días. El abastecimiento de agua diario varía entre una a tres horas.
Por tanto, los pobladores dependen de otras fuentes de agua con las que de-
ben cubrir la demanda doméstica. Algunas de las fuentes más comunes son:
la construcción de pozos aprovechando el agua subterránea, y la compra de
agua a los operadores de camiones cisternas.
Para solucionar el problema de abastecimiento de agua, el uso de agua
subterránea surgió como la principal alternativa. Varias de las residencias,
hoteles y centros comerciales cuentan con pozos individuales. Estos pozos
capturaban básicamente el agua subsuperficial en Katmandú, por lo que no
son muy profundos. Un pozo en una vivienda típica en Katmandú llega-
ba a una profundidad de ocho metros para alcanzar el nivel freático. Estas
viviendas cuentan con reservorios o depósitos para almacenar el agua ex-
traída del pozo, y tanques elevados para poder ganar presión y abastecer de
agua a toda la vivienda. Con el incremento de la demanda de agua y la cons-
trucción de más pozos para cubrirla, el nivel freático ha ido disminuyendo,
secando los pozos de varias viviendas y siendo necesaria mayor tecnología
para poder acceder a este recurso. En este contexto, solo los sectores con
140 Y. M. López Gonzáles

Foto 8.1
Expansión urbana de Katmandú en zonas rurales

Fuente propia.

mayor poder económico comercial e industrial pueden acceder a esta tecno-


logía, mientras que los más pobres necesitan buscar otra forma de acceder
al agua.
La foto no tiene la resolución apta para publicación en libro. Por favor
enviar un escaneado de mejor resolución. Mínimo debe tener 300 píxeles
por pulgada en formato 12 x 10 cms.
El crecimiento demográfico mencionado anteriormente ha generado
también el crecimiento del área urbana. Con esto, varias de las tierras que
antes eran agrícolas han sido devoradas por la ciudad o se encuentran ya
consideradas como áreas periurbanas (foto 8.1). Estas tierras han sido com-
pradas a agricultores que se ven absorbidos por la ciudad y por la pobreza y
encuentran en la venta de sus tierras a empresas de bienes raíces una solu-
ción para sus problemas económicos, siempre que les permita internarse en
la ciudad como un actor urbano más, abriendo un pequeño negocio.
Este crecimiento también ha generado un incremento en la activi-
dad de la construcción, básicamente de complejos residenciales y centros
comerciales, los cuales ofrecen tener abastecimiento de agua permanente
como principal ventaja. Esto lo logran a través de la construcción de pozos
8 | Mercado de agua y tecnologías de extracción 141

Foto 8.2
Llenado de tanque cisterna en las afueras de Kathmandú

Fuente propia.

privados y del uso de tecnología: sistemas de perforación y bombeo para


profundidades de hasta más de 40 metros. Es decir, el agua comienza a ser
tratada ya como un bien económico; como una ventaja que se ofrece dentro
del contexto de escasez de agua en Kathmandú, y que se incluye en el precio
de la residencia o espacio comercial a comprar.
Los principales beneficiarios en este contexto son los grandes grupos
bancarios de Nepal, que son los poseedores de las inmobiliarias y negocios
de bienes raíces. No es raro caminar por las calles de Katmandú y observar
una construcción de residencias o centros comerciales en marcha o mirar el
aviso de una futura construcción y encontrar el logo de un grupo bancario
como dueño y ejecutor de la obra.
Esta mercantilización del recurso hídrico olvida por completo el gran
valor cultural y colectivo que se le otorga al agua en la cultura nepalí, para
la cual el agua es vista como un elemento sagrado y de uso colectivo. Prueba
de ellos eran los manantes artificiales (tomas) de agua construidos al inte-
rior de la ciudad para abastecer a los sectores que no contaban con acceso
doméstico. Este sistema de abastecimiento requería de una organización
142 Y. M. López Gonzáles

comunal para uso, manejo y aprovechamiento. Así también, servían para


dar agua a los peregrinos y comerciantes que estaban de tránsito por Kath-
mandú. Estos puntos de agua también eran lugares de rituales hindúes para
agradecer a los dioses al amanecer. Hoy en día varios de estos puntos al inte-
rior de Katmandú se han secado debido al incremento en la explotación del
agua subterránea. Los sectores más afectados son los más pobres, los que no
cuentan con los medios para acceder al agua subterránea y que aún depen-
dían de estos puntos de agua para complementar sus necesidades hídricas.
Ahora tienen que caminar largas distancias y hacer colas para poder acceder
al agua en los pocos puntos comunales que quedan disponibles.
Como se mencionó anteriormente, los cortes de agua en Kathmandú
pueden durar varias horas al día, y pueden ser por varios días consecuti-
vos. Esto obliga a los pobladores urbanos y periurbanos a depender de otra
fuente de agua: los operadores de cisternas de agua. Algunos pobladores los
consideran como los verdaderos proveedores de agua debido a la poca efi-
ciente red de agua potable provista por el gobierno nepalí hasta el momen-
to. Los operadores de cisternas, entonces, se constituyen como un mercado
paralelo del agua.
En la actualidad existen entre 400 y 450 empresas de operadores cister-
nas (foto 8.2). Regmi (2005) registró 50 empresas. Esto habla del crecimien-
to de este mercado, pero también de la sobreexplotación del recurso. La
mayor parte de ellos, según explicó el representante del sindicato de empre-
sas de operadores cisternas, toman aguas subterráneas, con lo que el único
requerimiento es ser dueño de la propiedad en la que se encuentra el pozo.
La otra parte toma agua de quebradas ubicadas en el territorio de comu-
nidades rurales cercanas a Kathmandú, siendo un negocio individual y no
comunitario en este caso. El pago al dueño del pozo o fuente de agua por
llenar de agua un camión cisterna varía entre 150 y 200 rupias (2 y 3 dólares
norteamericanos). Este grupo de operadores organizados en sindicatos son
identificados generalmente como partidarios maoístas por algunos pobla-
dores de Kathmandú. Mencionando esta característica se argumenta que no
se les puede controlar porque toman la violencia como medio de respuesta
si es que el Estado intenta regular su actividad. Por otro lado, los operado-
res de cisternas argumentan que si el Estado intenta regularlos, ellos irán a
huelga con lo cual varias familias y negocios en Kathmandú quedarían sin
abastecimiento de agua.
El precio a pagar en la ciudad, por el contenido de un tanque cisterna,
depende del tamaño del mismo. Los tanques cisternas pequeños, con 6000
litros, cuestan 1200 rupias (alrededor de US$17), mientras que los tanques
cisternas grandes, cuestan alrededor de 2000 rupias (US$28). Un operador
8 | Mercado de agua y tecnologías de extracción 143

cisterna generalmente trabaja a pedido y se ha observado que generalmente


realizan entre cinco y seis viajes por día. La calidad del agua no está asegu-
rada, aunque en algunos casos algunos compradores piden específicamente
de dónde quieren que se les traiga el agua. Los principales consumidores de
este mercado son hoteles, embajadas y centros comerciales.
Cabe mencionar que la empresa KUKL, encargada del abastecimiento de
agua en la ciudad, también participa en este mercado. KUKL vende agua sub-
terránea a través de tanques cisternas, tal y como lo hacen las otras empresas
operadoras. Si bien es cierto que el costo de adquirir una cisterna de KUKL es
menor (alrededor de dos dólares menos por cisterna) los pobladores prefie-
ren adquirir el agua con otra empresa privada debido a la rapidez y confiabi-
lidad en la entrega. KUKL puede demorarse hasta dos semanas mientras que
con los otros operadores la entrega se realiza el mismo día.
En este contexto de individualización, se observan organizaciones co-
lectivas que buscan enfrentar este problema. Debido a que el precio a pagar
puede resultar alto para una familia pobre, en algunos casos se observa que
como estrategia se reúnen tres o cuatro viviendas vecinas para comprar y
compartir el agua de un tanque cisterna. De esta manera comparten el costo
del tanque y también el recurso.
Esta situación se resolvería a través de la implementación del proyecto
Melamchi. Este proyecto abastecerá a Kathmandú con aguas del rio Melam-
chi a través de un trasvase subterráneo. Si bien es cierto que esto se ve como
una solución para la capital de la república, ha generado varias reacciones de
las diferentes partes involucradas en este trasvase. Los pobladores del área de
Melamchi se oponen a este trasvase, ya que a largo plazo afectará sus activi-
dades económicas y su disponibilidad del recurso hídrico. Al visitar la zona
de Melamchi se encontró que la oficina principal del proyecto se encontra-
ba vigilada y había sido cerrada por las siete comunidades que se sienten
afectadas por el proyecto. Cada una de ellas había puesto un candado en la
puerta del edificio y esperaban que las autoridades del proyecto se sienten
a conversar con ellos. Esta medida se produjo debido al descontento de las
comunidades de Melamchi ante la actitud de las autoridades del proyecto
de no querer escuchar sus demandas. Esto refleja la complejidad existente
para que el gobierno encuentre una solución a la escasez de agua y, a la vez,
los problemas que se generan al intentar dar soluciones sin escuchar a las
partes involucradas.
Actualmente, en la práctica no existe ningún mecanismo de regulación
para controlar la explotación del agua subterránea y su comercialización por
parte de las grandes empresas inmobiliarias, ni para controlar el mercado
de los operadores cisternas. Si bien es cierto que la ley establece un máximo
144 Y. M. López Gonzáles

de extracción permitido, en la práctica, las reglas las ponen los actores que
pueden acceder a la fuente de agua. En ambos casos, estos actores organi-
zan y establecen las reglas del mercado, generando una sobrexplotación del
recurso hídrico, acumulándolo, negociando y generando con él ganancias
económicas en desmedro de los más pobres.2

4. Dulikel y la defensa del agua

Dhulikhel es un distrito ubicado a 30 km al este de Kathmandú y se ubica


dentro de la jurisdicción de la provincia de Kavre Palanchowk. Tiene una
población de 14.400 habitantes, de los cuales casi la mitad vive en la zona
urbana del distrito. Es considerado un importante destino turístico ya que
desde ahí se puede comenzar las caminatas hacia la cadena de nevados de
Annapurna. Este distrito, al igual que Katmandú ha sufrido en los últimos
años un incremento en su población y en sus actividades económicas. Ac-
tualmente, el turismo es su principal fuente de ingresos.
La fuente de agua que abastece a Dhulikhel se encuentra ubicada en los
territorios de la comunidad llamada Kalanti Bhumidanda, ubicada a 13 km
de Dhulikhel. Este sistema se terminó de construir en 1992 y es manejado
por el Comité de Usuarios de Agua Potable de Dhulikhel (siglas en ingles
DDWUC). El sistema de distribución toma agua de la quebrada Khar Khola
—que tiene un caudal de 34 l/seg—, y esta agua corre a través de una tubería
de 6 pulgadas de diámetro, tomando un caudal de 14 l/seg. El sistema está
constituido por un desarenador y un filtro de grava. Todo este sistema se
comenzó a construir desde su diseño en 1986, con el apoyo de la agencia
alemana (Wenju y Thapa 2008).
Debido al crecimiento demográfico y el creciente desarrollo de la ac-
tividad turística en la zona, la demanda de agua del distrito de Dhulikhel
ha aumentado y el abastecimiento ya no es suficiente. En 1992, el abasteci-
miento era durante las 24 horas del día, pero actualmente solo se llega a 8
horas por día. La tarifa de agua en este sistema es de 75 rupias (un dólar) por
cada 10.000 litros de agua usada al mes (DDWUC 2009).
En este caso se puede observar cómo la comunidad de Kalanti Bhumi-
danda, haciendo uso de sus derechos territoriales sobre la fuente de agua,

2. Existen en Kathmandú, y otras provincias de la república nepalí, varias organizaciones


nacionales e internacionales dedicadas a velar por un uso sostenible y eficiente del re-
curso hídrico. Dos de las principales organizaciones que fueron contactadas durante
esta investigación y que trabajan el tema de Justicia Hídrica son: Water Nepal y el Foro
de Organizaciones No Gubernamentales.
8 | Mercado de agua y tecnologías de extracción 145

tiene el poder y la capacidad de negociar y defender lo que ellos consideran


justo. Desde el inicio del proyecto con la Cooperación Alemana, ellos fue-
ron incluidos en el diseño del mismo y tuvieron la capacidad de negociar
algunos beneficios, pero es solo a través de los años que los representantes
de la comunidad están tomando responsabilidades, tanto en el comité de
usuarios como en el cuerpo técnico encargado de la operación y del mante-
nimiento del sistema. Según el jefe del cuerpo técnico, esto facilita y mejora
las relaciones con la comunidad propietaria de la fuente de agua.
La Municipalidad de Dhulikhel está demandando duplicar el diámetro
de la tubería para poder abastecer la actual demanda de agua del distrito.
Hasta el momento, la comunidad de Bhumidandale ha negado a la Munici-
palidad el permiso para este aumento en el caudal tomado desde la quebra-
da. Las herramientas legales y técnicas usadas por la empresa para acceder a
más agua no son suficientes y se ve en la necesidad de escuchar las demandas
de la comunidad y atenderlas. De esta manera, la comunidad de Kalanti
Bhumidanda ha logrado:

• El mejoramiento de caminos y puentes en la entrada de la comunidad.


• La construcción de una escuela primaria en 1990, la misma que en el
2005 fue extendida para el nivel secundario.
• El pago de los servicios de un vigilante que cuide el bosque alrededor de
la bocatoma. Actualmente, la comunidad ha pedido presupuesto para
contratar un vigilante más y la reforestación de otras áreas.
• La solicitud del 60% de descuento en tratamientos médicos en el hos-
pital del distrito para los pobladores de la comunidad.
• Dos becas para estudiar en la Universidad de Kathmandú, localizada
en Dhulikhel.
• El pago de un salario adicional para el colegio de la comunidad, hasta
que el gobierno nepalí lo asuma en su presupuesto.

Actualmente la Municipalidad de Dhulikhel considera injusto haber


dado tantos beneficios a la comunidad y que esta no ceda en su posición
de permitirle extraer más agua de la fuente. Por otro lado, la comunidad
de Kalanti Bhumidanda argumenta que es justo lo que ellos piden porque
Dhulikhel tiene dinero y ellos están usando agua que nace en su territorio,
por tanto deben pagar si quieren usarla. En una presentación preparada por
el cuerpo técnico de DDWUC, los pagos realizados son enfocados como un
pago por servicio ambiental de la cuenca, mientras que para los pobladores
de la comunidad es el reconocimiento de sus derechos territoriales sobre el
146 Y. M. López Gonzáles

recurso hídrico y no tiene nada de excepcional. Y, de no ser así, simplemente


cerrarían la bocatoma y no enviarían agua Dhulikhel, como ya ocurrió una
vez cuando no se les quería otorgar dos de los beneficios que los que ahora
gozan: el descuento en los servicios de salud del hospital de Dhulikhel para
los habitantes de la comunidad y las becas para estudio en la universidad,
las cuales fueron los últimos logros dentro de la negociación con DDWUC.
Este caso también refleja aspectos de acumulación del recurso hídrico
dentro del distrito. Esta acumulación se da en manos de los hoteles de la
zona. Las herramientas usadas son nuevamente la tecnología, pero hasta
ahora DDWUC aún no puede controlar el agua. Como se dijo anteriormen-
te, el abastecimiento de agua en Dhulikhel es de aproximadamente ocho
horas al día. En este tiempo, los pobladores intentan almacenar el agua ne-
cesaria para cubrir su demanda diaria. Por su parte, los hoteles lo logran
haciendo uso de una bomba para extraer más agua desde los manantes ubi-
cados en sus instalaciones. De esta manera succionan más agua de la que
normalmente saldría por el manante. Es así que no solo logran acumular
el agua y almacenarla en sus reservorios, sino que afectan a sus vecinos
que ven disminuidos la cantidad y el tiempo de abastecimiento de agua.
Mientras algunos habitantes tienen que buscar algún punto de abasteci-
miento público para acceder al agua y llevarla en depósitos a sus hogares,
los hoteles tienen las piscinas llenas gracias a su poder adquisitivo y el uso
de tecnología.

5. Conclusiones

En los casos estudiados se puede observar una acumulación de capital en


manos de algunos grupos poderosos, que se desarrolla a través de la acu-
mulación y negociación de recursos, ya sea agua o tierra. Es decir que en el
caso específico de los nuevos complejos residenciales y comerciales que se
están construyendo en Kathmandú, los grupos bancarios están generando
una gran ganancia económica a través de la mercantilización, indirecta si
se quiere ver así, del agua. Esta depredación y acumulación del recurso está
perjudicando claramente a los habitantes, principalmente a los más pobres
de Kathmandú que tienen que buscar otros medios para acceder al agua.
En este contexto, también se beneficia a los operadores de tanques cis-
ternas y a los dueños de pozos individuales que aparecen en escena como
una solución al problema del agua pero que, a la vez, acumulan riqueza
comercializando con un recurso que era esencialmente colectivo pero que
cada vez se va individualizando y sobreexplotando sin ningún control.
8 | Mercado de agua y tecnologías de extracción 147

Si se toma en cuenta los escalones para el análisis de conflictos de agua,


se ve que el principal conflicto se presenta sobre todo, pero no exclusiva-
mente, en torno a los recursos y la tecnología. Tanto en el caso de Kathman-
dú como en el de Dhulikhel, se observa que en la práctica el acceso al agua
otorga el «derecho» a comercializar con ella en desmedro de otros actores
que pueden contar con el derecho al recurso, pero que no tienen los medios
para acceder a él. En este caso, el uso de la tecnología como un recurso juega
un papel individualizador y privatizador que favorece la mercantilización
del agua. Así también se podría argumentar que la falta de acción del go-
bierno o instituciones locales y la imperiosa necesidad por parte de los po-
bladores de contar con el recurso hídrico, están legitimando estas prácticas
y el mercado.
En el caso específico de Dhulikhel también se puede observar conflictos
sobre los contenidos de las reglas y los derechos, en términos de derechos
de agua definidos por la territorialidad de la fuente. Este principio provee
a la comunidad de armas suficientes para negociar y defender sus derechos
sobre el recurso hídrico. Esto se refleja también en los discursos utilizados
por ambas partes. Mientras que Dhulikhel habla de un pago por servicios
ambientales de la cuenca, para la comunidad, el pago que se les hace por el
agua es un reconocimiento a su derecho al agua.

Bibliografía

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148 Y. M. López Gonzáles

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Technical and Institutional Analysis. Lalitpur: Nepal Engineering
College.
Capítulo 9

La «guerra» por el agua en Ica, Perú:


el colapso del agua subterránea
María Teresa Oré, David Bayer, Javier Chiong y Eric Rendón

1. Introducción

Crecimiento de agricultura agrava escasez del agua en Ica.


El Banco Mundial que ha prestado varios millones de dólares para convertir
la desértica costa peruana en fértil zona agrícola, se ha visto inmerso en una
escena que parece sacada de film de Roman Polanski sobre la violenta guerra
del agua de 1930 en Estados Unidos. […] Según la agencia Reuters, cuando un
funcionario del Banco Mundial fue a Ica a investigar los reclamos que présta-
mos dados por su brazo financiero aceleraron la reducción de los acuíferos,
aquél fue baleado tras haber avistado pozos clandestinos. Lo que hace falta
en Ica, es agua. La principal fuente, los glaciares andinos, están retrocediendo
y las grandes inversiones en el agro son asimétricas, dice un funcionario del
Ministerio de Agricultura. (Diario El Comercio, 11 septiembre 2010)

El valle de Ica ha experimentado un nuevo milagro agroexportador en la


última década, con productos como el espárrago, páprika, uva red globe,
alcachofas y mangos. Permitieron al Perú situarse entre los principales pro-
ductores de dichos cultivos, especialmente del espárrago. Los mercados de
destino fueron fundamentalmente países europeos, Estados Unidos y re-
cientemente países asiáticos.
Este vertiginoso crecimiento productivo fue desarrollado primero por
medianos y grandes agricultores iqueños a fines de la década del ochenta
y fue seguido por empresas nacionales e internacionales que arribaron al
valle en la década del noventa, en el gobierno de Fujimori y al amparo de
150 M. T. Oré, D. Bayer. J. Chiong y E. Rendón

una normatividad jurídica por el cual se otorgaban facilidades a la inversión


privada nacional y extranjera.
Los grandes agricultores locales y las empresas introdujeron al valle una
tecnología moderna que incluía el riego tecnificado (riego por goteo) la cual
utilizaba exclusivamente agua subterránea. La perforación de nuevos pozos
para la extracción del recurso se incrementó en la década del noventa en
forma acelerada frente a la permisividad de los organismos estatales locales
y nacionales (Bayer 2010; Chacaltana 2007; Gómez 2008).
Actualmente, el valle se encuentra ante un dilema crucial: el nivel del
acuífero Ica-Villacurí ha descendido en forma alarmante (sesenta centíme-
tros por año) y hay zonas que se han declarado abiertamente en emergen-
cia con severas restricciones y se ha ampliado el territorio de veda (Chiong
2007; Koenig 2009). Esta situación de colapso del acuífero tiene como re-
sultado el incremento de conflictos sociales entre diversos tipos de actores y
sectores que se disputan el escaso recurso.
Por otro lado, se viene generando un impacto ambiental poco visibili-
zado en la cuenca de Ica y, finalmente, se han incrementado las demandas
de las empresas agroexportadoras hacia el Estado, por nuevos proyectos de
irrigación para recargar el acuífero. Esta situación pone de manifiesto los
distintos tipos de intereses hoy presentes en el valle y en la cuenca, en el
cual no han estado exentos de situaciones de violencia. Este es un panorama
sombrío para el valle y el país, y para lo cual no hay una agenda política al
respecto.

2. La situación de la cuenca de Ica

La extensión total de la cuenca natural es de 7711 kilómetros cuadrados, la


cuenca integrada del río Ica tiene un área total de 8103 km² que considera el
sistema de riego Choclococha, con un área de 392 km², por lo que podemos
considerarla una cuenca mediana. Políticamente forma parte de los gobier-
nos regionales de Ica y Huancavelica. Su área húmeda está situada sobre los
2500 msnm, no posee grandes nevados o glaciares y existen 150 pequeñas
lagunas inventariadas (INRENA 2007); entre ellas hay tres lagunas grandes:
Choclococha, Orcococha, Caracocha que cumplen un papel importante en
el ciclo hidrológico de la cuenca.
Las lluvias que caen sobre la cuenca están limitadas solo a los meses
del verano, condicionando a que el río Ica tenga descargas solo en esta esta-
ción y con volúmenes muy variables. Terminado el periodo de lluvias, el río
se alimenta del escurrimiento, y se seca en abril. Las lluvias, incluso en las
9 | La «guerra» por el agua en Ica, Perú: el colapso del agua subterránea 151

zonas altas, presentan un bajo índice, de allí que el río Ica, viene a ser uno
de los más secos de toda la costa. El régimen de aguas lo constituye el agua
de avenida que se presenta entre diciembre y marzo, y el agua regulada del
proyecto Choclococha de septiembre a octubre. La cuenca presenta eventos
extremos como sequía e inundaciones, de manera recurrente.
El río Ica nace en la vertiente occidental de la cordillera de los Andes,
en la región de Huancavelica y desemboca en el océano Pacífico. Tiene su
origen en pequeñas lagunas situadas en la parte alta de la cuenca. Estos cau-
dales dan origen a los ríos Tambo y Santiago. Es de la confluencia de estos
que nace el río Ica en la zona de Tincoca.
El curso medio de la cuenca está situado entre los 300 y 480 msnm;
abarca desde Tincoca hasta el sur de Ocucaje. Aquí el río muestra una am-
pliación suave pero gradual del encajonamiento y de las pendientes. En
el curso medio se encuentra la mayor superficie del área cultivada y que
corresponde al valle de Ica, donde se ubican la pequeña agricultura tradi-
cional, ex parceleros, medianos agricultores y las principales empresas agro-
exportadoras.
El curso inferior o zona baja de la cuenca se extiende desde la depre-
sión de Ocucaje hasta la boca del río. Presenta un cauce seco y angosto que
corre entre cerros. Al final del valle se desarrolla actualmente una pequeña
agricultura tradicional y, gracias a una reciente inversión en infraestructura
hidráulica, se practica agricultura ecológica de exportación.
El agua superficial en el valle, a raíz de las particularidades de la cuenca,
se ha caracterizado por su extrema variabilidad y por tener acceso a ella solo
en la estación de verano, y de setiembre a octubre con el agua regulada del
sistema Choclococha. Ello ha significado para los agricultores desenvolverse
frente altos niveles de riesgo e incertidumbre frente al agua superficial que
los llevó a crear resistentes organizaciones desde épocas pre-hispánicas, con
relación al manejo del agua (Oré 2006).
El agua subterránea es asequible mediante pozos que demandan una
inversión inicial en infraestructura para construirlos. Por su carácter per-
manente y de propiedad privada, el pozo garantizaba a los agricultores una
dotación fija y constante del recurso durante todo el año. El agua subterrá-
nea es de mejor calidad que el agua superficial. Es por ello que es la prin-
cipal fuente de uso para la población. La explotación del agua subterránea
se introdujo en Ica en los años treinta y tuvo su primer auge en los años
cincuenta, permitiendo a inicios de los años sesenta el surgimiento de las
grandes y modernas haciendas algodoneras (Oré 2006: 111).
152 M. T. Oré, D. Bayer. J. Chiong y E. Rendón

3. Las organizaciones de usuarios de agua superficial y subterránea

Las organizaciones de agua superficial comprenden a los pequeños agricul-


tores, ex parceleros y medianos agricultores que están agrupados en la Junta
de Usuarios del Río Ica (JUDRI), quienes riegan por la margen derecha del
mismo río. La Junta de Usuarios de La Achirana —principal canal de riego
del valle— y Santiago de Chocorvo (JURLASCH), riegan por la margen iz-
quierda. La principal característica de ambas juntas es el nivel de organiza-
ción o acción colectiva para la operación y mantenimiento de sus sistemas
de riego. Todas sus actividades son normadas y están sujetas a turnos de
riego y al pago de la tarifa de agua. Las comisiones de regantes y las juntas
de usuarios fueron creadas en los años setenta a raíz de la Ley de Aguas de
1969. Las juntas son monitoreadas por los organismos estatales como la
Administración Local del Agua de Ica (ALA-Ica) —antes Administraciones
Técnicas de Riego (ATDR)— la misma que, a su vez, depende de la Autori-
dad Nacional del Agua (ANA), con sede en la ciudad de Lima.
Las organizaciones de usuarios de agua subterránea son recientes, sur-
gieron en el año 2005, a raíz del grave descenso de la napa freática, el es-
tancamiento en el otorgamiento de derechos de uso de agua subterránea y
porque sus pedidos ante las organizaciones de usuarios de agua superficial
fueron ignorados. El jefe de la ATDR-Ica en esos años recogió el pedido de
los agricultores y los convocó para conformar la organización de usuarios
de aguas subterráneas, para tener opinión vinculante en la resolución de
conflictos y el otorgamiento de derechos de uso de aguas.

Antes de organizarse, los usuarios de aguas subterráneas se sentían desaten-


didos e informales con respecto al otorgamiento de sus derechos de agua. Los
bancos les pedían licencia de agua. Pero a raíz del DL 1081 y su reglamentación,
el trámite estaba centralizado y burocratizado en Lima. Los usuarios estaban
decepcionados y querían que sea su autoridad local de aguas quien les otorgue
el derecho. Con la abolición de este DL 1081 le devolvieron las facultades a
los administradores de aguas (ATDR) para poder otorgar derechos de uso del
agua. Esto fue un triunfo de las organizaciones de usuarios. En el año 2009, con
la promulgación de la nueva ley de aguas, por primera vez aparece la tarifa de
agua subterránea con fines productivos y señala el destino de los fondos, como
son el monitoreo de las aguas subterráneas, función que antes cumplía la Inten-
dencia de Recursos Hídricos con los ATDR, y allí surge la primera desavenencia
entre las ALA y las juntas de usuarios. (Funcionario del ALA-Ica, sept. 2010)

Desde el 2005 también se formaron las primeras comisiones de regantes


de aguas subterráneas del país con el reconocimiento oficial de la autoridad
9 | La «guerra» por el agua en Ica, Perú: el colapso del agua subterránea 153

de aguas. Hay que resaltar el pedido de contar con una tarifa de agua que les
permitiera solventar su organización, realizar el monitoreo y la recarga del
acuífero. En el 2008 se forma la primera Junta de Usuarios de Aguas Subte-
rráneas en las pampas de Villacurí, creándose también un nuevo distrito de
riego en la intercuenca de los ríos Pisco e Ica, sirviendo esto de experiencia
para la formación de la Junta de Usuarios de Aguas Subterráneas del Valle
de Ica en el 2009 (JUASVI). Su funcionamiento ha sido irregular debido a la
ausencia de una reglamentación sobre el agua subterránea, y por las carac-
terísticas de sus integrantes.
Los usuarios de agua subterráneas están conformados por grandes
agricultores iqueños, empresas nacionales e internacionales. La apropiación
del recurso hídrico es individual, no existen instrumentos de medición en
los pozos que permitan una cierta regulación o control. No existía una orga-
nización para la explotación racional del recurso o protección del acuífero.
El organismo local de Ica (ALA de Ica, antes ATDR), no se preocupaba de
regularizar los derechos de uso de agua subterránea, ni de normar el fun-
cionamiento de los pozos o hacer participar a los usuarios. Estas tareas eran
difíciles de aplicar en la práctica, por no existir estudios previos sobre la
situación del acuífero. Los fundos cuentan con vigilancia armada personal
y privada que impiden el acceso a los mismos. La explotación del agua del
subsuelo no está regida por turnos. La extracción de agua es de día y de no-
che en forma continua, y no está sujeta a ningún control o monitoreo.

La principal característica de un usuario de agua subterránea es que es empre-


sario o agroexportador, tiene un comportamiento individualista y orientado
al interés puramente económico. Tiene recursos económicos y es sujeto de cré-
dito. Tiene formación profesional y conexiones con el mercado internacional
y relaciones con funcionarios y de las altas esferas económicas y políticas que
le facilita llegar a instancias de decisión. Proviene de familias empresariales de
diversos sectores como la minería, industria, comercio. También proviene de
la alta esfera social de Ica como los Elías, Benavides, Camino, Olaechea, Rubini
u otros. Posee grandes extensiones de terrenos cultivados. (Entrevista a funci-
onario del ALA-Ica, sept. 2010)

4. Aportes de agua superficial y subterránea al agro iqueño

En los años noventa, el uso del agua subterránea en el valle era el 50% del to-
tal de agua usada (ver los siguientes cuadros), pero actualmente el porcentaje
del agua subterránea es mayor llegando al sesenta por ciento, siendo el prin-
cipal usuario la actividad agrícola y, particularmente, la agroexportación.
154 M. T. Oré, D. Bayer. J. Chiong y E. Rendón

Cuadro 9.1
Aporte de las fuentes de agua al agro iqueño en los años noventa
(en miles de m3)

Distrito de Agua de Agua Agua Total


riego avenidas regulada subterránea
(ríos) (embalses)

Ica 120.000 (28,6%) 90.000 (21,6%) 210.000 (50%) 420.000

Fuente: Informe del ingeniero Rolando Lecca. Dirección de Aguas de la Zona Agraria VI de Ica.
Febrero, 1990.

Cuadro 9.2
Aportes de las fuentes de agua al agro iqueño actualmente
(en miles de m3)

Distrito de Agua de Agua Agua Total


riego avenidas regulada subterránea

Ica 208.618 (25%) 83.447 (10%) 543.150 (65%) 834.470

Fuente: Autoridad Nacional del Agua (ANA), 2010.

Mientras que los cultivos tradicionales del valle como son las uvas, me-
nestras, y una diversidad de frutales y el algodón, son regados con agua su-
perficial, los nuevos cultivos introducidos en el valle, en los años noventa,
son regados exclusivamente con agua subterránea utilizada por los equipos
de riego tecnificado.
Es interesante señalar cómo el mayor porcentaje de los agricultores en
el valle de Ica utilizan el riego superficial, mientras que un escaso porcenta-
je utiliza el agua subterránea. Sin embargo, es este último usuario de agua
subterránea quien concentra la mayor cantidad de hectáreas cultivadas en el
valle (ver el cuadro 9.3).

5. El nuevo boom agroexportador

Otro país
[…] Ica ha experimentado en los últimos veinte años una notable transforma-
ción, que ha convertido […] sus resecos desiertos y candentes arenales en gran-
jas, fundos y chacras modernísimos, dedicados a la agroexportación. Este fin de
semana estuve recorriendo algunos de ellos y tuve la sensación de un Perú dis-
tinto, bien encaminado, dispuesto al fin a sacudirse las taras del subdesarrollo.
9 | La «guerra» por el agua en Ica, Perú: el colapso del agua subterránea 155

Cuadro 9.3
Tipos de usuarios y demanda de agua superficial y subterránea en el valle
de Ica y Villacurí (Mm3 = 1.000.000 metros cúbicos)

Sector Ha Núm. Demanda Agua Agua Regantes


valle de de de por %
Ica regantes agua pozo regante
Mm3 Mm3 en Mm3
Riego 12.043 13.800 246 0 0, 018 97 %
superficial (18.000
m3)*
Riego
mixto 11.291 200 249 197 1,25 1,4 %
superficial-
pozo
Riego
subterráneo 9.200 6 138 138 23,0 0,04 %
Total valle
Ica 32.534 14.006 633 335
Pampa
Villacurí 6.626 170 228 228 1,34 1,2 %
Total 39.160 14.176 861 563

* Muchos de estos regantes tienen menos de media hectárea. Entonces, el cuadro indica que 97%
de los regantes tendrán menos de 9.000 metros cúbicos de agua al año, mientras las seis empre-
sas más grandes tienen 23 Mm3 y los medianos agricultores en Ica y Villacurí tienen 1,24 Mm3
y 1,34 Mm3 respectivamente.
Fuente: David Bayer en base a: Estudio hidrogeológico del valle de Ica, 2003. INRENA-IRH-DRH; Estudio
hidrogeológico del acuífero Ica-Villacurí, 2002-2005, INRENA-ATDR-Ica; Proyectos hídricos para el
desarrollo sostenible de la región Ica. Avances del PETACC, 15 de setiembre del 2010.

Como la falta de agua es el drama tradicional de la costa peruana, el riego en


casi todas estas plantaciones se hace por goteo y los pozos han sido construi-
dos, por lo menos muchos de ellos, con asesoría de técnicos israelíes.
Cultivan cítricos, uvas, espárragos, tangelos, alcachofas, paltas y páprika […]
Llama la atención la alta tecnología que regula el funcionamiento de estas
tierras […].
(Mario Vargas Llosa. «Otro país». En el diario El Comercio, 1 de julio, 2007)

Hoy en día el valle de Ica es el principal valle agroexportador del Perú,


y concentra casi el treinta por ciento de la exportación de hortalizas y fru-
tas. Sus principales mercados son los países europeos (Reino Unido, Espa-
ña, Países Bajos, otros), seguido por los Estados Unidos, y los de Asia. El
156 M. T. Oré, D. Bayer. J. Chiong y E. Rendón

producto estrella de este nuevo boom agroexportador desde hace una déca-
da esel espárrago fresco, que ocupa la mayor cantidad de hectáreas frente al
desplazamiento del algodón, seguido por otros productos como la uva red
globe que ha tenido también un crecimiento importante junto a la alcachofa
y páprika (ver cuadro 9.4).

Gráfico 9.1
Valor anual y volumen de espárrago fresco y preservado,
exportado del Perú

Fuente: MINAG-DGIA, 2009. Tomado de informe Progressio, 2010.

Gráfico 9.2
Demanda de agua por cultivos en el valle de Ica, 2007
(en porcentajes)

Fuente: Ministerio de Agricultura. Oficina de Información Agraria.


Cuadro 9.4
Producción y precios de los principales cultivos del valle de Ica (en ha, tm y por kg)

Años 1990 1995 2000 2005


Cultivos Área Producto Precio Área Producto Precio Área Producto Precio Área Producto Precio

Alcachofa 0 0 0 0 0 0 20 841 0,79 1.010 17.709 0,65

Tomate 22 1.848 0.29 103 8.654 0,50 650 54.600 0,28 612 51.408 0,45

Páprika 0 0 0 5 28 3,33 56 309 3,13 986 5.477 3,8

Palta 440 688 2,25 344 538 1,88 363 1.207 1,16 650 5.423 0,97

Cebolla 0 0 0 34 297 0,18 142 12.596 0,56 850 50.230 0,44

Uvas 3.510 17.385 0,87 3.062 18.797 0.57 3.000 17.460 1,01 4.120 69.067 1,10

Algodón 18.047 29.394 1,74 11.333 17.264 1,79 10.698 22.037 1,47 6.910 22.805 2,8

Espárragos 411 3.168 0,81 2.423 18.057 0,37 4.997 49.292 1,87 9.610 111.276 2,16

Fuente: Agroica- CIA - MINAG. Elaboración Erick Rendón. 2010.


158 M. T. Oré, D. Bayer. J. Chiong y E. Rendón

Cuadro 9.5
Principales fundos agroexportadores del valle de Ica

Número
Nombres Producción
de hectáreas

Espárrago, páprika, uva red globe,


Agroindustrias AIB SA 3.200
mango, alcachofa, entre otros.

Sociedad agrícola
Espárrago, páprika, uva red globe,
Agrokasa
2.906 mango, paltas hass, entre otros.

Complejo agrícola
Espárrago, páprika, uva red globe,
BETA
1.500 mango, entre otros.

Espárrago, páprika, uva red globe,


Pedregal
1.000 mango, paltas, entre otros.

Espárrago, tomate, páprika, uva red


ICATOM 1.000
globe, mango, alcachofa, entre otros.

Agrícola Chapi Espárrago, páprika, uva red globe,


590
mango, alcachofa, entre otros.

Espárrago, páprika, uva red globe,


Agrícola ATHOS 500
mango, alcachofa, entre otros.

Fuentes: Gianina Pastor, Boletín virtual Agrorural del Ministerio de Agricultura, abril 2010.
«Valle de Ica. Informe de trabajo de campo». CEPES, mayo 2009.

Precisamente el espárrago fresco —que requiere una gran cantidad de


agua para mantener el tallo verde, a diferencia del cultivo del algodón o los
cultivos tradicionales del valle— es el más requerido en el mercado inter-
nacional. Su huella hídrica es del orden de 1,17 m3 por kg, como ha sido
puesto en evidencia en el último informe realizado por Progressio (2010). El
espárrago es producido durante todo el año y paradójicamente en una zona
cuyo principal problema es el agua. Esto permite ofertar espárrago fresco en
todas las estaciones del año.
En el gráfico 9.1, vemos el crecimiento de la producción y exportación
del espárrago hacia los mercados internacionales.
9 | La «guerra» por el agua en Ica, Perú: el colapso del agua subterránea 159

En el gráfico 9.2 se observa la demanda de agua por cultivo en el valle


de Ica, durante el año 2007, demostrándose que el espárrago es el cultivo
que concentra la mayor cantidad de agua. El 95% del agua subterránea está
destinada a la exportación y, de ese total, los espárragos usan casi el 100%
del agua subterránea.

6. Concentración de aguas y tierra. Ampliación de la frontera agrícola

Desde principios del siglo XX, el valle ha venido ampliando su frontera agrí-
cola sobre la base del mejoramiento de la infraestructura hidráulica del agua
superficial, y del incremento de la demanda internacional por el cultivo del
algodón. Es a fines de los años cincuenta que se incorporan diez mil nuevas
hectáreas a la actividad agrícola por la construcción del proyecto Chocloco-
cha, en Huancavelica, que permitió traer mayor dotación de agua superficial
y se inicia el auge de la explotación del agua subterránea. Ello posibilitó
que los grandes agricultores expandieran sus haciendas en la zona sur en
un breve período. En los años sesenta, emergieron las modernas haciendas
algodoneras, con explotación de agua subterránea y de agua superficial.
En 1969, durante el gobierno militar de Velazco Alvarado, se promulgó
la Ley de Reforma Agraria. Todas las haciendas fueron expropiadas y trans-
feridas a los trabajadores que las pasaron a administrar bajo la modalidad
de nuevas cooperativas agrarias de producción (CAAP). De esta manera, los
trabajadores devinieron en socios cooperativistas. A mediados de los años
ochenta, las cooperativas fueron parceladas por los mismos cooperativistas
al fracasar el modelo cooperativo y el modelo estatal de desarrollo agrario.
Con la parcelación de las cooperativas, desaparecieron las grandes propie-
dades y en el valle se extendió la pequeña y mediana propiedad.
En la década del noventa, con el gobierno de Alberto Fujimori, y al am-
paro de una normatividad jurídica que incentivaba la inversión, arribaron
al valle empresarios nacionales y extranjeros que comenzaron a producir
nuevos y diversos productos. Esto se produjo tanto en el valle de Ica como
en las pampas de Villacurí. Al inicio las empresas se asentaron sobre tie-
rras de ex cooperativistas o parceleros y de medianos propietarios iqueños,
alquilándolas primero para después comprarlas. Aquí también incidieron
dos eventos climáticos fundamentales para la concentración de las tierras, el
fenómeno del Niño en el año 1998 y el terremoto en el 2007. Ambos eventos
naturales ocasionaron serias pérdidas entre los medianos y los pequeños
propietarios que se vieron obligados a vender sus tierras y migrar a la ciudad
(Oré 2006).
160 M. T. Oré, D. Bayer. J. Chiong y E. Rendón

A fines de la década del noventa, el éxito de estos nuevos cultivos de


exportación comenzó a ser conocido y la demanda del mercado internacio-
nal se incrementó. Ante ello las empresas agroexportadoras dieron paso a la
explotación intensiva de los pozos durante las 24 horas del día, para incre-
mentar su producción y, a la vez, ampliar sus fundos hacia terrenos eriazos
en el valle de Ica y en las pampas de Villacurí (CEPES 2009; Marshall 2008).
En corto tiempo emergieron los nuevos fundos agroexportadores de
más de 1000, 1500 y 2000 ha. Situación no conocida en el valle, cuyas pro-
piedades no excedían las 300 ha antes de la Reforma Agraria. Estos nuevos
fundos cuentan con riego tecnificado y utilizan intensivamente la explota-
ción de los pozos. Ellos fueron concentrando agua y tierras y expandieron
la frontera agrícola sobre la base de la explotación del agua subterránea. De
esta forma el desierto iqueño se fue cubriendo de verde (ver cuadro 9.5).

7. El colapso del acuífero

El acuífero Ica-Villacurí es una unidad hidrogeológica y su volumen de ex-


plotación sustentable es de 253 millones de metros cúbicos al año, según
estudios y modelos realizados por la Autoridad Nacional del Agua (ANA).
Según datos oficiales, la explotación del acuífero para 2009 se estimó en 543
millones de metros cúbicos al año; en síntesis, se estaba sobreexplotando.
Esto ha llevado a declarar el acuífero en emergencia, con restricciones en
algunas zonas y, en otras, con la ampliación de la veda.
Ante esta situación de emergencia, la Junta de Usuarios de Agua Sub-
terránea del Valle de Ica (JUASVI) demandó al gobierno central la ejecución
de un proyecto que amplíe el trasvase de las aguas de Choclococha al valle
de Ica, denominado Ingahuasi, obteniéndose como resultado la resolución
ministerial que aprobaba la ejecución de los estudios. Sin embargo, al mo-
mento de ejecutar los estudios de ampliación del sistema Choclococha los
comuneros de Huancavelica se movilizaron e impidieron violentamente la
realización de los trabajos topográficos, quedando dichos estudios paraliza-
dos hasta la actualidad.
Por otro lado, la Junta de Usuarios del Río Seco de Villacurí y Lanchas,
comenzaron también a reclamar al Estado la ejecución de un nuevo proyec-
to de trasvase de las aguas del río Pisco a las pampas de Villacurí, obteniendo
la aprobación de dos proyectos, uno para la cuenca del río Pisco y el otro
para la cuenca del río Seco. Es importante señalar que estos proyectos son
de afianzamiento para los terrenos cultivados y no para la ampliación de
la frontera agrícola. La fuente de agua que afianzaría Villacurí proviene del
9 | La «guerra» por el agua en Ica, Perú: el colapso del agua subterránea 161

río Pisco y, para evitar mermas en la dotación de agua de los cultivos de


Lanchas, vieron necesario proponer ambos proyectos. Estos respondían a
intereses de distintos tipos de agroexportadores, los ubicados en Lancha y
los de Villacurí.
Es importante señalar que la rapidez en la ejecución de dichos proyec-
tos fue resultado de la influencia de los medios de comunicación nacional
y los lobbies que ejercen los agroexportadores por su influencia económica
y política sobre las instituciones estatales y que fue un factor decisivo para
la rápida aprobación de estos estudios y proyectos. El discurso que utilizan
es: «Hay que salvar la agricultura iqueña», «Somos el principal productor
de espárragos en el mundo», «La agro-exportación ofrece pleno empleo a la
población», «Ica es el principal valle agroexportador del país». Sin embar-
go, el impacto ambiental y social que ha traído este nuevo milagro agroex-
portador al valle, ha permanecido en el silencio (Bayer 2010; Gómez 2008;
Marshall 2008).
Finalmente, otra estrategia que han comenzado a desarrollar los agroex-
portadores es tratar de realizar recargas al acuífero con el agua superficial
y, especialmente, en la zona de margen izquierda del valle donde están con-
centrados los principales fundos, y es por donde corre el canal de La Achira-
na. Ingresar y cooptar a la dirigencia de la Junta de Usuarios de La Achirana
será uno de los próximos objetivos.
En términos legales, la reglamentación y normatividad sobre aguas
subterráneas permaneció ignorada en la anterior legislación de aguas. Los
pozos eran considerados propiedad privada y, por ende, no hubo formas
de reglamentación y control, así como se les eximió del pago de la tarifa. La
actual Ley de Recursos Hídricos Núm. 29338, introduce por primera vez el
concepto de recarga de los acuíferos, tanto en la ley como en el reglamento.
Se reconoce al acuífero como ámbito de gestión de las aguas subterráneas,
así como a sus organizaciones de usuarios. Se obliga a instalar instrumen-
tos de medición y control del agua subterránea. Sin embargo, todavía no se
aplica la implementación del monitoreo o de mecanismos de control en la
explotación del agua subterránea.

8. Conflictos: la guerra por el agua en Ica y Villacurí

«Peru Water Wars Threaten Agricultural Export Boom... Water disputes in


Ica». «La guerra del agua a raíz del boom agro-exportador… Disputas por el
agua en Ica».
(Tomado de Reuters. The New Your Times, 9 de septiembre de 2010)
162 M. T. Oré, D. Bayer. J. Chiong y E. Rendón

Como se ha explicado, el proceso de concentración del agua subterránea y


de las tierras, que se inició a mediados de los años noventa, trajo consigo
el despojo de las tierras y agua de los pequeños agricultores, en su mayoría
campesinos minifundistas, ex parceleros y medianos propietarios iqueños,
en el ámbito rural. Ellos se vieron obligados a migrar a la ciudad o dejar la
agricultura como actividad productiva. Sin embargo este despojo ocurrió y
ocurre en silencio.
El colapso del acuífero de Ica y Villacurí, en los últimos años, ha gene-
rado una escalada de conflictos entre distintos actores sociales y sectores por
el acceso al escaso recurso hídrico que han sido difundidos en los medios de
comunicación, entre distintos actores sociales y sectores por el acceso al es-
caso recurso hídrico. Los conflictos no solo están ubicados y afectan a distin-
tos actores y sectores en el ámbito rural, sino también en el urbano, y tienen
impacto en la cuenca. Es por ello que los medios de comunicación, como la
agencia Reuters, la vienen denominando la nueva guerra del agua en el valle
de Ica, así presentaremos solo algunos de los conflictos más importantes:

• Las disputas entre las grandes empresas agroexportadoras (Agrokasa,


El Pedregal, entre otros) y los pequeños agricultores y caseríos rurales
y urbanos vecinos a dichas empresas, por el acceso al agua de riego y
al agua potable. Los nuevos fundos han comprado tierras y pozos, que
transportan las aguas del subsuelo desde grandes distancias, a través
de acueductos subterráneos que cruzan algunos de los catorce distritos
del valle de Ica. De esta forma han disminuido o dejado sin dotación de
agua de riego y potable a las poblaciones de los caseríos vecinos.
La sobreexplotación del agua subterránea por las empresas agroexpor-
tadoras ha venido disminuyendo y despojando de su dotación de agua
potable a los distritos urbanos más poblados de Ica, como son los de
Pachacútec, Pueblo Nuevo y Parcona, entre los más difundidos. Estos
conflictos cotidianos en el valle de Ica no son difundidos a nivel nacio-
nal, ni forman parte de una agenda política local y regional.
• La Junta de Usuarios de Agua Subterránea del Valle de Ica (JUASVI) vie-
ne planificando, por un lado, la ejecución de un nuevo proyecto de ir-
rigación y, por el otro, el posible uso del agua superficial de La Achirana
para recargar el acuífero. Ello ha significado la incorporación tanto de
usuarios de aguas subterráneas como de usuarios de aguas superficiales
en la junta de La Achirana. Esto ocasiona divergencias entre los usuarios
de La Achirana y sus directivos, por permitir el acceso a las empresas
agroexportadoras en la Junta, porque están perdiendo sus derechos de
agua y el acceso al recurso por darle preferencia a las grandes empresas.
9 | La «guerra» por el agua en Ica, Perú: el colapso del agua subterránea 163

• El enfrentamiento entre los agricultores de Ica y los comuneros de Hu-


ancavelica quienes se opusieron a la construcción del nuevo proyecto
de trasvase denominado Tambo Caracocha que conduciría agua al valle
de Ica para recargar el acuífero. La comunidad de Carhuancho, en Hu-
ancavelica, fue la más afectada e interpuso una acción judicial ante el
Tribunal Latinoamericano del Agua, con sede en México, para evitar
que se continúe dicho proyecto. Este proyecto venía impactando en los
humedales y bofedales que la comunidad posee para la alimentación de
su ganado. Este conflicto tomó grandes proporciones y fue titular de los
principales medios de comunicación.
• Los conflictos por el control de los pozos de agua subterránea entre
la empresa Aceros Arequipa y los grandes agricultores del sector Lan-
chas. La empresa industrial quería construir más pozos que ponían en
serio riesgo la agricultura de exportación de Lanchas. Los agricultores
se movilizaron e impidieron el trabajo de los perforadores de los nu-
evos pozos. Este conflicto tuvo incidencia a nivel nacional y mostró la
competencia por el uso del agua entre el sector industrial y el sector
agroexportador.
• El municipio de Paracas iba a perforar dos pozos y un reservorio de
agua potable para la población de la zona, pero los pequeños agricul-
tores se movilizaron impidiendo la perforación de estos nuevos pozos,
bloqueando los caminos de acceso a dicho lugar.

En síntesis, se observa que algunos de los conflictos mencionados han


tenido gran incidencia política a nivel regional y nacional, como el conflicto
entre los gobiernos regionales de Ica y Huancavelica o el de Aceros Arequipa
con los agricultores de Lanchas. Otros conflictos como el de las agroexpor-
tadoras y los pequeños propietarios han tenido impacto solo a nivel local, y
los demás conflictos se mantienen en forma latente y silenciosa.
En estos conflictos vienen participando diversos sectores de la pobla-
ción local y se caracterizan por ser espontáneos, no ha habido —salvo en el
caso del conflicto Ica-Huancavelica— mayor participación de líderes o par-
tidos políticos. Llama también la atención que estos conflictos no sean parte
de las agendas políticas locales o regionales de los partidos o movimientos.
Las autoridades locales de agua o de la región no han podido controlar estos
conflictos y los han derivado, en algunos casos, a la Presidencia del Consejo
de Ministros o a la Defensoría del Pueblo. Sin embargo, estos se han venido
agudizando y posiblemente se agraven, conforme el problema del agua se
acentúe en la zona.
164 M. T. Oré, D. Bayer. J. Chiong y E. Rendón

9. Conclusiones

El nuevo milagro agroexportador del valle de Ica, iniciado en los años


noventa y consolidado en el presente siglo, tuvo como eje principal la ex-
plotación del agua subterránea debido a la introducción masiva del rie-
go tecnificado, especialmente el riego por goteo, que fue adoptado por los
grandes agricultores iqueños, empresarios nacionales e internacionales. El
contar con agua subterránea en forma individual y permanente, exento del
pago de la tarifa o no tener que cumplir turnos, les permitió introducir
nuevos cultivos, convirtiéndose uno de ellos en su producto estrella: el es-
párrago. Este consume siete veces más agua que la uva, cultivo tradicional
del valle. Conforme se incrementó la demanda internacional por el espá-
rrago, se intensificó la explotación del agua subterránea. De esta forma, se
fueron concentrando las aguas pero también las tierras en los nuevos fun-
dos agroexportadores.
La vinculación entre concentración de agua subterránea y tierras se
produce desde un inicio, primero, alquilando y luego despojando de sus
tierras a los pequeños agricultores, ex parceleros y medianos propietarios.
En un segundo momento, ampliando sus fundos hacia terrenos eriazos en
pleno desierto. Es así que surgen los nuevos fundos agroexportadores de
más de mil hectáreas.
La política de promover la inversión privada nacional y extranjera en
el agro, en los años noventa, incentivó el desarrollo de los nuevos fundos
agroexportadores en desmedro de la pequeña y mediana agricultura de la
zona. La ausencia de una normatividad y reglamentación clara alrededor de
los límites que supone la explotación del agua subterránea condujo a que
esta se desarrollara sin ningún control. También la presencia de agencias,
como el Banco Mundial, quien auspició el desarrollo de los nuevos cultivos
por las empresas agroexportadoras y su tendencia a hacer producir al de-
sierto, ha producido un impacto ambiental fuerte en estos ecosistemas.
El colapso del acuífero de Icay Villacurí marca una nueva y difícil etapa
en el agro iqueño, que es difícil de poder revertir en un período corto, a di-
ferencia de las sequías que se producen por la ausencia del agua superficial.
La recarga del acuífero toma años en repararse y se deben aplicar medidas
muy severas para impedir que se siga explotando el acuífero. Como resulta-
do de este colapso, se han presentado una escalada de conflictos sociales por
el agua entre diversos actores y sectores presentes en la cuenca de Ica. De la
misma manera concitan la atención los reclamos en los medios de comuni-
cación de los agroexportadores al Estado peruano para que ejecute nuevos
proyectos de irrigación con el objetivo de recargar el acuífero. Cabe señalar
9 | La «guerra» por el agua en Ica, Perú: el colapso del agua subterránea 165

cómo los agroexportadores se presentan como los defensores del agro ique-
ño y de la generación de empleo en el valle.

Bibliografía

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CEPES
2009 «La gran propiedad vuelve al campo». La Revista Agraria, núm.107,
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2007 Desafiando el desierto: realidad y perspectivas del empleo en Ica. Lima:
Centro de Estudios para el Desarrollo y la Participación (CEDEP).

Chiong, J.
2007 Gestión del uso de las aguas subterráneas en el distrito de Riego «Río
Seco» 2008 e interpretación de las imágenes satelitales en el inventario
de humedales en la cuenca del río Ica. Lima: Instituto Nacional de Re-
cursos Naturales del Perú - INRENA.

Gómez, R.
2008 Agricultura comercial moderna en el Perú. El caso de la agricultura de ex-
portación no tradicional (1995-2007). SEPIA XII, septiembre. Tarapoto.

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2009 «Lima: amenazada de muerte de sed». Entrevista en el diario La Pri-
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2008 «Interrelaciones entre agricultores y agroexportadores: el caso de
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2006 Agua, bien común y usos privados. Riego, Estado y conflictos en La Achi-
rana del Inca. Lima: Fondo Editorial de la Universidad Católica del
Perú, Universidad de Wageningen, WALIR y Soluciones Prácticas -
ITDG.
166 M. T. Oré, D. Bayer. J. Chiong y E. Rendón

2011 «Las luchas por el agua en el desierto Iqueño: El agua subterránea y


la reconcentración de tierras y agua». En R. Boelens, L. Cremers y
M. Zwarteveen (eds.), Justicia Hídrica: acumulación, conflicto y acción
social. Lima: IEP-Fondo Editorial PUCP.

Progressio
2010 Drop by Drop. Understanding the Impacts of the UK’s Water Footprint
Through a Case Study of Peruvian Asparagus. Lima: CEPES, Water
Witness International, Progressio.
Capítulo 10

Desarrollo en la cadena de valor del arroz y


cambio en el control de los recursos de tierra y
agua en Chókwè, Mozambique1

Gert Jan Veldwisch2

1. Introducción

A raíz de la crisis alimentaria de 2007-2008, en África aumentó sensible-


mente la tendencia hacia las adquisiciones de tierra a gran escala para la
producción agrícola, tanto por países como por empresas (Cotula et al.
2009; Von Braun y Meinzen-Dick, 2009; Zoomers 2010). En relación con la
producción de biocombustibles, se ha demostrado que estas adquisiciones
de tierras muy a menudo también se relacionan con la apropiación del agua
(Goldfarb et al. 2010), ya que en general solo se busca la tierra con acceso a
recursos hídricos. Esta observación es también relevante para la producción
de arroz bajo riego (Barclay 2010).

1. Este trabajo se llevó a cabo bajo el marco del programa Justicia Hídrica, un estudio
comparativo y un programa de fomento de la capacidad que se centra en los procesos
de acumulación de derechos de agua, los conflictos y las respuestas de la sociedad civil
(Zwarteveen y Boelens 2011).
2. La investigación se basa en el trabajo realizado por el equipo CP66 (Munguambe et al.
2009). Estoy especialmente agradecido a Nynke Post Uiterweer, Alex Bolding y Pieter
van der Zaag por compartir sus experiencias y puntos de vista. Agradezco a todas las
personas entrevistadas por su tiempo y apertura. MIA ha sido particularmente abierta
y útil al darme ideas sobre su manera de trabajar. Debe haber quedado claro de lo ante-
rior que soy muy crítico de algunos de los efectos de su enfoque. Sin embargo, también
estoy realmente impresionado por su éxito en la transformación de gran parte del SRC
en términos de productividad, tras muchos intentos anteriores fracasados. La cultura
de trabajo de MIA de apertura y accesibilidad fue una grata sorpresa. Espero sincera-
mente que puedan apreciar una evaluación crítica y sean capaces de hacer uso de ella.
168 G. J. Veldwisch

Este trabajo analiza el caso de una compañía británica (Moçfer Indus-


trias Allimentares - MIA) que participa en la producción de arroz bajo riego
en el Sistema de Riego Chókwè (SRC), un sistema de riego a gran escala en
Mozambique. El documento se centra en el período 2008-2010 en el que la
empresa volvió a un modelo de negocios de agricultura por contrato, después
de fallar en la obtención del control total sobre grandes extensiones de tierra
dentro del sistema de riego. De esta manera, MIA todavía controla tanto la
cadena de valor como el proceso de producción a nivel de campo/granja, lo
que tiene algunos paralelismos sorprendentes con la apropiación de tierras.
MIA afirma que su enfoque y las inversiones tendrán un impacto social
positivo y que contribuirá al desarrollo de Mozambique. En este sentido,
puede entenderse como un «enfoque de impacto de inversión», como ve-
remos más adelante en el acápite 3.1. El Gobierno de Mozambique apoya a
MIA en la aplicación de su estrategia de varias maneras. Esto no es sorpren-
dente si tomamos en cuenta el enfoque de Mozambique frente a las grandes
empresas como pivotes para el desarrollo agrícola (Bolding 2009).
El trabajo de campo para este estudio se llevó a cabo en el SRC, en no-
viembre de 2008 y marzo de 2010. Las entrevistas no estructuradas con in-
formantes claves se complementan con la observación directa durante las
visitas de campo. El caso de estudio se complementa y contextualiza sobre
la base de una revisión de la literatura existente sobre el SRC.
Tras esta breve introducción, en el acápite 2 se traza la evolución de las
etapas del SRC, así como la situación socioeconómica y de producción, tal
como existía cuando MIA entró en escena. En el acápite 3 se describe el caso.
En primer lugar, MIA es analizada con base en los objetivos y el tipo de in-
tervenciones; en segundo lugar (en el acápite 3.2) se discute el reto de asegu-
rar el abastecimiento suficiente de arroz para hacer funcionar la fábrica de
procesamiento, seguido de una descripción detallada de los acuerdos para la
agricultura por contrato. En la sección 3.4 se explica cómo estos arreglos lle-
van a la concentración en la tenencia de la tierra y del agua, mientras que en
el acápite final (3.5) se muestra que el esquema de agricultura por contrato
ha aumentado enormemente la producción de arroz en el SRC. En la con-
clusión (acápite 4) se presenta un resumen en términos más conceptuales.

2. El escenario

El sistema de riego Chókwè (Chókwè Irrigation System - CIS) es el mayor


de Mozambique, con cerca de 30.000 hectáreas beneficiadas. Se encuen-
tra ubicado en la provincia de Gaza, a unos 200 km al norte de Maputo.
10 | Desarrollo en la cadena de valor del arroz 169

Originalmente el CIS se desarrolló a inicios de la década de 1950, bajo el do-


minio colonial portugués, conocido como el Colonato de Limpopo. Desde el
principio, el plan estaba destinado a la producción de monocultivo de arroz
(Bowen 1989: 362). El agua era desviada por gravedad desde el río Limpopo.
Después de la independencia, entre 1975 y 1977, su gestión se transformó
lentamente en una empresa grande y única (del Estado socialista): el Com-
plexo Agro-Industrial de Limpopo (CAIL). En 1977, el área fue oficialmente
designada como el «granero de la nación» (Hermele 1988: 36).
En 1983, CAIL fue desmembrado y el área fue dividida entre diez em-
presas estatales más pequeñas, cada una con un área de aproximadamente
mil a dos mil ha (Hermele 1988: 52; West y Myers 1996: 42). La gestión de la
infraestructura de riego fue colocada en una organización llamada SIREMO
(Sistema de Regadío Eduardo Mondlane) (Bowen 1989). A partir de 1984,
muchas empresas del Estado fueron disueltas y la tierra dentro del CIS fue
privatizada y distribuida en cuatro sectores de agricultura —Estado, pri-
vada, familiar, y de cooperación—; y alrededor de 1986, unos catorce mil
campesinos recibieron entre 0,5 y 1 hectárea cada uno (Bowen 1989).
HICEP (Hidráulica de Chókwè Empresa Pública) es la empresa estatal
que fue creada en 1997 como la continuación de SIREMO. El cambio, entre
otros, implicó la venta de los viejos edificios, la reducción del número de
personal, y la fijación de límites en las responsabilidades en el sistema princi-
pal. HICEP es responsable de la distribución del agua y el mantenimiento de
la infraestructura primaria, mientras que, oficialmente, son los agricultores
y sus asociaciones los que se encargan de la gestión del agua de los canales
secundarios, terciarios y cuartenarios. Los agricultores y las asociaciones de
usuarios del agua (WUA) se organizan en torno a las unidades hidráulicas,
sobre todo en el ámbito del canal secundario (o distribuidor). Las inunda-
ciones extremas del año 2000 arrasaron gran parte de la infraestructura de
riego. Con la ayuda de donantes se logró, en el 2006, la rehabilitación de la
toma y el canal principal (HICEP 2010). Algunos de los canales secundarios y
terciarios también han sido rehabilitados, pero solo hasta un área de aproxi-
madamente 7000 hectáreas. Un adicional de 7000 hectáreas está en proceso
de rehabilitación con fondos del Banco Islámico de Desarrollo (ibíd.).
Oficialmente, el sistema está ocupado por miles de pequeños agricul-
tores; cada uno poseedor de alrededor de 1,4 hectáreas de tierras inscritas
a su nombre en el catastro de usuarios del agua. Sin embargo, cada año
solo dos a tres mil de ellos están registrados como productores activos de
arroz. Otros solo usan pequeñas porciones de sus tierras, por ejemplo, para
la producción de hortalizas. En el período 2001-2006, un máximo de cerca
de 3000 hectáreas realmente se emplearon en la producción de arroz. Las
170 G. J. Veldwisch

principales razones de la baja utilización del sistema son el mal estado de la


infraestructura, el acceso muy limitado a las semillas y los fertilizantes (de
calidad), la falta de recursos financieros para la inversión en capital para la
producción intensiva de temporada, un mercado poco fiable de productos
(fluctuación de los precios, largas distancias, compradores poco confiables)
y la salinización de áreas considerables (Brito et al. 2009; Nhantumbo 2009;
Munguambe et al. 2010; Pellizoli 2010).

3. Agricultura por contrato en Chókwè

En 2005, un nuevo gran jugador entró a la cancha, lo que cambiaría radi-


calmente la situación descrita en el acápite 2. El enfoque de desarrollo de la
cadena de valor empezó con la rehabilitación de la fábrica de procesamiento
de arroz y, eventualmente, llevó a un enorme programa de contratación que
más que dobló la producción arrocera en el área del SRC.

3.1. Procesamiento y mercantilización a través de un socio semicomercial

En 2005, Moçfer Industrias Allimentares (MIA) empezó a invertir en la re-


habilitación de una fábrica de procesamiento de arroz en cáscara que antes
había sido operada por la compañía estatal Orrizícola do Limpopo (ORLI)
(Mozfoods 2010; Munguambe et al. 2009). Esta última había quebrado
cuando el subsidio gubernamental disminuyó como resultado del cambio
de estrategia en el financiamiento oficial de compañías (Nhantumbo 2009:
11). MIA tiene actualmente la capacidad de procesar 20.000 toneladas anua-
les y, desde 2010, tiene una capacidad de almacenamiento de 20.000 tonela-
das. Al visitar Chókwè, en abril en 2010, MIA estaba en las etapas finales de
instalación de una secadora industrial con una capacidad de 350 toneladas
por día. Antes de la llegada de MIA, los agricultores de Chókwè no tenían
posibilidades de procesar su arroz en cáscara cerca de sus campos, así que ya
sea lo vendían sin procesar o se iban a Palmeiras, casi a 150 km de Chókwè,
donde estaba la única planta procesadora de arroz (Nhantumbo 2009: 11).
La rehabilitación y el desarrollo de infraestructura básica es un elemento
central de la estrategia de MIA, lo que podría caracterizarse como una estra-
tegia semicomercial o como un enfoque de «inversión de impacto».
MIA es parte de Mozfoods S. A.,3 una compañía privada «parcialmente
establecida por una fundación de caridad vinculada al magnate de super-

3. Antes esta compañía era conocida como Moçfer. El cambio de nombre fue anunciado
en la página Web de Moçfer el 4/6/2010 (<http://www.mocfer.com>).
10 | Desarrollo en la cadena de valor del arroz 171

mercados británico Lord Sainsbury» (AllAfrica 2009). Según su sitio web,


su misión es «contribuir al desarrollo económico y social de Mozambique
por medio de la creación de industrias alimentarias comercialmente sus-
tentables, enfocadas en el consumidor, lo que estimula el crecimiento de la
agricultura de Mozambique» (Mozfood 2010).
En la misión de MIA resuena el paradigma de la «inversión de impacto»
como es promovido por la Global Impact Investing Network (GIIN). Las
ideas de GIIN están expuestas en una serie de documentos colocados en su
sitio web.
Bridges Ventures et al. (2009: 3) define la inversión de impacto como
«colocar capital activamente en negocios y fondos que generen bienes socia-
les y/o ambientales y una serie de rendimientos, desde el agente principal del
mercado, hasta el inversor». La inversión que tiene un impacto social posi-
tivo no intencional se excluye explícitamente de la definición. Esto también
se presenta como algo crucialmente diferente a la Inversión Socialmente
Responsable que, en forma resumida, podría definirse como una inversión
sin efectos negativos. El paradigma de la inversión de impacto sostiene que
se pueden combinar «impactos sociales sustanciales» con «rendimientos fi-
nancieros positivos» (Bridges Ventures et al. 2009: 4).
Algunos inversionistas que operan bajo este paradigma buscan ren-
dimientos financieros competitivos, mientras que otros se satisfacen con
rendimientos mucho más bajos y ponen énfasis en el impacto social. Kara-
mchandani et al. (2009) son explícitos al enlistar la agricultura por contrato
como uno de los siete modelos de negocio que ellos ven con buen potencial
para tener éxito en «crear una mejora real y duradera en la vida de los po-
bres» (p. 4). Ridell (2009) aboga por la agricultura en el África, como uno
de los sectores y regiones donde se puede practicar la inversión de impacto
de modo más exitoso.
El documento discute comparativamente una serie de negocios y mo-
delos de inversión. La agricultura por contrato a través «del modelo núcleo
propietario-contratista, surgió tanto en las reseñas en la literatura, cuanto
más particularmente en las consultorías nacionales como la que tenía el me-
jor potencial de impacto social» (Ibíd., p. 21). Así mismo, dentro del campo
clásico del desarrollo rural y económico hay quienes abogan por el para-
digma de la inversión de impacto. El desarrollo de este campo es apoyado,
por ejemplo, por la Fundación Rockefeller porque: «Una madura industria
inversionista con impacto hará posible que más inversionistas enfrenten un
rango más amplio de retos sociales y ambientales de manera más eficiente,
haciendo a la vez nuestro trabajo más fácil», escribe el presidente de la fun-
dación en el prefacio de Bridges Ventures et al. (2009: 2). El paradigma calza
172 G. J. Veldwisch

bien con el llamado a modelos de desarrollo más empresariales y con menos


intervención estatal, algo que ha sido escuchado de manera particularmente
fuerte en las dos últimas décadas.

3.2. El reto del abastecimiento

A pesar de que MIA tal vez no busque ganancias rápidas, a partir de su


inversión sí tiene por objeto (eventualmente) operar de forma rentable. Se-
gún los trabajadores de MIA, el punto de equilibrio de la planta de procesa-
miento se encuentra en el procesamiento de 20.000 toneladas/año de arroz
en cáscara.4 Con una superficie de cultivo de arroz que a partir de 2004-
2005/2007-2008 fluctuó entre 2000 y 3000 hectáreas, y con rendimientos
estimados de 2 a 3 toneladas por hectárea, este punto de equilibrio jamás se
podría alcanzar, incluso si todo el arroz en cáscara producido se vendiera a
MIA. Su objetivo era, por tanto, incrementar la producción total de arroz en
cáscara dentro del perímetro del SRC, aumentando tanto la extensión como
el rendimiento.
Al principio, MIA trató de conseguir grandes extensiones de terreno
dentro de SRC para producir bajo un control total de la compañía. Uno de los
trabajadores de MIA lo expresó así: «Primero teníamos en mente producir el
arroz nosotros mismos para mantener la fábrica funcionando y solo adicio-
nalmente comprarlo a los productores externos». Pero al final, el gobierno
de Mozambique parece haber obstruido la compra extensiva de tierras. MIA
entonces implementó una estrategia de establecimiento de contactos con
organizaciones de campesinos-regantes formadas alrededor de las secciones
hidráulicas del SRC. Munguambe et al. (2009) describen con buen detalle
el caso del Distribuidor 11 (D11) y su organización de regantes AREDON-
ZE (Associação dos Regantes do Distribuidor 11). Mencionan (Ibíd. 2009:
18, 24) que 276 hectáreas «del terreno de la D11 ya están salinizadas y han
sido abandonadas»; lo que deja unas 1000 hectáreas de terreno todavía aptas
para la producción agrícola. Esta área se dividió en partes iguales entre MIA
y AREDONZE. A cambio del derecho de usar las 500 hectáreas de terreno,
MIA asistió a la rehabilitación de la infraestructura de riego y proveyó de
servicios agrícolas a las 1000 hectáreas bajo operación de los miembros de
la asociación de regantes. Ambos fueron provistos a precio de costo y dedu-
cidos del monto pagado por MIA por el arroz entregado (Munguambe et al.
2009); Nhantumbo (2009: 25), en su estudio sobre las estrategias de manejo
de la salinización en el SRC, observó que compañías como MIA «[…] tratan

4. Entrevista 30/3/2010.
10 | Desarrollo en la cadena de valor del arroz 173

de evitar las áreas afectadas por la sal tanto como sea posible». Esto es tam-
bién lo que pasó en el caso entre MIA y AREDONZE, como observé durante
mi visita en noviembre de 2008, donde MIA dejó los campos situados más
abajo y con dificultades de drenaje a los granjeros originales.5
Los agricultores que se encuentran en el campo mencionan la nive-
lación mecanizada de tierras, el arado, la siembra y la cosecha, como los
servicios más apreciados,6 y al mismo tiempo ven una gran ventaja en el
acceso a los fertilizantes y las semillas mejoradas. MIA ofrece un servicio
de otro modo inaccesible para los agricultores. Cuando visité la zona, en
noviembre de 2008, MIA estaba nivelando los campos para construir diques
de contorno de microrrelieve, con el uso de sofisticadas máquinas operadas
por láser.
A pesar de que el acceso a estos servicios era apreciado por los agricul-
tores, también expresaban varias quejas: atraso en los pagos (más de tres
meses), procedimientos poco claros de clasificación, pérdidas debidas a tar-
danza en la cosecha, preparación de la tierra y siembra tardías (Munguambe
et al. 2009). En 2008, los agricultores comenzaron reclamar las 500 hectáreas
que habían proporcionado temporalmente a MIA. Finalmente, el contrato
de dos años entre el MIA y AREDONZE no se renovó y MIA cambió su es-
trategia, alejándose de los contratos con las asociaciones y del objetivo de
obtener el control total sobre la tierra y la producción. En su lugar, MIA ha
comenzado a desarrollar contratos con agricultores individuales para cum-
plir con sus demandas de insumos para sus instalaciones de producción.7

3.3. Agricultura por contrato

Se trata de paquetes de acuerdos agrícolas contractuales introducidos por


las empresas que buscan el control de las cadenas de producción. En el sur

5. Munguambe et al. (2009) ilustran esto de manera clara: el área que permanece para ser
usada por ARENDONZE está fragmentada por áreas anegadas y salinizadas, mientras
que las 500 hectáreas de MIA son un solo bloque y están localizadas en el otro lado de
D11, donde no se reportan problemas de anegamiento o salinización.
6. Munguambe et al. (2009: 23) mencionan, por ejemplo, que «es “imposible” arar la arci-
lla pesada con tracción animal o azadón en la mayoría de áreas dentro de SRC».
7. Munguambe et al. (2009: 7) observan que desde el principio MIA tenía el objetivo de
aumentar la producción «a través de la promoción de la contratación externa, con la
participación de los productores locales». Sin embargo, solo en 2008, comenzó su pro-
grama de agricultura por contrato individual a gran escala e independiente de ofertas
como la de AREDONZE. Uno de los trabajadores de MIA indicó que este cambio está
relacionado con las deudas en que las asociaciones han incurrido y de las que no estaba
claro quién iba a pagarlas (entrevista 30/3/2010).
174 G. J. Veldwisch

de África, estos contratos son bien conocidos para los cultivos comerciales
clásicos que requieren de un alto grado de procesamiento, como el algodón
y el tabaco, pero es algo relativamente nuevo para la producción de arroz.
Las empresas proporcionan los insumos (semillas, fertilizantes) y los servi-
cios (nivelación de tierras, extensión agrícola, reparación de la infraestruc-
tura de riego) bajo crédito que se coteja contra el rendimiento, el cual se
vende exclusivamente a la empresa contratante a un precio predeterminado
(Eaton y Shepherd 2001; Bijman 2008).
En el caso de Chókwè, la agricultura por contrato se refiere a la produc-
ción de arroz bajo riego con base en un contrato entre MIA y los «producto-
res asociados» individuales. De acuerdo con un modelo de contrato que me
entregó MIA, el productor se compromete a cultivar un área específica para
la temporada de producción, con la obligación de:

• Preparar la tierra con los equipos provistos por MIA.


• Usar exclusivamente semillas de las variedades aprobadas por MIA y
hacerlo con las densidades recomendadas.
• Aplicar fertilizantes y pesticidas en las cantidades recomendadas por
MIA.
• Seguir las buenas prácticas agronómicas según el criterio de MIA.
• Obedecer las recomendaciones y las instrucciones provistas por MIA
durante la temporada.
• Vender la cantidad esperada de arroz producido a precio determinado
por MIA para la temporada.

MIA se compromete a comprar todo el arroz producido en el marco


del acuerdo contra un precio indicativo, que puede ser ajustado por MIA
teniendo en cuenta las condiciones de comercialización internacional. Los
pagos se harán a más tardar al final de la semana siguiente a la entrega del
producto en la fábrica. El precio real pagado a un productor depende de
una serie de características de calidad estipulada en el contrato (véase el
cuadro 10.1).
Para la temporada 2009-2010, el precio indicativo inicial se fijó en 6,0
MTn/kg, mientras que esto se ajustó a 6,6 MTn/kg al momento de la co-
secha.8 Los pagos efectivos por kg cosechado dependen de la calidad de lo
entregado por cada productor (véase el cuadro 10.1).

8. MTn es el Nuevo Métical Mozambiqueño, moneda del país. Su equivalencia para sep-
tiembre de 2011 es de 1MTn=US$0,04; o, que US$1 = 26,55MTn.
10 | Desarrollo en la cadena de valor del arroz 175

Cuadro 10.1
Adaptación de los precios conforme a las características
de calidad estipuladas en el contrato

Punto de Penalidad Bono


referencia
(benchmark)
Materiales 0% 1% de deducción por
extranjeros cada 1% más
Humedad <13% 1,5% de deducción por
cada 1% más
Arroz >70% 0,5% de deducción por 0,5% aumento por
polinizado cada 1% menos cada 1% más
Grano entero >46% 0.5% de deducción por 0,5% aumento por
(no roto) cada 1% menos cada 1% más
Grano gredoso <10% 0,5% de deducción por
cada 1% más
Granos rojos <3% 1,5% de deducción por
cada 1% más
Granos verdes <3% 1% de deducción por
cada 1% más

Fuente: Contrato modelo para la temporada 2009-2010 provisto por MIA.

Además de los servicios que deben ser solicitados a MIA (preparación


de la tierra, semillas, fertilizantes y pesticidas), los productores pueden soli-
citar servicios adicionales que proporciona MIA bajo precios fijados contra
un crédito que se acuerda al final de la temporada (véase el cuadro 10.2). El
asesoramiento agronómico se proporciona de forma gratuita.
Se cobra un interés del 14% por año por los créditos tomados y apli-
cados para el periodo entre el día de entrega del servicio y el día de entrega
en la fábrica.9

3.4. Selección de agricultores y concentración de tierras

En la temporada 2009-2010 no todos los productores pudieron firmar con-


trato con MIA. Los productores fueron seleccionados por MIA y después de

9. En la práctica, se trabaja bajo un interés efectivo del 4,5 al 4,8%.


176 G. J. Veldwisch

Cuadro 10.2
Servicios y sus precios de costo según lo provisto por MIA

Servicio Costo
Siembra 530 MTn/ha, por cada evento de
siembra
Construcción de canal terciario 1,100 MTn por cada canal construido
Semillas 2,5 kg granos al tiempo de la cosecha
Fertilizante (NPK)* 15,30 MTn/kg
Fertilizante (Úrea) 13,50 MTn/kg
Herbicida Preemergente (Ronstar) 585 MTn/l
Herbicida Postemergente (Basagran) 350 MTn/l
Herbicida Postemergente (2,4D) 110 MTn/l
Herbicida Postemergente (Propanil) 150 MTn/l
Herbicida Pre-Postemergente 3.200 MTn/kg
(Metsulfuron)
Herbicida Postemergente (Facet) 345 MTn/l
Herbicida Postemergente (Ordran) 390 MTn/l
Avance de pago por espantar pájaros Según el valor real pagado por el
productor
Cosecha (con cosechadora) 2.200 MTn/ha
Transporte (de campo a fábrica) 310 MTn/t

* Según esto, se entrega fertilizante a más o menos el 50% del precio en el que se vende en el mer-
cado libre. Es un dato que requiere confirmación.
Fuente: Contrato modelo para la temporada 2009/2010 provisto por MIA.

su aceptación les entregó tierras la HICEP —Hidráulica de Chókwè Empresa


Pública—, que es la agencia estatal de gestión (ahora regulación) del Siste-
ma de Riego Chókwè.

Procedimiento de aplicación y asesoría

En una entrevista, seguida de una visita de campo, el agrónomo jefe de MIA


me explicó cómo seleccionaron a sus «productores asociados». MIA convo-
có reuniones comunitarias para explicar la configuración básica. Las perso-
nas que se interesaron podían acercarse a MIA a manifestar su interés. Los
10 | Desarrollo en la cadena de valor del arroz 177

Foto 10.1. MIA está cosechando el campo de un «productor asociado»


con cosechadora. Fotografía tomada por el autor el 30/3/2010.

agricultores fueron entrevistados individualmente con un enfoque en sus


experiencias pasadas, y se trató de establecer sus puntos fuertes y débiles. Un
segundo objetivo de estas reuniones de entrevista fue una discusión sobre
el contrato y la provisión a los agricultores de un precio indicativo. En total
se realizaron 320 entrevistas para seleccionar finalmente 229 productores,
de los cuales «unos 50» son mujeres. Según el agrónomo jefe, MIA fue bas-
tante selectiva y algunos agricultores fueron rechazados a causa de su falta
de capacidad, mientras que otros fueron rechazados porque sus tierras no
eran adecuadas.10 El ingeniero agrónomo me explicó el papel de la visita de
campo dentro del procedimiento de evaluación: «Antes de hacer el contrato
visitamos los campos de los agricultores y evaluamos: el acceso al agua de
riego, las posibilidades de drenar bien el área y la calidad de la tierra en ge-
neral, especialmente la salinas».11
A la pregunta acerca de quiénes son estos agricultores, respondió: «Al-
gunos de estos productores habían parado después de las inundaciones de
2000 y algunos son personas que no tienen experiencia en la agricultura,

10. Esta aseveración parece estar en cierta contradicción con el análisis que sigue y que
muestra que a los productores seleccionados por MIA, HICEP les asignó grandes exten-
siones de terreno para el uso con este propósito. Es posible que algunos agricultores
no hayan podido conseguir tierras aptas de HICEP, a pesar de haber sido seleccionados
favorablemente por MIA.
11. Anotaciones de campo 30/3/2010.
178 G. J. Veldwisch

sino que están entrando ahora en la agricultura, en respuesta a los discur-


sos del presidente sobre una revolución verde. Son por ejemplo personas
con otros trabajos o con las tiendas de la ciudad: hacen agricultura como
negocio».12
Si los productores tenían experiencia en la agricultura, se intentó re-
construir la historia de la producción de los tres años anteriores, pero es
realmente difícil establecer esto de forma confiable, ya que la gente no re-
cuerda bien, y también porque sus áreas son generalmente más pequeñas de
lo que indican. A partir de esto se encontró que en promedio su producción
era probablemente de alrededor de 2 a 3 t/ha.

Concentración de tierras y papel de HICEP

En una breve entrevista con el director del MIA, este mencionó que en la
temporada 2009-2010, MIA trabajaba con «productores asociados» en alre-
dedor de 3400 hectáreas. Esto fue confirmado después por el agrónomo jefe,
quien también es responsable de estos contratos y de mantener relaciones
con los productores.
Con 229 productores en 3400 hectáreas, la superficie media por agri-
cultor es de casi 15 hectáreas. Al expresar mi sorpresa en este tamaño relati-
vamente grande, el agrónomo jefe me lo explicó: «La superficie mínima que
los agricultores necesitan es de ocho hectáreas. Lo hemos hecho al haber des-
cubierto que el trabajo con pequeños productores crea el problema de que
producen pequeñas cantidades, de las que quieren mantener la mitad para
el consumo doméstico y, por lo tanto, casi no nos venden a nosotros».13
La cita demuestra que el objetivo principal de MIA es conseguir arroz en
cantidad suficiente para que su fábrica se mantenga en funcionamiento, en
lugar de aumentar la producción de arroz en el SRC. Los pequeños tamaños
de los terrenos también podrían plantear problemas de escala con respecto
a la operación de la maquinaria pesada de MIA (tractores y cosechadoras),
como puede deducirse de la siguiente cita: «Hacemos excepción si cuatro
pequeños agricultores llenan un ramal completo,14 lo que hace posible pre-
parar [y cosechar] el área total de una vez».15

12. Anotaciones de campo 30/3/2010.


13. Anotaciones de campo 30/3/2010.
14. El SRC está dividido en bloques de dieciséis hectáreas a los que se refieren como ramal.
Cada ramal está servido por una caleira (también llamada regadeira), que es básica-
mente un canal terciario.
15. Anotaciones de campo 30/3/2010.
10 | Desarrollo en la cadena de valor del arroz 179

Ya que MIA solo les compra el arroz a sus productores asociados, los
pequeños agricultores no solo quedan excluidos del acceso a los insumos,
los créditos y la maquinaria, sino que también siguen careciendo de una
salida de mercado para su arroz (véase también Pellizzoli 2010). Uno de los
miembros de la junta de AREDONZE (el caso discutido en la sección 3.2) ex-
plicó que en la temporada 2009-2010, 550 hectáreas estaban bajo contratos
individuales con MIA. De estas 550 hectáreas, 500 hectáreas son cultivadas
por 30 «productores asociados», quienes, por lo tanto, tienen un tamaño
promedio de casi 17 hectáreas. Estas 500 hectáreas son el área que, durante
2006-2007 y 2007-2008 era utilizada bajo el control total de MIA y que pa-
rece ser la mejor parte de la zona D11.
Hay otros 16 agricultores de D11 que están en contacto con MIA. Han
establecido entre todos un «área experimental» de cerca de cincuenta hectá-
reas (alrededor de tres hectáreas cada uno). Según un miembro de la junta
de AREDONZE, esto es con el fin de «demostrar a MIA que también son ca-
paces de producir». El ingeniero agrónomo jefe de MIA confirmó esta cons-
trucción y explicó que se trata de una situación excepcional en la que solo
se han comprometido en D11, ya que hemos trabajado con ellos durante
mucho tiempo y queríamos ayudarlos un poco». Estos agricultores inicial-
mente no pasaron los criterios de selección, pero se les ha dado una segunda
oportunidad de que muestren en la práctica que son capaces de manejar la
producción en un área más grande. El miembro de la junta también señaló
que 130 hectáreas se han dejado para los restantes 190 miembros, cada uno
con cerca de 0,7 hectáreas por miembro.16
Para hacer posible que los productores asociados tengan cada uno mí-
nimo ocho hectáreas en tierras favorables, y preferiblemente cerca de los
demás, hay que hacer una reasignación de tierras.

GJV: Después de que el contrato entre MIA y AREDONZE termine, ¿vuelve la


gente a sus propias tierras?
Respuesta [miembro de la junta de AREDONZE]: No, tenemos que volver a
dividir la tierra para que las personas más jóvenes que pueden trabajar
áreas grandes también puedan tener una oportunidad. La tierra estaba

16. Por tanto, el área de tierra total que se reportó como usada durante la temporada 2009-
2010 fue de 680 hectáreas; 500 hectáreas por parte de los productores asociados, 50
hectáreas por parte de productores asociados experimentales y 130 por parte de peque-
ños productores. Esto es considerablemente menor a las 1000 hectáreas reportadas para
las temporadas 2006-20077 y 2007-2008. No ha sido posible aclarar el origen de estas
diferencias, pero posiblemente hay grandes zonas dentro de D11 que actualmente ya no
son aptas para el cultivo debido a la anegación y la salinización.
180 G. J. Veldwisch

muy fragmentada y con frecuencia en nombre de personas de mucha


edad que ni siquiera son capaces de utilizarla. Hemos hecho una divi-
sión provisional ahora, pero nuestro objetivo es hacer esto oficial, en
colaboración con HICEP.
GJV: Yo no sabía que HICEP tiene la posibilidad de reasignar tierras...
Respuesta [miembro de la junta de AREDONZE]: Sí, HICEP solía ser respon-
sable solamente de la gestión del sistema de riego, pero ahora también
hace el registro de la propiedad.17

Esto fue confirmado por el economista, jefe de MIA, quien explicó que
los «productores asociados» potenciales, aquellos aprobados por MIA, pue-
den ir a HICEP para conseguir reasignaciones en las áreas de tierra en las que
MIA quiere cultivar con ellos. En una entrevista con el ingeniero en jefe de
HICEP, exploré más sobre este asunto:

GJV: En relación con el programa de MIA con «productores asociados»,


¿cuál es el papel de HICEP en la redistribución de la tierra?
Respuesta [Funcionario de HICEP]: Desde el pasado mes de noviembre
[2009] HICEP también tiene asignado el papel de gestionar la tierra.
En esa capacidad hemos estado buscando las posibilidades de coope-
rar con MIA.
GJV: ¿Hay tierras aptas disponibles que pueden ser asignadas a los agricul-
tores que quieren entrar en contrato con MIA?
Respuesta [Funcionario de HICEP]: Toda la tierra dentro del perímetro del
SRC está ocupada, pero cuando la gente no utiliza la tierra... eventual-
mente la tierra pertenece al Estado. Hay muchos pequeños produc-
tores. En realidad, con hasta dos hectáreas de tamaño, consideramos
que los agricultores forman parte del «sector familiar». No queremos
sacarlos fuera del esquema, pero los ponemos en un lugar juntos.18

Así, al trabajar juntos, MIA e HICEP hacen posible que los agricultores
puedan participar en esta construcción de la agricultura por contrato en
extensiones importantes de tierra, las que, por lo menos en cierta medida,
estaban previamente en manos de pequeños productores.

17. Anotaciones de campo 29/3/2010.


18. Anotaciones de campo 31/3/2010.
10 | Desarrollo en la cadena de valor del arroz 181

3.5. Incremento de la producción y la inversión

Como resultado de las actividades de MIA, el área de cultivo de arroz del


SRC se ha incrementado notablemente a niveles no observados en décadas.
La producción se ha incrementado también y hay señales de un incremento
en la inversión en la infraestructura de gestión hidráulica.

Área y rendimiento

En la temporada de 2008-2009, MIA empezó un programa de agricultura


contratada individual. En ese entonces involucraba agricultura contratada
con individuos en 1200 hectáreas.19 En la temporada 2009-2010, además de
las 3400 hectáreas asociadas a los productores, MIA también produjo semilla
de arroz en 600 hectáreas dentro del SRC.20 Estas últimas están bajo control
total de MIA y no en colaboración con los «productores asociados». Como
se ve en el cuadro 10.3 y en el gráfico 10.1, esto ha contribuido sustancial-
mente a un incremento agudo en el área cultivada dentro del SRC.

Cuadro 10.3
Áreas cultivadas en el SRC, temporadas 2004-2010

Plan
Área bajo cultivo (hectáreas)
(hectáreas)
Cultivo 2004/5 2005/6 2006/7 2007/8 2008/9 2009/10
Arroz 1.998 156 2.713 2.981 5.834 7.000
Otro 663 65 1.143 1.430 1.659 1.500
Total 2.661 221 3.856 4.411 7.493 8.500

Fuente: Presentación en PowerPoint provista por HICEP el 31/3/2010.

19. MIA informó que había tenido la intención de comenzar en un área mucho más extensa.
Sin embargo, debido a problemas con la presa Massingir río arriba, en el río Limpopo,
hubo inseguridad acerca de si sería posible entregar suficiente agua para el SRC durante
el período de crecimiento. Por tanto, la gente se puso ansiosa para preparar sus tierras.
Solo a finales de octubre o principios de noviembre, el presidente de Mozambique llegó
al SRC y garantizó que el agua llegaría. Solo a principios de diciembre MIA comenzó a
preparar la tierra y preparó 1200 hectáreas en 45 días, terminando el 18 de enero. Sin
embargo, como todo el arroz se había plantado casi al mismo tiempo, también estuvo
listo para la cosecha todo al mismo tiempo. MIA entonces se vio ante un problema de
capacidad en tiempo de cosecha.
20. MIA había programado lograr 5000 hectáreas con «productores asociados», pero no
logró terminar el proceso de selección a tiempo.
182 G. J. Veldwisch

Gráfico 10.1
Áreas cultivadas en el SRC, temporadas 2004-2010

Fuente: basado en datos provistos por HICEP el 31/3/2010, véase el cuadro 10.3.

La muy pequeña área cultivada en 2005-2006 se relaciona con una re-


habilitación importante que fue ejecutada en ese período y debido a la cual
el agua no se pudo entregar a través del canal principal.
No se ha aclarado hasta qué punto el «sector familiar» está representado
en estas estadísticas. Es probable que la producción de grano o de hortalizas
para el autoconsumo y la venta mercantil simple no se hayan tomado en
cuenta en los procedimientos de registro de uso del suelo debido al carácter
informal y al tamaño a veces demasiado pequeño de las parcelas.21
El rendimiento promedio de arroz en los campos bajo contrato a MIA
se informa en alrededor de 4 t/ha, lo que supone un incremento sustan-
cial en comparación con las 3,2 t/ha que MIA estima como el rendimiento
promedio de estos «productores asociados» antes de que participaran en el
contrato agrícola.

Posibilidad de ganancia y tasas de agua

Tanto MIA como los pocos «productores asociados» que entrevisté me in-
formaron que el sistema de agricultura por contrato fue en principio muy
rentable para los agricultores. Un productor asociado calculó para mí su

21. Véase también la discusión en Pellizzoli (2010) sobre este tema.


10 | Desarrollo en la cadena de valor del arroz 183

ganancia neta, de alrededor de 5000 MTn/ha (alrededor de US$170/ha), de


la siguiente manera: «MIA paga 6 MTn/kg y producimos 3,5-4 t/ha, lo que
da alrededor de 24.000 Mtn/ha. Los costos que son deducidos por MIA son
de alrededor de 19.000 Mtn/ha».
El ingeniero agrónomo jefe de MIA me enseñó las cuentas definitivas de
un «productor asociado», que ya había terminado la temporada 2009-2010
y logró un beneficio de cerca de 100.000 MTn (unos US$3500) en una super-
ficie de 8 hectáreas, produciendo un poco más de 4 t/ha. Esto se contrasta
con el caso de otro productor que sufrió una pérdida de cerca de 50.000
MTn (cerca de US$1750) al producir solo 2 t/ha, también en 8 hectáreas. De
acuerdo con MIA, es excepcional que los agricultores incurran en deudas
bajo el régimen actual. En los casos en que ha ocurrido, casi siempre es el
resultado de la mala gestión del agua, una combinación de entregas tardías o
insuficientes de agua, y mal drenaje. HICEP reconoció que, en la actualidad,
tiene una tarea muy difícil en la gestión del agua ante el aumento tan rápido
de las áreas cultivadas. MIA sugiere que puede retener el pago de (una parte
de) las tasas de agua a HICEP para compensar a los agricultores endeudados
como resultado de la mala gestión del agua.22
No fue posible cotejar los números presentados por MIA y los de los ci-
tados «productores asociados», pero no tengo razones para dudar del orden
de magnitud de estas deudas y ganancias. Sin embargo, valdría la pena ex-
plorar esta cuestión con más detalle con un mayor número de agricultores
en diferentes situaciones.

4. Conclusión

Los derechos de uso del agua —en la práctica— están siendo despojados
a través de (primeramente) dar el acceso a tierras y aguas a un pequeño
número de agricultores —aquellos que son evaluados por la empresa como
capaces de producir arroz en la forma como lo requiere la empresa pro-
cesadora—, que antes estaban en manos de un gran número de pequeños
agricultores. Este cambio radical solo es posible gracias a una estrecha co-
operación entre la empresa y el gobierno de Mozambique, bajo la influencia
de la idea de desarrollo-por-empresa. El gobierno ha ayudado en la crea-
ción de las instalaciones de procesamiento y ha cooperado en el proceso

22. Todos los agricultores tienen que pagar una tasa de uso de agua a HICEP, que se cobra
por hectárea. HICEP tiene problemas en recolectar estas tasas y ha acordado con MIA
que esta se deducirá del pago a los «productores asociados», para que MIA directamente
pague a HICEP las tasas de todos sus «productores asociados».
184 G. J. Veldwisch

de redistribución de tierras para favorecer el control, por la empresa, en las


prácticas de uso de la tierra y el agua dentro del perímetro del sistema.
De esta manera, MIA tiene influencia sobre aquellos productores que
tendrán acceso a los recursos tierra y agua, es decir, la decisión de MIA de
entrar en contratos fue la base para que HICEP, la agencia que regula la ges-
tión del agua (y ahora la controla), otorgara derechos de tierra y el agua de
los agricultores. La preferencia de MIA de trabajar con los (más) grandes
productores, concentra los derechos a la tierra y el agua en manos de un
número muy limitado de ellos. Mientras tanto, MIA también actúa como
el defensor de estos derechos de agua otorgados, al amenazar con retener
el pago (agrupado) de las tasas de agua en caso de que falle la entrega del
servicio de agua.
La acumulación de aguas se da a dos niveles conceptuales vinculados
entre sí:

A. A nivel de las familias agricultoras, muchos pequeños productores son


remplazados por un pequeño número de grandes agricultores que lo-
gran un control sobre los recursos de agua y tierra.
B. A nivel de las formas de producción, la forma intensiva en capital e
insumos en la producción de arroz, bajo contrato con MIA, se imple-
menta en amplias zonas del sistema, en detrimento de la pequeña escala
de producción de arroz y vegetales, tanto para el consumo como para
las ventas mercantiles simples.23

Tanto MIA como los agricultores con los que coopera han aumentado
enormemente su control sobre los recursos de tierras y agua, así como so-
bre los flujos de beneficios que se derivan de los procesos de producción
con riego. Esto es considerado aceptable por el gobierno, sobre la base de
un paradigma de desarrollo impulsado por el mercado. Mientras tanto, a un
gran número de hogares pobres se les niega su acceso a la tierra y el agua, y
se les priva de los beneficios del nuevo proceso de producción, ya que este se
organiza de una manera altamente mecanizada, lo que limita al mínimo la
necesidad de mano de obra.

23. En su sitio web, MIA asevera que pretende «incrementar sus volúmenes de producción
y sus áreas de cultivo durante la temporada 2009-2010 a 5000 hectáreas […] a través
de acuerdos con productores asociados» (Mozfood 2010; énfasis añadido). Esto efecti-
vamente parece una manera apropiada de formularlo, ya que MIA tiene el control casi
total del proceso de producción a nivel de campo y granja.
10 | Desarrollo en la cadena de valor del arroz 185

En un período de solo dos años, esta forma particular de producción


(uso intensivo de capital, mano de obra extensiva, regulación de exigencias
de calidad, créditos baratos y abundantes, grandes productores) se ha gana-
do una posición dominante en términos de prevalencia dentro de Sistema
de Riego Chókwè. Un solo actor semicomercial, con el apoyo por parte del
Estado de Mozambique, tiene una fuerte influencia en la organización de
este proceso de producción y de distribución de utilidades, así como dere-
chos a la tierra y el agua.

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Capítulo 11

(In)Justicia en el manejo de cuencas


transfronterizas: el caso de la cuenca del río Madera

Henkjan Laats

1. Introducción

Los estudios sobre justicia o injusticia hídrica desde una perspectiva pluri-
legal tratan mayormente de casos a microescala. Este artículo analiza si este
enfoque también se puede aplicar a casos de escala mayor, específicamente
para cuencas transfronterizas. La justicia hídrica es un tema relevante para
este tipo de cuencas porque en los últimos años se observa la construcción
acelerada de represas hidroeléctricas en las cuencas transfronterizas de la
Amazonía, lo cual implica la generación de múltiples impactos económicos,
sociales, culturales y ambientales, y, según los defensores de derechos huma-
nos y ambientales, una violación masiva de derechos. El caso más emblemá-
tico es el de las represas hidroeléctricas en el río Madera.
Para este propósito se analiza la normatividad y la administración de jus-
ticia formal que es aplicable y aplicada en el caso de la cuenca transfronteriza
del río Madera. Luego se investiga si también existen normas y practicas so-
cioculturales transfronterizas de administración de justicia. Antes de entrar
en un análisis plurilegal, se describirá brevemente el estado actual de la legisla-
ción internacional sobre cuencas transfronterizas y represas hidroeléctricas.

2. Legislación internacional sobre cuencas transfronterizas


y represas hidroeléctricas

Según Van Beek y Schmitz (2010) no existen suficientes instrumentos le-


gales internacionales que regulen los recursos hídricos. Este vacío no está
190 H. Laats

causado por la falta de interés por el tema, pues a partir de 1992 (Confe-
rencia sobre Agua y Medio Ambiente en Dublin) el tema está presente en
la agenda internacional. Más bien, es por la incapacidad de los Estados de
lograr acuerdos consensuados. Los debates en la Conferencia sobre Medio
Ambiente y Desarrollo resultaron en un capítulo específico sobre el tema
de la Agenda 21 (capítulo 18), lo que significó el lanzamiento del concepto
Gestión Integrada de Recursos Hídricos en el escenario global. Luego, en
1997 se complementó la Convención de las Naciones Unidas sobre los Usos No
Navegables de Cursos de Aguas Internacionales. Esta propuesta es la primera
«ancla» en la legislación internacional sobre cuencas transfronterizas. Sin
embargo, hasta la fecha esta convención no ha sido ratificada.
Para el año 2000, la Comisión Mundial de Represas publicó su informe
sobre represas y desarrollo, como respuesta al crecimiento explosivo de la
construcción de megarepresas. Se llegó a la entrega promedio de dos mega-
represas por día, bloqueando dos terceras partes de los cursos de agua del
mundo, y causando un desplazamiento de cientos de millones de personas.
Aunque el informe de la Comisión Mundial de Represas tiene mucha le-
gitimidad por la amplia participación de actores claves de varios sectores
a escala mundial, diez años después de su finalización, todavía no ha sido
convertido en legislación internacional.
En 2006, el Informe Anual sobre Desarrollo Humano de las Naciones
Unidas estuvo dirigido hacia la exploración de vínculos entre poder, pobre-
za y la crisis global del agua, llamando de nuevo la atención al tema (UNDP
2006). En 2009, el Foro Político Mundial junto con grupos parlamentarios
europeos y el Instituto Europeo de Investigación sobre Políticas de Agua
lanzaron una iniciativa para establecer un Protocolo Mundial de Agua, el
cual se presentó sin éxito durante la Cumbre Climática de Copenhague
(World Political Forum 2009).
Por tanto, los esfuerzos de los últimos dieciocho años no dieron como
resultado una legislación formal dirigida específicamente al tema de cuen-
cas transfronterizas y represas hidroeléctricas. Este resultado implica debi-
lidad de las pocas herramientas legales oficiales disponibles, algunas de las
cuales, en el caso específico de la cuenca del río Madera, se mencionarán
posteriormente en este capítulo.
La ausencia de un marco legal oficial vigente implica que los Estados
y otros actores involucrados tienen pocas herramientas concretas que pue-
dan aplicar en su gestión de cuencas transfronterizas. Una primera obser-
vación de las cuencas transfronterizas, de las cuales forma parte Bolivia,
fortalece esta tesis. Los casos de las cuencas Paragua, Mauri, Pilcomayo,
Bermejo, Titicaca y río Madera, nos dan como primera impresión que son
11 | (In)Justicia en el manejo de cuencas transfronterizas 191

totalmente diferentes. Cada una de estas cuencas, sus problemas, conflictos,


obras, etcétera, han sido manejados a partir de las características geofísicas y
socioculturales propias de la respectiva cuenca. Parece que realidades loca-
les, relaciones diplomáticas, y otras, determinaron el curso de las gestiones
de las mencionadas cuencas transfronterizas. Solo en muy pocas ocasiones,
en el proceso de gestión de estas, se hace referencia a la normatividad inter-
nacional, y son menos aún las ocasiones en que esas normas internacionales
han sido aplicadas. A nivel suramericano, una excepción en este sentido ha
sido el caso de la papelera Botnia, en el río Uruguay, que fue presentado a la
Corte Internacional de Justicia en La Haya. Sin embargo, el fallo de la Corte
no cambió significantemente el curso de dicho conflicto.

3. Aplicación de la justicia formal en el caso de la cuenca del río Madera

A continuación, se analiza más detalladamente la existencia y la aplicación


de la justicia formal en el caso de la cuenca río Madera, y consecuentemente
la eventual existencia de una justicia informal y su aplicación.

La cuenca del río Madera y la construcción de represas hidroeléctricas�

La cuenca del río Madera comprende los estados brasileños de Mato Grosso,
Rondonia, Acre y Amazonas, más los departamentos de Santa Cruz, Beni
y Pando de Bolivia y el departamento Madre de Dios del Perú. En su con-
fluencia con el Amazonas, el río Madera es uno de los cinco ríos más cauda-
losos del mundo, drenando un área de 1.420.000 km2. El río Madera (17.000
m3/s) provee alrededor de 15% del volumen del agua y 50% de todo el se-
dimento que transporta el río Amazonas al océano Atlántico. Esta enorme
carga de sedimentos regula la dinámica biológica de las llanuras a lo largo
de los ríos Madeira y Amazonas. Se considera al río Madera y su cuenca
como un tesoro de biodiversidad, donde se alberga más de seiscientas es-
pecies de peces, ochocientas de aves, y muchas otras de fauna, de las que
un gran número están en peligro de extinción. Asimismo, la cuenca del río
Madera tiene un patrimonio cultural, histórico y arqueológico importante.
En el área de influencia de las represas hay muchas comunidades ribereñas
y/o indígenas, entre las cuales existen algunos pueblos no contactados y de
aislamiento voluntario. Todas estas son características importantes para ser
consideradas al planificar una intervención de gran tamaño en la cuenca.
Inicialmente está previsto construir cuatro represas en el río Madera:
San Antonio, Jirao, Riberao (binacional) y Cachuela Esperanza. Los planes
192 H. Laats

Mapa 11.1. Ubicación de las represas en el río Madera.


Fuente: PCE, Furnas y Odebrecht, 2004.

para la construcción de represas en el territorio norte de Bolivia son dos: la


represa Cachuela Esperanza, para ser situada en los rápidos, frente al pueblo
ribereño del mismo nombre, y la represa binacional Ribeirao prevista para
el tramo del río Madera, en la frontera con Brasil, entre Guajará Merím y
Abuná. Los planes para la represa binacional hasta el momento consisten en
algunas ideas pero no existen estudios técnicos en detalle.
Al parecer, la puesta en operación del conjunto de las cuatro represas es
un objetivo complicado o hasta imposible porque requeriría la subida del
nivel del agua por sobre la cota del sitio de construcción de las represas, de-
bido a la poca diferencia de nivel entre los distintos sitios de construcción, la
11 | (In)Justicia en el manejo de cuencas transfronterizas 193

altura de las represas y sus embalses, y la fuerte sedimentación que se espera


en las represas. Una vez construida la represa de Riberao, el sitio de cons-
trucción de Cachuela Esperanza probablemente será inundado (Molina, en
FOBOMADE 2007).
En diciembre de 2007, la construcción de la represa Santo Antonio fue
licitada a un consorcio de las compañías estatales de electricidad Furnas y
Cemig, las compañías privadas de construcción Odebrecht y Andrade Gu-
tiérrez, y los bancos Banif y Santander.
En mayo de 2008, la construcción de la otra represa, Jirao, fue otorga-
da a la empresa francesa Suez, en consorcio con la empresa constructora
Camargo Correa y las empresas estatales Electrosul y Chesf. Enseguida, en
agosto de 2008, la licencia de instalación, último requisito para empezar las
obras de construcción, fue emitida para la represa Santo Antonio. Actual-
mente, las represas de San Antonio y Jirao están en plena fase de construc-
ción y el gobierno de Bolivia ha anunciado en varias ocasiones la pronta
construcción de la represa Cachuela Esperanza.

La (in)justicia de la gestión de la cuenca del río Madera

Cerca del 50% de la superficie de la cuenca del río Madera se encuentra


en Bolivia, 10% en Perú y 40% en Brasil. Por tanto, la construcción de las
represas en el lado brasileño del río Madera tendrá impactos significati-
vos en Perú y Bolivia. A pesar de los Términos de Referencia emitidos por
IBAMA (Instituto Brasileiro do Medio Ambiente e dos Recursos Naturais
Renováveis) en septiembre de 2004, donde se menciona que los estudios de
impacto tendrían que incluir a toda la cuenca del río Madera, en realidad,
estos estudios solamente abarcan los impactos locales en el estado de Ron-
donía, de las represas San Antonio y Jirao.
Varias organizaciones ambientalistas y de defensa de derechos huma-
nos observaron que la negación del impacto de las empresas brasileñas en
el territorio boliviano es una violación a las leyes internacionales. En un
primer momento el gobierno de Bolivia asumió la misma posición como
muestra la siguiente carta del canciller boliviano David Choquehuanca al
Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil (7 de noviembre de 2006):

Tengo a bien dirigirme a Vuestra Excelencia para manifestarle la preocupación


de mi Gobierno y de las regiones colindantes con el río Madera de mi país,
de los probables impactos ecológicos y ambientales de la construcción en ter-
ritorio brasileño de las Presas Jirau y San Antonio en el marco de Proyectos
Hidroeléctricos. Entre los impactos probables, se considera la inundación en
el territorio boliviano, como efecto de los embalses que afecta, por un lado, la
194 H. Laats

existencia del bosque amazónico de la Cuenca del Madera, de alta riqueza en


castaña y, por otro, las posibilidades de construcción de proyectos hidroeléc-
tricos para satisfacer las demandas regionales y locales de energía e inclusive
la inundación de Cachuela Esperanza, lo que inviabilizaría el Proyecto, cuya
construcción fue acordada en el marco del Convenio de Cooperación Técnica
y Económica relativo a la Central Hidroeléctrica de Cachuela Esperanza de 8
de febrero de 1984 y mediante Acuerdo de agosto de 1988. Asimismo, las po-
blaciones serían afectadas, teniendo como efecto una baja considerable del po-
tencial pesquero de la región, con consecuencias directas sobre los ingresos de
los pescadores. Como es de su conocimiento de Vuestra Excelencia, nuestros
países han firmado diversos instrumentos internacionales, para la protección,
conservación, investigación, navegación fluvial, uso racional, intercambio de
información y fiscalización de los recursos amazónicos y en especial de las áre-
as fronterizas. A su vez, el Convenio entre ambos Países para la preservación,
conservación y fiscalización de los recursos naturales en el área fronteriza de 15
de agosto de 1990, establece que las partes contratantes, en conformidad con
sus respectivas legislaciones internas, se comprometen a proteger los bosques
naturales y a preservar sus recursos, principalmente en las Zonas Fronterizas
Binacionales, realizando estudios coordinados, dirigidos a la aplicación, en
Bolivia y Brasil, de planes, programas y proyectos que permiten el aprovecha-
miento racional de los recursos naturales. Siempre entendimos en Bolivia, que
el proyecto Madera-Madeira forma parte de la integración física estratégica
entre Bolivia y Brasil, razón por la cual propongo a Vuestra Excelencia retomar
este espíritu, y articular dicho Proyecto con obras conjuntas que beneficien,
por igual, a nuestros países. En el marco de las relaciones bilaterales de alto
nivel establecidas entre nuestros países, mi Gobierno solicita expresamente la
remisión del tratamiento de este tema a una Comisión Binacional para análisis
de Proyectos relativos al río Madera, propuesta mediante Nota Verbal VREC/
DGAB/DAM/539/04. Con este motivo, hago propicia la oportunidad para rei-
terar a Vuestra Excelencia, las seguridades de mi distinguida consideración.
(David Choquehuanca, Ministro de Relaciones Exteriores)

Formalmente, el gobierno de Brasil nunca tomó en cuenta estos seña-


lamientos. Sin embargo, en los últimos años Brasil hizo varios favores polí-
ticos a Bolivia, sobre todo referidos al conflicto que tiene el gobierno con la
«Media Luna» formada por los departamentos de las tierras bajas de Bolivia
(Pando, Beni, Santa Cruz y Tarija). Curiosamente, los resultados de casi to-
das las reuniones bilaterales que tenían los presidentes Morales y Lula en
los últimos años, terminaron en que Brasil respaldó la gestión del gobierno
boliviano y, paralelamente, anunciaron la implementación de megaobras de
infraestructura, entre ellas las represas hidroeléctricas, con financiamiento
brasileño e involucramiento de empresas constructoras brasileñas. Resu-
miendo, en los últimos dos años el gobierno de Bolivia no demandó a Brasil
11 | (In)Justicia en el manejo de cuencas transfronterizas 195

sobre la construcción de las represas San Antonio y Jirao y, por el contrario,


está promoviendo con fuerza la implementación de la represa Cachuela Es-
peranza que se construirá en el territorio boliviano.
En general, observamos que en el proceso de construcción de las re-
presas en el río Madera, la toma de decisiones estuvo determinada por inte-
reses políticos y relaciones de poder, y las acciones legales a escala nacional
e internacional tuvieron muy pocos resultados. Aunque los planes para las
represas ya existían desde hace más de treinta años, desde hace diez años el
complejo del río Madera figura como proyecto prioritario en dos progra-
mas que están respaldados por el poder ejecutivo y financiero de Brasil y
Suramérica, por la IIRSA (Iniciativa para la Integración de la Infraestruc-
tura Regional de Suramérica), y por el PAC (Programa de la Aceleración de
Crecimiento).
IIRSA tiene una cartera de más de 500 proyectos de infraestructura pla-
nificados en América del Sur. Es una iniciativa ambiciosa de doce países,
liderado por Brasil en cooperación con un número de bancos regionales e
internacionales, que tiene como objetivo principal la integración regional
del continente mediante el desarrollo de la infraestructura de transporte,
energía y comunicaciones por medio de proyectos agrupados en «ejes de
desarrollo». PAC es el programa del gobierno de Brasil que promueve un
crecimiento económico a través de medidas como la construcción de me-
gaobras de infraestructura, cuya segunda fase ha empezado en el 2010.
En general, a escala internacional y nacional, los críticos de las obras no
han sido capaces de frenar los avances de la IIRSA y el PAC. En el caso de río
Madera, funcionarios brasileños de las organizaciones estatales IBAMA y
FUNAI (Fundación Nacional Indígena) tuvieron que renunciar a sus traba-
jos por ser críticos hacia la construcción de las represas San Antonio y Jirao, y
las acciones legales iniciadas por ONG y organizaciones de los afectados por
las represas no tuvieron resultados. El gobierno de Brasil deportó activistas
bolivianos que estaban en contra de las represas de río Madera, criminali-
zando así las acciones de protesta con carácter «transfronterizo». En mayo
de 2009 ocurrió un debate intenso entre la, entonces, senadora brasileña
Marina Silva —ex ministra de Medio Ambiente y candidata presidencial en
2010— y otro senador, quien afirmó que el gobierno brasileño construiría
las represas «sí, o sí».1 Esta anécdota caracteriza el proceso de toma de deci-
siones sobre la construcción de las represas: los intereses económicos tienen
más peso que el respeto a las leyes (nacionales o internacionales).

1. Comentario de Brent Millikan.


196 H. Laats

Se han presentado muchos casos en los cuales, con el uso de poder y


dinero, se ha podido revertir decisiones legales que en un primer instante
pusieron obstáculos y/o salvaguardas a la construcción de las represas. En
el conflicto por la construcción de las represas del río Madera, de acuer-
do con las personas que opinan que la construcción de las represas del río
Madera debe ser rechazada, los intereses macroeconómicos y energéticos
detrás de San Antonio, Jirao y Cachuela Esperanza, no justifican la decisión
de construir megaobras en el río más biodiverso del mundo. Los impactos
referidos en un estudio anterior, muestran la inviabilidad social, cultural, y
ambiental de las obras y los efectos negativos que sufrirá la economía local
(Laats 2010).
Entre los impactos previsibles se pueden mencionar los siguientes (La-
ats 2010), de distinto índole y que tienen efectos interrelacionados y so-
brepuestos: por la construcción de la represa San Antonio se produce una
deforestación masiva, la muerte de por lo menos once toneladas (algunos
fuentes mencionan sesenta toneladas) de peces y otros animales durante su
construcción (diciembre 2008), porque diariamente se utilizaban explosivos,
que han causado graves molestias a la población de Porto Velho. Además, en
los pueblos ribereños se ha generado muchos conflictos entre la población:
la construcción de carreteras y ductos relacionados con la represa San An-
tonio han alterado la zona; impactado en la biodiversidad; aumentado las
enfermedades; incrementado la criminalidad y prostitución.
La población local sufre los impactos económicos; se ha incrementado
la especulación de tierras y los costos de vida, especialmente el alquiler.
Las represas están afectando a las pequeñas ciudades: se requiere de un
mayor tiempo y costo de transporte; se dificulta e impide la migración de
peces, afectando la economía pesquera; son frecuentes las inundaciones
y la emisión de gases de efecto invernadero —mayores a la de las centra-
les de gas, diesel o carbón—; hay impactos socioambientales a causa del
aumento de soya y biocombustibles, y por el aumento de la ganadería. Se
ha originado inmigración y ocupación desordenada de las tierras y de los
espacios de la floresta; hay daños por el efecto de las turbinas e impactos
por la línea de transmisión eléctrica, las hidrovías, el gasoducto, un ferro-
carril, por la transformación del mercurio en la forma metílica venenosa y
por la sedimentación. Se produce un aumento de la deuda y el desperdicio
de fondos públicos. Y por último, los impactos psicológicos y culturales
agravan las condiciones de vida de las poblaciones afectadas y sin ninguna
perspectiva.
Además, las futuras ganancias económicas de las represas están di-
vidas inequitativamente y contribuirán a un aumento de la inequidad
11 | (In)Justicia en el manejo de cuencas transfronterizas 197

económica de Bolivia y Brasil, afectando así el bienestar de sus poblacio-


nes.2 Asimismo, habrá una violación no justificable de los derechos de los
pueblos indígenas, de los cuales algunos viven en aislamiento voluntario o
son no contactados.
En relación con lo último, una misión de relatores de violación de de-
rechos humanos que visitó la zona del complejo río Madera en noviembre
de 2007, encontró las siguientes violaciones de los derechos económicos,
sociales, culturales y ambientales (Plataforma DhESCA. Brasil, Lisboa, Ma-
rijane y Neves Barros, Juliana, 2008): Exclusión en los estudios de impacto
ambiental en la cuenca del río Madera de los principios de autodetermi-
nación de los pueblos y soberanía de los países; falta de claridad y transpa-
rencia sobre la necesidad de las construcciones y la ausencia de un análisis
sobre alternativas que tengan menores impactos; violación de los principios
democráticos y de los derechos humanos de información, consulta y par-
ticipación; violación de los derechos humanos a un ambiente equilibrado
y de la protección de la biodiversidad; violación del derecho humano a la
salud: riesgo por la contaminación por mercurio, agravación del paludismo,
ausencia de estudios sobre la cualidad del agua; violación de los derechos de
seguridad alimentaria, trabajo, acceso a la tierra y mitigación adecuada; des-
trucción del patrimonio histórico-arquitectónico; violación de derechos en
los procesos de litigación, estudios de impacto y otorgamiento de licencias;
y, criminalización de la protesta.

4. Extractivismo y «Buen Vivir»

Las represas de río Madera forman parte de un proceso continuo que se


inició hace quinientos años en el cual se considera que el extractivismo es el
motor económico de Sudamérica. Este proceso ha tenido cambios en acto-
res (financieros, ejecutores y beneficiarios) durante la época colonial, dicta-
torial, neoliberal, y actual, pero mantenía la misma lógica económica.
Varios analistas, por ejemplo, el uruguayo Eduardo Gudynas (2010),
denominan el proceso actual como «neoextractivismo progresista». Argu-
menta que:

[…] el neoextractivismo de los actuales gobiernos progresistas es un nuevo


ingrediente de una versión contemporánea del desarrollismo. Ciertamente no

2. En un estudio de Laats (2010) se argumenta también que la represa de Cachuela Espe-


ranza probablemente causará un endeudamiento de la población boliviana, mientras
los mayores beneficios serán para Brasil.
198 H. Laats

es un neoliberalismo encubierto, ya que se han dado cambios sustanciales, y


algunos muy importantes, como los programas de asistencia social. Pero tam-
poco puede decirse que son una forma de desarrollo alternativa, donde se ge-
neran transformaciones hacia una mayor equidad o calidad de vida. Encierran
la potencialidad de controlar los sectores productivos bajo fines nacionales,
pero también acecha el peligro de un autoritarismo desarrollista. Estas son las
cuestiones que están comenzando a ser discutidas en varios países sudame-
ricanos, donde los temas ambientales se convierten en el nuevo desafío y la
nueva frontera para la izquierda.

Consideramos que la construcción de megarepresas en la Amazonía


debe ser considerada como una actividad extractivista. Hay varias razones
para cuestionar los argumentos de los protagonistas de las represas hidroé-
lectricas en la Amazonía que argumentan que estas megaobras son una
fuente de energía limpia y sostenible. Primero, a diferencia de las represas
en zonas más montañosas y de las represas en zonas más áridas, las represas
amazónicas causan una pérdida grande de tierras con una vegetación densa.
Por ejemplo, la represa Cachuela Esperanza inundará un área de unos 690
km2. Luego, Fearnside (en Laats 2010) muestra que las represas amazónicas,
justamente por inundar mucha biomasa, provocan una emisión masiva de
gas metano. Por lo tanto, siendo metano un gas que tiene un efecto inverna-
dero veinte veces más alto que el CO2, generalmente las represas hidroeléc-
tricas tienen un efecto invernadero mayor que las centrales hidroeléctricas
de gas, diesel o carbón.
En el caso de la Amazonía, se puede utilizar el término «dilema amazó-
nico» (Laats 2009) para referirse a la opción de un aprovechamiento (ace-
lerado) de los recursos naturales de la Amazonía, frente a la opción de una
gestión más sostenible, respetando los derechos de la población originaria y
preservando la biodiversidad de la Amazonía.
En el marco de la (in)justicia hídrica, este dilema nos lleva al siguiente
análisis:
Avanzar, sin muchos impedimentos, en la construcción de megaobras
como las represas en el río Madera, no es tanto el resultado de una ausencia
de leyes, sino más bien de la presencia de acuerdos de planificación (IIRSA
y PAC) y de mecanismos normativos, sociales y económicos que histórica-
mente han sido construidos en Suramérica. El caso de río Madera muestra
cómo acuerdos de planificación tipo IIRSA y PAC han podido acelerar la
toma de decisiones y la obtención de financiamiento para las represas. La
ausencia de leyes internacionales suficientes no ha influido sustancialmente
en el proceso de planificación y construcción de las represas, porque a escala
nacional existen leyes aplicables, e internacionalmente hay la posibilidad de
11 | (In)Justicia en el manejo de cuencas transfronterizas 199

aplicar normas que tienen una relación indirecta con la gestión de cuencas
transfronterizas.3 El caso de río Madera muestra que esta legislación en al-
gunos casos puede influir en la forma en que se construye una represa, pero
no influye sobre la cuestión de si realmente se debe construir una represa
o, desde una perspectiva más amplia, sobre cómo se puede concretizar una
gestión de una cuenca transfronteriza de una manera más integral.
La permanencia de esta lógica desarrollista también implica que se ha
podido dar continuidad a una red fina de normas legales formales e infor-
males, relaciones sociales y financieras. Las represas del río Madera signifi-
can enormes desafíos técnicos, financieros, organizativos y logísticos. Por
la actual existencia de entidades financieras y grandes empresas de cons-
trucción, especialmente en Brasil, nunca antes en la historia suramericana
hubo condiciones tan favorables para lograr superar dichos desafíos para
construir megaobras.
Sin embargo, también existen condiciones favorables para cambiar la
lógica actual extractivista de Suramérica y cambiar drásticamente sus pa-
radigmas económicos. Específicamente, en los últimos años hubo algunos
cambios drásticos en sistemas legales formales e informales que, en princi-
pio, podrían facilitar estos cambios en el paradigma dominante actual que es
el extractivismo. Se menciona la incorporación del concepto de «Vivir Bien»
y «Buen Vivir» en las constituciones Bolivia y Ecuador respectivamente, y el
lanzamiento del principio del Derecho de la Naturaleza en Ecuador. Asimis-
mo se puede argumentar que la lógica de Estados plurinacionales (Bolivia)
brinda posibilidades para nuevos paradigmas económicos.
Javier Medina (2001) propone que la aplicación del principio de Vivir
Bien apunte a la construcción de una sociedad convival, de frugalidad y ca-
lidad de vida, de baja entropía, de equilibrio, ecosimbiótica con su espacio;
una sociedad de redes y flujos dinámicos y de democracias locales directas.
La Constitución de Ecuador propone siete objetivos para concretar el Buen
Vivir (Acosta 2009):
i. Mejorar la calidad y esperanza de vida y aumentar las capacidades y
potencialidades de la población en el marco de la igualdad, libertad, in-
terculturalidad, equidad de género, responsabilidad intergeneracional,
cohesión e integración social y territorial.

3. Por ejemplo, según la plataforma DhESCA (2008), el gobierno brasileño no respeta va-
rios acuerdos internacionales como la «Convención para la protección de la Flora, la
Fauna, y las Bellezas Naturales de las Américas». El segundo principio de la Conferencia
de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y Desarrollo (CNUMAD), Río de Ja-
neiro 1992; y, el artículo 3 de la Convención de la Biodiversidad establecen que se debe
evitar actividades que causen daños al medioambiente de otros Estados.
200 H. Laats

ii. Construir un sistema económico justo, democrático, productivo, soli-


dario y sostenible, basado en la distribución igualitaria y equitativa de
los frutos del desarrollo, de los medios de producción y en la genera-
ción de trabajo digno, estable y justo.
iii. Fomentar la participación y el control social, reconociendo las diversas
identidades y promoviendo su representación equitativa, en todas las
fases de la gestión y del poder público.
iv. Recuperar y mantener un ambiente sano y sustentable, garantizando a
las personas, comunidades, pueblos y nacionalidades el acceso equita-
tivo, permanente y de calidad al agua, aire y suelo, y a los beneficios de
los recursos del subsuelo y del patrimonio natural.
v. Garantizar la soberanía nacional, promover la integración latinoameri-
cana e impulsar una inserción estratégica en el contexto internacional,
contribuyendo a la paz y a un sistema democrático y equitativo mundial.
vi. Promover un ordenamiento territorial equilibrado y equitativo que in-
tegre y articule las actividades socioculturales, administrativas, econó-
micas y de gestión, garantizando la unidad del Estado.
vii. Proteger y promover la diversidad cultural y respetar sus espacios de
reproducción e intercambio; recuperar, preservar y acrecentar la me-
moria social y el patrimonio cultural.

Estos siete objetivos buscan un acercamiento entre los discursos del


desarrollo sostenible y del Buen Vivir. La Constitución ecuatoriana sostiene
que el «régimen de desarrollo es el conjunto organizado, sostenible y diná-
mico de los sistemas económicos, políticos, socioculturales y ambientales,
que garantizan la realización del Buen Vivir. El Buen Vivir requiere que
las personas, comunidades, pueblos y nacionalidades gocen efectivamente
de sus derechos y libertades y ejerzan responsabilidades en el marco del
respeto a sus diversidades y de la convivencia armónica con la naturaleza»
(Acosta 2009).
Asimismo, se han presentado muchos cambios en los procesos de in-
tegración a nivel suramericano (Laats 2009). IIRSA fue históricamente el
primer acuerdo firmado por todos los doce mandatarios suramericanos,
siendo un acuerdo de carácter netamente extractivista. Sin embargo, desde
entonces se lograron acuerdos más integrales, por ejemplo, el Banco Sur y
la UNASUR (Unión de la Naciones Suramericanas). A un nivel más regional
hubo avances a nivel de ALBA (la Alternativa Bolivariana para las Améri-
cas) y los Tratados de Comercio entre los Pueblos (TCP). Mientras tanto,
otros acuerdos regionales ya existentes como la CAN (Comunidad Andina
11 | (In)Justicia en el manejo de cuencas transfronterizas 201

de Naciones), OTCA (Organización del Tratado de Cooperación Amazóni-


ca), y el Mercosur no han avanzado mucho.
Existe un gran desafío en Suramérica para, en primer lugar, mostrar que
las alternativas al modelo extractivista en esta región son realmente viables,
es decir económicamente y, en segundo lugar y sobre todo, tener referencia
plena con la calidad de vida y la sostenibilidad ambiental. En este sentido,
es necesario tomar muy en serio la propuesta Yasuni/ITT del gobierno de
Ecuador, sobre la que se señala que:

Se trata de un ejercicio de corresponsabilidad internacional que apunta a una


nueva relación entre países desarrollados y países menos desarrollados, y tam-
bién a un nuevo modelo de desarrollo, el modelo pospetrolero. […] La inici-
ativa ecuatoriana […] propone lo siguiente. El Estado ecuatoriano se com-
promete a dejar en el subsuelo reservas de petróleo estimadas en 850 millones
de barriles en tres pozos —Ishpingo, Tambococha y Tiputini (de ahí la sigla
ITT)— del parque nacional amazónico Yasuní, si los países más desarrollados
compensan a Ecuador con la mitad de los ingresos que dejaría de tener como
resultado de esa decisión. Los cálculos indican que la explotación generaría, a
lo largo de trece años, ingresos por 4 a 5 mil millones de euros y liberaría en
la atmósfera 410 millones de toneladas de dióxido de carbono. Esto no ocur-
rirá si Ecuador es compensado con cerca de 2 mil millones de euros mediante
un compromiso doble. Ese dinero se destinará a inversiones ambientalmente
adecuadas: energías renovables, reforestación, etc.; el dinero se recibiría bajo
la forma de certificados de garantía, un crédito que debería ser devuelto a los
países «donantes», con intereses, si Ecuador explota el petróleo. (Buenaven-
tura de Sousa 2009)

La propuesta de Yasuni/ITT es quizás la más llamativa, y debe ser vista


en conjunto con otras propuestas, como por ejemplo, la de fuentes de ener-
gía alternativa, la de una recompensación justa en el marco de la emisión de
gases invernaderos, las de ecoturismo, agroforestería, entre otras. También
es importante analizar sus ambivalencias y contradicciones en el contexto
político ecuatoriano. De manera general, vale la pena analizar bien las po-
sibilidades de economías que están basadas no solamente en la extracción
de los recursos naturales de los países suramericanos, sino también en sus
conocimientos, sus servicios, y la producción local.

5. Reflexiones

Se puede percibir que los cambios en el sistema legal oficial y no oficial,


nacional e internacional, su aplicación y su aceptación, dependen de la
202 H. Laats

viabilidad de las propuestas económico-sociales alternativas al extractivis-


mo. No es sorprendente que los cambios radicales en la legislación boli-
viana y ecuatoriana todavía no provoquen cambios radicales en la práctica
económica de estos países y en la aplicación de esta nueva legislación. Es un
proceso que tomará su tiempo y necesitará mucha paciencia, concertación,
análisis, evaluación y ensayo.
Referido al manejo de cuencas transfronterizas y la construcción de re-
presas hidroeléctricas, la discusión sobre alternativas al extractivismo y las
oportunidades de los acuerdos de integración con carácter integral, brindan
muchas oportunidades. Por ejemplo, vale la pena analizar las oportunidades
de tener una unidad de cuencas transfronterizas dentro de la UNASUR y/o la
OTCA. En este sentido, se puede analizar las experiencias de otras partes del
mundo, por ejemplo la experiencia de la Unión Europea y el mejoramiento
del manejo de la cuenca trasfronteriza del río Rin. Este río estuvo hace trein-
ta años extremamente contaminado, y hoy en día, otra vez es posible pescar
y nadar. También es relevante estudiar los casos de cogestión transfronteriza
(Gunderson, Holling y Light 1995).
Mientras tanto, el escenario del manejo de cuenca transfronteriza del
río Madera no es muy alentador para los ambientalistas y defensores de los
derechos de las poblaciones afectadas. En los tres países de la cuenca de río
Madera (Perú, Bolivia, Brasil), domina todavía la lógica extractivista. Ya se
ha indicado que la presencia o ausencia de una legislación formal no tiene
mucha influencia sobre la opción de construir o no represas hidroeléctricas.
Asimismo, las normas informales y las relaciones socioeconómicas a nivel
macro tienden a facilitar la construcción de estas megaobras. Los sistemas
plurilegales, económicos y organizativos locales que tienen otra lógica, no
tienen suficiente fuerza para detener los procesos extractivistas. En esta ló-
gica, quedan tres desafíos para los ambientalistas y los defensores de los
derechos de las poblaciones afectadas: mitigar el impacto de las megaobras,
proponer el manejo integral participativo de las cuencas transfronterizas y
mostrar la viabilidad de otros paradigmas económicos.
Actualmente, las normas formales e informales sobre cuencas trans-
fronterizas son justas si se las mira desde una perspectiva extractivista, e
injustas si se las observa desde una perspectiva de los derechos económicos,
sociales, culturales y ambientales. Debe ser posible de encontrar un acerca-
miento entre estas dos perspectivas porque sus protagonistas coinciden a
menudo sobre objetivos como la lucha contra la pobreza y la conservación
del medioambiente. En este sentido, quizás el escenario no es tan pesimista
para los ambientalistas y los defensores de los derechos de las poblaciones
afectadas, porque muchos de los gobiernos suramericanos ya aprobaron
11 | (In)Justicia en el manejo de cuencas transfronterizas 203

leyes dirigidas hacia un cambio paradigmático de sus economías, el cual, sin


embargo, todavía no saben aplicar en la práctica.

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Capítulo 12

Injusticia hídrica y pagos por servicios


ambientales: mirando detrás del telón
en Pimampiro, Ecuador

Jean Carlo Rodríguez-de-Francisco y Rutgerd Boelens�

1. Introducción

En la región andina, históricamente, la concentración del agua estuvo ligada


al acaparamiento de la tierra, a la conformación de la gran hacienda. En la
sierra ecuatoriana, este fenómeno viene desde la época de la colonia, en oca-
siones, junto con la infraestructura de riego que se construyó con el trabajo
gratuito y semigratuito de los campesinos. Posteriormente, la Reforma Agra-
ria que liquidó formas semifeudales de producción, no afectó la desigual dis-
tribución del agua. Las haciendas han continuado acaparando este recurso
(Gaybor 2008). Como argumenta Gaybor, el despojo del agua se da de dos
maneras: una formalizada, es decir, a través de concesiones o autorizaciones
entregadas por el Estado, y otra, mediante el uso al margen de la ley. Según
las concesiones de agua dadas por el Estado ecuatoriano, hasta el 2005, el 1%
de los beneficiarios concentra el 64% del caudal utilizado para riego, mien-
tras que el 99% de los usuarios apenas capta el 36% (Gaybor 2008, 2011).
Desde hace más de un siglo, en el cantón Pimampiro existe una acequia
que conduce el agua desde Mariano Acosta (parte alta del cantón) hasta la
parroquia de Pimampiro, donde está ubicada la hacienda Santa Rosa. Según
algunos campesinos, esta acequia fue construida por los incas, otros dicen
que data de 1860 (Mothes 1987; Dulong 2005). Pimampiro se hizo conce-
sionar esta fuente, en principio, para la hacienda y, hoy en día la comparten
exclusivamente con los miembros de la Junta de Aguas de Riego de Pimam-
piro-JARP. Es decir que las comunidades campesinas-indígenas, de donde
surge el agua —el agua que se quiere conservar a través de un mecanismo
206 J. C. Rodríguez-de-Francisco y R. Boelens�

denominado Pago por Servicios Ambientales-Hídricos (PSA-H)— no tie-


nen derecho a usarla legalmente.
Para explicar cómo un sistema de PSA puede contribuir a «institu-
cionalizar» la concentración de agua es necesario primero entender su ra-
cionalidad, la que explica la degradación ambiental como el producto del
mal manejo y la falta de incentivos para preservar los ecosistemas (Pagiola
2005). Se argumenta, entonces, que la degradación ambiental en los eco-
sistemas que proveen servicios ambientales puede ser detenida mediante la
creación de un mercado para la conservación, que internalice los costos y/o
beneficios ambientales en relación con las decisiones de producción y/o de
consumo. Junto a esto, algunos argumentan que a través de los PSA las fami-
lias pobres pueden obtener beneficios económicos y potenciar sus medios
de subsistencia y los sistemas de uso del agua.
Sin embargo, hasta ahora, los impactos en el ámbito de los mecanis-
mos del PSA-H sobre las estructuras socioeconómicas y de acceso al agua,
dentro de las comunidades involucradas, no han recibido mucha atención
científica. Por tanto, el objetivo de este estudio es presentar un análisis de
la gestión de los recursos hídricos que se enfoque en los impactos sociales
que los PSA-H inducen o refuerzan. Para ello, es necesario tener en cuenta el
funcionamiento del poder (de actores «externos» e «internos» en la comu-
nidad), la historia y las condiciones socioculturales entre las comunidades
involucradas. Al mismo tiempo, esta investigación también tiene como ob-
jetivo examinar la agencia de los campesinos con respecto al control de los
recursos naturales, y del agua, considerando también las fuerzas económicas
y políticas que influyen en el comportamiento de los actores locales y su ac-
ción, cuestiones que fueron abordadas a través del estudio de dos esquemas
de PSA-H, implementados en Pimampiro, Ecuador.
Los resultados de esta investigación son útiles a las comunidades, a los
políticos e investigadores, porque aclaran y distinguen ciertas condiciones
en que el PSA-H puede afectar de forma positiva o negativa las estrategias
de subsistencia de los grupos pobres o marginados. Por otra parte esclarece
cómo las estructuras de poder pueden influir en la introducción e imple-
mentación del PSA-H, afectando el control y acceso sobre los recursos natu-
rales propios y de terceros, y por ende, en los medios de vida campesina.

2. Notas conceptuales para el análisis de la racionalidad


e impactos de los PSA

Los partidarios del PSA tienen varias hipótesis (conscientes o inconscien-


tes) con las que justifican la adopción de esta política e instrumento de
12 | Injusticia hídrica y pagos por servicios ambientales 207

intervención. Algunos ejemplos característicos son la supuesta neutralidad


del poder del instrumento en sí mismo, la homogeneidad de los actores in-
volucrados en los procesos de formulación, negociación e implementación
de los PSA. Además, la suposición de que estos instrumentos refuerzan los
medios de subsistencia campesina (Wunder 2005; 2008). Estos supuestos,
sin embargo, se deben evaluar en la práctica, a fin de asegurar garantías
para los campesinos y los medios de vida de sus comunidades. Como tal,
esta nueva forma de gestión de los recursos naturales, ahora puesta en rea-
lidades locales, genera tres preguntas en relación con los medios de vida
campesino.
La primera pregunta se refiere a la neutralidad del poder del propio
instrumento: ¿Cuál es la base política de la producción de conocimiento
científico en relación con el PSA? (Goldman 1997) y, ¿cuál es la justificación
detrás de la aplicación en las prácticas de intervención?
La segunda pregunta relacionada con la anterior es una reflexión acerca
de los agentes involucrados: ¿En qué medida la heterogeneidad y los dife-
renciales de poder de los agentes involucrados crean un campo de juego
desigual dentro del marco institucional del PSA-H, donde se generan opor-
tunidades para algunos a costa de desventajas para el resto?
La tercera pregunta reflexiona sobre los efectos reales de la aplicación
de las instituciones y prácticas del PSA: ¿Cómo los PSA-H fortalecen o de-
bilitan la capacidad de los campesinos de continuar y desarrollar sus pro-
pios repertorios de vida? (Mayer 2002; Van der Ploeg 2008; Boelens 2009).
¿Cómo los PSA-H infieren sobre la doble determinación campesina? (Golte y
de la Cadena 1986; Boelens y Hoogesteger en próxima publicación).
Con el fin de responder a estas preguntas utilizamos un marco teó-
rico que entrelaza teorías y conceptos, como, ecología política (Blaikie y
Brookfield 1987; Stott y Sullivan 2000; Budds 2004; Castro 2006), poder y
procesos de normalización (Foucault 1969; Digeser 2002; Boelens 2009),
enfoques orientados al actor (Long 2001; Long y Van der Ploeg 1989), reper-
torios y formas de vida campesina (Golte y de la Cadena 1986; Bebbington
1999; Mayer 2002; Van der Ploeg 2008; Bebbington et al. 2010), derechos
y control del agua (Bolin 1990; Zwarteveen 1997; Boelens y Zwarteveen
2005; Swyngedouw 2005), los cuales son aspectos profundamente embe-
bidos en la historia local y el contexto de la comunidades y los territorios.
Este documento no tiene el objetivo ni el espacio para elaborar estos cuer-
pos teóricos, por lo cual referimos a las obras citadas y a Rodriguez-de-
Francisco y Boelens (próxima publicación).
208 J. C. Rodríguez-de-Francisco y R. Boelens�

3. Casos en Pimampiro

3.1. Zona de estudio

El municipio del norte ecuatoriano de Pimampiro se localiza en un rango


altitudinal de 1600-4000 msnm. Este municipio se divide en cuatro parro-
quias: Mariano Acosta, San Francisco de Sigsipamba, Chuga y Pimampi-
ro, el principal centro urbano. Los dos esquemas de PSA estudiados, Nueva
América y Chamachán (ver cuadros 12.1 y 12.2), están ubicados en la pa-
rroquia de Mariano Acosta (ver gráfico 1), la cual se encuentra ubicada en
un rango altitudinal de 2080 y 4000 msnm, con una superficie de 133,76
km2. Los habitantes de esta parroquia se identifican como pertenecientes a
dos grupos: la población indígena cuenta con 1100 habitantes (60% de la
población total) y cerca de 800 habitantes (40%) se autoclasifican como po-
blación mestiza. La agricultura es la principal ocupación de los habitantes
de la comunidad (GMP 2010).
El PSA-H en Nueva América es uno de los que cuenta con mayor tiempo
de implementación y ha sido colocado como un ejemplo a seguir por aque-
llas municipalidades comprometidas en asegurar la provisión de agua para
su población (Wunder y Alban 2008).

3.2. Impactos de Pago por Servicios Ambientales-Hídricos (PSA-H)


y la respuesta de las comunidades en Mariano Acosta

En la siguiente página se presentan los principales resultados investigativos


relacionados con los dos esquemas de PSA-H ubicados en Mariano Acosta.

El agua «conservada» es de riego: doble concentración de los derechos de agua

El agua de riego en el cantón Pimampiro ha sido totalmente controlada,


desde antes del siglo XX, por un sector de los habitantes de la parroquia
Pimampiro. Inicialmente, por la Hacienda Santa Rosa, donde antes de 1921
esta hacienda ejercía control coercitivo sobre tierras, infraestructura hi-
dráulica y aguas provenientes de la parte alta de Pimampiro (parroquia de
Mariano Acosta). Aunque las tierras de altura, después de un largo proceso
legal, fueron adjudicadas a «ex-huasipungueros» llegados a lo que hoy en
día son los territorios del alrededor de varias comunidades campesinas e
indígenas (por ejemplo: El Alizal, Puetaqui, La Florida) y el centro urbano
de Mariano Acosta, el agua se mantuvo como exclusividad de la hacienda.
Hoy en día, el control de la infraestructura y del agua de riego está adjudicado
12 | Injusticia hídrica y pagos por servicios ambientales 209

Cuadro 12.1
Ficha técnica PSA-H Nueva América

Fecha de implementación: 2000-2001


Microcuenca: Pisque
Área total: 637,94 ha
Área en PSA: 488,2 ha
Antecedente: Proyecto de Desarrollo Forestal Comunitario (DFC-FAO)
Financiado/Promovido: Fundación Interamericana, Corporación para el Desarrollo de
los Recursos Naturales (CEDERENA) y Gobierno Municipal de Pimampiro (GMP) /
Banco Mundial, FAO y CIFOR.
Compradores: Usuarios de agua de Empresa Municipal de Agua Potable y
Alcantarillado de Pimampiro-EMAPA-P.
Vendedores: Asociación Nueva América: 19 propietarios de 28 en la microcuenca
Palaurco, cuenca del Pisque.
Intermediario: GMP y EMAPA-P.
Contratos: Inicialmente a cinco años, desde 2005 a tiempo indefinido

Cuadro 12.2
Ficha técnica PSA-H Chamachán

Creado: 2007-2008
Microcuenca: Chamachán
Área total: 800,88 ha
Área en PSA: 358,34 ha
Antecedente: PSA Nueva América
Financiado: Gobierno Provincial de Imbabura (GPI), GMP, Comisión Europea:
PRODERENA y Corporación Aves y Conservación
Compradores: No identificado
Vendedores: 17 de los 19 propietarios privados de la parte alta del Chamachán; 15
miembros de la Asociación Guagala (tierras comunales) que no participan en el
PSA-H.
Intermediario: GMP
Contratos: A tiempo indefinido
210 J. C. Rodríguez-de-Francisco y R. Boelens�

Mapa 12.1. La zona de estudio.


Fuente: Elaboración propia.

legalmente a través de una concesión otorgada por la gubernamental Agen-


cia de Aguas a la JARP —Junta de Agua de Riego y Potable, integrada por los
usuarios—, de la cual forman parte diferentes socios —productores peque-
ños, medianos, grandes, la hacienda y una empresa agroindustrial ubicados
en la parte baja del cantón—. Esto se puede entender como una concentra-
ción de los derechos de agua en la parte baja del cantón.
12 | Injusticia hídrica y pagos por servicios ambientales 211

Ahora bien, quizás el lector se estará preguntando por qué nos referi-
mos al agua de riego, cuando el PSA-H en Nueva América es financiado por
los usuarios del agua para consumo humano del centro urbano Pimampiro.
Lo que sucede es que el agua del «área de conservación PSA-H» en Nueva
América no fluye a los usuarios del agua potable que pagan por el servicio
ambiental, sino a otra zona en la que se utiliza para riego por parte de los
miembros de JARP. En 2001, el Gobierno Municipal de Pimampiro (GMP)
intercambió una concesión de agua sobre el río Palaurco, cuenca del río
Pisque, por una concesión a nombre de la JARP, en la parte alta del río Cha-
machán (Tigre Rumi). El agua del río Palaurco baja por la Acequia Nueva
América que se conecta con la Acequia del Pueblo o Pimampiro y luego
con otras acequias y óvalos hacia los campos de los asociados en la JARP
(comunicación personal, A. Guerrero - GMP, D. Rivera - JARP, L. Paspuel -
EMAPA-P, y R. Yaguache - CEDERENA 2010; Dauriac 2005).
Esta agua sirve para la producción de frutales, caña de azúcar (en las
partes bajas); frejol arbustivo, maíz asociado con frejol, trigo, cebada, haba,
tomate riñón (en invernadero); y en campo abierto, en forma muy puntual
pastos (naturales y cultivados). Principalmente, alrededor de la ciudad de
Pimampiro existe una significativa producción bajo invernadero especial-
mente del cultivo de tomate (Cevallos et al. 2008: 23).

Cuadro 12.3
Derecho de agua por categoría de productor asociado a JARP

Categoría Área Flujo Flujo Núm. de familias


Productor (ha) (lts/s) (%) familias (%)

Hacienda 1.364 ha 1.364 41,7 25 1 0,2

Grandes 25-10 ha 365 28,5 18 23 4,9

Medianos 10-2,1 ha 448 42,6 26 100 21,1

Pequeños 2-0,1 ha 287 51,8 31 349 73,8

Total 2.465 164,6 100 473 100,0

Fuente: Elaboración propia.


212 J. C. Rodríguez-de-Francisco y R. Boelens�

Al analizar la distribución de los derechos de agua, dentro de los usua-


rios de la JARP, se observa una clara concentración de los derechos de agua
proporcionados, entre otros, por Nueva América. El 5% de las familias (ha-
cienda y grandes productores) controlan el 43% de los derechos de agua,
mientras que el 95% de las familias (los productores medianos y pequeños)
controlan el 57% de los derechos de agua restantes. En otras palabras, mien-
tras que la hacienda controla el 25% del flujo, una familia de pequeños pro-
ductores tiene acceso a solo 0,14% de los derechos de agua. Lo que sugiere
una concentración dentro de los miembros de la junta de regantes.

Influencia del poder político y económico en la introducción


e implementación del PSA-H

Lejos de ser un proceso transparente y voluntario de «intercambio de mer-


cado» entre agentes con la misma información, capacidad de negociación,
que racionalmente equilibran oferta y demanda, calculan costos y benefi-
cios, tomando «decisiones técnicas» neutrales, traduciéndose en pagos que
reflejen los costos de oportunidad de los proveedores, hubieron (y persisten)
diferenciales de poder que determinaron el proceso de implementación del
PSA-H en Pimampiro. Por ejemplo, en Nueva América los montos pagados
a los proveedores de los servicios ambientales-hídricos, no cubren los cos-
tos de oportunidad.1 La imposición de estos montos es el resultado de una
negociación política entre la CEDERENA y el GMP, actores con alto poder
político, y una asociación campesina pequeña y dividida. Cabe resaltar que
desde el establecimiento de los montos de pago, que fueron fijados en 1999,
no se ha realizado ninguna actualización de estos montos para, por ejemplo,
corregir la inflación por el gran impacto de la «dolarización» del país, y para
mejorar el poder adquisitivo de los participantes.
Después de siete años de la implementación del PSA-H Nueva América,
los montos de pago de este esquema fueron impuestos, sin cambio, en el
esquema de Chamachán. Adicionalmente, los propietarios involucrados ex-
plicaron que durante las conversaciones de negociación, entre propietarios

1. Al analizar los ingresos de una sucesión anual de habas y papa en una hectárea, se en-
contró que en un semestre, un agricultor puede obtener como ingresos netos US$1230
de la producción de papas, y US$3128 de la de habas. Lo que significa US$4358 por
hectárea al año. Ingreso superior a lo que un productor campesino puede obtener de
la venta exclusiva de su mano de obra (aproximadamente US$1500), o de participar
en el PSA-H (US$12/ha por año), o de participar en «Socio Bosque/Páramo», el nuevo
programa de PSA que el gobierno nacional puso en marcha en todo el país (US$30/ha
por año).
12 | Injusticia hídrica y pagos por servicios ambientales 213

y profesionales del MGP y PRODERENA, continuamente se explicó que la


situación actual es característica del retraso, y que las familias necesitaban
«progreso» a través de la incorporación de sus tierras en una gestión am-
biental «moderna». Aparte de los esfuerzos para convencer a estas familias
de convertirse en «jugadores ambientales modernos del mercado», también
se mostró persistentemente lo que significaba no participar como provee-
dores de servicios ambientales, haciendo alusión al futuro endurecimiento
del control ambiental en la zona, obligándolos a «comportarse mejor». Mu-
chas familias en Chamachán se refieren al PSA-H de la siguiente manera: «no
fui obligado a participar, ni tampoco lo hago únicamente de forma volun-
taria. Elegí «el dólar» en lugar de no obtener nada de mi tierra» (com. pers.,
participante PSA-H Chamachán 2010).
De igual forma, los diferenciales de poder dentro de la Asociación Nue-
va América determinaron la implementación de un esquema que genera
opiniones muy diferentes y contrastantes entre sus miembros. Después de
una larga lucha legal y social, en 1991, la Asociación Nueva América consi-
guió un título legal de propiedad comunal sobre las tierras que ocupan en la
actualidad. En 1994, disputas internas llevaron a la privatización de las tie-
rras de la Asociación y la distribución de la tierra se realizó de acuerdo con
la capacidad de pagos de cada agricultor, las parcelas que cada persona venía
trabajando y la participación en «mingas» (Dauriac 2005). Como resultado,
hoy en día, el área presenta fuertes diferencias en tenencia de tierra entre
miembros, donde un grupo formado principalmente por una familia pode-
rosa —25% de la comunidad, alrededor de ocho miembros— controla alre-
dedor del 50% de la tierra. Al observar los ingresos que el PSA-H representa,
se encuentra que un análisis por promedios (Wunder y Albán 2008) desdi-
buja drásticamente las diferencias de ingresos entre los miembros, dado que
mientras el pago promedio es de US$209 por año, hay una gran variación en
los pagos entre socios (algunos reciben solo US$15 anuales, mientras que el
mayor propietario recibe US$841).
Estas diferencias en ingresos generados por el PSA-H, crean grandes
intereses para unos pocos en contradicción con aquellos campesinos con
poca tierra e ingresos generados principalmente a través de la agricultu-
ra en la zona de intervención. Por eso, las personas para las que el PSA-H
representaba bajos ingresos estaban en contra de su implementación. Sin
embargo, para la implementación del esquema el GMP requirió un acuerdo
firmado por la mitad más uno de los miembros de Nueva América. Conse-
cuentemente, el presidente de la Asociación, miembro del grupo familiar
poderoso, no informó debidamente acerca de los detalles del esquema al
resto de los miembros de la Asociación (Dauriac 2005). Además, en cuanto
214 J. C. Rodríguez-de-Francisco y R. Boelens�

a las firmas que aprueban el acuerdo, algunos entrevistados dudan de la le-


gitimidad de algunas de estas (com. pers., miembros de la Asociación Nueva
América 2010).

Cohesión social dentro de Nueva América

Al analizar los impactos del PSA-H sobre la cohesión social en Nue-


va América, se encuentra que el 70% de los miembros de la Asociación
entrevistados —entre ellos, los participantes y no participantes— creen
que la introducción del PSA-H aumentó la polarización de sus miembros,
dando lugar a una «cultura aún más individualizada». Esto contrasta con
los supuestos de muchos autores partidarios del PSA (Echavarría et al.
2004, Pagiola et al. 2005) que argumentan, por ejemplo, que debido a la
introducción de este esquema, en la Asociación se ha creado una mayor
capacidad institucional comunitaria. Nosotros sostenemos que esta ma-
yor «capacidad institucional» solo se ha creado en los que reciben mayo-
res beneficios del PSA-H. Mientras tanto, la institucionalidad comunitaria
preexistente, la que permitió la aparición y consolidación de la Asocia-
ción, ha sido erosionada debido al PSA-H. Es así como durante las entre-
vistas, los miembros de la Asociación describieron cómo, después de la
introducción de este instrumento de mercado, han habido más conflictos,
por ejemplo, en relación con el control de la vivienda turística —la cual
es actualmente controlada por dos miembros de la familia poderosa—, la
apropiación de herramientas y los recursos comunales, además del bajo
reconocimiento de los líderes elegidos por la comunidad, por parte de este
grupo poderoso.
Si bien los conflictos y la individualización no pueden ser exclusiva-
mente atribuidos a la implementación del PSA-H, muchos sostienen que
este —a causa de los enfrentamientos anteriores y que todo el mundo así
ahora busca a sus «propias soluciones»— ha jugado un papel importan-
te en el debilitamiento de las formas de reciprocidad y de acción colectiva
(«mingas»,2 «cambia-manos»3 e «intercambios de pastos»4).

2. Grupos de trabajo colectivo no remunerado.


3. Intercambio de trabajo por trabajo entre familias o individuos de la comunidad, gene-
ralmente complementados con alimento, bebidas y tabaco.
4. Intercambio de pasturas para ganado de predios reservados a cambio de pasturas en
otras épocas, trabajo u otros productos (trueque).
12 | Injusticia hídrica y pagos por servicios ambientales 215

Deliberado desconocimiento de los derechos de tenencia


de la Asociación Guagala

La Asociación Floresta de Guagala, congrega a quince miembros de la co-


munidad de Puetaqui, y ocupa, desde hace treinta años, terrenos comunales
adyacentes a la quebrada Guagala, la cual está ubicada en la parte alta de la
cuenca del Chamachán. Para esta Asociación, la implementación del PSA-H
Chamachán representa un posible usurpamiento de sus derechos de uso so-
bre estos terrenos, que aunque el GMP y PRODERENA saben que los miem-
bros de la Asociación trabajan estos terrenos, desconocen deliberadamente
los derechos de tenencia de esta Asociación, al impulsar la creación de una
ordenanza municipal, para convertir los terrenos de esta Asociación en una
reserva municipal bajo el régimen PSA-H (com. pers., A. Guerrero-GMP; D.
Cuamacas-PRODERENA 2010).

Comunidades vecinas que confrontan el PSA-H

El análisis de la respuesta de las comunidades de Mariano Acosta frente al


PSA-H nos brinda una idea de cómo este último introduce una racionalidad
conflictiva en el contexto de estas comunidades altoandinas y que se relacio-
na con la agencia de las comunidades e individuos involucrados en estos es-
quemas. Durante nuestras conversaciones con los miembros entrevistados en
Mariano Acosta, el mensaje que más a menudo se repitió en relación con el
PSA-H puede ser mejor ilustrado por las palabras de un líder comunitario de
la zona: «Valoramos mucho nuestra autonomía para trabajar y conservar la
tierra y los recursos naturales que hemos salvaguardado a través de la historia,
a pesar de un contexto caracterizado por la marginación y el despojo. Ade-
más, estamos por la defensa de nuestra identidad indígena campesina, y nues-
tro colectivo en control de nuestro territorio, el que ha permitido a nuestros
antepasados y nosotros mismos proporcionar una vida digna para nuestras
familias». (Com. pers., A. Farinango, Comunidad Mariano Acosta 2010). Él
agrega «que estos pagos son buenos, pero para sus diseñadores y promotores,
mientras que son devastadores para las comunidades y los más pobres».
Adicionalmente, la implementación del PSA-H en Nueva América ha
generado más iniciativas privadas para legalizar e individualizar las tierras
que antes eran comunales (Dauriac 2005). En otras palabras, implica un
nuevo proceso de «cercamiento de los comunes» (Sullivan y Igoe 2008;
Boelens y Hoogesteger por publicar).
Por otra parte, una de las reacciones de ciertos sectores de las co-
munidades y de los mestizos de la parroquia Mariano Acosta frente a la
216 J. C. Rodríguez-de-Francisco y R. Boelens�

concentración del agua en Pimampiro o «al solo poder ver bajar el agua por
la Acequia» (Com. pers., S. M. Maldonado, Comunidad Puetaqui 2010), es la
exigencia de redistribución de los derechos de agua. El argumento utilizado
es: «el agua nace en nuestros territorios lo que nos da derecho a usarla». La
producción agrícola se da mayoritariamente en zonas más bajas a los pára-
mos, donde se encuentran los bosques altoandinos y hacia la parte media
de las cuencas. Aunque antes, en las zonas altas-medias no se requería agua
de riego por ser húmedas y tener una buena provisión de agua de lluvia,
hoy en día, debido al cambio climático o al agotamiento de la capacidad de
retención de los suelos, las comunidades empiezan a ver la utilidad que les
daría acceder al riego durante los meses de verano, además de ser una forma
de asegurarse ante la incertidumbre con respecto a los cambios recientes en
los regímenes de lluvia.

4. Conclusiones y discusión de resultados

El análisis de la intervención ambiental introducida y su racionalidad mer-


cantil «verde» muestra como el PSA-H y su naturaleza de mecanismo de
control hídrico, genera ganadores —los propietarios de grandes extensio-
nes de tierra en áreas clave para la provisión de Servicios Ambientales (SA);
proveedores de SA con terrenos en otros lugares y fuentes diversificadas de
ingresos; los usuarios del agua de riego, especialmente la hacienda; el muni-
cipio; y los diseñadores y promotores del PSA-H—, y perdedores —peque-
ños propietarios y familias sin títulos de propiedad en áreas clave para la
provisión de SA, sin fuentes de ingresos diversificadas, y sin tierras en otros
lugares—. Aquellos con mayor poder económico y político definieron e im-
pusieron instituciones —la racionalidad y las normas del denominado «in-
tercambio de mercado», los criterios y procedimientos para la introducción
del PSA-H, los montos de pago, y los marcos organizativos y normativos de
control interno y la manipulación por la familia poderosa dentro de la Aso-
ciación Nueva América.
Lo mismo ocurre con la forma en que la concentración del agua y de
recursos puede entenderse como institucionalizada a través de la imple-
mentación del PSA-H. Esto se muestra en el caso, entre otros, de los recur-
sos controlados por las familias poderosas en Nueva América (proveedores
de los SA), en la imposibilidad de uso del agua de riego por parte de las
comunidades de Mariano Acosta y en el control exclusivo que ejercen la
JARP (usuarios de los SA) sobre el agua de riego y su infraestructura; tam-
bién se da en el caso de los terrenos comunales de la Asociación Guagala y
12 | Injusticia hídrica y pagos por servicios ambientales 217

la posible usurpación de estos para la conservación (implementadores de


los PSA).
Además, esta investigación explica cómo la lógica de una «solución
de mercado» como el PSA-H, puede exacerbar la individualidad y el debi-
litamiento de las relaciones sociales sobre las que se basan las economías
campesinas y sus estrategias de subsistencia. Ejemplos de ello son la inten-
sificación de la privatización de la tierra a costa de las tierras comunales, el
debilitamiento de las formas de producción no comercial, y la erosión de las
instituciones que permitieron la creación y la cohesión social de las asocia-
ciones y comunidades estudiadas.
Al centrarnos en los aspectos económicos del PSA-H, en lo que respec-
ta a las comunidades proveedoras de SA, se encontró que estos esquemas
frenan el desarrollo de las economías campesinas. A pesar de que los pagos
en Nueva América no cubren los costos de oportunidad y no fueron ac-
tualizados, los mismos pagos se impusieron en el PSA-H de Chamachán.
Además, no existe una verdadera propuesta de alternativas productivas a los
proveedores de SA. Esto no constituye problema para aquellos participantes
con grandes extensiones de tierra, fuentes de ingresos que no dependen de
la producción agrícola en tierras altas, pero sí es un grave problema para los
hogares pobres que dependen de la producción agropecuaria en pequeñas
propiedades en las aéreas de intervención del PSA-H. En este caso, el PSA-H
limita el acceso y control de los recursos naturales de los que dependen fa-
milias campesinas marginadas.
Al examinar esquemas del PSA-H que dan prioridad a la conservación
por encima de las cuestiones de justicia socioeconómica, se concluye que
estos esquemas no pueden ser denominados sostenibles ni dinamizadores
de las economías campesinas.

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Capítulo 13

A la orilla del río.


La cultura anfibia del Bajo Sinú en Colombia:
transformación, explotación y conflicto
Tatiana Roa Avendaño

Ya volvería redonda y llena como una totuma recién hecha.


Pensaba también que la luna nada le diría,
porque sin tierra que sembrar, ¿qué valor tendría?
Ella anuncia las lluvias abundantes, la hora de la siembra, el corte del arroz.
¿Para qué deseaba él la luna si ya no tenía nada que sembrar?
Tierra Mojada, Manuel Zapata Olivella, 1972

1. Introducción

Al igual que el sociólogo colombiano Orlando Fals Borda (2002a: 35B), el


francés Luis Striffler, quien recorrió la cuenca del Sinú en el siglo XIX en
busca de oro, caracterizó a los habitantes de esta región como cercanos a
una existencia «anfibia», en particular por sus rasgos naturales (escasez de
vellos y grosor de sus cabellos), así como por su capacidad para adaptarse
a la humedad, con lo cual, decía, «sufren muy poco» (Striffler 1875). Más
allá de unos detalles morfológicos, la cultura anfibia de la cuenca baja del
río Sinú, desde los zenúes prehispánicos, se relaciona más estrechamente
con los productos, beneficios y relaciones que proporciona el agua y sus
dinámicas. El pueblo Zenú entendía que los pantanos y las ciénagas tienen
una estrecha relación con la dinámica fluvial e inundaciones periódicas, así
que llevaron a cabo la construcción de obras hidráulicas que actuaban como
verdaderos sistemas de amortiguación y almacenamiento de los excedentes
caudales y lluvias locales (ASPROCIG 2006: 24).
Las formas de apropiación de las tierras, de parte de los pueblos que
han habitado históricamente el Bajo Sinú, resaltan el carácter cultural de esa
224 T. Roa Avendaño

apropiación que es tanto material como simbólica, pues es el soporte sobre


el que este pueblo desarrolló sus identidades y visiones de mundo y los pro-
cesos complejos de construcción cultural ligados a la ocupación y al uso de
las tierras.1 Bien lo dice Joaquín Molano (2009): mediante los imaginarios
se producen identidades y derechos territoriales. Han pasado siglos desde la
conquista y el legado Zenú pervive en algunos lugares de Córdoba y Sucre
en donde se aprecian aún sus obras hidráulicas y los sistemas productivos
adecuados a ellas.
Sin embargo, la pérdida paulatina de la biodiversidad en la flora y la
fauna, la degradación de las aguas y los suelos, la sedimentación y la de-
secación de las ciénagas, pone en riesgo y hace cada vez más precarias las
condiciones de vida de los lugareños, los cuales dependen de la calidad y
disponibilidad del agua para vivir dignamente y llevar a cabo sus faenas.
Los cambios de los últimos diez años en el Sinú, más que un proceso natu-
ral, obedecen a causas antrópicas, produciendo una abrupta ruptura y un
cambio constante entre un territorio diverso a un paisaje homogenizado y
«potrerizado» (convertido en potrero o pastizal en propiedad).
Este capítulo busca presentar las contradicciones entre la producción
de este territorio en función de las necesidades económicas y políticas im-
plementadas por el capital a partir del siglo pasado y la reproducción del
espacio social de la vida que los pueblos zenúes —pueblos campesinos y de
pescadores— de estas zonas bajas han implementado durante más de veinte
siglos. A continuación se interpretan las perspectivas y los procesos de justi-
cia e injusticia, tal como han sido vividos por los moradores.

2. El territorio del Gran Zenú

La cuenca del río Sinú nace en el nudo del Paramillo a 3960 msnm. Tie-
ne una extensión de 1207.000 ha y su longitud alcanza los 415 kilómetros
(Ortiz et al. 2006). Atraviesa el departamento de Córdoba de sur a norte y
desemboca en la Boca de Tinajones, frente al Mar Caribe.
Seis siglos antes de la llegada de los españoles, el pueblo Zenú vivía su
máximo esplendor.2 Para una mejor administración y gobierno, el Gran Zenú

1. La tierra en las zonas de humedales, en este caso en el Bajo Sinú, es un concepto tran-
sitorio y articulado a los cuerpos naturales de agua: humedales, caños y ciénagas.
2. De acuerdo con las investigaciones arqueológicas y del registro etnohistórico se dedu-
ce que las hoyas de los ríos Sinú, San Jorge, Bajo Cauca y Nechí constituyeron en los
primeros siglos de nuestra era, una gran zona poblada por una misma etnia, los zenúes
(Ocampo, 2007: 7).
13 | A la orilla del río. La cultura anfibia del Bajo Sinú en Colombia 225

Mapa 13.1. Mapa pueblo Zenú.


Fuente: elaboración propia.

se dividió en tres provincias. La Cenufana, que por su cercanía a ricos yaci-


mientos auríferos proporcionaba la materia prima para los pueblos orfebres.
La Fincenú, la cual ocupaba la hoya del río Sinú y se proyectaba como centro
religioso de la región. Por último Pancenú, que se extendía por el valle del río
San Jorge y producía gran cantidad de alimentos (véase mapa 13.1).
El poblamiento de la región por parte de los zenúes duró alrededor
de dos mil años, tiempo que les permitió adaptarse a las zonas inundables
construyendo canales, diques y terraplenes para controlar las aguas y las
inundaciones y sacar el máximo provecho de los sedimentos almacenados
cuando las aguas retrocedían (Plazas y Falchetti 2005). Por estas razones los
zenúes o sinuanos y sus herederos, como se ha mencionado arriba, han sido
considerados por Orlando Fals Borda como una cultura anfibia.
El agua se convirtió en el «medio de comunicación e integración y
como el sustrato que les permitió desarrollar avanzadas técnicas agrícolas a
través de un complejo sistema de canales artificiales» (Ortiz et al. 2006: 19).
Las investigaciones arqueológicas han permitido conocer que los canales
se establecieron en forma perpendicular a los ríos y caños, y se separaban
entre sí solo por distancias que oscilaban entre diez y quince metros. Estas
obras de ingeniería permitían, durante el invierno, la evacuación de aguas
hacia las zonas bajas, mientras que durante el decrecimiento de la época
226 T. Roa Avendaño

seca, los canales dirigían las aguas de las ciénagas a los caños y se aprove-
chaban los sedimentos para alzar y abonar terrenos donde se realizaban los
cultivos (Plazas y Falchetti 2005). Así mismo, estas obras se adaptaban a
funciones agroecológicas (cultivos de panllevar) y condiciones topográficas
como meandros, concibiéndose canales en forma de pescado, en forma de Y,
estrella, cuadriculas ajedrezadas y abanicos (Ortiz et al 2006: 23-25).
Los zenúes forjaron y asumieron unos sistemas organizativos, de amor-
tiguación, producción y almacenamiento, que fueron generados como una
estrategia adaptativa ante las condiciones naturales de las zonas inunda-
bles y que posibilitaron una de las agriculturas más prósperas y ricas de
la región, capaz de garantizar alimento para una población de más de tres
millones de personas (Ortiz et al. 2006: 28). A pesar de la irrupción violenta
de la empresa conquistadora, aún hoy en día se pueden apreciar algunas de
las obras hidráulicas que demuestran la estrecha relación del pueblo Zenú
con el medio que habitó.
La riqueza y la importancia cultural, natural, económica, social y eco-
lógica del río y las ciénagas, procuran la alternancia de diferentes activida-
des, es decir «las comunidades y el río han coevolucionado hasta formar un
sistema físicocultural interdependiente, en el que las relaciones productivas,
los mitos y la organización social, se sincronizan con crecientes y estiajes
del río; lo que determina los ciclos de abundancia y escasez en función del
uso de la oferta ambiental» (ASPROCIG 2005). Esta oferta va desde diversos
agroecosistemas que brindan seguridad alimentaria, hasta vías de transpor-
te, espacios de recreación y religiosidad y fuentes de bienes naturales para
la construcción de viviendas y utensilios. Así mismo, heredada de las tra-
diciones indígenas, se reproduce el huerto habitacional, donde se alternan
hierbas aromáticas, hortalizas, frutas y tubérculos (Mejía 1990: 77).

3. Los pueblos del Bajo Sinú

A inicios del siglo pasado, mujeres y hombres habían tenido que enfrentar
el desplazamiento provocado por terratenientes instalándose en el delta del
Sinú. Aprovechando su capacidad como avezados campesinos llegaron al
delta buscando un seco sobre el que pudieran construir un rancho y culti-
var. Estos pasajes ricamente los recrea Manuel Zapata Olivella (1972) en su
novela Tierra mojada.3

3. Tierra mojada narra la historia de Gregorio Correa, un campesino valiente que decide esta-
blecerse junto a su familia en el delta del río Sinú, luego de que el latifundista Jesús Espitia
les expulsará de sus tierras en San Bernardo del Viento. Esta gente campesina, venciendo la
13 | A la orilla del río. La cultura anfibia del Bajo Sinú en Colombia 227

La cosmovisión que les permitió a esos campesinos habitar y construir


los territorios en tales ecosistemas cenagosos es una herencia de sus ances-
tros zenúes, quienes les legaron el manejo de sistemas hidráulicos y tecno-
logías agrícolas. Su pericia provenía de siglos anteriores. Por eso, las hazañas
de Gregorio Correa y su descendencia, protagonistas de Tierra mojada, son
además un buen acercamiento al concepto de cultura anfibia.
El campesinado sinuano, como los hombres y las mujeres de «Los Se-
cos», como las muchas generaciones de campesinos y pescadores del Bajo
Sinú, han asumido unas estrategias adaptativas para construir su territorio.
En la actualidad, es bastante reconocida la experiencia de la Asociación de
Productores de la Ciénaga Grande, ASPROCIG,4 en la que cientos de familias
campesinas han logrado instalarse en las zonas inundables de la cuenca baja
del Sinú, desarrollando una importante experiencia de manejo del territorio
y de producción de alimentos sanos. Es decir, el carácter de «anfibio» es una
lógica y un sistema vital íntegro y por ello es tan importante comprender lo
que significa que por uno u otro medio se interrumpa (Baleta 2006: 27).
Tierra mojada hace parte de la historia no oficial (Van Young 2006) del
Bajo Sinú, como lo es también la que es recogida por Fals Borda en su His-
toria doble de la costa atlántica; o la historia de ASPROCIG, y los cuentos de
El Flecha:5 son los relatos de los pobladores rurales de cada noche frente a
las ciénagas y el río. Es la historia olvidada en los textos oficiales. Compren-
der la dinámica social, sus limitaciones y sus aprendizajes requiere entender
las formas como las distintas sociedades, que han habitado esta inmensa
región, transformaron este espacio6 en territorios, es conocer esa historia

salinidad del mar, las inundaciones, los mosquitos y la dureza de la vida, consiguen poner
a producir estas tierras que llegan a ser bastante conocidas por la rica producción de arroz.
Con esta novela se recrean las luchas, de principios del siglo XX, de las masas campesinas
del Tinajones y río Ciego en el Bajo Sinú, contra el terrateniente José de los Santos Cabrera,
que utilizando falsas escrituras expulsó a los campesinos de sus tierras.
4. ASPROCIG es una organización de segundo grado que articula más de cien organiza-
ciones de campesinos, mujeres y pescadores de la cuenca Baja del Sinú. La Asociación
«se caracteriza por ser una organización gremial, independiente, autónoma, amplia,
pluralista, democrática, privada, sin ánimo de lucro, que aglutina a los campesinos or-
ganizados, jornaleros organizados, empresas comunitarias, grupos de pescadores arte-
sanales, grupos de artesanos y pequeños usuarios actuales o potenciales de los servicios
del Estado del sector agropecuario» (Estatutos ASPROCIG, artículo 2).
5. El Flecha es un popular personaje creado por David Sánchez Juliao, escritor colombia-
no originario de Lorica.
6. Milton Santos parte de la siguiente noción de espacio: aquel «conjunto indisoluble,
solidario y también contradictorio de sistemas de objetos y sistemas de acciones, no
228 T. Roa Avendaño

no oficial. 7 En palabras de Mançano Fernandes, es comprender cómo los


movimientos se territorializan, se desterritorializan, se reterritorializan o
cargan consigo sus territorialidades (Mançano Fernandes 2005).

4. El siglo XX: transformaciones y conflictos

El campesinado fue vinculado a la tala y quema del bosque para la siembra


de pastos a cambio de permitirle sembrar cultivos de subsistencia por cortos
períodos, lo que obligaba a los campesinos a trasladar su vivienda periódica-
mente a la frontera boscosa, a medida que se expandían las haciendas ganade-
ras, cuyos dueños capitalizaban el esfuerzo campesino. (Reyes 2009: 163).

Córdoba y el sur del departamento de Bolívar fueron las últimas fron-


teras de la expansión ganadera en la región Caribe.8 Se explotaron sus selvas
extrayendo todo tipo de maderas y animales,9 y de paso se destruyeron los
canales ancestrales de los zenúes. La riqueza y explotación masiva atrajo a
inversionistas que intensificaron el saqueo, cosa que despuntó la producción
de tabaco y la expansión de la ganadería. Este proceso procuró un mercado
interno que se concentró en su mayoría en Santa Cruz de Lorica, ciudad
principal en la cuenca Baja del Sinú. Esto sirvió para que familias enteras de
inmigrantes libaneses y cartageneros se asentaran en esta ciudad, producto
de los rumores de prosperidad. Todo esto no era más que la respuesta a un
patrón de desarrollo moderno y de poder en el mundo (Quijano 2000: 208),
que articulaba la sobreexplotación de los indios y campesinos con la explo-
tación intensiva de la naturaleza.

considerados aisladamente, sino como el contexto único en el que se realiza la historia».


(Santos 2000: 54).
7. El territorio debe ser entendido como una categoría que contiene y aproxima los ele-
mentos fundamentales para comprender la complejidad de las relaciones que se esta-
blecen entre la naturaleza, la sociedad y la cultura (Molano 2009).
8. La ganadería se estableció desde tiempos coloniales, cuando se localizaron pequeños
hatos ganaderos, llamados hatillos, en solares y potreros cercanos a los sitios de resi-
dencia de sus dueños. En eso se utilizó mano de obra esclava. Debido a las cambiantes
condiciones climáticas, debió trasladarse la ganadería entre Córdoba y Sucre, es decir,
se presentó una «ganadería trashumante», y luego se adelantó la explotación extensiva,
originándose la hacienda ganadera (Ortiz et al. 2007: 47).
9. Por más de tres décadas a partir de 1880, compañías estadounidenses y franceses se
establecieron en el valle del Sinú y desarrollaron una intensa y devastadora actividad
maderera, que casi extingue en su totalidad las selvas del Sinú (Ocampo 2007: 14-15,
citando a Parsons, J. J.).
13 | A la orilla del río. La cultura anfibia del Bajo Sinú en Colombia 229

Cabe anotar que fueron muchos los que persistieron en la práctica de la


autonomía comunal y vivieron como colonos libres (campesinos, indígenas
y negros cimarrones), fundando aldeas y caseríos riberanos o incorporán-
dose a antiguos palenques. Este mestizaje cultural es denominado por Fals
Borda la mescolanza cósmica, la cual se refleja en su riqueza cultural y sus
prácticas cotidianas. Estas comunidades practicaban actividades sujetas a los
ritmos de las crecientes y sequías de los ríos, pesca y caza, durante las lluvias
y siembra en la época seca. Sin embargo, la apertura de la frontera ganadera
y la Reforma Agraria de las respectivas leyes de 1961 y 1968 promovieron la
expulsión masiva de estas comunidades por parte de los terratenientes.
Las familias campesinas de la región se organizaron en sindicatos y
comités de usuarios campesinos. Se estableció la Asociación Nacional de
Usuarios Campesinos, ANUC, que lidera las recuperaciones de tierras más
importantes en Colombia desde finales de los años sesenta a inicios de los
ochenta, desafiando los poderes de las élites locales. Sin embargo, aún en la
actualidad la hacienda ganadera se sigue extendiendo a costa de las tierras
comunales y las ciénagas. En el 2004, el 33% de la tierra en Córdoba perte-
necía al 5,5% de los propietarios totales, cuyos predios tenían una extensión
de entre 100 y 500 hectáreas; el 17,6% de Córdoba tiene predios superiores
a las 500 hectáreas (Cabrera 2009: 31 citando a IGAC).

Ganadería y proyectos agroindustriales

El origen de las actuales prácticas agroindustriales es la llamada Revolución


Verde,10 caracterizada por una producción agropecuaria a gran escala. Es
así como durante los años sesenta del siglo pasado en la región del Sinú
se expandieron los monocultivos de algodón, sorgo y maíz y se construyó
un distrito de riego que ocasionó la sedimentación del río Sicará. La re-
gión se convirtió en un campo de experimentación de los grandes proyectos
agroindustriales: monocultivos, transgénicos, palma aceitera, granjas cama-
roneras, y otros. Este modelo económico y productivo prevalente durante
el último siglo es una amenaza latente para la agricultura de subsistencia, la
pesca artesanal, es decir, se contrapone a las formas de vida anfibia campe-
sina del Sinú.
Con el paso del tiempo se ha ido homogenizando la ciénaga para trans-
formarla en pastos y potreros para ganado vacuno, esto coadyuvado por el
creciente nivel de concentración de la tierra en Córdoba. Ya para los años

10. Simultáneamente se promovió la Revolución Ganadera y la Revolución Azul (acuacul-


tura) que promueve razas animales uniformes y alimentos industrializados.
230 T. Roa Avendaño

noventa se había perdido un 90% del área total de las selvas del Sinú y el es-
pejo de agua de la Ciénaga Grande pasó de tener 44 mil hectáreas a tener 36
mil (Ortiz et al. 2007: 71, 87-88). Otros problemas son la desecación, la con-
taminación, la pérdida de fauna y flora, el deterioro de la calidad del agua, la
extinción de varias especies y la marginalización y el desplazamiento de los in-
dígenas, campesinos y pescadores hacia las tierras más frágiles y vulnerables.
El paisaje actual de la cuenca baja del Sinú expresa la forma de ocupación vio-
lenta y conflictiva del territorio, cómo el capital lo ha venido organizando.
Estos proyectos agroindustriales llegan de la mano con la construcción
de infraestructura11 que responden, siguiendo a Harvey (2007), a un pro-
ceso de «acumulación por desposesión», definida esta como un proceso de
mercantilización y privatización de la naturaleza en todas sus formas en
detrimento de los bienes comunales (agua, tierra, aire), la degradación am-
biental y la cesión de derechos de propiedad comunal (Harvey 2007: 116).
De esta forma se libera un conjunto de activos, incluida la fuerza de trabajo,
a un costo muy bajo o incluso nulo.

La hidroeléctrica de Urrá

Hace más de una década se construyó la hidroeléctrica de Urrá,12 generando


una profunda alteración en la dinámica natural del río Sinú, los humedales
aledaños y la reproducción y producción íctica.
Aunque la empresa constructora de Urrá indica que fueron tan solo dos
los impactos provocados por la construcción y el llenado de la hidroeléctri-
ca: i) el desplazamiento de 5806 personas y ii) la desecación de vastas zonas,
producto de la alteración en las dinámicas del río (Ortiz et al. 2007: 58); los
habitantes afirman que las afectaciones han sido, entre otras, la fragmenta-
ción del curso a lo largo del río, la destrucción de la dinámica de la cuenca, la
disminución de los caudales en el complejo lagunar, la pérdida de cultivos y
la mortandad de peces. «De la Ciénaga Grande desapareció [...] la doncella,
la cachana, el rubio que es un pez parecido a la dorada, la cucha (cacucho
le dicen acá), [...] el barburdo, entre otros» (entrevista a poblador del Bajo
Sinú, agosto de 2009).

11. Hidroeléctrica de Urrá I y Urrá II, más conocido como Proyecto Sinú, puerto de aguas
profundas en San Antero, carretera Marginal de la costa.
12. La hidroeléctrica Urrá está localizada en la parte alta de la cuenca hidrográfica del río
Sinú, en el sitio denominado Angostura de Urrá, a treinta kilómetros del área urbana
del municipio de Tierralta, en el departamento de Córdoba. La zona donde se inserta
es de selva húmeda tropical y corresponde al territorio del pueblo Embera Katío. Posee
un embalse de 7400 hectáreas y una capacidad instalada de 340 MW.
13 | A la orilla del río. La cultura anfibia del Bajo Sinú en Colombia 231

La advertencia de la Comisión Mundial de Represas (2000: 105), estimó


que doce mil personas fueron desplazadas y se afectó sesenta mil pescadores
de la cuenca baja del Sinú. En palabras de los habitantes de la región «Urrá es
un monstruo» que deterioró la calidad del agua, erosionó los taludes del río,
procuró la salinización de suelos en el delta y afectó varias especies de mangle.13
Pero tal vez, la peor parte fue la fragmentación de un territorio y todo un siste-
ma de vida que se desarrollaba en torno a la dinámica natural de las aguas.
La hidroeléctrica concentró las aguas y las maneja a su antojo, las re-
tiene o libera de acuerdo a la demanda o la oferta de energía, mientras el
campesinado sufre las consecuencias. Ya no son los ciclos naturales los que
determinan la disponibilidad del agua para el cultivo y sus sistemas produc-
tivos anfibios. Durante 2007 y 2010, los pueblos de la cuenca baja del Sinú
han experimentado inundaciones superiores a las históricas en tiempo y
cantidad, que han afectado gravemente a la población más vulnerable, por
la pérdida de sus cultivos y el deterioro de sus viviendas.
Anteriormente, las inundaciones se presentaban en las épocas de lluvia.
El campesinado las recibía con alegría porque ellas proporcionaban made-
ra que venía de la parte alta de la cuenca y pescado, y al bajar las aguas las
tierras quedaban abonadas naturalmente. Con la represa se alteró el régi-
men de inundaciones, el embalse acumula las aguas que vienen de la cuenca
alta y las descarga cuando requiere generar energía. De manera que, cuando
llueve, las poblaciones de las zonas bajas deben soportar no solo las abun-
dantes precipitaciones de la temporada, sino también las aguas provenien-
tes del embalse mientras se genera energía. Esta situación se agrava con el
desecamiento de los humedales que vienen haciendo los terratenientes para
agrandar sus haciendas. Anteriormente las inundaciones se presentaban en
las épocas de lluvias.

El conflicto social y político

El conflicto armado desatado en el departamento de Córdoba enfrenta-


ba, por un lado, a una guerrilla que aparecía en la búsqueda por paliar los
conflictos sociales y la extrema concentración de la propiedad de la tierra,14
mientras, por otro lado, se constituían escuadrones armados en una reac-
ción latifundista, con el argumento de defender las tierras de la amenaza
insurgente. Estos escuadrones serían el caldo de cultivo de los grupos para-

13. Entrevistas realizadas a pobladores de la cuenca baja del Sinú en campo, durante los
meses de agosto, septiembre y noviembre 2009.
14. En 1967 se instaló el Ejército Popular de Liberación, EPL.
232 T. Roa Avendaño

militares que adquirieron un gran poderío15 y que financiaron sus aparatos


militares con el negocio del narcotráfico. De ese modo la zona baja del Sinú
se ha convertido en un corredor que posee rutas de transporte, lugares de
embarque y salida de drogas hacia el exterior (Reyes 2007: 112).
El dominio paramilitar consolidó una estrategia de expulsión de cam-
pesinos y apropiación de tierras con el uso de la intimidación e influencia
política. En Córdoba, «durante las últimas décadas, familias de campesinos
perdieron sus derechos de propiedad sobre la tierra y buena parte de las
grandes haciendas fueron compradas por narcotraficantes» (Reyes 2009: 48,
112, 122). En la actualidad, el 90% de las mejores tierras del valle del Sinú
están en manos de narcotraficantes y paramilitares (Rúgeles y Delgado, ci-
tados por Ortiz et al 2007: 93).

5. A modo de conclusión

En el Bajo Sinú se expresa la disputa permanente de los campesinos y los


indígenas frente a los terratenientes y los dueños del capital, por defender,
preservar e impulsar un determinado tipo de territorio: el territorio cam-
pesino (Mançano Fernandes 2009: 37). Dicho de otra manera, expresa las
relaciones sociales en las que se juegan modelos de desarrollo opuestos entre
sí: la organización campesina, para desarrollar las dimensiones de la vida,
para garantizar su existencia; el capital que se establece para garantizar su
acumulación (Mançano Fernandes 2009: 46).
La lógica campesina de la cultura anfibia, íntimamente ligada a la tierra,
al agua, a la naturaleza, debe enfrentarse diariamente al llamado desarrollo
que se impone y busca «dominar» la naturaleza y, volver a los campesinos e
indígenas en empresarios del campo o relegarlos a mera fuerza de trabajo. Los
sinuanos, aprendiendo de sus ancestros, se adaptaron a los ciclos naturales
del agua y asumieron que todas las comunidades que dependían de este sis-
tema tenían el «derecho natural» de hacer uso del agua. De algún modo lle-
varon a la práctica lo que establece Shiva como un derecho natural. «Como
todo derecho natural, los derechos sobre el agua constituyen un derecho de
usufructo; las aguas pueden utilizarse, pero no pertenecen a nadie» (Shiva
2004: 37). Coinciden también con la concepción de derechos ribereños ba-
sados en el concepto de propiedad comunitaria y/o pública y no privada, la
idea de compartir y conservar una fuente de agua común.

15. En Córdoba están las grandes haciendas de los fundadores de las Autodefensas Unidas
de Colombia, los jefes paramilitares Salvatore Mancuso y Carlos Castaño.
13 | A la orilla del río. La cultura anfibia del Bajo Sinú en Colombia 233

Para Chayanov, la racionalidad de los sistemas productivos campesinos


es una clara resistencia a la expansión del modelo capitalista. Es una resis-
tencia cotidiana que, parafraseando a Adolfo Albán (2008: 85-86), redefine
y resignifica «la vida en condiciones de dignidad y autodeterminación, en-
frentando la biopolítica que controla, domina y mercantiliza a los sujetos y
la naturaleza».

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Capítulo 14

Las tribus y los bosques, la gente pescadora


y el río: un repensar de la justicia hídrica en Kerala, India

Jyothi Krishnan y Abey George

1. Introducción

La India ha atestiguado una serie de luchas y campañas para lograr un


acceso equitativo al agua y los recursos naturales desde la década de 1980.
La privación de agua a la gente más débil y marginada, y la amenaza re-
sultante para su sustento, han sido la preocupación central de estas luchas
por la justicia. Estas luchas fueron y son una respuesta a relaciones de po-
der globalizantes desiguales y a la creciente usurpación, por parte de las
industrias extractivas, de los medios de vida local y el ambiente. La con-
taminación de los ríos y el desplazamiento a causa de las grandes represas
también fueron factores desencadenantes importantes. Muy a menudo, los
medios de subsistencia de las comunidades indígenas y su control sobre los
recursos han estado en el centro de estas luchas. Se han planteado proble-
mas graves relacionados con el acceso y control sobre los recursos natura-
les. También se han planteado preguntas pertinentes acerca del marco más
amplio de un «desarrollo» que justifica la apropiación y la explotación de
recursos escasos. Estos conflictos no solo fueron por el agua, sino también
conflictos por poder, valores, medios de subsistencia y recursos (Boelens
et al. 2010).
Si bien es la privación a gran escala de los derechos de agua lo que
impulsó estas campañas por la «justicia hídrica», las privaciones de menor
magnitud, que no siempre captan la atención de la sociedad, siguen tenien-
do lugar y causan impactos profundos. La desigual asignación de agua entre
la industria y la agricultura, entre lo urbano y lo rural, entre el campesino
238 J. Krishnan y A. George

rico y el campesino pobre, entre el ciudadano rico y el ciudadano pobre,


entre la sociedad mainstream dominante y las sociedades indígenas, etcéte-
ra, reflejan relaciones de poder desiguales que tienen origen en las diferen-
cias de clase, casta y género. En todos los niveles, desde el nivel de las aldeas
—donde el agua se distribuye desigualmente entre los ricos y los pobres—,
hasta el nivel regional o el nivel de la cuenca —donde el agua es usada in-
debidamente por las represas o las industrias—, estos casos de «captación
de recursos» ponen de relieve la negación de los derechos y la violación de
la justicia.
Las violaciones a los derechos de agua nos llevan inadvertidamente hacia
el adagio, básico en términos filosóficos y éticos, de que el derecho al agua es
un derecho humano. Más importante aún, el agua está en el corazón del de-
recho a la vida, que es el más fundamental de todos los derechos humanos.
Muy a menudo, los derechos humanos son vistos en forma aislada de los de-
rechos ambientales y la protección del ambiente; los Estados y las naciones
rehúyen el reconocimiento de esta relación. El derecho al agua o el derecho
a la vida tienen poco sentido si el ambiente, que es la base de recursos para
toda la vida, no está protegido (UNEP 2004). Mientras la comunidad inter-
nacional se ha esforzado por abordar la relación entre derechos humanos y
los derechos ambientales desde 1960 —empezando con la declaración de la
Asamblea General de la ONU, a finales de 1960, la Declaración de Estocolmo
de 1972, el Informe Brundtland en 1987—, la Cumbre de Río de Janeiro
de 1992 sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, y la Cumbre Mundial
más reciente, en el año 2002, han sido menos explícitas en esta cuestión. La
Cumbre de Río ha sido criticada por alejarse de un reconocimiento abierto
de los derechos individuales y colectivos a un ambiente limpio (Soveroski
2007), mientras que la Cumbre de Johannesburgo, en el 2002, concluyó con
un mero reconocimiento de «la posible relación entre el medio ambiente y
los derechos humanos, incluido el derecho al desarrollo» (UNEP 2004). Esta
esquiva referencia a la relación entre ambiente y derechos humanos es vista
como un debilitamiento de un consenso internacional sobre estos derechos
y, lo que es más importante, de una creciente preocupación a escala inter-
nacional sobre las responsabilidades potenciales del Estado que surgen del
reconocimiento de estos derechos (Soveroski 2007).

2. Derechos y recursos: asuntos de justicia

Los movimientos por la justicia ambiental en todo el mundo representan in-


tentos por cerrar la brecha entre los derechos y los recursos, con un enfoque
14 | Las tribus y los bosques, la gente pescadora y el río 239

en la justicia. La definición de Harvey sobre la justicia ambiental como una


lucha política preocupada por la defensa «de los medios de vida y del acce-
so común a los recursos naturales amenazados por la mercantilización, las
adquisiciones del Estado, y los acuerdos de propiedad privada..., que surge
como respuesta a las escaseces ecológicas, las amenazas a la supervivencia
y la destrucción de formas de vida antiguas» (Harvey 1996), alude a toda
la gama de cuestiones planteadas por estos movimientos sociales. Harvey
continúa afirmando que la justicia ambiental va a venir solo si se enfren-
tan los procesos fundamentales subyacentes (y sus estructuras de poder, las
relaciones sociales, las configuraciones institucionales, discursos y sistemas
de creencias asociados) que generan la injusticia ambiental y social (Ibíd.).
El concepto de justicia ha sido tratado de manera compleja, máxime desde
la obra de Rawls. En lo que respecta a los recursos ambientales, la noción de
justicia asume varias connotaciones: una inequidad en la distribución de los
riesgos ambientales, en la distribución de los males y los beneficios ambien-
tales, una demanda de reconocimiento de la diversidad de intereses y con-
ceptos diferentes de justicia, la participación del público en las decisiones
ambientales que afectan sus vidas, y así sucesivamente (Sneddon y Fox 2007;
Schlosberg 2004).
La relación entre la justicia y los recursos se puede ver más claramente
en el caso del agua. Como en el caso de todos los recursos ambientales, la
justicia en el uso del agua está relacionada con su naturaleza de uso común y
su susceptibilidad a la degradación y al consumo excesivo. En otras palabras,
la justicia del agua se refiere tanto a las propiedades ecológicas como sociales
del uso del agua. Si bien, este texto patrocina plenamente la práctica de la
diferencia en la asignación y uso del agua, que se traduce en injusticia ex-
trema en el acceso al agua, este capítulo hace hincapié en que la perspectiva
de los ecosistemas o una «lógica ecológica» también tiene que ser parte del
pensamiento de la justicia del agua. Se explora esta dimensión con respecto
a lo que puede considerarse un capítulo aparte en la historia del desarrollo
industrial en el estado de Kerala. Un caso de injusticia grave, donde se reser-
vó un río entero —y se incluyeron desde los bosques en sus zonas de capta-
ción hasta el flujo hacia abajo— como materia prima para el lucro de una
empresa. Como demuestra el caso, esta apropiación se extendió a las zonas
de captación de la mayoría de los ríos en el estado. A pesar de que la empresa
cerró hace una década, el tratamiento del asunto de forma partidista llevó
a pasar por alto algunas características importantes de la apropiación del
agua y los recursos. Esto no solo impide una visión completa de la injusticia
de agua que tuvo lugar, sino que falló en aportar a las posteriores políticas y
prácticas en este sentido.
240 J. Krishnan y A. George

3. La fábrica de rayón en la cuenca del río Chaliyar,


en Kerala del norte (1962-2001)

En 1957, el Primer Ministerio comunista en el estado de Kerala, en el sur de


la India, invitó a la casa industrial Birla a establecer en dicho estado una fá-
brica de manufactura de pulpa y rayón —una fibra seminatural de madera
procesada—. El motivo para hacerlo era en gran parte político: silenciar el
argumento de que los comunistas estaban en contra de la industrialización.
Los productos forestales —principalmente el bambú, la caña y más tarde
el eucalipto— y el agua constituyen las principales materias primas que el
gobierno se comprometió a proporcionar. Mientras que el bambú se pro-
porcionaba a una tasa increíblemente subsidiada —el gobierno accedió a
proveer de bambú a una tasa de una rupia por tonelada, una de las razones
principales por las que se inclinaba la empresa a establecer la fábrica—, el
agua del río Chaliyar se proveía de forma gratuita. El Estado, como guardián
de los bosques y los ríos, concedió derechos de uso ilimitado a esta empresa
por cuatro décadas, hasta 2001, cuando la empresa optó por cerrar.
Unas pocas líneas sobre el estado de Kerala dejarán en claro lo impor-
tante que es la cubierta forestal en esta región. Kerala es una estrecha franja
de tierra en la parte suroccidental de la India. Está bordeada por las sierras
de los Ghat occidentales en el este. Estas montañas estuvieron cubiertas con
una cubierta forestal espesa hasta hace muy poco (de cinco a seis décadas
atrás). Estas montañas boscosas son también el hogar de todos los ríos que
atraviesan la estrecha franja de tierra que conforma Kerala, antes de reunir-
se con el Mar de Arabia. La alta precipitación media anual en esta región
(2500-3000 mm, aunque con variaciones regionales), junto con el clima
tropical húmedo y la cubierta forestal, habían creado la impresión de que
el agua se encontraba en abundancia. Fue esta impresión la que llevó a la
repartición poco meditada de los bosques y los ríos para la creación de una
fábrica de rayón en la década de 1950.
Una gran cantidad de materia prima era necesaria para que esta fábrica
en Kerala produjera a su vez materia prima para las fábricas de rayón de
Birla en Nagda y Gwalior (los famosos rayones de Gwalior) en el norte de la
India. Un acuerdo hábilmente redactado les dio los derechos exclusivos para
extraer los recursos de bambú de la superficie forestal destinada para ellos
en 1958. El área destinada sufrió sucesivas ampliaciones a través de acuer-
dos complementarios entre el gobierno y la empresa, hasta que para 1985
la superficie forestal en todo el estado se había destinado a proporcionar
bambú y eucalipto para la empresa (Georgey Krishnan 2002). Todo lo que
la compañía tenía que hacer era presionar por más y más materia prima. Los
14 | Las tribus y los bosques, la gente pescadora y el río 241

derechos exclusivos concedidos a la empresa también impidieron que otros


solicitaran una participación en los bosques.1 Esto desencadenó la tala de
bosques naturales de bambú en todo el estado y, por tanto, la destrucción
de las cuencas altas de casi todos sus ríos. Como las reservas de bambú se
agotaron, el Estado compensó el déficit en el suministro de materia prima,
mediante eucalipto —que había sido plantado tras la tala de bosques na-
turales—, y la plantación de eucaliptos en las praderas de los Ghats occi-
dentales, consideradas «tierras baldías». Los informes administrativos del
departamento forestal indican que el área de plantaciones de eucalipto en el
estado aumentó de 266 hectáreas, en1966, a 30.000 hectáreas en 1975, plan-
taciones que se establecieron talando los bosques naturales.
La fabricación de pulpa es un proceso que hace un uso intensivo del
agua. La fábrica requería de 52.000 metros cúbicos de agua al día, extraí-
dos libremente del río Chaliyar. Arrojaba efluentes altamente contaminados
de nuevo al río, a través de dos puntos de salida legal y numerosos puntos
ilegales. La descarga de efluentes tóxicos y viscosos cambió el color del río
y también produjo un olor nauseabundo. En muchas ocasiones, un gran
número de peces muertos fueron encontrados flotando en la superficie. Du-
rante la primera década de funcionamiento de la empresa, esta descargó al
río efluentes altamente tóxicos sin tratar. Fue solo en 1974, con la aproba-
ción de la Ley de Aguas y la creación de la Junta Estatal de Control de la
Contaminación, que el tratamiento de efluentes se hizo de carácter obli-
gatorio. A pesar de esto, la empresa salió con evasivas en este frente. Los
efluentes gaseosos produjeron contaminación del aire. El conflicto por el
agua se planteó en torno al problema de la contaminación, sin lugar a dudas,
el problema más urgente.
De 1963 a 1999, los pueblos de Mavoor y Vazhakkad Panchayats, bajo
la bandera de la Jala Vayu Samrakshana Samiti (Foro para la Protección del
Agua y Aire), protestaron contra la contaminación de sus fuentes de agua
potable (no solo el río, sino también los pozos en la zona). La incidencia de

1. Extractos del acuerdo: «La Compañía tendrá el derecho exclusivo y la licencia... para
talar y cortar bambú con el propósito de conversión en pasta de madera apropiada
para rayón...». Las zonas marcadas se conocían como Áreas de Contrato. Si las áreas de
contrato «no son capaces de proveerá la empresa de dicha cantidad de bambú al año,
el Otorgante deberá permitir a la compañía talar y remover los bambúes de las demás
áreas en las proximidades de las áreas de contrato que se especifican a continuación [...]
el Otorgante se obliga a que las áreas de contrato y otras áreas del contrato durante la
vigencia de este acuerdo serán reservadas exclusivamente para la empresa y no rentará
ni concesionará dentro de esta área a ninguna otra persona» (acuerdo firmado entre el
Gobierno de Kerala e Industrias Grasim [énfasis añadido]).
242 J. Krishnan y A. George

enfermedades dérmicas y respiratorias y de cáncer aumentó en la zona. La


diversidad de peces se vio seriamente afectada. Hubo informes de ganado
muerto después de beber agua del río.

4. El empleo frente a contaminación (y los medios de subsistencia


olvidados)

El conflicto que surgió estuvo centrado alrededor de la contaminación del


aire y del agua, y sus efectos sobre la salud de las personas. Las conversacio-
nes entre la empresa y el pueblo, y entre la empresa y el gobierno, giraron
en torno al tema de la contaminación. Durante años se empantanó entre
los informes de investigación y los veredictos de la corte. Siempre que los
agitadores traían a colación el tema de la contaminación, la empresa rei-
teraba que daba empleo a 3000 personas directamente y a 10.000 personas
indirectamente (mediante el empleo como trabajadores eventuales). De esta
manera, la compañía estaba respaldada por su fuerza de trabajo e incluso
por los sindicatos, cuya voz era más fuerte que las víctimas de la contami-
nación. Solo una delgada línea separaba a las víctimas de los beneficiarios
en las zonas afectadas. Una gran mayoría de la fuerza laboral informal de la
empresa pertenecía a las regiones afectadas y la empresa estratégicamente
empleaba a muchos de los parientes cercanos de las víctimas.
Como resultado, a los agitadores locales les resultó difícil adoptar una
posición firme para exigir el cierre de la fábrica. Tanto es así que cuando la
agitación contra la contaminación alcanzó su punto máximo, en la década
de 1980, la dirección de la empresa cerró la fábrica por tres años, con lo
que galvanizó el apoyo de los trabajadores de ambos sexos y los sindicatos,
que por aquel entonces querían que la compañía abriera a toda costa. Ni el
gobierno ni la sociedad en general tomaron la causa de las víctimas de la
contaminación, con excepción de la solitaria sentencia del Tribunal Supe-
rior en 1982, que declaró que: «la vida, especialmente la vida humana, no
debe ser tan barata en este país». No hubo declaraciones explícitas de apoyo
del Gobierno.
El Gobierno prestó apoyo silencioso a la empresa, nunca impuso con-
trol a la contaminación como una condición previa, mientras renovaba los
contratos para el suministro subvencionado de las materias primas para la
empresa. Debido a la apatía del Gobierno e instituciones como la Junta Es-
tatal de Control de la Contaminación, la fábrica se salió con la suya en el
tema de la contaminación, y ni siquiera hizo lo mínimo, es decir, compensar
a las víctimas de la contaminación.
14 | Las tribus y los bosques, la gente pescadora y el río 243

5. De la contaminación a la justicia hídrica

Si bien el tema de la contaminación y la salud humana recibió la debida


atención debido a la protesta pública correspondiente, los temas que no re-
cibieron la misma atención, y las razones para ello indican que hay la nece-
sidad de un marco de «justicia hídrica» que facilite el análisis de este tipo de
situaciones de conflicto.

Justicia al ecosistema del río

La justicia para el ecosistema natural fue un tema dejado de lado por com-
pleto en este episodio largo y costoso. Las consecuencias ecológicas de la
contaminación por las materias primas y la extracción de agua que fueron
distribuidas en un área geográfica mucho más amplia, se descuidó. La degra-
dación de los bosques naturales en la cuenca superior del Chaliyar y todos
los otros ríos en el estado, y la conversión de praderas y bosques naturales en
plantaciones de eucalipto, no figuran en las discusiones de costo-beneficio
que se llevaron a cabo durante los cuarenta años de funcionamiento de la
fábrica, e incluso después. El hecho de que esta cuestión no llamase la sufi-
ciente atención en las protestas de la sociedad civil en contra de la fábrica,
refleja que el rol que desempeñan los bosques en la protección de los ecosis-
temas de los ríos no es adecuadamente apreciado.
En los ríos tropicales como el Chaliyar —lo cual es cierto para todos los
ríos en el Estado—, en particular los que atraviesan por importantes dife-
rencias de altitud, el papel de los bosques naturales para garantizar los flujos
de aguas abajo es de suma importancia. En esta área, con un suelo superfi-
cial delgado en bosques lluviosos, el clareo de bosques para la producción
de madera resulta en escorrentía del suelo, inundaciones y contaminación
de las aguas superficiales. Esto se ha hecho más evidente durante las últimas
décadas, cuando la incidencia de la escasez de agua ha ido en aumento en
este estado, que recibe una precipitación media anual de 2500-3000 mm.
Incluso en el caso de la contaminación, esta solo se consideró en el punto
de descarga. En cambio, no se tomó en cuenta el impacto de la contamina-
ción en la vegetación ribereña y los ecosistemas marinos, a pesar de que la
fábrica se encontraba en la parte baja del río, a unos 25 km aguas arriba de
la costa.
Esta pérdida de la dimensión ecológica ha llevado al Estado a continuar
con esta política de bosques para las industrias, sin dejar de suministrar ma-
terias primas a las otras fábricas de pulpa en Kerala, y sin atender al impacto
ecológico tanto en los bosques, como en los ecosistemas fluviales.
244 J. Krishnan y A. George

Los ejidos del bosque y el río: seguridad de subsistencia para los pobres

Otra cuestión que quedó fuera es el papel de los ecosistemas forestales y


fluviales en el mantenimiento de la subsistencia de la gente pobre. Si se en-
frenta el caso del río Chaliyar en solitario, los bosques en el valle de Nilam-
bur —desde donde se origina el río, y que fueron los primeros en servir de
materia prima para la fábrica— son el sostén de vida de los artesanos tra-
dicionales de caña y bambú, en su mayoría de comunidades indígenas. Este
problema adquirió proporciones mucho mayores cuando los bosques en
muchas otras cuencas fluviales sufrieron una destrucción similar. Se ha es-
timado que 300.000 artesanos tradicionales, de diversas partes de los Ghats
occidentales en el Estado, dependen del bambú y otros productos forestales
para su subsistencia (principalmente para el tejido de cestas, esteras, etcéte-
ra). No hubo ninguna evaluación del impacto en sus medios de vida por la
destrucción de los bosques generada por la exigencia de la empresa de ma-
terias primas, ni ningún interés de conocer la forma en que se las arreglaron
para enfrentarlo.
La destrucción de los bosques y la conversión a plantaciones de eucalip-
tos también tuvieron un impacto en la agricultura. Por ejemplo, en los valles
boscosos del distrito de Wayanad —que también es el distrito con mayor
población indígena en el Estado—, se informa que la conversión de bos-
ques naturales en plantaciones de eucalipto ha dado lugar a la desecación
progresiva de los humedales, pantanos y arrozales situados inmediatamente
aguas debajo de los bosques. Esto afectó la disponibilidad de agua río abajo
para los agricultores, especialmente aquellos de subsistencia, y para los cam-
pesinos indígenas en los valles. No obstante, no ha habido una evaluación
acumulativa de los impactos ecológicos y al sustento de las poblaciones, por
la conversión de bosques para satisfacer la demanda de materias primas de
la fábrica de rayón.
En las llanuras, el Chaliyar ha sido el sustento de una amplia gama de
personas. Al ser rico en recursos acuáticos, la pesca y la recolección de me-
jillones, constituye un sustento importante para la población local —peces
y mejillones también forman una parte sustancial de la dieta local, especial-
mente de la gente pobre—. Por esta razón, especialmente los pescadores ar-
tesanales se vieron afectados por las aguas contaminadas del río. El sustento
de este grupo de personas depende directamente de la diversidad y riqueza
de peces en los ríos, lo que a su vez depende de la integridad del ecosistema
fluvial. El impacto de la deforestación, la erosión del suelo y la contami-
nación en la riqueza de los peces del río no fue materia de investigación.
Incluso los medios de subsistencia de los pequeños comerciantes a lo largo
14 | Las tribus y los bosques, la gente pescadora y el río 245

del río se vieron afectados cuando el flujo se contaminó. Los otros medios
de subsistencia que sufrieron un revés fueron los pequeños comercios que
venden diversos artículos —incluyendo alimentos en los barcos—, personas
que transportan madera y otros materiales a lo largo del río, y aquellas con
profesión relacionada con los barcos y otras actividades afines.
Un aspecto importante que ha sido marginado es la relación entre la
integridad de los ecosistemas y el sustento de los pobres. El sustento de los
artesanos de caña y bambú, aguas arriba, y de los pescadores, a lo largo del
río y las costas, dependía directamente de los bosques y el ecosistema fluvial.
Mientras que la fábrica fue capaz de proporcionar empleo a un pequeño
grupo de personas, estos ecosistemas habían sostenido la vida de un gru-
po mucho más grande y diverso de personas. La necesidad de protección
de los ecosistemas, por tanto, no solo es un fin en sí mismo, sino que está
directamente relacionado con problemas de subsistencia. Esto no implica
que el acceso diferencial y el uso de los recursos no sean importantes. Muy a
menudo, la protección de los ecosistemas y los hábitats naturales se plantea
en contra de la cuestión de la justicia social.
La integración de estas dos dimensiones en el marco de la justicia hí-
drica (véase, por ejemplo, Isch 2011; Perreault 2011; Zwarteveen y Boelens
2011) ayudará a resolver las desigualdades y la injusticia en el ámbito de
la utilización de los recursos hídricos, tanto en el corto, como en el largo
plazo.

El control corporativo del agua: la relevancia del marco


de la justicia hídrica

La fábrica de rayón de Birla fue la causa de la grave contaminación que


provocó estragos en la salud de los residentes de las regiones afectadas, así
como en la salud del río. Pero se acabó hace una década y los niveles de
contaminación han bajado. El problema se ha olvidado hoy en día. Sin des-
contar en absoluto los efectos de la contaminación del agua y los esfuerzos
de la lucha contra la contaminación, para generar atención social sobre este
complicado problema, este trabajo pone de relieve la necesidad de conside-
rar muchos más aspectos.
La contaminación se presentó como el único problema, tanto para el
gobierno como para la empresa —la empresa, por supuesto, se tomó más
de una década para reconocer formalmente la existencia de la contamina-
ción—. La cuestión, igualmente acuciante, de la degradación del ecosistema
fluvial, su impacto en el río, y a su vez sobre la vida de los pobres, nunca
fue parte del debate. Como resultado, el debate terminó con el cierre de
246 J. Krishnan y A. George

la fábrica. El gobierno continuó con su política de desarrollo industrial, tra-


tando los recursos comunitarios —el río y los bosques— como algo dado,
donde la seguridad de los medios de subsistencia de la gente pobre (que se
deriva directamente de estos recursos), fue intercambiada por el beneficio
de unos pocos. Este modelo se mantiene en vigor.
Los conflictos basados en sitios acerca de los medios de subsistencia
y los recursos de agua han sido criticados por no trascender el problema
inmediato de la injusticia, y por no abordar la cuestión más amplia de la
transformación del modelo de desarrollo que conduce, en primer lugar, a
un desarrollo insostenible de los recursos hídricos (Sneddon y Fox 2008).
Esto es muy cierto en el caso del conflicto en torno a la fábrica de rayón. El
debate sobre esta cuestión, en la que una amplia gama de personas partici-
paron (grupos de protesta locales, empresa, gobierno, tribunales, sindicatos,
líderes políticos, científicos e investigadores), no logró tocar el paradigma
dominante del desarrollo industrial, uso de recursos naturales y justicia. La
relevancia de la evolución del marco de la Justicia Hídrica está en permitir
que las llamadas luchas localizadas puedan abordar los grandes temas que
inciden en la sostenibilidad de los recursos y en la justicia en su uso.
El marco de la Justicia Hídrica puede abrir el debate sobre derechos de
agua justos, sobreprotección del recurso y sobre un paradigma de desarrollo
que presta poca atención a estas cuestiones. La justicia hídrica tiene que
abordar estos temas si quiere trabajar en la prevención de la apropiación
a gran escala de agua y recursos naturales, que atentan contra la ecología
y el sustento de los sectores más pobres de la sociedad en países como la
India. El énfasis actual sobre los derechos procesales —como el derecho a la
información, el derecho a la participación y la toma de decisiones— en la
planificación hídrica, conlleva fuerza para el marco de la Justicia Hídrica, y
es a su vez, reforzada por dicho marco.

6. Conclusiones

El tema de la justicia hídrica plantea serias preocupaciones relacionadas con


el acceso desigual al agua y la inseguridad resultante en los medios de vida;
esta inseguridad afecta la vida de los sectores marginados de la sociedad. Si
bien el término «justicia hídrica» se refiere explícitamente a los temas de
equidad y, por tanto, a las relaciones de poder que determinan el uso y la
distribución del agua, también se refiere a los procesos ecológicos que ga-
rantizan flujos y disponibilidad de agua para el presente y el futuro. El tema
de la justicia y la injusticia no puede, por tanto, separarse de la cuestión
14 | Las tribus y los bosques, la gente pescadora y el río 247

igualmente acuciante de la degradación de los ecosistemas y la explotación


excesiva de los recursos que impactan en la disponibilidad de agua. En ese
sentido, el concepto de justicia hídrica es un concepto realmente socio-
ecológico.
Los problemas de agua que vemos hoy en día dejan de lado tanto a la
justicia, como a la ecología. Esta cuestión se examina en relación con el con-
flicto de agua en la cuenca del río Chaliyar en Kerala, sur de la India. El capí-
tulo toca el tema de la degradación de los ecosistemas, así como la exclusión
de los sectores marginados en todos los niveles de toma de decisiones. Este
conflicto de cuatro décadas de duración gira en torno al tema de la conta-
minación fluvial causada por la fábrica Mavoor Gwalior Rayons de propie-
dad de Birla. Este caso pone de relieve cómo la degradación del ecosistema
y la negación de la justicia van de la mano. Si bien, la empresa cerró hace
una década, la estructuración y articulación del asunto de manera partidista
llevaron a restar importancia a ciertos aspectos críticos de apropiación de
agua y de recursos. Esto no solo impide una visión completa de la injusticia
hídrica que tuvo lugar, sino que no aporta a las futuras políticas y prácticas
en este sentido.

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Capítulo 15

Afectación del acceso al agua y reacciones


mesuradas de los afectados: ilustraciones de Bolivia

Vladimir Cossio

1. Introducción

En este capítulo se abordan algunos de los temas ilustrativos en términos de


conflictividad —y reacciones de la sociedad civil—, en relación con el acce-
so al agua en Bolivia (ver Cossio 2011). Se destacan, por ejemplo, las conse-
cuencias e impactos de las actividades mineras para las poblaciones locales
y la problemática de los derechos de agua para riego en relación con las
intervenciones en el desarrollo del riego. Los estudios de caso presentados
en este capítulo se han desarrollado en dos zonas de Bolivia, con caracte-
rísticas ecológicas muy diferentes: la zona del Chaco, zona de relativamente
baja altitud, de clima caliente y seco, ubicada en la parte oriental del país; y,
el Altiplano, zona alta, con clima frío y seco, ubicada en la parte occidental.
En ambos casos se muestra la situación de grupos indígenas afectados en su
acceso al agua por diferentes procesos y las reacciones de los mismos ante
estas situaciones.
El análisis que se realiza aquí, parte de la idea de que la justicia hídrica
puede empezar a entenderse a partir del estudio de procesos de afectación
del acceso al agua —ya sea afectación de los derechos u otros mecanismos
de acceso al agua—, los cuales producen conflictos y reacciones de los gru-
pos afectados ante lo que es considerado por ellos como injusto. De esa
manera consideramos que el acceso y los derechos de agua, por un lado, y las
nociones de justicia en el acceso al agua, por el otro, son cuestiones funda-
mentales para analizar los conflictos y las reacciones de los grupos afectados
en estos casos.
250 V. Cossio

2. Conceptos considerados

El capítulo se organiza a partir de varios conceptos que vienen siendo traba-


jados individualmente por distintos investigadores y también colectivamen-
te al interior de la alianza Justicia Hídrica.

Derecho al agua y acceso al agua

El estudio de la afectación del acceso al agua es un tema clave para compren-


der los conflictos que se producen y las reacciones de los grupos afectados.
Para entender estos procesos de afectación en los casos estudiados, se parte
del marco conceptual relacionado con los derechos de agua y el acceso al
agua.
Se entiende derecho al agua como «un reclamo autorizado sobre el flu-
jo benéfico de una fuente de agua» (Gerbrandy y Hoogendam 1998: 95). La
noción de reclamo autorizado vincula este concepto con la idea de una re-
lación de propiedad en el acceso a un recurso natural. Esto puede apreciarse
también en la caracterización establecida por MacPherson de la «propiedad
como derecho» en el sentido de un reclamo autorizado de algún uso o bene-
ficio de algo (Macpherson 1978 citado por Ribot y Peluso 2003).
En el caso de Bolivia, el concepto de derecho al agua ha sido utilizado
en la investigación de temas relacionados con la gestión de sistemas de rie-
go y en diagnósticos orientados a la intervención en sistemas de riego. En
estos últimos, la concretización de los derechos al agua en los sistemas se
ha convertido en una práctica común y un requisito establecido por varios
financiadores. Sin embargo se pueden apreciar dos limitantes en la aplica-
ción de este concepto: la primera está referida a que en la práctica, la gente
utiliza el agua no siempre sobre la base de un sistema de derechos de agua,
sino también a través de una diversidad de mecanismos de acceso. «Una
gran y creciente cantidad de literatura sobre propiedad colectiva y tenencia
de recursos ha mostrado que la ley —ya sea escrita u oral, formal o consue-
tudinaria— no puede nunca delinear completamente todas las formas y vías
de acceso a recursos que existen a lo largo de complejas y superposicionadas
redes de poder» (Ribot y Peluso, 2003: 156). En este sentido, el concepto de
derechos de agua no es útil para identificar estos otros mecanismos de acce-
so, restringiendo muchas veces el análisis alrededor de los usuarios formales
de los sistemas de agua.
La segunda limitante importante se refiere a que muchas comunida-
des, principalmente comunidades indígenas, no practican ninguna forma
de apropiación del agua, consideran que el agua es de libre acceso, por lo
15 | Afectación del acceso al agua y reacciones mesuradas de los afectados 251

cual no es posible desde su visión establecer alguna relación de propiedad


en torno al agua, tal como implicaría la utilización del concepto de derecho
al agua.
La definición de acceso al agua intenta ser más amplia, reconociendo
los derechos de agua como uno de los mecanismos de acceso pero incluyen-
do también otras relaciones. Ribot y Peluso (2003) definen acceso como «la
capacidad para beneficiarse de cosas, que incluyen objetos materiales, per-
sonas, instituciones y símbolos». Al enfocarse en capacidades, en lugar de
derechos como en las teorías de propiedad, esta formulación pone atención
a un rango más amplio de relaciones sociales que restringen o permiten a la
gente beneficiarse de recursos, sin enfocarse en las relaciones de propiedad
solamente (Ribot y Peluso 2003: 154). En este sentido, el acceso al agua se
consigue no solamente a través de los derechos al agua sino también a través
de otros mecanismos «informales». Por tanto «el análisis del acceso requiere
poner atención a la propiedad así como a acciones ilícitas, relaciones de
producción, relaciones de derecho y la historia de todas estas» (Ídem: 157).
Los mecanismos de acceso planteados son el acceso a tecnología, capital,
mercado, mano de obra, conocimiento, autoridad, identidad y relaciones
sociales (Ídem).
Sin embargo, utilizar el concepto de derecho al agua es útil para analizar
el acceso al agua de comunidades indígenas en relación con otros usuarios
externos de sus aguas en términos comparables debido a que las legislacio-
nes, en general, y la legislación boliviana sobre el uso de recursos naturales,
en particular, están basadas en la noción de derechos de uso.
De acuerdo a lo indicado anteriormente, los derechos al agua y el acceso
al agua «son fundamentalmente relaciones sociales y, por tanto, expresan las
relaciones de poder entre los seres humanos: “El agua fluye en la dirección
del poder”» (Boelens y Hoogendam 2002). Los casos analizados aquí resal-
tan la necesidad de considerar no solo las relaciones de poder sino también
las percepciones de los afectados sobre el uso del agua, para entender más
cabalmente los procesos de afectación.

Justicia hídrica

El grado y la forma de reacción de los grupos afectados estarán relacionados


de manera importante con concepciones de justicia manejadas por estos, las
cuales estarán directamente vinculadas con su forma de ver la vida y su en-
torno, y con el contexto natural e histórico en el que se dan las situaciones.
En general, se puede entender la Justicia como la concepción que cada
época, civilización, etcétera, tiene del bien común (Diccionario Larousse, 2009).
252 V. Cossio

En un sentido más operativo Harvey (citado por Zwarteveen y Boelens


2011) considera que justicia es un concepto que habla sobre la necesidad de
regular las relaciones humanas y nuestros esfuerzos colectivos para lograr
un marco particular de metas, en un contexto de condiciones ecológicas,
históricas y geográficas.
Las definiciones mencionadas resaltan que las nociones de justicia que
tengan los involucrados serán diferentes en cada caso particular. Por ello no
se puede manejar un concepto único de justicia sino que este es relacional y
debe analizarse en cada caso y para cada uno de los actores involucrados.

2. Los estudios de caso

Afectación del acceso al agua por la minería en Corocoro

El pueblo de Corocoro pertenece políticamente al municipio del mismo


nombre, ubicado en la provincia Pacajes del departamento de La Paz. La
zona tiene un paisaje característico del altiplano boliviano, con montañas y
planicies altas y un clima semiárido y frígido. Se encuentra a una altitud en-
tre 3400 y 4600 msnm y tiene una precipitación media anual de 352 mm.
De acuerdo a la organización aymara, Corocoro pertenece a la Marka
Caquingora del Jach’a Suyu Pacajaqi, territorio que actualmente se encuentra
en un proceso de reconstitución impulsado por la CONAMAQ.1 Las comu-
nidades indígenas aymaras habitantes de la zona, se dedican principalmente
a la ganadería, siendo ovinos, llamas y bovinos, las principales especies. La
agricultura que se practica es de secano, principalmente papa, quinua, ka-
ñahua y cebada. Muchas familias se dedican también al comercio.
Esta región es rica en yacimientos metalíferos, principalmente de cobre,
debido a lo cual en la zona ha existido explotación minera desde la época
colonial. En esta actividad se involucran muchas familias de las comunida-
des aymaras de esta Marka y habitantes del pueblo de Corocoro.
En la zona existen fuentes de agua superficiales con caudales relati-
vamente pequeños: ríos temporales, vertientes y algunas lagunas. El río

1. Concejo Nacional de Ayllus y Markas del Qollasuyu, organización constituida el 22 de


marzo de 1997 como la máxima instancia organizativa de los indígenas de tierras altas
de Bolivia. Esta organización persigue la reconstitución de los ayllus, markas y suyus
del Qollasuyu (nación Aymara) y busca lograr la autodeterminación política, los cuales
sufrieron un proceso de desestructuración en las épocas colonial y republicana de Boli-
via. <http://conamaq.org/index.php?option=com_content&view=article&id=1&Item
id=6>.
15 | Afectación del acceso al agua y reacciones mesuradas de los afectados 253

Pontezuelo es el río principal, sus aguas son compartidas entre la población


urbana (parte del pueblo de Corocoro), la población rural, que destina el
agua principalmente para uso doméstico y abrevado de ganado, y la planta
metalúrgica de Corocoro.
En tiempos de la colonia española, en esta región existía explotación de
plata, plomo y cobre. Entre 1880 y 1953 la zona fue explotada por empre-
sas mineras extranjeras. En este periodo, la empresa «American Smelting»
construyó una planta de flotación de cobre en el pueblo de Corocoro. A
partir de 1953, todas las instalaciones mineras de la región pasaron a manos
de la Corporación Minera de Bolivia (COMIBOL) hasta su cierre en 1986.
Entre los años 2008 y 2009, la COMIBOL ha construido, con fondos
del Estado boliviano, una planta hidrometalúrgica moderna para procesar
inicialmente colas, desmontes y relaves de la antigua planta y, en un futuro
próximo, mineral de cobre que será explotado a cielo abierto en sociedad
con la empresa Kores de Corea del Sur.2
La operación minera de cobre se encuentra en la marka Qaqingora y
afecta directamente a los ayllus Huakasayaña y Sikuypata. Al primero (aguas
abajo), porque las operaciones mineras han afectado su territorio (ductos
de agua, dique de colas), y al segundo (aguas arriba), porque la toma de agua
que usa la empresa se encuentra en su territorio y la eventual disminución
de caudal afectaría directamente los usos del agua de las familias de este
ayllu.
La planta hidrometalúrgica y parte del pueblo de Corocoro se abaste-
cen de agua a partir de una toma construida en el río Pontezuelo. Esta toma
deriva el agua hacia una tubería que llega en primer lugar hasta la planta
y luego hacia la zona más baja del pueblo, sector en el que se encuentra el
cuartel, la escuela y el hospital. Esta infraestructura data de 1900, fue mejo-
rada por la COMIBOL en 1960 y posteriormente, en el año 2009, para garan-
tizar la provisión de agua a la planta hidrometalúrgica. Además de mejorar
la toma e incrementar el diámetro de la tubería, la COMIBOL construyó un
tanque de almacenamiento para garantizar la provisión de agua a la planta
y regular la provisión de agua al pueblo.
Las familias aymaras usuarias del agua utilizan pozas construidas en
este río para el abrevado de ganado; el agua para consumo doméstico es
tomada directamente del río utilizando envases.
La puesta en funcionamiento de la nueva planta hidrometalúrgica de
Corocoro ha implicado la utilización de una mayor cantidad de agua del río
Pontezuelo. La empresa ha declarado que el consumo diario de agua de la

2. Véase <http://www.comibol.gob.bo/corocoro>.
254 V. Cossio

planta es de 50,1 m3. Este dato es cuestionado por los comuneros debido a
que en el último mejoramiento de la toma se ha incrementado el diámetro
de la tubería. En realidad no existe un control de la cantidad de agua condu-
cida. Una medición realizada durante este estudio indica que el consumo de
agua de la planta hidrometalúrgica y del pueblo suman un total de 492,5 m3/
día, aunque no se pudo conocer el volumen de agua utilizada por la planta
hidrometalúrgica, se estima que este es mucho mayor al volumen indicado
por la COMIBOL.
Otro de los cuestionamientos de los comuneros es que la empresa ha
desviado el curso natural de este río, en al menos un par de metros, con
la finalidad de incrementar el caudal que ingresa a la planta. La empresa
argumenta que el pueblo se beneficia del incremento de agua, sin embargo,
como se indica arriba, solo una parte del pueblo se beneficia con esta agua.
Estos cuestionamientos fueron manifestados a la COMIBOL en va-
rias ocasiones por la organización del Jach’a Suyu Pacajaqi, sin tener una
respuesta positiva. Durante el 2009, año en el que se produjo una fuerte
sequía, las modificaciones de la toma realizadas por la empresa afectaron
seriamente a las familias aguas abajo. Luego de varios intentos de diálogo
con la COMIBOL, el ayllu Sikuypata intentó reencauzar las aguas del río a
su curso natural y cortar el ingreso del agua en la toma. Ante este hecho, la
empresa, el cuartel, la escuela, el hospital y algunos pobladores de la parte
baja del pueblo rechazaron y reprocharon la acción de este ayllu. Pese a ser
una medida radical, esta no consiguió el respaldo del resto de los ayllus del
Jach’a Suyu y la comunidad acabó por ceder a la presión y persuasión de la
COMIBOL.

Diferenciación de derechos y acceso al agua en Puesto García

La zona de estudio se encuentra en el chaco boliviano, municipio de Villa-


montes, provincia Gran Chaco del departamento de Tarija. Puesto García
es legalmente una OTB,3 aunque los pobladores la reconocen como comu-
nidad. Esta región se caracteriza por su llanura boscosa y por las últimas
estribaciones de la Cordillera Oriental conocida como la serranía del Agua-
ragüe. La zona del Chaco tiene oscilaciones térmicas fuertes entre las esta-
ciones del año, debido a las corrientes de aire procedentes de la Antártida.
Estas oscilaciones pueden provocar temperaturas cercanas a los 0 a 5°C en
invierno, hasta los 40 a 45°C en el verano. La precipitación media anual

3. Organización Territorial de Base, instancia organizativa comunal/barrial instituida por


la Ley de Participación Popular.
15 | Afectación del acceso al agua y reacciones mesuradas de los afectados 255

en las serranías del Aguragüe oscila entre 850 y 1000 mm. De esa manera el
escurrimiento de estas serranías es la fuente principal de agua para la zona
plana. La zona se encuentra a una altura 750 a 1800 msnm.
La principal actividad de Puesto García es la agricultura que es intensi-
va y se realiza durante todo el año. La intensidad de uso del suelo y la falta
de espacio ha causado que actualmente pocos pobladores se dediquen a
la ganadería, actividad que era tradicional en la zona. La mayor parte de
los pobladores que cuentan con ganado, mantienen sus animales en otras
comunidades.
Los habitantes originarios de la zona son los pueblos guaraníes que re-
sistieron, primero, al imperio incaico y, posteriormente, a la colonia espa-
ñola que instauró misiones católicas en la zona. Tarairi era una misión de
la iglesia católica hasta 1915, momento en el cual algunas tierras pasan a
manos del Estado boliviano y de migrantes de otras zonas del país. En 1949,
los habitantes de la zona —criollos, migrantes vallunos y guaraníes— con-
forman la Sociedad Agrícola Ganadera de Pequeños Productores de Tarairi.
Esta asociación controlaba las tierras de la zona y los agricultores que la uti-
lizaban debían pagar un arriendo. Con la Reforma Agraria de 1953 se deja
de pagar arriendo pero los agricultores debían estar afiliados a la asociación
para poder cultivar la tierra.
A mediados de la década de los años ochenta, los migrantes construye-
ron los primeros sistemas de riego en la zona, uno de los cuales fue Puesto
García. Posteriormente, con la Ley de Participación Popular (1994), Tarai-
rí se divide en comunidades más pequeñas. Así, Puesto García delimitó su
territorio y conformó una OTB en 1995. Esta comunidad estaba integrada
por ganaderos criollos, migrantes del valle de Tarija, guaraníes originarios
de la zona y guaraníes migrantes del chaco cruceño y chuquisaqueño. Hasta
este año, el sistema de riego se mejoró en varias ocasiones y se repartió la
totalidad de los terrenos bajo riego. Actualmente se ha establecido el «traba-
jo a medias» mediante el cual algunas familias acceden a tierra y agua para
cultivar.
Entre 1999-2000, una ONG empieza a brindar apoyo a guaraníes en
el chaco boliviano. En Puesto García, unas 25 familias se organizan en la
Asamblea del Pueblo Guaraní (APG) y comienzan a explotar terrenos de
forma comunitaria en la zona de riego de Puesto García. Luego de que la
ayuda de la ONG se retiró, los guaraníes no pudieron seguir cultivando de la
misma forma, lo que provocó que vendan sus pedazos de terreno individua-
les y posteriormente sus turnos de riego, aproximadamente en el año 2000.
El desarrollo del sistema de riego en Puesto García está muy ligado a la
migración de agricultores vallunos a la zona donde introdujeron cultivos
256 V. Cossio

bajo riego, principalmente hortalizas. Luego de la construcción inicial de un


sistema de riego, este se fue ampliando a través de distintos emprendimien-
tos liderados por los mismos usuarios del sistema, en los cuales se fueron
añadiendo más usuarios, dada la fuerte migración a la zona de agricultores
del valle, y el paulatino incremento del interés de ganaderos (criollos) y de
guaraníes en la agricultura regada.

Cuadro 15.1
Hitos históricos en el desarrollo del sistema de riego Puesto García

Año Hito Impulsores y beneficiarios


1983 Construcción del primer canal Impulsada por familia Maigua,
de riego. apoyada por los Pérez, Rodas,
Cosme, Arancibia.
1985- Construcción del segundo canal Impulsada por Segundino Aramayo
1986 de riego. y Tomás Ovando, apoyada por
alrededor de veintincinco personas.
1988- Construcción del tercer canal Impulsada por 36 usuarios, con
1990 de riego. apoyo de CODETAR.

Conformación del comité pro-


riego Puesto García.
1992- Construcción del cuarto canal Impulsada por alrededor de sesenta
1993 de riego. usuarios.

CODETAR construyó la toma.


2004- Mejoramiento del canal Impulsada por 65 usuarios.
2005 principal (revestido H°C°).
Proyecto ejecutado por el PRONAR.
2008 Mejoramiento de canales Impulsada por 65 usuarios.
secundarios (revestido H°C°).
Proyecto ejecutado por el municipio
de Villamontes.

Fuente: elaboración propia.

Inicialmente, todos los usuarios del sistema tenían derecho a regar el


mismo número de horas, hasta 1992. Posteriormente, se establecen los de-
rechos al agua en relación con el número de jornales aportados, lo cual des-
encadena un proceso de diferenciación de los derechos de agua al interior
del sistema. Personas con mayor influencia en la comunidad —agricultores
15 | Afectación del acceso al agua y reacciones mesuradas de los afectados 257

Figura 15.1
Número de socios en el sistema Puesto García por grupo étnico

Fuente: elaboración propia sobre la base de archivos de entrevistas.

con más tierra, líderes comunales y de la organización de riego—, empiezan


a obtener más derechos a través de la inversión de mano de obra y la compra
de derechos, excediendo inclusive el límite de horas de riego establecido en
el sistema (tres horas), a través de la inclusión de parientes como derecho-
habientes. Familias guaraníes, por el contrario, venden derechos de agua al
no tener interés en la agricultura regada o por necesidad de dinero (familias
pobres), lo cual refleja la diferencia cultural con respecto a sus estrategias de
sustento. Como se aprecia en la figura 15.1, el número de beneficiarios gua-
raníes decrece a partir de 1994, mientras que el número de blancos (criollos)
y migrantes vallunos aumenta. Sin embargo, algunas familias guaraníes op-
taron por no vender sus derechos pero sí sus turnos de agua, pues prefieren
tener el dinero ya que no les interesa la agricultura regada.
Por otra parte, existe una diferencia entre los derechos de riego forma-
les y la cantidad de agua a la que acceden las familias, al existir otros me-
canismos que permiten el acceso a más agua y tierras de cultivo —compra
de turnos de agua, trabajo a medias— que permiten aprovechar la falta de
interés de los guaraníes en la agricultura para obtener más beneficios.
Actualmente, ya no se acepta la inclusión de nuevos usuarios en el siste-
ma de riego por considerar que la cantidad de agua no sería suficiente, ade-
más de que esto alargaría los intervalos de riego, lo cual afectaría seriamente
el cultivo de hortalizas.
258 V. Cossio

3. Mecanismos y factores influyentes en los procesos de afectación


de derechos y acceso al agua

Existe una larga historia de explotación minera en Corocoro, la cual tradi-


cionalmente ha utilizado agua del río además de afectar la calidad del mis-
mo, y de otras fuentes, con aguas de mina. Este hecho ha provocado que la
utilización minera del agua sea considerada habitual para los pobladores de
la zona, que incluso reconocen un cierto derecho de uso del agua al sector
minero.
El sector minero hace prevalecer sus derechos sobre el uso del agua,
argumentando la contribución de la minería al desarrollo del país, al ser un
sector estratégico de la economía que está siendo relanzado por el gobierno
actual. Tiene a Corocoro precisamente como una de sus «puntas de lanza».
Consciente de la importancia del agua para el funcionamiento de la planta
hidrometalúrgica, este sector toma acciones e invierte recursos económicos
para tener un mayor control sobre el agua: mejoramiento de la toma, cons-
trucción de un tanque de almacenamiento, control de la provisión de agua
al pueblo.
El fuerte respaldo institucional del Estado le da a la COMIBOL una
posición de ventaja con relación a los ayllus afectados, lo cual hace que
asuma una posición de deslegitimización de la protesta de las comunida-
des. Argumenta que son solo intereses particulares. Por otra parte, causa
también que no tenga ninguna apertura para el diálogo con las organi-
zaciones de los ayllus, desconociendo inclusive el derecho de las comu-
nidades originarias a la consulta previa, reconocido por la Constitución
Política del Estado.
Como se ha indicado anteriormente, los ayllus afectados han reaccio-
nado de manera muy débil ante lo que parece ser una seria afectación de
sus medios de vida. Las razones que explican este tipo de reacción son: en
primer lugar, la clara desventaja en la relación de poder con la COMIBOL,
considerando además que algunas familias aymaras están relacionadas di-
recta o indirectamente con la actividad minera; en segundo lugar, en la zona
no existen sistemas «formales» de uso del agua, sino más bien un acceso
libre al agua del río para el abrevado de ganado y uso doméstico, por lo
cual no existe una organización de usuarios que pueda luchar de forma más
contundente en contra de la afectación producida en este caso, como se da
normalmente cuando se afectan fuentes de agua de sistemas de riego; en
tercer lugar, la idea de apropiación del agua no es parte de la cosmovisión
de las familias aymaras que consideran que no se le puede negar el agua a
nadie, por lo tanto tampoco al sector minero.
15 | Afectación del acceso al agua y reacciones mesuradas de los afectados 259

De esa manera, el reclamo de la organización aymara está basado más


bien en la demanda de respeto a su territorio, a sus formas tradicionales
de gestionar el agua y a su derecho a la consulta previa, en relación con los
planes mineros existentes en su territorio.
Los pobladores de Corocoro, aunque no fueron afectados por el con-
flicto, consideran que el emprendimiento minero genera mayor movimien-
to económico en el municipio, además de que los trabajadores moran en el
pueblo. Por tanto, respaldan al sector minero, aunque no tomaron acciones
concretas en este caso.
En el segundo caso, en Puesto García se da un proceso de acumulación
de derechos de agua para riego en manos de algunas familias que utilizan
como mecanismos, por un lado, su influencia como líderes de la comuni-
dad y la organización del sistema de riego y, por otro lado, su poder eco-
nómico. Adicionalmente, el desinterés de los guaraníes en la agricultura
regada es un aspecto que ha beneficiado también a las familias influyentes
de la comunidad.
La constante migración de los vallunos fue un factor fundamental para
la implementación del riego en la zona. A los criollos y los guaraníes no les
interesaba la agricultura bajo riego inicialmente, con el tiempo, los crio-
llos fueron interesándose paulatinamente, aunque este cambio de intereses
fue mucho menos fuerte para los guaraníes. La posición de los guaranís es
particular, por influencia de la forma de vida, característica de su cultura.
Este grupo es el que más vendió sus derechos de agua como una forma de
obtener dinero para sus necesidades diarias, principalmente porque la agri-
cultura regada no está dentro de sus intereses prioritarios. Sus costumbres
incluyen el cultivo a secano, principalmente del maíz, y el vivir el día a día,
característico de su antigua forma de vida seminómada que parece todavía
tener influencia en muchas familias y que también explica, en parte, la venta
de sus tierras.
La forma de vida de los guaraníes ha sido seriamente afectada por pro-
cesos de ocupación de su territorio que se fueron dando desde la época de
la colonia española, haciendo casi imposible, en este momento, dotarles un
territorio que les permita volver a adoptar su forma de vida tradicional. Pese
a ello, muchas familias no renuncian a esta forma de vida. De esa manera el
proceso no tuvo una resistencia importante por parte de los guaraníes, ya
que estos no acaban de entrar en el marco del sistema de riego y prefieren
esforzarse en mantener su forma de vida tradicional.
De manera general, los proyectos de riego son una oportunidad para
adquirir derechos al agua, aunque al concentrarse en los derechohabientes de
los sistemas afectan las posibilidades para que nuevas familias se beneficien
260 V. Cossio

del riego. Además, la provisión de agua para riego a familias agricultoras es


un componente importante de la política de desarrollo agrícola, al parecer,
considerando que todos los agricultores quieren tener agua para riego, sin
tener en cuenta diferencias culturales. Sin embargo, como se ha ilustrado,
para los guaraníes la agricultura regada no tiene demasiada importancia.

4. Reflexiones: las concepciones de Justicia

Para los ayllus aymaras existe acceso libre al recurso, en tanto no se afecte
significativamente la cantidad o la calidad del agua para el resto de usuarios;
acceso libre pero no irrestricto. Esto se refleja, por ejemplo, en aseveraciones
como «el agua no hay que atajar, si hay, no hay que mezquinarse», o en el
actual acceso que todos los comuneros tienen a las aguas del río Pontezuelo,
incluido un actor externo como es el caso del operador minero.
Los guaraníes, por tradición de su cultura, no persiguen la apropiación
de los recursos naturales en general y específicamente del agua; el agua pue-
de ser utilizada por todos los habitantes de una zona sin restricción. En el
caso de Puesto García, empiezan a aceptar la idea de invertir con mano de
obra para obtener derechos al agua de riego por influencia de los migrantes
vallunos.
Para el operador minero estatal, el uso del agua está respaldado por
el Estado, que tiene el derecho a disponer el uso del agua de acuerdo a las
prioridades nacionales. En este sentido, se apoya en la institucionalidad es-
tatal para justificar el uso del agua aunque también ignora disposiciones
que están a favor de las comunidades habitantes en las áreas de explotación
minera.
Para los habitantes criollos en Puesto García, el agua es vista en térmi-
nos de su aprovechamiento para uso doméstico y abrevado de animales.
De ese modo el uso del agua estaba normalmente ligado a la tierra que era
habilitada para la cría de ganado. Para los migrantes vallunos, en cambio,
la noción de acceso al agua ligada a la inversión de mano de obra es muy
fuerte. Para ellos es justo que solo los que han invertido con mano de obra,
y cumplen con las normas del sistema, tengan derecho a regar.
Estas ilustraciones muestran las grandes divergencias en cuanto a los
términos de justicia social, según los actores, sus contextos, sus intereses y
sus perspectivas culturales.
15 | Afectación del acceso al agua y reacciones mesuradas de los afectados 261

Bibliografía

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COMIBOL
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2010 <http://conamaq.org/index.php?option=com_content&view=articl
e&id=1&Itemid=6>, visitado en octubre 2010.

Cossio, V.
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flictos». En R. Boelens, L. Cremers y M. Zwarteveen (eds.), Justicia
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Gerbrandy, G. y P. Hoogendam
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Larousse, Editorial
2009 Diccionario Larousse de la lengua española. Buenos Aires.

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1978 Property: Mainstream and Critical Positions. Toronto: University of
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2003 «A Theory of Access». Rural Sociology 68 (2), pp. 153-181.

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2011 «La investigación transdisciplinaria referente a la temática de “justi-
cia hídrica”: unas aproximaciones conceptuales». En R. Boelens, L.
Cremers y M. Zwarteveen (eds.), Justicia Hídrica: acumulación, con-
flicto y acción social, pp. 29-58. Lima: IEP y Fondo Editorial PUCP.
Capítulo 16

Avanzamos en la lucha por la justicia hídrica


Antonio Gaybor Secaira

1. Introducción: del desarrollismo al consenso de Washington

Como en otras esferas, la problemática del agua es analizada desde diferen-


tes corrientes, sobre cuya base se construyen los contenidos y estrategias
para la formulación y ejecución de la política pública, pudiendo inclusive
llegar a ser referentes para definir las agendas de organizaciones de usuarios
y movimientos sociales y de partidos políticos.
En el período desarrollista, entre las décadas del cincuenta al setenta del
siglo anterior, en algunos países latinoamericanos como el Ecuador, el agua
adquiere la categoría de bien nacional de uso público y para su gestión se
crea un aparato estatal relativamente fuerte y una normatividad reguladora
e interventora.
Es un lapso en el que se formalizan los derechos de acceso y uso del
agua. En el caso del agua para riego, que constituye el mayor uso consuntivo
en nuestros países, con alrededor del 80% sobre el total de agua utilizada,
no es menos cierto que se legitima la concentración del agua a favor de los
grupos de poder, que de hecho ya ocurría como producto del proceso de
evolución de nuestra sociedad (Gaybor 2011).
Desde el Estado, la política de distribución partió con una forma de
entender la equidad sobre el acceso al agua, basado en el principio de una
correlación positiva y directa con el control y acceso a la tierra: a más tierra,
más agua y viceversa. Un mecanismo fundamental de la gestión del agua es
que el Estado, a través de las autorizaciones o concesiones del agua desde
264 A. Gaybor Secaira

sus fuentes, establezca las condiciones que deben cumplir los usuarios para
acceder y luego mantener los derechos. Entre los criterios vale la pena se-
ñalar algunos de ellos como la responsabilidad en el manejo de la fuente, la
prevención y el control de la contaminación, el pago de tarifas por el acceso,
el empleo del agua de acuerdo con el uso señalado en la autorización, entre
otros. También desde el Estado se definieron los mecanismos de sanción
para quienes no cumplan con las condiciones establecidas sobre las conce-
siones, pudiendo llegar a multas y hasta el retiro de la concesión. En el caso
del riego, en algunos países se definió que las autorizaciones solo podían
tener plazo determinado, aunque ciertamente en otros países los propios
usuarios del agua presionaban para que este principio no corra y se cambie
a plazo indeterminado, con el cual los poseedores del derecho aseguraban
perpetuidad en el acceso, que en el caso de zonas de mayor presión sobre
el agua, esto agudizaba la inequidad en la distribución (véase, por ejemplo,
Cossio 2011. Cf. Hendriks 2010; Zapatta y Gasselin 2005).
Una corriente hegemónica en las tres últimas décadas es la neoliberal,
que tuvo y aún tiene gran influencia en nuestros países, dada la gigantesca
maquinaria puesta en movimiento por el capital, que opera de manera ar-
ticulada controlando las esferas del conocimiento y de políticas públicas, de
dominio social e ideológico (Martínez-Alier 2002; Isch y Gentes 2006). En
materia del agua, lo que se plantea es transformarla en una mercancía y que
los derechos circulen en el mercado de manera libre (véase, por ejemplo,
World Bank 1996). El Estado es visto como un factor distorsionante del
mercado, por lo que su rol debe reducirse a ser simplemente normativo,
que facilite la libre iniciativa privada. Estas dos tesis constituyen parte fun-
damental del libreto general promovido por el consenso de Washington,
a través de los organismos multilaterales como el FMI y el Banco Mundial
(Gaybor 2008; Van der Ploeg 2008; Bakker 2010).
En materia de riego, la política pública seguida en América Latina, des-
de antes del período desarrollista y con más fuerza en los años cincuenta y
sesenta, estableció los sistemas de riego con el criterio de que era papel del
Estado identificar, diseñar y construir la infraestructura y, luego, encargar-
se de la administración, operación y mantenimiento (AOM). Los campe-
sinos y otro tipo de agricultores eran vistos simplemente como usuarios,
quienes para acceder a los derechos del agua de riego, a nivel de sus parcelas
o comunidades, tenían que cancelar una tarifa volumétrica y otra básica.
La primera para cubrir los costos de AOM y la otra por la depreciación de
la infraestructura. Por lo general, las depreciaciones no fueron aplicadas y
las tarifas volumétricas solo parcialmente fueron cumplidas. No era parte
del modelo convencional de riego, el fortalecimiento de la organización
16 | Avanzamos en la lucha por la justicia hídrica 265

de regantes para que estas asuman, no solo las funciones de AOM, sino que
sean actores clave del desarrollo económico y social de sus territorios, y pue-
dan convertirse en sujetos que asuman roles importantes en la definición y
control de la política pública (Zapatta y Gasselin 2005; Hendriks 2010).
La propuesta neoliberal fue ampliamente acogida en algunos países
mientras que en otros se enfrentó con una fuerte resistencia popular, que
impidió que las iniciativas neoliberales avancen fácilmente. En Ecuador, la
propuesta neoliberal en materia de recursos hídricos tomó fuerza en la dé-
cada del noventa. Se realizaron cambios importantes en el marco norma-
tivo, algunos de estos, de manera inconstitucional e ilegal para fortalecer
la concentración del agua en pocas manos, especialmente en el agua para
riego, minería e hidroelectricidad. Se creó un caos institucional que, en úl-
tima instancia, termina siendo funcional a los intereses de los grupos de
poder (Zapatta y Gasselin 2005; Cremers et al. 2005; Gaybor 2011). Desde
los sectores populares se levantó un fuerte proceso contrahegemónico que
de alguna manera limitó la implementación de algunos aspectos de la pro-
puesta neoliberal.
Tanto en la propuesta desarrollista como en la neoliberal, los sistemas
de riego comunitarios y campesinos establecidos con sus propios esfuerzos
no eran parte de la política de riego, que no sea por su exclusión.

2. La perspectiva alternativa

Hay que reconocer que la lucha desatada desde las organizaciones populares
del Ecuador, en la década del noventa, abrió un espacio de debate sobre su
problemática, y logró impedir la expedición de una Ley de Aguas elaborada
con la horma neoliberal. Como era de esperarse, los grupos de poder no
permanecieron estáticos. Al contrario y de manera audaz, las autorizaciones
para usos económicos pasaron a entregarse con un plazo indeterminado,
expidiendo una simple resolución administrativa. Sin duda que esto permi-
tió la concentración y privatización del agua, que es lo que perseguían los
sectores empresariales en última instancia. Se implementó la transferencia
de los sistemas de riego bajo el criterio de que el Estado debe retirarse y en-
tregar la responsabilidad a las organizaciones de usuarios. Las normas para
prevenir y luchar contra la contaminación del agua y el manejo sostenible
de los ecosistemas relacionados han quedado como letra muerta.
En la primera década de este siglo aparece el Foro de Recursos Hídri-
cos (Foro) como una plataforma de convocatoria amplia, democrática y
plural en el que participan usuarios de agua, organizaciones campesinas,
266 A. Gaybor Secaira

delegados de diferentes entidades del sector público como universidades,


gobiernos locales, gobierno central. Su estructura orgánica está constituida
por Mesas locales o Foros provinciales y regionales y por una Mesa de Tra-
bajo Nacional, que es la que analiza los temas generales y define estrategias
de acción.
El Foro se establece con el propósito de estudiar la problemática del
agua y generar propuestas de política pública a escalas local y nacional, con
amplia participación social; contribuir a que las propuestas se transformen
en políticas concretas es un desafío a las que el Foro apoya, pero son las orga-
nizaciones sociales las que deben jugar su rol de sujetos transformadores.
Desde la perspectiva del Foro, la problemática del agua y de los recursos
hídricos no solo se circunscribe al análisis de los problemas relacionados
con la reducción de los caudales, provocada tanto por el cambio climáti-
co como por el uso y manejo inadecuado de los ecosistemas relacionados.
Otros factores importantes son la reducción de la calidad del agua debi-
do a la contaminación provocada por la minería y la extracción y proce-
samiento de hidrocarburos, la industria y la agricultura intensiva en el uso
de agroquímicos, así como el mal manejo de desechos y aguas residuales.
Temas importantes son, entre otros, los conflictos que se generan entre usos
y usuarios del agua, y los conflictos culturales por falta de una comprensión
sobre la pluriculturalidad y su relación con el agua.
El Foro entra en el análisis de un tema que había estado por siglos ocul-
to bajo una densa bruma creada por los grupos de poder: la concentración
del agua en pocas manos. También investiga y discute la relación que existe
entre el marco normativo y la política pública para asegurar dicho control.
Otro tema que se pone en debate en esta época es la relación entre sociedad
y naturaleza, particularmente con el agua.
En este marco y en la búsqueda de justicia hídrica en Ecuador, el Foro
enfrenta una lucha teórica e ideológica con otras perspectivas empujadas
por los grupos de poder. En estos diez años se construyó una agenda de
análisis y generación de propuestas que es sistemáticamente ajustada. Los
principios básicos de la agenda se enmarcan en la búsqueda de equidad en
el acceso y la distribución de los recursos desde el lado social, cultural y
étnico; en la sostenibilidad de los ecosistemas, tanto del agua como todo lo
relacionado a ella, a través de una estrategia de manejo social y planificado,
tanto a nivel local como nacional; en la valoración del recurso hídrico que
permita constituirse en un pilar de lucha contra la pobreza.
16 | Avanzamos en la lucha por la justicia hídrica 267

3. Los avances

Sin ninguna pretensión podemos decir que si en algo hemos avanzado en


esta década es en fortalecer la conciencia social sobre el agua; el análisis y las
propuestas que construimos colectiva y democráticamente se han puesto en
el debate nacional y local. Hay que reconocer que la comprensión y el inte-
rés por la temática del agua son mucho mayores en el sector rural que en el
sector urbano; las organizaciones de usuarios son mucho más fuertes en el
campo que en la ciudad.
Actualmente, en las agendas de las organizaciones sociales y de los par-
tidos políticos el agua adquiere una mayor dimensión. En el campo ecuato-
riano las juntas de regantes y las juntas de agua potable se van constituyendo
en sujetos sociales que no solo analizan y luchan por sus sistemas concretos,
sino que levantan temas de alcance regional y nacional.
Muchas de las propuestas de política pública que se han dado en el país
son las que ha planteado el Foro, sin que esto de ninguna manera pueda
interpretarse que son exclusivamente generadas desde este espacio. Recono-
cemos que hay interesantes procesos en los que se han generado consensos
con organizaciones y el Foro sobre los temas más relevantes relacionados
con el agua.
En materia normativa hemos ganado bastante. Es trascendental el
establecimiento de los derechos de la naturaleza y el derecho humano al
agua; que el agua sea elevada a la categoría de patrimonio nacional de uso
público y que no pueda ser privatizada; que la gestión deba ser pública o
comunitaria; que se proteja a los ecosistemas relacionados con el agua y a
los recursos hídricos de los parques nacionales; que la participación sea el
medio estratégico para construir la nueva democracia y que se reconozcan
y garanticen los derechos colectivos y la consulta previa, entre tantos otros
(Constitución del Ecuador 2008). Pero reconocemos que hasta ahora estos
avances aún no se aplican, es decir no se transforman en políticas públicas
en ejecución. Seguramente hace falta más fuerza de la organización popular
para que empuje esos cambios, ya que los sostenedores del statu quo no es-
tán dormidos y siguen imponiéndose, lo cual llevó a que la Ley de Aguas no
haya sido expedida según el mandato constitucional, durante el primer año
de vigencia de la Carta Magna. Lo propio ocurre con el tema institucional,
el Foro planteó cambios importantes en las instituciones del Ecuador, que
fueron parcialmente acogidos.
Por primera vez en una Constitución de América Latina, se plantea
terminar con el despojo del agua y con su concentración en pocas manos
(cf. Gaybor 2008, 2011; Isch y Zapatta 2010). Hubo un gran esfuerzo de
268 A. Gaybor Secaira

investigación entre campesinos y técnicos, acompañado de movilización


bajo la dirección de las organizaciones que forman parte del Foro. Sin esto
no hubiera sido posible que se consiga el contenido de la Disposición Tran-
sitoria Vigésima Séptima que plantea la equidad en el reparto del agua. Pero
reconocemos también que ya se cumplieron los dos años establecidos en la
Constitución y no se avanzó en este campo. Recientemente se dan algunos
pasos iniciales para el inventario de los recursos hídricos que el Foro planteó
desde hace algunos años atrás.
El proceso que hemos seguido genera algunos efectos multiplicadores
en el ámbito organizativo. Entre ellos, se evidencia que las organizaciones
relacionadas han potenciado sus capacidades analíticas y propositivas, su
carácter democrático en el análisis y generación de propuestas y en la articu-
lación estratégica con otras organizaciones para empujar cambios trascen-
dentales. La capacitación brindada a través del Foro también se constituye
en un elemento clave de este proceso de fortalecimiento. Los mismos proce-
sos de investigación y debate son procesos de capacitadores.
A nivel interno del Foro hay que reconocer que se avanza en la consoli-
dación orgánica de los espacios provinciales como también de su Mesa Na-
cional. Nosotros abrigamos la esperanza de que lo que se haga en el futuro
en política pública en materia de agua, se realice con nuestra participación
y de las organizaciones sociales.
La descentralización de las competencias de riego en el Ecuador se tor-
na en un tema candente. La Constitución establece que ciertas competencias
de riego corresponden a los gobiernos provinciales, mientras otras, como la
definición de la política pública sobre el riego, queda en el gobierno central.
Existen fuertes presiones para que este proceso sea apresurado ya que las
cúpulas de los gobiernos provinciales aspiran a que, una vez asumidas esas
competencias, puedan captar recursos desde el gobierno central, para inver-
tirlos en infraestructura de riego, de acuerdo a sus propios intereses parti-
culares. El Foro plantea la necesidad de contar con una propuesta de lo que
sería un modelo de riego que ya ha sido consensuado entre las organizacio-
nes de usuarios. Además trabajamos para que se defina de manera colectiva
una propuesta de transferencia consensuada de competencias. (Véase Foro
Gestión Compartida del Riego 2011).
A nivel regional, en los países andinos y latinoamericanos hay una gran
preocupación sobre el tema del agua y existen diversas iniciativas desde la
perspectiva de las organizaciones populares para avanzar en procesos de
investigación y generación de propuestas. Los nexos generados a través
de Concertación y Justicia Hídrica (cf. Boelens et al. 2011; Zwarteveen y
Boelens 2011) han permitido crear un espacio de debate teórico sobre el
16 | Avanzamos en la lucha por la justicia hídrica 269

tema y unir esfuerzos para emprender procesos conjuntos debidamente ar-


ticulados, que van nutriendo las opciones de investigación y conocimiento
de nuestras realidades. Es un espacio que abre las posibilidades reales de
intercambio y fortalecimiento de capacidades.
Reconocemos que las condiciones de desarrollo de las organizaciones
sociales y de plataformas democráticas en nuestros países es bastante hete-
rogénea, por tanto, las estrategias y los avances en justicia hídrica son tam-
bién distintos. Los énfasis que ponemos en el trabajo pueden ser diferentes
en algunos casos y similares en otros, dada la particularidad de cada país.
El proceso seguido permite crear valores agregados interdependientes. Los
aportes dados desde la academia se conjugan con los esfuerzos de investiga-
ciones locales y regionales y estos con la generación de propuestas. Se crean
nexos claros entre la academia, la investigación y la organización social para
la incidencia política y el diálogo con el Estado.

4. Sobre el quehacer

El Foro continuará investigando y creando propuestas, particularmente en


los siguientes temas:

• Desconcentración y distribución del agua para riego a favor de los cam-


pesinos, para lo cual ampliará los temas de investigación en la algunas
zonas específicas. Un desafío importante es revelar los impactos del agua
en la acumulación capitalista en el campo y en la exclusión social.
• Impulso de la gestión compartida de riego, tanto de sistemas comunita-
rios como «públicos», donde cada sistema sea transformado en un terri-
torio de desarrollo, cada organización de productores regantes asuman
la administración, operación y mantenimiento. El Estado no puede «la-
varse las manos» y olvidarse de los sistemas de riego; por el contrario, de
manera concertada deberá apoyar el desarrollo de los procesos organi-
zativos, productivos, de transformación de los productos, de comercia-
lización asociativa, de ordenamiento del territorio y de capacitación. El
Estado no puede abandonar su responsabilidad de rehabilitar y mejorar
la infraestructura de riego de los sistemas comunitarios y públicos, así
como de ampliar nuevas áreas bajo riego.
• Impulso del desarrollo de los sistemas comunitarios de agua de uso do-
méstico, orientado a mejorar la calidad y los servicios de agua, de tal
forma que los pobres tengan acceso al agua de excelente calidad de
270 A. Gaybor Secaira

manera permanente y a costos mínimos. Es urgente trabajar en políticas


nacionales, en el establecimiento de un plan nacional de agua de consu-
mo doméstico para las poblaciones que están abastecidas bajo sistemas
comunitarios, articulando el tema del saneamiento.
• Descentralización y transferencia de competencias que deben realizarse
con una activa participación de las organizaciones sociales y las decisio-
nes deben enmarcarse en los principios constitucionales.
• Necesidad de emprender un proceso que permita el manejo sostenible
de las fuentes de agua y también establecer un sistema de prevención y
control de la contaminación.
• Urgencia de trabajar para la creación del Fondo Agua para la vida, que
sirva para establecer y ejecutar un plan de manejo sostenible de los eco-
sistemas relacionados con el agua, prevenir y controlar la contamina-
ción, mejorar y ampliar la cobertura de agua de consumo doméstico y
riego campesino.
• Organización y participación social como pilares fundamentales para
construir una nueva sociedad, para que la democracia deje de ser un
rito de ir a votar en las urnas. Se trabajará en propuestas para sistemas de
participación a nivel local y regional, así como para el establecimiento
de veedurías. La participación que promueve el Foro es que las organi-
zaciones puedan intervenir en la definición de los grandes derroteros de
la política pública local y nacional.
• Elaboración de propuestas de modelos de gestión y la institucionalidad.

Sobre estos y otros temas, se vinculará la investigación, capacitación,


participación y movilización para cumplir con los retos planteados y avan-
zar aún más en la consecución de la justicia hídrica.

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Capítulo 17

Agua, acumulación y acción local:


a modo de conclusiones
Edgar Isch Lòpez, Rutgerd Boelens y Francisco Peña

La gestión del agua, su uso y aprovechamiento, tienen por detrás una serie
de estructuras ideológicas y de manifestación del poder, las mismas que im-
peran en medio de un cúmulo de intereses divergentes y cuestionamientos
presentados por visiones alternativas. Estos desencuentros y contradicciones
se manifiestan en conflictos de distinto grado, forma de expresión y desen-
volvimiento. En ese complejo fondo de realidad política, económica, tec-
nológica y cultural, se construyen herramientas conceptuales y teóricas de
análisis que, considerando la multilateralidad de corrientes de pensamiento,
plantean un enfoque novedoso y trascendente de análisis: uno que busca
comprender la justicia hídrica presente o ausente en la gestión de las aguas.
Los avances en la construcción de ese marco conceptual y teórico, el
cual demanda estudios interdisciplinarios, de múltiples escalas, y cercanos a
procesos de investigación-acción, están ligados con la conformación de una
conciencia crítica sobre esos conflictos, la manera en la que se transforman y
los resultados en términos de mantenimiento o cambio en las relaciones in-
equitativas existentes en torno al agua (Donahue y Johnston 1998; Dimitrov
2002; Bakker 2010; Bebbington et al. 2010). Un tema central para el análisis
de los conflictos es el tema de los derechos, normas y leyes para regular el
agua, la gente, su conducto y su entorno: los derechos de acceso y uso del
agua, así como los derechos de decisión, gestión y control. Se relacionan con
la distribución material de los recursos en la sociedad, así como con la dis-
tribución del poder para establecer las reglas del juego, por lo tanto, tienen
que ver directamente con los modos de inclusión y exclusión, definan las
274 E. Isch, R. Boelens y F. Peña

formas de (in)justicia socioeconómica y de (in)justicia cultural y político


(Fraser 2000; Zwarteveen y Boelens 2011). También son una entrada analí-
tica para la política y para conceptualmente entender los conflictos hídricos
más allá de su mera descripción.
La generación e instalación de derechos y leyes —en las sociedades lo-
cales, nacionales y supranacionales— es un proceso que debe tener como
meta, entre otras, resolver las contradicciones y los conflictos históricos
dentro de un contexto político-geográfico. Sin embargo, como se ha detalla-
do en muchos de los estudios de la alianza Justicia Hídrica (veáse este libro;
Boelens, Getches y Guevara 2010; Boelens, Cremers y Zwarteveen 2011), en
los sistemas de «gobernamentalidad» hídrica1 prevalecientes en la región
(y más allá), para naturalizar la frecuentemente arbitraria naturaleza de sus
marcos de leyes y derechos de agua como «Justicia», las clases dominantes
tienden a usar el sistema legal y político para buscar respuestas a conflictos
particulares, en vez de enfrentar las contradicciones básicas de clase, género y
etnicidad que subyacen a estos conflictos. Razonan que es necesario resolver
los conflictos particulares para no poner en peligro el sistema dominante
mismo. Así, comúnmente se introducen cambios temporales y ad hoc, para
salvaguardar la estructura de dominación y su legitimidad, y para hacer y
poner en vigor las reglas, pero que no enfrentan las contradicciones pri-
marias. Estas contradicciones primarias pueden identificarse como funda-
mental e inexorablemente involucradas en la reproducción del sistema de
una sociedad (Bourdieu 1977; Giddens 1986). Sin embargo, ya que las con-
tradicciones fundamentales permanecen, esto pronto genera más dilemas
y desata nuevos conflictos, como se hace manifiesto en las batallas actuales
sobre el agua (Boelens, Getches y Guevara 2010).
Comprender las contradicciones donde los conflictos subyacen en con-
textos particulares es, por lo tanto, un componente central de los estudios de
Justicia Hídrica (Isch 2011; Peña 2011; Perreault 2011). Como es obvio, estas
realidades locales tienen muchas particularidades, sin embargo, hay también
elementos comunes que forman parte de la mundialización y de la transna-
cionalización de las políticas hídricas, agrarias y económicas, orientadas, en
su gran mayoría, por el neoliberalismo y generadoras de continuos procesos
de acumulación de agua y de mayor inequidad, no solo en las zonas rurales,
sino por igual en las urbanas. Entre esos rasgos comunes, uno de los aspec-
tos más evidentes es la acumulación por desposesión (Harvey 1996, 2003),

1. Por «Gobernamentalidad» (‘governmentality’), Foucault (1991) refiere a la ‘mentalidad


de gobernar’, de dirigir y gestionar la sociedad, sus integrantes y su sistema político-
económico, más allá de solo dominar sus ciudadanos.
17 | Agua, acumulación y acción local: a modo de conclusiones 275

que supone la apropiación privada e individualizada de los bienes comunes,


hecho que se suma a la acumulación por explotación de la mano de obra,
cada vez más presente en las formas de producción en las áreas rurales (Cf.
Achterhuis et al. 2010; Bakker 2010). La lucha por el agua es —desde esa
óptica— una forma de nueva apropiación del territorio por el capital, in-
tensificando la extracción de bienes naturales e incrementando la escala de
exclusión de los trabajadores, campesinos e indígenas (Harvey 2003).
Este fenómeno se vuelve parte naturalizada de la vida social debido a
la imposición de actividades productivas ligadas al mercado internacional y
dependientes del mismo, tales como la agricultura para la exportación, mi-
nería y otras empresas extractivas, producción de hidroelectricidad y más.
Cuando entran estas actividades y las correspondientes visiones empresa-
riales, el discurso del desarrollo plantea una modernización en la que no
caben las formas y racionalidades de la gestión hídrica y productiva de las
comunidades campesinas, las cosmovisiones indígenas, ni las maneras pro-
pias de sustento de vida de las poblaciones locales (Achterhuis et al. 2010).
El mercado internacional se encargará de repetir en nuevas condiciones la
historia de «las venas abiertas» (Galeano 1978).
La priorización que, por lo general, ponen los Estados a favor de las ac-
tividades extractivas, coloca en posición de riesgo a derechos como la sobe-
ranía alimentaria, la cultura propia y al derecho y acceso al agua. Es habitual
que se coloque a la empresa por encima de las necesidades locales, al grado
de impedir que se cuente con un ambiente sano y libre de contaminación,
como acostumbran decir las leyes y constituciones nacionales alrededor del
mundo, y que los recursos hídricos se protejan y cuiden con equidad. En
los casos en los cuales esto es visible, encontramos una suerte de «glocali-
zación» (Swyngedouw 2004) que implica la pérdida de autonomía local en
el manejo del territorio, sus bienes y recursos, mientras las transnacionales
ocupan la posición de tomadores de decisiones determinantes sobre la vida
de la gente. La «nueva ola» extractivista expresa de manera nítida que se
intensifica la lucha por «el lugar», buscando sustraerlo del gobierno local,
sometiendo a las fuerzas sociales que lo habitan.
De allí que, junto con las actividades extractivistas, se presenten múlti-
ples conflictos en los cuales el agua se convierte en un elemento de confron-
tación. Sin embargo, la literatura todavía no presta suficiente atención a la
relación entre el extractivismo y los recursos hídricos, invisibilizando que
allí hay ganadores y perdedores y que la institucionalidad hídrica juega un
papel, por lo común, direccionado a impulsar la gran empresa en desmedro
no solo de los intereses, sino de la vida misma del campesinado y de pobla-
ciones enteras (Van der Ploeg 2006; Urteaga 2010). Existe, por cierto, un
276 E. Isch, R. Boelens y F. Peña

discurso académico muy bien estructurado que defiende el extractivismo


desde visiones tecnocráticas, y que pretende imponerse desconociendo las
formas de vida comunitaria, los saberes ancestrales y la pluralidad jurídica,
casi siempre presente en torno a la gestión del agua.
Esto plantea un nuevo escenario de análisis que, como se ha menciona-
do arriba, supera a los aspectos referidos con el acceso al agua, los conflictos
que genera y las formas de participación de la sociedad civil, que colec-
tivamente hemos considerado como los tres componentes principales de
los estudios relacionados con justicia hídrica. De hecho, hay también una
injusticia política-cultural-simbólica que explica la imposición de una for-
ma de comprender a la naturaleza en su conjunto y al agua de manera par-
ticular, pretendiendo eliminar las visiones y miradas que no parten desde
consideraciones y gobernamentalidades estatistas y mercantiles. Esta forma
de justicia tiene un reflejo en las leyes y en la forma de actuar de los ope-
radores de los sistemas de justicia, que pugna por la formalización positiva
de los cuerpos legales y anula las formas locales, populares, campesinas e
indígenas de organización y gestión que han sido mantenidas por pueblos
enteros —incluso cuando discursivamente se pretende «reconocer» las leyes
populares (véase, por ejemplo, De Soto 2000).
La hegemonía de los representantes de la gran industria, el agro-busi-
ness, y la élite política en las decisiones referidas al destino de los recursos
hídricos, tanto en lo local como internacional —cuando se trata de la ex-
portación de aguas «virtuales» mediante flujos agrocomerciales o cuando
se establecen los usos estratégicos de las aguas transfronterizas como de
grandes reservas de líquido vital— genera resistencia de parte de los afecta-
dos (Donahue y Johnston 1998; Perreault 2008; Boelens, Getches y Guevara
2010). Los distintos capítulos de este libro procuran entender la forma en
que se desarrollan los conflictos contestatarios relacionados con la justicia
hídrica. Esta realidad ha puesto en cuestión el rol promotor y regulador que
corresponde cumplir al Estado de cada uno de los países y los usos de los
discursos referidos a la gestión integrada de recursos hídricos, a los derechos
colectivos de las comunidades campesinas y de los pueblos indígenas y a la
aplicación real de los principios referidos a los derechos ambientales.
Una vez que dichas posiciones hegemónicas se manifiestan en la rea-
lidad y se visibilizan en la transformación del paisaje físico y social, se ven
reforzadas por la nueva práctica, por lo que cualquier propuesta alternativa
pierde fuerza. Las normas, las instituciones y las prácticas, garantizan así
una gobernanza que no es imparcial y que, por ello mismo, no es garantía
de justicia en el acceso, uso y distribución de los beneficios de los bienes
naturales.
17 | Agua, acumulación y acción local: a modo de conclusiones 277

Existen, entonces, diversas y muchas veces enfrentadas propuestas de


manejo territorial en disputa. De hecho, la hegemonía de una concepción y
un manejo práctico del territorio así como de su correlato normativo jurí-
dico, guardan una íntima relación con los poderes fácticos —económicos,
simbólicos, mass media, capacidad de movilización de un sector social— y
con el poder jurídico que surge de los mecanismos democráticos existentes
en cada país. De allí que la justicia o injusticia en la gestión de recursos
hídricos, que es a la vez una justicia o injusticia en el manejo de los terri-
torios, responde a equilibrios o desequilibrios en la órbita del poder de la
sociedad.
Varios de los capítulos han ilustrado el gran problema de la débil po-
sibilidad de «hacer justicia real» con la utilización de los cuerpos jurídi-
cos actualmente existentes. Las experiencias analizadas presentan distintas
formas mediante las cuales las comunidades afectadas resisten y plantean
sus propuestas al margen de los sistemas legales. A menudo, esto significa
que las formas de justicia y gobernanza hídricas locales están debilitadas,
manipuladas y desacreditadas por los actores y el sistema dominantes. Los
últimos suelen aplicar el sistema oficial de la justicia, siempre y cuando esto
convenga a sus intereses, y caso contrario, tienen una gran capacidad de
imponer sus propias reglas. Implica también que en muchos casos los con-
flictos relacionados con la justicia hídrica se encuentran completamente al
margen de los sistemas de justicia o, se arriba a ellos solo por las acciones
y procesos necesarios. Muestran también lo importante que es mantener la
capacidad de autonomía del gobierno sobre territorios en disputa.
Sin embargo, como se ha señalado, las comunidades y los colectivos de
usuarios no se dejan despojar de sus aguas pasivamente. Varias iniciativas
de base significativas han surgido para desafiar a las reformas neolibera-
les del agua. Estas pertenecen a una larga historia de gente que lucha para
contrarrestar los procesos de acumulación de recursos. Han luchado co-
lectivamente contra los intentos de usurpación de tierras y agua, y por su
reconocimiento como ciudadanos y actores políticos legítimos. A dichas lu-
chas se han sumado grupos de presión ambiental e investigación académica,
que critican las políticas de agua neoliberales, reconociendo la importancia
de los valores sociales —incluidos los religiosos y rituales— y ambientales
del agua. Estas luchas y su análisis van de la mano con la comprensión de
que el agua es una cuestión intrínsecamente territorial, y que su gestión y
gobernanza están incluidas en patrones de uso de recursos determinados
histórica y culturalmente. Fundamental en estos procesos son la creación y
el fortalecimiento de procesos políticos en los que los interesados puedan
lograr el cambio social mediante la colaboración y la comunicación.
278 E. Isch, R. Boelens y F. Peña

Al mismo tiempo, y en parte como resultado de una mayor conciencia


ambiental, los límites del control del agua están cambiando y ampliándose.
Las definiciones de las fronteras y las escalas socioterritoriales y políticas
juegan un papel cada vez más importante (Swyngedouw 2004, Perreault
2008; Boelens et al. 2010), y suponen nuevos desafíos para el diseño de las
instituciones democráticas del agua. En este sentido, la capacidad de los ac-
tores locales y los movimientos sociales para presionar por sus demandas
contra el Estado o resistir demandas de agua de actores extractivistas ex-
ternos depende, en gran medida, de su capacidad para subir y combinar
escalas: para tejer redes con grupos o individuos con mayor alcance espacial
y, por tanto, institucional. La escala espacial es producida y reproducida a
través de la lucha política, la negociación, el compromiso y el ejercicio del
poder. Las nuevas iniciativas que emergen en términos de subir de escalas en
las organizaciones indígenas y campesinas en torno al agua tienen impor-
tantes lecciones teóricas y prácticas, o potencialidades, para contrarrestar la
gestión del agua no transparente y socialmente injusta. La comprensión de
los fundamentos de las formas emergentes de movilización en torno a los
recursos hídricos permite seguir elaborando sobre la toma de conciencia y,
a partir de una perspectiva crítica, aprender acerca de la democratización, la
generación de transparencia y la gestión del agua «desde abajo».
De los trabajos de este libro surgen, también, otras nuevas áreas de in-
vestigación a las cuales hay que incorporar como la injusticia hídrica refe-
rida a las aguas de consumo humano, particularmente en centros urbanos
(por ejemplo: Bakker 2010; Van de Berge 2011), y aquellas referidas con
el agua virtual (Boelens y Vos 2011). Son temas en los cuales hasta hoy ha
existido una atención menor en la alianza pero que cada vez suman mayores
conflictos y más altas evidencias de inequidad expresada a través de diferen-
tes manifestaciones. El agua genera también un valor agregado en distintos
tipos de productos, principalmente aquellos que surgen de la agricultura de
exportación. ¿Cómo se distribuyen esos beneficios? La pregunta parte de
comprender que la agroexportación dependiente del mercado internacio-
nal es también una forma de extractivismo; la injusticia hídrica no termina
en el momento de un uso inequitativo del agua sino que continúa en otros
momentos del proceso productivo.
La posibilidad de contar con estudios y análisis provenientes de países
localizados en regiones e incluso continentes tan diferentes, gana importan-
cia en el momento en que se observa la existencia de problemas comunes
dentro de contextos diversos. Esto ratifica la existencia de modelos aplica-
dos a escala internacional, pero, igualmente habla de la posibilidad y ne-
cesidad de llevar adelante estudios comparativos que abran las puertas a
17 | Agua, acumulación y acción local: a modo de conclusiones 279

generalizaciones válidas que ratifiquen o confronten, según sea el caso, las


teorizaciones respecto a gestión integrada de recursos hídricos y gobernan-
za ambiental.
Como se ha mencionado, al momento de ingresar en esta temática sur-
ge insistentemente la demanda de participación de todos los actores rela-
cionados con el agua, y el reconocimiento de los derechos individuales y
colectivos de aquellos que se presentan más débiles en las relaciones eco-
nómicas y sociales. La participación, sin embargo, tiene en varios casos la
presencia de mecanismos formales que traicionan el sentido concreto que
busca tener la participación popular o comunitaria. En muchos programas
y estrategias de intervención, el concepto de la participación se degeneró en
una mercancía universal, manejado e institucionalizado por profesionales
e instituciones, con recetas sociales y técnicas que no reconocen las raíces
históricas ni las normas locales y contradicciones de poder en contextos es-
pecíficos. Precisamente, la importancia de los estudios de caso presentados
permite comprender los contextos y las raíces históricas sobre las cuales se
presentan los conflictos, así como las demandas de participación de aque-
llos múltiples sectores que se sienten marginados por los sistemas de toma
de decisiones y que reclaman que su voz sea escuchada cuando se trata de
decidir sobre bienes comunes como el agua.
Una reflexión adicional y de alta importancia se refiere a la relación
entre justicia hídrica y seguridad y soberanía alimentaria. En distintos es-
tudios se ha identificado que la producción de alimentos de amplio acceso
social depende de la pequeña agricultura campesina y que allí se encuen-
tran también la garantía de la soberanía alimentaria de los países así como
alternativas válidas para enfrentar fenómenos como el cambio climático y la
desertificación. Sin embargo, se detecta que en el momento en que los cam-
pesinos pierden acceso a la tierra y al agua por acciones de otros usuarios,
se afecta de manera directa a la producción de alimentos y se generan otros
fenómenos negativos ligados a los patrones de consumo, la migración cam-
po ciudad y la pérdida de características culturales propias de campesinos
e indígenas, motivo por el cual desaparece un amplio bagaje sobre maneras
adecuadas de utilizar y conservar los recursos naturales.
Desde estas perspectivas, la justicia hídrica no puede ser analizada al
margen de sus conexiones con un importante número de otros fenómenos
sociales, culturales y económicos, los que, en conjunto, llevan a pensar en
modelos de desarrollo y de convivencia entre los distintos miembros de la
sociedad y de esta con la naturaleza. ¿Los mecanismos de compensación
conocidos son parte de un sentido de justicia? ¿Puede el llamado desarrollo
contribuir a la instalación de formas de compensación que no arreglen los
280 E. Isch, R. Boelens y F. Peña

daños causados? ¿Se trata de pensar en un modelo totalmente distinto o solo


en poner límites a la acumulación del capital? ¿Es necesario encontrar una
definición única sobre lo que es justicia? ¿Cuáles deben ser las condiciones y
características de una organización social en la cual se evidencie los derechos
y se garantice la justicia hídrica? Esas dificultades, precisamente, no podrán
ser superadas si no se considera la necesidad de construir alternativas en un
esfuerzo para el que será necesario también definir indicadores de bienestar
de las comunidades que no necesariamente repitan la utilización de aquellos
que son hegemónicos y que parten de visiones mercantiles.
Los elementos presentados aquí, a modo de conclusiones, son en gran
parte anticipo de nuevas investigaciones que se verán potenciadas en la me-
dida en que se cuente con las posibilidades de ampliarse los análisis compa-
rativos y el intercambio de experiencias en el uso y construcción de modelos
e instrumentos de investigación acordes con la visión epistemológica que se
va construyendo alrededor de la justicia hídrica. La información resultante
dará paso a nuevas capacidades de resistencia e incidencia de las comuni-
dades que anhelan que se visualice la equidad en el acceso, la calidad y los
beneficios resultantes de la gestión de los recursos hídricos. Eso plantea un
marco ético para quien investiga en torno a una temática que nos habla de
las condiciones de vida y el futuro de grandes sectores de población.

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Siglas y acrónimos

APG: Asamblea del Pueblo Guaraní


ALBA: Alternativa Bolivariana para las Américas
AOM: Administración, Operación, Mantenimiento
AREDONZE: Associação dos Regantes do Distribuidor 11
ASPROCIG: Asociación de Productores para el Desarrollo Comunitario de la
Ciénaga Grande del Bajo Sinú
CAN: Comunidad Andina de Naciones
CEDERENA: Corporación para el Desarrollo de los Recursos Naturales
CICDA: Centre International de Cooperation pour le Developpement
Agricole
CIFOR: Center for International Forestry Research
CIS: Chókwè Irrigation System
CNUMAD: Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y
Desarrollo
CODETAR: Corporación de Desarrollo de Tarija
COMIBOL: Corporación Minera de Bolivia
CONAMAQ: Concejo Nacional de Ayllus y Markas del Qollasuyu
DFC: Proyecto de Desarrollo Forestal Comunitario
DhESCA: Plataforma Brasileira de Direitos Humanos, Econômicos, Sociais,
Culturais e Ambientais
EMAPA-P: Empresa Municipal de Agua Potable y Alcantarillado de
Pimampiro
EPMAPS-Quito: Empresa Pública Metropolitana de Agua Potable y Saneamiento
ESRC: Consejo de Investigación Social y Económica
FAO: Food and Agriculture Organization of the United Nations
286 Siglas y acrónmos

FUNAI: Fundación Nacional Indígena


GIRH: Gestión Integrada de los Recursos Hídricos
GMP: Gobierno Municipal de Pimampiro
GPI: Gobierno Provincial de Imbabura
HICEP: Hidráulica de Chókwè Empresa Pública
HLGA: Herederos Livestock Grazing Association
IIRSA: Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional de
Suramérica
IBAMA: Instituto Brasileiro do Medio Ambiente e dos Recursos Naturais
Renováveis
JARP: Junta de Aguas de Riego de Pimampiro
KUKL: Kathmandú Upatyaka Khanepani Limited
Mercosur: Mercado Común del Su
MIA: Moçfer Industrias Allimentares
ORLI: Orrizícola do Limpopo
OTB: Organización Territorial de Base
OTCA: Organización del Tratado de Cooperación Amazónica
PAC: Programa de la Aceleración de Crecimiento
PRODERENA: Programa de Apoyo a la Gestión Descentralizada de los Recursos
Naturales
PRONAR: Programa Nacional de Riego
RPC: Regímenes de Propiedad Común
TCP: Tratados de Comercio entre los Pueblos
SCAA: Asociación de Acequias Sangre de Cristo (Sangre de Cristo Ace-
quia Association)
SLLRC: San Luis Land Rights Council
UCICMA: Unión de Comunidades Indígenas y Campesinas de Mariano
Acosta
UNASUR: Unión de la Naciones Suramericanas
VSF: Veterinarios Sin Fronteras
WUA: Asociaciones de Usuarios del Agua (WaterUsers’ Associations)
Lista de autores

David Bayer
Sociólogo; Doctor en Educación Multicultural y Liderazgo, Universidad de San
Francisco; Maestría en Sociología del Desarrollo, Universidad de Cornell; Presiden-
te de la Asociación de Residentes de la Urbanización La Angostura, Ica; Profesor «ad
honorum» Universidad Nacional San Luis Gonzaga, Ica, Perú.
Correo-e: <rdbayer@terra.com.pe>

Rutgerd Boelens
Coordinador de la alianza Justicia Hídrica; Profesor Asociado del Grupo de Riego
y Gestión del Agua, Departamento de Ciencias Ambientales, Universidad de Wa-
geningen, Países Bajos; Profesor Visitante, Departamentos de Ciencias Sociales y
Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
Correo-e: <rutgerd.boelens@wur.nl>

Jessica Budds
Docente e investigadora, Departamento de Geografía y Ciencias Ambientales de la
Universidad de Reading, Reino Unido.
Correo-e: <j.r.budds@reading.ac.uk>

Javier Chiong
Docente, Universidad Nacional Santiago Antúnez de Mayolo. Asesor del Proyecto
‘¿Escasez de agua? Retos para la gestión integrada del agua en la cuenca del río
Ica,Pontificia Universidad Católica del Perú. Consultor en recursos hídricos.
Correo-e: <chiongampudia@yahoo.es>

Vladimir Cossio Rojas


Investigador asociado al Centro Andino para la Gestión y Uso del Agua - Centro
AGUA; Docente de la Facultad de Ciencias Agrícolas y Pecuarias, Universidad Mayor
de San Simón, Cochabamba, Bolivia.
Correo-e: <vladimir.cossio@centro-agua.org>
288 Lista de autores

Antonio Gaybor Secaira


Secretario ejecutivo del CAMAREN; Presidente del Sistema de Investigación de la
Problemática Agraria del Ecuador - SIPAE; coordinador del Foro de Recursos Hídri-
cos; docente de la Universidad Central, Quito, Ecuador.
Correo-e: <admincamaren@gmail.com>

Abey George
Investigador y Docente, Kerala Institute of Local Administration, Thrissur, Kerala,
India.
Correo-e: <abeygeorgek@gmail.com>

Gregory A. Hicks
Profesor en Derecho, School of Law, University of Washington, EstadosUnidos.
Correo-e: <gahicks@u.washington.edu>

Leonith Hinojosa
Investigadora en The Open University y Asociada Externa a la Universidad de Man-
chester, Reino Unido.
Correo-e: <l.hinojosa-valencia@open.ac.uk>

Edgar Isch L.
Ex ministro de Ambiente del Ecuador; docente y consultor en organismos naciona-
les e internacionales, Quito, Ecuador.
Correo-e: <edgarisch@yahoo.com>

Jyothi Krishnan
Investigadora y docente asociada, Tata Institute of Social Sciences, Mumbai,
India.
Correo-e: <jyothikr07@gmail.com>

Henkjan Laats
Especialista transformación de conflictos; Director Puente Entre Culturas / Cross
Cultural Bridges en Bolivia
Correo-e: <laats@crossculturalbridges.org>

Yván Marcos López Gonzáles


Doctorante en PhD, Grupo de Riego y Gestión del Agua, Departamento de Ciencias
Ambientales, Universidad de Wageningen, Países Bajos.
Correo-e: <yvanmarcos.lopez@wur.nl>

Rossana Manosalvas
Doctorante en PhD, Grupo de Riego y Gestión del Agua, Departamento de Ciencias
Ambientales, Universidad de Wageningen, Países Bajos.
Correo-e: <roximoxi@yahoo.com> / <rossana.manosalvasnicolalde@wur.nl>
Lista de autores 289

María Teresa Oré


Docente e investigadora, Departamento de Ciencias Sociales de la Pontificia Uni-
versidad Católica del Perú; Coordinadora del Proyecto ¿Escasez de agua? Retos para
la gestión integrada del agua en la cuenca del río Ica, PUCP. Ex presidente del Con-
sejo Directivo de IPROGA-Perú.
Correo-e: <teresaore@amauta.rcp.net.pe> / <teresa.ore@pucp.edu.pe>

Francisco Peña
Profesor e investigador, Programa Agua y Sociedad, El Colegio de San Luis, San Luis
de Potosí, México.
Correo-e: <frape@colsan.edu.mx>

Eric Rendón
Profesor e investigador, Facultad de Economía y Planificación, Universidad Nacio-
nal Agraria – La Molina, Lima, Perú.
Correo-e: <ericrendon@hotmail.com>

Tatiana Roa Avendaño


Coordinadora e Investigadora de CENSAT Agua Viva - Amigos de la Tierra Colombia.
Correo-e: <totuma07@yahoo.com>

Jean Carlo Rodríguez-de-Francisco


Doctorante en PhD, Grupo de Riego y Gestión del Agua, Departamento de Ciencias
Ambientales, Universidad de Wageningen, Países Bajos.
Correo-e: <jeancarlo.rodriguez@wur.nl>

Milagros Sosa Landeo


Doctorante en PhD, Grupo de Riego y Gestión del Agua, Departamento de Ciencias
Ambientales, Universidad de Wageningen, Países Bajos.
Correo-e: <milagros.sosa@wur.nl>

Gert Jan Veldwisch


Docente e investigador, Grupo de Riego y Gestión del Agua, Departamento de
Ciencias Ambientales, Universidad de Wageningen, Países Bajos.
Correo-e: <gertjan.veldwisch@wur.nl>

Devon G. Peña
Profesor en Antropología de la University of Washington, Seattle, Washington,
EE. UU.
Correo-e: <dpena@u.washington.edu>
La alianza «Justicia Hídrica»

P arece que el agua fluye en dirección al poder, acumulándose muchas veces


en manos de unos cuantos usuarios dominantes en sectores favorecidos. La
distribución injusta del agua se manifiesta no solo en términos de pobreza, sino
que también constituye una grave amenaza para la seguridad alimentaria y la
sostenibilidad ambiental.
Justicia Hídrica tiene como objetivo contribuir a la justicia en el tema
del agua, en forma de políticas hídricas democráticas y prácticas de desarro-
llo sostenibles que apoyen una distribución equitativa del agua. Consta de una
amplia alianza internacional de investigación, capacitación y acción política que
conecta estratégicamente la investigación comparativa e interdisciplinaria sobre los
mecanismos de acumulación y conflictos de agua. También busca traducir estos
conocimientos hacia la capacitación y concientización de un conjunto crítico de
profesionales de agua, líderes de usuarios de agua y hacedores de políticas. Ade-
más, como fin principal, quiere acompañar a las estrategias de la sociedad civil
enfocadas a mejorar la posición de los grupos con menos derecho y voz en el
tema del agua.
Uno de los componentes claves de la alianza es la realización de investi-
gaciones comparativas y estimular procesos de aprendizaje interactivo a través
de una red de investigación-acción multiactor. Esto se hace en colaboración
con organizaciones de usuarios de agua indígenas y campesinas, en contextos
concretos. De esta manera se busca adquirir un conocimiento más profundo
sobre:

• la dinámica y los mecanismos de los procesos de acumulación de agua y de


derechos de agua, en términos de clase, género y etnicidad;
• el contenido, la naturaleza, la dinámica y las contradicciones estructurales de
los conflictos resultantes; y
• las oportunidades para las estrategias multiescala de organizaciones de base y
actores de la sociedad civil que buscan maneras de hacer frente a la injusticia
hídrica y resolver conflictos relacionados con el agua, relacionando diferentes
ámbitos institucionales y políticos.

El proyecto teórico y político-social de la alianza consiste en estudios de


caso comparativos de varios países de América Latina, pero también de Asia,
África, Europa y América del Norte. El afán es buscar una combinación de tra-
bajo teórico de vanguardia con la capacitación, la difusión y la incidencia po-
lítica, para identificar, entender y hacer frente a los procesos de acumulación y
conflictos de agua, apoyando al diseño interdisciplinario de estrategias de desa-
rrollo de agua, que apoyen a los grupos de usuarios política y económicamente
más vulnerables, y al desarrollo más equilibrado a más largo plazo.

Página Web: <www.justiciahidrica.org>


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