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© Justicia Hídrica
coordinado por Irrigation and Water Engineering Group
Universidad de Wageningen
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Horacio Urteaga 694, Lima 11
Telf. (51-1) 332-6194 / 424-4856
<www.iep.org.pe>
ISBN: 9786124121050
ISSN: 1991-8887
Impreso en Perú
Primera edición en español: Lima, marzo de 2012
1000 ejemplares
Hecho el depósito legal en la Biblioteca Nacional del Perú: 2012-12423
Coordinación general de Justicia Hídrica: Universidad de Wageningen / IWE
Editor académico de la serie: Rutgerd Boelens, Universidad de Wageningen
Corrección y diagramación: Mercedes Dioses V.
Composición de portada: Ricardo Ponce
Foto de portada: Rutgerd Boelens
Prohibida la reproducción total o parcial de las características gráficas de este libro
por cualquier medio sin permiso de los editores.
Siglas y acrónimos..................................................................................................285
Lista de autores......................................................................................................287
gestión hídrica, tienen que ver con el acceso a las instalaciones y al sistema
de agua pero también con el poder y los privilegios para controlar la toma
de decisiones sobre dicha gestión, con instituciones que reproducen la ine-
quidad en el acceso a los bienes ambientales más importantes (Boelens y
Doornbos 2001).
De manera general, el legado de la gestión pública en la región no ha
sido favorable para las organizaciones de usuarios. Desde la instalación de
las naciones-estado en América Latina, el Estado no solo ha ejercido un mo-
nopolio oficial sobre la elaboración de normas, la aplicación y solución de
conflictos relacionados con el agua, sino que también ha tratado de someter
los derechos consuetudinarios y los sistemas de gestión alternativos, forzan-
do también la organización territorial local. El sistema de gestión del agua
del Estado pone énfasis en la uniformidad y es universalista; a sus ojos la
autogestión local y sus actores son atavismos del pasado que deben quitarse.
Además, se basa en estándares supuestamente reproducibles que deberían
ser entonces replicados en todos los rincones de la sociedad del agua: el
sistema oficial es, y siempre ha sido, organizado de manera jerárquica y bu-
rocrática, basado en una red de institutos y reglas implementados de arriba
hacia abajo, siguiendo procedimientos preestablecidos, para asegurar que
los derechos y obligaciones locales correspondan a las prescripciones nacio-
nales. Al avasallar los arreglos locales, favorece también una alta inestabili-
dad social y el estallido de conflictos violentos.
En sus intentos por modernizar las culturas hídricas locales con sus
supuestamente atrasadas instituciones de control del agua, las burocracias
del agua a menudo impusieron normas tomadas de escuelas e institutos in-
ternacionales de gestión hídrica, desafiando las formas propias de los usua-
rios y colectivos locales de organizar la gestión, la producción y la identidad
del agua (Isch y Gentes 2006; Urteaga y Boelens 2006; Gelles 2000, 2010;
Boelens y Zwarteveen 2005; Sick 2008; Vera y Zwarteveen 2008; Roth et al.
2005; Bustamante 2010; Hicks y Peña 2011). Todos los sistemas de admi-
nistración de agua de riego, agua potable, y otros usos —en particular la
enorme diversidad de «repertorios de derechos y formas de justicia rebeldes
y desobedientes» de las comunidades campesinas e indígenas—, tuvieron
que ser ajustados y normalizados para facilitar el control centralizado del
gobierno (Boelens 2009). Además, este legado del desarrollo y la gobernanza
de los recursos hídricos dirigidos por el Estado, en la mayoría de los países
del continente, muestra una inversión pública en proyectos de agua que,
pese a los discursos populistas, ha sido muy sesgada hacia los sectores y
grupos de usuarios más poderosos en el uso del agua (véanse, por ejemplo,
Gaybor et al. 2008 2011; Budds 2011; Bueno de Mesquita 2011; Isch 2011;
1 | Justicia hídrica: análisis y acción en contextos cambiantes 11
2006, 2008; Guevara 2008; Gelles 2010; Sosa y Zwarteveen 2011). A través de
los años, la descentralización (y la privatización) del control del agua en los
países andinos, inspirada en las políticas neoliberales, ha tenido consecuen-
cias desfavorables para las comunidades locales, quienes ven la necesidad
de movilizarse masivamente para desafiar a las instituciones de gobernanza
de agua supuestamente participativas y descentralizadas. Nuevas alianzas
suprasistema y nuevas federaciones se están levantando para demandar y
construir activamente la participación social. Estas organizaciones se dan
cuenta de que la gran mayoría de la inversión pública en la gestión del agua
hasta el momento ha sido para el beneficio de aquellas zonas y actores que
ya eran poderosos y estaban mejor organizados. La lucha social y la movi-
lización parecen fundamentales para lograr o garantizar suficiente trans-
parencia, democracia política, justicia distributiva y respeto a los derechos
de agua de los grupos menos privilegiados. Las redes multiescalas y sus es-
trategias de alianza son críticas en la capacidad de defensa y promoción del
acceso local al agua (Zimmerer 2000; Perreault 2005; Zwarteveen et al. 2005;
de Vos et al. 2006). De hecho, como observa Swyngedouw (2004: 26-27): «el
éxito o la efectividad de las estrategias sociales y políticas para el empode-
ramiento están relacionados con las maneras en que la escala geográfica se
considera y moviliza activamente en las luchas por la resistencia o el cambio
social, político o económico». Tanto las políticas no transparentes, general-
mente encubiertas, aunque a veces explícitas de los actores dominantes (que
tratan de alinear a las comunidades usuarias dentro de sus marcos, reglas y
regulaciones o de arrebatarles sus derechos de acceso al agua), así como las
estrategias de resistencia de los grupos usuarios locales (que tratan de lograr
la localización de sus derechos de acceso y toma de decisiones relacionados
con el agua), tienen que ver fundamentalmente con la posibilidad de com-
poner patrones de escalas múltiples (Boelens et al. 2010).
La inequidad en el acceso al agua en América Latina es parte de un
proceso general de transformaciones en varios campos. Dos de ellos han
sido fundamentales: la reapropiación oligárquica de los espacios de decisión
pública y la ejecución de nuevos despojos territoriales. Luego del ciclo de
reformas agrarias que alcanzaron momentos destacados en el Cardenismo
mexicano de los años treinta, las frustradas reformas en Guatemala y Brasil
detenidas por los golpes militares, y el reparto de la tierra que realizó la
revolución cubana, hacia fines del siglo XX, América Latina experimenta las
políticas de reprivatización de la tierra. Importantes movimientos sociales
como el encabezado por el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tie-
rra en Brasil o el aglutinado en el Congreso Nacional Indígena de México,
detonado por la insurgencia neozapatista, muestran resistencias diversas
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Justicia hídrica:
una sistematización conceptual introductoria
1. Introducción
3. Justicia
significar olvidar que el prisma no está compuesto de una sola cara y que
la luz continuará viajando por todas ellas. Por el contario, cada perspectiva
alimenta a las restantes y, en esa relación, definen el resultado final, no solo
de la investigación, sino, más importante aún, del destino de los conflictos
y la resolución de los mismos en miras de lograr una relación equitativa y
socialmente válida con el agua.
Hay, a nuestro entender, cuatro entradas fundamentales las cuales a su
vez se pueden especificar en áreas temáticas más específicas. Esas entradas
a las que llamaremos ángulos de análisis se topan y entrecruzan de manera
permanente, los que deben ser recordados al considerarlos.
Por todo lo dicho anteriormente, está claro que no se trata de limitarse a los
aspectos propios de las ciencias de la naturaleza, aunque estas son funda-
mentales para impulsar estudios relacionados con temas como: agua y vida
silvestre; contaminación y disposición de agua segura; ciclos en los cauces
del agua; escenarios potenciales ante el cambio climático; procesos y resulta-
dos de la disminución de los glaciares; entre otros. Lo fundamental que lleva
a plantearnos este ángulo es la relación entre la sociedad y la naturaleza,
aspecto central en la Ecología Política y fundamental para la comprensión
de los aspectos distributivos.
Al mismo tiempo, asumir que existe un nexo de este tipo y hasta una
simbiosis sociedad-naturaleza (Marx 1974) rompe con una perspectiva
epistemológica todavía dominante que las separó o planteó relaciones uni-
direccionales y que, en consecuencia, con ello, fragmentó a las disciplinas
científicas deshaciendo los viejos puentes entre ellas. Un aspecto que queda
en debate es si es una relación o si se trata de la constitución o no de una
segunda contradicción dialéctica fundamental en el interior del sistema ca-
pitalista, la que se sumaría a la existente capital y trabajo o, en otras palabras,
entre la producción como resultado indiscutiblemente social y la apropia-
ción individual de la riqueza. Esta otra contradicción es la presente entre
sociedad y naturaleza, a partir de los planteamientos de James O’Connor
(1996).
(1) proporcionar material necesario para las actividades productivas (los re-
cursos naturales) y (2) absorber los desechos producidos como subproductos
de la producción capitalista (la contaminación). (Perrault 2011:73-74)
1. Tom Perrault (2011) plantea también la existencia de una tercera contradicción es-
tructural, que llama la «contradicción de identidad» entre las posiciones de los sujetos
producidas a través de las relaciones capitalistas de producción —es decir, identidades
de clase— y aquellas posiciones de los sujetos que existen dentro de las relaciones capi-
talistas pero que no pueden reducirse a ellas —es decir, género, raza y origen étnico.
2 | Justicia hídrica: una sistematización conceptual introductoria 29
[…] las dimensiones ecológicas de la acumulación por despojo son quizás me-
nos evidentes, sin embargo, y no pueden reducirse fácilmente a ecuaciones
simplistas tipo procesos capitalistas = degradación del ambiente. De hecho,
los procesos de acumulación por despojo a través de los recintos genéticos,
biopiratería y similares, piden abordar la cuestión de la producción capitalista
de la naturaleza […] (2011: 73)
Por su parte, Vladimir Cossio (2011), juzga que la afectación del acceso
al agua se puede presentar por:
Estas relaciones de poder social serán aparentes tanto en los elementos ma-
teriales como en los elementos discursivos del paisaje hídrico: por ejemplo,
en los usos del agua que se reflejan en el paisaje (por ejemplo, minería, agri-
cultura, ciudades), en la presencia de infraestructura hidráulica (por ejemplo,
represas), en las modalidades de acceso y exclusión al agua (por ejemplo, en la
provisión diferencial a barrios ricos y pobres), en los modos de administración
(por ejemplo, la privatización) y en los debates alrededor de la gobernanza del
agua (por ejemplo, las ideas acerca de una crisis de agua). (Budds 2010: 65)
Ingo Gentes (2011), aunque alerta en el poco rigor que tiene actualmen-
te el uso del término «hidropolítica», plantea el ángulo de esas relaciones de
apropiación-empoderamiento a escala internacional, entre países vecinos
o distantes. Resalta, sin embargo, que la redefinición de Turton propone
ampliar el concepto de hidropolítica, considerando a otros actores y sus
32 E. Isch L.
La construcción de los «significados», así como los intereses de los actores pue-
de cambiar con el tiempo de acuerdo con las direcciones de los discursos he-
gemónicos. Para una mayor comprensión de la política cultural, es importante
destacar la espacialidad (geo-política) de los grupos sociales, así como las dife-
renciaciones sociales, étnicas y de género. Los significados y valores (materiales
o simbólicos) de los recursos, así como lo que es «justo» son definidos por los
que tienen el poder, el control de la ciencia y la tecnología. (Vera 2010: 440)
Los ángulos de análisis y las escalas guardan relación con los ejes de tra-
bajo de la alianza Justicia Hídrica, propuestos en el esbozo del mismo por
Boelens, Cremers y Zwarteveen (2011), que son: acumulación, conflictos y
acción de la sociedad civil. Esos ejes permiten:
A partir de allí los autores plantean una relación ejes, contenidos y pre-
guntas de investigación de la red Justicia Hídrica, la que se presenta en el
siguiente cuadro.
2 | Justicia hídrica: una sistematización conceptual introductoria 35
Cuadro 2.1
Ejes, contenidos y preguntas guías de investigación de Justicia Hídrica
Fuente: R. Boelens 2009. Justicia Hídrica: acumulación de agua, conflictos, y acción de la sociedad civil.
Esbozo de los primeros contenidos y estrategias.
El Proyecto Justicia Hídrica nace con una positiva ambición: lograr una
investigación a nivel mundial, lo que permitirá confrontar orientaciones y
mecánicas de acumulación que se expresen precisamente en esa escala. Para
lograrlo se fundamentará en investigaciones nacionales y de casos.
36 E. Isch L.
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Capítulo 3
1. Introducción
Los Andes tienen una larga historia de industrias extractivas, la cual ha con-
tribuido a la formación y la identidad de la región (Galeano 1971). Sin em-
bargo, las industrias extractivas se han expandido de manera significativa
y rápida durante las últimas dos décadas, debido tanto a la liberalización
del sector minero, a inversiones privadas desde los años noventa, como al
aumento más reciente de la demanda internacional por metales (Bridge
2004b). Esta expansión representa desafíos sociales y ambientales significa-
tivos para la región andina. A pesar de su riqueza mineral, los países andinos
siguen manteniendo altos niveles de pobreza en América Latina, sobre todo
las poblaciones rurales y nativas (Hall y Patrinos 2005).
En los ámbitos tanto académico como de política pública existe un fuer-
te debate sobre la posibilidad de que los beneficios económicos provenientes
de la minería sean traducidos en crecimiento económico y social inclusivo
en los países en vías de desarrollo, y bajo qué condiciones sería factible (Beb-
bington et al. 2008b; Pegg 2005; World Bank 2003). Las industrias extracti-
vas han estado también fuertemente asociadas a la degradación ambiental,
lo que ha llevado a algunos a cuestionar su viabilidad (Bridge 2004a). En
la región hay muchos casos en los que la minería ha contaminado los re-
cursos de tierra y agua de las comunidades campesinas e indígenas, o ha
llevado a la violación de sus derechos sobre las mismas, que ha resultado en
la degradación de ecosistemas, causando impacto sobre la salud humana
y aumentando la vulnerabilidad existente (Bebbington 2009). Además de
46 J. Budds y L. Hinojosa
Las implicaciones que los proyectos mineros han tenido sobre la ca-
lidad y la cantidad de agua local ha sido un componente importante de
las protestas sociales y las actividades de la sociedad civil con relación a la
expansión de la minería en Perú y en otros países andinos (Bebbington et
al. 2008a). De hecho, algunas personas afirman que, en alguna medida, las
utilizada, para qué y por quién. Estos significados son influidos por nocio-
nes de prioridad local sobre algunas fuentes, sobre la base de un patrimonio
cultural, de formas tradicionales comunitarias de gestión y rituales asocia-
dos, y de fuentes sagradas.
Las investigaciones existentes que tratan los temas del agua y de la minería en
los Andes se han enfocado mayormente en cuestiones de gestión de recursos
y marcos regulatorios (Bebbington y Williams 2008; Younger y Wolkersdor-
fer 2004). Además de estas áreas importantes, el contexto andino demuestra
cómo el control sobre el agua es fuertemente disputado mediante luchas
materiales y discursivas entre grupos sociales que presentan un profundo
desbalance de poder económico, influencia política y prácticas culturales:
entre empresas multinacionales y comunidades campesino-indígenas. Las
investigaciones previas han sugerido que la industria minera frecuentemen-
te consigue tomar el control de los recursos hídricos de las comunidades; sin
embargo, no se sabe mucho de las relaciones sociales a través de las cuales
esto sucede, por ejemplo, cómo el sector minero interacciona con las agen-
cias estatales y las comunidades para adquirir el agua.
Examinar las relaciones de poder que están impregnadas por el control
del agua, tanto material como discursivamente, ofrece un abordaje alter-
nativo para la investigación de cuestiones de agua que va más allá de solo
considerar el agua como un insumo para la minería o un recurso que es
afectado. Para entender la producción de paisajes hídricos con sus caracte-
rísticas peculiares, es importante examinar las relaciones sociales, las estruc-
turas de poder, y la política que se encuentran relacionadas con el control
del agua, y las cuales influyen en los flujos físicos del agua, el uso del recurso,
los marcos de gobernanza y regulación, los debates y paradigmas dominan-
tes, y los resultados visibles para el acceso o la exclusión de recursos hídricos
y las transformaciones a vidas, sustentos y paisajes.
El papel que juega el agua en producir las geografías de la minería pue-
de analizarse con un marco teórico de la ecología política (Castree y Braun
2001; Robbins 2004). La ecología política por lo general interroga las relacio-
nes entre el ambiente y las actividades humanas, o «el metabolismo comple-
jo entre la naturaleza y la sociedad» (Johnston et al. 2000: 590),5 enfocando
las relaciones de poder, tanto materiales como discursivas, que están detrás
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1. Introducción
b) El manejo del agua debe ser implementado en el ámbito de las cuencas, de-
legando funciones administrativas a las autoridades locales del agua (ALA).
c) La creación de Consejos de Cuenca que serían los responsables de co-
ordinar y participar de los planes de manejo sostenible del agua en sus
territorios.
d) La facultad de otorgar en concesiones el manejo del agua a empresas
particulares. Esto ha generado varias discusiones que catalogaron a esta
nueva ley como privatizadora (Del Castillo 2009).
e) En el caso de las demandas por derechos de uso de aguas de una misma
fuente y para fines productivos, el criterio de distribución que ordena
la ley consiste en dar prioridad al uso del mayor beneficio e interés pú-
blico, el más eficiente, más alta tasa de generación de empleo y los más
bajos impactos.
Regulación minera
1. Discurso del ex presidente Alan García, en la inauguración del reservorio San José de
Minera Yanacocha.
66 M. Sosa
3. Por ejemplo: Discurso del ex presidente Alan García en la transferencia del proyecto Las
Bambas a la empresa Xstrata para inicio de operaciones.
68 M. Sosa
Recursos
Derechos o normas
Autoridad
El tener poder de decisión y/o control sobre el recurso es otro nivel de dis-
puta. Esto se refiere a la legítima autoridad para establecer y hacer cumplir
las normas, derechos y sanciones. La autoridad implica además, quién es,
puede ser o debe ser involucrado en la toma de decisiones y goza de todo
el poder para determinar el acceso al recurso, la distribución y la exclusión
de los usuarios. En la práctica diaria del manejo del agua, hay una continua
disputa entre aceptar o negar el poder de dicha autoridad y por lo tanto
respetar o cuestionar sus decisiones.
Discursos
El agua es disputada al nivel de los discursos, los cuales son usados para arti-
cular o expresar problemas en torno al agua: «Imponer o defender políticas
hídricas»; legitimar —apoyar o incluso justificar— determinada autoridad
y «establecer una institución de control y prácticas de distribución». Los
discursos también surgen como «estabilizadores u organizadores socio-
técnicos» de la realidad (por ejemplo: las tendencias del manejo del agua)
(Boelens 2008: 8, 487). Como se indicó anteriormente, los discursos pueden
reforzar o cuestionar políticas hídricas en contextos específicos y siguiendo
lógicas particulares (por ejemplo: la globalización o modernización) (Zwar-
teveen et al. 2005).
Para que se inicien las operaciones mineras del proyecto Xstrata Las Bambas,5
la comunidad de Fuerabamba, localizada en el distrito de Challhuahuacho,
deberá ser reubicada. Esta comunidad está constituida por aproximadamen-
te 500 familias y ocupa un área de 8660 ha. Existe un acuerdo de negocia-
ción entre la comunidad y la empresa minera que establece las condiciones
del proceso de reubicación o reasentamiento, así como los beneficios que la
comunidad recibirá a cambio. Algunos beneficios serán: (a) la construcción
de la urbanización Nueva Fuerabamba donde se ubicarán las familias, y que
será implementada con todos los servicios (luz, agua, desagüe, etcétera); (b)
el otorgamiento para cada familia de una casa de aproximadamente 200 m2,
de concreto, tres pisos, diseño arquitectónico y antisísmico; (c) la entrega de
un área comunal de aproximadamente 5000 ha para la crianza y producción
del ganado y 3000 ha para la agricultura; (d) la construcción de escuelas y
el otorgamiento de incentivos económicos a profesores y hospitales —que
serán implementados de acuerdo a la realidad de la comunidad—, mercados
y otros servicios.
De acuerdo a los representantes de la empresa y las autoridades locales,
este proceso será muy beneficioso para la comunidad y la mejor experien-
cia de reubicación en el Perú. Sin embargo, al interior de la comunidad la
percepción es diversa; por un lado existe un aparente consenso a favor del
reasentamiento, pero, por otro lado, existen voces disidentes que no quieren
dejar sus tierras y no están conformes con las nuevas zonas de reubicación
por considerarlas menos productivas que sus propios terrenos. La mayoría
de los entrevistados temen que la mina no cumpla con sus promesas y luego
ellos no tengan a quien acudir para hacerlas cumplir. En la zona existe gran
incertidumbre y desconfianza. Lo que sí comentaron los entrevistados es
que los terrenos de Fuerabamba van a desaparecer porque ahí se ubicará el
tajo minero.
Sin embargo, la oposición no se manifiesta abiertamente en la zona
porque existen presiones de líderes que ya estuvieron conversando y fijan-
do las condiciones de los acuerdos y las negociaciones. Estas negociaciones
se hicieron entre la comunidad y la empresa, con la asesoría del Gobierno
regional y la Municipalidad, pero otras organizaciones campesinas o supra-
comunales no fueron incluidas. Esto ha incomodado a otros líderes campe-
sinos que proponen cambios en el acuerdo y extender los beneficios o com-
pensaciones a otras comunidades ubicadas dentro del área de la concesión
minera.
Poco se ha discutido acerca de los asuntos relacionados con la disponi-
bilidad hídrica para cubrir las demandas de la Nueva Fuerabamba, sin afec-
tar la demanda de las comunidades en las posibles zonas receptoras. Luego
de la firma del acuerdo, la atención estuvo centrada en las negociaciones por
tierras y no acerca de la situación del agua para consumo o para actividades
agropecuarias cuando se implemente la reubicación. Al respecto, un líder de
Fuerabamba comentó que «En el peor de los casos, … [si no contamos con
agua]… la compañía compraría agua para nosotros y se aseguraría que no
nos falte».
En el caso de Las Bambas, los conflictos por el agua podrían expre-
sarse cuando se inicien las operaciones mineras, como sucede en el caso
72 M. Sosa
Para iniciar sus actividades, Yanacocha debió gestionar y contar ya con los
permisos tanto del Ministerio de Energía y Minas así como del Ministerio de
Agricultura para operar y usar los recursos. Por ejemplo, en el ámbito local
y para usar específicas fuentes de agua para propósitos determinados, tanto
mineros como para la población debió contar con derechos de uso de aguas
tramitados previamente y aprobados por la Autoridad Técnica del Distrito de
Riego de Cajamarca, ATDRC. Sin embargo, al otorgar dichos derechos se ge-
neraron conflictos con otras comunidades que usaban las mismas fuentes de
agua para sus actividades agropecuarias. Este es el caso del conflicto por el agua
y derechos de uso de las mismas entre campesinos de La Ramada y Yanacocha.6
Los campesinos reclaman que el agua que alimentaba el canal Cerro Negro-
La Ramada, construido por ellos colectivamente hace como treinta años, es
ahora usada por la empresa para dotar de agua a sus campamentos mineros.
El canal, de una longitud de 17 km y con capacidad para 80 l/s beneficiaba,
según los pobladores, a alrededor de 160 familias de la zona. El canal y el uso
de nueve fuentes de agua que lo alimentaban fueron oficialmente reconoci-
das en 1989. Sin embargo, luego, a casi diez años de ese reconocimiento, los
derechos de agua fueron cancelados por un par de los primeros líderes del
canal, sin informar al resto de los usuarios. Es así que en el 2003 Yanacocha
adquirió licencias para usar 8,5 l/s de dichas fuentes de agua. Los usuarios
especulan que existieron negociaciones con la empresa que convencieron a
esos líderes.
Sin estar al tanto de la situación de los derechos de agua, en el 2004,
los usuarios intentaron hacer labores de limpieza del canal, pero fueron
denunciados por Yanacocha por invasión a la propiedad privada. Debido
a este evento se enteraron de que las fuentes de la zona de Cerro Negro
que alimentaban al canal habían sido otorgadas a Yanacocha y que el uso
que ellos podían hacer de dichas fuentes no había sido tomado en cuenta,
por lo tanto, no contaban con todos los derechos de uso ni los documentos
requeridos por el Estado para ser considerados usuarios oficiales.
riego. Debido a este proceso las comunidades han visto afectado su acceso al
agua y el uso de la misma.
Luego de que se produjeron los impactos, Yanacocha inició negocia-
ciones con las comunidades y ofreció dotar a los canales de riego de agua
tratada, remanente de sus operaciones. El agua tratada es almacenada en
el reservorio San José, perteneciente a Yanacocha —un ex tajo minero que
almacena hasta 6 Mm3 de agua—. Una vez que esta agua ha sido tratada se
la bombea a los ríos y de ahí a los canales comunales, siendo apta solamente
para riego de pastos. En estos casos, las negociaciones implicaron que las co-
munidades debían renunciar a los derechos de agua otorgados por el Estado
para el uso de agua de dichos canales, para que la empresa pase a adquirir-
los. Las negociaciones han incluido también compensaciones económicas
a los usuarios por el impacto ocasionado y/o por trabajos realizados en los
canales, todo esto, a costa de cesiones de caudales. Finalmente, la empresa
minera se ha convertido en proveedora permanente de agua tratada a cana-
les de riego campesinos.
Si bien es cierto, se han aplicado medidas de mitigación y compensa-
ción, y el acceso al agua ha sido reemplazado por el bombeo de agua tratada,
esto se ha conseguido a costa de sacrificar el uso de agua natural y de la re-
nuncia, por parte de los campesinos, a sus derechos de uso de la misma.
6. Conclusiones
acciones que se planteen o requieran hacer para que las empresas cumplan
con sus fines extractivos son justificadas por el Estado o socialmente acep-
tadas. Esas posiciones de gobierno y de algunos sectores de la sociedad civil
peruana parecen fundamentadas en lo referido por Jeremy Bentham, acerca
del mayor bien para la mayor cantidad de personas («The greatest good for
the greatest number of people»). Aunque esto último vaya en desmedro de
otras actividades —por ejemplo: la pequeña agricultura.
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Anexos
Datos Yanacocha:
1. Introducción
1. Casos destacados: el valle del Mezquital y los agricultores de las periferias de ciudades
como San Luis Potosí, Morelia, San Cristóbal de las Casas y Puebla.
5 | Riego campesino con aguas residuales urbanas 83
Cuadro 5.1
Crecimiento en la superficie irrigada
Mezquital, 1931-2000
en el valle del
Cuadro 5.2
Volumen de agua desalojada por la ciudad de México
que ingresó al valle del Mezquital, 1901-2010
Fuente: todos los datos son de Pablo Bistrain 1961, en Aboites 1997, excepto el de 1991 que es de CEPAL
1991: «Anexo estadístico» y el 2000 y 2010 es de CNA 2005, 2010.
86 F. Peña
relación con todos los demás distritos de riego, que más que certidumbre
por el abasto y, más aún, por disponer de volúmenes crecientes de agua,
enfrentaban la amenaza de perderlos por la fragilidad ambiental o porque
fueran retenidos aguas arriba.
Las ampliaciones posteriores del volumen de aguas residuales recibi-
das y del área irrigada fueron el desarrollo de una tendencia marcada con
claridad por ese acuerdo presidencial. El cuadro 5.l muestra los cambios
registrados en la superficie total con riego en el valle del Mezquital, gracias
a las aguas de desecho de la ciudad de México.
Con la construcción y puesta en marcha del drenaje profundo, creció
la captación del sistema de desagüe de la capital, lo que permitió disponer
de una mayor cantidad de metros cúbicos de agua. El cuadro 5.2 registra los
datos de esos volúmenes disponibles y permite comparar el crecimiento del
volumen de aguas residuales que ingresaban al Mezquital.
2. Finkler 1974, Bartra, Paré, Boege et al. y Peña 1997, entre otros, han documentado distin-
tos momentos de esos procesos de ampliación de los beneficiarios de las aguas residuales.
5 | Riego campesino con aguas residuales urbanas 87
5. Conclusiones
Lo reseñado hasta aquí revela que en el conflicto por el uso de aguas resi-
duales sin tratar existe un nudo donde política, salud, economía y cultura
aparecen interrelacionados, marcados todos por una relación inequitativa
de fondo entre la ciudad, como devoradora de agua, y el espacio agrícola
periurbano que debe recibir un líquido de mala calidad. Por un lado, existe
suficiente evidencia sobre el riesgo sanitario que ocasiona regar con aguas
residuales: tanto por el consumo directo de los productos como por el peli-
gro de filtraciones que contaminen redes de agua potable. Eso indica que es
pertinente tomar medidas sanitarias regulatorias para el uso de aguas resi-
duales, aunque las dictadas por el gobierno federal son incompletas porque
solo abordan el riego de hortalizas, dejando de lado aspectos como la po-
sible contaminación del agua potable que se consume en el Mezquital o en
otras áreas sometidas al mismo tipo de riego. Se requiere el tratamiento en
serio de las descargas del drenaje metropolitano y el cuidado con respecto a
la contaminación por desechos industriales.
Todo indica que el modelo de expansión de la frontera agrícola, a par-
tir del riego con aguas de desecho como eje de un tipo de crecimiento agrí-
cola, asociado a políticas de desarrollo rural y crecimiento urbano, ha
colaPSAdo. Sin embargo, los costos de ese colapso quiere endosarse a los
5 | Riego campesino con aguas residuales urbanas 91
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1993 Contaminación, causas y efectos. México: Gernika.
Capítulo 6
Reclamamos el agua, el agua para beber, el agua para lavar, el agua para
regar los sembrados, el agua para todo…
—Por lo que yo conozco hubo un litigio que fue sentenciado. Se dividió
el río de acuerdo a las necesidades. Parte para Don Luis Antonio Urrestas
y parte para ustedes.
—¿De acuerdo a las necesidades? Así decían pes. Una miguita que se
queda no más hecha un pantano en el pueblo. ¿Y para las chozas y los
huasipungos de los naturales que viven más abajo?, ¡nada! ¡Una lástima
patroncito!
—Es que las autoridades son las autoridades y las leyes son las leyes.
—Eso mismo queremos hablar pes. Eso mismo… Queremos hacer ver la
injusticia, la desgracia.
[Fragmento de la novela En las calles (1935) del escritor ecuatoriano Jorge
Icaza].
El centro eran las grandes ciudades y la periferia eran los campos y los
páramos. Es decir, la relación de los páramos con la ciudad, de la periferia
con el centro, ha sido una relación antigua y penosa de inequidad política,
económica y social: desde la Colonia, la República, la Reforma Agraria, la
entrada del Ecuador en el mercado mundial y, más recientemente, en la
lógica de mercado y del modelo neoliberal, ha estado marcada por una
visión centralista a la que se deben añadir elementos de racismo, clasismo
y extractivismo.
Los páramos fueron poco utilizados antes de la Conquista española,
pues los asentamientos humanos debieron estar más abajo —en el bosque
montano— y por tanto únicamente grupos de cacería o recolección de fru-
tos subían en ciertas épocas del año (Moreno 2008). Posteriormente, con el
«descubrimiento» del Nuevo Mundo y durante la Colonia, los páramos en
los Andes fueron relegados como zonas desoladas e inservibles y dejados
para quienes fueron conquistados y dominados. El mismo nombre páramo,
le fue dado por los españoles pues este paisaje de montaña, les pareció yer-
mo, desolado y sin árboles y les recordó a las inhóspitas altiplanicies de Cas-
tilla (Weber 1959 citado por Suárez 2002: 123). Como es evidente, existía ya
un Viejo Mundo al cual se hacía referencia como punto de partida, como
centro, dado por la visión eurocentrista que existía y que muchas veces pre-
valece hasta hoy en los discursos y prácticas de desarrollo.
Es en este periodo, cuando el territorio de los páramos se asocia con la
hacienda, la institución social dominante en la historia agraria de los Andes.
La hacienda fue el resultado de la temprana concesión de tierras que entregó
la Corona española a los conquistadores y sus descendientes. Al parecer, la re-
partición de estos territorios se hizo muy rápidamente. Una vez creado el Ca-
bildo de Quito se organizó el reparto de tierras y de indios de servicio entre los
conquistadores. Cuando los valles fértiles cercanos a la ciudad se acabaron de
repartir, apenas cinco años después de la fundación, se empezó a asignar tierras
hacia el norte hasta Cayambe y hacia el sur hasta Riobamba (Larrea 2006).
Durante los siglos siguientes las tierras fértiles de las comunidades in-
dígenas fueron gradualmente entregadas a la elite «blanca» y la Iglesia ca-
tólica. Los páramos empezaron a ser utilizados más intensivamente con el
establecimiento de grandes ovejerías que demandaron del uso extensivo de
los páramos y provocaron una gran degradación de su biodiversidad y sus
funciones ecológicas, especialmente por el pisoteo y el sobrepastoreo que
erosionó los suelos. Se estima que a finales del siglo XVI había alrededor de
dos millones de ovejas en el callejón interandino, especialmente en los pá-
ramos de Cotopaxi y Chimborazo. Durante este período, el centro de poder
se articulaba desde Quito y otras ciudades de la sierra mediante el obraje,
6 | Las demandas campesinas frente a las demandas de la ciudad y de la industria 97
las mitas, las encomiendas, las reducciones, los diezmos y otros tributos que
mantuvieron el control sobre la fuerza de trabajo indígena y condenaron a
estas poblaciones a la extrema pobreza (Ayala Mora 2008).
Finalmente, durante los siglos XIX y XX las repúblicas jóvenes buscaban
la modernización y su inserción en el mercado a través de la comercializa-
ción de productos primarios. El Ecuador, como nueva república, nació en
medio de una crisis económica que solo la superó una vez que se vinculó
con el mercado internacional a través de la exportación del cacao a partir de
1860. Los países industrializados demandaron este producto y sus deriva-
dos de manera masiva y el Ecuador se convirtió en el primer exportador de
cacao con un 20% a 25% de las exportaciones mundiales entre 1895 y 1914.
El boom del cacao marca el inicio de la entrada del Ecuador en el mercado
internacional, pero sobre todo sienta las bases de un modelo de produc-
ción donde hay un solo producto primario dominante en el que se sustenta
la economía nacional, lo que la hace sumamente frágil, poco sustentable y
discontinuo al crecimiento económico. Esa es la lección no aprendida que
hemos tenido sucesivamente con el cacao (de 1860 a 1940), el banano (de
1948-1972) y en el presente, con el petróleo (desde 1972) del que se asegura,
tenemos reservas para unos 18 a 25 años más (Larrea 2006).
Luego de una pseudo Reforma Agraria en los años 1960 y 1970, las
tierras más fértiles y de los valles continuaron en manos de la clase hege-
mónica, y los páramos —esas tierras de altura con altas pendientes, suelos
pobres y sin riego—, quedaron relegados para las poblaciones campesinas
e indígenas que se vieron forzadas a desarrollar una agricultura y ganadería
precarias (Larrea 2006; Bretón 2005).
En nuestros días, los páramos han sufrido una metamorfosis frente a los
ojos de la hegemonía, y de ser tierras olvidadas se han convertido en territo-
rios contestados (o en disputa) que han cobrado una gran importancia para
la vida humana y la naturaleza. Son ecosistemas tropicales de clima frío y
generalmente húmedo (Beltrán et al. 2009) que han sido reconocidos como
los mayores proveedores de agua en los Andes desde Venezuela, Colombia
hasta Ecuador, así como para las planicies semiáridas del norte del Perú
(Buytaert et al. 2006, Hofstede 2001). Esta área húmeda produce agua de
excelente calidad y su capacidad para regular el ciclo hidrológico permite un
flujo constante, regular y sostenido de este recurso vital hacia las zonas bajas
(Buytaert et al. 2006; Medina y Mena 2001).
98 R. Manosalvas
absoluto con los beneficiarios locales, sino que se impuso en la región como
una «solución lógica y técnica» del gobierno provincial, que lleva cerca de
una década sin concluir y que se ha reactivado con el último gobierno.
Desde la perspectiva de las comunidades campesinas e indígenas, estos
territorios de páramo y sus aguas son indivisibles; son su espacio de vida y su
medio de subsistencia (Manosalvas 2009: 4) al que les asiste el derecho an-
cestral. Sus derechos hídricos se basan en la infraestructura que sus abuelos
y tatarabuelos construyeron desde tiempos precoloniales, en algunos casos,
y en otros desde hace 100 o 400 años atrás (Flores et al. 2010: 135, Cisneros
et al. 1999: 43, 46). Los recursos invertidos en esfuerzo y mano de obra son
incuantificables, pues se trata de canales de riego de hasta 40 km de longitud
que traen agua de los deshielos de los nevados y la distribuyen a través de
ramales a las zonas medias y bajas de las cuencas. Estas obras se mantienen
en la actualidad gracias a las mingas, trabajo comunitario voluntario que se
hace bajo acuerdos de reciprocidad (Boelens 2008).
La construcción del canal de riego Tabacundo se inició a finales de la
década de los noventa por la presión de uno de los sectores económicos y
políticos más poderosos en el país: el sector agroexportador, que tiene mu-
cha influencia en los gobiernos seccionales (provincial y municipal). Bajo
el discurso de la generación de empleo y de traer desarrollo a la zona, ha-
bía acaparado derechos hídricos (Hidalgo 2010) y con esta obra lo haría
aún más. Para poner esa acumulación en números, de los 10.433 litros por
segundo del total de concesiones en la cuenca, 8000 l/s (el 76%) fueron da-
dos al canal de Tabacundo (Poats et al. 2007) por el Gobierno municipal
de Pedro Moncayo. El conflicto se desató y las comunidades campesinas e
indígenas se opusieron a la construcción. El Gobierno provincial tuvo que
negociar y acceder a que el canal sirviera para algunas, no todas, las comu-
nidades de la cuenca alta. Muchas comunidades mantienen su oposición a la
construcción del canal pues aducen que la concesión de las aguas al Gobier-
no provincial afectará sus caudales y sus sistemas de riego. Por otro lado, el
proyecto del canal de Tabacundo ha exacerbado los conflictos de agua exis-
tentes entre comunidades indígenas y campesinas de la cuenca alta y baja.
El otro caso, en los mismos páramos del Cayambe, es la demanda de
agua de la ciudad de Quito, de aproximadamente dos millones de habitan-
tes, a través de la construcción de la represa Salvefaccha, en la zona suroc-
cidental del nevado Cayambe, donde además se asienta el territorio indí-
gena de Oyacachi. La Empresa Pública Metropolitana de Agua Potable y
Saneamiento (EPMAPS-Quito) basa su demanda y derechos hídricos en su
responsabilidad de satisfacer la demanda de agua potable de una ciudad
que proyecta seguir creciendo en los próximos años hasta convertirse en
100 R. Manosalvas
ese ideal de megaciudad encumbrada en los Andes. Hasta ahora, parece ser
que la planificación de las ciudades de los Andes tiene como ideal crear esas
grandes ciudades monstruosas e inmanejables que acabarán absorbiendo el
agua —y otros recursos de la periferia— y expulsando toda la contamina-
ción hacia fuera.
Sin ánimo de exagerar, la expansión de los centros urbanos, en los últi-
mos cien años en América Latina, ha sido dramática. La suma de la pobla-
ciób de tres de las ciudades más grandes llega a los 56 millones de habitantes
(Buenos Aires, México D.F. y Sao Paulo) que consumen alrededor de 50 a
80 metros cúbicos de agua por segundo. La tasa de crecimiento demográfico
urbano de Latinoamerica es de 3,6 % al año y se cree que para el 2020, 500
millones de personas, es decir, las dos terceras partes de su población, esta-
rán viviendo en ciudades (Anton 1993: 1). Si bien, el continente americano
es abundante en recursos hídricos, las tasas de consumo por habitante de
estas tres grandes ciudades están entre los 300 y 600 litros por habitante por
día (Anton 1993: 97).
Ciudades como Quito —2,5 millones de habitantes— y Bogotá —8
millones de habitantes—, situadas en la zona tropical andina y con una alta
dependencia hídrica de sus páramos circundantes, también tienen deman-
das de agua muy altas —Quito consume alrededor de 16 millones de me-
tros cúbicos al mes, con un promedio de 230 litros de agua por habitante—
(Manosalvas 2004: 7). Estas dos ciudades invierten enormes cantidades de
recursos para traer agua de zonas cada vez más lejanas (Swyngedouw 2004:
51) y de territorios que incluso están fuera de su jurisdicción política (Fon-
seca 2006: 241-242). Es la situación que se avecina para muchas ciudades en
América Latina, y en el caso de Quito, incluye la construcción de trasvases
de aguas desde ríos orientales que corresponden a la vertiente del Atlántico
y que se revertirán al Pacífico. Los impactos ambientales y sociales de estos
trasvases todavía no se han dimensionado en su totalidad.
En este caso, la empresa municipal de agua decidió construir el embalse
sin «percatarse» de que estaba dentro de una comunidad indígena. Las con-
cesiones de agua estaban dadas —inicialmente tenía 8000 l/s otorgadas en
1987—, los permisos del Ministerio del Ambiente estaban otorgados —pues
además estaba en un área nacional protegida—, pero la oposición de los ha-
bitantes le obligó a buscar un acuerdo con la comunidad de Oyacachi (Ro-
dríguez 2008). La manera como se negoció introdujo una lógica de mercado
que se impuso sobre la de reciprocidad que hasta entonces se había manteni-
do entre las comunidades indígenas de la zona (Boelens et al. en prep.).
Las mismas aguas que la ciudad de Quito reclama para cumplir con
el derecho vital al agua de sus habitantes, son reclamadas por parte de las
6 | Las demandas campesinas frente a las demandas de la ciudad y de la industria 101
Gráfico 6.1
Gradiente de poder y acumulación
centro son los que han acumulado la riqueza y en este caso los derechos de
agua; esta acumulación esta cruzada por variables de género, étnicas y de
clase.
Los conflictos se manifiestan en esta gradiente de poder y acumulación
debido a las contradicciones estructurales que encierra (Perreault 2011). Por
un lado, los grupos hegemónicos tienen el capital para hacer producir, como
es el caso del sector florícola, y bajo el discurso del desarrollo y de la generación
de empleo se ha promovido la construcción del canal de riego Tabacundo.
Pero la población intuye que no será así, pues en los veinte años de produc-
ción de flores no se ha superado la pobreza en la zona, y más bien muchos
campesinos han abandonado su tierra para ir a trabajar en la floricultura.
Por otro lado, existe la contradicción estructural entre producción ca-
pitalista y naturaleza, pues a pesar de que se quiera seguir construyendo más
obras de infraestructura y riego en los páramos, estos tienen un límite de
«producción de agua». Los cambios ambientales en el ámbito local, como la
deforestación de los remanentes de bosques montanos, la quema del pajonal
y el sobrepastoreo con especies exóticas, han causado la degradación y com-
pactación de sus frágiles suelos hidrófilos y el desecamiento de las fuentes
de agua, así como la alteración del ciclo hidrológico (Hofstede 2001: 297).
Adicionalmente, al igual que otras zonas montañosas en el mundo, los pára-
mos también están sufriendo cambios en el patrón de lluvias y en el régimen
hidrológico atribuidos al cambio climático (Buytaert et al. 2006: 54).
Finalmente, la tercera contradicción estructural que se sale a la luz, se
refiere al tema de la identidad de los actores. En un largo debate por una nue-
va ley de recursos hídricos en el actual gobierno, que finalmente no fue apro-
bada en el período correspondiente, se ha uniformizado a todos los actores
del agua como usuarios, ignorando que la identidad de los actores del agua
en los Andes está cruzada por género y etnicidad, entre otras identidades. Y
es justamente esta diversidad la que el movimiento indígena ha reclamado,
que debe ser reconocida tanto en las normas y reglas, como en la autoridad
legítima de los sistemas comunitarios de gestión del agua y del páramo.
3. Midiendo fuerzas
«Pensé que de política no iba a hablar pero ahora que recuerdo, política
hacemos todos al caminar».
¡Ey paisano! de Raly Barrionuevo, compositor de folclor argentino.
Ahora bien, ¿cómo es que los actores con menos poder han reaccionado
a la acumulación de los derechos de agua y los derechos sobre la gestión
6 | Las demandas campesinas frente a las demandas de la ciudad y de la industria 103
4. Conclusiones
Los páramos son los territorios en los Andes que regulan el ciclo hidrológi-
co, la fuente principal de agua para los valles y las ciudades y, actualmente,
el escenario de conflictos debido a las múltiples demandas sobre ellos. Los
reclamos son por los derechos al agua y por la manera en que deberían
gestionarse los páramos. Como se ha analizado, en el caso de las comuni-
dades indígenas y campesinas, sus demandas se basan en el derecho a la
subsistencia y a la seguridad hídrica, respaldadas en sus derechos ancestrales
y colectivos. Por otro lado, la demanda de agua de las grandes industrias
—hidroeléctricas, florícolas y turismo— se basa en la argumentación de la
provisión de empleo y la generación de la alta productividad. Finalmente,
las demandas de agua potable por parte de la ciudad capital y otros centros
urbanos se basan en el derecho vital al agua.
Estas distintas visiones influyen en las maneras en que se califica y per-
cibe la justicia hídrica. Así, se enfrentan también maneras y estrategias de
cómo definir los derechos al agua y al territorio hídrico. El Estado, por lo ge-
neral, ha privilegiado a los sectores productivos mientras que los grupos con
104 R. Manosalvas
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Capítulo 7
1. Introducción
En el transcurso de los primeros dos años del proyecto, los investigadores de
la alianza Justicia Hídrica han generado una serie de estudios subnacionales
muy específicos, basados en la investigación profunda de las circunstancias
locales. Uno de los logros significativos del Primer Encuentro de Investiga-
dores de Justicia Hídrica en Cusco - Perú, en 2009, fue el desarrollo de un
conjunto de términos de referencia comunes que se utilizará para apoyar el
análisis comparativo de las condiciones de la justicia hídrica entre un país
y otro y entre una cuenca y otra. El objeto de los términos de referencia
común (TRC) es el de servir como una estructura para comparaciones sig-
nificativas y conceptuales de los estudios subnacionales, diversas y variadas,
que permitan el desarrollo de una mejor comprensión de las similitudes y
divergencias que existen entre casos específicos. De esta manera, el trabajo
de campo realizado en cualquier lugar puede ser la base para la colabora-
ción eficaz y el intercambio de experiencias entre colegas, y para una estruc-
tura teórica más fuerte, construida para la comprensión de las condiciones
pertinentes que lleven al logro de la justicia del agua y para promover los
objetivos de la alianza Justicia Hídrica.
El presente estudio de caso de la cuenca del río Culebra, en el Estado
de Colorado (EE. UU.), aplica los términos de referencia comunes de Cus-
co como su marco analítico y como estructura para su interpretación de
las condiciones de la justicia hídrica en la cuenca de referencia. Los títulos
de las secciones del artículo y su contenido, por tanto, corresponden a las
108 G. A. Hicks y D. G. Peña
1. Citaciones completas y detalladas a ese trabajo previo y a sus fundamentos, en los cuales
se basa el presente estudio, se encuentra en: G. Hicks y D. Peña 2011; G. Hicks 2010; G.
Hicks y D. Peña 2003; D. Peña 2003.
7 | Justicia hídrica: el caso de las acequias en la cuenca del río Culebra 109
dominada por el sector más poderoso y grande formado por las operaciones
de las empresas de monocultivos agroindustriales, que dependen de grandes
aspersores mecánicos de pivote central. Este sector data recién de la década
de 1940, y sus derechos de agua son derechos subalternos a las fuentes de
agua subterránea. El segundo tipo de agricultura se compone de granjas
familiares pequeñas, con derechos sobre el agua de fuentes superficiales mu-
cho más antiguos. Esto incluye las granjas acequias del Culebra y las cuencas
hidrográficas del río Conejos.
El promedio de precipitación anual es de aproximadamente 11 pulgadas
(279 mm), de modo que la agricultura en el segundo sector depende prin-
cipalmente del riego de las redes de los sistemas de acequias comunitarios,
alimentados por la nieve derretida del río Culebra y sus tributarios. En el Cu-
lebra hay 64 acequias funcionales, cada una con su gobernanza y cada una res-
ponsable de mantener y operar un sistema de zanjas2 de riego comunitarias.
La mayor parte de la producción, de los 23.000 acres cultivados en la
cuenca,3 se concentra ahora en el forraje de ganado y la producción de gana-
do. En épocas anteriores, los cultivos en filas (hileras) para los mercados lo-
cales y regionales, y de subsistencia formaban una porción más importante
del total de la producción mixta; los agricultores desarrollaban y cultivaban
variedades de cultivos tales como papas, frejoles de vaina y maíz, apropiadas
para el severo clima invernal de la cuenca, la corta estación de crecimiento
y la gran altitud.
La cooperativa local, Río Culebra Agricultural Cooperative (RCAC) es
una importante organización de agricultores de acequia que se benefician
del proyecto de mercadeo de ganado de altura alimentado con hierba, y de
otro proyecto que comercializa los famosos «Chicos», típicos del área (maíz
blanco tostado en hornos de adobe), y las calabacitas mexicanas.
Hidrografía
La cuenca del Culebra tiene aproximadamente 360 km2, y el flujo total anual
de los afluentes que conforman el Culebra ha variado históricamente de
22.000 a 67.000 acres-pies4 durante la temporada de riego, con un flujo
recibieron los derechos en común con sus vecinos para disponer de madera
y leña de la sierra, para cazar, y pastar su ganado en los terrenos abiertos que
rodean sus fincas. El carácter fronterizo de las comunidades, y especialmente
el trabajo compartido y la cooperación continua, necesaria para establecer,
mantener y regular los sistemas de riego, han creado un fuerte sentido de
pertenencia y mutualismo, reforzado por el hecho de que las comunidades
de colonos generalmente se componen de personas con fuertes afinidades
de parentesco, la mayoría de origen mestizo.
De acuerdo con el patrón histórico, las comunidades de acequia de la
cuenca del Culebra se establecieron en los años inmediatamente posteriores
a la Guerra Estados Unidos-México del siglo XIX (1846-1848), en las tierras
otorgadas por el gobierno de México, poco antes de su pérdida de soberanía
sobre la región superior del río Grande. Esa historia de colonización de las
tierras y de organización social es evidente hoy en la cuenca del Culebra en
muchas instituciones sociales, y es más visible en la red de acequias de riego
de la comunidad, el diseño de granjas y el paisaje creado con corredores bos-
cosos ribereños, praderas y campos que transformaron el fondo del valle.
La primera fase de la historia de las acequias del río Culebra implicó
la aplicación de las tecnologías de riego hispano-coloniales, estructuras de
gobierno y regímenes jurídicos para establecer asentamientos en una región
fronteriza, recientemente absorbida por los Estados Unidos.5 La segunda
fase de la historia comenzó con la soberanía de los Estados Unidos y la con-
solidación del ordenamiento jurídico anglo-americano como fundamento
de los derechos de agua en Colorado y en el marco de la administración
estatal de los recursos hídricos. Ese nuevo orden jurídico y administrativo
coincidió con la enérgica colonización angloestadounidense de la región y
el desarrollo de los recursos naturales, incluyendo la construcción de minas
y la explotación de la capacidad de riego. La intensa competencia por los
escasos recursos hídricos en ese período, permitida por las nuevas leyes de
agua, hicieron que muchas acequias perdieran sus derechos de agua. En el
caso de las acequias del Culebra, los problemas legales externos en 1889 y
1905 dieron lugar a una pérdida del 46% del agua reclamada, a través de
procedimientos que ahora parecen sospechosos.
Tal contracción de los derechos de agua produjo una nueva y crónica
escasez de agua entre las acequias, en el momento mismo en que la ley mexi-
cana, basada en la distribución equitativa de la escasez, estaba siendo suplan-
tada por el derecho angloestadounidense de apropiación previa. Debido a
5. La relación de conflicto entre las tecnologías de riego y las culturas de los sistemas his-
pano y angloestadounidense en Colorado, se exploran en detalle en G. Hicks y D. Peña
D., 2011.
112 G. A. Hicks y D. G. Peña
Introducción
Actores principales
de una visión comunitaria del agua, y en esto ha tratado de liderar para que
las varias acequias acojan principios de compartición de agua equitativos,
sin tener en cuenta la antigüedad de los derechos de agua, como una res-
puesta necesaria para la supervivencia en todas las condiciones de escasez.
Fueron el anterior cierre de las compuertas de toma de las acequias con
derechos más reciente —en las años de escasez de 1998 y 2002— y el deseo
demostrado de las acequias con derechos más antiguos a insistir en su prio-
ridad, lo que llevó a la junta de la SCAA a concluir que la comunidad social
y los paisajes físicos que se habían creado por los métodos e instituciones
de acequias no sobrevivirían si no había un compromiso de los que tienen
por compartir con los que no tienen, en épocas difíciles, y si no se llevaban a
cabo acciones institucionales para hacer que esta solidaridad se concretara.
La SCAA fue creada como una plataforma para llevar a cabo acciones
más concertadas a fin de promover las acequias y responder a las amenazas,
incluyendo la contaminación del agua y la sedimentación en los arroyuelos
afluentes, causada por las actividades mineras y madereras en la parte alta
de la cuenca. Ha ejecutado con éxito proyectos de seguimiento de la cuenca
y los arroyos para documentar los impactos sobre el flujo, la morfología
de las corrientes y calidad del agua frente a las actividades madereras in-
dustriales y mineras de oro. Ha trabajado en comunicar mejores prácticas
en la gestión de zanjas y gobernanza a la juntas de comisionados y a los
mayordomos de las acequias. Ha servido de voz de las acequias frente a la
legislatura estatal y las agencias de agua estatales, hablando sobre temas de
políticas de agua, derechos de agua y gestión de cuencas. Tuvo un papel
muy importante en la sanción de la Ley de Reconocimiento de Acequias de
Colorado en 2009 y trabaja en fomentar entre las acequias reglamentos que
restaurarían aspectos de la gestión y la compartición de aguas, típicos de la
ley de régimen mexicano, pero que se han visto atrofiados bajo el sistema de
apropiación previa.
El San Luis Land Rights Council (SLLRC) (Consejo de Derechos de Tie-
rras de San Luis) fue establecido en la década de 1960 y su trabajo se en-
foca en el esfuerzo de restaurar a los herederos y sucesores de las colonias
originales de la cuenca del Culebra sus derechos comunes a pastar, recoger
madera y leña, cazar y pescar en la Sierra Culebra, la cuenca de las acequias
del Culebra. El SLLRC es una de las organizaciones más exitosas y duraderas
creadas en Nuevo México, Colorado y Texas con el objeto de asegurar los
derechos de tierra de las comunidades chicanas en los territorios que fueron
anexados tras la guerra con los Estados Unidos. En el 2002, tras una campa-
ña legal de cuarenta años, el SLLRC ganó una decisión importante por in-
termedio de la Corte Suprema de Colorado, en el famoso caso Lobato versus
7 | Justicia hídrica: el caso de las acequias en la cuenca del río Culebra 117
Taylor (antes Rael versus Taylor). La decisión del 2002 restauró los derechos
de uso históricos a los herederos y sucesores de los ejidos tradicionales de la
Concesión de Tierras de Sangre de Cristo.
Este Consejo es la más visible de las organizaciones no gubernamenta-
les en la cuenca y, en el presente, es la que más se identifica con las aspira-
ciones culturales comunes de la gente de la cuenca. Hasta el momento no ha
tenido un papel efectivo en promover los intereses de las acequias ni se ha
enfocado en la importancia de la gobernanza del agua como una expresión
de la comunidad, pero ha tomado posiciones contra las amenazas de vender
agua fuera de la cuenca y se ha opuesto a la extracción maderera y minera
comercial por parte de terceros en la sierra, las que pueden afectar negati-
vamente en la calidad y la disponibilidad de agua para las comunidades de
las acequias. A lo largo de los años, el SLLRC y la SCAA no siempre han con-
cordado en sus agendas. El SLLRC se ha enfocado en restaurar los derechos
de agua para los ejidos y pone énfasis en los que se ubican más arriba en la
sierra montañosa para propósitos utilitarios —leña, materiales de construc-
ción y zona de pastoreo—. Por el contrario, los miembros de la asociación
de acequias han visto en la montaña su cuenca. Esto a ratos ha causado
conflictos ya que las apropiaciones utilitarias pueden interferir o afectar el
funcionamiento de la cuenca y los derechos del agua de acequia.
Afortunadamente, con la decisión, en el 2002, de la Suprema Corte de
Colorado y la restauración sin precedentes de los derechos de uso de ejidos
de 80.000 acres (La Sierra), estos conflictos mayormente han sido resueltos.
El grupo de derecho-habientes de la comunidad está ingresando a su octavo
año bajo la administración de la Corte y ha establecido una nueva orga-
nización llamada Herederos Livestock Grazing Association (HLGA). Esta
asociación de pastoreo incluye miembros tanto de SLLRC como de SCAA
y es el actor principal en la formulación de un plan de cogestión equitativa
de los ejidos de La Sierra. Se han sentado juntos actores a veces distintos y
conflictivos con la misma agenda y han fortalecido los prospectos de un
plan de manejo que respete completamente la integridad de la cuenca y el
funcionamiento de las acequias como principios centrales.
La San Luis Vega Board (Junta de Vegas de San Luis) es el cuerpo que
gobierna los ejidos de pastoreo del poblado de San Luis. Regula el acceso
a los ejidos para pastoreo y es responsable por la salud de la pastura. Su
agenda se enfoca en esas tareas. En el pasado no ha tenido una función im-
portante en cuestiones de gestión de cuencas, pero el renacimiento de los
derechos de pastoreo comunales, en la parte alta de la cuenca del Culebra,
como resultado de la decisión de la Suprema Corte de Colorado en el litigio
Lobato v. Taylor, significa que la Junta puede tener un papel importante
118 G. A. Hicks y D. G. Peña
Procesos históricos
5. Conflictos
Una de las complicaciones al hacer un relato objetivo del ámbito del com-
promiso de las comunidades de acequia contemporáneas, con respecto a
sus anteriores leyes y tradiciones, es que los derechohabientes de agua en
las comunidades de acequia del Culebra están agudamente conscientes de
la relativa prioridad de sus derechos de agua bajo la actual ley del estado de
Colorado. A menudo insisten en esas prioridades. El largo establecimiento
de los derechos de apropiación de agua en Colorado y el reconocimiento de
que los derechos de propiedad del agua están enraizados en ese sistema y no
en otro, han hecho necesariamente que la gente esté atenta a esos derechos
y deseosa de actuar para defenderlos, en los términos requeridos por la ley.
Además, la largamente establecida ley de apropiación temporal ha hecho
más difícil poner en vigor la conformidad con las viejas normas de compar-
tir agua, especialmente en tiempos de escasez, cuando esas normas cuentan
más. Pero a pesar de la revolución en los derechos de agua que comenzó con
las adjudicaciones de 1889 y sus consecuencias, las normas de apropiación
previa todavía no calzan cómodamente en las comunidades de acequia del
Culebra. La cultura de apropiación previa permanece como algo absorbido
de manera incompleta.
Los que recién llegan al sistema, especialmente compradores de propie-
dades en plan de jubilación o de recreación en la cuenca, pueden convertirse
en una fuente de tensión especial, ya que raramente se integran a la comu-
nidad en los términos de mano de obra y ayuda mutua que son parte del
contexto de los derechos de agua para los agricultores locales. Su respuesta
a la escasez del líquido y a la vida en las regiones áridas es frecuentemen-
te la búsqueda de una cantidad insustentable de agua, cavando pozos que
pueden alterar los flujos subsuperficiales de los que dependen las acequias
o construyendo estanques que guardan agua para su uso pero que a la vez
interrumpen los flujos de los que el riego de sus vecinos puede depender.
Cuando se puede probar que estas prácticas afectan los derechos de agua
existentes, incluyendo los de las acequias, pueden ser detenidas por la ley
estatal, pero lograr esas pruebas puede ser complicado y caro.
Algunos de los conflictos entre las acequias y la ley de Colorado radi-
can en las diferencias entre las prácticas de riego consuetudinarias y los re-
querimientos de la doctrina de apropiación previa. El derecho de sed —un
compromiso con la idea de que todos los seres vivos tienen sed y tienen un
derecho correspondiente al agua— subyace a la idea de que la mayoría de
7 | Justicia hídrica: el caso de las acequias en la cuenca del río Culebra 125
las acequias debe mantener sus zanjas en un estado más natural, con taludes
de tierra que soporten un hábitat para plantas y animales silvestres, muchos
de los cuales son fuentes importantes de alimento y medicina. Así, muchas
acequias se resisten a recubrir los canales con concreto para reducir la filtra-
ción a lo largo de los corredores ribereños. La Oficina de Ingeniería Estatal y
las Cortes de agua tienden a ver esto como una práctica ineficiente y desper-
diciadora. Hay cada vez más presión para que las acequias se «modernicen»
y recubran los canales para reducir la pérdida de agua debida a la vege-
tación ribereña (plantas freatófilas). De hecho, bajo la ley de Colorado, la
pérdida de agua por la vegetación, incluyendo la creación de humedales por
subriego, puede ser considerada «evapotranspiración no beneficiosa». Esto
se corresponde con la idea de que el estado puede conminar a los regantes
a volverse más eficientes en su uso de agua para cumplir con la doctrina de
máxima utilización al reducir las pérdidas de agua por evaporación. La ex-
tensión lógica de esta doctrina en términos tecnológicos es que los regantes
deben abandonar el sistema de riego por gravedad y usar tubos perforados
o riego por goteo para llevar el agua a los cultivos, que los taludes de tierra
deben ser forrados con cemento para reducir pérdidas por la presencia de
vegetación ribereña, y que las acequias deben adoptar métodos y prácticas
para que la aplicación de agua en los cultivos sea más precisa.
Los parciantes de las acequias han tenido la experiencia, inusual dentro
de la ley de Colorado, de haber perdido efectivamente derechos decretados,
el resultado del desafío del litigio Hallett. La singular experiencia de haber
perdido derechos de agua en un procedimiento judicialmente administra-
do es algo que se recuerda, y ha producido cierta determinación entre los
modernos derechohabientes de las acequias para defender sus métodos y
una cierta incomodidad al involucrar al estado en sus asuntos. Saben que
no se puede dar por hecha la aceptación de sus prácticas por parte de las
autoridades del agua. Creen que las autoridades los ven como gente pobre e
indolente de costumbres anticuadas.
El Rancho Taylor de 77.000 acres fue parte de los ejidos históricos de la co-
munidad, y su paso a propiedad privada, en el siglo XIX, enajenó de control
comunitario tierras que eran fundamentales para la supervivencia de los
derechos de agua de las acequias del Culebra. La Corte Suprema de Co-
lorado, en al caso Lobato versus Taylor, restauró los derechos de uso de la
comunidad a los históricos territorios de ejidos de la Concesión de Tierras
Sangre de Cristo y demostró la importancia del futuro de las acequias del
126 G. A. Hicks y D. G. Peña
El tema sobre el que escribo tiene que ver con una grave violación tanto de la
Ley Estatal de Colorado como de las reglas y normas de la Acequia de San Fran-
cisco. Específicamente objetamos la construcción de dos presas de tierra en su
vara en San Francisco con el objeto de crear estanques de agua para su ganado.
Le hago notar que el uso de estos reservorios es incompatible con el funciona-
miento de las acequias, y es por eso que aquí nadie ha construido presas. Es con-
trario a las condiciones ecológicas y a las prácticas y reglas consuetudinarias.
Además, nuestras Cortes de agua han verificado que la construcción de re-
servorios requiere ya sea un derecho de agua separado y esto ha probado ser
difícil en un contexto de sobreapropiación, o ya sea que el parciante (el regante
de una acequia) deba secar una cantidad correspondiente de la extensión re-
gada por la acequia antes de cambiar el uso de un derecho decretado hacia su
utilización para el ganado doméstico.
Como posiblemente sabe, las acequias históricas de la cuenca del Culebra, al
igual que las del norte de Nuevo México, tienen leyes y regulaciones consuetu-
dinarias que recientemente han sido legitimadas y puestas en vigor por el Es-
tado de Colorado y su Ley de Reconocimiento de las Acequias (HB-09-1233).
Consideramos sus acciones como violatorias a estas leyes y regulaciones con-
suetudinarias.
Hay una alternativa más cooperativa y menos conflictiva para enfrentar la cues-
tión del agua para el ganado en el invierno. Sus vecinos tradicionalmente com-
parten el uso de una acequia alternativa para guardar agua que deja de correr
en el invierno. Después de las heladas todos tenemos que usar nuestras bombas
de pozo o tenemos que acarrear agua hacia el ganado… preferimos persuadirlo
de que su uso propuesto no es consonante con los valores y las prácticas de las
acequias. Estamos muy atentos a recibir nuestros derechos de flujo continuo y
hay demasiadas compuertas y varas, aguas debajo de su propiedad.
parecen haber hecho esto más difícil ante el hecho de que un creciente nú-
mero de recién llegados rechazan estas normas e insisten en que las disputas
se solucionen de una manera legal más formalizada. Nuevamente, la imple-
mentación de la Ley de Reconocimiento podría lograr mucho en el camino
hacia la «codificación» de las normas informales históricamente aplicadas,
de modo que adquieran una capacidad formal e institucionalizada como
ley aplicable. Sin embargo, algunas parciantes están en contra de esta co-
dificación y prefieren que el orden normativo de la acequia siga siendo un
asunto local. Temen que la codificación haga que las acequias y las reglas de
funcionamiento armonioso de estas se hagan «demasiado bien conocidas»
y por lo tanto sean sujetas de revisión y apropiación externas.
Otro ejemplo de conflicto interno ha sido la resistencia que los recién
llegados a las acequias muestran frente al proceso de liderazgo, típicamente
estructurado para circunvalar los requerimientos de la ley estatal de que la
votación debe basarse en cuánto uno tiene en el canal. Muchas acequias
tratan de permanecer fieles a la tradición histórica de un regante, un voto,
sin considerar el tamaño de la tierra o los derechos de agua y lo hacen por
medio de intensas negociaciones antes de la votación formal, con la meta
de producir el resultado que se hubiera producido con las reglas de vota-
ción históricas. La insistencia de seguir totalmente las reglas formales está
dentro de los derechos de los recién llegados y frustra el esfuerzo informal
de mantener los métodos de votación informales. El conflicto ilustra clara-
mente la vulnerabilidad del orden normativo consuetudinario frente a una
ley positiva incompatible. Lo que más se necesita en este contexto es un re-
conocimiento formal por parte de la ley de que las acequias deberían tener la
capacidad de adoptar estructuras de gobernanza consonantes con sus tradi-
ciones y sus prácticas consuetudinarias, incluyendo estructuras alternativas
de votación. El adoptar o no las reglas de votación permitidas por la Ley de
Reconocimiento puede ser en sí mismo una cuestión contestada dentro de
las acequias.
El Congreso de Acequias
La SCAA pretende lanzar una iniciativa para fomentar a que los actores gu-
bernamentales y de ONG pongan recursos a disposición para recompensar
a agricultores nativos y tradicionales en las comunidades de acequia por sus
inversiones en espacios abiertos y hábitats de vida silvestre, conservación
de biodiversidad, preservación de la diversidad genómica, y otros servicios
ecosistémicos. La SCAA propone conducir una investigación sobre servicios
básicos económicos para sistemáticamente calificar y cuantificar el valor de
los servicios ecosistémicos y económicos proveídos por las acequias de Co-
lorado en los cuatro condados reconocidos como condados de acequia por
el acta de reconocimiento. Esta investigación sería el fundamento para una
conferencia de colaboradores en el cual los programas de los sectores gu-
bernamental, universitario y de ONG se juntarían con el de las acequias para
desarrollar programas de subsidios e incentivos para pagar a los agricultores
de acequia por sus servicios ecosistémicos y económicos de base. Los pagos
y los incentivos, incluyendo el arrendamiento y la compra de servidumbres
de conservación, serían una ayuda significativa para la preservación del pai-
saje de acequias como una estructura específica de producción y de medios
de vida sostenibles.
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Capítulo 8
1. Introducción
2. Contexto
actividad turística en estas áreas de Nepal. Esto obliga a los hoteles a estar
bien preparados para cubrir la demanda de agua generada por las activida-
des recreacionales de sus visitantes como por ejemplo piscinas, campos de-
portivos o baños sauna. Así mismo, se incrementa la demanda de servicios y
comodidades, como nuevos restaurantes, discotecas y centros comerciales;
todos estos son servicios que necesitan de agua para brindar una buena re-
cepción a los turistas.
En los siguientes párrafos se presenta los resultados del trabajo de cam-
po en las dos áreas estudiadas y las principales características relacionadas
con justicia hídrica.
Foto 8.1
Expansión urbana de Katmandú en zonas rurales
Fuente propia.
Foto 8.2
Llenado de tanque cisterna en las afueras de Kathmandú
Fuente propia.
de extracción permitido, en la práctica, las reglas las ponen los actores que
pueden acceder a la fuente de agua. En ambos casos, estos actores organi-
zan y establecen las reglas del mercado, generando una sobrexplotación del
recurso hídrico, acumulándolo, negociando y generando con él ganancias
económicas en desmedro de los más pobres.2
5. Conclusiones
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Capítulo 9
1. Introducción
zonas altas, presentan un bajo índice, de allí que el río Ica, viene a ser uno
de los más secos de toda la costa. El régimen de aguas lo constituye el agua
de avenida que se presenta entre diciembre y marzo, y el agua regulada del
proyecto Choclococha de septiembre a octubre. La cuenca presenta eventos
extremos como sequía e inundaciones, de manera recurrente.
El río Ica nace en la vertiente occidental de la cordillera de los Andes,
en la región de Huancavelica y desemboca en el océano Pacífico. Tiene su
origen en pequeñas lagunas situadas en la parte alta de la cuenca. Estos cau-
dales dan origen a los ríos Tambo y Santiago. Es de la confluencia de estos
que nace el río Ica en la zona de Tincoca.
El curso medio de la cuenca está situado entre los 300 y 480 msnm;
abarca desde Tincoca hasta el sur de Ocucaje. Aquí el río muestra una am-
pliación suave pero gradual del encajonamiento y de las pendientes. En
el curso medio se encuentra la mayor superficie del área cultivada y que
corresponde al valle de Ica, donde se ubican la pequeña agricultura tradi-
cional, ex parceleros, medianos agricultores y las principales empresas agro-
exportadoras.
El curso inferior o zona baja de la cuenca se extiende desde la depre-
sión de Ocucaje hasta la boca del río. Presenta un cauce seco y angosto que
corre entre cerros. Al final del valle se desarrolla actualmente una pequeña
agricultura tradicional y, gracias a una reciente inversión en infraestructura
hidráulica, se practica agricultura ecológica de exportación.
El agua superficial en el valle, a raíz de las particularidades de la cuenca,
se ha caracterizado por su extrema variabilidad y por tener acceso a ella solo
en la estación de verano, y de setiembre a octubre con el agua regulada del
sistema Choclococha. Ello ha significado para los agricultores desenvolverse
frente altos niveles de riesgo e incertidumbre frente al agua superficial que
los llevó a crear resistentes organizaciones desde épocas pre-hispánicas, con
relación al manejo del agua (Oré 2006).
El agua subterránea es asequible mediante pozos que demandan una
inversión inicial en infraestructura para construirlos. Por su carácter per-
manente y de propiedad privada, el pozo garantizaba a los agricultores una
dotación fija y constante del recurso durante todo el año. El agua subterrá-
nea es de mejor calidad que el agua superficial. Es por ello que es la prin-
cipal fuente de uso para la población. La explotación del agua subterránea
se introdujo en Ica en los años treinta y tuvo su primer auge en los años
cincuenta, permitiendo a inicios de los años sesenta el surgimiento de las
grandes y modernas haciendas algodoneras (Oré 2006: 111).
152 M. T. Oré, D. Bayer. J. Chiong y E. Rendón
de aguas. Hay que resaltar el pedido de contar con una tarifa de agua que les
permitiera solventar su organización, realizar el monitoreo y la recarga del
acuífero. En el 2008 se forma la primera Junta de Usuarios de Aguas Subte-
rráneas en las pampas de Villacurí, creándose también un nuevo distrito de
riego en la intercuenca de los ríos Pisco e Ica, sirviendo esto de experiencia
para la formación de la Junta de Usuarios de Aguas Subterráneas del Valle
de Ica en el 2009 (JUASVI). Su funcionamiento ha sido irregular debido a la
ausencia de una reglamentación sobre el agua subterránea, y por las carac-
terísticas de sus integrantes.
Los usuarios de agua subterráneas están conformados por grandes
agricultores iqueños, empresas nacionales e internacionales. La apropiación
del recurso hídrico es individual, no existen instrumentos de medición en
los pozos que permitan una cierta regulación o control. No existía una orga-
nización para la explotación racional del recurso o protección del acuífero.
El organismo local de Ica (ALA de Ica, antes ATDR), no se preocupaba de
regularizar los derechos de uso de agua subterránea, ni de normar el fun-
cionamiento de los pozos o hacer participar a los usuarios. Estas tareas eran
difíciles de aplicar en la práctica, por no existir estudios previos sobre la
situación del acuífero. Los fundos cuentan con vigilancia armada personal
y privada que impiden el acceso a los mismos. La explotación del agua del
subsuelo no está regida por turnos. La extracción de agua es de día y de no-
che en forma continua, y no está sujeta a ningún control o monitoreo.
En los años noventa, el uso del agua subterránea en el valle era el 50% del to-
tal de agua usada (ver los siguientes cuadros), pero actualmente el porcentaje
del agua subterránea es mayor llegando al sesenta por ciento, siendo el prin-
cipal usuario la actividad agrícola y, particularmente, la agroexportación.
154 M. T. Oré, D. Bayer. J. Chiong y E. Rendón
Cuadro 9.1
Aporte de las fuentes de agua al agro iqueño en los años noventa
(en miles de m3)
Fuente: Informe del ingeniero Rolando Lecca. Dirección de Aguas de la Zona Agraria VI de Ica.
Febrero, 1990.
Cuadro 9.2
Aportes de las fuentes de agua al agro iqueño actualmente
(en miles de m3)
Mientras que los cultivos tradicionales del valle como son las uvas, me-
nestras, y una diversidad de frutales y el algodón, son regados con agua su-
perficial, los nuevos cultivos introducidos en el valle, en los años noventa,
son regados exclusivamente con agua subterránea utilizada por los equipos
de riego tecnificado.
Es interesante señalar cómo el mayor porcentaje de los agricultores en
el valle de Ica utilizan el riego superficial, mientras que un escaso porcenta-
je utiliza el agua subterránea. Sin embargo, es este último usuario de agua
subterránea quien concentra la mayor cantidad de hectáreas cultivadas en el
valle (ver el cuadro 9.3).
Otro país
[…] Ica ha experimentado en los últimos veinte años una notable transforma-
ción, que ha convertido […] sus resecos desiertos y candentes arenales en gran-
jas, fundos y chacras modernísimos, dedicados a la agroexportación. Este fin de
semana estuve recorriendo algunos de ellos y tuve la sensación de un Perú dis-
tinto, bien encaminado, dispuesto al fin a sacudirse las taras del subdesarrollo.
9 | La «guerra» por el agua en Ica, Perú: el colapso del agua subterránea 155
Cuadro 9.3
Tipos de usuarios y demanda de agua superficial y subterránea en el valle
de Ica y Villacurí (Mm3 = 1.000.000 metros cúbicos)
* Muchos de estos regantes tienen menos de media hectárea. Entonces, el cuadro indica que 97%
de los regantes tendrán menos de 9.000 metros cúbicos de agua al año, mientras las seis empre-
sas más grandes tienen 23 Mm3 y los medianos agricultores en Ica y Villacurí tienen 1,24 Mm3
y 1,34 Mm3 respectivamente.
Fuente: David Bayer en base a: Estudio hidrogeológico del valle de Ica, 2003. INRENA-IRH-DRH; Estudio
hidrogeológico del acuífero Ica-Villacurí, 2002-2005, INRENA-ATDR-Ica; Proyectos hídricos para el
desarrollo sostenible de la región Ica. Avances del PETACC, 15 de setiembre del 2010.
producto estrella de este nuevo boom agroexportador desde hace una déca-
da esel espárrago fresco, que ocupa la mayor cantidad de hectáreas frente al
desplazamiento del algodón, seguido por otros productos como la uva red
globe que ha tenido también un crecimiento importante junto a la alcachofa
y páprika (ver cuadro 9.4).
Gráfico 9.1
Valor anual y volumen de espárrago fresco y preservado,
exportado del Perú
Gráfico 9.2
Demanda de agua por cultivos en el valle de Ica, 2007
(en porcentajes)
Tomate 22 1.848 0.29 103 8.654 0,50 650 54.600 0,28 612 51.408 0,45
Palta 440 688 2,25 344 538 1,88 363 1.207 1,16 650 5.423 0,97
Uvas 3.510 17.385 0,87 3.062 18.797 0.57 3.000 17.460 1,01 4.120 69.067 1,10
Algodón 18.047 29.394 1,74 11.333 17.264 1,79 10.698 22.037 1,47 6.910 22.805 2,8
Espárragos 411 3.168 0,81 2.423 18.057 0,37 4.997 49.292 1,87 9.610 111.276 2,16
Cuadro 9.5
Principales fundos agroexportadores del valle de Ica
Número
Nombres Producción
de hectáreas
Sociedad agrícola
Espárrago, páprika, uva red globe,
Agrokasa
2.906 mango, paltas hass, entre otros.
Complejo agrícola
Espárrago, páprika, uva red globe,
BETA
1.500 mango, entre otros.
Fuentes: Gianina Pastor, Boletín virtual Agrorural del Ministerio de Agricultura, abril 2010.
«Valle de Ica. Informe de trabajo de campo». CEPES, mayo 2009.
Desde principios del siglo XX, el valle ha venido ampliando su frontera agrí-
cola sobre la base del mejoramiento de la infraestructura hidráulica del agua
superficial, y del incremento de la demanda internacional por el cultivo del
algodón. Es a fines de los años cincuenta que se incorporan diez mil nuevas
hectáreas a la actividad agrícola por la construcción del proyecto Chocloco-
cha, en Huancavelica, que permitió traer mayor dotación de agua superficial
y se inicia el auge de la explotación del agua subterránea. Ello posibilitó
que los grandes agricultores expandieran sus haciendas en la zona sur en
un breve período. En los años sesenta, emergieron las modernas haciendas
algodoneras, con explotación de agua subterránea y de agua superficial.
En 1969, durante el gobierno militar de Velazco Alvarado, se promulgó
la Ley de Reforma Agraria. Todas las haciendas fueron expropiadas y trans-
feridas a los trabajadores que las pasaron a administrar bajo la modalidad
de nuevas cooperativas agrarias de producción (CAAP). De esta manera, los
trabajadores devinieron en socios cooperativistas. A mediados de los años
ochenta, las cooperativas fueron parceladas por los mismos cooperativistas
al fracasar el modelo cooperativo y el modelo estatal de desarrollo agrario.
Con la parcelación de las cooperativas, desaparecieron las grandes propie-
dades y en el valle se extendió la pequeña y mediana propiedad.
En la década del noventa, con el gobierno de Alberto Fujimori, y al am-
paro de una normatividad jurídica que incentivaba la inversión, arribaron
al valle empresarios nacionales y extranjeros que comenzaron a producir
nuevos y diversos productos. Esto se produjo tanto en el valle de Ica como
en las pampas de Villacurí. Al inicio las empresas se asentaron sobre tie-
rras de ex cooperativistas o parceleros y de medianos propietarios iqueños,
alquilándolas primero para después comprarlas. Aquí también incidieron
dos eventos climáticos fundamentales para la concentración de las tierras, el
fenómeno del Niño en el año 1998 y el terremoto en el 2007. Ambos eventos
naturales ocasionaron serias pérdidas entre los medianos y los pequeños
propietarios que se vieron obligados a vender sus tierras y migrar a la ciudad
(Oré 2006).
160 M. T. Oré, D. Bayer. J. Chiong y E. Rendón
9. Conclusiones
cómo los agroexportadores se presentan como los defensores del agro ique-
ño y de la generación de empleo en el valle.
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Capítulo 10
1. Introducción
1. Este trabajo se llevó a cabo bajo el marco del programa Justicia Hídrica, un estudio
comparativo y un programa de fomento de la capacidad que se centra en los procesos
de acumulación de derechos de agua, los conflictos y las respuestas de la sociedad civil
(Zwarteveen y Boelens 2011).
2. La investigación se basa en el trabajo realizado por el equipo CP66 (Munguambe et al.
2009). Estoy especialmente agradecido a Nynke Post Uiterweer, Alex Bolding y Pieter
van der Zaag por compartir sus experiencias y puntos de vista. Agradezco a todas las
personas entrevistadas por su tiempo y apertura. MIA ha sido particularmente abierta
y útil al darme ideas sobre su manera de trabajar. Debe haber quedado claro de lo ante-
rior que soy muy crítico de algunos de los efectos de su enfoque. Sin embargo, también
estoy realmente impresionado por su éxito en la transformación de gran parte del SRC
en términos de productividad, tras muchos intentos anteriores fracasados. La cultura
de trabajo de MIA de apertura y accesibilidad fue una grata sorpresa. Espero sincera-
mente que puedan apreciar una evaluación crítica y sean capaces de hacer uso de ella.
168 G. J. Veldwisch
2. El escenario
3. Antes esta compañía era conocida como Moçfer. El cambio de nombre fue anunciado
en la página Web de Moçfer el 4/6/2010 (<http://www.mocfer.com>).
10 | Desarrollo en la cadena de valor del arroz 171
4. Entrevista 30/3/2010.
10 | Desarrollo en la cadena de valor del arroz 173
de evitar las áreas afectadas por la sal tanto como sea posible». Esto es tam-
bién lo que pasó en el caso entre MIA y AREDONZE, como observé durante
mi visita en noviembre de 2008, donde MIA dejó los campos situados más
abajo y con dificultades de drenaje a los granjeros originales.5
Los agricultores que se encuentran en el campo mencionan la nive-
lación mecanizada de tierras, el arado, la siembra y la cosecha, como los
servicios más apreciados,6 y al mismo tiempo ven una gran ventaja en el
acceso a los fertilizantes y las semillas mejoradas. MIA ofrece un servicio
de otro modo inaccesible para los agricultores. Cuando visité la zona, en
noviembre de 2008, MIA estaba nivelando los campos para construir diques
de contorno de microrrelieve, con el uso de sofisticadas máquinas operadas
por láser.
A pesar de que el acceso a estos servicios era apreciado por los agricul-
tores, también expresaban varias quejas: atraso en los pagos (más de tres
meses), procedimientos poco claros de clasificación, pérdidas debidas a tar-
danza en la cosecha, preparación de la tierra y siembra tardías (Munguambe
et al. 2009). En 2008, los agricultores comenzaron reclamar las 500 hectáreas
que habían proporcionado temporalmente a MIA. Finalmente, el contrato
de dos años entre el MIA y AREDONZE no se renovó y MIA cambió su es-
trategia, alejándose de los contratos con las asociaciones y del objetivo de
obtener el control total sobre la tierra y la producción. En su lugar, MIA ha
comenzado a desarrollar contratos con agricultores individuales para cum-
plir con sus demandas de insumos para sus instalaciones de producción.7
5. Munguambe et al. (2009) ilustran esto de manera clara: el área que permanece para ser
usada por ARENDONZE está fragmentada por áreas anegadas y salinizadas, mientras
que las 500 hectáreas de MIA son un solo bloque y están localizadas en el otro lado de
D11, donde no se reportan problemas de anegamiento o salinización.
6. Munguambe et al. (2009: 23) mencionan, por ejemplo, que «es “imposible” arar la arci-
lla pesada con tracción animal o azadón en la mayoría de áreas dentro de SRC».
7. Munguambe et al. (2009: 7) observan que desde el principio MIA tenía el objetivo de
aumentar la producción «a través de la promoción de la contratación externa, con la
participación de los productores locales». Sin embargo, solo en 2008, comenzó su pro-
grama de agricultura por contrato individual a gran escala e independiente de ofertas
como la de AREDONZE. Uno de los trabajadores de MIA indicó que este cambio está
relacionado con las deudas en que las asociaciones han incurrido y de las que no estaba
claro quién iba a pagarlas (entrevista 30/3/2010).
174 G. J. Veldwisch
de África, estos contratos son bien conocidos para los cultivos comerciales
clásicos que requieren de un alto grado de procesamiento, como el algodón
y el tabaco, pero es algo relativamente nuevo para la producción de arroz.
Las empresas proporcionan los insumos (semillas, fertilizantes) y los servi-
cios (nivelación de tierras, extensión agrícola, reparación de la infraestruc-
tura de riego) bajo crédito que se coteja contra el rendimiento, el cual se
vende exclusivamente a la empresa contratante a un precio predeterminado
(Eaton y Shepherd 2001; Bijman 2008).
En el caso de Chókwè, la agricultura por contrato se refiere a la produc-
ción de arroz bajo riego con base en un contrato entre MIA y los «producto-
res asociados» individuales. De acuerdo con un modelo de contrato que me
entregó MIA, el productor se compromete a cultivar un área específica para
la temporada de producción, con la obligación de:
8. MTn es el Nuevo Métical Mozambiqueño, moneda del país. Su equivalencia para sep-
tiembre de 2011 es de 1MTn=US$0,04; o, que US$1 = 26,55MTn.
10 | Desarrollo en la cadena de valor del arroz 175
Cuadro 10.1
Adaptación de los precios conforme a las características
de calidad estipuladas en el contrato
Cuadro 10.2
Servicios y sus precios de costo según lo provisto por MIA
Servicio Costo
Siembra 530 MTn/ha, por cada evento de
siembra
Construcción de canal terciario 1,100 MTn por cada canal construido
Semillas 2,5 kg granos al tiempo de la cosecha
Fertilizante (NPK)* 15,30 MTn/kg
Fertilizante (Úrea) 13,50 MTn/kg
Herbicida Preemergente (Ronstar) 585 MTn/l
Herbicida Postemergente (Basagran) 350 MTn/l
Herbicida Postemergente (2,4D) 110 MTn/l
Herbicida Postemergente (Propanil) 150 MTn/l
Herbicida Pre-Postemergente 3.200 MTn/kg
(Metsulfuron)
Herbicida Postemergente (Facet) 345 MTn/l
Herbicida Postemergente (Ordran) 390 MTn/l
Avance de pago por espantar pájaros Según el valor real pagado por el
productor
Cosecha (con cosechadora) 2.200 MTn/ha
Transporte (de campo a fábrica) 310 MTn/t
* Según esto, se entrega fertilizante a más o menos el 50% del precio en el que se vende en el mer-
cado libre. Es un dato que requiere confirmación.
Fuente: Contrato modelo para la temporada 2009/2010 provisto por MIA.
10. Esta aseveración parece estar en cierta contradicción con el análisis que sigue y que
muestra que a los productores seleccionados por MIA, HICEP les asignó grandes exten-
siones de terreno para el uso con este propósito. Es posible que algunos agricultores
no hayan podido conseguir tierras aptas de HICEP, a pesar de haber sido seleccionados
favorablemente por MIA.
11. Anotaciones de campo 30/3/2010.
178 G. J. Veldwisch
En una breve entrevista con el director del MIA, este mencionó que en la
temporada 2009-2010, MIA trabajaba con «productores asociados» en alre-
dedor de 3400 hectáreas. Esto fue confirmado después por el agrónomo jefe,
quien también es responsable de estos contratos y de mantener relaciones
con los productores.
Con 229 productores en 3400 hectáreas, la superficie media por agri-
cultor es de casi 15 hectáreas. Al expresar mi sorpresa en este tamaño relati-
vamente grande, el agrónomo jefe me lo explicó: «La superficie mínima que
los agricultores necesitan es de ocho hectáreas. Lo hemos hecho al haber des-
cubierto que el trabajo con pequeños productores crea el problema de que
producen pequeñas cantidades, de las que quieren mantener la mitad para
el consumo doméstico y, por lo tanto, casi no nos venden a nosotros».13
La cita demuestra que el objetivo principal de MIA es conseguir arroz en
cantidad suficiente para que su fábrica se mantenga en funcionamiento, en
lugar de aumentar la producción de arroz en el SRC. Los pequeños tamaños
de los terrenos también podrían plantear problemas de escala con respecto
a la operación de la maquinaria pesada de MIA (tractores y cosechadoras),
como puede deducirse de la siguiente cita: «Hacemos excepción si cuatro
pequeños agricultores llenan un ramal completo,14 lo que hace posible pre-
parar [y cosechar] el área total de una vez».15
Ya que MIA solo les compra el arroz a sus productores asociados, los
pequeños agricultores no solo quedan excluidos del acceso a los insumos,
los créditos y la maquinaria, sino que también siguen careciendo de una
salida de mercado para su arroz (véase también Pellizzoli 2010). Uno de los
miembros de la junta de AREDONZE (el caso discutido en la sección 3.2) ex-
plicó que en la temporada 2009-2010, 550 hectáreas estaban bajo contratos
individuales con MIA. De estas 550 hectáreas, 500 hectáreas son cultivadas
por 30 «productores asociados», quienes, por lo tanto, tienen un tamaño
promedio de casi 17 hectáreas. Estas 500 hectáreas son el área que, durante
2006-2007 y 2007-2008 era utilizada bajo el control total de MIA y que pa-
rece ser la mejor parte de la zona D11.
Hay otros 16 agricultores de D11 que están en contacto con MIA. Han
establecido entre todos un «área experimental» de cerca de cincuenta hectá-
reas (alrededor de tres hectáreas cada uno). Según un miembro de la junta
de AREDONZE, esto es con el fin de «demostrar a MIA que también son ca-
paces de producir». El ingeniero agrónomo jefe de MIA confirmó esta cons-
trucción y explicó que se trata de una situación excepcional en la que solo
se han comprometido en D11, ya que hemos trabajado con ellos durante
mucho tiempo y queríamos ayudarlos un poco». Estos agricultores inicial-
mente no pasaron los criterios de selección, pero se les ha dado una segunda
oportunidad de que muestren en la práctica que son capaces de manejar la
producción en un área más grande. El miembro de la junta también señaló
que 130 hectáreas se han dejado para los restantes 190 miembros, cada uno
con cerca de 0,7 hectáreas por miembro.16
Para hacer posible que los productores asociados tengan cada uno mí-
nimo ocho hectáreas en tierras favorables, y preferiblemente cerca de los
demás, hay que hacer una reasignación de tierras.
16. Por tanto, el área de tierra total que se reportó como usada durante la temporada 2009-
2010 fue de 680 hectáreas; 500 hectáreas por parte de los productores asociados, 50
hectáreas por parte de productores asociados experimentales y 130 por parte de peque-
ños productores. Esto es considerablemente menor a las 1000 hectáreas reportadas para
las temporadas 2006-20077 y 2007-2008. No ha sido posible aclarar el origen de estas
diferencias, pero posiblemente hay grandes zonas dentro de D11 que actualmente ya no
son aptas para el cultivo debido a la anegación y la salinización.
180 G. J. Veldwisch
Esto fue confirmado por el economista, jefe de MIA, quien explicó que
los «productores asociados» potenciales, aquellos aprobados por MIA, pue-
den ir a HICEP para conseguir reasignaciones en las áreas de tierra en las que
MIA quiere cultivar con ellos. En una entrevista con el ingeniero en jefe de
HICEP, exploré más sobre este asunto:
Así, al trabajar juntos, MIA e HICEP hacen posible que los agricultores
puedan participar en esta construcción de la agricultura por contrato en
extensiones importantes de tierra, las que, por lo menos en cierta medida,
estaban previamente en manos de pequeños productores.
Área y rendimiento
Cuadro 10.3
Áreas cultivadas en el SRC, temporadas 2004-2010
Plan
Área bajo cultivo (hectáreas)
(hectáreas)
Cultivo 2004/5 2005/6 2006/7 2007/8 2008/9 2009/10
Arroz 1.998 156 2.713 2.981 5.834 7.000
Otro 663 65 1.143 1.430 1.659 1.500
Total 2.661 221 3.856 4.411 7.493 8.500
19. MIA informó que había tenido la intención de comenzar en un área mucho más extensa.
Sin embargo, debido a problemas con la presa Massingir río arriba, en el río Limpopo,
hubo inseguridad acerca de si sería posible entregar suficiente agua para el SRC durante
el período de crecimiento. Por tanto, la gente se puso ansiosa para preparar sus tierras.
Solo a finales de octubre o principios de noviembre, el presidente de Mozambique llegó
al SRC y garantizó que el agua llegaría. Solo a principios de diciembre MIA comenzó a
preparar la tierra y preparó 1200 hectáreas en 45 días, terminando el 18 de enero. Sin
embargo, como todo el arroz se había plantado casi al mismo tiempo, también estuvo
listo para la cosecha todo al mismo tiempo. MIA entonces se vio ante un problema de
capacidad en tiempo de cosecha.
20. MIA había programado lograr 5000 hectáreas con «productores asociados», pero no
logró terminar el proceso de selección a tiempo.
182 G. J. Veldwisch
Gráfico 10.1
Áreas cultivadas en el SRC, temporadas 2004-2010
Fuente: basado en datos provistos por HICEP el 31/3/2010, véase el cuadro 10.3.
Tanto MIA como los pocos «productores asociados» que entrevisté me in-
formaron que el sistema de agricultura por contrato fue en principio muy
rentable para los agricultores. Un productor asociado calculó para mí su
4. Conclusión
Los derechos de uso del agua —en la práctica— están siendo despojados
a través de (primeramente) dar el acceso a tierras y aguas a un pequeño
número de agricultores —aquellos que son evaluados por la empresa como
capaces de producir arroz en la forma como lo requiere la empresa pro-
cesadora—, que antes estaban en manos de un gran número de pequeños
agricultores. Este cambio radical solo es posible gracias a una estrecha co-
operación entre la empresa y el gobierno de Mozambique, bajo la influencia
de la idea de desarrollo-por-empresa. El gobierno ha ayudado en la crea-
ción de las instalaciones de procesamiento y ha cooperado en el proceso
22. Todos los agricultores tienen que pagar una tasa de uso de agua a HICEP, que se cobra
por hectárea. HICEP tiene problemas en recolectar estas tasas y ha acordado con MIA
que esta se deducirá del pago a los «productores asociados», para que MIA directamente
pague a HICEP las tasas de todos sus «productores asociados».
184 G. J. Veldwisch
Tanto MIA como los agricultores con los que coopera han aumentado
enormemente su control sobre los recursos de tierras y agua, así como so-
bre los flujos de beneficios que se derivan de los procesos de producción
con riego. Esto es considerado aceptable por el gobierno, sobre la base de
un paradigma de desarrollo impulsado por el mercado. Mientras tanto, a un
gran número de hogares pobres se les niega su acceso a la tierra y el agua, y
se les priva de los beneficios del nuevo proceso de producción, ya que este se
organiza de una manera altamente mecanizada, lo que limita al mínimo la
necesidad de mano de obra.
23. En su sitio web, MIA asevera que pretende «incrementar sus volúmenes de producción
y sus áreas de cultivo durante la temporada 2009-2010 a 5000 hectáreas […] a través
de acuerdos con productores asociados» (Mozfood 2010; énfasis añadido). Esto efecti-
vamente parece una manera apropiada de formularlo, ya que MIA tiene el control casi
total del proceso de producción a nivel de campo y granja.
10 | Desarrollo en la cadena de valor del arroz 185
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flicto y acción social, pp. 29-58. Lima: IEP-Fondo Editorial PUCP.
Capítulo 11
Henkjan Laats
1. Introducción
Los estudios sobre justicia o injusticia hídrica desde una perspectiva pluri-
legal tratan mayormente de casos a microescala. Este artículo analiza si este
enfoque también se puede aplicar a casos de escala mayor, específicamente
para cuencas transfronterizas. La justicia hídrica es un tema relevante para
este tipo de cuencas porque en los últimos años se observa la construcción
acelerada de represas hidroeléctricas en las cuencas transfronterizas de la
Amazonía, lo cual implica la generación de múltiples impactos económicos,
sociales, culturales y ambientales, y, según los defensores de derechos huma-
nos y ambientales, una violación masiva de derechos. El caso más emblemá-
tico es el de las represas hidroeléctricas en el río Madera.
Para este propósito se analiza la normatividad y la administración de jus-
ticia formal que es aplicable y aplicada en el caso de la cuenca transfronteriza
del río Madera. Luego se investiga si también existen normas y practicas so-
cioculturales transfronterizas de administración de justicia. Antes de entrar
en un análisis plurilegal, se describirá brevemente el estado actual de la legisla-
ción internacional sobre cuencas transfronterizas y represas hidroeléctricas.
causado por la falta de interés por el tema, pues a partir de 1992 (Confe-
rencia sobre Agua y Medio Ambiente en Dublin) el tema está presente en
la agenda internacional. Más bien, es por la incapacidad de los Estados de
lograr acuerdos consensuados. Los debates en la Conferencia sobre Medio
Ambiente y Desarrollo resultaron en un capítulo específico sobre el tema
de la Agenda 21 (capítulo 18), lo que significó el lanzamiento del concepto
Gestión Integrada de Recursos Hídricos en el escenario global. Luego, en
1997 se complementó la Convención de las Naciones Unidas sobre los Usos No
Navegables de Cursos de Aguas Internacionales. Esta propuesta es la primera
«ancla» en la legislación internacional sobre cuencas transfronterizas. Sin
embargo, hasta la fecha esta convención no ha sido ratificada.
Para el año 2000, la Comisión Mundial de Represas publicó su informe
sobre represas y desarrollo, como respuesta al crecimiento explosivo de la
construcción de megarepresas. Se llegó a la entrega promedio de dos mega-
represas por día, bloqueando dos terceras partes de los cursos de agua del
mundo, y causando un desplazamiento de cientos de millones de personas.
Aunque el informe de la Comisión Mundial de Represas tiene mucha le-
gitimidad por la amplia participación de actores claves de varios sectores
a escala mundial, diez años después de su finalización, todavía no ha sido
convertido en legislación internacional.
En 2006, el Informe Anual sobre Desarrollo Humano de las Naciones
Unidas estuvo dirigido hacia la exploración de vínculos entre poder, pobre-
za y la crisis global del agua, llamando de nuevo la atención al tema (UNDP
2006). En 2009, el Foro Político Mundial junto con grupos parlamentarios
europeos y el Instituto Europeo de Investigación sobre Políticas de Agua
lanzaron una iniciativa para establecer un Protocolo Mundial de Agua, el
cual se presentó sin éxito durante la Cumbre Climática de Copenhague
(World Political Forum 2009).
Por tanto, los esfuerzos de los últimos dieciocho años no dieron como
resultado una legislación formal dirigida específicamente al tema de cuen-
cas transfronterizas y represas hidroeléctricas. Este resultado implica debi-
lidad de las pocas herramientas legales oficiales disponibles, algunas de las
cuales, en el caso específico de la cuenca del río Madera, se mencionarán
posteriormente en este capítulo.
La ausencia de un marco legal oficial vigente implica que los Estados
y otros actores involucrados tienen pocas herramientas concretas que pue-
dan aplicar en su gestión de cuencas transfronterizas. Una primera obser-
vación de las cuencas transfronterizas, de las cuales forma parte Bolivia,
fortalece esta tesis. Los casos de las cuencas Paragua, Mauri, Pilcomayo,
Bermejo, Titicaca y río Madera, nos dan como primera impresión que son
11 | (In)Justicia en el manejo de cuencas transfronterizas 191
La cuenca del río Madera comprende los estados brasileños de Mato Grosso,
Rondonia, Acre y Amazonas, más los departamentos de Santa Cruz, Beni
y Pando de Bolivia y el departamento Madre de Dios del Perú. En su con-
fluencia con el Amazonas, el río Madera es uno de los cinco ríos más cauda-
losos del mundo, drenando un área de 1.420.000 km2. El río Madera (17.000
m3/s) provee alrededor de 15% del volumen del agua y 50% de todo el se-
dimento que transporta el río Amazonas al océano Atlántico. Esta enorme
carga de sedimentos regula la dinámica biológica de las llanuras a lo largo
de los ríos Madeira y Amazonas. Se considera al río Madera y su cuenca
como un tesoro de biodiversidad, donde se alberga más de seiscientas es-
pecies de peces, ochocientas de aves, y muchas otras de fauna, de las que
un gran número están en peligro de extinción. Asimismo, la cuenca del río
Madera tiene un patrimonio cultural, histórico y arqueológico importante.
En el área de influencia de las represas hay muchas comunidades ribereñas
y/o indígenas, entre las cuales existen algunos pueblos no contactados y de
aislamiento voluntario. Todas estas son características importantes para ser
consideradas al planificar una intervención de gran tamaño en la cuenca.
Inicialmente está previsto construir cuatro represas en el río Madera:
San Antonio, Jirao, Riberao (binacional) y Cachuela Esperanza. Los planes
192 H. Laats
aplicar normas que tienen una relación indirecta con la gestión de cuencas
transfronterizas.3 El caso de río Madera muestra que esta legislación en al-
gunos casos puede influir en la forma en que se construye una represa, pero
no influye sobre la cuestión de si realmente se debe construir una represa
o, desde una perspectiva más amplia, sobre cómo se puede concretizar una
gestión de una cuenca transfronteriza de una manera más integral.
La permanencia de esta lógica desarrollista también implica que se ha
podido dar continuidad a una red fina de normas legales formales e infor-
males, relaciones sociales y financieras. Las represas del río Madera signifi-
can enormes desafíos técnicos, financieros, organizativos y logísticos. Por
la actual existencia de entidades financieras y grandes empresas de cons-
trucción, especialmente en Brasil, nunca antes en la historia suramericana
hubo condiciones tan favorables para lograr superar dichos desafíos para
construir megaobras.
Sin embargo, también existen condiciones favorables para cambiar la
lógica actual extractivista de Suramérica y cambiar drásticamente sus pa-
radigmas económicos. Específicamente, en los últimos años hubo algunos
cambios drásticos en sistemas legales formales e informales que, en princi-
pio, podrían facilitar estos cambios en el paradigma dominante actual que es
el extractivismo. Se menciona la incorporación del concepto de «Vivir Bien»
y «Buen Vivir» en las constituciones Bolivia y Ecuador respectivamente, y el
lanzamiento del principio del Derecho de la Naturaleza en Ecuador. Asimis-
mo se puede argumentar que la lógica de Estados plurinacionales (Bolivia)
brinda posibilidades para nuevos paradigmas económicos.
Javier Medina (2001) propone que la aplicación del principio de Vivir
Bien apunte a la construcción de una sociedad convival, de frugalidad y ca-
lidad de vida, de baja entropía, de equilibrio, ecosimbiótica con su espacio;
una sociedad de redes y flujos dinámicos y de democracias locales directas.
La Constitución de Ecuador propone siete objetivos para concretar el Buen
Vivir (Acosta 2009):
i. Mejorar la calidad y esperanza de vida y aumentar las capacidades y
potencialidades de la población en el marco de la igualdad, libertad, in-
terculturalidad, equidad de género, responsabilidad intergeneracional,
cohesión e integración social y territorial.
3. Por ejemplo, según la plataforma DhESCA (2008), el gobierno brasileño no respeta va-
rios acuerdos internacionales como la «Convención para la protección de la Flora, la
Fauna, y las Bellezas Naturales de las Américas». El segundo principio de la Conferencia
de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y Desarrollo (CNUMAD), Río de Ja-
neiro 1992; y, el artículo 3 de la Convención de la Biodiversidad establecen que se debe
evitar actividades que causen daños al medioambiente de otros Estados.
200 H. Laats
5. Reflexiones
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man Development Report 2006. Nueva York: UNDP.
1. Introducción
3. Casos en Pimampiro
Cuadro 12.1
Ficha técnica PSA-H Nueva América
Cuadro 12.2
Ficha técnica PSA-H Chamachán
Creado: 2007-2008
Microcuenca: Chamachán
Área total: 800,88 ha
Área en PSA: 358,34 ha
Antecedente: PSA Nueva América
Financiado: Gobierno Provincial de Imbabura (GPI), GMP, Comisión Europea:
PRODERENA y Corporación Aves y Conservación
Compradores: No identificado
Vendedores: 17 de los 19 propietarios privados de la parte alta del Chamachán; 15
miembros de la Asociación Guagala (tierras comunales) que no participan en el
PSA-H.
Intermediario: GMP
Contratos: A tiempo indefinido
210 J. C. Rodríguez-de-Francisco y R. Boelens�
Ahora bien, quizás el lector se estará preguntando por qué nos referi-
mos al agua de riego, cuando el PSA-H en Nueva América es financiado por
los usuarios del agua para consumo humano del centro urbano Pimampiro.
Lo que sucede es que el agua del «área de conservación PSA-H» en Nueva
América no fluye a los usuarios del agua potable que pagan por el servicio
ambiental, sino a otra zona en la que se utiliza para riego por parte de los
miembros de JARP. En 2001, el Gobierno Municipal de Pimampiro (GMP)
intercambió una concesión de agua sobre el río Palaurco, cuenca del río
Pisque, por una concesión a nombre de la JARP, en la parte alta del río Cha-
machán (Tigre Rumi). El agua del río Palaurco baja por la Acequia Nueva
América que se conecta con la Acequia del Pueblo o Pimampiro y luego
con otras acequias y óvalos hacia los campos de los asociados en la JARP
(comunicación personal, A. Guerrero - GMP, D. Rivera - JARP, L. Paspuel -
EMAPA-P, y R. Yaguache - CEDERENA 2010; Dauriac 2005).
Esta agua sirve para la producción de frutales, caña de azúcar (en las
partes bajas); frejol arbustivo, maíz asociado con frejol, trigo, cebada, haba,
tomate riñón (en invernadero); y en campo abierto, en forma muy puntual
pastos (naturales y cultivados). Principalmente, alrededor de la ciudad de
Pimampiro existe una significativa producción bajo invernadero especial-
mente del cultivo de tomate (Cevallos et al. 2008: 23).
Cuadro 12.3
Derecho de agua por categoría de productor asociado a JARP
1. Al analizar los ingresos de una sucesión anual de habas y papa en una hectárea, se en-
contró que en un semestre, un agricultor puede obtener como ingresos netos US$1230
de la producción de papas, y US$3128 de la de habas. Lo que significa US$4358 por
hectárea al año. Ingreso superior a lo que un productor campesino puede obtener de
la venta exclusiva de su mano de obra (aproximadamente US$1500), o de participar
en el PSA-H (US$12/ha por año), o de participar en «Socio Bosque/Páramo», el nuevo
programa de PSA que el gobierno nacional puso en marcha en todo el país (US$30/ha
por año).
12 | Injusticia hídrica y pagos por servicios ambientales 213
concentración del agua en Pimampiro o «al solo poder ver bajar el agua por
la Acequia» (Com. pers., S. M. Maldonado, Comunidad Puetaqui 2010), es la
exigencia de redistribución de los derechos de agua. El argumento utilizado
es: «el agua nace en nuestros territorios lo que nos da derecho a usarla». La
producción agrícola se da mayoritariamente en zonas más bajas a los pára-
mos, donde se encuentran los bosques altoandinos y hacia la parte media
de las cuencas. Aunque antes, en las zonas altas-medias no se requería agua
de riego por ser húmedas y tener una buena provisión de agua de lluvia,
hoy en día, debido al cambio climático o al agotamiento de la capacidad de
retención de los suelos, las comunidades empiezan a ver la utilidad que les
daría acceder al riego durante los meses de verano, además de ser una forma
de asegurarse ante la incertidumbre con respecto a los cambios recientes en
los regímenes de lluvia.
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Capítulo 13
1. Introducción
La cuenca del río Sinú nace en el nudo del Paramillo a 3960 msnm. Tie-
ne una extensión de 1207.000 ha y su longitud alcanza los 415 kilómetros
(Ortiz et al. 2006). Atraviesa el departamento de Córdoba de sur a norte y
desemboca en la Boca de Tinajones, frente al Mar Caribe.
Seis siglos antes de la llegada de los españoles, el pueblo Zenú vivía su
máximo esplendor.2 Para una mejor administración y gobierno, el Gran Zenú
1. La tierra en las zonas de humedales, en este caso en el Bajo Sinú, es un concepto tran-
sitorio y articulado a los cuerpos naturales de agua: humedales, caños y ciénagas.
2. De acuerdo con las investigaciones arqueológicas y del registro etnohistórico se dedu-
ce que las hoyas de los ríos Sinú, San Jorge, Bajo Cauca y Nechí constituyeron en los
primeros siglos de nuestra era, una gran zona poblada por una misma etnia, los zenúes
(Ocampo, 2007: 7).
13 | A la orilla del río. La cultura anfibia del Bajo Sinú en Colombia 225
seca, los canales dirigían las aguas de las ciénagas a los caños y se aprove-
chaban los sedimentos para alzar y abonar terrenos donde se realizaban los
cultivos (Plazas y Falchetti 2005). Así mismo, estas obras se adaptaban a
funciones agroecológicas (cultivos de panllevar) y condiciones topográficas
como meandros, concibiéndose canales en forma de pescado, en forma de Y,
estrella, cuadriculas ajedrezadas y abanicos (Ortiz et al 2006: 23-25).
Los zenúes forjaron y asumieron unos sistemas organizativos, de amor-
tiguación, producción y almacenamiento, que fueron generados como una
estrategia adaptativa ante las condiciones naturales de las zonas inunda-
bles y que posibilitaron una de las agriculturas más prósperas y ricas de
la región, capaz de garantizar alimento para una población de más de tres
millones de personas (Ortiz et al. 2006: 28). A pesar de la irrupción violenta
de la empresa conquistadora, aún hoy en día se pueden apreciar algunas de
las obras hidráulicas que demuestran la estrecha relación del pueblo Zenú
con el medio que habitó.
La riqueza y la importancia cultural, natural, económica, social y eco-
lógica del río y las ciénagas, procuran la alternancia de diferentes activida-
des, es decir «las comunidades y el río han coevolucionado hasta formar un
sistema físicocultural interdependiente, en el que las relaciones productivas,
los mitos y la organización social, se sincronizan con crecientes y estiajes
del río; lo que determina los ciclos de abundancia y escasez en función del
uso de la oferta ambiental» (ASPROCIG 2005). Esta oferta va desde diversos
agroecosistemas que brindan seguridad alimentaria, hasta vías de transpor-
te, espacios de recreación y religiosidad y fuentes de bienes naturales para
la construcción de viviendas y utensilios. Así mismo, heredada de las tra-
diciones indígenas, se reproduce el huerto habitacional, donde se alternan
hierbas aromáticas, hortalizas, frutas y tubérculos (Mejía 1990: 77).
A inicios del siglo pasado, mujeres y hombres habían tenido que enfrentar
el desplazamiento provocado por terratenientes instalándose en el delta del
Sinú. Aprovechando su capacidad como avezados campesinos llegaron al
delta buscando un seco sobre el que pudieran construir un rancho y culti-
var. Estos pasajes ricamente los recrea Manuel Zapata Olivella (1972) en su
novela Tierra mojada.3
3. Tierra mojada narra la historia de Gregorio Correa, un campesino valiente que decide esta-
blecerse junto a su familia en el delta del río Sinú, luego de que el latifundista Jesús Espitia
les expulsará de sus tierras en San Bernardo del Viento. Esta gente campesina, venciendo la
13 | A la orilla del río. La cultura anfibia del Bajo Sinú en Colombia 227
salinidad del mar, las inundaciones, los mosquitos y la dureza de la vida, consiguen poner
a producir estas tierras que llegan a ser bastante conocidas por la rica producción de arroz.
Con esta novela se recrean las luchas, de principios del siglo XX, de las masas campesinas
del Tinajones y río Ciego en el Bajo Sinú, contra el terrateniente José de los Santos Cabrera,
que utilizando falsas escrituras expulsó a los campesinos de sus tierras.
4. ASPROCIG es una organización de segundo grado que articula más de cien organiza-
ciones de campesinos, mujeres y pescadores de la cuenca Baja del Sinú. La Asociación
«se caracteriza por ser una organización gremial, independiente, autónoma, amplia,
pluralista, democrática, privada, sin ánimo de lucro, que aglutina a los campesinos or-
ganizados, jornaleros organizados, empresas comunitarias, grupos de pescadores arte-
sanales, grupos de artesanos y pequeños usuarios actuales o potenciales de los servicios
del Estado del sector agropecuario» (Estatutos ASPROCIG, artículo 2).
5. El Flecha es un popular personaje creado por David Sánchez Juliao, escritor colombia-
no originario de Lorica.
6. Milton Santos parte de la siguiente noción de espacio: aquel «conjunto indisoluble,
solidario y también contradictorio de sistemas de objetos y sistemas de acciones, no
228 T. Roa Avendaño
noventa se había perdido un 90% del área total de las selvas del Sinú y el es-
pejo de agua de la Ciénaga Grande pasó de tener 44 mil hectáreas a tener 36
mil (Ortiz et al. 2007: 71, 87-88). Otros problemas son la desecación, la con-
taminación, la pérdida de fauna y flora, el deterioro de la calidad del agua, la
extinción de varias especies y la marginalización y el desplazamiento de los in-
dígenas, campesinos y pescadores hacia las tierras más frágiles y vulnerables.
El paisaje actual de la cuenca baja del Sinú expresa la forma de ocupación vio-
lenta y conflictiva del territorio, cómo el capital lo ha venido organizando.
Estos proyectos agroindustriales llegan de la mano con la construcción
de infraestructura11 que responden, siguiendo a Harvey (2007), a un pro-
ceso de «acumulación por desposesión», definida esta como un proceso de
mercantilización y privatización de la naturaleza en todas sus formas en
detrimento de los bienes comunales (agua, tierra, aire), la degradación am-
biental y la cesión de derechos de propiedad comunal (Harvey 2007: 116).
De esta forma se libera un conjunto de activos, incluida la fuerza de trabajo,
a un costo muy bajo o incluso nulo.
La hidroeléctrica de Urrá
11. Hidroeléctrica de Urrá I y Urrá II, más conocido como Proyecto Sinú, puerto de aguas
profundas en San Antero, carretera Marginal de la costa.
12. La hidroeléctrica Urrá está localizada en la parte alta de la cuenca hidrográfica del río
Sinú, en el sitio denominado Angostura de Urrá, a treinta kilómetros del área urbana
del municipio de Tierralta, en el departamento de Córdoba. La zona donde se inserta
es de selva húmeda tropical y corresponde al territorio del pueblo Embera Katío. Posee
un embalse de 7400 hectáreas y una capacidad instalada de 340 MW.
13 | A la orilla del río. La cultura anfibia del Bajo Sinú en Colombia 231
13. Entrevistas realizadas a pobladores de la cuenca baja del Sinú en campo, durante los
meses de agosto, septiembre y noviembre 2009.
14. En 1967 se instaló el Ejército Popular de Liberación, EPL.
232 T. Roa Avendaño
5. A modo de conclusión
15. En Córdoba están las grandes haciendas de los fundadores de las Autodefensas Unidas
de Colombia, los jefes paramilitares Salvatore Mancuso y Carlos Castaño.
13 | A la orilla del río. La cultura anfibia del Bajo Sinú en Colombia 233
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Capítulo 14
1. Introducción
1. Extractos del acuerdo: «La Compañía tendrá el derecho exclusivo y la licencia... para
talar y cortar bambú con el propósito de conversión en pasta de madera apropiada
para rayón...». Las zonas marcadas se conocían como Áreas de Contrato. Si las áreas de
contrato «no son capaces de proveerá la empresa de dicha cantidad de bambú al año,
el Otorgante deberá permitir a la compañía talar y remover los bambúes de las demás
áreas en las proximidades de las áreas de contrato que se especifican a continuación [...]
el Otorgante se obliga a que las áreas de contrato y otras áreas del contrato durante la
vigencia de este acuerdo serán reservadas exclusivamente para la empresa y no rentará
ni concesionará dentro de esta área a ninguna otra persona» (acuerdo firmado entre el
Gobierno de Kerala e Industrias Grasim [énfasis añadido]).
242 J. Krishnan y A. George
La justicia para el ecosistema natural fue un tema dejado de lado por com-
pleto en este episodio largo y costoso. Las consecuencias ecológicas de la
contaminación por las materias primas y la extracción de agua que fueron
distribuidas en un área geográfica mucho más amplia, se descuidó. La degra-
dación de los bosques naturales en la cuenca superior del Chaliyar y todos
los otros ríos en el estado, y la conversión de praderas y bosques naturales en
plantaciones de eucalipto, no figuran en las discusiones de costo-beneficio
que se llevaron a cabo durante los cuarenta años de funcionamiento de la
fábrica, e incluso después. El hecho de que esta cuestión no llamase la sufi-
ciente atención en las protestas de la sociedad civil en contra de la fábrica,
refleja que el rol que desempeñan los bosques en la protección de los ecosis-
temas de los ríos no es adecuadamente apreciado.
En los ríos tropicales como el Chaliyar —lo cual es cierto para todos los
ríos en el Estado—, en particular los que atraviesan por importantes dife-
rencias de altitud, el papel de los bosques naturales para garantizar los flujos
de aguas abajo es de suma importancia. En esta área, con un suelo superfi-
cial delgado en bosques lluviosos, el clareo de bosques para la producción
de madera resulta en escorrentía del suelo, inundaciones y contaminación
de las aguas superficiales. Esto se ha hecho más evidente durante las últimas
décadas, cuando la incidencia de la escasez de agua ha ido en aumento en
este estado, que recibe una precipitación media anual de 2500-3000 mm.
Incluso en el caso de la contaminación, esta solo se consideró en el punto
de descarga. En cambio, no se tomó en cuenta el impacto de la contamina-
ción en la vegetación ribereña y los ecosistemas marinos, a pesar de que la
fábrica se encontraba en la parte baja del río, a unos 25 km aguas arriba de
la costa.
Esta pérdida de la dimensión ecológica ha llevado al Estado a continuar
con esta política de bosques para las industrias, sin dejar de suministrar ma-
terias primas a las otras fábricas de pulpa en Kerala, y sin atender al impacto
ecológico tanto en los bosques, como en los ecosistemas fluviales.
244 J. Krishnan y A. George
Los ejidos del bosque y el río: seguridad de subsistencia para los pobres
del río se vieron afectados cuando el flujo se contaminó. Los otros medios
de subsistencia que sufrieron un revés fueron los pequeños comercios que
venden diversos artículos —incluyendo alimentos en los barcos—, personas
que transportan madera y otros materiales a lo largo del río, y aquellas con
profesión relacionada con los barcos y otras actividades afines.
Un aspecto importante que ha sido marginado es la relación entre la
integridad de los ecosistemas y el sustento de los pobres. El sustento de los
artesanos de caña y bambú, aguas arriba, y de los pescadores, a lo largo del
río y las costas, dependía directamente de los bosques y el ecosistema fluvial.
Mientras que la fábrica fue capaz de proporcionar empleo a un pequeño
grupo de personas, estos ecosistemas habían sostenido la vida de un gru-
po mucho más grande y diverso de personas. La necesidad de protección
de los ecosistemas, por tanto, no solo es un fin en sí mismo, sino que está
directamente relacionado con problemas de subsistencia. Esto no implica
que el acceso diferencial y el uso de los recursos no sean importantes. Muy a
menudo, la protección de los ecosistemas y los hábitats naturales se plantea
en contra de la cuestión de la justicia social.
La integración de estas dos dimensiones en el marco de la justicia hí-
drica (véase, por ejemplo, Isch 2011; Perreault 2011; Zwarteveen y Boelens
2011) ayudará a resolver las desigualdades y la injusticia en el ámbito de
la utilización de los recursos hídricos, tanto en el corto, como en el largo
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6. Conclusiones
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Capítulo 15
Vladimir Cossio
1. Introducción
2. Conceptos considerados
Justicia hídrica
2. Véase <http://www.comibol.gob.bo/corocoro>.
254 V. Cossio
planta es de 50,1 m3. Este dato es cuestionado por los comuneros debido a
que en el último mejoramiento de la toma se ha incrementado el diámetro
de la tubería. En realidad no existe un control de la cantidad de agua condu-
cida. Una medición realizada durante este estudio indica que el consumo de
agua de la planta hidrometalúrgica y del pueblo suman un total de 492,5 m3/
día, aunque no se pudo conocer el volumen de agua utilizada por la planta
hidrometalúrgica, se estima que este es mucho mayor al volumen indicado
por la COMIBOL.
Otro de los cuestionamientos de los comuneros es que la empresa ha
desviado el curso natural de este río, en al menos un par de metros, con
la finalidad de incrementar el caudal que ingresa a la planta. La empresa
argumenta que el pueblo se beneficia del incremento de agua, sin embargo,
como se indica arriba, solo una parte del pueblo se beneficia con esta agua.
Estos cuestionamientos fueron manifestados a la COMIBOL en va-
rias ocasiones por la organización del Jach’a Suyu Pacajaqi, sin tener una
respuesta positiva. Durante el 2009, año en el que se produjo una fuerte
sequía, las modificaciones de la toma realizadas por la empresa afectaron
seriamente a las familias aguas abajo. Luego de varios intentos de diálogo
con la COMIBOL, el ayllu Sikuypata intentó reencauzar las aguas del río a
su curso natural y cortar el ingreso del agua en la toma. Ante este hecho, la
empresa, el cuartel, la escuela, el hospital y algunos pobladores de la parte
baja del pueblo rechazaron y reprocharon la acción de este ayllu. Pese a ser
una medida radical, esta no consiguió el respaldo del resto de los ayllus del
Jach’a Suyu y la comunidad acabó por ceder a la presión y persuasión de la
COMIBOL.
en las serranías del Aguragüe oscila entre 850 y 1000 mm. De esa manera el
escurrimiento de estas serranías es la fuente principal de agua para la zona
plana. La zona se encuentra a una altura 750 a 1800 msnm.
La principal actividad de Puesto García es la agricultura que es intensi-
va y se realiza durante todo el año. La intensidad de uso del suelo y la falta
de espacio ha causado que actualmente pocos pobladores se dediquen a
la ganadería, actividad que era tradicional en la zona. La mayor parte de
los pobladores que cuentan con ganado, mantienen sus animales en otras
comunidades.
Los habitantes originarios de la zona son los pueblos guaraníes que re-
sistieron, primero, al imperio incaico y, posteriormente, a la colonia espa-
ñola que instauró misiones católicas en la zona. Tarairi era una misión de
la iglesia católica hasta 1915, momento en el cual algunas tierras pasan a
manos del Estado boliviano y de migrantes de otras zonas del país. En 1949,
los habitantes de la zona —criollos, migrantes vallunos y guaraníes— con-
forman la Sociedad Agrícola Ganadera de Pequeños Productores de Tarairi.
Esta asociación controlaba las tierras de la zona y los agricultores que la uti-
lizaban debían pagar un arriendo. Con la Reforma Agraria de 1953 se deja
de pagar arriendo pero los agricultores debían estar afiliados a la asociación
para poder cultivar la tierra.
A mediados de la década de los años ochenta, los migrantes construye-
ron los primeros sistemas de riego en la zona, uno de los cuales fue Puesto
García. Posteriormente, con la Ley de Participación Popular (1994), Tarai-
rí se divide en comunidades más pequeñas. Así, Puesto García delimitó su
territorio y conformó una OTB en 1995. Esta comunidad estaba integrada
por ganaderos criollos, migrantes del valle de Tarija, guaraníes originarios
de la zona y guaraníes migrantes del chaco cruceño y chuquisaqueño. Hasta
este año, el sistema de riego se mejoró en varias ocasiones y se repartió la
totalidad de los terrenos bajo riego. Actualmente se ha establecido el «traba-
jo a medias» mediante el cual algunas familias acceden a tierra y agua para
cultivar.
Entre 1999-2000, una ONG empieza a brindar apoyo a guaraníes en
el chaco boliviano. En Puesto García, unas 25 familias se organizan en la
Asamblea del Pueblo Guaraní (APG) y comienzan a explotar terrenos de
forma comunitaria en la zona de riego de Puesto García. Luego de que la
ayuda de la ONG se retiró, los guaraníes no pudieron seguir cultivando de la
misma forma, lo que provocó que vendan sus pedazos de terreno individua-
les y posteriormente sus turnos de riego, aproximadamente en el año 2000.
El desarrollo del sistema de riego en Puesto García está muy ligado a la
migración de agricultores vallunos a la zona donde introdujeron cultivos
256 V. Cossio
Cuadro 15.1
Hitos históricos en el desarrollo del sistema de riego Puesto García
Figura 15.1
Número de socios en el sistema Puesto García por grupo étnico
Para los ayllus aymaras existe acceso libre al recurso, en tanto no se afecte
significativamente la cantidad o la calidad del agua para el resto de usuarios;
acceso libre pero no irrestricto. Esto se refleja, por ejemplo, en aseveraciones
como «el agua no hay que atajar, si hay, no hay que mezquinarse», o en el
actual acceso que todos los comuneros tienen a las aguas del río Pontezuelo,
incluido un actor externo como es el caso del operador minero.
Los guaraníes, por tradición de su cultura, no persiguen la apropiación
de los recursos naturales en general y específicamente del agua; el agua pue-
de ser utilizada por todos los habitantes de una zona sin restricción. En el
caso de Puesto García, empiezan a aceptar la idea de invertir con mano de
obra para obtener derechos al agua de riego por influencia de los migrantes
vallunos.
Para el operador minero estatal, el uso del agua está respaldado por
el Estado, que tiene el derecho a disponer el uso del agua de acuerdo a las
prioridades nacionales. En este sentido, se apoya en la institucionalidad es-
tatal para justificar el uso del agua aunque también ignora disposiciones
que están a favor de las comunidades habitantes en las áreas de explotación
minera.
Para los habitantes criollos en Puesto García, el agua es vista en térmi-
nos de su aprovechamiento para uso doméstico y abrevado de animales.
De ese modo el uso del agua estaba normalmente ligado a la tierra que era
habilitada para la cría de ganado. Para los migrantes vallunos, en cambio,
la noción de acceso al agua ligada a la inversión de mano de obra es muy
fuerte. Para ellos es justo que solo los que han invertido con mano de obra,
y cumplen con las normas del sistema, tengan derecho a regar.
Estas ilustraciones muestran las grandes divergencias en cuanto a los
términos de justicia social, según los actores, sus contextos, sus intereses y
sus perspectivas culturales.
15 | Afectación del acceso al agua y reacciones mesuradas de los afectados 261
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Capítulo 16
sus fuentes, establezca las condiciones que deben cumplir los usuarios para
acceder y luego mantener los derechos. Entre los criterios vale la pena se-
ñalar algunos de ellos como la responsabilidad en el manejo de la fuente, la
prevención y el control de la contaminación, el pago de tarifas por el acceso,
el empleo del agua de acuerdo con el uso señalado en la autorización, entre
otros. También desde el Estado se definieron los mecanismos de sanción
para quienes no cumplan con las condiciones establecidas sobre las conce-
siones, pudiendo llegar a multas y hasta el retiro de la concesión. En el caso
del riego, en algunos países se definió que las autorizaciones solo podían
tener plazo determinado, aunque ciertamente en otros países los propios
usuarios del agua presionaban para que este principio no corra y se cambie
a plazo indeterminado, con el cual los poseedores del derecho aseguraban
perpetuidad en el acceso, que en el caso de zonas de mayor presión sobre
el agua, esto agudizaba la inequidad en la distribución (véase, por ejemplo,
Cossio 2011. Cf. Hendriks 2010; Zapatta y Gasselin 2005).
Una corriente hegemónica en las tres últimas décadas es la neoliberal,
que tuvo y aún tiene gran influencia en nuestros países, dada la gigantesca
maquinaria puesta en movimiento por el capital, que opera de manera ar-
ticulada controlando las esferas del conocimiento y de políticas públicas, de
dominio social e ideológico (Martínez-Alier 2002; Isch y Gentes 2006). En
materia del agua, lo que se plantea es transformarla en una mercancía y que
los derechos circulen en el mercado de manera libre (véase, por ejemplo,
World Bank 1996). El Estado es visto como un factor distorsionante del
mercado, por lo que su rol debe reducirse a ser simplemente normativo,
que facilite la libre iniciativa privada. Estas dos tesis constituyen parte fun-
damental del libreto general promovido por el consenso de Washington,
a través de los organismos multilaterales como el FMI y el Banco Mundial
(Gaybor 2008; Van der Ploeg 2008; Bakker 2010).
En materia de riego, la política pública seguida en América Latina, des-
de antes del período desarrollista y con más fuerza en los años cincuenta y
sesenta, estableció los sistemas de riego con el criterio de que era papel del
Estado identificar, diseñar y construir la infraestructura y, luego, encargar-
se de la administración, operación y mantenimiento (AOM). Los campe-
sinos y otro tipo de agricultores eran vistos simplemente como usuarios,
quienes para acceder a los derechos del agua de riego, a nivel de sus parcelas
o comunidades, tenían que cancelar una tarifa volumétrica y otra básica.
La primera para cubrir los costos de AOM y la otra por la depreciación de
la infraestructura. Por lo general, las depreciaciones no fueron aplicadas y
las tarifas volumétricas solo parcialmente fueron cumplidas. No era parte
del modelo convencional de riego, el fortalecimiento de la organización
16 | Avanzamos en la lucha por la justicia hídrica 265
de regantes para que estas asuman, no solo las funciones de AOM, sino que
sean actores clave del desarrollo económico y social de sus territorios, y pue-
dan convertirse en sujetos que asuman roles importantes en la definición y
control de la política pública (Zapatta y Gasselin 2005; Hendriks 2010).
La propuesta neoliberal fue ampliamente acogida en algunos países
mientras que en otros se enfrentó con una fuerte resistencia popular, que
impidió que las iniciativas neoliberales avancen fácilmente. En Ecuador, la
propuesta neoliberal en materia de recursos hídricos tomó fuerza en la dé-
cada del noventa. Se realizaron cambios importantes en el marco norma-
tivo, algunos de estos, de manera inconstitucional e ilegal para fortalecer
la concentración del agua en pocas manos, especialmente en el agua para
riego, minería e hidroelectricidad. Se creó un caos institucional que, en úl-
tima instancia, termina siendo funcional a los intereses de los grupos de
poder (Zapatta y Gasselin 2005; Cremers et al. 2005; Gaybor 2011). Desde
los sectores populares se levantó un fuerte proceso contrahegemónico que
de alguna manera limitó la implementación de algunos aspectos de la pro-
puesta neoliberal.
Tanto en la propuesta desarrollista como en la neoliberal, los sistemas
de riego comunitarios y campesinos establecidos con sus propios esfuerzos
no eran parte de la política de riego, que no sea por su exclusión.
2. La perspectiva alternativa
Hay que reconocer que la lucha desatada desde las organizaciones populares
del Ecuador, en la década del noventa, abrió un espacio de debate sobre su
problemática, y logró impedir la expedición de una Ley de Aguas elaborada
con la horma neoliberal. Como era de esperarse, los grupos de poder no
permanecieron estáticos. Al contrario y de manera audaz, las autorizaciones
para usos económicos pasaron a entregarse con un plazo indeterminado,
expidiendo una simple resolución administrativa. Sin duda que esto permi-
tió la concentración y privatización del agua, que es lo que perseguían los
sectores empresariales en última instancia. Se implementó la transferencia
de los sistemas de riego bajo el criterio de que el Estado debe retirarse y en-
tregar la responsabilidad a las organizaciones de usuarios. Las normas para
prevenir y luchar contra la contaminación del agua y el manejo sostenible
de los ecosistemas relacionados han quedado como letra muerta.
En la primera década de este siglo aparece el Foro de Recursos Hídri-
cos (Foro) como una plataforma de convocatoria amplia, democrática y
plural en el que participan usuarios de agua, organizaciones campesinas,
266 A. Gaybor Secaira
3. Los avances
4. Sobre el quehacer
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Capítulo 17
La gestión del agua, su uso y aprovechamiento, tienen por detrás una serie
de estructuras ideológicas y de manifestación del poder, las mismas que im-
peran en medio de un cúmulo de intereses divergentes y cuestionamientos
presentados por visiones alternativas. Estos desencuentros y contradicciones
se manifiestan en conflictos de distinto grado, forma de expresión y desen-
volvimiento. En ese complejo fondo de realidad política, económica, tec-
nológica y cultural, se construyen herramientas conceptuales y teóricas de
análisis que, considerando la multilateralidad de corrientes de pensamiento,
plantean un enfoque novedoso y trascendente de análisis: uno que busca
comprender la justicia hídrica presente o ausente en la gestión de las aguas.
Los avances en la construcción de ese marco conceptual y teórico, el
cual demanda estudios interdisciplinarios, de múltiples escalas, y cercanos a
procesos de investigación-acción, están ligados con la conformación de una
conciencia crítica sobre esos conflictos, la manera en la que se transforman y
los resultados en términos de mantenimiento o cambio en las relaciones in-
equitativas existentes en torno al agua (Donahue y Johnston 1998; Dimitrov
2002; Bakker 2010; Bebbington et al. 2010). Un tema central para el análisis
de los conflictos es el tema de los derechos, normas y leyes para regular el
agua, la gente, su conducto y su entorno: los derechos de acceso y uso del
agua, así como los derechos de decisión, gestión y control. Se relacionan con
la distribución material de los recursos en la sociedad, así como con la dis-
tribución del poder para establecer las reglas del juego, por lo tanto, tienen
que ver directamente con los modos de inclusión y exclusión, definan las
274 E. Isch, R. Boelens y F. Peña
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Siglas y acrónimos
David Bayer
Sociólogo; Doctor en Educación Multicultural y Liderazgo, Universidad de San
Francisco; Maestría en Sociología del Desarrollo, Universidad de Cornell; Presiden-
te de la Asociación de Residentes de la Urbanización La Angostura, Ica; Profesor «ad
honorum» Universidad Nacional San Luis Gonzaga, Ica, Perú.
Correo-e: <rdbayer@terra.com.pe>
Rutgerd Boelens
Coordinador de la alianza Justicia Hídrica; Profesor Asociado del Grupo de Riego
y Gestión del Agua, Departamento de Ciencias Ambientales, Universidad de Wa-
geningen, Países Bajos; Profesor Visitante, Departamentos de Ciencias Sociales y
Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
Correo-e: <rutgerd.boelens@wur.nl>
Jessica Budds
Docente e investigadora, Departamento de Geografía y Ciencias Ambientales de la
Universidad de Reading, Reino Unido.
Correo-e: <j.r.budds@reading.ac.uk>
Javier Chiong
Docente, Universidad Nacional Santiago Antúnez de Mayolo. Asesor del Proyecto
‘¿Escasez de agua? Retos para la gestión integrada del agua en la cuenca del río
Ica,Pontificia Universidad Católica del Perú. Consultor en recursos hídricos.
Correo-e: <chiongampudia@yahoo.es>
Abey George
Investigador y Docente, Kerala Institute of Local Administration, Thrissur, Kerala,
India.
Correo-e: <abeygeorgek@gmail.com>
Gregory A. Hicks
Profesor en Derecho, School of Law, University of Washington, EstadosUnidos.
Correo-e: <gahicks@u.washington.edu>
Leonith Hinojosa
Investigadora en The Open University y Asociada Externa a la Universidad de Man-
chester, Reino Unido.
Correo-e: <l.hinojosa-valencia@open.ac.uk>
Edgar Isch L.
Ex ministro de Ambiente del Ecuador; docente y consultor en organismos naciona-
les e internacionales, Quito, Ecuador.
Correo-e: <edgarisch@yahoo.com>
Jyothi Krishnan
Investigadora y docente asociada, Tata Institute of Social Sciences, Mumbai,
India.
Correo-e: <jyothikr07@gmail.com>
Henkjan Laats
Especialista transformación de conflictos; Director Puente Entre Culturas / Cross
Cultural Bridges en Bolivia
Correo-e: <laats@crossculturalbridges.org>
Rossana Manosalvas
Doctorante en PhD, Grupo de Riego y Gestión del Agua, Departamento de Ciencias
Ambientales, Universidad de Wageningen, Países Bajos.
Correo-e: <roximoxi@yahoo.com> / <rossana.manosalvasnicolalde@wur.nl>
Lista de autores 289
Francisco Peña
Profesor e investigador, Programa Agua y Sociedad, El Colegio de San Luis, San Luis
de Potosí, México.
Correo-e: <frape@colsan.edu.mx>
Eric Rendón
Profesor e investigador, Facultad de Economía y Planificación, Universidad Nacio-
nal Agraria – La Molina, Lima, Perú.
Correo-e: <ericrendon@hotmail.com>
Devon G. Peña
Profesor en Antropología de la University of Washington, Seattle, Washington,
EE. UU.
Correo-e: <dpena@u.washington.edu>
La alianza «Justicia Hídrica»