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JURISPRUDENCIA - ART.

36 LEY 24240 - INHABILIDAD DE TITULO DE OFICIO - APARENTE


SUPREMACIA LCD

“HSBC BANK ARGENTINA N° 5 – PLENARIO.- C/A PARDO CRISTIAN DANIEL

S/ COBRO EJECUTIVO

(...) en las condiciones actuales, la protección del consumidor no debe llevarse al extremo de
decretar la inhabilidad del pagaré de consumo sin antes –y con carácter previo- permitir que se
integre el título con la documentación idónea y conducente relativa a la relación crediticia
subyacente. Ello frente a la tesis contraria que exigiría que el pagaré contenga en su texto los
presupuestos del art. 36 de la LDC (los requisitos del pagaré como título cambiario están
establecidos por el Decr. Ley 5965/63 (art. 101) y la sanción a su incumplimiento prevista en el
art. 102).

El art. 36 de la LDC hace referencia explícita a “las operaciones financieras y de crédito para el
consumo”, que deberán contener información clara al consumidor o usuario sobre los ítems allí
descriptos, ya que rara vez el pagaré reflejará los términos de la operación de consumo
garantizada. Por eso requerir siempre la cristalización de la relación crediticia de consumo en el
texto de la cartular conduce prácticamente a su abolición como título de crédito y, por
consiguiente, decretar derechamente, y sin más trámite su inhabilidad, sin dudas protege al
consumidor pero suprimiendo o aboliendo el régimen cambiario y la vía ejecutiva, dejando al
pagaré sin función como cartular.

“BANCO CREDICOOP COOPERATIVO LIMITADO c/CASTELLO, Bautista Esteban


s/EJECUTIVO s/CASACION”

A la misma cuestión el señor Juez doctor Enrique J. Mansilla dijo:

Discrepo con la solución expuesta por los colegas que me preceden en el orden de votación en
cuanto propician confirmar la sentencia de Cámara que hiciera lugar a la excepción de
inhabilidad de título y consecuentemente, rechazara la demanda.

De modo liminar debo ratificar mi posición sostenida en los autos caratulados: “ABN AMRO
BANK N.V. c/ESTEBAN, Alejandro y Otra s/EJECUCION HIPOTECARIA s/CASACION”, Se. 72
del 09 de octubre de 2014, en cuanto expresé que el marco protectorio para usuarios y
consumidores que la ley 24.240 prevé no provoca un desplazamiento de las normas ya
existentes ni fija su preeminencia. Lo que hay ahora es una integración normativa que favorece
al consumidor en los casos de duda sobre la aplicación de los principios que las propias
disposiciones instituyen (art. 3, Ley 24.240, ref. por Ley 26.361)

(...) indagar sobre la relación de consumo subyacente implicaría ventilar la causa de la


obligación, pues no se vislumbra de qué modo podemos determinar si existe una violación de los
derechos del demandado consumidor si no se entra a analizar y desmenuzar la causa fuente de
la obligación.

A la hora de aplicar la Ley de Defensa al Consumidor no se debe olvidar que los pesos y
contrapesos que genera dicha normativa deben ser aplicados con prudencia y razonabilidad, a
los fines de no generar un efecto indeseado de impunidad para el consumidor y provocar que el
desequilibrio sea en sentido contrario al que se pretende paliar, en lugar de establecer un justo
medio. En este sentido se ha dicho que “No debemos perder de vista que el derecho de
consumidor encuentra su razón de ser en la necesidad de garantizarle en el mercado una
posición de equilibrio en sus relaciones con los empresarios. Es por ello que todas las normas
protectorias deben ser analizadas bajo el cristal del equilibrio y no de una sobreprotección
consumeril que pueda terminar con muchas contrataciones beneficiosas para los consumidores”
(conf. RODRIGUEZ JUNYENT, Santiago, “¿La muerte del juicio ejecutivo en manos del derecho
de consumo?”, Publicado en: LA LEY 05/09/2013, DCCyE 2013; agosto)

(...) tampoco se comparte la posición doctrinaria y jurisprudencial que entiende que el pagaré
que no contiene las prescripciones del art. 36 de la Ley de Defensa del Consumidor ha sido
librado en fraude a la ley. No puede considerarse que el consumidor no conocía lo que estaba
firmando, cuando con toda claridad en el pagaré se encontraba consignado el monto de $
93.000, similar al monto de la solicitud de crédito adjuntado.

Consecuentemente, no puede ahora el ejecutado pretender el rechazo de lo expresamente


convenido con su contraparte, fundado en razones meramente formales, desconociendo la
deuda asumida. Dicha actitud viola sin dudas la teoría de los actos propios y más aún cuando ni
siquiera se alega la inexistencia de la deuda por algún modo extintivo.

En tercer término considero que una interpretación teleológica y razonable de la norma, si bien
impone que en el documento principal de la contratación se consignen todos los datos
requeridos por el art. 36 de la Ley de Defensa del Consumidor, en el pagaré que instrumente
dicha operación únicamente resultan exigibles los requisitos establecidos por el decreto ley que
los regula. Esto habilita que en un posible juicio de repetición, ante la falta de cumplimiento de
dichos requisitos, se declare la nulidad del contrato y la devolución de lo cobrado en el juicio
ejecutivo.

Todo ello, en virtud de lo regulado en el art. 36 de la LDC, cuando dispone que “Cuando el
proveedor omitiera incluir alguno de estos datos en el documento que corresponda, el
consumidor tendrá derecho a demandar la nulidad del contrato o de una o más cláusulas.”. No
pueden modificarse entonces la totalidad de las normas de los títulos ejecutivos mediante el
artículo en cuestión, puesto que ello viola a todas luces los estándares de razonabilidad que toda
ley debe contener para ser constitucional.

EXPTE Nº 254.562 “LOVY OSVALDO C/ VERA NATALIA P/ EJECUCION ACELERADA


(CAMBIARIA)”Mendoza, 11 de abril de 2017.-

el recurso al pagaré, con su inherente nota de abstracción y exclusión o inoponibilidad de


excepcio-nes, sumado a la vía ejecutiva que lo caracteriza, puede ser terreno fértil para prácticas
abusivas y circunstancias que pongan en riesgo intereses jurídicamente relevantes de los
consumidores, ello no puede llevarnos a una errónea interpretación, fundada en el art. 36 de la
ley 24.240, que pareciera determinar la defunción del juicio ejecutivo cambiario o de la disciplina
jurídica de los títulos valores en presencia de una relación de consumo …. “ “… El Derecho del
Consumidor no debe constituirse en una suerte de “súper derecho”, reduciendo cualquier
cuestión de interpretación normativa a una relación de subordinación vía apelación al argumento
constitucional o su carácter de orden público. El “diálogo de fuentes” debe ser real y no
puramente formal para que la existencia de microsistemas en el ordenamiento jurídico sea
posible y se respete la integridad del sistema”.-

A mayor abundamiento, el Dr. Lorenzetti ha sostenido que: “El microsistema del derecho privado
no puede decaer ante el microsistema del consumo” (in re, “Edelar S.A. s/Inconstitucionalidad)

“En los juicios ejecutivos no es dable ingresar al análisis de la causa de los pagarés en ejecución
a los fines de dilucidar si la relación fundamental que les dio origen satisface o no los requisitos
establecidos por el art. 36 de la Ley de Defensa del Consumidor, toda vez que ello desnaturaliza
la finalidad económica de los documentos cambiarios, cuya literalidad y autonomía han sido
establecidas no sólo para facilitar su circulación, sino también para acordar al acreedor
posibilidades de un cobro cierto y pronto a través del proceso ejecutivo” (AR/JUR/29218/2015)

Es importante tener en cuenta que “ …toda las normas protectorias deben ser analizadas bajo el
cristal del equilibrio y no de una sobreprotección consumeril que pueda terminar con muchas
contrataciones beneficios para los consumidores. Es por ello, que los operadores jurídicos
debemos ser lo sufi-cientemente audaces a la hora de aplicar el derecho de consumo,
impidiendo abusos indebidos de las figuras inmersas en una normativa “de moda”, que muchas
veces resulta inconveniente para el sistema jurídico e incluso para el propio consumidor. … En
tal orden de ideas, el art. 36 última parte tiene, a nuestro criterio, aplicación en los
procedimientos donde el título tenga detallada la relación que dio lugar a su creación y que la
misma sea alcanzada por la LDC, como es la caso de los juicios hipotecarios, prendarios, etc.”
(RODRIGUEZ, JUNYENT, SANTIAGO, “La muerte del juicio ejecutivo en manos del derecho de
consumo? – La Ley 05/09/2013)

"CARLOS GIUDICE S.A.C/ MAREZI MONICA BEATRIZ S/COBRO EJECUTIVO"

Voto del Juez Monterisi: "en una vasta y dilatada sentencia que, por otro lado, se encuentra en
los limbos de la arbitrariedad por suponer circunstancias fácticas que no surgen de la realidad
del expediente -como ser deducciones en cuanto se habrían menoscabado derechos del
demandado, cuando no hay denuncia de ello-, el sentenciador rechazó la ejecución e impuso las
costas por su orden.

Para resolver de tal modo, en primer lugar determinó que a la relación que une a las partes del
presente proceso le era aplicable el régimen tuitivo consumerista. Tuvo en cuenta para ello el
reconocimiento efectuado por el ejecutante a fojas 45, pese a que tal circunstancia ya se
vislumbraba de los términos de la demanda (concretamente fojas 10 vuelta/11) y de los del
pagaré. Asimismo concluyó que en atención a la superioridad jerárquica del Derecho del
Consumidor frente a la normativa que regula al pagaré, debería aplicarse, de modo preeminente,
la primera siempre que se vea afectada por la última, tal como sucede en el presente litigio, en
razón de que la imposibilidad de indagación sobre la cuestión fondal no permite constatar si en el
caso se ha dado cumplimiento con lo que dispone el artículo 36 de la ley 24.240.

Ahora bien, este artículo 36 de la ley 24.240 reconoce en cabeza del consumidor el derecho a
demandar la nulidad del contrato o de una o más de sus cláusulas en el caso de que el
documento no contenga alguno de los datos que enumera

En tal orden de ideas la doctrina especializada ha señalado que la obligación legal consagrada
en el artículo 36 de la norma se limita a garantizar la transparencia en la composición de la
deuda y constituye un deber calificado de información complementario del que garantiza el
artículo 4 del mismo dispositivo legal (conf. Müller, Enrique C. y Saux, Edgardo I., “Ley de
Defensa del Consumidor. Comentada y anotada”, Picasso y Vazquez Ferreira (directores), La
Ley, Buenos Aires, 2009, T. I, pág. 414). Resulta claro del texto de la ley que ante el
incumplimiento de esa obligación el consumidor puede plantear la nulidad del contrato de crédito
o de alguna de sus cláusulas.

En el cuerpo del reformado artículo 36 de la ley 24.240, anticipando lo establecido en el canon


siguiente, se otorga al consumidor la facultad de demandar la nulidad total o las cláusulas del
contrato que omitiera alguno de los requisitos enunciados. De conformidad con la interpretación
pro consumidor que corresponde efectuar de esta norma, los autores citados entienden que será
el consumidor quien resolverá si demanda la nulidad parcial o total (conf. ob. cit., pág. 425 y ss.).

De ello concluyo que es meramente facultativo –y no obligatorio- para el consumidor peticionar la


nulidad del contrato.

No me parece razonable, entonces, declarar oficiosamente que el instrumento en virtud del cual
se ejecuta no cumple con los requisitos que exige la ley, cuando el principal interesado –el
ejecutado- no se ha presentado siquiera a plantear excepciones, ni mucho menos ha denunciado
la violación de algún derecho de los que tutela la normativa en cuestión.

Tal modo de proceder importaría algo así como obligar al consumidor a someterse al régimen de
protección que le brinda la ley, cuando –quizá- él advierta que no le ha sido afectado ni
menoscabado ningún derecho de esa naturaleza y prefiera cumplir – voluntariamente o de modo
compulsivo- con la obligación asumida.

Estimo que debe ser el ejecutado el que denuncie que se le ha afectado algún derecho y el que
por tal motivo pretenda la nulidad total o parcial del contrato.

(...) estoy de acuerdo con que la normativa que protege al consumidor goza de supremacía con
relación a otras leyes -en este caso la que regula el derecho cambiario-, pero estimo que esa
graduación normativa corresponderá efectuarla sólo en los casos en que el demandado invoque
-al menos- que es víctima de un abuso amparado por la ley 24.240 o, si éste se encuentra
ausente en el proceso –como en el caso que nos ocupa-, surja de modo palmario que existe ese
abuso. La cuestión es muy espinosa y dista de tener soluciones genéricas y categóricas, lo que
obliga inevitablemente a analizar cada caso en particular.

En autos no se da ninguno de aquellos dos supuestos. Tal como lo pone de manifiesto el


recurrente en su memorial y cuyo agravio a mi modo de ver es el que da sustento razonable para
proceder a revocar la sentencia apelada, la ejecutada a pesar de encontrarse debidamente
anoticiada (ver mandamiento de fs. 38/9) no ha planteado excepciones -ni siquiera se ha
apersonado al proceso-, tampoco cuestionó el embargo de sus haberes que se efectivizó a partir
de noviembre de 2011 (ver fs. 43), y de cuyo resultado da cuenta el informe de fojas 76.

Para terminar, me pregunto lo siguiente: con la declaración oficiosa que se ha efectuado en el


sub judice, ¿se esta protegiendo efectivamente a la ejecutada consumidora?; y si ella decidió
cancelar su deuda mediante el carril de este juicio ejecutivo, consintiendo que se le detraiga el
20% de su sueldo hasta cubrir la totalidad del crédito ¿le vamos a imponer, luego de que las
sumas por capital y la presupuestada por el juez se encuentran depositadas en la cuenta judicial,
a que permanezca obligada y se sigan devengando intereses por ese compromiso? Responder
afirmativamente parecería absurdo. Incluso, la última pregunta sugiere que se la pondría en peor
situación, pues de confirmarse la sentencia apelada no sólo debería acudir a solicitar el
reembolso del dinero embargado, sino también que la deuda seguiría generando más intereses,
tornándose cada vez más onerosa la cancelación de la obligación.

Considero que, en definitiva, se perjudicaría a quien se intenta proteger, lo que a la luz de los
postulados cardinales de la tutela judicial efectiva deviene inaceptable.

“Cooperativa de Vivienda Crédito y Consumo Bicentenario Limitada c/ Carames, Mónica


del Valle – Ejecutivo por cobro de cheques, letras o pagares -Recurso de apelación”,
expediente n.° 5967418.

Solo por vía de hipótesis podría concebirse que cuando la pretensión ejecutiva tuviere arraigo en
una relación de consumo, podrían resultar exigibles mayores requisitos al documento. Sin
embargo, ello debe ser invocado y acreditado por el interesado, quien debe pedir la declaración
de nulidad, atento a su carácter relativo. Introducir de manera oficiosa la cuestión causal al dictar
sentencia sin dar al actor la posibilidad de acreditar que se encuentran cumplidos los recaudos
del art. 36, LDC vulnera su derecho de defensa.

Ante la falta de defensa del demandado en juicio ejecutivo no es posible hacer prevalecer la LDC
por sobre la normativa cambiaria específica y el Código Procesal. Ninguna de las leyes tiene
mayor jerarquía que las otras ya que, si bien es cierto que la LDC tiene base en el art. 42 de la
Constitución nacional, no es menos cierto que el Dec. Ley n.° 5965/63 se sustenta en los
artículos constitucionales que protegen el derecho de propiedad (arts. 14 y 17), aquéllos que
regulan el derecho de defensa en juicio (art. 18), el preámbulo de la Constitución nacional, y la
directiva contenida por el art. 75 incs. 18 y 19 en pos del crecimiento de la República y la
necesidad de propender al crecimiento económico. Ello obliga al juez a efectuar una integración
normativa y no a aplicar una realizando una virtual derogación de la otra, sin permitir que se
ejerza de manera plena el derecho de defensa en juicio de una de las partes.

La supuesta nulidad que viciaría el pagare en ejecución, ante la falta de cumplimiento de los
requisitos del art. 36 de la LDC, no aparece manifiesta en el título mismo, toda vez que no basta
leer sólo el instrumento sin relacionarlo con alguna otra prueba –v. gr. contrato de mutuo que le
dio origen- para tener por acreditado con el grado de certeza necesario el incumplimiento de la
norma. Ello puesto que el pagaré no puede incluir todos los requisitos del art. 36, LDC ya que
dejaría de ser tal, debido a que desbordaría el límite impuesto por el Dec. Ley n.° 5965/63, y por
ende no sería título ejecutable. Si el demandado consumidor no se presentó a hacer valer sus
quejas, no puede seriamente concluirse que en el contrato (relación causal) haya existido
omisión de los recaudos a que refiere el estatuto consumeril.

El propósito del art. 36 de la LDC ha sido tutelar en el caso concreto el interés privado del
consumidor, en cabeza de quien ha puesto la carga de ejercer la acción de nulidad total o
parcial, en caso de omisión de los recaudos de la manda legal. Esta carga, que surge del texto
de la ley, resulta acorde con las nulidades relativas que requieren petición de parte interesada,
impulso procesal relativo al propio interés en resguardo de su derecho. A su vez, en caso de no
ejercer el consumidor esta facultad, no cabe presumir (sin prueba que lo sustente) que se ha
vulnerado su derecho, sino por el contrario cabe reputar que el beneficiario del derecho ha
optado por no ejercerlo. En tanto el derecho involucrado -de contenido patrimonial- una vez
adquirido por el consumidor es renunciable, el juez no puede sustituir al afectado en su ejercicio
ni declarar –por ende- la nulidad de oficio del título presentado a ejecución.

“Bazar Avenida SA c/ Rustichelli, Marcelo – Ejecutivo”, expediente n.° 2813439.

En el marco de un juicio ejecutivo por cobro de un pagaré sin protesto, el tribunal de primera
instancia hizo lugar a la excepción de inhabilidad de título opuesta por el demandado, con
fundamento en que el título no reunía los requisitos contenidos en el art. 36 de la Ley de Defensa
del Consumidor (LDC) y, en consecuencia, rechazó la demanda. La parte actora apeló el fallo
arguyendo que la habilidad del pagaré se determina por el cumplimiento de los recaudos
extrínsecos establecidos por el Dec. Ley n.° 5965/63 y que, sin perjuicio de ello, había integrado
el título con otras constancias probatorias. La cámara hizo lugar al recurso planteado rechazando
la excepción opuesta por el demandado.

“Banco Hipotecario c/ Carranza” el 25 de agosto del 2.015, Sala 2 de la Cámara de


Apelaciones de la ciudad de Córdoba

Para definir el carácter imperativo de la norma, juez no debe actuar como un autómata y
considerar en forma abstracta que si estamos frente a una norma de orden público, su violación
conlleva derechamente la nulidad absoluta, sino que se debe apreciar en concreto cuál es el
interés público o privado vulnerado.

Como dijo la Corte Suprema de Justicia de la Nación, la determinación del efecto de los
preceptos legales aplicables, en presencia de la conducta observada por las partes, es propia de
los jueces de la causa, no obstante la caracterización de la ley como de orden público (C.S.J.N.,
“Rodríguez, Norberto Dionisio c/ La Vascongada S.A.” T 246.292).

En el caso se ha presumido que el proveedor del servicio o bien adquirido por el consumidor no
ha dado cumplimiento a los recaudos que enumera el art. 36 de la legislación tuitiva, sin
detenerse a reflexionar que: a.- en el diseño del Estatuto consumeril, esa es una carga que debe
hacer valer el interesado; b.- que en el caso el demandado no ejerció la facultad de peticionar la
nulidad total o parcial del acto subyacente, dando la ocasión al juez de efectuar la debida
integración en el caso que se hubiera peticionado la nulidad solo parcial.

Y ello no es negarle el carácter de orden público que expresamente se atribuye a la norma (art.
65 Ley 24240), sino reconocer que el propósito de la norma ha sido tutelar el interés privado del
consumidor, en cabeza de quien ha puesto la acción de nulidad total o parcial en caso de
omisión de los recaudos impuestos por la norma.

A tal punto el interés es meramente privado, que el rechazo de la ejecución podría incluso
resultarle perjudicial al mismísimo consumidor que se ha intentado proteger, ya que el rechazo
de la ejecución no impide la continuación del curso de intereses de la deuda, ni le ahorra un
futuro proceso de conocimiento que demandará mucho más tiempo y más gastos causídicos que
finalmente podrían recaer sobre las espaldas del consumidor.

Nótese que la mismísima norma aplicada para dar solución al caso (art 36 L.D.C.) expresamente
establece: “cuando el proveedor omitiera incluir alguno de esos datos en el documento que
corresponda, el consumidor tendrá derecho a demandar la nulidad del contrato o de una o más
cláusulas”, lo que resulta del todo acorde a las nulidades relativas que requieren petición de
parte, ya que el texto legal es contundente en orden a que el impulso procesal en resguardo de
su derecho debe surgir de su propia impronta, en defecto de lo cual no cabe concluir que se ha
vulnerado su derecho, sino por el contrario se podría colegir que lo que se pretende cobrar no va
más allá de lo oportuna y deliberadamente convenido entre las partes, o que, como afirma la
actora, no se verificó cuestionamiento alguno del demandado, con respecto a las condiciones
financieras de la operatoria en que se fundó la emisión del pagaré base de la acción.

A esta altura del razonamiento cabe destacar la marcada diferencia que existe entre indagar
oficiosamente acerca del juez competente en pos de garantizar la defensa en juicio del
consumidor (aspecto en el que está en juego el acceso a justicia y la atribución de competencia
que es de orden público, art 36 in fine L.D.C.), que hacerlo para desestimar oficiosamente la
ejecución por supuesto y presunto incumplimiento de la primera parte de dicha directiva. (art. 36
primera parte L.D.C.)

DOCTRINA

Interpretación del art. 36 L.D.C. (por Alessandrini Juliana y Gonzalez Soledad)

El proceso cambiario de naturaleza material no impide la oponibilidad de defensas causales


entre partes directas, ya que la abstracción cambiaria solo aplica cuando el título entra en
circulación. En consecuencia, en el caso, lejos de haber una contradicción entre el plexo
consumeril y la normativa cambiaria, hay una adecuada convergencia. Ello porque, asimismo, los
pesos y contrapesos que genera la normativa consumeril deben ser aplicados con prudencia y
razonabilidad, a los fines de no generar un efecto indeseado de impunidad para el consumidor y
provocar que el desequilibrio sea en sentido contrario al que se pretende paliar.

se ha dicho que «la idea que se delineó (con la reforma de la Ley 26.361, modificatoria de la Ley
24.240) básicamente consiste en permitirle al consumidor alegar las defensas causales e invocar
normas protectoras aun en un juicio ejecutivo, lo que también puede encontrar razonable apoyo
en la conexión contractual ahora receptada en nuestra LDC, intentando, en definitiva, brindar al
consumidor un marco de protección al utilizar instrumentos de crédito». Mas de ningún modo
implicó darle esa facultad al juez para que, aún habiendo omitido cuestionar el título en
oportunidad de dar curso favorable a la presente ejecución, y en ausencia de parte interesada,
exija luego el cumplimiento del artículo 36 de la LDC. Es que, admitir que hubo un pagaré con
apariencias suficientes para despachar la ejecución, es admitir preliminarmente que no existió
obstáculo alguno para concluir en el dictado de la sentencia que mande llevar adelante la
ejecución sobre la base de ese mismo título.

Como consecuencia de ello, no compartimos la postura que, dando estricta preeminencia a las
normas protectorias de los consumidores y desmereciendo el análisis de la habilidad del título en
virtud de los recaudos exigidos por el Decr. 5965/63, sostiene que la procedencia de cualquier
proceso en que se pretendan ejecutar pagarés librados como consecuencia de una relación de
consumo estará condenado al fracaso. Tampoco la de aquellos que propugnan la invalidez de la
cartular fundada en la falta de cumplimiento de lo regulado en la ley consumeril. Consideramos
que se distorsionan los alcances del art.36 de la LDC cuando, siguiendo este razonamiento, se
lleva su interpretación a la derogación tácita de los títulos valores por los derechos del
consumidor o se pregona la extremaunción del pagaré de consumo, al reputarlo «per se» una
práctica abusiva del sector crediticio, descartando o afectando su ejecutabilidad. Entendemos
que quienes sostienen que el art. 36 de la LDC impone el deber de declaración de nulidad de
oficio ante su hipotético incumplimiento, realizan una interpretación errada de la norma,
desnaturalizando por completo el sistema legal y estableciendo una sobreprotección a través de
un superderecho que, lejos de equilibrar la relación jurídica, la desequilibra a favor del
consumidor.

Asimismo, rechazamos la posición doctrinaria y jurisprudencial que entiende que el pagaré que
no contiene las prescripciones del artículo 36 de la LDC ha sido librado en fraude a la ley. De
hecho, bajo este criterio, se juzga apresuradamente que el recurso al pagaré supone «una
herramienta para evadir el régimen de tutela preventiva que corporiza el artículo 36». Ello
porque, por ejemplo, los títulos cuya ejecución se intenta en el caso contenían todos los
requisitos que justificaban su habilidad para el reclamo de la obligación incumplida por la parte
demandada, de acuerdo con el Decr. Ley 5965/63, y nada obsta que los títulos valores
instrumenten la financiación de una operación entre las partes, sea esta de consumo o no. Como
adelantamos en el acápite III, el art.36 LDC no hace referencia alguna a los títulos de crédito y
ciertamente no prohíbe librarlos con relación a las operaciones financieras para consumo ni a las
de crédito para consumo. Pretender declararlos nulos sin otra argumenta ción que el texto de
dicha norma carece por completo de razonabilidad. El aseguramiento del cobro por una vía
rápida no constituye una actividad en fraude a la ley. Sostener lo contrario implicaría que todo
tipo de garantía de cobro sea una actividad fraudulenta, cayendo de este modo las ejecuciones
prendarias o las hipotecarias.

Finalmente, entendemos que ambas conclusiones parten de una premisa errónea. Ello porque
los datos que exige el art. 36 de la LDC deben ser incluidos «en el documento que
corresponda»; es decir, el cumplimiento de los recaudos contenidos en la norma han de
constatarse no sobre el cartular en ejecución -conteniendo especificaciones que el art. 101 del
Decr. Ley 5965/63 no exige y hasta serían incompatibles con su naturaleza de promesa de pago
pura y simple-, sino sobre la documentación de la relación causal. El eventual vicio o defecto al
deber de información, no puede nunca juzgarse sobre la base del pagaré en ejecución, al que
mal puede tachárselo de nulo. De esta suerte, más allá de la primacía constitucional del plexo
consumeril, el art. 36 de la LDC «en cuanto regula los requisitos que debe contener el
documento de crédito para el consumo no puede modificar la totalidad de las normas de los
títulos ejecutivos puesto que ello viola los estándares de razonabilidad que toda ley debe
contener para ser constitucional, debiendo consignarse aquellos en el documento principal de la
contratación mientras que el título que instrumenta la operación, únicamente debe contener los
establecidos por el Decreto-Ley que los regula»

El desplazamiento normativo no puede constituirse en un método interpretativo apriorístico que


termine por reducir cualquier relación jurídica de Derecho Privado a un problema de subsunción
en una norma del sistema de protección del consumidor.

En esta tarea, la compatibilización del régimen protectorio del consumidor no excluye la


aplicación de las disposiciones procesales que derivan de constar el crédito en un título
cambiario. Lo contrario implicaría una contradicción del sistema normativo, ya que un pagaré que
cumple con los requisitos del Decr. Ley 5965/63, y por tanto podría entenderse que es
«ejecutable», si se lo observa desde el punto de vista de la relación de consumo, no podría
aceptarse su ejecución por violentarse el derecho protectorio del consumidor. De esta manera,
cualquier proceso de ejecución estaría condenado al fracaso por la simple presunción de que
detrás de él subyace una relación de consumo.
En virtud de lo expuesto, consideramos que la exigencia oficiosa de los jueces de grado, en el
sentido de cumplimentar con los recaudos previstos en el art. 36 de la LDC, conlleva una notoria
e injustificada inclinación de la balanza hacia el demandado, quebrantando de este modo los
principios procesales de igualdad de las partes e imparcialidad del juzgador.

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