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LA CASA "EMBRUJADA" DE LA FAMILIA GASPARUTTI

El universo de las creencias populares es muy amplio. Muchas de ellas trascienden y son conocidas
por mucha gente pero hay otras que permanecen como circunscriptas sólo a una comunidad quizás
por no haber sido investigadas o por “temor al qué dirán”.

Lo cierto es que de este tipo de creencias, hay varias que han surgido en la comunidad de
Avellaneda, entre ellas, la relacionada con “la casa de los espíritus”, ubicada en la zona rural hacia el
Este del Parque Industrial de esta ciudad.

Cuentan que allí, hace muchos años, en la década del cuarenta, en el Siglo XX, una familia
construyó una casa para dársela a uno de sus hijos como regalo de bodas.

Los jóvenes se casaron y, terminada la ceremonia, llegaron hasta su nuevo domicilio pero, cuentan,
no alcanzaron a abrir las valijas porque comenzaron a escuchar gemidos, golpes en el techo, puertas
que se abrían y cerraban solas. Sin pensarlo, huyeron despavoridos y nunca más volvieron a la
misma.

Según cuentan algunos, la casa está poseída por los espíritus y, desde ese entonces, permaneció
deshabitada.

Da la casualidad de que, allí cerca, se encontraron esqueletos humanos pertenecientes a los indígenas
abipones que conformaron la Reducción de San Jerónimo del Rey. La misma se inició el 1 de
octubre de 1748, gracias a la labor de los Sacerdotes Jesuitas que consiguieron que cinco tribus
aceptaran la propuesta de integrarse, trabajar juntos y ser formados en la religión católica. Su
jurisdicción abarcaba territorios que pertenecían a lo que hoy es Reconquista, y otros que estaban en
el lugar donde hoy es Avellaneda, atravesada por el Ichimaye (Río de las Calabazas), hoy Arroyo El
Rey.

Los indígenas, por temor a los blancos que estaban del otro lado de ese río, acordaron construir sus
chozas, la capilla y tener su cementerio en la margen izquierda. Ello explica el descubrimiento de
esos esqueletos humanos y la creencia popular de que los espíritus de esos indígenas están ocupando
la casa abandonada.

A través del tiempo, cuentan los propietarios, se fueron produciendo “cosas raras” como, por
ejemplo, que las fotografías tomadas en el exterior se pueden ver, pero las de adentro no, y otros
detalles que “dan la impresión de que algo raro sucede”. El año pasado, por ejemplo, entraron
ladrones a la casa pero huyeron despavoridos. Cuando fueron identificados y detenidos por la
policía, manifestaron que no alcanzaron a robar nada porque escucharon “ruidos extraños, gemidos y
otras cosas”.

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