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E D T O R A l TROTTA
C O LECCIÓN E ST RUCTURAS Y P ROCESOS
Serie A ntro po logia
Una vez más traigo aquí las idc:as de Cc:.rd Baumann para iniciar una rc:: -
flexión sobre:: otra palabra de:: moda, arma arrojadiza de papas)' obispos,
catedráticos y po líticos: «Rdativismo».
La noción de:: cultura, que también se encuc::ntra en el cimit:nto de::
c:.sa palabra, obt iene a t ravés de ella su importancia práctica. Puc::s el
concepto de cultura «Se sitúa en e:.) centro de:: ese tr iángulo de podc:.rcs»
constituido por c:.l c::stado la c:: tnicidad y la n:.ligión. Es éstc el
triángulo podert-s en d que se cifran todas las tensiones mode-
los altc:.rnativos de buena vida: el ""c:.nigma multicultural» Para quit:n
1•
tc:.nga c1 gusto de. k.c:: r esa obra de Baumann sólo me que.da decir que:: este::
libro que ahora acabo c::s consecuc::nte con su noción de:: «praxis multi-
cultura1»2; una fo rma de praxis intdet"tual que aboga por la pro moción
dd respeto a todas y cada una de las fo rmas de ac.ción social, c:.l respeto
a las fonn as de acció n de las personas c:.n su relaciones sociak s con las
demás pc:.rsonas., con d único límite que imponc:.n las normas pc:.nales
derivadas dc::J ejercicio legislativo de un estado democrático de dc:.re-
cho. A esto hay que a.i'íadir dos matices: ( 1) que ese estado, como aso-
ciación polítka,. no tit.ne por qué configurarse obligato riamc:.nte como
c:.stado nacio nal; y (2) en todo la praxis cultural estimula una
prio ridad razonable de las fo rmas de acción sobre los códigos penales,
indicando que los sc:gundos han de adaptarse todo lo razonabkmc:.nte
posible a las primeras, y no a la invc:.rsa .
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Groserías antirrelativistas
3. Brown, 2008.
4. Publica·do en El fhfs dd 21 de mayo de 2007, p. 29. la cursi\":l es mí::t.
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morales, creas que todo t.s Jícito. No vale creer q ue todo vale. Y .:.so e.s
exactamente lo que )' 0 creo. Yo creo q ue apedrear a una mujer es una
sah•ajada, y que. ta mbién es una sah•ajada dectrocutar legalmente a un
.ser humano, pe ro no creo q ue sea igualmente una salvajada obligar a
un «menor» a prestar servicios comunitarios. Desde mi óptica moral (la
mía propia), todas esas cosas son muy difert.ntt.s. Yo, Ángd, no soy un
rdativista moral.
Puesto que el relativismo moral afecta a la esfera de las creencias
morales de las {J'ersonas, poco tiene que ver cou la aut ropología o con el
concepto mismo de cultura, entendido como lo entiendo en esl.e libro.
Como st.res humanos, todos tenemos nuestras propias visiont.s morales
dd mundo, sc::amos o no antro pólogos, papas, po1ítkos o catt.drátic.os.
En nut.stro sistema político, fo rmalmt.nte constituido como una demo-
cracia, todas las personas que pasamos de cierta edad tt.nemos derecho
a votar. De ese modo ek gimos d parlamento que deseamos pa ra regu-
lar nuestra forma de vida. Todos nosotros te nemos nuc.stra idt.a de Jo
que es la buena vida, creemos que esa idea es la mejor )' sabemos que
muy probablemente o tros tt.nd rá n a su \'eZ sus propias ideas. Todas las
papdetas dec.to rales \'t.rtidas en esa urna tient.n exactamente d mismo
valor, y nadie nos invita a poner t.n ellas nuestra pro fesión o nuestro
.:.status. Se supone que todas las personas que \'Otamos, Jos agricultores,
los antro pólogo-s y los cate.d ráticos de é tica, somos personas co mpletas
cuanto a nuc$tra formación moral y polítka. Nada hay m la antro-
pología socia] y cultural (como en ninguna otra profesión o dt.dic.ación)
que conduzca a .s-er un relativista moral. Michael Carrithers lo dice así:
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La vida social concreta de:: las pasonas se debate entre dos c:.xtrc::mos
utópicos, es <kdr, dos extremos que en la práctica nunca existen en
estado puro: la utopía del anthropos, que nos cualific-a universalmtn·
te como miembros de la misma especie, la idc:.a de una humanidad
univc::rsal e igualitaria; y la utopía del ellmos, que nos cualifica local·
mente como mitmbros de grupos sociales diferc:.ntes, la idea de un sc:.r
humano que .sólo se rc::aliza en la e.spc::cificidad estrictamente loc.al de
su grupo social ti. La imagc::n utópica del authropos puc::dc:: lle\•arnos a
ignorar la dh•c:.rsidad empírica c:: ntrt las difc::rentes formas de vida; la
imagc:.n utópica del etlmos puc:.dc:: llt\•arnos a ignorar que todos los gm·
pos humanos., en su diversidad local, c::stán capacitados para la comuni·
c.ación con los dc:.más grupos humanos. Ambas imágenes .son utópicas
porque:: nunc:a ha existido, c:.n concreto, una pasona -.univasal..,, es
decir, alguitn completamente al margc:: n de sus concretas expc:: riencias
de socialización c:: n gmpos concretos; )' nunca ha existido, en ninguna
parte, un gru po humano con fonnas de vida tan propias que pudkran
cualificarlo c.o mo completamc::ntt diferc::ntt de todos los demás grupos
humanos.
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sionales. No hacc::mos para llc::var la razón, sino para que otros nos la
quiten. Nuestra tradición histórica, que es también, en c1 más amplio
.s-entido de la palabra, una tradición colonial, nos mue\'t a conquistar al
otro, a convc::ncnlo vc::nc.iéndolo (o st..a, sin contar con t i).
Ha)' aquí dos actitudc::s muy difnentes acerca del papd transfor 4
mador de las cic::ncias sociales. La que::, dt.sdc:: cualquier forma de:: funda 4
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El concreto ant-ropológico
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Si <:-s q u.e los antropólogos han de enfocar hacia 'o tTO lugar' (d iferente de
b cultura como reificación, co mo pretexto fu ndamentaliscaJ, ya saben
d ónde c:-sci ese otro lugar: en las rdacionc:s .sociales 2• .
A but.n seguro, ese otro lugar gt.ncra rá t.n nosotros más preguntas
que respuestas. Pt.ro las poc.as respuestas que ge nt.re st.rán , sin duda,
muy \'aliosas ..
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