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CAPÍTULO XVIII
SUMARIO: 1. Perfil del mexicano extraído de los dichos y refranes de la sabiduría popular. 2.
Significación y sentido de dichos, dicharachos y refranes mexicanos. 3. Sabiduría popular de
los dichos y refranes en México. 4. La honda sensatez del refranero mexicnao. 5. Altiveces y
jactancias en dichos y dicharachos de México. 6. La mujer mexicana en dichos y dicharachos.
7. Observaciones populares y consejos prácticos del refranero popular. 8. Balandronadas,
menosprecios y advertencias en el refranero mexicano. 9. Virilidad e ingenio en dichos y
dicharachos en México. 10. Posturas éticas y observaciones psicológicas en el refranero
popular. 11. Agudezas e ironías de nuestro pueblo. 12. Amor y sexo en el refranero mexicano.
13. Sentido del rídiculo y afirmaciones arrogantes en el refranero popular. 14. Dichos,
dicharachos y refranes como medios cognoscitivos y pautas de acción en la vida del mexicano.
Con los vecinos hay que ser prudentes. Es preciso no meterse en la vida
de los demás, ni permitir que otros intervengan en nuestras vidas. Por eso reza
un dicho:
Los padres evitan las malas compañías a sus hijos, porque saben que el
mal ejemplo de los perversos puede mudar el natural de las personas buenas.
De ahí que el ranchero le diga a su vástago:
Es muy fácil caer en un pecado o en un vicio, pero qué difícil resulta pagar
las consecuencias del pecado, en lo individual y en lo social y qué duro resulta,
para el vicioso, enmendar hábitos:
“Castigo de Dios”.
Las galas humanas –un bello sarape de Saltillo, por ejemplo- perecen y
van a dar al bazar, esto es al cementerio de baratijas que iguala prendas como
los panteones igualan a ricos y pobres, a ignorantes y sabios.
“Lo que con los padres hagas, con los hijos lo pagas”.
“Llamarada de petate”.
“Más malo que una mentada en ayunas” (la ira que produce una mentada
de madre cuando el estómago está vacío, causa un intenso malestar físico).
Un pueblo pobre, como suele ser el nuestro, tiene que tener sus
prelaciones:
Hay un grito altanero y retador del macho mexicano que es proferido con
una inocultable soberbia y con una fanfarronería ilimitada:
O bien:
Hay un grito que a la menor provocación sale de los labios del típico
macho:
“Ni modo”.
Para los llorones que andan contando sus cuitas a quienes nada pueden
hacer para remediarlas, se les aconseja:
Hay cosas que cuestan mucho trabajo realizarlas, no son nada fáciles y
no se pueden hacer tan aprisa como parece. Para que dejen de molestarlo, el
mexicano exclama:
Hay cierta altivez en quien se burla de leyes y situaciones que rigen las
relaciones humanas, cuando exclama:
La sumisa mujer del pueblo que piensa que su marido la golpea porque
tiene derecho a ello, se opone al intruso que intenta defenderla de una salvaje
golpiza que le propina su esposo:
“Mandar a la fregada”.