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07/03/2019
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casos son reconocidas mediante acto expreso de la autoridad y no hay duda de su naturaleza
eclesiástica, tanto por el fin como por el acto de la autoridad.
La revisión significa que la autoridad, sin introducir innovaciones ni modificaciones, se limita a
examinarlos y a visarlos mediante su visto bueno por no apreciar en su contenido contradicción con
las normas canónicas y, concretamente, que se observan los límites asociativos que establece el C.
223, es decir: el bien común de la Iglesia, los derechos ajenos y los deberes de los fieles que se asocian
respecto de otros, de forma que la aprobación requiere mayor exigencia en el examen y valoración de
los estatutos, pues, además de no estar en contradicción con la legislación canónica, se debe tener en
cuenta su aspecto positivo, la regulación completa y armónica de la asociación en orden a los fines y
medios de que dispone, así como su adaptación al mandato que recibe de la Jerarquía, cuando se trata
de asociación pública.
Estas asociaciones privadas no personificadas están reconocidas por la Iglesia y su régimen jurídico
se establece por el C. 310: “La asociación privada no constituida en persona jurídica no puede, en
cuanto tal, ser sujeto de obligaciones y derechos; pero los fieles que son miembros de ella pueden
contraer obligaciones conjuntamente y adquirir y poseer bienes como condueños y coposesores; y
pueden ejercer estos derechos y obligaciones mediante un mandatario o procurador”.
Son sujetos sin personalidad, pero constituyen una unidad social y jurídica en cuanto que hay un
grupo de personas que se integran para la realización de determinadas actividades ordenados a fines
concretos especificados en los estatuto, vinculándose los miembros mediante el pacto asociativo y
limitándose la intervención de la autoridad eclesiástica a ejercer sobre ella su vigilancia en los
términos establecidos por el C. 305 y 323, cánones que habrán de interpretarse en términos que no
padezca la autonomía que a estas asociaciones reconoce el C. 321: “Consociationes privatas
Christifideles secundum statutorum praescripta dirigunt et moderantur”.
Las asociaciones privadas designan libremente al presidente y a los restantes cargos de gobierno,
según lo dispongan sus estatutos; si desean tener un sacerdote como consejero espiritual de la
asociación pueden elegirlo libremente entre los sacerdotes que ejercen legítimamente su ministerio
en la diócesis, pero el nombramiento debe ser confirmado por el Ordinario del lugar (cfr. C. 324).
En aplicación al C. 1277 §2 administran libremente sus bienes conforme a sus estatutos, sin eliminar
la función de general de vigilancia de la autoridad (C. 305), que se concreta en asegurar que los bienes
se empleen para los fines de la asociación (cfr. C. 325 §1).
El C. 326 §1 dispone que las asociaciones privadas tengan o no personalidad jurídica se extinguen
conforme a lo dispuesto en sus estatutos y pueden también ser suprimidas por la autoridad, si su
actividad produce grave daño a la doctrina o a la disciplina eclesiástica, o es causa de escandalo para
los fieles. El destino de los bienes en el caso de su extinción debe estar determinado necesariamente
en los estatutos (cfr. 326 §2).
Bibliografía:
CENALMOR D., MIRAS J., El Derecho de la Iglesia curso básico de Derecho Canónico, EUNSA,
Pamplona 2010. (para las citas el este manual sea cogido la palabra Vide—ver que remisión los capítulos)
Código de Derecho Canónico, edición anotada, EUNSA, 2018.