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¿PERDIENDO EL CONTROL?
La soberanía en la era de la globalización
%
1.
El estado y la nueva geografía del poder
2 Véase Tilly (1990). Sobre las ciudades-estado italianas y la Liga Hanseática del norte
de Europa, véase el análisis de Spruyt (1994).
3 Mattingly (1988), p. 244; Véase también Kratochwill (1986).
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¿Perdiendo el control?
4 Existen muchos trabajos sobre este tema. Véanse, por ejemplo, los de Bonacich etal.
(1994), Morales (1994) y Ward (1990).
El estado y la nueva geografía del poder 27
5 Véase Centro de las Naciones Unidas para las Corporaciones Transnacionales 1993 y
1995. El centro fue una entidad autónoma hasta que en 1994 pasó a formar parte de la
Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD).
6 Desarrollé estos temas en Sassen (1991). Este proceso de integración corporativa no debe
ser confundido con la integración vertical, tal como se define convencionalmente. Véase
también Gereffi y Korzeniewicz (1994) acerca de las cadenas de fabricación de productos
básicos, y Porter (1990) acerca de los sucesivos valores añadidos, dos construcciones que
ilustran la diferencia entre la integración corporativa a escala mundial y la integración
vertical tal como se defínen convencionalmente.
7 Para una relación más detalladas de estas cifras y sus fuentes, véase Sassen (1994).
8 Véase, por ejemplo, Harrison (1994).
El estado y la nueva geografía del poder 27
9 Véanse Sassen (1991 y 1994), Knox y Taylor (1995), Brotchie et al. (1995) y Lé Débat
(1994).
10 Es importante desligar analíticamente el hecho de las funciones estratégicas de la
economía global, o de la dinámica global, del conjunto de la economía corporativa
30 _ ¿Perdiendo el control?
de un país. Los complejos de economía tradicional, poseen una dinámica de valorización que
tiende a estar mucho más articulada con las funciones de la economía pública del estado, cuyo
ejemplo por antonomasia es la fabricación fordiana. Sin embargo, los mercados globales
financieros y de servicios punta, operan parcialmente bajo un paraguas reglamentador centrado
en el mercado. Esto plantea cuestiones de control, especialmente en vista de la inadecuada
capacidad actual para regular o controlar las transacciones en el ciberespacio. El control global y
las funciones de dirección se realizan, parcialmente, dentro de estructuras corporativas
nacionales, pero también constituyen un diferenciado subsector corporativo, que puede ser
concebido como parte de una red que conecta las ciudades globales de todo el mundo. En este
sentido, las ciudades globales son distintas de las antiguas capitales de los imperios de antaño,
en tanto que son función de redes transfronterizas, más que, simplemente, la más poderosa
ciudad de un imperio. Tal como yo lo concibo, no existe una única entidad global superponible a
una determinada capital de un imperio; la categoría «ciudad global» sólo tiene sentido como un
componente de la red global de lugares estratégicos. Véase Sassen (1991). Para determinados
tipos de investigación, esta distinción puede no ser importante, pero sí lo es para comprender la
economía global.
19. Estos datos proceden del Bank for International Settlements, el llamado «banco central de
los banqueros».
El estado y la nueva geografía del poder 45
21. Hay, por supuesto, otros mecanismos para resolver los litigios comerciales. El
sistema en su conjunto incluye arbitrajes controlados por los tribunales, arbitrajes pa-
ralelos a los de los tribunales y varios mecanismos jurídicos, y parajurídicos, tales
como la mediación. La siguiente descripción del arbitraje comercial internacional está
tomada de Dezalauy y Garth (1995). Para estos autores, el arbitraje comercial inter-
nacional signiñca algo distinto hoy en día a lo que signiñcaba veinte años atrás. Cada
vez más formal, se asemeja paulatinamente al estilo de litigación estadounidense, de-
bido a su creciente éxito e institucionalización. En la actualidad, los contratos comer-
ciales internacionales para la venta de mercancías, asociación provisional (a veces
permanente) para negocios prometedores pero arriesgados, proyectos de construcción,
distribuciones, etc., son los más proclives a necesitar el arbitraje, en el caso de litigios
que procedan de los acuerdos contractuales. La principal razón que se aduce, para esta
opción, es que el arbitraje evita a ambas partes verse obligadas a someterse a los
tribunales de una de ellas. También es importante la discreción del proceso. Tales
arbitrajes pueden ser institucionales, ciñéndose a las leyes de instituciones tales como
la Cámara Internacional de Comercio de París, la Asociación de Arbitraje Americana,
el Tribunal de Arbitraje Comercial Internacional de Londres, y muchas otras; o pueden
ser ad hoc, a menudo ciñéndose a las reglas de la Comisión de Derecho Mercantil
Internacional de las Naciones Unidas (la UNCITRAL). Los integrantes del tribunal de
arbitraje (por lo general tres particulares elegidos por las partes) actúan como jueces
privados, que conceden audiencias y dictan resoluciones. Hay pocas bases para apelar
a los tribunales, y la decisión final de estos jueces es más fácilmente aplicable entre los
países signatarios que la de un tribunal convencional (bajo los términos de la
convención de Nueva York, ampliamente adoptada en 1958).
22. Dezalay y Garth (1995); Aksen (1990). A pesar de esta proliferación, existe una
especie de comunidad de arbitraje internacional, un club sui generis, con relativamente
pocas instituciones importantes y limitado número de miembros en cada país, que son
los actores clave, tanto en el plano de la asesoría jurídica como del arbitrraje. Pero el
enorme crecimiento del arbitraje en los últimos diez años ha conducido a una intensa
competencia en el sector, hasta el punto de convertirse en un gran negocio jurídico
(Salacuse, 1991). Delazay y Garth comprobaron que las sociedades multinacionales de
abogados agudizan más la competencia entre ellas porque tienen la capacidad de
negociar entre las instituciones, normativas, leyes y arbitrios. Las grandes sociedades
de abogados del Reino Unido y de Estados Unidos han utilizado su poder en el mundo
del comercio internacional para imponer su concepto del arbitraje y en
con
34 instituciones
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■ más o menos poderosos que compiten
¿Perdiendoa la vez que se
el control?
13
complementan.
En este sentido, se trata de un sistema jurídico nada unitario, acaso
organizado, como señalan Dezalay y Garth, alrededor de una grandiosa lex
mercatoria que quizá entrevieron algunos pioneros idealistas del derecho.14
Otro sistema regulador privado está representado por las agencias de garantía
de solvencia y clasificación crediticia, que vienen desempeñando un papel cada
vez más importante en la economía global. Dos agencias dominan este mercado y
gestionan tres billones de dólares cada una: Moody’s Investors Service y
Standard and Poor’s Rating Group.15 Hace diez años Moody’s y Standard and
Poor no tenían analistas fuera de Estados Unidos. En 1993 ambas tenían unos
cien en Europa, Japón y Australia. En su estudio de los procesos de clasificación
crediticia, Sinclair comprobó que su eficacia se debe a su información sobre
fondos de inversión suscritos por gobiernos y empresas.16 A este respecto
pueden ser consideradas como una fuerza
significativa en el funcionamiento y expansión de la economía global.17 Y, al igual
que ocurre con el derecho mercantil, las agencias de Estados Unidos han extendido
su influencia en el extranjero; una influencia que, hasta cierto punto, puede ser
considerada una función impulsora de la ortodoxia financiera estadounidense,
Americanización
21 Véase Shapiro (1993). Se han producido algunos fenómenos comunes específicos, y muchos otros
paralelos, en el campo jurídico en todo el mundo. De ahí que, como efecto concomitante de la
globalización de los mercados y de la organización de las corporaciones transnacionales, se haya
producido un desplazamiento hacia un derecho mercantil y contractual relativamente uniforme a nivel
global. Esto puede considerarse como un sistema legislador privado en el que, dos o más partes, crean una
serie de leyes para regir sus futuras relaciones. Tal sistema de legislación privada puede existir
transnacionalmente, incluso cuando no existe un tribunal, transnacional o soberano, que resuelva los
litigios y garantice la aplicación de sus dictámenes. El caso del arbitraje comercial internacional
comentado anteriormente ilustra bien este aspecto. Véase también Shapiro (1979).
El estado y la nueva geografía del poder 27
22 Chamy 1991; Trachtman (1993). Es importante señalar otras dos categorías que, en
parte, pueden solaparse con la internacionalización, por lo menos analíticamente: el
multilateralismo y lo que Ruggie (1993) ha llamado instituciones multiperspecti- vistas.
23 Véase Sinclair (1994).
38 ¿Perdiendo el control?
34. Para un comentario del concepto de globalización cultural, véanse King (1991) y
Robertson (1991), sobre todo el concepto de Robertson del mundo como un lugar
único, lo que llama «la condición humana global». Me inclino a decir que la globali-
zación es también un proceso que produce diferenciación, pero de un carácter muy
distinto al que se asocia con nociones diferenciadoras como carácter nacional, cultura
nacional y sociedad nacional. Por ejemplo, el actual mundo corporativo tiene una
geografía global, pero no se ubica en todas partes del mundo. En realidad, tiene unos
espacios sumamente definidos y estructurados; está también cada vez más claramente
diferenciado de los segmentos no corporativos en las economías de ubicación es-
pecífica (tales como la ciudad de Nueva York) o de los países en los que opera.
35. Según Shapiro (1993), las estructuras políticas y jurídicas que producen y sostie-
nen son mucho más nacionales, y mucho menos internacionales, que el comercio y la
política como tales (p. 63). Afirma que el ordenamiento jurídico estadounidense puede
verse obligado a adaptarse a los cambios globales en los mercados y en la política, mu-
cho más a menudo que a los cambios jurídicos globales. Sostiene también que, básicar
mente, los ordenamientos jurídicos nacionales y la jurisprudencia seguirán siendo
autogeneradores, aunque teniendo en cuenta las necesidades globales que se perciban.
Tal como yo lo entiendo, es este último punto el que puede estar emergiendo como un
factor creciente, en la modelación de las formas jurídicas y del ejercicio del derecho.
36. El ejemplo más conocido de esto es probablemente la política de austeridad im-
puesta a muchos países en vías de desarrollo. Tales políticas tienden también a la par-
ticipación de los estados en impulsar los objetivos de la globalización, porque tienen
que ser gestionados a través de gobiernos nacionales y aplicados como políticas na-
cionales. Aquí queda más claro que en otros casos que lo global no es simplemente lo
no nacional, que los procesos globales se materializan en instituciones y territorios
nacionales. A este respecto, debe hacerse una distinción —además de concretarla em-
pírica y teóricamente— entre el derecho internacional (ya sea público o privado), que
siempre se aplica a través de gobiernos nacionales, y estas políticas que son parte del
esfuerzo para impulsar la globalización.
37. Dezalay (1992). Véase también Carrez (1991) y Sinclair 1994.
general, el dominio estadounidense en la economía global en las últimas
décadas ha significado que la globalización del derecho a través de la
legislación corporativa privada ha adoptado la forma de la ame-
ricanización del derecho mercantil.24 Determinadas prácticas legales
estadounidenses están siendo difundidas por todo el mundo —por
24 Shapiro (1993).
El estado y la nueva geografía del poder 45
32 Véanse, por ejemplo, Kalberg (1993), Seligman (1993), Tumer (1990) y Giddens (1985).
33 Otto Hintze desarrolla estas ideas en su estudio de los orígenes de la ciudadanía en el
feudalismo, especialmente las nociones de inmunidad que emergieron en este período. Véase
Gilbert (1975).
34 Franck (1992) examina cómo la democracia representativa se ha convertido en condición
indispensable para legitimar a los gobiernos.
ciudadanía y la sociedad
Sobre la ciudadanía económica civil han sido ampliamente consagradas en51las
culturas políticas de Asia, Africa y América Latina.
Dos lógicas enmarcan mi exposición. Una se basa en que, en tanto que
institución crucial para el gobierno y la responsabilidad en los estados-
nación, la ciudadanía puede desempeñar también un papel en la dirección de
la economía global. Y no lo hace sólo para propiciar el orden en las altas
esferas, sino para garantizar cierta medida de responsabilidad a través de los
procesos electorales y judiciales, que son una de las funciones de la
ciudadanía en el estado nacional. No está en absoluto claro qué formas
puede adoptar esta responsabilidad y ante qué instancias debería responder.
El segundo fundamento lógico que enmarca el análisis en este capítulo
es que la historia de la ciudadanía moderna revela la importancia de las
condiciones subyacentes para conformarla.35 Puesto que la economía global
ha creado nuevas condiciones, puede impulsar otra fase en la evolución de la
institución de la ciudadanía.36
10. Véanse, por ejemplo, Holston (1996) y Basch, Schiller y Szanton-Blanc (1994).
11. La ciudadanía económica no es parte de lo que convencionalmente se entiende por
historia y teoría de la ciudadanía, sino que cabe decir que no existe teoría propiamente dicha
sobre la ciudadanía, sólo apologías e historia de la institución.
12. Véase Marshall (1977 y 1981). El trabajo de Marshall sobre la ciudadanía aborda la
tensión entre democracia política y la condición de desigualdad de clases. Considera que el
estado del bienestar contribuye a reducir la tensión. Este trabajo ha generado muchos otros de
distintos autores a quienes sería imposible hacer justicia aquí sin olvidos.
41 Véase, por ejemplo, Collins et al. (1993). Véase Newman (1988) sobre la desigualdad.
Sobre la ciudadanía económica
¿Perdiendo el control?
42 Woodall (1995), b.
Sobre la ciudadanía económica . 57
%
ses industrializados ricos ascendían a sólo 640.000 millones a principios de
los noventa. En 1983 las transacciones en divisas fueron diez veces superiores
al comercio mundial en 1983. Sólo diez años después, en 1992, eran sesenta
veces superiores.43 Y el comercio mundial no estaba en recesión.
Cuando en los años ochenta se integró el mercado de bonos se produjo
una explosión en el comercio transfronterizo de bonos. Por ejemplo, las
compras y ventas internacionales de bonos del Tesoro de Estados Unidos —la
deuda pública estadounidense— pasó de los 30.000 millones de dólares a
principios de los ochenta a 500.000 millones a principios de los noventa.
«Los mercados de acciones ordinarias, de sociedades de responsabilidad
limitada que conllevan derecho a dividendo, han tardado mucho más en
globalizarse», algo que, en parte, se explica «por las diferentes prácticas
contables internacionales» y por las restricciones para incorporar a los fondos
de pensiones acciones de empresas extranjeras.44
Aunque no existen datos completos del flujo transfronterizo de
capitales (incluyendo el flujo transfronterizo de divisas) el total de varios
mercados ronda los 75 billones de dólares. ¿Puede crecer aún más? Sí
puede crecer. Según un estudio de 1994, publicado por el McKinsey
Global Institute, estamos sólo a mitad de camino de un proceso de cin-
cuenta años, que culminará con la plena integración de estos mercados. Y
se calcula que los mercados financieros crecerán aún más con relación al
volumen de la economía real. Según estimaciones, el total de activos
financieros, negociados en los mercados globales de capitales, pasó de 5
billones de dólares en 1980 a 35 billones en 1992; dos veces el PIB de los
países de la OCDE que, por entonces, agrupaba a los veintitrés países
industrializados más ricos del mundo. Se espera que este valor irá
aumentando en los próximos años a medida que se vayan
desreglamentando unos 13 billones de dólares en instrumentos no
negociables en la Unión Europea y otros 10 billones en Japón.45
46 Por ejemplo, los datos muestran que los países con mayor nivel de ahorro cuentan con
una elevada inversión nacional. En otras palabras, que la mayor parte del ahorro se invierte en la
economía nacional. Sólo un 10 por 100 de los valores de las quinientas carteras más importantes
del mundo atraen a los inversores hacia el papel extranjero) (véase Woodall, 1995, p. 8). Según
algunos, un mercado de capitales más integrado haría que aumentase significativamente este
nivel y, por lo tanto, agudizaría la vulnerabilidad y la dependencia de los estados respecto de los
mercados de capitales. Hay que señalar que extrapolar el potencial de crecimiento desde el
actual 10 por 100 puede ser un tanto aventurado, porque tales proyecciones pueden no reflejar la
amplia gama de factores que frenan a los directores a utilizar la opción de las inversiones
transffonterizas. Las inversiones trasfronterizas pueden seguir perfectamente infrautilizadas con
independencia del verdadero potencial del sistema.
Sobre la ciudadanía económica .- - 59
nes, cuando dominan las finanzas «el desarrollo del país se convierte
en un subproducto de las actividades de un casino».47
El mercado internacional de capitales en ese período anterior era
grande y dinámico, sumamente internacionalizado, y respaldado por un
dosis saludable de Pax Britannica para mantener el orden... un cierto
orden. El alcance de la intemacionalización puede verse en el hecho de
que, por ejemplo, en 1920, Moody’s clasificó los bonos emitidos por unos
cincuenta gobiernos, para obtener dinero en los mercados de capitales
estadounidenses. La Depresión acarreó un declive radical de esta
intemacionalización, y hasta hace muy poco no volvió Moody’s a
clasificar los bonos de tantos gobiernos. Ciertamente, hasta los años
ochenta no volvieron los mercados internacionales financieros a
reemerger como un factor clave, hasta el punto de que en 1985 sólo
quince estados recurrían a los mercados estadounidenses de capitales.48
Existen importantes diferencias entre el mercado global de capitales
actual y el de la época del patrón oro, antes de la primera guerra mundial.
Las nuevas tecnologías de la información implican transmisión
instantánea, interactividad y velocidad para los mercados financieros. Los
volúmenes brutos han aumentado enormemente, aunque los flujos
relativos entre países no hayan crecido. La velocidad de las transacciones
ha conllevado sus propias consecuencias: las operaciones en divisas y
valores son instantáneas, gracias a las enormes redes informáticas. Y el
alto grado de interactividad, en combinación con la instantaneidad de la
transmisión, señala el potencial para un crecimiento exponencial.
47 En la Europa medieval hubo un mercado financiero internacional, por supuesto. Para algunos
autores, se trata sólo de dos fases de una larga historia. Véase, por ejemplo, la noción de Braudel
(1982) de las expansiones ñnancieras como fases ñnales de grandes impulsos del capitalismo, el
análisis de Arrighi (1994) de los períodos geno- vés y holandés del dominio ñnanciero
internacional como parte de su explicación del mercado global de capitales actual. Estos autores
rechazan la noción de que existiese un nuevo estadio de capitalismo en forma de capital
ñnanciero a ñnales del siglo xix (véase Hilferding, 1981). Y tampoco creen que existiese «una
red cosmopolita de altas ñnanzas ... tan característica del último tercio del siglo xix y del primero
del xx, como opina Polanyi. Sus similitudes con la red cosmopolita que había regulado el sistema
monetario europeo tres siglos antes, durante la Era de los Genoveses son muy sorprendentes»
(Arrighi, 1994, p. 167).
48 Sobre este punto, véase la exposición que hace Susan Strange de la actual situación en Casino
Capitalismo (1986); véase también Sassen (1991), i.* parte.
_ ¿Perdiendo el control?
49 Ibid., p. 5. Además, muchas de las evidencias y de los trabajos en el que esta y la si-
guiente sección están basados pueden encontrarse en Sassen (1991) y siguientes.
50 Woodall (1995), p. 11.
51 En la actualidad sabemos también que la específica estructura organizativa de las
asociaciones de préstamo y ahorro hicieron posible niveles extraordinariamente altos de
fraude, y que éste fue un factor de primer orden que contribuyó a su crisis financiera.
También sabemos por los historiadores del tema que las posibilidades de fraude venían
siendo elevadas desde hacía mucho tiempo en este tipo de organizaciones.
pagando ahora a través de la reducción del gasto social).
Sobre la ciudadanía económica 63
Entre 1945 y 1974 la deuda neta del sector público como parte del
PIB en los países de la OCDE se redujo regularmente, hasta llegar a un 15
por 100 en 1973.52 Desde 1974 ha venido elevándose hasta llegar en la
actualidad al 40 por 100. Bajo el sistema de Bretton Woods, los cambios
fijos y el flujo de capital restringido hicieron que la deuda nacional
tuviese que financiarse con las reservas oficiales. Esto imposibilitó a los
gobiernos mantener déficits elevados (como tampoco podíamos
mantenerlos los ciudadanos de a pie antes de las tarjetas de crédito,
aunque incluso con ellas, nuestro margen de libertad
y
es más corto, y las consecuencias desagradables más directas que las
que cualquier gobierno haya de afrontar). El mercado global de capi-
tales ha permitido a los estados arrastrar un mayor endeudamiento y, a
algunos estados, arrastrarlo durante más tiempo. Esto se debe a las
enormes innovaciones que han transformado la deuda en varias for-
mas de instrumentos negociables (es decir, rentables). Todo dinero
se ha hecho atractivo para los especuladores. El hecho de que se
trate de dinero «negativo» (deuda) o de dinero positivo es en la
actualidad un tanto secundario. Este es uno de los mayores logros
de las innovaciones de los años ochenta.
Como quiera que los mercados financieros han creado medios de
aprovechar el endeudamiento irresponsable, no someten a disciplina a los
estados, en el momento y lugar en que estaría justificado hacer
lo. Pero, a la postre, y a menudo súbitamente, los mercados castigan a los
estados por su excesivo endeudamiento, obligándolos a aplicar recortes.
Entretanto, ampliarán las oportunidades para obtener beneficios lo más posible,
por más graves que puedan ser los daños subyacentes para la economía
nacional. Los inversores colocaron dinero en México pese a que su déficit
corriente estaba creciendo muy rápido, llegando a un enorme 8 por 100 del PIB
en 1994. A pesar de que tanto en Estados Unidos como en México se reconocía
que el peso necesitaba una gradual devaluación, no se hizo nada. La consecuencia
fue una repentina y fuerte devaluación, que hizo que cundiese el pánico entre los
inversores, provocó su fuga y sumió a la economía en el desorden (aunque la
nacionalidad de los inversores es algo relativamente secundario, un informe del
FMI aseguró que los mexicanos fueron los primeros en dejar que el peso se
desplomase). Una acción gradual pudo, probablemente, haber mitigado el revés.
A finales de 1994, muchos analistas y agentes de Wall Street seguían urgiendo a
invertir en México y, hasta febrero de 1995, no empezaron los inversores
extranjeros a huir en desbandada. Todo empezó con una excesiva afluencia de
capitales y concluyó con un excesiva salida.
Lo ocurrido entraña una vieja lección: tarde o temprano, se acaba pagando
el precio. En este país, muchos años después del frenesí de endeudamiento
iniciado por Reagan, el estado ha de rebuscar bajo las piedras para encontrar el
medio de pagar. El Congreso, siguiendo la pauta establecida por muchos otros
países, ha optado por recortes desproporcionados en el gasto social. Estados
Unidos pasó de ser el
64 ----------------------------- _— -------------------------------------- ¿Perdiendo el control?
i r
Sobre la ciudadanía económica .- - 67
parques, etc. El dólar se ha devaluado un 60 por 100 con respecto al yen y
al marco alemán desde mediados de los años ochenta. Y esto puede
considerarse una consecuencia de la política económica de Estados
Unidos, por lo que a la deuda pública se refiere.
¿Nos conviene que el mercado global de capitales imponga esta
disciplina a nuestros estados? ¿Y que lo haga a todo trance —a costa del
empleo, de los salarios, de la seguridad y de la sanidad— y sin debate
público? Si bien es cierto que el comportamiento de estos mercados es el
resultado de múltiples decisiones de múltiples inversores, lo que les otorga
un cierto halo democrático, todos los «votantes» tienen que poseer capital,
y lo más habitual es que los pequeños inversores operen a través de
inversores institucionales, tales como los fondos de pensiones, bancos y
fondos con cobertura. Esto deja inerme a la mayoría de los ciudadanos del
país.
El mercado global de capitales es un mecanismo para valorar el
capital y colocarlo del modo más rentable. La búsqueda de las oportu-
nidades más rentables y la creciente velocidad de todo tipo de transac-
ciones, incluyendo la recogida de beneficios, contribuyen potencialmente a
enormes distorsiones en los flujos de capitales. Ciertamente, el
funcionamiento de los mercados responde a cierta lógica, pero no
conducirá forzosamente a unas deseables mayores inversiones en lo social
y en lo económico. La cuestión aquí no es tanto que los mercados globales
hayan emergido como un poderoso mecanismo, a través del cual quienes
tienen capital puedan influir en la política del gobierno, porque en muchos
aspectos se trata de un fenómeno muy antiguo.54 La cuestión radica en que
el comportamiento de estos mercados hace necesarios determinados
objetivos de política económica. Dadas las características de los sistemas a
través de los que operan —velocidad, simultaneidad e interactividad—
pueden producir resultados o rendimientos mucho mayores que la suma de
las partes. Y puede hacer recaer este peso en cualquier país integrado en
los mercados financieros; y cada vez hay más.
¿Un nuevo ámbito de legitimidad?
55 Véanse algunos de los trabajos de David Kennedy; por ejemplo, Kennedy (1988 y 1995).
56 Véanse Panitch (1996) y Mittelman (1996); y la bibliografía de Sassen.
57 Véase Duncan Kennedy (1993), sobre todo el argumento de que, en el caso de Estados
Unidos, estas reglas básicas facultan para normas permisibles que refuerzan el poder de los
patronos sobre los obreros o permiten una innecesaria concentración de riqueza en nombre
de la protección del derecho de propiedad.
_ ¿Perdiendo el control?
59 Por ejemplo, el argumento sobre los intereses privados aporta un sólido y consistente
razonamiento a muchas de las disputas, sobre reformas de acuerdos, que tuvieron lugar
durante la ronda de Uruguay. Véase Abbott (1992).
Organización
70 Mundial de Comercio convertirse ¿Perdiendo
en instituciones
el control? más
«públicas» con más y más importantes funciones «públicas»?
La segunda categoría de fuerzas equilibradoras la nutren las instancias
e intereses que, dentro de cada estado, se oponen al auge de los mercados
globales financieros. Sin duda, el papel internacional del estado, en el campo
de la economía global, ha significado en gran medida desregulación,
fortalecimiento de los mercados y aumento de las privatizaciones. Pero ¿ha de
ser forzosadamente así? ¿No podrían los estados proponerse unas prioridades
económicas internacionales más amplias, que abordasen cuestiones de
equidad, y mecanismos para exigir responsabilidad a los agentes económicos
globales más importantes?
La cooperación internacional y los acuerdos multinacionales están
en auge. La participación de los estados nacionales en el ámbito
medioambiental global ha conducido con frecuencia a firmar acuerdos
multilaterales para adoptar medidas de protección del medio ambiente.
Desde 1972, se han firmado unos cien tratados y acuerdos importantes,
aunque no todos siguen en vigor. Quizá no sean eficaces, pero sirven para
crear un marco que legitima tanto el fomento internacional del bien
común como el papel de los estados nacionales en este objetivo.60
Señala Alfred Aman que al estado le interesa representar un papel
cada vez más activo a nivel global.61 A más largo plazo, es más
4
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3.
La inmigración pone a prueba al nuevo orden
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74 ¿Perdiendo el control?
75 ¿Perdiendo el control?
refugiados que se calcula que existen, sólo el 30 por 100 están en los
países desarrollados ricos; la mitad de ellos proceden de la ex Yugoslavia
y viven en su mayoría en los países vecinos. Así pues, las cifras globales
no son muy altas con relación a la población del mundo más desarrollado.
Podría dedicar todo un capítulo a comentar si unas fronteras abiertas
elevarían significativamente estas cifras. Por el momento, diré
simplemente que las migraciones internacionales a gran escala se
inscriben en complejas redes económicas, sociales y étnicas. Sumamente
condicionadas y estructuradas, no constituyen en absoluto ámbito de libre
circulación. Así pues, la realidad niega la catastro- fista imagen popular
de una masiva invasión de los pobres. La inmigración es más un problema
de gestión que una crisis.
Mi análisis se centra en gran medida en la inmigración en los países
receptores más desarrollados.63 Utilizo el concepto de política de
inmigración para referirme a una amplia gama de políticas nacionales
distintas. Observemos también que, a menudo, resulta difícil distinguir
entre inmigrantes y refugiados, pero existen distintos estatutos para los
refugiados en todos estos países, así como también un estatuto
internacional, algo que difícilmente podemos decir de la inmigración.
nía del estado queda bien establecida constitucional mente por las leyes
internacionales. La convención de La Haya de 1930 afirmaba el derecho del
estado a conceder la ciudadanía; la convención sobre los refugiados de 1952,
que afirmaba que el derecho a abandonar un país es un derecho universal,
guardó silencio sobre el derecho de entrada a otro país (supongo que fue mejor
callarse que contradecirse). El estatuto de ios refugiados, y su derecho a no ser
devueltos a sus países por la fuerza, está consagrado en el derecho
internacional, pero no existe un derecho paralelo de asilo, sino que este
derecho queda a discreción del país receptor.65 Varias convenciones, y
declaraciones sobre derechos humanos, instan a los estados a conceder asilo
por razones humanitarias, pero todas reconocen la absoluta discrecionalidad de
los estados. Algunos, sobre todo Alemania, otorgan a quienes gozan
formalmente del estatuto de refugiado un derecho de asilo, aunque tales
disposiciones se hallan en la actualidad en revisión en Alemania. Más
recientemente, los diversos acuerdos para la formación de la Unión Europea
afirman de continuo el derecho del estado a decidir quiénes pueden o no
pueden entrar en su territorio. Esto representa un marcado contraste con las
afirmaciones del GATT, del TLC y de la Unión Europea acerca de la
necesidad de levantar los controles del estado sobre las fronteras, por lo que se
refiere al flujo de capitales, información y servicios, así como los controles
estatales sobre los mercados financieros internos. Mientras que el actual
derecho internacional impone importantes limitaciones al ejercicio del poder
soberano para controlar la entrada en el país,66 en conjunto hay poco de-
sacuerdo en cuanto a la autoridad del estado en esta materia.67
Sobre la cuestión del individuo como objeto de la aplicación de la ley,
dos diferentes lógicas operativas se están haciendo evidentes. La imbricada en
la política de inmigración, sobre todo en los países
65 Debo señalar que el derecho de entrada forma parte de la convención sobre los problemas
de los refugiados en África, celebrada en 1969 y adoptada por la Organización de Estados
Africanos.
66 Plender (1988), pp. 159-191.
67 Por ejemplo, los estatutos de derechos humanos más importantes incluyen restricciones de
procedimiento a las expulsiones legales. Los acuerdos unilaterales y regionales respecto de la
migración laboral tienden a incluir disposiciones a través de las que los estados miembros
renuncian a parte de su control sobre la entrada y salida de extranjeros. Véanse Plender (1988)
y Goodwin-Gill (1988).
La inmigración pone a prueba al nuevo orden 79
68 Véanse, por ejemplo, Hollifield (1992), Baubock (1994) y los trabajos de Sassen.
80 — ¿Perdiendo el control?
69 Los intentos para conciliar estas convenciones sobre derechos humanos universales y los
ordenamientos jurídicos nacionales adoptan formas muy diferentes. En Estados Unidos, un ejemplo lo
brinda el movimiento de amparo de los años ochenta, que trataba de fijar zonas protegidas, sobre todo
las iglesias, para los refugiados de América Central; batallas judiciales, como las libradas en tomo al
estatuto de los salvadoreños, terminaron con la concesión del derecho de estancia indefinida, aunque
formalmente calificadas de ilegales; y la lucha por los derechos de los haitianos en régimen de
detención, tras una oleada de pateras. Está claro en estos casos que, a pesar de la falta de un aparato de
obligatoriedad del cumplimiento de la ley, los derechos humanos limitan la discrecionalidad de los
estados respecto a cómo deben tratar a los no ciudadanos en su territorio. También merece la pena
señalar en este aspecto que el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados es la
única instancia de las Naciones Unidas con autoridad para interceder a nivel mundial en nombre de
aquellos que se encuentran en peligro.
La inmigración pone a prueba al nuevo orden 81
70 Si bien estos fenómenos son bien conocidos en Estados Unidos y en Europa, no existe una
conciencia muy generalizada respecto de que formas incipientes emergen también en japón (véase
Sassen, 1991, cap. 9; Shank, 1994). Por ejemplo, en el Japón actual un fuerte grupo de defensores
de los derechos humanos trabaja en nombre de los inmigrantes; y sindicatos oficiosos tratan de
organizar a los obreros inmigrantes indocumentados; y organizaciones que trabajan en nombre
de los inmigrantes reciben financiación de particulares y de instituciones gubernamentales de los
países de origen (por ejemplo, el embajador de Tailandia en Japón anunció en octubre de 1995
que su gobierno concedería un total de 2,5 millones de bahts (unos cien mil dólares) como ayuda a
cinco grupos cívicos que ayudan a los inmigrantes tailandeses, sobre todo a los indocumentados.
Véase Japan Times, 18 de octubre de 1995; véase también Sassen, 1993). ./«í '■&
71 Además, el crecimiento de la inmigración, los flujos de refugiados, la etnicidad y el
regionalismo desafían a la aceptada noción de ciudadanía en los estados contemporáneos y, por lo
tanto, a la responsabilidad de las estructuras formales. Mi investigación sobre la circulación
internacional de capitales y mano de obra me indujo a revisar el significado de conceptos tales
como economía nacional y fuerza de trabajo nacional, bajo condiciones de creciente
intemacionalización del capital, tanto en los países desarrollados como en los países en vías de
desarrollo, y el auge de la presencia de obreros inmigrantes en los países industriales más
importantes. Además, el auge de la etnicidad en Estados Unidos y Europa entre una móvil mano
de obra plantea cuestiones acerca del contenido del concepto de ciudadanía basado en la nación.
La identidad nacional que, por su propia naturaleza, va allá donde va el sujeto, propicia preo-
cupaciones acerca de los lazos con otros países, o regiones del interior del propio estado, y el
resurgimiento del regionalismo étnico crea barreras a la incorporación política de los nuevos
82 ¿Perdiendo el control?
nes generales por lo que se refiere a las limitaciones del estado en la elaboración
de la política de inmigración. Tras su creación, en 1914, el Ministerio de Trabajo
asumió la responsabilidad de la política de inmigración. En junio de 1933, el
presidente Roosevelt combinó estas funciones con las del departamento de
Inmigración y Naturalización en el seno del mismo ministerio. El estallido de la
segunda guerra mundial provocó un desplazamiento de la responsabilidad
administrativa para la política de inmigración: en 1940 Roosevelt recomendó
que se transfiriese al Ministerio de Justicia, debido a la supuesta ame naza política
que representaban los inmigrantes de países enemigos. La intención era que
esta transferencia sólo estuviese en vigor durante la guerra. Pero, desde finales
de los años cuarenta hasta finales de los cincuenta, subsistió una gran
preocupación acerca de cómo la política de inmigración podía ser utilizada
para conseguir objetivos de política exterior. El departamento de Inmigración
y Naturalización no volvió nunca a depender del Ministerio de Trabajo. Esto
significó que, en el Congreso, la inmigración pasara a ser competencia de co-
misiones tradicionalmente reservadas a abogados, como las comisiones de
Justicia del Senado y de la Cámara de los Diputados. Se ha dicho que a esto
se debe que la ley de inmigración sea tan complicada (y, añadiría yo, tan
centrada en los legalismos sobre la entrada de extranjeros y tan desentendida
de cuestiones más amplias).
En la actualidad, la jurisdicción en cuestiones de inmigración en el
Congreso de Estados Unidos, sigue recayendo en la comisión de Justicia, no
en la de Asuntos Exteriores, como podía haber sido el caso. Los propósitos
del Congreso están a menudo reñidos con las prioridades de Asuntos
Exteriores del ejecutivo, en un continuo tira y afloja." Como quiera que la
política de inmigración de Estados Unidos es ampliamente debatida y forjada
en el Congreso, está sujeta a numerosísimos intereses locales, sobre todo de
los grupos de presión étnicos; y todos sabemos lo sensibles que son los
congresistas y las congresistas a la demografía de sus distritos. Esto ha hecho
que el proceso sea muy público, a diferencia de otros procesos de elabora-
ción de la política.73
73 Diversas fuerzas sociales modelan el papel del estado según la cuestión de que se trate. En
la crisis bancaria de principios de los ochenta, por ejemplo, los protagonistas fueron pocos y
bien coordinados; el estado renunció básicamente a la capacidad organizativa en favor de los
bancos, del Fondo Monetario Internacional y de algunos otros agentes. Todo se realizó de una
manera muy circunscrita; tanto, que el gobierno apenas representó ningún papel en la crisis.
Esto contrasta fuertemente con las deliberaciones acerca de la aprobación de la ley de Reforma
del Control de la Inmigración, de 1986, que provocó una agria polémica nacional. También en
el debate sobre liberalización comercial, intervienen a menudo múltiples agentes, y el ejecutivo
puede o no renunciar a sus facultades en favor del Congreso.
¿Perdiendo el control?
74 Aman (1995) ha señalado que, aunque los argumentos políticos y constitucionales para
devolver el poder federal a los estados no son nuevos, la reciente exhumación de la Décima
Enmienda, como una orientación popular y políticamente viable representa uno de los cambios
políticos más importantes, en las relaciones entre el gobierno federal y los estados, desde los
tiempos del New Deai.
La inmigración pone a prueba ai nuevo orden
78 Sassen (1999).
88 ¿Perdiendo el control?
intemacionalización económica.
Un hecho poco conocido es que durante el siglo xix, al igual que hoy,
ciertas formas de reclutamiento organizado por los patronos o gobiernos a
menudo estimulaban los flujos inmigratorios. Pero, a la postre, la mayoría
de los flujos migratorios se hacen independientes del reclutamiento
organizado. Aunque el reclutamiento organizado, y con él la consagración
de determinados países como exportadores de mano de obra, es
radicalmente diferente de las migraciones propiciadas por antiguos lazos
coloniales, también existen similitudes.
Las migraciones masivas del siglo xix formaban parte de un sistema
económico transatlántico, que ligaba a varias naciones a través de las
transacciones económicas y de las guerras. Estas migraciones masivas
fueron sumamente importantes para el desarrollo de Estados Unidos. Los
masivos flujos de capital, mercancías, trabajadores y estructuras específicas
produjeron el sistema económico americano. Anteriores movimientos de
mano de obra a través del Atlántico se habían formado, sobre todo, a través
de la esclavitud y, mayoritaria-
*
mente, proveniente de los territorios colonizados de Africa y Asia. De
manera similar, las migraciones con destino a Inglaterra, en la década de
1950, se originaron en lo que fueron territorios británicos. Finalmente, las
migraciones con destino a Europa occidental, en los años sesenta y setenta,
fueron iniciadas mediante el reclutamiento (en un contexto de predominio
de unas regiones europeas sobre otras) en el Mediterráneo y en algunos
países de Europa oriental. Es dudoso que exista ningún país, receptor de
grandes contingentes de traba- jores extranjeros, que no haya propiciado ese
flujo en mayor o menor medida.
El rebrote de la emigración masiva a Estados Unidos en los años
sesenta, tras un lapso de cincuenta años, coincidió con un período de
expansión de la actividad económica y militar de Estados Unidos en Asia y
en la cuenca del Caribe. Estados Unidos está en el corazón de un sistema
internacional de inversión y producción que conecta estas diversas regiones.
En los años sesenta y setenta, representó un papel crucial en el desarrollo
de un sistema económico mundial. Estados Unidos aprobó leyes tendentes
a abrir las economías estadounidense y de otros países al flujo de
capitales, mercancías, servicios e infor-
mación. En mi opinión, este protagonismo militar, político y económico
contribuyó a las circunstancias que impulsaron a los pueblos a emigrar,
tanto a nivel local como internacional, y a la formación de vínculos con
La inmigración pone a prueba al nuevo orden 90
79 Para una relación más detallada, véanse Sassen (1993) y Shank (1994).
80 Véase Sassen (1993).
94 ¿Perdiendo el control?
contribuye a hacer que la economía japonesa sea cada vez más porosa,
sobre todo en Tokio, Yokohama y Osaka, donde se concentra la
mayoría de los trabajadores inmigrantes, incluyendo a los indocu-
mentados.
Los análisis de la política de inmigración, suelen tratar el flujo de mano
de obra como el resultado de decisiones individuales, sobre todo por lo que
se refiere a la decisión individual de emigrar en busca de mejores
oportunidades. Tal criterio hace recaer toda la responsabilidad de la inmigración
sobre los inmigrantes. Los comentaristas que hablan de «riadas» o «invasiones»
de inmigrantes tratan al país receptor como sujeto pasivo: la inmigración es
desvinculada de los actos pasados o presentes de los países receptores, y la política
de inmigración se presenta como más o menos benevolente hacia los inmigrantes.
Brilla por su ausencia toda advertencia de que las actividades internacionales de los
estados o empresas de los países receptores de emigrantes hayan podido contribuir
a la formación de vínculos económicos con los países de emigración, vínculos que
pueden propiciar tanto el movimiento de personas como de capitales.
Similares procesos migratorios se están formando en la actualidad en las
economías más avanzadas, en la intersección de la intema- cionalización económica
con los mercados laborales. Localizar el origen de los flujos inmigratorios y su
continuación en esta intersección, pone de manifiesto importantes paralelos en las
economías avanzadas, cuya historia y cultura difiere significativamente. Los
paralelos resultan de su influencia económica transnacional y de la reestructuración,
evidente en todas las economías avanzadas, en los años ochenta. Las diferencias
emanan de la especificidad de la cultura y la historia de cada país.
Por esta razón, nos interesaaquí más el caso de la Unión Europea, porque
representa una fase avanzada de forroaiización y porque los estados europeos
están descubriendo las dificultades, cuando no la imposibilidad, de
mantener dos estatutos tan distintos. La Comunidad Europea y los gobiernos
de los estados miembros porfiaron para com- patibilizar la yuxtaposición de
los estatutos divergentes para los flujos de inmigración, por un lado, y los
demás tipos de flujos, por otro. El análisis, elaboración y aplicación de la
política, que tenían por objeto formar una Unión Europea, evidenciaban
que la política de inmigración debe adaptarse a los hechos de rápida
internacionalización económica. Los demás sistemas importantes de
integración regional distan mucho de afrontar esta contradicción en la
elaboración de sus marcos de política formal, y puede que nunca tengan
que afrontarla, aunque incluso éstos pueden verse obligados a conciliar los
antagónicos requisitos de las economías sin fronteras y de los controles
fronterizos para impedir la entrada de emigrantes. El TLC es uno de estos
ejemplos, al igual que, de un modo más difuso, diversas iniciativas para
una mayor integración económica en el hemisferio occidental. Existen
también sistemas regionales constituidos, en parte, como zonas de
influencia de las potencias económicas o geopolíticas más importantes,
tales como el viejo predominio de Estados Unidos en la cuenca del
Caribe. La casi transnacional integración económica que caracteriza a
estos sistemas genera sus propias contradicciones entre la tendencia a los
espacios económicos sin fronteras y el control fronterizo para impedir la
entrada de emigrantes y refugiados.
Existen ámbitos estratégicos en los que se advierte con claridad que
la existencia de dos estatutos diferentes para la circulación de capital y para
la circulación de inmigrantes plantea problemas que no pueden ser
solucionados a través de las antiguas reglas del juego, allá donde los hechos
de la transnacionalización pesan en las decisiones del estado con respecto a
la inmigración. Un ejemplo lo tenemos en la necesidad de crear sistemas
especiales para reglamentar la circulación de los trabajadores del sector
servicios, tanto dentro del GATT como del TLC, como parte de una ulterior
internacionalización del comercio y de la inversión en el sector servicios.
Gran parte de lo que llamamos comercio internacional, e inversión en el
sector servicios, implica en realidad a trabajadores especializados en el
sector servicios, que encarnan el servicio y la necesidad de cruzar las
fronteras para prestarlo.
De ahí que haya que adoptar medidas para su circulación internacio-
nal. Estos sistemas de circulación de mano de obra han sido desvincu-
lados de toda noción de inmigración, aunque impliquen una versión
La inmigración pone a prueba ai nuevo orden
83 Sasscn (1993).
98 ¿Perdiendo el control?
humanos invocan también el fuerte apoyo de políticos de primer orden, como los presiden-
tes Cárter (Estados Unidos), Arias (Costa Rica) y Alfonsín (Argentina), así como la
creciente integración de los medios de comunicación en todo el planeta, que facilitan
informar de manera instantánea de las violaciones de los derechos humanos. Cada vez más,
sobre la base de los
los individuos y los agentes no estatales interpelan a los gobiernos
códigos internacionales o instrumentos regionales de derechos humanos, y estos
instrumentos son parcialmente independientes de los propios estados, aunque se
basen en acuerdos interestatales. Esta creciente autoridad de la legislación
sobre derechos humanos es particularmente evidente en Europa. Hasta los años
ochenta tal legislación no empezó a ejercer una influencia significativa en
Estados Unidos, donde aún no tiene el mismo peso que en Europa.
La convención europea de derechos humanos ha adquirido con-
siderable importancia. Al igual que otros instrumentos de derechos
humanos, invoca derechos de las «personas» más que de los ciudadanos, y
declara que el disfrute de los derechos y libertades que contiene no
depende, entre otros criterios, del origen nacional. Sin embargo, la
convención no prohíbe distinciones entre ciudadanos y extranjeros. Las
disposiciones de la convención y los dictámenes del Tribunal de Derechos
Humanos autorizan a los individuos y a los agentes no estatales a
interpelar. Tales casos aumentaron rápidamente en los años setenta y
ochenta.86 Varios estados han incorporado muchas de las disposiciones de
la convención a su derecho interno, entre ellos, Alemania, Países Bajos,
Francia, España, Suiza y Turquía. En estos casos, las decisiones del
tribunal tienen un efecto directo en la magistratura interna, que se
convierte en órgano clave para la aplicación de las disposiciones de los
derechos humanos. Este patrón se ha amplia-
87 Por ejemplo, la declaración universal fue citada en 76 juicios federales entre 1948 y 1994;
más del 90 por 100 de estos juicios tuvieron lugar después de 1980 y, de éstos, el 49 por 100
se referían a cuestiones de inmigración, un porcentaje que asciende al 54 por 100 si
incluimos casos relativos a refugiados (Jacobson, 1996, p. 97). Jacobson señaló también que
la expresión «derechos humanos» fue citada en 19 casos federales antes del siglo xx; en 34,
de 1900 a 1944; en 191 de 1945 a 1969; en 803 en los años setenta; y en más de 2.000 en los
ochenta. Calcula que tales referencias han debido de hacerse en más de 4.000 casos a tíñales
de los noventa.
88 Véase, por ejemplo, Hassan (1983).
102 ¿Perdiendo el control?
1995 499.773
1996 538.984
1997 609.813
1998 719.647
1999 801.329
895.720+ 137.454= 1.033.174*
2000
FUENTE: Anuario Estadístico de Extranjería del año 2000 (Ministerio del Interior).
* Solicitudes concedidas a 21 de diciembre de 2000.
acogerse al régimen comunitario. Estos son los dos grandes regímenes en los
que se clasifica a la población extranjera que vive legalmente en España. Así
pues, casi la mitad de los extranjeros que viven aquí son «europeos de título»
y una proporción ligeramente superior son nacionales de fuera de la Unión
Europea. Pero esa descripción también está sesgada y requiere una breve
aclaración en dos sentidos. La primera precisión tiene una naturaleza técnica
y se resume en el principio de que se pueda confiar en la estadística. Pues
bien, el registro de extranjeros con permiso de residencia no incluye, como ya
se ha dicho, a los inmigrantes que fueron regularizados en el 2000. Esa
estadística va por otra vía administrativa de modo y manera que en realidad, y
contando con los regularizados a finales de 2000, casi un 60 por 100 de los
extranjeros que residen legalmente en España no estará dentro del régimen
comunitario. Habrá lectores a los que esa proporción les parezca falta de
equilibrio e inusualmente elevada. Para los que así piensen les diré que esa
era exactamente la proporción que existía a finales de 1991 cuando el
gobierno del PSOE impulsó las primeras «líneas básicas para una política de
extranjería» y con ellas otra gran regularización. De modo que, en realidad, lo
que ha hecho esta última operación de sacar a la luz a los indocumentados es
devolvemos a la distribución entre inmigrantes comunitarios y no
comunitarios que se registraba nueve años atrás. Estamos donde estábamos en
cuanto al peso de las dos clases de extranjería, sólo que han
transcurrido diez años y el volumen de inmigrantes se ha multiplicado por
tres.
La segunda corrección tiene un carácter más conceptual y se refiere al
equívoco que provoca la identificación de comunitario con oriundo o
nacional de alguno de los países que componen la Unión Europea. El
principio de cautela se impone dado lo confusas que resultan al día de hoy
casi todas las etiquetas. Porque «comunitario» no equivale a Unión Europea
y «general» no es igual a «tercermundis- ta». Lo cierto es que un extranjero
acogido al régimen comunitario no es en todos los casos una persona que
ha nacido o que ostenta la nacionalidad de uno de los países que
actualmente componen la Unión Europea. En la mayoría de los casos
coincide el régimen jurídico con el país de nacimiento o de ciudadanía,
pero no siempre sucede así y lo que es aún más importante, se dan
diferencias muy apreciables según el «país tercero» del que se trate. Aquí
van algunos ejemplos para dejar las cosas claras.
En los datos del Anuario Estadístico de Extranjería correspondiente al
año 2000 hay doscientos mil marroquíes que se reparten del siguiente modo: el
7 por 100 del total están acogidos al régimen comunitario mientras-que la
inmensa mayoría que suman 185.000 se ubican en el general. Por el contrario,
de los 19.000 cubanos que residen legalmente en España 12.000 viven en
Epílogo 111
calidad de comunitarios y el resto (36 por 100) se hallan dentro del régimen
general. Por seguir con el contraste entre los dos continentes que suministran el
grueso de la inmigración no europea hacia España diremos que un tercio de los
dominicanos y la mitad de los argentinos también gozan de este estatuto de
privilegio que se llama Régimen Comunitario frente al 11 por 100 de los
argelinos o al 3 por 100 de los senegaleses. En estos datos no se incluyen a los
regularizados de 2000 que, a buen seguro, irán en detrimento del peso de los
«comunitarios de terceros países». Pero tampoco está escrito que el inmigrante
involucrado en el régimen general sea necesariamente una persona sin estudios,
pobre y de poco fiar. La conclusión que cabe extraer de estos ejemplos es que
no conviene confundir la nacionalidad del extranjero con el estatuto jurídico que
le ampara como residente legal en España.
Unas líneas más arriba se ha deslizado la expresión «estatuto de privilegio»
cuando se señalaba al régimen comunitario y ahora toca dar una prueba de ello.
Los residentes comunitarios, por ejemplo, no
tienen que solicitar un permiso de trabajo
para ejercer su actividad laboral, mientras
que los adscritos al régimen general se ven en la obligación de obtenerlo para trabajar
sin vulnerar la legalidad. Esta obligación es la causa del «Guadiana laboral» de los
trabajadores extranjeros. Entran en la irregularidad laboral y salen de ella con
harta frecuencia. Como se intuye por los casos mencionados, son más los
iberoamericanos (34 por 100) adscritos al régimen comunitario que los norteafricanos
(7,5 por 100) incluidos en él. Con las dos regiones continentales ha existido una
intensa vinculación histórica de los españoles, así que juzgue el lector y espero
que de aquí en adelante I podamos estar de acuerdo en lo siguiente: en la
interpretación de la inmigración hay que huir de las explicaciones fáciles y de
las impresiones. Ni aquello que a primera vista parece ni lo que está demasiado
lejos en el tiempo constituye una base suficiente para dar cuenta de la
apariencia o la esencia de la inmigración.
Pero ya se ha explicado antes que el volumen no lo es todo, ritmo de
crecimiento anual del stock de la población extranjera en los últimos
cuatro años del siglo xx se ha intensificado y como promedio rebasa el 14
por 100. La tendencia que hoy se observa apunta a un crecimiento mayor
de los residentes extranjeros dentro del régimen general. Eso es al menos
lo que ha acontecido durante el último lustro. Donde el ritmo de aumento
de los residentes comunitarios siempre ha sido inferior al alza de los
permisos concedidos a los extranjeros menos afortunados. De tal suerte
que si en 1997 el 45 por 100 de los permisos de residencia pertenecían al
régimen general, en 1999 ya son el 48 por 100 y en el 2000 casi el 60 por
100 si añadimos a los recién regularizados. La enseñanza que cabe extraer
es que el ímpetu migratorio de los extranjeros no comunitarios está
superando los obstáculos legales y los controles políticos que hasta la
fecha se interponen en su camino. Pero de estos registros no se desprende
que las políticas que limitan la inmigración no hayan tenido ningún efecto
a la hora de frenar o retrasar esa instalación y, desde luego, existen abun-
dantes pruebas de que dichas políticas han incrementado los costes
humanos y económicos de ese proceso de establecimiento.
El dato más espectacular referido a ese ímpetu migratorio ha sido el de este
último año en el que el crecimiento de la población extranjera se ha debido
a los permisos en régimen general. La cifra de comunitarios ha
permanecido prácticamente estanca y sólo se han suma-
Epílogo '»UTO ^
do 1.500 nuevos residentes (el porcentaje de crecimiento ha sido del 0,4 por
100), mientras que el número de residentes no comunitarios ha aumentado en
93.000 con una variación al alza del 24 por 100. Llamo la atención sobre el
hecho de que la crecida en el 2000 respecto del año anterior se explica
únicamente por «la vía normal» y que no recoge el impacto de la regularización.
La regularización ha propiciado la aparición estadística de los extranjeros no
comunitarios que han sido legalizados en ese año, lo que no quiere decir que no
llevaran aquí en España algún tiempo. Así pues, el porcentaje de incremento en
el 2000 supera el 60 por 100, pero en la realidad ha de suavizarse y debe ser
repartido a lo largo del último cuatrienio del siglo xx. De eso, de los irregulares
que llevan años y más años viviendo aquí en España a caballo entre la legalidad
y la clandestinidad hablaremos en seguida. Pero, en todo caso, la evolución
seguida por la corriente migratoria en I los últimos tiempos presagia para España
un futuro de inmigración inmerso en la mundialización, una población extranjera
más diversa en cuanto a sus orígenes y más plural en lo que se refiere a su
composición demográfica y social. Quien albergue reticencias respecto de que los
capitales, las inversiones y los comercios vuelen de un país a otro condicionando
políticas y gobiernos para lo bueno y lo peor, harán bien en meditar por un instante
en cuál es su posición respecto de la migración internacional sea para entrar
(inmigración) o con el fin de establecerse y, en su caso, de abandonar el territorio
(emigración). Estamos hablando de cuál es la posición de cada quién respecto de la
regulación o control de los flujos migratorios.
119
1
“* ¿Perdiendo el control?
los últimos quince años. Con esta evidencia por delante se puede augurar un fracaso a las
políticas que pretendan asfixiar a corto plazo o torcer en lo inmediato y de modo súbito el
flujo migratorio marroquí. Más bien lo que el análisis aconseja es abrir corredores de ida
y vuelta entre las dos orillas. Un tránsito basado en el proyecto migratorio de los
candidatos, en la información veraz entre los gobiernos y en las específicas condiciones
reinantes en cada tiem-
po y lugar. De lodos modos, la conclusión más general que cabe sacar de aquí, y
de la cual Saskia también se hace eco, es aquella según la cual las migraciones
no son eternas, sino perecederas. Los flujos llevan inscritos, por así decirlo, su
fecha de caducidad.
En los ochenta los flujos iberoamericanos procedían más bien de los países
que integraban el Cono Sur y muy particularmente se encamaban en los emigrantes
que venían desde la Argentina y Chile. Las dictaduras que sofocaron la respiración
de tantos demócratas en aquellos países se plasmaron en una emigración que
buscaba el reconocimiento profesional y la libertad política. Durante la primera mi-
tad de los noventa la hegemonía la tuvieron las corrientes peruanas y dominicanas
impulsadas sobre todo por la violencia social, y en los últimos cuatro años del siglo
xx hemos presenciado la eclosión de las migraciones ecuatorianas y colombianas
azuzadas por violentas crisis políticas y por el deterioro económico y, sobre todo,
monetario. El lector hará bien en reparar que la inmigración latinoamericana se es-
cribe en femenino. Esta realidad nos lleva a afirmar que se trata de un flujo con un
proyecto migratorio independiente; es decir, que la inmigración de mujeres
latinoamericanas se expresa con voz propia y
no sigue a la del varón. Mujeres y hombres emigran desde Ecuador, Colombia y
116 ¿Perdiendo el control?
viene en un primer momento acompañado por la familia, sino que tarda algún
tiempo en producirse el reagrupamiento y, cuando se inicia, generalmente se
lleva a cabo por partes, hasta que con el tiempo se completa del todo. Parece
claro que desde nuestra política migratoria no se ha propiciado un flujo
migratorio con el objetivo de poblar o, más precisamente, de suavizar el declive
demográfico del país, y por este camino es difícil evaluar cuál será su impacto
demográfico final.
El otro cabo vital para calibrar el impacto que alcanza la inmi-
gración en la pirámide demográfica de un país es la edad de los ex-
tranjeros. Dividiendo la estructura de la población extranjera en los
tres grandes tramos que convencionalmente dan cuenta de la pobla-
ción joven, activa y jubilada nos encontramos con la confirmación de
las hipótesis anteriores. Pues apenas el 11 por 100 de los residentes
está por debajo de los quince años, mientras que casi el 8 por 100 ha
rebasado los sesenta y cinco. Pocos niños menores de cinco años (el
4 por 100) y una rotunda mayoría de personas en edad activa sobre
todo entre los veinticinco y los cuarenta y cuatro años. En definitiva,
una inmigración en edad eminentemente laboral que rejuvenece a la
población activa, pero que tiene un efecto menor sobre los demás
estratos de la población. Eso sí, la mayoría de los niños son de origen
africano y no latinoamericano como pudiera pensarse. Es tan escasa
la chiquillería iberoamericana que incluso se ve superada en número
por los infantes de origen europeo o asiático. Constituye un aviso de
interés para los que deciden la política migratoria y ven en ella un
medio para la «revitalización española de nuestra maltrecha
fecundidad».
Y esa sorpresa en lo que a la presencia de niños se refiere pro-
bablemente guarda relación con la mayor antigüedad de la inmigra-
ción marroquí, pero también con sus planes de instalación definitiva.
Les propongo una breve parada para pensar en ello. La inmigración
latinoamericana, la más cercana lingüísticamente y la más alejada en
lo espacial, declara de una forma vehemente su deseo de retomo en
el corto plazo. Según varios indicios, tiene en su mayoría, y al menos
al principio de su experiencia migratoria, unos planes temporales de
instalación en España. Por el contrario, la inmigración marroquí, que es
la que está más cerca de su casa y más distante en el ideario y en las
creencias, manifiesta en su inicio una intención más permanente a la hora
de quedarse a vivir en España. ¿Cómo se puede explicar esta diferencia?
Entra dentro de lo razonable el pensar que la proximidad geográfica tiene
el efecto de atenuar el extrañamiento y las ansias de volver al país puesto
118 ¿Perdiendo el control?
que el poder hacerlo está mucho más a mano. Mientras que la visita o el
regreso definitivo se ve más costoso y difícil en el caso de los
inmigrantes latinoamericanos. La visita frecuente al país de origen o al
menos una vez al año supone un alivio para la rigidez del proyecto
migratorio. El ir de vez en cuando «flexibiliza», si se me permite la
expresión, los planes para el retorno definitivo y sofoca la angustia que
genera la distancia y los costes de volver sin haber cubierto todos los
objetivos de éxito que sobrecargan la migración. La mayor frecuencia
de los viajes de los inmigrantes marroquíes avala hasta cierto punto
esta interpretación. Pido disculpas por haber llegado tan lejos con tan
escaso soporte empírico y animo a seguir la pista o a desvelar el error.
En lo que no hay sorpresas es en la posición dominante que tienen
los europeos entre la inmigración de personas mayores. Ocho de cada
diez extranjeros con más de sesenta y cinco años procede de la Europa
más envejecida. Esto nos lleva a la consideración según la cual la
población extranjera afincada en España también se solaza y no sólo
trabaja. Estamos hablando de esas 70.000 personas mayores de sesenta y
cinco años que con toda probabilidad ya se han retirado de la actividad
laboral y que viven permanentemente o durante largas temporadas en las
costas peninsulares o insulares más cálidas. Suponen alrededor de un 7,5
por 100 del conjunto de ios residentes extranjeros y en su mayoría proceden
de la Europa comunitaria y de Suiza o los Estados Unidos de Norteamérica.
Es de rigor el señalar que la población más añosa ha disminuido en el 2000
en comparación con el año anterior. La rebaja no ha sido escasa y resulta
extraña esta evolución a la baja más allá de consideraciones fatales. Porque
según indicios serios el número de jubilados que están residiendo en España
es mucho mayor, quizá el doble, tal y como nos muestran los datos
consulares de los respectivos países. Además, el registro de extranjeros
español omite a aquellos que gozan de la doble nacionalidad.
Para enlazar con las tesis de Saskia Sassen diré que el flujo de
Epílogo 119
£
información sobre el mercado inmobiliario de carácter internacional
incentiva este tipo de inmigración hacia España. Son muchas las ex-
posiciones organizadas por promotores y constructores de viviendas en los
principales países europeos desde donde los jubilados emigran a España. Es
considerable el flujo de inversiones en bienes inmuebles (200.000 millones de
pesetas entre 1993-1996) que esta inmigración genera. De la irregularidad
administrativa en la que vive esa población se habla más bien poco y de su
impacto económico, social y político (votó el 15 por 100 de los
empadronados en las últimas elecciones municipales) en los ayuntamientos
donde se asienta tampoco se dice mucho. Los ayuntamientos más afectados
se esfuerzan para conseguir que se empadronen y colaboren con el pago de
los impuestos al sostenimiento de las arcas municipales. Se trata de vencer
las reticencias que existen entre estos inmigrantes de la globalización a
censarse como residentes en el plano local. Bancos, bufetes de abogados y
un buen número de negocios y actividades comerciales se movilizan en
tomo de esta inmigración. Florecen los negocios y las empresas productivas
regidas por extranjeros de su misma nacionalidad. A juzgar por los
estudios que se llevan a cabo sobre este tipo de inmigrantes, el contraste de
las iniciativas que ciertos municipios españoles ponen en práctica para
atender a sus necesidades con independencia de su situación legal en
comparación con la atención que se dispensa a los residentes legales de
países terceros no puede ser más expresivo del desigual rasero con el que se
trata a la inmigración.
aquí por dar las cifras de la Seguridad Social a 31 de diciembre de 2000. El fin,
como ya se ha dicho, es el de ofrecer un panorama completo y actual de la
inmigración.
A finales de ese año los trabajadores extranjeros afiliados en alta laboral
ascienden a 455.000 y de ellos 140.000 proceden de la Unión Europea. De modo que
la relación entre los residentes extranjeros en edad activa (16-64 años), que suman
contando con los regularizados 860.000, y los extranjeros que están en una situación
de alta laboral es apenas un 53 por 100. Una proporción muy discreta si se piensa en
una inmigración tan joven y reciente y en donde, como acabamos de ver, la
instalación familiar está aún en sus inicios. Cabría esperar una incorporación más
abultada al mercado de trabajo. Si nuestras presunciones están en lo cierto, este
cálculo revela una clara subestimación de la extranjería que trabaja. Por decirlo de
otro modo, esa escasa proporción de trabajadores apunta de lleno hacia los
inmigrantes que laboran sin estar dados de alta en la Seguridad Social. Para decirlo
de una vez, en los datos que siguen se ve la extraordinaria importancia de la
inmigración que trabaja en situación irregular. Pero antes de ocupamos de los
indocumentados veamos algunas características del lugar productivo que ocupan en
España los trabajadores extranjeros.
Demos algunos detalles sobre las características sociodemográ- ficas y sobre
las actividades de estos trabajadores venidos de fuera. Tres de cada diez trabajadores
extranjeros proceden de algún país de la Unión Europea. Y otros tantos proceden del
continente africano. El 22 por 100 vienen de América Latina y otro 8 por 100 son
asiáticos. El 6 por 100 de los trabajadores provienen de países europeos que aún no
están integrados en la Unión Europea. En resumen, un 60 por 100 de los trabajadores
extranjeros que están dados de alta en la Seguridad Social en diciembre de 2000 no
proceden del continente europeo, mientras que cuatro de cada diez vienen de algún
país europeo. Es una información que deben guardar en la memoria todas aquellas
personas que ven la concurrencia laboral personificada en los trabajadores de
terceros países y desestiman el impacto laboral de aquellos que proceden del entorno
europeo. También los europeos comunitarios trabajan en España, aunque sean
mayoría los trabajadores no comunitarios. Si miramos el reparto por sexo de los
trabajadores extranjeros, se ve que son más los hombres (casi dos tercios) que las
mujeres y, únicamente, entre la inmigración latinoamericana el peso de las mujeres
trabajadoras supera al de los hombres.
La distribución por sectores y ramas de actividad resulta muy favorable hacia
los servicios (65 por 100) y se da un equilibrio entre el sector primario y la
construcción (13 por 100 en cada actividad). La industria apenas capta al 9 por 100
de la mano de obra extranjera. Pero esta distribución oculta un reparto desigual entre
los comunitarios y los trabajadores extracomunitarios. Estos últimos se concentran en
Epílogo 121
les empuja el hambre, sino que los atrae el salario suficiente. No a todos, pero
sí a la mayoría. Se les llama (quedamente eso es cierto) desde aquí. No se organizan
masivos reclutamientos en los países de origen con apoyo gubernamental. Lo que se
hace es poner delante de los ojos de sus familiares y amigos las agudas y crecientes
diferencias entre lo que allí se gana en un empleo mediano y lo que aquí se ingresa en
los peores trabajos. En suma, no acaban viniendo los descalzos, sino los trabajadores
insatisfechos con su situación y con expectativas de movilidad social y profesional,
con lo que el conflicto aquí está servido. Tratarán de promocionarse saliendo de esas
reservas laborales, pero se encontrarán con las dificultades inscritas en los mercados
de trabajo segmentados. Con una normativa que les traba profesionalmente y con el
recelo de los trabajadores nativos menos cualificados que ellos.
Pero estamos seguros de que la panorámica trazada hasta aquí va a cambiar en
el próximo año, sin que podamos precisar por el momento en qué medida lo hará.
Pues estamos en medio de una regulariza- ción interminable o, por mejor decir, de
las consecuencias perversas de una regularización mal resuelta. Nos referimos a la
regularización de 2000 en la que se presentaron alrededor de 250.000 solicitudes de
inmigrantes no comunitarios y de las que sólo se concedieron el 61 por 100 en
primera instancia. Con estos datos la revuelta de los rechazados y la repesca de la
regularización eran noticia anunciada. Ayudados por las circunstancias más trágicas,
que son las que suelen acompañar a la clandestinidad de los inmigrantes, un grupo de
ecuatorianos encontraba la muerte «sin papeles» cuando a lo que acudía era a la vieja
explotación laboral. La falta de sentido común en la respuesta del gobierno provocó
marchas, concentraciones y encierros de los indocumentados que habían visto su
solicitud denegada y que han sido objeto de agravios comparativos. En una segunda
y tercera revisión es de esperar que la proporción de solicitudes aprobadas supere el
80 por 100 del total. Y no es difícil pronosticar que esos añadidos alterarán el
volumen de la inmigración en régimen general según el reparto por nacionalidad.
Esos cambios irán en benefìcio de las comunidades con un mayor número de
solicitudes presentadas y en un principio rechazadas. Pero’lo que no va a variar, sino
que únicamente se va a intensificar, será la relativa dependencia de ciertas ramas de
actividad de la mano de obra extranjera.
Epílogo _ 123
Los lectores atentos al fenómeno migratorio saben que se han acreditado tres sistemas
migratorios en el ancho mundo. Yan Moulier Bou- tang y D. Papademetriou lo
expusieron con todo detalle en una conferencia organizada por la OCDE
precisamente en Madrid en el año de 1992. De un modo resumido, estas eran sus
principales características. El primero es el de migración de poblamiento y es el
que predomina en los Estados Unidos y, dicho sea de paso, es el que se busca para
asentar la población en algunos pueblos abandonados de Aragón. La tarea principal
en ese modelo, es la selección de la inmigración en la entrada mediante cuotas y
preferencia familiar. La integración está prevista desde el inicio y el fin es una
naturalización rápida. La política de mano de obra aparece en un lugar secundario y
se deriva de la intención principal. Al segundo, se le conoce como sistema de
instalación duradera y es el que prevalece en Francia y el que aquí se ha
practicado en Cataluña con los inmigrantes de otras zonas de España. En él, lo que
prima es la consideración de la inmigración como mano de obra, aunque
secundariamente se piensa en su aporte demográfico. Se valora sobre todo su
aceptación en el empleo y la Administración es la que se ocupa de la colocación y de
la movilidad con el fin de que no haya choques en el ámbito laboral. La integración
cívica se ve como un proceso a largo plazo y tiene un carácter individual. Por último,
el tercer sistema es el conocido como migración laboral y ahí los suizos o
alemanes han dado ejemplo. Aquí en España es el que se pretende implantar en varias
comunidades autónomas donde, cuando se acaba la faena en la agricultura o en la
construcción, los empresarios quieren que los inmigrantes desaparezcan. El control
local es fuerte y se piensa en el extranjero casi exclusivamente como fuerza de
trabajo. La integración cuenta poco y la naturalización se restringe mucho. En el
primero de los tres sistemas los grupos de presión influyen mucho en la política de
inmigración. En el segundo, la voz cantante anda repartida por entre las varias ins-
tancias administrativas. Y en el tercero, «el de los trabajadores invitados», el poder de
decisión del gobierno español es muy amplio.
¿Dónde situar a España, dado que, como hemos visto, algo de los tres se quiere según
y dónde? Y, sobre todo, ¿cuáles son los crite- nos para proponer una u otra política
migratoria? Conviene arrancar de la situación dibujada en la primera sección tanto en
el terreno laboral como en el más puramente demográfico. Los elementos materiales
y los aspectos objetivos tales como el sector de actividad, la edad y el sexo o el grado
de soltería constituyen los fundamentos sobre los que se asienta el sistema
migratorio. Si hay niños y familias, es absurdo perseguir la migración temporal de ida
y vuelta, que es la que pasa sin dejar un poso demográfico. Pero si, como sucede en
Almería, se quiere a toda costa, trabajadores sin raíces que entren hoy y salgan
124 ¿Perdiendo el control?
mañana de los plásticos sin pisar los núcleos urbanos, entonces el sistema de
migración laboral, en su vertiente más descamada, es un hecho.
Además de a los nativos hay que atender y escuchar con atención cuáles son
los planes de los inmigrantes. Porque ellos también cuentan y su voluntad de
permanencia o de paso roza y altera las expectativas de la población autóctona allí
donde se asientan. Eso por lo que se refiere al plano subjetivo, porque de él también
depende y mucho la viabilidad de una política de inmigración. Quiero decir que sin
los dos actores de carne y hueso no hay película real y que sobran los modelos
migratorios hechos a medias, a saber, bien con el corazón o únicamente con la
cabeza. En otras palabras, si la agricultura es «un sector de entrada y de paso» que
no ofrece estabilidada los inmigrantes, habrá que pensar en viviendas adecuadas
para la rotación de personas y no constituye un fracaso en la integración el que
no proli- feren en ese entorno las familias y las guarderías. Será mejor disponer
una «sala de espera» digna, que ofuscarse en diseñar un modelo de integración
permanente. Más bien el fracaso sería, por dar otro ejemplo, que las mujeres
inmigrantes colombianas que trabajan en Madrid en restaurantes y cafeterías
mantuvieran aquí la misma fecundidad que en su región de origen.
El modelo migratorio español no está claramente definido.
Tampoco se ha discutido en el Parlamento. Más bien se va
prefigurando a trancas y barrancas con un exceso de idas y venidas. En
primer lugar, la sociedad se muestra dividida. Aunque poco a poco,
según las encuestas del CIRES, el conjunto de los entrevistados se va
haciendo a la idea de recibir a una inmigración permanente, todavía
existe un tercio de la población que prefiere que los inmigrantes
vengan por una temporada y sin familiares para que regresen a su
país. Pero aun en
Epílogo 125
esta tesitura de porfiar por una inmigración de trabajo y temporal los empleadores
se muestran remisos a la hora de aceptar los compromisos mínimos en el ámbito
de las condiciones de trabajo y de la vivienda. No se ofrecen contratos a todos los
inmigrantes que luego se van a emplear y no se quiere habilitar el alojamiento.
Este modelo es el que predomina en la agricultura y en la construcción. Otra
porción de los empleadores se compromete en la vivienda, pero abusa en las
condiciones de trabajo, como sucede en el servicio doméstico y en la rama de la
hostelería y la restauración. En fin que la opinión pública anda sumida en el
conflicto entre preferencias y conductas y que a todos conviene un debate público
y sereno.
Ya se ha apuntado que hay intereses y argumentos distintos en unas u otras
comunidades autónomas y se puede añadir que estas discrepancias se reproducen
en el interior de algunas de ellas. Los mercados de trabajo locales y los
ayuntamientos de acogida dictan su ley y, acuciados por las circunstancias,
practican sistemas distintos. No faltan ejemplos de esta confusión incluso en
municipios cercanos, en comarcas o zonas colindantes, entre provincias limítrofes
y comunidades autónomas más y menos distantes. En líneas generales, tanto la
sociedad civil como los representantes políticos han apostado más bien por el
sistema de migración laboral que por uno mixto o duradero. Una buena prueba de
ello es que primero fue lo que se denominó la «política activa» de contingentes de
trabajadores y sólo en 1994 se escribió (sin fondos económicos para su puesta en
marcha) un tímido Plan para la Integración Social de los Inmigrantes. Las
administraciones públicas evitan con una frecuencia excesiva la responsabilidad de
la integración social y cultural de los extranjeros. Los ayuntamientos más
implicados no reciben los recursos humanos y el soporte económico que requiere
esta tarea inesperada y las comunidades autónomas no participan en las
decisiones. Hay y habrá más conflictos entre las diferentes instancias de
gobierno. Hasta ahora el procedimiento más socorrido es el de confiar una
buena parte de las tareas de integración a las organizaciones no
gubernamentales y a las asociaciones de inmigrantes. La carga resulta
excesiva a todas luces en relación con su implantación y con sus medios
materiales y humanos. Eso explica que crezcan los choques entre los
diferentes actores sociales y hasta en el interior de los mismos.
¿Qué relación guarda nuestro modelo migratorio con las ten-
^^ — — - —. .. ¿Perdiendo el control?
No cabe duda, a la vista de los datos, que durante los tres últimos años
se está produciendo un asentamiento duradero de la población extranjera.
Aumenta la población de menores y su escolarización. Eso es señal inequívoca
del establecimiento de las familias en cualquiera de sus formas. Lo que sí se
sabe por varias encuestas y un buen manojo de trabajos cualitativos es que se
dan toda clase de tipos
Epílogo 127
valen, por así decirlo, lo mismo que las de otros. Pero parece que se va
perdiendo el pudor ante el entrevistador y la discriminación hacia el
inmigrante se hace respuesta explícita.
Según el barómetro del CIS de febrero del 2001, son mayoría los
entrevistados que admiten que los inmigrantes son necesarios para la
economía española y también se reconoce que su aporte resulta positivo.
Pero aquí se acaban las «noticias razonables». Porque a continuación el 42
por 100 de los entrevistados considera que ya son demasiados y, en todo
caso, bastantes (40 por 100) los inmigrantes que están dentro del país. Poco
margen queda incluso para aquellos que confunden la necesidad con el
provecho. Además, opinan contra la evidencia que se ha presentado
anteriormente, que sólo se ha de permitir la entrada a aquellos inmigrantes
que vengan con contrato de trabajo. Y, por último, mantienen que la actitud
dominante de los españoles en el trato con los inmigrantes es la desconfianza
(44 por 100) e incluso el desprecio (15 por 100), y que sólo un 14 por 100
les dispensan un trato igual al que se aplica a los nativos. En el trance de
tener que aceptar la diversidad cultural se reconoce la bondad del bi-
lingüismo, es decir, se acepta que es bueno que mantengan además su lengua
y sus costumbres. Aunque, eso sí, se prefiere claramente a los
latinoamericanos y europeos, a los que se les supone, así sin mayores
distingos, «más afines culturalmente».
Desde luego que esta última encuesta admite otras lecturas. Yo me
inclino, en este punto, por prestar más atención a las series, pero no cabe
duda de que la foto del momento en febrero de este año refleja la ideología
negativa de la inmigración. Es razonable pensar que en este barómetro se ve
la huella que ha dejado el insulto a la lógica y a la cultura de la convivencia
que acompañó a la reforma de la ley Orgánica 4/2000. Pero más allá de
coyunturas, lo que permanece es el doble rasero en las respuestas: generosas
e igualitarias para con los extranjeros no comunitarios cuando uno habla de
sí mismo y severas e incluso crueles cuando el entrevistado contesta
refiriéndose al conjunto de los españoles y su actitud hacia los árabes. El
sociólogo sabe que la mayor veracidad en las respuestas se vierte cuando se
habla de los demás. La cuestión aquí sería si con la política de información
so-
bre la inmigración que se lleva a cabo se quiere favorecer las buenas actitudes o las
malas prácticas. Entendiendo por buenas, con Amart- ya Sen, todas aquellas que
promueven el desarrollo humano y la igualdad de derechos.
130 ¿Perdiendo el control?
1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999
I Permisos de trabajo Régimen general
guíente. Esta es una primera lección que cabe sacar del estudio de las
cuatro regularizaciones que hasta la fecha se han sucedido en España. La
mayoría de los inmigrantes ha experimentado lo que es la vida diaria de
un extranjero sin papeles. Trabajadores y familiares dependientes,
estudiantes y menores, hombres y mujeres, ucranianos o pa- kistaníes,
todos ellos, aunque en dosis distintas, han pasado por esa experiencia
para procurarse un destino mejor. La mayoría de los inmigrantes no
comunitarios ha tenido que socializarse aquí en España en las condiciones
que impone la irregularidad documental, cuando no en la ilegalidad más
dura.
El acceso a la legalidad no es sólo una cuestión de tiempo, sino
también de oportunidad. Si fuera cuestión de tiempo habría por qué
preocuparse, pero si además no se les ofrece la oportunidad entonces cabe
inquietarse seriamente. Hay que habilitar canales de entrada para la
inmigración. Vías claras y transitables. No para que entren como turistas,
con la mentira en los labios aunque no en la mirada, sino como trabajadores
y familiares. Si este es ya un país de inmigración ha de mostrar de un modo
explícito su voluntad de serlo. Por eso hay que criticar cualquier medida de
política migratoria que «clan- destinice» a los inmigrantes, como la que
recientemente se propuso, según la cual a los inmigrantes sin papeles hay
que negarles el empadronamiento en el ayuntamiento donde residen. Por la
misma razón hay que discutir los criterios de las regularizaciones, que
después de ofrecer una oportunidad a los que ya están dentro del país,
suspenden en el examen a un tercio de los que se presentan. Con los datos
en la mano eso es, exactamente, lo que ha sucedido en el 2000 con la regu-
larización de extranjeros. Por eso, en suma, hay que apoyar la cultura de la
legalidad también en la inmigración.
Legalidad para la inmigración sí, pero también para los que les
explotan. La cultura de la legalidad aún no se ha instalado en ciertos
sectores de la sociedad española. En los patronos del campo o de la
construcción, en las empleadoras del servicio doméstico, en los arren-
dadores de viviendas y en los ancianos que buscan compañía permanente.
Esas sombras laborales en los mercados de trabajo que se ofrecen a los
inmigrantes ennegrecen el panorama. Desde luego que hay inmigrantes que
optan por la ilegalidad, pero no tanto por la situación como por la actividad.
Los extranjeros que solicitan la regularización no buscan la situación de
indocumentados. Aquellos trabajadores que
cada año y uno tras otro piden ser admitidos en el contingente laboral tampoco
quieren ocultarse. El problema se presenta cuando la «situación» choca con la
actividad. Si nos paramos a pensar en cuántos españoles «legales» están trabajando
en la economía sumergida lo entenderemos sin necesidad de mayores
explicaciones. Ese es el caso de un inmigrante que tiene un permiso de residencia
en vigor, pero que se ve empujado a trabajar en una actividad no declarada a la
Seguridad Social. Residencia legal y trabajo irregular es una combinación que con
demasiada frecuencia se ve obligado a recorrer el inmigrante. He ahí un indicador
de la necesidad de cultivar la cultura de la legalidad no sólo hacia fuera, sino
también hacia dentro, particularmente en el empresariado que demanda la mano de
obra inmigrante.
Esta panorámica quedaría incompleta sin una breve mención de la política de
inmigración que se ha planteado en el año 2000 y que concluye con el Programa
Greco y con la reciente firma de convenios con Ecuador, Colombia y Polonia. Esta
vía bilateral se va a hacer extensiva a otros «países terceros». Por último, y
apoyados en la evidencia empírica presentada, concluiremos señalando cuáles son
los rasgos básicos que conforman el sistema de inmigración irregular en España.
Un sistema que, a buen seguro, no se ha diseñado conscientemente, sino que parece
más bien el producto de una combinación conocida y nada original. Por un lado, las
transformaciones productivas y su concreción en los mercados de trabajo
segmentados con su específica cultura empresarial y laboral. Por el otro, una
política de control de la inmigración en la que prima el desconcierto y la falta de
medios. Una política que favorece las malas prácticas patronales y procura
inseguridad jurídica e irregularidad. Y que en diez años ha generado cada vez más
irregularidad y un número creciente de entradas fraudulentas. Una práctica
134 ¿Perdiendo el control?
por decirlo, una vez más, con palabras de Massimo Livi-Bacci. A este rasgo
general cabe añadir una selección de otros más concretos que han salido a lo
largo de estas páginas. Primero, una cultura empresarial de contratación
informal propia de los huecos laborales donde se concentran los extranjeros.
Seguida de una concepción de la inmigración exclusivamente como mano de
obra poco cualificada y de carácter temporal. Sin parar mientes en otros tipos
de inmigración, como la familiar y la de trabajadores cualificados. Una
tediosa gestión administrativa que dificulta la oferta en regla del
empresariado y que hace inviable el mantenimiento de la misma. Una
inexistente política de flujos que no propone canales transitables para las
diversas categorías de inmigrantes, sino que más bien los mezcla y confunde.
Y una legislación rígida en extremo que resulta inadecuada para gobernar un
fenómeno complejo y flexible. En suma, una falta de definición y de
previsión de cuál es el sistema migratorio más razonable para la transición
social desde una sociedad que antes ha estado dividida por la emigración a
otra que, cada día más, se halla escindida por la inmigración.
Bibliografía
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Rodríguez Rodríguez, V., y otros, «Impactos de los retirados europeos en la costa
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Sassen, S., La movilidad del trabajo y del capital. Colección Informes y Estudios,
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—, «Pero... ¿por qué emigran?», Le Monde Diplomatique, n.° 61, noviembre de 2000. V
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—, Guests and Aliens, The New Press, Nueva York, 1999.
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Norte-Sur. Un Nuevo Orden Mundial, Ed. Complutense, Madrid,
Í996.
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Extranjería, Comunicación del gobierno al Congreso de los Diputados. 1991,
publicado en Economía y Sociología del Trabajo, n.° 11, marzo de 1991, Ministerio
de Trabajo y Seguridad Social.
8. Véase la exposición que hace Mattingly (1988) sobre el derecho de embajada en la
Edad Media, como un derecho formal y específico, con sólo inmunidades parciales.
un sentido más amplio del ejercicio del derecho. Esto queda bien ilustrado en el caso de
Francia. Aunque las empresas francesas se encuentran, en Europa, entre las más
importantes proveedoras de servicios de información y de ingeniería, y gozan de una
fuerte aunque no sobresaliente posición en los sectores de seguros y financieros, se
hallan en creciente desventaja por lo que a servicios jurídicos y contables se refiere.
Y las sociedades de abogados francesas se hallan en una desvantaja aún mayor a cau-
sa de su ordenamiento jurídico (el todavía vigente código napoleónico): la ley anglo-
americana tiende a regir las transacciones internacionales. En Francia, las firmas ex-
tranjeras con oficinas en París dominan los servicios jurídicos de las empresas, tanto
francesas como extranjeras, que operan a nivel internacional (Carrez, 1991) (véase
Le Débat, 1994).
21. Para muchos analistas, la anomalía se produce en el período 1930 a 1970, un período en el
que los rígidos controles de capitai y las regulaciones protegían a los mercados interiores
nacionales y daba a los gobiernos más control sobre su economía. Había siempre fugas, que se
agudizaron en los años sesenta. Una réplica a los rígidos controles internos era la implantación en
138 ¿Perdiendo el control?
el mercado de los eurodólares, que fueron creados por los bancos estadounidenses para eludir las
regulaciones bancadas nacionales. Luego el hundimiento de elementos clave del sistema de Bretton
Woods a principios de los setenta señaló la emergencia del mercado global de capitales.
11. Mitchell (1989).