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La violencia como fenómeno social, supone una serie de tensiones que ponen en
peligro la comprensión entre las personas (1), es decir, el orden que permite la
convivencia.
Al estar presente en toda actividad humana resulta de interés para áreas como la
educación, la ciencia, la cultura y la comunicación. Las cuales, pretenden responder
la pregunta ¿Por qué el ser humano es violento?
Los argumentos que provienen del análisis de esa interrogante, versan alrededor
de los aspectos psíquico-fisiológicos y sociológicos (factores económicos e
ideológicos) de la agresividad en el individuo.
Hay que señalar que “la violencia de la que tanto se habla hoy, no haya constituido
[…] un objeto de reflexión para los grandes filósofos de la tradición occidental […]
hasta el siglo XIX” (1).
Cabe mencionar que, entre las poblaciones más afectadas por las distintas
expresiones de violencia en la sociedad salvadoreña, se pueden encontrar jóvenes,
mujeres, hombres, profesionales, policías y delincuentes. En otras palabras, todos
somos vulnerables a ser víctima, y también victimario.
A partir del panorama anterior, de acuerdo con el periodista Roberto Valencia (4)
El Salvador fue considerado el país más violento de Centro América y una de las
regiones más violentas del mundo en el año 2017.
En ese sentido, hay que mencionar los homicidios cometidos por hombres hacia
sus compañeras de vida o de trabajo, como el caso de una agente de la Policía
Nacional Civil, a finales de 2017, o los de una periodista y una doctora a principios
de 2018, situaciones que antes eran investigadas como violencia intrafamiliar, pero
que ahora se califican como feminicidios.
También, el asesinato de un usuario en una sucursal bancaria en Santa Tecla años
atrás, o el de un militar por uno de sus vecinos a causa de una discusión, constituyen
episodios de violencia producto no del crimen, sino de la intolerancia social, cada
vez más evidente en la vida cotidiana.
El salvadoreño, frente a esta realidad que se repite año tras año, se resigna y
guardar silencio, lo cual, contribuye a la naturalización de la violencia (5). Es decir,
a terminar aceptando la violencia como una características intrínseca de la sociedad
que no se puede cambiar.
La apertura de esos espacios debe ser en aquellos lugares más afectados por este
fenómeno y deben procurar ser puntos de encuentro para que “la gente cambie sus
conductas, incluso cuando existen factores estructurales que no pueden ser
abordados” (7) de manera abierta.
Evitar ser violentos: Estrategias para la construcción de una cultura de paz
Por esa razón, es necesario el apoyo de todos los sectores del país para la
construcción de una cultura de paz. Esfuerzo que se ha hecho a través de la
concientización desde el sector público como privado con campañas de
comunicación como Somos paz, orientada a promover cambios de conductas en la
población (8).
En ese sentido, una de las prioridades que engloba varios de los programas en el
país para prevenir y combatir la violencia se centran en mejorar la convivencia. Por
lo que, el gobierno a través del Plan Quinquenal de Desarrollo centra sus esfuerzos
en atender tres aspectos para mejorar las condiciones de vida como: el crecimiento
económico sostenible, la educación y la seguridad ciudadana (9)
Conclusión
Lo anterior, implica que las propuestas de solución no son inmediatas, por lo que
el componente de prevención debe ser de interés constante para las autoridades,
sin dejar de lado los aspectos paliativos (combate a la criminalidad e inseguridad)
y de reinserción.
6. Calero, Claudia. Ley Especial Integral para una Vida Libre de Violencia
para las Mujeres. [Diapositiva].San Salvador: ISDEMU; 2017. 31 día
positivas.
8. http://www.elmundo.sv