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Ideales vendidos, necesidades incorporadas: cambiar de cuerpo

En este texto, Elena Gismero realiza un anudamiento entre los ideales de belleza
que se han difundido masivamente a través de los medios de comunicación
durante las últimas décadas, en particular para las mujeres. La autora destaca
que, en cuanto a términos de belleza se refiere, masculina o femenina, cada
cultura suele o solía construir las características que definían lo atractivo para
hombres y mujeres, de acuerdo a sus contextos y las particularidades de cada
sociedad. No obstante, se destaca que en la actualidad, parece haber lo que se
puede considerar como una homogeneización de los estereotipos de belleza en
todo occidente. Cabría preguntarse incluso el cómo se juegan entonces los ideales
de belleza orientales y americanos en un mundo globalizado donde ahora esos
referentes de belleza se encuentran hoy día cada vez más presentes en la cultura
popular, mediante las redes sociales.

Gismero señala que las mujeres han sido las principales afectadas por tal
fenómeno. Desde los años 60, cuando se puso de moda el cuerpo femenino
delgado en las sociedades “occidentalizadas”. El paradigma de la belleza en la
mujer pareció haber encapsulado y petrificado los deseos propios de una mujer
respecto a su propio cuerpo bajo un ideal uniforme, puesto universalmente al
alcance de la mano, y que es, muy por el contrario, demasiado difícil de lograr,
pues estos cuerpos ofrecidos en catálogo son productos de rutinas, dietas y
factores genéticos de los cuales la mayoría de la población no son poseedoras.

La autora señala además una relación ilusoria, una pantalla contra la cual
eminentemente las personas habrá de estrellarse y hasta lesionarse (literalmente)
para tratar de alcanzarla: belleza=salud=éxito. Fórmula perversa del Mercado que
ofrece una serie de productos y prácticas que pueden ser utilizadas por aquellas a
quienes el régimen de los cuerpos delgados ha atrapado bajo sus garras, dejando
estragos físicos y psicológicos, tras frustraciones, dietas excesivas y mal
aplicadas, decisiones llevadas a cabo por el ímpetu de la publicidad y de algunos
doctores cuya ética parece no ser profesional, sino más bien, comercial: se habla
en este último caso de las cirugías estéticas.

Acerca de estas, Gismero señala lo preocupante y llamativo de la frecuencia con


que este tipo de intervenciones quirúrgicas son solicitadas en diversos países, y
más aún la ignorancia que se oculta debajo de la ilusoria creencia de que, ante el
nuevo cambio en el paradigma de la belleza femenina que apunta ahora hacia la
voluptuosidad de los senos y de las nalgas, los implantes puedan conllevar por
esa fórmula insensata desde la silicona hacia la salud. ¿Salud física? No, pues
involucra secuelas y posibles nuevas visitas al quirófano, ¿salud mental?
Satisfacción de un capricho comercial, más no de una necesidad psicológica.

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