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D.L. BI-1505-2016
ISBN 978-84-617-5893-7
Imprime: GzPrintek
Polígono Industrial Torrelarragoiti P-4, 48080, Zamudio (Bizkaia)
Printed in Spain
Sumario
INTRODUCCIÓN
A través del camino antropológico 13
CAPÍTULO 1
La antesala del correlato antropológico 23
CAPÍTULO 2
Avan ces precursores durant e los siglos XVII y XVIII 41
9
Sumario Rubio-Ardanaz, JA
CAPÍTULO 3
El ser humano como objeto social 53
CAPÍTULO 4
El paradigma evolucionista: primeros pasos t eóricos 59
CAPÍTULO 5
Primeras contraposiciones t eóricas 75
CAPÍTULO 6
Culturalismo 87
10
Trayectorias del conocimiento antropológico
CAPÍTULO 7
Primeros distan ciamientos de las vision es culturalistas 105
CAPÍTULO 8
Continuidad y rupturas 115
CAPÍTULO 9
La propuesta del estructuralismo 137
11
Sumario Rubio-Ardanaz, JA
CAPÍTULO 10
La antropología marxista 147
CAPÍTULO 11
La perspectiva posmodernista 161
CAPÍTULO 12
12
Trayectorias del conocimiento antropológico
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
Conclusión 215
B ibliografía 267
13
Introducción
13
A través del camino antropológico Rubio-Ardanaz, JA
14
Trayectorias del conocimiento antropológico
1
A. R. Radcliffe-Brown, Structure and Function in Primitive Society, The Cohen and
West Ed. 1976, p. 8 y ss.
15
A través del camino antropológico Rubio-Ardanaz, JA
2
C. Lévi-Strauss, Anthropologie structurale deux, Plon, Paris, 1973, pp. 341 y ss.
3
R. M. Keesing, “Theories of Culture”, Annual Review of Anthropology, vol. 3, 1,
1974, pp. 73-97.
16
Trayectorias del conocimiento antropológico
17
A través del camino antropológico Rubio-Ardanaz, JA
4
Para ampliar la comprensión de las posturas positivistas, véase E. E. Evans -
Pritchard, Essays in Social Anthropology, Faber, London, 1962.
18
Trayectorias del conocimiento antropológico
Este juego del saber al que venimos refiriéndonos, tenía uno de sus
puntos de partida en la conciencia de la alteridad cultural, reconvertida en
oportunidad de comprensión del ser humano. Entretanto, haciendo un
pequeño inciso en la cuestión del estatus científico y metodológico, no
podemos olvidar que se confirman situaciones en las que la acción
privilegiada de una parte social domi nante, llega a influir y cambiar las
realidades a niveles amplios y extendidos.
Más allá del marco del estudio y l a investigación, en l a actualidad
encontramos dinámicas en las que los “otros”, han sido considerados y
tenidos en las últimas décadas (más que como ocasión para la
“comprensión”, el conocimiento y el respeto), como objeto de
“compresión” y "depresión" económica y social, en un intento globalizador
que conlleva un esfuerzo por uniformizar formas de consumo, de
comportamiento, de pensamiento y de pautas de vida en general. En el
período posmoderno, o incluso transmoderno, la economía neoliberal,
5
N. Journet, La culture. De l’universel au particulier, Éditions Sciences Humaines,
Paris, 2002.
19
A través del camino antropológico Rubio-Ardanaz, JA
6
J. Clifford, Dilemas de la cultura. Antropología, literatura y arte en la perspectiva
postmoderna, Gedisa Barcelona, 2001, p. 19.
7
R. Sarró, “La aventura como categoría cultural: apuntes simmelianos sobre la
emigración subsahariana”, Revista de Ciências Humanas (Florianópolis. On line),
EDUFSC, Universidad Federal de Santa Catarina, 43, nº 2, p. 516 y ss.
20
Trayectorias del conocimiento antropológico
8
C. Lankshear, M. Knobel, Nuevos alfabetismos. Su práctica cotidiana y el aprendizaje en
el aula, Ediciones Morata, Madrid, 2008, pp. 245-250.
9
Aquéllos que han sido enculturados en las nuevas tecnologías, frente a los
“nuevos analfabetos” en esta dinámica de “nuevos alfabetismos”, pero también
frente a los invisibilizados (los “otros posmodernos”) que hoy por hoy muy
probablemente, nunca llegarán a poder adquirir dichos conocimientos, o incluso ni
tan siquiera a utilizar un ordenador.
21
Capítulo 1
10
Se puede ver el interés desde el punto de vista antropológico, tanto del
pensamiento y obra de Hecateo, como de Herodoto, en J. Caro Baroja, La aurora
del pensamiento antropológico. La antropología en los clásicos griegos y latinos, Consejo de
Investigaciones Científicas, Madrid, 1983, capítulo II, pp. 19-37 y capítulo VI, pp.
71-82; asimismo reflexiona sobre un amplio abanico de pensadores del mundo
clásico.
23
La antesala del correlato antropológico Rubio-Ardanaz, JA
11
Nombres que representan las “antiguas demarcaciones” que se desvanecerán para
dejar su espacio a los términos de “vascos” y “vascones” (ss. III al V y ss.), según
M. de M. de Ugalde, Síntesis de la historia del País Vasco, Seminarios y Ediciones S.
A., Madrid, 1974, p. 63.
12
M. de Ugalde, op. cit., p. 57. Para ampliar el tema véase el trabajo de F. Beltrán
Lloris, "Plinio versus Ptolomeo. Geografía y etnicidad en la Hispania del
Principado", en J. Santos Yanguas, G. Cruz Andreotti (eds.), Romanización, fronteras
y etnias en la Roma Antigua: el caso hispano, Universidad del País Vasco - Euskal
Herriko Unibertsitatea, Argitalpen Zerbitzua, Servicio Editorial, Vitoria-Gasteiz,
2012, pp. 477-498.,
13
Se pueden ampliar estas aportaciones en J. Poirier, Histoire de l’ethnologie, P.U.F.,
Paris, 1984; así como I. Schulte-Tenckhoff, La vue portée au loin. Une histoire de la
pensée anthropologique, Éditions d’en bas, Lausanne, 1985.
24
Trayectorias del conocimiento antropológico
Los datos legados por estos personajes a los que se les ha dado el título
y calificado como pensadores, filósofos, geógr afos, historiadores y
“etnógrafos” de la Anti güedad, nos permiten disponer de rasgos concretos
sobre las formas de vida y las sociedades del pasado. Pero es momento en
el que tenemos que empezar a sospechar que en sus escritos y explicaciones
tenía que subyacer “algo” fundamental a sus narraciones, comentarios y
descripciones. ¿A qué lógica respondía la necesidad de hacer constar y de
conocer aquellos pueblos y gentes?, ¿sobre qué bases y qué discursos se
realizaban l as explicaciones?, ¿desde dónde y cómo narrab an los hechos?
Además y ante todo ello, al mismo tiempo, se generaban continuamente
inquietudes a l as que se tratab a de dar respuesta 14.
Entre estas inquietudes se comprueba una preocupación ante el origen
de los sistemas políticos, que incide en la comprensión de su
“desenvolvimiento” más allá de su supuesto “punto de arranque”. Ese
desenvolvimiento conllevaría un período de tiempo considerable, dando
lugar a un número amplio de variaciones. Se suceden diferentes formas que
recogen cambios que podrían ir “de pequeño a grande, de grande a
pequeño, de bueno a malo y de malo a bueno”. Estaríamos ante la
aceptación de la posibilidad de amplios procesos de cambio, cuyas causas
habría que descubrir cronológica o “genéticamente”, con sus orígenes y
transformaciones 15.
14
Discursos sobre los “otros” que también incidían y trataban de generar un
conocimiento sobre “ellos mismos” (llegar a conocer a los demás, conociéndose
mejor a sí mismos... habitualmente con el fin de ejercer un mejor control sobre los
demás). En este contexto en el que se pone el punto de mira y se realizan
descripciones muy precisas sobre las formas de ser, tanto de uno mismo como de
otros pueblos, destaca la cuestión del origen de la sociedad y su razón de ser que se
tratará de clarificar desde posiciones explicativas que son las primeras
“correlataciones antropológicas".
15
J. Caro Baroja, op. cit., pp. 85-92., donde este autor, nos refiere en su
argumentación a las obras de Platón de más significado antropológico, mostrando
un esquema basado en la sucesión de estadios culturales.
25
La antesala del correlato antropológico Rubio-Ardanaz, JA
16
J. Caro Baroja, op. cit., p. 85.
17
Supervivientes de una época anterior, al diluvio, en tanto que acontecimiento
fundamental para explicar la Historia: “Después del Diluvio sólo en las montañas
(de Grecia) quedan sobreviviendo hombres inhábiles e inexperimentados en las
artes y técnicas y sobre todo en las maniobras que en las ciudades usan los hombres
unos contra otros”: montañeses, pastores y rústicos, J. Caro Baroja, op. cit. p. 86.
18
J. Caro Baroja, op. cit., p. 88.
19
Ibidem, p. 89.
20
J. Caro Baroja, op. cit., p. 90, en este dominar el "llano" y ocupar un
emplazamiento mejor, "mayor y más bello" quiere ver una premonición de la
26
Trayectorias del conocimiento antropológico
“revolución urbana” de nuestra época, descrita por Platón como "una consecuencia
del olvido del peligro del diluvio".
21
J. Caro Baroja, op. cit., p. 90.
22
Ibidem, pp. 91-92.
27
La antesala del correlato antropológico Rubio-Ardanaz, JA
23
Los orígenes históricos de la guerra tienen sus raíces en la Antigüedad, tomando
ya nuevas configuraciones en virtud de la creación del Estado, en comparación con
otras formas de enfrentamiento practicado por sociedades de estructura social
menos compleja (sociedades simples). Homo sapiens sigue recurriendo y utilizando,
muchos siglos después, las confrontaciones armadas, ahora de alta tecnología,
habiendo creado sofisticados instrumentos para matar al adversario, destruirlo y
humillarlo hasta su anulación más drástica, utilizando además los nuevos medios
de difusión a nivel global para justificarlas ideológicamente. Es urgente construir
nuevas vías para trabajar en favor de la Paz, en un momento de la historia de la
Humanidad con capacidad de destrucciones masivas e incluso planetarias.
24
A ellos se suman "mercaderes", "revendedores de mercado", e "intermediarios",
"gentes que según otro texto de las Leyes producirían muy poco perjuicio al Estado
en caso de desaparecer", afirmación realizada, según J. Caro Baroja, con cierto
28
Trayectorias del conocimiento antropológico
Proseguimos con la herencia que nos han dej ado los pensadores de l a
Antigüedad, incidiendo nuevamente en la importanci a que tiene el poder
dirimir sobre los tipos de explicación, referentes al origen y la razón de ser
de la sociedad. Para ello fijamos nuestr a atención ahora en Aristóteles,
cuyos planteamientos tendr án una amplia influencia en l as concepciones
29
La antesala del correlato antropológico Rubio-Ardanaz, JA
26
En el ejemplo clásico de una explicación teleológica, ante la pregunta de ¿por qué
la jirafa tiene el cuello tan largo?, sería porque lo tensa, y por lo tanto se estira con
el fin de alcanzar las ramas más altas de los árboles. Una primera jirafa estiró el
cuello de esta manera, característica que transmitió a sus descendientes que lo
estirarán aún más; explicación que no obedece a sus causas sino a un fin concreto.
Por el contrario, estaríamos ante una explicación de tipo causal si recurriéramos a
las mutaciones sufridas (caso darwiniano).
30
Trayectorias del conocimiento antropológico
27
Habrá que esperar al Renacimiento para que tenga lugar una tercera pregunta,
también constantemente presente, tal y como es la relativa a la diversidad humana,
o si se prefiere la relacionada con la diversidad social y cultural.
28
M. Verdon, Introduction aux grandes théories anthropologiques. Condensé de notes de
cours, Faculté des arts et des sciences, Département d’anthropologie, Université de
Montréal, Montréal, s.d., pp. 4-5.
31
La antesala del correlato antropológico Rubio-Ardanaz, JA
Como vemos hasta aquí, estamos ante otr a de las primeras reflexiones
sobre la sociedad acuñadas en Occidente. Y se puede decir desde nuestra
perspectiva actual que también sobre la cultura, aunque sí es cierto que
realmente este concepto no aparecerá de manera fundamentada hasta
finales del siglo XIX. Como vemos, el pensamiento aristotélico se pregunta
y detiene ante los orígenes de l a vida en sociedad y configura una
explicación teórica que en definitiva nos pone en los antecedentes de la
construcción conceptual y teórica, ejercicio constante a lo lar go de todo el
correlato antropológico 29.
29
Para ampliar las aportaciones de Aristóteles expuestas hasta aquí, desde el punto
de vista antropológico se puede ver J. Caro Baroja, op. cit., capítulo XI, pp. 115-
124.
30
J. Poirier, op. cit., p. 10.
32
Trayectorias del conocimiento antropológico
31
Siguiendo a I. Schulte-Tenckhoff, op. cit., p. 23, podemos ilustrar esta afirmación
en la obra de Johann Boemus, publicada en 1520, titulada Omnibus gentium mores,
leges et ritus, reeditada en numerosas ocasiones; la más completa aparece bajo el
título The Manners, Laws, and Customs of All Nations, cuyo interés para nosotros, más
que por su propio valor protoetnográfico, radica en el momento histórico en el que
ve la luz.
32
A pesar de los avances y posiciones críticas, en este momento de la historia del
pensamiento se sigue relegando el conocimiento a un segundo plano, en base a la
idea según la cual todo conocimiento debe anteceder a la fe, y que se remonta al
axioma mantenido, primero por Clemente de Alejandría (ss. II-III) y después por
Agustín de Hipona, San Agustín (354-430) que rezaba credo ut intelligam (creer para
conocer): razón y fe guardan una relación irrefutable en la que el conocimiento
solamente se obtiene gracias a la iluminación divina (principio que paradójicamente
pervive hoy en día en foros conservadores y universidades de inspiración cristiana).
33
La antesala del correlato antropológico Rubio-Ardanaz, JA
33
I. Schulte-Tenckhoff, op. cit., pp. 24-26.
34
Trayectorias del conocimiento antropológico
34
J. Poirier, op. cit., p. 11; y I. Schulte-Tenckhoff, op. cit., p. 25. Recordemos por
otra parte la clasificación y diferenciación de fundamentación bíblica entre semitas,
camitas y jafecitas, descendientes de Cam, Sem y Jafet (hijos de Noé)
respectivamente.
35
La antesala del correlato antropológico Rubio-Ardanaz, JA
“Desde la isla del Mal Hado, todos los indios que hasta estas tierras vimos,
tienen por costumbre desde el día en que sus mujeres se sienten preñadas no dormir
juntos hasta que pasen dos años que han criado los hijos, los cuales maman hasta
que son de edad de doce años; que ya entonces están en edad que por sí saben buscar
de comer. Preguntámosles que por qué los criaban así, y decían que por la mucha
hambre que en la tierra había, que acontescía muchas veces, como nosotros veíamos,
estar dos o tres días sin comer, y a las veces cuatro; y por esta causa los dejaban
mamar, porque en los tiempos de hambre no muriesen [...] . Todos éstos
acostumbran dejar su s mujeres cuando entre ellos no hay conformidad, y se tornan a
casar con quien quieren; esto es entre los mancebos, mas los que tienen hijos
permanecen con sus mujeres y no las dejan, y cuando en algunos pueblos riñen y
traban cuestiones unos con otros, apuñálanse y apaléanse hasta que están muy
cansados, y entonces se desparten; algunas veces los desparten mujeres, entrando
entre ellos, que hombres no entran a despartirlos; y por ninguna pasión que tengan
no meten en ellas arcos y flechas; y desque se han apuñeado y pasado su cuestión,
toman sus casas y mujeres, y vanse a vivir por los campos y apartados de los otros,
hasta que se les pasa el enojo; y cuando ya están desenojados y sin ira, tórnanse a su
pueblo, y de ahí adelante son amigos como si ninguna cosa hubiera pasado entre
ellos”.
35
Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Naufragios y comentarios, Editorial Libra, 1970, pp.
53-54.
36
Trayectorias del conocimiento antropológico
36
En la encomienda, el encomendero, colono español a quien eran confiados o
cedidos cierto número de amerindios, podía utilizarlos sin ningún límite a
condición de enseñarles la religión cristiana y de instruirles conforme a las Leyes de
Indias. A cambio de esta “educación”, el amerindio debía trabajar o pagar un
tributo a su señor, quedando convertido en un esclavo. En un principio la
encomienda debería durar tres años, sin embargo en la práctica sería de por vida,
pasando incluso de generación en generación entre los encomenderos. Las primeras
fueron creadas en la actual Haití pasando luego a los demás países y siendo
abolidas oficialmente por Carlos V, aunque llegaron a prolongarse hasta el siglo
XVIII.
37
La antesala del correlato antropológico Rubio-Ardanaz, JA
38
Trayectorias del conocimiento antropológico
1704), donde los “salvajes”, en el supuesto caso de que llegaran algún día a
civilizarse, hallarían todo tipo de ventajas. No tendrían nada que perder,
puesto que lo único que conocían y experimentab an, er a ni más ni menos
que una auténtica inseguridad material y política, ancladas en una conti nua
incertidumbre y en un ambiente llenos de conflictos interpersonales. Estas
ideas que quedan reflejadas en El Leviatán de Thomas Hobbes, publicado
en 1651 y en la obra de John Locke, titulada Segundo Tratado del gobierno
civil, publicada en 1690, sostendrían que el estado natural y sus tar as,
solamente serían superables gracias a una sociedad (como l a occidental) y
un derecho civiles.
Tanto los planteamientos y esfera teológica, como la racionalista,
difieren realmente de una concepción de corte progresista. Ésta última se
mostraría interesada por el amerindio y sus derechos, siendo mucho menos
generalizada comparativamente. Podemos defi nirla y clasificarla como si
de una auténtica disidencia se tratara, consistente en afirmar la existencia
de una multitud de especies humanas, cada una de las cuales ocupaba un
lugar específico en la naturaleza. Esta vía pondrá los fundamentos para el
nacimiento de ideas como el monogenismo y el poligenismo, que aunque
opuestas, hallarían fuerza y base en el impulso que tomaron, ya durante los
siglos XVII y XVIII, ciencias como la anatomía, la biologí a y la historia
natur al. La polémica y argumentación por fin, acab arán alejándose de una
supuesta historia de la humanidad, basada en las escrituras bíblicas.
39
Capítulo 2
Avances precursores
durante los siglos XVII y XVIII
37
Yves d'Evreux, Arsène de Paris, Ambroise d'Amiens y Claude d'Abbeville, de la
orden capuchina, formaron parte de la misma misión a Maranhão (Brasil) en 1612.
El primero escribió la obra Histoire de la mission des pères capucins en l'isle de Maragnan
et terres circonvoysines , publicada en Paris por François Huby en 1614. En ella relata
dicha misión, uno de cuyos objetivos era explotar y comercializar la madera y el
tabaco brasileños. Después de haber permanecido durante cuatro meses entre los
tupinambas, vuelve a Francia con cuatro nativos causando una gran expectación en
Paris. Por su parte Ambroise d'Amiens moriría en Maranhão e Yves d'Evreux
permanecería en el lugar hasta 1614 momento en el que regresa y publica su propia
obra.
38
Pierres Pelleprat (1609-1667), jesuita, autor de la obra titulada Relation des missions
des PP. de la Compagnie de Jésus dans les isles et dans la Terre Ferme de l’Amérique
Meridional, avec une introduction à la langue des Galibis, sauvages de la Terre Ferme de
l’Amérique, publicada en París por Sébastien y Gabriel Cramoisy en 1655 y cuya
primera edición aparece en latín. Uno de los pasajes más interesantes se refiere al
lenguaje, constituyendo la primera referencia sobre los inicios de la lengua criolla;
se trata del capítulo VI de la Primera parte titulada “De l’Instruction des Nègres et
des sauvages esclaves”.
41
Avances precursores du rante los siglos XVII y XVIII Rubio-Ardanaz, JA
39
Autor de la obra autógrafa titulada Histoire des isles de la Guadelouppe, Martinique,
St. Christophle, la Dominique et autres isles circonvoisines en l’Amerique et des sauvages en
icelles, perteneció a la marina holandesa y luego a la armada francesa, entrando en
la orden dominica en 1635; de 1640 a 1647 realizó diversas estancias en Guadalupe
y Martinica
40
P. Basile, Lahontan et l’évolution moderne du mythe du “bon sauvage”, Université
McGill, Montréal, mémoire de Maîtrise, 1997.
41
Véase R. Oullet, Sur Lahontan, contes rendus et critiques (1702-1711), Éditions
l’Hêtrière, Québec, 1983, pp. 7-12.
42
Trayectorias del conocimiento antropológico
“Los salvajes son muy religiosos para con los muertos. Se han visto madres
sacarse leche del pecho y expan dirla sobre la tumba de su s hijos: esto no obstante no
es general. Si el fuego incendia el pueblo donde hay cuerpos muertos es lo primero
que se pone a resguardo; los salvajes se desprenden de aquello más valioso que tienen
para engalanar al difunto. Engalanan el cadáver con sus propios vestidos, se le pinta
el rostro de diferentes colores, a su lado se le ponen sus armas de guerra, pólvora,
42
J. C. Bonnefons, Voyage au Canada fait depuis l’an 1751 à 1761 par J. C. B., Aubier
Montaigne, Paris, 1978.
43
A. Balvay, L’épée et la plume: Amérindiens et soldats des troupes de la marine en
Lousiane et au Pays d’en Haut (1583-1763), Presses de l’Université Laval, Québec,
2006, p. 111.
44
Seleccionado de J. C. Bonnefons, op. cit., pp. 182-183, capítulo titulado “De leurs
funérailles, tombeaux et deuils”. En dicha obra en general describe las costumbres
de las naciones amerindias sioux, algonquina, hurón e iroquesa (traducción nuestra).
43
Avances precursores du rante los siglos XVII y XVIII Rubio-Ardanaz, JA
Durante el siglo XVIII aparece una doble figura del “salvaje” dentro
del sistema filosófico de la época. La concepción al respecto marcará el
pensamiento posterior sobre los “otros” a partir de este momento. Al
referirnos a la figur a del b uen salvaje, hacemos necesaria referenci a a J. J.
Rousseau (1712-1778) y a la influencia de su pensamiento en lo que toca al
45
A las orientaciones indicadas se suman otras enmarcadas en una línea en la que
se intuyen ya aspectos comparativos. Se trata de trabajos cada vez más claramente
fuera de la influencia de la Antigüedad Clásica. Vienen a ilustrarnos esta
afirmación autores como Sagard y su teoría de los climas, Isaac Vossius quien se
anticiparía a lo que más tarde se conocerá como historia de las religiones y
Fontenella predecesor de la mitología comparada; véase J. Poirier, op. cit., pp. 12-
13.
44
Trayectorias del conocimiento antropológico
46
Además de J. J. Rousseau hallamos otros pensadores cuyas aportaciones al
ámbito antropológico también se harán remarcar. Es así como Montesquieu retoma
la teoría de los climas citada anteriormente y por otra parte ilustra el determinismo
de los comportamientos sociales en su obra Esprit des lois. D. Didérot por su lado en
su Supplément au voyage de Boungainville, alude al anticolonialismo, al igual que hará
Voltaire, aunque defendiendo la necesidad de “civilizar” las sociedades retrasadas;
véase J. Poirier, op. cit., pp. 15-16. Por otra parte podemos decir que Voltaire
muestra ya una clara sensibilidad por el pluralismo cultural. Esta misma perspectiva
precursora de la antropología la encontramos en otros autores y pensadores, tales
como P. Bayle, M. de Condorcet, T. Hobbes y J. Locke. En esta época, siglo XVIII,
aparece ya el término antropología utilizado para señalar cuestiones referentes al
origen, así como para establecer comparaciones con las sociedades conocidas; véase
C. H. Favrod, L’anthropologie, E.D.M.A., Paris, 1977, p. 10 y ss. Se puede ver
asimismo P. Mercier, Historia de la antropología, Ediciones Península, Barcelona,
1976, pp. 31-32, quien además de referirse a M. de Condorcet, T. Hobbes, J. Locke
y J. J. Rousseau, hace mención especial al pensamiento precursor de Montesquieu,
teórico político que en sus palabras merece una categoría especial, en cuya obra
quedaban ya bosquejadas en alguna medida, las bases del paradigma evolucionista,
funcionalista, el reconocimiento de la especificidad de los hechos culturales y cierta
insistencia en el relativismo cultural, desarrollados durante los siglos posteriores.
47
Véase también la importancia dada al pensamiento de J. J. Rousseau por J.
Poirier, op. cit., p. 15 e I. Schulte-Tenckhoff, op. cit., p. 39; junto a ellos se puede
seguir puntualizando y profundizando en este aspe cto, también en M. Kilani,
Introduction à l’anthropologie, Éditions Payot Laussanne, Genève, 1989, pp. 235-244.
45
Avances precursores du rante los siglos XVII y XVIII Rubio-Ardanaz, JA
48
Se puede ampliar esta interpretación sobre las aportaciones rousseaunianas en
historiadoras de la antropología como M. Duchet, Anthropologie et histoire au siècle
des Lumières. Buffon, Voltaire, Rousseau, Helvétius, Diderot, Flammarion, Paris, 1977,
pp. 274 y 293-295; y también I. Schulte-Tenchoff, op. cit., pp. 39 y ss.
46
Trayectorias del conocimiento antropológico
de François Marie Arouet, Voltaire (1694-1778) con su Essai sur les moeurs
(1756) y de Anne Robert Jacques Turgot (1727-1781) con su Tableau
philosophique des progrès de l’esprit humain (1750), mostrarán cada vez más
claramente dicha opción 49. Al respecto y tal como hace un historiador de la
antropología como J. Poirier, podemos ampliar el espectro entre otros, con
los planteamientos de Johann Gottfried Herder (1744-1803) en Alemania,
Giambattista Vico (1668-1744) en Italia y el filósofo, científico social e
historiador Adam Ferguson (1723-1816) en Escocia, a quien nos
referiremos más adelante al hablar de la “teoría de los cuatro estadios” 50.
De todas formas sus aportaciones y planteamientos, en el encuadre
histórico del correlato antropológico, han sido tachados y estimados de
carácter más bien general y sistemático, e incluso prematuros, donde por lo
general la síntesis en su pensamiento se realizab a antes que el análisis 51. No
obstante, su aportación es clave para comprender el grado y el carácter que
ha ido tomando ya de marera irrevocable, el estudio del ser humano desde
el punto de vista “científico” que enseguida tomará una tendencia
biológica como vamos a ver.
Sin dejar de pertenecer a la naturaleza, ahora el ser humano se muestr a
con unas cualidades diferentes en contraste a los demás seres del planeta,
apareciendo de forma superior. Posee unas facultades que le distinguen del
animal: razón, lenguaje y pensamiento. Y es en esta línea como se
comienza a discutir la cuestión del lugar que debe ocupar dentro de la
escala de los seres vivos. Junto a ello también se empieza a plantear el
interrogante en torno a la antigüedad de l a especie. Aparecen los primeros
ejemplos de observaciones que podríamos consider ar etnogr áficas ahora en
un sentido más completo en comparación con las anteriores, en tanto que
tratan de el aborar la descripción, desde el acercamiento y el
descubrimiento de maneras cultur ales “otras”.
Al respecto podemos recurrir a modo de referenci a a los trab ajos del
clérigo jesuita y escritor bordelés, Joseph François Lafitau (1681 -1746)
quien publica en 1724 la obra titulada Moeures des Sauvages américains
comparées aux moeurs des premiers temps. Por otr a parte, contamos ya con las
primeras definiciones referentes a las distintas etapas de la humanidad,
como por ejemplo, las realizadas por Antoine Yves Goguet (1716-1758) en
su obra De l’origine des lois, des arts, et des sciences, et de leurs progres chez les
anciens peuples, quien llega a identificar v arios períodos al respecto (piedr a,
cobre y hierro).
49
F. W. Voget, A History of Ethnology, Holt, Rinehart & Winston, New York, 1975,
pp. 112 y ss.
50
J. Poirier, op. cit., pp. 16-17.
51
Ibid., p. 17.
47
Avances precursores du rante los siglos XVII y XVIII Rubio-Ardanaz, JA
Un poco más adel ante contamos en 1797 con John Hookham Frere
(1740-1807), quien a partir de sus trabajos de excavación, llegaría a afirmar
y relacionar la contemporaneidad entre piezas de sílex, excavadas y
datadas en el Paleolítico, con la fauna extinguida de dicha época antigua.
A éstos se suman otros natur alistas de la época como Carl von Linné y
Johan Friedrich Blumenb ach 52.
Volviendo ahor a a la cuestión del lugar ocupado por el ser humano en
la naturaleza, vamos a fijarnos en una obra significativa. Nos referimos a la
realizada por Georges Louis Leclerc De Buffon (1707-1788),
concretamente a su Histoire naturelle. En ésta hallamos el libro III, dedicado
al ser humano en la que bajo el título Histoire naturelle de l’homme lanza la
gran pregunta sobre su lugar, tanto en la naturaleza como en las
sociedades 53. Tal como reflejan sus ar gumentaciones y planteamientos, sus
estudios se muestran b ajo la influencia de l as ideas cartesianas. Y siguiendo
a I. Schulte-Tenchoff podemos si ntetizar sus planteamientos
antropológicos en base a los si guientes principios.
Primero, sobre el hecho del r asgo distintivo que posee el ser humano,
así como en su capacidad par a perfeccionarse, o bien para degenerar, esto
último como en el caso de los "salvajes". Segundo, en la aceptación de que
la relación entre el ser humano y la natur aleza es algo primordi al a la hora
de determinar el estado de civilización. En este último sentido, la
civilización occidental se presenta como el único modelo donde los
humanos han sabido poseer la naturaleza. Enfrente estarían los "pueblos
primitivos" –considerados no civilizados– en b ase al hecho de encontr arse
y pertenecer todavía a la misma naturaleza, cada uno en su grado, según
uno u otro tipo de sociedad.
Se trata de una separación entre “salvaje” y “civilizado” que se
inscribe, tanto en las car acterísticas biológicas como geográficas, donde
Europa y sus habitantes se muestr an y aparecen constantemente como el
“modelo” a seguir y promover. El paso desde un “estado natural” a la
“civilización”, encuentr a su explicación y justificación en el esfuerzo
colectivo, orientado hacia el progreso y en el que se tr ata de mejorar las
condiciones de vida gracias a dos cosas importantes: el dominio técnico y
el crecimiento demográfico.
Estamos ante una presentación y una concepción teórica, en el caso de
G. L. L. Buffon y resto de natur alistas de la época, confluyente en explicar
el ser humano y la sociedad de manera progresiva, siempre contempl ando
su “historia natural”. En ella se da ya una ar gumentación referida a su
52
Ibid., p. 17 y ss.
53
Publicaría otra obra en la que sintetiza sus trabajos anteriores e introduce el
concepto de “evolución”, titulada Les époques de la nature (1788); en ella establece
épocas en relación a los hechos, monumentos y tradiciones.
48
Trayectorias del conocimiento antropológico
Nos detenemos ahor a sobre una teoría que surge a mediados del si glo
XVIII y que nace más o menos al mismo tiempo sobre territorio británico y
francés. En el primer caso tiene lugar de la mano de Lord Kames (1696 -
1782), Adam Smith (1723-1790) y Adam Ferguson,citado anteriormente.
En el caso de A. Smith toma cuerpo en una parte de la obra de J. J.
Rousseau, pero sobre todo en la de A. R. J. Turgot. En conjunto –y de ahí
su interés antropológico– se trata de una maner a de concebir la historia de
la humanidad a partir de los conocimientos sobre los distintos pueblos
conocidos principalmente a partir del Renacimiento.
Esta concepción de la historia implica un análisis en el cual
hallaríamos tipos de sociedades en virtud de cuatro estadios. En el primero
se ubican las cazadoras-recolectoras, consideradas en un estado genuino y
54
I. Schulte-Tenckhoff, op. cit., p. 34.
55
M. Duchet, op. cit., p. 225.
49
Avances precursores du rante los siglos XVII y XVIII Rubio-Ardanaz, JA
50
Trayectorias del conocimiento antropológico
51
Capítulo 3
El ser humano
como objeto social
56
M. Kilani, op. cit., pp. 245-246.
53
El ser humano como objeto social Rubio-Ardanaz, JA
Como decí amos nos encontramos ahora en la Europa del siglo XIX en
cuyo escenario tiene lugar una experiencia hasta la fecha si n precedentes y
que iría imponiendo paulatinamente una idea cada vez más clara sobre el
destino de hombres y mujeres pertenecientes a una sociedad. Estos y a no se
encuentr an escriton de antemano en ningún lugar, sino que ahor a se
determinan en el complicado y conflictivo terreno social. “La mirada fría y
externa que se posab a desde hacía siglos sobre el mundo físico con el fin de
entender sus propiedades, se hací a pertinente del mismo modo para
estudiar a los seres humanos y los fenómenos sociales” 57. Como podemos
comprender, estamos ante un cambio de rumbo en el que aparece un nuevo
objeto de estudio y se marca de esta maner a una nueva pauta cuya visión
intenta alcanzar tanto lo humano como lo social.
Ahora el ser humano se muestra y es tomado como un individuo
objetivo, definido principalmente por su fuerza de trabajo y por su estatuto
jurídico, a lo que se suma una nueva realidad que no es posible obviar: el
funcionamiento del sistema capitalista industrial que paulatinamente se va
imponiendo de maner a palpable en la vida cotidiana de las personas. Es en
este ambiente como irá apareciendo una nueva necesidad, consistente en
obtener o llegar a saber cuál es la medida del ser humano, tanto en sus
nuevas dimensiones como en sus funciones sociales y económicas.
Podemos decir que estamos ante una nuev a necesidad práctica y ante una
nueva exigenci a intelectual.
En este contexto que vamos definiendo, tendrá lugar la influencia de
diversos pensadores clave, cuyas teorías incidirán nuevamente en el
“pensamiento antropológico” creando el caldo de cultivo adecuado para
una correlación entre el campo de las ideas, fundamentalmente filosóficas
(y también políticas, sociales y propias de las ciencias de la naturaleza) y el
interés por el ser humano. Todo ello en lo que hem os venido consider ando
el “correlato antropológico”. Como vamos mostrando –ideas y dicho
interés– corren a la par en esta dinámica que va configurando los pasos
históricos de nuestr a disciplina.
Entre estos pensadores encontramos a Auguste Comte (1798-1857)
quien pretendió con meridiana claridad un estudio objetivo de la vida
social con una intención clara: llegar hasta las leyes naturales gr acias a las
cuales progresaría la vida en sociedad y que indicarían el camino hacia la
realización de un futuro pretendidamente perfecto.
En esta línea el progreso de la sociedad consistirá en la aplicación
razonada y razonable de una ciencia de la sociedad que nacería en el
57
Ibid., p. 246.
54
Trayectorias del conocimiento antropológico
58
Se puede ampliar esta idea en I. Schulte-Tenckhoff, op. cit., p. 41.
59
I. Schulte Tenckhoff, op. cit., p. 42 y ss.; y F. W. Voget, op. cit., p. 171 y ss.
55
El ser humano como objeto social Rubio-Ardanaz, JA
60
Véanse al respecto I. Schulte-Tenckhoff, op. cit., p. 44; F. W. Voget, op. cit., p.
173; M. Kilani, op. cit., pp. 248-249, así como H. Spencer, Principes de sociologie, E.
Caselles, Librairie Germer & Cie, Paris, 1877-1896, p. 96.
61
I. Schulte-Tenckhoff, op. cit., p. 44.
56
Trayectorias del conocimiento antropológico
Esta negación sitúa al ser humano, igual que cualquier otro organismo
vivo, sujeto a las leyes de la selección natural, determinada por las
relaciones que mantienen dichos organismos con su medio. Estas
relaciones serían de orden competitivo y perpetuarían una interminable
lucha por la supervivencia. En dicho combate sólo saldrían vencedores
aquellos organismos mejor adaptados. Estamos ante una tesis que seguirá
de actualidad prácticamente hasta nuestros días, afirmación que nos
llevaría hasta los mismos planteamientos de la sociobiología.
Tras estas referencias prácticamente obligadas tanto a C. R. D arwin
como a T. Huxley, cuyos planteamientos e ideas tendr án una clara
incidencia en la antropologí a evolucionista posterior, haremos una breve
alusión a i nvestigadores cercanos o pertenecientes al campo de la
arqueologí a y de la antropologí a física, preocupados por el paso desde lo
simple a lo complejo. En este sentido podemos nombrar a Jean Baptiste
Lamarck (1744-1829) quien y a había defendido este principio, entendido
como transformación estructur al de las especies a través del tiempo. Esta
maner a de ver las cosas coincide con un momento histórico en el que se
realizaron diversas expediciones y excavaciones, en una época que va
desde el año 1800 a 1870. Durante estas décadas se descubren por ejemplo,
fragmentos humanos pertenecientes a la época neandertal y se adquieren
ya nuevos datos sobre l a formación de l a Tierra. También durante estos
años se clasifican y datan por primera vez los estratos estudiados,
incluyéndose una cronología reflejo de la evolución de los organismos
vivos, incluido el ser humano.
Cronológicamente estamos en la antesala de la historia de l a
antropología propiamente dicha. El campo de la antropología, concepto
que había sido utilizado desde finales del siglo XVIII, en Franci a por
ejemplo, ve nacer su primera cátedra en 1855, a la cual proseguirán otras a
partir de esta década. Además se desarrollarán numerosas asociaciones que
confirman y muestr an ya la presenci a y existencia de la disciplina.
También se utiliza en este momento la palabra etnografí a, a principios del
siglo XIX, y el término etnología a partir de 183062. Llegamos así a un
62
P. Mercier, op. cit., p. 31. Según L. V. Thomas, “La etnología, mistificaciones y
desmitificaciones”, en J. Bouveresse el al., Historia de la Filosofía (El siglo XX),
Espasa-Calpe, Madrid, 1984, pp. 126-127, la palabra ‘etnología’ dataría de 1787,
cuya autoría se debería a De Chavannes, moralista erudito, autor de la obra Essai
sur l’éducation intellectuelle avec le projet d’une science nouvelle , en el ámbito de una
filosofía de la historia en la que se describían ya adelantadamente las etapas del ser
humano hacia la civilización. Por otra parte el término ‘etnografía’ es posterior,
atribuido al historiador alemán B. G. Niebuhr en el marco de un curso impartido
en la Universidad de Berlín (1810), aunque quien vulgarizaría el vocablo sería el
italiano Balbi, establecido en París y autor del Atlas ethnographique du globe (1826).
Este autor encontró en la etnografía la oportunidad para la clasificación de los
57
El ser humano como objeto social Rubio-Ardanaz, JA
58
Capítulo 4
El paradigma evolucionista:
primeros pasos teóricos
65
M. Lischetti, “La antropología como disciplina científica”, en M. Lischetti
(comp.) Antropología, Editorial Universitaria de Buenos Aires, Buenos Aires, 1987,
p. 24.
59
El paradigma evolucionista: primeros pasos teóricos Rubio-Ardanaz, JA
60
Trayectorias del conocimiento antropológico
66
E. B. Tylor, Primitive Culture, Harper Toorchbooks, New York, 1958, p. 1.
67
D. Cuche, La notion de culture dans les sciences sociales, La Découverte, Paris, 2004,
p. 16; y J. A. Rubio-Ardanaz, Lemanes, sardineras y pescadores. Realidades marítimas
en perspectiva antropológica, Editorial Grafema, Barcelona, 2006, pp. 67-71.
61
El paradigma evolucionista: primeros pasos teóricos Rubio-Ardanaz, JA
Orientación y planteamiento
68
I. Schulte-Tenckhoff, op. cit., pp. 47-48.
62
Trayectorias del conocimiento antropológico
69
Ibid., p. 48.
70
J. A. Rubio-Ardanaz, op. cit., pp. 67-73.
71
Conocida también como Escuela de los Círculos Culturales, Escuela Histórico -
Cultural o Escuela Difusionista, véase J. Poirier, op. cit., pp. 49-54.
63
El paradigma evolucionista: primeros pasos teóricos Rubio-Ardanaz, JA
72
Idem.
64
Trayectorias del conocimiento antropológico
“Sine the use of pottery is less significant than of domestic animals, of iron, or
of a phonetic alphabet, employed to mark the commencement of subsequent
ethnical periods, the reasons for its adoption should be stated. The manufacture of
pottery presupposes village life, and considerable progress in the simple arts. Flint
65
El paradigma evolucionista: primeros pasos teóricos Rubio-Ardanaz, JA
and stone implements are older than pottery, remains of the former having been
found in ancient repositories in numerous instances unaccompanied by the latter.
A succession of inventions of greater need and adapted to a lower condition must
have occurred before the want of pottery would be felt. [...] The village Indians who
were in the Middle Status of barbarism, such as the Zuñians the Aztecs and the
Cholulans, manufactured pottery in large quantities and in many forms of
considerable excellence; the partially Village Indians of the United States, wh o
were in the Lower Status of barbarism, such as the Iroquois, the Choctas, and the
Cherokees, made it in smaller quantities and in a limited number of foms; but the
Non-horticultural Indians, who were in the Status of savagery, such as the
Athapascans, the tribes of California an d of the valley of the Columbia, were
ignorant of this use”73.
73
L. H. Morgan, Ancient Society, Eleanor Burke Leacock, Peter Smith, Gloucester,
Mass., 1974, pp. 13-14.
74
Como ejemplo podemos referirnos a las obras de Klemm (1802-1867) sobre las
bases materiales de la cultura; F. Pitt-Rivers (1827-1900) con su clasificación de
las herramientas; E. Hahn (1856-1928) y su análisis del paso de la azada al arado,
así como al cuadro hipotético dibujado por E. B. Tylor publicado en 1865. Véase
al respecto I. Schulte-Tenckhoff, op. cit., p. 49.
66
Trayectorias del conocimiento antropológico
75
De todos modos conviene considerar que al detenernos en la cuestión del
análisis del hecho religioso, no todos los evolucionistas present an la misma
perspectiva. El caso más claro puede ser el de L. H. Morgan en su estudio de la
evolución intelectual humana basada en la tecnología, los modos de subsistencia y
la organización social, cuestiones que nos remiten a Ancient Society.
76
J. Gómez Cafarena, J. Martín Velasco, Filosofía de la religión, Revista de
Occidente, Madrid, 1973, pp. 31-33.
67
El paradigma evolucionista: primeros pasos teóricos Rubio-Ardanaz, JA
77
E. B. Tylor, op. cit., cap. XI-XVII, exposición del mismo en J. Gómez Cafarena,
J. Martín Velasco, op. cit., pp.30-35 y 168.
78
J. Gómez Cafarena, J. Martín Velasco, op. cit., pp. 27-29.
79
R. R. Marett insistiría en el carácter activo de la "mentalidad primitiva",
respecto a la cual los primitivos, difiriendo del planteamiento evolucionista
general, no eran filósofos o pensadores "fallidos" o poco evolucionados, para él
"las religiones primitivas son más que pensadas, danzadas"
68
Trayectorias del conocimiento antropológico
80
Palabra polinesia que designa un poder sobrenatural, poplularizada por autores
de este momento del correlato antropológico a los que también se uniría M.
Mauss; el mana puede impregnar objetos inanimados, pero generalmente se trata
de una cualidad característica de ciertos seres humanos, en particular jefes, y
espíritus retornados. El término irá cayendo en desuso en la literatura científica.
81
El término tabú es de origen polinesio y tiene el sentido de "prohibido". En la
literatura antropológica designa una prohibición de carácter mágico -religioso cuya
transgresión está ligada automáticamente a algún castigo de procedencia
sobrenatural; también se correlaciona con todo aquello que está prohibido o puede
ser objetado en función de algún temor supersticioso. Fue objeto de disputa
teórica para la sociología de la religión y la historia de las religiones del siglo XIX.
82
J. Gómez Cafarena, J. Martín Velasco, op. cit., pp. 24-44.
83
El término proviene de la expresión en lengua algonkina (autóctonos amerindios
de Québec y Ontario) ototeman, que significa "él-ella es de mi parentela",
designando un sistema religioso y sociológico al mismo tiempo, localizado en
sociedades de tipo segmentario, basada en una relación entre un conjunto de
animales (o más excepcionalmente, plantas y fenómenos naturales) y un conjunto
de grupos humanos (conjunto de clanes, clases de edad, conjunto de fratrías). El
animal o planta asociado a cada grupo recibe el nombre de tótem que aunque no
siempre, puede ser objeto de culto, veneración o tabús por parte de sus miembros.
69
El paradigma evolucionista: primeros pasos teóricos Rubio-Ardanaz, JA
El tótem también puede ser considerado como el ancestro del grupo. A partir de
1920 se comienza a poner en duda la existencia del totemismo como institución
autónoma y distinta al comportar un alto y heterogénea número de elementos
culturales. Definitivamente C. Lévi-Strauss mostrará su inconsistencia como
institución, en contra de la propuesta de los investigadores del siglo XIX; la única
consistencia que se le puede atribuir actualmente, radicaría en su consideración
como "proceso clasificatorio dentro de la ciencia primitiva": "diversos elementos
del reino cultural en correspondencia con diversas entidades del reino de la
naturaleza", M. Panoff, M. Perrin, Dictionnaire de l’ethnologie, Payot, Paris, 1973,
p. 258.
84
Encontramos un ejemplo del totemismo como explicación unitaria en Tótem y
tabú de S. Freud (1913); sin embargo su existencia como institución autónoma
será puesta en tela de juicio a partir de 1920 como hemos indicado anteriormente.
Entre las críticas hacia el totemismo destaca la realizada por C. Lévi-Strauss para
quien se presenta como una ilusión en la que pesan los prejuicios del siglo XIX.
En ese sentido el totemismo sería ante todo la proyección fuera de nuestro
universo, como si se tratase de un exorcismo, de actitudes mentales incompatibles
con la exigencia de discontinuidad entre el ser humano y la naturaleza, tan
esencial para el pensamiento cristiano, C. Lévi-Strauss, Le totémisme aujourd’hui,
PUF, Paris, 1962, p. 4, en M. Panoff, M. Perrin, op. cit, p. 258.
70
Trayectorias del conocimiento antropológico
James G. Frazer: magia y cien cia versus religión, tot emismo y exog amia
85
I. Schulte-Tenckhoff, op. cit., pp. 50-52.
86
Idem.
87
J. Poirier, op. cit., pp. 59-62.
71
El paradigma evolucionista: primeros pasos teóricos Rubio-Ardanaz, JA
88
Ibid., pp. 65-66.
89
J. Gómez Cafarena, J. Martín Velasco, op. cit., pp. 31-33; sin estar de acuerdo
con él pero tal como indican estos autores, J. G. Frazer desde esta concepción de
la magia, "sistematiza los fenómenos culturales de acuerdo con una ley que
reproduce la de los tres estadios de Comte. La humanidad habría pas ado
sucesivamente por la magia, la religión y la ciencia. Cuando los hombres caen en
la cuenta de que no pueden dominar las fuerzas supriores como quisieran con la
magia, recurren a la religión", sería sí como "los pueblos más rudos de los que
tenemos conocimiento –determinadas tribus de Australia– no poseen religión,
sino solo ritos mágicos" (p. 32).
72
Trayectorias del conocimiento antropológico
90
J. Poirier, op. cit., pp. 66-67.
73
El paradigma evolucionista: primeros pasos teóricos Rubio-Ardanaz, JA
91
M. Kilani, op. cit., p. 261 y ss.
74
Capítulo 5
Primeras contraposiciones
teóricas
92
Para ampliar esta información, véase E. Alexandrenkov, “Le diffusionisme dans
l’ethnographie occidentale”, en Ethnologie occidentale: Essais critiques sur l’idéologie,
Éditions du Progres, 1985, pp. 214-227.
75
Primeras contraposiciones teóricas Rubio-Ardanaz, JA
93
S. Camelin, S. Houdart, L’ethnologie, P.U.F., Paris, 2010, p. 65 y ss.
76
Trayectorias del conocimiento antropológico
94
I. Schulte-Tenckhof, op. cit., p. 65.
77
Primeras contraposiciones teóricas Rubio-Ardanaz, JA
95
Ibid., p. 67.
96
Idem.
78
Trayectorias del conocimiento antropológico
“A vue superficielle, il semble que rien ne mette d’entreve aux rapports des sexes
avant le mariage, puisqu’hommes et femmes vivent, jouent et travaillent les uns
auprès les autres, chaque jour, et sans nulle contrainte. Cependant, la coutume a
dressé certaines barrières entre eux.
La première de ces barrières est l’exogamie de parentèle, qui, en maint endroit,
signifie l’exogamie locale. En d’autres termes, les deux sexes sont tabous l’un pour
l’autre à l’intérieur de la même parentèle. Si la parentèle est en mème temps groupe
local, ses membres n’ont que bien peu d’occasion de flirter ou de courir les aventures
amoureuses, puisqu’ils n’en peuvent avoir qu’avec des horssins. Mais alors même
que plusieurs parentèles cohabitent dans un mème groupe, les rapports sexuels entre
les diverses parentèles, loin d’être laissés à la liberté individuelle, sont contrôlés par la
coutume et par les anciens, dont la rigueur, semble-t-il, varie d’ailleurs selon le lieu.
97
I. Schulte-Tenckhof, op. cit., p. 68.
79
Primeras contraposiciones teóricas Rubio-Ardanaz, JA
98
P. Schebesta, Les Pygmées du Congo Belge, Mém. Inst. Colon. Belge, 1952, pp. 230-
232.
80
Trayectorias del conocimiento antropológico
“Since Reisner explained (1908) the mode of evolution of the “mastaba” type of
superstructure, which in its fully-developed form as stone construction is so
characteristic a feature of the Egyptian tomb of the Pyramid Age, Mace (1909),
Quibell (1912), Junker (1912), and Flinders Petrie (1913) , have supplied the data
which complete and corroborate the story. In the light of this recently-acquired
knowledge of the gradual transformation of the Egyptian grave (a process that
occupied the five or six centuries from 3400 B.C. onward) to meet conditions peculiar
to Egypt, an d to overcome difficulties incidental to the practice of Egyptian beliefs, it
is altogether inconceivable that the more or less crude, though none the less obvious
imitations of the essential parts of the fully-developed “mastaba”, which are seen in
the Sardinian “Giants Tombs”, the “allées couvertes” of F rance and elsewhere, the
widespread “holed dolmens”, and all the multitude of “vestigial structures”, to use a
biological analogy, represented in the protean forms of the Algerian and Tunisian
dolmens, could have been invented independently of the Egyptian constructions.
All of these varieties of dolmens are obviously due to different stages of
degradation of the Egyptian stone “mastaba”, as the result mainly of attempts to
build such superstructures by craftsmen less skilled than the Egyptians were” 100.
99
G. Elliot Smith, The Ancient Egyptian and the Origin of Civilization, New Jersey,
2007.
100
G. Elliot Smith, “The Origin of the Dolmen”, Man, vol. 16 (febr.) 1916, pp. 26-
28.
81
Primeras contraposiciones teóricas Rubio-Ardanaz, JA
101
G. Elliot Smith, En el comienzo de la civilización, Editorial Nova, Buenos Aires,
1945.
102
E. Alexandrenkov, op. cit., p. 229.
82
Trayectorias del conocimiento antropológico
103
Ibid., pp. 222-223.
104
I. Schulte-Teckhof, op. cit., p. 69.
83
Primeras contraposiciones teóricas Rubio-Ardanaz, JA
84
Trayectorias del conocimiento antropológico
85
Capítulo 6
Culturalismo
87
Culturalismo Rubio-Ardanaz, JA
105
I. Schulte-Teckhof, op. cit., p. 71 y ss.
88
Trayectorias del conocimiento antropológico
106
F. Boas, Race, Language, and Culture, Chicago University Press, Chicago, 1940.
89
Culturalismo Rubio-Ardanaz, JA
La antropología culturalista
107
H. L. Herbert, "The Passion of Franz Boas", American Anthropologist, 103 (2),
2001, pp 447-448.
108
Esta concreción se opondría a una segunda opción que tomará como referencia
global la consideración según la cual, los recursos disponibles, los productos
obtenidos, los modos de obtenerlos y las relaciones de producción, determinarían la
cultura, las estructuras sociales y su historia; J. A. Rubio-Ardanaz, op. cit., 1994, p.
29 y ss.
109
A. L. Kroeber, Anthropology, Harcourt, New York, 1948; The Nature of the
Culture, Chicago University Press, 1952; C. Kluckhohn, Mirror for Man. The Relation
of Anthropology to Modern Life, McGraw Hill, New York, 1949; R. Lowie, Culture and
90
Trayectorias del conocimiento antropológico
Ethnology, Peter Smith, 1929; R. Linton, The Study of Man. An Introduction, Appleton
Century, Oxford, 1936.
110
A. L. Kroeber, “Sub-human Culture Beginnins”, The Quarterly Review of Biology,
vol. 3, nº 3, sep., 1928, pp. 325-342.
91
Culturalismo Rubio-Ardanaz, JA
111
C. Kluckhohn, Mirror for Man. The Relation of Anthropology to Modern Life,
McGraw Hill, New York, 1949.
112
C. Kluckhohn, The Navajo,Doubleday, Garden City, 1962.
113
R. Redfield, Tepotzlan, a Mexican Village, Universiity Chicago Press, 1964.
92
Trayectorias del conocimiento antropológico
114
A. Kardiner, L’individu dans sa société, Gallimard, Paris, 1969.
115
R. Linton, Le fondement culturel de la personalité, Dunod, Paris, 1968, p. 115.
116
R. Benedict, Echantillons de civilisation, Gallimard, Paris, 1967.
93
Culturalismo Rubio-Ardanaz, JA
117
Se trata de un término amerindio nootka que significa "donar" y que designa un
"don de rivalidad" (que detenta provocación). En un principio designaría una
institución propia de los amerindios de la costa noroeste del Pacífico: kwakiutl,
tlingit y tsimshian entre otros. Para los jefes o miembros de la clase aristocrática, se
trataba de ofrecer con gran solemnidad riquezas a algún rival, con el fin de
desafiarle, humillarle u obligarle a responder. El beneficiario no podía rechazar el
regalo que se le hacía quedando ante el dilema siguiente. O bien, reconocer la
derrota y perder para siempre todo rango y prestigio, mostrándose incapaz de
realizar posteriormente el contradón esperado, o bien, aceptar el reto y utilizar lo
recibido con usura y de forma comedida. Con la entrada de la economía de
mercado, el potlatch dejará de funcionar como sistema de distribución económica y
social (roles sociales), sobreviviendo no obstante como acto festivo, identitario y
reivindicativo de la culturas tradicionales.
118
R. Linton, op. cit., p. 115 y ss.
119
M. Mead, Sex and Temperement in three Primitive Societies, 1935.
94
Trayectorias del conocimiento antropológico
psicofisiológicos para cada sexo que varía según las culturas 120. El
reconocimiento de dicho factor arbitrario presupone una atención a las
frustraciones y conflictos en la creación cultural. Paralelamente, se
preguntó por el proceso de aprendizaje sociocultural en la infancia y
adolescenci a 121. Hacia fi nales de los años cuarenta del siglo XX, M. Mead
reorientará sus investigaciones aplicando sus teorías puestas en pr áctica en
Oceanía, al estudio de los conflictos inconscientes que marcan a las
culturas occidentales y en particular a la norteamericana (Estados Unidos).
La utilización de los principios del psicoanálisis por su parte, puso la
pista sobre la determinación social del psiquismo. M. Mead, R. Benedict y
R. Linton demostr arían que en efecto la personalidad no es más que el
reflejo de los patterns (conjunto de rasgos constitutivos o modelo)
psicológicos, inherentes a la cultura. En consecuencia se propondrían
esclarecer las relaciones entre las propiedades ocultas de la personalidad y
las presiones ejercidas por el medio social. En sus tentativas por averiguar
si los individuos llegaban o no a interiorizar las normas prescritas por su
cultura, cosa vital para la permanencia de los sistemas cultur ales, se
acercaron a la “psicología comportamental” en detrimento de un análisis
de las estructuras soci ales, contribuyendo de esta manera al relativismo tan
característico de la antropología culturalista.
De la endoculturación a la aculturación
120
M. Mead (ed.) Cooperation and Competition in Primitive Societies, McGraw Hill,
New York, 1937.
121
M. Mead, Une éducation en Nouvelle Guinée, Payot, Paris, 1973.
95
Culturalismo Rubio-Ardanaz, JA
La antropología radical
122
G. Devereux, Reality and Dream. Psychoterapy of a Plains Indian, International
Universities, New York, 1951.
96
Trayectorias del conocimiento antropológico
123
Los primeros textos críticos frente al imperialismo van a aparecer en Current
Anthropology (1968) en torno a las responsabilidades sociales de la antropología.
Entre los principales autores estarán K. Gough, “Des propositions nouvelles pour
les anthropologues”, en J. Copans (ed.) Anthropologie et impérialisme, Maspero, Paris,
1975, pp. 17-35, G. D . Berremann, “Is Anthropology Alive? Social Responsibility
in Social Anthropology”, Current Anthropology, 9, 1968, pp. 391-396, y G. Gjessing,
“The Social Responsibility of the Social Scientist”, Current Anthropology, 9, 1968,
pp. 397-402. En 1968 la American Anthropological Association llega a crear un comité
encargado de examinar los problemas de ética y moral a los que debe enfrentarse la
antropología, proponiendo un proyecto ético titulado Principples of Professional
Responsabilities (1970). Otras posiciones aún más radicales correrían a cargo de J.
Copans, Critiques et politiques de l’anthropologie, Maspero, Paris, 1974 y J. M. Auzias,
L’anthropologie contemporaine, P.U.F., Paris, 1976, entre otros; véase I. Schulte-
Tenckhoff, op. cit., pp. 89-91.
124
L. Pilon-Lê et al. Perspectives anthropologiques, Montréal: Éditions du Renouveau
Pédagogique, 1975, p. 3.
97
Culturalismo Rubio-Ardanaz, JA
125
L. A. White, “Foreword”, en M. Sahlins, E. Service (eds,) Evolution and Culture,
Michigan University Press, Ann Arbor, p. VII.
126
V. G. Childe, Man Makes Himself, Mentor Books, New York, 1951.
127
L. A. White, The Evolution of Culture: The Development of Civilization to the Fall to
Rome, Left Coast Press, Walnut Creek, California, 2007.
128
R. L. Carneiro, “The Four Faces of Evolution” en J. J. Honigman (ed.)
Handbook of Social and Cultural Anthropology, Rand McNally and Co., Chicago, 1973,
p. 90.
98
Trayectorias del conocimiento antropológico
129
J. H. Steward, Cultural Causality and Law: A Trial Formulation of the
Development of Early Civilizations, American Anthropologist, 1949, 51, 1, pp. 1-27.
130
M. H. Fried, The Evolution of Political Society: An Essay in Political Anthropology ,
Random House, New York, 1967; M. Harris, The Rise of Anthropological Theory: A
History of Theories of Culture, Thomas Y. Crowell, New York, 1968.
99
Culturalismo Rubio-Ardanaz, JA
131
Hallamos sus propuestas fundamentales en J. H. Steward, Theory of Culture
Change; y Evolution and Ecology. Essays on Social Transformation, University of Illinois
Press, Urbana, 1955 y 1977 respectivamente.
100
Trayectorias del conocimiento antropológico
132
S. Piddocke, “The Potlatch System of the Southern Kwakiutl: A New
Perspective”, Southwestern Journal of Anthropology, 21, 1, 1965, pp. 244-264; W.
Suttles, “Coping with Abundance: Subsistence on the Northwest Coast”, R. Lee, I.
DeVore (eds.) Man the Hunter, Aldine, Chicago, 1968, pp. 56-68; R. Rappaport,
Ecology, Meaning and Religión, North Atlantic Books, Richmond, Cal., 1979.
133
S. Polgar, Population, Ecology and Social Evolution, Mouton, The Hague, 1975; M.
Harris, Cannibales y reyes. Los orígenes de la cultura, Argos Vergara, Barcelona, 1983,
Vacas, cerdos, guerras y brujas, Alianza Editorial, 1998; Cultural Materialism. The
Struggle for a Science of Culture, Vintage Books, New York, 1980.
101
Culturalismo Rubio-Ardanaz, JA
La antropología simbólica
134
G. Berthoud, F. Sabelli, L’ambivalence de la production. Logiques communautaires et
logique capitaliste, P.U.F., Cahiers de l’I.U.E.D . 3, Paris, Genève, 1976; E.
Schwimmer, The Yearbook of Symbolic Anthropology, C. Hurst & Co., Queen’s
University Press, London, Montreal, 1978.
135
D. Schneider, “Some Muddles in the Model, or How the System Really Works”,
The Relevence of Models for Social Anthropology, Tavistock, A.S.A. Monographs 1,
London, 1965, pp. 25-85.
136
C. Geertz, The Interpretation of Cultures, Basic Books, New York, 1975.
102
Trayectorias del conocimiento antropológico
137
V. Turner, The Forest of Symbols: Aspects of Ndembu Ritual, Cornell University
Press, 1967; Schism and Continuity in an African Society, Manchester University Press,
1968; The Ritual Process: Structure and Anti -Structure , Aldine Transaction 1969;
Dramas, Fields, and Metaphors: Symbolic Action in Human Society, Cornell University
Press, 1974.
138
R. Wagner, The Curse of Souw, University of Chicago Press, 1967; E.
Schwimmer, Exchange in the Social Structure of the Orokaiva, C. Hurst, London, 1973;
S. Walens, Feasting Whit Cannibals. An Essay on Kwakiutl Cosmology, Princeton
University Press, 1981.
103
Capítulo 7
Primeros distanciamientos
de las visiones culturalistas
Una vez en este capítulo y dando un paso adelante, vamos a fijarnos en los
primeros distanciamientos respecto a las posiciones cultur alistas,
estableciéndose ahora un acercamiento más claramente sociológico. En
este sentido la antropología británica toma la batuta, abordando también el
estudio de las sociedades denominadas primitivas, pero a través de un
nuevo modelo de interpretación: el funcionalista. Aparece en escena el
funcionalismo biocultural de B. Malinowski (1884-1942) por una parte y el
funcionalismo estructur al de A. R. Radcliffe-Brown (1881-1955) por otra,
cuyas proyecciones serán primordiales. De todas formas no se caminará
lejos de los pasos boasianos en cuanto a su crítica de la interpretación
evolucionista y las propuestas de los difusionistas.
En este momento cronológico, es de destacar la profusión de
información etnográfica, coincidente con una época de expansión colonial,
acompañada de una evidente preocupación por recoger el máximo número
de datos posible, relativos a las sociedades “primitivas” presuntamente en
vías de desaparición. Como consecuencia aparece un efecto de car ácter
descriptivo y un trab ajo de carácter profesional sobre el terreno, dando
lugar a una clara consolidación de la corriente funcionalista, marcada por
una peculiar visión sintética y sincrónica de los grupos sociales estudi ados.
105
Primeros distanciamientos de las visiones culturalistas Rubio-Ardanaz, JA
139
Se puede ampliar el planteamiento metodológico funcionalista en J. A. Rubio -
Ardanaz, op. cit., pp. 79-87.
106
Trayectorias del conocimiento antropológico
140
B. Malinowski, Une théorie scientifique de la culture et autres essais, Maspero, Paris,
1968, pp. 48-49.
141
Ibid., p. 134 y p. 72.
107
Primeros distanciamientos de las visiones culturalistas Rubio-Ardanaz, JA
142
B. Malinowski, Les argonautes du Pacifique occidental, Gallimard, Paris, 1963.
143
Ibid., pp. 227-228.
108
Trayectorias del conocimiento antropológico
109
Primeros distanciamientos de las visiones culturalistas Rubio-Ardanaz, JA
El funcionalismo estructural
144
A. R. Radcliffe-Brown, A Natural Science of Society, The Free Press, Glencoe
Illinois, 1957.
110
Trayectorias del conocimiento antropológico
145
A. R. Radcliffe-Brow, Method in Social Anthropology, Asia Publishing House,
Bombay, 1958, p. 25.
146
A. R. Radcliffe-Brow, A Natural Science of Society, The Free Press, Glencoe, Ill.,
1957, p. 55.
147
Para el desarrollo de esta cuestión, véase nuevamente A. R. Radcliffe -Brow,
Structure and Function in Primitive Society, Cohen & West Ed., 1976.
111
Primeros distanciamientos de las visiones culturalistas Rubio-Ardanaz, JA
estructura soci al misma, estaría regida por procesos y por lo tanto sujeta al
cambio.
Si hacemos un repaso por la obra de A. R. Radcliffe-Brow, veremos
que en la aplicación de sus principios teóricos, éste se limitaría a algunos
aspectos particulares de la vida soci al, sobre todo el parentesco que en
tanto que sistema, reúne todos los criterios de base de una estructura
social 148.
Al respecto trató de confi gurar los principios en los que se b asa l a
estabilidad de diversos tipos de sistemas de parentesco propios de las
“sociedades primitivas”. Llegó a establecer tres bases fundamentales que en
principio serían de alcance general: la unidad entre germanos (siblings) 149, la
unidad del linaje 150, y la regla de la asociación entre gener aciones
alternas 151. Respondiendo a este mismo interés por el parentesco, A. R.
Radcliffe-Brown llegaría a analizar las prácticas matrimoniales, entendidas
como un medio con el que reajustar la estr uctura social, de tal manera que
las bases formales no fueran modificadas. En este sentido, el matrimonio,
así como el nacimiento, la muerte, la iniciación a la pubertad, etcéter a,
constituyen una modificación de la estructura que se reproduce en todas las
sociedades; se tr ata de un momento del proceso soci al de tipo dinámico y
regulado por la costumbre.
148
A. R. Radcliffe-Brow, D. Forde, Systèmes familiaux et matrimoniaux en Afrique, P.
U. F., Paris, 1953.
149
Ibid., p. 106 y ss.
150
A. R. Radcliffe-Brow, op.cit., 1976, p. 139 y ss.
151
Ibid., p. 146 y ss.
112
Trayectorias del conocimiento antropológico
152
Si para el planteamiento culturalista fue primordial describir y en definitiva saber
"qué es" y "en qué consiste" cualquier manifestación y aspecto de la cultura, ahora
vemos que se despeja otra incógnita de la ecuación al despejarse el "para qué sirve"
o "cuál de su función", así como las normas y leyes que subyacen al respecto,
quedando aún por clarificar "las relaciones sociales impícitas" en el seno de una
sociedad y su cultura. Se va configurando un método etnográfico pertinente para
poder observar y describir los hechos, explicar su funcionamiento y bases
estructurales, y descubrir el tipo y clase de relaciones sociales implícitas.
113
Capítulo 8
Continuidad y rupturas
Vamos a proseguir ilustrando conti nuidades, pero también cada vez más
patentemente distanciamientos, respecto a las visiones teóricas anteriores.
Contamos con destacadas aportaciones como las llevadas a cabo por E. E.
Evans-Pritchard (1902-1973), R. Firth (1901-2002) y E. Leach (1910-1989),
quienes mostr arán en sus enfoques una cl ara diferencia en el tratamiento
teórico, a través de temáticas presentes de forma constante en los estudios
antropológicos, como es la religión y de otros de más reciente irrupción,
como ser á la economía. La investigación irá tomando cada vez may ores
matices diferenci ales en comparación con las posiciones, tanto de corte
evolucionista y culturalista, como de los presupuestos funcionalistas
clásicos presentados en el capítulo anterior.
Uno de los primeros en despuntar en este sentido, será E. E. Evans-
Pritchard, destacado africanista quien presenta una rica diversificación en
torno a sus investigaciones, en un intento constante por mati zar y cambiar
de dirección el determinismo funcional, propio de la visión organicista de
la sociedad, que había caracterizado las tendenci as de B. M alinowski y en
parte de A. R. Radcliffe-Brown.
Es así como propone aprehender las sociedades como “sistemas
simbólicos” y no como “sistemas orgánicos”. De esta forma pretendía
encontrar “estructuras” en lugar de “leyes”, intentando demostrar la
coherencia de los fenómenos, en vez de la existencia de relaciones
necesarias entre las actividades. En sí ntesis, ahora se trata más que de
explicar, de entr ar a interpretar los hechos sociales 153. Para E. E. Evans-
Pritchard refutar una visión or ganicista de la sociedad, si gnificaba
privilegiar la historia, en tanto que proceso que forja un conjunto social
específicamente.
Ocupa un espacio remarcable su estudio de los nuer (Sudán), que por
ejemplo, en el cuadro del nuevo ab anico temático y conceptual que se está
153
E. E. Evans-Pritchard, Essays in Social Anthropology, Faber, London, 1962, p. 82.
115
Continuidad y rupturas Rubio-Ardanaz, JA
154
Hallamos esta afirmación tanto en Essays in Social Anthropology, citada
anteriormente, como en The Nuer, Clarendon, Oxford, 1940.
155
I. Schulte-Tenckhoff, op. cit., p. 79 y ss..
156
E. E. Evans-Pritchard, Social Anthropology, 1951, p. 30 y ss.
116
Trayectorias del conocimiento antropológico
Argumentación sociológica
157
Encontraremos sus aportaciones fundamentales en las obras siguientes: Nuer
Religion, Clarendon Press, Oxford, 1956 y Wichcraft, Oracles and Magie among the
Azande, 1937.
158
E. E. Evans-Pritchard, Las teorías de la religión primitiva, Siglo XXI, Madrid, 1989
(sexta edición en castellano del título original Theories of Primitive Religión, Oxford
University Press, 1965), pp. 84-85.
117
Continuidad y rupturas Rubio-Ardanaz, JA
159
Ibid., pp. 83-88.
118
Trayectorias del conocimiento antropológico
160
M. Fortes, E. E. Evans Pritchard (eds.) Systèmes politiques africaines, P.U.F., Paris,
1964.
161
Mientras el parentesco y la religión a fines del siglo XIX ya eran objeto de
síntesis (L. H. Morgan, 1870; E. B. Tylor, 1871) y mientras se constituía la
antropología política, ligada al africanismo (entre otros M. Fortes, E. E. Evans -
Pritchard, 1940), sin embargo habrá que esperar a 1922 para contar con el primer
acercamiento sistemático a una economía primitiva (B. Malinowski, 1922), con la
que se inauguraba la "antropología económica" e incluso más tiempo, para la
aparición del único intento de síntesis antropológica económica (M. J. Herkovits,
1940); sólo a partir de 1960 se desarrollará ampliamente la especialidad, destacando
el debate entre formalistas y sustantivistas y las aportaciones del materialismo
histórico.
119
Continuidad y rupturas Rubio-Ardanaz, JA
162
R. Firth, We the Tikopia. A Sociological Study of Kinship in Primitive Polyneesia, G.
Ilen, London, 1966; y Primitive Polynesian Economy, Routledge and Kegan Paul,
London, 1972.
163
R. Firth, Primitive Polynesian Economy, Routledge and Kegan Paul, London,
1972.
164
Los partidarios de esta orientación pondrían el punto de mira en los "aspectos
formales" y más abstractos de la actividad económica, de ahí el nombre de
"formalistas", ello frente a la postura que continuaría interesándose principalmente
por el "contenido" de la economía, como por ejemplo, el volumen y modalidad de
los intercambios, en la cual se enmarcan los "sustantivistas" e "institucionalistas".
165
M. J. Herskovits, The Economic Life of Primitive Peoples, Alfred Knopf, New York,
1940.
166
Viene a ilustrarnos esta situación P. Beaucage, “Tendances actuelles de
l'anthropologie économique”, en Perspectives anthropologiques (coll.), Éditions du
renouveau pédagogique, Montréal, 1979, p. 156, cuando indica que "l'ethnologue
positiviste classique se révélait incapable de voir la réalité économique dans les
sociétés primitives... sinon dans ces aspects exotiques: qu'un chef Kwakiutl de la
Colombie britanique ruinait ses rivaux en les 'accablant' des cadeaux somptueux
qu'ils ne pourraient pas rendre, qu'un Bantou 'achetait' une femme en l'é changeant
contre des vaches, que les indigènes des îles Rossell prêtaient à
120
Trayectorias del conocimiento antropológico
121
Continuidad y rupturas Rubio-Ardanaz, JA
168
Idem.
169
Ante la situación, J. M. Keynes (1883-1946) cometía la "herejía", en palabras de
P. Beaucage, op. cit., p. 157, de incitar al gobierno a intervenir en la economía para
hacer detener la crisis y evitar la revolución, y en el mismo sentido, el también
británico Lionnel Robbins (1888-1984) ampliaba el campo de la ciencia económica
más allá del estudio de "las causas del bienestar material" (límite definido por sus
predecesores), proponiendo su consabida definición como "la ciencia que estudia el
comportamiento humano como una relación entre fines y medios escasos que
tienen usos alternativos".
122
Trayectorias del conocimiento antropológico
170
P. Beaucage, op. cit., p. 158, afirmación que apoya con la siguiente alusión
ilustrativa: "Ainsi le chasseur ou l'horticulteur cultivant sur brûlis n'effetuent pas
leur trvail pour satisfaire la fantaisie du moment (référence au mythe du 'sauvage
imprévoyant' qui avait cours jusque dans les manuels d'hstoire du Canada) ni pour
obéir à une coutume immuable, mais pour répondre à des besoins précis avec des moyens
divers dont ils savent apprécier l'efficacité et le 'coût' relatifs ; au moins en termes de
travail" (cursiva nuestra).
171
A partir de una experiencia de campo vivida con un misionero e spañol, durante
una estancia y trabajo de campo entre los garifonas hondureños (para quienes desde
la visión etnocéntrica del clérigo, no existía ningún atisbo de "economía"), sin
embargo incluso la rutina misma –lejos de oponerse al concepto de racionalidad–
hacía parte integrante de la economía garifona; P. Beaucage, Economic Anthropology
of the Black Carib of Honduras, London School of Economics, tesis doctoral, 1970,
pp. 110-148.
123
Continuidad y rupturas Rubio-Ardanaz, JA
172
Una de las causas del estancamiento de la antropología económica formalista,
entre los años 30 y 60 del siglo pasado, estuvo en creer que la orientación
cuantitativa de la economía política facilitaría el acceso a la explicación de los
hechos; sin embargo se limitó a una minuciosa y exasperante descripción
estadística de los procesos de producción, circulación y consumo (sin mayor
fundamento teórico), dejando de lado la descripción cualitativa de los fenómenos
económicos de las sociedades precapitalistas; después de cuantificar
exhaustivamente, realizar cuadros, etc., apenas tendrá nada que decir, salvo que
todo ello demuestra a todas luces que "el primitivo es racional". Harían este
124
Trayectorias del conocimiento antropológico
125
Continuidad y rupturas Rubio-Ardanaz, JA
126
Trayectorias del conocimiento antropológico
178
Ibid., pp. 166-167.
179
K. Polanyi, The Great Transformation New York: Holt, Reinehart and Winston,
1944.
180
Dalton, G. (ed.) Primitive, Archaic and Modern Economics, Anchor Books, New
York, 1968.
181
Recuérdese el apotegma o aforismo popular según el cual "el tiempo es oro".
127
Continuidad y rupturas Rubio-Ardanaz, JA
182
P. Beaucage, op. cit., 1979, p. 168.
183
Idem.
184
M. Sahlins, "On the Sociology of Primitive Exchange", M. Banton (ed.), The
Relevence of Models for Social Anthropology, Tavistock, London, 1965; P. Bonahan, G.
Dalton, Markets in Africa, Doubleday, New York, 1965.
128
Trayectorias del conocimiento antropológico
185
C. Meillassoux, “Essai d’interprétation du phénomène économique dans les
sociétés d’autosubsistance”, Cahiers d’études africaines, 4: 38-67, 1960.
186
Sobre este punto P. Beaucage, op. cit., 1979, p. 169, nos advierte del parecido de
la propuesta de C. Meillassoux con la de C. Lévi-Strauss, en cuya síntesis de los
fenómenos del parentesco en términos de intercambio (en su caso de mujeres),
tomó como base de todo la noción de un 'átomo de parentesco' o estructura de base
universal combinada de manera diversa según cada sistema en concreto, tal como
expuso en Les structures élementaires de la parenté, P.U.F., Paris, 1949.
129
Continuidad y rupturas Rubio-Ardanaz, JA
¿Cómo hemos llegado a estas últimas consider aciones con las que se
perfila esta nueva ruptura, opuesta a la visión formalista y sustantivista, y
en definitiva al planteamiento funcionalista y estructuralista? La respuesta
estaría en la elección de C, M eillassoux consistente en explicar el
"problema del poder", nivel en el cual los conflictos se muestran con más
claridad, pero dejando de lado la cuestión de las funciones de la "estructura
del poder". Esta opción evitará encontrarse con respuestas del tipo: 'el
poder es bueno (útil, necesario) porque permite a una sociedad sobrevivir',
"posición tautológica clásica", tal como argumenta P. Beaucage tratando
de explicar este cambio de rumbo novedoso al que venimos refiriéndonos
en este y anterior par ágrafos..
C. Meillassoux cambia de sentido poniendo el punto de mira e
interrogándose sobre la "naturaleza y los fundamentos" del poder (político
187
La noción de linaje tuvo como objeto explicar la configuración de socie dades
africanas y oras del sudeste asiático y Nueva Guinea, siendo uno de los primeros en
aplicarlo M. Fortes, "The Structure of Unilineal Descent Groups, American
Anthropologist, 55, 1953, pp. 17-41 (a quien hacemos referencia en el punto siguiente
de este capítulo). La unidad social básica en dichas sociedades comprende un grupo
de individuos, cuyo número alcanza a veces varios centenares, que descienden de
un ancestro común de modo unilineal (patrilineal o matrilinealmente) y poseen una
estructuración de la autoridad y propiedad común (tierras, ganado, casas, etc.); la
unidad social se subdivide interiormente de manera segmentaria creando lazos con
grupos idénticos a través de la alianza o matrimonio, la política o el ritual. A partir
de aquí se distinguirán claramente el linaje de las pequeñas bandas de cazadores,
sin diferenciación interna, de otras formas más complejas de organización social
(sociedades urbanas, etc.). El materialismo cultural lo considerará como una forma
de adaptación sin llegar a explicar más profundamente la estructura linajera; cfr. P.
Beaucage, op. cit., 1979, pp. 174-175.
188
P. Beaucage, op. cit., 1979, p. 175.
130
Trayectorias del conocimiento antropológico
189
En el sistema patrilineal estudiado por C. Meillassoux, el grupo de personas
dependientes de un anciano podía estar configurado por sus hermanos jóvenes, sus
hijos, sus sobrinos y también sus esposas y sus descendientes no casados; se trata de
comunidades que habitan casas contiguas y poseen tierras en común, colaborando
en los trabajos y compartiendo los mismos alimentos almacenados; P. Beaucage,
op. cit., 1979, p. 175.
190
Esta posición será objeto de crítica desde la perspectiva marxista (entre otros, A.
Deluz, M. Godelier y J. Suret-Canale) primero, achacándole una descripción
incorrecta de la sociedad estudiada (identifica los gouro de la sabana con los de la
selva, a pesar de presentar modos de organización social y realidades materiales
diferentes), así como de haber dado lugar a un modelo teórico sobre las sociedades
primitivas desprovisto de valor (identificando las leyes de la historia y de la lógica,
por influencia del estructuralismo, considerando las estructuras complejas como
fruto de la combinación de estructuras más simples). En segundo lugar, cae en una
posición "estructuro-marxista" oponiendo la función social a la explotación:
constatando la primera niega la existencia de la segunda; no considera que el grupo
("clase") dominante justificaría sus privilegios ante el grupo ("clase") dominado,
acaparando funciones sociales esenciales (es lo que distingue la noción vulgar de
131
Continuidad y rupturas Rubio-Ardanaz, JA
132
Trayectorias del conocimiento antropológico
194
E. Leach, Les systèmes politiques des Hautes Terres de Birmanie , Maspero, Paris,
1972.
195
M. Fortes, The Dinamics of Clanship among the Tallensi y The Web of Kinship among
the Tallensi, Oxford University Press, London, 1945 y 1949 respectivamente; M.
Gluckman, Politics, Law and Ritual in Tribal Society, Blackwell, Oxford, 1965; M.
Glucman (ed.) Political Systems and the Distribution of Power, Tavistock, London,
1965.
133
Continuidad y rupturas Rubio-Ardanaz, JA
196
F. Barth, Political Leadership among the Swath Pathans, Athlone Press,
London,1959; J. Beattie, Bunyoro, an African Kingdom, Holt Rinehart Winston,
1960; T. Asad, The Kabbabish Arabs. Power, Authority and Consent in a Nomadic Tribe,
C. Hurst & Co., London, 1970; J. Middleton, D. Tait (eds.), Tribes without Rulers,
Routledge & Kegan Paul, London, 1958.
197
J. Goody, Death, Property and the Ancestors. A Study of Mortuory Customs of the Lo-
Dagaba of West Africa, Stanford University Press, Los Angeles, 1962 y Comparative
Studies in Kinship, Routledge & Kegan Paul, London, 1969; R. Fox, Anthropologie de
la parenté. Une analyse de la consanguinité et de l’alliance, Gallimard, Paris, 1972; L.
Dumont, Introduction à deux théories d’anthropologie so ciale. Group es de filiation et
alliance de mariage, Mouton, Paris, 1971.
198
M. Douglas, De la souillure, Maspero, Paris, 1971, y Natural Symbols. Exploration
in Cosmology, Penguin, Harmondsworth, 1978; R. Bradbury et al., Essais
d’anthropologie religieuse, Gallimard, Paris, 1972.
134
Trayectorias del conocimiento antropológico
199
D. Goddard, “Limits of British Anthropology”, New Left Review, 58, pp. 79-89,
1969; J. Banaji, “The Crisis of British Anthropology”, New Left Review, 64, pp. 1-85,
1970.
135
Capítulo 9
La propuesta
del estructuralismo
200
J. A. Prades, Durkheim, P.U.F., Paris, 1997.
201
E. Durkheim, Les règles de la méthode sociologique, P.U.F., Paris, 1977.
137
La propuesta del estructuralismo Rubio-Ardanaz, JA
202
E. Durkheim, Les formes élémentaires de vie religieuse, P.U.F., Paris, 1968.
203
E. Durkheim, De la division du travail social, P.U.F., Paris, 1960.
138
Trayectorias del conocimiento antropológico
204
M. Mauss y H. Hubert, “Essai sur la nature et la fonction du sacrifice”, en M.
Mauss, Oeuvres, t. I, Minuit, Paris, 1968, pp. 193-307.
139
La propuesta del estructuralismo Rubio-Ardanaz, JA
205
Véase el repaso sobre la idea de "totalidad" en G. Berthoud, "Homo
maussianus: totalité ou dissociation?", Revue de MAUSS, 2, 36, 2010, pp. 503-520.
206
M. Mauss, Manuel d’ethnographie, Payot, Paris, 1967.
140
Trayectorias del conocimiento antropológico
La antropología estructural
141
La propuesta del estructuralismo Rubio-Ardanaz, JA
207
C. Lévi-Strauss, Anthropologie structurale, Plon, Paris, 1958.
208
C. Lévi-Strauss, Tristes tropiques, Plon, Paris, 1955.
142
Trayectorias del conocimiento antropológico
209
C. Lévi-Strauss, La pensée sauvage, Plon, Paris, 1962.
210
C. Lévi-Strauss, Anthropologie structurale, Plon, Paris, 1958.
143
La propuesta del estructuralismo Rubio-Ardanaz, JA
211
Idem.
144
Trayectorias del conocimiento antropológico
212
C. Lévi-Strauss, Les structures élémentaires de la parenté, Mouton, Paris, 1967.
213
C. Lévi-Strauss, Le totemisme aujourd’hui, P.U.F., Paris, 1962; Le cru et le cuit
(Mythologiques I), Plon, Paris, 1964; Du miel aux cendres (Mytthologiques II), Paris,
Plon, 1966, L’origine d es manières de table (Mythologiques III), Plon, Paris, 1968;
L’homme un (Mythologiques IV), Plon, Paris, 1971.
145
La propuesta del estructuralismo Rubio-Ardanaz, JA
214
G. Balandier, Sociologie actuelle de l’Afrique Noire, P.U.F., Paris, 1963.
215
G. Balandier, Anthropologie politique, P.U.F., Paris, 1969; Sens et puissance: Les
dynamiques sociales, P.U.F., Paris, 1971; Anthropo-logiques, P.U.F., Paris, 1974.
146
Capítulo 10
La antropología marxista
216
Destacan las posiciones de S. Amin, Le développement inégal, Minuit, Paris, 1973;
F. H. Cardoso, E. Faletto, Dépendence et développement en Amérique latine, P.U.F.,
Paris, 1978; y A. G. Frank, Le développement du sous-développement, Maspero, Paris,
1970.
147
La antropología marxista Rubio-Ardanaz, JA
217
L. Althuser, E. Balibar, Lire “Le Capital”, Maspero, Paris, 1968.
218
Al respecto podemos aludir a F. Fanon, Les damnés de la terre, Maspero, Paris,
1970.
219
Para una visión amplia de este capítulo de la historia de la antropología se puede
tomar como referencia a J. Copans, op cit., 1974.
220
E. Terray, Le marxisme devant les sociétés “primitives”, Maspero, Paris, 1969; P. P.
Rey, Colonialisme, néo-colonialisme et transition au capitalisme, Maspero, Paris, 1973.
148
Trayectorias del conocimiento antropológico
149
La antropología marxista Rubio-Ardanaz, JA
221
Entre las polémicas al respecto se encuentra la referente a la naturaleza de las
sociedades linajeras, sobre todo entre los investigadores marxistas africanistas, cuyo
tema se empieza a dilucidar a partir de C. Meillassoux; éste en lugar de concebirla
como una entidad homogénea cuya multitud de roles (jefe del linaje, jefe de la
tierra, iniciado, etc.) sólo servía para mantener el funcionamiento armonioso del
grupo, opta por analizar la su división interna por categorías con sus divergencias y
contradicciones (ancianos, jóvenes, mujeres).
222
M. Godelier, Rationalité et irrationalité en économie, Paris: Maspero, 1969.
150
Trayectorias del conocimiento antropológico
223
M. Godelier, Horizon, trajets marxistes en anthropologie, Maspero, Paris, 1973.
151
La antropología marxista Rubio-Ardanaz, JA
224
C. Meillassoux, op. cit., 1960; Anthropologie économique des Gouro de Côte d’Ivoire,
Mouton, Paris, 1964; Femmes, greniers et capitaux, Maspero, Paris, 1977; Terrains et
théories, Anthropos, Paris, 1977.
152
Trayectorias del conocimiento antropológico
225
E. Terray, op. cit. pp. 29-100.
226
P. Beaucage, op. cit., 1979, p. 168
227
El modo de producción aldeano-tribal corresponde a la caza con redes cuyas
características son una compleja cooperación, propiedad colectiva de los medios de
producción: tierra y redes, y una distribución del producto inmediata e igualitaria;
el modo de producción linajero corresponde a la agricultura, la pesca, etc. y exige
una cooperación simple y sin embargo, la propiedad colectiva de los medios de
producción se ve bajo la influencia de la existencia de un depositario individual (el
anciano gouro) quien ocupa un lugar central en la distribución de los productos (de
153
La antropología marxista Rubio-Ardanaz, JA
154
Trayectorias del conocimiento antropológico
230
P. Beaucage, op. cit, 1979, p. 181.
231
Ibid., p. 182.
232
K. Marx, Oeuvres. Économie I, Éditions Gallimard, Paris, 1965, p. 1171 y ss.
155
La antropología marxista Rubio-Ardanaz, JA
233
C. Meillassoux, op. cit., 1977.
234
P. Beaucage et al., Le café au Mexique et en République Dominicaine: questions de rente
foncière, Groupe de Recherche sur l’Amérique Latine, Université de Montréal,
Montréal, 1984.
235
P. P. Rey, Les alliances de clase “Sur l’articulation des modes d e production” suivi de
“Matérialisme historique et luttes des clases”, Maspero, Paris, 1978.
156
Trayectorias del conocimiento antropológico
236
S. A. Mann, J. M. Dickinson, “Obstacles to the Development of a Capitalist
Agriculture”, Journal of Peasant Studies, 5, 1978, pp. 466-481.
237
P. R. Sinclair, From Traps to Draggers: Domestic Commodity Production in Northwest
Newfoundland, 1850-1982, Institute of Social and Economic Research, Memorial
University of Nerwfoundland, St. John, 1985.
238
K. Vergopoulos, “Capitalisme Difforme”, en S. Amin, K. Vergopoulos (eds.), La
question paysanne et le capitalisme, Anthropos, Paris, 1974; “Capitalisme and Peasant
Productivity”, Journal of Peasant Studies, 5, 1978, pp. 446-465.
157
La antropología marxista Rubio-Ardanaz, JA
239
P. R. Sinclair, op. cit., pp. 14-15.
240
J. A. Rubio-Ardanaz, La vida arrantzale en Santurtzi. Cambios económicos y
socioculturales entre los pescadores de bajura (siglos XIX y XX), Ediciones Beta, Bilbao
2010, pp. 63-65.
241
Y. Breton, ”Le rôle de la petite production marchande chez les pêcheurs
Vénézuéliens”, Cahiers d’anthropologie de l’Université Laval, 1, mai, 1976, pp. 1-18; P.
R. Sinclair, señala que esta forma de producción recoge diversos enfoques donde
aparecen los apelativos de simple, independiente y pequeña con los que se califica
este tipo de pequeña producción, en el que aunque el proceso de producción social
158
Trayectorias del conocimiento antropológico
sea complejo, las relaciones directas entre el productor y sus medios de producción
son directas. El proceso tiende a la reproducción simple de los medios de
producción a través de una producción de autoconsumo y una producción de
mercado, aunque no se descartan pagos y subvenciones estatales; op. cit., pp. 14 y
ss.
159
Capítulo 11
La perspectiva posmodernista
161
La perspectiva posmodernista Rubio-Ardanaz, JA
242
Representan esta opción F. Jameson y Hal Foster a quienes se suma A.
Touraine quien representará una posición posmarxista; críticamente C. Reynoso
califica el movimiento posmoderno como corriente multitudinaria igual que lo
fueron el estructuralismo y la semiología en los años 60 y que igual que todas "las
modas intelectuales", presenta estas particularidades: "la reiteración de consignas,
una confiada superficialidad analítica, la concentración en torno de unas pocas
temáticas reiteradas hasta el hartazgo, la acumulación de supuestos y convicciones
escasamente discutidas, la transmisión y difusión por med ios académicos (y antes
que nada las universidades 'humanísticas') la súbita conversión a sus dogmas por
parte de casi toda la intelectualidad influyente, la concordancia estilística de sus
textos, las referencias cruzadas, la esquematización de la realidad y la redefinición
de los valores prioritarios"; C. C. Reynoso (comp.) El surgimiento de la antropología
postmoderna, Gedisa editorial, Barcelona, 1996, pp. 23 y 27.
243
Bajo el título The Coming of Post-industrial Society. A Venture in Social Forecasting,
publicado en 1973, el sociólogo D. Bell advertía ya del importante cambio histórico
y ruptura que suponía la transición hacia un modelo basado en la información y el
conocimiento, y de sus consecuencias en la esfera de las relaciones de poder, la
estratificación social y el reordenamiento de los valores políticos, sociales y
culturales. Las fuerzas de transformación e innovación social dejan de estar en la
lucha de clases para ubicarse en el nuevo papel del conocimiento, la información, la
educación y el capital humano, situación sin embargo, no libre de tensiones. La
modalidad societaria anunciada involucraría, "no tanto un cambio en la
infraestructura, sino una metamorfosis de fondo en toda la estructura social",
siendo Estados Unidos donde se encontraban más avanzados los procesos que
permitían diagnosticar esta transformación; véase C. Reynoso, op. cit., pp. 12-14.
162
Trayectorias del conocimiento antropológico
244
C. Reynoso, op. cit., p. 19.
245
En este sentido, en palabras de C. Reynoso, op. cit., p. 21, la justificación de J.
Derrida es bastante inverosímil, a quien otorga un valor puramente formal: para J.
Derrida el deconstructor no razona, lo que hace es "fingir que finge". Se trata de
una doble artimaña que debe ser efectiva. En esta crítica a J. Derrida, C. Reynoso
afirma que "si finjo matar no mato de verdad; pero si finjo fingir, entonces sí"; y
prosigue en referencia a la estrategia de deconstrucción que para J. Derrida, se trata
de algo que "permite hablar cuando todo el discurso se ha consumado, cuando no
hay nada que decir. Permite razonar sin reconocer la primacía de la razón, y hallar
argumentaciones 'razonables' para abolirla".
163
La perspectiva posmodernista Rubio-Ardanaz, JA
246
C. Reynoso, op.cit. p. 22.
247
Ibid., p. 23.
248
La mayoría de los antropólogos identificados con el ideario posmoderno
pertenecen al discipulado de C. Geertz y para algunos estudiosos, todo el
posmodernismo antropológico se remonta a una nota a pie de página en la
introducción de su libro The Interpretation of Cultures (1973) donde señala que lo que
primordialmente hace el antropólogo es "escribir", dando también una importancia
primordial a los "modos de representación" en antropología, llegando a
considerarla como un "género de ficción", es decir "algo hecho, formado,
compuesto", C. Reynoso, op. cit., p. 30.
249
J. Clifford, G. E. Marcus, Writing Culture: The Poetics and Politics of Ethnography,
University of California Press, 1986. La publicación es fruto de una reunión o
seminario celebrado en Santa Fe (Nuevo México) en la School of American Research
en 1984.
164
Trayectorias del conocimiento antropológico
250
C. Reynoso, op. cit., p. 12-13.
251
Se pueden ver los matices en C. Reynoso, op. cit. pp. 13-14; esta "tecnología
intelectual" toma pie en un ámbito social en el que las estructuras (de todos los
órdenes) de esta nueva sociedad posmoderna, pertenecen al ámbito de una
"complejidad organizada" que funciona de una manera "contraintuitiva". Al
respecto, si en el siglo XIX todo se movía en función de dos variables: capital-
trabajo y oferta-demanda, a partir de los años 40 florecerá todo un campo
especializado que se ocupará de dicha complejidad: teoría de la información,
cibernética, teoría de la decisión. La complejidad y cantidad de problemas exigen
"nuevos tipos de cálculos" y "máquinas más poderosas" y a la vez, "la inteligencia
no puede apropiarse directamente de todas las variables simultáneamente en
juego".
165
La perspectiva posmodernista Rubio-Ardanaz, JA
252
Alusión directa a D. Bell y sus propuestas en su obra The End of Ideology: On the
Exhaustion of Political Ideas in the Fiftie, publicada en 1960 que no obstante, será de
escasa incidencia en el campo antropológico en opinión de C. Reynoso, op. cit. p.
14.
253
J. F. Lyotard, La condition postmoderne. Rapport sur le savoir, éditions de Minuit,
Paris, 1979.
166
Trayectorias del conocimiento antropológico
254
En esta dinámica y evolución social el componente nuclear será el
"conocimiento" y ya no la "información", no por oposición entre ellas, sino por un
"proceso de incorporación". Ambos, "sociedad de la información" y "sociedad del
conocimiento", cada vez vienen a considerarse con más frecuencia descriptores de
un "trans-curso" histórico y aunque no designan lo mismo, ambas coexisten a la
vez; véase A. Sacristán, "Sociedad del Conocimiento", en A. Sacristán (comp.),
Sociedad del Conocimiento, Tecnología y Educación, Morata, Madrid, 2013, pp. 19-72.
Remarcamos la posición "trans" desde una consideración no rupturista, sino como
etapa abierta y de superación de los límites impuestos al pensamiento por parte del
posmodernismo, aspecto que trataremos en el capítulo siguiente.
255
F. Fukuyama, The End of History and the Last Man, Free Press, New York, 1992.
256
C. Reynoso, op. cit., pp. 24-25.
167
La perspectiva posmodernista Rubio-Ardanaz, JA
257
Ibid., p. 25.
258
Ibid., p. 26.
168
Trayectorias del conocimiento antropológico
259
C. Reynoso, op. cit., p. 26; se pueden ver las aportaciones y planteamientos de
éstos y otros destacables antropólogos posmodernos incluidos en la compilación de
dicho autor, referidos en la bibliografía.
260
C. Reynoso, op. cit., pp. 26-29.
169
La perspectiva posmodernista Rubio-Ardanaz, JA
261
V. Crampazano, Tuhami: A Portrait of a Moccan Tuhami: A Portrait of a Moroccan,
University of Chicago Press, Chicago, 1983.
262
En esta línea más genérica, C. Reynoso, op. cit., pp. 29-52, ubica sin concretar,
algunos ensayos últimos del escritor, profesor, antropólogo y crítico
cultural argentino N. García Canclini, así como a N. Dirks.
263
S. Tyler, Cognitive Anthropology, Holt, Rinehart and Winston, New York, 1969.
170
Trayectorias del conocimiento antropológico
264
M. Verdon, op. cit., pp. 69-78.
265
Ibid., p. 70.
171
La perspectiva posmodernista Rubio-Ardanaz, JA
humano 266. Trató de establecer las bases con las que describir una cultura o
un sistema de normas de forma semejante a como los acontecimientos
sociales, adquieren para el lector la misma inteligibilidad que tienen para
los mismos actores sociales 267. Propuso aprehender el contenido cultur al de
las relaciones sociales en términos de "vocabularios" de diferentes tipos, así
como una "sintaxis" entendida como conjunto de reglas que permite
componer secuenci as significativas de acontecimientos soci ales a los
actores a partir de dichos vocabularios. Se tratab a de escribir “una
gramática del comportamiento” 268.
Para conseguir este objetivo se ha realizado en un principio una crítica
de las nociones de “estatus” y “roles”, es decir de aquellas posiciones que
se encuentr an en los dos polos de una relación soci al y que consisten en un
conjunto de derechos y deberes. Sería equivocado definir, tanto una
categoría soci al, como dichos derechos y deberes, como categoría
monolítica e indivisible desde el plano analítico. No se debe confundir una
posición social con el conjunto de derechos y deberes. Para W. H.
Goodenough el estatus se limita a las combinaciones de derechos y
deberes, teniendo una autonomía en relación a las “posiciones sociales”
llamadas ahora “identidades sociales”.
Como vemos, estamos ante la definición de la identidad social con l a
cual trató de dar un rumbo nuevo a la indagación antropológica social y
cultural gener al. La identidad social en este momento del correlato
antropológico se concibe y define como aquél aspecto de uno mismo que
marca una diferenci a en el modo en el que derechos y deberes personales se
distribuyen en relación a “otreidades” específicas.
Las personas conjugamos varias identid ades soci ales y nuestros
derechos y deberes dependen de la identidad que asumimos en una
interacción dada. Algunas identidades escapan a toda elección, aunque
varias de nuestras identidades no se nos conceden por nacimiento, sino que
las adquirimos. En total, somos el lugar de una multitud de identidades
sociales, siendo imposible activarlas todas en una interacción dada y
concreta. Por consi guiente en toda interacción, el individuo por necesidad
deberá seleccionar aquellas identidades que adoptará, esto a partir del
abanico de todas las identidades que le definen. Pero esta elección de
266
Idem.
267
W. H. Goodenough, “Rethinking ‘Status and Role’: Toward a General Model of
the Cultural Organization of Social relationships”, M. Banton (ed.), The Relevence of
Models for Social Anthropology, Routledge Library Editions, London, 2004, pp. 1-22.
268
M. Verdon, op. cit., p. 71 y ss.
172
Trayectorias del conocimiento antropológico
269
Las reglas que gobiernan la elección de las identidades, para M. Verdon, op. cit.,
p. 72, resumidamente se ciñen primero, a la “ocasión”; en segundo lugar, al
adoptar una identidad en una interacción, a la “limitación del número de
identidades” que el otro puede elegir; tercero a la “amplitud de relaciones
identitarias” (los individuos en interacción raramente se comportan en términos de
una sola relación identitaria al mismo tiempo).
270
En M. Verdon, op. cit. p. 72. Esta selección debe atenerse a principios sintácticos
que gobiernan primero, la ubicación de las identidades sociales, unas con otras, en
las relaciones identitarias; segundo, la asociación de identidades según las
ocasiones o las actividades; y tercero, la compatibilidad de las identidades en tanto
que características de una persona social coherente.
173
La perspectiva posmodernista Rubio-Ardanaz, JA
174
Trayectorias del conocimiento antropológico
271
M. Sahlins, Culture and Practical Reason, Chicago: Chicago University Press,
1976.
272
Se puede ver la síntesis de sus planteamientos en J. A. Rubio -Ardanaz, Apuntes
de antropología general. Notas y recensiones para el estudio de M. Harris, C. Geertz y E. E.
Evans-Pritchard, Ediciones Solokoetxe Argitarapenak, Bilbao, 1991, pp. 19-22, 37-43
y 133-140.
273
M. Verdon, op. cit. pp. 74-75, sintetiza el capítulo de C. Geertz, “Thick
Description: Toward an Interpretive Theory of Culture”, en The Interpretation of
Cultures, Basic Books, New York, 1995, pp. 3-30.
274
Para ampliar el contenido de este término se puede ver en R. Keesing op. cit. su
acepción de la cultura entendida como “sistema ideacional”.
175
La perspectiva posmodernista Rubio-Ardanaz, JA
275
M. Verdon, op. cit., p. 75.
176
Trayectorias del conocimiento antropológico
177
La perspectiva posmodernista Rubio-Ardanaz, JA
276
M. Verdon, op. cit., pp. 77-78.
277
Filósofos como Gianni Vattimo ya realizaban en los años 70 una "apología del
nihilismo", celebrando asimismo la muerte del pensamiento humanista, de acuerdo
con el nuevo tipo de sociedad posmoderna, en referencia a las rupturas que
afectaban al saber; véase C. Reynoso, op. cit., pp. 15 y ss. En contraposición, para la
filósofa M. Rodríguez Magda, es necesario salir de este "embarrancamiento" para
lo que propondrá una posición "transmoderna" con la que escapar de dicha
situación avocada al nihilismo; R. M. Rodríguez Magda, M. C. África Claramonte
(eds.), "El postmodernismo ya no tiene quien le escriba", Anthropos, Barcelona,
1998, pp. 7-13.
178
Trayectorias del conocimiento antropológico
278
Como indica C. Reynoso, op. cit., p. 15-16, para los posmodernos con los que
discrepa, la historia ha finalizado "porque la idea de una historia como proceso
unitario ya no es convincente; en la existencia concreta se instauran condiciones
efectivas (la amenaza nuclear primero que nada, y en segundo lugar los sistemas de
información), que le confieren una especie de inmovilidad histórica (...). La
posmodernidad es un discurso legítimo, porque lo que mejor describe la experiencia
que tenemos de la actual sociedad occidental parece ser la categoría de la
posthistoria".
279
C. Reynoso, op. cit., p. 16.
280
Idem.
179
La perspectiva posmodernista Rubio-Ardanaz, JA
281
Son en parte conclusión y producto del encuentro y reflexiones mantenidos con
el antropólogo P. Beaucage (Université de Montréal) durante su estancia en El
Campello (Alacant) en el mes de agosto de 2016.
180
Trayectorias del conocimiento antropológico
181
La perspectiva posmodernista Rubio-Ardanaz, JA
182
Capítulo 12
Seguir por la vía antropológica del relato por el relato, en virtud de una
crisis de las cienci as convencionales, se había convertido en camino
atractivo pero par adójicamente con un vago destino, incapaz de concluir y
avocado a proseguir por las rutas de un "nihilismo" alimentado por el
combustible del "todo vale". Caminar en un principio novedoso, pero poco
a poco difuminado, en un espacio agotado donde la normatividad
terminaba sustituyendo al conocimiento, en una invitación textual a
enredarnos con la narración bien redactada, ordenada y estructurada,
tendente a desmerecer cualquier evidencia etnográfica. En este sentido la
producción antropológica se desprendía de su anterior objetividad para
flotar en una perpetua "explicación de la explicación " que olvidaba la
adecuación ante los hechos, cayendo en una fascinación sencillamente
literaturizante. Entonces ante este panorama, ahora nos preguntamos ¿y
después del posmodernismo antropológico qué?
En las últimas décadas se han ido fr aguando propuestas de reposición
con una intención crítica pero considerando que aún tenemos ante
nosotros retos abiertos por la modernidad. Sin dejarnos llevar por la
obsesión de la aniquilación de las grandes teorías unitarias, se pretende
buscar cami nos de oportunidad para una "multiplicidad que genere la
controversia de la razón y de los consensos ". Se intenta abrir cauces al libre
pensamiento, lejos de la irrelevancia que se le había venido otorgando, para
optar por una "libre circulación argumentativa que gar antice la
reversibilidad de las posiciones y principios de acumulación del poder" 282.
Llegamos pues a una situación predispuesta y propicia para hablar de
"transmodernidad", pensada como "etapa abierta y desi gnación de nuestro
presente" que trata, situándose "más allá de una denominación aleatoria",
282
R. M. Rodríguez Magda, "Transmodernidad, neotribalismo y postpolítica", en
R. M. Rodríguez Magda, M. C. África Vidal (eds.), Y después del postmodernsmo
¿qué?, Anthropod Editorial, Barcelona, 1998, p. 46.
183
Una antropología tran smoderna Rubio-Ardanaz, JA
283
Idem.
284
Ibid., p. 43.
184
Trayectorias del conocimiento antropológico
285
Un acercamiento atento a la "producción y reproducción de etnografía" en el
seno de la antropología "académica" española, desde las décadas de los noventa
hasta estas primeras del siglo XXI, nos permitiría comprobar un auténtico
"esquinazo al conocimiento", semejante a éste del que nos alerta C. Reynoso para
el caso posmoderno. En dicho período se fragua mayoritariamente bajo la
responsabilidad de los catedráticos en ejercicio (con excepciones puntuales), bajo el
disfraz de una "academia", "ciencia" y "conocimiento" cortados a medida, en virtud
de intereses clientelares, en un escenario donde tiene lugar un "todo" o "casi todo
vale", en relación directa con la proyección investigadora y el nombramiento y
selección del profesorado (casos de universidades públicas y privadas). A todo ello
le acompaña una tímida réplica de algunos de los planteamientos posmodernos,
primando no obstante los análisis de corte estructurofuncional cuya aportación
apenas ha transcendido en el campo de las ciencias sociales.
286
C. Reynoso, op. cit. pp. 52-56.
287
P. S. Sangren, "Rethoric and the Authority of Ethnography: Postmodernism and
the Social Reproduction of Texts", Current Anthropology, 29, 3, 1988, pp. 405-435.
288
Dicho tono tomaba forma en expresiones como "la ciencia convencion al está en
crisis", "su colapso es inminente", "la ciencia social positiva está en bancarrota",
etc.; C, Reynoso, op. cit. p. 53.
289
J. T. O'Meara, "Anthropology as Empirical Science", American Anthropologist, 91,
2, 1989, pp. 354-369.
185
Una antropología tran smoderna Rubio-Ardanaz, JA
290
V. Kirby, "Re-writing: Postmodernism and Ethnography", Mankind, 19, 1, 1989,
pp. 36-45.
291
J. Spencer, "Anthropologi as a Kind of Writing", Man, 24, 1989, pp. 145-164.
292
M. Carrithers, Michael, "The Anthropologist as Author: Geertz's: Works and
Lives' ", Anthropology Today, 4, 4, 1988, pp. 19-22.
293
C. Reynoso, op. cit. p. 56.
294
R. M. Rodríguez Magda, op. cit., 1998, p. 47.
186
Trayectorias del conocimiento antropológico
295
Ese todo recoge "la telemática, los paradigmas científicos, la escena política, la
televisiva actividad intelectual, el hipertexto como creación..."; R. M. Rodríguez
Magda, 1998, op. cit., p. 49
296
La cultura del espectáculo se define "como un entorno social y cultural que se
caracteriza por la puesta en escena de la realidad, a la manera de una
hiperrepresentación mediática de la vida, construida desde la visión de un grupo
hegemónico que se sirve de los medios, y que emplea cualquier otro recurso como
un medio de representación, para erigir así una realidad de consumo, una realidad
consumible, y por ende vendible"; L. Ramírez, "Cultura del espectáculo y praxis
universitaria: ¿apocalípticos, integrados o transformadores?, Revista de Estudios
Transdisciplinarios, 2, 1, 2010, pp. 47-53.
297
Ibid., pp. 47-49.
187
Una antropología tran smoderna Rubio-Ardanaz, JA
188
Trayectorias del conocimiento antropológico
298
R. M. Rodríguez Magda, La sonrisa de Saturno. Hacia una teoría transmoderna,
Editorial Anthropos, Barcelona, 1989, pp. 10-11.
189
Una antropología tran smoderna Rubio-Ardanaz, JA
299
Ibid., p. 22.
190
Trayectorias del conocimiento antropológico
300
R. M. Rodríguez Magda, Transmodernidad, Anthropos Editorial, Barcelona,
2004, pp. 31-46.
301
Un reto donde por ejemplo, "el modelo cyborg dibuja la metáfora de una
corporalidad transhumana, mutante, de la misma manera que la transexualidad ha
dislocado y abierto toda una posibilidad combinatoria de géneros, deseos e
identidades, más allá del par masculino/femenino", R. M. Rodríguez Magda, op.
cit., 2004, p. 32-33.
191
Una antropología tran smoderna Rubio-Ardanaz, JA
302
R. M. Rodríguez Magda, 2004, op. cit., p. 33. La transmodernidad queda
definida pues, como "síntesis dialéctica de la tesis moderna y de la antítesis
postmoderna, bien cierto que al modo light, híbrido y virtual propio de los tiempos.
Irónicamente, frente a las pretensiones hegelianas, no como un acrecentamiento del
Absoluto, sino constituyendo su vaciamiento omnipresente; no como verdadera
realidad, sino virtualidad real; abandona la estructura piramidal y arborescente del
Sistema, para adoptar el modelo reticular de la excrecencia replicante. Obviamente
la globalidad no es el Espíritu, ni el pensamiento único la Razón absoluta, pero
precisamente la síntesis, para serlo, debía recoger a la vez la positividad moderna y
el vacío postmoderno, el anhelo de unidad del primero y la fragmentación del
segundo, Henos aquí en una totalización suma de contingencias, que olvida el
Fundamento y la Definición, convirtiéndose en cristalografía proliferante".
303
R. M. Rodríguez Magda, 2004, op. cit., pp. 31-34
304
Idem.
192
Trayectorias del conocimiento antropológico
193
Capítulo 13
Los campos
de la antropología social
El parent esco
195
Los campos de la antropología social Rubio-Ardanaz, JA
196
Trayectorias del conocimiento antropológico
305
C. R. Hallpike, The Foundation of Primitive Thought, Clarendon Press, Oxford,
1979
306
Aparece aquí un interés por analizar las relaciones entre la ideología
(representaciones que se hacen los actores sociales) y las prácticas sociales que
acompañan. Llegar hasta la eficacia de los símbolos supone comprender la parcela
simbólica de la realidad social, remarcando los mecanismos de su intervención,
llegando a construir una lógica de las prácticas efectivas. Véase M. Augé, Symbole,
fonction, histoire. Les interrogations de l’anthropologie, Hachette, Paris, 1979.
197
Los campos de la antropología social Rubio-Ardanaz, JA
La antropología política
307
P. Clastres, Chronique des Indiens Guayaki, Plon, Paris, 1972; La société contre
l’État, Minuit, Paris, 1974; Recherches d’anthropologie politique, Seuil, Paris, 1980.
308
R. Jaulin, La paix blanche, Introduction à l’ethnocide, Seuil, Paris, 1970; y Les
chemins du vide, Christian Bourgeois, Paris, 1977.
198
Trayectorias del conocimiento antropológico
309
P. Beaucage, op. cit., 1979, pp. 155-190.
199
Los campos de la antropología social Rubio-Ardanaz, JA
310
H. K. Schneider, Economic Man. The Anthropology of Economics, The Free Press,
New York, 1974.
311
K. Polanyi, op. cit.
312
M. Harris, Vacas, cerdos, guerras y brujas, Alianza Editorial, Madrid, 1998; Cultural
Materialism. The Struggle for a Science of Culture, Vintage Bookk, New York, 1980.
313
Configuran los inicios de esta panorámica entre otros, los trabajos clásicos de J.
M. Herskovits, Acculturation: The Study of Culture Contact, J. J. Augustin, New York,
1938; R. Redfield, R. Linton, J, M. Herskovits, “A Memorandum for the Study of
Acculturation”, American Anthropologist, 38, I, 1936, pp. 149-152: y E. H. Spicer
200
Trayectorias del conocimiento antropológico
(ed.) Perspectives in American Indian Culture Change, The University of Chicago Press,
Chicago, London, 1961.
314
L. Mair (ed.) Methods of Study of Cultures Contact in Africa, London, 1939.
315
S. Mboukou, Méssianisme et modernité. Dona Béatrice Kimpa et le mouvement des
antoniens , L’Harmattan, Paris, 2011; B. R. Wilson, Magic and the Millenium. A
Sociological Study of Religious Mouvements of Protest among Tribal and Third-World
Peoples, Heinemann, London, 1973; V. Lanternari, Les mouvements religieux d es
peuples opprimés, Maspero, Paris, 1962; W. E. Mühlmann, Méssianismes
révolutionnaires du tiers mond e, Gallimard, Paris, 1968; P. Worsley, Elle sonnera la
trompette. Le culte du cargo en Mélanésie, Payot, Paris, 1977; R. Bastide, “Le
mésianisme rate”, Archives de Sociologie des Religions, 3, nº 5, 1958; y “Méssianisme
et développement économique et social, Cahiers Internationaux d e Sociologie, XXXI,
1961, pp. 13-14; A. F. Wallace, “Revitalization Movements: Some Theoretical
Considerations for their Comparative Study”, American Anthropologist, 58, nº 2,
1956, pp. 264-281.
201
Los campos de la antropología social Rubio-Ardanaz, JA
316
M. Kilani, Les cultes du cargo mélanésiens. Mythe et rationalité en anthropologie,
Éditions d’En bas, Lausanne, 1983; M. Leenhardt, Do Kamo. La personne et le mythe
dans le monde mélanésien, Gallimard, Paris, 1976; G. Balandier, Sociologie actuelle de
l’Afrique Noire, P. U. F. Paris, 1963; K. O. L. Burridge, Mambu, a Melanesian
Millenium, Methuen, London, 1960; G. Berthoud, M. Kilani, “Adaptation et
résistence. Essaie de relecture des cultes du cargo”, Cahiers Internationaux de
Sociologie, LXXII, 1982, pp. 267-292.
202
Trayectorias del conocimiento antropológico
317
A. Raulin, Anthropologie urbaine, A. Colin, Paris, 2001.
318
U. Hannerz, Explorer la ville. Élements d’anthropologie urbaine, Minuit, Paris, 1983;
D. A. Messerschmidt (ed.) Anthropologists at Home in North America. Methods and
Issues in the Study of One’s own Society, Candbridge University Press, Cambridge,
London, New York, 1981; A. Jackson (ed.) Anthropology at Home, Tavistock,
London, New York, 1987; J. I. Homobono Martínez, I. Vivas Ziarrusta (eds.)
Ciudades globales y culturas locales, Eusko Ikaskuntza, Sociedad de Estudios Vascos,
San Sebastián, 2 vol., 2009; J. I. Homobono, J. A. Rubio -Ardanaz, Las culturas de
la ciudad, Eusko Ikaskuntza, Sociedad de Estudios Vascos, San Sebastián, 2 vol.,
2003; J. I. Homobono, Invitación a la antropología urbana, Eusko Ikaskuntza,
Sociedad de Estudios Vascos, San Sebastián, 2000.
319
Para una visión sintética sobre la conformación histórica y los presupuestos de la
Escuela de Chicago, véase A. Coulon, L’école de Chicago, P.U.F., Paris, 1992.
320
M. Agier, L’invention de la ville. Banlieues, townships, invasions et favelas, Éditions
des archives contemporaines, Paris, 2002.
203
Los campos de la antropología social Rubio-Ardanaz, JA
321
G. Althabe, et. al., Urbanisation et enjeux quotidiens. Terrains ethnologiques dans la
France actuelle, Anthropos, Paris, 1985.
322
D. Lepoutre, Cœur de banlieue. Codes, rites et langages, Odile Jacob, Paris, 1997.
323
Ph. Lucas, La religion de la vie quotidienne, P.U.F. Paris, 1981; La rumeur minière ou
le travail retravaillé, Presses Universitaires de Lyon, Lyon, 1985; y M. Davis, Le pire
des mondes possibles. De l’explosion urbaine au bidonville global, La découverte, Paris,
2006.
204
Trayectorias del conocimiento antropológico
Bajo este parágrafo, más que continuar con el repertorio de los campos
de investigación recorrido hasta aquí, vamos a terminar dando cuenta de
la diversificación de los intereses antropológicos. Ésta en realidad,
comienza con la disyunción progresiva en relación a otr as ciencias soci ales
como por ejemplo l a filosofía, la sociologí a, la psicología, la historia,
etcétera, aunque no obstante, se relacionará y articulará con ellas.
Esta diversidad también se va a traducir en el mantenimiento de
especialidades concretas en las que se van a ir plasmando las distintas
realizaciones antropológicas. Sin embar go en la definición de la disciplina
y en la misma línea de F. Laplantine, podríamos señalar que más que
tratarse de un conjunto de campos de investigación dados de antemano (en
un sentido estricto y cerrado, donde aparecen la tecnología, el parentesco,
la religión, etcétera, o de una región o regiones geográficas, o de un
período histórico), el interés se detiene en la especificidad del proceso
utilizado que tr ansforma cada campo, cada región o cada período en objeto
científico324.
Nos hemos referido a campos y sectores concretos como los
correspondientes a la economía, los sistemas del parentesco, la esfera
política, la religión y el ámbito urbano e industrial. A ellos se suman por
ejemplo, la antropologí a de la comunicación, la etnomusicología y la
324
F. Laplantine, L'Anthropologie, Éditions Seghers, Paris.
205
Los campos de la antropología social Rubio-Ardanaz, JA
325
Esta última se muestra como una actividad socializante, encontrada en todas las
sociedades, donde las personas danzan para expresarse y a la vez entrar en contacto
con los demás y con el mundo que les rodea. La danza se muestra como un agente
importante a nivel del desarrollo humano y representa un fenómeno cultural
dinámico y cambiable. La “herramienta” es el mismo cuerpo el cual vehicula
nuestra expresión y nos pone en conexión con el mundo, mientras la danza aparece
condicionada y condicionando la construcción del cuerpo y del ser humano. A esto
se suma el arte y manifestaciones coreográficos, entendidos como un lenguaje que
se manifiesta a través de una codificación ritualizada del movimiento corporal. Se
pueden ver los trabajos de P. Spencer (ed), Society and the Dance: The Anthropology of
Process and Performance, Cambridge University Press, Cambridge, 1985; F. Boas, The
Function of Dance in Humain Society, Dance Horizons, New York, 1944; E. E. Evans-
Pritchard, “The Dance”, Africa: Journal of the International African Institute, 1-4, 1928,
pp. 446-462; Y. Guilcher, La danse traditionelle en France. D’une ancienne civilization
paysanne à un loisir revivaliste, Librairie de la danse, Édition FAMDT, Paris, 1998.
326
E. N. Anderson, Every one Eats. Understanding Food and Culture. New York
University Press, New York, 2005; J. Barrau, Les hommes et leurs aliments. Esquisse
d’une histoire écologique et ethnologique de l’alimentation, Temps actuels, Paris, 1983; C.
Counihan, P. Van Esterik, Food and culture. A reader. Routledge, New York,
London, 1997; C. Fischler, L’homnivore: le goût, la cuisine et le corps, Odile Jacob,
Paris, 1990; M. Harris, E. Ross (eds.) Food and Evolution: Toward a Theory of Human
Food Habits, Temple University Press, Philadelphia, 1987.
206
Capítulo 14
El trabajo de campo
327
A. Téllez Infantes (coord.) Técnicas de investigación en antropología. Experiencias de
campo, Editorial Universidad Miguel Hernández, Elche, 2002.
207
El trabajo de campo Rubio-Ardanaz, JA
208
Trayectorias del conocimiento antropológico
209
El trabajo de campo Rubio-Ardanaz, JA
incluso las ideas que las personas se hacen de la realidad y las formas como
las viven.
210
Trayectorias del conocimiento antropológico
328
R. Deliège, Une histoire de l’anthropologie, Seuil, Paris, 2006.
211
El trabajo de campo Rubio-Ardanaz, JA
329
Al respecto se pueden ver los planteamientos de G. E. Marcus, M. M. J. Fischer,
Anthropology as Cultural Critique: An Experimental Moment in the Human Sciences, The
University of Chicago Press, Chicago, London, 1986; y de C. Geertz, Works and
Lives: The Anthropologist as Author, Stanford University Press, Stanford, 1988.
212
Trayectorias del conocimiento antropológico
213
Conclusión
215
Conclusión Rubio-Ardanaz, JA
330
C. Rossi, Identité autochtone et mouvement social: l’Union d es Communautés indigènes
de la Zone Nord de l’Isthme de Tehuantepec, Mémoire de Maîtrise, Département
d’anthropologie, Université de Montréal, 2003, pp. 41-46.
216
Trayectorias del conocimiento antropológico
331
Una visión etnográfica y metodológica posmodernas nos han conducido a
contemplar el trabajo de campo de una manera más dinámica y menos ceñida a los
determinantes de un cuadro teórico concebido de antemano. Junto a esta
reconfiguración de la herramienta primordial de la antropología social, la
investigación debe afrontar los nuevos cambios y acercarse a las nuevas otreidades,
nuevos nativos y en definitiva nuevas situaciones que hacen parte de la
idiosincrasia humana que le confiere la capacidad de construir continuamente las
situaciones sociales y las culturas.
332
Crítica puesta en curso a partir de los años 60 sobre todo por C. Lévi-Strauss y S.
Tyler; F. Laplantine, La description ethnographique, Nathan, Paris, 1996, referido por
C. Rossi, op., cit., p. 45.
217
Galería de investigadores y sus
publicaciones
219
Galería de investigadores y sus publicaciones Rubio-Ardanaz, JA
220
Trayectorias del conocimiento antropológico
221
Galería de investigadores y sus publicaciones Rubio-Ardanaz, JA
222
Trayectorias del conocimiento antropológico
223
Galería de investigadores y sus publicaciones Rubio-Ardanaz, JA
224
Trayectorias del conocimiento antropológico
las diferencias reales entre los individuos y sus contradicciones esenci ales
(La société de consommation, 1970). También criticaría la excelencia literaria
del discurso científico, marcado por una exhaustiva descripción,
representativo del pensamiento del poder (Oublier Foucault, 1977). En
general su vida aparece marcada por el compromiso crítico y por su desdén
hacia los academicismos desde un auténtico ataque contra el poder y su
maner a de pensar. Su obra está ligada a un compromiso intelectual
tendente a la libertad de pensamiento de manera radical y decidida.
Otras publicaciones principales: L'Échange symbolique et la mort (1976),
Simulacres et simulation (1981), Les stratégies fatales (1983), La Gauche divine
(1985), La Guerre du Golfe n'a pas eu lieu (1991), Le Crime parfait (1995), De la
conjuration des imbéciles (1998), Le Pacte de lucidité ou l'intelligence du Mal
(2004).
225
Galería de investigadores y sus publicaciones Rubio-Ardanaz, JA
226
Trayectorias del conocimiento antropológico
227
Galería de investigadores y sus publicaciones Rubio-Ardanaz, JA
229
Galería de investigadores y sus publicaciones Rubio-Ardanaz, JA
230
Trayectorias del conocimiento antropológico
Crapanzano, Vincent
Nació en New York. Estudió en Harvard, doctorándose en la
University of Columbia (New York) donde sería profesor de literatura
comparada y antropología. Realizó trab ajo de campo entre los navajo,
Marruecos (posesión espiritual), Sudáfrica (sociedad blanca), Estados
Unidos (cristianos fundamentalistas y conservadores) y Fr ancia (harkis).
Representante del posmodernismo estadounidense, partidario de la
antropología di alógica, interesado también por la relación entre la
antropología y l a poética.
Publicaciones principales: The Fifth World of Forster Bennett: A Portrait of
a Navaho (1972), The Hamadsha: An Essay in Moroccan Ethnopsychiatry
(1973), Tuhami: A Portrait of a Moroccan (1983), Waiting: The Whites of South
Africa (1985), Hermes' Dilemma and Hamlet's Desire: On the Epistemology of
Interpretation (1992), Serving the Word: From the Pulpit to the Bench (2000),
Imaginative Horizons: An Essay in Literary-Philosophical Anthropology (2004),
The Harkis: The Wound That Never Heals (2011), Recapitulations 2015.
231
Galería de investigadores y sus publicaciones Rubio-Ardanaz, JA
233
Galería de investigadores y sus publicaciones Rubio-Ardanaz, JA
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Trayectorias del conocimiento antropológico
237
Galería de investigadores y sus publicaciones Rubio-Ardanaz, JA
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Galería de investigadores y sus publicaciones Rubio-Ardanaz, JA
240
Trayectorias del conocimiento antropológico
production des grands hommes: pouvoir et domination masculine chez les Baruya de
Nouvelle- Guinée (1982), L'idéel et le matériel: pensée, économies, sociétés (1984),
Transitions et subordinations au capitalisme (dir., 1981), L'énigme du don
(1997), Métamorphoses de la parenté (2004), Au fondement des sociétés humaines:
ce que nous apprend l'anthropologie (2007), Horizons anthropologiques (2009),
Communauté, société, culture: trois clefs pour comprendre les identités en conflits
(2009), In and Out of the West: Reconstructing Anthropology (2009), Les tribus
dans l'histoire et face aux États (2010), Sciences sociales et anthropologie (2011).
Imbelloni, J. (1885-1967)
Nació en Argentina. Perteneciente a la escuela histórico-cultural,
estableció una analogía en la localización, construcción y decoración de
edificaciones monumentales de América Centr al con las existentes en el
sudeste asi ático. Para él la dificultad más seria se encontrar á a la hora de
diferenciar entre los verdaderos lazos y los innumerables datos etnográficos
paralelos. Insistiría en la necesidad de utilizar al mismo tiempo el método
antropológico, etnogr áfico, arqueológico y lingüístico. Llegó incluso a
indicar una serie de apel aciones idénticas para nombrar el hacha en
lenguas de América del Sur y de Oceaní a. También estudió el parecido
entre utensilios (mazos, etcétera) por ejemplo, localizados en América del
Sur y Polinesi a.
Principales publicaciones: Presentación de la culturología (1936).
243
Galería de investigadores y sus publicaciones Rubio-Ardanaz, JA
244
Trayectorias del conocimiento antropológico
245
Galería de investigadores y sus publicaciones Rubio-Ardanaz, JA
246
Trayectorias del conocimiento antropológico
247
Galería de investigadores y sus publicaciones Rubio-Ardanaz, JA
écouter, lire (1993), Saudades do Brasil (1994), Le Père Noël su pplicié (1994),
Saudades de São Pau lo (1996).
248
Trayectorias del conocimiento antropológico
Marcus. G. E.
Nació en Brownsville (Pensylvani a). Profesor de antropologí a en l a
University of California (Irvine). Estudió en Yale Uiversity, defendiendo su
tesis doctoral en Harvard University en 1976. Posmodernista, ideará una
antropología en tanto que crítica cultural, aspecto y posición desarrollados
en su obra Anthropology as Cultural Critique de la que es coautor con M.
Fischer, también representante de la posoción posmoderna
norteamericana. Fundador de Cultural Anthropology, revista académica de la
Society for Cultural Anthropology.
Principales publicaciones: "Parody and the Parodie in Polynesian
Cultural History" (en Cultural Anthropology, 1988), "Ethnography in/of the
World System: the Emergence of Multi-sited Ethnography" (en Annual
Review of Anthropology, 1995), Anthropology as Cultural Critique: An
249
Galería de investigadores y sus publicaciones Rubio-Ardanaz, JA
Marrett, R. R. (1866-1943)
Antropólogo británico. Sucedió a E. B. Tylor en Oxford, pudiendo
afirmarse que su interés antropológico giró pr ácticamente en torno a lo
sobrenatur al entre los “primitivos”. Introdujo la distinción teórica entre
animismo y animatismo y aunque no realizó tr abajo de campo, estudió la
forma como el pensamiento salvaje, fabrica y se adhiere a las creencias
religiosas y mágicas.
Publicaciones principales: The Threshold of Religion (1909), Anthropology
(1912).
250
Trayectorias del conocimiento antropológico
251
Galería de investigadores y sus publicaciones Rubio-Ardanaz, JA
252
Trayectorias del conocimiento antropológico
Radcliffe-Brown, A. R. (1881-1955)
Antropólogo inglés fundador del estructuralismo funcional en el
campo antropológico cuy a investigación sobre el terreno en las Islas
Andaman (1906-1908), ejercerá una innegable influenci a sobre la
disciplina. Se opondría con claridad a las grandes reconstrucciones
históricas propuestas por los evolucionistas y bajo l a influenci a de E.
Durkheim afrontaría el estudio de los hechos sociales, intentando otorgar a
la antropología el mismo rigor clasificatorio que el de las ciencias
natur ales, así como una mirada comparatista con la cual poder alcanzar
amplias gener alizaciones y en definitiva llegar a establecer leyes generales.
En su obra destacan contribuciones al estudio general de los sistemas de
parentesco y a la teoría sociológica sobre las tribus austr alianas. Su
dedicación como profesor fue muy profusa y extendida además de la
ejercida en Gran Bretaña (Oxford): Australia, África del Sur, Estados
Unidos (Chicago), teniendo un amplio eco e influencia par a la
antropología social.
Principales publicaciones: The Andaman Islan ders (1922), The Social
Organization of Australian Tribes (1930), Structure and Function in Primitive
Society (1952).
254
Trayectorias del conocimiento antropológico
255
Galería de investigadores y sus publicaciones Rubio-Ardanaz, JA
Rey, Pierre-Philippe
Antropólogo francés, profesor de antropologí a en la Université de Paris
VIII. Representante de la antropología marxista junto a C. Meillassoux, E.
Terray y M. Godelier. Entre 1965 y 1967 estudió sobre el terreno tres
sociedades congolesas (Congo Brazzaville), poniendo el punto de mira en
su evolución durante el período colonial. Como fruto de esta investigación,
en 1971 publicó el libro titulado Colonialisme, néo-colonialisme et transition au
capitalisme al cual proseguirán diversos trabajos de carácter teórico. En
1978 obtiene su doctorado en la Université de Paris V con un trabajo titulado
Les concepts de l’anthropologie économique marxiste. Critique et mise à l’épreuve.
Ha realizado el conjunto de su carrera en dicha universidad, estando
adscrito actualmente a la UFR "TES" (Unité de formation et de recherche
"Territoires, Environnements, Sociétés". Destaca su interés por los campos
político, del desarrollo y de la globalización.
Publicaciones principales: Modification des structures sociales sous
l’influence de l’économie de plantation en Côte-d’Ivoire et au Ghana (1964), Les
Alliances de classes (1973), Su r l'articulation des modes de production (1978).
256
Trayectorias del conocimiento antropológico
Sabelli, Fabrizio
Nació en Roma. Realizó un doctor ado en derecho en la Sapienza
Università di Roma y otro en antropologí a económica en la Université de
Neuchâtel. Profesor de antropología de l a comunicación en la Facoltà di
scienze della comunicazione (Università della Svizzera italiana) en Lugano,
ejerciendo también labores docentes en The Graduate Intitute Geneva. Fue
delegado artístico de la Exposición Universal de Hanovre (2000),
escenógr afo del pabellón "Nouvelles destinations" de la Expo.02 (Suiza) y
director artístico del proyecto de la Organisation internationale du Travail
(OIT "IL O") "Exposition - un monde du tr avail à réinventer". Destaca
como epistemólogo, experto en desarrollo económico y social, y como
antropólogo de la formación y de la comunicación. Se ha ocupado de
temas como el proceso económico de la globalización, la sociologí a del
257
Galería de investigadores y sus publicaciones Rubio-Ardanaz, JA
258
Trayectorias del conocimiento antropológico
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Galería de investigadores y sus publicaciones Rubio-Ardanaz, JA
260
Trayectorias del conocimiento antropológico
Smith, G. E. (1871-1937)
Antropólogo y anatomista británico. Sobresale junto a W. J. Perry en
el campo antropológico, por su teoría hiperdifusionista gener ada e
inspirada a partir de su estanci a en El Cairo (E gipto).
Publicaciones principales: The Migration of Early Culture (1915), The
Diffusion of Culture (1933).
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262
Trayectorias del conocimiento antropológico
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Galería de investigadores y sus publicaciones Rubio-Ardanaz, JA
Vayda, Andrew P.
Obtuvo su doctorado en la University of Columbia en 1956 donde
también ejerció como docente. Fue profesor en la University of Rutgers. Su
trabajo antropológico como investigador y profesor se ubican en tor no a la
antropología ecológica, destacando por sus aportaciones tocantes a la
ecología humana, las adaptaciones e i nteracción humana con el medio
selvático tropical, la acción humana y el cambio ambiental y la
metodologí a y conceptualización en el campo ecológico evol utivo. Su
trabajo de campo se ha centrado en el sudeste de Asia, Nueva Guinea y
Polinesia. Ha sido profesor en Monash University e Indonesia University,
desarrollando labores de investigación en el Center for International Forestry
Research (CIFOR) en Bogor (Indonesia). Fue fundador de la revista Human
Ecology de la cual fue editor durante v arios años.
Publicaciones principales: "War in Ecological Perspective: Persistence,
Change, and Adaptive Processes in Three Oceani an Societies " (en Annual
Review of Ecology and Systematics, 1976), Explaining Human Actions and
264
Trayectorias del conocimiento antropológico
265
Galería de investigadores y sus publicaciones Rubio-Ardanaz, JA
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El discurso antropológico ha sido puesto en cuestión en tanto que
representación de unos hechos de difícil aprehensión objetiva. También
la tendencia a una objetividad absoluta, puede llegar a significar una
ruptura entre el trabajo de campo y el cuadro teórico y explicativo al
descartar los sentimientos, emociones y compromisos que también
hacen parte de la experiencia vivida sobre el terreno. La experiencia
etnográfica, como “experiencia de la sensación”, no conduce y no
reduce irremisiblemente la escritura antropológica a la subjetividad de
un mero relato de viaje. Al contrario, la antropología social trata de
materializar una “dinámica objetivada” de los hechos observados. En
una perspectiva transmoderna, esta propiedad nos permite distinguir el
relato antropológico del texto literario, en un ejercicio de correlatación,
en el que no podemos negarnos a alcanzar algún grado de conocimiento
desde la propia conceptualización teórica antropológica.
ISBN 978-84-617-5893-7