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18/2019
Dossier SEMYR : Literatura en movimiento: cambio y evolución entre 1475 y 1525
«Triste estaba y muy penosa» : la formation des romances érudites et les cycles de romances
«Triste estaba y muy penosa»: The Constitution of Erudite Ballads and the Cycles of Ballads
Résumés
Español Français English
Analizamos la transmisión impresa del romance del lamento de la reina troyana («Triste
estaba y muy penosa») en pliegos sueltos y en cancioneros de romances durante el siglo XVI.
Presentamos las versiones que conoció el romance y defendemos que la versión más larga, que
circuló en cancioneros, habría bebido de pasajes de la Crónica troyana (Juan de Burgos,
1490), pues en ambas tradiciones se cuenta la traición cometida por Eneas y Antenor contra su
propio pueblo. En la segunda parte del artículo discutimos que la formación de los ciclos de
romances eruditos, como el ciclo troyano, podría haber tenido lugar durante el proceso de
creación y consolidación de los cancioneros de romances.
In this article I analyze the printed tradition of the Trojan queen’s ballad «Triste estaba y muy
penosa», taking into account the different versions published in chapbooks and ballad
songbooks. I intend to show that the longest version of this ballad, edited in ballad songbooks,
was inspired by the Crónica troyana, since the episode of the betrayal of Aeneas and Antenor
appears in both texts. In the second part of the article I discuss how the formation of the cycles
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of cultivated ballads (ciclos de romances), such as the Trojan ones, could have taken place
during the construction of the ballad songbooks as a genre.
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Mots clés : Crónica troyana (1490), Hécube, romances érudites, chansonniers, feuilles
volantes
Keywords : Crónica troyana (1490), Hecube, cultivated ballads, ballad songbooks, chapbooks
Palabras claves : Crónica troyana (1490), Hécuba, romances eruditos, cancioneros de
romances, pliegos sueltos
Texte intégral
1 Desde hace ya algunas décadas varios estudiosos del romancero hispánico del
siglo XVI se han centrado en el papel que tuvo la imprenta en la difusión y
transformación del género de los romances. Esto ha permitido, como era de suponer,
el esclarecimiento de nuevos y sorprendentes aspectos del género1. Entre otras
cuestiones, el análisis del romancero desde el enfoque del universo impreso ha
propiciado hipótesis sobre la datación de algunos romances, mediante la
identificación de sus fuentes «eruditas» y/o «novelescas». En efecto, el constatar los
orígenes eruditos de ciertos romances (romances caballerescos, cronísticos o de
materia clásica, por ejemplo) ha favorecido el establecimiento de una relación entre
la impresión y distribución de dichas fuentes y la creación y difusión de los romances
que estas inspiraron2. En esta misma dirección, además de precisarse dataciones
mucho más tempranas para algunos romances eruditos, cronísticos o novelescos, se
ha abierto un enfoque de estudio inter-genérico en el que se ha puesto en evidencia
cómo muchos más romances de los que pensábamos bebieron de textos impresos
como crónicas, traducciones de textos clásicos o libros de caballerías; y, en ocasiones,
como han postulado algunos investigadores, la publicación de ciertos romances en
formatos considerados esencialmente de lectura popular, como el pliego suelto,
habría posiblemente tenido como objetivo difundir y publicitar dichos textos
impresos3. Asimismo, esta relación entre romancero y géneros cultos ha matizado la
partición entre literatura popular y literatura culta, al entenderse el trasvase de un
género a otro como un flujo de transmisión de materias que permitiría que lectores
de literatura popular se aproximaran, a partir de un género conocido, accesible y
asequible para ellos como el romancero, a tradiciones cultas4.
2 Partiendo de estas consideraciones generales, y atendiendo a la pregunta que nos
reúne en este volumen monográfico (los procesos literarios de finales del XV y
principios del XVI que habrían abierto el camino a tradiciones desarrolladas durante
el Siglo de Oro) en este trabajo nos proponemos analizar el itinerario impreso del
romance «Lamento de la reina troyana» (IGR 2925 en el Pan-Hispanic Ballad
Project), cuyo primer verso es «Triste estaba y muy penosa», compuesto con
seguridad antes de 1536, fecha del primer testimonio impreso conservado, pues se
incluye en el Libro de música de vihuela de Luis Milán, publicado en este año y del
que varias versiones con glosas fueron difundidas durante todo el siglo XVI en
cancioneros de romances y pliegos sueltos.
3 Si atendemos a las relaciones entre géneros literarios y a la fluctuación entre
literatura culta y literatura popular, el romance del «Lamento de la reina troyana»
pudo haber sufrido una amplificación a partir de contenidos de la Crónica troyana
impresa (edición princeps en Burgos, 1490, y con trece ediciones posteriores)5. Sin
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«Triste estaba y pensativo / ese noble rey Príamo», un romance formado por cuatro
fragmentos intercalados, dos narrativos y dos monólogos, donde el rey Príamo es
inicialmente inquirido por un «caballero armado» sobre su desdicha («¿Qué es de ti,
/ dónde estás rey?») para, posteriormente, «llorando de sus ojos», llevar a cabo su
propio lamento donde recuerda el pasado glorioso de Troya17.
10 Volviendo al romance de Hécuba, habría que recordar que el monólogo puesto en
boca de una mujer que se expresa libremente fue recurso típico de la tradición
romanceril18. De hecho, dentro del corpus de romances troyanos, además de la reina
Hécuba sobresalen dos figuras femeninas importantes que toman la palabra en los
textos para expresar sus sufrimientos, y que dan cuerpo a dos subgrupos de
romances troyanos importantes: Políxena19 y Dido20. Para el análisis de estos
personajes habría que tener también presentes las tradiciones de las tragedias sobre
la materia troyana centradas en algunos de sus personajes femeninos, que sabemos
que fueron conocidas en el siglo XVI peninsular, así como la tradición del planto
femenino de las Heroidas ovidianas, que se conocían ya desde la Edad Media y de las
que se hicieron versiones vernáculas en el Renacimiento21. En este contexto, pese a
que el final que se le da a Hécuba en la versión larga de nuestro romance (ver infra)
difiere de las tradiciones textuales preexistentes de la materia troyana, el lamento
femenino de Hécuba se puede poner en sintonía con textos plañideros como el Plant
dolorós de la reyna Ecuba de Joan Roís de Corella, que imita el tono lastimero de las
Heroidas o, incluso, con las tragedias grecorromanas sobre las mujeres de Troya que
sabemos que circulaban en la Península en el siglo XVI, traducciones y versiones
como la que hizo Erasmo al latín de la Hécuba de Eurípides, o la versión de esta
misma obra que hizo Fernán Pérez de Oliva, Hécuba triste22.
11 En lo que respecta a las versiones del romance «Triste estaba y muy penosa» que
circularon de forma impresa en el siglo XVI, una revisión de todos los testimonios que
conservamos muestra que existieron dos ramas difundidas del texto (una versión de
veinte versos y una versión larga, que osciló entre cuarenta y ocho y sesenta versos),
además de una versión de doce versos que se conoce a partir del Libro de música
para vihuela de mano intitulado «El Maestro» (1536) de Luis Milán23, que no
analizamos en esta ocasión.
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(s.a.) dando una serena muerte a Hécuba al lado de Políxena, motivo que
posiblemente el romancista inventó para cerrar el ciclo40:
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Aquiles» o «Triste estaba y muy penosa») y de romances que sabemos hoy en día con
certeza que fueron producto de versificaciones («En Troya entran los griegos» y,
posiblemente, también «En las obsequias de Héctor»), el ciclo de romances troyanos
se consolida en el Cancionero de romances (s.a.) y pasa, así, a heredarse en otros
cancioneros de romances46.
26 En la Primera parte de la Silva de varios romances (Zaragoza, 1550), por ejemplo,
se reproducen los mismos textos de materia troyana que publicaba el Cancionero de
romances (s.a.), y en el mismo orden, aunque algunos, como el del juicio de Paris, se
amplían, lo que podría apuntar a que se siguen produciendo procesos de creación
(posiblemente versificaciones a partir de prosa) en este ciclo47. Más adelante, en una
compilación como la «Rosa gentil» de Timoneda, de 1573, se evidencia de forma más
notoria la idea de ciclo de romances de materia clásica («historias romanas y
troyanas», las denomina Timoneda en su prólogo), en contraste con las rosas
«castellana», «de amores» y «real» incluidas también en su Rosa de romances.
Timoneda, siguiendo también un orden narrativo y cronológico del tema troyano,
recoge y reelabora algunos de los romances difundidos en cancioneros de romances
anteriores, pero completa, además, el grupo de romances troyanos con siete
romances más48. La evolución de la materia troyana en estos tres ejemplos de
cancioneros de romances muestra, efectivamente, como defendía Higashi para el
ciclo del Cerco de Zamora, que la imprenta, y en nuestro caso, específicamente, las
compilaciones impresas, parece haber consolidado un «ciclo troyano» de romances
que no existía previamente.
27 Por otra parte, si al corpus de pliegos que incluyen romances de materia troyana
nos remitimos49, aunque aún se hace acuciante un estudio sobre los origen de ciertos
romances troyanos tempranos y sobre la evolución de su circulación en pliegos,
parece evidente que, sobre todo en los pliegos datados en la primera mitad del siglo,
los contextos temáticos en los que los romances troyanos aparecen son,
principalmente, el caballeresco y el amoroso. Parece ser que solo hasta la
consolidación de un ciclo de romances troyanos en los romanceros antes
mencionados comienzan a distribuirse «pliegos troyanos», es decir, pliegos donde se
reúnen varios romances troyanos50. En algunos pliegos de la primera mitad de siglo,
además de aparecer junto a romances de tema amadisiano o de contenido amoroso,
se anuncia ya la circulación de un par de romances troyanos en el mismo pliego
como, por ejemplo, el RM 1048 (¿ca. 1520-1525?), donde se imprime «Reina Elena,
reina Elena» y «Triste está el rey Menelao» (este último ya circulaba en el
Cancionero general de 1511). Pero, a excepción de estos pocos ejemplos, en la
mayoría de los pliegos datados en la primera mitad de siglo tiene lugar una fusión de
temas caballerescos, amorosos y troyanos que, por otra parte, no debe sorprendernos
pues, como recordaba Marín Pina, la materia troyana constituyó seguramente para
impresores y público lector un proyecto literario y editorial similar al de otras
historias caballerescas51. El corpus que podríamos denominar «pliegos troyanos»,
donde se reproducen dos o más romances de temática troyana, parece haberse
consolidado en la segunda mitad de siglo, entre 1560 y 1570 si a los pliegos datados
nos remitimos; una época que, si seguimos el razonamiento anterior sobre la
constitución de un ciclo de romances troyanos a partir de los cancioneros de
romances, ya contaba con una concepción editorial, y posiblemente lectora, del ciclo
troyano romancístico.
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materia troyana en el Romancero hispánico del siglo XVI. En primer lugar, se trata de
un romance relativamente temprano, que sabemos que se difundió por lo menos
antes de 1535-1536, y cuyo primer verso y estructura pudo haberse formado por
analogía con el romance «Triste está el rey Menelao», que circulaba impreso, por lo
menos, desde 1511. Siguiendo los estudios sobre los romances de Amadís y sobre
otros romances de materia caballeresca, quizás sea posible considerar que, al igual
que esos temas, los romances de materia troyana comenzaron a escribirse a
principios del siglo XVI en contextos cultos, como una suerte de promoción de
algunos textos en prosa (la Crónica troyana impresa, por ejemplo, con primera
edición en 1490 y trece ediciones posteriores hasta la de Medina del Campo de 1587).
Sin embargo, solo adquirieron la consistencia de «ciclo» con la publicación de series
de romances cronológicamente organizados en los cancioneros de romances de
mediados de siglo. De la mano de la invención del romancista, algunas fuentes
fundamentales como la Crónica troyana impresa habrían participado en la
consolidación de este ciclo a través, posiblemente, de un ejercicio consciente de
versificación acomodada a la prosodia, la métrica y las fórmulas romanceriles. La
formación de un ciclo de romances troyanos estaría mediada, así, por relaciones
inter-genéricas entre textos cultos y populares, entre formatos cultos y populares.
Finalmente, en la segunda mitad del XVI es posible comenzar a considerar la
publicación de «pliegos troyanos», es decir, pliegos cuyo contenido fue exclusiva –o
principalmente– de romances de materia troyana. La revisión de estos materiales
desde un ángulo específico (un romance) o más amplio (un corpus) evidencia, sin
embargo, que aún hay todavía bastante por decir y analizar sobre la transmisión de la
materia troyana en romances durante el siglo XVI.
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Notes
1 Además de los innumerables aportes de Antonio Rodríguez-Moñino a la catalogación y
organización bibliográfica de cancioneros de romances y pliegos sueltos poéticos (Rodríguez-
Moñino, 1973 y Rodríguez-Moñino, 1997, entre muchos otros trabajos), han sido decisivos los
aportes de Giuseppe Di Stefano, Giuliana Piacentini, Blanca Periñán, Paloma Díaz-Mas, Mario
Garvin y Viçenç Beltran, entre otras investigaciones más recientes (como las de Alejandro
Higashi, por ejemplo).
2 El inicio del llamado «romancero erudito», es decir, el corpus de romances que proceden
de temas y textos de tradición culta, se inicia, en teoría, a partir de las versificaciones
romancísticas que se hacen de Las quatro partes enteras de la Crónica de España (Zamora,
1541) de Florián de Ocampo (así lo postuló Menéndez Pidal, 1973, p. 41, y se sigue repitiendo
en varias investigaciones). Sin embargo, a la luz de nuevos planteamientos críticos valdría la
pena volver sobre la definición y delimitación cronológica del llamado «Romancero erudito»;
esto permitiría, entre otras cosas, dejar de concebirlo como producto de una estética o estilo
diferente del llamado «Romancero viejo» o como producto de una estética que pretende imitar
el Romancero viejo sin lograrlo plenamente. Desde esta perspectiva, superar la dualidad entre
Romancero viejo y Romancero erudito implicaría comenzar a concebir el surgimiento y la
evolución de los romances eruditos desde perspectivas muy variadas, entre otras, por ejemplo,
entender su desarrollo como «formas de comunicación en las que se recurre a la novedad y a
una textualidad más exuberante como argumentos de venta» (Higashi, 2017, p. 162). En esta
misma línea de interpretación creemos que pueden inscribirse los trabajos de Norton y
Wilson, 1969; Baranda, 1985; García de Enterría, 1986 y 1990; Mota, 2003; Garvin, 2007, y
Gamba 2015.
3 Por ejemplo, Baranda, 1985; García de Enterría, 1986 y 1990.
4 M. Cruz García de Enterría por ejemplo, en su trabajo sobre los romances amadisianos, se
refería a la existencia de una «escuela de romancistas» que a principios del XVI «versificaban o
romanceaban obras cultas», en un intento por «popularizar los temas» y por «provocar una
reacción a favor de estos libros que empujara a la lectura de ellos […] una escuela dedicada a
dar una lectura popular de obras de mayor cultura» (García de Enterría, 1985, p. 107).
5 Sobre la Crónica troyana impresa véanse los trabajos de María Sanz Julián,
especialmente su edición de la crónica en Sanz Julián, 2015. Asimismo, hay edición de
Rebhan, 2006. Los estudios sobre materia troyana medieval en el contexto hispánico son
numerosos. Remitimos, por lo pronto, a Rey y García Solalinde, 1942; Casas Rigall, 1999,
Crosas López, 2000, y, recientemente, Pichel Gotérrez, 2016.
6 Lo sugirieron Menéndez y Pelayo, 1906, p. 484, y Di Stefano, 1993, p. 228-245; lo
confirman, por ejemplo, los estudios de Thomas, 1917; Garvin, 2007; Gamba Corradine, 2015,
y Bayo, 2018.
7 Ralph E. House, 1931, mostró la relación entre la glosa de este romance y los textos de
Dares y Dictis. Véase también Errazu Colás, 1994. Sobre los textos de Dares y Dictis puede
consultarse edición y estudio en Barrio Vega y Cristóbal López, 2001.
8 Esto, como sabemos, se debe sin duda a la intención imitativa del estilo de los romances
viejos por parte de los autores de romances eruditos. En esta dirección, resulta significativo el
comentario que hace Agustín Durán en su edición de este romance del «Lamento de la reina
troyana»: «Romance ciertamente artístico, pero que tiene todas las formas a propósito para
haber sido muy popular. Parece obra de fines del siglo XV» (Durán, 1854, p. 323). En una
revisión de la difusión impresa del romancero antiguo, por otra parte, Di Stefano incluye ocho
romances «novelescos con tema de la antigüedad clásica»: «Aquel rey de los romanos», «En
Troya entran los griegos», «Oh, cruel hijo de Aquiles», «Por los bosques de Cartago», «Por
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una linda espesura», «Reina Elena, reina Elena», «Triste está el rey Menelao» y «Triste estaba
y muy penosa» (Di Stefano, 1977). Véase, asimismo, Gamba Corradine, 2015, p. 64-69, donde
se examinan cinco romances de materia troyana anteriores a 1539.
9 Tanto la estructura dual de narración y diálogo/monólogo como la narración retrospectiva
sobre la pérdida fueron recursos recurrentes del género romanceril en sus distintos registros.
Romances tan populares y difundidos como «Miraba de Campo Viejo» o «Abenámar»
reproducen uno o los dos recursos literarios. Recuérdese a este respecto los planteamientos de
Menéndez Pidal sobre el estilo «épico-lírico» y la intercalación entre narración y diálogo
(Menéndez Pidal, 1968, I, p. 59 y sigs.). Sobre el «discorso retrospettivo», en relación con otros
recursos retóricos del romancero hispánico como el uso de tiempos verbales, las secuencias
narrativas o el paso del equilibrio al desequilibrio (o viceversa) puede consultarse Di Stefano,
1976, quien se refiere específicamente a nuestro romance, en el marco de otros romances de
lamentos de ilustres personajes (especialmente femeninos), en p. 46-47.
10 La princesa troyana, por un lado, es protagonista del romance en diálogo «Oh, cruel hijo
de Aquiles» (conocido en la época con la rúbrica «Romance sobre la muerte que dio Pirro, hijo
de Achiles, a la linda Policena»), donde pide clemencia a Pirro para que no la mate: «No me
des assí la muerte / ni tomes vengança en mí / […] / no fenezcan los mis días / ni se pierdan
aora por ti» (Di Stefano, 1993, p. 240). Según una tradición medieval de las leyendas troyanas,
Pirro asesina sin compasión a Políxena sobre la tumba de su padre Aquiles. Considerado por
parte de la crítica como un romance antiguo, este romance de Políxena contó con amplia
difusión en pliegos (SRM 30.5, RM 640, RM 641, RM 870), dentro de los que, en ocasiones, se
incluyó glosado: glosa con primer verso «Pues mis hados permitieron» (RM 640 y RM 641) y
con primer verso «Queriendo Pirro vengar» (SRM 30.5); esta última no se incluye en la
recopilación de Piacentini y Periñán, 2002, al tratarse de un pliego de la colección de la
Biblioteca de Perugia que se descubrió en 2012 (sobre los pliegos de Perugia puede consultarse
Infantes, 2013; Mahiques Climent y Rovira i Cerdà, 2014, así como Di Stefano, 2014). También
se incluyó el «Oh, cruel hijo de Aquiles» en numerosos cancioneros de romances, precediendo,
la mayoría de las veces, a nuestro romance de la reina Hécuba. Además de este ejemplo, otros
romances de materia troyana desarrollan el tema de la muerte de Políxena: «A la que el sol se
ponía», «Bien vengas mal si eres solo», «Cautiva llevan los griegos» y «Turbados los ojos
bellos».
11 Virgilio, Eneida, II, v. 514-517 (citamos por Cristóbal López y Echave-Sustaeta, 1993,
p. 190).
12 Ovidio, Metamorfosis, XII, 533-575 (citamos por Álvarez e Iglesias, 2009, p. 682-684).
13 Sigo la traducción al castellano de Guido delle Colonne hecha por Marcos Casquero,
1996, p. 322-323. Compárese con el mismo episodio en la Crónica troyana impresa (Rebhan,
2006, p. 401-402).
14 Morenilla Talens, 2014.
15 El planto femenino en el romancero podemos encontrarlo en romances como el de las
quejas de doña Urraca, el de la reina de Aragón o el de la duquesa de Braganza. Estudia estos
romances de queja femenina Di Stefano y analiza allí cómo «la grande historia asoma como
causa y marco de una aflicción individual pero acaba ocupando la tela entera del cuadro
narrativo» (Di Stefano, 2011, p. 62). El suceso de una tristeza nobiliaria descrita en estos
romances, propia de una pérdida privada y personal, es, pues, enmarcado dentro de hechos
históricos de amplia envergadura como la pérdida de Troya.
16 Es el único romance de tema troyano que se incluye en el Cancionero general de 1511,
donde viene atribuido al poeta Soria. Aparece también en los pliegos RM 870, RM 1038 y
RM 1039.
17 Aunque de tema y contexto distinto, recuérdese también el romance con primer verso
«Triste estaba el caballero» y el romance sobre el Saco de Roma «Triste estaba el padre
santo». Sobre estos dos romances véase Beltran, 2016b, p. 57-58.
18 Aborda esta cuestión Dumanoir, 2004, y el ya citado artículo de Di Stefano, 2011.
19 Véase nota 10.
20 Como se sabe, la historia de los amores de Dido y Eneas contó con distintos ejemplos
literarios durante el siglo XVI. En lo referente al género romanceril, quizás sea el subgrupo de
romances más trabajados por la crítica. Remitimos a Gamba Corradine, 2015, p. 62, para el
subgrupo de romances sobre Dido y Eneas, y nota 21 de la misma publicación para la
bibliografía sobre esta materia.
21 Sobre la transmisión de las Heroidas desde el temprano Renacimiento, recuérdese la
traducción que hizo Juan Rodríguez del Padrón en su Bursario (véase al respecto, por
ejemplo, Brownlee, 1990 y Serrano, 2015). Para la transmisión de las Heroidas en la España
del siglo XVI puede consultarse la síntesis que hace Moya del Baño, 1986.
22 Para el texto de Corella véanse Badia, 1989, y Martos, 2001. Para el de Pérez de Oliva
véase Morenilla Talens, 2014.
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«Triste estaba y muy penosa»: sobre la formación del romancero erudit... https://journals.openedition.org/atalaya/3253
23 El texto del romance al que le pone música Milán reza así: «Triste estava muy quexosa /
la triste reina troyana / en ver a sus hijos muertos / y la ciudad asolada / y la linda Policena /
en el templo degollada, / sobre el sepulchro de Aquiles / por Pirrus sacrificada. / ¿O, traidor,
cómo pudiste / en muger vengar tu saña? / ¿No bastó su hermosura / contra tu cruel espada?»
(citamos de Arriaga y Roa, 2008).
24 Reproducimos el romance a partir del pliego suelto de la BNE R/3665 (Roma[n]ce de la
reyna troyana glosado y vn romance de Amadis; RM 506), modernizando puntuación y uso
de u/v y de i/j en posiciones vocálica y consonántica. Para comodidad del lector, adjuntamos
las tres versiones del romance (Luis Milán, versión corta y versión larga) en un anexo.
25 Díaz-Mas, 2013, p. 170, comenta la autoría del romance, posiblemente a partir del
registro RM 505, pliego no conservado, pero consignado en Colón, en cuya entrada no se
especifica si se trata de una glosa o solo de un romance. Rodríguez-Moñino en el Nuevo
diccionario (=RM) atribuye a Salaya este pliego, aunque la entrada en Colón reza, sin
embargo, «Alonso de Proaza». Hace esta atribución por analogía con los otros pliegos que
contienen romance y glosa, donde sí aparece «Salaya» como autor de la glosa. No sabemos con
certeza si el autor del romance fue, también, Alonso de Salaya. Si el autor del romance fuera
Salaya, la escritura del texto podríamos situarla en la década de los años treinta, y quizás no
antes. Se sabe muy poco de este autor, pero Gillet, por ejemplo, sostiene que «Salaya’s
activities may have centered about the middle of the century» (Gillet, 1937, p. 23).
26 Los pliegos con la glosa de Salaya son: 1) RM 505 (de paradero desconocido, pero
anterior a 1539, por estar en los índices de Colón [Abc. nº 15226]), puede que solo contenga el
romance y no la glosa, pues en la rúbrica copiada en el Abecedarium de Colón solo se indica
«Romance de la reyna troyana y otro de Amadis»; 2) RM 506 (BNE R/3665). Este pliego
reproduce un grabado (con colores) de la edición de ca. 1499 de la Celestina (véase también
RM 506.5, incluido en el Abc. nº 15123); Fernández Valladares, 2006, p. 466, lo adjudica a la
imprenta de Juan de Junta y lo fecha ca. 1530-1535; 3) RM 507 (Pliegos de Praga, nº 49;
Fernández Valladares, 2006, p. 471, lo adjudica a la imprenta de Felipe de Junta y lo fecha
ca. 1560-1570; 4) RM 508 (Pliegos de Cataluña, nº 22; Fernández Valladares, 2005, rechaza la
asignación a imprenta burgalesa; ver también SRM 508).
27 RM 917.5 (¿Barcelona, ca. 1540?, no localizado) y RM 918 (pliegos de Morbecq, nº 18).
28 Se trata del RM 253 (BNE R/3994, también en el inventario de Colón, Abc. nº 14848, por
lo tanto anterior a 1539). Estudian este pliego House, 1931, y Errazu Colás, 1994.
29 Véase edición de ambas glosas en Piacentini y Periñán, 2002, p. 327-332.
30 «Lucio Septimio saluda a Quinto Aradio Rufino», se lee en la obra de Dictis; y «Cornelio
Nepote saluda a su amigo Salustio Crisipo», se lee en Dares. Véase Barrio Vega y Cristóbal
López, 2001, y las citas en p. 193 y p. 389.
31 Ralph E. House muestra que el orden de los nombres de la estrofa quinta de la glosa de
Huete es el mismo que aparece en el libro segundo de Dictis (House, 1931, p. 4, nota 11).
Asimismo, considera que en otros pasajes Huete también se sigue esta fuente.
32 García de Enterrería, 1990, p. 132-133.
33 Marín Pina, 1997.
34 Reproducimos el texto a partir de la versión del Cancionero de romances (s.a.) que lleva
por título «Romance de la reina Hécuba y de su muerte» (Menéndez Pidal, 1945).
35 Para la Primera parte de la Silva, véase la reciente edición en facsímil de Beltran, 2016a.
36 Se trata de un pliego conservado en la Biblioteca Comunale Augusta de Perugia que se ha
atribuido al impresor valenciano Joan Navarro, 1560-1561 (véase Rovira i Cerdà y Mahiques
Climent, 2013). Sobre esta colección de pliegos puede verse, además, Infantes, 2013; Mahiques
Climent y Rovira i Cerdà, 2014, así como Di Stefano, 2014.
37 Menéndez Pidal, 1945, «Romance de la reina Hécuba y de su muerte», v. 31-36.
38 Rebhan, 2006, p. 6. Este episodio de la traición que, por obvias razones, no se encuentra
en la Eneida, lo leemos también en el Plany dolorós de la reina Hècuba de Joan Roís de
Corella (Badia, 1989).
39 Véase Gamba Corradine, 2015, p. 69 y sigs. Aunque es posible que Nucio copiara este
romance de un pliego suelto, por lo que la introducción del episodio de la traición de Eneas y
Antenor podría haber tenido lugar con anterioridad al Cancionero de romances (s.a.) en un
pliego no conservado. De todas formas, la versificación de la Crónica troyana en «En Troya
entran los griegos», por ejemplo, es evidente, más allá de que este texto llegara a Nucio a
través de un pliego suelto o no.
40 No conocemos una fuente textual donde muera así Hécuba.
41 Menéndez Pidal, 1945, v. 57-60.
42 Además de la bibliografía ya señalada en notas, sobre los romances de tema troyano en el
siglo XVI puede consultarse Catalán, 1970; Cruz de Castro, 1992, que edita varios romances;
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«Triste estaba y muy penosa»: sobre la formación del romancero erudit... https://journals.openedition.org/atalaya/3253
Auteur
Jimena Gamba Corradine
Universitat Autònoma de Barcelona
Droits d’auteur
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