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Causa N/ 4888 -Sala I-

Travi Basualdo, Lorenzo


Juan de Dios Pedro
s/rec. de casación.
Cámara Nacional de Casación Penal

Reg. n/ 6270
//la ciudad de Buenos Aires, Capital Federal de la República
Argentina, a los 21 días del mes de octubre de 2003, se reúne
la Sala I de la Cámara Nacional de Casación Penal, integrada
por el doctor Juan C. Rodríguez Basavilbaso como Presidente y
los doctores Liliana Elena Catucci y Alfredo Horacio Bisordi
como Vocales, a los efectos de resolver el recurso de casación
interpuesto por la defensa en esta causa N/ 4888, caratulada:
“Travi Basualdo, Lorenzo s/recurso de casación”, de cuyas
constancias RESULTA:
1/) Que el Tribunal Oral en lo Criminal N/
19 de esta Ciudad, condenó a Lorenzo Juan de Dios Pedro Travi
Basualdo a la pena de cuatro años de prisión, accesorias
legales, cuarenta mil pesos ($ 40.000) de multa y costas, por
resultar autor penalmente responsable de los delitos de
abandono de persona en concurso real con administración
fraudulenta (arts. 12, 22 bis, 29 inc. 3/, 45, 55, 106 y 173,
inc. 7/ del Código Penal).
2/) Que contra dicho pronunciamiento, la
defensa particular de Travi Basualdo interpuso recurso de
casación, asentado en el inciso 1/ del art. 456 del C.P.P.N..
Adujo que el tribunal de juicio aplicó erróneamente la ley
sustantiva, pues conjugó hechos con normas que no se
corresponden entre sí, efectuando una interpretación extensiva
del tipo penal, y le reprochó acciones que no se encuentran
reprimidas por el ordenamiento legal vigente, en franca
violación al principio de legalidad consagrado por el art. 18
de la C.N.
Expresaron los codefensores
particulares que en el fallo se estableció que su asistido
abandonó a Arturo Ricardo Nelson Page, a través de la omisión

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de sus deberes de manutención -acción típica-, provocando con
ello el deterioro de su salud -resultado típico-; explicó
porqué Travi Basualdo debió mantener y cuidar a Page, y
atribuyó a su defendido el deber de cuidado, bajo el sostén que
derivó de la posición de garante que él tenía con respecto al
sujeto pasivo del hecho ilícito, que asumió libremente,
autoadjudicándose tal obligación. Señalaron que también se
sostuvo que Travi Basualdo sería el sujeto activo del delito
que se le enrostra, al llevar adelante una gestión de negocios
ajenos, con conocimiento del titular, aunque sin mandato (arts.
2288 y s.s. del Código Civil) por lo que el tribunal, en
realidad, trató de esa forma de establecer entre ambos sujetos
una relación contractual u “obligación especial”, para dar
sustento al deber de cuidado que supuestamente el condenado
infringió, por lo que no se puede adecuar al tipo penal del
art. 106 del C.P., una conducta que a todas luces no encuadra
en él.
Expresaron los asistentes legales que el
tribunal oral para determinar específicamente cuál es el hecho
que tiene por probado (en relación al hecho primero) utilizó
claramente el verbo típico “abandonar”, por lo que así demarcó
la acción típica que supuestamente desarrolló su asistido, para
después explicar que fue mediante la “omisión” de sus deberes
de manutención, lo que generó -para el sentenciante- el
resultado típico que desembocó en el deterioro en la salud del
damnificado. Dijeron que entre estos conceptos se puede
advertir la relación de causalidad existente entre la forma en
que se desarrolló la conducta y su resultado típico, aunque
para el caso en estudio el nexo de causalidad adquiere, a los
fines de su correcta interpretación jurídica, la forma de nexo

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de evitabilidad, que es el de omitir cuidar, estando obligado
a hacerlo, lo que generó el resultado típico.
Con cita de doctrina los abogados
defensores señalaron que se tiene que aceptar que no cualquier
persona puede ser sujeto activo de abandono, sino sólo aquéllas
que tiene un deber especial de cuidado. Por lo que nos
encontramos frente a un delito especial, ya que los posibles
autores están determinados por la ley y, a su vez, por la
conducta desplegada por el sujeto activo, lo que implica como
“conditio sine qua non”, la violación de un deber jurídico
específico (confr. fs. 830 vta./831). En cuanto a la posición
de garante, también con base en citas doctrinales, señalaron
que los tipos omisivos traen tras sí el estigma de afectar
seriamente el orden jurídico y el principio de legalidad, aún
estando determinados (como consecuencia de su construcción).
Sería, entonces, inimaginable el daño causado a los mismos
principios si no se lo limita y se permite su aplicación casi
como un tipo penal abierto. Es que el ordenamiento jurídico
sólo impone al ciudadano, por principio, el deber de omitir
acciones activas, a través de las cuales puedan dañarse bienes
jurídicos de terceros, pero exigiéndose en todos los casos la
demostración de una “especial causa jurídica” para,
excepcionalmente, hacer responsable a alguien por haber omitido
actuar de un modo positivo para proteger bienes jurídicos
ajenos. La equiparación que así se produce entre el actuar
omisivo con el hacer positivo, presupone que el sujeto activo
de tal omisión deba necesariamente actuar como garante en la
evitación del resultado típico. Y que todos los deberes de
evitación del resultado requieren para poder ser equiparados al
hacer positivo -en cuanto a causar el resultado dañoso- que el

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autor “tenga que responder jurídicamente de que el resultado no
se produzca”. Aditaron que lo fundamental pasa por determinar
la forma correcta en que deben delimitarse los deberes del
garante, por lo que reprodujeron las distintas posiciones que
sobre el tema expusieron Stratenwerth y Jescheck, y a las que
cabe remitir en razón de brevedad (conf. fs. 832/vta.).
Por otra parte, en cuanto a la aceptación
voluntaria como fuente del deber de cuidado del garante, señaló
la defensa que aún cuando derive de la aceptación voluntaria,
también debe ser generada implícitamente en una relación
jurídica, una convención, o un acuerdo de voluntades previo
entre los dos sujetos de la acción (de ahí el término
voluntaria, no coacta), la cual por sus especiales
características genere en el sujeto activo la idea de que
colocarse en posición de garante, forma parte integral de la
obligación por él asumida para con su contraparte (por la
actividad que convino desempeñar, calidad, habilidad, profesión
etc.). Agregó, siguiendo a Jescheck, que otros sujetos pasivos,
confiando en la disposición de intervención del garante (que
asumen implícita del acuerdo), se expongan a mayores peligros
de los corridos en otro caso, o prescindan de otra protección,
pues sólo entonces la asunción justifica la responsabilidad
jurídico-penal (ver fs. 833).
De ello dedujo la asistencia legal técnica
que en los casos como el de marras es imposible -como refirió
el pronunciamiento-, por la propia génesis de la obligación,
que el sujeto activo se “auto adjudique” la condición de
garante, sin que ésta surja legalmente puesto que el derecho no
puede obligar bajo amenaza penal a la continuación de un
servicio que alguien inició, no estando obligado, puesto que de

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ser así, se podría dar lugar a un absurdo jurídico tal que
haría que cualquier persona, en cualquier situación (por
insignificante que esta fuera), sea garante y por ende pasible
de ser reprochada penalmente.
Asimismo, la defensa particular se expidió
en relación a la validez o nulidad del contrato en cuanto a que
la necesidad o no de que la convención o contrato, que dio
origen a la posición de garante, sean válidos se puede aceptar
-ya que así lo sostiene la mayoría de la doctrina-, pues no es
necesario que dicho contrato tenga validez (como contrato en
sí). Es que aunque devenga nulo o extinguido, puede de igual
manera ser motivo suficiente para provocar que el sujeto activo
sea garante en el sentido jurídico penal. Adujo que la cita de
Donna efectuada en la sentencia no se condice con lo expresado
por el autor citado en su obra ni con la interpretación que
éste quiso darle, ya que: “...en ningún momento dice que ningún
eventual contrato previo interesa como génesis del deber de
cuidado, dice que no interesa la figura contractual (claramente
en sus efectos, no en su génesis) ya que remarca que aunque el
contrato sea nulo igualmente habrá posición de garante”. Por lo
que jamás se apartó de la posición del resto de la doctrina
(ver fs. 833 vta./834 vta.).
Agregó la defensa particular que el
tribunal consideró que Travi Basualdo tenía -respecto de Page-
una posición de garante con origen en una relación contractual.
Porque esa relación sería una “gestión de negocios ajenos, con
conocimiento del titular, aunque sin mandato”. Para refutar
dicho argumento, la asistencia técnica expresó los motivos que
-a su criterio- demuestran que los hechos descriptos en el
fallo nunca pudieron constituir una gestión de negocios. Aún

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así, dijo, también se puede explicar porqué la gestión de
negocios tampoco puede ser fuente generadora de la posición de
garante que el derecho penal describe como fuente del deber de
cuidado (confr., en razón de brevedad, fs. 834 vta./836 vta.).
Por otra parte, los defensores particulares
entendieron que el tribunal aplicó erróneamente el art. 173,
inc. 7/ del C.P.P.N. (administración fraudulenta). Sostuvieron
que el fallo constituye una intromisión grave del poder estatal
en los actos libres de los individuos que excede ampliamente
las facultades de “jus punendi” que las leyes fundamentales le
acuerdan al Estado, por lo que se vulneró el art. 19 de la
Constitución Nacional. Dichos actos, dijeron, únicamente
podrían haber sido objetados por los sujetos que eventualmente
se sintieran afectados en sus derechos y que nada objetaron al
respecto. Pues de lo contrario se vulnera el principio de
última ratio que gobierna nuestro derecho penal, y que
determina que las libertades individuales gozan de una especial
protección.
Expresó la defensa que el fallo carece de
motivación en punto a la determinación y prueba de que Travi
Basualdo administró infielmente los bienes o intereses
pecuniarios de Page y -según la resolución- en detrimento de
los herederos del causante, falencia que afecta el derecho de
defensa. Por lo que consideró que resulta un motivo suficiente
para acreditar la existencia de vicios in procedendo (art. 456,
inc. 2/ del código instrumental). Y, además, resulta claro que
los hechos no se adecuan a la figura de administración infiel.
Recordó que la resolución determinó que el acto jurídico por
medio del cual se generaron los deberes enunciados en la norma
-en cabeza de Travi Basualdo- es la gestión de negocios.

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Asimismo, con remisión a opiniones
doctrinales, los asistentes legales del nombrado Travi Basualdo
cuestionaron la existencia de la citada gestión de negocios
(confr., brevitatis causae, fs. 837/840). Adujeron que el
tribunal incurrió en grave contradicción pues manifestó que:
“En verdad estaba en manos del nombrado el cobro y disposición
de los haberes jubilatorios de Page...”, pero de la lectura del
resto del fallo no surge esa circunstancia, sino que existen
pruebas en contrario a la informativa, como lo es el informe
del Consejo de la Magistratura referido a la percepción de los
haberes provisionales de Page. Más aún, no puede existir la
aludida gestión cuando el supuesto gestor no puede sustituir
legítimamente al propio interesado y que la gestión de negocios
ajena sólo queda reducida a los casos de los plazos fijos. Es
que este tipo de figura, que resulta ser un contrato o cuasi-
contrato, exige que el gestor lleve adelante negocios ajenos y
no propios, como en el caso de los plazos fijos de los cuales
se es co-titular en forma indistinta. Y que el hecho de que el
tipo penal descripto por el art. 173, inc. 7/ del C.P.,
destaque así como lo hace la ley civil, el carácter de ajenos
que deben tener los bienes o intereses afectados. Dicha
disquisición no resulta antojadiza, ya que es por demás claro
que cuando el legislador tuvo en mente la idea de parcialidad,
la introdujo expresamente en el tipo penal. Así, como ocurre en
el caso de los delitos de hurto y robo, previstos y reprimidos
en el Titulo VI, Capítulo 1 y 2, del Código Penal. Asimismo,
como ejemplo, presentaron el caso de los presidentes o
integrantes del directorio de sociedades, quienes además de que
su calidad de administradores está prevista en la ley, son
pasibles de recibir sanciones penales frente a las violaciones

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a sus deberes, generadas por el hecho de que aún teniendo
intereses particulares comprometidos en la sociedad, legalmente
administran bienes o intereses ajenos, pues lo hacen sobre
bienes pertenecientes a una tercera persona que jurídicamente
es la sociedad (ver fs. 838/vta.).
Argumentaron los motivos que, a su
criterio, determinan que los co-titulares indistintos de un
plazo fijo no revisten la calidad legal de condóminos, a los
que cabe remitirse brevitatis causae (conf. fs. 838 vta./840).
Así citaron los arts. 2673 y 2680 del Código Civil y señalaron
que el hecho de que los plazos fijos hayan sido retirados por
Travi Basualdo y que se haya hecho de acuerdo con la ley,
excluye tajantemente la posibilidad de que ser co-titular en
forma indistinta de plazos fijos sea considerado condominio. Es
más, como ocurre en el caso, la propia actividad comercial
prevé un caso distinto en el que el condómino podría ser co-
titular en forma conjunta y no en forma indistinta, ya que aquí
sí se requerirá obligatoriamente de la autorización expresa de
todos los co-titulares conjuntos para poder disponer. Por lo
que descartaron por completo la posibilidad de que se pueda
pensar que los plazos fijos del caso continúan la figura de un
condominio.
Señalaron los defensores que lo expuesto
demuestra acabadamente que la conducta desplegada por su
asistido no se adecua típicamente a las normas que aplicó el
tribunal de juicio en el fallo. Pese a ello, analizaron la
posibilidad de que la conducta de su defendido pudiera
adecuarse a otra figura legal que la reprima como delito. Así
dijeron que se verifican dos posibilidades. La primera estaría
vinculada a la aplicación del art. 173, inc. 2/ del C.P., que

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descartaron diciendo que no se verifica la circunstancia de que
la cosa objeto del delito se la haya dado por un título que
produzca obligación de devolver, y además, que Creus sostiene
que la entrega que no excluya la tenencia anterior, no queda
comprendida en el tipo; pero fundamentalmente expresa que
“Tiene que tratarse de un título que produzca obligación de
devolver por parte del agente, constituyéndolo en una tenencia
temporal. Quedan descartados como títulos creadores de la
obligación típica, los que otorgan al agente la facultad de
disponer de la cosa o apropiársela...” (aut. cit. Derecho
Penal, Parte Especial, Delitos contra la Propiedad, pág. 508).
Y dijeron que ello se configura -dentro de la tipificación
delictual- al negarse a restituir la cosa y no restituirla a su
debido tiempo; y que los objetos del delito son siempre cosas
muebles, dinero o valores ajenos, o sea que no hayan pasado a
ser propiedad del agente (conf. fs. 839 vta./840). Y, la
segunda, la apuntaron con el fin de descartar que la conducta
de su defendido pueda enmarcar dentro del delito de hurto (art.
162 del C.P.). Señalaron que la facultad legal que tenía Travi
Basualdo respecto a que accedió, sin impedimentos, a los
depósitos en la entidad bancaria en donde se encontraba el
dinero, aventan toda posibilidad de que su conducta pueda ser
enmarcada dentro de la referida figura. Es que, en realidad, la
conducta de su defendido podría ser moralmente cuestionable
pero no constituye delito alguno y, por ende, su errónea
adecuación a un tipo penal determinado afecta el principio de
legalidad. Con cita de jurisprudencia (ver fs. 840 vta.)
expresaron que las conductas morales que no se encuentren
específicamente reprimidas por algún tipo penal, deben quedar
fuera del alcance del reproche jurídico penal, en pos de la

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protección de los más altos y fundamentales valores
establecidos en nuestra Carta Magna.
De otra parte, y ante la eventualidad de
que los agravios expuestos precedentemente no tengan una
acogida favorable, los defensores particulares cuestionaron la
errónea aplicación de la multa de cuarenta mil pesos ($ 40.000)
prevista por el art. 22 bis del C.P. que el tribunal aplicó a
su defendido. Dijeron que: “...surge por demás claro del hecho
de que el legislador al determinar el monto de las penas para
los delitos contra la propiedad, ha tenido en cuenta ya el
ánimo de lucro que todos ellos (salvo escasas excepciones y
ninguna de ellas de posible aplicación al caso en estudio)
llevan implícita, sobre todo en las defraudaciones (art. 173
C.P.) y especialmente por la que nuestro defendido fue llevado
a juicio y condenado por administración fraudulenta (art. 173,
inc. 7/ del C.P.P.N), ya que en ella el ánimo de lucro no sólo
está implícito, sino que además figura literalmente establecido
en la letra de la norma como elemento integrante y decisivo del
tipo penal. En estos casos la aplicación de la multa prevista
por el art. 22 bis del C.P. sería a todas luces abusiva,
contraria a derecho y diametralmente opuesta a la voluntad del
legislador”, por lo que concluyeron en su errónea aplicación.
Para finalizar, señalaron que la conducta
desplegada por Travi Basualdo no se corresponde típicamente con
las normas aplicadas en la sentencia recurrida, lo que
evidencia la señalada errónea aplicación de la ley sustantiva,
pues la aplicación extensiva de un tipo penal provocó la
violación al principio de legalidad establecido en el art. 18
de la Constitución Nacional. Por lo que solicitaron que se haga
lugar al recurso de casación y se dicte una nueva sentencia

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conforme a derecho.
3/) Que, en la etapa que prevé el art. 466
del C.P.P.N. el representante del Ministerio Público Fiscal
ante esta instancia, luego de reseñar los hechos y la
calificación jurídica que escogió el tribunal oral para el
presente caso (ver fs. 854/855 vta.), señaló que parte de los
argumentos expuestos por los recurrentes no guardan estricta
relación con la impugnación de la aplicación del derecho que ha
efectuado el sentenciante. En efecto, expresó que, bajo dicha
invocación, pretendieron una modificación de los hechos. Esa
cuestión resulta ajena al control casatorio, pues los planteos
vinculados con las pruebas y el valor que los jueces de mérito
le otorgan, salvo arbitrariedad o absurdo, son incensurables en
esta instancia (confr. C.N.C.P., Sala I, causa N / 10,
“Rodríguez Bosch, Ramiro”, Reg n/ 11, rta. el 13/5/93; causa N/
531, “Callejas, M.”, Reg. N / 524, rta. el 28/6/95; causa N/
523, “Maidana”, Reg. 564, rta. el 11/8/95; causa n / 750,
“Rozados, R.”, Reg. 1124, rta. el 4/9/96; Sala II, causa n/ 17,
“Adrinati, Carlos”, reg. N/ 16, rta. el 21/6/93; causa N/ 911,
“Español, M.”, Reg. N/ 1344, rta. el 11/4/97, Sala III, causa
n/61, “Varela, Erica”, Reg. N/ 68, rta. 16/12/93; causa n/ 119,
“Subirán, José”, Reg. 89, rta. 9/3/94, causa n/ 284, “Sandes,
M.” Reg. 72, rta. el 12/5/95, entre muchas otras).
Pese a ello, el Fiscal General consideró
que el recurrente plantea que su defendido no estuvo en
posición de garante como para que tenga que responder por
abandono de personas ni por administración fraudulenta. Dijo
que el análisis que se realizó en la sentencia para poner de
resalto la especial relación que existió entre víctima-
victimario, elemento imprescindible para verificar que Travi

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había asumido determinados ‘deberes’ cernidos específica y
exclusivamente al ámbito de su competencia, ha sido de algún
modo desintegrado y examinado parcialmente por el impugnante al
desarrollar sus planteos. Señaló que ello constituye un error
que se traduce en la improcedencia de los argumentos
defensistas. A ello adunó que: “...toda sentencia constituye
una unidad lógico jurídica que no admite parcialidades que la
desnaturalicen, cuyos argumentos se conectan como eslabones de
una misma cadena para conformar la estructura racional de dicho
pronunciamiento...” (S.I., c. n / 419, “Cirio”, Reg. N/ 509,
rta. el 13/6/95; entre otras), extremos que fueron respetados
en la sentencia y desatendidos por los impugnantes cuando
realizaron su crítica.
Manifestó el fiscal que resulta claro que
si en el fallo se hizo referencia al actuar como gestor del
nombrado Travi Basualdo, ello no puede desprenderse del
contexto en que fueron desarrollándose los hechos; aquello que
no pudo configurar una simple gestión por realización de actos
tanto materiales como jurídicos, en virtud de una relación
amistosa, de suma confianza, excedió tal ámbito para configurar
conductas ilícitas penalmente relevantes. Dijo que la posición
de garante que ostentó el imputado fue perfectamente
corroborada en el expediente, pues se verificó que “asumió el
cuidado” de la persona del señor Page, y respeto al delito de
administración fraudulenta, se comprobó que colaboró en
diversos trámites de la víctima e incluso propiciado por la
relación personal existente logró ser cotitular de las cuentas,
circunstancia que le permitió utilizar el dinero de modo
ilícito. Expuso que todas las constancias que fueron señaladas
y que constan en la causa, determinan definitivamente la

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posición de garante que ostentó Travi Basualdo, pues la
asunción del cuidado de la víctima lo situaba en la obligación
de tomar medidas de precaución que incumben a dicho rol o
función y que, en todo caso, pudo haber desplazado
inmediatamente de haberse comunicado con los familiares de
Page, actitud que no tomó; por el contrario, utilizó dicha
posibilidad para colocar al nombrado en una situación de
absoluto desamparo.
Manifestó el representante del Ministerio
Público Fiscal que no hace falta incursionar en la posible
gestión de negocios, pues Travi Basualdo aceptó la situación de
dependencia respecto de Page, asumió su cuidado con
exclusividad y generó el riesgo pertinente al impedir que la
víctima obtuviera los cuidados imprescindibles, la puso en
situación de desamparo y luego se alejó. Ante tales
circunstancias, no caben dudas de que se configuró la conducta
que prescribe el art. 106 del C.P.. Aclaró que el deber
jurídico de actuar surge de la norma, pues da la pauta clara
prohibiendo “poner en peligro la vida o la salud de otro”, y
que en el caso se produjo al “colocarlo en situación de
desamparo”.
Agregó el fiscal que: “...los elementos
objetivos del tipo penal descripto por el artículo 106 del C.P.
son la situación típica generadora del deber de actuar, esto es
el peligro a la vida o a la salud del otro; la realización de
una acción distinta a la debida, en que el sujeto activo omite
-abandonando a su suerte-, pues lleva a cabo una acción
distinta (a la ordenada por el tipo) de intentar salvar el bien
jurídico; la posibilidad fáctica concreta de realizar la
conducta debida; el nexo causal hipotético que relaciona, en el

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caso concreto, la conducta de Travi con el perjuicio a la vida
y salud de Page, y la posición de garante del primero, en
relación a lo cual el tipo refiere a personas que deben
mantener o cuidar o ‘que haya incapacitado’; y, finalmente, el
tipo subjetivo también se corrobora, tratándose del dolo que
implica conocer la puesta en peligro aludida. La ‘asunción
voluntaria’ del control de riesgos determinados que amenazaban
los distintos bienes jurídicos, con resultado en la salud y
patrimonio del damnificado, con pleno conocimiento de las
circunstancias que generaban el peligro de producción del
resultado y también de su propia capacidad de impedirlo, cierra
la discusión”.
De otra parte, y en relación al delito de
administración fraudulenta imputado a Travi Basuldo, el fiscal
señaló que las impugnaciones de la defensa no llegan a
desvirtuar las alegaciones del tribunal oral, y que se
encuentran acreditadas en el expediente. Es que en este caso
también los agravios de los recurrentes resultan inválidos por
sus propios errores en su estructura lógica del razonamiento
que expone y porque no respetó acabadamente los hechos fijados
y el valor dado a las pruebas por el tribunal (confr. fs.
857/vta.). Agregó que no puede considerarse, como lo hizo la
defensa, que su defendido, al retirar los depósitos, actuó
conforme a la ley. Es que la objeción defensista relativa a que
únicamente se podría hablar de delito si Page “hubiera sido
coaccionado a través de un engaño para que colocara a Travi
como titular de los plazos”, fue superada por el tribunal de
mérito al expresar que: “...precisamente, el ardid no opera de
tal manera en el ilícito seleccionado, que se trata de un abuso
de confianza, en donde el sujeto pasivo otorga con la voluntad

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libre, no contaminada por ningún engaño de parte del autor, de
modo que la relación inicial es lícita y por tanto el
consentimiento no se encuentra viciado”(ver fs. 822). Y
descartó la posibilidad planteada y descartada por la propia
defensa de calificar el hecho como constitutivo del delito
previsto por el art. 173, inciso 2/ o 162 del Código Penal,
dada la correcta aplicación del derecho sustantivo que realizó
el tribunal de juicio. Por todo lo cual solicitó que se rechace
el recurso de casación interpuesto.
4/) Que, superado el trámite previsto por
el art. 468 del C.P.P.N. sin otros aportes de los interesados,
tras deliberar (art. 469 del mismo texto legal) y sometido el
recurso a consideración del Tribunal, se plantearon y votaron
por unanimidad las siguientes cuestiones: Primera: ¿Ha existido
errónea aplicación de la ley sustantiva?. Segunda: ¿Qué
pronunciamiento corresponde dictar?.
Primera Cuestión:
a) De la lectura del expediente
surge que el fiscal, en el debate, recordó que Travi Basualdo
tenía a su cuidado a Nelson Page. Dijo que ello es así, pues el
propio procesado lo aceptó voluntariamente, cuando dijo: “yo
tomé el cuidado de la salud de la vida de Page”; y -continuó-
pese a que parecería una causa noble, no terminó con dicho
resultado, sino en la comisión de un delito. Expresó que la
aceptación libre de ese cuidado surge de los dichos del propio
imputado y de los dichos de la vecina Grizutti, quien comentó
cómo se había entrevistado con Travi Basualdo, cómo le contó lo
que había hecho en esa casa y cómo lo veía aparecer cuando le
llevaba un litro de leche o jugo, y del testigo Obregón quien
refirió que le dijo que Lista había desaparecido y que él -por

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Travi- tenía a su cuidado a Page (confr. fs. 805 vta.).
Por otra parte, ya en la sentencia se
sostuvo que dicha circunstancia se desprende, en primer lugar,
de los dichos del propio encartado quien al menos en tres
oportunidades durante su extensa declaración indagatoria afirmó
que él “se hizo cargo de la situación”, en alusión a la
atención de Nelson Page tras la extraña desaparición de su
esposa María Luisa Lista. Y que ante el comentario “se me
derrumbó”, por parte del encausado a su madre, al enterarse de
la situación, ésta le dijo -a su hijo- “vos no podés hacerte
cargo de esto”. A partir de allí, tras comunicarse
telefónicamente con las sobrinas de Page refirió que éstas “se
hicieron cargo”. Añadió que el nombrado Travi Basualdo tenía en
su poder las llaves del departamento y que, a fines de marzo de
2000, hizo cambiar las cerraduras del inmueble en el que
habitaba la víctima. También surge de los plurales trámites que
realizó para que el anciano pudiera cobrar su jubilación,
acompañándolo en dos oportunidades para realizar dicha gestión.
Agregó el tribunal oral que: “...voluntariamente Travi Basualdo
se colocó en el papel de garante, toda vez que nadie le otorgó
tal condición que, reiteró, adoptó por decisión propia. Recordó
los dichos del Fiscal General, al señalar que no lo hizo movido
por un propósito altruista sino guiado por la codicia. En
efecto, adviértase cómo desde la inexplicable desaparición de
María Luisa Lista, el encartado omitió cuidadosamente avisar a
los parientes de Page y más bien se adjudicó él tal carácter,
si recordamos los dichos de Benjamín Obregón cuando expresó que
Travi “manifestaba ser sobrino de Arturo”, o los de Carlos
Aníbal Chioldi, el que expuso que por comentarios de los
vecinos tomó conocimiento que Travi Basualdo se hacía pasar por

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nieto de Page. Está claro entonces la doble conducta señalada
antes: excluir a los familiares “haciéndose cargo de la
situación” e inclusive investirse de una condición parental (ya
sea sobrino o nieto) de la que carecía en absoluto pero que sin
duda resultaba útil a sus propósitos.
Agregó el tribunal oral que el procesado
trató de deslindar su responsabilidad aduciendo que no tenía
los teléfonos de las sobrinas de Page, pero se preguntó si no
conocía las guías telefónicas o el servicio que ofrece el 110.
Y dijo que cuando la situación se complicó rápidamente
“encontró un papelito” con el teléfono de las sobrinas, las que
se hicieron presentes dos horas después y de inmediato
adoptaron la medida que la gravedad de la situación imponía: la
internación urgente del anciano afectado por desnutrición y
deshidratación y en estado de shok.
De todo lo expuesto, el tribunal de mérito
coligió que surge la condición de sujeto activo de Travi
Basualdo en el ilícito, pues su posición de garante respecto de
Nélson Page, esto es, cuidador, evitador de peligros para el
bien jurídico protegido, surge de haber asumido libremente esa
condición con exclusión de otros eventuales garantes -tal como
los familiares del desvalido-. Por lo que afirmó que, en el
caso, el procesado fue más allá de la exigencia doctrinaria que
considera fuente de la obligación la no coacta aceptación de la
responsabilidad sino que, como se dijo, se autoadjudicó la
obligación de marras y en condición exclusiva (confr. fs. 816
vta./817). En abono de dicha postura citó a Edgardo Donna en
“Derecho Penal, Parte Especial, T.I, p. 274; y a González Roura
en “Derecho Penal”, T. III, p. 50, a cuyos fundamentos cabe
remitirse en razón de brevedad (confr. fs. 817/vta.).

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Manifestó el sentenciante que además de los
referidos trámites que realizaba Travi Basualdo -que fueron
arriba señalados- también asumió el carácter de cotitular de
tres plazos fijos con todas las facultades inherentes a tal
condición, tales como con su sola firma renovarlos o retirar
parcial o totalmente el depósito, cosa que así hizo, destinando
la mayor parte del capital a la compra y refacción de un
inmueble que colocó a su nombre. Señaló que en el presente caso
se está ante una gestión de negocios ajenos, con conocimiento
del titular, aunque sin mandato (confr. arts. 2.288 y ss. del
Código Civil). Tal condición, dijo, en cabeza de Travi
Basualdo, generó la consecuente obligación que entonces
encuentra su fuente en una relación contractual, o como
prefieren algunos autores, una “obligación de negocios sin
mandato” (confr. Laje Anaya, “Comentarios al Código Penal,
Parte Especial, Vol. I, p. 108; Godoy Lemos-Estella, Código
Penal, Parte Especial, T.I, p. 228). Y concluyó en que sin que
sea necesario adentrarse en una cuestión doctrinaria (ver fs.
818), en el presente la acción del procesado consistió en poner
en peligro la salud del sujeto pasivo a través del abandono de
su suerte.
A esta altura conviene traer a colación que
de la declaración de Lía Beatríz Page -sobrina de la víctima-
surge que se le recordó que en una declaración de fs. 26/vta.
señaló que: “...Lorenzo, el hijo de Isabel refirió que había
estado cuidando a su tío porque un día apareció un hombre,
aproximadamente 15 días antes de que encontraran a su tío en un
estado de desnutrición, le dijo que María Luisa estaba
internada y que le dejaba $ 400 para que le diera de comer”, y
que una vez que oyó lo recién reseñado, expresó que “el dato lo

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dio Travi Basualdo y que ese dinero venía de parte de María
Luisa y tengo la idea que me lo dijo la vecina de Gabriela y a
ella se lo dijo Lorenzo”. Y agregó -la testigo- que existían
préstamos de su tío y de Lista a la madre de Travi Basualdo por
un monto de cuarenta o sesenta mil pesos y, otro, a la hermana
de esta última.
Retomando el pronunciamiento, recordó el
tribunal de juicio que fue el propio encartado el que reconoció
que tras la desaparición de Lista, solicitó que concurriera al
domicilio de Page un servicio médico de Vital, quien encontró
al anciano en condiciones normales aunque algo deshidratado,
indicando ciertos cuidados pero sin necesidad de internación.
Así coligió que si ese era el estado del anciano a principios
de marzo de 2000, debe convenirse que aquel “hacerse cargo” que
tanto repitió Travi Basualdo en su indagatoria, resultó al cabo
de casi tres meses realmente funesto para el geronte. Ello a
poco que se recuerde la patética descripción que hizo su
sobrina -Lía Page- sobre lo que vio al acudir al llamado de la
madre de Travi, el informe médico legal de fs. 6, las
constancias de su historia clínica correspondiente al Instituto
Geriátrico Del Palmar, del testimonio de la doctora Irene
Alicia Bermúdez y el informe médico forense de fs. 112/116, que
fue corroborado por el informe de fs. 123/124 (ver. fs.
818/vta.).
Así, señaló el tribunal de juicio que de
las constancias supra señaladas se aprecia que se encuentra
suficientemente probado que Travi Basualdo puso en peligro la
salud de Page, pues su deterioro se debió a la situación de
abandono en que fue colocado. En efecto, dijo, de un estado
casi normal en que se encontraba a principios de marzo de 2000,

19 -//-
tras la intervención exclusiva del procesado, Nelson Page
presentó el triste, desgraciado y patético cuadro que
comprobaron sus sobrinas y consignó el informe aludido del
Hospital Británico. Y concluyó su pensamiento en que: “...la
conducta de Travi Basualdo fue causa eficiente y jurídicamente
relevante de tan lamentable deterioro. En efecto, el nombrado
que, en sus palabras, ‘se hizo cargo de la situación’,
excluyendo por completo a los familiares y manejando en el
tiempo ya pluralmente mencionado, los intereses económicos del
anciano, en realidad respecto del mismo consumó un terrible
aislamiento material y moral que prolongó por espacio de casi
tres meses, con las consecuencias fáciles de prever en un
geronte de noventa y siete años”. Y, en consonancia con el
fiscal, señaló que, pese a conocerla bien, ni siquiera recurrió
a la obra social que tenía Page para que procedieran a
atenderlo (confr. fs. 819).
De otra parte, el tribunal refirió que no
obsta a la consumación del injusto la señalada intervención de
la madre del procesado, pues estamos ante un caso en que el
abandono puede ser calificado de transitorio, por lo que el
ilícito existe como tal en la medida en que durante dicho lapso
temporal se creó el peligro para la víctima que requiere la
figura (confr. Fontán Balestra, Tratado de Derecho Penal, T.
IV., p. 354). Asimismo, Molinario explica: “Por abandono se
entiende la privación , aunque temporaria, al sujeto pasivo del
delito, de los cuidados que le son debidos y de los cuales
tienen necesidad para subsistir” (aut. cit., Los Delitos, T. I,
p. 304). Y sobre la incapacidad de valerse que ostentaba Nelson
Page surge pues carecía de la posibilidad de proveerse a sí
mismo en orden a su manutención y cuidado, circunstancia que

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admitió el propio Travi cuando -en su indagatoria- explicó que
el anciano no comía solo. Y si se tiene en cuenta que a
principios de marzo de 2000 la situación podía ser de alarma,
es obvio que no tuvo la atención necesaria por parte del ahora
procesado y demuestra, por ende, porqué -con relativa rapidez-
la salud de Page desembocó en un cuadro desesperante.
Para finalizar esta cuestión, el tribunal
de juicio señaló que el dolo en la acción de Travi Basualdo
abarcó el conocimiento del estado en que se encontraba Nelson
Page y el peligro que según el acontecer causal seguirá
normalmente en esas condiciones. Por lo demás, nada impedía al
procesado cumplimentar con el auxilio requerido por el anciano,
es decir podría haber ejecutado las acciones que omitió y, aún
de resultarle de imposible cumplimiento por una causa
sobreviniente, simplemente con dar aviso a los familiares de
Page, éstos quedaban a cargo de la responsabilidad por el
cuidado debido, extremo al que finalmente recurrió Travi ante
el grave cuadro que presentaba la salud de la víctima, lo cual
no obsta para tener por acreditado el delito de abandono de
persona. Y concluyó en que no se advierte en la conducta del
inculpado ninguna causa de atenuación o exclusión del reproche
penal, atento a lo cual a éste le cabe plenamente como tal y en
la medida que será analizada en la siguiente cuestión.
b) En relación a las alegadas falta de
tipicidad del delito de abandono de personas previsto en el
art. 106 del Código Penal por desajuste del sujeto activo, en
lo atinente a la relación entre sujeto activo y pasivo; y a la
inexistencia de una relación previa que comprometería a Travi
Basualdo a hacerse cargo del mantenimiento y cuidado de Nelson
Page y a la inexistencia del delito de administración

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fraudulenta (art. 173, inc. 7 / del C.P.), se anticipa que no
tendrán acogida favorable. En efecto, toda la argumentación se
sustentó en la forma en que el tribunal a quo seleccionó y
valoró la prueba y la calificación legal que luego adoptó. De
dicha confrontación -se observa- lo único que se demuestra en
el medio de impugnación referido es el disenso con aquella
selección y valoración de elementos fácticos y probatorios, y
con su sanción, aspecto que no cubre la tacha de ilogicidad
dirigida contra el pronunciamiento de la instancia anterior,
como tantas veces lo tiene resuelto el Tribunal, verbigracia,
in re: “Gallo, Dante s/recurso de casación”, causa n / 3561,
Reg. n/ 4417, del 26/06/2001; “Andrade Araujo, David A. y otra
s/recurso de casación”, causa n / 3518, Reg. n/ 4460, rta. el
6/07/01, entre otros, donde se recordó que los cuestionamientos
acerca de la elección y mérito acordado al material probatorio
no justifican la anulación del pronunciamiento impugnado cuando
éste cuenta, en estos aspectos, con motivación exenta de vicios
lógicos que lo pone a cubierto de la sanción de nulidad
prevista por el art. 404 del C.P.P.N. y, por cierto, de la
tacha de arbitrariedad.
Cabe agregar, en cuanto al primer planteo
de la defensa particular relativo a la errónea aplicación del
delito del art. 106 del C.P. (abandono de persona), que los
argumentos expuestos por el tribunal desvirtúan los de la
defensa impugnante en cuanto trató de alegar la inexistencia de
la condición de garante de Travi Basualdo basado en que no
surgía de ninguna constancia causídica.
Más aún, con ese planteo se apartó del
hecho atribuido al justiciable por parte del tribunal de
juicio, que el fallo, al fijar la conducta imputable, dejó

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señalado: “Se encuentra plenamente probado tras el juicio que
desde los primeros días de marzo de 2000, Lorenzo Juan de Dios
Pedro Travi Basualdo asumió el cuidado de Arturo Ricardo Nelson
Page hasta el 22 de mayo del mismo año, abandonado a la persona
mencionada, quien no era capaz de valerse por sí misma, a
través de la omisión de sus deberes de manutención y provocando
con ello el deterioro de la salud del damnificado del modo que
quedara consignado a su ingreso en el Hospital Británico,
nosocomio al que debió ser trasladado de urgencia por las
sobrinas del desvalido, desde su domicilio sito en Estados
Unidos 1980".
A mayor abundamiento, el criterio del a quo
se encuentra apoyado por unánime doctrina. En tal sentido
Ricardo Núñez en “Tratado de Derecho Penal”, T. III, Vol I,
Edit. Lerner, 1988, pág. 303, señala que la obligación jurídica
de manutención o de cuidado se trata del deber de asistir o
guardar, permanentemente o por un lapso, la persona del menor
o del enfermo, aunque el obligado no conviva con la víctima. El
deber de manutención o cuidado es jurídico cuando tiene una
fuente de ese carácter que puede ser: a) Un deber impuesto por
la ley; b) Un deber impuesto por una convención; o c) Un deber
impuesto por la conducta precedente del autor. En este último
caso, el deber de manutención o cuidado puede ser jurídicamente
impuesto al margen de la disposición expresa de la ley y de la
convención expresa de las partes. Esto sucede siempre que el
autor lo haya asumido, incluso ilícitamente. Por otra parte,
Sebastián Soler, en el mismo cauce argumental señala que
cualquier persona puede ser sujeto activo del delito, pues este
delito consiste en colocar a alguien en una situación de
peligro. No ocurre lo mismo, sin embargo, en la forma

23 -//-
consistente en dejar abandonado. Las fuentes determinantes de
la preexistente obligación de mantener o cuidar son tres: a) La
ley; b) El contrato; o, c) Una acción anterior, aunque esta
fuente, que es una de las que también crean responsabilidades
por comisión por omisión, a fortiori lo es para la omisión
simple creadora de un mero riesgo (confr. “Tratado de Derecho
Penal Argentino”, T. III, pág. 191/vta., Edit. Tea, año 1992).
Asimismo, Fontán Balestra también expresa que el sujeto activo
puede ser cualquiera, no se requieren vínculos, obligaciones de
asistencia, cuidado o manutención del autor para con la
víctima. La responsabilidad resulta aquí de haber colocado a
otro en la situación de desamparo que crea el peligro para la
vida o la salud. Por eso, ésta, como las demás acciones del
artículo son impunes mientras no se crea dicho el peligro
(confr. “Tratado de Derecho Penal”, Parte Especial, T. IV, pág.
375, Edit.Abeledo-Perrot, 1992. Dichos autores aparecen citados
por Laje anaya en “Comentarios al Código Penal, Parte
Especial”, Vol. I, 108, Edit Depalma, 1978.
Por su parte, Edgardo Donna destaca que
sólo puede ser autor el sujeto que está obligado a mantener o
cuidar a un incapaz de valerse, o quien ha incapacitado a la
víctima; es decir, quien ocupa una posición de garante. Y
cuando categoriza el origen de las obligaciones, en un caso
señala las que derivan de una aceptación voluntaria diciendo
que: “Es el caso del guardavidas, la niñera, el guía de
montaña. Antes se hablaba de contrato, pero en estos casos no
interesa la figura contractual, sino que lo importante es que,
en realidad, el sujeto activo haya asumido el deber de cuidado,
tanto que aunque el contrato sea nulo igualmente habrá posición
de garante” (confr. “Derecho Penal, Parte Especial”, Tomo I,

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pág. 273/vta. Edit. Rubinzal-Culzoni, 1999). Y, por último,
Marcelo A. Manigot en “Código Penal Anotado y Comentado”, Tomo
I, pág. 304, Edit. Abeledo-Perrot, 1978, explica que: “Sujeto
activo puede ser cualquiera, no requiriéndose vínculos ni
obligación de asistencia, cuidado o manutención del autor para
con la víctima (Fontán Balestra y Millán)”. Entonces,
fácilmente se advierte que todos coinciden en la amplitud de la
obligación como fuente del delito de abandono de persona (art.
106 del C.P.).
Cabe por tanto hacer notar que, lejos de
haber tomado erróneamente el tribunal de juicio lo dicho por
Donna en su obra -supra transcripta-, se ajusta sin esfuerzo su
criterio a lo que el sentenciante extractó como fuente de dicha
obligación de mantenimiento y cuidado de Nelson Page. Es que
precisamente Donna (opus cit.) aclaró su criterio relativo a la
amplitud de las fuentes de la obligación del delito de abandono
de persona.
De todo lo expuesto -se reitera- se
desprende que, en este aspecto, los codefensores no lograron
controvertir lo señalado por el tribunal en el fallo, que fue
parcialmente transcripto. Es que su discrepancia sólo se asentó
en cuestionar los hechos y las pruebas que tuvo por cierto el
sentenciante, y en la consecuente calificación legal que
adoptó, la que, por cierto, se encuentra razonablemente
fundada. Entonces, en lo que a este punto se refiere, se
advierte la falta de fundamentación del recurso.
c) En relación a la administración de los
bienes conyugales de Nelson Page que en provecho propio realizó
Lorenzo Travi Basualdo, cabe resaltar que dicha conducta la
realizó en desmedro de la protección de la vida del anciano, a

25 -//-
punto tal que al ingresar al Hospital Británico le detectaron
un estado de desnutrición y deshidratación inaceptable para
quien, sin poder valerse por sí mismo, tenía bienes suficientes
como para pagar su manutención vital.
Ahora bien, en cuanto a la inexistencia de
defraudación por administración fraudulenta por tratarse de
bienes propios -esgrimida por la defensa particular- es de
poner de manifiesto la inconsistencia argumental de dicha
alegación. Es evidente que los asistentes letrados a cargo de
la defensa de Lorenzo Travi Basualdo olvidaron atender al
origen de la inclusión de su defendido en los depósitos
bancarios. En efecto, en el pronunciamiento se asentó que Travi
Basualdo era cotitular indistinto, junto a María Luisa Lista y
Arturo Ricardo Nelson Page, en los plazos fijos números
00626450 por valor de U$S 82.370 y el n/ 00626451 por un valor
de U$S 78.652, ambos con fechas de emisión 12 de mayo de 2000,
vencimiento el 12 de junio de 2000 y cobrados el 16 de junio de
2000; y que también revestía la calidad de cotitular indistinto
junto a la nombrada Lista, en el plazo fijo n/ 00668031 de la
misma sucursal bancaria, por el valor de U$S 37.221, emitido el
17 de julio de 2000, vencimiento el 16 de agosto de 2000 y
cobrado el 13 de septiembre de 2000. Dicho acceso del nombrado
a los depósitos bancarios de Page y su esposa tuvo como único
fin, según consta a fs. 210/212, el retiro de dichos fondos
para su exclusivo beneficio personal que quedó demostrado -como
él mismo lo admitió en su indagatoria- con la compra de una
propiedad en la calle Arenales 1317, piso 9/, de esta ciudad,
que se encuentra a su nombre; además de destinar una porción de
dichos fondos para su refacción. Y, según surge a fs. 156/157,
suscribió -como único titular- un fondo común de inversión

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Travi Basualdo, Lorenzo
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Lombard por valor de U$S 37.221 el 13 de septiembre de 2000,
destino con el cual perjudicó no sólo la vitalidad de Nelson
Page sino -a su muerte- los bienes gananciales de la sociedad
conyugal, los de sus presuntos herederos y, en su caso, a los
que la víctima hubiese querido favorecer mediante el legado de
dichos fondos. Por lo que una vez más se advierte la falta de
consistencia de las cuestiones traídas por los impugnantes a
esta instancia extraordinaria. Así se aprecia, que tampoco en
este aspecto los recurrentes han podido rebatir los argumentos
dados por el tribunal oral en el pronunciamiento condenatorio
ni han puesto en evidencia afectación a las garantías
constitucionales (art. 18 de la C.N.), ni a las normas
procesales aludidas en sustento de su embate casatorio.
En conclusión, no se verifica que el tribunal
oral haya aplicado erróneamente la ley sustantiva, por lo que
corresponde dar respuesta negativa a este primer interrogante.
Segunda Cuestión:
En atención a la forma en que
fue resuelta la anterior cuestión, y de conformidad con los
arts. 470 -a contrario sensu- 530 y 531 del C.P.P.N.,
corresponderá rechazar, con costas, el recurso de casación
interpuesto por los defensores particulares de Lorenzo Travi
Basualdo.
Por ello, y a mérito del acuerdo
que antecede, el Tribunal RESUELVE: Rechazar el recurso de
casación interpuesto por la defensa particular del nombrado
Travi Basualdo, con costas.
Regístrese, notifíquese y devuél-
vase a su procedencia.
Fdo: Juan C. Rodríguez Basavilbaso, Liliana E. Catucci y

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Alfredo H. Bisordi. Ante mi: Javier E. Reyna de Allende,
Secretario de Cámara.

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