El autor José Antonio Marina, lo que pretende conseguir con
en esta obra es darnos una introducción a todos esos
conceptos e ideas sobre el ser humano que han permitido concebir la ética tal como la conocemos hoy en día, para ello se ayuda del concepto del náufrago. Es decir, para todos. Los problemas que trata son fáciles de enunciar y menos fáciles de resolver. No son más que tres: cómo mantenerse a flote, cómo construir una embarcación y gobernarla, cómo dirigirse a puerto. Tres temas de suma importancia para aquellos que han tenido algún percance en la mar y que el autor utiliza como metáfora para la ética de supervivencia, la ética de la felicidad y la ética de la dignidad.
Estos tres conceptos conforman lo que él denomina los tres
niveles de la ética constituyente, conceptos que describen como el hombre pasa estar regido por la ley del más fuerte para poder sobrevivir en un ambiente hostil como la naturaleza a la obtención de una serie de derechos, y sus correspondientes obligaciones, que le permite vivir en una sociedad civilizada. Su estudio va a ocupar el piso más alto de la teoría de la inteligencia creadora. «La verdad científica, además de verdadera, es divertida. Tras cientos de miles de años de tanteos, fracasos estrepitosos y éxitos relativos, la humanidad continua estando ontológicamente en precario; el hombre es un náufrago que necesita desesperadamente mantenerse a flote, sobrevivir, pero además quiere elegir el rumbo, navegar, llegar a buen puerto, alcanzar la felicidad. Más allá de un manual de supervivencia para náufragos, este libro propone un tratado de ética que instaura un modelo de Humanidad universalmente aceptable. La elección de la órbita ética es un acto constituyente que exige una participación activa, consciente y voluntaria de todos. Este libro nos propone una nueva manera de concebir la ética, no como una colección de reglas y prohibiciones, sino como las mejores soluciones que ha encontrado la inteligencia para resolver los problemas vitales del hombre. La función principal de la inteligencia humana es dirigir el comportamiento y resolver los conflictos que nos impiden conseguir la meta que todos deseamos: la felicidad. La felicidad privada, subjetiva, varia de unos a otros, pero la inteligencia ha encontrado una felicidad objetiva y universal, sobre ella se fundamenta la ética. Resulta necesario distinguir entre moral y ética. Toda moral ha creado una serie de valores y normas válidas para un momento y una cultura determinadas, pero es posible dar el salto de la moral a la ética construyendo un proyecto común válido universalmente. La ética de la dignidad está fundamentada en la noción de que todo hombre desea tener derechos, una evidencia universalmente aceptada. Se trata de una nueva concepción de los derechos del hombre entendidos como un proyecto, una posibilidad inventada por la inteligencia para alcanzar sus metas. No son una propiedad, no derivan de su naturaleza o de un contrato como se afirmó tradicionalmente, son poderes simbólicos mancomunados, basados en la reciprocidad, cuya fuerza proviene de todos los que con su voluntad y su deseo los mantienen. El derecho esencial del hombre del que derivan todos los demás es el derecho a vivir dignamente. Si bien entendemos lo que nos dice la ética es la más inteligente creación de la inteligencia humana. La inteligencia humana como inteligencia animal transfigurada por la libertad, con esto queremos decir que algo que nosotros elegimos seguir actuando como rebaño uno tras de otro o conseguir algo más grande, algo mucho más superior, con la finalidad de satisfacernos completamente. Pero como todo se humanos estamos sometidos a ciertas pautas morales en las cuales intervienen nuestro sentimientos, y son estos sentimientos los cuales alteran nuestra realidad. Es decir que para abordar una ética debemos conocer muy bien estos sentimientos. Cada sentimiento es un conjunto de elementos prácticos que lo constituyen. Hay estructuras cerebrales asociadas al deseo, placer y rechazo. El deseo como elaboración cognitiva de las necesidades. Desacuerdo entre cuáles son las necesidades y sentimientos "primarios". Algunos sentimientos son tendenciales, otros no (tristeza, calma).Hay sentimientos universales y otros socialmente construidos (patriotismo). En ética es importante el estudio de los sentimientos ya que estos condicionan nuestra conducta. Pese a ser involuntarios podemos dirigirlos en parte gracias a las actitudes sentimentales, fruto de la hibridación de afecto e intención.
Relación semántica entre ánimo, valor y aliento, frente a
desánimo, desaliento, desmoralización. Distinción entre valor frente a agresividad y furia. Relación entre valor y magnanimidad y lo arduo.
Continua su aburrido viaje semántico por abandonarse,
pereza, desidia, decisión, encanallamiento. El ánimo es importante en la moral pues nos aparta de la facilidad animal.
No somos racionales y libres, sino que estamos siendo
racionales y estamos siendo libres. La valentía es el puente que une la razón con el deseo, según Platón. El uso racional de la inteligencia va acompañado de actitudes sentimentales. Kant dice en "Metafísica de las costumbres" que es bueno relacionarse con los demás.
Kant considera que hay cuatro sentimientos que el ser humano
ha de tener para que la vida humana sea posible: sentimiento moral, conciencia moral, amor al prójimo y respeto por sí mismo.
No es conveniente tanto prescindir de todo sentimiento que
acompañe la comisión de un mal, como el que ese sentimiento sea destructivo. Puede haber una culpa sin objeto pero no por ello todos los sentimientos de culpa son patológicos. Sentimientos correspondientes: remordimiento, tristeza, arrepentimiento, pesadumbre. Las éticas de la supervivencia los limitan prácticamente a la preservación de la vida. Una especie de código de circulación para evitar accidentes entre las personas, pero sin concretar. Esta es una ética de mínimos que no se preocupa por la calidad de esa vida apenas. Además ese concepto de supervivencia es tan relativo que puede llegar hasta a elogiar la guerra. El hombre no se conforma con vivir, sino que quiere comprender su vida y darle un significado. La afirmación del orbe de los derechos es constituyente. La afirmación del valor de la vida no. Para los griegos el supremo valor no era la vida real de cada hombre sino su vida posible. Es decir para ellos no era importante solo la vida porque si no más bien qué hacer con ella que valor le das a tu vida, ellos lo llamaban la inmortalidad, tales fueron algunos vivieron y murieron pero quienes son ellos hoy en dio, hay otros que morían en batallas dejando su nombre en alto, los cuales transcenderán miles de años y seguirán vivos tanto como en esa época. Así pensaban en ellos no era el vivir en sí, si no para que vivir y cómo hacerlo. En la actualidad existe muchos quienes osan llamarse dignos, éticos, etc, pero muchos de ellos se llenan la boca con eso y hacen todo lo contrario el ser ético se ha convertido en un estilo de vida que muy pocos lo consiguen, es la etapa final en la formación moral del ser humano, no basta con decir si más bien demostrarlo. Y así únicamente completando esta etapa final moral del ser humano es que se conseguirá un felicidad máxima moral, ya que en la vida tanto humana, sentimental, laboral, estudiante, familiar, amorosa, etc los valores, ética costumbre son la base, así que formémonos una base sólida para que en un futuro cercano esa torre personal que logremos no se derrumbe por algún tropezón.