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Mitología griega
Crónica narrativa

1. La creación
2. Titanes, Cíclopes y Hecatonquiros
3. Hijos de la noche
4. Crono y Urano
5. Hijos de Océano
6. Helio, Selene y Eos
7. Descendencia de Nereo
8. Iris y las Arpías
9. Nacimiento de Zeus
10. Crono y Fílira
11. La Égida
12. Los Dáctilos
13. Titanomaquia
14. Gigantomaquia
15. Tifón
16. Equidna
17. Los Alóadas
18. Jano
19. Las edades del hombre
20. Astrea

ESTUDIO I: ORÍGENES DEL MITO


CUESTIÓN 1.

La creación
Antes de todo vino a existir el Caos (“vacío abierto”), espacio inmenso y tenebroso anterior al origen de las
cosas, del Universo y de todos los seres vivos, y de donde procede toda existencia; este abismo encierra la
mezcolanza informe de los elementos o principios de la materia, dura y blanda, pesada y ligera; es decir, la
informe fuerza natural de la que fuere creado el cosmos u orden armonioso.
Surgidos del Caos, llegaron a existir la negra Noche (Nix) y las eternas Tinieblas (Erebo), la región oscura e
insondable donde habita la muerte. Estos dos hijos de la primitiva oscuridad se unieron a su vez para
producir el Amor (Eros), cuya fuerza generadora y fecundo poder unió a Nix y Erebo para originar el Éter (el
Firmamento) y el Día (Hémera).
A continuación, la informe fuerza natural del Caos generó a la Tierra (Gea, Gaya), la madre de todas las
cosas y el Tártaro (el Abismo), el heredero del caos primordial. Ahora Gea, sin ayuda de nadie, engendró a
un ser igual a ella misma capaz de cubrirla por entera, el Cielo Estrellado (Urano), y también produjo las
Montañas (Ourea) y el Mar (Ponto). Enseguida Urano se coronó como rey de este ordenamiento cósmico.

CUESTIÓN 2.

Titanes, Cíclopes y Hecatonquiros

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Luego Gea se unió Urano y produjo a los doce Titanes (“los honorables”), de descomunal estatura y gran
fuerza. Éstos eran Océano, el inmenso río que fluye alrededor de la tierra; Ceo y Crio; Hiperión y Jápeto;
Tea, “la divina”, y Rea; Temis, la justicia divina, y Mnemóside, la memoria; Febe, “la brillante”, y Tetis, la
fecundidad femenina del mar. Después de todos, el último, nació Crono, el de pérfidas intenciones, muy
temido de sus hermanos, porque detestaba a su padre. Tres de estos titanes se elevaron en importancia por
encima de los demás: Crono, Océano y Jápeto, con sus respectivas consortes: Rea, Tetis y Temis. Pero
Crono (el romano Saturno, deidad de la siembra y las semillas), aun siendo el menor, se erigió como el
supremo entre sus hermanos.
También, de Gea y Urano, nacieron los tres Cíclopes (“ojos redondos”), llamados Brontes, Estéropes y
Arges (o sea, el Trueno, el Relámpago y el Resplandeciente), que tenían un enorme ojo cada uno, en medio
de la frente, y los tres Centímanos o Hecatonquiros (de hekatón, “cien”, y cheir, “mano”), gigantes de cien
brazos con irresistible fuerza en cada uno y cincuenta cabezas, llamados Croto, Briareo (o Egeón) y Gíes.

CUESTIÓN 3.

Hijos de la noche

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La Noche también produjo al Destino (Moro) y la Condenación (Cer; siendo éste un mensajero de la
muerte), la Muerte (Tánato), el Sueño (Hipno), los Ensueños (Oniros), la Culpa y la Crítica (Momo), la
Retribución o la Venganza (Némesis), El Engaño (Apate), Filotes (el Afecto), la Vejez (Geras), la Angustia
(Ezis) y (Eride). La Discordia a su vez produjo a el Trabajo (Pono), el Olvido (Lete), la Presunción de Horco
(el Juramento; el espíritu que castiga el perjurio) y los espíritus servidores de la Muerte, los Keres: el
Hambre, el Infortunio, las Luchas, las Batallas, las Matanzas, las Disputas, las Mentiras y las Iniquidades.

CUESTIÓN 4.

Crono y Urano
Urano pronto tuvo celos de sus hijos y los escondió a todos ellos en el enorme vientre de Gea, hasta que
ésta, no pudiendo resistir más, les pidió que se vengasen de su terrible padre. Mientras los otros se
asustaban, Crono atendió a la súplica de su madre, y ésta le dio una espada curva o guadaña de “diamante
gris” (hierro y acero) con la que castró a Urano cuando éste se acercaba a Gea, y arrojó al mar el miembro
cortado. Las gotas de sangre que de él se derramaron en la tierra fueron fecundadas por Gea y así nacieron
los monstruosos Gigantes, las Erinias (o Furias, para los romanos; diosas vengadoras de los crímenes de
parricidio y perjurio), y las Melíades, ninfas protectoras de los fresnos. Pero del miembro mismo, que cayó al
mar y quedó flotando sobre las aguas produjo una espuma generatriz (aphros), y de entre las olas nació
Afrodita (o Venus), diosa del amor y la belleza. Afrodita desembarcó en la Citera, isla de la costa de Esparta
y enseguida la siguieron el Amor (Eros) y el Deseo (Hímero).

Los titanes, una vez puesto en libertad e instigados por Crono, arrojaron a sus hermanos, los cíclopes y los
hecatonquiros, en las profundidades del Tártaro para neutralizar su enorme poder, y se erigieron como las
divinidades dominantes. Durante mucho tiempo Crono y Rea gobernaron el mundo; se unieron
amorosamente y estaban destinado a engendrar una nueva estirpe, la de los dioses.

CUESTIÓN 5.

Hijos de Océano
Océano con su esposa Tetis dejaron a Crono el gobierno de la tierra, y se retiraron al mar. Aquí tuvieron una
numerosa descendencia: todos los ríos del mundo, el Aqueloo era el mayor de ellos, siguiéndoles el Alfeo y
el Nilo, y las ninfas oceánidas, en número de tres mil. Las oceánidas son los espíritus de los ríos, siendo el
más famoso de ellos el Estige (“el abominable”), el río del mundo subterráneo, en cuyo nombre no se
atreven los dioses a jurar en falso.

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CUESTIÓN 6.

Helio, Selene y Eos


La titana Tea (llamada a veces Eurifesa, “la que brilla a lo lejos”) llegó a ser por medio de Hiperión, la madre
del Helio (el Sol), de Selene (la Luna) y de Eos (la Aurora).

El palacio de Helio se encontraba en oriente, desde donde lo ve todo; por la noche, se hundía en el mar
occidental, o la corriente de Océano, donde descansaba y se bañaba, y así regresaba al Este, flotando a lo
largo del Océano en una enorme copa de oro. Su figura era la de un auriga con alas; su cabeza se rodeada
por el radiante disco solar, y su equipo constaba de cuatro caballos: Piriois (Fogoso), Eoo (Oriente), Aetón
(Resplandeciente) y Flegonte (Llameante). Sólo él podía controlar estos feroces caballos.
Selene, la Luna, también era una auriga, pero a diferencia de su hermano, ella conducía una biga, no una
cuadriga, y sus animales eran dos bueyes. Tuvo amoríos con su hermano Helio y tuvieron una hija, Herse
(el Rocío).

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Eos, al igual que sus hermanos, también conducía un carro; y al igual que Selene, era una biga. Su amante
era Astreo, hijo de los titanes Crío y Euribia, y con él tuvo como hijas la Estrella Matutina y todas las otras
estrellas, y como hijos a los Vientos: Céfiro y Noto, los vientos del Oeste y del Sur, respectivamente.

CUESTIÓN 7.

Descendencia de Nereo
Gea se unió a Ponto y engendró a Nereo, el dios marino que gustaba de ayudar con sus consejos a
deidades más jóvenes, y que nunca dijo mentiras. Nereo crió a Afrodita, a la cual había encontrado en
Citera. Su esposa fue Dóride o Doris, hija de Océano; vivían en el fondo del mar pero solían subir a la
superficie montando delfines y otros animales marinos. Nereo y Doris tuvieron cincuenta hermosas hijas, las
Nereidas, y un extraordinariamente hermoso hijo varón, Nerites, el cual ofendió a Afrodita y por ello fue
metamorfoseado en el molusco que lleva su nombre. Las nereidas eran las divinidades del movimiento de
las olas; las mayores de ellas fueron Nesea (“doncella de la isla”), Eulímene (“mujer del buen puerto”) y
Pontoporea (“la navegante”).

CUESTIÓN 8.

Iris y las Arpías


Ponto tuvo de Gea otros dos hijos, Taumante (“el Maravilloso”) y Forcis, y dos hijas, Ceto y Euribia (es decir,
“Mujer Monstruo” y “la Poderosa”). Taumante es padre de Iris por medio de Electra, hija de Océano, y de las
arpías por medio de Ozomene (es decir, la Maloliente).

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Iris es la diosa alada del espíritu y del arco iris. Su esposo es el lluvioso viento del Oeste, el Céfiro. Pero la
principal importancia de Iris sería la de mensajera de los dioses.

Las Arpías (“las raptoras”) personificaban los vientos impetuosos que pueden llevarse a cualquiera. Sus
nombres eran Aelo (“viento tempestuoso”), Ocípete (“viento veloz”) y Celeno (“nubes oscuras”). Su figura
era la de una especie de aves con pechos y rostros de mujeres feas y terribles, además de tener hábitos
asquerosos con los alimentos, los cuales contaminaban con sus excrementos.

CUESTIÓN 9.

Nacimiento de Zeus

Gea y Urano advirtieron a Crono que sería destronado por uno de sus hijos, los que estarían destinados a
convertirse en los dioses del mundo. Crono, por lo tanto, los iba devorando a medida que iban naciendo
(este fue el destino de Hestia, Deméter, Hera y Hades). Pero Rea, al dar a luz a sus dos últimos hijos los
salvó de su padre. Cuando nació Poseidón, lo reemplazó por un caballo diciendo a Crono que había dado a
luz este animal, el cual Crono devoró: Poseidón fue ocultado en la isla de Rodas, donde lo criaron los
Telquines, unos genios del mar no tan benévolos. Finalmente, en una caverna del monte Ida, nació su hijo
menor, Zeus; Rea también lo escondió, y en lugar de él le dio a su padre una piedra envuelta en pañales,
que Crono devoró pensando que era un niño. Zeus fue llevado a la isla de Creta y escondido en una cueva

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de Licto, donde le suministró leche la cabra Amaltea, y las abejas de Melisa le daban su miel; y sus llantos
eran sofocados por la ruidosa danza guerrera de los curetes (especie de démones de Creta), que hacían
chocar sus armas y escudos produciendo un terrible estruendo. De este modo Poseidón y Zeus fueron
creciendo hasta alcanzar su pleno desarrollo.

CUESTIÓN 10.

Crono y Fílira
Pero Crono terminó enterándose del engaño de Rea, e inmediatamente se puso a buscar a Poseidón y a
Zeus para devorarlos. Al llegar a Tesalia, se encontró con Fílira, hija de Océano y Tetis, de la cual se
enamoró y persiguió transformado en caballo (a modo de disfraz para evadir a Rea) con evidentes
intenciones amorosas. Fílira se transformó en yegua para huir de Crono, y pese a sus esfuerzos, fue
alcanzada poseída por él, ambos en su figura animal; así quedo encinta, y a su debido tiempo llegó a ser la
madre de Quirón, el bondadoso centauro (una forma mixta de hombre y caballo). Al darle a luz, Fílira
quedóse vivamente sorprendida por la forma del infante, y por ello suplicó a Zeus que la cambiase a ella
misma en alguna otra forma. Entonces Zeus la convirtió en un árbol de tilo.

CUESTIÓN 11.

La Égida

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Cuando Zeus fue un poco mayor, jugando con Amaltea, intentó derribarla, logrando sólo arrojarla contra un
árbol; con el golpe le rompió el cuello y la cabra murió. Zeus entonces tomó uno de sus cuernos y fabricó el
“cuerno de la abundancia”, que tenía la maravillosa virtud de contener una ilimitada cantidad de frutos y
alimentos. Con la piel de la cabra confeccionó la Égida, una especie de escudo o coselete, símbolo de su
poder. En las manos de un dios, o llevada por él, la Égida es una poderosa defensa y un arma mágica, que
al ser agitada llena de temor al enemigo. La Égida está llena de la divina fuerza de Zeus, y por lo tanto, ella
misma podría obrar maravillas, especialmente cuando fuera usada por él o por su hija predilecta, Atenea.

CUESTIÓN 12.

Los Dáctilos
Al cumplir Zeus la edad apropiada para enfrentar a su padre, abandonó la cueva. A ésta acudió una ninfa,
Anquiale; en medio de sus dolores de parto, ella arrojó polvo, que se convirtió en los dáctilos del monte Ida.
Éstos eran seis gigantescos herreros ayudados por sus cinco hermanas, eran también magos, mientras que
sus hermanas obraban contramagia. Posteriormente abandonaron la cueva y formaron el séquito de la
diosa anatólica Cibeles.

CUESTIÓN 13.

Titanomaquia
Cuando Rea supo que sus hijos Poseidón y Zeus llegaron a la madurez, engañó a Crono haciéndole tomar
una pócima dada por Metis, hija de Océano; de este modo Crono vomitó a sus otros hijos que había
devorado. Todos ellos estaban deseosos de vengarse de su padre, e hicieron del monte Olimpo su cuartel.
Así comenzaría la guerra más extraordinaria que haya tenido lugar jamás, la Titanomaquia (o batalla de los
titanes, de mache [“batalla”], en griego), la más terrible y fogosa contienda que presenciara en joven
universo, la lucha entre los hijos de la tierra y los dioses del cielo.

Zeus procuró buscar aliados, y éstos le llegaron por medio de Estige, que era esposa de Palante, hijo de
Crío y Euribia, quien trajo a sus hijos Zelo (la Emulación), Nice (Niké; la Victoria), Cratos (la Fuerza) y Bía (el
Poder). Zeus los honró a todos ellos, especialmente concediendo a Estige el privilegio de suministrar el
único juramento inviolable de los dioses; si un dios se atreve a jurar en falso por las terribles aguas de
Estige, el castigo sería de un año de inconsciencia seguido de nueve años de destierro del cielo. También
algunos de los titanes se aliaron con Zeus: Océano y su esposa Tetis, Temis y su hijo Prometeo, y además
Tea, Rea, Mnemóside y Febe.

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La lucha comenzó, combatiendo Zeus y sus aliados desde el monte Olimpo, y los titanes, acaudillados por
Crono, desde el monte Ortris. Durante diez años causó estragos esta batalla; la contienda era encarnizada,
pero las fuerzas estaban parejas; la tierra, e incluso el Tártaro, viose sacudida por el fragor y el ruido de los
guerreros inmortales. Gea profetizó que Zeus no obtendría la victoria hasta que no contara como aliados a
los hermanos de su padre, los cíclopes y los hecatonquiros, que habían sido puestos en cautividad en el
Tártaro. Zeus, Poseidón y Hades los pusieron en libertad penetrando en el abismo más profundo del mundo
subterráneo, y dieron muerte al monstruo que era su carcelero, Campe. Tras ello, les proporcionaron el
néctar y la ambrosía para hacerles recuperar las fuerzas. En pago de su libertad recobrada, los cíclopes
armaron a Zeus con el trueno y el rayo; también proporcionaron a Hades su yelmo de invisibilidad y a
Poseidón su mágico tridente; los hecatonquiros, se pusieron a órdenes de Zeus, y con sus cien brazos,
resultaron ser formidables aliados en la batalla.

Finalmente, los titanes tuvieron que rendirse ante los rayos de Zeus, el mar de agua de Océano y la lluvia
de enormes piedras arrojadas por los hecatonquiros. Entonces fueron encerrados en el sombrío Tártaro,
salvo los que habíanse declarado partidarios de Zeus. El cielo se había casi derrumbado sobre la tierra tras
la guerra, por lo cual Zeus dispuso que el titán que poseía una prodigiosa fuerza, Atlante o Atlas, hermano
de Prometeo, sostuviera el firmamento por toda la eternidad. La prisión fue puesta bajo custodia de los
hecatonquiros y Poseidón la cerró con unas enormes puertas de hierro. Solamente Crono logró escapar y
huyó buscando refugio en el Lacio.
Una vez derrotado Crono y los titanes, Zeus tenía un importante asunto que realizar: dividir el conquistado
reino entre él mismo y sus dos hermanos. Zeus, Poseidón y Hades echaron suertes por las tres divisiones
principales de los bienes de la familia, el cielo, el mar y el mundo subterráneo, teniendo en común el Olimpo
y la tierra. El resultado del reparto fue que Zeus se quedó con el cielo, Poseidón con el mar y Hades con las
regiones infernales. Pero Zeus toma las riendas del gobierno divino como dios del orden celeste, del trueno,
de la lluvia y el rayo.

CUESTIÓN 14.

Gigantomaquia
Pero ahora Gea incitó a los monstruosos y enormes Gigantes (o “gegeneis”, es decir, nacidos de la tierra),
para que luchasen contra el nuevo linaje de dioses que comenzaban a enseñorearse del universo entero.
Estos gigantes fueron los que nacieron de la tierra cuando sobre ésta cayeron las gotas de sangre
procedentes de la emasculación de Urano; fueron enviados por Gea, que estaba furiosa con Zeus, y los

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demás dioses, por haber éste enviado los titanes al Tártaro, y porque ellos prefirieron vivir en el cielo y no
en la tierra. Los gigantes atacaron el Olimpo, iniciándose así la Gigantomaquia.

La forma de los gigantes era espantosa y monstruosa, de gran tamaño, y con serpientes en lugar de pies;
su naturaleza era excesivamente violenta, los más destacados eran Porfirión y Alcioneo. Además Gea había
hecho que creciera cierta planta que había de hacerles totalmente invencibles, e incluso si esto, no pudieron
ser derrotados por los dioses solos, sino únicamente por medio de una combinación de los dioses con un
mortal. Sin embargo, Zeus adoptó las medidas necesarias para prevenir el peligro, tomando a su hijo
Heracles como aliado y prohibiendo Helio, el Sol, a Selene, la Luna, y a Eos, la Aurora, que indicasen los
alrededores de la hierba mágica que él mismo escondió. La batalla se efectuó en Flegras (“Tierra ardiente”),
el lugar donde habitaban los gigantes. Incluso así, fue una lucha desesperada, porque Aqueronte, hijo de
Gea y de Deméter, ayudó a los gigantes proporcionándoles agua en el momento más crítico. Los gigantes,
recobradas sus fuerzas, avanzaron arrojando grandes peñascos y antorchas hechas con robles enteros. Por
su lado, los dioses obraban prodigios de valor, fuerza y astucia. Zeus se vengó de Aqueronte
transformándoles en un río infernal.
Cuando las cosas parecían difíciles para los dioses, uno de ellos, el joven Dionisio, asistido por su cortejo,
junto con Hefesto, montó en asnos para cerrarles el paso a los gigantes; estos se confundieron y varios de
ellos se dispersaron desconcertados al oír los rebuznos. Aprovechando el desorden, Dionisio, armado de
valor, los persiguió tomando la forma de un león y luchó contra ellos con tanto éxito como bravura. Zeus no
pudo evitar alabar en voz alta el coraje de su hijo, que desde entonces fue conocido como Baco (“Valiente”).

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Finalmente, los gigantes fueron derrotados. Heracles tomó parte en la batalla y atravesó con sus flechas al
terrible Alcioneo, pero cuando éste tocaba el suelo volvía a la vida nuevamente; siguiendo el consejo de
Atenea, lo arrastró fuera de su tierra de origen y así pudo matarlo partiéndole el cuello con sus manos;
Porfirión entonces atacó a Heracles, lo derribó e intentó violar a Hera, pero Zeus lo fulminó con el rayo.
Efialto murió de un flechazo en cada ojo, uno de Apolo y otro de Heracles. Cuando intentaba escapar,
Encélado fue aplastado por Atenea, que arrojó contra él la isla de Sicilia. Hefesto sepultó a Mimas bajo la
masa de metal fundido del Vesubio. Polibotes fue aplastado por Poseidón bajo un fragmento de Cos, que
formó el islote volcánico de Nisro. Hipólito fue derrotado por Hermes, llevando éste su casco de invisibilidad.
Gratíón murió abatido por las flechas de Artemisa. Dionisio noqueó a Eurito con un golpe de su tirso. Clitio
pereció quemado por las antorchas infernales de Hécate. Armadas con sus mazas de bronce, las Moiras
mataron a Agrio y Toante. Los tres últimos que quedaban, Foitos, Ctonio y Peloro, fueron derrotados por
Hera, Deméter y Ares, respectivamente. Así, aniquilados todos los gigantes, su memoria desapareció
completamente de la faz de la tierra.

CUESTIÓN 15.

Tifón

Gea, sin embargo, encontró los medios para un nuevo levantamiento, la Tifonomaquia. Crono fecundó un
huevo que dio a Gea, y luego ésta se unió a Tártaro y produjo un monstruo extraordinariamente prodigioso,
Tifón. Éste era un terrible dragón de cien cabezas que expulsaba fuego por sus ojos, y creció en una cueva
de Asia Menor. Al debido tiempo, atacó el cielo con sus enormes brazos, arrojando montañas enteras. Los
dioses llegaron a tener tanto miedo a causa de Tifón que huyeron a Egipto y allí tomaron el aspecto de
diversos animales: Zeus se disfrazó de carnero, Hera de vaca, Poseidón y Hades de caballo, Apolo de
cuervo, Artemisa de gato, Afrodita de paloma, Ares de pez, Dionisio de cabra y Hermes de ibis.
Finalmente Zeus se levantó con poder contra él, disparando su trueno y su rayo hasta que el universo
entero tembló y se espantó prendiendo fuego en el cuerpo de Tifón, quien se defendió cuando llegó al
monte Casion, en los confines de Siria. Forcejeando con Zeus, arrancó de manos de éste la espada (harpe,
a modo de cimitarra y de hoz) y con ella cortó los tendones de sus manos y sus pies, y por un momento
blandió el rayo del dios. Debilitado de este modo, Zeus fue empujado por su adversario hacia el interior de la
cueva Coricia, en Cilicia, y los tendones fueron escondidos bajo la custodia de un monstruo llamado Delfine,
medio serpiente, medio mujer. Sin embargo, los dioses Hermes y Pan volvieron a robarlos, con la ayuda del
héroe tebano Cadmo, quien se disfrazó de pastor y distrajo la atención de Tifón con el aroma de un
banquete de pescado y tocando el caramillo. Recuperados sus tendones, Zeus voló al cielo en un carro
alado, cogió de nuevo sus rayos y persiguió a Tifón hasta el monte Nisa; allí las Moiras le engañaron
haciéndole comer carne de mortales, comida que, naturalmente, no era apropiada para Tifón, y con ello le
debilitaron. Todavía resistió valientemente y ofreció tan furiosa resistencia en Tracia que el monte Hemo (el

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macizo de los Balcanes) recibió su nombre de la sangre (hemato) que Tifón derramó allí. Entonces fue
perseguido hasta la isla de Sicilia, donde fue sepultado bajo el monte Etna.

CUESTIÓN 16.

Equidna

Sin embargo, Tifón no murió, porque era inmortal como su gran vencedor, y bajo el Etna de vez en cuando
rugía con rabia asomando su aliento por el volcán. Así llegó a ser padre de los Vientos (del norte, Bóreas, y
del este, Argesteo), con excepción del sur y del oeste, Noto y Céfiro, que son brisas agradables de origen
divino. Posteriormente se unió con Equidna, el monstruo mitad mujer y mitad serpiente, hija de Forcis y
Ceto.
Equidna (“víbora”), era la madre de todas las serpientes; solía habitar en Cilicia, en una cueva del lejano
país de Árima, y tenía la costumbre de devorar a los caminantes que pasaban por allí. Cuando los dioses la
confinaron debajo del Etna, ella se unió con Tifón y procrearon una prole monstruosa y abominable: un
enorme can de siete cabezas llamado Ortro, el perro de tres cabezas y cola de dragón, Cerbero, que se
convirtió en el guardián del mundo subterráneo; la Hidra de Lerna, la Quimera, la Esfinge de Tebas y el León
de Nemea.

CUESTIÓN 17.

Los Alóadas
Gea, en un tercer intento, envió ahora contra los dioses a los alóadas, hijos gemelos de Ifimedia y Poseidón.
Fueron concebidos cuando, Iimedia, enamorada del dios fluvial Enipeo, solía ir todos los días a sus orillas y
derramar agua sobre su pecho, hasta que Poseidón la engañó asumiendo la figura de éste y finalmente la
visitó para seducirla. Los alóadas, cuyos nombres eran Oto y Efialtes, crecieron hasta alcanzar una estatura
gigantesca; pretendieron a Hera y a Artemisa, y amenazaron con promover el fragor de la furiosa batalla
contra los dioses del Olimpo si no se les otorgaba a estas diosas.

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Naturalmente, su petición fue negada, y Oto y Efiales atraparon a Ares, atándole con fuertes cadenas y lo
aprisionaron en una vasija de bronce; allí hubiese perecido Ares, de no ser porque su madrastra, Euribea, le
contó el caso a Hermes, el cual rescató a Ares, cuando éste llevaba trece meses cautiverio. Furiosos por el
escape de Ares, los alóadas amontonaron el monte Osa encima del Olimpo, y sobre el Osa el monte Pelión
para formar una escalera y poder trepar al cielo y atacar a los dioses. Y esto lo habrían llevado a cabo pero
Apolo los hirió con sus flechas, y Artemisa, en figura de una cierva, corrió a través de ellos; ambos
dispararon sus flechas contra ella, y así se mataron mutuamente. Después de su muerte, fueron arrojados al
Tártaro y allí atados espalda con espalda a una columna, utilizándose serpientes en lugar de cadenas.

CUESTIÓN 18.

Jano
Después de su derrota, Crono buscó refugio en el Lacio, huyendo de Zeus. Aquí fue conocido bajo el
nombre de Saturno. A su llegada, fue recibido con amabilidad y hospitalidad por Jano, deidad romana de las
puertas, el cual había llegado al Lacio en tiempos muy remotos y, entre otras cosas, enseñó la agricultura a
los habitantes. Agradecido por el recibimiento, Saturno dotó a Jano tan maravillosa sagacidad que siempre
estaba a sus ojos el pasado y el porvenir.

CUESTIÓN 19.

Las edades del hombre


Finalmente Crono llegó hasta la sagrada Isla de los Bienaventurados, cerca de Bretaña (es decir, en los
confines del mundo conocido). Aquí, los dioses habían creado con polvo de oro una estirpe dorada de
mortales. Crono se convirtió en el señor de la Isla, y durante su gobierno todo era inocencia y felicidad;
estos hombres vivían vidas largas y virtuosas, sin fatigas, preocupaciones ni miserias, teniendo todas las
cosas en común y viviendo en seguridad en medio de la gran abundancia de toda suerte de productos de la
tierra, que ésta ofrecía espontáneamente. Además eran ricos en rebaños, cercanos y agradables a los
bienaventurados dioses. No conocían la muerte sino que, en vez de eso, se sumían un sueño. Esta época
feliz recibió el nombre de Edad Dorada (Saturna regna, como se la denominaba en los pueblos itálicos).
Briareo, que había perseguido a Crono, quedó tan complacido con la paz que reinaba en la Isla de los
Bienaventurados, que decidió establecerse allí y vigilar que Crono siga protegiendo a los hombres de la
Edad Dorada, sin que nadie se atreva a turbar su tranquilidad. En esta Edad, los hombres no conocían aún
la navegación y, por tanto, no podían explorar el mundo. Finalmente fueron sepultados bajo tierra, y Zeus
les concedió el rango de démones y tienen el privilegio de ser protectores de los mortales y proveedores de
riquezas.

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Luego hubo una Edad de Plata, muy inferior a la de Oro, cuando Prometeo, el titán, moldeó a los hombres
mortales con el barro del suelo. Pero los hijos de esta edad no se parecían a la primera raza ni en belleza ni
en inteligencia; tardaron cien años en educarse, y, pese a los atentos cuidados de las madres, la necedad
de ellos persistía en la madurez y colmaban de males el mundo. Ejercían violencia todo el tiempo, y no
querían dar culto a los dioses haciendo sacrificios. Por ello Zeus, irritado, los exterminó envolviéndolos en
un manto de muerte; sin embargo, recibieron el rango inferior de mortales bienaventurados. No todo fue
malo, pues Zeus les dio a estos hombres las estaciones del año, y dejaron el legado del arte de la
agricultura y la arquitectura.
Entonces vino la Edad de Bronce; Zeus creó una tercera raza, formada a partir de los fresnos que protegían
la Melíades. Esta estirpe era temible y fuerte, no comía pan, y sólo tenía interés en la guerra y en los actos
de soberbia. Todo en ellos era de bronce, sus armas, sus casas y sus trabajos, no había hierro. Estos
hombres eran terribles y violentos y se destruían unos a otros, lo cual fue el fin de ellos. Zeus hizo venir
sobre ellos el diluvio y murieron sin dejar nombre.
Una vez enterrados los hombres de bronce, vino la Edad Heroica, que fue mucho mejor. Sobre el fértil suelo
Deucalión, hijo de Prometeo, arrojando las piedras de la Madre Tierra, creó una cuarta raza de hombres,
más justa y más noble, la raza de los héroes y semidioses. Pero esta generación pereció, en parte, en las
hazañas relacionadas con los grandes ciclos épicos de Tebas y Troya. A otros, los más grandes de entre los
héroes, Zeus determinó alejarlos del resto de los hombres y darles residencia en los confines de la tierra;
ellos vivieron en las Islas de los Bienaventurados y no conocieron los dolores.
Finalmente llegó la Edad del Hierro, la época actual, que es muy mala, y aún será peor. Algunos
sobrevivientes de la era anterior, establecieron esta nueva y última raza de hombres sobre la tierra fértil.
Estos hombres demarcaron las naciones con fronteras y aprendieron las artes de la navegación y la
minería. No están libres de fatigas ni miserias, los dioses los someten a tribulaciones, no obstante conocen
algunas alegrías mezcladas con males; padres e hijos no se parecen entre sí, el anfitrión no aprecia al
huésped, así como los amigos no estiman a los amigos y los hermanos no se quieren como antes; en
cuanto el padre envejezca el hijo lo insulta duramente, sin advertir la vigilancia de los dioses. Nadie
reconoce a los justos u honrados, por el contrario se beneficia al malhechor y al hombre violento; la justicia
se identifica con la fuerza y no existe el pudor; los malvados tratan de perjudicar a los hombres de virtud con
discursos retorcidos y falsos juramentos; la envidia acompaña a los hombres miserables. Les gustan las
guerras, son codiciosos e impiadosos. La verdad, la modestia y la lealtad han desaparecido. Zeus destruirá
también esta estirpe, cuando nazcan con canas.

CUESTIÓN 20.

Astrea

Astrea (la Virgen de las Estrellas) es hija de Zeus y Temis, cuando ésta era constante compañera de Zeus
(antes de su matrimonio con Hera), y se sentaba junto a él en el Olimpo. Astrea tenía la misión de llevar los
rayos de Zeus en su lucha contra los titanes; en recompensa a su lealtad le fue concedido el privilegio de

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conservar su virginidad (es la única virgen entre las titanas). Astrea es identificada con Dice o la Justicia,
que sostenía una balanza con un par de platillos, y solía vivir entre los hombres durante la Edad Dorada, se
retiró a los montes a la Edad de Plata, y finalmente, durante la perversidad que reinó en la Edad de Bronce,
huyó al cielo, donde quedó convertida en la constelación de Virgo, y la balanza que siempre sostenía en su
mano se transformó en la cercana constelación de Libra; todavía se las ve brillar durante las noches
estrelladas, cerca de los inmortales. Después de su partida, los hombres quedarán solos con sus amarguras
y ya no existirá remedio para el mal.

Autor:
AllanAAA
ingallan33@gmail.com

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