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A) MATRIMONIO

El nuevo Código reafirma a la igualdad como el principio constitucional rector del régimen jurídico
matrimonial y su ruptura. En este sentido, se veda toda discriminación en razón de la orientación sexual
de sus integrantes.
El avance de la autonomía de la voluntad en el derecho de familia es innegable y el nuevo Código
amplía el poder de decisión de los integrantes del matrimonio, ya que existe un derecho a la vida familiar
y, consecuentemente, la injerencia estatal tiene límites, de modo de lograr un mejor y mayor equilibrio en
la clásica tensión entre autonomía de la voluntad y orden público, especialmente al momento de la ruptura
del matrimonio, contribuyendo así a la paz familiar y social.
1.- Principios de libertad e igualdad.
Esponsales. Se denomina “esponsales” -o “esponsales de futuro”, por oposición a los esponsales de
presente, que en el derecho canónico histórico equivalían al matrimonio-, la promesa bilateral
mutuamente aceptada que dos personas se hacen de contraer matrimonio más adelante. Nuestro Código
no reconoce esponsales de futuro. No hay acción para exigir el cumplimiento de la promesa de
matrimonio ni para reclamar los daños y perjuicios causados por la ruptura, salvo enriquecimiento sin
causa, o deber de restitución de las donaciones, si así correspondiera (art. 401).
Concepto. Para Belluscio, la palabra “matrimonio” puede tener tres significados diferentes: es el acto
mismo de celebración (“matrimonio-acto o fuente”); es el estado que, para los contrayentes, deriva de ese
acto (“matrimonio-estado”); también es la pareja formada por los cónyuges.
Caracteres. El matrimonio presenta los siguientes caracteres:
Unidad: Está dada por la comunidad de vida a que se hallan sometidos los esposos como consecuencia
del vínculo que los une. Por otro lado significa que la subsistencia de un vínculo matrimonial impide la
constitución de otro.
Permanencia: La unión matrimonial es permanente en el sentido de que se contrae con la intención de que
perdure. No se debe confundir con la indisolubilidad, ya que el vínculo conyugal se puede disolver en
razón de hechos naturales (muerte) o circunstancias voluntarias (divorcio).
Juridicidad: En cuanto al “matrimonio-acto” implica que se perfecciona por medio de la celebración del
acto jurídico, revestido de las solemnidades que la ley impone a los contrayentes y al oficial público para
su celebración. En cuanto al “matrimonio-estado” los derechos y deberes que de él derivan “forman un
estatuto legal forzoso, del cual los contrayentes no se pueden apartar”.
Monogámico. La monogamia en el matrimonio implica la unión de dos personas como máximo,
excluyendo así toda forma de poligamia. Nuestra ley no admite pluralidad de esposas o esposos.
Sexualmente neutro. Para nuestra ley es indiferente el carácter heterosexual u homosexual de la unión
nupcial, asignándole a ambas los mismos efectos y consecuencias (ART. 402). Este principio regía desde
2010 con la ley 26.618 la “ley de matrimonio igualitario”, cuyo art. 42 establece que “los integrantes de
un matrimonio constituido por dos personas del mismo sexo, o por personas de distinto sexo, tendrán los
mismos derechos y obligaciones”.
La forma civil obligatoria. El nuevo Código mantiene el requisito de la forma civil (matrimonio
celebrado ante oficial público encargado del Registro Civil). Sin perjuicio de ello, una vez satisfecha la
forma civil obligatoria, queda a salvo el derecho de los contrayentes a celebrar el matrimonio de acuerdo
a su culto religioso.
Estructura del acto jurídico matrimonial. Modalidades de celebración.
a) Modalidad ordinaria. Quienes pretenden contraer matrimonio deben presentar ante el oficial público
encargado del Registro del Estado Civil y Capacidad de las Personas correspondiente al domicilio de
cualquiera de ellos, una solicitud que deberá contener los datos indicados en el art. 416. Si los
contrayentes o alguno de ellos no sabe escribir, el oficial público debe levantar acta que contenga las
mismas enunciaciones.
El matrimonio como acto jurídico está constituido no solamente por la voluntad de los
contrayentes, sino también por el acto administrativo que implica la intervención de la autoridad
competente para celebrarlo (arts. 418 y sigts.). Esta autoridad competente normalmente será el oficial
público encargado del Registro Civil. La estructura del acto jurídico matrimonial resulta de la existencia
de ambos actos. La ausencia de algunos de estos actos provoca su inexistencia, que asimilamos a la
nulidad. Sin embargo existe una excepción a este principio (art. 407).
Celebración del matrimonio. En consecuencia, el matrimonio debe celebrarse públicamente, con la
comparecencia de los futuros cónyuges por ante el oficial público encargado del Registro Civil que
corresponda al domicilio de cualquiera de ellos. Si se celebra en la oficina que corresponde a ese oficial
público, se requiere la presencia de dos (2) testigos y las demás formalidades previstas en la ley. El
número de testigos se eleva a cuatro (4) si el matrimonio se celebra fuera de esa oficina. En el acto de
celebración del matrimonio el oficial público dará lectura al art. 431, recibirá de cada uno de los
contrayentes la declaración de que quieren respectivamente constituirse en cónyuges, y pronunciará que
quedan unidos en matrimonio en nombre de la ley. La persona que padece limitaciones en su aptitud para
comunicarse en forma oral debe expresar su voluntad por escrito o por cualquier otra manera inequívoca.
Expresión del consentimiento. Consecuente con ello, el art. 406 dispone que es indispensable para la
existencia del matrimonio “el consentimiento de ambos contrayentes expresado personal y conjuntamente
ante la autoridad competente para celebrarlo, salvo lo previsto para el matrimonio a distancia. El acto que
carece de este requisito no produce efectos civiles”. Tal consentimiento debe ser puro y simple, no puede
someterse a modalidad alguna. Cualquier plazo, condición o cargo se tiene por no expresado, sin que
afecte la validez del matrimonio (art. 408).
Vicios del consentimiento. Son vicios del consentimiento: a) la violencia, el dolo y el error acerca de la
persona del otro contrayente; b) el error acerca de las cualidades personales del otro contrayente, si se
prueba que quien lo sufrió no habría consentido el matrimonio si hubiese conocido ese estado de cosas y
apreciado razonablemente la unión que contraía. El juez debe valorar la esencialidad del error
considerando las circunstancias personales de quien lo alega (art. 409).
Si uno o ambos contrayentes ignoran el idioma nacional, deben ser asistidos por un traductor
público matriculado y, si no lo hay, por un intérprete de reconocida idoneidad, dejándose debida
constancia en la inscripción.
La celebración del matrimonio se consigna en un Acta que debe contener los datos detallados en el
art. 420, la que debe ser redactada y firmada inmediatamente por todos los que intervienen en el acto, o
por otros a su ruego, si no pueden o no saben hacerlo. El oficial público debe entregar a los cónyuges, de
modo gratuito, copia del acta de matrimonio y de la libreta de familia expedida por el Registro de Estado
Civil y Capacidad de las Personas.
b) Modalidad extraordinaria.
Matrimonio en artículo de muerte. El oficial público puede celebrar matrimonio con prescindencia de las
formalidades previstas en la modalidad ordinaria, cuando se justifica que alguno de los contrayentes se
encuentra en peligro de muerte (in articulo mortis), con el certificado de un médico y, donde no lo hay,
con la declaración de dos personas. En caso de no poder hallarse al oficial público encargado del Registro
Civil, el matrimonio en artículo de muerte puede celebrarse ante cualquier juez o funcionario judicial,
quien debe levantar acta de la celebración, haciendo constar las circunstancias mencionadas en el art. 420
con excepción de su inciso f) (mención de si hubo oposición y de su rechazo) y remitirla al oficial público
para que la protocolice.
Matrimonio a distancia. El matrimonio a distancia es aquel en el cual el contrayente ausente expresa su
consentimiento personalmente, en el lugar en que se encuentra, ante la autoridad competente para celebrar
matrimonios, según lo previsto en el Código en las normas de derecho internacional privado (art. 422). En
este sentido el art. 2623 establece que “El matrimonio a distancia se considera celebrado en el lugar
donde se preste el consentimiento que perfecciona el acto. La autoridad competente para celebrar el
matrimonio debe verificar que los contrayentes no están afectados por impedimentos legales y decidir
sobre las causas alegadas para justificar la ausencia”. Asimismo, la documentación que acredite el
consentimiento del ausente sólo puede ser ofrecida dentro de los 90 días de la fecha de su otorgamiento.
2.- Requisitos del matrimonio. Para que exista matrimonio válido y lícito deben reunirse requisitos
intrínsecos y extrínsecos.
Requisitos intrínsecos o de fondo: la ausencia de impedimentos y el consentimiento de los contrayentes.
La falta de consentimiento obsta a la existencia del matrimonio; pero ciertos impedimentos y los vicios
del consentimiento, dan lugar a que el matrimonio sea anulable, mientras que otros impedimentos
simplemente a la ilicitud, que puede derivar en otro tipo de sanciones.
Requisitos extrínsecos o de forma: el fundamental es que el consentimiento sea otorgado ante el oficial
público determinado por la ley, y su ausencia provoca la inexistencia del matrimonio, pero en otros casos
su falta de cumplimiento no puede fundar la anulación del matrimonio.
Impedimentos matrimoniales.
Son impedimentos matrimoniales aquellas prohibiciones de la ley que afectan a las personas para
contraer un determinado matrimonio. Se trata de hechos o situaciones jurídicas preexistentes que afectan
a uno o a ambos contrayentes.
Clasificación de los impedimentos:
Impedimentos dirimentes: constituyen un obstáculo para la celebración de un matrimonio válido. Son
siete y están enumerados en el art. 403. Ellos son:
a) El parentesco en línea recta en todos los grados, cualquiera que sea el origen del vínculo. Es el
parentesco entre ascendientes y descendientes, sin limitación, sea por consanguinidad, por afinidad o por
adopción;
b) El parentesco entre hermanos bilaterales y unilaterales, cualquiera que sea el origen del vínculo. Es el
parentesco entre hermanos y medio hermanos, sea por consanguinidad, por afinidad o por adopción;
c) La afinidad en línea recta en todos los grados. Comprende sin limitación a los ascendientes y
descendientes de uno de los cónyuges respecto del otro. El impedimento de afinidad no alcanza a los
parientes colaterales (ejemplo: cuñado), y no se extingue por la disolución del matrimonio, trátese de
muerte de uno de los cónyuges o de divorcio;
d) El matrimonio anterior, mientras subsista (impedimento de ligamen), será impedimento para contraer
uno nuevo. El matrimonio se disuelve no sólo por la muerte de uno de los cónyuges, sino también por
divorcio vincular y declaración de ausencia con presunción de fallecimiento. Quien contraiga matrimonio
subsistiendo un vínculo anterior, o sabiendo que existe impedimento que cause su nulidad absoluta,
ocultare esta circunstancia al otro contrayente, será reprimido con prisión de dos a seis años (art. 135 del
Código Penal);
e) Haber sido condenado como autor, cómplice o instigador del homicidio doloso de uno de los cónyuges
(impedimento de crimen);
f) Tener menos de 18 años (impedimento de edad). No obstante, el art. 404 establece que aun en caso de
que el menor no haya cumplido la edad de 16 años, puede contraer matrimonio previa dispensa judicial.
El menor que haya cumplido la edad de 16 años puede contraer matrimonio con autorización de sus
representantes legales. A falta de ésta, puede hacerlo previa dispensa judicial. En ambos casos el juez
debe mantener una entrevista personal con los futuros contrayentes y con sus representantes legales. La
decisión judicial debe tener en cuenta la edad y grado de madurez alcanzados por la persona, referidos
especialmente a la comprensión de las consecuencias jurídicas del matrimonio;
g) La falta permanente o transitoria de salud mental que le impide tener discernimiento para el acto
matrimonial. No obstante, el art. 405 permite la celebración del matrimonio previa dispensa judicial. La
decisión judicial requiere dictamen previo de equipo interdisciplinario sobre la comprensión de las
consecuencias jurídicas del acto matrimonial y de la aptitud para la vida de relación por parte de la
persona afectada. El juez debe mantener una entrevista personal con los futuros contrayentes; también
puede hacerlo con su o sus apoyos, representantes legales y cuidadores, si lo considera pertinente.
Impedimentos impedientes: Son aquellos que afectan la regularidad de la celebración del matrimonio
pero no provocan su invalidez, aunque de celebrarse las nupcias pueden acarrear sanciones para los
contrayentes y para el funcionario público.
1) Falta de autorización de los representantes legales o de dispensa judicial. En caso de que faltaren las
autorizaciones de los representantes legales o la dispensa judicial, podrá articularse la nulidad relativa del
matrimonio por el cónyuge que padece el impedimento y por los que en su representación pudieron
haberse opuesto a la celebración del matrimonio (art. 425:a).
2) Dispensa para el matrimonio con el tutor o sus descendientes. El último párrafo del art. 404 prevé el
supuesto especial del matrimonio de una persona menor de edad con su tutor o con los descendientes del
tutor. En este caso, para otorgar la dispensa judicial, además del trámite allí previsto, se requiere que se
encuentren aprobadas las cuentas de la tutela. Si el matrimonio se celebra de todos modos, el tutor pierde
la asignación que le corresponda sobre las rentas del pupilo, de conformidad con lo dispuesto en el art.
129, inc. d, CCyC.
3) Impedimento eugenésico. La eugenesia es “la ciencia que tiene por objeto el estudio de los factores que
pueden mejorar o debilitar los caracteres hereditarios de las generaciones futuras”, y ha puesto de
manifiesto los resultados perjudiciales a que conduce la procreación entre personas afectadas de ciertas
enfermedades transmisibles tales como “las venéreas, la epilepsia, el síndrome de inmunodeficiencia
adquirida (sida), etc., e incluso, mostrando que ciertos hábitos como el alcoholismo, el uso habitual de
narcóticos y otros, también se transmiten por la generación”.
En nuestro derecho se han conocido dos impedimentos eugenésicos: el de “lepra” y el de la
“enfermedad venérea en período de contagio”. El primero, previsto inicialmente en la ley 11.359 (B.O.
18/10/1926), fue suprimido por el Dec. Ley 17.711 de 1968. El segundo, se estableció la obligatoriedad
para los varones del examen médico prenupcial gratuito, así como que no podrán contraer matrimonio las
personas afectadas de enfermedades “venéreas” (de transmisión sexual) en período de contagio (art. 13,
de la ley 12.331; B.O. 11/01/1937). Por su parte la ley 16.668 (B.O. 15/07/1965) declaró obligatorio el
certificado prenupcial gratuito para las contrayentes de sexo femenino.
Se ha entendido que, como la “solicitud” para celebrar matrimonio prevista en el art. 416 no exige
la presentación de certificados prenupciales (a diferencia del art. 187 del anterior Código que lo exigía en
forma expresa), ello “permite aseverar que no se mantienen estas prohibiciones las que, además, han sido
muy cuestionadas por su falta de sustento, atento el cambio de las costumbres sociales”. 1 Sin embargo, la
presentación del certificado prenupcial exigido por las leyes 12.331 y 16.668 sigue siendo un requisito
administrativo previo a la celebración del matrimonio, tanto en el ámbito de la provincia de Buenos Aires
como en el de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Habrá que ver si con el correr de los meses se
suprime o mantiene este recaudo. No obstante, es posible prescindir de él en el caso de matrimonio
celebrado “en artículo de muerte” de uno de los contrayentes a que se refiere el art. 421.
En cuanto al Sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida) la doctrina nacional discrepa si debe
o no considerárselo comprendido como impedimento impediente de tipo eugenésico para el matrimonio.
Quienes lo afirman, entienden que el sida puede considerarse enfermedad venérea o paravenérea cuya
transmisión se produce por vía sexual, aunque no exclusivamente. Quienes lo niegan, señalan que, a
diferencia de las enfermedades venéreas clásicas, el Sida es actualmente irreversible, por lo cual si se lo
considerara un impedimento para contraer matrimonio llevaría a impedirlo definitivamente entre sus
portadores, con significación de evidente discriminación. Por ello se propicia una interpretación que
descarte al Sida como impedimento matrimonial, sin perjuicio de que los exámenes prenupciales incluyan
los test de detección del virus VIH, y que se instruya adecuadamente a los contrayentes sobre los riesgos
de mantener relaciones sexuales, tanto para sí, como para su eventual descendencia.
3.- Oposición a la celebración del matrimonio. El Código permite a determinadas personas oponerse a
la celebración del matrimonio, sobre la base de la existencia de impedimentos.

1
Molina de Juan, Mariel. “Comentarios a los arts. 401 a 420” en Código Civil y Comercial de la Nación
Comentado; Marisa Herrera, Gustavo Caramelo, Sebastián Picasso (Directores). Ed. Infojus, t. II, Buenos Aires,
2015, p. 6.
Al respecto el art. 410 expresa: “Sólo pueden alegarse como motivos de oposición los
impedimentos establecidos por ley. La oposición que no se funde en la existencia de alguno de esos
impedimentos debe ser rechazada sin más trámite”. Además, el art. 411 añade: “El derecho a deducir
oposición a la celebración del matrimonio por razón de impedimentos compete: a) al cónyuge de la
persona que quiere contraer otro matrimonio; b) a los ascendientes, descendientes y hermanos de alguno
de los futuros esposos, cualquiera sea el origen del vínculo; c) al Ministerio Público, que debe deducir
oposición cuando tenga conocimiento de esos impedimentos, especialmente, por la denuncia de cualquier
persona realizada de conformidad con lo dispuesto en el artículo siguiente”.
Denuncia de impedimentos. Cualquier persona puede denunciar la existencia de alguno de los
impedimentos establecidos en el art. 403 desde el inicio de las diligencias previas y hasta la celebración
del matrimonio por ante el Ministerio Público, para que deduzca la correspondiente oposición, si lo
considera procedente, con las formalidades y el procedimiento previstos en los artículos 413 y 414 (art.
412).
La oposición debe ser deducida ante el oficial público que haya de celebrar el matrimonio. Puede
ser deducida verbalmente o por escrito (art. 413).
3.- Prueba del matrimonio.
El matrimonio se prueba con el acta de su celebración, su testimonio, copia o certificado, o con la
libreta de familia expedidos por el Registro de Estado Civil y Capacidad de las Personas. Cuando exista
imposibilidad de presentarlos, la celebración del matrimonio puede probarse por otros medios,
justificando esta imposibilidad (art. 423).
4.- Nulidad del matrimonio.
Nulidades de los actos jurídicos. Recordemos que, desde el punto de vista de la índole de la causa de la
invalidez, la distinción entre actos nulos y anulables radica en que los primeros muestran un vicio o
defecto rígido, originario, manifiesto y la ley expresamente lo ha declarado nulo, en tanto los segundos,
elásticos, indefinidos, son aquellos en que la posible existencia del vicio exige investigación previa y es
calificado a posteriori por el juez. La consecuencia práctica de esta distinción es que el acto nulo lo es
desde el momento de su otorgamiento, en tanto el anulable, que es provisionalmente válido, sólo es
considerado nulo desde que quedó firme la sentencia judicial que lo anuló.
Asimismo, desde el punto de vista de la intensidad de la sanción legal, la diferencia entre nulidad
absoluta y relativa radica en el interés que en cada caso se protege: la nulidad “absoluta” protege el
interés público o colectivo, mientras que la nulidad “relativa” protege el interés privado o particular.
Nulidades matrimoniales.
Son casos de nulidad absoluta del matrimonio (art. 424) los celebrados con alguno de los
impedimentos de parentesco por consanguinidad, afinidad o adopción, de ligamen y de crimen
establecidos en los incisos a), b), c), d) y e) del art. 403. La nulidad puede ser demandada por cualquiera
de los cónyuges y por los que podían oponerse a la celebración del matrimonio.
Son casos de nulidad relativa del matrimonio (art. 425):
a) el matrimonio celebrado con el impedimento establecido en el inc. f) del art. 403 (impedimento de
edad);
b) el matrimonio celebrado con el impedimento establecido en el inc. g) del art. 403 ( falta de salud
mental que afecta el discernimiento). La nulidad puede ser demandada por cualquiera de los cónyuges si
desconocían el impedimento. El plazo para interponer la demanda es de un año que se computa, para el
que sufre el impedimento, desde que recuperó la salud mental, y para el cónyuge sano desde que conoció
el impedimento. La nulidad también puede ser demandada por los parientes de la persona que padece el
impedimento y que podrían haberse opuesto a la celebración del matrimonio. El plazo para interponer la
demanda es de tres meses desde la celebración del matrimonio. En este caso, el juez debe oír a los
cónyuges, y evaluar la situación del afectado a los fines de verificar si comprende el acto que ha
celebrado y cuál es su deseo al respecto;
c) el matrimonio celebrado con alguno de los vicios del consentimiento a que se refiere el art. 409. La
nulidad sólo puede ser demandada por el cónyuge que ha sufrido el vicio de error, dolo o violencia. La
nulidad no puede ser solicitada si se ha continuado la cohabitación por más de 30 días después de haber
conocido el error o de haber cesado la violencia. El plazo para interponer la demanda es de 1 año desde
que cesa la cohabitación.
Debe destacarse que el nuevo Código ha suprimido la posibilidad de solicitar la nulidad del
matrimonio por impotencia de alguno de los cónyuges. Las razones de la abrogación son, entre otras, que
atenta contra la dignidad de las personas ventilar este tipo de intimidades en un proceso judicial cuya
prueba es invasiva de la intimidad; y que las causas de la impotencia pueden ser diversas, tanto de
carácter objetivo como subjetivo, es decir, con determinada persona y no con otras, todo lo cual dificulta
la prueba.
Efectos de la nulidad del matrimonio (arts. 426/429).
5.- Derechos y deberes de los cónyuges. Asistencia. Alimentos.
Una modificación importante es la que se vincula a los derechos y deberes que derivan de la
celebración del matrimonio, donde se establece el compromiso de los cónyuges de llevar adelante “un
proyecto de vida, elemento tradicional del matrimonio, basado en la cooperación y el deber moral de
fidelidad”. En palabras de la Comisión Redactora “este punto de partida reconoce el alto valor axiológico
de los deberes de fidelidad y cohabitación, pero al receptarse un régimen incausado de divorcio, su
incumplimiento no genera consecuencias jurídicas. En cambio, se conserva el derecho y deber jurídico de
asistencia, previéndose expresamente el deber alimentario y las pautas para su fijación, mientras se
encuentren casados conviviendo, o separados de hecho; tras el divorcio, esa obligación puede existir por
acuerdo de partes o ante dos supuestos expresamente previstos, fundados en el principio de solidaridad
familiar: 1) a favor de quien padece una enfermedad grave preexistente al divorcio trasmitiéndose a los
herederos del alimentante; y 2) a favor de quien carece de recursos suficientes y de la posibilidad
razonable de procurárselo”.
El nuevo Código modifica así, sustancialmente, las normas originarias que establecían como
derechos-deberes recíprocos de los esposos la fidelidad, la cohabitación, la asistencia y los alimentos, lo
cual se vincula con la eliminación de las causales subjetivas de divorcio, desde que en el régimen vigente
el divorcio pasa de ser causado a voluntario.
El art. 431 dispone: “Asistencia. Los esposos se comprometen a desarrollar un proyecto de vida en
común basado en la cooperación, la convivencia y el deber moral de fidelidad. Deben prestarse asistencia
mutua”.
Asistencia. Compromiso a desarrollar proyecto de vida en común. Se establece el compromiso de los
cónyuges de llevar adelante un proyecto de vida común basado en la cooperación, la convivencia y el
deber moral de fidelidad, lo que implica la distribución de esfuerzos en el objetivo trazado, la búsqueda
de consenso, con la solidaridad como premisa y el respeto de los intereses comunes en las decisiones que
se tomen. En consecuencia ya no se enumeran deberes/derechos de los cónyuges sino que, como nota
definitoria del matrimonio, se hace referencia a la decisión conjunta de llevar adelante un “proyecto de
vida” con sustento en el consenso, respeto, apoyo, colaboración y contención recíprocos de sus
integrantes.
Queda entonces la “asistencia mutua” como único deber entre los cónyuges durante el matrimonio.
En su aspecto moral, la “asistencia” se refiere a los cuidados recíprocos, la ayuda espiritual, el apoyo
afectivo, el respeto mutuo, etc., como actitudes trascendentes para facilitar la vida en común. En su faz
material, los alimentos constituyen el deber asistencial entre cónyuges. La prestación alimentaria entre
cónyuges es un derecho-deber que debe diferenciarse de la debida en virtud de otras relaciones familiares
(por ej. del parentesco y de la responsabilidad parental), puesto que nace como consecuencia del
matrimonio y posee un régimen jurídico autónomo.
En la actualidad, la igualdad jurídica de los cónyuges lleva a considerar que ambos, en la medida de
sus posibilidades, deben contribuir a la satisfacción de las necesidades mutuas. Ambos esposos cargan
con el deber de asistencia y alimentos y el de contribuir en las tareas domésticas.
Alimentos. El art. 432 establece: “Los cónyuges se deben alimentos entre sí durante la vida en común y la
separación de hecho. Con posterioridad al divorcio, la prestación alimentaria sólo se debe en los
supuestos previstos en este Código, o por convención de las partes. Esta obligación se rige por las reglas
relativas a los alimentos entre parientes en cuanto sean compatibles”.
La norma identifica al matrimonio como una de las fuentes de la obligación alimentaria. Ambos
cónyuges se deben recíprocamente alimentos, obligación que permanecerá durante la vida en común y la
separación de hecho. Tal deber subsistirá, excepcionalmente, en los supuestos previstos en el art. 434, o
cuando los propios cónyuges así lo acuerden.
Conforme lo previsto en la parte final de la norma, y de acuerdo a lo dispuesto en las reglas que
rigen los alimentos entre parientes, el cónyuge que solicite la cuota alimentaria deberá acreditar su
necesidad, su falta de recursos o imposibilidad de conseguirlos, y la posibilidad de prestarlos por parte del
alimentante.
Pautas para la fijación de los alimentos. (art. 433).
La norma enumera las circunstancias a tener en cuenta para otorgar una prestación alimentaria,
tanto durante la vida en común como durante la separación de hecho. Por lo general la asignación del
monto en concepto de alimentos tiende a que el cónyuge alimentado conserve, razonablemente, el nivel
económico o de vida adquirido durante el matrimonio, aunque también habrán de ponderarse sus propios
recursos, su patrimonio y las necesidades de ambos cónyuges. 2
Cese de la obligación alimentaria entre cónyuges. De acuerdo con la última parte del art. 433 “El derecho
alimentario cesa si desaparece la causa que lo motivó, el cónyuge alimentado inicia una unión
convivencial, o incurre en alguna de las causales de indignidad”. De esta manera, y en forma concordante
con lo que establece el art. 554, los alimentos entre cónyuges cesan por: a) desaparición de los
presupuestos de la obligación, es decir, ya no se verifican las causas que dieron lugar a la fijación de la
cuota alimentaria. Responde a una necesidad ética y a evitar un enriquecimiento sin causa del alimentado;
b) comienzo de una “unión convivencial” del alimentado. Es de toda lógica que si el alimentado inicia la
convivencia con otra persona el sostén económico provenga de su nuevo entorno familiar, liberando así al
cónyuge alimentante, pues lo contrario importaría un abuso de derecho; c) si el alimentado incurre en
alguna causal de indignidad. Las conductas configurativas de indignidad para suceder (art. 2281) denotan
por sí mismas un comportamiento incompatible con los beneficios de la cuota alimentaria; d) por
sentencia firme de divorcio por petición de uno o ambos cónyuges (salvo las excepciones del art. 434); e)
por la muerte del obligado o del alimentado.
Alimentos posteriores al divorcio. Según el art. 434 “las prestaciones alimentarias pueden ser fijadas aun
después del divorcio:
a) a favor de quien padece una enfermedad grave preexistente al divorcio que le impide autosustentarse.
Si el alimentante fallece, la obligación se transmite a sus herederos”. Esta obligación se mantiene aun en
caso de muerte del obligado por transmisión hereditaria.
“b) a favor de quien no tiene recursos propios suficientes ni posibilidad razonable de procurárselos”.
Para el caso de carencia de recursos propios suficientes y de posibilidad razonable de procurárselos, se
prevén los llamados alimentos “de toda necesidad”, que “comprenden lo estrictamente necesario para
subvenir a las necesidades de alimentación, vestuario y habitación, y se encuentran basados en la
solidaridad familiar. Estos suponen, para su procedencia, la prueba de que el actor carece de recursos y de
la posibilidad de obtenerlos, y que el demandado dispone de medios para atender las necesidades básicas
de aquél”.3 Para la determinación de estos alimentos “Se tienen en cuenta los incisos b), c) y e) del
artículo 433”, es decir, la edad y estado de salud de ambos cónyuges; la capacitación laboral y la
posibilidad de acceder a un empleo de quien los reclama, y la atribución judicial o fáctica de la vivienda
familiar, como pautas orientadoras para el juez a los fines de precisar la necesidad invocada y de fijar el
monto de la cuota alimentaria, por lo que entendemos que dicha enumeración no es taxativa. En estos
casos “La obligación no puede tener una duración superior al número de años que duró el matrimonio”,
es decir que se incorpora un novedoso límite temporal, con fundamento en que los alimentos post
2
Mercedes Robba y Marcela L. Sasso; “Derechos y deberes…”. Op. cit. p. 69.
3
Mercedes Robba y Marcela L. Sasso; “Derechos y deberes…”. Op. cit. p. 71.
divorcio constituyen una obligación a favor de alguien con el que ya no se tiene vínculo jurídico alguno.
En opinión de Mercedes Robba este plazo no rige para el caso de los alimentos derivados de la
enfermedad mental grave.
No obstante, este derecho alimentario “no procede a favor del que recibe la compensación
económica del artículo 441”.
6.- Disolución del matrimonio.
CAUSALES. Conforme al art. 435, el matrimonio se disuelve por: 1° Muerte de uno de los cónyuges; 2°
Sentencia firme de ausencia con presunción de fallecimiento; 3° Divorcio declarado judicialmente.
PROCESO DE DIVORCIO.
Nulidad de la renuncia. El Código rechaza expresamente la posibilidad de renunciar a la facultad de pedir
el divorcio. El art. 436 dispone que “Es nula la renuncia de cualquiera de los cónyuges a la facultad de
pedir el divorcio; el pacto o cláusula que restrinja la facultad de solicitarlo se tiene por no escrito”.
Legitimación. El divorcio se decreta judicialmente a petición de ambos o de uno solo de los cónyuges
(art. 437). De este modo la única vía posible admitida por la ley para obtener el divorcio sigue siendo la
judicial, sin que se admita el “divorcio administrativo que contemplan algunas legislaciones en el derecho
comparado”.4
Requisitos y procedimiento del divorcio (art. 438) “Toda petición de divorcio debe ser acompañada de
una propuesta que regule los efectos derivados de éste (convenio regulador); la omisión de la propuesta
impide dar trámite a la petición. Si el divorcio es peticionado por uno solo de los cónyuges, el otro puede
ofrecer una propuesta reguladora distinta. Al momento de formular las propuestas, las partes deben
acompañar los elementos en que se fundan; el juez puede ordenar, de oficio o a petición de las partes, que
se incorporen otros que se estiman pertinentes. Las propuestas deben ser evaluadas por el juez, debiendo
convocar a los cónyuges a una audiencia. En ningún caso el desacuerdo en el convenio suspende el
dictado de la sentencia de divorcio. Si existe desacuerdo sobre los efectos del divorcio, o si el convenio
regulador perjudica de modo manifiesto los intereses de los integrantes del grupo familiar, las cuestiones
pendientes deben ser resueltas por el juez de conformidad con el procedimiento previsto en la ley local”.
En el actual procedimiento, se suprimen varias reglas del régimen anterior, entre otras, las
facultades judiciales de conciliación y la doble audiencia en un plazo de tiempo determinado. Los
cambios mencionados mejoran el servicio de justicia al poner fin a ciertos debates sobre los cuales no
había criterios uniformes (algunos juzgados convocaban ambas audiencias; otros solo a una y algunos a
ninguna), perjudicando al justiciable por la falta de seguridad jurídica.
EFECTOS DEL DIVORCIO.
Convenio regulador. El convenio regulador debe contener las cuestiones relativas a la atribución de la
vivienda, la distribución de los bienes, y las eventuales compensaciones económicas entre los cónyuges;
al ejercicio de la responsabilidad parental, en especial, la prestación alimentaria. Ello no impide que se
propongan otras cuestiones de interés de los cónyuges (art. 439).
El “convenio regulador” es el único requisito exigido para que se dé curso al trámite del divorcio.
Puede ser acordado por las partes en los casos de presentación conjunta o, cuando se trata de un divorcio
unilateral, surgir de una propuesta o contrapropuesta de estas, y debe referirse a cuestiones directamente
vinculadas al divorcio (ejercicio de la responsabilidad parental, atribución de la vivienda, distribución de
bienes, eventuales compensaciones económicas, etc.). El otro cónyuge puede compartir las propuestas o
esgrimir otras. La idea central ante la crisis o ruptura matrimonial es que los propios cónyuges regulen las
consecuencias del divorcio, porque son quienes conocen sus conflictos y sus circunstancias y están en
mejores condiciones de hacerlo, a través de un mecanismo de autocomposición o autorregulación con el
que eventualmente podrá colaborar el magistrado cuando el acuerdo no se logre o haya discrepancias en
las propuestas. El juez, después de celebrada la audiencia prevista, dirimirá la cuestión en caso de
conflicto u homologará en caso de arribarse a un acuerdo. La omisión del convenio o de la propuesta

4
Duprat, Carolina. “Comentarios a los arts. 435 a 445” en Código Civil y Comercial de la Nación Comentado;
Marisa Herrera, Gustavo Caramelo, Sebastián Picasso (Directores). Ed. Infojus, Tomo II, Bs. As., 2015, p. 64.
impide dar trámite a la petición. Además, el juez puede exigir que quien resulte obligado por el convenio
regulador otorgue garantías reales o personales como requisito para la aprobación del convenio. El
convenio una vez homologado, o la decisión judicial que se adopte en caso de desacuerdo, pueden ser
revisados si la situación se ha modificado sustancialmente (art. 440).
Atribución del uso de la vivienda. El Código contiene una protección especial de la vivienda familiar,
denominada en algunos artículos “hogar familiar”, por considerar que se está en presencia de un derecho
humano, tal como se desprende de los arts. 443 a 445.
A falta de acuerdo en la atribución del uso de la vivienda familiar, uno de los cónyuges puede pedir
la atribución de la misma, sea el inmueble propio de cualquiera de los cónyuges o ganancial. El juez
determina la procedencia, el plazo de duración y los efectos del derecho sobre la base de ciertas pautas,
entre otras: a cuál de ellos se atribuye el cuidado de los hijos; quién de los dos está en situación
económica más desventajosa para acceder a una vivienda por sus propios medios; el estado de salud y la
edad de los cónyuges, o los intereses de los restantes integrantes del grupo familiar. Una vez atribuido el
uso de la vivienda familiar, y a petición de parte interesada, el juez puede establecer: una renta
compensatoria a favor del cónyuge a quien no se atribuye la vivienda; que el inmueble no sea enajenado
sin el acuerdo expreso de ambos; que el inmueble ganancial o propio en condominio de los cónyuges no
sea partido ni liquidado. La decisión judicial pertinente produce efectos frente a terceros a partir de su
inscripción registral, lo que resuelve un problema un problema que generaba dudas en el régimen anterior.
Si se trata de un inmueble alquilado, el cónyuge no locatario tiene derecho a continuar en la locación
hasta el vencimiento del contrato, manteniendo el otro cónyuge la obligación del pago del alquiler y las
garantías que primitivamente se constituyeron en el contrato (arts. 443 y 444).
Como se trata de una restricción al dominio, el Código regula las causas de cese del derecho de
atribución del uso de la vivienda familiar, el que cesa: a) por cumplimiento del plazo fijado por el juez; b)
por cambio de las circunstancias que se tuvieron en cuenta para su fijación; c) por las mismas causas de
indignidad previstas en materia sucesoria (art. 445).
Compensación económica. El Código incorpora la novedosa figura de la compensación económica,
aceptada en el derecho comparado, y coherente con el régimen incausado de divorcio, alejada del
concepto de culpa conyugal y basada en el principio de solidaridad familiar y en que el matrimonio no sea
causa fuente de enriquecimiento o empobrecimiento económico de un cónyuge a costa del otro. Así
reconoce el derecho a una compensación en favor del cónyuge a quien el divorcio produce un
desequilibrio manifiesto que signifique un empeoramiento de su situación y que tiene por causa adecuada
el vínculo matrimonial y su ruptura. Por ejemplo, si al momento de contraer nupcias se optó por llevar
adelante una familia en la cual uno solo de los cónyuges era el proveedor económico y el otro cumplía sus
funciones en el seno del hogar y en apoyo a la profesión del otro, no sería justo que al quiebre de esa
elección se deje desamparado a aquél de los cónyuges que invirtió su tiempo en tareas que no se traducen
en réditos económicos. En este caso, se le fijará una compensación económica que puede asumir distintas
modalidades de pago: puede consistir en una prestación única, en una renta por tiempo determinado o,
excepcionalmente, por plazo indeterminado. Puede pagarse con dinero, con el usufructo de determinados
bienes o de cualquier otro modo que acuerden las partes o decida el juez. Desde luego nada impide que
los cónyuges convengan su monto y forma de pago en el convenio regulador, pero, como se trata de un
caso de protección legal con fundamento en la solidaridad familiar, ante la falta de acuerdo el juez debe
resolver.
La acción para reclamar la compensación económica caduca a los 6 meses de haberse dictado la
sentencia de divorcio (arts. 441 y 442).
7.- Régimen patrimonial del matrimonio.
Introducción. Se trata del conjunto de relaciones jurídicas de orden patrimonial que el matrimonio
establece entre los cónyuges, y entre éstos y los terceros, de modo que reconoce exclusivamente al
vínculo matrimonial como causa y punto de partida de la existencia del régimen, y por tanto no rige
respecto de la figura de la unión convivencial.5

5
Molina de Juan, Mariel. “Régimen patrimonial del matrimonio”, en Tratado de Derecho de Familia (Según el
Código Civil y Comercial de 2014). Kemelmajer de Carlucci, Aída; Herrera, Marisa; Lloveras, Nora (Directoras). T.
Una de las modificaciones más trascedentes que introduce el Código en esta materia es la de
otorgar a los cónyuges la posibilidad de elegir u optar por un régimen jurídico: el de “separación de
bienes”, manteniendo en forma supletoria un régimen patrimonial “primario” denominado régimen de
“comunidad”, que sustituye a la “sociedad conyugal”, que hasta la actual modificación era el único
régimen vigente en el derecho argentino, cuyo mantenimiento se explica “por ser el sistema más
adecuado a la igualdad jurídica de los cónyuges y a la capacidad de la que gozan; por ser el aceptado
mayoritariamente en el derecho comparado, y el más adaptado a la realidad socioeconómica de las
familias de la Argentina, en este momento”. 6 De este modo, se deroga el régimen patrimonial imperativo
único y forzoso que regía con anterioridad, muy cuestionado por la afectación de los principios
constitucionales de libertad y autonomía (art. 19 CN).
La regulación efectuada en el Capítulo 1 del Título II de este Libro Segundo, contiene normas
comunes a ambos regímenes, inderogables por los cónyuges, destinado a la protección de los intereses
familiares comprometidos (“régimen primario”) que existe en la mayoría de las leyes del derecho
comparado. En la 1ra. Sección común se regula: el deber de contribución; la protección de la vivienda
mediante la necesidad del asentimiento del cónyuge no titular y las consecuencias de su ausencia, falta o
negativa; el mandato entre cónyuges; la responsabilidad por deudas y la administración de cosas muebles
no registrables. El Capítulo 2 aborda lo relativo al régimen supletorio de “comunidad” de bienes.
Finalmente, en el Capítulo 3 de este Título, se trata el régimen convencional de la “separación de bienes”
por el que los cónyuges pueden optar por medio de las “convenciones matrimoniales” (art. 446), pues en
caso de no hacerlo, estos quedarán sometidos desde la celebración del matrimonio al régimen de
“comunidad de ganancias”, según lo dispone el art. 463.
a) CONVENCIONES MATRIMONIALES.
Son convenciones matrimoniales “los acuerdos, pactos, contratos o capitulaciones entre los
contrayentes o los cónyuges, relativos al régimen de relaciones patrimoniales” aplicable al matrimonio 7,
celebradas “con el fin de determinar el régimen matrimonial al cual quedarán sometidos, o bien alguno de
los aspectos de sus relaciones patrimoniales”. 8
Objeto de las convenciones (art. 446). Antes de la celebración del matrimonio los futuros cónyuges
pueden hacer convenciones que tengan únicamente los objetos siguientes:
1) La designación y avalúo de los bienes que cada uno lleva al matrimonio. Se trata de la identificación de
los bienes que cada cónyuge aporta al matrimonio, incluyendo también su avalúo (tasación o estimación
de su valor). Lógicamente la individualización recae en la práctica sobre bienes no registrables, y el
objetivo es dejar asentada (“preconstituida”) la prueba del carácter propio (no ganancial) de los bienes
designados por el cónyuge que los aporta;
2) La enunciación de las deudas, identificando las de cada consorte; ello con el fin de evitar que estas
puedan ser consideradas como deudas atribuibles a ambos cónyuges, sobre todo por la presunción de
ganancialidad de todos los bienes existentes al momento de la extinción de la comunidad (art. 466);
3) Las donaciones que se hagan entre ellos. El Código mantiene aquí la antigua institución de la donación
nupcial (donatio propter nuptias) del derecho romano imperial. “Contrapartida de la dote, la donación era
hecha por el esposo a la esposa, y no por ésta a aquél, y junto con la dote inalienable formaba una masa
patrimonial que era recibida por la mujer al enviudar, asegurando así su sostenimiento económico
ulterior”.9 La institución ya no funciona de esa manera, pudiendo tratarse de donaciones mutuas, que se
rigen por las disposiciones del contrato de donación, y sólo tienen efecto si el matrimonio se celebra, por
lo que están sujetas a una condición resolutoria (art. 451). Se trata de verdaderas donaciones realizadas
por uno de los esposos al otro y por razón del matrimonio. Se deben distinguir estas donaciones
prenupciales (por ejemplo el ajuar, los enseres y mobiliarios para el hogar, etc.) quedan sin efecto si el
matrimonio no se celebra -por ser justamente su causa- y dan lugar a la restitución, de los simples

I (Arts. 401 a 508), 1ra. edición, Rubinzal-Culzoni, 2014, pp. 527-528.


6
Fundamentos del Anteproyecto elaborado por la Comisión Redactora.
7
Molina de Juan, Mariel. “Régimen patrimonial del matrimonio”. Op. cit., p. 566.
8
Belluscio, Augusto C. Manual de Derecho de Familia, T. II, Ed. Astrea, Buenos Aires, 2004, p. 29.
9
Belluscio, Augusto C. Manual…, T. II, Op. cit., p. 32.
obsequios o presentes de uso que los contrayentes se efectúen inspirados en sus sentimientos (por ejemplo
los bienes que los novios se regalan por cumpleaños, aniversarios, pero que no involucran la intención de
casarse), que quedan consolidados sin que pueda demandarse su restitución. 10
Las donaciones también pueden ser hechas por terceros, aunque en este caso no se realiza mediante
una “convención prematrimonial” como las que se concretan entre los novios, pero sí, al igual que ellas,
se encuentran condicionadas a la celebración del matrimonio válido. El art. 452 dispone: “Las donaciones
hechas por terceros a uno de los novios, o a ambos, o por uno de los novios al otro, en consideración al
matrimonio futuro, llevan implícita la condición de que se celebre matrimonio válido”, de suerte tal que si
el matrimonio no se celebra, las donaciones deben ser restituidas, sea quien fuere el donante. En cambio,
si el matrimonio se celebra pero luego se declara su nulidad, las soluciones diferirán según la buena o
mala fe de los cónyuges de acuerdo con lo previsto sobre nulidad del matrimonio (arts. 424 y sigts.).
El Código regula también la “promesa de donación” hecha por un tercero a uno o a ambos novios.
Emitida la oferta de donación, esta “se presume aceptada desde que el matrimonio se celebra, si antes no
ha sido revocada”. La promesa quedará sin efecto, además, “si el matrimonio no se contrae en el plazo de
un año” de formulada (art. 453).
Por último, y conforme lo expuesto en el art. 450, las personas menores de edad autorizadas
judicialmente para casarse no pueden hacer donaciones en la convención matrimonial ni ejercer la opción
prevista en el art. 446 inciso d).
4) La opción que hagan por alguno de los regímenes patrimoniales previstos en el Código, es decir, por el
régimen de “separación de bienes”, pues en caso de que la convención matrimonial no incluyera esta
opción, se aplicaría en forma supletoria el régimen de “comunidad” de bienes.
Nulidad de otros acuerdos. Debe destacarse el carácter taxativo del contenido de la convención según la
enumeración efectuada en el art. 446, desde que la ley reputa nula y de ningún valor “toda convención
entre los futuros cónyuges sobre cualquier otro objeto relativo a su patrimonio” (art. 447). Por ello, con
posterioridad a celebradas las nupcias, las convenciones entre los esposos solo podrán tener por objeto la
modificación del régimen, es decir, el pasaje íntegro de un régimen a otro. Fuera de esta hipótesis, los
cónyuges no pueden efectuar ninguna disposición relativa a los bienes involucrados, pues carecerán de
todo valor.
Forma y oportunidad. Las convenciones matrimoniales deben ser hechas por escritura pública antes de la
celebración del matrimonio, y sólo producen efectos a partir de esa celebración y en tanto el matrimonio
no sea anulado. Pueden ser modificadas antes del matrimonio, mediante un acto otorgado también por
escritura pública. Para que la opción del art. 446 inc. d), produzca efectos respecto de terceros, debe
anotarse marginalmente en el acta de matrimonio (art. 448).
Modificación de régimen. Después de la celebración del matrimonio, el régimen patrimonial puede
modificarse por convención de los cónyuges. Esta convención puede ser otorgada después de un año de
aplicación del régimen patrimonial, convencional o legal, mediante escritura pública. Para que el cambio
de régimen produzca efectos respecto de terceros, debe anotarse marginalmente en el acta de matrimonio
(art. 449).
b) DISPOSICIONES COMUNES A TODOS LOS REGÍMENES (arts. 454 a 462).
Estas disposiciones plasman el principio de “solidaridad familiar” a través de un conjunto de
normas obligatorias, inderogables e indisponibles para los cónyuges, y aplicables con independencia del
régimen al que estén sometidos (comunidad o separación de bienes), cuyo objeto es asegurar un sistema
solidario que obligue a ambos cónyuges a satisfacer las necesidades del hogar así como a proteger la
vivienda familiar y los bienes que la componen. En miras a proteger la vida familiar, se regulan efectos
patrimoniales básicos e ineludibles cimentados en la idea de solidaridad, y con independencia del status
matrimonial o extramatrimonial de la familia 11, al punto que estas disposiciones son replicadas en el
régimen previsto para las “uniones convivenciales” (arts. 520 y 521), lo que demuestra que la protección

10
Peracca, Ana. “Comentarios a los arts. 446 a 508”. Op. cit., pp. 93-94.
11
Medina, Graciela. “Disposiciones comunes a todos los regímenes”, en Código Civil y Comercial de la Nación
Comentado, Julio C. Rivera y Graciela Medina (Directores), Tomo II, La Ley, Buenos Aires, 2014, pp. 123-124.
a la familia en el Código responde al mandato constitucional y a la interpretación emanada de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, como se expresara al comienzo de este capítulo. 12
Aplicación. Inderogabilidad. Las disposiciones de la Sección 3ra. del Título II se aplican, cualquiera sea
el régimen matrimonial, y excepto que se disponga otra cosa en las normas referentes a un régimen
específico. Estas disposiciones son inderogables por convención de los cónyuges, anterior o posterior al
matrimonio, excepto disposición expresa en contrario.
Deber de contribución. Los cónyuges deben contribuir a su propio sostenimiento, al del hogar y al de los
hijos comunes, en proporción a sus recursos. El cónyuge que no da cumplimiento a esta obligación puede
ser demandado judicialmente por el otro para que lo haga, debiéndose considerar que el trabajo en el
hogar es computable como contribución a las cargas.
La medida del aporte se exige “en proporción a los recursos” de cada cónyuge. El Código reconoce
que el trabajo doméstico es computable como contribución. Este reconocimiento tiene un enorme valor
político, y representa un gran paso en la transformación de la cultura, de la sociedad y de ciertas
costumbres inclinadas a asignar a cada uno de los sexos determinadas tareas y responsabilidades. De esta
forma, quienquiera que fuera el cónyuge que ejecute las tareas domésticas, debe ser considerado como
contribuyente de la obligación de sostenimiento impuesta en la norma. 13
Asentimiento conyugal. Actos que requieren asentimiento. Ninguno de los cónyuges puede, sin el
asentimiento del otro, disponer de los derechos sobre la vivienda familiar, ni de los muebles
indispensables de ésta, ni transportarlos fuera de ella.
La vivienda familiar no puede ser ejecutada por deudas contraídas después de la celebración del
matrimonio, excepto que lo hayan sido por ambos cónyuges conjuntamente o por uno de ellos con el
asentimiento del otro. (art. 456).
Requisitos del asentimiento. En todos los casos en que se requiere el asentimiento del cónyuge para el
otorgamiento de un acto jurídico, aquél debe versar sobre el acto en sí y sus elementos constitutivos, lo
que significa que el asentimiento debe darse para cada acto en particular, con identificación no solo del
acto sino también de sus elementos constitutivos.
Autorización judicial. Uno de los cónyuges puede ser autorizado judicialmente a otorgar un acto que
requiera el asentimiento del otro, si éste está ausente, es persona incapaz, está transitoriamente impedido
de expresar su voluntad, o si su negativa no está justificada por el interés de la familia.
Mandato entre cónyuges. Uno de los cónyuges puede dar poder al otro para representarlo en el ejercicio
de las facultades que el régimen matrimonial le atribuye, pero no para darse a sí mismo el asentimiento en
los casos en que se aplica el art. 456. La facultad de revocar el poder no puede ser objeto de limitaciones.
Excepto convención en contrario, el apoderado no está obligado a rendir cuentas de los frutos y rentas
percibidos (art. 459).
La tutela de la vivienda se completa con la prohibición impuesta a los cónyuges por el artículo 459:
si bien se los autoriza a darse poder para ser representado el uno por el otro en el ejercicio de las
facultades que el régimen matrimonial les atribuye, les prohíbe otorgarse a sí mismos el asentimiento para
disponer de los derechos sobre la vivienda familiar.
Responsabilidad solidaria por deudas. El art. 461 dispone como principio general que ninguno de los
cónyuges responde por las obligaciones asumidas por el otro, regla que se replica en ambos regímenes
patrimoniales disponibles: en la comunidad de ganancias donde “cada uno de los cónyuges responde
frente a sus acreedores con todos sus bienes propios y los gananciales por él adquiridos” (art. 467), y en el
régimen de separación de bienes, en el cual “cada uno de ellos responde por las deudas por él contraídas
excepto lo dispuesto en el artículo 461” (art. 505). Por excepción, los cónyuges responden solidariamente
por las obligaciones contraídas por uno de ellos para solventar: a) las necesidades ordinarias del hogar; b)
el sostenimiento y la educación de los hijos, todo ello de conformidad con la obligación de contribuir al
sostén alimentario de la familia según lo dispuesto en el art. 455.

12
Peracca, Ana. “Comentarios a los arts. 446 a 508”. Op. cit., p. 95.
13
Peracca, Ana. “Comentarios a los arts. 446 a 508”. Op. cit., p. 98.
Cosas muebles no registrables. Los actos de administración y disposición a título oneroso de cosas
muebles no registrables cuya tenencia ejerce individualmente uno de los cónyuges, celebrados por éste
con terceros de buena fe, son válidos, excepto que se trate de los muebles indispensables del hogar o de
los objetos destinados al uso personal del otro cónyuge o al ejercicio de su trabajo o profesión. En tales
casos, el otro cónyuge puede demandar la nulidad dentro del plazo de caducidad de 6 meses de haber
conocido el acto y no más allá de 6 meses de la extinción del régimen matrimonial (art. 462).
c) RÉGIMEN DE COMUNIDAD.
Carácter supletorio. A falta de opción hecha en la convención matrimonial, los cónyuges quedan
sometidos desde la celebración del matrimonio al “régimen de comunidad de ganancias”. No puede
estipularse que la comunidad comience antes o después, excepto el caso de cambio de régimen
matrimonial previsto en el art. 449.
El sistema se caracteriza por ser una comunidad restringida de ganancia, ya que excluye todos los bienes
de los esposos anteriores al matrimonio (bienes propios) y los que adquieran después del mismo por un
título que les confiera el carácter de tales (art. 464). Los bienes que ingresen a la comunidad (gananciales)
serán divididos entre los cónyuges, o entre uno de ellos y los herederos del fallecido, por partes iguales, al
momento de la disolución de la comunidad. Además en este régimen la gestión de los bienes propios y de
los gananciales es separada, como es separado también el régimen de deudas de los cónyuges frente a sus
acreedores.
Bienes de los cónyuges.
1) Bienes propios. De una manera general puede decirse que son bienes propios de los cónyuges
“aquellos que aporta cada uno al matrimonio, los recibidos posteriormente por herencia, donación o
legado, y los adquiridos con el producto de aquéllos”.
Conforme al art. 464, son bienes propios de cada uno de los cónyuges:
2) Bienes gananciales. Son gananciales “los bienes adquiridos durante la vida en común por el esfuerzo
de cualquiera de los cónyuges, por el juego o el azar o con el producido de las rentas y frutos de los
propios y comunes”.
Según el art. 465 son bienes gananciales:
No son gananciales las indemnizaciones percibidas por la muerte del otro cónyuge, incluso las
provenientes de un contrato de seguro, sin perjuicio, en este caso, de la recompensa debida a la
comunidad por las primas pagadas con dinero de ésta.
Prueba del carácter propio o ganancial. Se presume, excepto prueba en contrario, que son gananciales
todos los bienes existentes al momento de la extinción de la comunidad. Respecto de terceros, no es
suficiente prueba del carácter propio la confesión de los cónyuges (art. 466).
Para que sea oponible a terceros el carácter propio de los bienes registrables adquiridos durante la
comunidad por inversión o reinversión de bienes propios, es necesario que en el acto de adquisición se
haga constar esa circunstancia, determinándose su origen, con la conformidad del otro cónyuge. En caso
de no podérsela obtener, o de negarla éste, el adquirente puede requerir una declaración judicial del
carácter propio del bien, de la que se debe tomar nota marginal en el instrumento del cual resulta el título
de adquisición. El adquirente también puede pedir esa declaración judicial en caso de haberse omitido la
constancia en el acto de adquisición.
3) Deudas de los cónyuges.
Responsabilidad. Cada uno de los cónyuges responde frente a sus acreedores con todos sus bienes propios
y los gananciales por él adquiridos. Por los gastos de conservación y reparación de los bienes gananciales
responde también el cónyuge que no contrajo la deuda, pero sólo con sus bienes gananciales (art. 467).
Recompensa. El cónyuge cuya deuda personal fue solventada con fondos gananciales, debe recompensa a
la comunidad; y ésta debe recompensa al cónyuge que solventó con fondos propios deudas de la
comunidad (art. 468).
4) Gestión de los bienes en la comunidad.
Bienes propios. Cada uno de los cónyuges tiene la libre administración y disposición de sus bienes
propios, excepto lo dispuesto en el art. 456 (actos que requieren asentimiento).
Bienes gananciales. La administración y disposición de los bienes gananciales corresponde al cónyuge
que los ha adquirido. Sin embargo, es necesario el asentimiento del otro para enajenar o gravar: a) los
bienes registrables; b) las acciones nominativas no endosables y las no cartulares, con excepción de las
autorizadas para la oferta pública, sin perjuicio de la aplicación del artículo 1824; c) las participaciones en
sociedades no exceptuadas en el inciso anterior; d) los establecimientos comerciales, industriales o
agropecuarios.
También requieren asentimiento las promesas de los actos comprendidos en los incisos anteriores.
Al asentimiento y a su omisión se aplican las normas de los arts. 456 a 459 (art. 470).
Bienes adquiridos conjuntamente. La administración y disposición de los bienes adquiridos
conjuntamente por los cónyuges corresponde en conjunto a ambos, cualquiera que sea la importancia de
la parte correspondiente a cada uno. En caso de disenso entre ellos, el que toma la iniciativa del acto
puede requerir que se lo autorice judicialmente en los términos del artículo 458.
A las partes indivisas de dichos bienes se aplican los dos artículos anteriores.
A las cosas se aplican las normas del condominio en todo lo no previsto en este artículo. Si alguno
de los cónyuges solicita la división de un condominio, el juez de la causa puede negarla si afecta el interés
familiar (art. 471).
Ausencia de prueba. Se reputa que pertenecen a los dos cónyuges por mitades indivisas los bienes
respecto de los cuales ninguno de ellos puede justificar la propiedad exclusiva (art. 472).
Fraude. Son inoponibles al otro cónyuge los actos otorgados por uno de ellos dentro de los límites de sus
facultades pero con el propósito de defraudarlo (art. 473).
Administración sin mandato expreso. Si uno de los cónyuges administra los bienes del otro sin mandato
expreso, se aplican las normas del mandato o de la gestión de negocios, según sea el caso (art. 474).
5) Extinción de la comunidad.
Las causales de extinción de la comunidad resultan de la taxativa enumeración del art. 475 y no
pueden ser otras que las expresadas en la ley, de donde se sigue que no existe disolución de la comunidad
nacida de un acuerdo de partes salvo el caso de cambio del régimen patrimonial y exclusivamente con
esos alcances.
La comunidad se extingue por: a) la muerte comprobada o presunta de uno de los cónyuges. En el
supuesto de presunción de fallecimiento, los efectos de la extinción se retrotraen al día presuntivo del
fallecimiento; b) la anulación del matrimonio putativo; c) el divorcio; d) la separación judicial de bienes;
e) la modificación del régimen matrimonial convenido (art. 475).
Separación judicial de bienes. La separación judicial de bienes puede ser solicitada por uno de los
cónyuges: a) si la mala administración del otro le acarrea el peligro de perder su eventual derecho sobre
los bienes gananciales; b) si se declara el concurso preventivo o la quiebra del otro cónyuge; c) si los
cónyuges están separados de hecho sin voluntad de unirse; d) si por incapacidad o excusa de uno de los
cónyuges, se designa curador del otro a un tercero (art. 477).
La acción de separación de bienes no puede ser promovida por los acreedores del cónyuge por vía
de subrogación (art. 478). Asimismo, en la acción de separación judicial de bienes se pueden solicitar las
medidas protectorias previstas en el art. 483 (art. 479).
Momento de la extinción (art. 480). La anulación del matrimonio, el divorcio o la separación de bienes
producen la extinción de la comunidad con efecto retroactivo al día de la notificación de la demanda o de
la petición conjunta de los cónyuges.
Si la separación de hecho sin voluntad de unirse precedió a la anulación del matrimonio o al
divorcio, la sentencia tiene efectos retroactivos al día de esa separación.
El juez puede modificar la extensión del efecto retroactivo fundándose en la existencia de fraude o
abuso del derecho. En todos los casos, quedan a salvo los derechos de los terceros de buena fe que no
sean adquirentes a título gratuito.
En el caso de separación judicial de bienes, los cónyuges quedan sometidos al régimen establecido
en los artículos 505, 506, 507 y 508 (régimen de separación de bienes).
6) Indivisión postcomunitaria.
Existe indivisión “cuando dos o más personas tienen derechos en común sobre un bien o un
conjunto de bienes, sin que exista división material de sus partes”. 14 Tales son el condominio de varias
personas por partes indivisas sobre cosas; la indivisión hereditaria, en caso de pluralidad de herederos,
desde el fallecimiento del causante hasta la partición. También lo es la indivisión postcomunitaria, que se
produce entre los cónyuges, o entre uno de ellos y herederos del otro, o entre los herederos de ambos,
desde la extinción de la comunidad hasta que se materialice su liquidación.
En cuanto a las normas aplicables durante este periodo a las relaciones jurídicas de los cónyuges
entre sí y con terceros, el Código anterior remitía a las reglas de la comunidad hereditaria cuando la
extinción de la comunidad se originaba en la muerte de uno de ellos, mientras que cuando la extinción
operaba en vida de ambos no existía previsión normativa.
El CCCN mantiene la aplicación de las reglas de la indivisión hereditaria (arts. 2323 y sigts.) en los
supuestos en los que la extinción del régimen de comunidad se produce por muerte de los esposos. En
cambio, regula expresamente la indivisión postcomunitaria para el caso de que extinción de la comunidad
se produzca en vida de ambos esposos (divorcio, declaración de nulidad del matrimonio, separación
judicial de bienes o modificación del régimen patrimonial convenida por los cónyuges). En ese orden, se
les reconoce la facultad de acordar las reglas que regirán sus relaciones económicas durante el periodo
posterior a la extinción de la comunidad, hasta su liquidación, derecho que solo está reservado a los
supuestos en que la extinción comunitaria opere conjuntamente con la disolución del vínculo
matrimonial. Caso contrario -separación judicial de bienes o modificación del régimen convenido por los
cónyuges-, si está vigente el matrimonio, rigen las restricciones contenidas en el “régimen primario” (arts.
456, 457 y 462), estando los cónyuges impedidos de apartarse de ellas. 15
Uso de los bienes indivisos. Cada copartícipe puede usar y disfrutar de los bienes indivisos conforme a su
destino, en la medida compatible con el derecho del otro. Si no hay acuerdo, el ejercicio de este derecho
es regulado por el juez. El uso y goce excluyente sobre toda la cosa en medida mayor o calidad distinta a
la convenida, solo da derecho a indemnizar al copartícipe a partir de la oposición fehaciente, y en
beneficio del oponente (art. 484).
Frutos y rentas. Los frutos y rentas de los bienes indivisos acrecen a la indivisión. El copropietario que los
percibe debe rendición de cuentas, y el que tiene el uso o goce exclusivo de alguno de los bienes indivisos
debe una compensación a la masa desde que el otro la solicita (art. 485).
7) Liquidación de la comunidad.
La masa postcomunitaria está destinada a ser dividida entre los cónyuges o sus sucesores. Pero
antes de proceder a la partición es necesario establecer la debida composición de la masa que va a entrar
en la partición, para lo cual se deben realizar una serie de actos tendientes a determinar el carácter y el
valor de los bienes, concluir los negocios pendientes, pagar las deudas a los terceros, ajustar las cuentas
entre la sociedad conyugal y los cónyuges, etc., para finalmente establecer el saldo partible. Todo ese
conjunto de operaciones es lo que configura la liquidación 16 de la comunidad.
Los pasos que deben darse en el proceso de liquidación de la comunidad, son en síntesis los
siguientes: en primer término, deben calificarse y valuarse los bienes sujetos a partición, y establecer el
pasivo que pesa sobre la masa ganancial. Luego se instituirán los créditos por recompensas que tienen los

14
Belluscio, Augusto C. Manual…, T. II, Op. cit., p. 181.
15
Peracca, Ana. “Comentarios a los arts. 446 a 508”. Op. cit., p. 150.
16
Belluscio, Augusto C. Manual…, T. II, Op. cit., p. 193.
cónyuges contra la comunidad, y los de esta contra los cónyuges. El remanente constituirá la masa
partible: activos gananciales líquidos de uno y otro cónyuge (art. 497), excluidos los bienes propios. 17
Recompensas. Extinguida la comunidad, se procede a su liquidación. A tal fin, se establece la cuenta de
las recompensas que la comunidad debe a cada cónyuge y la que cada uno debe a la comunidad, según las
reglas de los artículos siguientes (art. 488)
Se llaman “recompensas” los créditos entre uno de los cónyuges y la sociedad conyugal que surgen
con motivo de la gestión patrimonial de los bienes propios y gananciales durante la sociedad conyugal, y
que deben ser determinados después de su disolución para establecer con exactitud la masa que ha de
entrar en la partición. Su propósito es restablecer la debida composición de las masas patrimoniales
propias de cada cónyuge, teniendo en cuenta los bienes que las constituían al iniciarse la sociedad
conyugal y los que fueron adicionándose o sustrayéndose después. Su determinación tiende a evitar que el
haber propio de cada cónyuge aumente a expensas del común, o disminuya en beneficio de la masa
ganancial.18
El pago de la recompensa parte de la relación crédito/deuda entre un cónyuge acreedor y un
cónyuge deudor, pues se trata de la satisfacción de créditos debidos entre cónyuges, o entre uno de ellos y
los herederos del otro a causa de su participación en la comunidad. La directiva general consiste en el
deber de compensar los casos en los que hubo provecho de una masa -ganancial o propia-, en detrimento
de la otra, por uso de fondos que no le pertenecen, sin perjuicio de los casos expresos de compensación
regulados a lo largo del Código.19
Cargas de la comunidad. El art. 489 regula el modo de la contribución, es decir, con qué fondos se deben
afrontar.
Obligaciones personales (art. 490).
Casos de recompensas (art. 491). Con un principio general amplio, el Código dispone que “la comunidad
debe recompensa al cónyuge si se ha beneficiado en detrimento del patrimonio propio, y el cónyuge debe
recompensa a la comunidad si se ha beneficiado en detrimento del haber de la comunidad”.
Monto y valuación de las recompensas. El monto de la recompensa es igual al menor de los valores que
representan la erogación y el provecho subsistente para el cónyuge o para la comunidad, al día de su
extinción, apreciados en valores constantes. Si de la erogación no derivó ningún beneficio, se toma en
cuenta el valor de aquélla (art. 493). En cuanto a la valuación, los bienes que originan recompensas se
valúan según su estado al día de la disolución del régimen y según su valor al tiempo de la liquidación
(art. 494).
Se parte de cotejar dos valores al día de extinción de la comunidad: por un lado la erogación (gasto,
inversión) efectuada por un cónyuge con dinero propio en beneficio del haber ganancial, o con fondos
comunes en beneficio propio; y por el otro el provecho que tal erogación implicó para la comunidad o
para el cónyuge. De esta comparación, el menor valor representará el monto de la recompensa. Por tanto,
quien demande la recompensa deberá probar tanto la magnitud de las erogaciones efectuadas (con fondos
comunes en beneficio propio o con fondos propios en beneficio de la comunidad), como la existencia del
provecho. Si no se registra ningún provecho o beneficio, se toma como monto de la recompensa el valor
de la erogación, a valores constantes, al momento de la liquidación de la comunidad (art. 494). La
expresión “en valores constantes” permite aplicar mecanismos correctivos de las distorsiones derivadas
de la depreciación o apreciación monetaria por efecto inflacionario u otras causas.
Liquidación. Efectuado el balance de las recompensas adeudadas por cada uno de los cónyuges a la
comunidad y por ésta a aquel, el saldo en favor de la comunidad debe colacionarlo a la masa común, y el
saldo en favor del cónyuge le debe ser atribuido a éste sobre la masa común. En caso de insuficiencia de
la masa ganancial, en la partición se atribuye un crédito a un cónyuge contra el otro (art. 495).

17
Peracca, Ana. “Comentarios a los arts. 446 a 508”. Op. cit., p. 175.
18
Veloso, Sandra; “Liquidación de la comunidad” en Código Civil y Comercial de la Nación Comentado, Julio C.
Rivera y Graciela Medina (Directores), Tomo II, La Ley, Buenos Aires, 2014, pp. 123-124.. Op. cit., p. 245.
19
Peracca, Ana. “Comentarios a los arts. 446 a 508”. Op. cit., p. 165.
Los saldos recompensables resultan operaciones contables y, en principio, no se traducen en pagos
directos entre los cónyuges sino en su cómputo en la cuenta de balance de la comunidad. De modo que si
la recompensa es de la comunidad contra uno de los cónyuges, su valor se adicionará al haber ganancial y
se imputará a la porción del cónyuge deudor. En el caso inverso -recompensa de un cónyuge contra la
comunidad-, el valor de aquella se debita de la masa ganancial, y al cónyuge acreedor se le atribuirá,
además de la mitad de los gananciales líquidos, el importe de la recompensa. 20 Sólo se producirán pagos
de uno de los cónyuges al otro cuando el haber común sea insuficiente para cubrir los derechos del
cónyuge no deudor, o en su caso subsistirá el crédito.21
8) Partición de la comunidad (arts. 496 a 504).
La partición es última etapa de la liquidación de la comunidad, y es donde se concreta el derecho en
expectativa que cada cónyuge tenía a la mitad indivisa de los bienes gananciales, que ahora pasarán a ser
de su exclusiva propiedad. Solo en tres casos no habrá partición: uno es cuando no existen bienes, pues no
hay nada que particionar; otro, cuando la disolución es por muerte y el cónyuge supérstite es el único
heredero, pues en tal caso se transferirá de pleno derecho a éste todo el haber conyugal 22, y también
cuando existe un caso de indivisión forzosa impuesto por el testador o convenido por los herederos 23,
aunque en este último caso por un plazo limitado a 10 años (arts. 2330 y 2331). En cuanto al derecho de
pedirla, una vez disuelta la comunidad la partición puede ser solicitada en todo tiempo, excepto
disposición legal en contrario (art. 496).
Masa partible. La masa común se integra con la suma de los activos gananciales líquidos de uno y otro
cónyuge, es decir a las que previamente se les han descontado las deudas.
División. “La masa común se divide por partes iguales entre los cónyuges, sin consideración al monto de
los bienes propios ni a la contribución de cada uno a la adquisición de los gananciales. Si se produce por
muerte de uno de los cónyuges, los herederos reciben su parte sobre la mitad de gananciales que hubiese
correspondido al causante. Si todos los interesados son plenamente capaces, se aplica el convenio
libremente acordado” (art. 498). Determinados los bienes que deben partirse, una vez pagadas las deudas
y realizadas las compensaciones correspondientes, los bienes gananciales deben repartirse por mitades
entre los cónyuges, o entre uno de ellos y los herederos del otro.
Esta es la finalidad del régimen de comunidad, es decir, que ambos cónyuges participen en las
ganancias obtenidas desde el comienzo hasta la finalización de la comunidad, sin considerar los montos o
contribuciones de los bienes propios de cada uno, pues la masa común no se repartirá en función del
porcentaje de aportes gananciales efectuado, sino por mitades. Si existiese convenio regulador referido a
la liquidación de los bienes de la comunidad, regirán las pautas allí establecidas.
Atribución preferencial. “Uno de los cónyuges puede solicitar la atribución preferencial de los bienes
amparados por la propiedad intelectual o artística, de los bienes de uso relacionados con su actividad
profesional, del establecimiento comercial, industrial o agropecuario por él adquirido o formado que
constituya una unidad económica, y de la vivienda por él ocupada al tiempo de la extinción de la
comunidad, aunque excedan de su parte en ésta, con cargo de pagar en dinero la diferencia al otro
cónyuge o a sus herederos. Habida cuenta de las circunstancias, el juez puede conceder plazos para el
pago si ofrece garantías suficientes” (art. 499).
La norma incorpora una interesante previsión, como es la atribución preferencial de ciertos bienes a
alguno de los cónyuges cuando, en los casos previstos, esos bienes tienen un vínculo o un valor especial y
superior para uno de ellos respecto del otro. En tales casos, e incluso en otros no enumerados en la norma
pero que respondan a los mismos fundamentos, el juez podrá asignar a un cónyuge bienes por sobre el
valor que le corresponde a su porción, compensando la diferencia con el pago con sumas de dinero al otro
cónyuge o a sus herederos, fijando plazos para dicho pago si existiesen garantías suficientes.

20
Peracca, Ana. “Comentarios a los arts. 446 a 508”. Op. cit., p. 175.
21
Veloso, Sandra; “Liquidación de la comunidad”. Op. cit., Tomo II, p. 254.
22
Hollweck, Mariana; “Partición de la comunidad”, en Código Civil y Comercial de la Nación Comentado, Julio C.
Rivera y Graciela Medina (Directores), Tomo II, La Ley, Buenos Aires, 2014, p. 257.
23
Molina de Juan, Mariel. “Régimen patrimonial del matrimonio”. Op. cit., p. 859.
Forma de la partición. “El inventario y división de los bienes se hacen en la forma prescripta para la
partición de las herencias” (art. 500). Sea que la comunidad se haya extinguido por muerte de uno de los
cónyuges o en vida de ambos, la norma remite al modo de efectuar la partición hereditaria. Dicha
partición puede hacerse de dos maneras: en forma privada, si todos los copartícipes están presentes y son
capaces, o judicial. En este último caso, y sin perjuicio de lo que dispongan los Códigos de
procedimientos locales, “el Código establece, de manera expresa, la figura del partidor (art. 2373), así
como la posibilidad de que cualquiera de los copartícipes (en este caso, los cónyuges) soliciten la
licitación de alguno de los bienes de la herencia (art. 2372), al tiempo que contempla las diferentes etapas
del proceso particional y los objetivos de cada una ellas -composición de la masa (art. 2376); formación
de lotes (art. 2377); asignación (art. 2378), entre otras-”. 24 Los gastos a que dé lugar el inventario y
división de los bienes de la comunidad están a cargo de los cónyuges, o del supérstite y los herederos del
premuerto, a prorrata de su participación en los bienes (art. 501), es decir, en forma proporcional a su
participación en la masa.
Responsabilidad posterior a la partición por deudas anteriores. Después de la partición, cada uno de los
cónyuges responde frente a sus acreedores por las deudas contraídas con anterioridad con sus bienes
propios y la porción que se le adjudicó de los gananciales (art. 502). Se trata de deudas contraídas antes
de la partición que se mantienen impagas después de ésta, por lo que deberán responder frente a sus
acreedores con sus bienes propios o con los gananciales adjudicados.
d) RÉGIMEN DE SEPARACIÓN DE BIENES.
Gestión de los bienes. En el régimen de separación de bienes, cada uno de los cónyuges conserva la libre
administración y disposición de sus bienes personales, excepto lo dispuesto en el artículo 456. Cada uno
de ellos responde por las deudas por él contraídas, excepto lo dispuesto en el artículo 461 (art. 505).
En este sistema no hay distinción entre bienes propios y gananciales; solo hay bienes personales o
privativos, y ninguna comunidad de bienes surge con el matrimonio, de modo que ningún cónyuge tiene
derecho sobre las ganancias del otro. Cada cónyuge conserva su patrimonio en forma independiente, y
mantiene la propiedad exclusiva, el uso, goce y disposición de sus bienes con sus frutos, tanto los
existentes a la fecha de comenzar el régimen de separación como respecto de los que adquiera durante su
vigencia.
No obstante, recordemos que el Código instaura un conjunto de normas indisponibles que se
imponen a los cónyuges, cualquiera fuere el régimen al que adhieran (comunidad o separación de bienes),
contenido en el denominado “régimen primario” (arts. 454 a 462) a través de una serie de obligaciones y
restricciones a la autonomía personal, respecto de la disposición de los derechos sobre la vivienda
familiar y de los muebles indispensables de esta, así como transportarlos fuera de ella, actos para los que
requiere el asentimiento del cónyuge no titular del bien (art. 456).
Asimismo se establece el principio de responsabilidad separada por deudas, que se complementa
con la regla de solidaridad legal pasiva prevista en el “régimen primario” respecto de las deudas
contraídas para solventar las necesidades ordinarias del hogar, el sostenimiento, y la educación de los
hijos comunes (arts. 455 y 461).
Cese del régimen. Cesa el régimen de separación de bienes por la disolución del matrimonio y por la
modificación del régimen convenido entre los cónyuges (art. 507).
El Código regula dos formas de cesación del régimen de separación de bienes: a) por disolución del
matrimonio -divorcio, muerte comprobada o presunta de uno o ambos cónyuges (art. 435), y por nulidad
de matrimonio en el que se hubiere acordado régimen de separación (art. 429), y b) convencional, por
mutar los cónyuges al régimen de comunidad. Recordemos que para que sea oponible a terceros, la
cesación de cualquier régimen patrimonial del matrimonio debe ser inscripta en el Registro Civil (art.
449).
Disolución del matrimonio. Disuelto el matrimonio, a falta de acuerdo de bienes entre los cónyuges
separados o sus herederos, la partición de los bienes indivisos se hace en la forma prescripta para la
partición de las herencias (art. 508). Aquí se mantiene el mismo criterio que fija el art. 500 al permitir a

24
Peracca, Ana. “Comentarios a los arts. 446 a 508”. Op. cit., p. 180.
los cónyuges acordar las pautas de la partición. Caso contrario, rigen las previsiones en materia de
partición hereditaria.
8.- Ley aplicable al matrimonio
Jurisdicción. Las acciones de validez, nulidad y disolución del matrimonio, así como las referentes a los
efectos del matrimonio, deben interponerse ante los jueces del último domicilio conyugal efectivo o ante
el domicilio o residencia habitual del cónyuge demandado. Se entiende por domicilio conyugal efectivo el
lugar de efectiva e indiscutida convivencia de los cónyuges (art. 2621).
Derecho aplicable. La capacidad de las personas para contraer matrimonio, la forma del acto, su
existencia y validez, se rigen por el derecho del lugar de la celebración, aunque los contrayentes hayan
dejado su domicilio para no sujetarse a las normas que en él rigen. No se reconoce ningún matrimonio
celebrado en un país extranjero si media alguno de los impedimentos previstos en los artículos 575,
segundo párrafo y 403, incisos a), b), c), d) y e). El derecho del lugar de celebración rige la prueba de la
existencia del matrimonio (art. 2622).
Efectos personales del matrimonio. Las relaciones personales de los cónyuges se rigen por el derecho del
domicilio conyugal efectivo (art. 2624).
Efectos patrimoniales del matrimonio. Las convenciones matrimoniales rigen las relaciones de los
esposos respecto de los bienes. Las convenciones celebradas con anterioridad al matrimonio se rigen por
el derecho del primer domicilio conyugal; las posteriores se rigen por el derecho del domicilio conyugal
al momento de su celebración.
En defecto de convenciones matrimoniales, el régimen de bienes se rige por el derecho del primer
domicilio conyugal. Todo ello, excepto en lo que, siendo de estricto carácter real, está prohibido por la ley
del lugar de situación de los bienes.
En el supuesto de cambio de domicilio a la República, los cónyuges pueden hacer constar en
instrumento público su opción por la aplicación del derecho argentino. El ejercicio de esta facultad no
debe afectar los derechos de terceros (art. 2625).
Disolución del matrimonio. El divorcio y las otras causales de disolución del matrimonio se rigen por el
derecho del último domicilio de los cónyuges (art. 2626).
9.- Uniones convivenciales.
A) Introducción. El Código regula de manera inédita las “uniones convivenciales”, fenómeno social cada
vez más frecuente en la Argentina. El Anteproyecto de la Comisión Redactora aclara que ello no significa
promover determinadas conductas o una decisión valorativa respecto de algunas de ellas. De lo que se
trata es de regular una serie de opciones de vida propias de una sociedad pluralista, en la que conviven
diferentes visiones que el legislador no puede desatender.
El progresivo incremento del número de personas que optan por organizar su vida familiar a partir
de una unión convivencial constituye una constante en todos los sectores sociales y ámbitos geográficos.
Las uniones convivenciales, es decir, aquellas parejas que no prestan su consentimiento expreso y libre
ante el registro civil para formalizar el vínculo, pero también signadas por el afecto y el proyecto de vida
en común, son una realidad cada vez más frecuente en nuestro país a punto tal que el Censo de 2010
indica que del total de parejas, el 38% son uniones convivenciales, contra el 25% del Censo de 2001. 25
La reforma constitucional de 1994 implicó la aceptación de diferentes formas de organización
familiar, fenómeno reconocido en diversas leyes especiales y en la jurisprudencia, que han otorgado
algunos efectos jurídicos a las relaciones afectivas que cumplen determinados requisitos (estabilidad,
permanencia, singularidad y publicidad). El avance de la jurisprudencia y de la legislación local en la
materia es manifiesto. Por ello la unión convivencial exhibe un valor jurídico semejante al matrimonio,
aunque sea una forma familiar distinta: se legitima en la realidad y en numerosas legislaciones del mundo
como una opción válida para conformar una familia, previéndose sus consecuencias y admitiendo de
maneras distintas la autonomía familiar; de ahí que la constitucionalización del derecho privado, en
25
Herrera, Marisa; “La lógica del Código Civil…”. Op. cit., p. 16. Referencias del Censo 2010 disponibles en
http://www.censo2010.indec.gov.ar/resultadosdefinitivos_totalpais.asp.
general, y en especial del derecho familiar, demanda como plataforma de despegue en el derecho
reglamentario reconocer formas diversas de familia, y entre ellas, la basada en una unión convivencial. 26
Desde la obligada perspectiva de derechos humanos, encontrándose involucrados el derecho a la
vida familiar, la dignidad de la persona, la igualdad, la libertad, la intimidad y la solidaridad familiar, la
regulación, aunque sea mínima, de las convivencias de pareja, constituye una manda que la reforma debió
abordar. Todos estos derechos deben conjugarse y articularse de manera armonizada y coherente con el
régimen matrimonial.
En la tensión entre autonomía de la voluntad (la libertad de optar entre casarse y no casarse,
cualquiera sea la orientación sexual de la pareja) y orden público (el respeto por valores mínimos de
solidaridad consustanciales a la vida familiar) el Código reconoce efectos jurídicos a las convivencia de
pareja, pero de manera limitada. Mantiene, pues, diferencias entre las dos formas de organización familiar
(la matrimonial y la convivencial) que se fundan en aceptar que, en respeto por el art. 16 de la
Constitución Nacional, es posible brindar un tratamiento diferenciado a modelos distintos de familia. Por
ello se coindice en que “imponer a las uniones un estatuto normativo que los iguale al matrimonio, sería
una intromisión inadecuada en su vida privada, además de representar el riesgo de crear un matrimonio
“de segundo grado” o “de segundo orden”, de donde resulta que el tratamiento jurídico debido a uno y
otro fenómeno debe ser diferenciado. No obstante, la garantía constitucional de igualdad impone que esas
diferencias no sean irrazonables, porque de ser así, serían discriminatorias. “¿Cuándo no hay
razonabilidad en las diferencias entre ambos? Cuando el distinto tratamiento dado a las uniones
desprotege los derechos fundamentales de aquellos que no se han casado, por el solo hecho de vivir fuera
del matrimonio. No parece que exista razonabilidad alguna que pueda sustentar cualquier discriminación
por pertenecer a un status familiar distinto del conyugal”. 27
El Código adopta una solución transaccional, fundada en el valor solidaridad, para poder cubrir las
modalidades existentes en la sociedad argentina. En otros términos, el Código permite subir al escenario
normativo a distintas formas familiares. Y con la regulación establecida no se puede negar el avance que
supone pasar de un régimen casi inexistente que nada protege, a otro que abre el camino de la protección;
y hasta puede ocurrir que el tiempo muestre que sea necesaria mayor amplitud a la prevista o, por el
contrario, que se acredite que debe dar más juego aún a la autonomía. 28
B) Constitución y prueba.
Concepto y caracteres. En función de la norma, se define la unión convivencial como la “unión basada en
relaciones afectivas de carácter singular, pública, notoria, estable y permanente de dos personas que
conviven y comparten un proyecto de vida común, sean del mismo o de diferente sexo” (art. 509). De
aquí derivan sus caracteres distintivos: 1) Un elemento fáctico, la convivencia de dos personas fundada en
el afecto, similar al modelo matrimonial, quedando excluidas las relaciones meramente laborales, de
amistad o de parentesco. 2) Un elemento volitivo: la base de la unión es un “proyecto de vida común” con
expectativa de desarrollar una familia. 3) La unión es singular, es decir monogámica, con lo que no se
podrá tener más que una. 4) La relación es pública y notoria, por oposición a la forma oculta y secreta, en
el sentido de ser conocida por la comunidad proyectando la “imagen social” de una unidad familiar. 5)
Una pretensión de estabilidad o permanencia en el tiempo para lo cual se establece un plazo mínimo de 2
años, lo que da la idea de cierta consolidación, descartándose las relaciones efímeras o pasajeras. 6)
Independencia de la orientación sexual, pues lo que califica la convivencia no está determinado en ningún
caso por la orientación sexual de los convivientes, más aún a partir del reconocimiento jurídico del
matrimonio igualitario.29
Requisitos (art. 510). El reconocimiento de los efectos jurídicos previstos para las uniones convivenciales
requiere que:

26
Lloveras, Nora. “Libertad con responsabilidad y solidaridad: la regulación de las uniones convivenciales en el
Código Civil y Comercial”. 15/07/15, Id Infojus: DACF150401. www.infojus.gov.ar.
27
Molina de Juan, Mariel F. “Las uniones convivenciales en el Proyecto de Reforma del Código Civil. No será lo
mismo casarse que no casarse”. ElDial.express, 16/08/2013, año XVI, n° 3818.
28
Kemelmajer de Carlucci, Aída. “Las nuevas realidades familiares…”, op. cit.
29
Molina de Juan, Mariel F. “Las uniones convivenciales…”, op. cit.
a) los dos integrantes sean mayores de edad. A diferencia del matrimonio no se prevén aquí las
excepciones al requisito de edad mínima a través de la dispensa judicial o la autorización del
representante legal del menor de 16 años.
b) no estén unidos por vínculos de parentesco en línea recta en todos los grados, ni colateral hasta el
segundo grado. Al referirse al parentesco en general (art. 529), queda comprendido el parentesco surgido
de la filiación por naturaleza, por técnicas de reproducción humana asistida o por adopción. La
prohibición alcanza a la línea recta sin límites -ascendente y descendente-, y a la línea colateral hasta el
segundo grado, es decir, no podrá formarse unión convivencial entre hermanos, sean unilaterales o
bilaterales.
c) no estén unidos por vínculos de parentesco por afinidad en línea recta. La hipótesis abarca el
parentesco por afinidad que deriva del matrimonio, Así, por ejemplo, si un matrimonio se disuelve por
divorcio, ninguno de los divorciados podrá formar unión convivencial con sus ex suegros, ni con los hijos
unilaterales de su ex pareja (hijos afines), ni con los hijos de estos (nietos afines). Sin embargo, como la
unión convivencial, a diferencia del matrimonio, no genera estado civil alguno, tampoco produce, por
tanto, parentesco por afinidad entre el/la conviviente y los parientes de su pareja, por lo cual es posible
que una vez cesada la unión convivencial, alguno de sus miembros constituya una nueva unión con uno
de los parientes de su ex pareja.30
d) no tengan impedimento de ligamen ni esté registrada otra convivencia de manera simultánea. El doble
requisito impuesto en la norma abarca no solo un matrimonio anterior no disuelto de uno o ambos
miembros de la pareja, sino también a la unión convivencial registrada de manera simultánea de uno o
ambos miembros.
e) mantengan la convivencia durante un período no inferior a dos años.
Registración y prueba de la unión convivencial. La existencia de la unión convivencial, su extinción y los
pactos que los integrantes de la pareja hayan celebrado, se inscriben en el registro que corresponda a la
jurisdicción local, sólo a los fines probatorios. No procede una nueva inscripción de una unión
convivencial sin la previa cancelación de la preexistente. La registración de la existencia de la unión
convivencial debe ser solicitada por ambos integrantes (art. 511).
En cuanto a la prueba, la unión convivencial puede acreditarse por cualquier medio de prueba; la
inscripción en el Registro de uniones convivenciales es prueba suficiente de su existencia (art. 512).
Conviene destacar que para el reconocimiento de los efectos de las uniones convivenciales no se
requiere su inscripción registral, las que pueden probarse libremente, según las leyes procesales, de donde
la inscripción es solo una facultad cuyo ejercicio agiliza su prueba, aunque nada impide que se acrediten
por cualquier otro medio. Pero si la unión se inscribe en el registro, tal inscripción es prueba suficiente de
su existencia, la que subsistirá mientras no se acredite la cesación.
C) Pactos de convivencia.
Autonomía de la voluntad de los convivientes. Las disposiciones de este Título son aplicables excepto
pacto en contrario de los convivientes. Este pacto debe ser hecho por escrito y no puede dejar sin efecto lo
dispuesto en los artículos 519, 520, 521 y 522 (art. 513).
El Código sienta como principio rector de una unión convivencial la autonomía de la voluntad,
prevaleciendo durante y/o después del cese de la convivencia las reglas que los integrantes de la unión
acuerden libremente mediante los pactos que deben celebrar por escrito. A falta de pacto, como régimen
supletorio, se aplican las disposiciones del Título III.
Correlativamente con el principio de autonomía, los pactos pueden ser modificados y rescindidos
por acuerdo de ambos convivientes. El cese de la convivencia extingue los pactos de pleno derecho hacia
el futuro (art. 516).
Límites. Conforme art. 515, los pactos no pueden ser contrarios al orden público, ni al principio de
igualdad de los convivientes, ni afectar los derechos fundamentales de cualquiera de los integrantes de la
30
De la Torre, Natalia. “Uniones convivenciales” en Código Civil y Comercial de la Nación Comentado; Ma-risa
Herrera, Gustavo Caramelo, Sebastián Picasso (Directores). Ed. Infojus, Tomo II, Bs. As., 2015, p. 198.
unión convivencial. Asimismo, no pueden violar lo dispuesto en los arts. 519, 520 y 521 -para las uniones
registradas y no registradas-, ni lo previsto en el art. 522 -solo para las uniones registradas-. Estas
disposiciones de los arts. 519 a 522 conforman el piso mínimo obligatorio e indisponible para los
miembros de la pareja.
Contenido del pacto de convivencia (art. 514). Los pactos de convivencia pueden regular, entre otras
cuestiones: a) la contribución a las cargas del hogar durante la vida en común; b) la atribución del hogar
común, en caso de ruptura; c) la división de los bienes obtenidos por el esfuerzo común, en caso de
ruptura de la convivencia. Los contenidos enunciados, así como otros que puedan ser incluidos por
acuerdo entre los convivientes, están sujetos a un doble límite impuesto expresamente: no pueden
desatender el piso mínimo obligatorio (art. 513) ni ser contrarios al orden público, al principio de
igualdad entre convivientes y a los derechos fundamentales de sus miembros (art. 515).
Efectos respecto de los terceros. Los pactos, su modificación y rescisión son oponibles a los terceros
desde su inscripción en el registro previsto en el art. 511 y en los registros que correspondan a los bienes
incluidos en estos pactos. Los efectos extintivos del cese de la convivencia son oponibles a terceros desde
que se inscribió en esos registros cualquier instrumento que constate la ruptura (art. 517).
D) Efectos de las uniones convivenciales durante la convivencia.
Relaciones patrimoniales. Las relaciones económicas entre los integrantes de la unión se rigen por lo
estipulado en el pacto de convivencia. A falta de pacto, cada integrante de la unión ejerce libremente las
facultades de administración y disposición de los bienes de su titularidad, con la restricción regulada para
la protección de la vivienda familiar y de los muebles indispensables que se encuentren en ella (art. 518).
A diferencia de lo que ocurre en el matrimonio, donde existen dos regímenes patrimoniales legales
previstos y los cónyuges solo pueden optar por uno de ellos (art. 446, inc. d), en las uniones
convivenciales, las relaciones patrimoniales se desarrollan, en principio, según lo reglado por las partes
en el pacto de convivencia celebrado por escrito. Pero si las partes no celebran el pacto, o si celebrado
éste no incluye disposiciones vinculadas a las relaciones económicas entre los convivientes, el Código
faculta a cada integrante de la unión, como régimen legal supletorio, a administrar y disponer libremente
de los bienes de su titularidad.31
Derechos y deberes de los convivientes. Tanto para las uniones registradas como para las no registradas,
se registran los siguientes derechos y deberes que no se pueden dejar de lado por la voluntad de las partes:
a) Asistencia. Los convivientes se deben asistencia durante la convivencia (art. 519). De esta forma, no
existe deber asistencial entre los convivientes tras el cese de la unión; b) Contribución a los gastos del
hogar. Los convivientes tienen obligación de contribuir a los gastos domésticos de conformidad con lo
dispuesto en el art. 455 (art. 520). De esta manera los convivientes deben contribuir a su propio
sostenimiento, al del hogar y al de los hijos comunes, en proporción a sus recursos, obligación que se
extiende a las necesidades de los hijos menores de edad, con capacidad restringida, o con discapacidad de
uno de los cónyuges que conviven con ellos. Recordemos que el art. 455 integra las disposiciones
comunes aplicables a ambos regímenes patrimoniales del matrimonio -comunidad de ganancias o
separación de bienes- y que atento al principio de solidaridad familiar, resulta indisponible para las partes.
Este deber, salvo pacto en contrario, solo rige en principio durante la convivencia; c) Responsabilidad por
las deudas frente a terceros. Los convivientes son solidariamente responsables por las deudas que uno de
ellos hubiera contraído con terceros de conformidad con lo dispuesto en el art. 461 (art. 521). Se refiere a
las obligaciones contraídas por uno de los convivientes para solventar las necesidades ordinarias del
hogar o el sostenimiento y la educación de los hijos, en coordinación con los arts. 455 y 520.
Protección de la vivienda familiar. Como plus sobre el piso mínimo de derechos y obligaciones aplicables
a las uniones registradas y no registradas, el Código prevé una protección adicional sobre la vivienda
familiar exclusiva para el caso de las uniones registradas, que se aplica en una doble dirección: interna
-entre convivientes- y externa -frente a terceros-. 32 (ART. 522).
La disposición es correlato de la similar que rige al matrimonio (art. 456). De esta manera, si la
unión fue registrada, ninguno de los convivientes puede, sin el asentimiento del otro, disponer de la
31
De la Torre, Natalia. “Uniones convivenciales”. Op. cit., p. 211.
32
De la Torre, Natalia. “Uniones convivenciales”. Op. cit., p. 216.
vivienda familiar, ni de los muebles indispensables de ésta, ni transportarlos fuera de ella. Esta
disposición no puede ser dejada de lado por voluntad de las partes, y en caso de existir una cláusula
pactada por las partes que la contradiga, se tendrá por no escrita.
E) Cese de la convivencia. Efectos.
Causas del cese de la unión convivencial. La unión convivencial cesa: a) por la muerte de uno de los
convivientes; b) por la sentencia firme de ausencia con presunción de fallecimiento de uno de los
convivientes; c) por matrimonio o nueva unión convivencial de uno de sus miembros; d) por el
matrimonio de los convivientes; e) por mutuo acuerdo; f) por voluntad unilateral de alguno de los
convivientes notificada fehacientemente al otro; g) por el cese de la convivencia mantenida. La
interrupción de la convivencia no implica su cese si obedece a motivos laborales u otros similares,
siempre que permanezca la voluntad de vida en común (art. 523).
Compensación económica. Cesada la convivencia, el conviviente que sufre un desequilibrio manifiesto
que signifique un empeoramiento de su situación económica con causa adecuada en la convivencia y su
ruptura, tiene derecho a una compensación. Esta puede consistir en una prestación única o en una renta
por un tiempo determinado que no puede ser mayor a la duración de la unión convivencial. Puede pagarse
con dinero, con el usufructo de determinados bienes o de cualquier otro modo que acuerden las partes o
en su defecto decida el juez (art. 524).
Para que proceda la compensación prevista, deben darse los siguientes requisitos: a) que se
produzca el cese de la convivencia. Al no hacer referencia a una causal en particular, se entiende que
comprende cualquier causa de cese. Esto plantea una diferencia con el régimen del matrimonio, donde la
compensación económica está prevista solo para el caso de divorcio (art. 441) y no para el resto de las
causales de disolución; b) que se produzca un desequilibrio económico manifiesto que implique un
empeoramiento de su situación de uno de los convivientes; c) que tenga por causa adecuada la
convivencia y su ruptura.
Las partes pueden acordar el monto de esta prestación compensatoria, tanto a en el pacto de
convivencia como al momento de finalización de la unión. A falta de acuerdo la compensación debe ser
fijada judicialmente. Si bien el desequilibrio manifiesto que afecte a uno de los cónyuges es un requisito
indispensable para que proceda el reclamo, entendemos que nada obsta a que se pacte una compensación
sin que se verifique esa contingencia o no vinculada a ella.
En cuanto al pago de tal compensación económica, recordemos que en caso de divorcio puede
consistir en una prestación única o una renta por tiempo determinado o, excepcionalmente, por plazo
indeterminado. En cambio, en las uniones convivenciales la prestación puede ser única o por tiempo
determinado, pero con un límite temporal nunca mayor a los años de duración de la convivencia, no
existiendo aquí el caso excepcional de plazo indeterminado.
Fijación judicial de la compensación económica. Caducidad. A falta de acuerdo entre las partes el juez
determina la procedencia y el monto de la compensación económica sobre la base de diversas
circunstancias, entre otras: a) el estado patrimonial de cada uno de los convivientes al inicio y a la
finalización de la unión; b) la dedicación que cada conviviente brindó a la familia y a la crianza y
educación de los hijos y la que debe prestar con posterioridad al cese; c) la edad y el estado de salud de
los convivientes y de los hijos; d) la capacitación laboral y la posibilidad de acceder a un empleo del
conviviente que solicita la compensación económica; e) la colaboración prestada a las actividades
mercantiles, industriales o profesionales del otro conviviente; f) la atribución de la vivienda familiar.
La acción para reclamar la compensación económica caduca a los 6 meses de haberse producido
cualquiera de las causas de finalización de la convivencia enumeradas en el art. 523 (art. 525).
Atribución del uso de la vivienda familiar (art. 526) El uso del inmueble que fue sede de la unión
convivencial puede ser atribuido a uno de los convivientes en los siguientes supuestos: a) si tiene a su
cargo el cuidado de hijos menores de edad, con capacidad restringida, o con discapacidad; b) si acredita la
extrema necesidad de una vivienda y la imposibilidad de procurársela en forma inmediata.
El juez debe fijar el plazo de la atribución, el que no puede exceder de 2 años a contarse desde el
momento en que se produjo el cese de la convivencia, conforme a lo dispuesto en el art. 523.
A petición de parte interesada, el juez puede establecer: una renta compensatoria por el uso del
inmueble a favor del conviviente a quien no se atribuye la vivienda; que el inmueble no sea enajenado
durante el plazo previsto sin el acuerdo expreso de ambos; que el inmueble en condominio de los
convivientes no sea partido ni liquidado. La decisión produce efectos frente a terceros a partir de su
inscripción registral. Si se trata de un inmueble alquilado, el conviviente no locatario tiene derecho a
continuar en la locación hasta el vencimiento del contrato, manteniéndose él obligado al pago y las
garantías que primitivamente se constituyeron en el contrato.
El derecho de atribución del uso de la vivienda familiar cesa en los mismos supuestos previstos en
el art. 445 (por cumplimiento del plazo fijado por el juez; por cambio de las circunstancias que se
tuvieron en cuenta para su fijación; y por las mismas causas de indignidad previstas en materia sucesoria).
En caso de muerte de uno de los convivientes, el conviviente supérstite que carece de vivienda
propia habitable o de bienes suficientes que aseguren el acceso a ésta, puede invocar el derecho real de
habitación gratuito por un plazo máximo de 2 años sobre el inmueble de propiedad del causante que
constituyó el último hogar familiar y que a la apertura de la sucesión no se encontraba en condominio con
otras personas. Este derecho es inoponible a los acreedores del causante. Se extingue si el conviviente
supérstite constituye una nueva unión convivencial, contrae matrimonio, o adquiere una vivienda propia
habitable o bienes suficientes para acceder a ésta (art. 527).
Distribución de los bienes. A falta de pacto en contrario que regule cómo disponer de los bienes
adquiridos durante la convivencia tras su ruptura, el Código establece como régimen supletorio la
separación de bienes. De esta forma, los bienes adquiridos durante la convivencia se mantienen en el
patrimonio al que ingresaron, sin perjuicio de la aplicación de los principios generales relativos al
enriquecimiento sin causa, la interposición de personas y otros que puedan corresponder (art. 528).
Ley aplicable a la unión convivencial.
Jurisdicción. Las acciones que surjan como consecuencia de la unión convivencial deben presentarse ante
el juez del domicilio efectivo común de las personas que la constituyen o del domicilio o residencia
habitual del demandado (art. 2627).
Derecho aplicable. La unión convivencial se rige por el derecho del Estado en donde se pretenda hacer
valer (art. 2628).
B) PARENTESCO (arts. 529 a 557)
A) Introducción. Concepto. El parentesco es el vínculo jurídico existente entre las personas que deriva de
la naturaleza, de las técnicas de reproducción humana asistida, de la adopción (los tres vínculos filiales), y
de la afinidad (art. 529). Por ello el parentesco puede ser de 4 clases: por naturaleza, por técnicas de
reproducción humana asistida (TRHA), por adopción y por afinidad.
Otro aspecto que merece destacarse es que la unión convivencial no es un nuevo estado civil y, por
lo tanto, tampoco genera vínculos de parentesco entre un miembro y la familia de su pareja, ni caben los
derechos alimentarios que el Código sí le reconoce al parentesco por afinidad en primer grado.
Justamente por la falta de vínculo de parentesco, tampoco rigen los impedimentos matrimoniales (art.
403) y así, por ejemplo, una persona podría perfectamente casarse con el padre de quien había sido su
pareja conviviente, más allá de los impedimentos fundados en el parentesco que afectan a la propia
pareja. Esta consideración también es destacada en los Fundamentos del Anteproyecto: Las uniones
convivenciales “no generan vínculo de parentesco; sólo el matrimonio es causa fuente del parentesco por
afinidad, reconociéndose efectos jurídicos sólo a los que se encuentran en primer grado”.
Por último merece destacarse la importancia de conocer la proximidad del parentesco pues en
función de ella se producen importantes consecuencias. Ello porque el grado de proximidad en el
parentesco delimita determinados efectos civiles como: a) los impedimentos matrimoniales y la
conformación de una unión convivencial; b) la fuente de una obligación alimentaria; c) la vocación
sucesoria; d) la oposición al matrimonio; e) la legitimación para pedir la nulidad del matrimonio; f) la
legitimación para iniciar proceso de restricción a la capacidad civil; g) determinar ciertas inhabilidades
como, por ejemplo, ser testigo en los testamentos por acto público (art. 2481).
También produce efectos jurídicos fuera del ámbito civil. Así, en el derecho penal, el parentesco es
causal de agravante de delitos (homicidio, lesiones, corrupción, etc.) o, por el contrario, eximente de
ciertos delitos como hurto y defraudaciones y/o del delito de encubrimiento (dentro del 4° grado de
parentesco o 2° de afinidad), o incluso puede constituir una determinada figura delictiva como el caso del
delito de incumplimiento de los deberes de asistencia familiar o de impedimento de contacto; en el ámbito
del derecho procesal penal los parientes del imputado hasta el 4° grado de consanguinidad y 2° de
afinidad podrán abstenerse de declarar (art. 153 CPPN, según ley 27.063), y en el derecho procesal civil
será causa legal de recusación del juez el parentesco por consanguinidad dentro del 4° grado y 2° de
afinidad con alguna de las partes, sus mandatarios o letrados (art. 17, inc. 1, CPCCN). 33
B) Disposiciones generales.
Proximidad del parentesco. La proximidad de parentesco se establece por líneas y grados.
Grado. Línea. Tronco. Rama. Se llama “grado” al vínculo entre dos personas que pertenecen a
generaciones sucesivas; se llama “línea” a la serie no interrumpida de grados. Así el padre, el hijo, el
nieto son grados generacionales sucesivos de una misma línea. El ascendiente del cual parten dos o más
líneas se llama “tronco”, y la línea en relación a su origen se llama “rama” (arts. 530 y 531).
Clases de líneas. Se llama línea “recta” (o directa) a la que une a los ascendientes y los descendientes; y
línea “colateral” a la que une a los descendientes de un tronco común (art. 532).
Cómputo del parentesco. En la línea recta hay tantos grados como generaciones. En la colateral los grados
se cuentan por generaciones, sumando el número de grados que hay en cada rama entre cada una de las
personas cuyo parentesco se quiere computar y el ascendiente común (art. 533).
En la línea descendente, el hijo estará en primer grado; el nieto, en segundo grado; el bisnieto, en el
tercero; y así sucesivamente. De igual modo sucederá en la línea ascendente: el padre está en primer
grado; el abuelo, en segundo; el bisabuelo; en tercero; etc. Como la redacción de la norma es sencilla, el
nuevo Código no brinda ejemplos.
En las líneas colaterales, para realizar el cómputo se debe tomar siempre como referencia al
denominado “tronco común” y de ahí descender hasta el pariente con el que queremos establecer la
proximidad del parentesco. Para facilitar la comprensión del cómputo colateral, recurrimos al ejemplo

33
Herrera, Marisa. “Comentarios a los arts. 529 a 536”. Op. cit., pp. 235-236.
ofrecido en el art. 353 del Código anterior: “en la línea colateral los grados se cuentan igualmente por
generaciones, remontando desde la persona cuyo parentesco se quiere comprobar hasta el autor común; y
desde éste hasta el otro pariente. Así dos hermanos están en el segundo grado, el tío y el sobrino en el
tercero, los primos hermanos en el cuarto, los hijos de primos hermanos en el sexto y los nietos de primos
hermanos en el octavo, etc.”. Por ejemplo, los hermanos se encuentran en el segundo grado de parentesco
porque para establecer la proximidad debemos ir hacia el tronco común (e padre o madre) lo que implica
1 paso, y luego recorrer el camino hacia el hermano, lo que insume un segundo paso, y así sumamos un
grado por cada paso recorrido. Por aplicación de idéntico mecanismo tíos y sobrinos están en el tercer
grado, primos hermanos en el cuarto, y así sucesivamente.
A
B 2do. grado C
D 4to. grado E
F 6to. grado G
A es el tronco común; B y C son hermanos (2do. grado); C y D son tío y sobrino (3er. grado); y D y E son
primos hermanos (4to. grado); E y F son tío y sobrino segundos (5to. grado); F y G son primos segundos
(6to grado).
Hermanos bilaterales y unilaterales. Son hermanos bilaterales los que tienen los mismos padres. Son
hermanos unilaterales los que proceden de un mismo ascendiente en primer grado, difiriendo en el otro
(art. 534). Los hermanos, sean bilaterales o unilaterales, están en el segundo grado de parentesco.
Parentesco por adopción. En la adopción plena, el adoptado adquiere el mismo parentesco que tendría un
hijo del adoptante con todos los parientes de éste. La adopción simple sólo crea vínculo de parentesco
entre el adoptado y el adoptante. En ambos casos el parentesco se crea con los límites determinados por
este Código y la decisión judicial que dispone la adopción.
La alusión a esos “límites” responde a que en el nuevo Código se flexibilizan los tipos adoptivos
(art. 621), siendo posible otorgar la adopción plena dejando subsistente el vínculo jurídico con algún
miembro o varios de la familia de origen, u otorgarla de manera simple, pero generando vínculo de
parentesco con uno o más miembros de la familia adoptiva. También debe contemplarse el caso de la
“adopción de integración” en las familias ensambladas y sus correspondientes efectos (arts. 630 y ccts.).
Parentesco por afinidad. Cómputo. Exclusión. El parentesco por afinidad es el que existe entre la persona
casada y los parientes de su cónyuge. Se computa por el número de grados en que el cónyuge se
encuentra respecto de esos parientes. El parentesco por afinidad no crea vínculo jurídico alguno entre los
parientes de uno de los cónyuges y los parientes del otro (art. 536).
El parentesco por afinidad es el que se establece entre un cónyuge y los parientes del otro cónyuge.
Este vínculo, eminentemente jurídico, es un efecto propio del matrimonio. Así, los padres de uno de los
cónyuges serán ascendientes en primer grado por afinidad del otro; el marido computa su parentesco por
afinidad con los parientes de su mujer, tal como ésta computa su parentesco con ellos. Un cónyuge es
pariente por afinidad en segundo grado colateral de los hermanos de su cónyuge (sus cuñados).
La proximidad del parentesco por afinidad se cuenta por el número de grados en que cada cónyuge
tuviese con sus respectivos parientes. En línea recta, descendente o ascendente, el yerno o nuera están
recíprocamente con el suegro o suegra en el mismo grado que el hijo o hija respecto del padre o madre.
Así, suegra y yerno están en primer grado de línea recta por afinidad. En línea colateral los cuñados y
cuñadas entre sí están en el mismo grado que entre sí están los hermanos o hermanas. Se entiende que tras
la disolución del vínculo matrimonial, no hay motivo para impedir el matrimonio de un ex cónyuge con
los parientes afines en línea colateral del otro; en cambio, sí habría obstáculo con el parentesco por
afinidad en línea recta pues “es claro que este impedimento opera después de la disolución del
matrimonio causante de la afinidad” 34, impidiendo así que el yerno se case con la suegra o la nuera con el
suegro.

34
Roveda, Eduardo G. y Robba, Mercedes; “Requisitos del matrimonio”, en Código Civil y Comercial de la Nación
Comentado, Julio César Rivera y Graciela Medina (Directores), Tomo II, La Ley, Buenos Aires, 2014, p. 15.
Los parientes por afinidad tienen diversos derechos y deberes. Así, el art. 33 inc. c), les confiere
legitimación para solicitar la declaración de incapacidad o capacidad restringida dentro del segundo grado
de parentesco; el art. 108 prohíbe conferirles el carácter de tutor dativo hasta el segundo grado por
afinidad; el art. 295 les impide ser testigos en instrumentos públicos, hasta el segundo grado de
parentesco afín con el oficial público; el art. 403, inc. c) establece que el parentesco por afinidad en línea
recta en todos los grados es un impedimento matrimonial dirimente; el art. 510 inc. c) inhibe reconocer
efectos jurídicos a las uniones convivenciales de dos personas que estén unidas por parentesco por
afinidad en línea recta; el art. 538 regula que la obligación alimentaria entre sí únicamente se le reconoce
a las personas vinculadas en línea recta en primer grado; el art. 555 le confiere derecho de comunicación a
los parientes por afinidad en primer grado respecto de una persona menor de edad, con capacidad
restringida, enferma o imposibilitada, etc.
C) Derechos y obligaciones de los parientes.
1.- Alimentos.
Los parientes, conforme al art. 537, se deben alimentos en el siguiente orden: a) los ascendientes y
descendientes. Entre ellos, están obligados preferentemente los más próximos en grado; b) los hermanos
bilaterales y unilaterales. En cualquiera de los supuestos, los alimentos son debidos por los que están en
mejores condiciones para proporcionarlos. Si dos o más de ellos están en condiciones de hacerlo, están
obligados por partes iguales, pero el juez puede fijar cuotas diferentes, según la cuantía de los bienes y
cargas familiares de cada obligado.
Existe un orden de prioridad para el reclamo de alimentos, ya que la acción debe dirigirse contra
quienes se encuentren en el primer orden, sea ascendente o descendente (padres o hijos del que reclama
alimentos), y sólo a falta o imposibilidad de ellos podrá demandarse al resto de los parientes (principio de
subsidiariedad del reclamo de alimentos).
Debe destacarse que los padres no solo deben alimentos durante la minoría de edad de sus hijos y
hasta los 21 años, con fundamento en la responsabilidad parental (art. 658), sino también con
posterioridad a esa edad pues el art. 663 prevé alimentos para el hijo mayor que se capacita hasta que
cumpla 25 años de edad, aunque en este caso la obligación se funda en el parentesco.
Esta obligación alimentaria halla fundamento en la solidaridad familiar, uno de los pilares
constitucionales del derecho que regula las relaciones de familia, y responde a la finalidad de asegurar la
digna subsistencia de los parientes más cercanos. La obligación alimentaria entre los parientes es
recíproca. La calidad de deudor y de acreedor puede recaer sobre la misma persona, si bien en periodos de
tiempo distintos. La reciprocidad de esta obligación alimentaria es un rasgo que la diferencia de la
derivada de la responsabilidad parental que, por su propia naturaleza y finalidad, no puede colocar al hijo
en la posición de alimentante.35
Entre los parientes por afinidad únicamente se deben alimentos los que están vinculados en línea
recta en primer grado (art. 538).
Contenido de la obligación alimentaria. La prestación de alimentos comprende lo necesario para la
subsistencia, habitación, vestuario y asistencia médica, correspondientes a la condición del que la recibe,
en la medida de sus necesidades y de las posibilidades económicas del alimentante. Si el alimentado es
una persona menor de edad, comprende, además, lo necesario para la educación (art. 541). La prestación
se cumple mediante el pago de una renta en dinero, pero el obligado puede solicitar que se lo autorice a
solventarla de otra manera, si justifica motivos suficientes. Los pagos se deben efectuar en forma
mensual, anticipada y sucesiva pero, según las circunstancias, el juez puede fijar cuotas por períodos más
cortos (art. 542).
La obligación de prestar alimentos no puede ser compensada, ni el derecho a reclamarlos o
percibirlos, ser objeto de transacción, renuncia, cesión, gravamen o embargo alguno. No es repetible lo

35
Molina de Juan, Mariel. “Comentarios a los arts. 537 a 554” en Código Civil y Comercial de la Nación
Comentado; Marisa Herrera, Gustavo Caramelo, Sebastián Picasso (Directores). Ed. Infojus, t. II, Bs. As., 2015, pp.
243-244.
pagado en concepto de alimentos (art. 539). Sin embargo, las prestaciones alimentarias devengadas y no
percibidas pueden compensarse, renunciarse o transmitirse a título oneroso o gratuito (art. 540).
Proceso de alimentos. La acción de alimentos tramita por el proceso más breve que establezca la ley
local, y no se acumula a otra pretensión. Desde el principio de la causa o en el transcurso de ella, el juez
puede decretar la prestación de alimentos provisionales, y también las expensas del pleito, si se justifica la
falta de medios para seguirlo.
El pariente que pide alimentos debe probar que le faltan los medios económicos suficientes y la
imposibilidad de adquirirlos con su trabajo, cualquiera que sea la causa que haya generado tal estado (art.
545). El recurso contra la sentencia que decreta la prestación de alimentos no tiene efecto suspensivo, ni
el que recibe los alimentos puede ser obligado a prestar fianza o caución alguna de devolver lo recibido,
si la sentencia es revocada (art. 547). El juez puede disponer medidas cautelares para asegurar el pago de
alimentos futuros, provisionales, definitivos o convenidos. El obligado puede ofrecer en sustitución otras
garantías suficientes (art. 550). Es solidariamente responsable del pago de la deuda alimentaria quien no
cumple la orden judicial de depositar la suma que debió descontar a su dependiente o a cualquier otro
acreedor (art. 551). Asimismo, el juez puede imponer al responsable del incumplimiento reiterado de la
obligación alimentaria medidas razonables para asegurar la eficacia de la sentencia (por ejemplo, las
sanciones conminatorias o “astreintes” previstas en el art. 804, la prohibición de salida del país, o, si
existiere en la jurisdicción local de que se trate, la inclusión del deudor en el registro de deudores
alimentarios).
Los alimentos se deben desde el día de la interposición de la demanda o desde la interpelación al
obligado por medio fehaciente, siempre que la demanda se presente dentro de los 6 meses de la
interpelación (art. 548). El incumplimiento en tiempo oportuno de la obligación alimentaria devengan una
tasa de interés equivalente a la más alta que cobran los bancos a sus clientes, según las reglamentaciones
del Banco Central, a la que se adiciona la que el juez fije según las circunstancias del caso (art. 552).
Cese de la obligación alimentaria. La obligación alimentaria cesa: a) si el alimentado incurre en alguna
causal de indignidad; b) por la muerte del obligado o del alimentado; c) cuando desaparecen los
presupuestos de la obligación. La pretensión de cese, aumento o reducción de los alimentos tramita por el
procedimiento más breve que prevea la ley local (art. 554).
2.- Derecho de comunicación.
Los que tienen a su cargo el cuidado de personas menores de edad, con capacidad restringida, o
enfermas o imposibilitadas, deben permitir la comunicación de estos con sus ascendientes, descendientes,
hermanos bilaterales o unilaterales y parientes por afinidad en primer grado. El mismo derecho de
comunicación tienen también quienes justifiquen un interés afectivo legítimo.
Si se deduce oposición fundada en posibles perjuicios a la salud mental o física de los interesados,
el juez debe resolver lo que corresponda por el procedimiento más breve que prevea la ley local y
establecer, en su caso, el régimen de comunicación más conveniente de acuerdo a las circunstancias (art.
555).
El juez puede imponer al responsable del incumplimiento reiterado del régimen de comunicación
establecido por sentencia o convenio homologado, medidas razonables para asegurar su eficacia (art.
557).
C) FILIACIÓN (arts. 558 a 593)
1) Introducción Concepto.
Filiación es el vínculo jurídico que une a una persona con sus progenitores. 36 El estado de hijo o la
procedencia de los hijos respecto de los padres, se produce de tres maneras: por naturaleza, mediante
técnicas de reproducción humana asistida (TRHA), o por adopción. La filiación por adopción plena, por
naturaleza o por técnicas de reproducción humana asistida, sea matrimonial o extramatrimonial, surten los
mismos efectos para nuestra ley. Asimismo, y en concordancia con el principio de igualdad y no
discriminación que introdujo la ley 26.618 (ley de matrimonio igualitario), el art. 558 establece que

36
Belluscio, Augusto C. Manual…, T. II, Op. cit., p. 245.
cualquiera sea la naturaleza de la filiación, ninguna persona puede tener más de dos vínculos filiales, lo
cual significa que una persona puede tener dos madres, dos padres, o una madre y un padre, quedando
excluidas, de este modo, las llamadas “familias pluriparentales”, es decir, aquellas cuyos niños poseen
más de dos filiaciones (por lo general una pareja conformada por dos personas del mismo sexo, que
deciden llevar adelante el proyecto parental con otra persona conocida de distinto sexo).
El Código prohíbe que los Registros Civiles expidan certificados de nacimiento de los que se pueda
conocer si la persona ha nacido o no durante el matrimonio, por técnicas de reproducción humana
asistida, o ha sido adoptada (art. 559).
2) La filiación por técnicas de reproducción humana asistida (TRHA).
Introducción.37 Las TRHA involucran situaciones fácticas y jurídicas muy diferentes a las de los otros dos
tipos filiales. A la luz del derecho a la identidad como principal derecho humano comprometido en el
derecho filial, se observa que la identidad no solo puede ser biológica (propia de la filiación por
naturaleza), o voluntaria (propia de la filiación por adopción), sino que también puede haber una
identidad genética. Las TRHA pueden practicarse mediante fertilización homóloga (con material de la
propia pareja), o también fertilización heteróloga (con material genético de un tercero), caso que se
observa en parejas de igual sexo, como así también en parejas heterosexuales en el que uno o ambos
integrantes presentan alguna imposibilidad de prestar su propio material genético, como aquellos
supuestos de proyectos de carácter monoparental. Así, en la filiación por naturaleza, la identidad genética,
biológica y volitiva se unifica en las personas que mantienen una relación sexual, mientras que en la
filiación adoptiva, la identidad genética y biológica recae en la familia de origen, en tanto la identidad
voluntaria en la familia adoptiva. En las TRHA la cuestión se complejiza pues la técnica puede practicarse
con material genético (femenino y/o masculino) de la propia pareja o con material genético de un tercero.
En este caso, la identidad genética se independiza o recae en personas distintas de aquellas con quien se
tiene identidad biológica o voluntaria. Es decir que las TRHA hacen posible la disociación entre el
elemento biológico, el genético y el volitivo, cobrando este último primacía. La Dra. Herrera nos
proporciona el siguiente ejemplo. Una mujer está casada con un señor cuyo material genético no es hábil
para procrear y deciden utilizar material genético de un tercero (donante anónimo). ¿Quién es el padre?
¿El donante que solo ha prestado el material genético o el marido que es quien quiere ser padre y debe
prestar el correspondiente consentimiento? El Código determina el vínculo filial con quien prestó el
consentimiento; en una palabra el padre es el marido, quien tiene la llamada “voluntad procreacional”, es
decir, quien prestó el consentimiento libre, previo e informado, sin importar si aportó o no sus gametos.
Este es el elemento o eje central cuando se trata de TRHA. Los integrantes de este matrimonio serán los
padres, son ellos quienes ejercen todos los derechos y deberes que se derivan de la filiación. De este
modo, en las TRHA el dato genético ocupa un lugar secundario, y con el donante solo habrá un derecho a
conocer los orígenes, pero nunca un vínculo de padre e hijo. En otros términos, solo quien exterioriza la
llamada “voluntad procreacional” mediante el correspondiente consentimiento libre, previo e informado,
es quien será considerado progenitor de un niño y, por lo tanto, hace nacer todos los derechos y deberes
que se derivan del vínculo filial.
La diferencia con la filiación por naturaleza radica en que ésta tiene como presupuesto ineludible
una relación sexual entre dos personas de distinto sexo. Las prácticas de reproducción humana asistida, en
cambio, no parten de ese supuesto. Por lo tanto, las normas que regulan la filiación biológica o por
naturaleza no siempre resultan lógicamente aplicables a la filiación que surge de la intervención de la
ciencia para favorecer el nacimiento de esta persona. Tampoco son aplicables las reglas de la adopción.
Además, las TRHA permiten conservar embriones y/o material genético de las parejas por tiempos
prolongados, los que nos lleva a una realidad: la posibilidad de que los deseos de paternidad/maternidad y
las situaciones de las parejas cambien entre el inicio de un tratamiento y el fin (divorcios, separaciones de
hecho, planes distintos, etc.); razón por la cual el Código exige que el consentimiento sea renovado ante
cada transferencia de embriones o material genético. Es evidente que estos cambios en las decisiones no
pueden darse en la filiación por naturaleza.

37
Seguimos en este punto a Herrera, Marisa; “La lógica del Código Civil…”. Op. cit., pp. 5-6; y en “Comentarios a
los arts. 555 a 593” en Código Civil y Comercial de la Nación Comentado; Marisa Herrera, Gustavo Caramelo,
Sebastián Picasso (Directores). Ed. Infojus, Tomo II, Bs. As., 2015, pp. 281 y sigts.
Por otro lado existen supuestos especiales como la gestación por sustitución que no regula de
manera expresa el Código, no obstante lo cual se han planteado casos jurisprudenciales en los que se
resolvió priorizar la voluntad procreacional de los comitentes o de quienes quieren ser padres -y también
habían aportado el material genético- por sobre el principio de determinación filial materno en la filiación
por naturaleza, conocido por el aforismo “mater semper certam est”. Lamentablemente la previsión que
traía el Anteproyecto sobre esta temática fue quitada en el Senado de la Nación, y la gestación por
sustitución quedó sin regulación. La previsión proyectada 38 reconocía la complejidad que esta técnica
encierra, y por ello era el único supuesto de TRHA que exigía, en forma previa, una autorización judicial
que la convalide, de modo que ningún médico podía llevar adelante esta práctica sin una decisión judicial
que lo autorizara tras haber evaluado varias cuestiones de manera previa. La falta de regulación produce
un manto de incertidumbre y oscuridad que termina por generar más conflictos y contradicciones que se
evitarían mediante una regulación precisa. Tal contexto es proclive a los abusos de todos los
intervinientes y, en especial, a la violación de los derechos del niño que efectivamente nace de un vientre
de una persona diferente de quienes tienen la voluntad de ser padres, situación que podría verse
disminuida considerablemente si se contara con una normativa que brinde reglas claras y previsibles.
3) Reglas generales relativas a la filiación por técnicas de reproducción humana asistida.
Consentimiento en las TRHA. El centro de salud interviniente debe recabar el consentimiento previo,
informado y libre de las personas que se someten al uso de las técnicas de reproducción humana asistida.
Este consentimiento debe renovarse cada vez que se procede a la utilización de gametos o embriones (art.
560).
Forma y requisitos del consentimiento. La instrumentación de dicho consentimiento debe contener los
requisitos previstos en las disposiciones especiales, para su posterior protocolización ante escribano
público o certificación ante la autoridad sanitaria correspondiente a la jurisdicción. El consentimiento es
libremente revocable mientras no se haya producido la concepción en la persona o la implantación del
embrión (art. 561).
Voluntad procreacional. Los nacidos por las TRHA son hijos de quien dio a luz y del hombre o de la
mujer que también ha prestado su consentimiento previo, informado y libre en los términos de los arts.
560 y 561, debidamente inscripto en el Registro del Estado Civil y Capacidad de las Personas, con
independencia de quién haya aportado los gametos.
Derecho a la información de las personas nacidas por TRHA. La información relativa a que la persona ha
nacido por el uso de técnicas de reproducción humana asistida con gametos de un tercero debe constar en
el correspondiente legajo base para la inscripción del nacimiento.
Contenido de la información. A petición de las personas nacidas a través de las técnicas de reproducción
humana asistida, puede: a) obtenerse del centro de salud interviniente información relativa a datos
médicos del donante, cuando es relevante para la salud; b) revelarse la identidad del donante, por razones
debidamente fundadas, evaluadas por la autoridad judicial por el procedimiento más breve que prevea la
ley local (art. 564).
4) Determinación de la maternidad.
Como principio general, en la filiación por naturaleza la maternidad se establece con la prueba del
nacimiento y la identidad del nacido. La inscripción debe realizarse a petición de quien presenta un
38
El art. 562 del Anteproyecto de Código Civil y Comercial decía: “Gestación por sustitución. El consentimiento
previo, informado y libre de todas las partes intervinientes en el proceso de gestación por sustitución debe ajustarse
a lo previsto por este Código y la ley especial. La filiación queda establecida entre el niño nacido y el o los
comitentes mediante la prueba del nacimiento, la identidad del o los comitentes y el consentimiento debidamente
homologado por autoridad judicial. El juez debe homologar solo si, además de los requisitos que prevea la ley
especial, se acredita que: a) se ha tenido en miras el interés superior del niño que pueda nacer; b) la gestante tiene
plena capacidad, buena salud física y psíquica; c) al menos uno de los comitentes ha aportado sus gametos; d) el o
los comitentes poseen imposibilidad de concebir o de llevar un embarazo a término; e) la gestante no ha aportado
sus gametos; f) la gestante no ha recibido retribución; g) la gestante no se ha sometido a un proceso de gestación por
sustitución más de DOS (2) veces; h) la gestante ha dado a luz, al menos, UN (1) hijo propio. Los centros de salud
no pueden proceder a la transferencia embrionaria en la gestante sin la autorización judicial. Si se carece de
autorización judicial previa, la filiación se determina por las reglas de la filiación por naturaleza”.
certificado del médico, obstétrico o agente de salud si corresponde, que atendió el parto de la mujer a
quien se atribuye la maternidad del nacido. Esta inscripción debe ser notificada a la madre, excepto que
sea ella quien la solicita o que quien denuncia el nacimiento sea su cónyuge. Si se carece del certificado
mencionado en el párrafo anterior, la inscripción de la maternidad por naturaleza debe realizarse
conforme a las disposiciones contenidas en los ordenamientos relativos al Registro del Estado Civil y
Capacidad de las Personas (art. 565).
La norma deja en claro que la determinación de la maternidad rige para los supuestos de filiación
por naturaleza; no así para los casos de filiación derivada de TRHA o de filiación adoptiva, cuyos
vínculos jurídicos responden a otros principios donde la autonomía de la voluntad juega un rol central.
Siendo necesario aportar la prueba del nacimiento (parto) y la identidad del nacido, el Código
descarta el mero reconocimiento materno que no será suficiente para acreditar la filiación la que, una vez
determinada por la ley, debe ser comunicada a la persona con quien quedó establecido el vínculo filial.
Tal notificación no será necesaria cuando ha sido la propia mujer quien procedió a realizar la inscripción
de nacimiento, o cuando lo hizo su cónyuge.
Por último, la norma establece que cuando se carece de certificado médico como elemento esencial
para determinar la filiación materna, la inscripción debe realizarse según lo dispuesto en la ley especial.
Así, art. 32 de la ley 26.413 (B.O. 8/10/08) establece cómo se prueba el hecho del nacimiento, y su inc. a)
corrobora lo dispuesto en el art. 565 al expresar que los nacimientos ocurridos en establecimientos
médicos asistenciales de gestión pública o privada, se prueban con el “certificado médico suscripto por el
médico, obstétrica o agente sanitario habilitado al efecto que hubiere atendido el parto”, mientras que los
incisos b) y c) prevén, respectivamente, dos supuestos más: 1) los nacimientos ocurridos fuera de
establecimiento médico asistencial pero con atención médica, cuya prueba se produce de la misma
manera, o sea, con el certificado médico del profesional o entidad que atendió el parto respectivo; y 2) los
nacimientos ocurridos también fuera de un establecimiento médico asistencial pero sin atención médica,
que se prueban “con certificado médico emitido por establecimiento médico asistencial público con
determinación de edad presunta y sexo, y en su caso un certificado médico del estado puerperal de la
madre y los elementos probatorios que la autoridad local determine. Se requerirá además, la declaración
de 2 testigos que acrediten el lugar de nacimiento en la jurisdicción de que se trate, el estado de gravidez
de la madre y haber visto con vida al recién nacido, los que suscribirán el acta de nacimiento”.
Entendemos que la disposición bajo análisis complementa lo relativo a la “ficha identificatoria”
de la madre y del recién nacido, cuya confección está prevista en la Ley 24.540 (B.O. 22/09/95). Esta
última ley prevé además que, al egreso del establecimiento, las impresiones digitales decadactilares de la
madre y los calcos palmar y plantar derecho del recién nacido sean tomados nuevamente y asentados en
la misma ficha de identificación (arts. 6 y 10). Si el niño fuera retirado del establecimiento por alguien
que no sea la madre, en la ficha constarán, también, los datos personales y las impresiones de ambos
pulgares de la persona que lo retira (art. 11). También establece que si se interna una menor embarazada
soltera que carece de documento de identidad y de representantes legales, la autoridad del establecimiento
médico debe dar aviso al Asesor de Menores (art. 7, texto según Ley 24.884, B.O. 5/11/97).
5) Determinación de la filiación matrimonial.
Presunción de filiación. Excepto prueba en contrario, se presumen hijos del o la cónyuge los nacidos
después de la celebración del matrimonio y hasta los 300 días posteriores a la interposición de la demanda
de divorcio o nulidad del matrimonio, de la separación de hecho o de la muerte. La presunción no rige en
los supuestos de técnicas de reproducción humana asistida si el o la cónyuge no prestó el correspondiente
consentimiento previo, informado y libre según lo dispuesto en el Capítulo 2 del Título IV (art. 566).
La determinación de la filiación matrimonial opera en el marco de todo matrimonio, sea que
estuviere integrado por parejas de igual o de distinto sexo. Por ello, en concordancia con lo previsto en la
Ley 26.618 de matrimonio igualitario y por aplicación del principio de igualdad y no discriminación en
materia de orientación sexual, se reemplaza la presunción legal de “paternidad del marido de la madre”
del régimen anterior, por un concepto neutro y genérico, como es la presunción legal de la filiación del
cónyuge de quien da a luz, pudiendo ser este un cónyuge masculino (padre) o femenino (co-madre).
La presunción aquí establecida es de carácter iuris tantum toda vez que admite prueba en
contrario.
Asimismo, para que opere la presunción legal de filiación del cónyuge de quien da a luz cuando
se trata de niños nacidos bajo TRHA, no solo se debe producir el nacimiento en los plazos establecidos en
la norma, sino también haberse prestado el correspondiente consentimiento formal, libre e informado con
las formalidades previstas en los arts. 560 y 561, toda vez que la voluntad procreacional es el modo de
determinación filial en los supuestos de filiación derivada de las TRHA.
Por excepción, en los casos de separación de hecho de los cónyuges que supere los 300 días, es
decir cuando ya no opera la presunción legal, el nacido debe ser inscripto como hijo de éstos siempre y
cuando concurra el consentimiento de ambos, haya nacido el hijo por naturaleza o mediante el uso de
TRHA. En este último caso, y con independencia de quién aportó los gametos, se debe haber cumplido
además con el consentimiento previo, informado y libre y demás requisitos dispuestos en la ley especial
(art. 567).
Determinación y prueba de la filiación matrimonial. La filiación matrimonial queda determinada
legalmente y se prueba: a) por la inscripción del nacimiento en el Registro del Estado Civil y Capacidad
de las Personas y por la prueba del matrimonio, de conformidad con las disposiciones legales respectivas;
b) por sentencia firme en juicio de filiación; c) en los supuestos de TRHA, por el consentimiento previo,
informado y libre debidamente inscripto en el Registro del Estado Civil y Capacidad de las Personas (art.
568).
6) Determinación de la filiación extramatrimonial.
La filiación extramatrimonial queda determinada:
a) Por el reconocimiento de paternidad (filiación por naturaleza). El Código mantiene la figura del
reconocimiento como eje para la determinación de la paternidad, en el marco de la una filiación
extramatrimonial heterosexual. Esta es la única previsión legal que, de manera precisa, habla de
“paternidad”. El art. 571 prevé las formas de este reconocimiento. Así, la paternidad por reconocimiento
del hijo resulta: 1. De la declaración formulada ante el oficial del Registro del Estado Civil y Capacidad
de las Personas en oportunidad de inscribirse el nacimiento o posteriormente; 2. De la declaración
realizada en instrumento público o privado debidamente reconocido; 3. De las disposiciones contenidas
en actos de última voluntad, aunque el reconocimiento se efectúe en forma incidental.
En esta norma, a diferencia del resto, nada se dice sobre las TRHA.
El Registro del Estado Civil y Capacidad de las Personas debe notificar el reconocimiento a la
madre y al hijo o su representante legal (art. 572). El reconocimiento es irrevocable, no puede sujetarse a
modalidades que alteren sus consecuencias legales, ni requiere aceptación del hijo. El reconocimiento del
hijo ya fallecido no atribuye derechos en su sucesión a quien lo formula, ni a los demás ascendientes de
su rama, excepto que haya habido posesión de estado de hijo (art. 573). En cuanto al reconocimiento del
hijo por nacer, es posible y queda sujeto al nacimiento con vida (art. 574).
b) Por el consentimiento previo, informado y libre (filiación por TRHA). En los supuestos de técnicas de
reproducción humana asistida, la determinación de la filiación se deriva del consentimiento previo,
informado y libre, prestado de conformidad con lo dispuesto en este Código y en la ley especial. Cuando
en el proceso reproductivo se utilicen gametos de terceros, no se genera vínculo jurídico alguno con éstos,
excepto a los fines de los impedimentos matrimoniales en los mismos términos que la adopción plena
(art. 575).
c) Por la sentencia en juicio de filiación que la declare tal.
7) Acciones de filiación (arts. 576 a 593)
La ley establece un régimen de acciones llamadas “acciones de filiación” que son aquellas que
tienden a establecer un vínculo filial entre las personas, sea matrimonial o extramatrimonial, cuando ese
vínculo no resulta reconocido o asentado en el Registro Civil, o a impugnar un vínculo de filiación
existente. El derecho de reclamar la filiación o de impugnarla no se extingue por prescripción ni por
renuncia expresa o tácita. En las acciones de filiación se admitirán toda clase de pruebas, incluso las
genéticas, que pueden ser decretadas de oficio por el juez o a petición de parte. Ante la imposibilidad de
efectuar la prueba genética a alguna de las partes, los estudios se pueden realizar con material genético de
los parientes por naturaleza hasta el segundo grado, debiendo priorizarse a los más próximos. Pero si
ninguna de estas alternativas es posible, el juez valorará la negativa como indicio grave contrario a la
posición del renuente (art. 579). Sin embargo, no es admisible la impugnación de la filiación matrimonial
o extramatrimonial de los hijos nacidos mediante el uso de TRHA cuando haya mediado consentimiento
previo, informado y libre a dichas técnicas, de conformidad con el Código y la ley especial, con
independencia de quién haya aportado los gametos. Tampoco es admisible el reconocimiento ni el
ejercicio de acción de filiación o de reclamo alguno de vínculo filial respecto de éste aportante.
Asimismo, si se reclama una filiación que importa dejar sin efecto una anteriormente establecida, debe
previa o simultáneamente, ejercerse la correspondiente acción de impugnación.
Las acciones de filiación pueden tener por objeto: a) la reclamación de la filiación, o b) la
impugnación de la filiación.
a) En las acciones de reclamación de filiación, los hijos pueden reclamar su filiación matrimonial contra
sus progenitores si ella no resulta de las inscripciones en el Registro Civil. En este caso la acción debe
entablarse conjuntamente contra los cónyuges. Los hijos pueden también reclamar su filiación
extramatrimonial, contra quien consideren sus progenitores o sus herederos, en caso de fallecimiento de
aquellos. Estas acciones podrán ser promovidas por el hijo en todo tiempo. Sus herederos podrán
continuar la acción iniciada por él o entablarla si el hijo hubiese muerto siendo menor edad o incapaz.
Esta disposición no se aplica en los supuestos de TRHA cuando haya mediado consentimiento previo,
informado y libre, con independencia de quienes hayan aportado los gametos (art. 582).
Por otro lado, en todos los casos en que un niño o niña aparezca inscripto sólo con filiación
materna, el Registro Civil debe primero citar a la madre e informarle sobre los derechos del niño y los
correlativos deberes maternos, y luego comunicar la situación al Ministerio Público, el cual debe procurar
la determinación de la paternidad y el reconocimiento del hijo por el presunto padre. A estos fines, se
debe instar a la madre a suministrar el nombre del presunto padre y toda información que contribuya a su
individualización y paradero. La declaración sobre la identidad del presunto padre debe hacerse bajo
juramento; previamente se hace saber a la madre las consecuencias jurídicas que se derivan de una
manifestación falsa (art. 583).
La convivencia de la madre durante la época de la concepción hace presumir el vínculo filial a
favor de su conviviente, excepto oposición fundada (art. 585).
Durante el proceso de reclamación de la filiación o incluso antes de su inicio, el juez puede fijar
alimentos provisorios contra el presunto progenitor (art. 586). La falta de reconocimiento da derecho al
hijo a reclamar la reparación de los daños sufridos por este (art. 587).
b) En las acciones de impugnación de filiación, se pueden impugnar: la determinación de la maternidad
efectuada según las pautas del art. 565; la presunción de la filiación matrimonial (de los hijos nacidos
durante el matrimonio o dentro de los 300 días siguientes a la interposición de la demanda de divorcio o
nulidad, de la separación de hecho o de la muerte) fijada en el art. 566, y por último la filiación
extramatrimonial por reconocimiento paterno de los arts. 570 y sigts. del Código.
Corresponde destacar que el Código excluye la posibilidad de impugnar filiaciones en caso de hijos
concebidos por TRHA cuando haya mediado consentimiento previo, informado y libre de los
progenitores, con independencia del “material genético” empleado.
La filiación por maternidad puede ser impugnada “por no ser la mujer la madre del hijo que pasa
por suyo” (art. 588). La acción puede ser incoada por el hijo, la madre, el o la cónyuge y todo tercero que
invoque un interés legítimo y, excepto para el hijo que la puede iniciar en cualquier tiempo, caduca para
el resto si transcurre 1 año desde la inscripción del nacimiento o desde que se conoció la sustitución o
incertidumbre sobre la identidad del hijo.
La filiación presumida por la ley como matrimonial puede ser impugnada por el o la cónyuge de
quien dio a luz, alegando no poder ser el progenitor, o que la filiación presumida por la ley no debe ser
razonablemente mantenida por existir pruebas que la contradicen, o en el interés del niño. Para acreditar
esa circunstancia podrá valerse de todo medio de prueba, pero no será suficiente la sola declaración de
quien dio a luz. Esta regla no se aplica en los supuestos de TRHA cuando haya mediado consentimiento
previo, informado y libre, con independencia de quienes hayan aportado los gametos (art. 589). La acción
puede ser ejercida no solo por el o la cónyuge de quien da a luz, sino también por el hijo, por la madre y
por cualquier tercero que invoque un interés legítimo. Excepto para el hijo que la puede iniciar en
cualquier tiempo, esta acción caduca: para los demás legitimados si transcurre 1 año desde la inscripción
del nacimiento o desde que se tuvo conocimiento de que el niño podría no ser hijo de quien la ley lo
presume, y para sus herederos (si el legitimado activo falleciera antes de transcurrir dicho término), una
vez cumplido el plazo que comenzó a correr en vida del legitimado (art. 590).
Por otro lado, el Código también prevé una acción de negación de la filiación matrimonial. En
efecto, el art. 591 dispone que “el o la cónyuge de la mujer que da a luz puede negar judicialmente el
vínculo filial del hijo nacido dentro de los 180 días siguientes a la celebración del matrimonio”. De ello se
deriva con claridad que la concepción se produjo antes de la celebración del matrimonio. Esta acción
caduca si transcurre 1 año desde la inscripción del nacimiento o desde que se tuvo conocimiento de que el
niño podría no ser hijo de quien la ley lo presume. Si se prueba que el o la cónyuge tenía conocimiento
del embarazo de su mujer al tiempo de celebrarse el matrimonio, o hubo posesión de estado de hijo, la
acción de negación debe ser desestimada. Queda a salvo, en todo caso, la acción de impugnación de la
filiación referida en los párrafos anteriores.
Aun antes del nacimiento del hijo, el o la cónyuge puede impugnar en forma preventiva la filiación
de la persona por nacer. Esta acción puede ser ejercida, además, por la madre y por cualquier tercero que
invoque un interés legítimo. En este caso, si la acción es acogida, la inscripción del nacimiento posterior
no hace presumir la filiación del cónyuge de quien da a luz (art. 592).
Por último, el reconocimiento paterno de los hijos nacidos fuera del matrimonio, puede ser
impugnado por los propios hijos o por los terceros que invoquen un interés legítimo. El hijo puede
impugnar el reconocimiento en cualquier tiempo. Los demás interesados pueden ejercer la acción dentro
de 1 año de haber conocido el acto de reconocimiento o desde que se tuvo conocimiento de que el niño
podría no ser el hijo (art. 593).
Pruebas genéticas de la filiación. En los últimos tiempos ha desarrollado una prueba científica de
identificación de personas muy precisa denominada “tipificación del ADN”; es decir, de la molécula que
es la base de la herencia biológica y que, como material genético, se encuentra en los núcleos de la
totalidad de las células vivas. Su examen permite obtener una huella genética del individuo a partir de una
muestra de sangre, semen, cabello u otro tejido cualquiera.
Entre sus múltiples aplicaciones forenses, la prueba de tipificación del ADN es de gran utilidad en
la determinación de la filiación, pues se ha demostrado que cada individuo hereda aproximadamente la
mitad de las huellas del ADN de cada uno de sus padres. Así, analizando las secuencias del ADN puede
establecerse con exactitud o certeza absoluta la herencia genética, superando los márgenes de duda de la
prueba del HLA (histocompatibilidad).
La negativa a someterse a estas pruebas hará presumir el acierto de la posición contraria a la que
sostiene en juicio quien se niega a las mismas, pues ninguna otra razón, en principio, puede justificar esta
actitud, cuando se está discutiendo el estado de familia de una persona. Esta solución está expresamente
recogida desde la sanción de la Ley 23.511 (B.O. 10/07/87) que organiza el Banco Nacional de Datos
Genéticos, que tiene entre sus funciones la de realizar pericias en juicios de filiación, estableciendo su art.
4 que la negativa a someterse a los exámenes y análisis “constituirá indicio contrario a la posición
sustentada por el renuente”. Sin embargo, el altísimo grado de probabilidad que arroja la prueba de ADN
es el fundamento de la eficacia e importancia que esta prueba tiene en los juicios de filiación, a tal punto
que el art. 579 del Código dispone que la negativa a su realización constituye un “indicio grave” contrario
a quien se resiste a someterse a dicha prueba, y no un simple indicio como surge del art. 4 de la ley
23.511.
Actualmente rige la Ley 26.548 (B.O. 27/11/09) que crea el “Archivo Nacional de Datos
Genéticos” (art. 4), cuyo decreto reglamentario nº 38/2013 dispone en el art. 5 del Anexo I que en dicho
organismo procede el “archivo y el almacenamiento de todas las muestras ingresadas al Banco Nacional
De Datos Genéticos, ya sean: 1) muestras hemáticas; 2) hisopados bucales; 3) material cadavérico; 4)
evidencias obtenidas a partir de los allanamientos, requisas u otros actos celebrados por orden judicial, ya
sea material orgánico u objetos; 5) ADN extraído”.
Se ha sostenido que la presunción que establece la ley resultaría inconstitucional, pues colisiona
con un principio superior garantizado por la Constitución nacional, esto es, que nadie está obligado a
declarar contra sí mismo. En opinión de importante doctrina que compartimos, la argumentación no es
válida pues si bien la garantía opera en materia penal, en el caso está en juego el derecho a establecer la
propia identidad, también garantizado por la Constitución, sobre todo después de la incorporación de las
declaraciones y tratados internacionales que enumera el art. 75 inc. 22, merced a la reforma de 1994 (en
especial, el art. 1° de la Convención sobre los Derechos del Niño, ratificada por la ley 23.849). 39 Además,
el Código prevé la posibilidad de que los exámenes genéticos que corresponden a la tipificación del ADN
se realicen post mortem, es decir, aun después del fallecimiento del presunto padre, en cuyo caso “la
prueba puede realizarse sobre material genético de los dos progenitores naturales de éste” y, ante la
negativa o imposibilidad de uno de ellos, “puede autorizarse la exhumación del cadáver”, sin perjuicio de
lo cual “el juez puede optar entre estas posibilidades según las circunstancias del caso” (art. 580).
La Ley 26.548 dispuso que el Banco Nacional de Datos Genéticos creado por la Ley 23.511
funcionará como organismo autónomo y autárquico dentro de la órbita del Ministerio de Ciencia,
Tecnología e Innovación Productiva (art. 1), y redefinió su objeto el que consiste en “garantizar la
obtención, almacenamiento y análisis de la información genética que sea necesaria como prueba para el
esclarecimiento de delitos de lesa humanidad cuya ejecución se haya iniciado en el ámbito del Estado
nacional hasta el 10 de diciembre de 1983, y que permita: a) La búsqueda e identificación de hijos y/o
hijas de personas desaparecidas, que hubiesen sido secuestrados junto a sus padres o hubiesen nacido
durante el cautiverio de sus madres; b) Auxiliar a la justicia y/o a organizaciones gubernamentales y no
gubernamentales especializadas en la materia objeto de esta ley en la identificación genética de los restos
de personas víctimas de desaparición forzada” (art. 2). Asimismo el BNDG “asesorará a los jueces
nacionales y federales en relación con el levantamiento de rastros forenses útiles para la obtención de
información genética, y pondrá a su disposición personal capacitado para participar de procedimientos
judiciales que se deban llevar adelante a ese efecto” (art. 15).
8) Ley aplicable a la filiación por naturaleza y por TRHA.
Jurisdicción. Las acciones por determinación e impugnación de la filiación se interponen, a elección del
actor, ante los jueces del domicilio de quien reclama el emplazamiento filial o ante los jueces del
domicilio del progenitor o pretendido progenitor. En caso de reconocimiento son competentes los jueces
del domicilio de la persona que efectúa el reconocimiento, los del domicilio del hijo o los del lugar de su
nacimiento (art. 2631).
Derecho aplicable. El establecimiento y la impugnación de la filiación se rigen por el derecho del
domicilio del hijo al tiempo de su nacimiento o por el derecho del domicilio del progenitor o pretendido
progenitor de que se trate al tiempo del nacimiento del hijo o por el derecho del lugar de celebración del
matrimonio, correspondiendo el que tenga soluciones más satisfactorias a los derechos fundamentales del
hijo (art. 2632).
Acto de reconocimiento de hijo. Las condiciones del reconocimiento se rigen por el derecho del domicilio
del hijo al momento del nacimiento o al tiempo del acto, o por el derecho del domicilio del autor del
reconocimiento al momento del acto. La capacidad del autor del reconocimiento se rige por el derecho de
su domicilio. La forma del reconocimiento se rige por el derecho del lugar del acto o por el derecho que
lo rige en cuanto al fondo (art. 2633).

D) ADOPCIÓN (arts. 594 a 637)


1) Disposiciones generales. El Código en su art. 594 define que la adopción “es una institución jurídica
que tiene por objeto proteger el derecho de niños, niñas y adolescentes a vivir y desarrollarse en una
familia que le procure los cuidados tendientes a satisfacer sus necesidades afectivas y materiales, cuando
éstos no le pueden ser proporcionados por su familia de origen”.

39
Bossert, Gustavo – Zannoni, Eduardo; Manual…, op. cit., p. 467/68.
La adopción sólo se otorga por sentencia judicial y tiene como efecto emplazar al adoptado en el
estado de hijo.
La adopción se rige por los siguientes principios: a) el interés superior del niño; b) el respeto por el
derecho a la identidad; c) el agotamiento de las posibilidades de permanencia en la familia de origen o
ampliada; d) la preservación de los vínculos fraternos, priorizándose la adopción de grupos de hermanos
en la misma familia adoptiva o, en su defecto, el mantenimiento de vínculos jurídicos entre los hermanos,
excepto razones debidamente fundadas; e) el derecho a conocer los orígenes. En este caso, el adoptado
con edad y grado de madurez suficiente tiene derecho a conocer los datos relativos a su origen y puede
acceder a los expedientes donde se tramitó su adopción. Además, el adoptado adolescente está facultado
para iniciar una acción autónoma a los fines de conocer sus orígenes. A su vez, todo adoptante debe
comprometerse expresamente a hacer conocer sus orígenes al adoptado, quedando constancia de esa
declaración en el expediente.; f) el derecho del niño, niña o adolescente a ser oído y a que su opinión sea
tenida en cuenta según su edad y grado de madurez, siendo obligatorio requerir su consentimiento a partir
de los 10 años (art. 595).
2) Personas que pueden ser adoptadas. Pueden ser adoptadas las personas menores de edad no
emancipadas declaradas en situación de adoptabilidad o cuyos padres han sido privados de la
responsabilidad parental. Excepcionalmente, puede ser adoptada la persona mayor de edad cuando: a) se
trate del hijo del cónyuge o conviviente de la persona que pretende adoptar; b) hubo posesión de estado
de hijo mientras era menor de edad, fehacientemente comprobada.
Pueden adoptarse varias personas, simultánea o sucesivamente. La existencia de descendientes del
adoptante no impide la adopción. En este caso, deben ser oídos por el juez, valorándose su opinión de
conformidad con su edad y grado de madurez. Todos los hijos adoptivos y biológicos de un mismo
adoptante son considerados hermanos entre sí (art. 598).
Declaración judicial de “adoptabilidad”. La declaración de adoptabilidad implica el desarrollo de un
procedimiento que investiga si entre determinada persona y su familia biológica se agotaron todas las
posibilidades para la continuidad y desarrollo de la vida familiar. Su fundamento es de orden
constitucional, pues se apoya en la preminencia que tiene la familia biológica o de origen para la crianza
y desarrollo de los niños nacidos en su seno (arts. 7, 8, 9, 20 Convención de los Derechos del Niño; arts.
14 y 75, inc. 22, CN), y en apretada síntesis consiste en un conjunto de garantías y procedimientos
destinados al ejercicio de la mayor cantidad de derechos posibles por parte de los niños, niñas y
adolescentes, en todos los ámbitos en que se desarrollen, que deben serles garantizados por la familia, la
comunidad y el Estado, en ese orden.
La declaración judicial de adoptabilidad (arts. 607 a 610 del Código), se dicta cuando: a) existan
niños sin filiación establecida, o huérfanos, y se haya agotado la búsqueda de familiares de origen por
parte del organismo administrativo competente en un plazo máximo de 30 días, prorrogables por un plazo
igual sólo por razón fundada; b) los padres tomaron la decisión libre e informada de que el niño sea
adoptado. Esta manifestación es válida sólo si se produce después de los 45 días del nacimiento; c) hayan
fracasado las medidas excepcionales de protección tendientes a que el niño permanezca en su familia de
origen o ampliada, en un plazo máximo de 180 días. Vencido ese plazo máximo, el organismo
administrativo de protección de derechos del niño, niña o adolescente que tomó la decisión debe
dictaminar inmediatamente sobre la situación de adoptabilidad. Dicho dictamen se debe comunicar al juez
interviniente dentro del plazo de 24 horas; d) no exista algún familiar o referente afectivo del niño, niña o
adolescente que ofrezca asumir su guarda o tutela, o si la ofreciera cuando tal pedido no es considerado
adecuado al interés del niño, niña o adolescente.
Durante el trámite es obligatoria la entrevista personal del juez con los padres, si existen, y con el
niño, niña o adolescente cuya situación de adoptabilidad se tramita.
El juez debe resolver sobre la situación de adoptabilidad en el plazo máximo de 90 días.
Posteriormente, se inicia el restante proceso judicial, consistente en la adopción propiamente dicha. La
sentencia de privación de la responsabilidad parental equivale a la declaración judicial en situación de
adoptabilidad.
Las decisiones sobre si un niño se encuentra en condiciones de permanecer en su familia de origen,
debe ser incluido transitoriamente en otro grupo familiar o se lo inserta definitivamente a través de la
adopción en una familia alternativa, se adoptan a partir del accionar del Estado. En primer término por vía
administrativa -medidas de protección de derechos- o judicial -medidas excepcionales de protección- las
cuales estarán orientadas a la reorganización y el fortalecimiento familiar; eventualmente concluyendo en
una declaración de adoptabilidad y discernimiento de guarda para adopción. De este modo la guarda
desaparece como proceso autónomo y previo a la adopción, al ser remplazada por aquel donde se adoptan
medidas de protección de derechos administrativas, excepcionales o judiciales, que pueden dar lugar a la
declaración de adoptabilidad.40
3) Personas que pueden ser adoptantes. El niño, niña o adolescente puede ser adoptado por un
matrimonio, por ambos integrantes de una unión convivencial o por una única persona.
En el régimen anterior, solo se admitía la adopción unipersonal y la adopción por los cónyuges,
negándose la posibilidad de adopción por parejas. Tal exigencia fue considerada irrazonable y declarada
inconstitucional, permitiéndose la adopción a una pareja con fundamento en la preeminencia del superior
interés del niño, y por aplicación de los arts. 3 y 21 de la Convención Internacional de los Derechos del
Niño y del art. 14 bis de la Constitución nacional, que establece que la legislación debe propender a la
“protección integral de la familia”, principio que se ve enriquecido e incrementado por el nuevo inc. 19
del art. 75 de la C.N., todos ellos en interpretación armónica bajo el principio de unidad interpretativa que
implica que las normas no deban ser puestas en pugna entre sí, sino armonizadas para que todas ellas
conserven igual valor y efecto. 41 Es del caso señalar que dicha Convención fue aprobada en nuestro país
por Ley 23.849.
Todo adoptante debe ser por lo menos 16 años mayor que el adoptado, excepto cuando el cónyuge
o conviviente adopta al hijo del otro cónyuge o conviviente. En caso de muerte del o de los adoptantes u
otra causa de extinción de la adopción, se puede otorgar una nueva adopción sobre la persona menor de
edad.
El adoptante debe además acreditar: a) residencia permanente en el país por un período mínimo de
5 años anterior a la petición de la guarda con fines de adopción; plazo que no se exige a las personas de
nacionalidad argentina o naturalizadas en el país; b) estar inscripta en el registro de adoptantes (art. 600).
No podrán adoptar: 1. Quienes no hayan cumplido 25 años de edad, excepto que su cónyuge o
conviviente que adopta conjuntamente cumpla con este requisito; 2. Los ascendientes a sus descendientes;
3. Un hermano a otro hermano o a su hermano unilateral (art. 601).
Las personas casadas o en unión convivencial pueden adoptar sólo si lo hacen conjuntamente,
excepto en los siguientes casos: a) Cuando el cónyuge o conviviente ha sido declarado persona incapaz o
de capacidad restringida, y la sentencia le impide prestar consentimiento válido para este acto; b) Cuando
los cónyuges están separados de hecho. Cuando la guarda con fines de adopción se hubiese otorgado
durante el matrimonio o unión convivencial y el período legal se completa después del fallecimiento de
uno de los cónyuges o convivientes, el juez puede otorgar la adopción al sobreviviente y generar vínculos
jurídicos de filiación con ambos integrantes de la pareja. En este caso, el adoptado lleva el apellido del
adoptante, excepto que fundado en el derecho a la identidad se peticione agregar o anteponer el apellido
de origen o el apellido del guardador fallecido. Incluso podrán adoptar en forma conjunta después del
divorcio o del cese de la unión convivencial, siempre que durante el matrimonio o la unión convivencial
hayan mantenido estado de madre o padre con una persona menor de edad, y previa valoración del juez
especialmente sobre la incidencia de la ruptura al ponderar el interés superior del niño.
El tutor sólo puede adoptar a su pupilo una vez extinguidas las obligaciones emergentes de la
tutela.
Guarda con fines de adopción. Juicio de adopción.

40
González de Vicel, Mariela. “Comentarios a los arts. 594 a 637” en Código Civil y Comercial de la Nación
Comentado; Marisa Herrera, Gustavo Caramelo, Sebastián Picasso (Directores). Ed. Infojus, t. II, Bs. As., 2015, p.
402.
41
SCBA, Causa C. 97.295, 21/03/12, “N, M.D. y otra s/ adopción plena”; MJJ72013.
a) El Código prohíbe expresamente en cualquiera de sus formas la entrega directa de niños que dan
lugar a las guardas de hecho, ya sea por acto administrativo, escritura pública o que la realice
directamente alguno de los progenitores u otro familiar. Sin embargo, confiere al juez una potestad
específica: separar al niño de los guardadores con la sola circunstancia de verificar la transgresión a la
prohibición, y siempre que no se trate de una persona vinculada al niño por un lazo de parentesco.
El art. 611 dispone: “Queda prohibida expresamente la entrega directa en guarda de niños, niñas y
adolescentes mediante escritura pública o acto administrativo, así como la entrega directa en guarda
otorgada por cualquiera de los progenitores u otros familiares del niño. La transgresión de la prohibición
habilita al juez a separar al niño transitoria o definitivamente de su pretenso guardador, excepto que se
compruebe judicialmente que la elección de los progenitores se funda en la existencia de un vínculo de
parentesco, entre éstos y el o los pretensos guardadores del niño”.
El juez que declaró la situación de adoptabilidad, selecciona a los pretensos adoptantes de la
nómina remitida por el Registro de Adoptantes. A estos fines, convoca a la autoridad administrativa que
intervino en el proceso de declaración de adoptabilidad. Para la selección, y a los fines de asegurar de un
modo permanente y satisfactorio el desarrollo pleno del niño, niña o adolescente, se deben tomar en
cuenta, entre otras pautas: las condiciones personales, edades y aptitudes del o de los pretensos
adoptantes; su idoneidad para cumplir con las funciones de cuidado, educación; sus motivaciones y
expectativas frente a la adopción; el respeto asumido frente al derecho a la identidad y origen del niño,
niña o adolescente. Asimismo, el juez debe citar al niño, niña o adolescente cuya opinión debe ser tenida
en cuenta según su edad y grado de madurez (art. 613).
Cumplidas estas medidas, el mismo juez que dictó la sentencia que declara la situación de
adoptabilidad, dicta inmediatamente la sentencia de guarda con fines de adopción. El plazo de guarda no
puede exceder los 6 meses (arts. 612 y 614).
b) Una vez cumplido el período de guarda, el juez interviniente, de oficio o a pedido de parte o de
la autoridad administrativa, inicia el proceso de adopción. Es juez competente el que otorgó la guarda con
fines de adopción o, a elección de los pretensos adoptantes, el del lugar en el que el niño tiene su centro
de vida si el traslado fue tenido en consideración en esa decisión. Se aplican al proceso de adopción las
siguientes reglas: 1. son parte los pretensos adoptantes y el pretenso adoptado; si tiene edad y grado de
madurez suficiente, debe comparecer con asistencia letrada; 2. el juez debe oír personalmente al pretenso
adoptado y tener en cuenta su opinión según su edad y grado de madurez; 3. debe intervenir el Ministerio
Público y el organismo administrativo; 4. el pretenso adoptado mayor de 10 años debe prestar
consentimiento expreso; 5. las audiencias son privadas y el expediente, reservado.
La sentencia que otorga la adopción tiene efecto retroactivo a la fecha de la sentencia que otorga la
guarda con fines de adopción, excepto cuando se trata de la adopción del hijo del cónyuge o conviviente,
cuyos efectos se retrotraen al inicio del juicio de adopción.
4) Tipos de adopción.
El Código reconoce tres tipos de adopción: a) plena; b) simple; c) de integración.
El juez otorga la adopción plena o simple según las circunstancias y atendiendo fundamentalmente
al interés superior del niño.
Cuando sea más conveniente para el niño, niña o adolescente, a pedido de parte y por motivos
fundados, el juez puede mantener subsistente el vínculo jurídico con uno o varios parientes de la familia
de origen en la adopción plena, y crear vínculo jurídico con uno o varios parientes de la familia del
adoptante en la adopción simple. En este caso, no se modifica el régimen legal de la sucesión, ni de la
responsabilidad parental, ni de los impedimentos matrimoniales regulados en el Código para cada tipo de
adopción (art. 621).
A petición de parte y por razones fundadas, el juez puede convertir una adopción simple en plena.
La conversión tiene efecto desde que la sentencia queda firme y para el futuro.
El prenombre del adoptado debe ser respetado. Excepcionalmente y por razones fundadas en las
prohibiciones establecidas en las reglas para el prenombre en general o en el uso de un prenombre con el
cual el adoptado se siente identificado, el juez puede disponer la modificación del prenombre en el
sentido que se le peticione (art. 623).
Adopción Plena (arts. 624 a 626). La adopción plena confiere al adoptado la condición de hijo y extingue
los vínculos jurídicos con la familia de origen, a excepción de que subsisten los impedimentos
matrimoniales. El adoptado tiene en la familia adoptiva los mismos derechos y obligaciones de todo hijo.
La adopción plena es irrevocable.
Pautas para el otorgamiento de la adopción plena. La adopción plena se debe otorgar: 1) Preferentemente,
cuando se trate de niños, niñas o adolescentes huérfanos de padre y madre que no tengan filiación
establecida; 2) También puede otorgarse en los siguientes supuestos: a) cuando se haya declarado al niño,
niña o adolescente en situación de adoptabilidad; b) cuando sean hijos de padres privados de la
responsabilidad parental; c) cuando los progenitores hayan manifestado ante el juez su decisión libre e
informada de dar a su hijo en adopción.
El apellido del hijo por adopción plena se rige por las siguientes reglas:
a) Si se trata de una adopción unipersonal, el hijo adoptivo lleva el apellido del adoptante; si el adoptante
tiene doble apellido, puede solicitar que éste sea mantenido;
b) Si se trata de una adopción conjunta, se aplican las reglas generales relativas al apellido de los hijos
matrimoniales. Recordemos que en este caso, y conforme al art. 64, el hijo adoptivo lleva el primer
apellido de alguno de los cónyuges; en caso de no haber acuerdo, se determina por sorteo realizado en el
Registro Civil. A pedido de los padres, o del interesado con edad y madurez suficiente, se puede agregar
el apellido del otro. Todos los hijos de un mismo matrimonio deben llevar el apellido y la integración
compuesta que se haya decidido para el primero de los hijos.
c) Excepcionalmente, y fundado en el derecho a la identidad del adoptado, a petición de parte interesada,
se puede solicitar agregar o anteponer el apellido de origen al apellido del adoptante o al de uno de ellos
si la adopción es conjunta;
d) En todos los casos, si el adoptado cuenta con la edad y grado de madurez suficiente, el juez debe
valorar especialmente su opinión.
Adopción Simple (arts. 627 a 629). La adopción simple confiere el estado de hijo al adoptado, pero no
crea vínculos jurídicos con los parientes ni con el cónyuge del adoptante, excepto lo dispuesto en el
Código.
La adopción simple produce los siguientes efectos (art. 627): a) como regla, los derechos y deberes
que resultan del vínculo de origen no quedan extinguidos por la adopción; sin embargo, la titularidad y el
ejercicio de la responsabilidad parental se transfieren a los adoptantes; b) la familia de origen tiene
derecho de comunicación con el adoptado, excepto que sea contrario al interés superior del niño; c) el
adoptado conserva el derecho a reclamar alimentos a su familia de origen cuando los adoptantes no
puedan proveérselos; d) el adoptado que cuenta con la edad y grado de madurez suficiente o los
adoptantes, pueden solicitar se mantenga el apellido de origen, sea adicionándole o anteponiéndole el
apellido del adoptante o uno de ellos; a falta de petición expresa, la adopción simple se rige por las
mismas reglas de la adopción plena; e) el derecho sucesorio se rige por las reglas generales previstas en el
Libro Quinto.
Después de acordada la adopción simple se admite el ejercicio por el adoptado de la acción de
filiación contra sus progenitores, y el reconocimiento del adoptado. Pero ninguna de estas situaciones
debe alterar los efectos de la adopción establecidos en el art. 627.
La adopción simple es revocable en los siguientes casos: a) por haber incurrido el adoptado o el
adoptante en alguna causal de indignidad; b) por petición justificada del adoptado mayor de edad; c) por
acuerdo de adoptante y adoptado mayor de edad manifestado judicialmente.
La revocación extingue la adopción desde que la sentencia queda firme y para el futuro.
Revocada la adopción, el adoptado pierde el apellido de adopción. Sin embargo, con fundamento
en el derecho a la identidad, puede ser autorizado por el juez a conservarlo.
Adopción de Integración (arts. 630 a 633)
La adopción de integración se configura cuando se adopta al hijo del cónyuge o del conviviente y
genera los efectos previstos en los arts. 630 a 633.
Efectos entre el adoptado y su progenitor de origen. La adopción de integración siempre mantiene el
vínculo filiatorio y todos sus efectos entre el adoptado y su progenitor de origen, cónyuge o conviviente
del adoptante.
Efectos entre el adoptado y el adoptante. La adopción de integración produce los siguientes efectos: a) si
el adoptado tiene un solo vínculo filial de origen, se inserta en la familia del adoptante con los efectos de
la adopción plena; las reglas relativas a la titularidad y ejercicio de la responsabilidad parental se aplican
a las relaciones entre el progenitor de origen, el adoptante y el adoptado; b) si el adoptado tiene doble
vínculo filial de origen se aplica lo dispuesto en el art. 621.
Reglas aplicables. Además de lo regulado en las disposiciones generales, la adopción de integración se
rige por las siguientes reglas (art. 632): a) los progenitores de origen deben ser escuchados, excepto
causas graves debidamente fundadas; b) el adoptante no requiere estar previamente inscripto en el registro
de adoptantes; c) no se aplican las prohibiciones en materia de guarda de hecho; d) no se exige
declaración judicial de la situación de adoptabilidad; e) no se exige previa guarda con fines de adopción;
f) no rige el requisito relativo a que las necesidades afectivas y materiales no puedan ser proporcionadas
por su familia de origen de conformidad con lo previsto en el art. 594.
Revocación. La adopción de integración es revocable por las mismas causales previstas para la adopción
simple, se haya otorgado con carácter de plena o simple.
5) Ley aplicable a la adopción.
Jurisdicción. En caso de niños con domicilio en la República, los jueces argentinos son exclusivamente
competentes para la declaración en situación de adoptabilidad, la decisión de la guarda con fines de
adopción y para el otorgamiento de una adopción. Para la anulación o revocación de una adopción son
competentes los jueces del lugar del otorgamiento o los del domicilio del adoptado (art. 2635).
Derecho aplicable. Los requisitos y efectos de la adopción se rigen por el derecho del domicilio del
adoptado al tiempo de otorgarse la adopción. La anulación o revocación de la adopción se rige por el
derecho de su otorgamiento o por el derecho del domicilio del adoptado (art. 2636).

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