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Artesanía: Representa la artesanía de la isla de Margarita una de las más figurativas dentro

de toda la artesanía venezolana tanto en número como en variedad, comparándosele tan sólo la
artesanía de la región andina.
Tejidos: En la producción artesanal de tejidos de fibra de plantas silvestres figuran:
 El algodón, hilado en "huso".
 La fibra de cambur es ampliamente utilizada para adornar muñecos.
 Los chinchorros son de tejido abierto "de caireles". Las hamacas son de tejido tupido
como tela y también se fabrican de pabilo, guaralillo, guaral e hilo toporeño. Además de
hamacas y chinchorros se fabrican cinturones de varios colores y el llamado "mandinga" (red o
chinchorro de pesca), alpargatas.
 El sisal es una fibra fina y resistente que se usa con su tono natural o teñida en varios
colores y adornada con otros materiales. Aquí figuran sombreros, cestas, mapires (cartera
típica del margariteño), maras (cartera más pequeña) y sandalias.
Alfarería: En el municipio Gómez funciona una escuela de cerámica, financiada en forma de
cooperativa por los pobladores del lugar, donde se transmiten los conocimientos tradicionales
del trabajo de alfarería. Para confeccionar la cerámica, este grupo de artesanos utiliza la
tierra de loza o piedra de jabón, la cual es extraída del cerro La Cruz y del Conejero. Entre los
objetos fabricados están: vasijas, tazas y platos.
Maderas: En Porlamar existe artesanía trabajada en arcilla sobre troncos de madera
recogidos del mar. La madera de estos troncos es tratada y esculpida de manera tal que puede
hablarse de verdaderas esculturas. Además, existe en toda la isla la fabricación de muebles:
sillas, bancos, mesas y mecedoras que conservan el estilo de la época de la colonia.
Cuero: En Porlamar, El Maco y Tacarigua, se fabrican artículos de cuero: bolsos, sandalias y
llaveros.
A Teodora Jiménez sus amigas le dijeron una vez que al casarse y tener hijos abandonaría el
oficio de entrelazar coloridos hilos y construir con ellos las hamacas que ya son célebres no
sólo en el estado Nueva Esparta, zona insular de Venezuela, sino en toda la región oriental.
Estaban equivocadas.
"Empecé en esto cuando tenía diez añitos y ahora tengo 87. No le he dejado nunca, ni cuando
me tocó tener hijos, ¡y tuve cinco! Amo este trabajo porque lo aprendí de mi abuela y ella lo
aprendió de su mamá.

Es una tradición familiar que viene desde mis bisabuelos y más allá. Es algo que respeto y
mantengo", afirma convencida esta artesana residente de Santa Ana, capital del municipio
Gómez, ubicado al noreste de la isla de Margarita.

Teodora no prestó atención a las amigas que auguraban su retiro y hoy en día se hizo acreedora
del Premio Nacional de Cultura, mención Artesanía edición 2012-2014, gracias a sus manos
expertas y su sensibilidad creadora.
Es hija ilustre de Santa Ana, distinción que le fue otorgada por la Alcaldía de Gómez y
reconocida en su labor como tejedora por la Fundación Casa del Artista en 2014.
"Yo decía que casada o no, seguiría teniendo las mismas manos y los mismos hilos, y continué
tejiendo, a pesar de que fui quedando solita con mis hijos. Quedé sin hermanos, sin esposo, sin
madre, y aún así, seguí atendiendo el telar. En verdad, cuando uno ama su trabajo, no quiere
dejarlo. Yo dejaré de tejer cuando me muera", sostiene.
Esta dedicación ha convertido a doña Teodora Antonia Jiménez Villarroel en un reconocido
valor cultural de la jurisdicción de Gómez, famosa no sólo por sus atractivos turísticos sino por
la artesanía que incluye las hamacas y chinchorros que esta alegre señora y otros artesanos
elaboran.
También por los mapires de Pedro González, las alpargatas en Altagracia o las piezas en
arcilla realizadas en El Cercado.
Para ella elaborar una hamaca es mucho más que generar una pieza artesanal. Refiere que
sentarse frente al telar implica un supremo acto de creación: "Yo me siento como si fuera una
mamá. Para mí todas esas hamacas son como hijitos".

La creación una hamaca o un chinchorro que luego se convierte en una pieza artesanal podría
sonar como rutinaria a los oídos de los desprevenidos: "Bajo mi telar, paso mi hilo y empiezo a
pensar en colores y formas. Ahí me mantengo horas y horas".

Nos recuerda que un telar rústico está formado por 4 palos, dos verticales llamados "horcones"
y dos horizontales llamados "varas", más dos varitas delgadas llamadas "latas" ó "varillas de
cruce".

Sobre el proceso de elaboración de la hamaca, explica la artesana, se va pasando el hilo por


encima y por debajo de las varas, guiándolo una vez por fuera y después por dentro de la varilla
de cruzar.

Una vez terminados estos movimientos, se hace el denominado "enlice" una especie de
cadeneta que conecta los hilos urdidos. Cada hamaca puede llevarle unos cinco días de labor.

Maestra de nuevas generaciones


Teodora está contenta de poder transmitir esta tradición familiar a las nuevas generaciones.
Afirma que sus hijos y nietos ya han aprendido a tejer y mantendrán viva esta práctica por
muchos años más. Su mensaje para ellos es claro: "Trabajar es mejor que andar en la calle sin
hacer nada".

Ya cercana a los 90 años, sigue demostrando su compromiso como maestra formadora de


generaciones que mantiene viva la tejeduría de los pueblos originarios del estado Nueva
Esparta, con valores estéticos que integran los saberes de la pluriculturalidad neoespartana.

La experimentada creadora es una invitada permanente en ferias regionales y nacionales


organizadas en su mayoría por entes como el Ministerio para la Cultura.
"Eso no veía antes. Me parece bien bueno porque les dan a los artesanos el chance de mostrar
sus trabajos en tantos eventos y les dan respaldo. Además para mí significa que ahora tengo que
trabajar mucho más, pa' que la gente vea".

Todo indica que a Teodora le falta mucho por tejer porque al hacerlo, no sólo elabora el
preciado chinchorro margariteño. Al entrecruzar hilos y colores ella también teje tributo a su
sangre guaiquerí y teje esos sueños creadores que nunca ha abandonado.

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