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Hay en la Argentina trescientas sesenta Áreas Protegidas (AP), entre las que cuentan los parques na-
cionales, otras unidades a cargo de la Administración de Parques Nacionales (APN) y un número mu-
cho mayor de áreas a cargo de otros órganos de gobierno –nacionales, provinciales o municipales–,
de ONG y particulares. Estas áreas protegen sitios silvestres que son muestras donde se conservan la
diversidad de vida y los recursos naturales, así como también los recursos culturales asociados.
Al presente, las trescientas sesenta AP comprenden 18.936.000 ha, una extensión casi tan gran-
de como la Mesopotamia, un 6,78% del territorio nacional, según la base de datos actualizada
en 2004 del Sistema de Información en Biodiversidad (SIB) de la APN. De esas AP, treinta y
cuatro son de jurisdicción nacional, a cargo de la APN, y abarcan 3.668.400 ha, es decir, un
1,31% del territorio argentino.
Si bien en el último lustro (2000-04) la superficie total de las AP creció en 3.429.000 ha, lo
que representa un 18% de incremento, la citada proporción territorial actual es aún insufi-
ciente, pues en ámbitos internacionales se recomienda un 10% de superficie protegida de ca-
da país o región (o más de un 15%, si se considera toda la gama de categorías de protección)
y el promedio mundial terrestre se ubica actualmente en torno al 11% (COP 7-CDB, 2004).
A ello se suma que esta cobertura media es de distribución sumamente desigual entre eco-
rregiones donde varias de aquéllas adolecen una extrema insuficiencia (tienen menos del 5%
Además, se debe considerar que ese 6,78% de AP comprende una gama de distintas categorías
de manejo en que se clasifican. Más de tres cuartas partes de su extensión (78%) pertenecen a
categorías llamadas “de protección parcial”, como las reservas de uso múltiple y partes de las
reservas de biosfera. Este tipo de protección permite la presencia de población y el aprovecha-
miento ordenado de los recursos naturales –ganadería, uso forestal, caza (UICN, 1994). Son po-
cos los casos en que tales usos están ordenados efectivamente, lo que supone distintos grados
de deterioro del capital natural, aun dentro de las AP. Las áreas de protección total o estrictas
son casi, en su totalidad, de dominio estatal, sin población ni uso extractivo, y comprenden ape-
nas algo más del 1% del territorio (es decir, el 22% del área protegida total).
Por otro lado, la protección efectiva que reciben las áreas es, en gran parte, deficiente. Si se toma en
cuenta un indicador muy elemental de efectividad como el control de terreno, el banco de datos del
Sistema Federal de Áreas Protegidas (SIFAP) que opera la APN registra que un 44% de toda la super-
ficie declarada bajo protección no posee control de terreno alguno, que un 37% tiene control insufi-
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Porcentaje
Superficie total Área protegida
Ecorregión correspondiente a
(ha) (ha)
cada superficie (%)
Bósques Patagónicos 7.000.000 2.498.600 35,69
Esteros del Iberá 3.793.000 1.233.200 32,51
Selva de Yungas 4.661.000 1.480.900 31,77
Puna 8.640.000 2.244.500 25,98
Delta e Islas del Paraná 4.825.000 1.011.300 20,96
Selva Paranaense 2.686.000 478.200 17,80
Altos Andes 14.300.000 2.360.500 16,51
Monte Serrano 11.710.000 1.008.200 8,61
Estepa Patagónica 53.446.000 2.735.800 5,12
Monte Llano 35.331.000 1.299.300 3,68
Chaco Seco 49.298.000 1.809.200 3,67
Chaco Húmedo 11.850.000 286.400 2,42
Pampa 39.133.000 411.900 1,05
Espinal 29.740.000 78.000 0,26
Campos y Malezales 2.768.000 300 0,01
TOTALES 279.181.000 18.936.300 6,78
Fuente: Datos SIFAP. Sistema de Información de Biodiversidad (SIB) de la APN.
Tabla 1. Cobertura de área protegida por ecorregiones en la Argentina.
ciente y que sólo el 19%, un control mínimo aceptable. Entre estas últimas se cuenta la mayoría de los
parques y de las reservas nacionales que son, en general, las AP –relativamente– mejor cuidadas, aun-
que eso no supone autosuficiencia a largo plazo ni una garantía de viabilidad ecológica para los eco-
La Situación Ambiental Argentina 2005
Este débil panorama institucional en nada ha mejorado en los años recientes, mientras las ame-
nazas que atentan contra la biodiversidad se agravaron a ritmos vertiginosos en varias regiones
del país. El fenómeno, quizá, más prepotente es la deforestación en regiones boscosas o, en ge-
neral, la conversión de hábitat naturales con destino a la agricultura (Chaco, Selva Paranaense,
Selva Pedemontana de las Yungas, Espinal, Pampa) y a las plantaciones forestales (Selva Para-
naense, Campos y Malezales, Espinal Mesopotámico).
Este proceso, que se da sin planificación alguna, tiene dos consecuencias graves para la con-
servación de la naturaleza. Por un lado, avanza en muchos casos hasta los límites mismos de
las AP, como está ocurriendo en parques nacionales como Copo, Chaco o Iguazú. Si llegan a
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quedar aislados, dado su tamaño chico o mediano, esos parques perderán con el tiempo una
parte importante de su biodiversidad. Por el otro lado, la irregular fragmentación del hábitat
silvestre fuera de las AP anula la oportunidad para crearlas en el futuro. Los remanentes de un
cierto tipo de bosque que en un momento determinado hayan podido sobrevivir al desmonte
suelen quedar en fragmentos de tamaño y formas tan irregulares, que son inservibles para
crear en ellos AP viables.
Estos cambios vertiginosos en el uso del territorio, ligados al cambio climático que se registra
a nivel planetario, han obligado a repensar la todavía necesaria estrategia de ampliación del sis-
tema de AP. Se entiende que el procedimiento de crear nuevas AP dispersas en diferentes sitios
de una región –aunque seleccionadas por su valor de conservación– no asegura a largo plazo la
conservación de la biodiversidad. Hoy se cuenta con categóricos fundamentos científicos (Ben-
nett, 1998; Fahrig, 2003) acerca de la pérdida de la biodiversidad en áreas silvestres aisladas.
Cuando una de estas AP, por un determinado disturbio (natural o provocado) sufre la extinción
de una o varias especies de su elenco, nunca será repoblada por individuos de la misma especie
provenientes de las vecindades si el espacio a sortear constituye una barrera infranqueable, co-
mo lo son las rutas, las zonas de cultivos o las zonas urbanas.
La estrategia con la que se intenta superar esta circunstancia se basa en dos criterios principales: de
“amortiguamiento” y de “conectividad biológica”. El primero privilegia la conformación de agru-
pamientos espaciales de AP de distinta categoría, complementarias entre sí, de modo tal que las de
protección estricta gocen del efecto amortiguador de un entorno de áreas de protección parcial (mo-
La V Conferencia de las Partes del Convenio de Diversidad Biológica adoptó el llamado “enfo-
que ecosistémico” (COP 5- CDB, 2000), que avala aquella estrategia y concibe la conservación
in situ como una gestión de las AP estrictas integrada a la de amplias extensiones del paisaje del
que es parte integrante.
Inevitablemente, la aplicación de aquella estrategia sobre la base de este enfoque hace necesa-
rio buscar las formas de extender la conservación a tierras privadas u ocupadas por pobladores
rurales, e implica adoptar criterios de gestión “más allá de los límites” de las AP, más comple-
jos y ambiciosos que los tradicionales, pero con perspectivas mucho mayores de inserción y
consenso dentro de la comunidad (nacional y local). Entre estas premisas podemos destacar:
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A continuación, se hace referencia a una breve fundamentación de estos criterios y los avances
que hubo en el último lustro acerca de su aplicación en diversos casos concretos.
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dos al Proyecto GEF (Global Environment Facility)de Conservación (Quebrada del Condorito,
San Guillermo, Copo); zonas que las respectivas provincias declararon reservas de categoría no
estricta (Reserva de uso múltiple, Reserva hídrica, etc.). La Fundación Vida Silvestre Argentina
(FVSA) ha orientado en muchos casos su programa de Refugios de Vida Silvestre a experien-
cias de uso sustentable de recursos silvestres (ver Moreno et al. en este volumen). La Fundación
Hábitat & Desarrollo de Santa Fe impulsa la creación de reservas privadas con manejo silvo-
pastoril de montes y sabanas en el Espinal y el Chaco Húmedo.
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casi 1.000.000 ha aún sin delimitar) en Chaco, los Sitios Ramsar (humedales) como Jaauka-
nigas (2001, 492.000 ha) en Santa Fe y los humedales del Chaco (2003, 508.000 ha) en Cha-
co. Se trata de AP declaradas, cuya instrumentación efectiva es incipiente o no se inició aún.
La APN impulsa la iniciativa de los “corredores chaqueños”, junto con algunas provincias
de la región, y busca coordinar territorialmente (instancia integradora aún faltante) la referi-
da base de información, los proyectos de nuevas AP y los proyectos de desarrollo regional
(e.g., el Plan Estratégico de Acción del Río Bermejo).
El concepto de corredor ecológico es reconocido a nivel mundial. Su carácter flexible permite es-
tablecer en su interior distintas categorías de manejo aplicadas a través de zonas de protección de
la naturaleza (como son los parques nacionales, provinciales, municipales o las reservas privadas)
y áreas donde se desarrollan actividades productivas. Está formado por un mosaico de tierras con
variados usos que son manejadas de manera integrada para garantizar la supervivencia a largo pla-
zo del mayor número posible de especies, a través de la continuidad de sus hábitat y procesos eco-
lógicos y del mantenimiento o la restauración de la conectividad ecológica de sus ecosistemas.
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La idea de corredor ecológico se fundamenta, principalmente, en que la mayoría de las áreas na-
turales protegidas en sí mismas constituyen áreas pequeñas para conservar poblaciones viables
y procesos ecológicos a largo plazo. Sin un adecuado ordenamiento territorial, las AP pueden
quedar sujetas a un aislamiento progresivo (insularización) por la conversión de hábitat en sus
entornos (expansión agrícola o urbana).
Existen en el país varias iniciativas de corredores ecológicos. El objetivo de este trabajo es pre-
sentar una síntesis de la experiencia de los últimos años, en especial el Corredor Verde (en la
provincia de Misiones), el Corredor de las Yungas (en las provincias de Salta y Jujuy), el Corre-
dor Andino Norpatagónico (en las provincias de Neuquén, Río Negro, Chubut) y otras áreas con
potencialidades para aplicar la estrategia de corredores.
Corredor Verde
Este corredor involucra veintidós municipios de la provincia de Misiones y se extiende sobre una su-
perficie aproximada de 1.108.000 ha, de las cuales 412.259 corresponden a áreas naturales protegidas.
Es el primero legalmente constituido en el país por la Ley Provincial Nº3.631 del año 1999, por me-
dio de la cual se creó el “Área Integral de Conservación y Desarrollo Sustentable”, denominada “Co-
rredor Verde de la Provincia de Misiones”. Su finalidad es garantizar la conectividad de la Selva Para-
naense de Misiones. Se extiende sobre un mosaico de paisajes que incluyen áreas naturales protegidas,
propiedades privadas que poseen diversos usos, colonias agrícolas y comunidades indígenas. Entre las
áreas naturales protegidas que contiene, se encuentran el Parque Nacional Iguazú, los Parques Provin-
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de trabajo conjunto de los municipios dentro del corredor para temas de turismo y comercio, a
través del reconocimiento de la importancia del corredor por parte del parlamento de legislado-
res patagónicos y la promoción, desde este ámbito, de algunas reuniones con representantes de
municipios chilenos que forman parte del corredor.
Otros corredores
Se puede considerar que otras áreas con potencialidades para la adopción de una estrategia
de corredor ecológico son la costa patagónica, el valle y Delta del Río Paraná, la costa bo-
naerense y el Río de la Plata.
Se ha planteado una estrategia de corredor para la franja costera de las provincias de Río Negro, Chu-
but, Santa Cruz y Tierra del Fuego. La región se caracteriza por sus extensas playas y su rica fauna
marina. Se ha elaborado un Plan de Manejo Integrado de la Zona Costera Patagónica (Fundación Pa-
tagonia Natural, con el apoyo de Wildlife Conservation Society –WCS– y financiado por el FMAM),
a fin de proteger la biodiversidad de esta zona en el marco del manejo sustentable de los recursos. En
la fase de implementación del plan se prevé establecer una red de Áreas Protegidas Patagónicas e ini-
ciar subprogramas de adopción de prácticas productivas coherentes con la conservación.
En el valle aluvial del río Paraná, cabe destacar la iniciativa del “Corredor de humedales del li-
toral fluvial argentino”, llevada a cabo por la Fundación Proteger (ver Peteán y Cappato en es-
te volumen); también se busca fortalecer la conectividad y el desarrollo sustentable de los asen-
La Situación Ambiental Argentina 2005
En la franja costera bonaerense y el Río de la Plata existe una iniciativa conjunta entre la Ar-
gentina y Uruguay, el proyecto FREPLATA de “Protección Ambiental del Río de la Plata y su
Frente Marítimo: Prevención y Control de la Contaminación y Restauración de Hábitat” con el
apoyo del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el FMAM. Como par-
te del Plan de Acción Estratégica se están elaborando planes consensuados para la conservación
de la biodiversidad a lo largo de sus costas y en el mismo Río de la Plata, continuidad natural
del río Paraná, a fin de fortalecer así los corredores biogeográficos naturales.
Tal como se observa en los párrafos precedentes, el país está desarrollando valiosas experien-
cias en relación con los corredores ecológicos, con diferentes modalidades y grados de avance.
Como estrategia de conservación, los corredores constituyen una herramienta amplia y flexible
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Notas
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Según Noss (1991), pueden distinguirse tres tipos de corredores para la vida silvestre a distintas escalas es-
pacio-temporales. El corredor local, que conecta parches de hábitat próximos entre sí (e.g., los parches de
bosque que usan franjas estrechas de hábitat adecuado como cortinas de árboles o arbustos para permitir
desplazamientos de pequeños mamíferos); estos corredores son exclusivamente hábitat de borde y resultan
útiles para especies de hábitat interior. El corredor zonal, que funciona a escala del mosaico de paisaje, per-
mite desplazamientos diarios, estacionales y/o permanentes de especies de borde y de hábitat interior e in-
tegra un mosaico de reservas a nivel de paisaje; este tipo de corredor incluye franjas anchas de bosque que
conectan reservas separadas, bosques fluviales o hábitat que siguen gradientes topográficos. Finalmente, el
corredor regional es la mayor escala para un corredor y conecta reservas en redes regionales.
Una de las herramientas para mejorar esta situación, que ha sido ensayada con éxito en varios paí-
ses de Latinoamérica, es la creación de áreas protegidas privadas (Chacón, 2005). Este país tiene un
importante potencial para explorar esta opción, ya que la mayor parte de su territorio se encuentra
dividido en propiedades privadas que, en muchos casos, contienen ambientes naturales en buen es-
tado de conservación. Sin embargo, sólo el 1,3% de la superficie de las AP corresponde a la cate-
goría de reserva privada (Burkart et al., 1997). El rol de las administraciones provinciales y del es-
tado nacional en este tema fue resaltado en el Foro de Áreas Protegidas Privadas, llevado a cabo en
el Primer Congreso de Áreas Protegidas Privadas, realizado en Córdoba en 2003.
Sólo unas pocas provincias argentinas contemplan la figura de la reserva privada en su legisla-
ción (Castelli, 2001). Tal es el caso de Río Negro (Ley Nº2.669/93), Misiones (Ley Nº3.242/95),
Entre Ríos (Ley Nº8.967/95, aún sin reglamentar), San Juan (Ley Nº6.911/99), Buenos Aires
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(12.459/00), Chubut (Ley Nº4.617/00) y Salta (Ley Nº7.107/00), a las que se sumaron más re-
cientemente Catamarca (Ley Nº5.070/02) y Santa Fé (Ley Nº12.175/03). A excepción de Misio-
nes, que cuenta con diecisiete reservas privadas, en varias de estas provincias aún no existen AP
privadas con reconocimiento oficial.
Probablemente esto responda a que los requerimientos solicitados para declararlas son confu-
sos, a que los incentivos y los beneficios ofrecidos son insuficientes para asumir las restriccio-
nes al uso de la tierra que implica este régimen e incluso a que las propuestas no han tenido su-
ficiente difusión. Otro factor que ha incidido en su desarrollo es la falta de alternativas produc-
tivas que permitan, desde lo económico, dar sustento a las AP privadas. Actualmente, las pocas
alternativas tradicionales de producción generan, en muchos casos, una degradación de los am-
bientes naturales y, en otros casos, su total reemplazo. Existen muy pocos ejemplos de manejo
sustentable de los recursos nativos, por lo que el productor normalmente encuentra en el bos-
que, el estero o el pastizal (ambientes naturales que muchas veces permanecen al margen de las
actividades productivas) una barrera para lograr el desarrollo de su emprendimiento productivo.
Por ello, se hace prioritario encontrar alternativas que sean sostenibles en el tiempo, no sólo des-
de la perspectiva ambiental, sino también desde la socio-económica.
La experiencia de la FVSA
Distintas ONG conservacionistas promueven y asesoran reservas privadas en el país. La FVSA
coordina, desde 1987, el Programa Refugios de Vida Silvestre, un sistema de reservas privadas
La Situación Ambiental Argentina 2005
Los Refugios de Vida Silvestre (RVS), que actualmente cubren una superficie mayor a las 100.000 ha,
funcionan como reservas de uso múltiple. Los principales incentivos para los propietarios que integran
el programa son la asistencia técnica en aspectos relacionados con la conservación y el manejo de los
recursos naturales, el patrocinio institucional y la gestión ante organismos estatales y de financiamien-
to para el desarrollo de proyectos de manejo y conservación de los recursos. Al mismo tiempo, se rea-
liza una evaluación anual del funcionamiento de cada refugio, con un método objetivo que permite,
incluso, promover la desafectación de las áreas que no cumplan con un estándar mínimo (Parera y Mo-
reno, 1998). En estas propiedades se busca, en conjunto con sus propietarios, minimizar el impacto de
las actividades productivas tradicionales como la ganadería y la agricultura. Además, se exploran nue-
vas alternativas como el aprovechamiento de recursos naturales nativos. Por ejemplo, en el RVS El
Cachapé, en la provincia de Chaco, se ha puesto a punto la técnica para el aprovechamiento del cue-
ro y la carne de yacaré, basada en la conservación de 80.000 ha de ambientes naturales (Prado et al.,
2001). Por su parte, el ecoturismo es otra actividad productiva que, planificada y desarrollada con cri-
terios ambientales y sociales, permite revalorizar los ambientes naturales en buen estado de conserva-
ción, como ocurre en el RVS La Aurora del Palmar (Entre Ríos) y en el RVS Yacutinga (Misiones).
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El programa es, también, un complemento de las AP estatales. Algunos refugios son parte de la
zona de amortiguación de áreas naturales protegidas por el Estado como el RVS El Yaguareté,
lindante con el Parque Nacional Iguazú en Misiones o el RVS La Aurora del Palmar con el Par-
que Nacional El Palmar. Al mismo tiempo, el programa incluye áreas en ecorregiones y provin-
cias con poca superficie bajo protección. Tal es el caso del RVS Santa Teresa, que protege
75.000 ha de Monte y Estepa Patagónica, el RVS Las Dos Hermanas con un poco más de 1.000
ha en el Pastizal Pampeano, una de las ecorregiones más amenazadas del país, o Merced de All-
patauca, una de las pocas reservas de la provincia de Catamarca.
Ante esta situación, existen distintos desafíos que la Argentina debe enfrentar para lograr el de-
sarrollo de la conservación en tierras privadas, entre los que se cuentan:
• Elaborar legislación específica en las jurisdicciones provinciales que aún no contemplan esta fi-
gura, reglamentar la normativa existente en la materia, incluir en las mismas incentivos apropiados
para el sector privado y desarrollar objetivos comunes para integrarse a una estrategia nacional.
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Por último, es preciso considerar que, más allá de la importancia y el potencial de las reservas
privadas, es necesario vincularlas con las necesidades de los planes de conservación a nivel re-
gional. No se debe olvidar que resulta central el desarrollo de herramientas de planificación, ta-
les como el ordenamiento territorial y la efectiva implementación del sistema de AP estatales,
en el cual la conservación en tierras privadas podrá realizar su aporte complementario. Sólo de
esta manera se lograría la conservación de la diversidad biológica del país, al optimizar los es-
fuerzos e incorporar al sector privado en la resolución de los conflictos que, hoy por hoy, en-
frentan al desarrollo económico con los recursos naturales.
En toda su historia, el hombre ha utilizado la fauna silvestre para cubrir necesidades básicas de ali-
mentación, vestimenta y, en menor medida, para la construcción de refugios, recreación (como en
el caso de las mascotas) e, incluso, con fines medicinales. En este continente, y desde la llegada de
los europeos, son numerosos los ejemplos en los que la explotación de la fauna con fines comercia-
les ha provocado la disminución de las poblaciones de diversas especies y, en ciertos casos, hasta
la extinción. En la Argentina, varias especies han sido cazadas en forma indiscriminada y sus pro-
ductos han sido consumidos localmente o en el exterior, fundamentalmente durante el siglo XIX y
la primera mitad del XX (Bertonatti y Corcuera, 2000). Cabe mencionar los millones de cueros de
venados de las pampas (Ozotoceros bezoarticus), zorros (Pseudolopex spp.), gatos silvestres (fami-
lia Felidae), coipos (Myocastor coypus), zorrinos (Conepatus spp.), vizcachas (Lagostomus maxi-
mus), lobitos de río (Lutra longicauda), guanacos (Lama guanicoe), vicuñas (Vicugna vicugna), lo-
bos marinos (Otaria flavescens y Arctocephalus australis), iguanas (Tupinambis spp.), yacarés
(Caiman spp.) y boas (Boa constrictor occidentalis y Eunectes notaeus), entre los más importan-
tes, que han sido acopiados y embarcados hacia Europa durante este período. Varias especies de
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aves autóctonas también han sido afectadas por el comercio. Entre ellas, cabe señalar a los ñandúes
(Rhea americana y Pterocnemia pennata), las garzas (familia Ardeidae), cuyas plumas eran vendi-
das en el viejo mundo, y los pingüinos (Spheniscus magellanicus), de los cuales se extraía aceite.
En cuanto a las aves vivas, su comercio fue muy importante durante la década del 80 y su
destino casi exclusivo era su venta como mascotas. En este período se exportaba de la Ar-
gentina un promedio anual de 121.000 ejemplares de loros y cotorras (familia Psitacidae),
que incluían diecinueve especies (Goldfeder, 1991), de las cuales las de mayor comercio re-
sultaban ser respectivamente el loro hablador (Amazona aestiva), la cotorra de cabeza ne-
gra o ñanday (Nandayus nenday), la cotorra de cara roja (Aratinga mitrata), el calancate
(Aratinga acuticaudata), la cotorra común (Miyopsitta monachus), la catita serrana (Broto-
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El comercio de fauna silvestre es cada vez menor, tanto a nivel nacional (implica alrededor de
U$S 50.000.000 al año) como internacional, y la eficiencia de control es también creciente. No
obstante, la mayoría de las poblaciones de especies de la fauna silvestre están en retracción y la
tasa de extinción global sigue en aumento. Esto es así porque el problema crítico que afecta ne-
gativamente a la gran mayoría de especies de la fauna silvestre es la pérdida y la modificación
de sus hábitat, más que la extracción de ejemplares.
Las principales misiones y funciones de la Dirección de Fauna Silvestre (DFS) podrían resumirse en
los siguientes párrafos: a) acordar y consensuar con las autoridades provinciales las políticas de con-
servación de fauna silvestre, incluido su aprovechamiento; b) regular el aprovechamiento de produc-
tos a través del tránsito entre jurisdicciones, la comercialización en la jurisdicción federal, la exporta-
ción e importación y c) velar por el cumplimiento de los acuerdos internacionales en materia de expor-
tación e importación. Para la DFS, además, de acuerdo con los criterios de aprovechamiento aplicados,
el uso sustentable de una especie silvestre debe integrar los aspectos ambiental, social y económico.
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Finalidad económica: se materializa a través de acciones tales como aumentar la renta de los
pobladores locales sin aumentar la extracción del recurso (valor agregado), proteger las vías le-
gales de comercialización, consolidar un esquema de producción previsible y sostenido.
Sobre la base del contexto presentado anteriormente desde la DFS, se llevan adelante diferentes
tipos de acciones y proyectos: a) acciones tendientes a la protección y la conservación de espe-
cies amenazadas, tales como la coordinación de proyectos, la sanción de normativas o la parti-
cipación en la elaboración consensuada de planes de manejo; b) proyectos de uso sustentable de
especies de la fauna silvestre, llevados adelante exclusivamente por este organismo o en forma
conjunta con otros organismos u organizaciones. Estos incluyen diferentes proyectos basados en
planes específicos de manejo, y conjugan la gestión administrativa, comercial y los estudios bio-
lógicos correspondientes, con el fin de favorecer la conservación de estas especies, su hábitat y
el beneficio de los pobladores locales (Bolkoviç y Ramadori, en prensa); c) proyectos de con-
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trol de especies exóticas invasoras, como por ejemplo el trabajo que se está desarrollando para
el control del castor canadiense en conjunto con la APN, la provincia de Tierra del Fuego, An-
tártida e Islas del Atlántico Sur y la provincia de Santa Cruz.
Tal como se mencionó anteriormente, la DFS promueve proyectos experimentales piloto dentro de
una estrategia para el aprovechamiento sustentable de especies de la fauna silvestre, inicialmente
acotados y con pautas muy estrictas, con el objeto de ampliar gradualmente su escala en la medi-
da en que se perciban resultados exitosos y puedan ajustarse las pautas de manejo iniciales. Por
otra parte, para aquellas especies que no permiten un aprovechamiento de ningún tipo, debido a
que se encuentran amenazadas o en peligro de extinción, la DFS promueve y coordina programas
de protección, en conjunto con las provincias y con ONG.
Desde el año 1992, se ha mejorado sustancialmente la relación con las provincias en cuanto al
manejo y la gestión coordinada de los recursos naturales, y se ha potenciado la implementación
de valiosos foros de discusión federales como el Ente Coordinador Interprovincial de Fauna
(ECIF), la Comisión Regional de Provincias Vicuñeras, el Consejo Asesor Regional Patagónico
para la Fauna Silvestre (CARPFS), así como también su relación con el COFEMA, de los cua-
les se ha participado activamente. Todas estas acciones se inscriben en el marco de la Estrate-
gia Nacional de Desarrollo Sustentable, que provee la base conceptual de la conservación y el
manejo de la vida silvestre y, a la vez, propone medidas a tomar para asegurar los resultados
buscados en un contexto más amplio. Entre las más importantes, en relación con el accionar de
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Proyecto Elé. A partir de 1995, se establecieron pautas de manejo uniformes en todo el ámbito de
distribución del loro hablador (Amazona aestiva), basadas en una investigación permanente. Es-
tas pautas fueron acordadas con las provincias participantes en el programa, actualmente cinco. Se
aumentaron significativamente los ingresos para las comunidades locales (en el orden de siete ve-
ces respecto de la situación anterior), disminuyó al mismo tiempo la presión sobre la especie y se
agregó valor a la preservación del hábitat. Hoy en día, el programa beneficia a más de doscientas
familias, todas ellas de bajos recursos. Se generó un sistema de reservas de hábitat, autofinancia-
das a partir de las mismas exportaciones y controladas por el programa y las provincias.
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Proyecto Guanaco. Desde el año 1993 se viene trabajando, en conjunto con las provincias pa-
tagónicas que comparten la distribución de la especie, en un plan de manejo para el uso susten-
table del guanaco. El proyecto propuesto fue aprobado por el Comité Permanente de la Conven-
ción sobre Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CI-
TES) en 1995. Se acordaron pautas técnicas y administrativas con los productores y con los go-
biernos provinciales involucrados. Se iniciaron algunas experiencias piloto en diferentes provin-
cias. Desde el año 1998, se han realizado las primeras exportaciones de fibra de esta especie,
provenientes de las esquilas experimentales. En agosto de 2005, luego de un trabajo de consen-
so entre distintas instituciones, tanto de los estados provinciales y nacional como del sector aca-
démico, se aprobó finalmente el Plan Nacional de Manejo del Guanaco.
Proyecto Yacaré Overo y Yacaré Negro. El trabajo con estas especies, yacaré negro (Caiman
crocodylus yacare) y yacaré overo (Caiman latirostris), consiste en el monitoreo de las pobla-
ciones silvestres con fines de manejo, bajo el sistema de cría en granjas (ranching). Compren-
de relevamientos poblacionales, experiencias de cría en granjas y la liberación de ejemplares al
medio silvestre. En 1997, durante la Décima Reunión de la Conferencia de las Partes de la Con-
vención CITES, se presentó y se aprobó la transferencia de la población argentina del yacaré
overo del Apéndice I al Apéndice II, con fines de cría en granjas. En ambos casos se trabaja en
conjunto con las provincias del área de distribución.
Proyecto Vicuña. La Argentina presentó dos propuestas a la CITES para el pasaje del Apéndice I
al II de las poblaciones silvestres y en cautiverio de las provincias de Jujuy y Catamarca. Estas pro-
Plan Nacional de Conservación del Venado de las Pampas (PNCVP). Se trabajó en conjun-
to con la FVSA en la elaboración de un plan nacional para la conservación de esta especie alta-
mente amenazada. Se realizó en conjunto un taller sobre este tema, con la participación de pro-
vincias del área de distribución (Santa Fe, Corrientes, San Luis y Buenos Aires), ONG y espe-
cialistas en el tema. En dicho taller se discutieron y evaluaron lineamientos básicos para la ela-
boración de dicho plan.
Proyecto Tatú Carreta. El objetivo de este proyecto es la protección de esta especie amenaza-
da y la conservación de su hábitat. Las acciones llevadas adelante fueron, entre otras: a) confec-
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Plan de conservación del ciervo de los pantanos. Se está trabajando en forma conjunta con ONG,
representantes provinciales, la APN y la Prefectura Naval Argentina en la conservación del ciervo
de los pantanos (Blastocerus dichotomus). En el año 2000 fue aprobada por el MAB-Unesco (Pro-
grama El Hombre y la Biosfera) la creación de una Reserva de la Biosfera en el Bajo Delta del Pa-
raná. Como parte de este emprendimiento, se ha iniciado una propuesta en conjunto con el Muni-
cipio de San Fernando, la Prefectura Naval Argentina, la Asociación para la Conservación y el
Estudio de la Naturaleza (ACEN) y la DFS para la capacitación de agentes de control y concienti-
zación de los pobladores.
Proyecto para el uso sustentable de poblaciones de carpinchos. Este proyecto tiende a esta-
blecer las pautas para el uso sustentable de esta especie, a partir de estudios técnicos de las po-
La Situación Ambiental Argentina 2005
Proyecto Curiyú. Este proyecto tiene los siguientes objetivos: a) realizar estudios preliminares
sobre la biología y la ecología de la boa curiyu (Eunectes notaeus); b) sentar las bases para la
elaboración de un programa de aprovechamiento sustentable de esta especie y c) establecer tan-
to un cupo experimental como un programa de monitoreo y retorno a la conservación. Actual-
mente ha finalizado la etapa experimental piloto de tres años de duración y se ha comenzado
con la etapa de aprovechamiento comercial de esta especie a partir de las pautas de manejo fi-
jadas. Paralelamente, se continúa con diferentes estudios y con el monitoreo poblacional.
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fauna patagónica (anfibios, reptiles, aves y mamíferos). El segundo taller, realizado en el año
1998, abarcó la recalificación de todos los reptiles de la República Argentina. Actualmente se pre-
vé para el año 2005 realizar la recalificación de las aves de la Argentina, en colaboración con
Aves Argentinas, con lo cual se finalizaría la recalificación total de vertebrados (a excepción de
los peces) del país, dado que la parte correspondiente a los mamíferos ya fue realizada por la So-
ciedad Argentina para el Estudio de los Mamíferos (SAREM) con la misma metodología.
En todas estas acciones subyacen, como principio rector, los conceptos de manejo adaptativo y
de principio precautorio. Fundamentalmente en relación con los proyectos de uso sustentable ha
sido necesario un importante proceso integrador de distintos intereses, en algunos casos tanto
nacionales como internacionales, siempre con la conservación como horizonte.
Gracias a estos proyectos, y a pesar de que el comercio de fauna silvestre es mucho menor en
la actualidad que en épocas pasadas, se han podido generar algunas acciones de conservación
que pueden considerarse relevantes, tales como la implementación de tres reservas de hábitat en
las provincias de Jujuy (Las Lancitas), Salta (Pintascayoc) y Chaco (Loro hablador), que suman
un total de alrededor de 52.000 ha y permiten el mejoramiento de la calidad de vida de nume-
rosas familias rurales de este país, entre otras.
Todavía hay mucho por mejorar; no es fácil, pero tampoco imposible. Resulta indispensable tra-
bajar más coordinadamente entre las distintas administraciones de fauna silvestre del país, las
distintas fuerzas de seguridad y el Poder Judicial, en lo que respecta al control del comercio y
Notas
1
En esos años, la ex Dirección Nacional de Fauna Silvestre (DNFS) formaba parte de la estructura de
dicha secretaría.
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Introducción
El objetivo de este trabajo es presentar un panorama general de la situación poblacional
del yaguareté (Panthera onca) en la Argentina y evaluar posibles escenarios y soluciones
para la crisis que enfrenta esta especie. El conocimiento de su situación poblacional toda-
vía es escaso y desparejo. Para las Yungas y el Chaco existen relevamientos de su presen-
cia (Perovic y Herrán, 1998; Perovic y Gato, 1999; Perovic, 2002 a, 2002 b; Altrichter,
Boaglio y Perovic, 2005), mientras que, para el Bosque Atlántico del Alto Paraná (BAAP)
o Selva Paranaense, existe algo más de información poblacional como resultado de traba-
jos realizados en diversos fragmentos de Brasil, Misiones y Paraguay oriental (Crawshaw,
1995; Cullen, 2005; Paviolo et al., 2005 a y b).
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pecie paraguas’”) y asumiendo que, al conservar esta especie, muchas otras, con menores
requerimientos de espacio, podrían ser conservadas. Además de estos argumentos princi-
palmente prácticos, hay razones éticas y estéticas por las cuales se deberían hacer mayo-
res esfuerzos por conservar esta especie. Sin embargo, al analizar la situación de conser-
vación del yaguareté, no se debe olvidar que en la percepción de algunos argentinos, es-
pecialmente pobladores rurales de áreas con presencia de este felino, el yaguareté es una
plaga, un peligro que debería erradicarse, a pesar de que no hay evidencia sustancial de
que así sea.
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Las causas por las que se llegó a esta situación son diversas y varían regionalmente, aunque re-
sultan similares a las de toda su área de distribución y se pueden reconocer, entre las principa-
les, la pérdida y/o la conversión del hábitat, la caza (por diferentes motivos) y la falta de imple-
mentación de las leyes vigentes. Tal vez, la principal causa de la disminución de la especie sea
la pérdida y/o la conversión del hábitat. Por ejemplo, en los alrededores del Parque Nacional Ca-
lilegua, la conversión del hábitat natural a tierras bajo explotación agrícola removía alrededor
de 1.000 ha por año hasta, aproximadamente, 1998 y 1999 (Somma, com. pers.). Sin embargo,
La Situación Ambiental Argentina 2005
esta actividad se vio fuertemente incrementada en los últimos años, ya sea para sumar nuevas
tierras para la agricultura (principalmente, para el cultivo de caña de azúcar, citrus y soja) o pa-
ra emprendimientos mineros (principalmente, gasoductos). La caza es otro de los factores que
impactan fuertemente sobre la especie en las Yungas. Aunque es realizada por diferentes moti-
vos, la de mayor incidencia es la realizada por los ganaderos a los que el yaguareté les depreda
el ganado. En las Yungas, la remoción de individuos fue, entre 1995 y 1999, de seis a siete ani-
males por año (Perovic, 1999), tasa superior a la de la repoblación de la especie.
En las Yungas existen alrededor de 200.000 ha protegidas entre los Parques Nacionales Calilegua y
Baritú, y varias reservas provinciales y privadas donde se encuentra la especie; sin embargo, esto
no alcanza para mantener una población viable. Recientemente se creó la Reserva de Biosfera de
las Yungas, con alrededor de 1.300.000 ha por lo que, con esta iniciativa, existe una buena disponi-
bilidad de hábitat para esta especie. Sin embargo, sin la implementación de las leyes vigentes la po-
blación del yaguareté de las Yungas está en serio riesgo de desaparecer en los próximos años.
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El estado de conservación de la población del yaguareté del Chaco Seco u Occidental es crítica. Es-
ta población se encuentra aislada de las poblaciones argentinas potencialmente viables, como podrían
ser las de las Yungas y la Selva Paranaense (Altrichter et al., en prensa). Esta situación se incremen-
ta, en particular, en las provincias de Salta, Santiago del Estero y Chaco, por ser el Chaco el ambien-
te que está sufriendo la mayor pérdida y/o transformación de hábitat por la expansión de la frontera
agropecuaria en los últimos años (Torrella et al., 2004). A pesar de esta situación, existe una impor-
tante superficie de bosque chaqueño (alrededor de 440.000 ha), formada por parques nacionales, re-
servas provinciales, privadas o territorios indígenas con baja densidad poblacional humana. La falta
de políticas de conservación y de diseño e implementación de estas áreas hace que este sistema de
AP sea poco apto para la conservación de poblaciones de yaguareté a largo plazo.
Aunque las causas de riesgo para el yaguareté son similares a las de otras regiones, en el Cha-
co toma mayor importancia la pérdida y la transformación del hábitat. La caza es otro factor im-
portante; cabe destacar que, en esta región, aún se caza al yaguareté con fines comerciales, y és-
ta, tal vez, es una causa de mortalidad de mucho mayor impacto que la realizada por los gana-
deros como medida de control del daño por depredación (Perovic, obs. pers,; pobladores, com.
pers.). Aunque el conflicto yaguareté-ganado tendría que ser importante en esta región, de
acuerdo con los resultados obtenidos en el campo, éste es minimizado u ocultado por los pobla-
dores por diversas causas, lo que hace difícil evaluar el daño real (Perovic, 2003).
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reté en el Corredor Verde es extremadamente baja (menos de un individuo cada 100 km2) y ha
disminuido entre cinco y nueve veces en los últimos diez años (Paviolo, De Angelo y Di Bitet-
ti 2005 a y b, ver Figura 2). Esto significa que, para conservar un número dado de individuos en
Misiones, se necesitaría una superficie muchas veces mayor que la necesaria para conservar ese
mismo número en cualquier otro sitio donde habitase la especie.
Algunas estimaciones indican que quedan mucho menos de cien individuos en todo el Corredor
Verde y, con seguridad, no más de doscientos en todo el BAAP. En las Yungas, la población del
yaguareté difícilmente supere este número, mientras que, en el Chaco, si bien los estudios de pre-
sencia-ausencia de la especie recién están comenzando de una manera sistemática, la informa-
ción preliminar no es muy alentadora y la población total difícilmente sea mayor a la de las otras
regiones. Estos números, aún imprecisos (ya que es imposible contar a todos los individuos y te-
ner un número exacto), son preocupantes, pues marcan una dramática tendencia a la desaparición
de la especie en el país. Estudios recientes indican que, para asegurar la supervivencia a largo pla-
zo (cien generaciones) de poblaciones de vertebrados terrestres, es necesario mantener al menos
5.000 individuos (Reed et al., 2003). Poblaciones de pocas decenas a pocos cientos de individuos
podrían preservarse durante muchas generaciones en caso de que se facilitara la conexión de po-
blaciones pequeñas con otras mayores, si se piensa en el funcionamiento de una metapoblación
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Figura 2. Densidad de jaguares estimada para diversos sitios del Neotrópico. La densidad de jaguares del
Corredor Verde de Misiones (ver dos primeros puntos del gráfico) es varias veces menor a la estimada para
otros sitios. La densidad del yaguareté del Corredor Verde ha disminuido en varios órdenes de magnitud en
los últimos diez años (comparar con el sexto punto que corresponde al estudio de Crawshaw en Iguazú,
previo a 1995).
Referencias para los puntos del gráfico: 1) Paviolo, De Angelo y Di Bitetti, 2005 a y b, 2) Cullen et al.,
(ver recuadro “¿Qué es y cómo funciona…”). Otras alternativas posibles, como el manejo activo
de las mismas (e.g., translocación de individuos, inseminación artificial de individuos silvestres,
etc.), podrían aumentar las posibilidades de supervivencia, pero esto implicaría grandes costos
económicos y perdería sentido si no se mantuviera el hábitat adecuado para la especie.
Otro problema que enfrentan todas las poblaciones de jaguares de la Argentina es su persecución,
por ser considerados como una plaga, o su caza por parte de cazadores “deportivos” que constitu-
yen, probablemente, la causa más frecuente de mortalidad de esta especie. Reducir el conflicto ya-
guareté-pobladores rurales, que se suscita como resultado de la ocasional tendencia de este felino
a atacar animales domésticos, es parte de la solución a este problema. Estas cuestiones han sido
abordadas en Misiones (Schiaffino, 2000; Schiaffino et al., 2002), así como en las Yungas (Pero-
vic, 1993) y el Chaco (Perovic, 2003), donde se analizaron las características de este conflicto y
se han desarrollando metodologías que permiten minimizar el ataque del yaguareté a los animales
domésticos. Sin embargo, las medidas de mitigación propuestas en esos trabajos no están siendo
implementadas a escala regional. El gobierno de Misiones y los legisladores de esta provincia im-
pulsan leyes y medidas de resarcimiento económico a los productores que sufren pérdidas de ani-
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males domésticos, medidas que, en principio, son necesarias, aunque de complicada aplicación.
Una experiencia piloto de resarcimiento económico fue emprendida en las Yungas entre 1991 y
1993 (Perovic, 1993), y los resultados de la misma fueron buenos, a pesar de la dificultad de im-
plementar este tipo de manejo. Sin embargo, cabe destacar que este tipo de manejo no es recomen-
dable a largo plazo, sino que puede funcionar bien como una “medida de choque” por un tiempo
determinado, hasta que se encuentre una medida de manejo del ganado o del yaguareté acorde con
las exigencias locales, ambientales y sociales (Perovic y Gato, 1999).
poblaciones sea poco probable), a fin de garantizar la conexión entre los parches de hábitat y
lograr tanto un permanente intercambio de individuos como una rápida colonización de hábitat
desocupados (Hanski, 1996).
En definitiva, la población del yaguareté del BAAP ha sido reducida a menos del 1% de su tamaño
original. Ha ocurrido una dramática retracción del área ocupada por jaguares debido, sobre todo, al
rápido avance de la frontera agropecuaria en toda la región. A esto se suma una drástica reducción
en la abundancia de las presas, debido a la caza incontrolada (Paviolo, 2002) y, posiblemente, a en-
fermedades (como puede haber ocurrido con el pecarí labiado en el norte de Misiones). La dismi-
nución conjunta de presas y del área hace que no sólo haya menos yaguaretés, sino que una mayor
proporción de sus individuos posean territorios que limitan con zonas rurales vecinas y que, por
ello, tengan un mayor riesgo de ser eliminados por cazadores o pobladores rurales. La caza ilegal
de jaguares, aun en AP, sigue siendo otro grave problema difícil de resolver.
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gestos de buena voluntad de los gobiernos, tanto el estado nacional como los gobiernos provin-
ciales no son efectivos a la hora de implementar las leyes, y el yaguareté sigue sin protección
efectiva en todo el país. Todos los argentinos deberían preocuparse por el futuro del yaguareté,
en lugar de dejar los esfuerzos exclusivamente en manos del Estado. Informarse es un primer
paso, pero también se puede actuar. Existen varias iniciativas de personas, ONG y centros aca-
démicos que impulsan la investigación y la conservación de esta especie y apoyan las iniciati-
vas estatales. La FVSA y Greenpeace están apoyando diferentes trabajos y mantienen constan-
temente informado al público sobre los problemas que enfrenta el yaguareté. La Red Tigrera tie-
ne una página web (http://www.jaguaresdeargentina.com) con información sobre iniciativas de
conservación de la especie en la Argentina. A nivel internacional, la Wildlife Conservation So-
ciety tiene un programa que apoya específicamente la conservación del jaguar (http://www.sa-
vethejaguar.com) y está apoyando investigaciones sobre la temática.
Agradecimientos
M. Di Bitetti, A. Paviolo y C. De Angelo agradecen el apoyo de la FVSA, la APN y su Centro de Investiga-
ciones Ecológicas Subtropicales (CIES) y el Ministerio de Ecología, Recursos Naturales Renovables y Tu-
rismo de Misiones, y a todas las personas y voluntarios que colaboran con su trabajo. Este proyecto está
siendo implementado gracias al apoyo financiero del CONICET, la FVSA, WWF, Lincoln Park Zoo, Wildli-
fe Conservation Society, Idea Wild, Rufford Foundation y Fundación Antorchas.
K. Schiaffino agradece el apoyo de la Fundación ESSO que, desde 1997, se interesa por la conservación
del yaguareté, de la FVSA, que demostró especial entusiasmo en la búsqueda de soluciones al conflicto en-
tre el yaguareté y los colonos, y de la Wildlife Conservation Society, así como también a Adrián Georgópu-
los, Walter Maciel, Omar Cañete, Pedro Moreyra, Martín Morales y Javier Cerutti, guardaparques partici-
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