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Fundamentos metafísico

1El hombre creado por Dios es esencialmente un ser libre.


{ Historicamente la captación de la libertad como algo esencial y radical
a toda persona se puede decir que es un logro del Cristianismo, pues:
P en el mundo oriental, se ignora. La libertad se reserva al despota.
P y en el mundo grecorromano, aun teniendo conciencia de la libertad,
se reservaba sólo a algunos hombres, que eran libres en cuanto ciudadano
ateniense, espartano, romano, etc. y no el hombre como tal y no en virtud
del censo, de la fuerza, del carácter, de la cultura... Que el hombre fuese
libre en sí y por sí, esto no lo supieron ni Platón, ni Aristóteles, ni Cicerón,
ni siquiera los juristas romanos, aunque sólo este concepto sea la fuente
del derecho.
{ Doctrinalmente hay que elaborar los fundamentos metafísicos por los
que se descubre que la libertad es el elemento primordial y originario del ser
del hombre; la libertad es el núcleo mismo de toda acción humana.
Vamos a hacerlo en varios epígrafes:
Fundamentación de la libertad
1Tanto desde la Revelación como desde la metafísica natural se llega a Dios
como el Acto puro de ser, el Ipsum Esse subsistens, es El que es.
2La creación del universo se nos manifiesta como acto causado por Dios con
absoluta libertad, que da el ser a los seres haciendo que sean. Los seres
reciben su ser participado.
Y como los seres, con su ser participado, no pueden añadir nada al Ser por
esencia, se sigue de ahí que la Creación es totalmente gratuita. Pero una
gratuidad que no puede ser arbitrio, ni capricho, ni azar - todo eso
repugnaría a la esencia divina - y por tanto no puede ser más que amor,
ese amor tal como lo entiende Santo Tomás siguiendo a Aristóteles: querer
el bien para alguien.
Pero el término de una creación por amor sólo puede ser la participación
de ese amor: poner en el ser seres amorosos, capaces de amar, seres
libres. De ahí que se pueda decir que lo querido directamente por Dios en
la Creación sean sólo las personas: el ángel y el hombre. Y todo lo demás
no es más que el jardin de las delicias del que habla el Génesis; un jardin
con una variedad de astros, de espacios que nos parecen infinitos, de
peces, de aves, de plantas, de miles de cosas, tantos miles que parece una
infinud y que son sólo una muestra del amor que Dios tiene al hombre.
Dios obra por amor, pone amor y quiere sólo amor, correspondencia,
reciprocidad, amistad. Y de ese amor de amistad sólo es capaz el
hombre. Pero el hombre como imagen de Dios, como ser que es dueño
de sus obras, que goza de libre poder sobre ellas.
La libertad participada
1La existencia de seres libres postula necesariamente la existencia de Dios
(Kierkegaard), pus sólo la Omnipotencia divina puede producir seres libres:
} razón: sólo la Omnipotencia puede dar sin necesidad de
recuperar luego; sólo la Omnipotencia da, regala de verdad.
Toda acción real de dar tiene que ser así; es una acción, la de dar o
regalar, que no puede generar dependencia si es verdadero el regalar.
Por eso decimos que la verdadera libertad del hombre reclama la

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existencia de Dios, que es el único que puede dar así. Sólo Dios puede
crear seres libres.
(Y al revés, todo defecto de causalidad genera dependencia -una
enseñanza defectuosa hace que el alumno dependa siempre del
profesor, que no se suelte-).
1Pero a la vez nos encontramos con que esta libertad del hombre no es una
libertad errante: siendo la libertad autodeterminación radical, sólo Dios es
absolutamente libre, por perfecta identidad entre su ser y su obrar, sin que
nada de lo que posee le hay sido determinado por otro.
El hombre no tiene esa autodeterminación radical que tiene Dios, pues no
se identifican su ser y su obrar. La libertad creada necesita una cuasa final,
un sentido, pues no se basta a sí misma. Siendo efecto del Amor divino, se
realiza plenamente amando el Amor, que es su causa:
} si la libertad humana tuviese una independencia absoluta, entonces
resultaría que la libertad divina sería imparticipable. Dios no hubiese
podido crear seres libres como realmente los ha creado.
} esta libertad humana es imperfecta pues su conocer y su querer son
participados, es decir, limitados, imperfectos, no identicos con sus
objetos respectivos.
A esta limitación le corresponde el mal y el error, pero no como una
necesidad sino como una posibilidad de deficiencia. Poder querer el
mal no es la esencia de la libertad, ni parte de ella (aunque en el
hombre sea su signo, signo de una libertad deficiente, en cuanto que
procede de la nada).
} cuando el hombre identifica su conocercon el conocer divino y su
querer con el divino querer, su libertad adquiere plenitud;
disminuyendo, en cambio, en la medida en que diverge.
} esta libertad creada se cumple como tal libertad, sólo amando
libremente el Bien infinito de suyo, y se frustra en el caso contrario.
1La libertad del hombre actúa del siguiente modo:
} su primer acto viene de Dios como el arroyo de su fuente o
manantial
} y el acto libre se refiere a lo que ella quiere poner como fin de
todo lo demás. En esto la voluntad se mueve a sí misma y quiere lo
que quiere sin estar determinada por lo que el intelecto le presenta. La
libertad no se identifica con la racionalidad del acto; de ser así el
pecado sería un simple error.
La elección del fin no es una simple aspiración a la felicidad o al bien
en general: es el amor electivo por el cual el hombre puede
preestablecer de alguna manera su propio fin, ciertamente bajo la
razón de libre. Y aquí tiene la alternativa:
1elegir lo que es bueno en sí y por sí, o
2elegir lo que es bueno para mí (hay que decir que nadie quiere el
mal en cuanto mal, eso sería forzar el amor natural; el amor está
en elegir lo bueno que soy yo y es para mí).
El primer acto de la libertad
1El primer mandamiento de Dios, de la Buena Voluntad de Dios para sus
criaturas es el de amar con todo el corazón y con todas las fuerzas a Dios.
Y a la pregunta de si se puede mandar el amor hay que responder que, en
definitiva, es lo único que se puede mandar; lo demás se puede forzar, el

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amor no. Y todo mandamiento, divino y humano, presupone este del amor
total a Dios.
De esta forma Dios, que nos hace libres, no nos abandona a la deriva, a la
nada, sino que amorosamente nos requiere y solicita con el mandamiento
supremo: quiéreme del todo.
1Y a ese mandamiento responde el hombre entregandose a Dios.
Hay que ser conscientes que no se identifican libertad y libertad de
elección:
} hay que elegir a Dios por encima de la capacidad de elegir. La elección
es ésta: que no hay elección, de manera que yo me pongo en libertad
cuando se la entrego a Dios y me entrego a Dios en ella.
} Dice Santo Tomás que la libertad se da con la condición de que en el
primer instante en que se presenta el uso real de la razón, y mil veces
después, si el tiempo de la vida terrena se prolonga, se apresura la
persona a ligarse incondicionalmente, dandose cuenta de que aquí no
es cuestión de elegir.
La seriedad de la vida está aquí: en elegir a Dios enseguida y sobre todo.
Así, dice San Agustín, a propósito de la verdadera libertad, que se da
cuando el hombre, con una decisión interior, imprime a su acción una tal
necesidad interior hacia Dios que excluye del todo y para siempre la
consideración de cualquier otra posibilidad. Toda reserva actual o de futuro
es una périda de libertad.
La libertad falsificada
La filosofía moderna ha perdido la noción de la libertad: desde el
esencialismo de la escolastica formalista comenzó la falsificación de la
libertad. La historia pasa por Descartes, Spinoza, Fichte, Schelling, Hegel,
Sartre.
Actualmente oscila entre dos polos:
} aquellos que ponen el acento en un Infinito fantastico, imaginado por
ellos (la Humanidad, la Historia, el Mundo, el Progreso, la Clase, el
Estado), que es el Sistema: y reducen la realidad a la totalidad de las
relaciones con el Sistema, de manera que la persona aquí desaparece,
el individuo se encuentra absorvido por el Sistema, que asume las
prerrogativas de Dios, pero ya sin Amor y por tanto sin dar libertad. Un
sistema que se impone con necesidad tiranica.
} o bien aquellos que, como Sartre y el existencialismo, ponen su acento
en el finito empirico,aquí el individuo se encuentra sin referencia
alguna, en indiferencia anárquica, abandonado a la desesperación de
su finitud; es una pasión inútil y está condenado a la libertad. En este
caso todo carece de sentido.
En uno y otro caso la libertad se queda sin sentido, abandonada a las leyes
de la Evolución o al azar ciego, vacío y angustioso. Sin la persona no hay
libertad y todo es necesario. Sin Dios falta el origen y el fin, falta el amor, el
punto de referencia. Y oscilamos entre el Estado policiaco y la demencia
heronomana.
La restitución de la libertad
Dice Cristo: la verdad os hará libres. La verdad funda la libertad, y por la
libertad el hombre accede a la Verdad de Dios, y a la verdad de sí como
hombre. La libertad, correlativa a la Libertad creadora de Dios, es la libertad
del amor, de la decisión suprema hacia Dios.
Esta libertad es fundante, en el sentido de que en ella se fundan otras
libertades sectoriales, de elección de ambitos concretos de la vida humana.

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Ciertamente el hombre libre se enfrenta con bienes finitos, sin que injusta
constricción alguna le pueda ya conmover. Entonces su corazón es libre y
para siempre. Y ese hombre ama y tutela la libertad de los demás.
1El hombre libre ha sido creado para amar
La persona creada advierte que, al haber recibido de Dios su ser como una
donación gratuita y para siempre, Dios le ama, quiere el bien para la persona.
Y es más, al hacerle capaz de conocer y amar a Dios, comprende que Dios
quiere ser el mismo bien de la persona en una unión de amistad a la que la
destina:
1para la persona no se trata del amor natural, la tendencia a la felicidad, que
tiene en común con otras criaturas. Se trata de un amor electivo o
espiritual, la dilección, que es el amor como acto de libertad.
2es un amor que:
} no se puede forzar ni externa ni internamente mediante una
moción, pues entonces no sería un amor libre. De ahí la necesidad de
una oportunidad - para el hombre, de un tiempo de prueba -, en el cual
el hombre debe querer amar a Diosy no sólo querer ser feliz.
Pero como Dios quiere mi bien, me manda amarlo para que yo quiera,
si quiero (por eso el hombre no podía haber sido creado feliz, como
piden los dimisionarios de la libertad).
} el amor electivo no es un amor indiferente. Dios no es indiferente para
mí. No es la indiferencia la que posibilita la libertad, sino la excedencia
en el ser, la capacidad de autodeterminarse al bien, al amor.
} la libertad se configura como posibilidad de elección del fin y no sólo
de los medios. El fin ha de ser querido por la persona: puede no ser
querido, y eso es el pecado, que es un acto de volición contrario al
amor de Dios.
Vamos a analizar a continuación, en varios epígrafes, lo que es el amor electivo
al que está destinado el hombre por su propia libertad.
La vida del espíritu: el amor
La vida del alma, del ser espiritual, es la inteligencia y el amor, que son dos
facultades:
1distintas: porque sus dos objetos son formalmente distintos: la verdad y el
bien.
2pero unidas:
} en su origen: que es la persona (las acciones pertenecen a
sujetos)
} en el acto humano: que es complejo pero unitario (todo acto
humano es inteligente y voluntario)
} y en su término: porque la verdad es buena y el bien es
verdadero.
} y especialmente en su término último: que es Dios (que es el
Ser, la Verdad, el Bien, el Uno).
El acto humano es a la vez e inseparablemente cognoscitivo y amoroso:
1mediante el conocimiento se produce una identidad sujeto-objeto hacia
dentro, pues conocer una cosa, conocer la verdad de una cosa, es hacerse
intencionalmente la cosa, trayéndola hacia sí, ensimismandola.
2mediante el amor en cambio, se produce una identidad sujeto-objeto hacia
fuera. Es hacerse al amado. Y como el origen del ser creado está fuera -es
transcendente: es Dios- la parte motora inicial y la parte perfectiva final

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del acto humano están en el amor, por el que el hombre sale de sí, tiende
a Dios.
De ahí que lo que más radical y terminantemente constituye al acto como tal, y
por tanto al hombre como hombre, es el amor como acto de libertad. El amor
es la raíz y la forma de toda actividad humana.
1la inteligencia está al servicio del amor; pues la inteligencia tiende a la
verdad y el amor al bien, que es la causa última.
A la voluntad se le atribuye la primera relación al fin en cuanto desea
conseguirlo, y la última en cuanto que se aquieta con el fin ya obtenido: la
inteligencia es medio para que el amor repose en su unión con Dios: la
felicidad más que en poseer está en ser poseida por el Bien.
1El amor permite el verdadero conocimiento: pues el amor me identifica con
el otro, me coloca en su lugar: y eso es justamente la comprensión, y el
conocimiento exhaustivo.
El espíritu vive como tal espíritu en la medida en que ama:
1cuando el espíritu no ama está muerto.
Sobre todo está muerto cuando es incapaz de amar, lo cual sucede cuando
hace que por actos concretos remita su potencia de amar, aunque no
llegue a destruirla.
Así la doctrina moral cristiana habla del pecado mortal para referirse al
acto que siendo radicalmente opuesto al amor de Dios, priva de la caridad:
} produce una muerte no sólo sobrenatural: privación de la vida de la
gracia.,
} sino también natural del espíritu: pues le inhabilita para el amor
electivo a Dios y a los demás por Dios, interponiendole un acto de
amor absoluto a sí mismo.
Es el que no ama permanece en la muerte; tienes nombre de vivo, pero
estás muerto. Se experimenta psiquicamente como un vacío, impotencia,
carencia de sentido: la desolación de un yo errabundo, un yo relativo sin
referencia alguna, un yo reduplicación disolutoria de la relatividad.
1el espíritu que ama está vivo, y según como ama es bueno o malo:
} y aquí todos los hombres son radicalmente iguales: ya que
todos son capaces de una voluntad libre, de querer libremente el fin.
No es lo que ocurre con la inteligencia en la que cabe estar mejor o
peor dotados. No, el querer libremente el fin es igual para todos, y se
ve que todos, pero cada uno por su cuenta, puede ser excelente en el
amor: depende de la cualidad y de la intensidad de su amor.
Sólo es ahi donde todos somos radicalmente iguales; y también se
comprende que es ahí por lo que al final todos podemos ser diferentes,
y cada uno responsable de esa diferencia.
} Dios da la capacidad de amar: y uno se pierde si comprime sobre sí su
capacidad de querer, o se salva si se abre a Dios.
Es Dios el que salva, pero es uno mismo el que se pierde: y ahí no hay
eximente posible, porque sería eximirnos de ser personas.
(Metafísicamente hay que decir que es mejor condenarse que no
existir. Sólo la nada es el mal absoluto. Por eso el mismo infierno es
misericordia de Dios que no aniquila a la criatura. A Judas Cristo le dice
que es mejor no haber nacido -no haber tenido ocasión de hacer ese
acto- pero no que sería mejor que no existiese.
} El temor filial es temor a la culpa, no a la pena:
1el buen temor es una forma de amor

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2el otro temor es una forma de egoismo.
Por eso en la buena pedagogia hay que fomentar en las personas su
real capacidad de amar, y es malo decirle que no debe hacer una cosa
porque no le conviene: eso es fomentarles su egoismo (lo mismo
ocurre al ver que la fuerza de muchas leyes civiles es simplemente su
coactividad, su eficacia penal)
} Sólo amando seremos divinamente felices. Pero la felicidad es el
efecto, no la intención primordial.
1el pecado más que ir directamente contra Dios es no quererlo
absolutamente como Dios, e ipso facto incapacita para amarlo y,
como consecuencia, para gozar de su unión.
2y algo semejante sucede con el pecado contra el prójimo: no es
necesario querer su mal, basta no querer su bien, ignorarlo como
persona, usarlo como cosa.
El amor personal
Aristoteles distinguió 3 amores posibles, como tendencias a tres posibles
bienes correlativos:
1el amor de benevolencia: que es el amor al otro, querer el bien para el otro,
amar el bien en sí.
2el amor de placer o concupiscencia: que es el amor del bien para mí, el
amor del bien placentero, en cuanto deleitable (espiritual o
corporalmente).
3el amor útil: que es el amor de lo que es bueno sólo como medio para
alcanzar uno de los otros dos bienes, y por tanto se resuelve en uno de los
otros dos.
En realidad sólo el amor de benevolencia es verdaderamente amor en sentido
pleno. Los otros dos amores son mas propiamente apetencias o deseos.
1Sólo las personas pueden ser amadas con verdadera dilección, y sólo así
deben ser amadas: porque sólo las personas son verdaderos bienes en sí, de
alguna manera absolutos, en cuanto dueños de sí, en cuanto libres y origen
de amor.
Cuando amamos de verdad a alguien lo que realmente amamos es su amor,
su capacidad de amar, y no esta u otra cualidad suya, física o espiritual. Por
eso toda persona (fea o hermosa, inteligente o torpe) puede ser amada, en
cuanto amorosa.
Esto no ocurre con las criaturas no personales, que están siempre en función
de las personas, que son lo directamente querido por sí en la creación.
1Por eso el amor de benevolencia absoluto sólo puede ser el amor a la Persona
absoluta o divina, a Dios personal: Dios es persona, nos lo dice la Filosofía; y
nos confirma la revelación que son tres Personas. A quien amamos es a Dios
y no a la Divinidad (lo mismo que no amamos a la humanidad sino a hombres
concretos).
La característica del amro cristiano es que Dios es la determinación última de
todo el amor; en efecto:
1sólo Dios, infinita y eternamente amable, adecúa mi capacidad ilimitada de
amar.
2sólo Dios me garatiza la plena correspondencia que mi amor necesita.
3además en al amor a Dios caben los otros dos amores:
} el amor a mi mismo
} el amor a otra persona

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fuera de Dios el amor al ente sin el Ser, carece de razón verdaderamente
última.
La entrega de mi yo -el amor es darse y disolverse en el amado- sólo se
justifica plenamente en el Tu divino, que es el Yo absoluto. Es ahí donde se
fundamenta decisivamente la amorosa perdida de mi yo. Por eso sólo el amor
a Dios funda una moral objetiva y universal (y no una moral de intenciones),
por eso la moral necesariamente es religiosa. Sin Dios no hay moral, ni
libertad, ni responsabilidad, ni sentido posible para el premio ni el castigo.
Es absurdo hablar del dercho a ser felices pues:
} está en nuestras manos serlo: basta que realmente queramos ser
buenos.
} además la misma capacidad de amar es un don recibido que funda un
primer absoluto deber: el primer mandamiento del que penden la Ley
y los Profetas.
El amor como transformarse
Santo Tomás comentando el Libro III de las Sentencias estudia el amor como
transformación del amante en el amado: como el transito de una forma a otra.
1la forma es el principio del obrar y la norma de la obra.
2así el amante se inclina a actuar por amor según la exigencia del amado,
que ya es su forma; y esta operación le resulta enormemente deleitable,
en cuanto que le conviene a su propia forma: le resulta un verdadero
deleite todo lo que hace o sufre por el amado.
3como la forma llega a la intimidad de lo formado, el amor
} hace que el amado penetre en la interioridad del amante con
una penetración que es como una dulce herida (la transverberación de
Santa Teresa),
} produce el éxtasis, hace que el amante se separe de sí mismo
para tender al amado: ya que nada puede transformarse en otro si no
pierde de algúin modo su propia forma.
Para eso ha de disolverse en el amante aquello que le retenía en sus
propios términos: el amor a sí mismo; de ahí la disposición espiritual
contraria a la dureza de corazón.
Esta visión metafísica del amor es reafirmada por la revelación del misterio de
la Trinidad: cada una de las Personas divinas es una relación subsistente, que
consiste exclusivamente en referirse a, en todo lo demás las Personas divinas
son idénticas entre sí: son un solo, único y mismo Dios.
Análogamente, la persona humana, en cuanto participa de la personalidad
divina, tiene que consistir también en no referirse a sí misma - lo que sería la
pura inanidad - sino referirse a otra, que es el Dios personal.
La indigencia del amor
Es propio de todo amor querer correspondencia:
1El mismo Dios quiere correspondencia de nosotros a su amor, para que
haya consumación de identidad. Dios quiere mi amor porque me ama.
Si Dios no me quisiera, todos mis actos le serían indiferentes (ni siquiera
existirían), pero como me ama, se ha identificado conmigo, y mi mal se
hace suyo en mi; de manera que se puede decir con toda propiedad que a
Dios le duele mi pecado (y el que no entienda esto no sabe lo que es
amar); (los que piensan que nuestros pecados no afectan la inmutabilidad
divina, ignoran la mutabilidad electiva, la vulnerabilidad que el amor
comporta: Dios al amarme se ha hecho vulnerable en mi).

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1Yo que amo a Dios, no puedo hacerlo sin desear ser correspondido. Lo que
ocurre es que aquí no puede haber frustración pues: Dios nos amó primero
(I Ioann. 4, 10) y Dios es fiel (II Thes. 3, 3).
2Incluso en mi amor a las criaturas, cuando se produce la falta de
correspondencia, la frustración es sólo relativa, pues yo las he de amar en
definitiva porque amo a Dios y Dios, que es mi Amor, la ama: y ahí hay
siempre plenitud de correspondencia.
3Yo además, como agente imperfeto (igual que el ángel) actuo para
conseguir algún fin, algo que no poseo (esto no es posible en Dios que no
puede actuar que no puede actuar para conseguir algo que no posea al ser
el Agente Perfecto).
Por eso, si Dios me ama y quiere mi propio bien; yo, precisamente porque
amo a Dios y amo lo que Dios ama, puedo en El querer mi propio bien y
debo hacerlo: se trata de quererlo siempre condicionalmente y no como
bien en sí último y decisivo.
En las dos facultades superiores del alma encontramos dos tendencias: a
recibir y a actuar, y las dos son naturales (una primera es como curva
sobre sí misma y la otra no, la otra busca el bien del otro, el bien sin más):
} la inteligencia: ciertamente la verdad humana tiene un momento
reflexivo, pero hay que estar atentos para que no predomine y se
convierta así en una fuerza negativa que aspire mi ser entero y lo
vuelva sobre sí mismo, encerrandolo en sí.
El conocimiento ha de ponerse al servicio del amor de amistad.
} la voluntad: también el amor humano tiene un momento reflexivo: el
delite que causa. Y hay que vigilar: amando, sin sopesar
reciprocidades, sin rastrear y mensurar compensaciones. Radical y
terminantemente, amar es darse en bien del amado: de Dios -hacerme
yo el bienamado- y de los demás, queriendo su bien primordial que es
Dios. Lo otro es simplemente añadidura.
En esto se distingue el hombre del animal. El animal estima lo que conoce,
en función de satisfactorio o apetecible o nocivo. En el hombre esa función
sensitiva se hace racional por participación, y puede estimar lo que es en
sí mismo bueno o malo, conforme o no al amor divino. Si el hombre lo hace
al revés (es decir juzgando según sus aptencias) reduce su cogitativa a
estimativa, y se animaliza, se despersonaliza: este habito puede causar
una disfunción estable, incluso una lesión organica: pues la cogitativa -al
contrario de la inteligencia espiritual- tiene organo.
El amor expropiado
1Mientras que lo propio del conocimiento es poseer intencionalmente la forma
ajena, lo propio del aor es expropiarse a favor del amado: el amor saca de sí,
enajena.
Por eso hay que poner el buen amor al principio y al fin del conocimiento:
para evitar que se convierta en un fin en sí mismo (evitando que degenere
en curiosidad, en una forma de amor deleitable, de amor desordenado). El
esteticismo, en su forma sensitiva y en su forma intelectual, es egolatria
refinada.
Hoy día se ha trivializado sensualmente el amor, haciendolo equivalente a
me gusta, me place (I love). Urge restituirlo: no amo porque me gusta, sino
porque es bueno... y entonces me gusta.
El amor se reconoce como verdadero amor porque encuentra en todos algo
que amar, porque no busca las cosas propias; es amor verdadero porque ama

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a cada hombre según su peculiaridad radical y no según su semejanza con él
mismo. Y al amar así, se produce además un feliz resultado, casi imprevisto,
que me gusta.
1En este sentido convendría explicar mejor la rectitud de intención. No se trata
de perseguir desaforada y escrupulosamente la ausencia de todo interés, se
trata de tenerlo todo debidamente jerarquizado, se trata senicillamente de
amar de verdad a Dios y por Dios a los demás.
} necesitamos del amor de Dios y de la ayuda de Dios para amar
al prójimo, para amar bien al amado; para que este amor no sea un
mero egoismo compartido y coincidente (como tantos matrimonios y
tantos amigos)
} esa rectitud de intención no se logra hurgando continuamente la
conciencia de un modo enfermizo y egolatrico (el ansia de
autoperfección), sino que se obtiene enamorandose de Dios,
ponderando la infinita amabilidad de Dios, considerando que Dios es
Amor; y haciendo añicos el espejo en que uno se mira.
2La pertenencia al amado debe ser siempre y en primer término pertenencia a
Dios. Entonces el amor no es lábil o efimero, sino que participa de la
eternidad de Dios: si se cesa de amar es que no se ha amado nunca. Si el
otro dice: ya no te amo, yo diré: pues yo te seguiré amando.
Esto es libertad, esto es amor. Es el amor que el mandamiento supremo
impone como ley.
1Todo amor es enajenación: olvido de sí, pertenencia al amado.
Los actos del amor
El amor es querer, pero no querer hacer algo, sino querer al otro, querer su
bien, el bien del otro.
1Procedemos de un acto divino de amor
2y nuestra vida entera consiste en amar
La comprensión del amor es la comprensión del universo entero y, de modo
especial de la criatura racional, de la persona.
Si comprendemos esto: comprenderemos y nos sabremos:
1amados por Dios singularmente, como alguien único, como alguien delante
de Dios: como una persona, como una excepción
2esto expresa también la íntima sed y la indigencia amorosa.
Los actos de amor son:
1Primero: el primer acto, la dilección,
2Sigue: la alegría o gozo de amor, que cae dentro del primer precepto del
Decálogo: la alegría buena es obligatoria,
3Sigue luego, como consecuencia necesaria, la paz, como tranquilidad del
orden, precisamente porque el amor es el que nos ordena radicalmente y
del todo a nuestro Fin: tanta mayor paz hay en el alma cuanto más cerca
se está de Dios, a quien no se llega con pasos corporales cino con los
afectos del alma (Santo Tomás II-II, q. 24, a. 4)
Y son estos afectos los que dilatan más el corazón haciendolo más capaz
de amar.
Lo propiamente contrario al amor no es el odio sino la indiferencia, el desamor
radical.

Elevación del hombre al estado de gracia

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1En el plano metafísico, en el cual nos hemos movido, se ve que el hombre ha
recibido su ser de Dios, un ser de una gran riqueza, ya que es un ser a
semejanza del ser de Dios libre y por ser libre es capaz de amar en donde se
centra su felicidad.
Pero Dios ha hecho mucho más con el hombre

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