Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
Fue en ese tiempo cuando surgieron las leyendarias civilizaciones perdidas como
la mítica Atlántida entre otras. La civilización atlante se desarrollaba en una zona
norteña del subcontinente índico y se convertiría en el depositario del conocimiento
espiritual avanzado de nuestros grandes Dioses enkitas. Esa grandiosa cultura
antediluviana era el ancestro de la antiquísima tradición religiosa hindú que
conservaría muchas de las enseñanzas esotéricas y prácticas espirituales de la
corriente enkista original. Actualmente las ruinas de sus ciudades antiquísimas,
todas mucho más vetustas que los cinco milenios de civilización humana aceptados
por la arqueología de la corriente dominante, permanecen sumergidas bajo el Mar
Arábigo frente a las costas norteñas de la India (Hancock, 2002viii).
La Era de Oro del mundo antediluviano llegó a su fin con la llegada del primer
apocalipsis antiguo, provocado por el dictador extraterrestre Anu-Yahvé y sus
compinches perversos; sin embargo, gracias a la intervención benévola de nuestro
auténtico padre creador Enki unos pequeños grupos de Nefilim del linaje adapita
lograron sobrevivir el espeluznante genocidio anuista y se dedicaron a la
reconstrucción de la civilización humana en los albores de la era posdiluviana. Es
interesante notar que a diferencia de la versión bíblica tardía que afirma que sólo el
linaje no-mezclado (sin sangre divina) de Noé sobrevivió y por lo tanto todos
los Nefilim se extinguieron en el diluvio, el relato sumerio original explica que fue el
linaje de Ziusudra, un rey del linaje semidivino de Adapa, el que sobrevivió el
cataclismo. ¡Así es! ¡Nosotros, la Humanidad posdiluviana, somos todos
descendientes de los asombrosos Nefilim!
La Era Posdiluviana I y la Invasión Anuista de la Tierra
Todas las civilizaciones antediluvianas fueron arrasadas por el cataclismo
apocalíptico y su grandeza fue condenada al olvido. Por lo tanto, la mayor parte de
la historia de nuestra raza fue perdida para siempre y el antiguo orden del mundo
se convirtió en sino una leyenda.
El nuevo orden surgiría de las ruinas del apocalipsis diluviano. Los sobrevivientes
del linaje de Ziusudra, la única esperanza para la continuación de nuestra raza,
repoblarían la Tierra y reconstruirían la civilización humana de la nada. Ellos
fundarían las grandes civilizaciones de Mesopotamia, Egipto y el Valle del Indo bajo
la orientación de nuestros Dioses que continuaban ayudar a la Humanidad en su
evolución y así empezaría la segunda oleada de la civilización humana.
El capítulo 11 del Génesis bíblico arroja luz sobre la civilización primordial del mundo
posdiluviano cuando se entiende en su contexto esotérico. La alegoría de la Torre
de Babel empieza con una descripción muy abreviada de la civilización de Babel.
Según el texto, los fundadores de Babel vinieron del este y se asentaron en una
llanura de la tierra de Sinar (Génesis 11:2). Está claro que la tierra de Sinar
mencionada en la Biblia es una referencia hebrea a la región de Sumeria en la zona
sureña de Mesopotamia ya que en el previo capítulo el mismo Sinar es identificado
como el reino de Nimrod cuyas ciudades principales eran Erech (Uruk), Akkad y
Calneh (Génesis 10:10). Allí los hombres provenientes del este fundan una
civilización única cuyo nivel de avance espiritual es asombroso y termina
provocando el susto y la furia del malévolo Anu-Yahvé y su camarilla de
malhechores divinos.
Los fundadores de Babel que procedieron del este eran los descendientes de la
civilización atlante índica antediluviana y ellos trajeron consigo el gran conocimiento
oculto de la Atlántida caída. En otras palabras, ellos eran portadores de la
espiritualidad original de nuestros Dioses. Por lo tanto, la ciudad de Babel, cuyo
nombre babilonio bab-ilani y su equivalente sumerio ka-dingirra significan 'puerta de
los dioses' (George, 1992ix), era un gran centro del aprendizaje espiritual enkista y
por ende una puerta a la divinidad en el sentido literal. La hermosa ciudad de
Marduk, el hijo primogénito de Enki, era un gran baluarte de la corriente enkista y
allí nuestros Dioses les enseñaban a los hombres las ciencias ocultas del cielo, los
grandes misterios, las artes mágicas, las enseñanzas esotéricas, la activación de la
Kundalini y el método para lograr el Opus Magnum: el alcance de la divinidad del
hombre y la adquisición de la inmortalidadx. En realidad, el relato bíblico de la Torre
de Babel es un cuento alegórico de la activación de todos los chakras de la anatomía
oculta (unidos y de un sólo lenguaje) y el levantamiento de la Serpiente Sagrada de
la Kundalini que sube hasta el cielo (el séptimo chakra, el celestial ubicado en la
coronilla) y hace que el hombre sea como los dioses.
La civilización enkista de Babel, cuyos habitantes poseían un conocimiento
espiritual muy avanzado y estuvieron a punto de alcanzar su propio endiosamiento,
fue el factor desencadenante del siguiente gran apocalipsis que pronto cambiaría el
mundo de nuevo.
El mismo capítulo de Génesis relata la reacción del tirano cósmico Yahvé (Anu) al
descender a la Tierra y observar la ciudad de los hombres:
"Y descendió Jehová para ver la ciudad y la torre que edificaban los hijos de los
hombres.
Y dijo Jehová: He aquí el pueblo es uno, y todos éstos tienen un solo lenguaje; y
han comenzado la obra, y nada les hará desistir ahora de lo que han pensado
hacer.
Por esto fue llamado el nombre de ella Babel, porque allí confundió Jehová el
lenguaje de toda la tierra, y desde allí los esparció sobre la faz de toda la tierra."
Aquí Anu-Yahvé y sus secuaces divinos quedan asustados por el progreso espiritual
asombroso de los hombres y admiten que si logran su meta nada podrá detenerlos
(una admisión muy extraña para un ser supuestamente omnipotente), pues
entendían que los terrícolas enkistas pronto se convertirían en dioses y así serían
imparables. Por lo tanto, él y sus aliados cósmicos (fíjense en la forma plural, lo cual
implica que Yahvé estaba acompañado por otros Elohim) descienden del cielo e
invaden la ciudad de Babel, trastocan la obra de los hombres, confunden su lengua
y los esparcen sobre la faz de toda la Tierra (desalinean y desactivan sus chakras).
Lo que sigue es sólo un tiempo de confusión espiritual.
Lo que sucedió realmente en aquel tiempo fue una invasión extraterrestre de la
Tierra por Anu-Yahvé y sus ejércitos celestiales a finales del tercer milenio AEC
hace unos 4000 años, un acontecimiento apocalíptico que pondría fin al antiguo
orden enkista y marcaría el comienzo de una era de oscuridad en nuestro planeta
bajo el dominio del tiránico Anu-El-Yahvé, el maléfico Saturno, Padre Tiempo, el
malvado dios de este mundo al que los Gnósticos llamaban Yaldabaoth, el auténtico
adversario cósmico de la Humanidad.
Algunos textos mesopotámicos como el cuerpo literario conocido como las
Lamentaciones de Sumeria relatan que en los días postreros de su época nuestros
Dioses, el gran Enki incluido, fueron forzados a evacuarse de sus ciudades
sagradas en la Tierra por causa del 'viento maligno' que desolaba la región y
tuvieron que volver al cielo volando 'como pájaros' según dice el texto (Sitchin,
2010xi). Se puede pensar que el 'viento maligno' desolador se refiere a la
precipitación radiactiva causada por las armas de los invasores anuistas cuyo
embate contra las ciudades de Enki y Marduk está registrado en la Epopeya de Erra,
una obra babilonia que relata una guerra divina entre los Enkitas y los Anuistas y el
arrasamiento de las ciudades de los dioses, lo cual comparte bastante semejanza
con el relato bíblico posterior de Sodoma y Gomorra. Curiosamente estos eventos
coinciden con la repentina y misteriosa desaparición de la civilización sumeria
alrededor del año 2000 AEC.
En fin, al ver que los hombres gozaban de la auténtica espiritualidad enkista y se
acercaban a su divinidad, los Anuistas temían la rivalidad de la Humanidad,
invadieron la Tierra en sus naves espaciales, iniciaron un asalto militar muy violento
y repentino contra los Dioses de Enki en el Medio Oriente, desterraron a muchos de
ellos y se apoderaron del planeta entero. Este segundo apocalipsis antiguo es
pésimo para la raza humana. El antiguo conocimiento es ocultado y destruido por
los malévolos invasores (Torre de Babel), los baluartes de los Dioses enkitas son
desolados y Enki se ve forzado a abandonar la Tierra y evacuarse a su planeta de
origen (Lamentaciones, Epopeya de Erra, Sodoma y Gomorra), algunos de nuestros
Dioses son capturados y encadenados en las cárceles anuistas del 'inframundo' por
los malvados 'arcángeles' de Anu-Yahvé (Apocalipsis 12:7-9; 20:1-3; 20:7-8), la
antigua espiritualidad enkista es condenada al olvido y el mundo entero es sometido
al dominio de los extraterrestres malévolos en una era de oscurantismo espiritual.
La Era Posdiluviana II y la Actualidad - El Mundo bajo el Dominio Anuista
Con la derrota de nuestros Dioses ante la solapada invasión anuista y el
sometimiento de la Tierra por parte de Anu-Yahvé, el malévolo impostor que se hizo
pasar por el 'dios' de la Humanidad, los tiempos de la prosperidad llegaron a su fin
y el mundo fue eclipsado por una era de oscuridad, el Kali Yuga, el tiempo de
decadencia en el cual la raza humana está alejada de su Dioses originales y
sometida al yugo del sistema engañoso de Anu-Yahvé.
Esta era funesta se caracteriza por el oscurantismo y el olvido de nuestra verdadera
historia. ¿Se han preguntado alguna vez por qué a pesar de tener más de 70 mil
años de antigüedad según la biología actual el Homo Sapiens moderno
curiosamente tiene una historia civilizada de sólo unos cuatro o cinco milenios? Está
claro que algo no está bien en cuanto a las cronologías, pues sería absurdo pensar
que un hombre tan avanzado como el Homo Sapiens viviría en cuevas y cabañas
primitivas como un salvaje sin fabricar herramientas y construir ciudades durante
decenas de milenios y sólo después de 65 mil años empezaría a civilizarse. Es
lógico pensar que una anomalía se produjo en la cronología de nuestra civilización.
Cuando los Anuistas invadieron la Tierra y sometieron al mundo a su dominio, ¡ellos
destruyeron prácticamente todos los vestigios de las previas oleadas de la
civilización humana enkista y borraron los registros históricos y arqueológicos
anteriores! Es por eso que sólo quedan leyendas míticas de los lejanos tiempos de
oro que aún permanecían en la psique colectiva de los pueblos gentiles.
Desde hace unos 4000 años nuestra Tierra queda secuestrada por los Anuistas.
Esos malhechores cósmicos se han apoderado de nuestro planeta y señorean sobre
el mundo humano desde el plano astral de manera subrepticia. Ellos nos ven como
su ganado humano y sólo buscan mantenernos engañosos y someternos a su
sistema de esclavitud degenerado. El mundo está en muy malas condiciones desde
hace mucho tiempo precisamente por esta razón: permanece en las garras
sangrientas de una camarilla de dioses extraterrestres malévolos y depravados. En
fin, este mundo está muy mal porque actualmente está gobernado por un dios malo:
el impostor inicuo El-Yahvé (Anu, Kronos, Saturno), el auténtico diablo y adversario
de la raza humana.
Esta noción de un mundo secuestrado por seres divinos/extraterrestres malévolos
podría resultar bien estrafalaria para mucha gente; sin embargo, a lo largo de la
historia varios grupos nos han intentado advertir de lo que está sucediendo.
Las sectas gnósticas antiguas, el mayor adversario del Catolicismo en los primeros
siglos, advertían que el mundo estaba bajo el dominio de un dios impostor, el
malévolo demiurgo Yaldabaoth, el malvado dios de este mundo identificado por los
Gnósticos como Yahvé, la deidad sanguinaria y patológica del Judeocristianismo; y
de sus 'ángeles' maléficos que los Gnósticos denominaban Arcontes. Según los
Gnósticos, los seres arcónticos del demiurgo engañaban al mundo entero a través
de sus religiones ilusorias y eran entidades parasíticas y depredadoras que se
alimentaban de la energía vital y del sufrimiento de los hombres.
Los Judíos élites, todos secuaces terrestres de Anu-Yahvé, fundaron las religiones
dogmáticas y oscurantistas como el Judaísmo, el Cristianismo y el Islam con el fin
de alejarnos de nuestro conocimiento espiritual pagano ancestral, someternos al
yugo de su dios tiránico depravado, controlarnos a nivel psicológico, infiltrarse en
nuestras naciones y por último esclavizarnos bajo una cosmovisión judeoanuista.
Las religiones monoteístas de Anu-Yahvé son nada más que ilusiones retorcidas
que destruyen la razón, atrapan al hombre en el fanatismo ciego y convierten a sus
víctimas en borregos domables y fáciles de dominar. Nos inculcan una mentalidad
de esclavitud y nos alejan de la espiritualidad auténtica, la del desarrollo psíquico y
del endiosamiento del hombre. Desgraciadamente la estrategia de los Judíos ha
funcionado muy bien. Actualmente más de la mitad de la población mundial adora
al dios de los Judíos, Anu-El-Yahvé (Jehová, Alá), el verdadero enemigo de la
Humanidad; y la espiritualidad pagana original ha sido reemplazada por religiones
monoteístas creadas por los Judíos casi por completo.
Este mundo bajo el dominio de Anu-Yahvé sólo ha sido de lo más tenebroso. Desde
hace 4000 años nuestra raza, alejada de nuestro auténtico padre y atrapada en la
red de engaño de un impostor maléfico que se atreve a hacerse pasar por 'dios',
sólo ha sufrido guerras cruentas, genocidios despiadados, hecatombes
espeluznantes, injusticias imperdonables, el odio desmedido, la tiranía, los engaños
descarados, el fanatismo contumaz, la violencia religiosa, las barbaridades
depravadas de la 'santa' inquisición, cacerías de seres humanos, la hipocresía, la
esclavitud, la explotación y la inmoralidad extrema. Así es el mundo de Anu-Yahvé.
Así es la verdadera cara de sus religiones asquerosas, el Cristianismo incluido.
Ya han pasado más de cuatro milenios y el mundo sigue sometido al yugo de las
mismas entidades extraterrestres malévolas. Actualmente estamos en el siglo 21 y
la era de oscuridad del malvado dios hebreo Anu-Yahvé continúa en su pleno
apogeo. En las épocas medievales el mundo occidental entero cayó en las manos
de una teocracia judeoanuista tiránica casi universal conocida como la Iglesia
Católica Romana; ahora prácticamente el mundo entero se encuentra sometido al
parecido Nuevo Orden Mundial de la judería sionista internacional. Las promesas
bíblicas de Yahvé para su verdadero Pueblo Elegido ya se están cumpliendo y una
pequeña sociedad secreta judía con su extrañísimo culto satúrnico (jehovítico) se
ha apoderado del poder político y financiero de casi todas las naciones gentiles. La
verdad espeluznante es que la Biblia Hebrea (Antiguo Testamento) siempre ha sido
un anteproyecto para el Sionismo belicista y la dominación mundial judía desde el
principio y el dios judeocristiano Yahvé (Anu), el verdadero diablo, es el auténtico
dios del Nuevo Orden Mundial (el supuesto 'Satanismo' de los Illuminati es nada
más que una cortina de humo engañosa para ocultar la verdadera identidad de los
conspiradores judíos depravados).
Sin embargo, esta era de oscuridad no durará para siempre. Actualmente estamos
saliendo de la Era de Piscis (la última era del engaño anuista) y nos estamos
acercando a la próxima Era de Acuario, un tiempo de gran conocimiento y la
restauración de la Verdad. ¡La liberación de la Tierra pronto empezará!
El Tercer Apocalipsis, la Lucha Final y el Nuevo Satya Yuga
El próximo apocalipsis será una gran lucha final entre los dioses de la Serpiente
(Enki) y los 'arcángeles' de Anu-Yahvé, el verdadero secuestrador de nuestro
mundo.
El Apocalipsis bíblico, una versión tergiversada de la batalla final escrita a favor del
sistema anuista, relata que en los tiempos del fin los 'ángeles' de la Serpiente serán
sueltos de sus cárceles en el abismo, reunirán a un gran ejército junto con los
demonios Gog y Magog, engañarán al mundo y guerrearán contra el 'Verbo de Dios',
el dizque 'salvador' montado en su caballo blanco y con su espada divina en mano
(Apocalipsis 20:1-4; 20:7-8). El mismo texto dice que los ángeles de la Serpiente
serán vencidos y terminarán siendo arrojados al lago de fuego de Yahvé (20:9-10).
¡Qué basura!
Queridos lectores, todos debemos entender que estos pasajes del Apocalipsis
bíblico son nada más que una refundición distorsionada de una profecía enkista
mucho más antigua y un caso de la solapada 'inversión acusatoria' de los Anuistas
infames. Aquí el pueblo de Anu-Yahvé ha cambiado los papeles de la profecía de
manera engañosa. En realidad, los 'arcángeles' de Yahvé y del 'Verbo de Dios' son
los 'ángeles' malos que van a ser destruidos y los 'ángeles' de la Serpiente, los
enkistas, son los buenos que van a triunfar en la gran guerra final.
El Kalki Purana dice que al final de la era de decadencia, el héroe divino Kalki, el
décimo avatar de la divinidad cuyo nombre sánscrito significa 'destructor de la
impureza', volverá a la Tierra montado en su caballo blanco y con su astra o espada
divina en mano, y acompañado por ocho grandes deidades solares él se enfrentará
al demonio Kali, el señor de Kali Yuga; vencerá a sus esbirros demoníacos Koka y
Vikoka (Gog y Magog), destruirá toda la impureza de Kali Yuga, purificará la Tierra,
restaurará la religión original e inaugurará el próximo Satya Yuga o era de oro para
la Humanidad.
El salvador y juez divino montado en un caballo blanco ... Espada divina en la mano
... La lucha contra dos entidades demoníacas que engañan al mundo ... La
destrucción de todo el mal por fuego ... La inauguración de un nuevo mundo puro ...
¿Les parece familiar este simbolismo? ¡Los últimos capítulos del Apocalipsis bíblico
son nomás un plagio anuista del personaje hindú de Kalki!
En la profecía original Kalki es Enki y él regresará para destruir todo el mal del
degenerado Kali Yuga de Anu-Yahvé y sus arcángeles malévolos. Enki,
acompañado por su ejército de deidades solares, los Anunnaki de Orión, derribará
el Nuevo Orden Mundial jehovítico, acabará con el sistema engañoso del malvado
'dios' impostor, aniquilará las religiones ilusorias destructivas (Koka y Vikoka = el
Judeocristianismo y el Islam) del malvado Anu-Yahvé, establecerá su era de oro
aquí en la Tierra y restaurará la espiritualidad enkista original.
La Profecía de Thot, una advertencia egipcia paralela, explica que al final de la era
de decadencia, el reinado de los ÁNGELES MALVADOS que reemplazaron a los
Dioses originales, el gran Padre Divino y Hacedor vendrá a llamar a todos aquellos
que se han perdido en la oscuridad, limpiará el mundo de todo el mal de los
invasores malévolos, expulsará toda la impureza de la era de decadencia por el
fuego y la guerra, purificará la naturaleza, restaurará todo lo sagrado e inaugurará
la futura era de oro de los Dioses primigenios. Así el mundo nacerá de nuevo.
¿Quién es el Padre Divino y Hacedor que volverá a la Tierra y liberará el mundo de
la oscuridad según la profecía? En la cultura egipcia antigua el dios benévolo Ptah,
el equivalente egipcio de Enki, era conocido como el 'Hacedor', un título que se
asemeja al epíteto sumerio más común de Enki Nudimmud cuyo significado es
'Hacedor'. En fin, el Padre Divino y Hacedor de esta profecía es idéntico a Enki y él
será el salvador que vencerá a los ángeles malévolos de la era de decadencia e
inaugurará la era de luz.
Nuestro gran Enki, el verdadero padre creador de nuestra raza, volverá a la Tierra
acompañado por sus legiones divinas de Orión e iniciará la campaña de liberación
de nuestro planeta. Él pondrá fin a la iniquidad de Kali Yuga, el tiempo del maléfico
'dios' impostor Anu (El-Yahvé-Kronos-Saturno-Yaldaboath), y nos liberará del
mundo ilusorio que la Infamia anuista ha creado.
Enki, el dios de las aguas primordiales, es el señor de la Era de Acuario. En esa era
inminente empezará su tan esperada era de oro aquí en la Tierra.
Enki es Satya, la Verdad Eterna. Satya Yuga, la era de la Verdad y de la Iluminación,
le pertenece a Enki, el auténtico dios de la Humanidad.
Enki siempre ha sido Satya desde el principio. Sin embargo, el tirano cósmico Anu-
Yahvé, el verdadero enemigo de la raza humana, cambió ese epíteto antiguo de
Enki de Satya (Verdad Eterna) a Satán (adversario) con el fin de calumniar a su hijo
noble y engañar el mundo.
Satya Yuga será una era luminosa en la cual ya no habrá enfermedad ni sufrimiento
extremo, la longevidad de la raza humana será restaurada a su estado original
antediluviano, nuestras facultades psíquicas y espirituales divinas serán activadas
de nuevo, el Opus Magnum o el alcance de la divinidad será posible otra vez, el bien
prevalecerá en la Tierra y nuestros Dioses originales andarán con nosotros y nos
enseñarán las ciencias del cielo.
ANALISIS Y COMENTARIO
La cronología de la era primordial la hemos colocado entre 400,000 y 300,000 AEC,
aunque las fechas exactas son desconocidas. ¿Cómo hemos llegado a esta
conclusión para la datación? Con las excavaciones arqueológicas en el Medio
Oriente se ha descubierto un registro del orden y de la duración de los reinados de
los reyes de la región conocido como la Lista Real Sumeria. Por lo tanto, justo como
los teólogos y eruditos bíblicos buscaban calcular la edad de la creación a través de
las cronologías de los patriarcas antediluvianos de Génesis, nosotros intentamos
determinar el tiempo en el cual vivió el primer monarca terrestre Alulim, el primero
rey de Eridú y un contemporáneo de Adapa, mediante la cronología de los reinados
de los reyes antediluvianos. A diferencia de las cronologías europeas como la
grecorromana y también la bíblica de los Hebreos que afirmaban que la creación
tenía una antigüedad de sólo unos pocos milenios, las cronologías mesopotámicas
más antiguas mantenían que la historia de la Humanidad civilizada se remontaba a
hasta cientos de miles de años e incluían períodos míticos en los cuales reinaban
semidioses sumamente longevos. Ahora la biología actual nos explica que los
primeros humanos del género Sapiens aparecieron en nuestro planeta hace no
miles sino cientos de miles de años.
Dentro de la popular división entre ciencias y letras o humanidades, se tiende a
clasificar a la historia entre las disciplinas humanísticas junto con otras ciencias
sociales (también denominadas ciencias humanas); o incluso se la llega a
considerar como un puente entre ambos campos, al incorporar la metodología de
estas a aquellas.
La ambigüedad de esa división del conocimiento humano, y el cuestionamiento de
su conveniencia, ha llevado al llamado debate de las dos culturas. No todos los
historiadores aceptan la identificación de la historia con una ciencia social, al
considerarla una reducción en sus métodos y objetivos, comparables con los del
arte si se basan en la imaginación (postura adoptada en mayor o menor medida por
Hugh Trevor-Roper, John Lukacs, Donald Creighton, Gertrude Himmelfarb o
Gerhard Ritter).
Los partidarios de su condición científica son la mayor parte de los historiadores de
la segunda mitad del siglo XX y del siglo XXI (incluyendo, de entre los muchos que
han explicitado sus preocupaciones metodológicas, a Fernand Braudel, E. H. Carr,
Fritz Fischer, Emmanuel Le Roy Ladurie, Hans-Ulrich Wehler, Bruce Trigger, Marc
Bloch, Karl Dietrich Bracher, Peter Gay, Robert Fogel, Lucien Febvre, Lawrence
Stone, E. P. Thompson, Eric Hobsbawm, Carlo Cipolla, Jaume Vicens Vives, Manuel
Tuñón de Lara o Julio Caro Baroja). Buena parte de ellos, desde una perspectiva
multidisciplinar (Braudel combinaba historia con geografía, Bracher con ciencia
política, Fogel con economía, Gay con psicología, Trigger con arqueología),
mientras los demás citados lo hacían a su vez con las anteriores y con otras, como
la sociología y la antropología.
Esto no quiere decir que entre ellos hayan alcanzado una posición común sobre las
consecuencias metodológicas de la aspiración de la historia al rigor científico, ni
mucho menos que propongan un determinismo que (al menos desde la revolución
einsteniana de comienzos del siglo XX) no proponen ni las llamadas ciencias
duras.8 Por su parte, los historiadores menos proclives a considerar científica su
actividad tampoco defienden un relativismo estricto que imposibilitaría de forma total
el conocimiento de la historia y su transmisión; y de hecho de un modo general
aceptan y se someten a los mecanismos institucionales, académicos y de práctica
científica existentes en historia y comparables a los de otras ciencias (ética de la
investigación, publicación científica, revisión por pares, debate y consenso
científico, etc.).
La utilización que hace la historia de otras disciplinas como instrumentos para
obtener, procesar e interpretar datos del pasado permite hablar de ciencias
auxiliares de la historia de metodología muy diferente, cuya subordinación o
autonomía depende de los fines a los que estas mismas se apliquen.
La gran epopeya de nuestra raza medio divina, la Humanidad de la Tierra, empieza
con la llegada de los Anunnaki, una civilización extraterrestre de poderosos seres
divinos que más tarde se darían a conocer como los grandes Dioses, Titanes y
Elohim de las varias culturas politeístas de la antigüedad, hace unos 400,000 años
terrestres. En aquel tiempo primigenio el hombre inteligente aún no existía y el reino
animal era dominado por un homínido primitivo terrestre, el Homo Erectus, que
había seguido una trayectoria evolutiva muy lenta y estable con muy pocos cambios
anatómicos en nuestro planeta durante unos dos millones de años. La Tierra era
todavía un mundo joven y virginal que aún no había conocido la civilización.
En algunos de los textos sumerios antiguos que relatan la creación del hombre y el
establecimiento de la civilización en la Tierra por parte de los Dioses, se describe
una época primordial y pre-civilizada en la cual vive en la estepa y en medio de las
bestias una especie de hombre primitivo que 'no sabe comer pan ni vestirse con
ropa, anda por la tierra medio desnudo, come como las ovejas y bebe agua de las
zanjas' (El Debate de Ovejas y Trigo 20-25). Esta criatura salvaje que vive más
como un animal que como un hombre civilizado es idéntica al Homo Erectus
terrestre y fue encontrada en las zonas pantanosas de la Tierra por los visitantes
divinos en el tiempo de su llegada. Este homínido pre-humano había surgido de la
familia de los simios y aún poseía 24 pares de cromosomas en su estructura
genética como todos los demás géneros de simios y homínidos que lo habían
precedido.
Subordinados a los Anunnaki estaban los Igigi, dioses menores que habían venido
a la Tierra junto con sus reyes y sus soberanos y trabajaban para ellos en la
construcción, la agricultura y las obras de minería. Según los textos mesopotámicos
como el Relato de Enki y Ninmah y el Poema de Atrahasis entre otros, estas
deidades trabajadoras se hartaron de sus tareas agotadoras e inacabables y
decidieron amotinarse protestando por las cargas inmensas que sus superiores les
habían impuesto. En aquel tiempo de rebelión, los Igigi abandonaron sus labores,
quemaron sus herramientas y hasta rodearon la morada terrenal del dios soberano
Enlil en su ciudad sagrada de Nippur. La civilización de los Dioses estaba en peligro
debido a la agitación de los Igigi y por lo tanto el Concilio de los Anunnaki, presidido
por Anu (Yahvé), decidió convocar una asamblea divina para buscar una solución a
los problemas políticos que se habían armado en la Tierra.
Según todos los registros más antiguos desde los sumerios hasta los babilonios, fue
Enki (Ea), el hijo primogénito del dios celestial Anu (Yahvé) y una deidad de la
sabiduría divina simbolizada por la Serpiente, el que propuso la creación del Hombre
en la asamblea de los Dioses con el fin de que él reemplazara a los dioses menores
en sus tareas arduas. Tras la autorización del Concilio de los Anunnaki, Enki se
encargó de la creación de nuestra raza. Junto con su hermanastra la experta
Ninmah, Enki formó a los primeros humanos de la arcilla del Abzu, su morada ácuea
y el misterioso lugar de la creación; les añadió la sangre divina, les insufló un alma
de los dioses y los colocaron en las matrices de las Diosas Parturientas que luego
alumbrarían a siete machos y a siete hembras. Este relato antiquísimo de origen
sumerio es una referencia antigua a la ingeniería genética extraterrestre por parte
de Enki y a la inseminación artificial. El Homo Sapiens fue creado a base del Homo
Erectus primitivo, su material genético (la arcilla) fue mezclado con el ADN divino
(la sangre de los Dioses) en la residencia del dios genetista Enki, le fueron
otorgadas la conciencia y la inteligencia de sus creadores divinos y el producto de
esta manipulación genética fue inseminado en las matrices de las hembras de esa
especie divina que había venido a la Tierra. El nuevo Homo Sapiens cuya cantidad
de pares cromosómicos había sido reducida de 24 a 23 de modo artificial
experimentó un salto cuántico en su evolución casi de la noche a la mañana y ya
era mucho más como los Dioses. Actualmente en la ciencia genética se piensa que
el desarrollo repentino de la inteligencia en los homínidos avanzados como Homo
Sapiens, Homo Neanderthalensis y el hombre Cro-Mañón se debe a la misteriosa
fusión telómero-telómero ancestral del segundo cromosoma, lo cual redujo nuestros
pares de cromosomas de 24 a 23 (Ijdo, 1991i). Somos el producto de la ingeniería
genética divina de nuestro dios creador Enki.
Tras su creación, el Hombre les reemplazó a los Igigi en la agricultura, en las obras
de construcción y en los proyectos de minería y el experimento fue un gran éxito. El
Relato de Enki y Ninmah, uno de los textos sumerios que subyacen el Poema de
Atrahasis, explica que el Hombre fue creado para reemplazar a los dioses menores
que trabajaban en la tierra de Harali (Enki y Ninmah 10). En la cultura
mesopotámica, la región de Harali, conocida también como Arallu, era considerada
una tierra aurífera donde los minerales valiosos abundaban (Ebeling y Meissner,
1997ii; Reiter, 1997iii). Por lo tanto, aquí podemos saber que la creación del Hombre
tuvo mucho que ver con la extracción de oro. Milenios después, en el Génesis
bíblico, en realidad una refundición posterior y un plagio tergiversado de la literatura
sumeria original, encontramos una referencia sutil al mismo motivo. En el segundo
capítulo de Génesis, justo después de la creación de Adán, el narrador bíblico se
sale por la tangente y empieza a explicar de manera muy breve que las tierras del
Edén están llenas de oro y otros minerales valiosos y que el oro de allí es de muy
buena cualidad (Génesis 2:11-12). Ahora sabemos que el Edén bíblico en el este
es idéntico al Edín mesopotámico mencionado en los textos sumerios. En fin, los
registros antiguos, tanto los sumerios como la Biblia hebrea, implican que el Hombre
fue creado para que se encargara de las tareas de sus creadores y trabajara en la
minería de oro.
A diferencia de la interpretación eclesiástica tradicional de la creación, las versiones
mesopotámicas de la creación como el Poema de Atrahasis hacen alusión a un
proceso creativo de varias fases distintas (Kvanvig, 2011iv). Es decir, el Hombre no
fue creado de la nada en una sola vez como afirma el creacionismo bíblico, sino que
su evolución fue dirigida por sus creadores divinos en varios pasos y varios modelos
humanos actualizados fueron formados por Enki y sus Dioses a lo largo de la era
primordial de la Humanidad. Primero vino el lullu, un hombre trabajador primitivo
que era demasiado primitivo para sus tareas; y luego apareció el hombre híbrido,
una mezcla de 'deidad y hombre' (ilumma u awilum) que ya tiene el tēmu o
'raciocinio de los seres divinos' (Kvanvig, 2011v). Por último, la evolución dirigida
del Hombre (Homo Sapiens) culmina con el modelo Adapa, el Homo Sapiens
Sapiens, la especie humana más avanzada, engendrada por el mismo Enki de modo
directo. Según la Leyenda de Adapa, un texto sumerio muy antiguo y precursor del
relato bíblico de Adán (Ziolkowski, 2000vi), Adapa era un hijo humano de Enki y fue
criado en el santuario de Eridú, la morada terrenal de Enki, como un modelo para
los hombres y un maestro de la civilización divina. Él era el primero de los siete
sabios antediluvianos y se convirtió en el depositario de la ciencia del cielo. En fin,
Adapa (Adán) era un semidiós de la semilla de Enki y de la matriz de una hembra
terrestre y el padre ancestral de toda la Humanidad actual.
En aquel tiempo la Humanidad aún permanecía bajo el dominio de los Anunnaki y
los hombres trabajaban para sus amos divinos en sus asentamientos terrenales. La
civilización de los Dioses en la Tierra era como una pequeña colonia en la lejanía y
muchos de los seres divinos, el rey del panteón Anu (Yahvé) incluido, sólo venían
de visita de vez en cuando y luego volvían a su planeta de origen en el cielo
desconocido. El mundo humano era regido por un pequeño grupo de soberanos
divinos que se habían quedado en la Tierra de modo casi permanente y el Hombre
sólo abastecía los santuarios terrenales de los Dioses de todas sus necesidades sin
tener su propia independencia ni autonomía. Sin embargo, todo eso cambiaría
cuando nuestro dios creador benévolo Enki le entregó al Hombre la ciencia del cielo.
Los textos sumerios describen a Enki, el verdadero padre de la raza humana, como
el Ushumgal o 'Gran Serpiente' por su gran sabiduría divina y su inmenso
conocimiento oculto y relatan que él era el señor del santuario de Eridú, un
bosquecillo fructífero y jardín paradisíaco en la tierra interfluvial de Edín en el este;
y el dueño del Árbol de los Me, las ciencias celestiales, que él mismo había sacado
del Abzu y plantado en medio de su paraíso terrenal (Enki y el Orden Mundial). La
Leyenda de Adapa, un relato de la iluminación del primer hombre civilizado por
completo, explica que Enki le educó a Adapa en ese mismo Eridú, el santuario de
los Dioses, y allí le reveló el Designio del Cielo y de la Tierra en contra de la voluntad
del dios del cielo Anu, que se quejó de que Enki le había revelado a 'un humano
indigno y despreciable' el conocimiento celestial (Kramer y Maier, 1989vii). Por
consiguiente, Adapa consiguió la ciencia de los Dioses y el conocimiento de la
civilización divina, pero luego le fue denegado el Agua y el Pan de la Vida por el
enfurecido Anu, echado de la morada de los Dioses y devuelto a la Tierra sin
conocer el secreto de la inmortalidad. Además, Adapa fue maldecido por el
rencoroso Anu y trajo consigo más sufrimiento y más enfermedades como resultado.
Vemos el mismo motivo en el Génesis bíblico, un pobre plagio posterior y una
refundición tergiversada del relato sumerio original. En la versión bíblica, la
Serpiente sabia (Enki) del Huerto del Edén en la región de los cuatro ríos
(Mesopotamia) se rebela contra la política oscurantista de Yahvé (Anu), le otorga a
Adán (Adapa) el fruto del Árbol del Conocimiento (los Me, el Designio del Cielo y de
la Tierra) y le abre los ojos haciéndolo como uno de los Elohim (Génesis 3:22).
Luego Yahvé, enfurecido por lo sucedido, lo expulsa del Paraíso de los Dioses, le
impone una serie de maldiciones que aumentan sus adversidades en la Tierra y les
ordena a sus querubines que impidan su acceso al Árbol de la Vida para que no
pueda comer del fruto de la inmortalidad (Génesis 3:15-19; 3:24). Aunque la versión
tergiversada de la Biblia tuerza la verdad y busque calumniar a la Serpiente, símbolo
de Enki, como el malo, en realidad la Serpiente Enkista iluminó a su progenie
humana y la salvó del oscurantismo y de la esclavitud del tirano cósmico Anu-Yahvé,
un sádico abusador de la Humanidad desde el principio. La verdad es que el mismo
mito aparece en varias tradiciones pre-bíblicas en sus varias formas y cabe decir
que el personaje rebelde e iluminador siempre es una entidad benévola y un gran
amigo de la Humanidad. En la mitología griega, el titán benévolo Prometeo (Enki)
se rebela contra los titanes malévolos encabezados por el tiránico dios del cielo
(Anu) y le entrega al Hombre, su propia creación, el Fuego de los Dioses (la ciencia
celestial).