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La sociedad mexicana tiene su origen en la civilización mesoamericana considerada como una civilización negada, cuya presencia es imprescindible reconocer.
Ella es el punto de partida y su raíz más profunda, se caracterizó por ser el producto del desarrollo acumulado de experiencias locales propias y que trajo consigo un largo proceso civilizatorio que se refleja en la manera de sentir y de hacer ciertas cosas, nombres, alimentos que nos reiteran la continuidad dinámica de lo creado a lo largo de muchos siglos
La sociedad mexicana tiene su origen en la civilización mesoamericana considerada como una civilización negada, cuya presencia es imprescindible reconocer.
Ella es el punto de partida y su raíz más profunda, se caracterizó por ser el producto del desarrollo acumulado de experiencias locales propias y que trajo consigo un largo proceso civilizatorio que se refleja en la manera de sentir y de hacer ciertas cosas, nombres, alimentos que nos reiteran la continuidad dinámica de lo creado a lo largo de muchos siglos
La sociedad mexicana tiene su origen en la civilización mesoamericana considerada como una civilización negada, cuya presencia es imprescindible reconocer.
Ella es el punto de partida y su raíz más profunda, se caracterizó por ser el producto del desarrollo acumulado de experiencias locales propias y que trajo consigo un largo proceso civilizatorio que se refleja en la manera de sentir y de hacer ciertas cosas, nombres, alimentos que nos reiteran la continuidad dinámica de lo creado a lo largo de muchos siglos
REPORTE DE LECTURA Las posibilidades de acceder a la enseñanza superior son el resultado de una selección que se ejerce a lo largo del recorrido educativo tienen como regla general, la restricción de las elecciones se impone a las clases más bajas, siendo la desventaja mucho más marcada para las mujeres que provienen de un origen social más bajo. Para las clases más desfavorecidas se trata de una simple y pura eliminación. Ya que en cualquier terreno cultural que se les mida, los estudiantes tienen conocimientos mucho más ricos y extendidos cuando su origen es más alto. Sin embargo, los menos favorecidos pueden manifestar un conocimiento equivalente al haberlo aprendido por medio de la lectura para compensar sus desventajas; convirtiéndose la educación en el único camino de acceso a la cultura en todos sus niveles. En la relación que un grupo de estudiantes tiene con sus estudios se expresa la conexión fundamental que su clase social tiene con la sociedad global, el éxito social y la cultura; toda enseñanza presupone un cuerpo de saberes, de saber hacer y sobre todo de saber decir, que constituye un patrimonio de las clases cultivadas mediante experiencias de primer grado. Las aptitudes medidas con el criterio educativo se deben a la mayor o menor afinidad entre los hábitos culturales de una clase y las exigencias del sistema de enseñanza o los criterios que definen el éxito en él. Para los desfavorecidos, la adquisición de una cultura educativa se convierte en una aculturación. Ya en el terreno universitario, las desigualdades ante la educación aparentemente desapercibidas, son tan evidentes, que un grupo, cuyos miembros difieren tanto por su pasado social como por su futuro profesional, no busca la unidad del medio estudiantil en la identidad de la práctica universitaria. A diferencia de los ritmos sociales, los ritmos individuales de los estudiantes no tienen más en común que asistir a los mismos cursos. Aunado a ello, la escuela francesa inculca desde la infancia, la competencia individualista; y el estudiante tiende a rechazar lo que no ha elegido, por ejemplo, el vínculo social, reduciendo su contacto sólo al cuerpo de profesores, ya que presentan la imagen prestigiosa del intelectual en quien esperan convertirse. El grado de adhesión al juego intelectual y a los valores que implica no es independiente del origen social. En nombre de la “seriedad” se disimulan dos maneras de vivir la condición de estudiante; una es característica de los estudiantes de origen burgués que no permiten problemas más serios que los que ellos introducen allí; la otra expresa la inquietud por el futuro propia de los estudiantes provenientes de los sectores más alejados de la cultura académica. La experiencia de la condición de estudiante autoriza la experiencia de la función profesoral: la puesta en relación, técnicamente acondicionada entre un pedagogo y un aprendiz puede ser sustituida por un encuentro de elección entre elegidos, en un juego de complacencias recíprocas, donde cada uno de los participantes acuerda al otro lo que espera de él, el reconocimiento de su propio don. Esto se encuentra condicionado por la naturaleza de la profesión elegida. Varones y mujeres difieren sus posibilidades objetivas de acceder a la enseñanza superior y de cursar tales o cuales tipos de estudio, dominadas por el modelo tradicional de división del trabajo entre los sexos y las posibilidades objetivamente más débiles de tener una profesión, sobre todo intelectual, impiden a las mujeres lanzarse al juego intelectual. Los estudiantes de la clase alta pueden conformarse con proyectos vagos pues jamás tuvieron que elegir verdaderamente hacer lo que hacen, mientras que los estudiantes de clase baja no pueden no interrogarse sobre lo que hacen porque tienen menos posibilidades de olvidar que podrían no haberlo hecho. Sin duda, el modelo puro de un sistema que subordinara la elección de sus herramientas pedagógicas a un único fin, nunca pasa de ser una utopía: encargado de producir valores por referencia, que no son otros que los de la sociedad para los cuales los ha producido. Un sistema de educación real está siempre investido de funciones múltiples e inconmensurables, de manera que no puede otorgarse preponderancia a tal o cual sin comprometer los valores últimos que los grupos que la componen incorporan en su representación de la cultura. BLANCA MARIA DE LA FUENTE VILLANUEVA NOTA O COMENTARIO PERSONAL: Si una de las funciones sociales de la escuela es la de proveer oportunidades igualitarias de acceder a la cultura, la educación y la mejora de las condiciones socioeconómicas de cada individuo, podemos notar que dicha función no se ha cumplido, si no por el contrario, las diferencias se han hecho cada vez más evidentes.