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LOS HEREDEROS. Los estudiantes y la cultura.

Pierre Bordieu y Jean Claude Passeron


REPORTE DE LECTURA
Las posibilidades de acceder a la enseñanza superior son el resultado de una selección que se
ejerce a lo largo del recorrido educativo tienen como regla general, la restricción de las elecciones se
impone a las clases más bajas, siendo la desventaja mucho más marcada para las mujeres que
provienen de un origen social más bajo. Para las clases más desfavorecidas se trata de una simple y
pura eliminación. Ya que en cualquier terreno cultural que se les mida, los estudiantes tienen
conocimientos mucho más ricos y extendidos cuando su origen es más alto. Sin embargo, los menos
favorecidos pueden manifestar un conocimiento equivalente al haberlo aprendido por medio de la
lectura para compensar sus desventajas; convirtiéndose la educación en el único camino de acceso
a la cultura en todos sus niveles.
En la relación que un grupo de estudiantes tiene con sus estudios se expresa la conexión
fundamental que su clase social tiene con la sociedad global, el éxito social y la cultura; toda
enseñanza presupone un cuerpo de saberes, de saber hacer y sobre todo de saber decir, que
constituye un patrimonio de las clases cultivadas mediante experiencias de primer grado. Las
aptitudes medidas con el criterio educativo se deben a la mayor o menor afinidad entre los hábitos
culturales de una clase y las exigencias del sistema de enseñanza o los criterios que definen el éxito
en él. Para los desfavorecidos, la adquisición de una cultura educativa se convierte en una
aculturación.
Ya en el terreno universitario, las desigualdades ante la educación aparentemente desapercibidas,
son tan evidentes, que un grupo, cuyos miembros difieren tanto por su pasado social como por su
futuro profesional, no busca la unidad del medio estudiantil en la identidad de la práctica
universitaria. A diferencia de los ritmos sociales, los ritmos individuales de los estudiantes no tienen
más en común que asistir a los mismos cursos. Aunado a ello, la escuela francesa inculca desde la
infancia, la competencia individualista; y el estudiante tiende a rechazar lo que no ha elegido, por
ejemplo, el vínculo social, reduciendo su contacto sólo al cuerpo de profesores, ya que presentan la
imagen prestigiosa del intelectual en quien esperan convertirse. El grado de adhesión al juego
intelectual y a los valores que implica no es independiente del origen social. En nombre de la
“seriedad” se disimulan dos maneras de vivir la condición de estudiante; una es característica de los
estudiantes de origen burgués que no permiten problemas más serios que los que ellos introducen
allí; la otra expresa la inquietud por el futuro propia de los estudiantes provenientes de los sectores
más alejados de la cultura académica. La experiencia de la condición de estudiante autoriza la
experiencia de la función profesoral: la puesta en relación, técnicamente acondicionada entre un
pedagogo y un aprendiz puede ser sustituida por un encuentro de elección entre elegidos, en un
juego de complacencias recíprocas, donde cada uno de los participantes acuerda al otro lo que
espera de él, el reconocimiento de su propio don. Esto se encuentra condicionado por la naturaleza
de la profesión elegida.
Varones y mujeres difieren sus posibilidades objetivas de acceder a la enseñanza superior y de
cursar tales o cuales tipos de estudio, dominadas por el modelo tradicional de división del trabajo
entre los sexos y las posibilidades objetivamente más débiles de tener una profesión, sobre todo
intelectual, impiden a las mujeres lanzarse al juego intelectual. Los estudiantes de la clase alta
pueden conformarse con proyectos vagos pues jamás tuvieron que elegir verdaderamente hacer lo
que hacen, mientras que los estudiantes de clase baja no pueden no interrogarse sobre lo que hacen
porque tienen menos posibilidades de olvidar que podrían no haberlo hecho. Sin duda, el modelo
puro de un sistema que subordinara la elección de sus herramientas pedagógicas a un único fin,
nunca pasa de ser una utopía: encargado de producir valores por referencia, que no son otros que
los de la sociedad para los cuales los ha producido. Un sistema de educación real está siempre
investido de funciones múltiples e inconmensurables, de manera que no puede otorgarse
preponderancia a tal o cual sin comprometer los valores últimos que los grupos que la componen
incorporan en su representación de la cultura.
BLANCA MARIA DE LA FUENTE VILLANUEVA
NOTA O COMENTARIO PERSONAL: Si una de las funciones sociales de la escuela es la de
proveer oportunidades igualitarias de acceder a la cultura, la educación y la mejora de las
condiciones socioeconómicas de cada individuo, podemos notar que dicha función no se ha
cumplido, si no por el contrario, las diferencias se han hecho cada vez más evidentes.

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