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Anthony Grafton
La cultura de la corrección de textos en el
Renacimiento europeo
Buenos Aires
Ampersand. Colección Scripta Manent
2014
358 páginas
Rosalía Baltar1
–Lo primero en que reparáis de los sonetos, no os han de cortar la mano con que lo
epigramas o elogios escribistes.
que os faltan para el principio, Quijote, Prólogo 1605.
y que sean de personajes graves y de título,
se puede remediar en que Cuando escuchamos a Beethoven, por
vos mesmo toméis algún trabajo en hacerlos, ejemplo, sabemos que existe una partitura
y después los podéis y que el intérprete, Arrau, Barenboin,
bautizar y poner el nombre que quisiéredes, Rubinstein, da una versión personal
ahijándolos al Preste
ajustada tal vez a lo escrito, pero,
Juan de las Indias o al Emperador de
Trapisonda, de quien yo sé incomparable a la “original”, a la forma
que hay noticia que fueron famosos poetas; que acaso le imprimiera Beethoven o
y cuando no lo hayan sido y hubiere algunos algún contemporáneo. Hay una sensación
pedantes y bachilleres de evanescencia allí, el problema
que por detrás os muerdan y murmuren desta planteado por Pierre Menard, quizás. El
verdad, no se os dé dos maravedís, estudio de Anthony Grafton piensa esa
porque, ya que os averigüen la mentira, zona huidiza en la que un autor y sus
muchos tipos de lectores se confunden: la
1
Doctora en Letras por la Universidad Nacional de Universidad Nacional de Mar del Plata. Mail de
Mar del Plata. Miembro del CeLeHis, docente e contacto: rosalia.baltar@gmail.com
investigadora en la Facultad de Humanidades de la
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Los cien ojos de Argos
imprecisión de los límites entre autor, mirada sagaz y erudita como la de Grafton
editor, lector, corrector y otra suma de para desentrañarlos.
“intérpretes” de la letra atraviesa toda la Más ceñidos a lo concreto del
cultura de la imprenta hasta casi nuestros Renacimiento son las descripciones de los
días –actualidad, dice, en la que se ha dos primeros capítulos: el modelo de
decretado la muerte de la corrección. Una corrector y de la imagen que la sociedad
zona en la que el avance que ha supuesto tenía de él se desarrolla principalmente en
la imprenta se ve teñido de dudas y recelos el capítulo 1 y de la tarea cotidiana de la
frente a la “verdadera” escritura, la de los corrección en el taller de los impresores en
manuscritos; un momento, en fin, en el que el capítulo 2. No obstante, todo el libro
las antiguas prácticas del copista se ven permite reflexionar acerca de esta práctica,
contaminadas por nuevos procedimientos todavía hoy ejercida problemáticamente
y modos de abordar una copia, un libro, un en diversos terrenos, ya en el campo
texto, un autor. editorial, ya en el ámbito escolar. Aunque
En ese lábil instante –que dura más Grafton no se dedique a ello, la lectura de
de un siglo sólo en algunas de sus fases– las distintas experiencias del corrector, su
Grafton propone su estudio y, si bien el descenso del panteón de lo erudito a la
último capítulo centra con más detalle este imagen de “pobre diablo”, sabios, pero
debate, es, en rigor, el eje de todo el libro, pobres, mal pagos y no reconocidos
que no terminará sino extendiéndose socialmente, me recordó la ambivalencia
además en el tiempo de la cultura escrita. con la que hoy la sociedad observa la
Los tres capítulos que constituyen el escuela y cómo califica a los docentes en
volumen se abren, curiosamente, con esos mismos términos: el docente debe
imágenes del siglo XX (la relación de conocer su tema, pero cualquiera puede
Raymond Carver con su editor, la de cuestionarlo; la ortografía es importante,
Hermann Hesse con sus correctores y pero, la verdad, casi nunca importa, etc.
editores, el comentario sobre una novela Los correctores se hallaban en el
de Martin Kruger referida al “reino del centro de una obra constante: nunca se
error” que constituye una imprenta); esas termina de establecer un texto, de
imágenes reafirman, entonces, la idea de enmendarlo, de “castigarlo”, de ir en la
perennidad que subyace a la exposición de corriente del autor o enfrentarse a él, de
su problema a través de casos concretos de preservar un error por ignorancia o por
los siglos XV a XVII: escritores antiguos respeto, de engendrar más y más errores
y contemporáneos se someten o se corrigiendo. En esa vorágine imposible,
enfrentan a una suerte de ejército de tras el anhelo de capturar la esencia del
lectores que en distinto grado e intensidad pasado presente en esos originales, el
intervienen sus textos. Hay que leer el corrector multiplica la errata y se convierte
libro para capturar la multitud de escenas él mismo en un sujeto conocido y valorado
de composición de un texto en el taller de por un error que lo lleva a la humillación y
imprenta y la cantidad de manos y ojos por el descrédito. En su mayoría, oscuros
las que pasaba (y pasa) un texto y los correctores han cursado un oficio más
prestigios que se iban poniendo en juego a digno que otros dentro de la imprenta –no
lo largo de ese proceso. Todo esto a partir era oficio de “manos manchadas de tinta”,
de fondos de archivos de Casas de signo de la artesanía más baja de cajista– y
Imprenta, entre otros, que requieren de una han sido recordados un tiempo por el día
en que teniendo cien ojos, se les pasó un
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