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Cuando comencé con el proyecto de conocer y difundir a los productores y sus derivados supe
que no iba a ser una tarea fácil. Había visto muchas notas de cocineros que lo intentaban realizar
pero desde mi lugar era casi imposible. Lo tome como un desafío a largo plazo y tal vez como
una forma de aprendizaje propia, más que para la trasmisión. Envié mail a los productores de la
zona y comencé a moverme gracias a una gran amiga que fomentaba mis intenciones. Las
respuestas eran pocas y muy vacías. Hablaba con todo aquel que me podía aportar algún dato de
conocidos o hasta con las personas que vendían los productos. Cada vez aprendía más.
Hasta que conocí a una persona que, aun sin conocerme, me brindó muchas herramientas para
este desafío. En nuestro primer encuentro la charla fue extensa y amena, como si nos
conociéramos de toda la vida. Y ella se interesó mucho por el lindo propósito que yo quería
encarar. Utopía o no, era una buena idea y más de uno de los que tenía alrededor confiaban que
lo era. En ese encuentro me ofrece un folleto de la fiesta provincial del olivo en Coronel Dorrego.
Me intereso, lo guarde, envié un mail y no hubo respuesta.
La palabra destino estuvo desde muy chica en mi vida. Fue el motor de las direcciones que
tomaba mi vida y hasta el día de hoy lo es. Con el deseo aventurero de conocer nuevos caminos
y viajar de forma distendida a nuestro destino de vacaciones, recorrimos una ruta alternativa
que para mi sorpresa se divisaban por los lados arboles pequeños de color verde plateado. La
ubicación nos mostraba que estábamos por llegar a Coronel Dorrego.
Una experiencia como ninguna la de poder conocer las plantaciones y la forma de producción.
No pude charlar con los productores pero me llevo el aprendizaje de la labor de los que cuidan
de las plantaciones. Poder conocer la planta y sus derivados.
Allí en una ruta de la provincia de Buenos Aires donde se abría pasos por las sierras y
desembocaba camino al mar, es donde la oliva crece y da los frutos para el disfrute de las
aceitunas y el excelente aceite de oliva.
Volví cargada de aceitunas en sus formas tradicionales, pero era un sinfín de gustos para elegir
con diversos rellenos. Por suerte me case con un gran catador de aceitunas, lo cual las pequeñas
heredaron ese don. Entre las tradicionales negras y verdes estaban las turcas. El aceite por
fortuna fue mi elección. Conocí y disfrute de sus variedades, casi como una cata de vino.
Lo primero que pensé fue en que preparación le podía hacer honor a ese aceite. Entre el verano,
las aceitunas y la picada, prepare unas galletitas de semillas que a la familia le gustan mucho.
Necesitas:
Preparación:
Formar una masa con las cebollas rayadas, la manteca el aceite y las semillas. Unir con la sal,
pimienta y el orégano. Incorporar la harina. De faltarte más harina podes agregar porque
depende mucho del tamaño y la humedad de las cebollas. Formar una masa lisa y pareja. Llevar
a la heladera por una hora. Estirar y cortar de la forma que quieras, pueden ser en tiras o en
cuadrados o circulares. Cocinar por 20 minutos en horno medio. A disfrutar, ideal para una
picada de verano con cremas de queso por encima una aceituna.