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RIZÓSFERA
El término rizósfera se deriva de la palabra griega "rhizo" que significa raíz y de "sphere"
que denota el entorno de influencia de dicha raíz. La rizósfera es la parte del suelo donde
el sistema radical induce la proliferación microbiana. Ha sido definida por Hiltner (1904)
como el volumen de suelo influenciado por la presencia de raíces de una planta viva, cuya
extensión puede variar de acuerdo al tipo de suelo, la especie de planta, su edad y otros
factores. En consecuencia, es el lugar físico de interacción entre la planta y el
microorganismo, en donde los microorganismos influyen sobre el crecimiento de la planta
y la planta actúa sobre el crecimiento de ellos. En esta zona se distinguen la
endorrizósfera (zona de tejido cortical donde pueden proliferar los microorganismos), el
rizoplano (superficie radical) y el suelo rizosférico (que comprende entre 1 - 2 mm de
suelo a partir de la superficie de la raíz, aunque algunos autores consideran que el efecto
puede extenderse hasta 4 o 5 mm). (Figura 1).
La rizósfera es una zona especial del suelo que se caracteriza por la presencia de
exudados radicales, formados por compuestos de bajo peso molecular como azúcares,
ácidos orgánicos y aminoácidos, mucigel y lisados de la raíz liberados de la autólisis de
células radicales. Se estima que los exudados rizosféricos pueden llegar a contener entre
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10 y 44% del carbono asimilado en la fotosíntesis y pueden ser excretados en dicha zona
(Primavesi, 1984). La estimulación en esta zona es diferencial ya que no todos los grupos
fisiológicos se ven beneficiados. En general los microorganismos más exigentes en
factores de crecimiento son los que proliferan en mayor proporción ej. bacterias de los
géneros Pseudomonas sp., Azospirillum sp., Beijerinkia sp., etc. Y así, podemos decir
que, en general, esta zona y los compuestos mencionados afectan positivamente a la
mayoría de los microorganismos de este hábitat que son heterótrofos; sin embargo, los
microorganismos de esta zona del suelo mantienen un equilibrio inestable debido por ej. a
la introducción de distintas especies de plantas en el suelo.
Etimológicamente micorriza es un término que deriva del griego y significa myces: hongo
y rhiza: raíz, y constituye una asociación simbiótica entre un hongo y la raíz de una planta
superior.
Para Trappe (1994) las micorrizas deben ser definidas en términos funcionales y
estructurales. Desde este punto de vista son consideradas como “órganos de absorción
dobles que se forman cuando los hongos simbiontes viven dentro de los órganos de
absorción sanos (raíces, rizomas o talos) de las plantas”.
En esta asociación, la planta le proporciona al hongo carbohidratos (producto de su
fotosíntesis) y un nicho ecológico para completar su ciclo de vida; mientras que el hongo,
a su vez, le permite a la planta una mejor captación de agua y nutrientes minerales de
baja disponibilidad en el suelo (principalmente fósforo). Ambos, hongo y planta, salen
beneficiados, por lo que la asociación se considera de tipo una simbiosis.
Cada uno de los subtipos se diferencian entre sí porque forman estructuras morfológicas
características. La figura 1 simula el corte transversal de una raíz y cómo sería el
desarrollo del micelio y estructuras del hongo que desarrollan cada uno de los subtipos de
micorrizas mencionados.
Figura 1: Esquema del corte transversal de una raíz y las posibles asociaciones micorricicas.
estas hifas se prolongan hacia el suelo circundante, mientras que otras hifas penetran la
raíz. Estas últimas ocupan los espacios intercelulares de la corteza radical. Este
desarrollo micelial característico se denomina “red de Hartig”, el que no avanza más allá
de la endodermis (Fig. 2).
Las raíces colonizadas con ectomicorrizas manifiestan cambios morfológicos, algunos de
los cuales son observables a simple vista o con ayuda de una lupa. Estas raíces son más
cortas y gruesas que las no infectadas, además presentan una típica ramificación por
sucesivas bifurcaciones dicotómicas (Fig. 3).
Se considera que un 10% de la flora mundial desarrolla ectomicorrizas, siendo
particularmente abundantes en especies de interés forestal perteneciente a las familias
Pinaceae, Betulaceae, Fagaceae, Ericaceae, Myrtaceae, Juglandaceae y Salicaceae.
En cuanto a las Endomicorrizas, el tipo más importante es el Vesículo-Arbuscular ya
que se estima que hasta un 90% de las plantas podrían tener este tipo de asociación.
Muchas de estas especies vegetales incluyen cultivos de interés agronómico como es
caso de gramíneas, leguminosas, cultivos hortícolas pobres en sistema radicular como la
cebolla, y especies de árboles como los citrus.
Este tipo de asociación se caracteriza porque el hongo micorrícico penetra entre las
células de la raíz y algunas hifas desarrollan en su citoplasma una estructura ramificada
característica denominada “arbúsculo”. Por lo tanto a diferencia de los hongos
ectomicorrícicos, su desarrollo en el interior de la raíz es tanto intra como intercelular.
Eventualmente las hifas del hongo forman otras estructuras ovoides que se denominan
“vesículas”, las cuales contienen material lipídico. Las vesículas son consideradas como
sitios de almacenamiento, mientras que el arbúsculo se considera es el sitio de mayor
intercambio entre la planta y el hongo.
Las raíces infectadas con estas micorrizas no muestran los cambios morfológicos
descriptos para las asociaciones que involucran hongos ectomicorrícicos, y por lo tanto
para su observación se requiere someter la raíz a un tratamiento con una base fuerte y
luego teñirla con un colorante para hongos, como el azul de tripán y posterior observación
microscópica. Esto permite ver las hifas, las vesículas y los arbúsculos (Fig. 2).
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Figura 2: Esquema de una raíz en la que se observa el desarrollo de la micorriza y las estructuras
que forman las ectomicorrizas y micorrizas vesículo- arbusculares.
Figura 3: Ectomicorrizas en raíces de Pinus sp. Las flechas señalan los cambios morfológicos
producidos por el hongo micorrícico (raíces engrosadas y bifurcaciones de la raíz)
Otra diferencia importante es que los hongos formadores de MVA no han podido ser
cultivados en el laboratorio, por lo que parece que dependen completamente de su planta
hospedera para la obtención de sus fuentes de carbono, a diferencia de las
ectomicorrizas. Para estas últimas se han desarrollado medios de cultivo sintético, lo que
permitió desarrollar inoculantes comerciales.
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Figura 5: Comparación del volumen de suelo explorado por una planta sin micorrizar y una
micorrizada. A la derecha se observa detalles del desarrollo del micelio del hongo ectomicorricico
alrededor de raíces de Pinus sp.